Capítulo II: La explotación agrícola en relación con el régimen

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CAPITULO II
LA EXPLOTACION AGRICOLA EN RELACION
CON EL REGIMEN
ECONOMICO-MATRIMONIAL
1.
La explotación agrícola familiar "como propiedad familiar" mediante el régimen económico-matrimonial
Cuando comenzó a aparecer la crítica del Derecho
individualista, desde la nueva perspectiva del "Derecho social",
se dib en hablar y, muy especialmente en conexión con el
naciente Derecho agrario, de la "propiedad familiar" como el
paradigma de la protección a la familia campesina y, por ende,
como uno de los temas favoritos del nuevo Derecho agrario' .
Este fenómeno tuvo lugar, en toda Europa y en Norteámerica,
a partir de los comienzos del presente siglo 2 y se desarrollb,
extraordinariamente, en los años de entreguerras, dejando su
huella en todas las legislaciones y, especialmente, en la nuestra,
tardíamente, a partir de 1939, muy vinculado al Derecho de
colonizacián, donde bien pronto aparece el patrimonio familiar inembargable (Ley de 15 de julio de 1952) y al Derecho de
los arrendamientos rústicos, especialmente a partir de la Ley
de 23 de julio de 1942, donde aparece el concepto de cultivo
directo y personal, ]legando a inspirar, en gran parte, toda la
política agraria3 , suscitando paralelamente la defensa del
Derecho foral, a veces matizada de un cierto idealismo
impropio del jurista, por aquello de que las legislaciones
forales, ancladas en su arcaísmo ( lo que es rigurosamente
exacto, salvo por lo que se refiere al Derecho catalán o balear)
48
habían podido resistir mejor a ia infiuencia del individualismo
jurídico.
Modernamente, en todas partes, este planteamiento ha
sido abandonado y la idea de la propiedad familiar que, en
muchas ocasiones, no dejaba de ser poco más que un recurso
retóríco, se viene eludiendo, al menos en el sentido en que se la
tomaba en aquella época, donde no pasó de ser una nueva
forma de vinculación a la tierra del "siervo de la gleba", que no
pudo resistir a la profunda transformación social y económica
que se ha llevado a cabo en los últimos quince o veinte años,
ya que respondía o a una típica agricultura de subsistencia
(como en su rnayor parte son los presupuestos de las formas
jurídicas de nuestro Derecho foral), o encubría la solución
indirecta de un problema laboral (técnica típica del asentamiento de colonos del pensamiento jurídico de 1a Reforma
Agraria), criterios que actualmente han sido superados, no sólo
por el cambio de la coyuntura económico-social, sino también
por unas nuevas orientaciones de la polftica legislativa, que
tratan de responder con realismo y eficacia a las nuevas
exígencias que se derivan del necesario cambio de estructuras.
Sin embargo, la familía síempre será la base de la
estructura social del campo y será en su propio seno donde se
conserve, mantengz y desarrolle ]a explotación agrícola.
Aunque la explotacit^n familiar ha cambiado de signo, porque
los criterios de la piopiA explotación agrícola también han
cambiado. La aparición de la agricultura de grupo, que
empieza a suscitarse desde la actividad de la Concentración
Parcelariaa y el cambio de orientación que supuso la puesta en
marcha de las técnicas de la Ordenación rural s, han hecho que
nuestra propia legislación haya evolucionado hacia otros
derroteros. Incluso el Derecho de colonización, más apegado a
estas desfasadas fórmulas jurídicas, ha experimentado, primero
en la Ley de 28 de julio de 1968, sobre adjudicación de tierras
del Instituto Nacional de Colonización, después en la Ley de
Comarcas y Fincas Mejorables y, por último, en la Ley de
Reforma y Desarrollo Agrario, una cierta rectificación respecto
de los criterios anterioresb. Por ello, podemos decir que la fase
anterior, en la formación de nuestro Derecho agrario, ha
quedado superada, al menos por lo que se refiere a la nueva
49
concepción de la propiedad familiar, que es lo que aquí nos
interesa.
Bien es verdad que, en cualquier caso, dadas las peculiares
necesidades de nuestra agricultura, siempre será precisa una
actuación de las técnieas de colonización y, con ello, en una
cierta medida habrá de mantener ciertas unidades agrarias que,
como los patrimonios familiares, en general ya no responden al
nuevo concepto de la propiedad familiar, pero que pueden
seguir siendo "marginalmente" útiles en determinadas actuaciones'. Otro tanto hay que decir de los huertos familiares° ,
que cumplen una alta función social sólo de interés accidental
para la agricultura, pues conciben a ésta, o la toman en
consideración, como actividad marginal, complementaria de
otras actividades profesionales.
Aquí, por eso, en el presente capítulo vamos a analizar
algunos aspectos de la explotación agrícola en relación con la
explotación familiar, prestando mayor atención a aquellas
disposiciones de carácter general porque es donde las reformas
legislativas que se emprendan pueden tener mayor eficacia. E1
tema se halla, como es evidente, íntimamente relacionado con
el régimen económico matrimonial, aunque la incidencia del
régimen no es tan grande como pueda creerse a primera vista.
Un intento de carácter general, en este sentido, pretendió
Ilevar a cabo la Ley de 14 de abril de 1962, sobre
explotaciones familiares mínimas, pero los resultados no han
sido satisfactorios y la protección se ha quedado, como ya
hemos indicado/anteriormente, fundamentalmente referida a
uno de los elementos de la explotación: la finca rústica como
unidad mínima9 .
Por otra parte, aunque no consideramos de interés
estudiar aquí las implicaciones del tema en relación con los
patrimonios familiares (porque, aparte de su ámbito marginal,
relegado al puro Derecho de colonización, no simpatizamos
con la idea de la vinculación de un patrimonio a una familia, ni
mucho menos de una familia a un patrimonio) le dedicaremos
alguna atención, porque de los patrimonios especiales, separados, que ha creado nuestra legislación agraria, es el único que
ha adquirido una individualidad legislativa y una cierta
madurez dogmática'o
50
2.
Explotación familiar y régimen economico-matrimonial
iegal del Código Civil
Si conforme el tenor del art. 1315 Cc., "Los que se unan
en matrimonio podrán otorgar sus capitulaciones antes de
celebrarlo, estipulando las condiciones de la sociedad conyugal, relativamente a los bienes presentes y futuros, sin otras
limitaciones que las señaladas en este Código", no habrá
inconveniente para que los contrayentes que van a dedicar su
actividad a la agricultura, puedan establecer el régimen que
más convenga a la creación o a la conservación de una
explotacáón agrícola. Por eso, el legislador italiano de 1942,
ilevado de este ánimo, reconoce como uno de los regímenes
posibles que las partes pueden elegir el del patrimonio familiar
inembargablel^ . No creemos, sin embargo, que esto haya
oontribuído mucho -fuera de cierto ámbito- a fortalecer, en
Italia, las explotaciones agrarias familiares, ni tampoco podemos hacernos ilusiones sobre la posibilidad que puedan tener y
que, efectivamente tienen, los contrayentes para hacer una
elección de este tipo de forma que sea trascendente para el
buen desenvolvimiento de su propia explotación; la mayor
parte de las veces, esto viene establecido por condicionamientos anteriores o posteriores a la celebración del matrimonio, derivando de una sucesión mortis causa, o por la
oportunidad de beneficiarse de la actuación colonizadora, por
lo que, al eontraer matrimonio pocas veces los cónyuges se
hallan en situación de elegú más que la posibilidad de aplicar el
párrafo primero del art. 1315; tendremos que atenernos a su
párrafo segundo, según el cual: "a falta de contrato sobre los
bienes, se entenderá el matrímonio contraído bajo et régimen
de la sociedad legal de gananeiales".
Por eso, debemos de plantearnos el problema de la
constitución de la explotación agricola una vez contraído
matrimonio bajo el régimen legal, por disposición del art.
131 S-2° Cc., teniendo en cuenta dos aspectos: que se
oonstituya con base a bienes gananciales y que sa constituya
con base a bienes propios. Así las cosas, las diferencias en
relación con la materia, en el llamado Derecho foral, son muy
escasas, porque o los regfinenes forales se establecen sobre la
base del régimen de comunidad, o sobre el régimen de
51
separación, que implica la existencia de bienes propios
(privativos) ^ 2, aparte de las especialidades que se derivan de la
troncalidad y que más bien constituye un elemento retardatario en relación con la formación de la explotación
oonstante matrimonio; por ello, no vamos a ocuparnos, a
propósito de éste tema, de las especialidades forales que
puedan presentarse, dejando esta cuestión para la referencia al
sistema general de los Derechos forales, distinto del Código, en
la práctica, por depender de su relación con el Derecho
sucesorio en esta materia y por las diferencias generales en
cuanto al establecimiento del régimen, ya que, en el Código
civil, resulta inmutable una vez celebrado el matrimonio, según
el art. 132013, ya que, por lo demás, por razones fiscales las
capitulaciones matrimoniales tampoco se practican mucho en
los territorios de Derecho foral14.
3.
Su constitución con base en bienes gananciales
Por un lado, dentro del ámbito del Derecho de colonizacibn, las explotaciones y patrimonios familiares, "deberán
ser de magnitud y caracterfsticas tales que permitan, teniendo
en cuenta los diversos cultivos y rendimientos, un nivel de vida
decoroso y digno de una familia laboral tipo, que cuente con
dos unidades de trabajo y que cultive directa y personalmente"'S, por otro, fuera de ese ámbito, que trata de resolver
en el fondo una situación labora! indirecta, cuando se trata de
explotaciones familiares de mayor amplitud; en ambos casos,
en suma, no parece que haya dificultad alguna en que se
constituya la explotación con base en el patrimonio común
(gananciales), ya que vinculados los cónyuges por su interés y
por una aportación común de trabajo, se verfan no sólo
favorecidos los fines objetivos de la explotación, sino también
los de sus beneficiarios, el propio "consorcio familiar",unidos
sus miembros en un sólo esfuerzo para la obtención del mayor
rendimiento, lo que constituye la base de todo perfeccionamiento económico.
Por lo demás, el propio ámbito del Derecho de colonización nos puede servir cómo criterio lfmite, aunque nuestra
preocupación se proyecte fuera de este campo, ya que no
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existe ni siquiera en aquel limitación alguna que impida que la
constitucibn de patrimonios familiares o de explotaciones
agrícolas familiares se opere sobre bienes que tengan la
consideración de gananciales1ó, pues aunque estos bienes estén
afectos a la explotación seguirán en cuanto a su titularidad el
régimen jurídico a que se hallan sometidos por el Código civil;
por tanto los bienes integrantes de una explotación agraria,
conservando su cualidad de gananciales, tendrán a todos los
efectos é sta consideración.
Y por ello, las normas de administración y de disposición
sobre los mismos serán las normas de administración y
disposición de los bienes de la comunidad. Ciertamente que
sobre esta norrnativa se yuxtapondrá, en ocasiones, la derivada
de su régimen específico, si es que existe tal es el caso de la
necesaria autorización del Instituto Nacional de Reforma y
Desarrollo Agrario, para su desafectación de la explotación, o
para su agrupación o división, o incluso para su enajenacibn o
transmisión ", pero ésto no supone una derogación del régimen
de gananciales. Nada impedirá el ejercicio de los poderes del
marido, ni tampoco el de los poderes de la mujer, en relación
con su potestad doméstica (art. 1416 - 1° y 62 Cc.), en los
supuestos normales y con los poderes que le confiere el art.
1413 - 1° y 2°.
Sin embargo, la situación será distinta cuando se trate de
un patrimonio familiar, no porque éste esté llamado a
satisfacer unos fines específicos, sino porque ha sido configurado como un verdadero patrimonio separado, sometido a
un régimen jurídico especial18, que lo configura como unidad
económica, superior a sus elementos componentes, como una
universalidad y posible objeto de relaciones jurídicas obligatorias y crediticias19 y aunque es más dudoso que pueda ser
objeto unitario de los derechos reales, a pesar de que se habla
de propiedad del patrimonio familiar, o de usufructo del
mismo, en la terminología legal, sí pueden plantearse en
principio contradicciones cuando los bienes que lo integran
tenían ya, antes de su constitución, un determinado régimen
jurídico, como lo serían los bienes pertenecientes a una
comunidad de gananciales.
En relación con esto hay que decir que la Ley de
Reforma y Desarrollo Agrario establece que "la propiedad de
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cada patrimonio famíliar habrá de quedar atribuída, en todo
caso, a una persona física, como único titular del mismo" (Art.
36 - 2° `in fine"). ^Es esto compatible con la comunidad
de gananciales? . No del todo, aunque el problema de la mera
"titularidad" ho estorba el que el patrimonio ganancíal sea un
patrimonio de destino referido a los onera matrimonii, en
primer término, y a la formación de una cornunidad que se
liquidará a la disolución de la sociedad (art. 1392 Cc.). Pero en
la práctica, si no se toma muy en cuenta el significado de la
expresión legal utilizada (art. 36 - 2° LRDA.) en sus justos
términos, puede dar lugar a dificultades y confusiones.
Así, en el caso de que se solicite la constitución de un
patrimonio familiar con aportación de bienes del adjudicatario2Ó y éstos tengan la condición de gananciales. Nos
encontraremos que si es el marido el solicitante y los bienes
objeto de la aportación son inmuebles, se requerirá el
consentimiento uxoris Z' , pero este consentimiento, aun voluntariamente prestado, no podrá suponer derogación de los
preceptos que son aplicábles a los bienes gananciales, ni fraude
al normal funcionamiento de la comunidad. Entonces, estos
bienes, saldrían de la masa común para, integrados en el
patrimonio familiar, adquirir, según la disposición legal citada,
la cualidad de bienes privativos del solicitante, rompiendose así
la aplicacíón de las normas sobre gananciales que mantendrían
el carácter común, o permitirían únicamente la segregación de
la comunidad mediante una contraprestación equivalente
(principio de la subrogación real, a sensu contrario del art.
1396 - 3° Cc.) que mantuviera el valor del patrimonio
ganancial y los derechos de sus destinatarios. •
No parece tan sencilla la solución de este problema,
diciendo como estima SAPENA22 , que en la constitución de
un patrimonio familiar a nombre de un solo cónyuge, cuando
se aportan bienes anteriormente adquiridos con el carácter de
comunes, se precisa el consentimiento de ambos, pues los
efectos van a ser muy diferentes a los producidos por otros
actos de disposición de inmueble ganancial, con el consentimiento de marido y mujer. La inscripción de este acto
dispositivo, según el art. 96 RH. se regiría por las normas sobre
bienes gananciales y así habría de inscribirse la adquisición,
efectuada en contrapartida, a nombre de ambos cónyuges y
54
para la sociedad conyugal, como dispone el art. 95 - 1° RH.,
precepto que choca con lo dispuesto en la regulación del
patrimonio familiar, según la cual las inscripciones sólo
podrán hacerse a nombre del titular del patrimonio, como
bienes pertenecientes a la unidad económica formada por el
mismo (art. 36 - 3° LRDA.). Para tratar de obviar esta
situación, A. LUNA SERRANO, con referencia a la legalidad
anterior ( art. 4° de la Ley de 15 de julio de 1952 y los
números 4,5 y 7 de la OM. de 27 de^marzo de 1953), que ha
quedado inalterada (art. 3b - 3° LRDA), no excluye la
posibilidad de que sobre los bienes aportados exista una
ootitularidad23 , pero en todo caso, habida cuenta de la
indivisibilidad del patrimonio familiar, incluso más allá de la
disolución de la sociedad conyugal, y su consideración de
patrimonio separado y autónomo hace, en la práctica, un poco
utópica esta situación. Por eso, nos parece legalmente imposible que pueda prevalecer, conforme a las normas del Derecho
de colonización, ya que en caso contrario, dada la trascendencia del desplazamiento patrimonial operado, de no
existir la contraprestación equivalente, estaríamos ante un acto
de liberalidad en favor del marido titular del patrimonio
familiar, prohibido por la norma del art. 1334 Cc.
4.
Constitución con base en bienes pr^., ios
No plantearía problema alguno que la explotación agraria, o el patrimonio familiar, fueran constituídos en base a los
bienes privativos de uno solo de los cónyuges, si éste fuese, en
el easo del patrimonio familiar, el titular del mismo. En la
práctica no serán frecuentes estos supuestos, pero su posibilidad jurídica es evidente; también podrían tener lugar
situaciones más complejas si se hacen aportaciones con bienes
prívatívos de ambos cbnyuges, para constituir explotaciones o
patrimonios familiares. Pero existe una dificultád y es que la
lógica de los patrimonios privativos es contraria a su aportacibn para integrar un patrimonio separado que va a seguir en
lo sucesivo una suerte distinta de la que corresponderá a los
bienes, quedando para siempre vinculado en favor de la
55
familia, como sucedería en el caso de patrimonio familiar.
Unicamente esto es imaginable cuando una situación de
apremiante necesidad no deja opción a otra solución diferente
y, entonces, o estas situaciones son puramente marginales, o
resuelven ind ^ectamente de forma encubierta un problema
laboral, o todas ellas, en fín, se plantean en el marco de una
agricultura de subsistencia.
De todos modos, si se trata de bienes privativos de los dos
cónyuges, o que se constituyan con bienes de uno para integrar
el patrimonio familiar del que otro va a ser titular, nos
encontraríamos con alteraciones en la situación de los bienes
que son contrarias a las normas fundamentales que rijen la
economía familiar (prohibición de donaciones entre cónyuges,
de constitución dc sociedad universal de bienes y hasta de la
compraventa y de otros actos jurídicos equivalentes, cuando
no rija la separación absoluta de bienes).
Esto, por lo que se refiere a los patrimonios familiares; en
cuanto a las explotaciones familiares, constituídas sobre tierras
adjudicadas en propiedad por el Instituto Nacional de Colonización y, actualmente, por el Instituto Nacional de Reforma y
Desarrollo agrario, no existe ninguna dificultad para constituir
o integrar estas explotaciones con bienes privativos de uno 0
de los dos cónyuges, ya que los bienes, en cuanto tales,
seguirán su régimen originario al que se superpondrá el específico, en su caso (en cuanto a la necesidad de la autorización del
Instituto para determinados actos) de las explotaciones familiares así formadas, de acuerdo con lo dispuesto en los art. 34
y 35 LRDA., y, especialmente, por las repercusiones que
pueden presentarse a la hora de su liquidación, derivadas de su
eventual carácter indivisible (art. 35 - 2° ), o de su adjudicación
a uno sólo de los legitimarios (art. 35 - 3° y 4°), pudiendo
detraer el cónyuge que hubiese hecho la aportación de sus
bienes privativos, o sus herederos, la extimación de su valor,
aunque nada diga el art. 35 LRDA., por ser de estricta justicia,
pudiendo quedar afectos los bienes de la explatación al pago
de éstas cantidades, en los mísmos términos que se establece en
el art. 35 - 5°, donde han de considerarse implícitamente
comprendidas.
Hasta ahora, pretendemos contemplar preferentemente
1as situaciones en que se constituye una explotación agraria
56
fuera del ámbito estricto del Derecho de colonización; nos
estamos refiriendo a él porque señala situaciones límite, como
si se tratara de la frontera misma de toda esta temática, ya que
fuera de este ámbito, no existe en el Derecho común norma
alguna que pueda aplicarse de forma específica a las explotaciones familiares y que sea distinta de las que ya hemos
estudiado en el capítulo anterior, o de las que se refieran a su
régimen sucesorio, o como antecedente inmediato las que
establecen los criterios de liquidacíón y disolución de la
sociedad conyugal; por lo que atañe al régimen económico
matrimonial, la constitución de una explotación agrícola como
exptotación familiar, fuera el ámbito específico del Derecho de
colonización, no supone modificación alguna de la disciplina de
aquel ré$ímen, ya que las cuestiones de titularidad, en
esta materia (como revelan los propios arts. 95 y 96 RH.) son
accesorias, ya que no pueden modificar la susceptibilidad de
endeudamiento y responsabilidad a que se hallan sujetos los
bienes, según su calificación jurídica (parafernales, dotales,
gananciales, privativos del marido) y conforme a las respectivas
esferas de actuación de los cónyuges dentro del matrimonio.
Por tanto, la regulación del régimen económico-matrimonial
nada tiene que ver con el favorable establecímíento 0
constitución de la explotación, en sentido estricto, ni tampoeo
con su evolución posterior, porque volviendo a la terminología
utilizada en el capítulo anterior, poco puede añadir al aspecto
estático de Ia disciplina jurídica de la explotación y tampoco
añade nada al aspecto dinámico, salvo las derivaciones que
entran en el campo de su mantenimiento cuando llega la
disolución de la sociedad conyugal, que sólo pueden hacerse
efectivas en el campo del Derecho de colonización, o mediante
la voluntad de las partes; posibilidad que habría que potenciar
al máximo, que es de la cuestión de que vamos a ocuparnos,
seguidamente, haciéndolo más adelante de otro tema que
trataremos después, en relación con el régimen económico
matrimonial, pero referido al carácter que inforrna su sistema y
que puede influir, notablemente y en algún sentido, como
verernos, en la dinámica de la explotación agrícola.
Pero antes vamos a dedicar algunas reflexiones a la
liquidación de la sociedad de gananciales, especialmente en
.relación con las explotaciones agrícolas, en general y, en
57
particular, con las explotaciones familiares y los patrimonios
familiares del Derecho de colonización.
5.
La liquidación de la sociedad de gananciales y la suerte de
la explotación agrícola
Según las normas de nuestro Código civil, la muerte de
uno de los cónyuges, contraído el matrimonio bajo el régimen
de la sociedad legal de gananciales, produce ipso iure la
disolución de la comunidad (art. 1417 - 1° Cc.), procediendo
entonces la liquidación de la misma que, si bien formará parte
de las operaciones particionales, no puede confundirse con
e11as24.
El problema se nos plantea cuando exista una explotación
familiar, en la que se comprendan bienes del cónyuge
premuerto, pero también bienes comunes e, incluso, otros,
pertenecientes al cónyuge supérstite.
No existe, sin embargo, problema cuando en el acervo
familiar la explotación no sea más que una parte, ya que, en el
exceso será posible encontrar la base para la recomposición de
los diversos patrimonios que integran aquél, pero si no es así la
única vía posible es la composición en metálico quedando
afectos los bienes de la explotación a la satisfación de las
cantidades correspondientes, en su caso, por extensión de lo
dispuesto en el art. 35 - 5° LRDA.
Pero como las normas de liquidación son previas de las
normas de partición, cabe también combinar unas con otras;
así el titular podrá usar de la facultad que le concede el art.
1056 - 2° Cc. ZS , pero esta disposición testamentaria se halla
limitada a sus bienes propios y a la mitad de sus gananciales, de
acuerdo con el art. 1414 Cc.^ ; pero sin embargo las
posibilidades de áquel precepto pueden ampliarse, en la
práctica, mediante el mutuo acuerdo de ambos cónyuges, por
medio de disposiciones testamentarías que sin ser conjuntivas,
sirvan para dar un destino común a los bienes 27 , o bien
completando la disposición particional testamentaria, mediante actos "inter vivos" 28 . Medidas que no solamente sirven para
58
facilitar la liquidación de la explotación familiar, de los art. 34
y 35 de la LRDA., sino para mantener la unidad de la
rxplotación agrícola, en general. Otro instrumento puede estar
constituído por los pactos sucesorios, en la medida en que son
admitidos por los Derechos forales y por el propio Derecho
común, como veremos en su momento.
Dentro del régimen económico matrimonial, existen
también otras instituciones que favorecen la continuidad de la
explotación, como es la comunidad continuada 29 , o que
pueden facilitar esa continuidad simplificando las operaciones
particionales, mucho más allá que en el supuesto anterior,
como es el caso de la renuncia a los gananciales ( art. 1394
Cc.)'°, o la renuncia a la sociedad de gananciales, por la mujer
o sus herederos (art. 1364 Cc.)" , en combinación o no con la
partición del testador ( art. 1056-1°), o con la partición del
padre ( art. 1056-2° Cc.)", con lo que el marido podría
realizar la partición de los bienes gananciales aunque sus
efectos habrían de posponerse hasta la disolución (renuncia
declarativa)" , se eludirían así muchas de las dificultades que
se derivan del régimen económico-matrimonial en relación con
la conservación de la explotación agrícola, en general, y se
suavizaría el contraste entr^ las normas del Código civil y las
especiales del Derecho agrario"
Estos criterios, en general, no pueden aplicarse en materia
de patrimonios familiares, pues cuando se halla integrado éste
en parte por bienes gananciales se produce una contradicción
legal difícil de resolver. No puede hablarse de aplicación de
tales criterios porque el patrimonio familiar constituye un
patrimonio autónomo y separado, que en sí mismo es como un
"régimen económico matrimonial" específico, lo que, aunque
no es rigurosamente cierto, a la hora de la liquidación funciona
como si lo fuera, ya que resulta indivisible (art. 36 y
concretamente art. 41 LRDA.). Su tratamiento a efectos de la
indivisibilidad es paralelo al de la dote a efectos de su
restitución (arts. 1365 y ss.Cc.). Otra cosa podemos decir,
cuando en la familia existen bienes independientes del patrimonio familiar (supuesto que contempla, a sensu contrario, el
art. 42 LRDA.) o cuando tiene lugar, excepcionalmente, su
desintegración (art. 42-2°, en relación con el art. 39 LRDA.).
59
6.
Innovaciones que podrían introducirse fácilmente en el
sistema: la modificación del régirnen económico matrimo nial
Las dificultades que hemos visto se presentan como
consecuencia de la contradicción entre las normas del Código
civil y las de la legislación agraria, al basarse en principios
distintos3S, podrían obviarse fácilmente acudiendo a diversas
soluciones 36 . Bien tratando de adaptar el sistema establecido
para el régimen económico-matrimonial con 1a finalidad de
favorecer la unidad de la explotación agrícola37, bien rectificando áquellas dificultades mediante la incorporación al
propio sistema de las instituciones que sirven mejor al
cumplimiento de tales fines. De ambas soluciones, dado el
grado de incidencia, que no es tan grande como parece, del
régimen económico matrimonial en la vida de la explotación
agrícola es preferible la prime ra, porque siempre de este modo la
reforma será más profunda y más coherente con las
exigencias de la lógica de un sistema; el hacerlo de otro modo
podría suponer la incorporación al sistema vigente de instituciones que como cuerpos extraños difícilmente podrían
encajar en el marco general. Por otra parte, no hay obstáculo
en admitir una cierta esfera de Derecho especial (o de ius
proprium si se prefiere) en algunas materias, como serían las
muy reducidas del Derecho de colonización, las relativas a
explotaciones familiares y patrimonios familiares; pero además, en caso de contradicción, a falta de otras soluciones
posibles, siempre se podría acudir al principio interpretativo
specialis generalibus derogat.
Dentro, pues, del marco de las adaptaciones del sistema
nos encontramos en primer lugar con el carácter rígido de las
capitulaciones matrimoniales del Código civil, lo que se
manifiesta en un triple sentido: han de otorgarse antes del
matrimonio (art. 1315 y 1316 Cc.), no pueden alterarse en el
transcurso del mismo (art. 1315 y 1320 Cc.), y se refieren
solamente a las "condiciones de la sociedad conyugal", como
expresa tajantemente el art. 1315's , con lo que se cierra la
posibilidad de que los cónyuges puedan otorgarla ^ en el
momento en que surge la oportunidad de proteger la explotación familiar por ellos creada; por otra parte, se hace
60
imposible, también, dictar en capitulaciones reglas para la
continuación del régimen disuelta la sociedad conuygal, como
sería el caso de la comu nidad continuada.
Pero antes de ocuparnos de lo que no se puede hacer,
vamos a fijarnos en alguna de las cosas que se pueden hacer de
lege lata. Así, por ejemplo, para el caso de aquellos que no
aportan al matrimonio bienes con los que constituir, desde el
primer mome nto, una explotación agrícola, podría ser interesante que pactaran en capitulaciones la sumisión al régimen de una
comunidad universul de bienes presentes y futuros39, que
por otra parte debería ser objeto, como régimen económico,
de una sucinta regulación legal, incorporada al Código civil,
para aproximar éste a los Derechos forales y para evitar las
dudas y dificultades que, naturalmente, habría de ofrecer. En
el Derecho foral la encontramos, no sólo como régimen
convencional, sino como legal presunto, en algunas comarcas
aragonesas y catalanas40 y en Vizcaya, bajo la forma de
"comunicación foral"41 , así como en los lugares en que rige el
Fuero de Baylío42 . Por otra parte, el propio Código al incluir
una sucinta regulación, sería interesante dispusiera, como lo
hace el BGB. que, en virtud de pacto,ciertos bienes quedaran al
margen de la masa patrimonial unitaria43 .
Ahora bien, el reconocimiento de la sociedad universal
como régimen económico-matrimonial, no resuelve más que
una parte de los problemas, el relativo a la formación de la
explotación, ya que a la disolución de la sociedad conyugal nos
encontraríamos con los mismos problemas que, anteriormente,
hemos venido señalando, a no ser que se admitiera la
comunidad o sociedad continuada, tema del que vamos a
ocuparnos después.
Pero volviendo al carácter rígfdo de las capitulaciones
matrimoniales, tenemos que dec ^ que, las tendencias de la
política legislativa deben orientarse a ampliar el campo propio
de las capitulaciones, no sólo en relación con la posibilidad de
continuación del régimen, después de disuelta la sociedad
conyugal, sino también a establecer con amplia libertad de
pacto no sólo la regulación y la elección del régimen
económico-familiar, sino también las conexiones de este
régimen con la sucesión "mortis causa", especialmente en
relación con los pactos sucesorios, cuyo campo ha quedado
61
muy reducide en el marco del Código civil (art. 1331, y 826 y
827). De este modo,. se acercará su función a la que cobran en
el Derecho foral, donde aparecen como la norma constitutiva
no sólo del matrimonio, sino de la familia misma44.
Pero más grave que esta limitación por razón de su
ámbito, es que sólo puedan otorgarse antes de la celebración
del matrimonio, con lo que la rigidez de las capitulaciones, por
disposición del art. 1315-2° Cc. se comunica al propio régimen
económico matrimonial legal de la sociedad de ganancialesas,
cuando no se han otorgado capitulaciones, o habiéndolas
otorgado, ya que una vez celebrado el matrimonió no pueden
alterarse (art. 1320 Cc.)46. Esta rigidez hace que los cónyuges
no puedan tener la posibilidad de adaptarse a los cambios
patrimoniales sobrevenidos a lo largo de su vida en común,
cuando las razones para mantener un régimen uniforme a lo
largo de toda ella, basadas en la seguridad de tráfico son,
fácilmente superables, por medio de una cierta publicidad,
además que la mutacióñ de régimen o de capitulaciones, puede
establecerse, en cierto modo, de forma condicionada, supeditada a ciertas circunstancias, como podría ser la creación de una
explotación agrícola, o el cambio de actividad y de residencia,
como consecuencia del trasvase de la mano de obra de la
agricultura a la industria, o del mismo fenómeno de la
emigración, tan frecuente por desgracia en nuestra realidad
social presente. En cambio el Derecho foral, como es sabido
mantiene, en esta ma teria, un sistema más flexible °', vinculando, por otra parte, la posibilidad de modi0car Ias capitulaciones al otorgamiento de pactos familiares y sucesoriosaa
Habría por ello que volver a replantear el sistema del
Código civil en este punto, haciendo posible la modificación
del régimen económico matrimonial constante matrimonio, ya
que de lege lata, a lo único a que puede llegarse es a la
modificación del régimen económico matrimonial, mediante la
renuncia a la sociedad de gananciales por la mujer o sus
herederos, efectuada al momento de la disolución de la
sociedad conyugal (art. 1394 Cc.) pero con alcance retroactivo, ya que, en este caso, se considera que el matrimonio se ha
constituído bajo el régimen dotal (art. 1364 Cc)49. Esta
institución ha quedado como una supervívencia del Dereeho
anterior al Código civil (Ley 60 de las de Toro), aunque
62
adaptada a las exigencias del sistema (art. 1394, en telación
con los arts. 1320 y 1315-2° ) ; sin embargo, en el antiguo
Derecho, éste era un medio de conseguir bajo el imperio del
régimen legal de la comunidad de gananciales una posible
modificación que podría servir perfectamente a las necesidades
de la conservación de la explotación agrícola, actuando no sólo
en el momento de la disolución, sino constante matrimonio, ya
que la mayor parte de la doctrina antigua se inclinaba a admitir
la posibilidad de !a renuncia en cualquier momento . Como
vemos, en este punto, como en tantos otros, en materia de
Derecho sucesorio, el Derecho castellano antiguo no difiere
gran cosa del Derecho foral; ha sido el Código civil el que al
incorporar el espíritu de la época ha establecido, entre uno y
otro, las actuales diferencias.
Pero, con independencia de esto, debería establecerse la
posibilidad, en términos generales, de modificar el régimen
económico matrimonial, ya que éste criterio prevalece, también, en el Derecho comparado. Nos fijamos para ello,
especialmente, en el Derecho francés, por las íntimas semejanzas, en ésta materia, con el Derecho castellano antiguo y,
porque, en ambos sisternas jurídicos éste se basa (como
régimen legal), en la comunídad de adquisiciones, comunidad
que, en Francia, lo mismo que en Castilla, ha ido adquiriendo
una cierta rigidez en su evolución que llegó a acentuarse, aún
más, con motivo de la codificacións^, donde ha tenido lugar,
recientemente, una interesante reforma debida a la Ley de 13
en julio de 1965. En eila, aparte de modificar la extensión
de la comunidad, anteriormente de "muebles y adquisiciones"
(como en el Derecho aragonés) y dejarla reducida a una
comunidad sólo sobre las adquisiciones (lo mismo que en el
régimen de la comunidad de gananciales)52, se permite la
modificación o cambio del régimen matrimonial después de
celebrado el matrimonio, conforme a ciertas condiciones, que
pueden ser tenidas en cuenta por el legislador español. No se
limita el número de veces de !os cambios, bastando para ello
que ambos cónyuges estén de acuerdo, siempre que hayan
vivido al rnenos dos años ^untos sometidos al régimen que
quieren cambiar. Sin embargo, el cambio debe de ser justificado por el interés de la familia, que sea documentado
nuevamente y homologado ante el Juzgado de Primera
Instancia, cobrando eficacia para los terceros tres meses
después de la anotación de la resolución judicial al margen del
acta de matrimonio en el Regístro Civils'
7.
La comu nidad continuada y otros recursos del Derecho
Foral. Derecho Comparado
Como ya hemos visto, uno de los problemas que plantea
la sociedad de gananciales, en relación con la conservación de
la unidad de la explotación, es que al disolverse el matrimonio
concluye la sociedad (art. 1417-1 °), aun en contra de la propia
voluntad de los interesados con lo que, de esta forma, queda
ocluída toda posibilidad de continuación de la misma; lo que
no puede tampoco solucionarse mediante una estipulación en
capitulaciones, ya que esta cuestión queda fuera del ámbito
previsto por el art. 1315, que se refiere solamente a las
condiciones de la sociedad conyugal, como antes hemos
indicado. La única forma de obviat esta dificultad, de lege lata,
es que los herederos constituyan con el cónyuge supérstite una
sociedad conforme a las reglas de este contrato, pero ya no
podría hablarse de una comunidad continuada, sino de una
situación de indivisión que sigue a la comunidad y que ya no
está regida por las normas de ésta, sino por las reglas de la
sociedad o las convenidas por las partesS4, salvo en algunas
materias indisponibles por impedirlo normas de derecho
necesarioss y siempre que no haya fraude de acreedores (arg.
ex arts. 1394, 1418 y 1423 Cc.).
En cambio, en el Derecho foral el establecimiento del
régimen económico matrimonial se halla más vinculado al
arraigo de la familia a la casa (caserío o masía) y por ello
muchas de sus normas e instituciones pueden contribuir al
mantenimiento de la unidad de la explotación agrícola de base
familiars`; sin embargo, muchas de ellas, basadas en una
realidad singularfsimas' no son susceptibles de extensión o de
trasplante, pues chocarfan, a veces, con una conciencia
jurfdica totalmente extrat^a. Por otra parte, muchas de estas
instituciones, afectadas por numerosos defectos (como puede
ser la troncalidad, o el consorcio foral) que responden a una
vordadera estructura arcaica de la familia, no sirven para
64
responder a las exigencias modernas de la agricultura. La
pobreza rural de la mayor parte de Galicia existe a pesar de las
instituciones que en el Derecho consuetudinario o foral
protegen la casa, to mismo que la despoblación de la mayor
parte de la montaña de Navarra; y si en Vizcaya y en Cataluña
se mantiene floreciente la propiedad familiar, no es tanto por
el Derecho foral, como por la industrialización, fenómeno que
también puede encontrarse en algunas comarcas de Asturias,
en Guipúzcoa o en Levante, bajo el régimen del Derecho
común. Lo mismo sucede, por otras razones, paralelamente, en
zonas pobres que siempre han estado despobladas como
Aragón, o en algunas regiones montañosas de Castilla la Vieja y
de León, en un sitio con Derecho foral y, en otro, sin él, pero
donde la tradición de los mayorazgos ha pervivido, aún
después de la publicación del Código civil.
De todos modos, dejando a un lado el carácter arcaico del
Derecho foral que, en ocasiones, además, no responde más que
a las exigencias de una agricultura de subsistencia, vamos a
ocuparnos aquí de una intitución que, como la comunidad
continuada de Derecho aragonés, puede tener algún interés en
relación con el tema que nos ocupa. Conocida ya por los
Fueros y Observancias del Reino de Aragón, la subsistencia del
nexo familiar a través de la continuidad de la comunidad más
allá de la disolución de la sociedad conyugalsa, ha sido acogida
en la Compilación vigente59, aludiendo a la necesidad de lograr
una permanencia de la organización económica "a través de
una ordenación que tienda a robustecer el principio de unidad
y de continuidad de la familia" (Exp. de Mot.1 y disponiendo
en su art. 6fl que: "Continuará entre el sobreviviente y los
herederos del premuerto la comunidad existente al fallecimiento de uno de los cónyuge^ , siempre que los principales ingresos
de la sociedad conyugal provengan de explotaciones agrícolas,
ganaderas, industriales y mercantiles: 1.° Obligatoriamente, si
se hubiera pactado en capítulos o dispuesto en testamento
mancomunado por ambos cbnyuges. 2.° Potestativamente, si
aún sin pacto o disposición hubiese quedado descendencia del
matrimonio... 60". Lo verdaderamente interesante de este precepto es que haga depender la continuación de la comunidad
continuada de que los principales ingresos de la sociedad
conyugal provengan de explotaciones agrícolas, ganaderas, etc.
65
No basta la existencia de un patrimonio productivo, sino que
este patrimonio sea debido a una actividad común, en cuyo
supuesto la comunidad surge, bien automáticamente y sin otro
requisito, si la continuación se pactó en capitulos matrimoniales o se dispuso en testamento mancomunado, bien por
voluntad de los partícipes o a falta de manifestación en
contrario si del matrimonio hubieran quedado descendientes.
En tal situación ingresan en el patrimonio común (art. 63) los
frutos y rendimientos de la explotación de los bíenes comunes
y los procedentes de los bienes privativos, así como las
ganancias de cualquier clase obtenidas por ellos, pero no serán
comunes los beneficios y ganancias obtenidos por los partícipes con independencia de los bienes y negocios de la masa
común. El administrador de esta comunidad continuada
seguirá siendo el cónyuge supétstite (art. 65) requiriendo para
los actos de disposición sobre bienes comunes a título oneroso
el acuerdo de la totalidad de los partícipes con determinadas
excepciones (art. 67).
De forma mucho más genérica encontramos en la
Compilacic,n de Vizcaya la misma preocupación por la
conservación del patrimonio familiar 61 y la misma situación de
comunidad continuada incardinada en el régimen de comunicación foral de bienes. Su art. 47 establece que cuando el
matrimonio se disuelva con hijos, la comunicación foral
continuará entre el cbnyuge viudo y los hijos o descendientes
que sean sucesores del premuerto, hasta la división y adjudicación de los bienes comunicados.
^
Esta comunidad continuada se encuentra también en el
Campo de Tarragona, unida a una especie de comunidad de
ganancías, denominada asoeiación a compras y mejo; as (art. 54
se la Compilación de Cataluña), siendo regla consuetudinaria que cuando forman parte de ella los consortes y sus padres,
premuertos el marido, si hay hijos y la viuda de aquél sigue
morando con los padres de éste, continúa la sociedad, salvo
pacto en contrario, correspondiendo a los hijos y herederos del
difunto la parte a que éste tendría derecho si viviera.
Los mismos ejemplos de continuación de la comunidad
encontramos en el Derecho comparado (Dinamarca, Noruega,
Países Bajos, Suiza y Alemania). En Alemania la encontramos
regulada en los parágrafos 14$3 a 1493 BGB:, teniendo
66
también como fin el mantener el patrimonio indiviso el mayor
tiempo posible, en interés de la familia°^. EI & 1483 dispone
yue, si a la mucrte de un cónyuge existen descendientes
camunes, la eomunidad de bienes se continuará entre el
cónyuge supérstite y los descendientes que estén llamados
como herederos en caso de sucesión legí tima. Esta comunidad
continuada es comunidad general de bienes para el cónyuge
supérstiteb', pero es comunidad residual para los descendientes, ya que se excluyen de la masa común el patrimonio propio
del descendiente al entrar a regir la comunidad continuada, lo
que le sea adjudicado del caudal del difunto de su patrimonio
especial o reservado (pues la parte del premuerto en la
comunidad se encuentra excluída del activo de la sucesión), lo
que adquiera posteriormente. Esta comunidad puede ser
excluída por contrato de matrimonio (& 1506), o bien por
testamento en los casos en que puede hacerse (&& 1 S09 y
2335 BGB) y el supérstite, pero no los descendientes, pueden
rehusarla. Pero la entrada en vigor de la comunidad continuada
no significa sucesión hereditaria en el patrimonio del premueF
to. La participación de éste en el patrimonio común no forma
parte del caudal relicto, en modo absoluto, que se compone
sólo de su patrimonio especial y de sus bienes reservados. La
continuación de la comunidad significa, en el Derecho alemán,
la subsistencia de la "mano común" conyugal con un simple
cambio en las personas de los interesados que, dependiendo de
quién sea el cónyuge premuerto, asumen la posición jurídica
de1 marido o de la mujer en la sociedad conyugal continuada
(&& 1487, 1489, I495 y 1498 BGB). Se puede dejar de ser
partícipe en esa comunidad por muerte o por renuncia
unilateral o contractualmente. En este último caso, se paga al
renunciante una compensación sobre los bienes comunes (así
en el caso en que un descendiente funde su propia casa).
Estructurada así la comunidad continuada, se distingue,
claramente, el juego de distintos patrimonios (& 1585 BGB): el
patrimonío común de la comunídad continuada, formado por
el patrimonio conyugal común; el que el supérstite adquiere
sobre el caudal relicto del premuerto; el que adquíere durante
esa comunidad continuada en tanto en tanto no sea patrimonio especial o reserva, y los provechos y subrogaciones de los
anteriores. Pero al lado de ese patrimonio común, habrá un
67
patrimonio reservado del sobreviviente, formado por el patrimonio reservado que tenía durante el matrimonio y lo recibido
después a título gratuíto con cláusula reservada (&1486-1), un
patrimonio especial del supérstite (& 1486-2), formado por
bienes no transmisibles por negocio jurídico y, por último, el
patrimonio dc los descendientes partícipes que no corresponda
al patrimonio común (& 1485-2 BGB).
Por otra parte, cada cónyuge, para el caso de que con su
muerte se produzca esta comunidad continuada, puede disponer que un descendiente partícipe tenga el derecho de asumir
en la división el patrimonio común (,f^iducia sucesvria). Así el
cónyuge premuerto puede conferir por testamento otros
derechos más amplios a algún descendiente, si bien se establece
como requisito imprescindible el contar, para ello, con el
asentimiento del otro cónyuge (&& 1515 y I516 BGB.), que
es a lo mismo que se llega en nuestro llerecho foral, por medio
del testamento mancomunado o de hermandad y por otras
instituciones afines que, en el Derecho castellano, también
existían antes del Código civil. De esta manera la continuidad
de la explotación y el mantenimiento de su unidad puede
proyectarse más allá de la comunidad continuada y para
después de la muerte del cónyuge supérstite.
Con ligeras variedades existe también esta institución de
la comunidad continuada en el Derecho suizo (arts. 229 a 236
ZGB). Un estado de indivisión se prevé, también, en el art. 336
ZGB., norma contenida en materia de "biens de famille". Esta
indivisión convenida a térmíno o por tiempo indefinido,
podría llamarse "indivision de famille" para caracterizarla de
forma más precisa, ya que sólo se da entre los miembros de la
misma o parientes y referida a los bienes familiares_ Convencionalmente la explotación de la indivisión y su representación
puede atribuirse a un solo individuo (art. 347), pero éste habrá
de pagar a los restantes, anualmente, una parte de los
beneficios obtenidosó4.
También tendríamos que ocuparnos aquí del usufructo
vidual universal en favor del cónyuge supérstite que aparece en
los Derechos forales ya que, según la doctrina, es más bien una
institución familiar que sucesoria, pero si tenemos en cuenta
que su extensión (como universal) no siempre es necesaria y a
veces dificulta notablemente la buena armonización de los
68
intereses de la familia y, por otra parte, que únicamente tiene
sentido como "usufructo de regencta", cuyo papel más
importante se halla fntimamente relacionado con otras
facultades que hallan su fundamento en la ^ducia sucesoria,
por eso vamos a ocuparnos de ello al tratar propiamente de
estas cuestiones.
NOTAS AL CAPITULO Q
Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios, cit., 26 y ss.
(3)
Así nos encontramos con el "Homstead ", en los Estados Unidos de
Norteamérica, con el `Anerbenrecht" y el "Erbhof', en Alemania
(patrimonios familiares vinculados e indivisibles, inalienables y
vinculados a un heredero único designado por ley o por el
causante). En Suiza, el ZGB, instituye también los "asiles de
famille" (art. 349), en un capítulo dedicado a los "biens de
famille" (como un fundo con destino agrícola o industrial y la casa
habitación y sus dependencias, con el límite de no exceder de lo
necesario para el ordinario mantenímiento de la familia y con las
mismas características en cuanto a su vinculación). En Francia una
Ley que se remonta al 12 de julio de 1909 cna el "bien de famille
insaisissable ", que fué modificado por Ley de 13 de febrero de
1937, de voluntaria constitución en capitulaciones o en testamento
y con las mismas características de irrenunciable e inembargable y
que puede subsistir después de la muerte de su titular en favor de la
familia. Aunque, en este sentido, son mucho más interesantes 1as
refomtas del Code civil, en 1938, 1943 y 1961, de gran repercusión
en materia de régimen económico-matrimonial, lo mismo que la
posterior de 1965, a las que más adelante aludiremos y especialmente en materia sucesoria. En Italia, el Código civil de 1942,
introduce el patrimonio famíliar como uno de los regímenes
económico-matrimoniales que pueden elegir las partes, con la
peculiaridad de que puede constituirse durante el matrimonio,
siendo de destacar tambíén en el Derecho regional la institución del
maso chiuso, regulado por la Ley de 29 de rnarzo de 1954,
modificada en 2 de septiembre del mismo año y por la Ley de 25 de
diciembre de 1959.
A esta tendencia pertenece, aunque con una perapectiva más
amplia, el trabajo de CASTAN TOBEÑAS, Famitia y Propiedad,
Madrid, 1956.
70
Lo que actuaLnente aparece recogido en el art. 173 LRDA.
Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios, cit., 118 y ss.
Vid. arts. 21 y ss. LRDA. La idea de la comunidad patrimonial de
la familia, de abolengo germánico, se encuentra en el Derecho
at alto medieval, traducida al condominio familiar que en esa época
correspondía a los bienes del grupo: GARCIA DE VALDEAVELLANO, I,a comunidad patrimonial de la familia en e! Derecho
español medieval Salamanca, 1956, 35. Lo que modernamente se
aplica a la explotacíón, apareciendo así la familia como grupo 0
comunidad explotadora destinataria, por otra parte, de sus beneficios: F. DE CASTROS. EI Derecho agrario en España, en ADC, 7
(1954), 394.
(7) Arts. 36 y ss. LRDA.
(8) Arts. 21-1 c) y 24 LRDA.
(9) En los nueve artículos de esta Ley no se contiene ninguna norma
no
que no sea de esta naturaleza, la denominación, pues,
corresponde al contenido de la regulación que se establece.
(10) No obstante también nos referíremos a las explotaciones familiares
en el sentido de los arts. 34 y 35 de la LRDA.
(l 1) Se trata de los arts. 167 a 176 Cc. it. 1942. En esta regulación el
patrimonio familiat aparece como un régimen económico-matrimoniai que puede elegirse por los cónyuges en capítulacíones, es
inalienable y sus frutos se destinan a los gastos de la familia, siendo
posible su constitución durante el matrimonio por uno de los
cónyuges, por ambos, o por un tercero.
(12) Vid. LACRUZ-SANCHO, Derecho de familia (El matrimonio y su
economiaJ, Barcelona, 1963, 615 y ss. y Derecho de familia,
Barcelona, 1966, 261 y ss.
(13) Cfr. "Después de celebrado el matrimonio no se podrán alterar las
capitulaciones otorgadas, ya se trate de bienes presentes, ya de
bienes futuros".
(14) Un estudio estadístíco de esta materia nos pone de relieve que la
práctica de las capitulaciones en las regiones sujetas al Derecho
foral es muy escasa.
(15) Art. 25 LRDA.
(16) Problema semejante se plantearía sí la esplotación agrícola estuviese formada por bienes atribuídos por el Instituto, si la atribución se
realizase con la obligación del beneficio de satisfacer el valor de los
bienes entregados y si esta obligación se cumple a eosta del
patrimonio ganancial. Es indudable que, en virtud del art. 1401-1 °
(4)
(5)
(6)
71
Cc., por subrogación, los bienes entrarían a formar parte de dicho
patrimonio.
'
(17) Cfr. arts. 28 y 31 LRDA.
(18) A. LUNA SERRANO,E/ patrimonio famillar, cit., 72.
(19) Puede así como tal venderse, transmitirse como objeto unitario de
relación sucesoria. Arts. 36-2 y 39-2 LRDA.
(20) El art. 36-1 LRDA, plantea la posibilídad del patrimonio familiar
con los "lotes que el Instituto adjudique con carácter definitivo,
bien por sí solos o en unión de los bienes que los adjudicatarios
aporten... siempre que lo soliciten sus titulares".
(21) Esta aportación supondría un verdadero acto de disposición, pues
los bíenes salen de la comunidad de gananciales para ser atribuídos
con titularidad única al marido, titular del patrimonio familiar.
En
torno a la Ley de patrimonio familiar, en RDP, 1953, 703 y ss.
(22)
(23) Op. cit., 83 nota 13.
(24) Así en la Sentencia de 2 de febrero de 1960 (considerando 2°).
(25) J.L. DE LOS MOZOS, La partición de herencia por el propio
tesrador, en RDN, 27 (1960); ALBALADEJO, Dos aspectos de la
partición de herencia por el testador, en ADC., 1(1948), 922 y
JORDANO BAREA. Dictamen sobre la partición contenida en
testamento, en ADC, 6(1952), 233 y ss. y Abuso de la facultad
prevista en el párrafo segundo del art. 1056 Cc. en ADC. 17
(1964), 233 y ss. GONZALEZ ENRIQUEZ. Naturaleza y eficacia
de la participación por el testador en actos inter vivos, en RDP.
1954, 949, y, aparte, referencias en Tratados y obras generales.
generales.
(26) Cfr.- "El marido no podrá disponer por testamento sino de su
mitad de gananciales".
(27) J.L. DE LO5 MOZOS, Op. cit., en RDN,27 (1960), 214; FOSAR
BENLLOCH, La explotación agrícola y el párrafo 2° del art_ 1056,
en ADC, 16 (1963), 388 y ss.
(28) LACRUZ-SANCHO, Derecho de Sucesíones (Parte GeneralJ, Barcelona, 1961, 486. En sentido parecído, J.L. DE LOS MOZO5, Op.
cit. , en RDN, 27 (1960), 214 y ss.
(29) A la que más adelante, al final del presente capítulo, nos
referiremos, tanto en relación con el Derecho foral como con el
Derecho comparado.
(30) J.L. DE LOS MOZOS, La renuncia a la sociedad legal de
gananciales, en ADC, 13 (1960), 63 y ss.; BAS Y RIVAS, La
renuncia a tos efectos de la sociedad legal de gananciales, a la
72
propia socíedad y a sus consecuencias, en RDP, 1949, 844 y ss.;
ROCA SASTRE La comunidad de gananciales, destino de sus
bienes en caso de renuncia, en RCDI, 1930, 161 y ss. LEZON,
Efectos de la renuncia de gananciales por los herederos de uno de
los cónyuges, en RCDI, 1923 y CASTAN TOBEI^AS, Efectos de la
renuncia a los gananciales efectuada por uno de los cónyuges o sus
herederos, en RGLJ, 1929, 226 y ss.
(31) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960), 63 y ss.
(32) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit. , en ADC, 13 (1960), 145.
(33) No infringiendose así el contenido del art. 1394, pues nada cambia
ni se altera hasta la disolución del matrimonio y quedan a salvo los
intereses de los terceros.
(34) CASTAN TOBEAAS, Familia y propiedad, cit., 85 y ss.
(35) El choque entre ambas regulaciones es más grave cuando no se
enfrentan entre sí, simplemente, dos preceptos jurídicos, sino que
la colisibn es de fondo porque son distintos los principios en que se
sustentan (J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960),
145). También F. DE CASTRO, Op. cit., en ADC., (1954), 389,
aludiendo a la dualidad intrínseca del Derecho actual. Por eso, en
muchos casos, como he defendido en varias ocasiones, no se puede
hablar, al ocuparse del Derecho agrario, de una relación entre ius
commune y ius specialis, ya que no hay lugar a ello cuando las
normas del Derecho agrario se cienan a toda relación de éste tipo
(ius proprium).
(36) El problema afecta también a los Derechos forales, como se puso
de relieve en las Jornadas de Derecho foral, celebradas en Lérida y
Barcelona, en octubre de 1971.
(37) En éste sentido, la aguda distinción de ROCA SASTRE, La
necesidad de diferenciar lo rústico de lo urbano en el Derecho
sucesorio, en AAMN, I(1948), 338, entre familia troncal, rural o
estable y familia urbana, no troncal o temporal. El mantenímiento
de la unidad de la explotación agrícola se referiría al primer grupo.
Parecida es la distinción entre patrimonios dinámicos o de
producción y patrimonios estáticos o de ahono rentista que
propugna VALLET, Panorama del Derecho civil, Barcelona, 1963,
264 y ss. De modo que sólo a los primeros se aplicarían los sistemas
de continuidad, tanto desde el punto de vista económicomatrimonial, como sucesorio, con el fin de mantener viva la
explotación. Con todo estas ideas, debido a las profundas transfor-
73
(38)
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(44)
(45)
(46)
maciones que se han operado en la agricultura en los últimos
quince años resultan un poco rígidas.
De una forma o de otra, los cónyuges podrían pactar en
capitulaciones la constitución de una explotación o patrimonio
familiar como patrimonio separado. Si en los capítulos no se añade
otra cosa sobre el futuro régimen económico, esa explotación o
patrimonio habría de ccexistir con la comunidad de gananciales.
Pero es posible, también, que los futuros cónyuges traten de
adecuar a ella las normas por las que ha de regirse económicamente
su futuro matrirnonio, eligiendo para ello otro de los regímenes ai
amparo de esa relativa libertad de pacto de que hemos hablado.
Vid. sobre la comunidad universal las líneas. generales que trazan
PEREZ GONZALEZ y CASTAN, en su Notas al Derecho de
familia de KIPP y WOLFF, 2a ed., Barcelona, 1953, 432 y ss.;
también, LACRUZ, EI matrimonio y su economía, cit., 432 y ss.
Arts. 53-56 de la Compilación de Cataluña; 33-35 de la Compilación de Aragón.
Arts. 41 y ss. de la Compilación de Vizcaya y Alava.
Vid. CERRO SANCHEZ-HERRERA, Aportación al estudio del
Fuero de Baylío, Madrid, 1964.
Así lo estiman, también, PEREZ GONZALEZ y CASTAN, dbid.
NAGORE YARNOZ, Doctrina actual sobre las capitulaciones
matrimoniales en Derecho común y foral, en Estudios Castán, IV,
Pamplona, 1969, 509 y ss.
LALINDE, Capitulaciones y donaciones matrimoniales en e!
Derecho catalán, Barcelona, 1965, 30 y ss., según éste autor el
Código civil muestra en ésta materia su excesiva influencia
racionalista, viendo grandes peligros en la contratacibn entre
aquellas personas ligadas por vínculos matrimoniales que las
despojan de esa alteridad que parece exigirse en las partes
contratantes. No adoptandose esta postura en legislaciones como la
alemana, austríaca, sueca o inglesa, ni actualmente en las legislaciones románicas que la sostuvieron en principio, ni en nuestros
Derechos forales. Sin embargo, esta opinión ha de ser tomada con
toda cautela.
Sabidas son las dificultades que, tradicionalmente, la doctrina veía
para admitir la alteración de las capitulaciones. Dificultades que, en
cierto sentido, vienen superadas en el plano doctrinal y en el
legislativo. Así, en las mismas legislaciones forales se arbitran
medios para superar esos supuestos peligrosos a través de adecuadas
7a
garantías para los terceros. Vid. art. 142° de la Compilación de
Cataluña y art. 26 de la Compilación aragonesa.
(47) Art. 2ó de la Compilación de Aragón; ari. 7 en relación con los
9,13 y 14 de la Compilación de Cataluña. En Baleares no se
establece nada al respecto, pero al admitir los contratos onerosos
entre cónyuges, así comos los pactos sucesorios, no hay duda en
cuanto al criterio de libertad.
(48) Arts. 25 y 33 de la Compilación de Aragón; art. 8 de la
Compilación de Cataluña. Por otra parte, la sucesión contractual se
admite hoy en Cataluña, Aragón, Baleares, Navarra y Vizcaya.
(49) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960), 64 y ss.
(50) Ibid.
(51) J.L. DE LOS MOZOS,Ibid.
(52) No hay que olvidar la superioridad ética y dogmática de la
comunidad de gananciales, tal y como la regula nuestro Código
civil, a la que éstas modificaciones del Derecho francés pueden
venir a corregir de su rigidez, que deriva más que del régimen
mismo de su consideración como régimen legal en relación con la
imposibilidad de su alteración. También el legislador francés ha
acercado su regulación a la española (después de la Ley de 24 de
abril de 1958) estableciendo el consentimiento uxoris (art. 1413-1°
Cc. esp.).
(53) Aparte de las referencias en tratados generales, que aquí no son del
caso: R.MENASSEYRE, La protección des exploitations agricoles
par les contracts de mariage, les donations et testamensts. Rapport
au Coloque europée de Droit rural, Luxembourg, 1971.
(54) LACRUZ-SANCHO, Derecho de familia (El matrimonio, etc.), cit.
559. Podría pensarse también en la posibilidad de que durante el
matrimonio los cónyuges constituyesen una sociedad integrada por
los hijos como socios.
(55) Salvo las mortis causa capiones que prevé el art. 1427 Cc. y el
derecho de alimentos a favor de la viuda (art. 1430 Cc.) que tienen
este carácter.
(56) Por aquella vinculación de la família a la casa, VALLET, El espíritu
del Derecho foral y los problemas agrarios de hoy, en ADC, 18
(1965), 220; MARTINEZ SARRION, En torno a la familia foral,
en RDP., 1964, 385 y ss.
(57) Así, PEÑA BERNALDO DE QUIROS, Op. cit., en ADC., 12
{1959), 949.
(58) Sobre la evolución de la sociedad continuada en Aragón: LACRUZ,
7.5
El Derecho de familia en la nueva C'ompilación aragonesa AD(', 2U
(1967), 723 y ss.; que la razón de la continuación de la comunidad
sea la de la subsistencia del nexo familiar, lo pone de relieve el
hecho de que en el caso de nuevas nupcias, lo yue supone una
injerencia extraña en la familia, se disuelve aquélla. SAPENA,
Dinámica de los bienes en la sociedad conyugal ara^nnesa en RDP.,
1952, SOS.
(59) La Compilación ha perfeccionado el aspecto social de la comunidad
no referida únicamente a una masa inerte de bienes, a algo estático,
como era el resultado de la indivisión sin otorgamiento de
inventario. También ha deslindado los supuestos en los que es
obligatoria y voluntaria la continuación de la citada comunidad.
(60) Vid L. MARTIN-BALLESTERO;Introducción a la Compilación de
Derecho civil de Aragón, en ADC., 20 (1967), 609, insistiendo en
el carácter individualista del Código civil que no se ocupa apenas de
ia familia, a diferencia de lo que ocurre en Derecho aragonés. Del
mismo autor, La casa en el Derecho aragonés, Zaragoza, 1944.
(61) Su Exposición de Motivos, califica al Derecho foral vizcaíno de
verdadero "estatuto agrario", considerándolo una anticipación de
las novísimas tendencias de ordenación jurídica del agro español,
mediante la concentración patrimonial y familiar y a] servicio de
esa única preocupación.
(62) Surgida en la Edad Media como instrumento para conservar
indiviso el patrimonio de la casa hasta la desaparición de ambos
padres, se da hoy sobre todo en los Derechos territoriales del Norte
y Centro de Alemania (Westfalia, Pomerania, Schleseig-Holtein)
unido a la comunidad general de bienes: KIPP-WOLFF, Op. cit.
VI-2, Barcelona, 1953, 468.
(63) Esta es la contrapartida al hecho de que el cónyuge supérstite
pueda renunciar a la comunidad y los demás descendientes no. Por
eso no e^ciste en el ZGB (art. 230), pues su origen allí es
contractual.
(64) También en Italia se establece, aunque más bien como consecuencía de su régimen especial, la continuación del patrimonio familiar
hasta la mayoría de edad de los hijos (arts. 175, 176 y 716 Cc. it.).
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