S. Gómez ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es nuestra finalidad como seres inteligentes? Son preguntas que siempre se ha hecho el ser humano. El buscar un sentido a la existencia, sea individual o sea colectiva, acucia al hombre desde siempre. La curiosidad está arraigada en la mente humana. Esa curiosidad es uno de los factores que desarrollan la inteligencia. Los animales más curiosos suelen ser los más inteligentes. La curiosidad, la exploración, es una necesidad congénita. Por la década de 1.970 se inició el proyecto SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence, o Búsqueda de Inteligencia Extraterre) con la finalidad de transmitir y recoger ondas radioeléctricas del espacio exterior. En 1.961 Drake, radioastrónomo del Observatorio Nacional de Green Bank (Virginia), estudió una fórmula con el fin de estimar la cantidad de civilizaciones posibles en la Vía Láctea, susceptibles de ser captadas desde la Tierra. La fórmula es una aproximación teórica de las posibilidades existentes. A medida que han ido avanzando los descubrimientos la fórmula se ha ido aproximando más a la realidad, pero aun faltan datos para poder completarla y poder formular con ella una hipótesis real. Dado el número de galaxias y de estrellas existentes parecería que debe haber vida en algún otro sitio. La Vía Láctea es una de las 500.000 millones de galaxias que existen, y dentro de la Vía Láctea hay más de 100.000 millones de estrellas, echando números por lo bajo, y cada estrella puede tener varios planetas. Esta ecuación es un intento de saber la cantidad de civilizaciones tecnológicamente avanzadas que hay en nuestra galaxia o en el Universo y se basa en trocear el problema en otros más pequeños: la cantidad de estrellas que hay en la galaxia, la proporción de ellas que tienen planetas, la proporción de planetas en la zona habitable, la proporción de los mismos en los que aparece la vida, la proporción de ellos en los que evoluciona la vida inteligente, la proporción de esas civilizaciones que alcanza cierto nivel tecnológico, etc. Fórmula de Drake: N = R * fp * ne * fl * fi * fc * L donde N sería el número de planetas susceptibles de almacenar vida, R: ritmo de formación de estrellas adecuadas en la galaxia en un año. Actualmente se consideran 7 estrellas por año, de las que podrían almacenar vida 1´38 de ellas. fp: Fracción de estrellas con planetas en su órbita. En estrellas de tipo como el Sol se considera que hay una de cada tres que puede tener planetas. ne, número de planetas dentro de la zona de habitabilidad. Se considera que hay uno de cada doscientos basándose en los descubrimientos hasta la fecha. Gracias a la misión Kepler sabemos que un quinto de las estrellas de nuestra galaxia tienen planetas en su zona habitable, en donde el agua puede estar en estado líquido. fl: fracción de los planetas anteriores en los que se ha desarrollado la vida. Se calcula que 13 de cada 100 planetas y que ya tienen 1.000 millones de años desde su formación, pueden desarrollar vida. fi: Fracción de los planetas precedentes en los que se ha desarrollado vida inteligente. Se hace una extrapolación según los datos del planeta Tierra, que con sus 4.567 millones de años solo ha desarrollado vida inteligente en los últimos 200.000 años. fc: Fracción de los planetas precedentes capaces de desarrollar una tecnología con potencia de comunicarse. Se considera, simple conjetura, que esto suceda en uno de cada 100 casos. Si la Vía Láctea está llena de planetas repletos de microbios, ninguno de ellos va a enviar señales de radio. La especie tiene que ser inteligente. L: Lapso de tiempo que puede existir una inteligencia en un planeta. Según datos de civilizaciones históricas del planeta Tierra se considera que una civilización pueda durar 420 años. La actual civilización industrial con capacidad de comunicación se puede considerar que nació en 1.938 (primeras emisiones radioeléctricas). Según esto podría durar hasta el año 2.358. Esto es muy impreciso, porque en el caso de los seres humanos no podemos hacer generalizaciones e incluso no sabemos cuánto más durará nuestra sociedad. No se sabe cuánto pueda durar una civilización. Es la gran incógnita: cuánto sobrevive una civilización avanzada antes de que se extinga. El hecho de que la humanidad haya usado cierta tecnología rudimentaria en los últimos 10.000 años no nos dice nada sobre cuánto pueden vivir otras sociedades avanzadas en otros planetas. Como es lógico estos parámetros no son de absoluta seguridad y a medida que la tecnología evolucione se podrán ir perfilando con información más segura. Con los descubrimientos del telescopio Kepler se han podido corregir varios parámetros propuestos originalmente y que se mantenían de forma especulativa; hoy ya se conocen con más precisión. Si se descubre vida, aunque sea microbiana, en otros planetas, los parámetros habrá que modificarlos, porque eso quiere decir que podría desarrollarse vida inteligente. Esta fórmula, más que brindar una respuesta definitiva a la eterna pregunta de nuestra civilización, buscaba ilustrar un poco el problema mostrando las variables que habría que tener en cuenta para resolver esta cuestión. A todo esto habría que añadir varios parámetros más si se quiere hallar un mundo con vida: La situación del sistema solar en el disco galáctico. El tener un planeta gigante como Júpiter, que sirve de escudo protector respecto a otros cuerpos que se internan en el sistema solar. El tener una Luna, que equilibra el eje de rotación terrestre y produce las mareas, imprescindibles para mantener la vida oceánica. La tectónica de placas terrestre, el mejor termostato del planeta Tierra. La rotación del núcleo terrestre, capaz de funcionar como un gigantesco imán que protege al planeta del mortal viento solar. El vulcanismo, que aporta gases a la atmósfera. Figuras grabadas en la placa de la sonda espacial Pioneer 10 informando a una posible civilización extraterrestre sobre la presencia de vida humana en la Tierra. Según Drake, podría haber diez civilizaciones al alcance de nuestras comunicaciones, pero lo cierto es que durante 40 años de investigación no se ha logrado nada y, aparentemente, el programa SETI ha sido un fracaso y solo se ha obtenido un silencio inquietante. En 2.015 se ha relanzado de nuevo este proyecto, limitando la búsqueda a determinadas direcciones del cosmos. Esta fórmula es un intento empírico de contestar a la gran pregunta de si estamos solos. Supone un gran avance, pero no termina de contestarla. Saber si hay o no otras civilizaciones tendría consecuencias filosóficas tremendas en ambos casos. Aunque no se descarta el sentido práctico de la misma al preguntarse si otras civilizaciones habrán podido sobrevivir a los avances tecnológicos. O tal vez el hecho de que no tengamos noticias de ninguna otra civilización ya nos esté diciendo mucho sobre la duración de las civilizaciones. Grupos humanos como el de los bosquimanos o los pigmeos llevaban 40.000 años con su estilo de vida hasta que llegó el hombre blanco a sus territorios. Vivían de manera sostenible en el medio en donde vivían, pero hubieran sido incapaces de comunicarse por radiotelescopios con otra civilización avanzada. El hecho de poder comunicarse implica el riesgo de desaparecer por el uso de la propia tecnología. En realidad la ecuación de Drake no nos sirve para calcular gran cosa. Su belleza reside en que condensa los saberes de la humanidad. Empieza por la Astrofísica, pasa por la Biología y termina en la Ecología, Sociología e incluso Psicología. Esta ecuación nos invitan a reflexiones sobre nosotros mismos, a mirarnos en un espejo y a reconocer lo mal que lo estamos haciendo si queremos sobrevivir. Para el año 2.019 está previsto un proyecto de bajo coste capaz de lanzar un telescopio espacial para captar imágenes de los planetas extrasolares en el espectro visible, en especial apuntando a la estrella más próxima Alfa Centauri (Proyecto Azul). El sistema solar Alfa Centauri está formado por tres estrellas, a una distancia de 4´3 años luz de la Tierra. Captar imágenes en el rango visible sería el primer paso para averiguar la naturaleza de planetas extrasolares potencialmente habitables. Posteriores análisis en otras longitudes de onda, como el infrarrojo, permitirían averiguar a qué temperatura están los planetas o cuál es la composición de su atmósfera. Hasta ahora, solo se puede intuir la composición global y el tamaño de los planetas extrasolares estudiando la órbita en torno a sus estrellas. La comunidad astronómica sigue con el deseo de encontrar exoplanetas similares al nuestro y poder encontrar la Tierra 2.0. Al margen de esta iniciativa, la NASA prepara la misión WFIRST «Wide Field Infrared Survey Telescope» para mejorar la detección de exoplanetas. Además, el gran telescopio James Webb analizará la atmósfera de exoplanetas a partir de 2020.