SD 2002: vol. 6, núm. 3, pp. 43-46 REVISTA MÉDICA INTERNACIONAL SOBRE EL SÍNDROME DE DOWN 43 Avances psicopedagógicos El acceso al propio hogar: una nueva oportunidad para construir un proyecto de vida J. Ruf Pedagogo y Coordinador del Programa de vivienda en un hogar propio «Me voy a casa» de la Fundació Catalana Síndrome de Down. Correspondencia J. Ruf Fundació Catalana Síndrome de Down València, 229 pral 08007 Barcelona Artículo recibido: 08.10.02 Resumen El reconocer que la persona adulta con discapacidad psíquica puede acceder a una vida autónoma en un hogar propio es ahora una meta personal y social, durante mucho tiempo impensable, que refleja los cambios habidos en la propia concepción de la discapacidad y en los tipos de servicios y recursos que nuestra sociedad pone al alcance de aquellos que quieren y pueden decidir libremente dónde, cómo y con quién desean vivir. Prestar apoyo a este proyecto de vida implicará respaldar la autodeterminación de la persona con discapacidad, entendida como garantía de sus intereses y deseos, al tiempo que redundará en beneficio de las habilidades funcionales y de las actitudes propias, que darán a la persona un mayor control sobre su vida y su entorno. Palabras clave. Apoyo. Autodeterminación. Calidad de vida. Vida autónoma. Vivienda. Access to a Home of One’s Own: A New Opportunity For Building a Life Summary Admitting that adult individuals with a mental disability can lead autonomous lives in homes of their own is a social and personal achievement long held unthinkable. This achievement reflects changes in the way disability is conceived, and in the services and resources provided by our society to individuals who wish to –and are able to– decide freely where, how and with whom they want to live. Support for this life project entails upholding the self-determination of people with disabilities; in other words, safeguarding their interests and wishes. Support also entails fostering the types of functional skills and personal attitudes that enable greater control of one’s life and surroundings. Keywords. Autonomous living. Housing. Quality of life. Self-determination. Support. En nuestro país ha sido tradicionalmente difícil plantear el acceso a la vivienda de la persona adulta con discapacidad psíquica debido a la falta de respuestas o de recursos que no fueran los institucionales. Hasta ahora, las únicas dos modalidades de servicio existentes para personas con discapacidad psíquica han sido las residencias y los hogares-residencia (pisos tutelados). Cabe señalar que ambos tipos de establecimientos han evolucionado mucho a lo largo de los años, en un intento de ofrecer un modelo lo más integral posible en el que la atención a las necesidades básicas de la persona SD 44 REVISTA MÉDICA INTERNACIONAL SOBRE EL SÍNDROME DE DOWN no fuera la única prioridad, y de mantener, al mismo tiempo, el máximo contacto con la comunidad a fin de reducir los efectos de la segregación. Con todo, estamos hablando de estructuras que requieren una cierta planificación para atender a un número determinado de personas (vida en colectividad) que tengan características similares (referidas a su discapacidad) y en las que la tendencia imperante consiste en prestar una asistencia especializada. En este contexto, la permanencia de la persona con discapacidad en el domicilio familiar hasta que aparecían dificultades diversas que impedían su convivencia se ha considerado durante mucho tiempo una situación natural. La orfandad, la edad de los padres, los problemas de salud, las dificultades de convivencia, etc., han sido los principales motivos que han llevado a pensar en alternativas de vivienda para la persona con discapacidad, en la mayoría de los casos a causa de las dificultades derivadas de su situación sociofamiliar, pero raramente como respuesta a sus inquietudes o a la oportunidad de pensar en el futuro de forma constructiva. Es evidente que pensar en esta cuestión supone para las familias cambios importantes referentes a si mismos, a la persona con discapacidad y a su relación con ella. El solo hecho de pensar en el futuro genera incertidumbre; si las circunstancias en las que tenemos que hacerlo son de resolución de dificultades o de problemas vitales, esta incertidumbre se convierte en estrés, angustia o sufrimiento. En cambio, cuando podemos pensar en el futuro con una intención anticipadora, exenta de adversidades inmediatas, conseguimos reconvertir la incertidumbre en una oportunidad generadora de deseos y de proyectos relacionados con la consecución del bienestar o de la felicidad. Algunos cambios importantes habidos en nuestra sociedad en los últimos decenios han permitido reconsiderar la posición de la persona con discapacidad. La equiparación de derechos y deberes en la población general obliga a todos los agentes sociales (personas, familia, organizaciones, administraciones, etc.) a buscar vías de transformación que procuren y garanticen las mismas oportunidades para todos los ciudadanos. En este sentido, la persona con discapacidad ha conseguido acceder a la educación, al trabajo o a la vida social, alcanzando el papel de persona adulta que le corresponde y convirtiéndose en portavoz de sus propias necesidades, deseos y preocupaciones. 2002: vol. 6, núm. 3, pp. 43-46 En esta línea, el Programa de apoyo a la autonomía en el propio hogar ‘Me voy a casa’, que la Fundació Catalana Síndrome de Down lanza en el 2001, tiene como finalidad respaldar a las personas con discapacidad psíquica en su acceso a una vida independiente en un hogar propio, sola, en pareja o con amigos. La misión del programa es poner en marcha la planificación de un proceso fundamentado en el fomento de las habilidades y actitudes que permitirán a la persona ejercer el control de su condición de vida, creando a su alrededor una red de apoyos que favorecerán no sólo las habilidades de gestión del hogar, el cuidado de sí mismo, la administración de bienes, etc., sino también el acceso, la presencia y la participación en la vida social de la comunidad. Para iniciar este proyecto personal, es imprescindible contar con la voluntad expresa de la propia persona, respaldada por el consenso de quienes sean referentes de su entorno próximo: familia o tutores legales en primer orden, amigos, compañeros, vecinos, etc. Ambas condiciones constituyen las premisas básicas que permiten, por un lado, que la persona se posicione como primer causante de su proyecto de vida que está a punto de comenzar y, por otro, que las personas significativas que apoyan esa opción empiecen a organizarse para hacer posible esa vida autónoma. Es muy importante que esta nueva etapa no la vivan –ni la persona, ni su familia, ni las personas referentes– como una pérdida, una ruptura o una separación. En este sentido, toda la planificación previa de preparación hará especial hincapié en recuperar la trayectoria personal de la persona con discapacidad: cuáles han sido sus experiencias, sus hitos y sus relaciones; qué oportunidades ha tenido; cuál ha sido su entorno familiar y social, etc. Todo ello nos permite conocer el funcionamiento de la persona en función de su contexto para poder proyectarlo hacia la nueva situación. El análisis de la vida doméstica, las relaciones familiares y sociales, los desplazamientos y la utilización del transporte, la ocupación laboral, el uso del tiempo libre y la gestión del dinero nos permiten ver qué habilidades y qué dificultades presenta la persona en el momento actual, a la vez que describe qué oportunidades de gestión le ofrece su entorno. A partir de estos datos, empezaremos a planificar los apoyos necesarios que permitan: SD 2002: vol. 6, núm. 3, pp. 43-46 REVISTA MÉDICA INTERNACIONAL SOBRE EL SÍNDROME DE DOWN Los apoyos son aquellas estrategias y medios que promueven los intereses y las motivaciones de la persona y que garantizan su acceso a recursos, información y relaciones en un ambiente inclusivo de trabajo o vivienda, que fomentan a su vez la interdependencia, la productividad, la inclusión en la comunidad y la satisfacción [1]. Cuando hablamos de apoyos nos referimos, entre otros, a acciones (ayudas puntuales y directas a la persona: acompañamientos, ayuda física, etc.), tecnología (adaptaciones, ayudas técnicas, sistemas alternativos de comunicación, sistemas de control del entorno, etc.), estrategias (orientación, anticipación, planificación, análisis y resolución de problemas, etc.) y actitudes (apoyo emocional, empatía, respeto, etc.), que ponemos al servicio de la persona para facilitar su autogestión. Es evidente, por tanto, que tenemos que olvidar aquellos modelos que sólo prevén asistir a la persona en sus limitaciones o necesidades, supervisar su condición de vida y planificar u organizar su entorno próximo, ya que eso la situaría en el papel de receptor pasivo de una serie de ayudas y servicios en los que se da prioridad sólo a un control y a una seguridad determinados por los profesionales, las familias y la sociedad. Distintos estudios han demostrado que la capacidad de autodeterminación de la persona con retraso mental no depende única y directamente de su inteligencia, ni siquiera del conjunto de habilidades adaptativas que posea. La nueva concepción de la American Association on Mental Retardation (2002) define el retraso mental como ‘una discapacidad caracterizada por limitaciones significativas tanto en el funcionamiento intelectual como en la conducta adaptativa, expresada en habilidades adaptativas conceptuales, sociales y prácticas (Fig. 1). Esta discapacidad se produce antes de los 18 años’ [2]. Esta definición considera el funcionamiento de la persona de acuerdo con su entorno. La capacidad de elegir y de tomar decisiones dependerá de las oportunidades que el entorno y las experiencias le proporcionen, de la capacidad individual debida al aprendizaje, el desarrollo y de los apoyos recibidos. De esta forma, la discapacidad CAPACIDADES INTELECTUALES CONDUCTA ADAPTATIVA (conceptual, práctica y social) PARTICIPACIÓN, INTERACCIONES Y ROLES SOCIALES SALUD (salud, física, mental, etiología) CONTEXTO SOCIAL (ambiente, cultura, oportunidades) FUNCIONAMIENTO INDIVIDUAL • Aumentar las capacidades personales. • Adecuar las ayudas a las necesidades reales de la persona. • Garantizar una auténtica interdependencia con el entorno. 45 A.A.M.R. (2002) Figura 1. Descripción del concepto de retraso mental según la American Association on Mental Retardation (AAMR). no es una característica inherente y estática de la persona, sino un criterio descriptivo de su funcionamiento respecto a su entorno y de los apoyos que está recibiendo en un momento dado. Confirmamos así que el funcionamiento de la persona con discapacidad psíquica es susceptible de cambio y mejora, siempre y cuando adecuemos todo el abanico de apoyos y condiciones de entorno que recibe. De la misma forma, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud, considera que la interacción entre los estados de salud y los factores contextuales (factores personales y factores ambientales) es determinante de la posibilidad o la restricción en la realización de actividades y en la participación en situaciones vitales [3]. Si entendemos que el hogar de la persona con discapacidad es su nuevo entorno natural (referido a la vivienda), y que éste acaba siendo el que le ofrece una mayor posibilidad de autogestión y control, habrá que ver qué características deberá tener para que garantice la satisfacción de sus necesidades y deseos. Según O’Brien y Lyle, los entornos óptimos son aquellos que se definen conforme a cinco características básicas [4]: • Incluyen la presencia en la comunidad. • Aumentan las oportunidades de toma de decisiones. • Promueven las competencias individuales. • Aumentan el respeto. • Garantizan la participación en la comunidad. Wehmeyer considera que la autodeterminación es ‘el actuar como primer agente causal de la vida propia, tomar decisiones y hacer elecciones relativas a la calidad de esa vida, sin influencias ni in- SD 46 REVISTA MÉDICA INTERNACIONAL SOBRE EL SÍNDROME DE DOWN terferencias externas’ [5]. Por consiguiente, no es una conducta que se ha de enseñar, sino una habilidad que se debe propiciar, favorecer y posibilitar. Wehmeyer añade que las conductas autodeterminadas se caracterizan en función de: • El propósito de la conducta: indica la intencionalidad de los actos propios y la forma de hacer frente a las situaciones vitales (resolución, evitación, anticipación, etc.). • La autonomía: como garantía de que la persona funciona de acuerdo con sus preferencias e intereses. • La autorregulación: mediante la cual la persona analiza primero los factores ambientales (facilitadores o restrictivos) para adecuar su respuesta, y evalúa después su eficacia. • El empowerment o capacitación psicológica: constituida por las motivaciones de la persona, el control que ejerce de sus capacidades y limitaciones y la convicción de que dispone de los recursos adecuados para actuar. • La autoconciencia: como conocimiento de uno mismo que adquirimos a través del aprendizaje personal. Las herramientas y estrategias que favorecen la autodeterminación son: habilidades de comunicación, interacciones sociales significativas y recíprocas, posibilidad de controlar con eficacia la conducta de los demás, anticipación de la información, así como posibilidad de informar de lo sucedido, presencia en un entorno que dé oportunidades y respete la diversidad, clima social afectivo positivo, ambiente de acción libre de amenazas, riesgos personales y mantenimiento de cierta autoestima. Evidentemente, la libertad de decisión y de elección se da siempre en un contexto sociocultural, donde hay ciertas normas, reglas, valores y condiciones establecidos por agentes ajenos a no- 2002: vol. 6, núm. 3, pp. 43-46 sotros, pero sin que ello suponga una pérdida de nuestra autonomía basada en el conocimiento y la asunción de todos estos condicionantes. Por tanto, es necesario que en la transmisión de todas esas normas intervenga un proceso que las haga comprensibles, fáciles de entender y asumibles por la persona con discapacidad psíquica. Ésta es la misión de cualquier función de apoyo de la auténtica autonomía: acompañar a la persona con objeto de facilitar la comprensión de su situación personal y de los factores ambientales con los que interacciona. La aceptación de las competencias y dificultades de la persona bajo un principio de realidad supone la asunción y adecuación de una identidad propia. Constituir una red de relaciones de interdependencia será la confirmación de que la persona con discapacidad goza de un entorno que garantiza los indicadores de bienestar y satisfacción que determinan su calidad de vida. Bibliografía 1. Luckasson R, et al. Mental retardation: definition, classification and systems of supports. 10 ed. Washington: AAMR; 2002. 2. Klein J. Ayudar a las personas con discapacidad a vivir en un hogar propio. Barcelona: FCSD; 2000. 3. OMS. Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud: C.I.F. Traducida y publicada por el IMSERSO. Madrid, 2001. 4. Verdugo MA, Jordán de Urríes F. Apoyos, autodeterminación y calidad de vida. Salamanca: Amarú; 2001. 5. Wehmeyer ML, Kelchener K, Richards S. Principales características de la conducta autodeterminada de las personas con retraso mental. Siglo Cero 1996; 27: 6.