■ Ressenya] ENTREMONS. UPF JOURNAL OF WORLD HISTORY Universitat Pompeu Fabra ﺍBarcelona Número 3 (maig 2012) www.upf.edu/entremons Henry Kissinger On China Editorial: Penguin Press Any: 2011 Pàgines: 586 Preu: 30,1 € Carles BRASÓ BROGGI Universitat Pompeu Fabra Tres grandes libros han cambiado definitivamente la percepción que se tenía sobre la Guerra Fría en el terreno de la historia mundial: el primero, Postwar, de Tony Judt (Pimlico, 2007), ofrece una revisión completa y, en cierto modo, amarga de la historia del continente europeo después de la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial. El segundo, On China, de Henry Kissinger, es una crónica personal de uno de los mayores protagonistas del período y el principal artífice de la mayor brecha que se abrió en el telón de acero, el acercamiento entre los Estados Unidos de América y la República Popular de China. El tercero, de Josep Fontana, Por el bien del imperio (Pasado y Presente, 2011), imposibilita cualquier futura revisión del período en términos maniqueístas. Las tres obras se complementan y dan luz sobre los avatares de la Guerra Fría en distintas regiones del planeta. Queda pendiente la versión definitiva sobre dicho período en uno de los dos principales núcleos de poder, Moscú. En esta reseña abordaré el libro de Kissinger y su rabiosa actualidad. Kissinger empieza su testamento (en cierto modo se trata de una justificación vital) hablando de la «singularidad de China»: Confucio, Sunzi (y el archifamoso «El arte de la guerra») y el juego del weiqi, imprimieron al pueblo chino un carácter fuerte desde tiempo remotos, esencialmente distinto del carácter occidental: «What distinguishes Sun Tzu from Western writers on strategy is the emphasis on the psycological and political elements over the purely military» (p. 26). Aunque Kissinger reconoce que se trata de una generalización o un tipo ideal, realmente piensa que la psicología china se expresa en el juego del weiqi, donde no es tan importante matar como rodear al enemigo, mientras que el estratega occidental actúa como si jugara al ajedrez y buscara siempre el jaque mate. Esta primera parte, quizás la más floja del libro, parece un tratado orientalista a la vieja usanza. 1 Sin embargo, la obra nos depara muchas sorpresas: a pesar de insistir en su teoría de la dualidad psicológica entre ambos mundos, Kissinger abre su rico baúl de los recuerdos y nos muestra con brillantez y lujo de detalles la diplomacia real, la realpolitik de la Guerra Fría. Y es en este punto donde se abre el Gran Juego que se dio entre China y Estados Unidos y que recuerda, efectivamente, al juego del weiqi: tras el triunfo de la revolución maoísta en China continental en 1949, Mao Zedong tuvo que mover piezas para no verse rodeado de fuerzas hostiles en su extensa frontera: Taiwán, Corea, Tíbet, frontera con la India, frontera con Rusia, Vietnam y Afganistán fueron «puntos calientes» de la Guerra Fría. Y todos estos conflictos, empezando por la guerra de Corea, vienen detallados con un importante despliegue de documentos oficiales de alto nivel que resumen las conversaciones que mantuvieron los principales líderes políticos. Kissinger explica cómo Mao Zedong afrontó el difícil encaje de China entre la Eurasia soviética y el Pacífico norteamericano con una hábil estrategia de confrontación: «In foreign policy, statesmen often serve their objectives by bringing about a confluence of interests. Mao’s policy was based on the opposite. He learned to exploit overlapping hostilities» (p. 148). Kissinger continúa explicando los motivos de tal estrategia: China era muy inferior a las dos superpotencias y Mao se dio cuenta de que solamente mediante la continua confrontación podría encontrar un equilibrio entre ambas. Así que durante la primera crisis del estrecho de Taiwán (1954-55), Mao declaró que el pueblo chino no se amilanaba por la bomba atómica norteamericana, ya que ésta nunca conseguiría acabar con la totalidad del pueblo chino. Tres años más tarde, Khrushchev hizo una visita oficial a Beijing y Mao lo humilló recibiéndole en la piscina sabiendo que el dirigente de la superpotencia apenas sabía nadar. Las relaciones entre ambas potencias socialistas ya nunca se recuperarían. Kissigner no duda en otorgar a Mao el calificativo de gran estratega y pasa de puntillas sobre las atrocidades que se cometieron bajo su régimen. Tras la desastrosa visita de Khrushchev, China se vio afectada por una de las mayores hambrunas de la historia y, posteriormente, por un estado de revolución continua y aislamiento internacional que el pueblo chino solo pudo sostener, según Kissinger, gracias a su espíritu de resiliencia y abnegación. Y en medio de la turbulenta Revolución Cultural, Kissinger aparece en escena como continuador de la estrategia de acercamiento entre los Estados Unidos y la República Popular de China (formulada ya por Dean Acheson en 1950 y mantenida en secreto en las llamadas «conversaciones de Varsovia», entre 1955 y 1971). En 1969, China se encontraba otra vez rodeada de conflictos fronterizos, tanto en el norte (Mao temía un ataque directo de la URSS) como en el sur (donde medio millón de soldados estadounidenses luchaban en Vietnam). Cuando Nixon tomó el poder en enero del mismo año, Kissinger fue nombrado Consejero de Seguridad Nacional y tuvo la responsabilidad de manejar la crisis de Vietnam. Curiosamente, Kissinger apenas habla de Vietnam en su obra, dando más importancia al choque entre China y la URSS en Siberia (1969) que a la guerra que todo el mundo seguía por primera vez en directo. Lógicamente, ninguna omisión es, en este libro, gratuita. 2 A partir de este momento, Kissinger cobra un marcado protagonismo, siendo el principal mediador entre las administraciones china y norteamericana, junto con Zhou Enlai, una mediación que empezó en el más absoluto de los secretos: «The most dramatic event of the Nixon presidency occurred in near obscurity. For Nixon had decided that for the mission to Beijing to succeed, it would have to take place in secrecy» (p. 236). Es necesario reconocer que el primer viaje de Kissinger a China es digno de la mejor literatura de la Guerra Fría. Tras alcanzar el aeropuerto de Beijing el 9 de julio de 1971, siempre según la versión del mismo protagonista, se produjo uno de los acontecimientos más importantes de nuestro siglo: el acercamiento entre ambas potencias y el deshielo progresivo en la costa del Pacífico. Las transcripciones de los diálogos entre Zhou y Kissinger y, posteriormente, entre Mao y Nixon son impagables y muestran la implantación del pragmatismo ideológico que se impuso a medida que la salud de Mao iba declinando. Las últimas declaraciones de Mao ante las delegaciones norteamericanas (siempre lideradas por Kissinger), son crípticas y lúcidas al mismo tiempo, prefigurando la nueva era que se avecinaba tras su muerte. Una de las partes más interesantes del libro es cuando se narran los distintos acontecimientos que tuvieron lugar en 1979, justo el año en que Deng Xiaoping inició las reformas económicas que cambiarían definitivamente China y, por ende, la economía mundial. Kissinger parece dar la razón a un artículo del historiador Timothy Garton Ash aparecido en el 2009 en donde se afirmaba que el año 1979 fue en realidad el momento clave del fin de la Guerra Fría.1 Ante los acontecimientos en Vietnam, Afganistán e Irán, Deng Xiaoping reaccionó con una estrategia de acercamiento al bloque capitalista con una gira a Japón, Sudeste de Asia y Singapur (donde Deng tuvo la visión de la futura China), con su visita oficial a los Estados Unidos y, finalmente, con la breve ocupación al norte de Vietnam. Tras este cambio de rumbo se produjo una década de calma en Asia Oriental que coincidió con la administración Reagan, el declive de la URSS y la implantación de las reformas económicas en China. Sobre On China podría aplicarse el tópico siempre recurrente de emplear una antigua expresión china: yigu tongjin, literalmente, «utilizar el pasado para mover el presente». En uno de los momentos más fascinantes del libro, Kissinger cuenta detalladamente los hechos de Tiananmen, su mediación casi omnisciente y su postura ante tal catástrofe: «Like most of Americans, I was shocked by the way the Tiananmen protest was ended. But unlike most Americans, I had the opportunity to observe the Herculean task Deng had undertaken for a decade and a half to remold his country». Kissinger habla de moral y de la ocupación popular de las plazas públicas (que, según él, suponen una amenaza al sistema), al tiempo que sigue reuniéndose y brindando con los distintos líderes de cada momento, como Jiang Zemin, George Bush y otros. Kissinger parece impasible al paso del tiempo, inmutable a los cambios políticos e indiferente a los efectos de su diplomacia sobre parte de la población. En definitiva, se trata de un libro imprescindible para conocer mejor al personaje y a su huella histórica. Timothy Garton Ash, «The Year the World Really Changed. Forget the fall of the iron curtain: the events of '79 matter more», The Newsweek Magazine, 29 de octubre, 2009. 1 3