Capítulo I L Los manuscritos de Sir Alfred Du Guesclin os obreros del Castillo de Calais descubrieron la cava en pleno verano cuando preparaban el terreno para construir la cabaña de huéspedes. Algunos estaban todavía reposando el almuerzo bajo la sombra del castaño, reuniendo fuerzas para retomar la labor, pero sobre todo escondiéndose del sol del mediodía, las paredes brillaban bañadas por su luz y su vista no ofrecía ningún descanso para los obreros, extenuados por el arduo trabajo de la mañana. El más robusto de ellos fue quien descubrió los ladrillos de la bóveda de la cava y lo anunció al maestro de obra. Cavaron dos días en silencio, excitados por el descubrimiento. El primero en entrar fue el señor Arceneau. Se decía que había pagado una suma escandalosamente alta por una propiedad en avanzado estado de abandono, pero el castillo valía la pena, databa del siglo X, se encontraba en los alrededores de Calais, en el norte de Francia, y aún podía rescatarse sin grandes dificultades. Ahora que se había descubierto que albergaba un tesoro, nadie cuestionaba el valor de la adquisición de la familia Arceneau. Lo primero que hizo la comisión fue determinar la edad de la cava, tenía por lo menos un siglo de haber sido adaptada para tal menester y albergaba 450 botellas de vino perfectamente conservado que, según los enólogos, databan de 1930. La teoría más plausible y por la que se inclinaba la comisión de técnicos y eruditos decía que la cava había sido sepultada en 1940 para evitar que cayera en manos de la soldadesca nazi, luego de que tropas alemanas rompieran la línea Maginot bombardeando los viñedos que encontraban a su paso. ~11~ Fernando Bermúdez Ardila Esa tarde se estaba llevando a cabo la revelación oficial del descubrimiento. La entrada sólo le fue permitida a la famosa casa Christie’s, algunos historiadores, enólogos, personalidades importantes del mundo de la política y allegados a la familia. Yo, Sir Alfred du Guesclin, estaba allí porque la comisión me necesitaba, había estando yendo durante varias semanas, pero fue justo el día del evento que encontré los manuscritos, cuando ya no me estaba permitido estar en la cava. Nadie se había dado cuenta de que yo seguía adentro. Me refugié unos minutos en la oscuridad y cuando estuve seguro de que no me verían encendí mi linterna y escudriñé hasta el último rincón de aquella cava. Más que los vinos me interesaba el hecho de que en el siglo XIII el castillo había sido morada del caballero templario Pierre Babin; en la oscuridad de aquella vieja cava buscaba huellas del Temple. Encontré mucho más que eso, detrás de la piedra de uno de los muros hallé un cofre con grabados religiosos en su exterior y manuscritos adentro, guardé los manuscritos con cuidado en mi portafolios, dejé el cofre y salí. Recorrí los pasillos y salones y me uní a mis colegas; nos dirigimos hacia la antigua sala de audiencias donde en breve se realizaría el acto protocolario del descubrimiento de la cava. Más tarde me tomé una copa del vino encontrado y dije, acercándome a la familia anfitriona y abriéndome paso entre los invitados que los rodeaban: definitivamente habría sido el peor error de guerra haber permitido que los soldados del Führer bebieran de este vino. Todos sonrieron y alguien agregó: un pecado de guerra y un delito celestial además. Los manuscritos tienen más de cinco siglos de existencia, pero están en buen estado. Aparte de algunos insectos y una humedad reciente no parecen haber estado expuestos a agentes corrosivos. Su caligrafía es elegante y cuidadosa al igual que el cofre en el que se hallaban. El papel es de lino como era de esperarse, pues esa fue la fibra vegetal más usada por los franceses para fabricar papel hasta el siglo XII, la humedad lo deformó un poco, pero los ~12~ caracteres en él grabados siguen siendo legibles. Con la ayuda de mi equipo he procurado transcribirlos, luego de confirmar su autenticidad, mediante la consulta de numerosos textos, archivos, crónicas y referencias. Para que el texto sea más asequible a los lectores he optado por trasladar la cronología, los nombres de personas y lugares, las fechas y otras remisiones a un lenguaje más inteligible, con el mismo fin he puesto notas al pie de página. A pesar de las juiciosas y apasionadas investigaciones no he obtenido una conclusión taxativa en cuanto a la veracidad de la historia, pero entre los manuscritos hallé unos cuántos mapas que podrán ayudarnos a confirmarla. Sin más preámbulos publico aquí los manuscritos escritos por Lorik Candau: “Es el 24 de Septiembre del año de 1313 de nuestro señor. Yo, Lorik Candau, monje perteneciente a la orden del Temple, me propongo ir narrando lo que nos ha sucedido hasta hoy y en lo posible trataré de contar todo lo que suceda de ahora en adelante si mi señor me da vida para regresar a la amada tierra donde nací. Partimos de nuestra querida Francia huyendo como truhanes, perseguidos por Felipe y Clemente, abandonando nuestras tierras y posesiones. En cuatro embarcaciones zarpamos hacia Occidente 180 hombres al amparo de la noche otoñal. Se nos había encomendado la misión de poner a buen resguardo parte del tesoro de la Orden, así como importantes secretos contenidos en libros de palma traídos de Oriente, quizás deba decir también que esto no era lo único que motivaba nuestra partida; queríamos salvar nuestras vidas. En Francia nos esperaba lo mismo que a tantos otros hermanos: la humillación, la tortura, la prisión e incluso la muerte. La información que teníamos sobre Occidente era vaga, había sido traída de Medio Oriente por nuestros antiguos templarios y provenía a su vez de Extremo Oriente, de los chineses, que ~13~ Fernando Bermúdez Ardila aseguraban haber hallado tierra firme al otro lado, navegando hacia el oriente de ellos, el occidente para nosotros. De ser cierto lo que decían los chineses no sólo hallaríamos tierra firme, también comprobaríamos lo que hasta el momento muchos desconocían: la tierra era redonda. En esas circunstancias partimos a la búsqueda de nuevas tierras. La primera de muchas dificultades la padecimos cuando llevábamos poco más de un mes navegando; con viento en popa habíamos alcanzado la velocidad máxima desde que zarpamos —siete nudos y un cuarto, según he constatado hoy en el diario de navegación—. Medíamos la velocidad cada hora, en esto era bastante estricto porque al trasladar los nudos a la carta marina podía hacerme una idea precisa de nuestra ubicación para elaborar los mapas de navegación. La velocidad alcanzada nos permitió efectuar un viraje por avante1. Mientras avanzábamos hacia la oscuridad de la noche un viento helado sacudía las velas de nuestras embarcaciones, el mar encabritado nos movía a su antojo y en el cielo se empezaba a dibujar una tormenta, la incertidumbre se apoderaba de nuestros hombres. Como no había vuelta atrás nos preparamos para enfrentar la furia del mar, pronto el viento empezó a soplar en varias direcciones y las olas encrespadas ocultaron la línea del horizonte, la nave desestabilizada dio varias vueltas y perdimos de vista a las demás embarcaciones. Se desató un aguacero torrencial y con él una tormenta eléctrica que averió la brújula. Nos apresuramos a arriar las velas con tan mala suerte que un obenque se reventó y golpeó a un marinero tumbándolo al mar. Como el temporal no amainaba dejamos de ceñir y pusimos el barco al pairo, pero la fuerza del viento y de las olas escoró la nave y rompió la arboladura, el agua empezó a ascender lentamente desde la sentina, dándonos tiempo de reaccionar. 1 Viraje en el que la proa pasa por la dirección de donde viene el viento. Este viraje es difícil en algunas circunstancias, pero es ventajoso porque no hace perder barlovento (distancia navegada hacia el viento) y se lleva a cabo con mayor rapidez que la virada redonda. ~14~ La embarcación quedó inservible, salvamos lo que pudimos y logramos mantenernos con vida hasta que la tormenta pasó y fuimos rescatados por una de las naves que compartían nuestras penurias. En esta tragedia murieron siete marineros y cuarenta y dos caballos; ahora sólo teníamos tres embarcaciones, las reservas que llevábamos en la bodega se habían perdido en el fondo del mar y nos tocó racionar la comida. Esa fue tan solo una de las muchas noches que tuvimos que luchar contra las bravas aguas del mar. Pasaron días, no supe cuántos, lo único que sabía era que, pese a nuestros esfuerzos, seguíamos en la mitad de la nada, y mi fe en aquellas teorías de más de 180 años de antigüedad se iba perdiendo arrastrada por las olas. Llegó un momento en el que me parecía más probable pescar una sirena que hallar tierra firme. Aunque ninguna de las tormentas y temporales que siguieron fue tan grave como la que les he contado, éstas hacían mella en el ánimo de la tripulación, algunos llegaron a pensar que habíamos sido engañados, víctimas de una treta para deshacerse de nosotros. Es en circunstancias extremas cuando Dios pone a prueba nuestra fe, pero mis hombres parecían haberlo olvidado y su fe se consumía lentamente como la llama de una vela. Mi situación no era diferente. He de decir, sin embargo que las bendiciones de Nuestro Señor no eran pocas, no se extendió epidemia alguna entre nosotros, a nadie le dio escorbuto. Dios nos mantenía a salvo para lo que nos esperaba. Un día como cualquier otro, pues desde que zarpamos todos los días eran iguales y la única posibilidad de romper la rutina era el sorpresivo avistamiento de una ballena o el paso de una bandada de aves migratorias, me ausenté a mi litera. Horas después alguien me despertó tocando a la puerta. Afuera se oían gritos, la algarabía llegaba hasta el castillo de popa. Abrí rápidamente, era el contramaestre, de expresión severa regularmente, tenía ahora un semblante feliz, llegamos, me dijo, ~15~ Fernando Bermúdez Ardila disimulando apenas su emoción. Salí a verlo con mis propios ojos. De la profundidad del océano brotaban montañas como por obra y gracia del Espíritu Santo ¡estábamos llegando a tierra firme! grumetes, artilleros, cocineros, la maestranza y toda la tripulación salieron a la cubierta a observar el largo cordón de tierra que se extendía ante nosotros como una serpiente lista para abrazarnos. Estábamos más que dispuestos a dejarnos abrazar por aquellas tierras, nuestra sed de conocimiento era saciada una vez más; porque lo que nos había concedido el poder era nuestra constante búsqueda del saber y no la adoración al demonio como quería hacer creer Felipe IV. Al frente teníamos mucho más que la salvación, teníamos una fuente inagotable de descubrimientos, pero esto no lo entenderíamos sino hasta más tarde. Repartidos en las tres naos2, los caballeros del Temple sentimos renacer nuestras almas, apagadas tras tantos días de tribulaciones y angustias. Al caer la tarde, anclamos las embarcaciones a unos trescientos metros de la playa y acordamos desembarcar a primera hora del día siguiente. Era el 14 de diciembre del año 1310 de Nuestro Señor. Dudo que alguien haya podido conciliar el sueño esa noche, el ambiente en los navíos no era del todo alegre, pues era inevitable preguntarse por la suerte de los que dejamos atrás, para nadie era un secreto que habíamos huido de Francia para salvar nuestras miserables vidas abandonando a su suerte al gran maestro Jaques de Molay y a los demás hermanos de la Orden, sabiendo que la ambición de Felipe y la complicidad ciega y muda de Clemente acabarían pronto con sus vidas. El Desembarco No había empezado a clarear cuando las tres naves abrieron sus compuertas traseras y salimos ordenadamente sobre nuestros 2 Este tipo de embarcación es una evolución de las cocas medievales común en el siglo XIV y anterior al Galeón. ~16~ caballos, como habíamos perdido cuarenta y dos en la tormenta, varios hombres tuvieron que compartir caballo así como cuando la Orden apenas empezaba y no tenía bestias suficientes para cada caballero. Avanzamos hacia la línea de costa, mientras los primeros destellos del sol iluminaban el mar. Todos vestíamos la cruz paté3 y cada uno llevaba su yelmo y su escudo, además de las cotas y las polainas de malla, como corresponde a cualquier caballero de la Orden, sobra decir que nadie portaba la oriflama4. Pronto vimos que no estábamos solos, nos esperaban alrededor de 6.000 hombres formados a lo largo y ancho de la playa, armados con arcos y lanzas; algunos de ellos eran niños de 10 o 15 años con la cabeza rapada excepto un mechón en la nuca, otros tenían la cabeza pintada de rojo y azul y en la mitad una extraña cresta como de gallo. Su indumentaria era colorida y vistosa. No era momento para retroceder. Los demás capitanes y yo decidimos continuar, encomendar nuestra vida al creador y dejar que fuera él quien decidiera nuestra suerte. Quienes llegábamos a estas tierras ya no éramos jóvenes guerreros, éramos veteranos de guerra. Cuando empezó la casería en contra nuestra nos encontrábamos reclutando jóvenes para iniciar otra cruzada en Jerusalén, pues las tropas jóvenes se habían quedado en Chipre. Además éramos 173 hombres contra un ejército de miles. Aún así desenvainamos nuestras espadas y avanzamos rápida y decididamente hacia la orilla, pero no en señal de ataque sino con la espada atravesada sobre nuestras piernas y la cabalgadura. No nos atacaron, quizás porque vieron nuestra inferioridad numérica o quizás por el desconcierto que les causamos; sus miradas deslumbradas se posaban en los caballos, en nuestro ropaje y en nuestras armas. Tenían los ojos levemente rasgados como la 3 Emblema de los caballeros templarios. Sus cuatro brazos representan los cuatro elementos (tierra, agua, aire , fuego), los cuatro evangelistas (San Juan, San Lucas, San Marcos y San Mateo) y las cuatro estaciones como fusión del mundo terreno y el divino, es decir el carácter a la vez guerrero (mundano) y espiritual (religioso) de la Orden. 4 Pendón de guerra de los reyes de Francia. ~17~ Fernando Bermúdez Ardila gente de Oriente y su tez era más oscura que la nuestra, eran de constitución fuerte y atlética. Las mujeres vestían sencillamente y llevaban el pelo suelto, negro y brillante. Los que poseían los vestuarios más llamativos hablaron en una lengua que no se parecía a ninguna que yo hubiera escuchado antes, les ordenaron a los demás que se retiraran y se hicieron cargo de nosotros junto con un séquito de guerreros que los seguía. Un hombre alto y corpulento que parecía ser el jefe se dirigió a los demás capitanes y a mí que éramos quienes encabezábamos la expedición y nos repitió varias veces la palabra Tlatoani. Ahora puedo deciros que el Tlatoani era la persona escogida por los nobles para gobernar el Altépetl5, máxima autoridad y principal sacerdote del templo, en ese entonces no lo sabíamos. Seguimos en nuestros caballos las señas de aquellos guerreros ataviados que nos condujeron a través de un valle y, tras hora y media de camino, llegamos a un poblado. Había gente en las calles, era temprano y regresaban a sus casas con mercado o víveres, a lado y lado de la calle se veían locales donde entraba la gente para hacer encargos, esa debía ser la calle de los oficios porque había mucha actividad. Apenas nos vieron todo se detuvo, algunas mujeres gritaron y salieron despavoridas, para nosotros también era extraño. Pronto empezaron a llegar curiosos, querían tocar los caballos y nuestras barbas, afortunadamente los guerreros que nos guiaban controlaron la situación, pues nosotros no sabíamos cómo reaccionar. Nos llevaron a una construcción piramidal, adentro había pinturas de seres imaginarios, unos parecían humanos, otros animales, tenían muchos colores y adornos de la naturaleza. A juzgar por las pinturas y el tamaño de la construcción estábamos en un templo. 5 Viene de in atl, in tepetl, el agua, la montaña. El término parece referirse a un asentamiento cercano al agua. Entidad política y territorial de Mesoamérica, sinónimo de Señorío. ~18~ Uno de los guías que venía con nosotros salió, los demás nos quedamos esperando. Al rato llegó el Tlatoani y se sentó al frente nuestro en un grueso trono de piedra profusamente tallado. Todo él irradiaba poder, sus ademanes y su forma de hablar confirmaban su origen noble, las inflexiones y la gravedad de su voz inspiraban respeto y temor, traía el pelo corto, su cuello lucía preciada plumería, llevaba brazaletes y orejera de oro, así como armas, espadarte y rodela. Tenía numerosas insignias y una capa. Se mostró muy asombrado con las bestias, creo que en esas tierras nunca habían visto caballos. Una vez en su trono, empezó a hablar solemnemente, con él llegaron otros hombres importantes. Cuando terminó su discurso varios de los presentes intervinieron, ninguno de nosotros entendía nada, pero se notaba que discutían. Por los gestos parecía que el Tlatoani y otros cuantos nos defendían mientras otros se mostraban indignados. Cuando la discusión estaba en su punto álgido el tlatoani se levantó de su trono y caminó hacia un pedestal sobre el que reposaba una roca redonda llena de dibujos y les señaló algo. Después me enteraría de que ese era el calendario sagrado y la discusión era porque el tlatoani decía que éramos seres divinos, enviados por Ometéotl, mientras que dos de los presentes, miembros del consejo de sabios6, hablaban de sacrificarnos para tener contento a Huitzilopochtli7, pero también para consumir carne porque estaban ávidos de proteínas debido a la escasez de prisioneros en los últimos tiempos. Afortunadamente en ese momento no entendíamos nada de lo que pasaba. Gracias al Señor, la fecha de nuestra llegada, muy cercana al día en el que el 6 El organismo más importante del Estado en el Imperio Azteca era el llamado Tlatocán o Gran Consejo. Este organismo tenía funciones directivas, administrativas y judiciales, lo integraban un representante por cada calpulli. Los elegidos eran los varones más sabios o distinguidos del calpulli. 7 Principal deidad de los Mexicas, asociada con el sol. Se le ofrendaba el corazón de cautivos de habla náhuatl para darle vigor en su batalla diaria y lograr así que el sol saliera en el siguiente ciclo de 52 años y posponer el fin del mundo por lo menos un ciclo. ~19~ Fernando Bermúdez Ardila ciclo ritual y el solar8 coincidían, indicaba que éramos enviados divinos, de lo contrario habríamos ido a parar al estómago de aquellos hombres. Esto no complació a los opositores y tras un cruce de palabras y señas un guerrero joven que acompañaba a uno de los miembros del consejo salió apurado del templo. Regresó pocos minutos después con un pajarraco muy raro, el Tlatoani lo cogió en sus manos sujetándolo con fuerza y, tras observar los ojos del animal, dio un último veredicto: Éramos enviados de los Dioses. Desde entonces nos trataron con deferencia, fuimos motivo constante de agasajo y nos ofrendaron alhajas, oro, plata y piedras preciosas. Después de aquel viaje tortuoso y ante tan calurosa bienvenida no teníamos deseos de volvernos a embarcar, nuestros anfitriones tampoco parecían tener prisa pues nos enviaron profesores de náhuatl. La barrera de la lengua era infranqueable. Los mexicas nos permitieron dedicarnos al estudio durante los diecinueve meses que estuvimos allí, nombraron delegaciones especiales en la calmécac9 encargadas de nuestra instrucción y pronto empezamos a aprender astrología y matemáticas además de su lengua de difícil pronunciación. Aunque muy diferentes a los europeos, son gente avanzada que posee conocimientos valiosos de medicina y otras ciencias. El corazón de su organización civil son los calpullis10. La de los mexicas es una sociedad estratificada con nobles o pillis, plebeyos y esclavos. En la punta de la pirámide está el Huey Tlatoani, le siguen los sacerdotes, guerreros y funcionarios civiles y por último los mercaderes, la 8 El ciclo ritual y el solar concordaban cada 52 años, lo que era celebrado con grandes ceremonias que incluían sacrificios humanos. 9 Internado para los hijos de los nobles aztecas. En esta escuela se les entrenaba para ser sacerdotes, guerreros de la élite, jueces, senadores, maestros o gobernantes, educándolos en historia, astronomía y otras ciencias, la medición del tiempo, música y filosofía, religión, hábitos de limpieza, cuestiones de economía y gobierno, y sobre todo, disciplina y valores morales. 10 Unidad social propia de la sociedad mexica compuesta por varias familias que se encargaban de funciones muy diversas. Cada calpulli tenía su dios propio, un templo, tierras y un gobierno. Está debajo del nivel del Altépetl, podría traducirse como una ciudad estado. ~20~ capa intermedia la conforman los macehuales que rinden servicio militar y trabajan en sus talleres el oro, la plata, las plumas, las piedras semipreciosas y la madera o cultivan en su calpulli, en la base están los esclavos, algunos están pagando una condena o una deuda, hay entre ellos criminales, delincuentes y mujeres de mala vida, otros son simples prisioneros de guerra. Tanto macehuales como esclavos pueden poseer bienes y casarse con personas libres, pero no pueden tener varias mujeres ni usar ropa de algodón, tampoco ir a la calmécac, pues estos privilegios son únicamente de la nobleza. Aunque son una sociedad jerárquica es posible ascender en la escala social mediante méritos militares, un guerrero destacado puede enviar a sus hijos a la calmécac y formar parte de los pillis. Pero como no estoy aquí para contarles todo lo que aprendí con los aztecas, sino para narrar lo que nos pasó a nosotros después de abandonar Francia, les diré que tres días después de nuestra llegada presenciamos una ceremonia importante que no olvidaremos nunca, pese a nuestros esfuerzos. Esta celebración tenía lugar cada 52 años y representaba el comienzo de un nuevo ciclo. Ya había caído la noche, el manto celeste estaba tupido de estrellas y las chicharras insistían en su canto, estábamos descansando en nuestro albergue provisional cuando llegó un guerrero águila y nos hizo señas de que saliéramos. Afuera nos esperaban varios tamemes11 con antorchas para alumbrarnos el camino hasta llegar a la orilla del lago, partimos en barcas para una ciudad llamada Tenochtitlán, en ese entonces estaban terminándola de construir, era una ciudad grande con varios calpullis, que no tenía nada que envidiarle a las mejores de Europa; rodeada de agua y llena de canales, la ubicaron sobre un islote en el lago Texcoco. Una vez allí nos llevaron a un templo deslumbrante, aquellas tierras lejanas estaban llenas de 11 Viene de la palabra náhuatl Tlamama que significa cargar. Los tamemes llevaban a sus espaldas las cargas que podían ser personas, tributos, artículos para el comercio, etc. En Mesoamérica no existían animales de carga y se tuvo que emplear al hombre. ~21~ Fernando Bermúdez Ardila tesoros y las riquezas que nosotros pretendíamos esconder eran poco comparadas con lo que allí había. Se abría ante nosotros un mundo nuevo y no necesariamente amable, como vería esa noche. En el templo había mucha gente, nos ubicaron cerca al Huey Tlatoani en un lugar con una vista privilegiada como correspondía a los enviados de los dioses. El ambiente estaba enrarecido, había agitación y aunque era una festividad la gente no estaba feliz, no entendí porqué si la danza era divertida y los danzantes tenían atuendos hermosos. Los bailarines tampoco se veían contentos, sus expresiones eran más bien ausentes y algo apesadumbradas, todo era verdaderamente extraño, los espectadores parecían desbordados por algún extraño pensamiento, como embriagados. Al mismo tiempo todo estaba revestido de una gran solemnidad. La danza se extendió hasta el amanecer, los jóvenes estaban exhaustos y sus disfraces un tanto descolocados, pero eso no impidió que un hombre se acercara a ellos, los despojara uno por uno de parte de sus vestimentas dejándoles el pecho descubierto y los condujera a la pirámide junca donde, para nuestra sorpresa, los sacerdotes los sujetaron de las extremidades y les extirparon el corazón. Siendo viejos veteranos de guerra habíamos visto mucha barbarie, habíamos tenido que luchar decididamente y sin contemplaciones, conocíamos la crueldad, veníamos huyendo de ella; aún así los sacrificios humanos de los mexicas nos trastornaron. Cuando los presenciamos no sabíamos nada todavía de ellos, no hablábamos su lengua ni conocíamos sus creencias, hasta ese momento solo conocíamos su amabilidad, esa noche vimos su otra cara, una cara enigmática e incomprensible para nosotros. No fue fácil no ceder al espanto ni dejarnos invadir por el temor. Con el tiempo veríamos que su maldad no era mayor a la conocida por nosotros en las cruzadas donde también se mataba a los enemigos o se les dejaba gravemente heridos. Los mexicas intentaban capturar al enemigo sin herirlo, pues los cuerpos mutilados no eran aceptados para el sacrificio. Después los mataban en un acto ritual que ennoblecía su muerte, no los ~22~ dejaban morir tirados en el campo de batalla y, aunque el hecho no dejaba de ser macabro, para la mayoría de guerreros era un honor ser sacrificado. La muerte era tanto o más sagrada que la vida y en últimas nosotros no éramos quienes para cuestionar sus tradiciones, no era esa la razón por la que estábamos ahí y habiendo escapado con éxito de la sed de sangre de Felipe no queríamos arriesgar nuestras vidas indisponiéndonos con nuestros anfitriones. Nos interesaba más aprender de ellos y de sus avances que no era pocos. Los sacrificios humanos no eran pan de todos los días, se celebraban muy de vez en cuando, mientras tanto seguíamos aprendiendo su lengua y enseñándoles a montar a caballo. Pronto nos ubicaron en un mejor lugar, dentro de Tenochtitlán. Los mexicas tenían enemigos, pueblos que se resistían a pagar tributos, por eso necesitaban guerreros, luchar en defensa del Imperio traía grandes beneficios, así es que el ejército era poderoso. Los niños se entrenaban en las artes militares desde los 10 años, había dos tipos de guerreros, guerreros águila y guerreros jaguar, los macehuales podían llegar a convertirse en guerreros jaguar, mientras que sólo los nobles podían ser guerreros águila. Para ostentar el título de guerrero era necesario capturar por lo menos cuatro prisioneros en una batalla, sólo así se podía disfrutar del rango de militar, esto hacía que los jóvenes lucharan con todas sus fuerzas. Interesados en nuestros caballos y armaduras, los mexicas nos acogieron pronto entre los grupos élite de su ejército, aprendimos técnicas militares y emboscadas —que a ellos les gustaban mucho—, y nos unimos en la guerra contra señoríos rebeldes como Tlaxcallan. Nos deshicimos de nuestras pesadas cotas de malla y adoptamos los Ichcahuipillis, mucho más livianos y cómodos, acolchados, de tan sólo uno o dos dedos de espesor, fabricados con algodón y otras fibras vegetales resistían los golpes y las flechas de obsidiana. Los guerreros águila y jaguar entraban en un profundo estado de meditación, vivían cerca del templo mayor y tenían ~23~ Fernando Bermúdez Ardila recintos especiales para este fin donde pasaban dos semanas o más sin comer ni beber, a veces sin moverse, en cuclillas. Salían fortalecidos después de este ayuno y casi siempre conseguían matar a su enemigo de un solo golpe. Había entre los mexicas quienes practicaban el arte de la guerra y del sacerdocio o chamanismo al mismo tiempo, al igual que nosotros que éramos religiosos y guerreros. Las técnicas militares eran muy diferentes, bastaba con incendiar el templo principal del señorío para someterlo al poder del imperio, no era necesario destruir las casas de la gente ni someterla a su credo, los mexicas querían tributos y prisioneros para sacrificar no seguidores ni adeptos. En busca de la ciudad de oro Cuando ya entendíamos algo de su lengua y nos habíamos habituado a la cultura y a combatir a su lado, oímos hablar por primera vez de la ciudad de oro. En Europa esto habría sido impensable, pero en Occidente era perfectamente posible, habíamos visto tantas piedras preciosas que no era difícil imaginarse una ciudad de oro. Éramos “enviados de los dioses” y por tanto podríamos acceder a ella—eso fue lo que pensamos—. Preguntamos muchas veces en dónde quedaba y aunque nadie nos dio indicaciones precisas, todos señalaban el sur. Ya era hora de partir hacia nuevos rumbos, habíamos aprendido bastante de los Mexicas. Viendo que había tantas riquezas en Tenochtitlán, decidimos no enterrar los tesoros sino dejarlos en las embarcaciones y llevárnoslos. El tlatoani y el consejo no tomaron mal la noticia de nuestra partida, creo que habían perdido el interés en nosotros y les parecíamos un poco simples para ser enviados de los dioses, aún así nos ofrecieron víveres y nos despidieron con celebraciones. Después de todo, los enviados de dios tienen también una ruta y no llegan para quedarse. Después de haber estado diecinueve meses con ellos emprendimos el viaje bordeando las costas de aquellas tierras ~24~ desconocidas y a merced de la marea, fondeando en las bahías, sorteando tempestades y peligros. Navegamos a lo largo del continente en el océano Atlántico y pasadas unas semanas entramos a la cuenca de un río inmenso: el Amazonas. Nos encontramos de pronto en la más espesa jungla, seguimos avanzando con la esperanza de encontrar un lugar por el cuál poder entrar, el río tenía muchos afluentes y muy caudalosos, no era fácil navegar sus aguas. Desembarcamos cuatro veces en las orillas donde la selva estaba menos espesa pero nunca nos atrevimos a alejarnos demasiado de nuestros navíos, la jungla se mostraba impenetrable, los árboles eran tan grandes que se hacía imposible franquear sus raíces. Tras un tiempo de estar allí empezamos a ver cientos de serpientes pegadas a las ramas, monos, micos, pájaros y colchones de fango y hojas que casi nadie osaba pisar. Entendimos que sólo alguien que viviera en la selva podría guiarnos al corazón de ella donde, según los nativos del norte, se encontraba la ciudad de oro. Todos nuestros intentos por ingresar fueron fallidos así que desistimos y continuamos río arriba con la esperanza de encontrar un pueblo que viviera cerca en la jungla. Hicimos bien, al poco tiempo divisamos un pequeño poblado, había hombres pescando a la orilla del gran río. Desembarcamos con nuestros caballos, no se los dejamos a los Mexicas porque no tenían pastos para alimentarlos, sus cultivos en las chinampas12 apenas alcanzaban para alimentar a una población cada vez más densa. El recibimiento de este humilde pueblo no fue inferior al del norte, nos trataron con reverencia, pusieron tamemes a nuestra disposición y se mostraron muy serviciales a pesar de que no entendían ni una palabra de náhuatl. Esa noche hicieron un banquete en nuestro honor, nos ofrecieron las mejores viandas, pescados, preparaciones de maíz y bebidas 12 Islotes artificiales hechos de cañas y estacas de sauce, rellenos de barro apelmazado con hojas acuáticas. Las chinampas se colocaban en lagunas bajas o pantanos. Tenían gran fertilidad. ~25~ Fernando Bermúdez Ardila fermentadas. Al otro día nos trajeron a un indio que había estado en Tenochtitlán y comprendía el náhuatl, le preguntamos por la ciudad de oro pero parecía que no nos entendía o no había oído hablar nunca de ella, después de cavilar un poco mencionó Tiahuanaco, dijo que esa debía ser la ciudad que buscábamos, cuando le pregunté si era de oro dijo no muy convencido: de oro y piedra. Al otro día partimos por el río en busca de aquella ciudad, nos acompañaban tres guías. Navegamos casi cuatro meses las caudalosas aguas del Amazonas y entramos al río de Cusco13. Desembarcamos en un poblado pequeño desde donde caminamos tres días, siempre en ascenso, por montañas de espesa vegetación, hasta llegar al Curacazgo del Cusco donde fuimos conducidos al palacio del gobernador inca, Mayta Cápac o el melancólico. Para poder verlo tuvimos que descalzarnos y esperar en un recinto de muros trapezoidales. Ningún tipo de argamasa unía las piedras de esos muros y sin embargo se veían sólidos y seguros. Al fin llegó Mayta Cápac cargado en andas por cuatro esclavos, era bastante joven, de aspecto atlético, rostro de expresión severa y serena, llevaba mascapaicha14, corona y ushno o cetro de oro. Nos recibió como a seres divinos, descendientes de los antepasados de Tiahuanaco. Al igual que los demás, los incas nos dieron ofrendas y fuimos reverenciados en los más altos círculos de su Imperio. Todavía hoy me pregunto qué les hizo pensar que éramos enviados de los dioses, creo que fueron los caballos y los ojos azules de muchos de nosotros. Los incas hablan muchos dialectos, entre ellos el quechua, no tuvimos necesidad de aprenderlo porque tenían traductores. Las gentes de Occidente viajan a otras tierras, no tienen caballos ni animales de carga, pero viajan por los ríos y por el mar, algunas veces parten en grandes expediciones por tierra, caminan mucho, conocí hombres que recorrían hasta 37 kilómetros 13 Actualmente se llama río Ucayali. 14 Borla imperial inca. ~26~ diarios acompañados de sus tamemes. No son tan fuertes porque su armamento es más liviano, nosotros en cambio, estábamos habituados a cargar hasta cuarenta kilos en las cruzadas y aunque los caballos nos liberaban de gran parte de la carga, en Oriente siempre llevábamos puestos los yelmos, las cotas de malla, las calzas y la espaldera además del pesado escudo de hierro. En Occidente dejamos las cotas de malla para siempre y usamos las armaduras de los mexicas mucho más livianas. Después de las respectivas celebraciones de bienvenida tuvimos tiempo de enterarnos de la situación en el Curacazgo del Cusco, Mayta Cápac había asumido el poder hacía poco, tenía los méritos suficientes para convertirse en gobernador, había ayudado a su padre Lloque Yupanqui en numerosas campañas militares y su victoria contra los alcavizas15 y la etnia Culunchima lo hizo merecedor del Huarachico, un ritual de iniciación viril común en la nobleza que celebraba el paso de la adolescencia a la madurez, en el que se recibían los waras o pantalones y los discos de oro que se ensartaban en los lóbulos perforados y dilatados desde la infancia. Desde pequeño Mayta Cápac mostró su carácter guerrero, se contaba en Cusco que los alcavizas, con quienes tenían numerosas reyertas, enviaron diez indios a la casa del sol donde vivía Lloque Yupanqui con su hijo con la intención de cogerlos por sorpresa y matarlos, cuando entraron sus enemigos Mayta estaba en el patio jugando a las bolas con otros muchachos, al verlos cogió una bola y con ella mató a uno, luego a otro y por último arremetió contra los restantes que lograron huir muy mal heridos. Por historias como esta el pueblo inca admiraba a su gobernante, decían que estaba gobernando mejor que sus antepasados, tan pronto asumió el poder emprendió campañas militares hacia el sur sometiendo a las gentes del altiplano e inició la construcción de puentes flotantes y balsas. Hacía apenas unos meses había incorporado al imperio la abandonada ciudad sagrada de Tiahuanaco, santuario del sol y de la luna a donde seríamos llevados. Ahora sus tropas 15 Grupo étnico del valle de Cusco y uno de los mayores rivales de los Incas. ~27~ Fernando Bermúdez Ardila retornaban airosas tras su victoria, luego de haber sometido a numerosas tribus en el oriente, y Mayta se preparaba para luchar contra los collaguas y conquistar los territorios del sur. Mientras tanto nosotros partíamos para Tiahuanaco con una delegación de sacerdotes incas, como se trataba de una ciudad de peregrinaje en donde coincidían gentes de muchas etnias, los caminos eran fáciles de recorrer, llevamos los caballos que ya se habían acostumbrado al maíz y las frutas tropicales y salimos con muchas expectativas porque podríamos estar dirigiéndonos hacia el Dorado. Al tercer día de iniciada la expedición, las montañas desaparecieron para abrirle paso a extensas llanuras, cabalgamos ágilmente hasta que el terreno se volvió quebradizo y accidentado, plagado de montañas y riachuelos donde refrescábamos a las bestias. El camino era exigente, nos encontrábamos a gran altura y terminábamos exhaustos después de cada jornada, por la noche acampábamos en algún villorrio o levantábamos los campamentos al lado del camino, los incas que nos acompañaban nos ofrecían sopas de quinua, amaranto y alguna que otra carne. Los incas eran gente asombrosamente honesta, no había entre ellos ladrones ni adúlteros o viciosos y dejaban abiertas las puertas de sus casas cuando salían sin temor a que alguien entrara y les robara el oro o cualquier cosa que tuvieran, lo único que hacían era poner un pequeño palo contra la puerta como señal de que su amo estaba fuera, eran una sociedad civilizada y más avanzada que la de los Mexicas que no conocían todavía el cobre. Un día soleado llegamos a un lago cuyas aguas de azul prístino se extendían por toda la meseta y se confundían con el cielo, al levantar la vista por sobre el horizonte no era posible ver la línea que separaba el agua del firmamento. Llegar hasta el Titicaca nos costó alrededor de tres meses, en los que pasamos por muchos poblados y aldeas y fuimos auxiliados por los indios del camino, siempre amables con los peregrinos. Allí vimos algo más sorprendente que las chinampas de los mexicas: las islas ~28~ flotantes de totora16 donde vivían los urus; el asedio de los incas que querían conquistar la mayor cantidad de terrenos los había empujado a este tipo de vida. Dejamos los caballos en tierra firme al amparo de unos esclavos de la delegación y atravesamos el lago en barcas hasta llegar al extremo sur donde iniciamos el camino a Tiahuanaco. Desde el lago hasta la ciudad sagrada, santuario del sol y de la luna, no había más de diez kilómetros. Ya sabíamos que no estaba habitada pero no imaginamos que fuera tan antigua, según los indios siempre había estado en ruinas y había sido la ciudad de los primeros hombres, hombres blancos como nosotros decían algunos, otros decían que había sido construida por un tal Wiraqucha17. Los muros que aún estaban en pie tenían piedras enormes con relieves y algunas de ellas con enchapes metálicos que refulgían a la luz del sol. Oro no había por ningún lado, si aquella ciudad existía no era Tiahuanaco. Con oro o sin oro, las ruinas eran colosales, sus losas de piedra habían sido cortadas de un modo tan perfecto que en las junturas no cabía ni siquiera el filo de un cuchillo de obsidiana. ¿Cómo lograron los antepasados constructores de Tiahuanaco transportar esos bloques de cientos de toneladas? Es un misterio total y hablando con los habitantes de la zona no es posible recibir explicaciones que no sean de tipo religioso o que no atribuyan la construcción de la ciudad a hombres con poderes mágicos o a seres venidos de otros mundos. Entre los templos y monumentos de la ciudad hay uno piramidal, sus tres terraplenes van haciéndose más angostos a medida que ascienden, en la cima hay un espejo de agua que sigue siendo usado por los astrónomos para observar el movimiento celestre reflejado en las quietas aguas del estanque sin tener 16 Junco acuático perenne usado para construir techos, paredes, cobertizos, ranchos, etc. 17 También llamado el dios de la Varas es el más destacado entre los dioses del ámbito andino. Era nómada y tenía un compañero alado llamado inti, una especie de pájaro mago, conocedor del presente y el futuro, representado en mitos orales como un picaflor de alas de oro. ~29~ Fernando Bermúdez Ardila que torcer el pescuezo. También hay un templo subterráneo que alberga una estatua gigante de más de siete metros, tallada en un solo bloque. En esta ciudad debió vivir una civilización avanzada, prueba de ello son sus canales de desagüe, sus construcciones con cobre y estaño, su arquitectura y la ubicación de sus templos que corresponde a la constelación de acuario según nos ha explicado un sacerdote inca. El pasado de Tiahuanaco es un misterio para los incas que no han podido descifrar la decoración de la puerta del sol. Además no hay un consenso respecto a la historia del lugar, algunos le atribuyen su construcción a gigantes, otros a seres venidos de venus, algunos al Dios Wiraqucha, otros a los antepasados de los Aimaras y otros a hombres blancos. Estuvimos una semana en Tiahuanaco donde se celebraron ritos y fiestas en nuestro honor, hasta allá llegaron muchos peregrinos, atraídos por la noticia de la llegada de unos hombres blancos montados en animales celestiales. Habríamos seguido siendo objeto de veneración hasta desmoronarnos con las ruinas, de no ser porque al tercer día Mayta Cápac envió a un mensajero, quería que lo acompañáramos en su expedición militar al sur, creía que al tener de su lado a seres divinos ganaría la batalla y podría conquistar a los collaguas asentados en el valle del río Colca. Nos unimos pues en la lucha de Mayta Cápac; no siendo menester devolvernos hasta Cusco, partimos el séptimo día hacia el Valle del Colca, avanzábamos rápidamente con dos guías para encontrarnos con las tropas de Mayta que habían salido de Cusco hacía un par de días. Seis semanas después llegamos a las inmediaciones del valle poco después de la media noche y acordamos avanzar con sigilo y ocultarnos en las dunas y detrás de los arbustos en espera de una señal de ataque, mientras Mayta iba a la casa del curaca18 de la etnia collagua acompañado de un grupo de hombres de confianza. Cuentan que al llegar vieron que los collaguas estaban armados y listos para hacernos frente, esto los sorprendió porque pensaban que los cogerían por sorpresa. 18 Jefe político y administrativo del ayllu (agrupación de familias que se consideraba descendiente de un lejano antepasado común). ~30~ En estado de alerta y bajo vigilancia extrema le permitieron a Mayta entrar a la casa del curaca. Adentro el viejo estaba con su hija Mama Tancaray, al verla Mayta Cápac quedó deslumbrado y, según dicen, el encantamiento fue mutuo. No sé si se pueda hablar de la belleza de Mama Tancaray pues los collaguas tenían los cráneos levemente alargados, se los deformaban, según ellos para diferenciarse de las demás etnias del valle, esto no le molestó a Mayta que admiró la belleza de sus cabellos negros, la imponencia de su porte y la gracia de su carácter. El espíritu guerrero del joven gobernador del curacazgo de Cusco quedó subyugado y, cambiando de planes, le pidió su mano al viejo collagua, después de todo esa era una buena forma, si no la mejor, de conquistar a los collaguas, para qué trenzarse en feroz batalla pudiendo lograr las cosas por medio del casorio. Mayta era joven y necesitaba compañía femenina, desde que los alcavizas asesinaron a su primera esposa Mama Cahua Pata, no había encontrado mujer con quien casarse. Cuando Mayta hubo pronunciado su petición el viejo collagua se quedó en silencio, Mama Tancaray después de esperar en vano la respuesta le dijo a su padre que con o sin su aprobación se iba a casar con Mayta, el viejo curaca dijo entonces que aprobaba la unión y sellaba la alianza de su pueblo con los incas si era nombrado gobernador de su región. “Ari Kipay”19 dijo Mayta. Enterados de esto salimos todos de nuestras trincheras y escondites y hubo fiestas y comilonas durante días enteros, el casorio se celebró ahí mismo en el pueblo de Mama Tancaray. A la semana partíamos de nuevo hacia Cusco, algunos de mis hombres ya hablaban de regresar a Europa, otros decían que se quedarían en Occidente para siempre. El camino a nuestras embarcaciones era largo. Estuvimos un mes más en Cusco reponiéndonos del viaje y preparando nuestra partida, aprovisionándonos para el largo viaje de regreso a Europa. 19 Ari Kipay en quechua traduce “Sí, quedaos”. ~31~ Fernando Bermúdez Ardila Cincuenta y tres caballeros de la orden se quedaron, algunos rompieron sus votos de castidad y se unieron con mujeres incas, otros, la mayoría botánicos y médicos, se quedaron para hacer expediciones, dejamos los caballos, nos convenía viajar más livianos. Cuando le anunciamos nuestra partida a Mayta Cápac, lo consultó con su pájaro indi, siempre encerrado en una petaca20. En Cusco nos quedamos todavía cinco meses más al cabo de los cuales Mayta nos dejó partir tranquilamente, remontamos las aguas del río de Cusco hasta llegar a la desembocadura del Amazonas. Poco antes de llegar al océano Atlántico, vimos entre la vegetación de las laderas del río un ejército de mujeres armadas con aros y lanzas, semidesnudas, llevaban solamente el pecho derecho cubierto21, sus cabellos eran negros y brillantes como los de las demás mujeres que habíamos visto entre los incas y los mexicas, estábamos muy lejos para poder ver sus ojos, pero su actitud era desafiante y su sola visión inspiraba temor. Pocos minutos después, al hacerse más estrecho el cauce, un grupo de estas guerreras nos hizo señas para que nos detuviéramos, quisimos ignorarlas y seguir nuestro camino pero lanzaron al agua un tronco enorme que nos obligó a echar anclas y a prepararnos para el combate, cuando descendimos a tierra las mujeres se inclinaron ante nosotros y entendimos que estaban en son de paz, una de ellas se acercó con ofrendas y nos hizo señas para que la siguiéramos. Pensando que no iríamos muy lejos y sorprendidos por su amabilidad la seguimos. 20 El tótem de Mayta Cápac fue el pájaro indi o halcón. Lo conservaba encerrado en una petaca, desde que Manco Cápac lo trasladó desde Tampu—Tocco; Mayta, deseoso de saber qué guardaban sus antepasados con tanto celo, abrió la petaca, vio al pájaro y habló con él. Desde entonces quedó aconsejado acerca de lo que debía hacer e informado acerca de todo lo que habría de suceder. 21 Se dice que las amazonas se cortaban o quemaban el pecho derecho, para poder usar el arco con más libertad y arrojar lanzas sin la limitación y obstrucción física. No hay indicios de esta práctica en obras de arte, en las que las amazonas siempre son representadas con ambos pechos, aunque con el derecho frecuentemente cubierto. ~32~ En mi vida había visto mujeres así, lanzaban las flechas con precisión asombrosa, sus movimientos eran gráciles y sus cuerpos fuertes, se veía que tenían un entrenamiento militar tanto o más exigente que el de los Mexicas. Cuando cada uno de nosotros ingresó a la orden los maestros nos dijeron: “consideramos peligroso para la religión que se miren demasiado las caras de las mujeres: por esta razón nadie ose besar a una mujer, sea viuda, doncella, madre, hermana, tía, ni a ninguna otra.” Ya algunos habían roto los votos en Cusco y en esta nueva situación era casi imposible no mirar sus caras, eran mujeres muy sensuales, su fuerza masculina lejos de restarles atractivo, las hacía más interesantes. De ojos un poco rasgados y labios carnosos, eran más bellas y soberbias que las mujeres incas y mexicas. Nos condujeron a través de la manigua, aunque los caminos eran conocidos por ellas, eran angostos y estaban invadidos por la selva; las mujeres iban cortando enredaderas y arbustos a su paso, pero aún así era difícil transitarlos, a veces había raíces tan grandes que era preciso escalar para sortearlas y poder continuar el camino, otras veces los árboles eran tantos y tan altos que no entraba sino un débil hilo de luz. Por donde quiera que mirara había plantas espinosas, hongos de colores amenazantes, reptiles peligrosos, pantanos…en fin, había que tener cuidado al dar cada paso, fijarse en no tocar nada y andar alerta. Las mujeres nos custodiaron y nos trataron deferentemente desde que bajamos de nuestros navíos, pero era inevitable sentirse intimidado. Llevábamos poco más de diez horas caminando cuando recordé que en Tenochtitlán nos habían dicho que la ciudad de oro o el Dorado, como la llamaban algunos, era gobernada por mujeres guerreras. Si los rumores eran ciertos nos estábamos dirigiendo hacia el Dorado! A medida que avanzábamos, la selva era cada vez más espesa, una nube incesante de zancudos revoloteaba a nuestro alrededor, se posaba sobre nosotros y no se espantaba con nada, las amazonas debían haberse untado algo porque sólo nos picaban a nosotros. Cuando no teníamos que agacharnos para poder pasar por debajo de los bejucos, teníamos que saltar ~33~ Fernando Bermúdez Ardila para esquivar charcos. Gracias al señor dejamos los caballos en el Curacazgo de Cusco! Habría sido imposible meterlos en semejante maraña selvática. ¡Habíamos sido obligados a abandonar las embarcaciones por un grupo de mujeres armadas que nos llevaban no sé a dónde y nos obligaban a caminar casi sin descanso por una selva cada vez más agreste! Empezamos a desesperarnos, no llegábamos a nuestro destino y no sabíamos cuánto faltaba para llegar, las amazonas no nos entendían, de nada sirvieron las pocas palabras que conocíamos en aymará ni el náhuatl ni los gestos que les hicimos. Con el paso de los días entendimos que se trataba de un camino largo y lamentamos que ni siquiera nos hubieran dejado traer los víveres que llevábamos en las naves. Por muy deferentes que fueran nuestras raptoras estábamos allí contra nuestra voluntad y el cuento de la ciudad de oro bien podía ser una ficción, después de todo nos habían hablado de gigantes con la mayor naturalidad del mundo y además siempre habían pensado que éramos dioses, así es que: ¿Se les podía creer todo lo que decían? Las gentes de aquellas tierras eran dadas a la fantasía. Después de caminar largas jornadas pernoctábamos en la selva en campamentos improvisados por las mujeres, pero éramos tantos que se hacía difícil hallar el espacio para acomodarnos en tan apretada jungla. Las noches eran insufribles, no hay palabras para describir lo malas que eran, sencillamente era imposible conciliar el sueño. Estando en esa situación oí ruidos que nunca antes había escuchado, muchos de ellos aterradores, el miedo a las serpientes, a las arañas y a insectos peligrosos no me dejaba dormir. Ésta fue la mayor dificultad al principio de aquel viaje infernal, el insomnio se apoderó de la mayoría de nosotros y al final la falta de sueño nos jugó muy malas pasadas. La mente humana es un enorme misterio y al dejar de dormir se abren puertas que es mejor que permanezcan cerradas. El insomnio prolongado provoca demencia, algunos de nosotros llegamos al extremo de tener alucinaciones y delirios. Al ~34~ final el cansancio era tal que dormíamos en cualquier condición, habríamos podido dormir hasta colgados de un bejuco. Por fortuna siempre llega el momento en el que el cuerpo vence la mente y nuestra naturaleza física se impone para preservar la vida, pasaron varias semanas antes de que esto sucediera y estábamos visiblemente disminuidos. Además la comida era insuficiente para el esfuerzo físico que exigía la selva. Las amazonas eran excelentes cazadoras, pero a veces preferían comer poco para avanzar más rápido, pues cazar y cocinar quitaba mucho tiempo. Comíamos frutas, cogollos de palmas y cada tanto charapa, serpiente o carne de pecarí. Una mañana cuando nos preparábamos para seguir caminando, vimos que uno de nosotros, Enrique, seguía acostado, ardía en fiebre y estaba delirando, una de las guerreras acudió en seguida y examinó su cuerpo, tenía una picadura en la espalda. La amazona dio su diagnóstico incomprensible para nosotros y ordenó algo a un par de guerreras. Éstas se fueron y volvieron pocos minutos después con unas hierbas que machacaron con un mortero de piedra, hecho esto, le untaron el ungüento alrededor de la picadura y le hicieron tragar un poco; un par de mujeres fuertes lo cargaron en una camilla hecha con bejucos y fibras vegetales, quisimos ayudarles pero no lo permitieron. Las guerreras eran verdaderamente incansables, dominaban la selva con una destreza asombrosa. Ese día caminamos aún más rápido que de costumbre, las amazonas estaban preocupadas y tenían afán por llegar a algún lugar. Cuando cayó la noche seguimos avanzando a la luz de las teas y llegamos a una pequeña aldea, en el centro estaban reunidos varios hombres a la luz de una fogata tocando tambores, apenas vieron a las mujeres interrumpieron todo y se acercaron a la guerrera principal seguramente para preguntarle qué quería o en qué podían ayudarle. Por sus rostros noté que se dirigían a ellas con mucho respeto, casi con temor, era evidente que las amazonas ejercían el dominio en la selva. Después de un rápido cruce de palabras, dejaron a Enrique al lado de la fogata, uno ~35~ Fernando Bermúdez Ardila de los hombres empezó a recorrer con sus manos el cuerpo de Enrique, sin tocarlo, pasándolas apenas por encima, y otros dos se fueron a traer algo, mientras tanto las amazonas nos llevaron a un quiosco grande y no permitieron que ninguno de nosotros se quedara con Enrique. Al rato llegaron otras mujeres de la aldea con chinchorros y esteras que recibimos encantados, un par de horas después nos dieron una bebida amarga y caliente y caímos en el más profundo de los sueños. Ni el canto de los pájaros, ni la luz, ni el ajetreo de la mañana nos despertaron. No fue sino hasta después de medio día que empezamos a abrir los ojos, no sé si fue la bebida que nos dieron o el cansancio que en ocasiones es tal que se convierte en el más eficaz de los somníferos, lo cierto es que dormimos más de quince horas. Por lo visto a las amazonas les pareció conveniente pues no nos apuraron para partir. Esa noche hubo mucha comida. Nos reunimos todos en torno al fuego, Enrique estaba algo mejor pero su piel era del color de este papel y tenía la mirada extraña, no supe qué le habían hecho la noche anterior pero habían logrado ponerlo en pie. Nos quedamos esa noche y la siguiente, mientras tanto seguían haciéndole remedios a Enrique, a juzgar por la seriedad con la que actuaban debió haber sido una picadura grave. Al tercer día cuando emprendimos la marcha otra vez, ya caminaba, parecía como si lo hubieran traído del más allá, pálido y enjuto. Poco a poco fuimos acostumbrándonos a nuestra nueva situación, pasaban los días y no llegábamos a ningún lugar. Nuestra vida consistía en caminar por la selva, sin rumbo aparente, siguiendo las indicaciones de las guerreras amazonas y aguzando el oído y la vista para detectar a tiempo los peligros. Por esos días muchos de nosotros, si no todos, deseábamos no haber salido jamás de Francia. Un mes después de haber abandonado la pequeña aldea encontramos una caverna en el camino, la entrada era pequeña pero por dentro sus límites se extendían, era tan grande que dentro suyo debíamos parecer poco más que hormigas. Nos fuimos adentrando ~36~ cada vez más, pensé que yendo por ahí se acortaría el camino pero no imaginé que aquella caverna fuera tan larga, caminamos durante varias semanas. A nuestros pies corría agua y a medida que avanzábamos el caudal iba aumentando hasta convertirse en un río subterráneo caudaloso y bravo. Caminábamos por encima de él siguiendo el borde de la roca, en otros tiempos no debía existir ese pasadizo pues por las huellas de la piedra se notaba que el agua había llegado mucho más alto. En aquel río pescaban las amazonas a la luz de unas pocas teas, las noches en la caverna eran agradables, de algún modo nos sentíamos más seguros allí dentro y una vez superado el temor a los escorpiones dormimos bien, arrullados por el sonido del agua, hasta que el camino se hizo demasiado largo y nos hartamos de respirar el aire viciado y la humedad del submundo. Con todo, la caverna y el río que la atravesaba eran tan grandes que nunca nos sentimos encerrados más que por la oscuridad. Íbamos en la misma dirección que el río, a veces se filtraban algunas luces por el techo de la cueva y entonces podíamos ver las formaciones calcáreas y la escasa vegetación de allí dentro. Contrario a lo que imaginábamos no seguimos el río hasta el final, salimos a la superficie por un estrecho agujero en la parte superior de la caverna, éramos muchos y tuvimos que salir uno por uno. Seguimos avanzando por la selva, algunos tramos eran tan oscuros como la caverna, había tantos árboles y sus copas llegaban tan alto que tapaban la luz del sol. Todo iba bien hasta el día nefasto en el que conocimos unas hormigas que las guerreras llamaban congas, sus diminutas tenazas eran tan afiladas que una sola picadura era suficiente para hacerlo retorcer a uno del dolor y ponerlo a temblar. Muchos de nosotros fuimos atacados por congas y su picadura nos produjo taquicardia, fiebre y escalofríos además de un dolor insoportable, tan fuerte como el provocado por una herida de flecha. Resulta difícil describir acertadamente lo tortuosa que fue para mí y para los demás caballeros de la orden aquella travesía por la selva, era difícil estar allí y en muchos momentos temimos ~37~ Fernando Bermúdez Ardila por nuestras vidas, las inclemencias de la naturaleza en su estado más puro son de una crueldad superior a la humana. Ni siquiera para los pueblos que vivían allí era fácil, la sobrevivencia era tan dura y tan exigente que se veían obligados a abandonar a los enfermos graves o a acelerar su muerte por medio de ungüentos y preparaciones. Durante los tres meses que duró el viaje al Dorado, paramos muchas veces en poblados y aldeas y, aunque éstas representaban para nosotros un buen descanso y una mejor comida, no siempre estábamos de ánimo para enfrentarnos a gente del todo desconocida que invariablemente nos observaba como si fuéramos bichos raros. Algunos asumían una actitud servicial y de idolatría exagerada y otros nos miraban con desconfianza, era como si los habitantes de la manigua tuvieran que ser tan extremos como la selva misma, además no entendíamos ni una sola palabra y esto terminaba de hacernos completamente indefensos y dependientes. No fue una lección fácil, en nuestra patria éramos poderosos y autónomos, no dependíamos de nadie, al contrario, hasta los reyes dependían de nosotros, cada día que pasaba odiábamos más a Felipe y al Papa. Ahora que veo las cosas desde la distancia no me arrepiento de haber salido en busca de otras tierras pues a pesar de las dificultades aprendí mucho. Una de tantas noches que pasamos en la selva recibimos una visita no muy grata. Las amazonas solían armar pequeños e improvisados escampados con tejidos de hojas, muy eficaces para camuflarse entre el follaje y dormir. Una noche me desperté con un ruido extraño, similar a un rugido, el caballero que estaba a mi lado roncaba y pensé que era él hasta que volví a oír aquel rugido con absoluta claridad. Me quedé inmóvil, como si el corazón hubiera dejado de latir, debía ser un puma o un felino muy grande. Los ronquidos de mi compañero nos ponían en peligro a todos, así es que como pude lo desperté. Nos quedamos los dos quietos en la oscuridad cuando oímos lo que parecía ser una embestida del puma contra alguna presa que dio un alarido de dolor. Yo ni siquiera pestañeaba, sentía que al más mínimo movimiento ~38~ el animal nos iba a descubrir, nos quedamos despiertos toda la noche. Al amanecer oímos la señal de una amazona, nos llamaba para iniciar la jornada, al salir de nuestro refugio vimos a menos de dos metros los restos de un venado. Si el cálculo del puma hubiera fallado o si el venado hubiera sido un poco más veloz, el felino se habría abalanzado sobre nuestro toldo y no quiero ni pensar en lo que habría podido suceder. La mano de Dios intervino una vez más a nuestro favor. Me cuidé de no dormir al lado de nadie que roncara. Las Amazonas cogieron los restos que podían comerse y nos hicieron un caldo, ni mi compañero ni yo comimos, me dieron náuseas y no pude dejar de pensar en lo ocurrido durante todo el día. Los demás caballeros que dormían en el mismo entoldado no se enteraron de nada y desayunaron con gusto. Retomamos la marcha, el resto de la mañana transcurrió normalmente, no así la tarde. Avanzábamos por una parte del camino con muchas palmas y poca vegetación baja cuando fuimos atacados por unos micos, agazapados en lo alto de los árboles nos lanzaban frutos y cocos, descalabraron a una guerrera Amazona y a un caballero. De la herida del caballero salía mucha sangre, las mujeres le pusieron un emplaste de hierbas y se encargaron de mantenerlo despierto pues el golpe le había provocado somnolencia. Para huir de los cocotazos empezamos a correr, las amazonas les lanzaban flechas pero al final tuvieron que correr también porque eran muchos y escondidos entre las palmas y las copas de los árboles se hacía difícil verlos. Los días siguientes transcurrieron con relativa normalidad, descansamos una noche en una aldea y seguimos nuestro camino, pasó una semana sin ningún inconveniente, pero el camino era largo y nos aguardaban muchas cosas todavía como veríamos al llegar a aquel claro de selva. Era media mañana, no hacía más de tres horas habíamos emprendido la marcha de nuevo cuando nos topamos con aquellos cadáveres, entre ellos mujeres y niños, había por lo menos diez cuerpos con flechas enterradas y señales de haber sido fuertemente golpeados. Uno de ellos era una mujer que murió abrazando a su bebé, muerto también. ~39~ Fernando Bermúdez Ardila La visión de la muerte no nos aterraba, ya habíamos visto muchos muertos y mucha sangre en las cruzadas, nosotros mismos habíamos aniquilado a muchos, pero en la selva era diferente porque no se trataba de una guerra frontal, uno no sabía en qué momento podía ser atacado por seres invisibles, animales u hombres escondidos en la vegetación. Las Amazonas nos ordenaron quedarnos quietos en nuestros lugares, las vi disparar flechas y lanzar piedras al suelo en un intento por detectar trampas, se abrió una. No imagino una muerte más horrible que la provocada por una de esas trampas, bajo la espesa capa de hojas había chuzos puntudos y filosos. Tuvimos suerte al no caer en ninguna. Yo iba adelante, por eso vi todo. Estando así inmóviles y en silencio oímos un llanto, aguzamos el oído al máximo pero con tantos sonidos que tiene la selva era difícil determinar de donde procedía y si era humano o animal, las guerreras lo descubrieron, era una niña escondida entre las matas. Después de comprobar que no hubiera ninguna trampa a su alrededor las amazonas la sacaron. La pequeña había visto la masacre, entre los cadáveres estaba el de su madre. Seguimos avanzando con suma cautela, las guerreras redoblaron sus precauciones y andaban alerta, listas para disparar sus arcos en cualquier momento. Nosotros también estábamos dispuestos a desenfundar nuestras espadas al menor signo de peligro. Ellas adoptaron a la niña, le enseñaron a defenderse, le dieron un arco y una flecha acordes con su tamaño y se la llevaban con ellas cuando iban a cazar. Luego de dos meses de andar caminando el terreno cambió, como íbamos en ascenso nos cansábamos más rápido, también descansábamos más, las amazonas ya no tenían afán, debíamos estar cerca o en territorio más seguro porque bajaron la guardia. Por esos días nos enseñaron a cazar y nos llevaron a cascadas y pozos naturales donde nos bañamos todos y nos tendimos al sol sobre las rocas pues allí si llegaba su luz y en el cielo se formaba una aureola multicolor a su alrededor. Cuando digo que nos bañamos todos quiero decir que las guerreras se ~40~ deshicieron de sus armaduras y se metieron en el pozo así como Dios las trajo al mundo, no sabían que éramos monjes, no debían saber lo que era un monje. Algunos caballeros se negaron a meterse al agua pero se dieron cuenta de que podría pasar mucho tiempo antes de tener otra oportunidad de refrescarse y terminaron nadando con las amazonas. Antes que monjes éramos hombres y resultaba imposible no maravillarse con los cuerpos de esas mujeres, cada una de ellas se portaba como si fuera una más de nosotros, sin ningún misterio, sin pudor. Tampoco puedo decir que fueran coquetas, daba la impresión de que nos ignoraban, disfrutaban del agua y de su desnudez como si no estuviéramos ahí, algunas sonreían cuando veían que estábamos extrañados. Eran mujeres plenas, muy diferentes a las musulmanas y las cristianas, pecadoras dirían algunos de mis compañeros de la orden, yo prefiero abstenerme de lanzar juicios cuando se trata de personas de culturas diferentes, la vida me ha enseñado que no es posible usar la misma medida con todo el mundo. Los días en la montaña son el mejor recuerdo que tengo de la travesía en la selva. Solía acompañar al grupo de cazadoras y en la noche nos sentábamos alrededor de la hoguera a comer, en aquel monte encontrábamos frutos maduros y dulces y de cuando en cuando pequeñas llanuras en las que el paisaje se abría ante nosotros, cuando eso pasaba nos quedábamos dos días descansando y luego retomábamos el ascenso otra vez. Presentíamos que llegaríamos pronto a la ciudad de las mujeres amazonas, si esa era o no la ciudad de oro no importaba ya, lo único que queríamos era llegar a algún lugar y quedarnos un tiempo allí, estábamos cansados de tanta aventura y veíamos lejos nuestro regreso a Europa. Algunos me llamaban loco por creer que podíamos regresar, yo guardaba las esperanzas. Después de seis meses de travesía a merced de aquellas mujeres, entendimos que jamás podríamos devolvernos y hallar el camino por nuestra cuenta, hasta allí sólo era posible llegar con guías. Al fin alcanzamos la cima de la montaña, desde allí divisamos abajo ~41~ Fernando Bermúdez Ardila muy escondida a nuestros pies, casi imperceptible, una ciudad cuyas calles estaban adornadas con jardines frondosos; después apreciaría sus flores de formas y colores obscenos, inexistentes en Europa y en Oriente. Las casas eran sencillas y amplias, sus techos bellamente tejidos, las paredes parecían de barro y tenían dibujos y motivos de la naturaleza, así como escenas de batallas, en las entradas de las casas había troncos y asientos de madera. Tenían también un sistema de canales por donde fluía constantemente el agua refrescando el ambiente. Iniciamos el descenso y al fin llegamos a lo que parecía ser la ciudad de oro, en sus calles vimos hombres también, pero era evidente que los roles estaban intercambiados, los hombres ejecutaban las labores de servidumbre y delante de aquellas mujeres imponentes se veían apocados y frágiles, sus cuerpos eran delgados y esbeltos. La raza de la ciudad de oro era una raza hermosa, más altos que los incas y los mexicas, tenían buen porte y sus pieles eran tersas. Fuimos bien recibidos, su amabilidad no era tan exagerada como la de los otros pueblos, las mujeres guerreras eran más distantes y frías que las demás, pero nos hicieron sentir a gusto y nos trataron como a iguales, esto me alivió porque las reverencias y la adoración de los incas y los mexicas me desconcertaban y me aburrían. Nos llevaron a la ciudadela real; una vez allí entendí que sin ninguna duda estábamos en el Dorado, en las paredes de la casa real había numerosas escenas de guerra y de la vida cotidiana recreadas con incrustaciones de piedras preciosas en un fondo recubierto de oro. Había también refulgentes estatuas doradas entre los jardines y, alrededor de la casa, lagunas artificiales con hojas22 redondas y grandes similares a los lotos que conocimos en Oriente. La casa o más bien el palacio real, pues era enorme y no tenía nada que envidiarle a los castillos europeos, era verdaderamente elegante; en la arquitectura de las Amazonas los espacios eran 22 Todo parece indicar que se refiere a la Victoria Regia. ~42~ aún más amplios y generosos que en las demás culturas que conocimos. Para llegar hasta el palacio atravesamos un jardín y después subimos varios escalones, a lado y lado caía agua y las copas de los árboles se reflejaban en la superficie. Durante todo el camino desde la entrada hasta la residencia de la reina vimos hombres trabajando en los jardines, a juzgar por las apariencias las mujeres ocupaban los cargos de autoridad y los hombres eran sus subordinados. Del vestíbulo nos hicieron pasar a lo que parecía ser un recinto ceremonial, allá nos esperaba la soberana del Dorado con un consejo de mujeres. Ya sabían que hablábamos la lengua de los mexicas y tenían una intérprete que tradujo para nosotros sus palabras que, si mi memoria no me traiciona, eran estas: “El pueblo del Dorado esperaba su visita, que estén hoy aquí es para nosotros señal de que los Dioses atienden nuestro llamado y aprueban a nuestra Reina. Bienvenidos al reino de los mortales, nos acogemos a sus designios, esperábamos su llegada y nos preparamos para recibirlos”. Por lo visto con o sin caballos nos tomaban por Dioses, los pueblos de ese lado del mundo debían tener algún sistema de comunicación que nosotros ignoramos, pues las amazonas ya sabían de nuestra llegada y sabían también que hablábamos algo de náhuatl. La Reina no tenía constitución de guerrera, pero era hermosa, altiva y elegante. Después de las palabras de bienvenida la ceremonia continuó con una demostración de las artes marciales del Dorado, varias parejas de amazonas presentaron ante nosotros la danza de la guerra que recreaba una batalla, era un arte exigente, cada movimiento debía ser perfectamente controlado para no herir a la “oponente” en la danza, se requería coordinación y fuerza. La celebración de bienvenida se extendió durante todo el día, nos colmaron de ofrendas y viandas y después de la ceremonia privada hicieron un acto público al que asistieron todos los pobladores de la ciudad. Al final, casi a la media noche, nos condujeron a nuestras habitaciones en el palacio real, allí estuvimos más cómodos que en cualquier otro lugar desde que salimos de Francia. Cada uno ~43~ Fernando Bermúdez Ardila de nosotros tenía su propia alcoba, las amazonas debían estar acostumbradas a recibir gente pues el palacio real tenía decenas de habitaciones. Cuando pensábamos que el día había culminado y que podríamos al fin descansar sucedió lo inesperado, hacía más o menos una hora nos habíamos acostado cuando en cada una de nuestras alcobas irrumpió una guerrera amazona y se metió en nuestra cama. De nada sirvió mi resistencia, por demás bastante débil. La mujer me envolvió en su red y yo finalmente cedí a sus encantos rompiendo mis votos. Yo había permanecido casto desde que ingresé al Temple. Muchos hermanos rompieron sus votos durante las cruzadas en Oriente, yo había respetado siempre los preceptos de la orden pero en el Dorado todo era tan desconcertante que olvidé mi vida pasada y su rigor, ella se portó como una diosa y usó todo su poder. Esto se repitió prácticamente cada noche y siempre llegaba una mujer diferente. La mayoría de caballeros ya no pensaban en regresar a Europa. Por esos días se hablaba en el Dorado de la unión de la soberana con un joven noble de una tribu amazónica poderosa y entre nosotros corría el rumor de que uno de los caballeros había recibido una visita nocturna de la reina, el caballero en cuestión quiso saber si ella estaba visitando a los demás también o si él era el elegido como correspondía a la tradición, cuando supo que la soberana no había visitado a ningún otro caballero no cupo de la alegría y así empezó a crecer en él una pasión desbordada. Con el paso de los días la reina no sólo siguió visitando al caballero, sino que también quería tenerlo a su lado todo el tiempo. Salían juntos del palacio real y desaparecían en la espesura de la selva, presos de un amor exaltado. El pueblo hablaba ya del romance entre su reina y uno de los dioses. Debo decir quizás que en la orden Etienne era un caballero de origen noble como cualquiera de nosotros. Antes de su amorío con la reina era uno más, nunca había reparado en él, ahora lo recuerdo como un hombre sensible y callado, probablemente atractivo a los ojos de las mujeres, rubio como la mayoría de nosotros, de ojos claros, alto y atlético. Aunque la situación no era fácil el prometido se retiró y guardó silencio pacientemente, ~44~ quizás pensaba que la relación entre ellos no duraría mucho o estaba intimidado porque su rival era un Dios. Los días en el Dorado transcurrían con normalidad, las mujeres iban y venían y de nuestra anterior vida monacal no quedaba casi nada. Aunque las amazonas conocían algunos metales y sabían trabajarlos, nunca habían hecho espadas, sus armas eran de obsidiana, nuestras espadas de acero las deslumbraron y quisieron aprender a hacerlas, por fortuna en la selva abundaban el hierro y el carbono. Les enseñamos a fabricarlas y rápidamente el alumno superó al maestro, ahora eran sin duda alguna el ejército más temible de estas tierras. Pasó el tiempo y las visitas nocturnas empezaron a dar sus frutos, pronto vimos nacer a los hijos de las Amazonas y los dioses, las dudas sobre la paternidad eran apenas razonables dado que muy pocas amazonas escogieron visitar solo un caballero, hallar al responsable tampoco parecía importarles, por más que para ellas éramos dioses y nos habían preferido por sobre sus hombres, las mujeres del dorado no parecían tener ningún interés más allá de la procreación y el esparcimiento, después de todo, por muy divinos y ultraterrenos que pareciéramos éramos simples mortales y en esa medida poco nos diferenciábamos de los habitantes masculinos de la ciudad de oro. Las amazonas despreciaban a los niños y se regocijaban con el nacimiento de las niñas que recibían educación y entrenamiento militar, los hombres no recibían ningún tipo de educación, se dedicaban a labores ingratas como la cocina, el mantenimiento de las casas, la confección de trajes o el oficio de tameme. No podíamos esperar de las amazonas nada más que la rutinaria visita en nuestros lechos, intentar conquistar el corazón de una guerrera era una labor titánica, cuando no imposible. Muchos terminamos acostumbrándonos a ser sus objetos sexuales no sin desconcierto, pues ni en Europa ni en Oriente las mujeres utilizaban así a los hombres, en el Dorado en cambio gozaban de todo el poder y eran plenamente autónomas. Pero no todo ~45~ Fernando Bermúdez Ardila era malo, nuestra envestidura de dioses nos libraba de cualquier quehacer y nos atendían bien. Nuestra vida en la orden, siempre modesta y austera había quedado atrás, ahora disfrutábamos del hedonismo absoluto y nos habíamos olvidado por completo de los hermanos que se quedaron atrás cuyo destino, en manos de Clemente y Felipe, debía ser muy distinto. Pero mientras nosotros nos entregábamos a la lujuria, el amor de la soberana y nuestro hermano templario se fortalecía cada vez más, estaba claro que no se trataba de una aventura pasajera. La reina se había olvidado por completo de su viejo amor y no le importó romper el compromiso, tras un año largo de amoríos anunció formalmente su unión y quedó en cinta, esta fue la gota que rebosó la copa, el joven príncipe no pudo soportar más y rompió el silencio. Acudió al consejo que, conformado sólo por mujeres, era el órgano más poderoso de la sociedad, sus miembros eran escogidos en orden de sucesión y su historia se remontaba a la fundación del Dorado. Contó su pena de amor ante diez mujeres que fruncieron el ceño y anunció que retaría a Etienne a un duelo. El príncipe Wuy no contó con suerte, pronunciar estas palabras fue más o menos arrojarse como un cristiano a las fauces de las fieras; el consejo de mujeres vio en esto una afrenta a los dioses que bendecían el Dorado con su presencia, según ellas si permitían que un simple mortal como él los desafiara la desgracia caería sobre la ciudad en forma de incendios, inundaciones, sequías, plagas o hambrunas. Por encima de cualquier cosa era necesario mantener contentos a los dioses. Además los dioses no mueren y estás condenado a la derrota, dijeron. Las palabras del joven las hicieron temblar de pies a cabeza por lo que decidieron entregárnoslo no sin antes descargar toda su furia sobre el pobre hombre que ya tenía el corazón roto. Lo arrastraron por la ciudad ante los ojos atónitos de la gente y lo llamaron traidor. Nos lo entregaron todo herido al tiempo que nos pedían clemencia con el pueblo que no tenía la culpa de los improperios del joven a quien su tribu dejó solo por temor a nuestra furia. ~46~ Nuestro desconcierto fue grande. Antes de que pudiéramos reaccionar Etienne enfrentó con firmeza al consejo y dijo que aceptaba el duelo con las siguientes palabras: “Los dioses como los mortales también podemos morir por amor”. Su respuesta causó gran alboroto pero Etienne se impuso y tranquilizó al pueblo diciéndole que no habría ninguna represalia y que ese era un asunto entre el príncipe y él que en nada afectaría el destino de la ciudad de oro. Después ordenó que curaran las heridas del joven porque apenas estuviera en forma se “trenzarían en lucha como dos mortales”. La noticia del duelo provocó nerviosismo y expectativa entre las amazonas. La reina dijo que no sería trofeo de nadie y que si ellos querían matarse eso no era asunto suyo. El consejo tampoco se mostró satisfecho pero no se atrevió a contradecir a los dioses. Nadie hizo apuestas por uno o por otro porque todo el mundo pensaba que Etienne ganaría, puesto que era un guerrero mientras el príncipe se veía algo escuálido e inexperto en las artes de la guerra. Etienne tenía más experiencia en el uso de la espada, se acordó entonces que él usaría la espada y el príncipe el macuahuitl23. Pasaron todavía tres meses antes de que el anterior prometido de la reina se curara de sus heridas, pero el encuentro se dilató un tiempo porque el consejo ponía todo tipo de trabas para impedir que se realizara. Finalmente, tras la insistencia de los dos, se decidió realizar el duelo a puerta cerrada en el palacio real, ni Etienne ni Wuy querían convertirse en el morboso espectáculo del pueblo y además, por voluntad de Etienne el duelo se haría siguiendo en lo posible las normas europeas y una de ellas es que el campo de honor debe quedar en un lugar aislado para evitar interrupciones. El duelo sería a muerte. Lo único que no se hizo conforme a las normas fue la elección de las armas, los dos oponentes debían tener armas iguales, pero ni Etienne sabía 23 Era una arma de mano, esencialmente una espada de madera con filos de obsidiana incrustados en los lados. También llamada en español con el nombre de origen taino “macana”. Según los relatos, un golpe de esta arma podía decapitar a un caballo. ~47~ Fernando Bermúdez Ardila manejar el macuahuitl ni Wuy la espada de acero, por fortuna las dos armas eran muy parecidas. Acordar la hora tampoco fue fácil, Etienne explicó que nunca se batiría por la mañana y Wuy que nunca lo haría por la tarde, el duelo se realizó entonces a las doce del medio día en un amplio patio de la residencia de la soberana que no acudió, pero observó agazapada tras la ventana de su habitáculo. Asistimos todos los caballeros y las amazonas del consejo. Ese día nos levantamos más temprano que de costumbre, estábamos preparados para cualquier cosa, se rumoreaba que la tribu a la que pertenecía Wuy atacaría el Dorado si su príncipe era vencido. El duelo se inició con una ceremonia solemne en la que las amazonas bendijeron a su modo, —bastante extraño por cierto—, a los dos contendores. En los primeros minutos del combate fue Etienne quien marcó la pauta hiriendo levemente a Wuy, quien contraatacó veloz y certeramente cortándolo en el brazo. Los dos eran valientes y la lucha no fue fácil, fue un duelo largo y reñido. Ninguno de los dos temía la muerte y no se podía decir que alguno atacara o se defendiera más, estocadas iban y venían y la preocupación crecía entre nosotros pues pensábamos que Etienne ya tenía ganado el duelo antes de haberlo empezado. La reina debía estar comiéndose las uñas. El consejo, que había subestimado a Wuy, estaba sorprendido. El sol llegó al cenit en la parte más álgida del combate y después siguió su camino lentamente mientras Wuy dejaba sin fuerzas a Etienne debilitado por la herida en el brazo. Vimos cómo se desangraba nuestro amigo y caía a los pies del príncipe que dio su estocada final. “Ve con tu reina y ámala como yo la he amado. Te estaré viendo desde el cielo”, alcanzó a decir Etienne antes de exhalar un último suspiro. Su muerte nos dejó perplejos, el consejo había preparado el acto oficial de anunciamiento contando con que la victoria sería del Dios y no del “mortal”, por eso el acto oficial fue un poco improvisado, el desconcierto y la perplejidad reinaban en el ambiente. ~48~ La reina no asistió y las mujeres del consejo no estaban satisfechas con el resultado, por primera vez en mucho tiempo se vieron obligadas a actuar contra su voluntad y el hecho de tener que imponerle a la reina un amante que ella ya no deseaba iba en contra del espíritu matriarcal del Dorado. Aún así tuvieron que anunciarle al pueblo la victoria del príncipe, secretamente los hombres de la ciudad de oro se regocijaron con la noticia pues estaban celosos de nosotros desde que las amazonas nos preferían. Lo único bueno de esa victoria era que ya no habría ninguna guerra entre la tribu de Wuy y las amazonas, viéndolo así se salvaron muchas vidas con la muerte de Etienne. A pesar del resultado o precisamente por él las amazonas se deshicieron en ofrendas y plegarias a nosotros, temían que quisiéramos vengar la muerte de nuestro amigo pero al mismo tiempo lamentaban el hecho de habernos obedecido y haber permitido que el duelo se realizara, no por la muerte de Etienne sino por su reina que sufría la pérdida de su amor y el que su hija acabara de quedar huérfana. Además, con la realización del duelo la soberana se había convertido en un trofeo y un hombre, Wuy, había hecho su voluntad y había salido triunfante. Estos eran los pensamientos que pasaban por las mentes de las mujeres del Dorado, tenían sentimientos encontrados y estaban molestas pero seguían convencidas de que éramos Dioses y no se atrevían a desafiarnos, temían que con nuestro poder desatáramos una serie de catástrofes naturales. Abril 28 de 1316 Ayer enterramos a Etienne, fue una ceremonia sencilla, no quisimos que el ritual se hiciera según las tradiciones del Dorado, lo hicimos conforme a nuestras costumbres y fue una ceremonia privada a la que asistimos todos los compañeros de la orden, el consejo de amazonas y la reina. Etienne tuvo una buena muerte porque estaba preparado para recibirla, no le temía y no lo tomó por sorpresa, por eso su tránsito al más allá debió haber sido fácil, su alma estaba en manos de su ángel guardián. ~49~ Fernando Bermúdez Ardila El ataúd fue un poco diferente a los usados en Francia, fue hecho con el tronco de un árbol, siguiendo su forma lo vaciaron dejando el espacio para el cuerpo de Etienne, encima le hicieron una tapa que adornaron con cuidadosas tallas e incrustaciones de piedras preciosas y semipreciosas, a los lados también tallaron figuras de la mitología amazónica. Para las amazonas Etienne había sido un Dios valiente y no concebían otra manera de enterrarlo, fue difícil para nosotros lograr que la ceremonia fuera privada y se hiciera con nuestras oraciones. Etienne merecía una ceremonia especial pero los ritos del Dorado nos eran ajenos, por eso nos empeñamos en hacerlo a nuestro modo. Quemamos sus ropas y lo vestimos con blancos ropajes de algodón confeccionados en el Dorado, lo enterramos con el escapulario que llevaba siempre y cubrimos el ataúd con flores. Queríamos que tallaran un crucifijo en su féretro pero el artesano no entendió o se hizo el que no entendió, cuando se lo dibujamos nos miraba sorprendido y le decía al intérprete: no es bonito ¿qué significa? Al final prometió que lo haría pero no lo hizo, era terco como una mula, de nada nos sirvió recordarle que éramos Dioses y que tenía que hacer nuestra voluntad. Era tan terco ese hombre y tan dueño de su trabajo que tuvimos que desistir. El sermón lo dio un caballero allegado a Etienne. Lo enterramos en el cementerio del Dorado y uno de nosotros talló una cruz que puso en su lápida, las amazonas no entendían esto, decían que ese adorno era muy simple, no les explicamos su significado pero les dimos a entender que si retiraban la cruz enviaríamos tormentas que arrasarían con la ciudad, los dioses también tienen caprichos. Nuestros días en el Dorado han sido suficientes, no soy el único que desea regresar, después de la muerte de Etienne hemos visto más claramente la necesidad de partir, hemos convenido en solicitar guías para regresar a nuestros navíos, esperaremos todavía unos días más a que los últimos acontecimientos se hayan desvanecido y la situación de Wuy y la reina se haya solucionado. ~50~ Mayo 30 Ha pasado un mes desde que enterramos a Etienne, la reina sigue encerrada, en todos estos días no ha salido de su habitación. Wuy fue varias veces a solicitar audiencia pero ella se niega. Junio 17 La reina aceptó escuchar a Wuy, según cuentan éste le ha dicho que comprende su dolor porque es el mismo que sentía él cuando veía cómo se escapaba el amor de su vida y que esperará en su aldea y con su gente hasta que ella lo ame. La reina no musitó palabra y lo dejó partir. El consejo de amazonas ha preferido no pronunciarse y esperar que sea la soberana quien decida qué hacer. Nosotros seguimos esperando el momento adecuado para anunciar nuestro regreso, acordamos devolvernos al Curacazgo de Cusco por los caballos porque no queremos que quede ninguna evidencia de nuestra presencia en estas tierras, escondite de los secretos de la orden. Agosto 5 A los tres días de haberse ido del Dorado Wuy recibió un mensaje de la casa real, la reina lo mandó llamar para acordar los detalles de su unión matrimonial, mañana mismo se anunciará públicamente el compromiso. Tan pronto tenga lugar la boda nos iremos de aquí, si no hemos dicho nada todavía es porque no queremos que las amazonas lo interpreten mal, van a creer que lo hacemos en retaliación por la muerte de Etienne y que desaprobamos el casorio de su soberana. Nos sorprende un poco la rapidez con la que la reina ha olvidado a Etienne y se ha entregado de nuevo a los brazos de su anterior prometido, pero son muchas las cosas que nos sorprenden aquí en la ciudad de oro y no queremos alterar más su destino. ~51~ Fernando Bermúdez Ardila Septiembre 30 Hace ya cuatro meses enterramos a Etienne, la boda de la soberana con Wuy se celebró ayer, estuvimos en la ceremonia junto a las personas más influyentes del pueblo de Wuy, el consejo de amazonas y otras personas del Dorado allegadas a la reina o pertenecientes a los altos círculos de esta ciudad. Una sacerdotisa presidió la ceremonia en la madrugada, a la luz de la luna llena, hubo danzas y música toda la noche, así como abundante comida y ofrendas de oro y piedras a la reina, hechas por los pueblos vecinos en cantidades que jamás hubiéramos podido imaginar. El Dorado sigue de fiesta, las celebraciones populares durarán un par de días más. Hay rumores de que la reina planea asesinar a Wuy, no sabemos qué tan ciertos son ni queremos saberlo, lo único que queremos es salir de aquí. Tan pronto finalicen las fiestas anunciaremos nuestra partida al consejo. Octubre 2 La gente se prepara para reiniciar sus labores y volver a la normalidad después de tres días de excesos. Mis compañeros y yo hemos empezado a empacar nuestras cosas, nos han dado muchas ofrendas y la carga es grande. Tres de nosotros nos reuniremos mañana a primera hora con el consejo y con la pareja real. Octubre 3 El consejo no ha tomado bien nuestro anuncio, las mujeres han dicho que si partimos se acabará la bonanza del Dorado y vendrá una época de oscuridad, dicen que somos nosotros los que les traemos buena suerte, cosa absurda, pues basta con ver lo sucedido con Etienne. Ante nuestra firme resolución han dicho que no nos facilitarán guías ni tamemes. Sin guía no podemos regresar, partir por nuestra cuenta sería entregarnos a una muerte dolorosa en la selva. Ya vieron que nuestra supuesta naturaleza divina no nos exime de la muerte y saben que necesitamos su ayuda, aún así se han negado rotundamente y lo han asumido ~52~ como si fuera una tragedia, no quieren ser un pueblo abandonado por sus dioses, sumido en la ruina. No entiendo a estas mujeres ¿Si temen tanto a los dioses y creen que somos dioses, por qué no nos obedecen? Todo esto me empieza a saber mal, mis hombres y yo nos sentimos manipulados. Alcides no pudo evitar enfurecerse y las amenazó diciéndoles que si no nos llevaban de vuelta a los navíos desataríamos nuestra furia en forma de tormentas y catástrofes naturales borrando el Dorado de la faz de la tierra. Ni el consejo ni la reina esperaban esta reacción y se quedaron aterrados sin saber que decir, Alcides salió furioso, Bastien y yo lo seguimos. Octubre 4 El señor ha escuchado nuestras plegarias y ha mandado un aguacero torrencial, desde las ventanas de nuestras alcobas hemos visto los ríos de agua corriendo por las calles de la ciudad de oro. Es la tormenta más larga que nos ha tocado desde que llegamos a estas tierras, el estruendo de los truenos nos puso la piel de gallina. A esta hora no debe quedar ya nada de los cultivos y sembrados, no hay un alma en las calles, todo el mundo se puso a buen resguardo. Esto era lo que necesitábamos para poder salir de aquí, después de la amenaza de Alcides esta tormenta inesperada nos cae como anillo al dedo, si las amazonas en verdad creen que somos Dioses nos llevarán de vuelta a las embarcaciones. Octubre 6 No ha escampado, las primeras gotas cayeron hace dos días y desde entonces el aguacero ha sido constante y pertinaz. Hace apenas unos minutos un hombre tocó a nuestra puerta, era un mensajero enviado por la reina, trajo un papel escrito en náhuatl con una plegaria para que detengamos el aguacero y el anuncio de que tan pronto cese la tormenta partiremos con una corte de guerreras que nos dejarán en nuestras naos. En manos de nuestro señor está que deje de llover. ~53~ Fernando Bermúdez Ardila Octubre 12 Llovió todavía un día más, varias casas se inundaron. La ciudad nos preparó una despedida y vino gente de otras partes, de aldeas y pueblos cercanos. Nos llenaron de ofrendas, no sé de dónde sacaron tantos alimentos pero nos dieron mucha comida para llevar, además de unas canastas de bejuco llenas de figuras de oro, esmeraldas y diamantes. Estoy solo en mi dormitorio escribiendo a la luz de la vela. Esta noche me ha visitado una hermosa guerrera amazona que ya había pasado antes por mi alcoba, el encuentro ha sido más intenso, como si lamentara mi partida. Ha debido ser igual para los demás. Las amantes amazonas se habrán esmerado esta noche ya que ese es el último recuerdo que nos llevaremos del Dorado. Ya está listo todo, partiremos mañana a primera hora con las guías y los tamemes, sé que no podré conciliar el sueño, me quedaré viendo el último amanecer en esta mítica ciudad y orando para que podamos regresar a Europa sanos y salvos. Diciembre 20 El camino no ha sido más fácil que cuando lo recorrimos por primera vez, como antes, hemos recibido la ayuda de la gente en los poblados y la protección de las amazonas, aún así la travesía es dura. Yo me había acostumbrado a la buena comida, a los masajes diarios en el palacio real, a las visitas nocturnas, a vivir como un rey… ahora hay que volver a la realidad. Enero 10 de 1317 Suyay ha venido con nosotros, así la han bautizado, la intérprete me explicó que quiere decir “esperanza”, esa niña es la medida de nuestra estadía en la ciudad de oro, cuando la veo me doy cuenta de que el tiempo ha pasado, ahora es una adolescente y se ha convertido en toda una guerrera, es una de las mejores cazadoras y la más bonita de entre las jóvenes amazonas. Pasamos ~54~ cerca a la aldea de su tribu pero no entramos, las amazonas dicen que su familia fue masacrada por su misma gente que ya los había expulsado antes del pueblo por sus reyertas con la familia del jefe de la tribu. Recuerdo claramente aquella mañana cuando la encontramos escondida sollozando, tuvo suerte al sobrevivir. Las picaduras y marcas extrañas en la piel son cosa de todos los días así como los remedios naturales de las guerreras. Las inclemencias de la selva son muchas y muy variadas, es difícil, cuando no imposible, encontrar las palabras adecuadas para describir las penurias que vivimos cada día en esta jungla. Febrero 22 Alcides está enfermo, casi a diario cada uno de nosotros sufre alguna dolencia: dolor de cabeza, algo de fiebre, un brote en la piel…pero lo de Alcides parece más grave, ayer deliró toda la noche y ya ni siquiera nos reconoce, las amazonas le hicieron muchos remedios, ninguno funcionó, desesperadas rompieron a caminar a media noche. Al fin llegamos a un poblado, el chamán lo está atendiendo pero hay pocas esperanzas. Febrero 27 La agonía de Alcides duró tres días, el chamán hizo hasta lo imposible por curarlo, llegaron a la aldea médicos y sacerdotes de otras comunidades pero todo fue en vano. Por los síntomas creo que murió de mal aire24, en Europa y en Oriente vi morir a mucha gente del mismo mal. Su muerte ha sido un golpe duro para todos, en buena medida fue gracias a él que logramos salir del Dorado, de todos, Alcides era el que más soñaba con regresar a su tierra, la intensidad de ese sueño era quizás una expresión de su deseo inconsciente de escapar a la muerte que le esperaba aquí en esta selva cerrada y despiadada, tan lejos de su tierra y su gente. Lo enterramos como mejor pudimos, aquí en la aldea construyeron 24 La palabra “malaria” proviene del italiano medieval “mala aria” (mal aire). ~55~ Fernando Bermúdez Ardila un ataúd y logramos que tallaran una cruz en su tapa, oramos toda la noche por su alma. Esta mañana dejamos la aldea para seguir avanzando, guardaremos luto por Alcides hasta llegar a los navíos, nuestra forma de honrar su muerte es caminar en silencio, no podemos hacer más en esta selva. Marzo 13 Estamos a tres meses del gran río, han pasado dos semanas desde que enterramos a Alcides, todo ha transcurrido con normalidad si es que esa palabra cabe en este lugar apartado y selvático. Nadie ha muerto, nadie ha sido mordido por ninguna serpiente venenosa, continuamos la marcha en silencio. Junio 20 Encontramos las naves tal como las dejamos salvo por las guirnaldas de flores que nos habían dejado en el palo mayor y en la proa y la popa. La gente de estas tierras no es amiga de lo ajeno. La corte de guerreras y tamemes que nos había acompañado esperó en la orilla hasta que pusimos en marcha las naos. Los vi hacerse cada vez más pequeños con la distancia hasta convertirse en pequeñas manchas y fundirse con el follaje. Ahora no hay quien nos visite en nuestro lecho pero somos libres de nuevo, nos deleitamos observando los animales en las copas de los árboles de las orillas y pescando. Somos dueños de nuestro destino otra vez. Pronto arribaremos al Curacazgo del Cusco, recogeremos los caballos e iniciaremos el gran viaje de regreso. Octubre 19 Los caballeros que decidieron quedarse aquí en Cusco son quienes han cuidado los caballos, según dicen, los incas viven ~56~ intimidados con las bestias y no saben cuidar de ellas, convienen en que lo mejor es que nos las llevemos de regreso, también les parece conveniente que no queden huellas visibles de nuestra estadía en estas tierras, aparte de los niños “mitad humanos, mitad dioses” producto de las relaciones de algunos de nosotros con las nativas. Mayta Cápac no está en el Curacazgo, anda en una de sus expediciones militares. No queremos aplazar más nuestra partida, estaremos aquí solamente el tiempo necesario para preparar el viaje. Dos de los caballos murieron, una yegua y un macho. Hay cinco potrillos, uno de ellos nació hace apenas un par de días, los otros cuatro ya están grandes para ser domados pero nunca han sido montados, nuestra prioridad es salir lo más pronto posible, no tenemos tiempo de amansarlos, luego pararemos en algún islote para sellar nuestro pacto de silencio y adiestrar los caballos. Los compañeros que se quedaron aquí no quieren regresar con nosotros, les he dicho que está es la última oportunidad que tienen para pensarlo mejor y volver a Europa, pero dicen que aquí son felices. Los he visto absortos en sus estudios de botánica, ahora son todos unos hombres de familia y nada queda ya de su anterior vida de monjes y guerreros. Son muy respetados por los incas. Diciembre 25 Todo está listo para nuestro viaje, salimos mañana en la madrugada, llevamos provisiones suficientes y los caballos ya están en las naos. Esta semana hicimos las reparaciones correspondientes, la gente de aquí nos ayudó en todo lo que necesitamos. Hace un rato me reuní con los demás capitanes y observamos el mapa de navegación que fuimos trazando cuando veníamos, si todo sale bien y Dios nos lleva con gracia pronto llegaremos a Europa. Como Mayta no está y nuestros compañeros, que ya hablan perfectamente la lengua del Curacazgo, hablaron con los miembros ~57~ Fernando Bermúdez Ardila del consejo, no celebraron ninguna despedida. No queremos retrasar más el viaje y además ya nos despidieron antes cuando salimos la primera vez, confiados en que llegaríamos a Europa y completamente inocentes de nuestro destino en la ciudad de oro. Llevamos tantas ofrendas y tesoros y hemos sido objeto de tantas celebraciones… Marzo 10 de 1318 Remontamos el río de Cusco y navegamos por la cuenca del río grande durante diez semanas, sus laderas estaban despobladas y no había ni rastro de las amazonas, ni siquiera pudimos reconocer el lugar en el que recuperamos nuestros navíos hace algunos meses. Ahora estamos en el océano25, dejamos estas tierras con más plata y oro del que teníamos al llegar y con la certeza de que la tierra es redonda, nos enfrentamos de nuevo a los peligros del mar, pero esta vez con más experiencia y con un mapa de navegación que, aunque no es lo suficientemente preciso porque fue trazado sobre la marcha y con grandes cavilaciones, nos orientará. En esta odisea tendremos la oportunidad de corregir la carta de navegación para que sea lo más precisa posible. Abril 8 Como habíamos acordado, nos detendremos en uno de los islotes cercanos a la tierra de los mexicas para consumar nuestro pacto de silencio, adiestrar los caballos y descansar. Calculo que estaremos en tierra firme antes de que caiga la noche, es casi seguro que la isla que ya alcanzamos a divisar está deshabitada, es justo lo que necesitamos, un lugar aislado y despoblado en el cual poder celebrar nuestra ceremonia con tranquilidad. Mayo 12 Arribamos a la isla por la tarde, no hallamos indicio alguno de presencia humana en sus tierras. La playa era ideal para 25 Iniciaron su viaje de retorno por el Océano Atlántico. ~58~ echarse a descansar porque no había piedras, sólo arena blanda, más allá se extendía un bosque tupido de vegetación más bien baja. Prendimos una fogata, bajamos algunas de las provisiones y comimos allí reunidos en torno al fuego. Esa noche dormimos en las naves. Al otro día empezamos a abrir camino como vimos que lo hacían las amazonas: a machete. La playa no era muy grande, necesitábamos más espacio para los potros, por fortuna los árboles no estaban ahí recién terminada la playa sino mucho más adentro y fue fácil preparar el terreno. Al tercer día bajamos las bestias e iniciamos la doma natural. Había entre nosotros un caballero que poseía un don especial con los caballos, los domesticaba sin violencia, él y un ayudante suyo se encargaron de los cuatro potros. Nosotros montamos en los demás caballos ya desacostumbrados a las cabalgaduras. Explorando la isla encontramos un terreno de pastos que nos hizo pensar que podría estar habitada, pero desechamos la idea porque no hallamos nada más que pudiera indicarnos la presencia de humanos. Mayo 29 No hay paraíso mayor, estamos solos y tenemos alimento suficiente para los animales; nos encontramos a nuestras anchas en esta isla, nos bañamos en sus aguas cristalinas, pescamos, recolectamos frutas y de vez en cuando cazamos pequeños mamíferos. Se está tan bien aquí que no dan ganas de continuar el viaje. Imanol nos ha dicho hoy: domar es un duro privilegio y un domador nunca debe estar apurado, ha dicho que necesita por lo menos un mes más para domar los potros y que uno de ellos está muy pequeño todavía para poderlo montar. Convenimos en quedarnos hasta que los cuatro caballos mayores estén domados a ~59~ Fernando Bermúdez Ardila media monta. Mirándolo bien no es tan importante irnos con los caballos domados, eso lo podemos hacer en Europa, pero estamos tan felices aquí que esa es la excusa perfecta para quedarnos más tiempo, sabemos que las cosas en nuestra patria no deben estar nada bien y el deseo de regresar se ha ido disminuyendo cada vez más al vernos libres y solos en este paraíso. Julio 2 Los días pasan sin ninguna novedad, el tiempo que no se me va en las labores diarias de sobrevivencia se me va en la mera contemplación. Los potros han reaccionado bien al adiestramiento de Imanol y de seguir así retomaremos nuestro viaje en un par de días. Julio 5 Hace unos días me siento extraño, algo cambió en el ambiente, noto cierta ansiedad en mis compañeros pero no hay ninguna razón, quizás nos estamos cansando. Me siento observado. Imanol dice que los potrillos están listos y que es hora de sellar nuestro pacto de silencio y preparar el regreso. Julio 30 No todo es color de rosa y no siempre lo que parece es, cuando creíamos que estábamos en el cielo estábamos en realidad llegando a las llamas del averno. Sólo por obra y gracia de nuestro señor sigo con vida y puedo dar testimonio de lo sucedido, pues bien podría contarme entre los 16 fallecidos que no podrán regresar con nosotros y esperan todavía que les demos digna sepultura. Nuestra última noche en la isla, luego del anuncio de Imanol, guardamos los caballos en las naos y nos preparamos para la ceremonia, nos pusimos la espada al cinto y las demás prendas propias de nuestra envestidura de caballeros, como correspondía a la ocasión y formamos un círculo en la playa; Pierre sacó una ~60~ gran copa ceremonial de oro con incrustaciones de diamantes y esmeraldas que un sacerdote inca le entregó en Tiahuanaco y se ofreció para presidir la ceremonia. Todos estuvimos de acuerdo en que actuara como maestro, y dio inicio con las siguientes palabras: “Alejados del vaticano pero sin considerarlos nuestros enemigos, defenderemos nuestras causas y causas nobles como lo hemos hecho siempre, nos protegeremos entre nosotros y trataremos de avanzar con la sabiduría, adelantados al tiempo, lo juramos por esta sangre, la misma que han derramado quienes nos precedieron y los que han estado con nosotros, la que estamos dispuestos a derramar y la que derramarán quienes nos sucedan en nuestra noble tarea, por Cristo a quien seguimos, no porque creamos que sea el hijo de Dios sino por el ejemplo que ha dejado a la humanidad con un legado digno de esparcir como semilla, que así sea… mientras Pierre hablaba, la copa iba circulando y cada uno de los caballeros se pinchaba el dedo y vertía en ella una gota de su sangre, juramos también proteger nuestros secretos y no revelar los descubrimientos que aquí hemos hecho ni la ubicación de estas tierras por el bien de quienes las habitan”. Cuando la copa llegó otra vez a Pierre éste la terminó de llenar con un poco de vino y fue el primero en beber, la copa fue pasando de mano en mano y todos tomamos, sellando así el pacto de silencio. Una vez terminada la ceremonia celebramos nuestra última noche en el paraíso con comida, vino y música. Al ritmo de la guitarra y en la penumbra de la noche recordamos con nostalgia algunas de nuestras aventuras en las nuevas tierras de Occidente y lamentamos la muerte de Etienne y de Alcides. La partida era inminente, no queríamos irnos pero sabíamos en nuestro fuero interno que ya era hora y al mismo tiempo sentíamos cierto alivio, por no decir, cierta alegría. Estando en esas salieron de entre los arbustos unos hombres con lanzas y arcos, llevaban la cara y el cuerpo pintados y se nos vinieron al ataque tomándonos por sorpresa y con una fiereza que nunca habíamos visto en estas tierras. En número nos sobrepasaban cuatro o cinco veces, ~61~ Fernando Bermúdez Ardila nosotros éramos 164. Si no hubiéramos bajado las espadas para la ceremonia nos habrían acabado, quiso Dios que no fuera así y nos lanzamos en valiente defensa. La lucha fue ardua y no terminó sino hasta la madrugada, perdimos dieciséis compañeros y abatimos incontables de los suyos, al final se batieron en retirada y pudimos subir los cuerpos de nuestros hermanos a las embarcaciones. La luz del amanecer llegó pronto y borró la ensangrentada noche que tuvimos en la isla. Ahora tendremos que volver a tierra firme a darle digna sepultura a quienes perdieron la vida en el combate. Agosto 3 Nunca antes nos habían atacado en estas tierras, en esa isla en cambio los hombres eran tan feroces que parecían salvajes. Debían haber estado observándonos desde que iniciamos la ceremonia o quizás desde que llegamos hace ya varias semanas. La mayoría de ellos tenían la piel pintada de negro y superaban en estatura a los incas y a los mexicas pero no en estrategia militar pues se lanzaron al ataque de manera desordenada y torpe, viéndose obligados horas después a retirarse derrotados. Aún así perdimos dieciséis de nuestros hermanos. Recibí un fuerte golpe en el brazo derecho, por fortuna no en el izquierdo que es con el que escribo. Llevamos todo el día navegando y tenemos prisa por enterrar nuestros muertos. Agosto 7 Caída la noche anclamos nuestros navíos en el primer islote que vimos y nos pusimos a cavar a la luz de las teas bien adentro, lejos de la playa, mientras otros vigilaban que no llegara nadie y no se repitiera un ataque sorpresa. Antes de que amaneciera habíamos sepultado todos nuestros muertos, con sus crucifijos al cuello y mortajas de algodón, en medio de una ceremonia sencilla. ~62~ Abordamos las naos y continuamos con la firme intención de no detenernos más en el camino y llegar a Europa en tres meses. Agosto 21 Estas dos semanas que llevamos navegando desde el sepelio en el islote han transcurrido sin inconvenientes, navegamos con el viento a nuestro favor, siguiendo el mapa de navegación que trazamos al venir. Noviembre 1 Estamos viendo sargazos26, eso quiere decir que estamos cerca a tierra firme, ya no estamos en alta mar, según el mapa, ahora más exacto porque en la marcha se han corregido todas las imprecisiones, arribaremos a tierras europeas dentro de una semana. Hemos estado navegando a una velocidad de siete nudos. Noviembre 13 Una bandada de gaviotas sobrevuela nuestra nao, en pocas horas arribaremos a tierras españolas. Noviembre 13 de 1318 Hoy llegamos como una flota mercante a un puerto de la bahía de Cádiz en España. Aquí nos enteramos de la trágica y terrible muerte del gran maestro Jaques de Molay, de Godofredo de Charney, Hugo de Péraud y Godofredo de Goneville. Aquí termino mi relato, lo que he plasmado en estos manuscritos es la parte de la historia que yo mismo he vivido y puedo dar fe de la veracidad de lo que en ellos narro. Los secretos que nos habían sido encomendados los escondimos en el lugar que alguien pueda descifrar en este manuscrito. La cartografía 26 Algas muy verdes. ~63~ Fernando Bermúdez Ardila y la ruta de navegación para llegar a las tierras de Occidente serán divididas en dos para que cada capitán guarde una mitad y sólo uno de ellos guarde estos manuscritos. Confiamos en que nuestros secretos hayan quedado bien guardados en las tierras que Dios nos dio a conocer y a las que algún día llegarán quienes nos sucedan en la orden” Así termina uno de los manuscritos hallados en el castillo de los Arcenau, a su debido tiempo daré a conocer los demás documentos encontrados en la cava. Atentamente, Sir Alfred du Guesclin. ~64~