especial Zócalo Saltillo Martes 26 de octubre de 2010 7a Fue durísimo decirles adiós ‘Me quiero ir con ellos’ zóca lo | r edacción La muerte de los tres miembros de la familia Siller Galindo dejó en shock a la hija mayor de María Angélica L tres rostros, tres urnas. La despedida fue muy dolorosa para la familia. a primogénita de María Angélica no podía mitigar su dolor... “Por qué se fueron, yo los necesitaba... Me quiero ir con ellos”, cuestionaba sollozando por haber perdido de la forma más injusta a sus hermanos y a su madre, a quienes apenas una semana atrás les había dado la dicha del primer nieto de la familia. El dolor y el sufrimiento inundaban la atmósfera. La muerte de los tres miembros de la familia y la forma en la cual les fue arrebatada la vida impedían a los presentes, incluso, poder emitir comentario alguno sobre Karen, Ricky y María. Desde temprano un grupo de estudiantes de 3º “D”, de la secundaria Ricardo Flores Magón, todavía uniformados, llegaron a la capilla donde estaban siendo velados los restos de su compañero de clase. Las caras desencajadas no eran para menos. Lo último que recuerdan de él es haber- lo visto minutos antes de la tragedia, con su imborrable sonrisa, en la fiesta de 15 años de una de sus amigas la noche del sábado, de donde salió con su hermana y su madre para dirigirse a su casa, sin pensar siquiera el horrendo final que les aguardaba. La capilla se vistió de flores y de un luto extremadamente difícil de superar para los deudos, en especial para la hija mayor de María Angélica. Poco después de las 14:00 horas, las cuerdas de las guitarras lloraron y se unieron al sufrimiento de los familiares y amigos que se congregaron en aquel sitio. La hermana mayor, envuelta en lágrimas, se aferró a las urnas fúnebres rosa, negra y blanca junto a su esposo que en ningún momento se separó de ella. Julio y Bryan, dos de los mejores amigos de Ricky, recuerdan que durante la fiesta, anterior al fatal desenlace, el jovencito se la pasó jugando y disfrutando con todos, en especial con ellos dos. “(Se la pasó) platicando, riéndose, bailando”, como ya era su costumbre. En el salón de clases, recuerdan, “era muy bromista; siempre se la pasaba muy alegre. Nos duele mucho….”, recordó Anel, hasta que el llanto la obligó a ocultar su cara en el hombro de una de sus compañeras. amigos y parientes tratan de consolar a Catalina, la hija mayor de la familia. Oración, globos y flores blancas redacción Zócalo | Saltillo L es dijeron adiós entre oraciones y flores blancas como signo de paz; ésta se rompió porque sus muertes estuvieron acompañadas de violencia; les dijeron adiós y recordaron sus profundos ojos, les dijeron adiós a María Angélica y sus hijos Karen y Ricardo. Al frente del altar en la iglesia San Pablo Apóstol, observando los restos de sus seres queridos, estaba Catalina; destrozada se despedía de su madre y hermanos, y en medio de su ausencia, escuchaba las palabras del sacerdote Juan Manuel Ledezma recordando que esta vez la muerte visitó la ciudad y no de la mejor manera, sino trágica y violenta. “Tal vez no encontremos ninguna respuesta, tal vez encontremos más justificantes, pero morir así solamente nos lleva a decir que el mal está presente; pudiéramos decir nombres, instituciones y señalar personas, pero no estamos en el escenario para hacerlo; lo que sí debe quedar claro es que la presencia del mal ante la muerte se hace presente”, comentó el presbítero. Con la voz entrecortada ante la magnitud de la tragedia, el presbítero trató de dar consuelo a Catalina Siller Galindo, su abuela y la familia que aún le sobrevive a María Angélica. “El justo aunque muera prema- Compañeros de de Ricardo acudieron a despedirlo. es una lección tremenda la que representa para los saltillenses esta tragedia. turamente encontrará descanso; la ancianidad venerable no se mide por las canas sino por la prudencia”, era el primer mensaje del sacerdote en el cual evocaba a Karen y Ricardo, acompañando el pesar de Catalina y todos quienes conocieron a los jovencitos. El padre Juan Manuel Ledezma pronunció que Dios los halló justos y los amó y se los llevó, pero no dejó de aclarar que la sociedad no quiere que así se vaya más gente inocente; “no queremos que lo que les ha acontecido a su familia les acontezca a otros”, sostuvo. Invitó a los congregados en el templo a reflexionar ante el trágico suceso para alejarse del mal, para que la justicia salga a flote, y ver en el corazón dónde se encuentra Dios en la vida de cada uno.