Noriega y la invasión estadounidense Manuel Antonio Noriega Moreno nació en Ciudad de Panamá el 11 de febrero de 1934. Fue un militar de profesión egresado del Colegio Militar de Chorrillos. Cara de Piña Noriega tenía un largo historial trabajando para las agencias de inteligencia estadounidenses. Había comenzado desde finales de los 50s, de cadete como informante. En los 60s, recibió entrenamiento en el School of the Americas, el Fuerte Bragg y otras instituciones militares estadounidenses le dieron entrenamiento en recopilación de inteligencia y contra inteligencia. Tras el contragolpe de Torrijos en 1969, fue nombrado jefe del G2, el servicio de inteligencia panameño. Rápidamente comenzó traficando y para 1972, los funcionarios estadounidenses sabían que Noriega era la conexión panameña en el tráfico de narcóticos. Tal era su involucramiento, que un alto funcionario antidrogas propuso a Tricky Dick Nixon, hacerle asesinar por los plomeros de la Casa Blanca (los mismos de Watergate).1 General Manuel Antonio “Cara de Piña” Noriega Pero su importancia había crecido significativamente al suministrar a las agencias de inteligencia estadounidenses, lo que ellos consideraban su mejor información sobre Cuba, movimientos guerrilleros latinoamericanos y a partir de 1979, sobre el gobierno sandinista nicaragüense. En la medida que sus servicios adquirían mayor valor para los estadounidenses, también la compensación económica de la CIA. Para mediados de los 70s, Cara de Piña recibía cien mil dólares anuales de la agencia estadounidense. A partir de su ascenso en hombre fuerte de Panamá, ayudó mucho al gobierno de Hollywood Reagan en la conducción de su cruzada anticomunista en el Caribe.2 La información que Cara de Piña entregaba a los estadounidenses sobre la Cuba de Fidel, era considerada tan valiosa, que el Director de la CIA, William Casey viajaba a Panamá para recibir informes directamente del dictador. Y el apoyo de Noriega para la William Casey considerado el guerra de Hollywood en Nicaragua, le ganó aun mayor más corrupto de los directores de la CIA estimación en Washington. Desde un comienzo, Noriega trabajaba mano a mano con Casey de la CIA, Oliver North y los demás operativos centroamericanos de Reagan, haciéndose considerar por los funcionarios de la CIA y el Pentágono como indispensable.3 1 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 2 Cara de Piña podía ser un aliado indispensable, pero no era un amigo confiable. Era un oportunista consumado. Generalmente colaboraba con ambas partes, ofreciendo sus servicios al mejor postor. Durante los 70s mientras recibía cheques de la CIA también estaba al servicio de inteligencia cubana. Entregaba al gobierno de Fidel información sobre los operativos estadounidenses, facilitaba la entrega de cargamentos de armas para los insurgentes comunistas en El Salvador, Guatemala, Colombia y ayudaba a armar a los sandinistas contra Somoza. Ayudaba a Castro con el embargo estadounidense, por medio de la venta secreta de computadores y otras tecnologías avanzadas a empresas cubanas en la Zona Libre de Colón. Otorgaba derechos de atraque a los buques pesqueros cubanos en el puerto de Vacamonte, mientras conducían operativos de inteligencia y contrabandeaban armas a los insurgentes comunistas por la costa Pacífica de América Latina. En 1976 sobornó a varios funcionarios estadounidenses de una empresa de escucha electrónica de la Agencia Nacional de Seguridad, para que le entregaran documentos secretos de la vigilancia electrónica en el hemisferio. La información clasificada, una verdadera mina de oro, al parecer terminó en manos de Fidel. También trabajaba ambos lados del narcotráfico. Ayudaba a la DEA y a los barones de la droga colombianos. Aunque los yanquis sabían de su doble faceta, su información era demasiado valiosa para terminar su relación con él y lo consideraban un 80% proestadounidense y 20% procastro. El director de CIA, William Casey resumió mejor la relación con Noriega: “Es un bastardo, pero es nuestro bastardo”.4 En junio de 1985, Roberto Eisenmann, un periodista panameño, crítico del gobierno militar en Panamá, llegó a la Universidad de Harvard haciéndose merecedor a una beca del Nieman Foundation for Journalism. Roberto ya había atestiguado en un subcomité del Congreso que investigaba los abusos a los derechos humanos del gobierno de Omar Torrijos. Exasperado por la falta de acción del subcomité, preguntó a los congresistas si cuarenta mil refugiados políticos panameños en los Estados Unidos, alterarían la reacción del Congreso. El representante Clarence D. Long replicó, “lo harían, si ellos votaran en nuestro distrito”. Entonces Roberto comprendió que la única forma para convencer al Congreso estadounidense era por medio del electorado, por lo tanto en los electores radicaba la única posibilidad. Al llegar a Harvard, Roberto a sabiendas que el gobierno de Hollywood no abandonaría a Cara de Piña, se puso a la tarea de desacreditar al dictador ante los ojos de público. Utilizó la influencia de las redes de la Fundación Nieman para lograr importantes contactos en los medios estadounidenses. En la televisión pública detallaba los crímenes de Noriega y acusaba a las Fuerzas de Defensa Panameñas de tener la etiqueta de “Made in USA” y reprendía duramente a los congresistas estadounidenses su falta de moral, al entregar asistencia a una banda mafiosa como el régimen de Noriega.5 Roberto Eisenmann 3 Ibíd. Ibíd. 5 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 4 El Presidente Nicolás Ardito Barletta presionó a Noriega para permitir una mayor libertad de expresión. Una de las figuras de la oposición, Hugo Spadafora, un médico de prominente familia y especie de héroe por haber comandado una brigada de voluntarios en la revolución sandinista de 1979, comenzó a escribir acusando y destapando los vínculos de Noriega con el narcotráfico. Noriega ordenó su asesinato, lo que llevó a un clamor general y la demanda del público por una investigación. Para los panameños era la prueba fehaciente de que Noriega era una sicópata y asesino. Cuando Barletta anunció una investigación del crimen, el Jefe de Estado Mayor de Noriega, el Coronel Roberto Díaz Herrera lo obligó a renunciar. Así el vicepresidente Eric Delvalle se convirtió en el nuevo presidente títere de Panamá. El Embajador y otros funcionarios estadounidenses deseaban apoyar a Barletta contra Noriega pero el subsecretario de Estado, Elliot Abrams no lo autorizó.6 Nicolás Ardito Barletta Roberto Díaz Herrera Así Barletta se fue para los Estados Unidos, donde el gobierno aceptaba los hechos en Panamá y los atribuía a los errores de Barletta y se tranquilizaban con la confiabilidad que les generaba Noriega. El dictador había asistido a siete programas de entrenamiento militar en la vieja Zona del Canal. También mantenía la paz, algo indispensable para la seguridad del canal, además de poseer condecoraciones de una docena de países. Entonces el subsecretario Abrams encabezaba el grupo para sostener a Noriega. Pero no todos estaban de acuerdo con los yanquis en sostener a Noriega. Estudiantes, periodistas y políticos panameños comenzaron a protestar por el régimen ilegal del dictador y Noriega aplicaba la consabida presión para acallarlos. A mediados de 1986, Miguel Antonio Bernal, un apasionado patriota, trató de crear un movimiento de oposición con el uso de la radio y prensa de oposición en Ciudad de Panamá. Las autoridades militares le advirtieron que su proceder, arriesgaba su vida y la su hijo, así que Bernal tuvo que salir del país. 7 Eric Delvalle En diciembre llegaba otro de los enemigos de Cara de Piña a los Estados Unidos. Se trataba del abogado Winston Spadafora, hermano del recién asesinado Hugo. Al no lograr justicia en Panamá, Spadafora viajó a Washington con el fin de lograr el apoyo del gobierno estadounidense y la OEA con el fin de lograr que Cara de Piña fuera juzgado por homicidio. En 1986 visitó al Presidente del subcomité del Hemisferio Occidental del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Senador Jesse Helms de Carolina del Norte. Helms quien estaba en contra y despreciaba los nuevos acuerdos canaleros de 1978, siempre estaba en busca de nuevos argumentos que respaldaron su posición de que, los líderes panameños eran demasiado corruptos para confiarles el canal. Escuchó los escalofriantes detalles sobre el asesinato de Hugo. Conmovido por 6 7 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 Ibíd. la evidencia, Helms prometió a Spadafora que elevaría el asunto a la agenda del Presidente Reagan. Además Helms llamó a unas sesiones en las cuales Norman Bailey, un ex miembro del Consejo Nacional de Seguridad aseguró que el narcotráfico era un problema endémico en el gobierno panameño y que Noriega era ampliamente sospechoso de haber ordenado la muerte de Hugo Spadafora. 8 Mientras tanto Eisenmann continuaba con su campaña en los medios estadounidenses. El director de la Nieman Foundation, Howard Simon, un antiguo editor del Washington Post convencido por Roberto, que la relación entre los Estados Unidos y Noriega era una gran historia, puso a Roberto en contacto con Seymour Hersh, un periodista investigativo, ganador del Premio Pulitzer por destapar la masacre estadounidense de vietnamitas en My Lai durante la Guerra de Vietnam.9 En 1986 algunos funcionarios y el New York Times Hugo Spadafora acusaron a Noriega de actividades criminales. En varios artículos del periódico neoyorquino, Seymour Hersh detallaba la participación del dictador en el tráfico de drogas, tráfico de armas, espionaje, blanqueo de dinero y su relación con Cuba. Noriega comenzó a perder el apoyo de algunos funcionarios estadounidenses pero la CIA, el Departamento de Defensa, el Consejo Nacional de Seguridad y la DEA deseaban mantenerlo en el gobierno. Su asistencia a los contras nicaragüenses seguía pesando en la determinación del gobierno de Hollywood. Pero vendrían los devastadores ataques del Senador Jesse Helms y John Kerry, quienes investigaron y publicaron todas las acusaciones contra Noriega. La imagen de Noriega de inmediato sufrió de gran desprestigio, haciendo casi imposible para funcionario Seymour Hersh alguno, defenderlo.10 A pesar de ello, Hollywood Reagan no cedía en su empeño por continuar con Cara de Piña Noriega. Hacia el tercer trimestre de 1986 estallaba el escándalo Irán-Contras en el cual se había acordado la venta de armas a Irán a cambio de estadounidenses secuestrados en el Líbano. Comenzaba el fin de la guerra de los contras. A pesar de las prohibiciones del Congreso, Oliver North había canalizado los dineros de la venta hacia los contras además de tener una relación con Cara de Piña. Esta se remontaba a 1981 cuando el gobierno de Reagan le giraba $185.000 dólares anuales al restablecer la relación cercenada por Jimmy Carter. El director de la CIA, William Casey invitó a Noriega a su casa para cenar por lo menos dos veces y Duane R. Clarridge, Jefe de la División Latinoamericana le agasajaba en las noches en Panamá. Mediante el consejo de Néstor 8 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 9 Ibíd. 10 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 Sánchez agente de la CIA, Clarridge recompuso las relaciones que Stansfield Turner había terminado. Noriega viajó con frecuencia después de 1982 a Washington afirmó José Blandón, consejero de Noriega, y durante sus encuentros con Casey, estaba solo. Con la contrarrevolución nicaragüense acortándose, la importancia de Noriega disminuyó en los planes centroamericanos de Hollywood Reagan. Ahora por el contrario, su colaboración se convertía en un asunto embarazoso para el gobierno. Luego Cara de Piña perdió dos sus dos mejores aliados. El Teniente Coronel Oliver North había tenido que dejar el Consejo Nacional de Seguridad por las irregularidades con los contras y el director de la CIA, William Casey fue hospitalizado con un cáncer cerebral. Fallecería cinco meses después. Teniente Coronel Oliver North Para principios de 1987, la foto de Noriega salía a diario en los periódicos estadounidenses y un creciente número de congresistas preguntaban al gobierno de Hollywood Reagan porque continuaba apoyando a tan repugnante dictador. 11 En Panamá, Noriega se defendía de los demoledores ataques en Estados Unidos. Afirmaba que era el preludio de los estadounidenses para echarse atrás en los acuerdos del canal y no devolverlo al pueblo panameño.12 Ese año una disputa por la sucesión en el gobierno panameño estalló entre Noriega y el Coronel Roberto Díaz Herrera. Díaz exigió la renuncia de Noriega y este le sacó de filas, ofreciéndole la embajada en Japón en conjunto con un soborno de un millón de dólares. Díaz rechazó la oferta y anunció públicamente que todas las acusaciones hechas por los Estados Unidos en contra Noriega eran ciertas, además suministró, con lujo de detalles, todas las operaciones ilegales. Además acusó a Noriega por la muerte de Omar Torrijos y Hugo Spadafora.13 Las confesiones de Díaz envalentonaron a la oposición quienes organizaron gigantescas manifestaciones en contra de Cara de Piña. La iglesia y más de trescientas asociaciones de profesionales se unieron en la Cruzada Cívica Nacional con el fin de coordinar las marchas y protestas. Desde mediados de junio hasta fines de julio, logaron huelgas que prácticamente paralizaron el país en un 90%. Noriega contraatacó con fuerza a los líderes de la Cruzada. 11 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 12 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 13 Ibíd. Muchos fueron encarcelados, intimidados o apaleados. Cara de Piña desplazó a su policía antimotines, “los doberman” contra los manifestantes inertes, quienes protestaron casi todos los días entre junio y julio. 14 Cuando el Congreso estadounidense aprobó resoluciones a favor de elecciones y un gobierno civil en Panamá, Cara de Piña envió pandillas para que atacaran las edificaciones de la embajada, el consulado y el servicio de información. Esto conllevó a una demanda de los Estados Unidos por la restitución en los daños a sus bienes, y la suspensión de la asistencia estadounidense. Ahora la Casa Blanca tomó los pasos que demostraban que apoyaban resueltamente la oposición y querían ver a Noriega renunciar. El subsecretario de Defensa Richard Armitage fue enviado por Reagan para decirle a Cara de Piña que el gobierno estadounidense lo consideraba un problema y deseaban su renuncia. La estrategia era alentar un golpe entre los oficiales de las Fuerzas de Defensa dejando el gobierno en manos de los militares. Pero nadie apareció. Nadie ejecutó el golpe. Para fines de julio con casi dos meses de protestas, Noriega decidió acabar con la Cruzada. Encarceló a los líderes, cerró periódicos y estaciones de radio y envió un escuadrón de asalto a tomarse la casa de Díaz, lugar de encuentro de la oposición. Díaz fue capturado y encarcelado. Muchos tuvieron que huir del país. Los estadounidenses fuera de lamentar el asalto, no hicieron nada más. Pronto el mismo Díaz fue liberado y exiliado.15 En febrero de 1988 dos juzgados federales estadounidenses acusaron a Noriega de múltiples cargos por narcotráfico. Ya para Hollywood Reagan, era imposible no tomar una actitud más agresiva. El escándalo Irán-Contras minaba seriamente su gobierno y las elecciones presidenciales, en que su vicepresidente Bush Papá era candidato, estaban seriamente en peligro.16 El gobierno de Reagan optó por la presión económica y diplomática para sacar a Noriega, pero en todo caso, Hollywood se resistía a una intervención militar. Hollywood envió a Abrams hasta Miami para que se reuniera con el Presidente Delvalle y persuadirle de dar de baja a Noriega. Sin embargo Noriega se negó y nombró como nuevo presidente títere a Manuel Solís Palma. Entonces Washington dejó de cancelar los pagos por el Canal, suspendió las preferencias arancelarias, bloqueaba transferencias financieras internacionales, prohibió a las empresas estadounidenses en Panamá el pago de impuestos y creó una crisis de flujo de caja al detener el envió de dólares y creó una cuenta en custodia, en la cual se depositaron todos los dineros incautados.17 Manuel Solís Palma Para mediados de 1988, la campaña de Hollywood para deshacerse de Cara de Piña no había logrado nada. Peor aún, la mala imagen del dictador dañaba la campaña 14 Ibíd. Ibíd. 16 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 17 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 15 presidencial de Bush Papá a tal punto que el dictador panameño se había convertido en un asunto decisivo en la política de la campaña republicana.18 Muy temprano en su segundo periodo vicepresidencial, George Bush había organizado su campaña presidencial de cara a las elecciones. Tres años antes, en 1985, el comité electoral de la campaña de George, tenía más de dos millones de dólares. Al nominarse precandidato republicano, se enfrentó al Senador Bob Dole de Kansas, el Representante Jack Kemp de Nueva York, al ex gobernador y multimillonario de Delaware, Pete DuPont y al evangelista cristiano, Pat Robertson. Dole no tardó en recordarle a los electores que Bush Papá sabía de las actividades criminales de Noriega desde que había ocupado la dirección de la CIA en el gobierno de Jerry Ford y luego como vicepresidente de Hollywood Reagan. Tras ganar la candidatura republicana escogió a Dan Quayle como compañero de fórmula y se enfrentó al demócrata George HW Bush Michael Dukakis. Aunque durante la campaña presidencial estadounidense el enfoque sobre América Latina fue mínimo, el candidato demócrata también atacó a Bush Papá: “¿Qué tal si nos cuentan quién en esta administración está negociando con Noriega? ¿Quién le estaba pagando a Noriega? ¿Quién estaba ignorando el hecho de que sabíamos que negociaba en drogas y ganaba millones y todavía tenemos tratos con él?” Pronto la campaña demócrata tenía calcomanías que rezaban: “Bush-Noriega 88 – Sabemos que ellos pueden trabajar juntos”19 La campaña de Bush contraatacó con afirmaciones confusas y contradictorias. Al principio Bush Papá trató de negar haber conocido personalmente a Cara de Piña, pero cuando apareció una foto de los dos juntos, la campaña tuvo que salir rápidamente y admitir que habían existido solo dos encuentros, uno en 1976 y otro en 1983. También afirmaba Bush Papá desconocer de las actividades ilícitas del dictador hasta que las acusaciones federales de 1988 habían sido hechas, además cobraba crédito en las acusaciones al afirmar, “cuando supimos claramente del involucramiento de Noriega con drogas, nos movimos en su contra con las acusaciones. Una vez supimos que este hombre se había vuelto podrido, nuestra administración es la que trata de llevar este hombre ante la justicia.” Sin embargo pocos días después un artículo del New York Times citaba fuentes de la Casa Blanca y el Departamento de Estado en la cual se afirmaba que el 18 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 19 Ibíd. embajador estadounidense en Panamá le había informado al vicepresidente en 1985 sobre el tráfico de drogas de Noriega.20 Para el mes de mayo, el asunto de las drogas estaba por dar al traste con la campaña de Bush Papá. Una gran mayoría de estadounidenses creían que el asunto de narcóticos era el mayor problema de seguridad que enfrentaba la nación, aún por encima del comunismo. Y Noriega por su parte se había convertido en el horrible símbolo de una maldad reinante. Según la encuesta del New York Times, el Washington Post y ABC News, el 58% de los electores desaprobaban las políticas de Hollywood Reagan en Panamá. Solo un 36% creían que el gobierno enfrentaba con éxito el tráfico internacional de drogas y apenas un 24% consideraba que Bush en la guerra contra las drogas sería tan efectivo como Dukakis. En resumidas cuentas Dukakis le llevaba 10 puntos porcentuales a Bush Papá. El 11 de mayo, Hollywood le ofreció a Cara de Piña, retirar los cargos de tráfico de drogas en Estados Unidos si él dejaba el gobierno. La campaña de George entró en pánico. En una serie de reuniones en la Casa Blanca que George Shultz describió como salvajes y más salvajes, el vicepresidente y su campaña se oponían vehementemente a la decisión de Hollywood, arguyendo que era un suicidio político durante un año electoral, el que Bush pareciera suavizarse con el narcodictador de Panamá. “Cómo vamos a argumentar que nos estamos endureciendo contra los narcotraficantes si dejamos ir a este tipo” afirmaba James Baker, el gerente de la campaña de Bush, “los demócratas nos van a comer vivos”. Pero Hollywood se mantuvo inflexible. “Las acusaciones federales me obligan a tomar una acción contra Noriega y las únicas opciones son convencerlo de dejar el gobierno voluntariamente o intervenir militarmente y sacarlo a la fuerza. Lo que ustedes buscan es que nos metamos allá a la fuerza, con pérdida de vidas y cómo se verá eso en el resto de América Latina”.21 Durante algún tiempo Cara de Piña consideró la oferta de Hollywood, pero definitiva rechazó la propuesta afirmando a un periodista, que a él le gustaba ser un “dolor en el culo de los estadounidenses”.22 Entonces Hollywood se dedicó a mantener a Panamá por fuera de las noticias estadounidenses hasta finalizar las elecciones. El General Frederick Woerner, Comandante de las Fuerzas estadounidenses en la Zona del Canal recuerda: “antes de las elecciones la orden se impartió, mantengan a Panamá por fuera de las noticias”. Y funcionó, con lo que Bush, a pesar de la insistencia de Dukakis en el tema, logró evadir el asunto y concluyó con una amplia victoria electoral en noviembre.23 En las elecciones presidenciales panameñas de 1989, una coalición de oposición nominó candidato a Guillermo Endara. El ahora Presidente George Bush Papá, en una campaña diseñada para derrotar al dictador en las urnas, entregó diez General Frederick Woerner millones de dólares en fondos a la campaña de la oposición y autorizó a la CIA para conducir transmisiones antirégimen clandestinas dentro de Panamá. Bush también retó a Cara de Piña para que permitiera unas elecciones libres, 20 21 22 23 Ibíd. Ibíd. Ibíd. Ibíd. afirmando que su gobierno no aceptaría los resultados de unas elecciones fraudulentas con el fin de que Noriega se sostuviera en el poder. Adicionalmente envió una delegación encabezada por los ex presidentes Carter y Ford para monitorear los escrutinios. Las elecciones panameñas se convirtieron en la vitrina mundial para ver si los Estados Unidos podían desalojar a Manuel Antonio Noriega. 24 Al comenzar los escrutinios, la ventaja aparente para la oposición, era de 3 a 1. Entonces Cara de Piña ordenó al Tribunal Electoral suspender el conteo de votos y envió a sus hombres a destruir las urnas. Tres días después había una manifestación de protesta marchando por la calles de Ciudad de Panamá. Noriega envió a sus recién creados Batallones de la Dignidad contra los manifestantes. Con tubos, mangueras y garrotes, los Batallones de la Dignidad apalearon a los líderes de la manifestación. Horas después, fotos de la salvaje represión dieron la vuelta al mundo, una incluía a Guillermo Ford, la formula vicepresidencial de Endara, bañado en sangre. Los intentos del nuevo gobierno estadounidense, por desalojar al dictador, habían culminado en el más rotundo fracaso. “Nadie me va a decir cuando me tengo que ir, mucho menos los Estados Unidos”, vociferaba Noriega. A pesar de alguna retorica y el llamamiento de su embajador, Bush Papá no hizo nada.25 Los Batallones de la Dignidad sin adiestramiento policial o militar previo, eran fuertemente armados Bush Papá había demostrado durante los ocho años de vicepresidencia, tener poca personalidad y de él se decía era el perro faldero de Reagan, un pelele. Ahora, a seis meses de estar en la presidencia, Cara de Piña lo hacía ver como un líder poco efectivo. Pero el problema de imagen de Bush Papá iba mucho más allá de Noriega. Durante todo el año de 1989 una serie de transformaciones internas desestabilizaban el bloque comunista. En la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov llamaba al fin de la confrontación este-oeste implementando un gran programa de liberalización económica y política, y proponía iniciativas internacionales para Europa, que haría obsoletos el Pacto de Varsovia y la OTAN, las mayores alianzas de la Guerra Fría. Al mismo tiempo 24 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 25 Ibíd. en Polonia, Hungría y Checoslovaquia, los regímenes comunistas daban paso a pacíficas revoluciones democráticas. En junio Gorbachov en forma unilateral y prácticamente desmantelando el Pacto de Varsovia, comenzó el retiro de las fuerzas militares soviéticas de Europa. Ese mismo mes, el gobierno de la República Popular China aplastaba violentamente un movimiento prodemocrático en la Plaza de Tian'anmen, masacrando a centenares de manifestantes. Mientras el fervor democrático invadía el mundo comunista y la Cortina de Hierro se desmoronaba, Bush Papá mantenía silencio como espectador pasivo. Consideraba prudente evitar declaraciones inflamatorias o acciones que los gobiernos comunistas pudiesen considerar ofensivas. Sin embargo para muchos observadores, su cauta respuesta a los hechos, que marcaban el fin del Bloque Oriental, demostraban un liderazgo débil e indeciso. El archienemigo del occidente en la Guerra Fría, caía, y el Presidente de los Estados Unidos no hacía nada para alentar el proceso. El momento histórico magnificaba la importancia de Panamá. La pregunta que todos se hacían era, si un bandido de poca monta como Noriega podía mangonear al líder del mundo libre, ¿qué esperanzas había para que pudiera mantener el liderazgo global estadounidense en el naciente mundo pos Guerra Fría?26 En Panamá el 3 de octubre, el Mayor Moisés Giroldi con un grupo de disidentes de las Fuerzas Panameñas de Defensa, hicieron un golpe y detuvieron a Noriega en el Cuartel General de Ciudad de Panamá. En un anuncio público, los golpistas afirmaban que Noriega y la cúpula de las Fuerzas Panameñas habían sido retirados forzosamente. Dos días antes, el primero de octubre, Giroldi solicitó apoyo a las fuerzas estadounidenses en la Zona del Canal. La idea era que ellos debían bloquear la llegada de tropas leales a Cara de Piña. Bush aceptó las solicitudes de Giroldi pero al reconsiderar la situación, pensó que podría tratarse de una ardid de Noriega con el fin de acusar a los Estados Unidos de intervencionismo y actitudes imperialistas. El día del golpe, Bush no tenía ninguna preparación, ni había dado instrucciones a las tropas en Panamá. Ese día recibió en la Casa Blanca al ministro de defensa soviético y al Presidente de México, por lo que tanto tampoco programó una reunión del Consejo Nacional de Seguridad para monitorear la situación panameña. Al Mayor Moisés Giroldi 26 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 ponerse en marcha el golpe, las tropas estadounidenses no impidieron la llegada de tropas leales al dictador y los refuerzos rodearon el Cuartel General. En su desesperación, Giroldi ofreció entregar a Noriega a las tropas estadounidenses, pero la respuesta de Bush se demoró dos horas. Mientras tanto las tropas de Noriega retomaron el Cuartel General y liberaron al dictador. Giroldi y por menos diez de sus colaboradores fueron fusilados de inmediato.27 Noriega acusó a los Estados Unidos del levantamiento. “Las pirañas gringas quieren acabar conmigo para instalar un gobierno de vendepatrias,” le anunciaba Noriega, dos días después, a un grupo Noriega victorioso celebra de seguidores. Riéndose de la metida de pata de Bush, la comparó con Bahía de Cochinos y retaba al estadounidense para volver a intentar. Las críticas contra Bush no se hicieron esperar. “Tuvimos el levantamiento de personas muy valientes y los Estados Unidos no hizo nada”, afirmaba el demócrata David Boren, Presidente del Comité de Inteligencia del Senado. El Presidente del Comité del Senado para las Fuerzas Armadas, Sam Nunn se quejaba de “a pesar de la vieja política de fomentar un golpe en Panamá”, la administración “no tenía verdaderos planes para el proceder de nuestra gente en tierra. Debemos anticipar que nuestra política (de derrocar a Noriega) puede ocurrir.” En el Congreso el Presidente del Comité de Inteligencia Dave McCurdy decía que el manejo que Bush había dado al golpe en Panamá “hacía parecer a Jimmy Carter un hombre de carácter”, el resultado, afirmaba McCurdy, era el resurgimiento “del factor de pelele”, que tanto tiempo acompañaba la imagen de Bush. “Es difícil imaginar a Lyndon Johnson o Ronald Reagan dudando”, comentaba otro congresista demócrata con vasta experiencia en asuntos internacionales. Estas eran las críticas de sus opositores políticos, pero las de sus copartidarios republicanos eran igual de vociferas y enérgicas. Jesse Helms denominó el gobierno de torpes policías (keystone cops28) estrellándose entre ellos, “tras esto, no se podrá esperar que ningún miembro de las FDP, actúen contra Noriega”, declaró. Hank Hyde del Comité de Inteligencia atacó al gobierno quejándose “parecemos indecisos, vacilantes y débiles”. La prensa no se quedó atrás. El New York Times calificaba el manejo del golpe como “un modelo de incompetencia”, mientras el Washington Post describía al Presidente de “absolutamente paralizado, todo lo que pudo hacer fue vacilar”. La revista Newsweek en un artículo de portada intitulado “La hora amateur”, criticaba, “el manejo de la crisis fue un golpe de falta de experiencia y preparación” y continuaba con, el coup había sido la primera prueba de fuego del nuevo presidente y los resultados eran poco reconfortantes. La Casa Blanca había logrado “acumular lo peor de ambos lados: perder cara en un mundo donde esto importaba y Noriega seguía en el poder.” En resumen la revista concluía que la actuación de Bush era “un pobre contraste con su predecesor”. El semanario conservador Human Events era aún más virulento. Acusaba que el fracaso de Bush en 27 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 28 Policías incompetentes de las películas mudas entre 1912 y 1917. Son los mismos policías torpes de las películas de Charlie Chaplin. apoyar a Giroldi, apaciguamiento”. denotaba “incompetencia y timidez que rayaba en el Los columnistas hicieron fiesta. Charles Krauthammer anotaba que el fallido coup reflejaba “la intermediatez del gobierno, políticas intermedias con medidas intermedias”. George Will afirmaba en su columna “Una Presidencia poco seria”, que el símbolo de Bush debía ser un dedo mojado en alto, buscando la dirección del viento. William Safire decía en “Un hombre sin plan” que la cuota de fracaso para el gobierno ya se había copado. El Coronel retirado Harry G. Summers Jr. del US Army War College afirmaba detectar asuntos más serios. En una columna intitulada “La incompetencia en el golpe de Panamá es lo menos en nuestras preocupaciones,” escribió: el golpe permitió al pueblo estadounidense una ligera mirada al abismo. El proceso de toma de decisiones en nuestra seguridad nacional, el corazón y alma de nuestras defensas nacionales, demostró estar en caos. Fue una revelación aterradora. …si nuestros líderes nacionales fallaron tanto en una crisis menor como la de Panamá, ¿qué harían de cara a una amenaza mayor? Mientras misiles enemigos nos atacan, ¿estarán aún revisando documentos? La oposición panameña también se quejó. Roberto Eisenmann tituló una columna de opinión, “Ustedes los Yanquis no puede manejar un Golpe”, y expresaba su gran desilusión con el gobierno. La torpeza de Bush en la crisis, dejaba muy en claro, “que no existía una política coherente tras la retorica presidencial, que no se habían contemplado contingencias y menos planificación y que la retorica para desalojar a Noriega podía tranquilamente ser ignorada.” Pero las peores críticas llegaron de los mismos funcionarios del gobierno. El 6 de octubre la reportera Ann Devroy escribía en el Washington Post: “Un enfurecido Presidente Bush ordenó a sus más altos funcionarios poner fin al criticismo interno por el manejo del gobierno en el intento de golpe… (durante tres días) funcionarios de muchos departamentos contaron a los reporteros que la administración había estado mal preparada para su primera inesperada crisis internacional, no tenía planes de contingencia para manejarla y que reaccionó en forma torpe a los hechos…”29 Según el vicepresidente Dan Quayle, sacudido por el criticismo y desesperado para mejorar su imagen pública, Bush Papá comenzó los operativos para una demostración de fuerza que mostraría su capacidad de liderazgo decisivo y audaz. Una semana después del fracasado golpe, ordenó al Pentágono iniciar los planes para una invasión a gran escala en Panamá. “La hora del amateur se acabó”, le dijo a sus consejeros. Sin embargo quedaba faltando una razón legítima para invadir Panamá. “Antes de actuar necesitábamos un pretexto para proceder contra el dictador”, afirmó Quayle. El Teniente General Carl Stiner, el principal planificador del Pentágono recordó, “sabíamos que para poder ejecutar una invasión a Vicepresidente Dan gran escala se necesitaría algo que sería aceptado como Quayle moralmente justificable en la mente del pueblo estadounidense y el mundo, algo como la protección de vidas.” Según el Secretario de Estado, James Baker, lo que el gobierno necesitaba era una descarada provocación 29 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 contra ciudadanos estadounidenses, que levantaría el sentimiento público y harían la intervención más aceptable. Entonces para lograr el requerido pretexto, las fuerzas estadounidenses en Panamá comenzaron a efectuar agresivas maniobras de entrenamiento, diseñadas deliberadamente en aumentar la tensión y llevar a Noriega a una confrontación. Los ejercicios incluían la requisa de ciudadanos panameños, la confrontación con las Fuerzas de Defensa Panameñas, la ocupación de pequeñas poblaciones por algunas horas, aviones militares sobrevolando el espacio aéreo panameño y rodear edificios públicos con tropas. Mientras tanto, los eventos en el mundo añadían presión para que Bush fuera más agresivo en Panamá. A principios de noviembre, las autoridades de Berlín Oriental respondieron al malestar popular, abriendo el Muro de Berlín y permitiendo a miles de sus conciudadanos escapar a Berlín Occidental. En cuestión de días, el mismo muro, un símbolo durante tres décadas, de opresión comunista para la mitad de Europa, era derribado a martillazos por jubilosos berlineses. Mientras el mundo occidental celebraba los dramáticos hechos, Bush nuevamente se mantenía cauto y comedido. Su respuesta pública fue un pronunciamiento lacónico, sin emoción y sin entusiasmo, elogiando la decisión de los comunistas de Alemania Oriental. Nuevamente fallaba en proveer liderazgo visionario o inspiración durante momentos de tan dramáticos cambios.30 Para el mes de diciembre, la Guerra Fría estaba claramente terminando y los estrategas del gobierno estadounidense, mientras se frotaban las manos de la dicha, hacían los borradores para los planos del nuevo orden mundial dominado por los Estados Unidos. El mundo pos Guerra Fría ambicionado, era un mundo capitalista estable, de democracias capitalistas, en el cual los Estados Unidos como única superpotencia, utilizaría su aplastante superioridad militar para garantizar la estabilidad global, trabajando en conjunto con aliados que le cooperarían y las Naciones Unidas para reducir conflictos internacionales, prevenir la agresión y promover modelos liberales de desarrollo nacional, un mundo en el cual, como diría Bush Papá un año después en vísperas de la Guerra del Golfo, “lo que nosotros decimos, se hace”. Para finales de 1989 en los círculos intelectuales estadounidenses se especulaba si Estados Unidos seguiría la misma suerte de otros imperios al llegar el momento de la decadencia y perdería su posición dominante en el mundo.31 30 31 Ibíd Ibíd Entonces el descarado desafío de Cara de Piña conllevaba muchas preguntas inconvenientes cuando los Estados Unidos se preparaban para asumir nuevos retos como líder global. La imposibilidad de los Estados Unidos en sacar a Noriega enviaba señales de una creciente impotencia, la clase de debilidad que mostraban los imperios en decadencia, no la actitud de líderes vigorosos. Como lo anotaba un renombrado especialista en relaciones internacionales: “el contraste de la posición de los Estados Unidos hoy (en 1989) y hace unas pocas décadas es aleccionador. La influencia estadounidense en el hemisferio occidental en los 50s era tan abrumador, que Washington podía derrocar un gobierno con matiz a izquierda como el guatemalteco, con un esfuerzo mínimo, pero esa influencia se había diluido a tal punto, que en los 80s, el gobierno de Reagan no pudo sacar a un dictadorzuelo como Noriega en Panamá, un país creado por Washington y controlado durante décadas por militares estadounidenses.” Si los Estados Unidos eran incapaces de sacar un pequeño tirano en su propio patio trasero caribeño, ¿podría aún exigir el requerido deferencial respeto de otros gobiernos para un efectivo liderazgo mundial? Mientras los Estados Unidos construía a su imagen y semejanza un nuevo orden mundial, ¿sería que otras naciones seguirían incondicionalmente su liderazgo? ¿Sería que otros estados parias se envalentonarían a seguir sus propias metas, desafiando la voluntad estadounidense? Desde la perspectiva del gobierno Bush, una demostración de fuerza en Panamá aseguraría al mundo que los Estados Unidos aún era la superpotencia que afirmaba ser. En sus memorias el General Colin Powell describe un dominante sentido de furia a finales de 1989 en la Casa Blanca, de que un dictador de tercera como Noriega, hiciera muecas a los Estados Unidos. Según Powell, este tipo de reto a la credibilidad internacional estadounidense, en un momento de hito histórico en asuntos globales, era intolerable. “Era el momento,” le advirtió al General Colin Powell Presidente, “de colocar una placa sobre nuestra puerta que rezaba, superpotencia vive aquí”. Y la placa era Panamá.32 En diciembre el acoso estadounidense en Panamá había logrado aumentar las tensiones a niveles explosivos. Bush Papá anunció que no permitiría buques de bandera panameña ingresar a los puertos estadounidenses. Con una de las mayores flotas marítimas del mundo, este era un grave golpe económico para el país istmeño. El 15 de diciembre la Asamblea panameña advirtió que eso equivalía a una declaración de guerra. 32 Ibíd. El 16 de diciembre llegó la tan anhelada disculpa para la invasión. Un vehículo con 4 marines estadounidenses, aparentemente instigadores del servicio de inteligencia, pasó por un reten de las Fuerzas de Defensa panameñas, frente al Cuartel General de La destrucción estadounidense tras la invasión Noriega, un sector oficialmente vetado para todo personal militar estadounidense. Soldados panameños exigieron a los estadounidenses identificarse. Con un intercambio de palabras el conductor aceleró el vehículo, mientras el teniente Robert Paz hizo un gesto obsceno con los dedos a las tropas panameñas. Los panameños abrieron fuego y mataron a Paz. El incidente fue presenciado por un oficial naval estadounidense y su esposa quienes fueron detenidos durante cuatro horas. A día siguiente Bush autorizó la invasión. Con el nombre de Justa Causa, el operativo rápidamente dominó las fuerzas panameñas y Cara de Piña, dos semanas después, se entregó a los militares estadounidenses. Fue llevado a Miami donde se le enjuició por tráfico de narcóticos. La invasión permitió al gobierno de Bush Papá limpiar toda la porquería, de su propia creación, con el fin de, con mayor efectividad tratar los solemnes desarrollos en Europa Oriental. Miles de inocentes civiles panameños fueron asesinados por las tropas invasoras Mientras Noriega pudiera hacerle muecas a los Estados Unidos y exigir una condición especial por sus conexiones con la CIA, difícilmente podría Bush Papá ocupar una posición de moral en sus relaciones con el resto del mundo.33 La Asamblea General de las Naciones Unidos condenó la invasión y la catalogó como una flagrante violación al derecho internacional. La intervención estadounidense generó una reacción negativa en los países Latinoamericanos. Aunque la OEA había condenado los abusos de Noriega e incluso había tratado de negociar su salida, la tradicional oposición al intervencionismo yanqui renació.34 Guillermo Endara había sido llevado por los estadounidenses, días antes de la invasión, a una base en la Zona del Canal donde asumió como nuevo Presidente de la República. Los nuevos líderes panameños, impuestos por los estadounidenses, resultaron decepcionantes. El narcotráfico en Panamá en vez de disminuir, se incrementó bajo el gobierno de Endara. Su gobierno fue tan impopular que un año después los estadounidenses tuvieron que intervenir militarmente de nuevo, para impedir su derrocamiento.35 Los estadounidenses invadieron Panamá con el único fin de capturar a Noriega, un bandido que ellos apoyaron y ayudaron durante años. Aquí con su presa rumbo a una celda en USA. En Panamá la invasión produjo una relación de dependencia entre los funcionarios y un distanciamiento con los ciudadanos del común. La invasión confirmó lo que la izquierda habían afirmado (y los derechistas deseado) por años, que Panamá en realidad no era un estado soberano y que en últimas los Estados Unidos haría a la fuerza, su voluntad. Los estadounidenses fueron responsables de cientos de muertos civiles durante el operativo, al bombardear los barrios obreros de San Miguelito y El Chorrillo. Endara transmitió ese sentimiento en una entrevista con la AP. Dijo que la invasión había sido “como una patada en la cabeza. Pensaría yo que no fue lo mejor… no fuimos consultados…. Yo habría estado más contento sin la intervención…. Los gringos tienen sus defectos, pero yo estoy acostumbrado a ellos.”36 Guillermo Endara 33 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 34 Don M. Coerver y Linda B. Hall, “Tangled Destinies, Latin America and the United States”, The University of New Mexico Press, Albuquerque, 1999 35 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 36 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992