Dos poemas inéditos Daniel Sada UNA MOLDURA Pero el embeleso no culminaba ahí: en la forma absorbente del caparazón de una tortuga. Si moldura vacía, concreta, exasperante, para casi rodar. Si esqueleto sonoro, si espectro evaporado, ya cáscara al garete. Hallazgo y resonancia al cabo de perder en la campiña —aquella interminable— el rumbo más oscuro. Tantas culminaciones engañosas todavía por delante —para mí o contra mí—, antaño presentidas, y por inciertas leves, de tanto imaginarlas. Dibujos abultados en vías de cuadratura que insinuaban desbordes a manera de trampas. Emblemas calcinados, apenas sin color, o envejecida tregua, tan íntima, tan magra. Líneas que tras buscar una forma perenne se habrían de deshacer: dentro de mi alma (hilada) medio ajena, si pendiendo, quizá, de un inútil presagio. 18 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO DOS POEMAS INÉDITOS Desde entonces la norma: ¿renacer para asir? Entorno floreciente, aquella vez, para encarar mi miedo. Si moldura vacía, al centro, vibrátil y aquiescente, ¿cuántas veces soñada? Pintura que postula un boquete quemante para asirlo y seguir... Pero no me atreví... Fue que quería perderme. Una delgada luz es el recuerdo que se enreda en un centro: símbolo que gotea, si de nuevo lo sueño. Y mientras tanto en mí vive otra luz que a poco se retrasa y se amolda a un confín. Caparazón difuso, abandonado, luego chispeante al verlo o presentirlo como una salvación. Símbolo perentorio. ¿Otro extravío vendrá si decido un regreso? Recoger la moldura, ¿con recelo? Desde una nube asoma un dedo gigantesco que me propone un rumbo. Hoy tengo que creer. Se anchurará el camino al ritmo de mis tientos pasitamente burdos... Embeleso impreciso por cuanto calcinado: allá, y... Decido no moverme y... Aquí habrá de engullirme el arrepentimiento, que es un monstruo infeliz, con miles de tentáculos, lo es porque ya he encontrado un aposento, una culminación (en demasía cerril) errónea, pero fértil... Falacia que sucumbe hasta volverse polvo. Ambiguo derrotero para poder creer a conveniencia. REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 19 EL VALOR DE UN ACOMODO Travesía río arriba: pareciera barnizada a la muñeca la gruta, vista como sospecha, más roja que caliza, con su amenaza de estrangulamiento. Será que hay prisa por huir, pero, ¿cómo viajar sobre los músculos de un tronco? El agua, con su savia de rocas y su trama de rizos —ilusoria—, ahora es la que invita. Faltaría un remo para generar —ya quiero suponerlo— una marcha prudente, aunque... antes el acomodo... Lo difícil consiste en controlar el ansia, que el corazón se temple y el cerebro anticipe lo por venir: curvas oscuras y alguna pingüe recta a media luz. Y ahora sí: ¡que vengan los engorros!: las manos remadoras cohesionando frialdades para hacer más gatuno el sufrimiento, sólo que: ¿la travesía será a contracorriente?, porque no hay modo de caminar por cualesquier orillas, así el resbale, que sería grosero, y el desgraciado helor que repentino envuelve: una prontitud, ¡no!, una salida, ¿cuándo?, (esa que por distante se vuelva asaz odiosa) hacia un precipicio harto macabro por profundo, a poco hermoso (luego) por ofrecerle a la vista un sobrehaz de verdor. Tardía y arrebatada se está volviendo la suposición, pero de eso se trata este rejuego. 20 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO DOS POEMAS INÉDITOS Nada hay más deleitoso que el acomodo en el tronco. Lo oscuro sobrecarga. La maniobra promete lentitudes de cabida en largo. Acueste que esquiva la más sutil mojadura. Sólo pervive el arrisco de una voltereta. Traición aparatosa para un obnubilado, y ah: la invidencia de cuánto, si hemos de ahorrarnos la descripción de cómo fue el acomodo. Preferibles los cuidados del desplazamiento Y Fineza que depura imágenes e ideas nada más por fastidio, por lo cual se ha de extender una veta dorada entre el (apenas) avance del tronco y: salida en ensanche a punto de zanja, ni un error propincuo siquiera advertido. Imágenes tenues e ideas que se engolfan en un epicentro cada vez más íncubo: pendiente pingajo habrá de acercar la bocaza a tuertas cuyo fondo selle un azul celeste con grumos de nube. Arriba el solaz y abajo la muerte. Cascada tenaz. Daniel Sada, poeta, narrador y ensayista, es una de las voces más originales de la literatura mexicana actual. Entre sus libros destacan Albedrío, Ritmo Delta, Una de dos, Ver suceder, La duración de los empeños simples, entre otros. Ganó el Premio Xavier Villaurrutia en 1992 con el libro de cuentos Registro de causantes y, en 1999, el Premio José Fuentes Mares con el libro de poemas Porque parece mentira la verdad nunca se sabe. La Revista de la Universidad de México reproduce dos poemas inéditos de su libro Aquí, próximo a publicarse. REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 21