Carta a una monja Francisco de Quevedo Por estas cruces suplico

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Carta a una monja
Francisco de Quevedo
Por estas cruces suplico a vuesa merced, mi señora doña Ángela, que no rasgue antes de
leerla esta carta: que aunque parece cimenterio o procesión de Semana Santa, no es sino
que de miedo que por despreciarlas no se orienen en ellas, la he llenado de cruces, como
rincón de iglesia. Ella, en fin, va bien persignada, y es casta cruces, como tranquiladura;
billeter, figura de calvario y todo lo demás que vuesa merced quisiera decir de un papel
tan crucificado con este.
Tiempo es de perdonar agravios, y advierta vuesa merced que mi pecado y el de Adán
tienen parentesco en muchas cosas, pues si a él le echaron del paraíso por una manzana,
a mí por muchas peras. Vuesa merced fue la Eva, y yo la culebra; que así lo parecía con
el vestido y botas, y el engaño de acá fue no dar a Eva que comiese las peras, sino
comérselas la misma culebra.
Matanza fue vuesa marced de mi hambre imperial. No la pese a vuesa merced de haber
hecho una obra de misericordia, que mis dientes besan a vuesa merced las manos, y mi
estómago, otro que tal.
No quiero cansala con esto. Ya habrá sabido cómo es don Francisco Spínola: el don es
de pobreza, y el Francisco en llagas y el Spínola en cartas.¿Es posible, señora mía, que
no se me echaban de ver los fondos de las bellaquerías y las entretelas de embustes;
aquella cara más roída que la ropilla; aquellos gregüescos, más rotos que la conciencia, y
aquel hablar, palabras más livianas qeu mis cascos? ¡Algún diablo o ángel mío la engañó!
pues cuando me vi con ella en el locutorio, luego me prometí que me lo echara para
peras.
Solo podrá estar quejosa vuesa merced de las misas que no hice dar a aquel fraile.
Acuérdome que, cuando me las estaba pidiendo, decía yo entre mi: "Allá se lo dirán de
misas" ¿Yo misas? ¿Yo hombre de negocios? ¿Yo adinerado? No hay otra blanca en mi
poder sino mi cara, ni sé de otro ochavo sino el de Valldolid; cuartos, sino de ahorcado o
de la luna: no uso otros cuartillos sino de agua; no me los dan en tormento; no los hallo
reales; si no son hospitales, por donde ando o camino, no los encuentro; escudos, dos
tengo colgados en mi armería. Pues mire vuesa merced si con este caudal y moneda
estaba yo obligado a hacer otra cosa de la que hice. Consuélese vuesa merced con que
vio un maravilla, com oes ver pescar peras en red y dar fruto de bendición a una monja;
que mayor desgracia fuera si me hubiera quedad con las cosas del hilo, pues yo le llevaba
tan bueno, que pudiera sacar por él el ovillo.
Discreta es vuesa merced; vaya el diablo para malo, y seamos amigos de la boca abajo, y
mándeme vuesa merced que yo estoy tal de achaque de humor, que no me puedo
mandar.
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