Marcos 7:1-13. Jesús discute con los doctores de la ley el tema de la tradición. Les dice: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios". Las tradiciones de la iglesia cristiana no están exentas de cometer esta transgresión condenable según Jesús. Una buena regla o costumbre puede convertirse en condenable cuando choca de frente con la palabra de Dios. Las costumbres de la iglesia no pueden colocarse encima de la palabra del evangelio, sino que deben estar al servicio de Dios y de la salvación de los hombres. Si de alguna manera pudiera suceder que la predicación de la palabra de Dios se vea afectada por las tradiciones de la iglesia, es necesario levantar la voz de protesta. Una costumbre, o tradición, para nosotros tiene un carácter transitorio, que se puede ajustar de acuerdo a la situación, las personas y el tiempo en que vivimos. Sin embargo, antes de innovar con nuevas costumbres en la iglesia, sería más conveniente revisar si aquellas que están vigentes no afectan la verdad perenne del evangelio. Porque las tradiciones de los hombres son transitorias, pero el evangelio es eterno. De ahí el lema de la iglesia cristiana desde tiempos de la Reforma Luterana del siglo XVI: "Iglesia reformada, siempre en reforma" (en latín, ecclessia reformata semper reformanda). No podemos hacer nada contra el evangelio, sino solamente a favor del evangelio. Como está escrito: "Porque nada podemos contra la verdad, sino a favor de la verdad" (2 Corintios 13:8). Como predicadores, maestros, y líderes cristianos debemos enseñar esto con nuestras palabras y acciones, a fin de que la manera en que se organiza la iglesia en cuanto a su predicación, enseñanza y administración de los sacramentos se promueva y se multiplique de manera ordenada, para edificación del Cuerpo de Cristo. Pensando en esto: Cristo nos compró con el precio de su propia sangre, no como pensando en cumplir un rito, sino pensando en que nosotros tengamos libre acceso a la presencia de Dios, nuestro Padre celestial, para constituirnos en un pueblo de reyes y sacerdotes para Dios. Haciendo un constante retorno a este precioso evangelio, nuestras vidas y la vida toda de la iglesia crecerá y se edificará feliz. A.C.