3. Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres

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3. Cáritas: expresión del
amor preferencial
por los pobres
Jorge García Gómez
Párroco de Jesús Obrero (Salamanca)
Resumen:
La vivencia de la caridad es lo único que nos identifica con Cristo y al mismo tiempo lo que le hace presente en medio del mundo. Si realmente esta es nuestra
identidad como cristianos: ¿Cómo vivirla dentro de la Iglesia? Y desde esta comunidad a la que pertenezco: ¿Cómo vivirla en medio del Mundo?
Para responder a estas preguntas tenemos que adentrarnos en el lugar donde Jesús
ha querido dejar perpetuado el acto de entrega, la eucaristía, para lo cual, el autor
reflexiona cinco momentos eucarísticos: el acto penitencial, la palabra, la liturgia eucarística, la comunión y podéis ir en paz. Si obramos desde el dinamismo eucarístico
nuestro actuar irá transformando la realidad de pobreza y muerte en realidad de
vida. Y hacer de nuestra vida una vida eucarística pasa por vivir la comunión dentro
de la comunidad: la caridad en comunión, segundo apartado del artículo. La comunión que lleva a todos sus miembros a ser testigo de lo que celebra anunciándolo
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con la palabra y la vida en medio del mundo. La articulación entre anuncio y acción,
entre palabra y obra será posible en la medida en que la Iglesia sea una auténtica
casa y escuela de comunión
Finalmente, Cáritas no es en la diócesis una organización carismática optativa que,
desde fuera, se pone al servicio; ni una sucursal de una organización supradiocesana.
Es, más bien, un ministerio pastoral con el que el obispo promueve y garantiza autorizadamente la responsabilidad de su Iglesia particular en la promoción, armonización y actualización de un dinamismo irrenunciable de la Iglesia que preside: La acción socio-caritativa, como parte esencial de la acción evangelizadora junto al
ministerio de la Palabra y la acción Litúrgica.
Palabras clave: caridad, eucaristía, comunión, ministerio pastoral.
Abstract:
The experience of charity is all that identifies us with Christ, while making Him
present in today’s World. If this is truly our identity as Christians, how can it be experienced within the Church? And from this community to which I belong, how can
it be experienced in today’s world? To answer these questions we must enter the
place where Jesus chose to perpetuate the act of deliverance, the Eucharist, for
which the author considers five Eucharistic moments: the act of penitence, the
word, the Eucharistic liturgy, the communion and go in peace. If we operate from
the dynamics of the Eucharist our actions will transform the reality of poverty and
death into the reality of life. And making our life a Eucharistic life means experiencing communion within the community: charity in communion, the second section
of the paper. Communion that makes all its members witnesses of what is being
celebrated, announcing it with the word and life in today’s world. The link between
announcement and action, between word and works will be possible to the extent
that the Church is a true house and school of communion.
Finally, Cáritas at the diocese level is not an optional charismatic organisation made
available from outside; nor is it a branch of a supra-diocesan organisation. Rather, it
is a pastoral ministry with which the bishop promotes and safeguards with his authority the role of his own Church in promoting, harmonising and updating a nonrenounceable dynamic of the Church that he presides: social and charity action as
an essential part of the spreading of the Gospel together with the ministry of the
Word and liturgical action.
Key words: charity, eucharist, communion, pastoral ministry.
Corintios
Corintios XIII
XIII nº
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Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres
1. Jesús permaneciendo en el amor
del Padre es fuente de amor
“En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se
extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue
a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los
sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta
Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: ‘El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para
dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor’. Y, enrollando
el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos
en él. Y él se puso a decirles: ‘Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.’ ”1
La finalidad de la obra de Lucas es recordar a los creyentes de las comunidades de lengua griega sus raíces y su referencia a Jesús. En este texto en concreto,
Lucas va a presentar el programa que Jesús se propone realizar en medio de los
hombres, como una propuesta de liberación dirigida a todos los oprimidos.
El punto de partida es la lectura del texto de Is 61,1-2. Ese texto presenta a
un profeta anónimo que, en Jerusalén, consuela a los exiliados, como un “ungido de
Dios”, que posee el Espíritu de Dios; su misión consiste en gritar la “buena noticia”
de que la liberación ha llegado al corazón y a la vida de todos los prisioneros del
sufrimiento, de la opresión, de la injusticia, del desánimo, del miedo. Lo que es más
significativo, sin embargo, es la “actualización” que Jesús hace de esta profecía: él se
presenta como el “profeta” que Dios ungió con su Espíritu, para realizar esa misión
liberadora.
El proyecto liberador de Dios va dirigido a los hombres prisioneros del
egoísmo, de la injusticia y del pecado; comienza, por tanto, y se realiza a través
de la acción de Jesús (“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”, v. 21). A
continuación, Lucas va a describir la actividad de Jesús en Galilea como el anuncio
(con palabras y gestos) de la “buena noticia” dirigida preferentemente a los pobres
y marginados (a los leprosos, a los enfermos, a los publicanos, a las mujeres), anunciándoles que ha llegado el fin de todas las esclavitudes y un tiempo nuevo de vida
y de libertad para todos.
Lucas anuncia también, en este texto programático, el camino futuro de
la Iglesia y las condiciones de su fidelidad a Cristo. La comunidad creyente ha de
1. Lc.4 16-21.
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tomar conciencia de que su misión es la misma que la de Cristo, que consiste en
llevar la “buena noticia” de la liberación a los más pobres, débiles y marginados del
mundo. Ungida por el Espíritu para llevar a cabo esta misión, la Iglesia realiza el
seguimiento de Jesús.
Cáritas nos recuerda la fidelidad de la comunidad a esta misión liberadora ya
que la última razón de su existencia es ser expresión del amor preferencial
por los pobres. Para esto surge en la Iglesia del encuentro de dos motivaciones:
la histórica y la teológica:
–Hay Cáritas junto a los pobres y personas que sufren: motivación histórica
–Hay Cáritas, ante todo, porque el Espíritu del Padre, que ungió al Hijo para
anunciar el evangelio a los pobres, sigue suscitando en la Iglesia el amor a
los pobres: motivación teológica.
En Jesucristo coinciden lo histórico y lo teológico. El cristianismo supera el
dilema permanente y el drama de todos los tiempos: o Dios o el ser humano. Cáritas está llamada a superar en Cristo la disociación entre el amor a Dios, invisible, y
el amor a los pobres, excluidos e ignorados, que ha de ser visible e inteligible para
todos los seres humanos.2
Para hacer realidad esta afirmación hemos de contemplar el amor que Dios
ha manifestado al hombre por medio de su hijo quien permaneciendo en el amor
del Padre es fuente de amor, así el discípulo de Jesús permaneciendo en el amor es
fuente de amor para los demás. Aquí se unen los dos polos el amor a Dios al que
no vemos y el amor a los hermanos a los que podemos ver.
En la introducción de Deus Caritas Est, Benedicto XVI deja claro que el amor
es una manifestación de Dios, que, en la persona de Jesús, se convierte en don
para el hombre. Hablamos, por tanto, de un amor que no es puro sentimiento, ni
tampoco se puede resumir en pura solidaridad, aun sabiendo todo el desarrollo
que Juan Pablo II hace de esta palabra en sus muchos escritos. Es una realidad que
encierra en sí toda una pedagogía que hace salir al hombre de sí mismo hacia la
liberación en la entrega del Sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro
consigo mismo, más aun, hacia el descubrimiento de Dios3.
Cuando Cristo resucita no es reconocido por su físico. Se hace presente
en medio de la comunidad y todos parecen haber visto un fantasma hasta que él
2. Documento “La Identidad de Cáritas” Aprobado en la 52 Asamblea de Caritas Española. (Pg. 16).
3. Deus Caritas Est (DCE) Nº 6.
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revela su identidad. En el capítulo 20 versículo 20 de San Juan leemos: “les enseño
las manos y el costado”. Estas son las señales de su amor y entrega, de caridad y
donación por las que la comunidad reconoce a Jesús vivo y presente en medio de
ella. Hacerle presente en el mundo pasa por la experiencia de amor y donación de
mi yo respecto a la comunidad y de la comunidad respecto al mundo para que el
otro tenga vida y la tenga en abundancia.
Ser cristiano significa encontrarse con una persona concreta que es Cristo,
Camino que nos lleva a la verdad de la vida en Dios, que nos ha recreado desde
el amor, dándose a sí mismo, situándonos en el mundo para dar respuesta a ese
don con el que él sale a nuestro encuentro.4 Así responderemos cuando estemos
ante el Padre a la única pregunta que nos hará: ¿cuánto has amado? Nos dirá venid
benditos de mi padre y sentaros a la mesa que he preparado para vosotros, porque
tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me distes de beber, fui forastero y me
hospedaste, estuve desnudo y me vestiste, en la cárcel y viniste a visitarme. ¿Pero
cuándo señor? Cada vez que lo hiciste con uno de estos tus hermanos lo hiciste
conmigo5.
La vivencia de la caridad es lo único que nos identifica con Cristo y al mismo
tiempo lo que le hace presente en medio del mundo.
Si realmente esta es nuestra identidad como cristianos: ¿Cómo vivirla dentro
de la Iglesia? Y desde esta comunidad a la que pertenezco: ¿Cómo vivirla en medio
del Mundo?
Para responder a estas preguntas tenemos que adentrarnos en el lugar donde Jesús ha querido dejar perpetuado el acto de entrega, me refiero al sacramento
de la eucaristía. Si entendemos bien lo que en ese sacramento acontece y anticipa,
nos va a dar las claves para realizar nuestra vida desde la identidad que nos fue
dada en el bautismo y que es recreada cada vez que nos sentamos en la mesa del
Reino.
4. DCE, nº 1: “Hemos creído en el amor: Así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su
vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación
decisiva”. “Y, puesto que Dios nos ha amado primero (Cf. 1 Jn. 4,10) ahora el amor ya no es sólo un
mandamiento, sino la respuesta al don de amor, con el cual viene a nuestro encuentro”.
5. Mt 25, 31-46: En este texto Mateo expresa el juicio de Dios fundamentado en las obras de misericordia y no desde acciones excepcionales.
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2. Cinco momentos eucarísticos
2.1. Acto penitencial
Reconocer el pecado es reconocer las propias limitaciones a la hora de hacer realidad el don que he recibido del Padre. Es reconocer las dificultades existentes para vivir los valores del Reino y al mismo tiempo la esclavitud que parte de las
estructuras del mundo. Pero también es reconocer las limitaciones de poder salir
por uno mismo de esa situación en la que me veo envuelto por el pecado desde
su triple dimensión: estructural, existencial y moral.
Es cierto que el pecado tiene una gran carga moral, pero no es menos cierto
que el actuar desde una moral determinada define mi existencia en el mundo en el
cual estoy insertado y en el que participo en sus estructuras que generan pobreza,
exclusión y sufrimiento.
Si admitimos que la gran consecuencia del pecado es la esclavitud que nos
lleva a la muerte, lo que nos tenemos que plantear es cómo encaminar la vida desde la libertad que el hombre recibe gratuitamente.
Cuando nosotros (mi generación) fuimos educados en la escuela se nos
decía que la libertad de uno termina cuando comienza la libertad del otro. Para nosotros esto, por así decirlo, se convirtió en un principio moral por el que ejercíamos
el respeto al otro que tiene el derecho a su libertad. Ahora bien, si nos fijamos en lo
que Jesús revela en la escritura, esto no es tan cierto. Dios no pone límites a la libertad. Fijémonos en la parábola del hijo prodigo y nos daremos cuenta rápidamente
que en el reparto que el padre hace de la herencia a petición del hijo, el padre está
respetando la voluntad del hijo, de alguna manera le está dando la libertad que el
hijo pide al padre. Pero, ¿de qué libertad hablamos?
La libertad que el hijo quiere vivir es la del puro arbitrio, aquello que permite
hacer lo que uno quiere con su ser y con lo que tiene sin dar cuentas a nadie. En
la parábola vemos como esta ansia de libertad le lleva a vivir sólo para sí mismo y
esto tiene una consecuencia trágica ya que en el fondo vive una gran mentira que
le lleva a la soledad más radical y a poner en juego la dignidad de ser persona6.
6. Lc 15,15-17: Para los judíos, el cerdo es un animal impuro; ser cuidador de cerdos es la expresión
de la máxima alienación y el mayor empobrecimiento del hombre. El que era totalmente libre se
convierte en un esclavo miserable (comentario tomado de Jesus de Nazaret; Benedicto XVI; Pag. 246).
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En este intento de búsqueda de la felicidad desde una mala concepción de
la libertad, se encuentra con el sufrimiento que brota de sus propios actos. Aquí
se enmarca la consecuencia del pecado producido por una ruptura, la de la filiación, que conlleva una doble dimensión. Por una parte la del hijo que rompe con
el ser hijo para vivir desde el yo y esto provoca en el padre no poder ejercer la
paternidad para con su hijo. Este aspecto es importante porque como veremos
más adelante el amor que estamos llamados a vivir es el mismo amor del Padre:
“Amaos como yo os he amado”. Esto no es posible sin la dimensión de filiación por
la que el padre manifiesta su amor a través de sus hijos.
La verdadera libertad, por tanto, no está en poner límites ya que no termina
en el otro si no que realmente toma su dimensión verdadera cuando se adhiere a
la del otro y juntos disciernen la verdad que les lleva a la libertad.Yo no seré verdaderamente libre mientras mi hermano no lo sea.
En esta parte de la misa se nos hace una invitación a volver la mirada a la
Cruz de Cristo que es el acto de redención en el que se restablece la unidad que
se refleja en la comunidad mundial de los creyentes7. En ella se rompe el círculo en
el que la persona se ve envuelta y del cual no puede salir por sus propias fuerzas.
Es la mirada dirigida a la verdad del amor como acto oblativo para trasformar la
realidad de muerte en vida: contemplamos así la realidad de lo que es Dios para
sus hijos: “Dios es amor” y desde esta mirada el cristiano encuentra la orientación
de su vivir y de su amar8.
Se produce por tanto una vuelta a Dios, al Padre que sale al encuentro para
ponernos de nuevo el “mejor traje” que es el vestido de hijos. Pero al mismo tiempo se produce una vuelta al prójimo y desde el perdón de las ofensas y las deudas
se abre un amplísimo y dramático campo de trabajo para trasformar las deudas en
perdón, las ofensas en abrazo, el hambre en pan, la violencia en paz…9
2.2. La palabra
Pues bien, esa vida que ha sido vestida con el traje de la gracia por la misericordia del Padre, y de nuevo es situada en la unidad con los hermanos, es iluminada
por la palabra de Dios para encaminarla desde la comunidad a la felicidad a la que
7. Sepe Salvi Nº 14.
8. DCE Nº 8.
9 Is 1, 16-18: “Aprended a hacer el bien: buscad la justicia, restituid al agraviado, escuchad al huérfano, amparad a la viuda.Y después venid luego, dice Yavé, y haremos cuentas: aunque vuestros pecados
fueran como la grana, como la nieve blanquearán”.
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está llamada. El texto de los dos discípulos que iban camino de Emaús me parece
que refleja muy bien lo que quiero trasmitiros en esta parte de la liturgia.
La escena nos sitúa delante de dos discípulos que se encuentran claramente tristes y desanimados. Abandonan la comunidad, que, de aquí en adelante, no
parece tener ningún sentido y regresan a su pueblo dispuestos a olvidar el sueño
que han vivido, a poner los pies en el suelo y afrontar de nuevo una vida dura y sin
esperanza.
En la secuencia vemos como entra un nuevo personaje: Jesús. Él se hace
compañero de camino y se pone a conversar con ellos. El diálogo que se establece
parte de un acontecimiento que Jesús explica desde la palabra de Dios. Cuando
deja solos de nuevo a los discípulos se preguntan uno a otro: “¿No ardía nuestro
corazón cuando nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras?” Esto es
lo que acontece. El mismo Señor viene al encuentro para iluminar la vida de todos
los que se han sentado a la mesa, para hacer que arda el corazón.
Es, en esta parte de la misa, donde el yo queda interrogado por lo que estoy
escuchando. Se establece una relación dialógica entre la palabra de vida que acojo
y la vida personal que al mismo tiempo es vivida en relación con el otro. Es desde
aquí desde donde uno ha de formularse las preguntas de su existencia y buscar las
respuestas ante las situaciones trascendentes que afectan tanto a la persona como
al pueblo al que pertenece. El acertar con la respuesta pasa por la actitud de María
a la hora de dar respuesta al ángel cuando le anunció que iba a concebir al hijo de
Dios: “Hágase en mí según tu palabra”. Esta actitud de acogida es la del ser orante
que se deja interpelar por el amor para abrir su espíritu al otro dejando que Él
siga haciéndose prójimo, para que nosotros podamos a su vez ser prójimos de los
tirados al borde del camino.
De este modo encarnar la palabra que recibo significa actuar desde la entrega y amor tomando el camino del servicio: “no he venido a ser servido sino a
servir”. Significa ceñirme la toalla, llenar la jofaina de agua y ponerme a lavar los pies
a todo aquel que se acerca dándole dignidad y libertad por el amor. He de salir al
cruce de caminos para indicar al otro el camino de esperanza al cual está llamado.
He de acercarme a los lugares de oscuridad y muerte para iluminarlos y pueda el
Señor transformarlos en vida.
2.3. Litúrgia Eucarística
“Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le fuerzan diciéndole: quédate
con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado. Y entró a quedarse con
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ellos. Y sucedió que cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron10.”
No sólo reconocen que el compañero de camino es el Señor, es el momento en el que se les abre el entendimiento de todo lo que han escuchado.
Es en la fracción del pan donde contemplamos a Cristo roto, colgado en el
madero y atravesado por una lanza, pero al mismo tiempo, al Cristo vivo en medio
de la comunidad, hacia el que todas las miradas se dirigen. Es aquí donde somos capaces de entender la gracia que Dios ha tenido con el hombre. Si en la muerte de
Jesús todos estamos representados, en su resurrección hemos resucitado todos11.
El asume mi yo y le da la oportunidad de salir por la puerta del aprisco, siguiendo al
buen pastor que se pone delante y me conduce, por pura misericordia, al lugar que
mi padre me tenía preparado. Se produce, pues, una trasformación de la persona.
Dios por medio de su hijo nos capacita poder ser hijo de Dios.
Es importante caer en la cuenta que lo que está aconteciendo no es algo del
pasado, Dios sigue haciéndolo, el sacrificio que existió de una vez para siempre, se
perpetúa en el tiempo y se realiza plenamente.
La respuesta a este amor no puede ser otra que la de tomar el camino de
Jerusalén, el camino de Galilea, para reintegrarme en la comunidad y encontrarme
con el resucitado.
2.4. La Comunión
“Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: es verdad, ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”12.
La figura de Simón es la piedra sobre la que Jesús edifica la Iglesia que después será definida por San Pablo como un cuerpo. Es el cuerpo nuevo del resucitado, que anuncia al pueblo el tiempo nuevo que se inaugura en la resurrección.
10. Lc 24, 28-32.
11. Palabras tomadas de San Pablo que recitamos como acción de gracias en el prefacio II de Pascua.
12. Lc 24, 33-34.
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Una vez que me he reencontrado con la comunidad, estoy capacitado para,
junto con todos los que la forman, levantar la voz en alabanza al Padre como el
mismo Jesús nos dijo que lo hiciéramos.
Mi profesor de sagrada escritura, cuando estudiábamos el texto del Padre
Nuestro, en plan de broma, nos decía que los discípulos cuando le piden a Jesús
que les enseñara a orar es porque ven como el pueblo de Israel tenía el semá que
les identificaba como pueblo de Dios, incluso los discípulos de Juan sabían cómo
tenían que hacerlo y ellos no tenían nada que les identificara como comunidad de
discípulos. No sé si es cierto pero es muy sugerente para empezar una catequesis
sobre el Padre Nuestro como oración que nos identifica con un pueblo.
Fijémonos que se utiliza durante toda la oración la primera persona del
plural mostrando así toda una dimensión comunitaria ya que sólo formando parte
del “nosotros”, de los hijos de Dios, podemos traspasar los límites de este mundo
y elevarnos hasta Dios13. Sólo formando parte de la comunidad y viviendo en ella
la comunión reaviva lo más íntimo de mi persona y sólo desde ese cuerpo nuevo
me convierto en alabanza al Padre.
En esa alabanza pedimos el pan necesario para todos y no sólo para mí.
Después de habernos reunido en un cuerpo nadie de la comunidad pude pasar
hambre. El pan se nos da como alimento del cuerpo y todos lo formamos, todos
participamos de él por la gracia que el Padre ha tenido para con el hombre por
medio de su hijo. Por eso aquellos que tienen lo deben compartir con el que carece
de él, no por solidaridad, sino por justicia ya que no me pertenece a mí sólo.
Después de la oración Jesús se nos da como pan de vida. Un pan que nos
convierte en miembros de su cuerpo, en una sola cosa con Él. Así todos somos
arrancados de nuestra identidad individual cerrada y somos colocados en otra más
grande. Ya no estamos junto al otro, cada uno individualmente separado del otro,
sino que ahora cada uno de los otros que comulga es para mí, por decirlo de alguna
manera, “hueso de mis hueso y carne de mi carne”. Por esto Benedicto XVI en el
Nº 14 de DCE dice: “La mística de este sacramento tiene un carácter social, porque
en la comunión sacramental yo quedo unido al Señor como todos los demás que
comulgan. La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a
los que él se entrega”.
13. Benedicto XI, Jesús de Nazaret, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 2007. Pág. 161.
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2.5. Podéis ir en paz
Estas palabras casi siempre son entendidas como que la misa ha terminado
y a otra cosa, pero no es cierto, es un envío a hacer realidad por medio de nuestra
vida lo que hemos celebrado en medio del mundo. Si la eucaristía es donación
amorosa de Cristo mismo yo en la comunión le recibo a Él para que actúe por medio de mí. Nuestra respuesta a esta invitación no puede ser otra que la de entregar
nuestra vida para que Él pueda, por medio de mi existencia, seguir encarnando la
palabra de Dios en la historia.
Es importante tener claro que el participar en la eucaristía implica una respuesta libre y consciente, a una invitación que se nos hace al encontrarnos con
Cristo, que encarna la Palabra y que, por tanto, es acontecimiento salvífico, noticia
que yo acojo.Y esa respuesta no es otra que la respuesta de amor al don del amor
que sale a mi encuentro14.
Participar en la eucaristía no se trata simplemente de acercarnos a un rito
con más o menos implicación en la dinámica del mismo. Se trata de dejar que Cristo mismo transforme mi vida, es decir, que mi yo pueda morir a la realidad del pecado para que surja en mí una vida renovada a la luz de la gracia. Esta transformación
me proporciona una identidad nueva y concreta con la cual yo entro en diálogo
con el mundo y, por tanto, me sitúa de una manera concreta con la realidad con la
que me encuentro a lo largo del camino de la vida. De esta manera, en el después,
por medio de mi testimonio es como yo puedo hacer partícipes a los demás de lo
que he celebrado en el rito.
Así pues, si obramos desde el dinamismo eucarístico nuestro actuar irá transformando la realidad de muerte en realidad de vida. Si la pobreza surge por causa
del pecado y éste lleva al hombre a la muerte nuestra tarea es entrar en diálogo
con esa realidad para que el Señor la asuma y por medio de nuestro servicio la
transforme y haga resurgir el yo de la persona y la sitúe de nuevo en el camino que
le lleva a la vida. Así resurgirá la divinidad perdida, no del encuentro con mi persona,
mero instrumento, sino del encuentro con el único que es capaz de hacer realidad
aquello que nos parece imposible.
Nuestro hacer reflejará aquello que somos y participa del hacer del otro que
busca un bien común en el que todos nos vemos involucrados en procesos mutuos
de crecimiento e interdependencia.
14. DCE, Nº 1; “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva.”
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3. La caridad en la Comunión
Hemos visto como la eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. En
ella no sólo recibimos de modo pasivo el “logos” encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega15. De este modo somos capacitados para vivir la
caridad desde la comunión (Koinonía). Así encontramos la respuesta a la primera
pregunta que nos hacíamos que no es otra que hacer de mi vida una vida eucarística y esto pasa por vivir la comunión dentro de la comunidad.
Es desde esta comunión en Cristo como el yo se une al tú formando la
Iglesia, y por consiguiente, la comunidad parroquial es expresión de esa Iglesia en
el ámbito local. La comunidad parroquial ha de ser expresión de la comunión que
lleva a todos sus miembros a ser testigos de lo que celebra anunciándolo con la
palabra y la vida en medio del mundo. La articulación entre anuncio y acción, entre
palabra y obra será posible en la medida en que la Iglesia sea una auténtica casa y
escuela de comunión. De otra forma, la palabra y la acción tienden a cortarse de
su hontanar divino y siguen caminos autónomos y paralelos. El anuncio y la acción
brotan del amor divino. Así lo recuerda la palabra y la acción del enviado del Padre;
así lo atestigua Corintios XIII.
En el numero 20 de la encíclica Deus Caritas Est el Papa nos pone el ejemplo
de las primeras comunidades tomando el texto de Hech. 2,44-45 donde se narra
cómo se organizaron: entorno a las enseñanzas de los apóstoles, de la fracción del
pan, de la oración y la comunión que se hacía práctica poniendo todos los bienes
en común de tal manera que no hubiera ni ricos ni pobres. De este modo nos
plantea el camino para resituar las comunidades parroquiales en la dinámica de la
caridad como tarea imprescindible para hacer realidad el amor al prójimo enraizado en el amor a Dios.
El mismo, es consciente de que en la situación actual llevar esto a la práctica
al pie de la letra es imposible, pero es necesario que permanezca el espíritu que
impulsó a los primeros cristianos de tal modo que en la familia de Dios en medio
del mundo, que es la Iglesia, nadie sufra por falta de lo necesario: “en la comunidad
de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien
los bienes necesarios para una vida decorosa”.16
15. DCE, Nº 13.
16. DCE, Nº 20.
Corintios XIII nº 135
Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres
Si entendemos la Iglesia como casa de comunión17 debe permanecer abierta
a cuantos se acerquen a ella. Más aún tiene que impulsar a los suyos para que salgan
a los caminos e inviten a los cansados y desvalidos a entrar en la fiesta del Señor. A
los pobres debe darles un puesto de honor en la mesa de la fraternidad. En ella se
compartirá no sólo los bienes materiales sino también los bienes de la fe. La comunidad parroquial debe ensanchar sin cesar el espacio de su comunión, a fin de que
todos encuentren en ella el puesto que le corresponde. Desde esta perspectiva La
llamada opción preferencial por los pobres aparece como consecuencia ineludible de
la comunión con Aquél que vive en el pobre y lo integra en su carne trasfigurada.
La evangelización, que como afirmó con claridad Pablo VI, “constituye la dicha
y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda”, toma así el verdadero dinamismo de la Misión. Las comunidades parroquiales han de ser testigos del
amor de Cristo y los miembros que la forman “han de ser personas movidas ante
todo por ese amor, personas cuyo amor ha sido conquistado por Cristo con su
amor, despertando en ellos el amor al prójimo”18. La cuestión ahora es la de cómo
hacerlo en medio del mundo.
La preocupación de Benedicto XI cuando escribe Deus Caritas Est es al mismo tiempo pastoral y cultural. El desea entrar en diálogo con la modernidad y la
postmodernidad para mostrarle méritos y límites. Entre los objetivos previos que
el Papa se fija no está sólo el de afirmar que el cristianismo es, en su esencia, algo
más que una idea o una doctrina ética. Tiene sobre todo, el objetivo de evangelizar
la cultura de hoy, de anunciar– haciéndolo principalmente visible–, el amor ilimitado
de Dios con cada hombre, dejando claro, cómo éste, encarnado por Jesús, hecho
accesible a todos, representa la esperanza del mundo.
Si uno de los objetivos es la evangelización de la cultura de hoy, hemos de
volver a mirar a nuestras comunidades parroquiales y plantearnos cómo se tienen
que situar en el mundo.
A partir del Concilio Vaticano II, y sobre todo, a mi entender, con las encíclicas de Juan Pablo II:
–Redemtor Hominis.
–Dives in misericordia.
17. NMI, Nº 43; “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder
también a las profundas esperanzas del mundo.”
18. DCE, Nº 33.
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–Redemtor missio.
Se empieza a crear una conciencia en la que la comunidad eclesial está constituida como una comunidad al servicio del “evangelio de la caridad”.
A la luz de estas encíclicas nos damos cuenta que en Cristo, con Cristo, la
humanidad entera revive de forma ejemplar la propia vocación originaria al amor;
responde por último, al amor del Padre. El programa mesiánico de Jesucristo es
el programa mesiánico de la Iglesia, comunidad de vida de verdad y de caridad19:
para profesar y celebrar el amor misericordioso de Dios con el hombre y con lo
creado; para introducirlo y encarnarlo, mediante el anuncio y testimonio en la vida
de sus fieles, como dentro de lo posible, en los hombres de buena voluntad; para
implorarlo.20
En este marco y después de dos acontecimientos importantes para la Iglesia
como fueron el Jubileo y el comienzo del nuevo milenio con la exhortación apostólica Novo Millennio Ineunte y la publicación del compendio de la Doctrina Social
de la Iglesia es como aparece la primera encíclica de Benedicto XVI.
En el número 25 DCE se nos dice cuáles son las tres tareas imprescindibles
para la evangelización: anuncio de la palabra de Dios, celebración de los sacramentos (liturgia) y servicio de la caridad ( Diakonia ). Lo importante no está en recordarnos esa triple tarea sino en lo que el Papa afirma después: “son tareas que se
implican mutuamente y no pueden separarse una de otras. Para la Iglesia, la caridad
no es una especie de actividad, de asistencia social, que también se podría dejar a
otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su
propia esencia”.
Esto nos permite plantear que la caridad no es simplemente acción social
como instrumento que permite desarrollar una de las tareas de la triple dimensión
que conforma la misión a la que la iglesia está llamada, es, desde su origen, manifestación del amor trinitario, que convierte a la Iglesia en una verdadera comunidad de
amor. El espíritu armoniza el corazón de los creyentes con el corazón de Cristo y
los mueve a amar a los hermanos como Él los amó; trasformando así el corazón de
la misma comunidad eclesial. Toda la actividad de la Iglesia es expresión de un amor
que busca el bien integral del hombre21.
19.. Redemtor hominis, Nº 9.
20.. Dives in misericordia, Nº 13-15.
21. Esta idea está tomada del Nº 19 de DCE.
Corintios XIII nº 135
Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres
Desde esta concepción, Cáritas es expresión del amor fraterno de la comunidad cristiana, y también es portadora de aquellos elementos específicos de
nuestra tradición religiosa y espiritual que han hecho posible sociedades más justas
e igualitarias. Actualizar el vigor de los valores y principios que han inspirado una
configuración equitativa del espacio político y legal es una tarea siempre renovada
en el objetivo último de desactivar los condicionantes culturales que siguen provocando a día de hoy pobreza y exclusión.
Vivir y actuar con los valores propios de la identidad de Cáritas tiene una dimensión contracultural innegable. Es preciso hacer una lectura lúcida y crítica de la
realidad social para descubrir los contra-valores hegemónicos en nuestra cultura. La
razón instrumental, el ethos consumista, el individualismo, la superficialidad materialista, la atomización, la competitividad, el mercantilismo, los fundamentalismos… son
algunos de los que se pueden acometer. Desde Cáritas, proponemos el programa
de vida que trasluce el Buen Samaritano que sabe “ver con el corazón”.
El camino a recorrer es el del Buen Samaritano como criterio de comportamiento y muestra de universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado
encontrado casualmente. Así la caridad es vivida no sólo entre los creyentes sino
que la comunidad se abre a todo hombre que pasa necesidad22.
Cáritas como institución tiene el deber de reforzar esta conciencia en los
miembros de la comunidad de modo que a través de su actuación –así como por
su hablar y su silencio– sean testigos creíbles de Cristo23.
4. Cáritas como ministerio pastoral
Como hemos visto en todo lo expuesto Cáritas nace de las entrañas de la
misma Iglesia como cuerpo de Cristo resucitado en medio del mundo que sigue
manifestando su amor preferente a los pobres. Por ello, Cáritas no es en la diócesis
una organización carismática optativa que, desde fuera, se pone al servicio; ni una
sucursal de una organización supra diocesana. Es, más bien, un ministerio pastoral
con el que el obispo promueve y garantiza autorizadamente la responsabilidad de
su Iglesia particular en la promoción, armonización y actualización de un dinamismo
irrenunciable de la Iglesia que preside: la acción socio-caritativa, como parte esencial
de la acción evangelizadora junto al ministerio de la Palabra y la acción Litúrgica24.
22.. DCE, Nº 25 b.
23.. DCE, Nº 31 c.
24. Documento: “La identidad de Cáritas” (página 29).
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Cáritas está llamada a realizar en nombre del Obispo este ministerio que es
la expresión de la diaconía. Para cumplir su misión desde su identidad Cáritas ha de
conjugar en torno a la caridad la solidaridad que se manifiesta en primer lugar en la
distribución de los bienes y la remuneración del trabajo. Supone también el esfuerzo en favor de un orden social más justo en el que las tensiones pueden ser mejor
resueltas, y donde los conflictos encuentren más fácilmente su salida negociada25.
Esta ha de ser entendida como virtud eminentemente cristiana que va más allá de
los bienes materiales: “es ejercicio de comunicación de bienes espirituales aun más
que comunicación de los bienes materiales”26. Y la justicia que es la virtud moral
que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les
es debido. “Para con el hombre, la justicia dispone a respetar los derechos de cada
uno y a establecer En las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad
respecto a las personas y al bien común”27.
Desde este tríptico Cáritas ha de organizarse para ser eficaz en el mandato
que le ha sido encomendado. Ha de hacer lo posible para poner los medios necesarios, y sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñen estos cometidos.
Por lo que se refiere al servicio que se ofrece a los que sufren, es preciso que sean
competentes profesionalmente28.
Esta organización nos lleva, en ocasiones, a tener que asumir formas jurídicas
para situarnos en la sociedad y así poder desarrollar la actividad y esto, a veces,
nos puede llevar a equívocos. Nos pueden entrar fisuras a las que tendremos que
estar siempre muy atentos. No son pocos los miembros de la comunidad cristiana
que definen a Cáritas como ONG de la Iglesia. Esta concepción puede disipar a los
fieles y hacerles creer que la caridad no es una parte integrante de la misión de
la Iglesia. Más bien es entendida como un sentimiento filantrópico muy loable que
tienen algunas personas.Y no como algo que muestra la identidad de la comunidad
que desarrolla toda una serie de acciones socio pastorales que intentan paliar el
sufrimiento del hombre mostrando el abrazo de la Iglesia a todos los afligidos por
la debilidad humana. La Iglesia descubre en los pobres y en los que sufren la imagen
de su fundador pobre y sufriente, se preocupa de aliviar su miseria y busca servir
a Cristo en ellos29.
Considerar a Cáritas como institución, desde esta concepción simplista, conlleva el riesgo de reducir a la Iglesia en ONG. Para evitar este riesgo hemos de te25. Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1940.
26. Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1948.
27. Id. Nº 1807.
28. DCE, Nº 31.
29. LG, Nº 8.
Corintios XIII nº 135
Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres
ner muy en cuenta lo que Benedicto XVI dice en el numero 31 de Deus caritas Est:
“Los agentes de Cáritas, además de la preparación profesional, necesitan también y
sobre todo una formación del corazón: se les ha de guiar hacia ese encuentro con
Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que,
para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto
desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la
caridad”.
Considerar a Cáritas como institución, desde una concepción más amplia y
real, podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que Cáritas es la comunidad parroquial como hogar abierto a todos y al servicio de todos, o como le gustaba decir a
Juan XXIII: “es la fuente del pueblo a donde todos acuden para apagar su sed”. Para
que esto sea posible la comunidad se organiza delegando en algunos miembros las
diferentes tareas que hemos de realizar para cumplir con la misión que le ha sido
encomendada. Esta delegación no conlleva el desentendimiento de la comunidad
de las diferentes encomiendas pastorales que se desarrollan en la misma es, más
bien, un modo de actuar en corresponsabilidad de modo que todos los miembros
de la comunidad se sientan responsables y protagonistas, junto con el párroco, del
anuncio de la buena noticia allí donde está ubicada territorialmente la parroquia. Es
aquí donde se sitúa el grupo de la Cáritas parroquial con la encomienda de coordinar las iniciativas y actividades que derivan del compromiso que asume la comunidad cristiana para trabajar en el servicio de la caridad y organizar la comunidad
cristiana de bienes en favor de los más pobres.
Es bueno en este momento que nos preguntemos cómo ha de ser el servicio de la caridad para que sea auténtico e irreprochable: Me voy a limitar a enumerar sólo algunas:
–Ver en el prójimo la imagen de Dios, aunque esté a menudo desfigurada. La
escritura nos dice que el ser humano ha sido creado a imagen de Dios.
–Respetar, con el máximo cuidado, la libertad y la dignidad de la persona que
acude a nosotros en demanda de ayuda.
–Intentar satisfacer las exigencias de la justicia para no ofrecer como don de
caridad aquello que es debido a título de justicia.30
30. Benedicto XVI, en su encíclica Deus, cáritas est nos dice en el nº 28 que “la construcción de la
justicia es una tarea fundamental que debe afrontar cada generación y esto exige, a su vez, trabajar
para suprimir las causas de los males y no solamente sus efectos”.
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–Encaminar la ayuda de tal manera que los que la reciban, poco a poco se
vayan liberando de la dependencia externa y lleguen a ser suficientes por
sí mismos.31
–Ser conscientes de que un buen servicio a los pobres requiere muchas
veces la intervención de profesionales coordinada con la acción de los
voluntarios.
–Tener el coraje de asumir el riesgo necesario (económico y de imaginación
creadora) sin caer en irresponsabilidades, cuando se trata de planificar y
realizar un servicio. Cáritas en todos sus niveles: diocesano, parroquial, nacional e internacional han de hacer lo posible para poner a disposición los
medios necesarios y, sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñen
esas tareas.
–Denunciar, cuando sea necesario, las situaciones de pobreza que tengan un
relieve especial en la demarcación donde se actúa, en la misma medida que
se trabaja para superarlas.
–Ofrecer un campo común de encuentro a cuantos desde diferentes puntos
de vista, dentro de un mismo territorio, quieran trabajar por la defensa
de los derechos de la persona humana. En el nº 31 b, al final del punto
Benedicto XVI nos dice que cuando la actividad caritativa es asumida por
la Iglesia, por la comunidad cristiana como iniciativa comunitaria frente a la
espontaneidad del individuo debe añadirse la programación, la previsión y
la colaboración con otras instituciones similares y, en el nº 30 b la necesaria
colaboración entre instituciones eclesiales y estatales y nos expresa que
la encíclica Ut unum sint de Juan Pablo II ya indicaba que, para un mejor
desarrollo del mundo es necesaria la voz común de los cristianos, su compromiso para que triunfe el respeto de los derechos y de las necesidades
de todos, especialmente de los pobres, los indefensos, los marginados.
–Y finalmente la ORACIÓN. En el nº 36 y 37 de Deus cáritas est, el Papa
remarca de manera especial esta característica concreta. Quien ora, dice,
no desprecia su tiempo, aunque todo impulsa a una situación de emergencia e impulsa sólo a la acción. Ha llegado el momento, nº 37, de reafirmar
la importancia de la oración ante el activismo y secularismo reinante en
muchos cristianos comprometidos. La familiaridad con el Dios personal y el
abandono a su voluntad impiden la degradación del hombre.
31. El Decreto sobre el apostolado de los laicos 4,8 del Vaticano II, ya nos lo recordaba..
Corintios XIII nº 135
Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres
Este servicio que el equipo de Cáritas, como todo grupo constituido, tiene el
deber de hacer visible, lo ha de desarrollar desde las siguientes funciones:
1. Sensibilizar a la comunidad cristiana en la caridad y la justicia.
r&TUJNVMBSBWJWJSMPTWBMPSFTEFMFWBOHFMJPQBSBRVFDPOFMUFTUJNPOJPQFSsonal se configure una comunidad fraterna y solidaria. Se trata de abrir los
oídos y corazones a personas concretas, más o menos desfiguradas por el
dolor y la pobreza, los que encarnan la “zarza” incombustible desde la que
sigue hablando Dios.
r%BSBDPOPDFSMBTOFDFTJEBEFTTPDJBMFTZMPTQSPCMFNBTIVNBOPTEFMFOtorno.
r1SPQPOFSGPSNBTQSÃDUJDBTEFQBSUJDJQBSFOBDDJPOFTZQSPZFDUPTBGBWPS
de los más pobres.
2. Realizar una tarea de asistencia y promoción.
r*SNÃTBMMÃEFMBBZVEBEFVSHFODJBBNFOVEPFDPOÓNJDBPGSFDJFOEPTJFNpre que sea posible, un tratamiento global que favorezca la promoción de
la persona que le ayude a vivir de manera autónoma, es decir, que no tenga
que depender de las instituciones y de los servicios sociales.
r1SPNPWFSJOJDJBUJWBTQBSBEFUFDUBSMBTOFDFTJEBEFTOPDPOPDJEBTEFMQSPQJP
entorno.
r1MBOJGJDBSMBTBDDJPOFTRVFTFMMFWFOBDBCPZFWBMVBSMBTQFSJÓEJDBNFOUF
3. Fomentar la coordinación junto con la diocesana.
r&ODPPSEJOBDJÓODPOMBEJPDFTBOBDPOPDFSMPTQSPZFDUPTTPDJBMFTRVFTF
realizan en la diócesis en las Cáritas.
r&TUBCMFDFSDBOBMFTEFJOGPSNBDJÓODPOMBTEJWFSTBTJOTUJUVDJPOFTZHSVQPT
que existen.
r1SPNPWFSMBDPMBCPSBDJÓOEFPUSPTHSVQPTEFMBTQBSSPRVJBTQBSBUBSFBTZ
acciones concretas.
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4. Denunciar las injusticias.
r"ZVEBSBRVFUFOHBOWP[MPTRVFOPMBUJFOFO
r6OJSMBTBDDJPOFTBGBWPSEFMPTRVFTVGSFO BDDJPOFTEFEFOVODJBEFMBT
situaciones de injusticia.
Si el ser de Cáritas es la comunidad parroquia no podemos olvidar que la
parroquia esta insertada en una realidad más amplia que es la diócesis. Es por esto
por lo que en cada diócesis existen las delegaciones por las que el Obispo ejerce
esta dimensión pastoral cuando asume el ser pastor de una diócesis.
Las Cáritas diocesanas, al modo como hemos visto en la parroquia, deben
mantener una generosa participación en la vida de la Iglesia:
r"OJNBOEP KVOUPDPOMPTQÃSSPDPTRVFQSFTJEFOMBTDPNVOJEBEFT MBEJOBmización del acercamiento de las comunidades parroquiales a las realidades de sufrimiento y pobreza que se viven en los territorios concretos.
r1SPNPWJFOEPMBCÙTRVFEBEFSFTQVFTUBTJOUFHSBEPSBTBFTBTOFDFTJEBEFT
nuevas que surgen en las personas concretas que viven en la comunidad o
alrededor de ella, dejando traslucir el amor del padre para con sus hijos.
r3FMBDJPOBOEPB$ÃSJUBTDPOPUSBTPSHBOJ[BDJPOFTEFMB*HMFTJBRVFTFEFEJcan a tareas similares y trabajan en ambientes semejantes.
Debe ser constructora de la comunidad colaborando en cuestiones eclesiales concernientes a la estructura y las actividades de la institución.
r'PNFOUBOEPRVFMBT$ÃSJUBTTFJOUFHSFOFOMBQBTUPSBMEFDPOKVOUPEFTVT
respectivas comunidades según las características y los objetivos propios.
Debe dinamizar la formación en materias de fe y de doctrina social cumpliendo tareas de animación y de orientación teológica, espiritual y pastoral según el
espíritu “Cáritas” que tiene la misión y mandato de irradiar la justicia, la solidaridad
y la caridad en el mundo.
r3FTQPOEJFOEPBMBTEJGFSFOUFTOFDFTJEBEFTEFDBSÃDUFSBQPTUÓMJDPZFWBOgélico.
r$PMBCPSBOEPFOFMFTGVFS[PDPNÙOEFQSFTFSWBSMBEFVOTFDUBSJTNPFTtrecho, de mantenerla abierta a la universalidad de la Iglesia y ubicada en
Corintios XIII nº 135
Cáritas: expresión del amor preferencial por los pobres
frontera de las relaciones Iglesia-Mundo donde Cáritas tiene inscrito el
mandato y misión.
5. A modo de conclusión
Benedicto XVI, al final del texto de Deus, Cáritas est, decía (nº 39) que “Vivir
el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo”, es a lo que nos invitaba con la encíclica.
Creo que nosotros, familia Cáritas nos tenemos que seguir invitando, ayudando y animando a ser como una parábola de Jesús en nuestro mundo secularizado y duro.
r1BSÃCPMBDMBSBEFMBNJTFSJDPSEJBEFMBNPSZEFMBKVTUJDJBEF%JPT
r1BSÃCPMBEFVOBGFIVNJMEFZDPOGFTBOUFRVFSFOVODJBBMBTIFSSBNJFOUBT
de dominación y de poder.
r1BSÃCPMBFOMBDSFBDJÓOZTBOBDJÓOEFMPTUFKJEPTTPDJBMFTEFEJÃMPHPZDPordinación con todas las instituciones eclesiales.
r1BSÃCPMBEFMPTiOPFTuRVFIBOEFSFTPOBSQPSMBTDBMMFTDPOUSBUPEBTMBT
exclusiones.
r1BSÃCPMBEFUPEPTMPTQFRVFÒPTSFMBUPTRVFCVTDBOIJMWBOBSTFFOFMiHSBO
relato” de la filiación y de la fraternidad universal.
r1BSÃCPMBRVFBZVEFBTVQFSBSMPTÎEPMPTEFOVFTUSPUJFNQP UFOFS QPEFS
saber.
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cuyo sueño más querido es la inclusión en la vida, en el amor y la dignidad
de todos los excluidos.
r1BSÃCPMBEFM&TQÎSJUVEF+FTÙTRVFOPTBCSBBMBTPSQSFTBBMBTPNCSPEFTFguir introduciendo esfuerzo, dinamismo, creatividad, esperanza, de que algo
nuevo y distinto es posible: “Mirad voy a crear algo nuevo, de lo pasado no
habrá recuerdo” (Is 65,17).
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