el gran julio csar - Cultura Clásica de Sagunt

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EL GRAN
JULIO CÉSAR
por José Manuel Gil Sánchez
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Dedico esta biografía a Samuel, de quien tengo la suerte de ser
padrino. Él, ganó la primera edición, allá por el año 2004, del Concurso
“El Gran Julio César”. ¡Ave Samuel!
ÍNDICE
0. Prefacio……………………………………… III
1. Familia de César………………………… IV - VII
2. Mujeres de César………………………. VIII - XVI
3. Biografía cronológica de César… XVII - XCIV
3.1.- Infancia…………………………………………….. XVII - XX
3.2.- Periodo de formación……………………… XXI - XXVII
3.3.- Cursus honorum………………………………… XXVIII - XXXII
3.4.- El Triunvirato…………………………………… XXXIII - XXXVIII
3.5.- El Consulado………………………………………. XXXIX - XLII
3.6.- De bello gallico………………………………… XLIII - LXXI
3.7.- La descomposición del Triunvirato. LXXII - LXXV
3.8.- La Guerra Civil…………………………………. LXXVI - LXXXVII
3.9.- El poder absoluto de César en Roma.. LXXXVIII - XC
3.10.- Los idus de marzo……………………………… XCI - XCIV
4. Conclusión final………………………….. XCV
4. Bibliografía…………………………………. XCVI
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0.- PREFACIO
La presente biografía está escrita por mi, José Manuel Gil Sánchez, profesor
de Ciencias Sociales del Colegio Sagrada Familia P.J.O. de Valencia, como base
teórica para todos mis alumnos/as, con la que participan en el Concurso Anual EL
GRAN JULIO CÉSAR, un concurso de preguntas y respuestas realizado desde el
curso 2003 – 2004, cuando vi una película (Emperor’s Club) donde se hacía un
concurso parecido. Me encantó la idea y la llevé a efecto, personalizando el
funcionamiento y por supuesto creando esta base teórica por propia iniciativa, tras
comprobar en la primera edición del mismo, que si daba libertad en el estudio de la
biografía de César, algunos datos y fechas se cruzaban, teniendo problemas de
funcionamiento del concurso.
Esta era la finalidad, que ha supuesto un trabajo personal de más de dos años.
He tratado de hacer una biografía sencilla, sin grandes alardes históricos ni
documentales, basándome en la anécdota más que en el análisis profundo de los
acontecimientos. En resumen, unos apuntes destinados a alumnos de Enseñanza
Secundaria Obligatoria (E.S.O.) de edades comprendidas entre los doce y los
dieciséis años.
Como lector habitual y licenciado en Historia, soy consciente de las carencias
y vacíos en algunos aspectos de la biografía de César. Incluso en determinados
momentos he tenido que decantarme por algún autor en concreto cuando los datos
se cruzaban. No he hecho un trabajo histórico basándome en documentos. No. Mi
fuente de información ha sido exclusivamente bibliográfica y virtual, pues me he
apoyado bastante en Internet, aunque la base fundamental han sido mis libros. La
bibliografía se adjunta al final.
El objetivo fundamental ha sido pues divulgativo, tratando de dar a conocer el
mundo de la Roma Repúblicana al mismo tiempo que profundizaba en la biografía de
un solo personaje. Pido disculpas por mis licencias en el lenguaje utilizado y por mis
carencias lingüísticas. Lo he hecho lo mejor que he podido y he disfrutado mucho
en la elaboración de este trabajo. Ahora ya, querido/a lector/a, serás tú quien
juzgue. Alea jacta est.
Txema Gil.
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1.- FAMILIA
GAIUS IULIUS CAESAR o Cayo Julio César nació en Roma el día 13 del
mes que los romanos llamaban quintilis, que a su muerte tomó su nombre y pasó a
ser el día 13 de julio del año 100 a.C.
Los nombres romanos constaban de tres elementos: el praenomen o nombre
de pila ( Gaius –Cayo- ) el nomen que identificaba la gens o familia a la que se
pertenecía y que siempre acababa en –ius ( Iulius –Julio- ) y el cognomen, que era
un apelativo o mote ( Caesar -César- significa cabellera en latín o elefante en
lengua cartaginesa y que recibieron porque un antepasado de César había matado
un elefante en las Guerras Púnicas que enfrentaron a Roma contra Cartago por el
dominio del Mediterráneo )
Moneda de César.
Su madre era Aurelia Cota, hija de Lucio Aurelio Cota (cónsul en el 118 a. C. )
y Lucilia, los abuelos maternos de César, una familia patricia que destacaba en
Roma por su sabiduría y gran visión política, lo que unido a la discreción que les
caracterizaba, hicieron de la madre de César una de las más grandes matronas
romanas y una gran influencia en la vida de nuestro protagonista. La mujer que tuvo
en su vientre al Gran Julio César, le enseñó a ser clemente y magnánimo, generoso,
dulce en el trato y fiel a sus amigos. Fue un gran apoyo durante toda su vida. César
la adoraba y reverenciaba.
Aurelia Cota.
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Aurelia se casó mediante el rito de la confarreatio con Cayo Julio César,
padre de César, pasando a formar parte de la gens Iulia, lo que significaba que
todos los bienes de la esposa pasaban a las manos del marido, que se convertía en el
pater familias, dueño y señor del patrimonio familiar. Entre estos bienes había una
insulae o edificio de varias plantas con un patio interior que ocupaba una manzana,
en el barrio romano del Subura, lugar al que se trasladaron a vivir la joven pareja y
donde nació César.
El padre de César, que tenía su mismo nombre, era un militar que falleció muy
pronto (en el 85 a.C.) teniendo escasa o nula influencia en la vida y en la
personalidad de su hijo, pero que le transmitió una herencia familiar de la que
César se sentía tremendamente orgulloso y que le capacitaba para tratar de
alcanzar las más altas dignidades de la Roma Republicana.
Los IULIUS eran uno de las de más puros linajes de Roma, que se remontaba
a un ilustre personaje, Iulius Ascanius, el hijo del legendario héroe troyano Eneas,
que a su vez era hijo de la mismísima diosa Venus. Eneas había defendido Troya de
los ataques de los aqueos y había escapado en el último momento para viajar hasta
la península Itálica y fundar la dinastía más pura de los romanos y que se
autodenominaban patricios, miembros del Senado, directores de los designios de la
urbe que dominó el mundo durante más de cinco siglos.
El árbol genealógico paterno de César era impecable, pero los Iulius
atravesaban una situación económica penosa, buscando en los matrimonios de sus
vástagos la redención económica. Los abuelos paternos de César eran Cayo Julio
César y Marcia. Tuvieron dos hijas y un hijo :
•
•
•
Iulia, la mayor, a quien casó con Cayo Mario, un rico y ambicioso
terrateniente de Arpinium.
Iulia Minor o Julilla a quien casó con Lucio Cornelio Sila, un patricio
ambicioso y sin escrúpulos que por culpa de sus infidelidades, condujo
a Julilla al suicidio.
Gaius Iulius Caesar, el hijo menor y padre de César, a quien casó con
Aurelia Cota de la que ya hemos hablado.
El ojo que tuvo el abuelo de César para emparentar a sus hijas fue
espectacular, pues tanto Cayo Mario como Lucio Cornelio Sila, dirigieron los
designios de la urbe y entraron a formar parte de la historia de Roma de forma
imperecedera.
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El padre de César siempre estaba sirviendo en el ejército y acudía en muy
pocas ocasiones a casa. Un buen día, sirviendo en Pisae, se agachó a atarse una
bota y cayó fulminantemente muerto. La autopsia dictaminó que había muerto por
la ruptura de un vaso sanguíneo.
De la
•
•
•
unión entre Cayo Julio César y Aurelia Cota nacieron dos niñas y un niño:
Iulia, llamada Lía, 6 años mayor que César.
Iulia Minor, llamada Ju-Ju, 3 años mayor que César.
GAIUS IULIUS CAESAR, el romano más grande de todos los tiempos.
De los miembros de su familia destacan por encima de los demás, sobretodo
en la época de su infancia, el marido de su tía Julia, el siete veces cónsul Cayo
Mario, líder de los populii o populares, al que sus opositores, los optimates
miembros de la más rancia aristocracia senatorial de la Roma Republicana llamaban
“el paleto de Arpinium que no sabe hablar griego”.
Cayo Mario era un rico terrateniente romano que había escalado todos los
peldaños del ejército romano con grandes esfuerzos y sobrados méritos militares.
Precisamente su validez y su ambición hicieron que buscara un sitio en el Senatus
Populusque Romanus (SPQR ), feudo de los optimates y lugar donde se decidían los
destinos de Roma. Para ello necesitaba el apoyo de parte de la aristocracia y buscó
un matrimonio con una familia patricia necesitada de su dinero que le diera esa
posibilidad. Y, en una apurada situación económica estaban los Iulius, uno de los
más altos linajes de la tierra de Rómulo y Remo, descendientes directos de la
mismísima diosa Venus.
Cayo Mario.
Cayo Mario pronto protagonizó espectaculares acciones militares en el norte
de África contra el Rey Yugurta de Numidia, que le dieron fama y prestigio entre
el pueblo romano, pero al mismo tiempo dispararon las suspicacias y las envidias
entre los conservadores patricios, llamados los optimates. A pesar de ello, Cayo
Mario consiguió el consulado (máximo cargo del cursus honorum o carrera política
romana) hasta en siete ocasiones. Reformó la organización de las legiones, modificó
el armamento, favoreció a sus veteranos soldados otorgándoles tierras y también
luchó por otorgarles a los itálicos, los llamados no romanos, que luchaban y morían
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por Roma, los privilegios y derechos que daba la ciudadanía romana, que finalmente
les otorgó en el año 89 a. C.
Pero os preguntareis por qué Cayo Mario tuvo tanta influencia en la vida de
César. En su sexto consulado, Cayo Mario sufrió dos ataques seguidos al corazón y
una apoplejía, enfermedad que consiste en que una mitad de tu cuerpo queda
paralizada. Las dificultades para caminar y valerse por si mismo y la necesidad de
seguir acudiendo al Senado, hicieron que solicitara los servicios de su joven sobrino
Cayo Julio César, un niño muy despierto y avispado. Pronto se estableció una
relación paterno-filial entre ambos. Cayo Mario transmitió sus conocimientos
políticos y militares al chaval, que actuaba como una esponja. Se empapaba de la
experiencia de su famoso tío, lo que le vendría muy bien en sus posteriores
campañas.
SPQR significa: Senatus Populusque Romanus, es decir, el Senado y el pueblo de Roma
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2.- LAS MUJERES DE CÉSAR
La relación de César con las mujeres es muy estrecha y su influencia muy
poderosa por una serie de razones que expondremos a continuación. El hecho de
que su padre falleciera precozmente (en el 85 a.C.) hizo que Aurelia, su madre,
ejerciera de madre y de padre al mismo tiempo. Además estaban sus hermanas Lía
y Ju-Ju en casa, su tía Julia, la esposa de Cayo Mario a la que César adoraba y,
como veremos después, César fue investido Pontifex Maximus (el cargo supremo
de la religión romana que daba acceso directo al Senado) y por lo tanto tenía a su
cargo el cuidado de las Vírgenes Vestales. Y falta por mencionar a su diosa
regente, la diosa de la cual según él descendían todos los miembros de su estirpe,
la diosa Venus.
La Venus de Boticelli.
Es decir, que estaba completamente rodeado de mujeres, pero vayamos por
partes:
• Su primer matrimonio, arreglado por su padre, fue con una joven rica
de la orden ecuestre ( los equites ), los caballeros de Roma, el segundo
escalafón social romano después de los patricios, llamada Cossutia.
Cossutia.
Pero el matrimonio pronto se rompió pues a Julio César le convenían
para sus fines políticos, otras esposas de clase social más elevada.
Hemos de tener en cuenta que, el matrimonio era una forma más de
ascenso en la escala social, una fuente de contactos con las familias
más importantes de la aristocracia en Roma. César estaba unido a esta
mujer desde muy temprana edad, antes incluso de recibir la toga
virilis, que diferenciaba al romano adulto del niño, que se vestía desde
los quince años.
8
•
Su segundo matrimonio fue en el año 84 a.C., con la joven Cornelia
Cinna. Tuvo mucha importancia en la vida del joven Julio César. Un
matrimonio que duró catorce años, donde existió el amor y el respeto.
Un matrimonio que dio como fruto la única hija reconocida de César, su
hija Julia. El matrimonio fue una maniobra política que emparentaba a
César con la facción de los populares que lideraba su tío Cayo Mario.
Pero este matrimonio se convirtió en una bonita historia de amor. El
dictador Lucio Cornelio Sila, que marchó sobre Roma y se hizo con el
poder, obligó a César a deshacer ese matrimonio. César se negó en
rotundo
y
no
dudó
en
contestarle
al
mensajero:
“Decidle
a
Sila
que
sobre
César,
sólo
manda
César”
Esta frase, una de las más célebres de César, le supuso la perdida de
su cargo religioso, que la dote de Cornelia pasará a engrosar los
fondos del estado y tener que huir de Roma, pero César jamás repudió
a su mujer. Sólo la muerte de Cornelia en el año 68 a.C. puso fin a este
matrimonio.
Cornelia
9
•
El tercer matrimonio de César, en el año 67 a.C., fue con Pompeya
Sila. Era la hija de Quinto Pompeyo Rufo y nieta del dictador Sila.
Notablemente hermosa, pero de sobresaliente estupidez. Este
matrimonio duró cinco años, poniéndole fin un hecho que demuestra la
preocupación de César por su dignitas o dignidad política, que para
César era lo más importante de su vida y que queda demostrado por la
frase célebre que César pronunció en esta ocasión:
“la mujer de César no puede, siquiera, estar bajo sospecha”
Pompeya Sila.
El hecho fue el siguiente: En el año 63 a.C. César fue nombrado Pontifex
Maximus, máximo cargo de la religión romana, lo que le supuso ir a vivir a
la domus publica, situada en el area de la Regia del Foro, junto con
Aurelia, su madre y Pompeya, su mujer. Pero además César en ese
momento adquiría la responsabilidad y el cargo de las Vírgenes Vestales,
las sacerdotisas adoradoras de la diosa Vesta, encargadas de mantener
siempre encendido el fuego sagrado de Roma. El camino para ser vestal
comenzaba con 6 o 10 años. La aspirante a sacerdotisa vestal no debía
tener ningún tipo de imperfección física, se entregaba por 30 años y
durante ese periodo, debía mantener la virginidad, además de realizar
una boda simbólica con el Pontifex Maximus. Estas vírgenes celebraban
una fiesta en honor de su diosa llamada la Bona Dea. Ese día las grandes
matronas romanas se reunían en la domus publica y realizaban una serie
de ritos sagrados que garantizaban la virtud y la salud de las mujeres
romanas. A esa ceremonia sólo podían asistir el Pontifex Maximus y
mujeres. Ningún hombre podía estar presente pues los ritos no serían
válidos y los romanos eran muy supersticiosos: creían que si esa
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ceremonia no se hacía con corrección, la desgracia caería sobre las
mujeres romanas. Pero la mujer de César, Pompeya, que ya percibía que
su matrimonio era sólo una cuestión política para su marido, comenzó a
tontear con uno de los jóvenes más transgresores de la Roma de la
época, Publio Clodio Pulcher (hay que decir que, si le hubiera conseguido
“poner los cuernos” a César, su hazaña se habría comentado en toda
Roma, siendo una especie de gran aventura y desafío el hecho de ganarle
a César en ese aspecto, y más teniendo en cuenta que, una de las armas
más utilizadas de César con sus adversarios políticos era, precisamente,
acostarse con las mujeres de sus rivales, únicamente para apuntarse un
tanto a favor suyo en la disputa) A Cloido no se le ocurrió otra cosa que
visitar a Pompeya disfrazado de mujer el día de la fiesta de la Bona
Dea. Pero fueron sorprendidos por la madre de César, Aurelia. Clodio
logró escapar, pero Pompeya fue repudiada inmediatamente por César, lo
que le permitió librarse de tan aburrido matrimonio.
•
Su cuarto y último matrimonio, en el año 59 a.C. fue con Calpurnia, hija
de Lucio Pisón, uno de sus más fervientes partidarios.
Calpurnia.
La diferencia de edad entre ambos era muy significativa. Además
César estuvo lejos de ella durante más de diez años por la guerra
contra los galos y la guerra civil. Pero a pesar de todo, Calpurnia amaba
a su marido, le veneraba, y jamás se levantó ninguna duda o sospecha
en ese matrimonio a pesar de que César era propenso a las
infidelidades, no en vano sus legionarios le llamaban “el seductor
calvo” Es más, incluso volvió de Egipto con una reina extranjera y la
instaló en un palacio a las afueras de Roma. Calpurnia tuvo un sueño el
día antes del asesinato de César y le rogó que no acudiera al Senado
ese día, pues ella había visto su muerte en su sueño. Pero César no hizo
caso de las premoniciones de su mujer, marchando hacia la muerte en
los idus de marzo del 44 a.C.
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Estas fueron las esposas de César, pero no las únicas mujeres que influyeron
en la vida de César. Hay que destacar tres mujeres más en su vida: su hija Julia, y
dos amantes de las muchas que tuvo César, Servilia y Cleopatra.
• Servilia era una de las patricias romanas de mejor familia. Tenía un
hijo llamado Marco Junio Bruto, al que César quería y apreciaba
mucho, además de ser hermanastra de Marco Porcio Catón, el mayor
enemigo político de César, su antagonista en el Senado. Esta relación
extramatrimonial, pues ambos estaban casados, se prolongó durante
muchos años, hasta el punto de que era pública y notoria. Servilia era
una mujer de carácter fuerte y muy inteligente. Estaba muy
interesada en la vida política, en la que trataba de influir y participar,
a pesar de que eso, en la Roma Republicana, estaba totalmente vedado
para las mujeres. Por lo tanto, se las ingenió para adivinar quien era el
hombre más poderoso e inteligente, y mantuvo una larga relación con
él.
Servilia.
De ella se decía que era tremendamente fogosa y una de las
anécdotas más famosas de la vida de César tuvo como protagonistas a
Servilia y a su hermanastro Catón. Durante una sesión del Senado que
trataba de la famosa Conjuración de Catilina (año 63 a.C.), en la que
César y Catón se estaban enfrentando dialécticamente, un servidor le
pasó una nota a César que leyó en silencio y guardó. Catón observó el
gesto y, creyendo que era una nota del enemigo, atacó a César
acusándole de traidor a la patria, de recibir instrucciones de los
alzados en armas contra el Senado. Ni corto ni perezoso, César sacó la
nota, pasándosela a Catón sin mudar la expresión de su rostro. Era una
ardiente carta de Servilia citándose con él al finalizar la sesión y en la
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que detallaba todas las cosas que luego le haría en la intimidad de la
habitación. Catón, tras leer la misiva, rojo de ira y humillado por la
conducta de su hermanastra, arrojó la nota a César, mientras
exclamaba: “¡toma, miserable!”.
César jamás amó a Servilia, pero ésta así lo creía. Sólo se dio cuenta
cuando César, al repudiar a su tercera esposa Pompeya, no se casó con
ella, que ya era viuda y era lo que más deseaba en este mundo. Pero
César eligió a otra, Calpurnia, la dejó de lado y bebió de otras fuentes
dijéramos, más jóvenes y frescas. El berrinche de Servilia fue tal que
influyó sobremanera en la conjura política que acabó con la vida de
César, instigando a su hijo Bruto a liderarla y protagonizarla. Cuando
César sintió las primera puñaladas que acabaron con su vida, levantó la
vista,
vio
a
Bruto
y
exclamó
la
famosa
frase:
“Tu quoque, Brute, fili mi?” (¿Tú también Bruto, hijo mío?)
César no se esperaba semejante traición de un hombre al que había
tratado como a su propio hijo.
Busto de Bruto.
•
Bruto
de Astérix
La siguiente mujer es la amante más famosa de César. Su nombre
completo era Cleopatra VII Philopator. Era Faraona de Egipto, la
reina de un país de vital importancia para Roma, puesto que era
considerado el granero de Roma por la gran cantidad de trigo que
producían sus fértiles campos junto al río Nilo y las inmensas riquezas
que albergaba, vestigio de su reciente y esplendorosa historia. Pero
hay que decir que Cleopatra, consiguió dicho cargo gracias a la acción
de César, que le interesaba tener a alguien a quien poder manejar en el
trono de Egipto. Es decir, que la relación entre ambos era sobretodo,
una cuestión de política en la que los dos se beneficiaban.
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Cleopatra y.
César.
Cleopatra era bellísima, inteligente y culta. Sólo tenía 21 años cuando
conoció a César. Como no podía acceder a las habitaciones de César, se
engalanó, mandó que la enrollaran en una alfombra y la condujeron a los
aposentos del general romano. César al desenrollar la alfombra,
encontró un maravilloso solaz para sus años de madurez, pues tenía ya
más de 50 años.
En el año 47 a.C. y después de controlar definitivamente Egipto,
César y Cleopatra se embarcaron en un crucero de dos meses por el
Nilo. De estas “vacaciones”, nació el supuesto hijo de César, Cesarión.
Digo supuesto porque César nunca llegó a reconocerlo. Sí César tenía
hijos debían de ser con una romana y no con una reina extranjera. A
pesar de que Cleopatra se empeñó en que ese hijo fuera el heredero
de César, la muerte de éste hizo que los acontecimientos políticos
posteriores acabaran con la vida de Cesarión, a la que puso fin Octavio
Augusto, eliminando así un posible rival futuro. Cuando César fue
asesinado, las disputas por el poder entre Marco Antonio, hombre de
confianza de César en Roma, con quien Cleopatra también tuvo un
tórrido romance, y Octavio, heredero testamentario de César, que
finalmente ganó ese enfrentamiento. Marco Antonio primero y
Cleopatra después, se suicidaron. Cuenta la leyenda que ella se suicidó
dejando que le mordiera una serpiente.
Marco Antonio y Cleopatra
Octavio Augusto
14
•
Pero a la mujer que más quería César era a la hija que tuvo con
Cornelia, su adorada Iul¡a Minor .
Julia.
Era de una belleza inmensa. A Julia la crió su abuela Aurelia, debido a
los continuos viajes de su padre, inculcándole todos los valores de una
buena matrona romana: discreción, dulzura y cultura.
En Roma era el pater familias el que decidía con quien se casaban sus
hijas y a menudo se utilizaban dichos matrimonios para favorecer los
fines políticos de cada familia. César no fue distinto en este aspecto y
casó a su hija con el que a posteriori sería su gran enemigo, Cneo
Pompeyo Magno, pero que en ese momento quería atraer a su causa.
Cneo Pompeyo Magno
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La diferencia de edad (23 años) era considerable, pero Pompeyo y
Julia se enamoraron perdidamente y aquello fue un matrimonio feliz.
Julia quedó embarazada, pero después de un primer aborto, murió al
dar a luz a su primogénito, que también murió pocos días después.
César se enteró de tan terrible pérdida mientras combatía contra los
galos. Años después, al volver a Roma, organizó unos juegos funerarios
en honor de su hija fallecida dignos de una reina, con luchas de
gladiadores y naumaquias, como era costumbre en Grecia y Roma.
Así que la conclusión es bien clara: Hubo muchas mujeres que influyeron en la
vida de César. Algunas nos dejaremos en el camino, pero he querido hacer constar
las más importantes e influyentes en la vida del Gran Julio César.
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3.- BIOGRAFÍA CRONOLÓGICA DE CÉSAR
3.1.- INFANCIA
Aunque existen dudas entre el año 100 y el 101 a.C., se establece la fecha del
nacimiento de GAIUS IULIUS CAESAR o Cayo Julio César, en Roma, el día 13
del mes que los romanos llamaban quintilis, que a su muerte tomó su nombre y pasó
a ser el día 13 de julio del año 100 a.C.
Roma estaba situada en el centro de la península Itálica, en la región del
Lazio, a pocos kilómetros del mar Mediterráneo y del puerto de Ostia, que
abastecían la urbe. El río Tíber cruzaba un territorio dominado por siete colinas
donde se situaba la ciudad (Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio, Palatino, Capitolio y
Aventino).
Las siete colinas de Roma y el Campo de Marte
Vista Este de Roma desde el Tíber. Al fondo a la izquierda, el templo de la Triada Capitolina.
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Vista de Roma desde el Oeste
La Roma del siglo I a.C. era una ciudad enorme, mal planificada, sin el modelo
hipodámico inventado por los griegos. Como en todas las ciudades había una parte
buena, el Palatino, de casas de patricios, con sistema de alcantarillado incluido. El
centro de la urbe por supuesto, era el forum, el lugar donde se realizaban los
negocios, la sede de las instituciones públicas, lugar de juicios, mítines y discursos.
Presidiendo el Foro, la colina del Capitolio, lugar de los templos de la triada
capitolina, las tres divinidades más importantes para los romanos: Iupiter Optimus
Maximus ( Júpiter el dios supremo, el Zeus de los griegos) Juno, su esposa y diosa
de la maternidad ( Hera en la mitología griega ) y Minerva ( Atenea ), la diosa de la
artesanía y la sabiduría. Así era el Foro Romano.
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Los barrios pobres eran de calles estrechas con edificios de tres a seis
plantas aproximadamente llamados insulae.
Recreación de una insulae.
Nació César en una insulae, un edificio de pisos de alquiler que ocupaba más o
menos lo que hoy entendemos como una manzana, en uno de los peores barrios de
Roma, el barrio del Subura. La ínsula la regentaba su madre Aurelia, que debido a
su pronta viudedad y pese a ser patricia, alquilaba esos pisos a gente de distinta
procedencia. Esa fue la fuente de ingresos de la familia durante muchos años. En
los bajos del edificio, las llamadas tabernae, se establecían negocios de compra y
venta de alimentos, alfarería o cualquier otra cosa. Y en un barrio como el Subura,
los negocios eran, por decirlo de una forma que lo entendáis, un poco “mafiosos”. Es
decir, a cambio de la protección de una viuda y sus hijos, el “capo” del barrio, por
así decirlo, tenía muy buena relación con Aurelia, que le permitía utilizar sus
tabernae como local comercial.
César era un niño despierto, simpático, muy inteligente, travieso incluso. Su
mejor amigo de la infancia se llamaba Cayo Macio, que vivía en una insulae cercana.
Se escapaban juntos al Campo de Marte, el lugar de Roma donde se realizaban los
ejercicios militares, la compra y venta de esclavos, la contratación de gladiadores,
los comicios o elecciones... Cuando la estricta Aurelia no le dejaba acudir allí
porque tenía que cumplir sus clases con su praeceptor o profesor particular, un
pedagogo galo llamado Marco Antonio Cnifo o Grifón, mataba sus ratos de ocio
con sus vecinos de distintos lugares y países. Era el rey de la casa e incluso del
barrio. En el barrio estaba protegido por los hombres de la tabernae y en la ínsula
aprendió muchísimos idiomas además de aprender a tratar con gente de muchas
culturas distintas. Esto es una de las cosas más importantes en el carácter de
César. En su infancia se hizo una persona abierta a cualquiera y no un “pijo” patricio
que sólo se relacionaba con las clases altas. Era un patricio de la sangre más limpia,
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del más rancio abolengo y al mismo tiempo, había salido del barrio más
problemático y popular de Roma. Él, se ganaba a la gente, se los metía en el bolsillo
con una sonrisa o un gesto. Esto precisamente es lo más importante para un
político. Y César fue el mejor político de la Historia.
Con tan sólo diez años, el marido de su tía Julia, Cayo Mario, el que sería
siete veces cónsul, sufrió un ataque al corazón y una posterior apoplejía. Esta
secuela del fallo cardiaco supone la paralización parcial de una mitad de tu cuerpo.
Con reposo y rehabilitación mejoró poco a poco, pero cojeaba, no podía mover un
brazo, necesitaba dar largos paseos, etcétera. Su madre Aurelia, envió al pequeño
César a cuidar a su tío, a servirle de apoyo, a acompañarle en sus paseos. Mario
pronto se dio cuenta de la vivacidad del chaval y poco a poco, fue depositando en él
su confianza. Hablaban de las campañas militares de Mario, uno de los mejores
estrategas de la historia antigua y un auténtico fenómeno en la organización
militar, tanto humana como técnica. También acompañaba César a su tío Mario a las
sesiones del Senado.
Curia Hostilia, donde se reunía el Senado de Roma
Interior de la Curia.
En el camino de vuelta a casa y en sus largos paseos, siempre debatían sobre
política. César era como una esponja. Todo lo captaba, hacía las preguntas clave y
aprendía. A los 15 años, los niños romanos obtenían la toga virilis, es decir,
adquirían la mayoría de edad. César, que ya era el pater familias, comenzaba una
nueva etapa en su vida. Una etapa aún de formación, pero fundamental para
conseguir sus objetivos políticos. Aunque serían los acontecimientos de Roma los
que marcarían el devenir de la vida de César.
Toga Virilis
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3.2.- PERIODO DE FORMACIÓN
En el año 84 a.C, César deshizo el compromiso que le ligaba a Cossutia desde
niño por un acuerdo de su padre y se casó con Cornelia Cinna, la hija de un patricio.
La situación en Roma era muy conflictiva en estos momentos, pues se estaba
produciendo una cruenta guerra civil. Por una parte estaban los partidarios de los
aristócratas más conservadores a los que se les llamaba los optimates o como les
gustaba llamarse a ellos, los bonii, y que luchaban por seguir manteniendo sus
privilegios. El líder de esta facción era un antiguo colaborador de Mario, Lucio
Cornelio Sila.
Sila.
Sus enemigos eran los llamados populares o populii, personajes de mucha
influencia económica e incluso política, pero sin un árbol genealógico impecable. Sus
líderes eran Cayo Mario, tío de César y Cinna, padre de Cornelia y suegro de
César. Ambos consiguieron el éxito en esta guerra en primera instancia, mientras
Sila se marchaba a hacerle la guerra al rey Mitrídates del Ponto e incorporaba
definitivamente Grecia como provincia romana.
Cayo Mario y Cornelio Cinna, ante la ausencia de Sila, se impusieron a los
bonii y fueron elegidos cónsules de Roma. En Roma comenzaron las famosas
proscripciones, es decir, asesinar y eliminar a los rivales políticos para que no
causaran más problemas. Aquello fue un baño de sangre y la mayoría de los bonii
tuvieron que huir de Roma uniéndose al ejército de Sila, esperando que éste,
derrotara definitivamente a Mitrídates, volviera a Roma y reestableciera el poder
de la aristocracia.
Cayo Mario murió durante ese año 86 a.C. debido a un nuevo ataque cardiovascular, pero antes hizo un regalo a César, le nombró flamen dialis, es decir,
sacerdote de Júpiter. El sacerdote en Roma era un personaje sagrado y no se le
podía hacer prácticamente nada. Es decir, que Mario, lo que hizo en última
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instancia, fue proteger a César otorgándole ese cargo, porque preveía que el baño
de sangre que había comenzado él mismo y Cinna, continuaría de forma incluso más
virulenta cuando Sila volviera a Roma. Y no se equivocó.
Sila había derrotado a Mitrídates y volvió al frente de sus ejércitos a Italia.
Ningún general romano había marchado nunca contra su propia ciudad con tropas
romanas. Nadie creyó capaz a Sila de hacerlo, pero lo hizo. Tomó el poder, fue
nombrado Dictador en el año 81 a.C por el Senado (este cargo era otorgado sólo
en momentos de crisis como solución de urgencia y tenía una duración determinada,
normalmente seis meses). Lucio Cornelio Sila consiguió el poder ilimitado. y
comenzó uno de los mayores baños de sangre jamás acontecidos en Roma. Sus
proscripciones no sólo se limitaban al asesinato del rival político. Además se
confiscaban todos sus bienes y los de su familia, que pasaban a engrosar las arcas
del estado. Cornelio Cinna, el líder de los populii, consiguió reunir un ejército,
trató de sitiar Roma con la intención de derrocar a Sila, pero fue asesinado por un
traidor de su propio ejército, pagado por Sila.
El hecho de que Cornelio Cinna fuera el suegro de César hizo que Sila le
llamase a su presencia. Le exigía que antes de acudir, anulara su matrimonio con
Cornelia, la hija del traidor Cinna. Si no lo hacía, César sería proscrito.
Cayo Julio César amaba a su esposa Cornelia. Además, en el año 82 a.C.,
habían tenido una preciosa hija llamada Julia. No estaba dispuesto a repudiar a su
esposa. La respuesta al mensajero que requería su presencia ante Sila fue:
“ Dile a Sila que en César, sólo manda César ”
Sila condenó a muerte a César, pero consiguió escapar de Roma in extremis
con la ayuda de un fiel esclavo galo y de la gente del campo que veían en él un nuevo
defensor de las clases populares frente a los rancios aristócratas. Veían en César a
un nuevo Mario. Le ocultaron y ayudaron a sobrevivir por los bosques y campos.
Enfermó de fiebres y estuvo a punto de morir, pero sobrevivió y esperó que Sila
levantase su condena.
Mientras, en Roma, la madre de César, Aurelia, apelando a una vieja amistad
que había mantenido con Sila, suplicaba por el perdón para su hijo. Además contó
con la ayuda de su hermano Aurelio Cotta, partidario de Sila. La presión fue tan
fuerte que al final, el tirano le levantó la condena a César, no sin antes exclamar:
“Triunfad y conservadlo, pero yo os advierto,
que hay muchos Marios en César”
Sila le había perdonado, pero le despojó del cargo de flamen dialis y,
además, no le quería en Roma. Le mandó como oficial del ejército de Minucio Termo
que combatía en Oriente en el año 81 a.C.
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El joven y refinado aristócrata, sorprendió a todo el mundo por su valor y
determinación. Ganó la corona cívica, hecha de hojas y madera de roble, la
segunda condecoración más alta al valor del ejército romano ( la primera era la
corona de hierba que se otorgaba al realizar una acción heroica por la que se
salvaba una legión entera y se hacía con las mismas hierbas del campo de batalla ).
Corona cívica
Corona de hierba
La consiguió luchando en el asalto a los muros de la ciudad de Mitilene en el
año 81 a.C. Esta condecoración suponía para el que la conseguía dos cosas: acceso
directo al Senado y una ovación en los actos públicos de Roma cada vez que César
llevara la corona en la cabeza.
César con la corona cívica.
Estando en Oriente fue enviado como tribuno (encargado de la organización
del ejército en la retaguardia) a Bitinia, con la misión de pedirle barcos al rey, que
era aliado de Roma, para montar una flota.
Rey Nicomedes de Bitinia
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El Rey Nicomedes de Bitinia quedó prendado del joven César. Mucho se ha
hablado de la relación entre ambos, unos dicen que fue una relación homosexual,
otros que simplemente fue amistad. El caso es que a César, sus rivales políticos le
llamaban despectivamente la “reina de Bitinia” e incluso a veces, recordando la
afición que tenía a acostarse con las mujeres de sus rivales políticos, estos mismos
rivales como venganza, tratando de mancillar su honor, decían que en su juventud
César había sido:
“el amante de toda mujer casada y la mujer de todo hombre”.
César, ya con 18 años era alto, fibroso, de blanca piel, con los miembros bien
conformados, de cara redonda y ojos negros. Lo que más le atormentaba de su
aspecto físico, que cuidaba extremadamente, era la incipiente calvicie (este
aspecto, unido a su fama como conquistador de mujeres, hicieron que sus
legionarios le pusieran el mote de “el seductor calvo”)
Cayo Julio César, de joven.
Daba mucha importancia al cuidado de su cuerpo. De hecho, se depilaba todos
los pelos del cuerpo y siempre iba perfectamente rasurado. También padecía de
ataques epilépticos, tal vez herencia de las fiebres altas que casi le cuestan la vida
en la proscripción de Sila. Los antiguos pensaban que la epilepsia era una
enfermedad mágica, que sólo sufrían los bendecidos por los dioses, sus favoritos.
Listas de proscritos anunciadas al pueblo
Lucius Cornelius Sila
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César era muy culto, en parte autodidacta. Su idioma favorito era el griego
que dominaba perfectamente. Es más, el griego se consideraba la lengua culta por
excelencia, y todo aquel que no supiera griego era despreciado por sus rivales,
como por ejemplo Cayo Mario, al que le llamaban paleto por no saber griego. Cayo
Julio César, en su afán de ser un gran político, al mismo tiempo que participaba en
sus obligaciones militares como tribuno en Oriente y luchaba junto a Servilio
contra los piratas cilicios del Mediterráneo, estudió, entre los años 78 y 74 a.C.,
derecho, retórica y oratoria en Rodas, en la escuela del profesor más famoso de
Grecia, el sabio Molón.
Lucio Cornelio Sila, después de una dictadura basada en el horror, el
asesinato y la tiranía más absoluta, había devuelto sus poderes de Dictador al
Senado en el año 79 a.C.
El anciano dictador Sila
Había envejecido mucho. Agotado y casi desquiciado, se había retirado a una
villa rural, muriendo poco después en el año 78 a.C. En Roma, las cosas seguían
desequilibradas y un joven militar, Cneus Pompeius, había sido elegido por el
Senado para apaciguar Roma y eliminar a los enemigos que habían huido a Hispania
y se habían hecho fuertes allí. Su fama empezaba a ser grande y no en vano, el se
llamaba asimismo Pompeius Magnus, que significa el grande.
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César ya se sentía preparado para comenzar su cursus honorum (su carrera
política). En el año 74 a.C. partió desde Rodas hacia Roma, pero en el trayecto, su
barco fue apresado por unos piratas cilicios.
Piratas cilicios.
Al ver que era un joven aristócrata sin importancia, el caudillo pirata le
menospreció comentando que por aquel joven insignificante no conseguirían ni un
rescate de 20 talentos de plata (cada talento equivale a unos 27 kilos). César, que
consideró aquello un insulto a su dignitas, es decir a su honor político, se encaró
con el jefe pirata. Ante el asombro de todos, le dijo que él era descendiente de la
mismísima diosa Venus y que por su rescate se pagarían 50 talentos, pero de
ORO, lo que fue acogido por los piratas con carcajadas. El jefe pirata le advirtió
que si no se pagaban los 50 talentos le crucificarían, a lo que César respondió:
"Te pagarán, no temas, pero después serás tú el que temerás, ya que
volveré para crucificarte a ti y a todos los tuyos".
Y mientras sus sirvientes partían hacia Roma, él se quedó en aquella isla con
sólo un esclavo causando la admiración entre los piratas por su valor. Por la noche,
les recitaba discursos y si los piratas no los entendían les acusaba de ser unos
patanes e incultos criminales. Mientras, la madre de César, Aurelia, consiguió no sin
dificultad, la enorme suma y pagó el rescate. Cuando César fue puesto en libertad
fue a ver al gobernador romano para pedirle que actuara de inmediato contra los
piratas, pero éste no le hizo caso (César aseguró durante el resto de su vida que
aquel hombre estaba evidentemente sobornado por ellos), así que se fue a ver a los
armadores de la zona, a los que convenció para que alistaran una flota de
trirremes.
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Él mismo guió los barcos hasta la guarida de los piratas a los que sorprendió.
Tras vencerles, ordenó que todos fueran crucificados. A partir de entonces, nadie
volvió a poner en duda la palabra de Cayo Julio César, patricio de Roma, destinado
a gobernar el mundo.
"Te pagarán, no temas, pero después serás tú el
que temerás, ya que volveré para crucificarte a
ti y a todos los tuyos". Iulius Caesar dixit.
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3.3.- CURSUS HONORUM
De nuevo en Roma, comenzó a ganarse el aprecio de las clases populares y el
desprecio de la aristocracia. Más que desprecio era temor, pues en César se veían
las virtudes que todo aristócrata romano quería para si mismo. Y se odia lo que no
se puede tener. Su apoyo a todas las demandas del pueblo en el ejercicio de su
trabajo como abogado, hizo que se convirtiera en el mayor enemigo de la nobleza
corrompida, la casta oligárquica romana, los optimates o, como a ellos les gustaba
llamarse, los bonii
En el año 68 a.C. es elegido cuestor militar (magistrado romano que
desempeñaba funciones fiscales en organismos civiles o militares) en Hispania
Ulterior, cargo que ostentó con exquisitez, aumentando aún más su prestigio,
permitiéndole recuperarse económicamente. Pero ese año 68 a.C. es un año triste
para César, pues ha de celebrar los funerales de dos de las mujeres de su vida, su
querida tía Julia, la mujer de Cayo Mario, y de Cornelia, su mujer. De vuelta en
Roma, realiza los elogios fúnebres o panegíricos de ambas mujeres ante una
multitud congregada en el Foro, y lo hace con tal sentimiento e intensidad, con
palabras tan bellas, que su dignitas queda mucho más elevada y la gente aún le
admiró más. Para rematar la faena, organiza unos juegos fúnebres en honor de
ambas matronas romanas, contratando gladiadores y fieras, pagándolas de su
propio bolsillo. Eso hace aumentar su deuda en proporción a su dignitas y su fama
de generoso con el pueblo. Pero César no puede estar sin mujer. En el año 67 a.C.,
una vez vencido el luto correspondiente, contrae matrimonio con Pompeya, nieta de
Sila.
En esta época, Cneo Pompeyo Magno, militar mejor valorado en Roma, había
realizado una campaña contra Quinto Sartorio, un romano rebelde refugiado en
Hispania que estaba poniendo en grandes dificultades las posesiones romanas en la
península. Le venció y retornó a Roma, donde le nombraron el Primer Hombre de
Roma, un cargo honorífico que le reportaba dignidad e importancia.
Cneo Pompeyo Magno
Todo el mundo trataba de atraerle hacia su bando, en especial los
optimates, pero César consiguió convencer al Senado y mandarle a una nueva
campaña contra los piratas que impedían el satisfactorio comercio romano por el
Mare Nostrum. Aprovechando su ausencia, Cayo Julio César atrajo a su bando al
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hombre más rico de Roma, Marco Licinio Craso, un ex-cónsul que había conseguido
derrotar una revuelta de gladiadores liderados por un tal Espartaco. Además,
César consigue ascender en su cursus honorum en esta época y en el año 65 a.C.
es elegido edil curul (los ediles eran los "alcaldes" de Roma, los encargados de la
planificación urbana, de las fiestas, los juegos, del reparto de trigo público, etc.).
Durante este año, César se gana, aún más si cabe, al populacho de Roma,
organizando y pagando de su bolsillo, gracias a los préstamos que le hace Craso,
constantes juegos circenses (luchas de gladiadores y fieras) y festivales de
teatro, las dos diversiones favoritas del pueblo romano al que según los políticos
romanos tenías que tener contento dándoles panem et circus, o sea, pan y circo.
Circus Maximus de Roma.
En el año 64 a.C. es elegido cuestor judicial y fiscal, cargo que equivale en la
actualidad a fiscal general del estado, es decir, el magistrado encargado de actuar
de oficio contra los desmanes de las clases dirigentes en Roma. Este cargo le
catapulta como héroe contra la injusticia social y le consagra como enemigo número
uno de los optimates.
En el año 63 a.C. César presentó su candidatura a Pontifex Maximus el
máximo cargo de la religión romana, un cargo de gran prestigio que habitualmente
se disputaban los ancianos miembros de las familias optimates. Éstos mismos le
amenazaron de muerte pero César, agobiado por sus deudas económicas y
confiando en que él era el favorito de la diosa Fortuna, se encaminó ese día hacia
el Foro donde le aguardaban sus enemigos armados y dispuestos a darle muerte.
Antes de salir de su casa le dijo a su madre Aurelia: “Madre, hoy veras a tu hijo
muerto en el Foro o vistiendo la toga de Sumo Pontífice” Regresó a su casa
vestido con la famosa toga picta, de franjas púrpura y escarlata.
Toga Picta.
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Al ser elegido, se trasladó a vivir junto con su madre Aurelia, con su esposa
Cornelio y con su hija Julia a la domus publica, la casa oficial para el cargo
religioso de más importancia de Roma.
Domus patricia.
Además César se ha de hacer cargo del cuidado de las Vírgenes Vestales,
adoradoras de la diosa Vesta y encargadas de mantener siempre encendido el
fuego sagrado de Roma.
Diosa Vesta (Hestia para los griegos)
En este año 63 a. C. tiene lugar la famosa Conjuración de Catilina. El cónsul
era Marco Tulio Cicerón, uno de los mejores oradores que han dado los tiempos,
pero de una visión política un tanto equivocada. Cicerón quería que los optimates le
admitieran en su bando, a pesar de que él no era un romano auténtico, era de
Arpinium.
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Marco Tulio Cicerón.
Pero decidido a formar parte de un grupo que, por principio jamás le
aceptaría, pero que le utilizaba a su conveniencia, ordenó la ejecución de cinco
presuntos conjurados, entre ellos Catilina, sin juicio previo y con la acusación de
querer dar un golpe de estado y acabar con la República en Roma. En una histórica
sesión senatorial, Cicerón pronunció su famoso discurso, que comenzaba así:
“Quo usque tandem Catilina abutere patientiam nostram”
¿Hasta cuando Catalina abusarás de nuestra paciencia?
Cicerón acusando a Catilina, que está sólo ante los senadores
César se opuso, siendo el único que exigió un juicio justo para los acusados.
César, una vez más, encarnó aquí la pureza de la Ley frente al abuso de poder
constante de los optimates. Catilina huyó, pero el resto de conjurados fueron
apresados y estrangulados. La facción de los bonii en el Senado, encabezados por
el enemigo número uno de César en el Senado, que se llamaba Marco Porcio Catón,
aplaudió la resolución de Cicerón y le nombró pater patriae, padre de la patria, un
cargo honorífico del que Cicerón se vanaglorió hasta el final de sus días.
En el año 62 a.C. César es elegido praetor urbanus, el jefe de los
magistrados en Roma, ocasión que aprovecha para afianzar su pacto con los
populares o plebeyos, la segunda clase de Roma y para cimentar su pacto con Marco
Licinio Craso, el rico prestamista que era el gran valedor económico de César.
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Este cargo le supone a César a continuación, un mando militar (llamado
propretor) de un año en Hispania Ulterior, donde lleva a cabo una brillante
campaña en las costas de Galicia y el norte de Portugal contra los bárbaros
lusitanos y celtíberos, combinando los ataques por tierra con los desembarcos
anfibios y mostrando una pequeña parte de su gran genio militar, que años después
demostraría en las Galias.
Consigue un gran triunfo. Cuando un mando militar romano ganaba una gran
batalla, como recompensa recibía el título de imperator, y eso le daba derecho a
celebrar un desfile con sus tropas por las calles de Roma, haciendo una gran
entrada triunfal por el Foro hasta llegar al Senado. Pero los senadores
optimates le niegan ese triunfo y César no puede celebrar su desfile triunfal.
Pero no han acabado con César, al año siguiente, en el 59 a.C., es nombrado
cónsul, llegando a la cúspide de su cursus honorum.
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3.4.- EL TRIUNVIRATO
El máximo cargo político al que podía aspirar un romano en su cursus honorum
era el de cónsul. Las elecciones se celebraban a finales del décimo mes
(diciembre). El cargo de cónsul tenía una duración de un año, que comenzaba en
los idus de enero (el 15 de enero). Era un cargo compartido, es decir, dos
magistrados ejercían al mismo tiempo, para evitar que uno de ellos abusara del
poder. Los días pares, uno de ellos presidía las sesiones y ostentaba las fasces
Los lictores con las fasces acompañaban a los cónnsules.
(haz de vergajos con una hacha, atado con una cinta roja; eran insignias de las altas
dignidades del Estado - dictadores, cónsules, pretores – y que llevaban los lictores
y simbolizaban el derecho de vida o muerte sobre los ciudadanos). Los días impares
era el otro el que ostentaba estas fasces. Uno, el de más edad, era llamado el
cónsul senior y el más joven era conocido como cónsul júnior.
Cayo Julio César fue elegido cónsul por una amplísima mayoría, en el año 59
a.C. Sus rivales políticos, los bonii u optimates temieron que César abusara de su
poder e influencia y decidieron contrarrestar este nombramiento. Ejercieron toda
su influencia sobre los electores y pudieron conseguir que fuese elegido como
cónsul junior uno de los suyos, Marco Calpurnio Bíbulo, uno de los miembros más
destacados del grupo patricio y conservador de los optimates, del que ya hemos
hablado.
Posible busto de Marco Calpurnio Bíbulo
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Los romanos conocían los años, no por su número, sino por el nombre de sus
cónsules. Por tanto el año 59 a.C. hubiera sido conocido como el año de César y
Bíbulo, pero fue conocido como el año de Julio y César. Veamos por qué:
César era muchísimo más capaz y tenaz políticamente que su compañero de
gobierno y no se dejó avasallar ni influir por el intento de sus rivales de cortarle
las alas y hacer de su consulado un año más, un año que no fuera recordado. Lo
primero que hizo César fue buscar apoyo y se alió con dos personajes muy
influyentes en la Roma Republicana.
El primer gran apoyo que necesitaba César y sin el cual no hubiera podido
realizar su campaña electoral previa a la elección de cónsul, lo buscó en la figura de
uno de sus “amigos”, Marco Licinio Craso (115 a.C.- 53 a.C.), el miembro más
rico e influyente de los equites, los caballeros de Roma, el segundo escalafón social
en la República después de los patricios o nobles. Los equites eran los comerciantes
y hombres de negocios, gente que no tenía un origen noble, pero que poseía una
gran influencia económica. Esta gente ansiaba acceder al poder, pero los optimates
no les dejaban. Desde el año 367 a.C. la ley permitía a cualquier ciudadano romano
presentarse a cualquier cargo de la República y esa ley, permitió a gente
influyente como Craso acceder al Senado. Pero a pesar de ello, los patricios
conservadores les seguían mirando mal y le pusieron el sobrenombre con el que ha
pasado a la historia: Crassus que significa gordo o grueso.
Marcus Licinius Crassus
Craso era un hombre avaro y solitario que había amasado su fortuna
ejerciendo de prestamista de los nobles que por un lado le despreciaban, pero que
no tenían más remedio que acudir a él cuando necesitaban préstamos. Además, sus
negocios eran muy diversos: Poseía minas, trataba con esclavos, regentaba
prostíbulos y una de las cosas más curiosas, creó el primer cuerpo de bomberos de
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la historia. Aunque estos bomberos tenían una particularidad, sólo apagaban el
fuego si el propietario vendía la casa a precio de saldo en ese mismo momento. ¡Así
se las gastaba nuestro Craso!
Pero Craso no era simplemente el hombre más rico de Roma. Formaba parte
del Senado desde hacía años. A Craso no le gustaba estar en primer plano político y
se solía manejar más en la sombra. Prefería apoyar a alguien y que ese alguien le
debiera un favor, antes que ponerse en primera línea del frente político. Tenía
buen ojo para apostar por la gente y por uno de los que apostó, en el que más
dinero se gastó financiando su campaña electoral, fue en César.
Era un hombre temido precisamente por ser infinitamente rico, poderoso y
con muchos contactos que le debían dinero y favores. Tenía una máxima que repetía
a sus íntimos a menudo:
“Un hombre no es lo suficientemente rico, mientras no pueda pagarse su
propio ejército”
Y Craso predicaba con el ejemplo. En el año 73 a.C. comenzó una rebelión de
esclavos que puso en jaque a la República. Un gladiador tracio de nombre
Spartacus, era su líder.
Kirk Douglas como Espartaco
Cómic español de los 60
Espartaco escapó de la escuela de gladiadores de Capua junto a sus
compañeros y ocupó las laderas del volcán Vesubio, cerca de la actual Nápoles. Se
les unieron multitud de esclavos de los alrededores que vivían en muy precarias
condiciones y juntos, asolaron el sur de Italia y derrotaron a dos ejércitos
romanos.
Lucha entre los esclavos de Espartaco y legionarios romanos
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El Senado, asustado, se volvió entonces hacia el hombre más rico para que
financiara a las legiones que derrotaran al cada vez más numeroso ejército de
Espartaco, lo que consiguió en Lucania en el año 71 a.C. Marco Licinio Craso fue
implacable con Espartaco, que murió en el campo de batalla, y con sus hombres, de
los que al menos sesenta mil murieron en la batalla. Los esclavos que no murieron
fueron hechos prisioneros y crucificados cada pocos metros, de camino hasta las
mismas puertas de Roma.
Fueron seis mil los que agonizaron durante días a lo largo de la vía Apia. Os
recomiendo la película de Stanley Kubrick Spartacus. No es muy rigurosa
históricamente hablando, pero te da una amplia idea de este tema.
Cartel de la película de Kubrick
La victoria sobre Espartaco le dio a Craso el prestigio militar que no tenía y
una gran popularidad como salvador de Roma. Pero Craso no estaba acostumbrado a
la fama. Pronto volvió a la sombra de su despacho y a sus cuentas. Su dignitas o
prestigio estaba intacta y su poder e influencia habían aumentado
considerablemente. En ese contexto, comenzó a apostar por su caballo ganador,
por Cayo Julio César, pagando los sobornos a los votantes para la elección de César
como cónsul.
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El segundo gran apoyo que necesitaba César era el militar. Para ello buscó el
apoyo del hombre más laureado de Roma hasta ese momento, Cneo Pompeyo
Magno (106 a.C. – 48 a.C.)
Cneo Pompeyo Magno
Era de origen no romano, es decir, había nacido fuera de Roma, más en
concreto en la región rural de Picenum. Su padre, Cneo Pompeyo Estrabón
(estrabón significa estrábico, es decir que un ojo miraba a Roma y otro a los Alpes)
fue el primero en acceder al Senado e incluso había accedido al consulado en el 89
a.C. En la guerra civil entre Cayo Mario y Lucio Cornelio Sila, Pompeyo Estrabón
haciendo gala de su apodo, osciló entre el apoyo a uno y a otro bando. Su hijo, Cneo
Pompeyo Magno, hizo sus primeras campañas militares en el ejército de su padre.
Le conocían en su juventud como adolescentelus carnifex, es decir, el adolescente
carnicero, por la gran crueldad que demostraba contra sus enemigos. A la muerte
de su padre, Pompeyo Magno se decantó por el bando de Sila, que ganó la guerra
contra Cayo Mario. Repudió a su primera esposa, Antistia, y se casó con la hijastra
de Sila, Emilia, para reforzar aún más esta unión.
Sirvió a la causa de Sila, luchando contra Sertorio en el año 71 a.C. un
antiguo aliado de Cayo Mario que se había hecho fuerte en Hispania. Muerto Sila,
recibió del Senado en el año 67 a.C., el mando de una gran flota par proceder a la
limpieza de piratas de las costas del Mare Nostrum. A continuación, recibió el
encargo del Senado, entre los años 66 y 61 a.C., de acabar con el rey Mitrídates
del Ponto, que había vuelto a rebelarse años después de ser derrotado por Sila.
Triunfó también en esta campaña, anexionando Siria como provincia romana.
Rey Mitrídates del Ponto.
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Asia Menor y el Ponto Euxino (nombre antiguo del Mar Negro)
Estos hechos le habían reportado una gran fama y popularidad, concediéndole
el pueblo el título honorífico del Primer Hombre de Roma. Pero los optimates se
mofaban de sus orígenes y no le concedían la influencia y el poder que por valentía
y capacidad, se había ganado en el campo de batalla. César aprovecho su
descontento para atraérselo a su causa. Además, certificó su alianza ofreciéndole
en matrimonio a su única hija, Julia. Pompeyo, que había enviudado hacía poco
tiempo, ya mayor, se enamoró perdidamente de una dulce y joven Julia que también
le correspondía. La unión política entre César y Pompeyo duró hasta la muerte de
Julia poco después de dar a luz a su primer hijo.
Cayo Julio César, Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso formaron el
núcleo de poder más fuerte de la época, que fue conocido como Triunvirato (de
trium que en latín significa tres y viris que significa hombres)
Miembros del triunvirato: César, Craso y Pompeyo
El Triunvirato ejercía el poder político, con César como cónsul, el poder
económico, ya que Craso era el hombre más rico de Roma, y el poder militar, con
Pompeyo como el general más laureado y poderoso de Roma. Ante esto, los
optimates… ¡Se echaron a temblar! Y César, puso manos a la obra.
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3.5.- EL CONSULADO DE CÉSAR
El gran legado de César como cónsul fue el cuerpo de leyes que inició. Las
llamadas Lex Iulia, fueron varias:
ƒ
Lex Iulia Agraria: Reparto de tierras públicas a pobres y veteranos
de las legiones. Parceló las tierras de la península itálica y las
provincias para repartirlas con una única condición, y es que no se
podían vender en un plazo mínimo de veinte años (para evitar la
especulación de las tierras).
Su objetivo era aliviar las arcas de la República, pues todos esos
veteranos cobraban un subsidio del estado que asfixiaba la economía
de Roma. Al entregarles tierras, el estado se ahorraba ese dinero.
Pero claro, había otros perjudicados en este reparto: Los optimates.
Con Catón a la cabeza y respaldados por Bíbulo, el cónsul senior, se
opusieron frontalmente a la ley. La táctica fue la siguiente: El día de la
votación, Catón, tomó la palabra y comenzó a hablar sin parar. Una
norma interna del Senado decía que, si un orador no había acabado de
hablar al caer el sol, no se podía seguir con la sesión.
Discurso en el Senado.
Catón, pretendía hablar hasta el crepúsculo para impedir la
votación y conseguir que se rechazara la ley. César, al comprender
la táctica de Catón, llamó a sus lictores para que expulsaran a Catón de
39
ƒ
la Curia Hostilia. Bíbulo, al protestar contra esta medida tomada por
César, fue literalmente pateado por los partidarios de César e incluso
le tiraron encima un cubo de estiércol. Bíbulo, recurrió entonces a una
argucia religiosa para impedir la labor legislativa de César. Se retiró a
su casa durante lo que quedaba de año para contemplar el cielo en
busca de presagios. César se quedó con las manos libres para seguir
legislando a su antojo.
Lex iulia de pecuniis repetundis: Con esta ley, César trataba de
controlar las funciones de los gobernadores provinciales, que eran
tremendamente corruptos y que exprimían hasta la extenuación a las
provincias romanas por el cobro de los impuestos. La pena que se
imponía a los gobernadores corruptos era devolver cuatro veces la
cantidad robada y el exilio. Con esto, se agilizó el cobro de impuestos
y aumentó el dinero que entraba en las arcas de la República.
Cayo Julio César hizo otras muchas cosas en su consulado, pero hemos
destacado estas como las más importantes. La conclusión final es que César legisló
a favor de los intereses de su bando, de los populares y evidentemente en
contra de los optimates, que se opusieron a él con mucha furia y argucias políticas
varias, como el ejemplo que antes he contado de Bíbulo y Catón, además de la frase
que pronunció Cicerón refiriéndose a la labor legislativa de César en aquel año:
“Non
Bibulo
quidquam
nuper,
sed
Cesare
farctum
est:
Nom Bibulo fieri consulte nil memini”. (Tal cosa no ha sido hecha por Bíbulo últimamente,
sino por César; pues nada recuerdo que haya sido hecho por el cónsul Bíbulo)
Pero Catón aún le tenía reservada una pequeña sorpresa a César. Cuando un
cónsul acababa su mandato, era enviado a una provincia para gobernarla. Esto le
repercutía normalmente grandes beneficios económicos y la posibilidad de buscar
gloria a través de la guerra. Eso exactamente era lo que perseguía César. Sus
enemigos lo sabían y trataron de arrebatárselo. Presionado por Catón, el Senado
decidió que en el año 59 a.C., los cónsules no gobernarían provincias, sino que
desempeñarían las funciones de inspectores de los bosques y caminos públicos,
velando por su reparación y puesta a punto.
Via Apia, la calzada más importante que llegaba a Roma
40
Esto era un golpe bajo para el afán de gloria y enriquecimiento de César y se
movió para anular esta propuesta del Senado. Finalmente lo consiguió con el apoyo
del Triunvirato y se le otorgó el gobierno de las provincias de la Galia Cisalpina y
la Iliria, con el mando de tres legiones. Después se le añadieron la Galia
Transalpina y la Galia Narbonense. Es decir, cuatro provincias y cuatro legiones.
Mapa de las provincias de César.
Pero César, antes de partir al gobierno de sus provincias, decidió esperar
tres meses acampado a las puertas de Roma, en el campo de Marte, para
asegurarse de dejar las cosas bajo control dentro de la urbe. Para ello se valió de
sus apoyos triunvirales y de un patricio que se había hecho adoptar por un plebeyo
para poder acceder a un cargo político, el de tribuno de la plebe, y que se llamaba
Publio Clodio Púlcher.
Clodia Pulcher
Publio Clodio Púlcher.
Clodio había protagonizado el escándalo de la Bona Dea, que supuso el
divorcio de César con Pompeya y un gran escándalo público. Pero César, que le daba
más importancia a sus fines políticos que a su moral, no le acusó en un juicio y
permitió que se salvara de ser condenado por profanar la fiesta de las mujeres en
Roma. Así se ganó a Clodio para su bando político y ahora, le utilizó para sus fines:
Controlar Roma en su ausencia y seguir siendo el azote de los optimates.
Publio Clodio Pulcher era un mafioso en toda la extensión de la palabra,
suponiendo que esa palabra ya existiera en la antigua Roma, cosa que dudo. Era un
caprichoso niño rico patricio, heredero de uno de los linajes más puros, los Claudio.
Su hermana Clodia, musa del gran poeta latino Cátulo, también era celebre en Roma
por su escandalosa promiscuidad y por ir siempre a la última en ropa y peinados.
Era una de esas mujeres que marcan tendencia.
41
Publio Clodio había servido en el ejército en Asia con más pena que gloria y al
volver a Roma, se dedicó a hacer lo que mejor sabía: Intrigar, espiar, sabotear y
acercarse a las clases bajas de Roma. Con estas clases bajas, formó una auténtica
red de bandas muy violentas, que no dudaba en hacer intervenir con gran
violencia en el Foro cuando no se iban a aprobar las leyes que el quería o cuando una
ley que él no quería se fuera a aprobar. Es decir, un auténtico extorsionador, que
hizo que Roma entrara en uno de los periodos de mayor anarquía jamás conocidos.
Desde su cargo de tribuno, favoreció a esas clases bajas, y entre otras muchas
cosas, la que más destaca es que les otorgó grano gratuito una vez al mes. Cuando
César abandonó Roma, la ciudad quedó en manos de Clodio y sus secuaces.
Pero vamos a dejar Roma a un lado, de momento y vamos a centrarnos en la
nueva aventura de César como gobernador de la Galia. César viaja hacia la Galia
en el año 58 a.C. para tomar el mando como procónsul, es decir, gobernador
enviado por el Senado de Roma con plenos poderes consulares.
César con la capa escarlata que denota su mando militar, monta a Genitor, su
caballo favorito, y marcha hacia la Galia.
42
3.6.- LA GUERRA DE LAS GALIAS
3.6.1.- Geografía de la Galia.
¿Como era ese territorio? Para los romanos existían tres Galias:
ƒ
ƒ
ƒ
Galia Cisalpina: Desde los Alpes hasta el río Rubicón. Hoy en día forma
parte de Italia y es la zona que llamamos los Alpes italianos.
Galia Narbonense (llamada Galia Togata, o la Galia con gente togada.
Es decir que vestían como los romanos y por tanto estaban
romanizados ya). Era una provincia habitada por romanos y celtas.
Habían ciudades como Narbona o Marsella.
Galia Transalpina (llamada Galia Cabelluda) Esta Galia se dividía a su
vez en tres partes: la Bélgica al norte, la Céltica al centro y la
Aquitania al sur.
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3.6.2.- ¿Como eran los habitantes de la Galia?
Si pensamos en los galos, se nos viene rápidamente a la cabeza la imagen de
los dos galos más famosos, Astérix y Obélix, además de su inseparable perro,
Ideáfix, el primer perro ecologista, que ama sobremanera a los árboles y no
soporta que nadie les haga nada. Pero precisamente los dos irreductibles galos más
famosos, son producto de la imaginación de los autores franceses Uderzo y
Goscinny.
Los galos reales, no tenían una poción mágica que les hacia invencibles, pero
eran muy fieros y temidos por los romanos. Cuatro siglos antes de que César
existiera, se habían atrevido a saquear la mismísima Roma. En el año 399 a.C. un
grupo de guerreros galos comandados por su jefe, de la tribu de los sennones y
llamado Brennos, llegaron de noche amparados por la oscuridad a la urbe.
El jefe galo Brennos invade Roma en el año 399 a.C.
Cuenta la leyenda romana que fueron las ocas del templo de Juno, las ocas
sagradas de la diosa que forma parte de la Triada Capitolina, las que avisaron con
sus graznidos a los habitantes de Roma que pudieron refugiarse en la fortificada y
sagrada colina del Capitolio. Lo malo fue que, con las prisas, dejaron abiertas las
puertas de sus casas para que los galos saquearan la ciudad, dándose un buen
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festín de riquezas romanas. Desde entonces en Roma, se les temía y respetaba a
partes iguales.
Jefes galos
Infantería gala
Guerreros galos a caballo
Estos guerreros eran de tez clara y solían llevar el cabello largo con
trenzas. Lucían amplios bigotes y/o barbas. Se agrupaban en clanes o tribus que
combatían a menudo entre si: los éduos, los belovacos, los carpetanos, los
turdetanos, los carducos, los arvernos, los senones, los cardutos, los nervios, los
eburones, etc.
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3.6.3.- Economía.
Su dedicación fundamental era la guerra, bien entre ellos o bien contra otras
tribus. En invierno se dedicaban a recoger las cosechas y cuidar su ganado.
Estaban bastante avanzados en la industria tradicional. Disponían de buenas armas,
buenos barcos e instrumentos agrarios de calidad. La Galia era un país muy rico en
recursos. Pero en primavera se lanzaban a su afición favorita, la guerra.
3.6.4.- Cultura.
El vínculo común entre todos los galos era la cultura, a pesar de que la
práctica totalidad de los galos eran analfabetos y su transmisión cultural era de
tradición oral (historias que pasaban de padres a hijos). Aquello que los unía era el
Druidismo, una especie de religión basada en la inmortalidad del alma, el honor y la
piedad. El protagonista fundamental de esta religión y verdadero transmisor
cultural de los galos era el druida. El druida, que vivía en el bosque lejos de los
poblados, era a un tiempo juez, médico y maestro de los nobles, entre otras
muchas cosas. Vestía de blanco y deambulaba por caminos y poblados difundiendo
sus sabios mensaje.
Representación de un druida
Panorámix, el druida de ficción más famoso.
3.6.5.- Precedentes y objetivo inicial de los romanos.
El objetivo inicial que se marca desde el Senado es la contención de los
helvecios que han iniciado una migración masiva y poner freno a las tropas
germanas de Ariovisto que han atravesado el río Rhin para intervenir en la Galia.
Los romanos piensan que, una Galia unida y fuerte, bajo tutela romana por
supuesto, contendría a los pueblos germanos del norte en caso que estos,
quisieran atacar Roma. En la actualidad, parafraseando a George Bush y al ejército
norteamericano, diríamos que sería hacer una guerra preventiva. O como dice el
refrán: “la mejor defensa, es un buen ataque”.
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3.6.6.- La conquista de la Galia.
Los enfrentamientos entre tribus galas eran una constante en la Galia. El
gran número que de ellas existían y sus diferentes intereses, les conducían muy a
menudo al enfrentamiento fraticida por disputas de muy diversa índole.
Fue precisamente un enfrentamiento entre las tribus de los eduos y los
secuanios lo que hizo que una de estas dos tribus decidiera buscar ayuda. Una
delegación edua atravesó el río Rhin para pedir ayuda a los germanos. Liderados
por Ariovisto, quince mil guerreros mercenarios germanos atravesaron el Rhin,
intervinieron en el conflicto, pero después no se volvieron a sus tierras, sino que
trajeron más guerreros y decidieron quedarse en la Galia. Viéndose fuertes,
decidieron demandar una tercera parte del territorio para ellos.
Rey Ariovisto.
Esto hizo que eduos y secuanios olvidaran sus antiguas diferencias y se
unieran para rechazar a los germanos, pero fueron derrotados por Ariovisto en el
campo de batalla. Sólo les quedó una solución: Pedir ayuda a Roma. Y así, Cayo
Julio César, procónsul de la Galia, tuvo la excusa perfecta para empezar sus
movimientos bélicos.
Pero además, la presión de los guerreros de Ariovisto sobre las tierras de la
Galia, hizo que otro acontecimiento empujara a César a la guerra. Los helvecios, los
habitantes de la actual Suiza, decidieron abandonar sus tierras y establecerse en
otras más productivas más al este, en la zona que los romanos conocían como la
Galia Narbonense. Más de quinientas mil personas iniciaron una emigración masiva
atravesando la Galia. Antes de partir incendiaron sus más de cuatrocientas aldeas,
para que la tentación de volver no les invadiera.
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Mapa del territorio que ocupaban los helvecios.
Partieron desde Ginebra (Geneva en el mapa) con dirección a la costa
atlántica y pidieron permiso para pasar por territorio de los eduos. Éstos, pidieron
una vez más ayuda a César (que representaba el poder de Roma) y César les dijo
que le dieran un plazo de quince días para tomar una decisión. Los helvecios, esos
días pararon su avance, pero la necesidad de abastecer al medio millón de personas,
hizo que se dedicaran al saqueo y al pillaje entre las tierras de los eduos. Este
hecho le dio la excusa perfecta a César para negarles el paso, aprovechando esos
quince días para fortificar la frontera (el río Ródano) Al ver su camino cortado,
tomaron otra ruta pero al final el enfrentamiento fue inevitable y se produjo
quince días después.
La batalla de Bibracte (ver mapa) fue el primer triunfo de Cayo Julio César
en esta guerra. Con tan sólo cuatro legiones consiguió, a los pies de la ciudad,
derrotar a los helvecios gracias a la mejor calidad de sus espadas (las gladius
romanas eran más cortas y manejables que las largas espadas galas).
Gladius romanas.
Cuando la batalla se decantó a favor de los romanos, se produjo un auténtico
genocidio, pues entre los muertos en batalla, los saqueos y las violaciones
posteriores protagonizados por los legionarios, más de 390.000 helvecios
perdieron la vida. Los aproximadamente 110.000 helvecios que sobrevivieron,
fueron invitados a volver a sus tierras. Y fundaron un pueblo que hoy en día
llamamos Confederación Helvética o Suiza.
Mapa y escudo de la Confederación Helvética.
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El eco de la victoria del Gran Julio César, hizo llegar al campamento romano
un aluvión de peticiones de ayuda de diferentes tribus galas que se veían
amenazadas por Ariovisto. César, le pidió una entrevista, tratándole con sumo
miramiento y delicadeza, pues los optimates, para evitar que César se enfrentara a
él y adquiriera aún más gloria, declararon al germano Ariovisto amigo y aliado del
Senado de Roma. Este nombramiento hizo de Ariovisto un personaje intocable
para César si no quería ser procesado al volver a Roma por desobedecer al Senado.
Pero Ariovisto renunció a esa entrevista aludiendo que si César quería algo de él,
que fuera a donde él estaba, que no quería ni necesitaba nada de los romanos.
César, a pesar de la soberbia del germano, solicitó por emisarios que le enviaba,
que no trajera más guerreros germanos a la Galia y que devolviera los rehenes que
había tomado. La respuesta de Ariovisto fue un rechazo en toda regla y le invitó a
atacarle si se atrevía:
“ Atácame y conocerás el valor de un pueblo que hace catorce años que
no duerme bajo techo ”
Ariovisto pretendía tomar la ciudad de Vesontio (actual Besançon). César se
adelanta y la toma antes que el germano. Ariovisto no tuvo más remedio que
retroceder hacia el río Rhin. Pero los legionarios refugiados en la recién tomada
ciudad, comenzaron a creer las terribles historias que contaban los galos de la
ciudad sobre los terribles guerreros germanos y hubo un amago de motín. César,
soltó una arenga a sus tropas.
César arenga a sus tropas y acepta el perdón de los miedosos.
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Les convenció de que los germanos eran batibles y les preparó para la batalla.
En siete días se presentó en la orilla del Rhin, frente a las tropas de Ariovisto.
Entonces sí que se produjo la entrevista entre ambos líderes, en la que ni siquiera
llegaron a descabalgar de sus monturas (el caballo de César se llamaba Genitor que
significa “el creador”) y en la que no se llegó a ningún acuerdo. Era evidente que las
armas decidirían ese conflicto.
La batalla de los Vosgos se produjo el 10 de septiembre del 58 a.C., y fue
una nueva victoria aplastante para los romanos.
Dibujo de la situación de las tropas de César y Ariovisto en los Vosgos.
Los que no murieron en la batalla, murieron en su fuga ahogados en las aguas
del Rhin. El propio Ariovisto, malherido, consiguió atravesar en una canoa el río.
Nunca más se supo de él y suponemos que murió poco después, por las heridas de
esta terrible batalla.
Acabadas estas campañas del año 58 a.C., César acuarteló sus legiones para
pasar el invierno en el país de los eduos y las dejó al mando de su mejor
lugarteniente, Tito Labieno. Mientras él, regresaba a la Galia Cisalpina para
controlar lo que pasaba en Roma, esperando la llegada del buen tiempo y poder
seguir con sus campañas.
Campamento romano en vista aérea.
El legado Titus Labienus.
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Llegado el año 57 a.C., y gracias a las cartas que recibía de Labieno, César se
enteró de la nueva rebelión que azotaba la Galia: La rebelión de los belgas.
La Galia Belga
Los belgas eran un pueblo que ocupaba una tercera parte de la Galia y
estaban situados al norte de la misma, separados de los germanos únicamente por
el río Rhin. Las tribus que vivían allí, eran descendientes de los germanos y muy
belicosas. Estas tribus hicieron una asamblea y decidieron conjurarse, rebelándose
contra el poder de Roma por una serie de razones:
•
•
Temor a que los romanos, después de acabar con Ariovisto, se fijaran
en ellos como próximo objetivo y les atacaran.
No querer someterse ni a germanos ni a romanos, es decir, mantener
su libertad y su independencia.
Se decidieron a formar un ejército poderoso para derrotar a los romanos: La
tribu de los Belovacos, la más numerosa y fuerte, aportaría 60.000 guerreros; los
Suesonios aportarían 50.000 guerreros y además, su jefe, el rey Galba, ostentaría
el mando supremo, por ser el mejor preparado y el más respetado entre los belgas;
los Nervios, eran otra tribu importante y aportaban 45.000 guerreros más. Muchas
otras tribus menores aportarían muchos más guerreros, en total unos 300.000.
Los romanos tenían que reaccionar pronto si no querían ver reducidas sus opciones
de victoria frente a un ejército tan numeroso. César recibió la noticia como un
regalo de los dioses, pues eso le permitía tener una excusa para seguir sus
campañas en la Galia y saciar su sed de gloria y guerra.
¡Silencio! Esta información es, en efecto, preocupante. Ahora mismo me voy a Bélgica.
51
Reclutó dos nuevas legiones y en cuanto el tiempo mejoró, marchó contra los
belgas con unos 60.000 hombres. Al llegar a la frontera del país de los belgas,
recibió una embajada de una tribu belga, los Remos, que no querían participar de la
conjura masiva de las tribus vecinas y que se pusieron a disposición de los romanos.
César se aseguró su fidelidad tomando como rehenes a los hijos de las familias más
poderosas de la tribu.
Los belgas van al encuentro de los romanos cerca de la ciudad de Bibrax,
pero al tener los romanos una muy buena posición defensiva, cruzan el río y se
retiran. Al ver esta retirada, César lanza su caballería a castigar la retaguardia del
ejército belga, causándoles un buen número de bajas.
Carga de caballería romana
A partir de aquí, César se dedica a someter a las tribus de la zona occidental
sin grandes apuros, tomando rehenes y armas, pero no es así en la parte oriental
del territorio belga, donde habitaban los Nervios. Ese territorio era muy boscoso
y los nervios se podían ocultar y espiar fácilmente a los romanos. Cuando
observaron que los romanos tenían dificultades para fortificarse en ese territorio
boscoso, el líder de los nervios, Boduognato, ataca cerca del río Sambre. La
batalla del Sambre de julio de 57 a.C., está a punto de acabar con los romanos
que se salvan gracias a la oportuna llegada de dos legiones de refresco al mando de
Labieno que llegan en el momento justo para darle la victoria a César.
Posición de los ejércitos en la batalla del río Sambre.
52
Derrotados los nervios, César decide acabar con las tribus cercanas que aún
le resistían y ataca a los Aduatucos. Estos se rinden, pero sufren la ira romana por
resistir a su dominio: Los hombres son exterminados, las mujeres y los niños son
vendidos como esclavos.
Mujeres y niños belgas conducidos a la esclavitud.
El Senado en Roma se entera de esta gran victoria y decreta, a petición de
Cicerón, quince días de acción de gracias en honor al Gran Julio César. El invierno
cae sobre el territorio y los romanos se acuartelan. César, en su informe al Senado
escribirá de los belgas:
“De todos los pueblos de la Galia, los belgas son los más inteligentes”
El año 56 a.C. trae de nuevo malas noticias. Las poblaciones marítimas de la
costa norte de la Galia se han rebelado. La tribu de los Venetos es la más
aguerrida de todas. Sus tierras son muy complicadas geográficamente por sus
escarpados acantilados, su clima desapacible, sus promontorios de difícil acceso
por la subida y bajada de las mareas. César divide en tres grupos sus fuerzas y
consigue dominar la rebelión. Condena a todos los jefes de los Venetos a muerte
y vende como esclavos a los demás. Además establece en el trono de las tribus
belgas a reyes afines a Roma y a él mismo, para asegurarse su lealtad. Aunque con
esa medida no habrá suficiente y los problemas volverán al año siguiente.
Ese mismo año 56 a.C. César ha de regresar a la Galia Cisalpina para
solucionar los asuntos políticos de Roma. Las relaciones entre los dos miembros del
triunvirato, Pompeyo Magno y Craso, que permanecen en Roma son cada vez más
tensas. César ha de mediar y de mover sus hilos. Les convoca a una reunión en
Luca, más allá de la frontera de la provincia que marca el río Rubicón, pues él no
puede cruzarla ya que, un gobernador de provincia no podía entrar en territorio
romano sin abandonar el mando de sus legiones y evidentemente César no iba a
hacer eso. En dicha reunión, se reafirma el triunvirato. César mueve sus hilos en
Roma para conseguir que ambos sean elegidos cónsules. Craso y Pompeyo en
agradecimiento, confirman a César cinco años más como procónsul (gobernador)
de la Galia, además de que ellos mismos se adjudican otras provincias: Craso será
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procónsul de Siria durante cinco años y así poder hacer la guerra contra los
partos. Pompeyo se adjudica, por el mismo periodo de tiempo, el proconsulado de
Hispania y África.
En el 55 a.C. César se tendrá que enfrentar a nuevas tribus en el norte de
la Galia: los tencteros y los usípetos, pueblos germanos que han cruzado el Rhin
para establecerse en territorio galo. Eran aproximadamente medio millón de
personas que son recibidos por los nativos como aliados frente al dominio romano.
Pero César reacciona con prontitud, les coge desprevenidos y masacra a casi
430.000 personas, mujeres y niños incluidos. A pesar de esta masacre, en la
orilla germana del Rhin se concentraban muchos más hombres dispuestos a pasar a
la Galia. César hace un alarde de ingeniería y decide construir, donde se alza la
Roca Loreley (cerca de la actual Bonn), un puente sobre el río Rhin, uno de los más
anchos y caudalosos de Europa.
La Roca Loreley en la actualidad, donde supuestamente César cruzó el Rhin
En tan solo diez días, tiende dicho puente y traspasa con sus legiones el río.
Es la primera vez que las legiones romanas pisan territorio germano. Las tribus allí
concentradas, huyen despavoridas y se ocultan en los bosques, desistiendo de
nuevas tentativas. Tras la demostración de fuerza de César y algunas escaramuzas,
dieciocho días después, las legiones romanas se retiran de nuevo a la Galia,
destruyendo el puente a sus espaldas.
Maqueta del puente que César construyó sobre el Rhin
54
Esta hazaña, junto con la masacre de los germanos protagonizada por César,
al llegar a oídos del Senado, hace que Catón le acuse de hacer una guerra
innecesaria y genocida, pidiendo que se le apresara y se le entregara a los
germanos, pues de no ser así, la cólera de los dioses caería sobre el pueblo romano.
Pero el Senado, que tiene como cónsules a dos triunviros (Craso y Pompeyo)
rechaza la moción y decreta más días de acción de gracias a los dioses por la
gran hazaña de César, el primer general romano que ha entrado en Germania.
Ese mismo año, el 55 a.C., César y sus tropas realizaran otra gran gesta. Más
o menos pacificada la zona norte de la Galia, a César le llegan noticias de un gran
territorio, donde los guerreros se pintan la cara de azul, llamado por los belgas
la isla de Mona, situado más allá del mar, atravesando el Canal de la Manica. Un
lugar donde los druidas tienen su templo sagrado e iniciático (el Stonehenge) y
donde habitan hombres con los mismos orígenes y cultura que los galos.
Recinto del Stonehenge, lugar sagrado para los druidas.
Ese misterioso lugar se llama Britania y era una gran isla, la que hoy
conocemos con el nombre de Gran Bretaña. Pero poco o nada conocía César y los
romanos de ese territorio y de sus gentes. Sin pensárselo dos veces, en agosto del
55 a.C., César prepara una flota de 80 naves para transportar a dos legiones
desde Itio, la actual Calais. Las tribus britanas, avisadas por sus hermanos galos,
se preparan para rechazar a los romanos con una lluvia de flechas, dardos y
piedras.
55
Desembarco romano en Britania.
A pesar de ello, los romanos desembarcan y construyen un campamento.
Pero el continuo incordio de las tribus locales y los pocos efectivos que habían
desplazado los romanos, hacen que César decida retirarse, en septiembre, de
nuevo al continente hasta una nueva y mejor ocasión.
Guerrero britano.
Y así ocurrió. En junio del año 54 a.C., César volvió con cinco legiones y 400
caballeros. Los britanos no opusieron resistencia al desembarco esta vez y se
retiraron hacia el norte para organizar sus tropas. César llegó hasta el río
Támesis, estableció allí un campamento que, mucho después, se convertiría en una
pequeña ciudad llamada Londinium (la actual Londres).
56
Pero una fuerte tormenta destruyó las tropas de refuerzo que venían desde
el continente y César se limitó a firmar acuerdos de paz con los britanos,
intercambió rehenes y se aseguró así que, si en un futuro volvían a haber
rebeliones de los galos, no recibieran ayuda de los britanos. Vuelve César al
continente y ante la escasez de víveres, no tiene más remedio que diseminar sus
legiones en ocho campamentos para pasar el invierno.
César suponía que los galos no se conformarían con el statu quo vigente y se
rebelarían contra el dominio de Roma. Y no se equivocaba. A finales del año 54
a.C. estalló una nueva insurrección en la Galia belga. Pero la peor noticia le viene
a César desde Roma. Su amada hija Julia ha muerto desangrada como
consecuencia de un mal parto. El niño también ha fallecido. Durante días llora la
perdida de su hija. Además, teme perder el apoyo de su yerno Pompeyo Magno,
uno de los tres triunviros. A pesar de ello, Pompeyo le concede dos legiones más
para la guerra de las Galias. Ese invierno César no puede retornar a la Galia
Cisalpina para atender los asuntos de Roma, dejándolos en manos de Pompeyo.
Pero no hay tiempo para las lamentaciones. En el año 53 a.C. César ha de
hacer frente a la nueva revuelta liderada por Ambiorix, el jefe de la tribu de los
eburonios.
Ambiorix, Rey de los Eburonios
Éste, aprovechando la diseminación del ejército de César, empieza a atacar
los campamentos uno a uno. Consiguió destruir una de sus legiones, la del legado
Sabino. Pero César reaccionó con frialdad y velocidad. Atacó y exterminó a toda la
tribu eburonia. Sólo su jefe Ambiorix consiguió escapar más allá del Rhin. César
construyó un nuevo puente sobre el río y lo atravesó. Asoló la ribera del río y
volvió a la Galia, pero esta vez, solo destruyó la mitad del puente de la parte
germana. Era un aviso a todos los germanos de que, en cualquier momento, César
podría volver a marchar contra ellos. La Galia belga está destruida y pacificada.
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Está finalizando el año 53 a.C. y la situación en Roma es muy complicada. El
Triunvirato se ha deshecho. Pompeyo Magno, celoso de la gloria militar que esta
alcanzando César, se inclina hacia el bando optimate atraído por Catón. Julia, el
vínculo que unía a César y a Pompeyo, ha desaparecido y César es incapaz de
retener en su bando a Pompeyo. Además, el otro miembro del Triunvirato, Craso,
acaba de fracasar en su campaña contra los partos y a muerto en combate en
la batalla de Carras. El tribuno de la plebe que César tenía de su bando, Publio
Clodio Pulcher, está enfrascado en una batalla campal en las calles de Roma
contra otra banda rival liderada por Milón, que ha financiado y apoyado el bando
optimate. La anarquía domina las calles de Roma. César ve como pierde el control de
los acontecimientos en la urbe. César acuartela sus diez legiones, escribe al
Senado diciendo que la Galia está casi pacificada (aunque es más un panfleto
propagandístico que la realidad) y regresa a la Cisalpina para invernar.
Legionarios acampados.
Durante el invierno, al comienzo del año 52 a.C., se inicia una nueva rebelión
gala. Esta vez son las tribus de la Galia Celta, la parte central de la actual
Francia.
Mapa de la Galia Central o Céltica.
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Convocados por los druidas en el sagrado Bosque de los Carnutos, se
reúnen los principales jefes de la Galia Céltica y se da la señal para la rebelión
masiva contra el invasor romano. Las principales tribus participantes serán los
carnutos, turones, parisienses, arvernos y cadurcos. Allí, en el bosque, se fijan
los primeros pasos a seguir. El primero y más cruel, es que se fija una hora y un día
concreto que marcará el inicio de la rebelión. Y para iniciarla se elige la ciudad bajo
dominio romano más próxima al Bosque de los Carnutos, Cenabum (la actual
Orleáns) y “se pasa a cuchillo” a todos los residentes romanos de la ciudad. El
segundo paso es fijar un líder único para su revuelta, un joven de menos de treinta
años, de la tribu de los arvernos, hijo de Celtil, con un nombre que significaba
“rey de los grandes guerreros” : Vercingetorix.
Bosque de los Carnutos
"El mérito no está en ser parte de la mayoría que DESISTE sino, más
bien, en ser parte de la minoría que RESISTE!"
Vercingetorix dixit ( o no)
Los galos y los romanos tenían una concepción distinta de la
romanos basaban su fuerza en el sentido grupal del ejército, en la
fría y ordenada legión, que actuaba normalmente como un solo brazo
las órdenes de su general, que además era un brillante estratega
negociador.
guerra. Los
disciplinada,
ejecutor de
y un astuto
Los romanos basaban su fuerza en sus legiones y en su famosa táctica del testudo (o tortuga)
Los romanos además tenían el concepto de guerra total, es decir, no era
simplemente enfrentarse en el campo de batalla y punto. Había que acompañar la
59
batalla campal de la toma de ciudades, el control de las rutas de abastecimiento, el
robo y la quema de cosechas... La guerra era un conjunto de circunstancias que
daban la victoria o la derrota total.
En cambio los galos tenían una percepción más individualista de la guerra.
Ellos eran hombres libres y heroicos que buscaban el desafío o el combate singular
y libraban batallas que sus mujeres e hijos podían contemplar desde la retaguardia,
mientras ellos exhibían sus capas de colores, sus cascos y sus escudos relucientes
y su habilidad como jinetes o conductores de carros.
Guerreros galos
Para enfrentarse a Roma se necesitaba disciplina, una movilización general y
un mando único que pudiera decidir las tácticas y la estrategia. Que fueran
capaces de coordinar la intendencia necesaria para mantener abastecido a un
ejército de miles de personas. Pero por encima de todo, necesitaban un jefe que
fuera obedecido: era preciso dejar de pensar en la tribu como unidad de combate,
como base de la organización de una guerra (cada tribu luchaba por libre
obedeciendo sólo a sus jefes) y buscar un caudillo que pudiera enfrentarse a César
y hacerse obedecer por el conjunto de los jefes de las tribus galas. Ese hombre
era Vercingetorix.
60
Tras la masacre de Cenabum y tras aprovechar la
ausencia de César para sublevar a las tribus de la Galia
Celta, Vergingetorix pone en marcha su plan. César,
enterado de la rebelión, ya está en camino desde la Galia
Cisalpina donde ha pasado el invierno. La táctica de
Vercingetorix es atraer a César lo más posible hacia
el interior del territorio galo y evitar el
enfrentamiento en campo abierto. César, en su avance,
sólo se encontrará campos, cosechas y ciudades
quemadas (la famosa táctica de la tierra quemada) y
eso pondrá en dificultades el reabastecimiento de su
ejército. Hasta veinte ciudades y un mayor número de
aldeas caen pasto de las llamas de los propios galos. Pero
ahora Vercingetorix en su retirada va a cometer
SU PRIMER GRAN ERROR.
Avaricum, donde habitaban la tribu de los Bitúrigos, la ciudad más bella de
toda la Galia, se niega a ser quemada y sus habitantes, confiados en la
inexpugnabilidad de sus murallas y en la cantidad de víveres acumulados que les
permitirían resistir un asedio prolongado, deciden hacer frente a César.
Interior de Avaricum
Creen que César al no poder tomar la ciudad, pasará de largo. Vercingetorix
no tiene más remedio que dejar la ciudad a merced de los romanos que, al llegar
a Avaricum ven en la toma de la ciudad y de sus provisiones, la única solución a
esa campaña que tanto les está costando. La retaguardia romana no encuentra
comida para un ejército tan numeroso y los galos atacan constantemente las
expediciones de avituallamiento romanas.
61
Pero el Gran Julio César está a las puertas y no le asustan sus altas murallas.
Pone en práctica el trabajo de las legiones y su ventaja en ingeniería militar
sorprende a los galos. César construye un torreón de más de 100 metros de
ancho y 300 metros de largo que se acerca sobre una rampa hacia las
murallas y cuando está el torreón a la altura de sus murallas, desciende una
trampilla sobre ellas que sirve de trampolín a los romanos, haciendo inútiles las
altas murallas de la ciudad.
Torre romana de asalto.
Asalto de Avaricum.
Los romanos se hacen con las numerosas provisiones de la ciudad y aniquilan a
más de 40.000 personas, mujeres, niños y ancianos incluidos, dejando sólo
800 personas vivas que se unen a Vercingetorix.
Una vez ha caido Avaricum, César decide dividir su ejército en dos. Manda
cuatro legiones al mando de Labieno hacia el norte, hacía el río Sena, donde está la
ciudad de Lutecia (actual París), lugar donde habita una tribu muy belicosa y que
está poniendo en jaque el dominio romano de la zona, los Parisi. El propio César,
con las seis legiones restantes, marcha hacia el sur persiguiendo a Vercingetorix,
que sigue rehuyendo el combate frontal. En esa persecución, el ejército galo se ha
situado a la orilla derecha del río Allier y el romano a la orilla izquierda.
Soldados romanos en ruta.
62
Los dos ejércitos marchan hacia el sur, unos a la vista de los otros pero sin
poder atacarse mutuamente debido a la anchura del río. Los galos provocan
continuamente a los romanos, tocando las trompetas y chocando sus armas contra
los escudos, pavoneándose ante sus odiados enemigos.
Guerreros galos
Pero César es mucho más inteligente que Vercingetorix e inventa una treta
para acabar con esa situación. Amparándose en la oscuridad de una noche de luna
nueva, manda a dos legiones hacia atrás y las esconde. A la mañana siguiente
simula continuar aquella absurda persecución como si nada hubiera pasado,
haciendo los galos lo mismo y sin haberse percatado de la estratagema. Las dos
legiones atraviesan el río y se colocan en la retaguardia del ejército galo,
comenzando a fustigar sus provisiones. Vercingetorix no tiene más remedio que
dejar aquella provocación y refugiarse en la vecina ciudad de Gergovia, un punto
casi inexpugnable.
Batalla de Gergovia
Estamos en junio del año 52 a.C. y César, envalentonado por el éxito del
asedio de Avaricum, no se lo piensa dos veces y se lanza al ataque. Lanza a la
caballería romana sobre un lado de las defensas de Gergovia, tratando que los
galos concentren toda la defensa de la ciudad en ese punto y descuiden el resto.
Después, cuando el combate está en lo más duro, lanza al grueso de sus tropas al
lado opuesto del ataque inicial. Pero Vercingetorix, escarmentado por la
estratagema del río Allier, no se deja sorprender y reacciona a tiempo. César no
tiene más remedio que tocar a retirada. Abandona el ataque a Gergovia, con el
63
rabo entre las piernas y un buen número de bajas, marchando hacia el norte para
recomponer su ejército y unirse a las cuatro legiones de Labieno que estaban cerca
de Lutecia.
Los galos baten a los romanos que se retiran.
Es la segunda derrota de los romanos en la Galia (la primera fue la
aniquilación de la legión del legado Sabino). Pero lo más importante: es la primera
vez que el propio César, el favorito de la diosa Fortuna, el invencible, sufre una
derrota. Es una derrota parcial, pues el numero de bajas no es muy elevado ( 700
romanos muertos de los cuales, 46 eran centuriones, es decir tropas de élite, los
mejores soldados que el mundo había conocido). Pero es una derrota al fin y al cabo
y su efecto psicológico es lo más importante. El mito de hombre invencible ha
caido. Se puede derrotar a César en una batalla y esto hace que los galos salgan
reforzados psicológicamente, además de que las tribus indecisas, superan el pánico
a Roma y a César y deciden unirse a la causa de Vercingetorix. Los eduos por
ejemplo, aliados tradicionales de Roma desde el principio, cambian ahora de bando.
Vercingetorix celebra el triunfo con sus guerreros.
64
Pero ahora Vercingetorix cometerá su SEGUNDO GRAN ERROR. Los galos,
envalentonados por la derrota de César y pensando que ahora es mas débil que
nunca, quieren enfrentarse en una batalla en campo abierto a los romanos. La
táctica de Vercingetorix hasta ahora había sido la contraria, evitar el
enfrentamiento directo, y le había ido muy bien. Pero la insistencia de los jefes de
las tribus le obliga a ceder. Un gran error el de infravalorar a César y su capacidad
de reacción, que pagarán muy caro.
César se ha unido de nuevo a
Labieno y su ejército está de nuevo
completo. Vuelve hacia el sur
dispuesto a continuar con su guerra.
Los galos le esperan cerca de la
cuidad de Bibracte. Se produce un
enfrentamiento protagonizado por
las caballerías de ambos bandos
fundamentalmente. César está una vez
más al frente de sus hombre,
dirigiendo sus tropas y no dudando en
ponerse en primera fila del combate, gladius en mano, dispuesto a matar o
morir, como uno más de sus soldados. Éste tipo de gestos era lo que los
legionarios de César más apreciaban y sentían una fidelidad casi mística por su
general. Era un ejemplo a seguir y todos y cada uno de ellos estarían dispuestos a
dar su vida por su general. Ese era uno de los grandes secretos de César. En
campaña, César dormía en el suelo como uno más, comía el mismo rancho que los
demás, conocía a casi todos sus hombres por su propio nombre, si había que cavar,
era el primero en hacerlo, si se marchaba a pie, él no iba a caballo. Y en la batalla
siempre estaba en primera línea allí donde más se le necesitaba. Esto infundía
mucha moral y dotaba de mucho más valor a los legionarios romanos.
Pero no era así Vercingetorix, que
por el hecho de ser rey se consideraba
superior al resto y salvaguardaba su
propia seguridad. En Bibracte, en este
enfrentamiento
de
caballerías,
no
capitaneó a sus hombres y en cuanto vio
que la cosa se torcía, toco a retirada
con
el
grueso
de
su
ejército,
abandonando a sus maltrechas tropas a
merced de los romanos y refugiándose de
nuevo al amparo de los muros de una
inexpugnable cuidad, Alesia. La victoria
romana fue un bálsamo para las legiones
después del revés de Gergovia. Roma
volvía a vencer.
65
La ciudad en la
que se refugia
Vercingetorix se
llamaba
Alesia,
una ciudad situada
en una meseta de
400 metros de
altura
que
dominaba
un
amplio territorio.
Esta ciudad era sagrada para los galos y tenía un
gran número de santuarios dedicados a las divinidades
más importantes de los galos como Tutatis, Lug o
Belenos. Allí gracias a su posición dominante, a la
experiencia de Gergovia y que esperaba un ejército de
refuerzo
de
250.000
hombres,
se
encerró
Vercingetorix con cerca de 80.000 personas. Aunque
los víveres escaseaban, el caudillo galo esperaba que el cerco no se prolongara en
exceso y que la victoria estuviera cerca.
Pero César va a hacer de
Alesia una de las ciudades
más famosas de la historia
militar.
Llegando
muy
rápidamente y sin dudarlo
un momento, pone sitio a
la ciudad tratando de
rendirles por hambre y
escasez.
Sus
60.000
hombres se ponen manos a
la obra y hacen una
muralla
de
maderas
reforzadas con torres de
vigía y de defensa que
rodean la ciudad por completo en un perímetro de 15 millas (unos 27 kilómetros).
El interior de ese perímetro hasta llegar a la misma Alesia lo llena de trampas para
evitar la salida del ejército de Vercingetorix. Pero César sabe que viene de camino
un ejército enorme y tiene que cubrirse las espaldas. Ni corto ni perezoso hace un
nuevo perímetro exterior de 21 millas (unos 38 kilómetros) dejando un espacio
de unos 200 metros entre el perímetro interior y exterior, para maniobrar en caso
de ataque y donde ubica 23 campamentos de legionarios.
66
El exterior del perímetro lo
llena a su vez de trampas
como por ejemplo fossae
(fosos), stimuli (puntas de
madera endurecidas al fuego
y enterradas en el suelo),
cippi (agujeros con ramas
afiladas en el fondo),
empalizadas, muros, torres,
etc. Una gran obra de
ingeniería romana.
En el interior de Alesia, la escasez de alimentos es insostenible y
Vercingetorix, aprovechando un momento de descuido de los romanos en sus obras,
manda a toda su caballería en busca del ejército que no llega. Éste será el
TERCER GRAN ERROR de Vercingetorix,
perder a todos sus caballos. No porque
fueran una fuente de alimento, ya que para los
galos comerse a su caballo era un pecado
mortal y un sacrilegio a los dioses, sino porque
debilita su ejército ya de por si debilitado. Sus
lugartenientes le proponen la antropofagia
(canibalismo) como solución, pero Vercingetorix
también renuncia a ella y toma otra decisión:
abre las puertas de la ciudad y expulsa de
ella a todas las mujeres, niños y ancianos,
para tener menos bocas que alimentar y
confiando en que los romanos los alimenten,
aunque sean vendidos como esclavos. La
victoria era lo más importante para
Vercingetorix, mucho más que las vidas de
algunos galos.
Pero César, corto de provisiones también, no cae en la trampa de
Vercingetorix y deja a toda esa masa de gente encerrada entre el perímetro
interior de sus defensas y la ciudad de Alesia, abandonada a su suerte,
vagando en tierra de nadie. El hambre acabará matándolos a todos (alrededor de
10.000 personas).
Entonces, el 20 de septiembre del año 52 a.C., aparece el tan ansiado
ejército de refuerzo galo. Una formidable masa de más de 250.000 guerreros,
lanzan un asalto brutal sobre las defensas romanas, que se muestran muy
eficaces. Es una lucha de la ingeniería romana contra la fuerza bruta gala. Y una
vez más, la falta de liderazgo y la concepción individual de los galos en la batalla
hacen que no se produzcan ataques simultáneos ni organizados.
67
Hasta tres veces en tres días consecutivos, asaltan los galos las defensas de
César, que una vez más acude gladius en mano allí donde se le necesita.
Vercingetorix saca sus tropas restantes de Alesia para intentar obligar a los
romanos a luchar en dos frentes, pero son rechazados fácilmente y obligados a
encerrarse de nuevo en Alesia. El triunfo de César es definitivo, las murallas de
su perímetro infranqueables y los romanos se muestran como un ejército
imbatible. Los galos del ejército de refuerzo se retiran, dejando tras de sí, un
campo de batalla sembrado de muertos. César es el único dueño de toda la Galia
y nadie, ni el ejército más numeroso y poderoso que jamás se había formado
en la Galia, le puede vencer.
Vercingetorix, en un último acto de valentía decide ofrecer su vida a
cambio de que no destruyan Alesia ni asesinen a todos sus habitantes. Al día
siguiente sale de la ciudad con su mejor armadura, sólo y montado a caballo.
68
Va hasta el campamento donde le espera César sentado en su silla curul (la
que indica su rango proconsular) arroja sus armas a los pies del romano y se
arrodilla ante él, rindiéndose.
César se muestra inmisericorde con su enemigo. Le carga de cadenas, le encierra
en una jaula y le arrastrará a la cola de sus ejércitos hasta llegar a la Galia
Cisalpina, donde le encerrará en una mazmorra a la espera de realizar su entrada
triunfal en Roma y poderlo así
exhibir como un trofeo de
guerra.
Alesia
no
es
arrasada.
César sabe que la guerra
está prácticamente acabada y
que la ha ganado. Manda
mensajes
a
Roma
para
informar de la victoria y el
Senado concede veinte días
de acción de gracias a los
dioses en su honor.
¡ ROMA VINCIT !
El año 51 a.C. lo dedica César a pacificar los últimos reductos galos y a
convertir la Galia Celta o Cabelluda en una auténtica provincia romana. Se
muestra magnánimo al perdonar la traición de los eduos y los arvernos,
restableciendo el título que gozaban ambas tribus de aliadas y amigas del pueblo
69
romano. Pero se muestra inmisericorde con la última ciudad que se le resiste,
Uxelodonum.
Para
tomarla,
César
recurre de nuevo a la ingeniería
y
excava
una
galería
subterránea por donde desvía
el curso de un río que daba
agua a la ciudad. Sin agua, la
ciudad es tomada fácilmente al
asalto por las tropas romanas.
El castigo que impone César es
una lección para todos aquellos
pueblos galos que en el futuro
pensaran
rebelarse.
César
ordena cortarles la mano
derecha
a
todos
los
habitantes
de
Uxelodonum
capaces de empuñar un arma.
Nadie olvidará jamás esa
lección en la Galia. La guerra ha
terminado.
Gaius Iulius Caesar, procónsul de Roma, conquistador de toda la Galia,
desde los Alpes hasta Britania, desde el río Rhin hasta el Océano Atlántico,
marcha hacia Rávena, capital de la Galia Cisalpina, donde preparará su regreso
triunfal a Roma.
El Gran Julio César.
70
Atrás, César ha dejado un millón de muertos, ha sometido a la esclavitud a
un millón de personas, ha conquistado ochocientas ciudades y ha sometido al yugo
romano a más de trescientas tribus. Las riquezas que ha conseguido son
incalculables, pero para César es mucho más importante el honor y la gloria, la gran
popularidad de la que goza y sobre todo, el respeto, el apoyo y la adoración de
60.000 veteranos legionarios romanos, dispuestos a seguir a su general hasta el
Averno (un cráter de la ciudad italiana de Cumas que se consideraba la puerta del
infierno).
71
3.7.- LA DESCOMPOSICIÓN DEL TRIUNVIRATO.
Pero cuando César pretende volver a Roma para presentarse de nuevo a
las elecciones a cónsul, sus enemigos políticos ya han actuado en su contra y
tratan de perjudicarle. Los miembros del triunvirato que dominaban la ciudad, ya
no lo hacen y sus enemigos se han hecho fuertes dentro del Senado.
•
Marco Licinio Craso, el primero de los triunviros, partió
hacia Siria para luchar y conquistar el reino de los Partos,
pero es derrotado y asesinado en Carrás en el año 53 a.C.
•
Cneo Pompeyo Magno, segundo miembro del triunvirato y su antiguo yerno,
tras la muerte de Julia se ha casado de nuevo, pero
ha cambiado de bando. La envidia le corroe ante los éxitos
militares de César. Pompeyo, el vanidoso, el que se hacía llamar
Magnus, el grande, que siempre se había considerado el Primer
Hombre de Roma, ve ahora como hay otro gallo en el gallinero que le eclipsa y
no lo puede soportar. Adulado por los optimates, decide cambiar de bando y
tratar de acabar con César legal o ilegalmente.
La situación del resto de sus amigos y enemigos también ha cambiado
ligeramente (o no):
• Marco Porcio Catón, su tradicional enemigo político, un hombre que odia a
todo el mundo. Es feo, repulsivo, tacaño, amargado. Cree encarnar en si todas
las virtudes la República. Se rodea de filósofos, siempre viste de
negro y rehuye todos los lujos (excepto el vino) que los considera
decadentes. Todo lo nuevo, es malo. Él cree ser el prototipo de
romano y todos los demás están equivocados y quieren acabar
con la República.
• Marco Tulio Cicerón, el pater patriae (aunque en realidad en los corrillos se
le conoce con el apodo de Garbanzo) Tal título se lo concedieron sus
aduladores tras la conjuración de Catilina, donde creyó haber
salvado la República de un tirano al que ni siquiera concedió el
derecho a defenderse en un juicio justo, estrangulando sin juicio
previo a todos los posibles testigos que podían haber
demostrado que la presunta traición de Catilina no fue tal traición. Tiene
tanta vanidad como cobardía y sus opiniones fluctúan de un lado al otro
dependiendo del sol que más le calienta. Ha defendido la causa de César
mientras le ha interesado, pero ahora que tiene que decantarse por algún
bando, se esconde como un miserable e intenta pasar desapercibido.
• Publio Clodio Pulcher, su más fiel aliado durante su ausencia de Roma, ha sido
asesinado a las afueras de Roma por la banda rival pagada por
los optimates y liderada por Milón. Cuando los populii se
enteraron de la muerte de Clodio, trajeron su cuerpo al Foro y
usaron de pira funeraria el propio Senado. La Curia Hostilia
72
sirvió de combustible para el cuerpo de Clodio. La plebe hacía culpable de su
muerte a los senadores optimates y quemar la sede del Senado era una
especie de venganza.
A César aún le quedan aliados en Roma y el pueblo le adora, tanto por su
recuerdo, como por sus éxitos en la Guerra de las Galias.
Estamos en el año 50 a.C. y César está en Rávena, la ciudad más importante
de la Galia Cisalpina, viendo como se desarrollan los acontecimientos y esperando el
mejor momento para volver. No puede volver a Roma sin abandonar sus legiones y
su mando, que son su fuerza, pues si lo hiciera, sus enemigos aprovecharían para
procesarle e incluso para asesinarle. Y si atraviesa la frontera y marcha con sus
tropas hacia Roma, sería considerado inmediatamente un traidor, apresado y
arrojado al vacío desde la roca Tarpeya, un saliente de la colina capitolina de unos
200 metros de altura, lugar donde se ajusticiaba a los ciudadanos romanos. César
está atrapado e intenta negociar una salida antes que verse forzado a iniciar un
conflicto armado, es decir, una guerra civil, donde el poder de Roma estaría en
juego.
Manda que sus agentes en Roma, Balbo y Curión, comiencen sus movimientos.
Balbo acude a Pompeyo y trata de hacerle volver al bando de César, pero sin éxito.
Mientras tanto Curión y más tarde Marco Antonio, desde su cargo de tribuno de la
plebe, controlan el Senado. Allí, Catón y los suyos están lanzando sus ataques más
despiadados a César. César ha enviado una carta al Senado en la cual solicita una
entrada triunfal por las calles de Roma como era tradición entre los generales que
han conseguido grandes victorias para Roma. Pero el Senado no está por la labor
y con Catón a la cabeza exige:
73
•
•
•
•
Que César devuelva dos de sus legiones que le fueron prestadas por
Pompeyo (el objetivo era debilitarle militarmente)
Que César deponga su mando y imperium de procónsul y vuelva a
Roma para ser juzgado por alargar más de lo necesario la guerra para
enriquecerse a si mismo. Además, solicita que César sea entregado a
los germanos, a quien ha infringido tan grandes matanzas.
Que se niegue la ciudadanía romana que César, en agradecimiento, ha
concedido a sus soldados de la Galia Cisalpina.
Que sean derogadas todas las leyes que César promulgó durante su
consulado.
Curion y Marco Antonio hacen frente a todas estas acusaciones y evitan que
se hagan efectivas, pero son amenazados de muerte en repetidas ocasiones. Los
acontecimientos se precipitan. César solicita poder presentarse al consulado del
año 48 a.C. in absentia, es decir sin necesidad de ir a Roma, donde sus enemigos
le esperan para juzgarle. Si César era elegido cónsul, la dignidad de ese cargo no
permitiría que le juzgaran. Los cónsules del año 49 a.C., Marcelo y Léntulo,
intentaron que el Senado les diera el poder absoluto para hacer frente a la
amenaza de César y delegar ese poder en el único militar capaz de hacer frente a
César, Cneo Pompeyo Magno, que siempre decía:
“Si doy una patada en el suelo de Italia, salen legiones por todas partes
dispuestas a luchar por mi”
La moción fue aprobada, a pesar de la acción de Marco Antonio, que esa
misma noche y amparado por la oscuridad, huyó de Roma para unirse a César. Ya
no había solución y la guerra civil estaba servida. Un bando, el de los optimates,
se había unido en torno a Pompeyo. El otro bando, el de los populii, apoyaba a
César.
César había recibido a Marco Antonio y a sus amigos de Roma en Rávena. Era
evidente que el conflicto armado era la única salida. Echando mano a su gladius y
delante de sus hombres dijo: “He aquí quien ha de protegerme”.
Reproducción de la gladius de Cayo Julio César.
Llamó a la XIIIª Legión, concentrándola en las orillas del río Rubicón. Ese
pequeño riachuelo marcaba la frontera entre Roma y la Galia, entre el mando
legal que César aún detentaba, pero que expiraba en un breve plazo de tiempo y ser
74
considerado un traidor a su patria. Durante una noche entera, César estuvo
detenido junto a sus hombres, reflexionando, incluso indeciso. Esperaba una señal
de los dioses.
Cuenta la leyenda que César soltó unos caballos en ofrenda a los dioses,
para ver si iban hacia Roma o hacia la Galia. Pero entonces y siempre según la
leyenda, un hombre esbelto y de gran belleza se puso a tocar un instrumento
musical con destreza a la orilla del río. Los trompeteros de la XIIIª legión se
acercaron a escucharle. De pronto el hombre cogió una de las trompetas que se
utilizaban para dar señales al ejército y se lanzó a las aguas del Rubicón, llegando
hasta la otra orilla. César vio en ese gesto la señal divina que esperaba y se decidió,
pronunciando una de las frases más celebres de César:
“Vayamos donde nos llaman los dioses y la injusticia de los hombres. Alea
jacta est. La suerte está echada”.
La madrugada del 12 de enero del año 49 a.C. César cruzó el Rubicón,
dando comienzo a una guerra fraticida entre romanos por el poder de Roma.
75
3.8.- DE BELLO CIVILI (LA GUERRA CIVIL).
3.8.1.- La conquista de Italia.
Esa mañana César ocupó sin encontrar resistencia la ciudad de Rimini. Y
continúa su marcha imparable sin derramar una sola gota de sangre. Las ciudades
le abren las puertas y le aclaman como un héroe que es. La ciudad de Pesaro, Fano
y Ancona se entregan sin reservas a César y se ponen a su disposición.
En Roma, el pánico entre los senadores es evidente, pues temen la fuerza de
las veteranas legiones que han ganado la Guerra de las Galias. Pompeyo decide
abandonar Roma y con él, la mayoría de los senadores optimates. Pompeyo
además declara que todo aquel senador que se quede en Roma, será considerado un
traidor. Sólo los optimates e indecisos siguen a Pompeyo que marcha hacia el
puerto de Brindisi, donde espera embarcar a sus dos legiones en dirección a
Asia. En Asia, Pompeyo tenía un gran prestigio y la mayoría de sus partidarios.
Pensaba que era más importante ahora hacerse fuerte que mantener Roma. Ya
habría tiempo de reconquistarla cuando hubiera acabado con César.
César pasó de largo por Roma y persiguió a su rival dispuesto a acabar aquel
conflicto lo más pronto posible, pero Pompeyo consiguió embarcar sus legiones y
abandonó Italia, que estaba ahora, en tan solo unos días y sin haber derramado
una gota de sangre, en manos de Cayo Julio César.
3.8.2.- La primera campaña en Hispania.
Al volver a Roma, César fue nombrado Dictador por los senadores que se
habían quedado. Ponían en sus manos el poder absoluto para que acabara con la
rebelión optimate. En los ocho días que César permaneció en Roma, restituyó la
ciudadanía a los habitantes de la Galia Cisalpina que tanto le habían ayudado
en la Guerra de las Galias y aseguró el aprovisionamiento de trigo a Roma,
76
controlando el gobierno de la isla de Sicilia. Dejando a Tito Labieno controlando
Roma, César partió por tierra (la flota del hijo de Pompeyo dominaba los mares) al
mando de seis legiones hacia Hispania, donde tres partidarios pompeyanos,
Afranio, Petreyo y Varrón, controlaban la península. César pronunció estas
palabras al partir:
“Marcho a combatir un ejército sin jefe y al volver, combatiré a un jefe
sin ejército”
En el camino se topó con la ciudad de Marsella, que cerró sus puertas
declarándose rebelde ante César. Éste, dejó una guarnición que le puso sitio a la
ciudad y continuó su camino a Hispania. Allí estuvo César 40 días sin entablar una
batalla en campo abierto, sólo realizando algunas escaramuzas y sitiando
ciudades. Los romanos de Pompeyo, acantonados en Ilerda (actual Lleida)
acabaron rindiéndose sin lucha y César les mandó a Roma escoltados por sus
legiones veteranas. César dejó a Quinto Casio al mando de Hispania y regresó a
Roma. De camino rindió la ciudad de Marsella. Está finalizando ya el año 49 a.C. y
César gira sus miras a Oriente, hacia Pompeyo, dispuesto a acabar de una vez por
todas con la Guerra Civil.
De camino a Roma, César tiene que hacer frente a un motín de sus tropas en
Placentia. Los veteranos están cansados de guerrear y se ven venir que César les
va a embarcar hacia Oriente para seguir luchando. César les reúne y les lanza un
discurso en el que, primero, agradece sus servicios con muy buenas palabras y,
después, les castiga con dureza. A la IXª Legión, de donde eran los líderes del
motín, les inflinge el castigo del diezmo, que consistía en seleccionar al azar a uno
de cada diez soldados y ejecutarlos. Al resto les licencia con deshonor por su
indignidad. Este castigo ejemplar surte efecto entre el resto de sus tropas y tras
las solicitudes de misericordia, al final César acepta ejecutar sólo a 12 de los
cabecillas y la IXº Legión no es licenciada (era todo un acto magistral, pues
César no puede debilitarse en estos momentos). César ha recuperado la disciplina
de sus ejércitos y marcha hacia Roma.
77
3.8.3.- La derrota de Cneus Pompeius Magnus.
De nuevo en la urbe a finales del año 49 a.C., César reactiva la economía y
pacifica los espíritus. Para lo primero, funde el oro del erario público, acuñando
nueva moneda con su efigie en un dorso, con el título
de imperator en el otro. Este título lo otorgaban los
mismos soldados a su general por aclamación popular al
haberlos llevado a una gran victoria. A continuación,
renuncia a su cargo de Dictador y convoca elecciones
a las que él mismo se presenta, saliendo elegido como
cónsul senior. Con este acto, César recupera la
legalidad de su mando y ya no es considerado fuera de
la ley. Estamos ya al inicio del año 48 a.C. y César
parte al encuentro de sus rivales que están alzados en armas contra él.
El ejército senatorial liderado por Pompeyo Magnus, está en Iliria (actual
Albania) Se está reforzando mucho y muy rápidamente. Pompeyo cuenta con 200
senadores que residen y se reúnen en Tesalónica. Además tiene a su disposición
nueve legiones, la caballería, los auxiliares y una gran flota mandada por
Bíbulo (que compartió el primer consulado de César y que le odia a muerte) y que
domina las rutas marítimas de abastecimiento e impide las comunicaciones por mar
de los enemigos. En total dispone de unos 60.000 hombres a sus órdenes. César ha
de actuar con prestancia si no se quiere ver amenazado.
En pleno invierno y burlando la flota de Bíbulo, César atraviesa el mar
Adriático con siete legiones, haciéndose con el dominio de toda la zona norte de
Iliria, con una pasmosa velocidad que deja sorprendidos a los pompeyanos. Bíbulo,
aunque tarde, reacciona e impide que el resto de las tropas de César atraviesen el
mar. Pompeyo escoge la táctica del desgaste progresivo del ejército de César
78
que tiene cortadas las comunicaciones y las vías de abastecimiento por la flota. Las
tropas que faltan y que manda Marco Antonio, no consiguen atravesar el mar y
César se pone nervioso. Trata de atravesar de incógnito una fría noche de invierno
el mar para regresar a Italia y solucionar el problema, pero la galerna impide que su
barco progrese y el capitán decide retroceder. César demuestra su seguridad en si
mismo y la confianza que tiene en que su destino está regido por los dioses y le da
ánimos diciéndole: “Ten valor, llevas a César y a su Fortuna”. Pero es imposible
y César, temiendo por su propia vida, renuncia a la empresa. Finalmente las cinco
legiones de Marco Antonio consiguen su objetivo, favorecidos por el desconcierto
de la muerte de Bíbulo, que se ha esforzado tanto en la empresa de detener a
César que cae presa del agotamiento.
A pesar de que César tiene ahora doce legiones completas, Pompeyo no
reacciona y decide acantonarse cerca de la ciudad de Dyrrachium. César trata de
repetir la experiencia de Alesia y comienza a realizar un cerco de la posición
de su enemigo de más de 90 kilómetros.
Pero un cerco tan grande es imposible de defender y Pompeyo, viéndose
atrapado, rompe el cerco y huye hacia la región de Tesalia, en el norte de la actual
Grecia. Pero César, más veloz que su enemigo y eligiendo otro camino, llega antes
que él y somete la región. Pompeyo no tiene otra salida más que presentar batalla,
en la llanura de Farsalia, el 28 de junio del año 48 a.C.
79
La batalla de Farsalia enfrenta a romanos contra romanos. César dispone
de unos 22.000 hombres mientras que Pompeyo tiene una fuerza mucho más
numerosa que ronda los 66.000 hombres. La batalla es una victoria del genio
militar del Gran Julio César, que con un golpe maestro de su caballería, provoca el
pánico en las filas pompeyanas y vence de una manera aplastante.
Según las propias cuantas de César, el solo tiene que lamentar unas 230
bajas, mientras que el enemigo ha perdido 15.000 hombres y 24.000 han sido
hechos prisioneros. Pompeyo huye hacia Egipto, mientras César, con Marco
Antonio al frente, envía a sus tropas a invernar en Roma, otorgándoles el
merecido descanso que les había prometido tras el motín de Placentia.
80
Pero César marcha con unos cuantos hombres en persecución de Pompeyo.
Éste, ha llegado a Egipto junto con su familia buscando la protección del Faraón
Ptolomeo XIV, un niño de tan sólo 10 años, casado con su hermana 7 años más
mayor que él, de nombre Cleopatra VII Philopator. Las disputas por el poder entre
faraón y faraona son evidentes y los consejeros del niño-rey, expulsan a Cleopatra
de palacio, pues así Ptolomeo es mucho más manipulable. Al recibir la noticia de que
Pompeyo pide asilo en Egipto, los consejeros del Faraón deciden asesinar a
traición a Pompeyo para honrar a César y ganarse sus favores, pues están
convencidos que César llegará en su persecución. Compran a Septimius, un liberto
que acompañaba a Pompeyo y al descender del barco, le clava su espada por la
espalda, asesinándole a la vista de toda su familia, que le observa desde un barco y
que, vista la traición, huyen de allí. Pompeyo es decapitado.
Al llegar César a Alejandría, la capital de Egipto en aquel entonces, los
consejeros le presentan la cabeza de César en una bandeja, esperando que la coja y
se vaya de Egipto con su trofeo, dejando el país tranquilo. Pero la reacción de
César no será esa. César llora la muerte de su antiguo yerno, condena el
asesinato y desembarca junto con sus reducidas tropas en Alejandría,
instalándose en el Palacio Real.
César en el Faro de Alejandria.
3.8.4.- De bello alexandrino (la Guerra de Alejandría).
Con la excusa del pérfido asesinato de Pompeyo, César decidirá apoderarse
de Egipto y controlarlo. Se erigirá en el árbitro de las disputas entre
81
Ptolomeo XIV y Cleopatra. César repone a ambos en el trono y controla a
Cleopatra convirtiéndose en su amante. Pero los consejeros de Ptolomeo XIV no
quieren perder su influencia y
reaccionan violentamente. Aquilas,
uno de ellos, sitia a César y a sus
tropas en el Palacio Real de
Alejandría en septiembre del año 48
a.C. César resiste los ataques
durante cuatro meses, esperando la
llegada de las tropas de refuerzo. En
uno de esos ataques, la famosísima
Biblioteca de Alejandría, donde
había más de 400.000 volúmenes de
todos los idiomas y autores del
mundo, la biblioteca más famosa y
maravillosa de la historia antigua,
perece pasto de las llamas. Muerto
Aquilas,
el
eunuco
Ganímedes,
refuerza con mucha más virulencia los
ataques contra César. En una
escaramuza en la Isla del Faro, el mismo César junto con 800 legionarios caen en
una emboscada, de la cual solo pueden salvarse unos pocos lanzándose al mar y
nadando hasta la seguridad de las naves romanas. El mismo César en su
desesperada huida, ha de abandonar la capa escarlata de Imperator, que
Ganímedes exhibe como un trofeo.
Pero en enero del año 47 a.C. llegan los refuerzos romanos, que acampan a las
afueras de Alejandría. Enterado César, en una salida nocturna y por sorpresa, se
une a esos refuerzos y presenta batalla a Ganímedes y sus hombres,
venciéndole de manera aplastante (unos 12.000 prisioneros y más de 20.000
muertos). Entre los muertos está el propio Ganímedes y el Faraón Tolomeo XIV. La
ciudad de Alejandría se rinde ante la asombrosa victoria de César. Egipto está
ahora en sus manos. Cleopatra se casa de nuevo con otro de sus hermanos de
10 años, Ptolomeo XV. Pero
César, se embarca en un
thalamegus y realiza un crucero
de dos meses por el Nilo para
conocer las maravillas de Egipto
junto a una joven cariñosa como
Cleopatra, a la que le hace un
hijo, Cesarión. Podemos decir
que César se tomó unas
merecidas vacaciones. Al volver,
César deja tres legiones en
Egipto y retoma la actividad.
82
3.8.5.- La campaña de Asia.
Estamos en julio del año 47 a.C. y a César le reclaman unos urgentes asuntos
en Asia. Allí, el Rey Farnaces, un reyezuelo de las costas del Mar Negro,
descendiente de Mitrídates, se ha rebelado contra el poder de Roma aprovechando
la presunta debilidad de los romanos que están enfrascados en una guerra civil. El
Rey Farnaces ha invadido la pequeña Armenia. Tras una breve y victoriosa
batalla contra el gobernador romano Calvino en Nicópolis, ha invadido también el
reino del Ponto, amenazando la supremacía romana sobre la zona.
César apacigua a todos los reyes del entorno y marcha contra Farnaces.
En la batalla de Zela, César aniquilará todo el ejército de Farnaces en tan solo
4 horas. Es tal la superioridad demostrada por César en el campo de batalla que,
en su informe al Senado, César escribe la famosa frase:
“Veni. Vidi, Vici” (
Llegué, vi y vencí ).
Deja de nuevo el mando de Asia a Calvino y regresa a Roma, haciendo una
breve parada en Atenas.
El Partenón de Atenas, el templo dedicado a la diosa Atenea.
83
3.8.6.- De nuevo en Roma.
Veintidós meses después de su marcha, César regresa a Roma con todo
Oriente pacificado, su enemigo muerto, Egipto bajo su control y sólo con un par de
reductos optimates aún por eliminar en África, César está de vuelta en Roma a
finales del año 47 a.C.
Pero César se encuentra con una Italia convulsa. Sus veteranos, que ya han
dilapidado el botín de sus
conquistas, reclaman las tierras
prometidas por César y poder así
disfrutar de su triunfo, al igual
que su general. Pero los
gobernantes de Roma no les
pueden asegurar esas cosas en
ausencia
de
César.
Los
legionarios
veteranos,
enterados de que César regresa a Roma marchan hacia allí. César se reúne con
ellos en el Campo de Marte, a las afueras de la ciudad. César es muy breve y les
pregunta qué quieren. Los legionarios, para presionarle y para que les conceda sus
peticiones, sabiendo que César les necesita, amenazan con la licencia total. Pero
César no se va a enfadar y brevemente, les anuncia que les concede la licencia,
dirigiéndose a ellos como quirites, es decir ciudadanos. La mayoría de los soldados,
al darse cuenta del error que han cometido, comienzan a implorar a César para que
no los licencie, que quieren seguir siendo milites, es decir, soldados. Ante este
arrepentimiento, César consigue apaciguar el motín y, de nuevo, la unión de sus
tropas. Con el ejército de nuevo unido, se dispone a partir al norte de África,
donde aún quedan reductos de la resistencia optimate.
3.8.7.- La campaña de África.
En el año 47 a.C., los optimates, liderados por
el archienemigo de César, Marco Porcio Catón que
había escapado de Farsalia y se había establecido en
África, se han hecho fuertes en el norte de este
continente y han conseguido la alianza del Rey Juba
I de Numidia. Han reunido un poderoso ejército,
con elefantes incluidos. Están dispuestos a acabar
con la tiranía del conquistador de la Galia y
restablecer los valores republicanos que creen
pisoteados.
Rey Juba I de Numidia.
84
César desembarca en África con su ejército y el 6 de febrero del 46 a.C.
presenta batalla a las fuerzas conjuntas de romanos y
numidas. La batalla de Tapsos es otra gran victoria para el
Gran Julio César, que consigue espantar a los elefantes del
enemigo, que se vuelven contra sus propios soldados. Según
César en su informe al Senado, sólo tiene que lamentar 50
bajas, mientras que los enemigos han perdido más de 10.000
hombres.
Catón se refugia en Útica y César marcha contra él. Los habitantes de la
ciudad, asustados por el acercamiento de las tropas, comunican a Catón que le
abrirán las puertas a César. Marco Porcio Catón, la noche del 12 de febrero del
año 46 a.C., cena con sus amigos filósofos, pronunciando una de las frases con las
que ha pasado a la posteridad: “El hombre virtuoso, es un hombre libre”. A
continuación se retira a sus aposentos, relee a su filósofo favorito, Platón, y se
clava su espada en el vientre.
Marco Porcio Catón, llamado Catón “el joven”. Museo del Louvre. Paris
Pero la herida no es mortal. Al despertar de nuevo, habla con los que le
rodean diciéndoles:
“No podría soportar de ninguna de las
maneras la venganza de César, pero mucho
menos su perdón. Prefiero morir que sucumbir
ante mi enemigo”
Dicho esto, rechaza los servicios de los médicos y con sus propias manos se
reabre la herida una y otra vez, hasta morir desangrado.
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Numidia se convierte en provincia romana y ya no queda casi ningún enemigo
al que vencer y acabar por fin esta guerra civil. César regresa a Roma.
3.8.8.- La segunda campaña en Hispania y el final de la guerra.
Estamos en el año 46 a.C. y al regresar de Tapsos, el Senado decreta
cuarenta días de acción de gracias a los dioses. Además concede a César el
privilegio de poder sentarse entre los cónsules en el Senado y le ofrece el cargo
de Dictador por diez años. La guerra civil está casi terminada, pero aún tendrá
que hacer frente a la última sublevación pompeyana, protagonizada por los hijos de
Pompeyo.
En Hispania, Casio, el
gobernador que César
dejó, se muestra como un
inepto que sólo piensa en
esquilmar la provincia y en
el enriquecimiento
personal, provocando la
sublevación de la Bética
(actual Andalucía). En esa
coyuntura
llega
Cneo
Pompeyo, el hijo del
Magnus, y consigue que los
nativos se le unan en
rebelión contra, Casio, el
gobernador
de
César.
Éste,
no
tiene
más
remedio que abandonar Roma y hacer frente a una nueva campaña militar
contra los pompeyanos.
César marcha hacia a Hispania a frente de sus tropas.
86
La batalla decisiva se producirá cerca de Córdoba el 17 de marzo del años
45 a.C. La batalla de Munda favorece a César, aunque es una de las batallas en
que más bajas sufre su ejército e incluso, donde más cerca estuvo de perder su
propia vida. En un momento decisivo de la batalla tuvo que lanzarse con su gladius
en la mano al combate, arengando a sus legionarios e infundiéndoles valor:
“Este mocoso no me arrebatará la gloria. Antes moriré luchando”
Esto exclamaba mientras se unía a los soldados de la Xª Legión, la más
aguerrida de sus tropas, que durante años fue su guardia pretoriana (es decir, su
guardia personal). César hubo de lamentar cerca de 1000 muertos y 500
heridos. Los pompeyanos casi 33.000, entre los que se encontraban los hijos de
Pompeyo. La resistencia pompeyana había sido aniquilada definitivamente.
La guerra civil, había terminado. César tenía ahora las manos libres y podía
regresar a Roma para gobernarla.
Reconstrucción de Roma posterior a la Roma de César, ya que en su época aún no existía, por ejemplo, el Coliseo.
87
3.9.- EL PODER ABSOLUTO DE CÉSAR EN ROMA.
César ahora es elegido Dictador Vitalicio y celebra su quinto triunfo por las
calles de Roma. Los cuatro
triunfos anteriores los había
celebrado antes de la campaña
de Hispania. El primero por su
victoria en la guerra de las
Galias,
donde
paseó
las
riquezas obtenidas allí, entre
ellas a su enemigo número uno
en esa guerra, Vercingetorix,
que fue paseado detrás del
carro de César por el Foro, encadenado a un poste. Al finalizar el desfile fue
ejecutado de la manera que los romanos mataban a sus enemigos no romanos,
estrangulándolos en un calabozo oscuro de los
sótanos del Foro. El segundo triunfo, lo celebró por
su victoria en Asia contra Farnaces. El tercero por
su victoria en Egipto. El cuarto por su victoria en
África contra el rey Juba I de Numidia y el quinto
triunfo, por su victoria en Hispania. Durante cinco
días los fastos, desfiles y fiestas en Roma fueron
apoteósicos. Además de los desfiles triunfales de
César por el Foro exhibiendo las riquezas obtenidas
en esas campañas, César organizó obras de teatro,
naumaquias (batallas navales simuladas), luchas de
gladiadores, exhibiciones y lucha de animales
feroces y desconocidos en Roma, como elefantes, rinocerontes, jirafas, leones,
etc. A todo eso, le añadimos epulum,
banquetes multitudinarios en los que
hubo hasta 66.000 invitados. Se dio
trigo a los ciudadanos y entre los
veteranos soldados de César, se
repartió el botín. César incluso
restauró el dinero del erario público que
había confiscado para pagar la Guerra
Civil. Todo eso hizo César gratis,
consiguiendo que sus veteranos y sus
ciudadanos le estuvieran agradecidos.
Cayo Julio César era ahora el amo absoluto de Roma y comenzó a acumular
privilegios que los ciudadanos romanos le otorgaban sin reservas. César era capaz
de la generosidad y el perdón, pero también de las represiones más atroces e
injustas. No tuvo reparos en eliminar a aquellos que se le opusieran, aunque había
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poca gente que lo hiciera. Con todo el poder en sus manos, César comenzó su tarea.
Acabó con la República y estableció las bases de un sistema de gobierno
nuevo, el Imperio Romano:
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
Él supervisaba el nombramiento de todos los magistrados.
Le quitó sentido al cargo de Cónsul, reduciendo su tiempo de mandato de
un año a tres o cuatro meses.
Repartió cargos entre sus fieles, para tenerlos bajo control y premiar su
fidelidad.
Reformó el calendario.
Aumentó el número de senadores afines a él y convirtió el Senado en un
coro de aduladores.
Nombró los gobernadores de las provincias que a él le interesaban.
Controló el Tesoro Público, que se convirtió en una especie de caja
personal.
Obtuvo el mando único de todos los ejércitos en caso de realizar una
campaña y planeó su próximo objetivo: la campaña en Asia contra los
Partos, decidido a vengar la muerte de Craso, su antiguo socio triunviral y
obtener nuevas riquezas.
Creó el primer periódico de la historia, Acta Populi, donde publicaba las
actas del Senado, ejerciendo la censura sobre las publicaciones de la urbe.
Renovó, limpió y engalanó la ciudad. Roma pasó de aldea gigantesca a la
capital del mundo. Creó un nuevo foro, complementario del anterior, el
Forum Iulium, de 160 metros de largo por 75 m. de ancho, cerrado por
pórticos y columnatas de mármol, todo presidido por el templo de Venus
Genitrix, su diosa regente. En los relieves de la fachada del templo,
rememoraba la victoria en la batalla de Farsalia.
89
Los romanos, agradecidos por la paz que había instaurado en sus vidas y por
las reformas y riquezas que corrían por Roma, trataban de agradecérselo
agasajándole:
• Se declaró día de fiesta oficial el día de su nacimiento, dia natalis.
• Además, se cambió el nombre del mes de su nacimiento, quintilis,
que pasó a llamarse iulius (julio, nombre que se mantiene hoy en día).
• Le autorizaron a llevar siempre los símbolos de Imperator, que eran
la capa púrpura y la corona de laurel en la cabeza.
• E incluso se le declaró semidiós, fundando un culto nuevo en exclusiva
para su persona.
• Su lugarteniente Marco Antonio, le ofreció en un acto público la
diadema real, una cinta blanca que llevaban los antiguos reyes
romanos. Es decir, que le quisieron declarar Rey de Roma. Pero César
rechazó la diadema, el no quería ser rey, no le hacía falta. Él era
mucho más que un rey. Era César.
César rechaza la diadema real.
El 14 de febrero del año 44 a.C., tras haber rechazado la diadema real, el
senado y pueblo de Roma le nombró Dictador Perpetuo, otorgándole la facultad de
decidir quien sería su sucesor en el gobierno de Roma. César, el año anterior,
había adoptado en secreto a su sobrino-nieto, el nieto de su hermana, Octavio,
un joven que le había impresionado por su profunda inteligencia. Había
hecho su testamento dejándole todo a Octavio, aunque no lo reveló.
Sólo a su muerte, cuando el testamento se hizo público, los romanos
supieron su decisión, que acataron después de una breve disputa por
el poder.
90
3.10.- LOS IDUS DE MARZO.
César había perdonado a todos los senadores pompeyanos que estaban
diseminados por todas las provincias. No les tenía miedo, no le preocupaban. Había
sido magnánimo y generoso con ellos. Pero éste, fue un error de César.
Provocado por el gesto de Marco Antonio, que le había ofrecido el título de
Rey, muchos de estos senadores perdonados que aún tenían fe en la
restauración de la República y veían en el título de César, el fin de todas sus
aspiraciones, trataron de buscar una solución. Y la única solución que había para
restaurar la República y su propio poder, el poder de los pocos optimates que
quedaban, era asesinar al gran hombre, acabando con la fuente de todas sus
desdichas.
Se preparó una conjura para asesinar a César. Sus líderes fueron Marco
Junio Bruto y Cayo Casio Longino, aunque eran cerca de 30 senadores los
conjurados:
• Cayo Casio Longino era un confabulador nato que odiaba a muerte a
César a pesar de que éste, le había perdonado tras la
batalla de Farsalia y le había devuelto sus privilegios
políticos y su hacienda. Pero Casio no aceptaba que su
carrera política se viese favorecida por César. Él
quería ascender por méritos propios y no por la gracia
de un hombre.
• Marco Junio Bruto era el hijo de Servilia, la amante romana más
famosa de César. Se rumoreaba incluso que podría
ser su propio hijo. César siempre le trató como tal, le
favoreció al máximo, le perdonó todas sus traiciones
y sus indecisiones, le otorgó cargos y riquezas. En
resumen, César amaba a Bruto como si fuera su
propio hijo. Pero Bruto fue seducido por los
conjurados, que apelaron a su apellido y a sus
antepasados. El primero de los Bruto fue el que asesinó al último
rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, y el fundador de la
República. ¿Quién mejor que él para asesinar al tirano César y
restaurar la República?
Además, su madre, rechazada por César después de volver a Roma, estaba
ciega de ira por haber perdido los favores de César. La cosa llegó a su cénit cuando
en el año 46 a.C., Cleopatra y su hijo Cesarión, se reunieron con César en
Roma, instalándose en una villa a las afueras de la ciudad. A partir de ese
momento, Servilia quiso vengarse e hizo todo lo posible para convencer a su hijo de
que la mejor salida, era asesinar a César.
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César tenía informaciones sobre la posible conjura para asesinarle, pero no
podía demostrar miedo. Un adivino muy famoso en Roma, de nombre Espurina, que
se cruzó con César en el Foro, le había dicho:
“César, guárdate de los idus de marzo”.
Su mujer, Calpurnia, había soñado esa misma noche que César sería asesinado
y trató de impedir que, ese día, César acudiera a la sesión senatorial, convocada
para tratar la guerra contra los partos, hacia la que partía César al día siguiente.
En un gesto que denota a partes iguales chulería e imprudencia, despidió a sus
lictores, que siempre le acompañaban para
su protección personal y se encaminó
andando sólo hacia la Curia Pompeyana, el
lugar donde se reunía el Senado desde el
incendio de la Curia Hostilia, a la muerte de
Clodio. En el camino se encontró con el
adivino Espurina, que le había dicho que se guardara de los idus de marzo y le dijo:
-
¡Ya han llegado los idus de marzo y sigo vivo!
Sí, pero aún no han acabado. – contestó el adivino.
Antes de entrar en la Curia se le acercó un senador y le dio un rollo de
pergamino, rogándole que lo leyera y en el que figuraban los nombres de todos los
conjurados para asesinarle, pero César no tuvo tiempo de leerlo y entró en el
Senado con el rollo en la mano.
El plan de los conjurados era sencillo. El Senado estaba convocado en los
idus de marzo (15 de marzo del año 44 a.C.) Mientras
Trebonio entretenía a Marco Antonio, el lugarteniente más
fiel de César, que ostentaba en ese momento el cargo de
Cónsul, el senador Cimbro se acercó a César con la excusa
de implorarle el perdón para su hermano desterrado,
arrojándose de rodillas a sus pies. El resto de los asesinos
se acercaron entonces para apoyar dicha petición. Entonces
Cimbro agarró la toga de César para inmovilizarle. Esa
era la señal. El senador Casca, que estaba
situado a su espalda, le asestó la primera
puñalada. César se giró al notar el frío acero
y le clavó en el brazo el stilo (instrumento de
escritura sobre papiro) que tenía en la mano.
El resto de asesinos se abalanzaron sobre
César asestándole 23 puñaladas. César aún
tuvo fuerzas para empujarles, para pronunciar
palabras de incredulidad al ver a Bruto con un
92
puñal en la mano (“¿Tú también hijo mío?) y para taparse el rostro con la toga y
evitar que sus asesinos, vieran su cara en el momento de morir.
Las 23 puñaldas y lugar donde se las asestaron.
El Gran Julio César, a los 56 años, cayó muerto a los pies de la estatua de
Pompeyo Magno que presidía la Curia, pues él la había pagado. Una de las ironías
del destino. Los asesinos y el resto de senadores salieron corriendo, aterrados por
el magnicidio y por las reacciones que se pudieran producir.
Los asesinos huyen del lugar del crimen.
Los asesinos, que pretendían erigirse en salvadores de la República y los que
retornaban la libertad al pueblo, presas del pánico, se refugiaron en un templo
del Capitolio, un lugar seguro.
Daga romana utilizada para matar a César
93
Marco Antonio calmó los ánimos y
presidió el funeral de César e hizo su
panegírico (discurso en honor de un
difunto), pero la muchedumbre que se
acumulaba en el Foro prendió fuego al
cadáver de César, arrojando a las llamas
todo lo que encontraban a su paso. La
hoguera ardió durante días. En ese
mismo lugar, años después, se erigiría el
templo de Divus Iulius, en honor y
memoria de Cayo Julio César, que fue proclamado dios.
La venganza contra los asesinos fue llevada a cabo por Marco Antonio y
Cayo Julio César Octaviano, su hijo adoptivo y heredero. Pero, parafraseando a
Michael Ende:
“Esa es otra historia y debe ser contada en otro momento”.
Valencia, 30 de julio de 2006.
94
4.- CONCLUSIÓN FINAL (fuera de concurso).
Muchas veces he de responder a la pregunta de mis alumnos: ¿Por qué César?
Tras leer esta biografía a más de uno le debe quedar la sensación de que este
personaje, no es muy admirable que digamos.
Cayo Julio César era un ambicioso nato, no tenía reparos en pasar por encima
de sus enemigos o rivales políticos. También era de origen noble y siempre se
regodeaba de ello. Se sentía superior al resto de los mortales, descendiente de los
dioses. Miraba por encima del hombro a sus rivales políticos y se consideraba
mejor que nadie. Y consiguió el poder absoluto a costa de asesinar y matar a
romanos de tan puro linaje como él, sin que le temblara el pulso. Ejerció una
dictadura personal, uno de los sistemas de gobierno que más detesto. Más incluso
que la monarquía que estuvo a punto de encabezar.
Como militar era despiadado y cruel. Tuvo gestos y reacciones de genocida.
Hoy le juzgaríamos en el tribunal de La Haya por crímenes contra la Humanidad,
tales como el exterminio de tribus enteras o el ejemplo de cortarle la mano a un
pueblo entero. Se convirtió en un hombre rico gracias al tráfico de esclavos.
Sometió poderes soberanos e independientes sólo para acrecentar su gloria. En
definitiva, fue un lobo implacable que haría lo que fuera para acrecentar su gloria
personal. Todos estos aspectos son negativos en efecto, y esos aspectos, no los
admiro.
Para responder la pregunta de mis alumnos diría que César, fue un hombre
admirable por ser un visionario, por ser un genio de la guerra, de la política, del
derecho y de la literatura. Nos dejó un legado monumental, literario, jurídico e
histórico, digno de los más grandes. En resumen, fue uno de los grandes de la
Historia de la Humanidad y mi admiración, como licenciado y profesor de Historia,
es puramente profesional. Es muy difícil conseguir todo lo que consiguió César en
tan solo 56 años. Sus gestas y victorias hoy no serían posibles, pues el mundo es
muy diferente, nos regimos por otras ambiciones y reglas. El mundo romano era un
mundo en el cual un hombre podía cambiar el destino de una nación entera
montando un caballo y haciéndose seguir por un puñado de legionarios, conquistando
nuevas tierras desconocidas. Era un mundo para gente valerosa, que no conocían el
miedo a lo desconocido. Esa es quizás, la parte de la biografía de César que más me
gusta, la parte militar. Debía ser muy cruel matar o morir en un solo instante, pero
también debía ser muy emocionante, superarse día a día, pasar las jornadas vivo, no
tener más horizonte, que la próxima batalla.
En definitiva, vivir el presente con intensidad para tratar de construir un
mañana a nuestro gusto, sin saber si, ese mañana llegará o el final, nos espera
detrás de cada colina.
Valencia, 30 de julio de 2006.
95
5.- BIBLIOGRAFÍA.
A continuación cito los libros en los que se basa esta biografía:
•
CARCOPINO, Jérome. Julio César. El proceso clásico de la concentración de
poder. Ediciones RIALP.
•
HOLLAND, Tom. Rubicón. Auge y caida de la República Romana. Editorial
Planeta.
•
BEGGIO, Valentina. Protagonistas de la Civilización. César. Editorial Debate.
•
McCULLOUGH, Colleen. El Primer Hombre de Roma; La Corona de Hierba;
Favoritos de la Fortuna; Las Mujeres de César; César. Editorial Planeta.
•
McCULLOUGH, Colleen. El Caballo de César. Ediciones B.
•
WILDER, Thornton. Los idus de marzo. Emecé Editores.
•
MARSEILE, Jacques. Historias Jóvenes. Julio César. Editorial Everest.
•
GALLO, Max. César Imperator. Planeta Internacional.
•
CÉSAR, Julio. La Guerra Civil. La Guerra de Alejandría. La Guerra de
España. La Guerra de África. Editorial Juventud.
•
CÉSAR, Julio. Guerra de las Galias. Colección Gredos Bilingüe.
•
SUETONIO. La Vida de los Doce Césares. Julio César. RBA Libros.
•
SHAKESPEARE, William. Julius Caesar. Edición Bilingüe. Imaginediciones.
•
BERTOLINI, Francisco. Historia de Roma. Edimat Libros.
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