CAPITULO II LA EXPLOTACION AGRICOLA EN RELACION CON EL REGIMEN ECONOMICO-MATRIMONIAL 1. La explotación agrícola familiar "como propiedad familiar" mediante el régimen económico-matrimonial Cuando comenzó a aparecer la crítica del Derecho individualista, desde la nueva perspectiva del "Derecho social", se dib en hablar y, muy especialmente en conexión con el naciente Derecho agrario, de la "propiedad familiar" como el paradigma de la protección a la familia campesina y, por ende, como uno de los temas favoritos del nuevo Derecho agrario' . Este fenómeno tuvo lugar, en toda Europa y en Norteámerica, a partir de los comienzos del presente siglo 2 y se desarrollb, extraordinariamente, en los años de entreguerras, dejando su huella en todas las legislaciones y, especialmente, en la nuestra, tardíamente, a partir de 1939, muy vinculado al Derecho de colonizacián, donde bien pronto aparece el patrimonio familiar inembargable (Ley de 15 de julio de 1952) y al Derecho de los arrendamientos rústicos, especialmente a partir de la Ley de 23 de julio de 1942, donde aparece el concepto de cultivo directo y personal, ]legando a inspirar, en gran parte, toda la política agraria3 , suscitando paralelamente la defensa del Derecho foral, a veces matizada de un cierto idealismo impropio del jurista, por aquello de que las legislaciones forales, ancladas en su arcaísmo ( lo que es rigurosamente exacto, salvo por lo que se refiere al Derecho catalán o balear) 48 habían podido resistir mejor a ia infiuencia del individualismo jurídico. Modernamente, en todas partes, este planteamiento ha sido abandonado y la idea de la propiedad familiar que, en muchas ocasiones, no dejaba de ser poco más que un recurso retóríco, se viene eludiendo, al menos en el sentido en que se la tomaba en aquella época, donde no pasó de ser una nueva forma de vinculación a la tierra del "siervo de la gleba", que no pudo resistir a la profunda transformación social y económica que se ha llevado a cabo en los últimos quince o veinte años, ya que respondía o a una típica agricultura de subsistencia (como en su rnayor parte son los presupuestos de las formas jurídicas de nuestro Derecho foral), o encubría la solución indirecta de un problema laboral (técnica típica del asentamiento de colonos del pensamiento jurídico de 1a Reforma Agraria), criterios que actualmente han sido superados, no sólo por el cambio de la coyuntura económico-social, sino también por unas nuevas orientaciones de la polftica legislativa, que tratan de responder con realismo y eficacia a las nuevas exígencias que se derivan del necesario cambio de estructuras. Sin embargo, la familía síempre será la base de la estructura social del campo y será en su propio seno donde se conserve, mantengz y desarrolle ]a explotación agrícola. Aunque la explotacit^n familiar ha cambiado de signo, porque los criterios de la piopiA explotación agrícola también han cambiado. La aparición de la agricultura de grupo, que empieza a suscitarse desde la actividad de la Concentración Parcelariaa y el cambio de orientación que supuso la puesta en marcha de las técnicas de la Ordenación rural s, han hecho que nuestra propia legislación haya evolucionado hacia otros derroteros. Incluso el Derecho de colonización, más apegado a estas desfasadas fórmulas jurídicas, ha experimentado, primero en la Ley de 28 de julio de 1968, sobre adjudicación de tierras del Instituto Nacional de Colonización, después en la Ley de Comarcas y Fincas Mejorables y, por último, en la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario, una cierta rectificación respecto de los criterios anterioresb. Por ello, podemos decir que la fase anterior, en la formación de nuestro Derecho agrario, ha quedado superada, al menos por lo que se refiere a la nueva 49 concepción de la propiedad familiar, que es lo que aquí nos interesa. Bien es verdad que, en cualquier caso, dadas las peculiares necesidades de nuestra agricultura, siempre será precisa una actuación de las técnieas de colonización y, con ello, en una cierta medida habrá de mantener ciertas unidades agrarias que, como los patrimonios familiares, en general ya no responden al nuevo concepto de la propiedad familiar, pero que pueden seguir siendo "marginalmente" útiles en determinadas actuaciones'. Otro tanto hay que decir de los huertos familiares° , que cumplen una alta función social sólo de interés accidental para la agricultura, pues conciben a ésta, o la toman en consideración, como actividad marginal, complementaria de otras actividades profesionales. Aquí, por eso, en el presente capítulo vamos a analizar algunos aspectos de la explotación agrícola en relación con la explotación familiar, prestando mayor atención a aquellas disposiciones de carácter general porque es donde las reformas legislativas que se emprendan pueden tener mayor eficacia. E1 tema se halla, como es evidente, íntimamente relacionado con el régimen económico matrimonial, aunque la incidencia del régimen no es tan grande como pueda creerse a primera vista. Un intento de carácter general, en este sentido, pretendió Ilevar a cabo la Ley de 14 de abril de 1962, sobre explotaciones familiares mínimas, pero los resultados no han sido satisfactorios y la protección se ha quedado, como ya hemos indicado/anteriormente, fundamentalmente referida a uno de los elementos de la explotación: la finca rústica como unidad mínima9 . Por otra parte, aunque no consideramos de interés estudiar aquí las implicaciones del tema en relación con los patrimonios familiares (porque, aparte de su ámbito marginal, relegado al puro Derecho de colonización, no simpatizamos con la idea de la vinculación de un patrimonio a una familia, ni mucho menos de una familia a un patrimonio) le dedicaremos alguna atención, porque de los patrimonios especiales, separados, que ha creado nuestra legislación agraria, es el único que ha adquirido una individualidad legislativa y una cierta madurez dogmática'o 50 2. Explotación familiar y régimen economico-matrimonial iegal del Código Civil Si conforme el tenor del art. 1315 Cc., "Los que se unan en matrimonio podrán otorgar sus capitulaciones antes de celebrarlo, estipulando las condiciones de la sociedad conyugal, relativamente a los bienes presentes y futuros, sin otras limitaciones que las señaladas en este Código", no habrá inconveniente para que los contrayentes que van a dedicar su actividad a la agricultura, puedan establecer el régimen que más convenga a la creación o a la conservación de una explotacáón agrícola. Por eso, el legislador italiano de 1942, ilevado de este ánimo, reconoce como uno de los regímenes posibles que las partes pueden elegir el del patrimonio familiar inembargablel^ . No creemos, sin embargo, que esto haya oontribuído mucho -fuera de cierto ámbito- a fortalecer, en Italia, las explotaciones agrarias familiares, ni tampoco podemos hacernos ilusiones sobre la posibilidad que puedan tener y que, efectivamente tienen, los contrayentes para hacer una elección de este tipo de forma que sea trascendente para el buen desenvolvimiento de su propia explotación; la mayor parte de las veces, esto viene establecido por condicionamientos anteriores o posteriores a la celebración del matrimonio, derivando de una sucesión mortis causa, o por la oportunidad de beneficiarse de la actuación colonizadora, por lo que, al eontraer matrimonio pocas veces los cónyuges se hallan en situación de elegú más que la posibilidad de aplicar el párrafo primero del art. 1315; tendremos que atenernos a su párrafo segundo, según el cual: "a falta de contrato sobre los bienes, se entenderá el matrímonio contraído bajo et régimen de la sociedad legal de gananeiales". Por eso, debemos de plantearnos el problema de la constitución de la explotación agricola una vez contraído matrimonio bajo el régimen legal, por disposición del art. 131 S-2° Cc., teniendo en cuenta dos aspectos: que se oonstituya con base a bienes gananciales y que sa constituya con base a bienes propios. Así las cosas, las diferencias en relación con la materia, en el llamado Derecho foral, son muy escasas, porque o los regfinenes forales se establecen sobre la base del régimen de comunidad, o sobre el régimen de 51 separación, que implica la existencia de bienes propios (privativos) ^ 2, aparte de las especialidades que se derivan de la troncalidad y que más bien constituye un elemento retardatario en relación con la formación de la explotación oonstante matrimonio; por ello, no vamos a ocuparnos, a propósito de éste tema, de las especialidades forales que puedan presentarse, dejando esta cuestión para la referencia al sistema general de los Derechos forales, distinto del Código, en la práctica, por depender de su relación con el Derecho sucesorio en esta materia y por las diferencias generales en cuanto al establecimiento del régimen, ya que, en el Código civil, resulta inmutable una vez celebrado el matrimonio, según el art. 132013, ya que, por lo demás, por razones fiscales las capitulaciones matrimoniales tampoco se practican mucho en los territorios de Derecho foral14. 3. Su constitución con base en bienes gananciales Por un lado, dentro del ámbito del Derecho de colonizacibn, las explotaciones y patrimonios familiares, "deberán ser de magnitud y caracterfsticas tales que permitan, teniendo en cuenta los diversos cultivos y rendimientos, un nivel de vida decoroso y digno de una familia laboral tipo, que cuente con dos unidades de trabajo y que cultive directa y personalmente"'S, por otro, fuera de ese ámbito, que trata de resolver en el fondo una situación labora! indirecta, cuando se trata de explotaciones familiares de mayor amplitud; en ambos casos, en suma, no parece que haya dificultad alguna en que se constituya la explotación con base en el patrimonio común (gananciales), ya que vinculados los cónyuges por su interés y por una aportación común de trabajo, se verfan no sólo favorecidos los fines objetivos de la explotación, sino también los de sus beneficiarios, el propio "consorcio familiar",unidos sus miembros en un sólo esfuerzo para la obtención del mayor rendimiento, lo que constituye la base de todo perfeccionamiento económico. Por lo demás, el propio ámbito del Derecho de colonización nos puede servir cómo criterio lfmite, aunque nuestra preocupación se proyecte fuera de este campo, ya que no 52 existe ni siquiera en aquel limitación alguna que impida que la constitucibn de patrimonios familiares o de explotaciones agrícolas familiares se opere sobre bienes que tengan la consideración de gananciales1ó, pues aunque estos bienes estén afectos a la explotación seguirán en cuanto a su titularidad el régimen jurídico a que se hallan sometidos por el Código civil; por tanto los bienes integrantes de una explotación agraria, conservando su cualidad de gananciales, tendrán a todos los efectos é sta consideración. Y por ello, las normas de administración y de disposición sobre los mismos serán las normas de administración y disposición de los bienes de la comunidad. Ciertamente que sobre esta norrnativa se yuxtapondrá, en ocasiones, la derivada de su régimen específico, si es que existe tal es el caso de la necesaria autorización del Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario, para su desafectación de la explotación, o para su agrupación o división, o incluso para su enajenacibn o transmisión ", pero ésto no supone una derogación del régimen de gananciales. Nada impedirá el ejercicio de los poderes del marido, ni tampoco el de los poderes de la mujer, en relación con su potestad doméstica (art. 1416 - 1° y 62 Cc.), en los supuestos normales y con los poderes que le confiere el art. 1413 - 1° y 2°. Sin embargo, la situación será distinta cuando se trate de un patrimonio familiar, no porque éste esté llamado a satisfacer unos fines específicos, sino porque ha sido configurado como un verdadero patrimonio separado, sometido a un régimen jurídico especial18, que lo configura como unidad económica, superior a sus elementos componentes, como una universalidad y posible objeto de relaciones jurídicas obligatorias y crediticias19 y aunque es más dudoso que pueda ser objeto unitario de los derechos reales, a pesar de que se habla de propiedad del patrimonio familiar, o de usufructo del mismo, en la terminología legal, sí pueden plantearse en principio contradicciones cuando los bienes que lo integran tenían ya, antes de su constitución, un determinado régimen jurídico, como lo serían los bienes pertenecientes a una comunidad de gananciales. En relación con esto hay que decir que la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario establece que "la propiedad de 53 cada patrimonio famíliar habrá de quedar atribuída, en todo caso, a una persona física, como único titular del mismo" (Art. 36 - 2° `in fine"). ^Es esto compatible con la comunidad de gananciales? . No del todo, aunque el problema de la mera "titularidad" ho estorba el que el patrimonio ganancíal sea un patrimonio de destino referido a los onera matrimonii, en primer término, y a la formación de una cornunidad que se liquidará a la disolución de la sociedad (art. 1392 Cc.). Pero en la práctica, si no se toma muy en cuenta el significado de la expresión legal utilizada (art. 36 - 2° LRDA.) en sus justos términos, puede dar lugar a dificultades y confusiones. Así, en el caso de que se solicite la constitución de un patrimonio familiar con aportación de bienes del adjudicatario2Ó y éstos tengan la condición de gananciales. Nos encontraremos que si es el marido el solicitante y los bienes objeto de la aportación son inmuebles, se requerirá el consentimiento uxoris Z' , pero este consentimiento, aun voluntariamente prestado, no podrá suponer derogación de los preceptos que son aplicábles a los bienes gananciales, ni fraude al normal funcionamiento de la comunidad. Entonces, estos bienes, saldrían de la masa común para, integrados en el patrimonio familiar, adquirir, según la disposición legal citada, la cualidad de bienes privativos del solicitante, rompiendose así la aplicacíón de las normas sobre gananciales que mantendrían el carácter común, o permitirían únicamente la segregación de la comunidad mediante una contraprestación equivalente (principio de la subrogación real, a sensu contrario del art. 1396 - 3° Cc.) que mantuviera el valor del patrimonio ganancial y los derechos de sus destinatarios. • No parece tan sencilla la solución de este problema, diciendo como estima SAPENA22 , que en la constitución de un patrimonio familiar a nombre de un solo cónyuge, cuando se aportan bienes anteriormente adquiridos con el carácter de comunes, se precisa el consentimiento de ambos, pues los efectos van a ser muy diferentes a los producidos por otros actos de disposición de inmueble ganancial, con el consentimiento de marido y mujer. La inscripción de este acto dispositivo, según el art. 96 RH. se regiría por las normas sobre bienes gananciales y así habría de inscribirse la adquisición, efectuada en contrapartida, a nombre de ambos cónyuges y 54 para la sociedad conyugal, como dispone el art. 95 - 1° RH., precepto que choca con lo dispuesto en la regulación del patrimonio familiar, según la cual las inscripciones sólo podrán hacerse a nombre del titular del patrimonio, como bienes pertenecientes a la unidad económica formada por el mismo (art. 36 - 3° LRDA.). Para tratar de obviar esta situación, A. LUNA SERRANO, con referencia a la legalidad anterior ( art. 4° de la Ley de 15 de julio de 1952 y los números 4,5 y 7 de la OM. de 27 de^marzo de 1953), que ha quedado inalterada (art. 3b - 3° LRDA), no excluye la posibilidad de que sobre los bienes aportados exista una ootitularidad23 , pero en todo caso, habida cuenta de la indivisibilidad del patrimonio familiar, incluso más allá de la disolución de la sociedad conyugal, y su consideración de patrimonio separado y autónomo hace, en la práctica, un poco utópica esta situación. Por eso, nos parece legalmente imposible que pueda prevalecer, conforme a las normas del Derecho de colonización, ya que en caso contrario, dada la trascendencia del desplazamiento patrimonial operado, de no existir la contraprestación equivalente, estaríamos ante un acto de liberalidad en favor del marido titular del patrimonio familiar, prohibido por la norma del art. 1334 Cc. 4. Constitución con base en bienes pr^., ios No plantearía problema alguno que la explotación agraria, o el patrimonio familiar, fueran constituídos en base a los bienes privativos de uno solo de los cónyuges, si éste fuese, en el easo del patrimonio familiar, el titular del mismo. En la práctica no serán frecuentes estos supuestos, pero su posibilidad jurídica es evidente; también podrían tener lugar situaciones más complejas si se hacen aportaciones con bienes prívatívos de ambos cbnyuges, para constituir explotaciones o patrimonios familiares. Pero existe una dificultád y es que la lógica de los patrimonios privativos es contraria a su aportacibn para integrar un patrimonio separado que va a seguir en lo sucesivo una suerte distinta de la que corresponderá a los bienes, quedando para siempre vinculado en favor de la 55 familia, como sucedería en el caso de patrimonio familiar. Unicamente esto es imaginable cuando una situación de apremiante necesidad no deja opción a otra solución diferente y, entonces, o estas situaciones son puramente marginales, o resuelven ind ^ectamente de forma encubierta un problema laboral, o todas ellas, en fín, se plantean en el marco de una agricultura de subsistencia. De todos modos, si se trata de bienes privativos de los dos cónyuges, o que se constituyan con bienes de uno para integrar el patrimonio familiar del que otro va a ser titular, nos encontraríamos con alteraciones en la situación de los bienes que son contrarias a las normas fundamentales que rijen la economía familiar (prohibición de donaciones entre cónyuges, de constitución dc sociedad universal de bienes y hasta de la compraventa y de otros actos jurídicos equivalentes, cuando no rija la separación absoluta de bienes). Esto, por lo que se refiere a los patrimonios familiares; en cuanto a las explotaciones familiares, constituídas sobre tierras adjudicadas en propiedad por el Instituto Nacional de Colonización y, actualmente, por el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo agrario, no existe ninguna dificultad para constituir o integrar estas explotaciones con bienes privativos de uno 0 de los dos cónyuges, ya que los bienes, en cuanto tales, seguirán su régimen originario al que se superpondrá el específico, en su caso (en cuanto a la necesidad de la autorización del Instituto para determinados actos) de las explotaciones familiares así formadas, de acuerdo con lo dispuesto en los art. 34 y 35 LRDA., y, especialmente, por las repercusiones que pueden presentarse a la hora de su liquidación, derivadas de su eventual carácter indivisible (art. 35 - 2° ), o de su adjudicación a uno sólo de los legitimarios (art. 35 - 3° y 4°), pudiendo detraer el cónyuge que hubiese hecho la aportación de sus bienes privativos, o sus herederos, la extimación de su valor, aunque nada diga el art. 35 LRDA., por ser de estricta justicia, pudiendo quedar afectos los bienes de la explatación al pago de éstas cantidades, en los mísmos términos que se establece en el art. 35 - 5°, donde han de considerarse implícitamente comprendidas. Hasta ahora, pretendemos contemplar preferentemente 1as situaciones en que se constituye una explotación agraria 56 fuera del ámbito estricto del Derecho de colonización; nos estamos refiriendo a él porque señala situaciones límite, como si se tratara de la frontera misma de toda esta temática, ya que fuera de este ámbito, no existe en el Derecho común norma alguna que pueda aplicarse de forma específica a las explotaciones familiares y que sea distinta de las que ya hemos estudiado en el capítulo anterior, o de las que se refieran a su régimen sucesorio, o como antecedente inmediato las que establecen los criterios de liquidacíón y disolución de la sociedad conyugal; por lo que atañe al régimen económico matrimonial, la constitución de una explotación agrícola como exptotación familiar, fuera el ámbito específico del Derecho de colonización, no supone modificación alguna de la disciplina de aquel ré$ímen, ya que las cuestiones de titularidad, en esta materia (como revelan los propios arts. 95 y 96 RH.) son accesorias, ya que no pueden modificar la susceptibilidad de endeudamiento y responsabilidad a que se hallan sujetos los bienes, según su calificación jurídica (parafernales, dotales, gananciales, privativos del marido) y conforme a las respectivas esferas de actuación de los cónyuges dentro del matrimonio. Por tanto, la regulación del régimen económico-matrimonial nada tiene que ver con el favorable establecímíento 0 constitución de la explotación, en sentido estricto, ni tampoeo con su evolución posterior, porque volviendo a la terminología utilizada en el capítulo anterior, poco puede añadir al aspecto estático de Ia disciplina jurídica de la explotación y tampoco añade nada al aspecto dinámico, salvo las derivaciones que entran en el campo de su mantenimiento cuando llega la disolución de la sociedad conyugal, que sólo pueden hacerse efectivas en el campo del Derecho de colonización, o mediante la voluntad de las partes; posibilidad que habría que potenciar al máximo, que es de la cuestión de que vamos a ocuparnos, seguidamente, haciéndolo más adelante de otro tema que trataremos después, en relación con el régimen económico matrimonial, pero referido al carácter que inforrna su sistema y que puede influir, notablemente y en algún sentido, como verernos, en la dinámica de la explotación agrícola. Pero antes vamos a dedicar algunas reflexiones a la liquidación de la sociedad de gananciales, especialmente en .relación con las explotaciones agrícolas, en general y, en 57 particular, con las explotaciones familiares y los patrimonios familiares del Derecho de colonización. 5. La liquidación de la sociedad de gananciales y la suerte de la explotación agrícola Según las normas de nuestro Código civil, la muerte de uno de los cónyuges, contraído el matrimonio bajo el régimen de la sociedad legal de gananciales, produce ipso iure la disolución de la comunidad (art. 1417 - 1° Cc.), procediendo entonces la liquidación de la misma que, si bien formará parte de las operaciones particionales, no puede confundirse con e11as24. El problema se nos plantea cuando exista una explotación familiar, en la que se comprendan bienes del cónyuge premuerto, pero también bienes comunes e, incluso, otros, pertenecientes al cónyuge supérstite. No existe, sin embargo, problema cuando en el acervo familiar la explotación no sea más que una parte, ya que, en el exceso será posible encontrar la base para la recomposición de los diversos patrimonios que integran aquél, pero si no es así la única vía posible es la composición en metálico quedando afectos los bienes de la explotación a la satisfación de las cantidades correspondientes, en su caso, por extensión de lo dispuesto en el art. 35 - 5° LRDA. Pero como las normas de liquidación son previas de las normas de partición, cabe también combinar unas con otras; así el titular podrá usar de la facultad que le concede el art. 1056 - 2° Cc. ZS , pero esta disposición testamentaria se halla limitada a sus bienes propios y a la mitad de sus gananciales, de acuerdo con el art. 1414 Cc.^ ; pero sin embargo las posibilidades de áquel precepto pueden ampliarse, en la práctica, mediante el mutuo acuerdo de ambos cónyuges, por medio de disposiciones testamentarías que sin ser conjuntivas, sirvan para dar un destino común a los bienes 27 , o bien completando la disposición particional testamentaria, mediante actos "inter vivos" 28 . Medidas que no solamente sirven para 58 facilitar la liquidación de la explotación familiar, de los art. 34 y 35 de la LRDA., sino para mantener la unidad de la rxplotación agrícola, en general. Otro instrumento puede estar constituído por los pactos sucesorios, en la medida en que son admitidos por los Derechos forales y por el propio Derecho común, como veremos en su momento. Dentro del régimen económico matrimonial, existen también otras instituciones que favorecen la continuidad de la explotación, como es la comunidad continuada 29 , o que pueden facilitar esa continuidad simplificando las operaciones particionales, mucho más allá que en el supuesto anterior, como es el caso de la renuncia a los gananciales ( art. 1394 Cc.)'°, o la renuncia a la sociedad de gananciales, por la mujer o sus herederos (art. 1364 Cc.)" , en combinación o no con la partición del testador ( art. 1056-1°), o con la partición del padre ( art. 1056-2° Cc.)", con lo que el marido podría realizar la partición de los bienes gananciales aunque sus efectos habrían de posponerse hasta la disolución (renuncia declarativa)" , se eludirían así muchas de las dificultades que se derivan del régimen económico-matrimonial en relación con la conservación de la explotación agrícola, en general, y se suavizaría el contraste entr^ las normas del Código civil y las especiales del Derecho agrario" Estos criterios, en general, no pueden aplicarse en materia de patrimonios familiares, pues cuando se halla integrado éste en parte por bienes gananciales se produce una contradicción legal difícil de resolver. No puede hablarse de aplicación de tales criterios porque el patrimonio familiar constituye un patrimonio autónomo y separado, que en sí mismo es como un "régimen económico matrimonial" específico, lo que, aunque no es rigurosamente cierto, a la hora de la liquidación funciona como si lo fuera, ya que resulta indivisible (art. 36 y concretamente art. 41 LRDA.). Su tratamiento a efectos de la indivisibilidad es paralelo al de la dote a efectos de su restitución (arts. 1365 y ss.Cc.). Otra cosa podemos decir, cuando en la familia existen bienes independientes del patrimonio familiar (supuesto que contempla, a sensu contrario, el art. 42 LRDA.) o cuando tiene lugar, excepcionalmente, su desintegración (art. 42-2°, en relación con el art. 39 LRDA.). 59 6. Innovaciones que podrían introducirse fácilmente en el sistema: la modificación del régirnen económico matrimo nial Las dificultades que hemos visto se presentan como consecuencia de la contradicción entre las normas del Código civil y las de la legislación agraria, al basarse en principios distintos3S, podrían obviarse fácilmente acudiendo a diversas soluciones 36 . Bien tratando de adaptar el sistema establecido para el régimen económico-matrimonial con 1a finalidad de favorecer la unidad de la explotación agrícola37, bien rectificando áquellas dificultades mediante la incorporación al propio sistema de las instituciones que sirven mejor al cumplimiento de tales fines. De ambas soluciones, dado el grado de incidencia, que no es tan grande como parece, del régimen económico matrimonial en la vida de la explotación agrícola es preferible la prime ra, porque siempre de este modo la reforma será más profunda y más coherente con las exigencias de la lógica de un sistema; el hacerlo de otro modo podría suponer la incorporación al sistema vigente de instituciones que como cuerpos extraños difícilmente podrían encajar en el marco general. Por otra parte, no hay obstáculo en admitir una cierta esfera de Derecho especial (o de ius proprium si se prefiere) en algunas materias, como serían las muy reducidas del Derecho de colonización, las relativas a explotaciones familiares y patrimonios familiares; pero además, en caso de contradicción, a falta de otras soluciones posibles, siempre se podría acudir al principio interpretativo specialis generalibus derogat. Dentro, pues, del marco de las adaptaciones del sistema nos encontramos en primer lugar con el carácter rígido de las capitulaciones matrimoniales del Código civil, lo que se manifiesta en un triple sentido: han de otorgarse antes del matrimonio (art. 1315 y 1316 Cc.), no pueden alterarse en el transcurso del mismo (art. 1315 y 1320 Cc.), y se refieren solamente a las "condiciones de la sociedad conyugal", como expresa tajantemente el art. 1315's , con lo que se cierra la posibilidad de que los cónyuges puedan otorgarla ^ en el momento en que surge la oportunidad de proteger la explotación familiar por ellos creada; por otra parte, se hace 60 imposible, también, dictar en capitulaciones reglas para la continuación del régimen disuelta la sociedad conuygal, como sería el caso de la comu nidad continuada. Pero antes de ocuparnos de lo que no se puede hacer, vamos a fijarnos en alguna de las cosas que se pueden hacer de lege lata. Así, por ejemplo, para el caso de aquellos que no aportan al matrimonio bienes con los que constituir, desde el primer mome nto, una explotación agrícola, podría ser interesante que pactaran en capitulaciones la sumisión al régimen de una comunidad universul de bienes presentes y futuros39, que por otra parte debería ser objeto, como régimen económico, de una sucinta regulación legal, incorporada al Código civil, para aproximar éste a los Derechos forales y para evitar las dudas y dificultades que, naturalmente, habría de ofrecer. En el Derecho foral la encontramos, no sólo como régimen convencional, sino como legal presunto, en algunas comarcas aragonesas y catalanas40 y en Vizcaya, bajo la forma de "comunicación foral"41 , así como en los lugares en que rige el Fuero de Baylío42 . Por otra parte, el propio Código al incluir una sucinta regulación, sería interesante dispusiera, como lo hace el BGB. que, en virtud de pacto,ciertos bienes quedaran al margen de la masa patrimonial unitaria43 . Ahora bien, el reconocimiento de la sociedad universal como régimen económico-matrimonial, no resuelve más que una parte de los problemas, el relativo a la formación de la explotación, ya que a la disolución de la sociedad conyugal nos encontraríamos con los mismos problemas que, anteriormente, hemos venido señalando, a no ser que se admitiera la comunidad o sociedad continuada, tema del que vamos a ocuparnos después. Pero volviendo al carácter rígfdo de las capitulaciones matrimoniales, tenemos que dec ^ que, las tendencias de la política legislativa deben orientarse a ampliar el campo propio de las capitulaciones, no sólo en relación con la posibilidad de continuación del régimen, después de disuelta la sociedad conyugal, sino también a establecer con amplia libertad de pacto no sólo la regulación y la elección del régimen económico-familiar, sino también las conexiones de este régimen con la sucesión "mortis causa", especialmente en relación con los pactos sucesorios, cuyo campo ha quedado 61 muy reducide en el marco del Código civil (art. 1331, y 826 y 827). De este modo,. se acercará su función a la que cobran en el Derecho foral, donde aparecen como la norma constitutiva no sólo del matrimonio, sino de la familia misma44. Pero más grave que esta limitación por razón de su ámbito, es que sólo puedan otorgarse antes de la celebración del matrimonio, con lo que la rigidez de las capitulaciones, por disposición del art. 1315-2° Cc. se comunica al propio régimen económico matrimonial legal de la sociedad de ganancialesas, cuando no se han otorgado capitulaciones, o habiéndolas otorgado, ya que una vez celebrado el matrimonió no pueden alterarse (art. 1320 Cc.)46. Esta rigidez hace que los cónyuges no puedan tener la posibilidad de adaptarse a los cambios patrimoniales sobrevenidos a lo largo de su vida en común, cuando las razones para mantener un régimen uniforme a lo largo de toda ella, basadas en la seguridad de tráfico son, fácilmente superables, por medio de una cierta publicidad, además que la mutacióñ de régimen o de capitulaciones, puede establecerse, en cierto modo, de forma condicionada, supeditada a ciertas circunstancias, como podría ser la creación de una explotación agrícola, o el cambio de actividad y de residencia, como consecuencia del trasvase de la mano de obra de la agricultura a la industria, o del mismo fenómeno de la emigración, tan frecuente por desgracia en nuestra realidad social presente. En cambio el Derecho foral, como es sabido mantiene, en esta ma teria, un sistema más flexible °', vinculando, por otra parte, la posibilidad de modi0car Ias capitulaciones al otorgamiento de pactos familiares y sucesoriosaa Habría por ello que volver a replantear el sistema del Código civil en este punto, haciendo posible la modificación del régimen económico matrimonial constante matrimonio, ya que de lege lata, a lo único a que puede llegarse es a la modificación del régimen económico matrimonial, mediante la renuncia a la sociedad de gananciales por la mujer o sus herederos, efectuada al momento de la disolución de la sociedad conyugal (art. 1394 Cc.) pero con alcance retroactivo, ya que, en este caso, se considera que el matrimonio se ha constituído bajo el régimen dotal (art. 1364 Cc)49. Esta institución ha quedado como una supervívencia del Dereeho anterior al Código civil (Ley 60 de las de Toro), aunque 62 adaptada a las exigencias del sistema (art. 1394, en telación con los arts. 1320 y 1315-2° ) ; sin embargo, en el antiguo Derecho, éste era un medio de conseguir bajo el imperio del régimen legal de la comunidad de gananciales una posible modificación que podría servir perfectamente a las necesidades de la conservación de la explotación agrícola, actuando no sólo en el momento de la disolución, sino constante matrimonio, ya que la mayor parte de la doctrina antigua se inclinaba a admitir la posibilidad de !a renuncia en cualquier momento . Como vemos, en este punto, como en tantos otros, en materia de Derecho sucesorio, el Derecho castellano antiguo no difiere gran cosa del Derecho foral; ha sido el Código civil el que al incorporar el espíritu de la época ha establecido, entre uno y otro, las actuales diferencias. Pero, con independencia de esto, debería establecerse la posibilidad, en términos generales, de modificar el régimen económico matrimonial, ya que éste criterio prevalece, también, en el Derecho comparado. Nos fijamos para ello, especialmente, en el Derecho francés, por las íntimas semejanzas, en ésta materia, con el Derecho castellano antiguo y, porque, en ambos sisternas jurídicos éste se basa (como régimen legal), en la comunídad de adquisiciones, comunidad que, en Francia, lo mismo que en Castilla, ha ido adquiriendo una cierta rigidez en su evolución que llegó a acentuarse, aún más, con motivo de la codificacións^, donde ha tenido lugar, recientemente, una interesante reforma debida a la Ley de 13 en julio de 1965. En eila, aparte de modificar la extensión de la comunidad, anteriormente de "muebles y adquisiciones" (como en el Derecho aragonés) y dejarla reducida a una comunidad sólo sobre las adquisiciones (lo mismo que en el régimen de la comunidad de gananciales)52, se permite la modificación o cambio del régimen matrimonial después de celebrado el matrimonio, conforme a ciertas condiciones, que pueden ser tenidas en cuenta por el legislador español. No se limita el número de veces de !os cambios, bastando para ello que ambos cónyuges estén de acuerdo, siempre que hayan vivido al rnenos dos años ^untos sometidos al régimen que quieren cambiar. Sin embargo, el cambio debe de ser justificado por el interés de la familia, que sea documentado nuevamente y homologado ante el Juzgado de Primera Instancia, cobrando eficacia para los terceros tres meses después de la anotación de la resolución judicial al margen del acta de matrimonio en el Regístro Civils' 7. La comu nidad continuada y otros recursos del Derecho Foral. Derecho Comparado Como ya hemos visto, uno de los problemas que plantea la sociedad de gananciales, en relación con la conservación de la unidad de la explotación, es que al disolverse el matrimonio concluye la sociedad (art. 1417-1 °), aun en contra de la propia voluntad de los interesados con lo que, de esta forma, queda ocluída toda posibilidad de continuación de la misma; lo que no puede tampoco solucionarse mediante una estipulación en capitulaciones, ya que esta cuestión queda fuera del ámbito previsto por el art. 1315, que se refiere solamente a las condiciones de la sociedad conyugal, como antes hemos indicado. La única forma de obviat esta dificultad, de lege lata, es que los herederos constituyan con el cónyuge supérstite una sociedad conforme a las reglas de este contrato, pero ya no podría hablarse de una comunidad continuada, sino de una situación de indivisión que sigue a la comunidad y que ya no está regida por las normas de ésta, sino por las reglas de la sociedad o las convenidas por las partesS4, salvo en algunas materias indisponibles por impedirlo normas de derecho necesarioss y siempre que no haya fraude de acreedores (arg. ex arts. 1394, 1418 y 1423 Cc.). En cambio, en el Derecho foral el establecimiento del régimen económico matrimonial se halla más vinculado al arraigo de la familia a la casa (caserío o masía) y por ello muchas de sus normas e instituciones pueden contribuir al mantenimiento de la unidad de la explotación agrícola de base familiars`; sin embargo, muchas de ellas, basadas en una realidad singularfsimas' no son susceptibles de extensión o de trasplante, pues chocarfan, a veces, con una conciencia jurfdica totalmente extrat^a. Por otra parte, muchas de estas instituciones, afectadas por numerosos defectos (como puede ser la troncalidad, o el consorcio foral) que responden a una vordadera estructura arcaica de la familia, no sirven para 64 responder a las exigencias modernas de la agricultura. La pobreza rural de la mayor parte de Galicia existe a pesar de las instituciones que en el Derecho consuetudinario o foral protegen la casa, to mismo que la despoblación de la mayor parte de la montaña de Navarra; y si en Vizcaya y en Cataluña se mantiene floreciente la propiedad familiar, no es tanto por el Derecho foral, como por la industrialización, fenómeno que también puede encontrarse en algunas comarcas de Asturias, en Guipúzcoa o en Levante, bajo el régimen del Derecho común. Lo mismo sucede, por otras razones, paralelamente, en zonas pobres que siempre han estado despobladas como Aragón, o en algunas regiones montañosas de Castilla la Vieja y de León, en un sitio con Derecho foral y, en otro, sin él, pero donde la tradición de los mayorazgos ha pervivido, aún después de la publicación del Código civil. De todos modos, dejando a un lado el carácter arcaico del Derecho foral que, en ocasiones, además, no responde más que a las exigencias de una agricultura de subsistencia, vamos a ocuparnos aquí de una intitución que, como la comunidad continuada de Derecho aragonés, puede tener algún interés en relación con el tema que nos ocupa. Conocida ya por los Fueros y Observancias del Reino de Aragón, la subsistencia del nexo familiar a través de la continuidad de la comunidad más allá de la disolución de la sociedad conyugalsa, ha sido acogida en la Compilación vigente59, aludiendo a la necesidad de lograr una permanencia de la organización económica "a través de una ordenación que tienda a robustecer el principio de unidad y de continuidad de la familia" (Exp. de Mot.1 y disponiendo en su art. 6fl que: "Continuará entre el sobreviviente y los herederos del premuerto la comunidad existente al fallecimiento de uno de los cónyuge^ , siempre que los principales ingresos de la sociedad conyugal provengan de explotaciones agrícolas, ganaderas, industriales y mercantiles: 1.° Obligatoriamente, si se hubiera pactado en capítulos o dispuesto en testamento mancomunado por ambos cbnyuges. 2.° Potestativamente, si aún sin pacto o disposición hubiese quedado descendencia del matrimonio... 60". Lo verdaderamente interesante de este precepto es que haga depender la continuación de la comunidad continuada de que los principales ingresos de la sociedad conyugal provengan de explotaciones agrícolas, ganaderas, etc. 65 No basta la existencia de un patrimonio productivo, sino que este patrimonio sea debido a una actividad común, en cuyo supuesto la comunidad surge, bien automáticamente y sin otro requisito, si la continuación se pactó en capitulos matrimoniales o se dispuso en testamento mancomunado, bien por voluntad de los partícipes o a falta de manifestación en contrario si del matrimonio hubieran quedado descendientes. En tal situación ingresan en el patrimonio común (art. 63) los frutos y rendimientos de la explotación de los bíenes comunes y los procedentes de los bienes privativos, así como las ganancias de cualquier clase obtenidas por ellos, pero no serán comunes los beneficios y ganancias obtenidos por los partícipes con independencia de los bienes y negocios de la masa común. El administrador de esta comunidad continuada seguirá siendo el cónyuge supétstite (art. 65) requiriendo para los actos de disposición sobre bienes comunes a título oneroso el acuerdo de la totalidad de los partícipes con determinadas excepciones (art. 67). De forma mucho más genérica encontramos en la Compilacic,n de Vizcaya la misma preocupación por la conservación del patrimonio familiar 61 y la misma situación de comunidad continuada incardinada en el régimen de comunicación foral de bienes. Su art. 47 establece que cuando el matrimonio se disuelva con hijos, la comunicación foral continuará entre el cbnyuge viudo y los hijos o descendientes que sean sucesores del premuerto, hasta la división y adjudicación de los bienes comunicados. ^ Esta comunidad continuada se encuentra también en el Campo de Tarragona, unida a una especie de comunidad de ganancías, denominada asoeiación a compras y mejo; as (art. 54 se la Compilación de Cataluña), siendo regla consuetudinaria que cuando forman parte de ella los consortes y sus padres, premuertos el marido, si hay hijos y la viuda de aquél sigue morando con los padres de éste, continúa la sociedad, salvo pacto en contrario, correspondiendo a los hijos y herederos del difunto la parte a que éste tendría derecho si viviera. Los mismos ejemplos de continuación de la comunidad encontramos en el Derecho comparado (Dinamarca, Noruega, Países Bajos, Suiza y Alemania). En Alemania la encontramos regulada en los parágrafos 14$3 a 1493 BGB:, teniendo 66 también como fin el mantener el patrimonio indiviso el mayor tiempo posible, en interés de la familia°^. EI & 1483 dispone yue, si a la mucrte de un cónyuge existen descendientes camunes, la eomunidad de bienes se continuará entre el cónyuge supérstite y los descendientes que estén llamados como herederos en caso de sucesión legí tima. Esta comunidad continuada es comunidad general de bienes para el cónyuge supérstiteb', pero es comunidad residual para los descendientes, ya que se excluyen de la masa común el patrimonio propio del descendiente al entrar a regir la comunidad continuada, lo que le sea adjudicado del caudal del difunto de su patrimonio especial o reservado (pues la parte del premuerto en la comunidad se encuentra excluída del activo de la sucesión), lo que adquiera posteriormente. Esta comunidad puede ser excluída por contrato de matrimonio (& 1506), o bien por testamento en los casos en que puede hacerse (&& 1 S09 y 2335 BGB) y el supérstite, pero no los descendientes, pueden rehusarla. Pero la entrada en vigor de la comunidad continuada no significa sucesión hereditaria en el patrimonio del premueF to. La participación de éste en el patrimonio común no forma parte del caudal relicto, en modo absoluto, que se compone sólo de su patrimonio especial y de sus bienes reservados. La continuación de la comunidad significa, en el Derecho alemán, la subsistencia de la "mano común" conyugal con un simple cambio en las personas de los interesados que, dependiendo de quién sea el cónyuge premuerto, asumen la posición jurídica de1 marido o de la mujer en la sociedad conyugal continuada (&& 1487, 1489, I495 y 1498 BGB). Se puede dejar de ser partícipe en esa comunidad por muerte o por renuncia unilateral o contractualmente. En este último caso, se paga al renunciante una compensación sobre los bienes comunes (así en el caso en que un descendiente funde su propia casa). Estructurada así la comunidad continuada, se distingue, claramente, el juego de distintos patrimonios (& 1585 BGB): el patrimonío común de la comunídad continuada, formado por el patrimonio conyugal común; el que el supérstite adquiere sobre el caudal relicto del premuerto; el que adquíere durante esa comunidad continuada en tanto en tanto no sea patrimonio especial o reserva, y los provechos y subrogaciones de los anteriores. Pero al lado de ese patrimonio común, habrá un 67 patrimonio reservado del sobreviviente, formado por el patrimonio reservado que tenía durante el matrimonio y lo recibido después a título gratuíto con cláusula reservada (&1486-1), un patrimonio especial del supérstite (& 1486-2), formado por bienes no transmisibles por negocio jurídico y, por último, el patrimonio dc los descendientes partícipes que no corresponda al patrimonio común (& 1485-2 BGB). Por otra parte, cada cónyuge, para el caso de que con su muerte se produzca esta comunidad continuada, puede disponer que un descendiente partícipe tenga el derecho de asumir en la división el patrimonio común (,f^iducia sucesvria). Así el cónyuge premuerto puede conferir por testamento otros derechos más amplios a algún descendiente, si bien se establece como requisito imprescindible el contar, para ello, con el asentimiento del otro cónyuge (&& 1515 y I516 BGB.), que es a lo mismo que se llega en nuestro llerecho foral, por medio del testamento mancomunado o de hermandad y por otras instituciones afines que, en el Derecho castellano, también existían antes del Código civil. De esta manera la continuidad de la explotación y el mantenimiento de su unidad puede proyectarse más allá de la comunidad continuada y para después de la muerte del cónyuge supérstite. Con ligeras variedades existe también esta institución de la comunidad continuada en el Derecho suizo (arts. 229 a 236 ZGB). Un estado de indivisión se prevé, también, en el art. 336 ZGB., norma contenida en materia de "biens de famille". Esta indivisión convenida a térmíno o por tiempo indefinido, podría llamarse "indivision de famille" para caracterizarla de forma más precisa, ya que sólo se da entre los miembros de la misma o parientes y referida a los bienes familiares_ Convencionalmente la explotación de la indivisión y su representación puede atribuirse a un solo individuo (art. 347), pero éste habrá de pagar a los restantes, anualmente, una parte de los beneficios obtenidosó4. También tendríamos que ocuparnos aquí del usufructo vidual universal en favor del cónyuge supérstite que aparece en los Derechos forales ya que, según la doctrina, es más bien una institución familiar que sucesoria, pero si tenemos en cuenta que su extensión (como universal) no siempre es necesaria y a veces dificulta notablemente la buena armonización de los 68 intereses de la familia y, por otra parte, que únicamente tiene sentido como "usufructo de regencta", cuyo papel más importante se halla fntimamente relacionado con otras facultades que hallan su fundamento en la ^ducia sucesoria, por eso vamos a ocuparnos de ello al tratar propiamente de estas cuestiones. NOTAS AL CAPITULO Q Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios, cit., 26 y ss. (3) Así nos encontramos con el "Homstead ", en los Estados Unidos de Norteamérica, con el `Anerbenrecht" y el "Erbhof', en Alemania (patrimonios familiares vinculados e indivisibles, inalienables y vinculados a un heredero único designado por ley o por el causante). En Suiza, el ZGB, instituye también los "asiles de famille" (art. 349), en un capítulo dedicado a los "biens de famille" (como un fundo con destino agrícola o industrial y la casa habitación y sus dependencias, con el límite de no exceder de lo necesario para el ordinario mantenímiento de la familia y con las mismas características en cuanto a su vinculación). En Francia una Ley que se remonta al 12 de julio de 1909 cna el "bien de famille insaisissable ", que fué modificado por Ley de 13 de febrero de 1937, de voluntaria constitución en capitulaciones o en testamento y con las mismas características de irrenunciable e inembargable y que puede subsistir después de la muerte de su titular en favor de la familia. Aunque, en este sentido, son mucho más interesantes 1as refomtas del Code civil, en 1938, 1943 y 1961, de gran repercusión en materia de régimen económico-matrimonial, lo mismo que la posterior de 1965, a las que más adelante aludiremos y especialmente en materia sucesoria. En Italia, el Código civil de 1942, introduce el patrimonio famíliar como uno de los regímenes económico-matrimoniales que pueden elegir las partes, con la peculiaridad de que puede constituirse durante el matrimonio, siendo de destacar tambíén en el Derecho regional la institución del maso chiuso, regulado por la Ley de 29 de rnarzo de 1954, modificada en 2 de septiembre del mismo año y por la Ley de 25 de diciembre de 1959. A esta tendencia pertenece, aunque con una perapectiva más amplia, el trabajo de CASTAN TOBEÑAS, Famitia y Propiedad, Madrid, 1956. 70 Lo que actuaLnente aparece recogido en el art. 173 LRDA. Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios, cit., 118 y ss. Vid. arts. 21 y ss. LRDA. La idea de la comunidad patrimonial de la familia, de abolengo germánico, se encuentra en el Derecho at alto medieval, traducida al condominio familiar que en esa época correspondía a los bienes del grupo: GARCIA DE VALDEAVELLANO, I,a comunidad patrimonial de la familia en e! Derecho español medieval Salamanca, 1956, 35. Lo que modernamente se aplica a la explotacíón, apareciendo así la familia como grupo 0 comunidad explotadora destinataria, por otra parte, de sus beneficios: F. DE CASTROS. EI Derecho agrario en España, en ADC, 7 (1954), 394. (7) Arts. 36 y ss. LRDA. (8) Arts. 21-1 c) y 24 LRDA. (9) En los nueve artículos de esta Ley no se contiene ninguna norma no que no sea de esta naturaleza, la denominación, pues, corresponde al contenido de la regulación que se establece. (10) No obstante también nos referíremos a las explotaciones familiares en el sentido de los arts. 34 y 35 de la LRDA. (l 1) Se trata de los arts. 167 a 176 Cc. it. 1942. En esta regulación el patrimonio familiat aparece como un régimen económico-matrimoniai que puede elegirse por los cónyuges en capítulacíones, es inalienable y sus frutos se destinan a los gastos de la familia, siendo posible su constitución durante el matrimonio por uno de los cónyuges, por ambos, o por un tercero. (12) Vid. LACRUZ-SANCHO, Derecho de familia (El matrimonio y su economiaJ, Barcelona, 1963, 615 y ss. y Derecho de familia, Barcelona, 1966, 261 y ss. (13) Cfr. "Después de celebrado el matrimonio no se podrán alterar las capitulaciones otorgadas, ya se trate de bienes presentes, ya de bienes futuros". (14) Un estudio estadístíco de esta materia nos pone de relieve que la práctica de las capitulaciones en las regiones sujetas al Derecho foral es muy escasa. (15) Art. 25 LRDA. (16) Problema semejante se plantearía sí la esplotación agrícola estuviese formada por bienes atribuídos por el Instituto, si la atribución se realizase con la obligación del beneficio de satisfacer el valor de los bienes entregados y si esta obligación se cumple a eosta del patrimonio ganancial. Es indudable que, en virtud del art. 1401-1 ° (4) (5) (6) 71 Cc., por subrogación, los bienes entrarían a formar parte de dicho patrimonio. ' (17) Cfr. arts. 28 y 31 LRDA. (18) A. LUNA SERRANO,E/ patrimonio famillar, cit., 72. (19) Puede así como tal venderse, transmitirse como objeto unitario de relación sucesoria. Arts. 36-2 y 39-2 LRDA. (20) El art. 36-1 LRDA, plantea la posibilídad del patrimonio familiar con los "lotes que el Instituto adjudique con carácter definitivo, bien por sí solos o en unión de los bienes que los adjudicatarios aporten... siempre que lo soliciten sus titulares". (21) Esta aportación supondría un verdadero acto de disposición, pues los bíenes salen de la comunidad de gananciales para ser atribuídos con titularidad única al marido, titular del patrimonio familiar. En torno a la Ley de patrimonio familiar, en RDP, 1953, 703 y ss. (22) (23) Op. cit., 83 nota 13. (24) Así en la Sentencia de 2 de febrero de 1960 (considerando 2°). (25) J.L. DE LOS MOZOS, La partición de herencia por el propio tesrador, en RDN, 27 (1960); ALBALADEJO, Dos aspectos de la partición de herencia por el testador, en ADC., 1(1948), 922 y JORDANO BAREA. Dictamen sobre la partición contenida en testamento, en ADC, 6(1952), 233 y ss. y Abuso de la facultad prevista en el párrafo segundo del art. 1056 Cc. en ADC. 17 (1964), 233 y ss. GONZALEZ ENRIQUEZ. Naturaleza y eficacia de la participación por el testador en actos inter vivos, en RDP. 1954, 949, y, aparte, referencias en Tratados y obras generales. generales. (26) Cfr.- "El marido no podrá disponer por testamento sino de su mitad de gananciales". (27) J.L. DE LO5 MOZOS, Op. cit., en RDN,27 (1960), 214; FOSAR BENLLOCH, La explotación agrícola y el párrafo 2° del art_ 1056, en ADC, 16 (1963), 388 y ss. (28) LACRUZ-SANCHO, Derecho de Sucesíones (Parte GeneralJ, Barcelona, 1961, 486. En sentido parecído, J.L. DE LOS MOZO5, Op. cit. , en RDN, 27 (1960), 214 y ss. (29) A la que más adelante, al final del presente capítulo, nos referiremos, tanto en relación con el Derecho foral como con el Derecho comparado. (30) J.L. DE LOS MOZOS, La renuncia a la sociedad legal de gananciales, en ADC, 13 (1960), 63 y ss.; BAS Y RIVAS, La renuncia a tos efectos de la sociedad legal de gananciales, a la 72 propia socíedad y a sus consecuencias, en RDP, 1949, 844 y ss.; ROCA SASTRE La comunidad de gananciales, destino de sus bienes en caso de renuncia, en RCDI, 1930, 161 y ss. LEZON, Efectos de la renuncia de gananciales por los herederos de uno de los cónyuges, en RCDI, 1923 y CASTAN TOBEI^AS, Efectos de la renuncia a los gananciales efectuada por uno de los cónyuges o sus herederos, en RGLJ, 1929, 226 y ss. (31) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960), 63 y ss. (32) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit. , en ADC, 13 (1960), 145. (33) No infringiendose así el contenido del art. 1394, pues nada cambia ni se altera hasta la disolución del matrimonio y quedan a salvo los intereses de los terceros. (34) CASTAN TOBEAAS, Familia y propiedad, cit., 85 y ss. (35) El choque entre ambas regulaciones es más grave cuando no se enfrentan entre sí, simplemente, dos preceptos jurídicos, sino que la colisibn es de fondo porque son distintos los principios en que se sustentan (J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960), 145). También F. DE CASTRO, Op. cit., en ADC., (1954), 389, aludiendo a la dualidad intrínseca del Derecho actual. Por eso, en muchos casos, como he defendido en varias ocasiones, no se puede hablar, al ocuparse del Derecho agrario, de una relación entre ius commune y ius specialis, ya que no hay lugar a ello cuando las normas del Derecho agrario se cienan a toda relación de éste tipo (ius proprium). (36) El problema afecta también a los Derechos forales, como se puso de relieve en las Jornadas de Derecho foral, celebradas en Lérida y Barcelona, en octubre de 1971. (37) En éste sentido, la aguda distinción de ROCA SASTRE, La necesidad de diferenciar lo rústico de lo urbano en el Derecho sucesorio, en AAMN, I(1948), 338, entre familia troncal, rural o estable y familia urbana, no troncal o temporal. El mantenímiento de la unidad de la explotación agrícola se referiría al primer grupo. Parecida es la distinción entre patrimonios dinámicos o de producción y patrimonios estáticos o de ahono rentista que propugna VALLET, Panorama del Derecho civil, Barcelona, 1963, 264 y ss. De modo que sólo a los primeros se aplicarían los sistemas de continuidad, tanto desde el punto de vista económicomatrimonial, como sucesorio, con el fin de mantener viva la explotación. Con todo estas ideas, debido a las profundas transfor- 73 (38) (39) (40) (41) (42) (43) (44) (45) (46) maciones que se han operado en la agricultura en los últimos quince años resultan un poco rígidas. De una forma o de otra, los cónyuges podrían pactar en capitulaciones la constitución de una explotación o patrimonio familiar como patrimonio separado. Si en los capítulos no se añade otra cosa sobre el futuro régimen económico, esa explotación o patrimonio habría de ccexistir con la comunidad de gananciales. Pero es posible, también, que los futuros cónyuges traten de adecuar a ella las normas por las que ha de regirse económicamente su futuro matrirnonio, eligiendo para ello otro de los regímenes ai amparo de esa relativa libertad de pacto de que hemos hablado. Vid. sobre la comunidad universal las líneas. generales que trazan PEREZ GONZALEZ y CASTAN, en su Notas al Derecho de familia de KIPP y WOLFF, 2a ed., Barcelona, 1953, 432 y ss.; también, LACRUZ, EI matrimonio y su economía, cit., 432 y ss. Arts. 53-56 de la Compilación de Cataluña; 33-35 de la Compilación de Aragón. Arts. 41 y ss. de la Compilación de Vizcaya y Alava. Vid. CERRO SANCHEZ-HERRERA, Aportación al estudio del Fuero de Baylío, Madrid, 1964. Así lo estiman, también, PEREZ GONZALEZ y CASTAN, dbid. NAGORE YARNOZ, Doctrina actual sobre las capitulaciones matrimoniales en Derecho común y foral, en Estudios Castán, IV, Pamplona, 1969, 509 y ss. LALINDE, Capitulaciones y donaciones matrimoniales en e! Derecho catalán, Barcelona, 1965, 30 y ss., según éste autor el Código civil muestra en ésta materia su excesiva influencia racionalista, viendo grandes peligros en la contratacibn entre aquellas personas ligadas por vínculos matrimoniales que las despojan de esa alteridad que parece exigirse en las partes contratantes. No adoptandose esta postura en legislaciones como la alemana, austríaca, sueca o inglesa, ni actualmente en las legislaciones románicas que la sostuvieron en principio, ni en nuestros Derechos forales. Sin embargo, esta opinión ha de ser tomada con toda cautela. Sabidas son las dificultades que, tradicionalmente, la doctrina veía para admitir la alteración de las capitulaciones. Dificultades que, en cierto sentido, vienen superadas en el plano doctrinal y en el legislativo. Así, en las mismas legislaciones forales se arbitran medios para superar esos supuestos peligrosos a través de adecuadas 7a garantías para los terceros. Vid. art. 142° de la Compilación de Cataluña y art. 26 de la Compilación aragonesa. (47) Art. 2ó de la Compilación de Aragón; ari. 7 en relación con los 9,13 y 14 de la Compilación de Cataluña. En Baleares no se establece nada al respecto, pero al admitir los contratos onerosos entre cónyuges, así comos los pactos sucesorios, no hay duda en cuanto al criterio de libertad. (48) Arts. 25 y 33 de la Compilación de Aragón; art. 8 de la Compilación de Cataluña. Por otra parte, la sucesión contractual se admite hoy en Cataluña, Aragón, Baleares, Navarra y Vizcaya. (49) J.L. DE LOS MOZOS, Op. cit., en ADC, 13 (1960), 64 y ss. (50) Ibid. (51) J.L. DE LOS MOZOS,Ibid. (52) No hay que olvidar la superioridad ética y dogmática de la comunidad de gananciales, tal y como la regula nuestro Código civil, a la que éstas modificaciones del Derecho francés pueden venir a corregir de su rigidez, que deriva más que del régimen mismo de su consideración como régimen legal en relación con la imposibilidad de su alteración. También el legislador francés ha acercado su regulación a la española (después de la Ley de 24 de abril de 1958) estableciendo el consentimiento uxoris (art. 1413-1° Cc. esp.). (53) Aparte de las referencias en tratados generales, que aquí no son del caso: R.MENASSEYRE, La protección des exploitations agricoles par les contracts de mariage, les donations et testamensts. Rapport au Coloque europée de Droit rural, Luxembourg, 1971. (54) LACRUZ-SANCHO, Derecho de familia (El matrimonio, etc.), cit. 559. Podría pensarse también en la posibilidad de que durante el matrimonio los cónyuges constituyesen una sociedad integrada por los hijos como socios. (55) Salvo las mortis causa capiones que prevé el art. 1427 Cc. y el derecho de alimentos a favor de la viuda (art. 1430 Cc.) que tienen este carácter. (56) Por aquella vinculación de la família a la casa, VALLET, El espíritu del Derecho foral y los problemas agrarios de hoy, en ADC, 18 (1965), 220; MARTINEZ SARRION, En torno a la familia foral, en RDP., 1964, 385 y ss. (57) Así, PEÑA BERNALDO DE QUIROS, Op. cit., en ADC., 12 {1959), 949. (58) Sobre la evolución de la sociedad continuada en Aragón: LACRUZ, 7.5 El Derecho de familia en la nueva C'ompilación aragonesa AD(', 2U (1967), 723 y ss.; que la razón de la continuación de la comunidad sea la de la subsistencia del nexo familiar, lo pone de relieve el hecho de que en el caso de nuevas nupcias, lo yue supone una injerencia extraña en la familia, se disuelve aquélla. SAPENA, Dinámica de los bienes en la sociedad conyugal ara^nnesa en RDP., 1952, SOS. (59) La Compilación ha perfeccionado el aspecto social de la comunidad no referida únicamente a una masa inerte de bienes, a algo estático, como era el resultado de la indivisión sin otorgamiento de inventario. También ha deslindado los supuestos en los que es obligatoria y voluntaria la continuación de la citada comunidad. (60) Vid L. MARTIN-BALLESTERO;Introducción a la Compilación de Derecho civil de Aragón, en ADC., 20 (1967), 609, insistiendo en el carácter individualista del Código civil que no se ocupa apenas de ia familia, a diferencia de lo que ocurre en Derecho aragonés. Del mismo autor, La casa en el Derecho aragonés, Zaragoza, 1944. (61) Su Exposición de Motivos, califica al Derecho foral vizcaíno de verdadero "estatuto agrario", considerándolo una anticipación de las novísimas tendencias de ordenación jurídica del agro español, mediante la concentración patrimonial y familiar y a] servicio de esa única preocupación. (62) Surgida en la Edad Media como instrumento para conservar indiviso el patrimonio de la casa hasta la desaparición de ambos padres, se da hoy sobre todo en los Derechos territoriales del Norte y Centro de Alemania (Westfalia, Pomerania, Schleseig-Holtein) unido a la comunidad general de bienes: KIPP-WOLFF, Op. cit. VI-2, Barcelona, 1953, 468. (63) Esta es la contrapartida al hecho de que el cónyuge supérstite pueda renunciar a la comunidad y los demás descendientes no. Por eso no e^ciste en el ZGB (art. 230), pues su origen allí es contractual. (64) También en Italia se establece, aunque más bien como consecuencía de su régimen especial, la continuación del patrimonio familiar hasta la mayoría de edad de los hijos (arts. 175, 176 y 716 Cc. it.).