La vivienda de alquiler en el París del siglo XIX

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La vivienda en renta en París durante el siglo
XIX: ¿podríamos habitarla hoy en día?
Alba JURADO DE LA ROSA
Historia III. Prof. Manuel Calzada Pérez
Resumen:
El siglo XIX está marcado por la figura de Napoleón Bonaparte y Haussman,
personaje clave en la ordenación urbana parisina. El encuadre contextual nos
servirá para comprender mejor cómo era la vivienda de alquiler, las diferencias
que existían debido a la posición social y por qué existía una configuración
espacial determinada. Los acontecimientos políticos y económicos marcaban la
historia y la mentalidad de los ciudadanos, y por consiguiente la demanda
inmobiliaria y sus requisitos. Otros factores a considerar serán la organización
de la sociedad y sus prioridades artísticas y estilísticas, entre las que se
destaca el gusto por el Neoclasicismo. La aparición de la burguesía como
clase dominante influirá no sólo en el marco político sino también en la
distribución de las viviendas en los bloques, ocupando los mejores
apartamentos y desterrando a la servidumbre a la última planta, también
ocupada por artistas y estudiantes. El inmueble de alquiler burgués será pues
la tipología en la que nos centraremos en este ensayo, reflejo de una nueva
clase poderosa y emergente, que opta por crear lugares de representación
comenzando por la minuciosa escalera - diferenciada e independiente de la de
la servidumbre- pasando por delante de la casa del conserje y llegando hasta el
gran salón donde las visitas son bien recibidas.
Palabras clave:
Vivienda de alquiler, burguesía, París del siglo XIX, bloque de apartamentos,
sociedad.
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A comienzos del siglo XIX
gran parte de la población
parisina vivía en bloques de
alquiler de alrededor de cinco
pisos. A pesar de las
diferencias sociales en un
mismo
inmueble
la
conviviencia se hacia posible
siempre y cuando las clases
más bajas se destinaran a las
últimas plantas, sin embargo
este modelo comenzó a
cambiar durante este siglo
con
los
trabajos
de
Haussmann, paralelos al
afianzamiento de una nueva Típico bloque parisino de principios del XIX en el que
conforme subimos de planta, descendemos en calidad
clase social, la burguesía,
trasladando la servidumbre a la de vivienda y en clase social.
última planta y obligando a las clases bajas a vivir en la periferia.
Esta nueva tipología edificatoria se encaja en el entramado vial creado
por Haussmann para la ordenación de la ciudad encargada por Napoleón. El
encuadre político, económico y social justifica este fenómeno. Una determinada
forma de habitar la ciudad y la vivienda no se puede entender fuera de un
contexto determinado.
Napoleón quería modernizar París, mejorar las condiciones de vida de las
clases pobres y controlar los levantamientos populares. El modelo a seguir fue
el de Londres y debido a las condiciones precarias de higiene en que se
encontraba la inmesa población de las clases pobres en ciertos barrios impulsó
una propuesta de mejora. Además de la densificación, los levantamientos
populares eran otra cuestión a solventar, por ello la creación de vías más
anchas y rectas parecía ser una solución muy eficaz, facilitando al ejército un
acceso rápido. Es en esta actuación donde entra la importante figura de
Haussmann, quien en 1853 realiza un nuevo plan general de ordenación
urbana, planteando un sistema de ejes que rompían la ciudad medieval dando
lugar a grandes manzanas de muy diversas formas, y configurando bloques de
viviendas de forma irregular, entre los que se encuentran los bloques de
viviendas de alquiler que analizaremos más adelante.
Los trabajos de Haussmann impulsaron el cambio en el esquema
general de la vivienda y de la ciudad. Inicialmente el burgués habitaba el
segundo piso; los terceros y cuartos pisos se ocupaban por los funcionarios y
empleados y el último piso se destinaba a los criados y criadas, los estudiantes
y los pobres. Sin embargo, el precio del alquiler subió debido a la renovación
de la ciudad por lo que las clases más pobres tuvieron que mudarse a la
periferia de la ciudad. De este modo se crearon dos sectores diferenciados en
la ciudad: el este, pobre y desfavorecido,al que se suman las acitvidades
industriales, y el oeste, adinerado y privilegiado, junto con la zona centro,
donde se situará la burguesía, fuerza política dominante en el país.
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Los veinte años de
renovaciones
provocaron
a
finales de 1860 una crisis en el
sistema de financiación, por lo
que Haussmann deja de ejercer
su puesto a comienzos de 1870,
siendo las deudas zanjadas
durante la Tercera República.
A partir del siglo XIX los
estilos ya no engloban todas las
artes. El último estilo global es el
Neoclásico. A partir de 1820-30
la
arquitectura
sigue
una
evolución propia y la escultura y
sobre todo la pintura llevan una
evolución diferente (Valdearcos,
2007).
Nace
la
arquitectura
identificada con el pasado: el
historicismo o eclecticismo, en el
que veremos un especial interés Imagen superior: París antes de Haussmann.
por el gusto clásico, reflejado
Imagen inferior: caricatura de Haussmann y trazado
de ejes que atraviesan la ciudad.
en las fachadas y en el uso de
esculturas, teniendo las primeras una apariencia casi palaciega, a diferencia de
las fachadas de los bloques de apartamentos de la época anterior. Además, se
crearán decretos que regulen las fachadas, su altura,
sus salientes, cornisas y balcones, desarrollando una
nueva tipología en este último grupo, las llamadas
bow-windows o miradores, aparecidas hacia 1890,
configuradas como cajas de vidrio adosadas a las
fachadas, cuyo fin es iluminar el salón comedor. Daly
señala la importancia del estilo de las fachadas
(1872):
Durante todo el siglo XIX, las escuelas de
Bellas Artes privilegiaron los modelos
proporcionados por la Antigúedad y el
Renacimiento. Cada fachada –ocasión de
lucimiento- es una antología, (E) puesto que
ha habido que recurrir a un escultor. Todo, en
este fárrago, evoca recuerdos mitológicos y
naturalmente sólo puede ser pareciado por
quines hayan cursado estudios «clásicos».
Ejemplo
de
fachada
elaborada, en la que un
escultor ha colaborado.
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La ingeniería se desarrollará como una ciencia separada de la arquitectura,
muy vinculada con los nuevos materiales: hierro, vidrio
y cemento.
El desarrollo técnico, la electricidad y el teléfono
serán fundamdentales en las comunicaciones, y
permitirán incorporar el trabajo a domicilio.
La tendencia es situar comercios en las plantas
bajas de los edificios, creando así calles más
animadas, algunas veces con talleres en la parte de
atrás o en un entresuelo. Estos locales tendrán gran
altura.
Es interesante señalar que la altura edificable
máxima permitida para un bloque de viviendas se
limitaba a 20 metros, por lo que rara vez se
sobrepasaban las seis plantas, teniendo en cuenta que
la altura libre era mayor que la de hoy en día.
En planta baja también se situaba la vivienda del
conserje. Sobre ésta, las viviendas de las familias de
clase alta y en el ático las habitaciones para los
Monumental escalera
sirvientes, que también se alquilaban para estudiantes y
de un inmueble
artistas. Ésta fue una novedad tras la Revolución, ya
burgués.
que con la sociedad jerarquizada de comienzos del siglo
XIX los sirvientes ya no pueden seguir viviendo bajo el mismo techo que sus
amos para evitar promiscuidades. Incluso las escaleras están separadas, una
para el servicio, sencilla, oculta y
junto a la cocina, y otra elegante,
creando una escenografía con el
portal o recibidor. Así mismo lo
describe Daly (1872):
En los inmuebles reservados
a la clase dominante, la
escalera se impone de golpe.
No es un simple espacio de
distribución, sino un lugar de
representación. De ahí la
barandilla
trabajada,
los
lampadarios, las estatuas e
materiales diversos.
¿Son todas las viviendas de alquiler
para la burguesía iguales? La
respuesta es no. Existieron tres tipos
distintos, en función de la clase. En
las
de primera clase, cada
partamento es de doble orientación,
al patio y a la calle. Cuatro pisos en
total y de gran altura, teniendo los
tres primeros una escalera de
piedra. La escalera de servicio se
Desde la vivienda del portero –que al mismo
tiempo sastre- hasta la pobre mansarda en que
una mujer solitaria cuida de un niño mientras
cose, la casa durante la noche ofrece como en un
corte un escalonamiento de condiciones y
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costumbres que sedujo a los autores de los
Cuadros de París y a sus ilustradores.
situará en el extremo de cada
apartamento. Construida en madera
comunica los pisos por el lado de la
cocina y conduce al último piso,
donde viven los criados. La vivienda de segunda clase tiene un piso más, es
decir, cinco, y la escalera principal es de madera, y existe otra escalera para el
servicio. La vivienda de alquiler de tercera clase tiene también cinco pisos, pero
una sola escalera de madera.
Analicemos ahora el interior de las viviendas de alquiler. El salón
comedor es a la vez espacio privado y espacio público de la vivienda, debido a
sus grandes dimensiones, por lo que puede recibir a las visitas e incluso
convertirse en sala de baile. Según Ariès y Duby «en el curso del siglo XIX vino
a perder su carácter de intimidad» (1989:339), «no puede concebirse una
vivienda habitada por un miembro de las clases acomodadas que carezca de
ese espacio teatral que emparenta a la nueva sociedad con la antigua en el
marco de una comunidad ritual, la recepción en días fijos» (1989:340).
La salita es una estancia más acogedora, destinada a la lectura y las
labores de aguja.
La cocina se trata de un lugar llenos de humos, de olores fuertes, por lo
que se sitúa en el extremo de la vivienda. Es un espacio carente de interés
para los dueños de la casa.
El cuarto de baño carece de importancia en la época ya que su
funcionalidad está reducida. Según Ariès y Duby (1989:343):
En París, el agua corriente no llegará a las últimas plantas de los
inmuebles de la orilla derecha hasta 1865, y a los de la orilla izquierda
sólo diez años más tarde. No importa que el cuarto de baño esté lejos de
las alcobas porque su material no es de uso diario. El agua sólo
adquirirá su significación actual después de los descubrimientos de
Pasteur, que harán el hecho de lavarse las manos una nueva obligación
social.
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Ejemplo de bloque apartamentos de alquiler en París según Sydney Perks.
El aparentar en la burguesía no sólo está
reflejado en la propia vivienda, en su
interior a través de la distribución de las
estancias y en el exterior, a través de sus
fachadas, sino que la gente de la época
busca también transmitir el poder, la
elegancia y el buen gusto a través de las
vestimentas. Según Ph. Perrot:
Al tiempo que en este fin de siglo se
amplía el tiempo de ocio en el
conjunto del cuerpo social, se
difunde un abrumador «trabajo de
las apariencias» al que ha de
someterse
la
mujer
pequeñoburguesa, ayudada por su
doncella, antes de afrontar la escena
pública.
La moda pariniense reflejada en
“Peterson’s Magazine” (1886). Dibujo
titulado Una tarde en casa
Esta tendencia se extiende a las clases más bajas, ya que al no poder asumir
los gastos que supone el vivir en un bloque en el centro de la ciudad tras la
renovación de Haussmann se contentarán con invertir dinero en ropa a la
moda.
En resumen, tras los trabajos de Haussmann los bloques se vuelven
más homogéneos socialmente, y la ciudad también se homogeneíza,
diferenciando simplemente dos sectores o barrios: el de la gente bien y el de la
gente problemática y pobre.
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Como hemos comentado antes la burguesía se preocupa por el
aparentar en su vivienda y en su forma de vestir, pero de la misma manera
están colaborando en la imagen de la ciudad, cuidando sus edificios, sus
calles, bulevares, la higiene, la iluminación eléctrica, el acerado, etc. En
definitiva la ciudad se embellece.
La escalera en los bloques de alquiler del siglo XIX es un elemento
arquitectónico y social, en función de las personas que vayan a usarlo en
relación a la clase social, será de un material u otro (madera o piedra), y estará
más o menos decorada. Los criados usan otra aparte para no mezclarse con
sus amos. Hoy en día la escalera es un elemento que ha perdido su expresión
artística y simbólica, es un mero elemento funcional dentro de la arquitectura,
un elemento de tránsito y no un objeto a observar y elogiar, uno de cuyos
objetivos es reducir al máximo el espacio que ocupa y el gasto de material
constructivo y ornamental. Debemos cuestionarnos este hecho, ¿por qué
olvidar este objeto desde el punto de vista artístico? Sabemos que pocos
proyectos poseen escaleras emblemáticas, en el mayor de los casos se ajusta
a lo anterior dicho. En mi opinión los arquitectos deberían proyectar no sólo de
vivienda hacia dentro, sino también darle a las zonas comunes, pasillos y
escaleras la riqueza estilística y arquitectónica que se merecen.
Habitar las viviendas de alquiler del siglo XIX en la actualidad no se
haría de forma apropiada ya que la sociedad ha cambiado, no existe distinción
de escaleras ya que no hay una clase social formada por criados, y la cocina
ha dejado de ser un recinto aislado de la vivienda, al contrario, la sociedad
apuesta por la integración de la cocina con el comedor ya que la figura de la
mujer ya no está encasillada en la cocina, y en muy pocos casos son los
criados los que se encargan de ello. Hoy en día todos los miembros de una
familia están en el mismo nivel y todos colaboran en la cocina. Del mismo
modo, los inquilinos de un inmueble están igualmente considerados
socialmente, no se hacen distinciones, no podríamos despreciar el último piso y
considerarlo el más desfavorable, ni dárselo a personas con menos poder
adquisitivo. El valor de los pisos ya no está en función de la altura de los pisos
ya que el ascensor facilita el acceso a cualquier vivienda. La distinción de las
viviendas en un mismo bloque se hace a través de metros cuadrados
(superficie), y no metros lineales (altura), como ocurría en París en el siglo XIX.
Otra cuestión importante es el tema de los baños, la higiene está muy
presente en la sociedad actual, no podríamos prescindir de las funciones de los
componentes de un baño. Obviamente habitar una vivienda del siglo XIX
supondría una reforma y una ampliación en los baños.
Los salones han dejado de ser los espacios representativos que eran en
el siglo XIX, el simbolismo y la apariencia han dado paso a la funcionalidad y el
confort, por lo que no encajaríamos en uno de los grandes salones de la clase
más alta de la burguesía.
Ni siquiera la estética es la misma, los muebles y ornamentación
ostentosa han evolucionado a una mayor simplicidad y purismo. El gusto por lo
clásico ha pasado de moda.
Como conclusión, habitar, sociedad e historia es un triángulo que no
podemos separar, ya que una cosa no tiene sentido sin la otra. Un cambio en
uno de ellos afecta al resto. Por ello la ciudad también cambia, se adapta, y
dialoga con sus ciudadanos respondiendo ante las necesidades que van
surgiendo. Ésta es la historia de las ciudades.
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Bibliografía
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Fernando Santos Fontela. Madrid.
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Pronaos.
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