Lección 9: la tierra prometida y período de los jueces

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Lección 9: la tierra prometida y período de los jueces
“Josué, hijo de Nun, convocó a los
sacerdotes y les dijo: “Levanten el Arca
de la Alianza, y que siete sacerdotes
lleven siete trompetas de cuerno delante
del Arca del Señor”. Después dijo al
pueblo: “Vayan adelante y den la vuelta
alrededor de la ciudad; que los guerreros
avancen delante del Arca del Señor”. En
seguida se hizo lo que Josué había dicho
al pueblo: los siete sacerdotes que
llevaban las siete trompetas de cuerno
delante del Señor, avanzaron tocando las
trompetas, mientras el Arca de la Alianza
del Señor iba detrás de ellos” (Jos. 6, 68)
Al final de su peregrinación por el desierto, las tribus de los hebreos llegan ante Jericó, la
entrada en la tierra prometida. Dos siglos más tarde, son dueñas del país. ¿Qué es lo que ha
ocurrido?
I.- El libro de Josue
La conquista de la tierra prometida se habría producido como una guerra-relámpago, si nos
atenemos a esta primera descripción de las cosas. El país entero sucumbe ante un pueblo
unido, llevado por una misma fe, guiado por un jefe prestigioso y sostenido por Dios. El
pueblo pasa el Jordán a pie enjuto, lo mismo que había hecho en el mar Rojo. Toma Jericó,
Ay... Van cayendo ciudades poderosas. Sólo se salvan del exterminio los que creen en la
superioridad del Dios de Josué y se someten a él (Rajab, Gabaomtas). Los vencedores pueden
repartirse entonces la tierra conquistada.
Pero no hay que engañarse: el verdadero vencedor es Dios. La victoria ha sido una victoria de
la fe. Eso es precisamente lo que demuestra la toma de Jericó, obtenida por medio de una
procesión litúrgica, lo mismo que la de Ay, que sólo fue posible después de que el pueblo
hiciera penitencia de sus culpas.
Sabemos en realidad que este libro, escrito en estilo épico, esquematiza y adorna la historia.
Pero recordemos que la finalidad del redactor no es la de escribir una obra de historia. Se trata
de reforzar la fe de Israel, en un momento en que todo lleva a desesperar del porvenir: en el
pasado, el Señor mantuvo ciertamente sus promesas. Demostró su poder concediendo la
victoria a un pueblo sin fuerzas. Si manifestó de ese modo su poder, puede hacer lo mismo
mañana. Con él todo es posible. Basta con volver a él. Será un mensaje de esperanza para los
que se libraron del desastre del 587 a. C.
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Lección 9: La tierra prometida y período de los jueces
Lo que no nos parece tan agradable es la forma tan bárbara como se describe la conquista. Por
orden de Dios, ¿no había que exterminar a todos los que se oponían al dominio del pue-blo
elegido? Así es, por lo menos, como el libro de Josué considera las relaciones entre Israel y los
cananeos. Pero se trata de una tesis que nunca se aplicó, sino que fue formulada mucho más
tarde de los sucesos. Vemos ciertamente que el Dios cruel que nos presenta el libro de Josué
no constituye todavía más que una primera aproximación a aquel que, en Jesucristo, se
revelará como el salvador de la humanidad entera. Se necesitará una larga evolución para que
un pueblo humillado, aplastado, supere su primera visión de un Dios guerrero y vengador. La
certeza profunda de que «Dios está con nosotros» se tradujo primero en la convicción de que
«Dios está contra los que se oponen a nosotros». Por otra parte, ¿quién se atrevería a afirmar
que la humanidad presente ha logrado superar esta idea? El libro de Josué nos obliga a mirar
con mucha más humildad la manera como nosotros mismos nos representamos a Dios, en
función de nuestros odios y de nuestros deseos más inmediatos, tanto a lo largo de nuestro
crecimiento personal como a lo largo de nuestra historia nacional colectiva.
Hoy mismo, los cristianos afirman que ven en Jesús
al verdadero Josué, al que nos introduce en el reino,
la auténtica tierra prometida. Pero ¿no siguen
esperando muchas veces a un Jesús que se afirme al
estilo de Josué?
Pueden leerse en especial los relatos del comienzo
de la conquista (c. 1-9) y los dos capítulos finales
(23-24).
II.- EL libro de los Jueces
El libro de los Jueces, que intenta presentar la
continuación de los sucesos, muestra que la toma de
posesión de Canaán fue en realidad muy diferente
de como la describía el libro de Josué. No se ve aquí
esa victoria rápida y total concedida a un pueblo ya
formado en un solo bloque y unido por una misma
fe. Entre el comienzo del siglo XIII y el siglo XI,
las tribus de Israel, dispersas y a veces opuestas
entre sí, van colonizando progresivamente unos territorios más o menos sin ocupar, pero
tienen que enfrentarse continuamente a los ataques de los vecinos saqueadores. Corren
siempre el peligro de verse sumergidos.
Afortunadamente, Dios vela por ellos. Suscita jueces, que no son ni magistrados ni
administradores, sino héroes guerreros que galvanizan a los que se encuentran sin fuerzas, que
unen a los que están dispersos, que vienen a hacer posible el restablecimiento de los derechos
de Israel violados por el enemigo. Son libertadores, resistentes, de los que se cuenta que Dios
les dotaba de un poder extraordinario impregnándolos de su espíritu.
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Entre estos héroes de Israel, los hay de todas clases. Unos pueden parecemos muy brutos,
como Jefté o Sansón. Otros manifiestan una fe más afinada, como Gedeón. Entre ellos hay una
mujer, Débora. A través de todos ellos, Dios lleva a cabo su obra, aunque se trate de las
personas menos indicadas para ello.
Los relatos de los Jueces nos hacen ver lo que fue el nacimiento tan difícil de la unidad, la
lentitud de la colonización, las rivalidades entre las tribus y el carácter todavía tan
rudimentario de la fe religiosa. La intención de estos
viejos relatos es ante todo darnos la siguiente
enseñanza: las dificultades de la penetración en
Canaán son una prueba querida por Dios. Cada
nueva
generación
tiene
que
redescubrir
efectivamente por cuenta propia lo que ya había
aprendido el pueblo del éxodo: cualquier olvido del
Señor trae consigo una sanción inmediata. Toda
vuelta hacia él, toda conversión, es fuente de
salvación. Así, pues, la meditación del pasado tiene
que servir de lección para el futuro.
A través de la diversidad de los relatos, puede
sentirse también la diversidad de opinión respecto a
la institución real que habría de permitir superar la
situación de anarquía que caracteriza a esta época.
Para algunos, el libertador ideal se presenta como
aquel que Dios suscita para una tarea concreta, pero
que no se siente nunca tentado por el poder; tal es el
caso de Gedeón, que después de sus victorias vuelve
a cultivar sus tierras, mientras que Abimelec muere trágicamente por haber intentado hacerse
con la realeza. Otros, por el contrario, subrayan la impotencia de las tribus desunidas, ya que
«en aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le gustaba».
Lo que en cualquier caso se ve con claridad es que la entrada en la tierra prometida no aporta
todo lo que se esperaba. Para que la promesa divina se cumpla de verdad, hay que ir más lejos.
A través de la historia de los jueces, Israel descubre la necesidad de unirse. Hay que
emprender de nuevo la marcha hacia el éxito total. Prosigue la aventura.
Léase más especialmente:
 Las reflexiones que ofrecen el sentido del libro (Jue. 2, 6-23).
 La historia de Débora (Jue. 4-5) y de Gedeón (Jue. 6-8).
 El relato del primer intento de realeza (Jue. 9).
 La historia de Sansón (Jue. 13-16).
 El cuadro sombrío de las costumbres de la época y la conclusión del redactor (Jue. 1921).
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Lección 9: La tierra prometida y período de los jueces
“Entonces Sansón invocó al Señor, con
estas palabras: “Señor, acuérdate de mí y
devuélveme la fuerza por esta sola vez,
para que pueda vengarme de los filisteos,
de un solo golpe, por la pérdida de mis dos
ojos”. 29 Luego palpó las dos columnas
centrales que sostenían el edificio, y se
apoyó contra ellas, poniendo sobre una su
brazo derecho y sobre la otra su brazo
izquierdo. 30 Y exclamó: “¡Muera yo junto
con los filisteos!”. Después empujó con
toda su fuerza, y el edificio se desplomó
sobre los príncipes y sobre toda la gente
allí reunida. ¡Los que él mató al morir
fueron más numerosos que los que había
matado en toda su vida!” (Jue. 16, 28-30)
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