El día que le robaron un buque de guerra a los Estados Unidos Es muy difícil creer que al ejército más poderoso del mundo le roben un buque de guerra, pero esto sucedió, y no fue muy conocido ni publicitado, ya que los ojos del mundo se encontraban sobre Vietnam, mientras los servicios de espionaje e inteligencia peleaban su propia guerra en otros lugares del mundo. A finales de la década de los 60, la Guerra Fría se encontraba en su apogeo, y mientras los soviéticos tenían naves espías cerca de la Florida y Alaska, disfrazadas de barcos pesqueros, los Estados Unidos mantenían sus naves recorriendo aguas internacionales cercanas a China, Corea del Norte y la Unión Soviética. El USS Pueblo era un pequeño buque de 750 t, que se dedicaba especialmente a hacer espionaje electrónico. Este espionaje lo realizaba encubierto como buque de investigación científica con una tripulación de 83 hombres, y solamente llevaba un par de ametralladoras Browning como armamento. El USS Pueblo estaba equipado eso sí, con la última tecnología en dispositivos Elint, instrumentos de alta navegación, radar y sonar, aparatos escuchas y una “oreja” gigante para localizar submarinos situados hasta 120 kilómetros de distancia. El 11 de enero de 1968, zarpó de la base naval de Sasebo en Japón, con la misión secreta de recoger información electrónica sobre la actividad naval soviética en el estrecho de Tsushima, y de interceptar comunicaciones provenientes de Corea del Norte. El 23 de enero el buque fue interceptado por una torpedera norcoreana, algo que era normal en estas actividades de espionaje electrónico. Utilizando el lenguaje marítimo de banderas, los norcoreanos pidieron al USS Pueblo que identifique su nacionalidad. Al izar la bandera norteamericana, recibieron el mensaje: “Alto o abro fuego”. El USS Pueblo respondió: “Estamos en aguas internacionales”, e hicieron caso omiso de la orden y siguieron su rumbo. Una hora después aparecieron desde el sudoeste tres naves norcoreanas que rodearon al buque americano, una se puso delante de la proa, y les ordenó seguirles. Al mismo tiempo habían aparecido como por arte de magia, dos aviones MiG norcoreanos que sobrevolaban amenazadoramente. Lo insólito del caso es que, para ser una nave de espionaje electrónico, el USS Pueblo no contaba con un mecanismo de autodestrucción de pruebas, y eso fue prácticamente lo que los condenó a protagonizar un grave incidente internacional. Tan pronto como comenzó el abordaje, los americanos trataron de quemar archivos, romper documentos e intentaron destruir el valioso equipamiento electrónico de espionaje con hachas, martillos y hasta con granadas de mano. Estaban en eso, cuando una granada mal lanzada le voló una pierna a un marinero e hirió a otros tres. Uno de los heridos falleció poco después. La versión oficial americana aseguraría posteriormente, que estos marineros resultaron heridos por el fuego de cañón de las naves norcoreanas ante la negativa del comandante Lloyd Bucher de detener la nave. A las 13:45 el USS Pueblo comunicó por radio a la base de Japón que los norcoreanos estaban a bordo, y 25 minutos después informaron que se les había “solicitado que les acompañaran” al puerto de Wonsan en Corea del Norte. A las 14:32, la nave transmitió los últimos mensajes. Los motores estaban detenidos y el comandante señaló que “iba a salir del aire”. En Japón el Contralmirante Frank Johnson no tenía aviones navales apropiados para apoyarles, por lo que pidió ayuda a la fuerza aérea, pero ésta no tenía disponibles aviones de tan largo alcance. De esta forma, el buque espía norteamericano y sus 83 tripulantes fueron capturados por Corea del Norte y se convirtieron en el primer y único barco de guerra norteamericano capturado en toda su historia. Desde Japón se informó del incidente al Comando de la Flota del Pacífico en Hawaii, y desde ahí, la información llegó hasta Washington, donde era ya pasada la medianoche, debido a la diferencia horaria de 14 horas con Corea. El Secretario de Estado norteamericano –en ese tiempo Deank Rusk-, declaró que el incidente era un “acto de guerra”, y la US Navy reaccionó enviando al portaviones nuclear “Enterprise” hacia el mar de Japón. Claro, este portaviones era seguido a menos de una milla de distancia por el buque espía soviético “Gidroleg”. Tripulación norteamericana bajo arresto Una vez que el USS Pueblo fue abordado, sus tripulantes fueron atados, vendados y golpeados constantemente. Luego fueron bajados en un puerto ante una muchedumbre de civiles que empezó a insultarles y a arrojarles objetos. Los subieron a dos buses, y lo llevaron a Pyongyang, donde fueron fotografiados por la prensa y enviados a prisión. Un grupo se quedó en la capital, y otro fue enviado al campo. Corea del Norte nunca hizo caso de las amenazas de los Estados Unidos, ya que sostenía que el buque fue interceptado en aguas territoriales haciendo espionaje, y para sustentar sus pruebas, los coreanos lograron sacar confesiones a la tripulación, mediante torturas y simulacros de fusilamiento. Al comandante le hicieron firmar una confesión, bajo la amenaza de ejecutar a cada miembro de la tripulación delante suyo. Luego le hicieron leer esa declaración por la radio de Pyongyang. Aquí una parte de la declaración: “No tengo excusas por mi acto criminal de que mi nave se hubiera adentrado en aguas territoriales de la República Democrática Popular de Corea, siendo capturada por las patrulleras navales del ejército coreano, en acción de autodefensa ante la criminal acción de espionaje. Mi crimen, y el de mis hombres es completamente innegable.” La lectura de esta declaración fue filmada, y entregada a canales de televisión de todo el mundo. Comandante Lloyd Bucher, firmando la declaración Con esta declaración, los Estados Unidos temían que sus soldados habían firmado su propia sentencia de muerte, ya que lo más seguro era que en base a eso, Corea del Norte les iniciaría un juicio, que seguramente los llevaría al paredón. En vista de la gravedad del asunto, el gobierno norteamericano no tuvo más remedio que empezar a negociar para que la tripulación sea liberada. Se pudo llegar a un acuerdo después de 11 meses de negociaciones, el 23 de diciembre de 1968. Para esto, Estados Unidos tuvo que admitir su intrusión en aguas territoriales norcoreanas, disculparse públicamente por ello, y prometer solemnemente no volver a incurrir en tales prácticas. Ese mismo día, los 82 prisioneros fueron llevados al “puente de no retorno” en el Paralelo 38, en la frontera con Corea del Sur, donde fueron liberados. También entregaron el cadáver del marino Duane Hodges, que había muerto en el operativo de captura.