TEMA 1: Modelos de Iglesia

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TEMA 3:La Eclesiología del
Vaticano II.
Vaticano II: Punto de llegada y de inicio
Esquema del contenido:
1.¿Qué entendemos por modelos de Iglesia?
2. La eclesiología pre-conciliar
3. La eclesiología del Vaticano II
4. Rasgos distintivos de este modelo conciliar de Iglesia
5. La Constitución Lumen Gentium, expresión de la eclesiología del Vaticano II
Anexo 1: Breve e “injusta” historia de la Iglesia
1. ¿Qué entendemos por modelos de Iglesia?
La Iglesia tiene una larga historia de más de 2000 años. En estos
largos siglos, la Iglesia a sufrido toda serie de vicisitudes y
transformaciones:
 De la Iglesia de las catacumbas a religión oficial del Imperio
Romano

De maestra de Europa en la Edad Media a ser desafiada por la
cultura y los poderes públicos en la Modernidad

De la actitud apologética y defensiva de los siglos XVIII y XIX
a la apertura al mundo propugnada por el Concilio Vaticano II.
En el anexo 1 ofrecemos una brevísima (y como todo lo breve,
injusta) historia de la Iglesia a título informativo, para que podamos
situar el contexto en el que va surgiendo la reflexión sobre el laicado
cristiano.
El teólogo norteamericano Avery Dulles ha propuesto cinco modelos
de iglesia que explican las diferentes concepciones acerca de la
Iglesia.
* Iglesia como sociedad perfecta
Se subrayan los elementos institucionales. Lo formal y lo externo
prima sobre lo interior. Sentimiento de superioridad frente a las
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“sociedades mundanas”, que esconde un espíritu defensivo.
Protagonismo del clero y pasividad del laicado.
Fue predominante en los años preconciliares. Pertenecer a la iglesia es
acatar las normas y obedecer a sus representantes oficiales.
* Iglesia como comunión mística
En reacción contra la visión tan juridicista del modelo anterior, se
subrayan los elementos interiores de la Iglesia: la experiencia del
Espíritu, y la comunión entre los miembros, que se entiende ante todo
como amor y amistad. Ser miembro significa estar en comunión con
Dios por su Espíritu.
Esta comunión es fuente de una comunión entre los hermanos basada
en una experiencia común del Espíritu y en una común dignidad como
Hijos de Dios. Tiene el peligro de quedarse en un “espiritualismo” que
no potencie el sentido misionero y la acción concreta a favor de la
justicia
* Modelo sacramental
No confundirlo con una iglesia que se dedica fundamentalmente a
administrar sacramentos, algo más propio del primer modelo. En este
modelo, la iglesia se entiende a sí misma como sacramento. Un
sacramento es la presencia visible de lo invisible.
La Iglesia a través de su existencia concreta y visible hace perceptible
la comunión invisible entre Dios y la humanidad. Es de algún modo,
una síntesis de los dos modelos anteriores. Lo visible (modelo 1) es
mediación sacramental de los invisible (modelo 2)
* Modelo heraldo
La Iglesia se entiende a sí misa como anunciadora (heraldo) del
evangelio. Está en función de una misión, que consiste en el anuncio
explícito de la Buena Noticia de Jesucristo. En este modelo, la Iglesia
deja de mirarse a sí misma y se abre a la misión, que entiende como
dar a conocer a Jesucristo.
Tiene el peligro de quedarse en las palabras, la predicación no es
creíble si no es también signo concreto y real. Por eso, este modelo
también necesita ser complementado por los anteriores
* Modelo servidora
La misión de la Iglesia no es solo proclamar a Jesucristo sino servir a
los pobres. Este es el aspecto subrayado por este modelo. En
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3
situaciones de secularización, el único lenguaje inteligible es el del
servicio. Sirviendo a los pobres la Iglesia realiza su ser. Sin embargo,
privado de las otras dimensiones, la Iglesia puede convertirse en una
ONG más.
Estos cinco modelos (y quizás otros que se podrían pensar) son
complementarios. Ninguna se basta para dar plenitud de la vocación
de ser iglesia. Cuando se absolutiza uno de estos modelos con
exclusión de los demás se produce una Iglesia unidimensional que
falsea el don de Dios.
2. La eclesiología pre-conciliar
1. La Iglesia es como un Estado, en cuya cumbre está el Papa, y que
justifica su hegemonía sobre los demás Estados.

2. El estatuto constituyente de la Iglesia se caracteriza por la
desigualdad, a base de dos géneros de cristianos: los clérigos y los
laicos.

3. En ella lo básico es la jerarquía clerical con sus diversos rangos.
La desigualdad se despliega de arriba abajo, en una visión piramidal y
estamental: la pirámide tiene un vértice, que es el Papa y de él deriva
el poder de los obispos, la nobleza eclesiástica y, más abajo, está el
bajo clero, los llamados propiamente “sacerdotes”. Por abajo de todo,
está el estamento laical.

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La Iglesia tiene una larga historia de casi ya 2000 años. En estos
largos siglos, la Iglesia a sufrido toda serie de vicisitudes y
transformaciones.
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3. La eclesiología del Vaticano II
La eclesiología dominante antes del Concilio Vaticano II (1961-65),
tal y como lo hemos apuntado más arriba, era el del modelo 1: iglesia
como sociedad perfecta. Los otros modelos estaban de algún modo
presentes, pero más como propuestas teóricas que como realidades.
Un grupo de la curia romana presentó un borrador sobre la
Constitución de la Iglesia que esperaba se aprobara sin muchos
problemas. Lo que sucedió fue algo muy distinto
A través de seis redacciones distintas y profundas transformaciones,
se llegó a un amplio consenso sobre qué es la Iglesia.
La Constitución Dogmática “Lumen Gentium” aprobado en 1964 por
2151 votos a favor y 5 en contra se convirtió en el nuevo modelo de la
eclesiología y en la columna vertebral de los documentos conciliares.
1. La Iglesia es Misterio en cuanto hace visible lo invisible
de Dios Trinidad
2. La Iglesia es el Pueblo de Dios. En ella todos los
cristianos gozan de igual dignidad y son corresponsables.
3. y 4. Tratan respectivamente de la vocación ministerial
(sacerdotes y obispos) y de la vocación laical. Ambos son
complementarios. Se abandona el esquema anterior de
subordinación
5 y 6. También están en relación. En el capítulo quinto se
aborda la vocación universal a la santidad (antes reservada
a los religiosos) y en el sexto habla de una forma renovada
sobre la vida religiosa
7. Carácter peregrino e itinerante de la Iglesia
8. María, “miembro de la Iglesia” y su “modelo más
acabado”
4. Rasgos distintivos de este modelo conciliar de Iglesia
Indudablemente nace una nueva conciencia eclesial que vendría a estar
caracterizada por los rasgos que siguen:
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








Más sacramental que institucional
Más comunión de comunidades que sociedad perfecta
Más misionera y dinámica
Más corresponsable e igualitaria
Pueblo de Dios en cuyo interior y a cuyo servicio está la
jerarquía
Peregrina y provisional, dinámica más que estática
Concreta en cada comunidad local
Acogedora y humanista frente a los valores del mundo
Abierta al diálogo ecuménico
5. La Constitución Lumen Gentium, expresión de la
eclesiología del Vaticano II
CAPÍTULO I
EL MISTERIO DE LA IGLESIA
[1-8]
La voluntad del Padre Eterno sobre la
salvación universal (2)
Misión y obra del Hijo (3)
El Espíritu santificador de la Iglesia (4)
El Reino de Dios (5)
Las varias figuras de la Iglesia (6)
La Iglesia, Cuerpo místico de Cristo (7)
La Iglesia visible y espiritual a un tiempo (8)
CAPÍTULO II
EL PUEBLO DE DIOS
[9-17]
Proemio (18)
La institución de los Apóstoles (19)
Los Obispos, sucesores de los Apóstoles
(20)
El episcopado como sacramento (21)
El colegio de los Obispos y su Cabeza (22)
Relaciones de los Obispos dentro de la
Iglesia (23)
El ministerio de los Obispos (24)
El oficio de enseñar de los Obispos (25)
El oficio de los Obispos de santificar (26)
Oficio de los Obispos de regir (27)
Los presbíteros y sus relaciones con Cristo,
con los Obispos, con el presbiterio y con el
pueblo cristiano (28)
Los diáconos (29)
Nueva Alianza y nuevo Pueblo (9)
El sacerdocio común (10)
Ejercicio del sacerdocio común en los
sacramentos (11)
Sentido de la fe y de los carismas en el
Pueblo de Dios (12)
Universalidad y catolicidad del único Pueblo
de Dios (13)
Los fieles católicos (14)
Vínculos de la Iglesia con los cristianos no
católicos (15)
Los no cristianos (16)
Carácter misionero de la Iglesia (17)
CAPÍTULO IV
LOS LAICOS
[30-38]
CAPÍTULO III
DE LA CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA
DE LA IGLESIA
Y EN PARTICULAR SOBRE EL
EPISCOPADO
[18-29]
CAPÍTULO V
UNIVERSAL VOCACIÓN A LA
SANTIDAD EN LA IGLESIA
[39-42]
Peculiaridad (30)
Qué se entiende por laicos (31)
Unidad en la diversidad (32)
El apostolado de los laicos (33)
Consagración del mundo (34)
El testimonio de su vida (35)
En las estructuras humanas (36)
Relaciones de los laicos con la jerarquía (37)
Conclusión (38)
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Llamamiento a la santidad (39)
El Divino Maestro y modelo de toda
perfección (40)
La santidad en los diversos estados (41)
Los consejos evangélicos (42)
CAPÍTULO VI
LOS RELIGIOSOS
[43-47]
La profesión de los consejos evangélicos en
la Iglesia (43)
Naturaleza e importancia del estado
religioso en la Iglesia (44)
Bajo la autoridad de la Iglesia (45)
Estima de la profesión de los consejos
evangélicos (46)
Perseverancia (47)
CAPÍTULO VII
ÍNDOLE ESCATOLÓGICA DE LA
IGLESIA PEREGRINANTE
Y SU MISIÓN CON LA
IGLESIACELESTIAL
[48-51]
Índole escatológico de nuestra vocación en
la Iglesia (48)
Comunión de la Iglesia celestial con la
Iglesia peregrinante (49)
Relaciones de la Iglesia peregrinante con la
Iglesia celestial (50)
El Concilio establece disposiciones
pastorales (51)
CAPÍTULO VIII
LA BIENAVENTURADA VIRGEN
MARÍA, MADRE DE DIOS,
EN EL MISTERIO DE CRISTO Y DE
LA IGLESIA
[52-69]
I. INTRODUCCIÓN
Intención del Concilio (54)
II. OFICIO DE LA SANTÍSIMA
VIRGEN
EN LA ECONOMÍA DE LA
SALVACIÓN
La Madre del Mesías en el Antiguo
Testamento (55)
María en la Anunciación (56)
La Santísima Virgen y el Niño Jesús (57)
La Santísima Virgen en el ministerio público
de Jesús (58)
La Santísima Virgen después de la
Ascensión de Jesús (59)
III. LA SANTÍSIMA VIRGEN Y LA
IGLESIA
María, esclava del Señor, en la obra de la
redención y de la santificación (60)
Maternidad espiritual de María (61)
María, Mediadora (62)
María, como Virgen y Madre, tipo de la
Iglesia (63)
Fecundidad de la Virgen y de la Iglesia (64)
Virtudes de María que debe imitar la Iglesia
(65)
IV. CULTO DE LA SANTÍSIMA
VIRGEN EN LA IGLESIA
Naturaleza y fundamento del culto (66)
Espíritu de la predicación y del culto (67)
V. MARÍA, SIGNO DE ESPERANZA
CIERTA Y CONSUELO
PARA EL PUEBLO DE DIOS
PEREGRINANTE
María, signo del pueblo de Dios (68)
María interceda por la unión de los
cristianos (69)
La Santísima Virgen María en el misterio de
Cristo (52)
La Santísima Virgen y la Iglesia (53)
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TEOLOGÍA DEL LAICADO/ Tema 1
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Anexo 1
Breve e “injusta” historia de la Iglesia
En la primera parte del ciclo de conferencias, hemos hablado de Dios, de
Jesucristo y del Espíritu Santo. El tema de hoy es, quizás, menos “sublime”, pero
no menos interesante, puesto que nos conecta con nuestra realidad presente: la
historia de la Iglesia.
La Iglesia fue instituida por Jesús para hacer llegar el evangelios a todos
los pueblos. En ciertas ocasiones, ha cumplido esta misión con transparencia y en
otras ha hecho casi ininteligible el mensaje de su fundador. La historia es la que
nos enseña que cómo se ha dado esta mezcla de bien y mal, de acierto y error, y
nos ayuda a adquirir perspectiva ante los problemas y los retos del presente. La
historia nos enseña a tener una visión madura de la realidad.
En el caso de la Iglesia, la historia nos introduce, además, a un sano
relativismo, que nos ayuda a discernir qué es esencial y qué es circunstancial en la
práctica ética y espiritual de los cristianos.
Por poner un ejemplo, hay personas que piensan que la forma tradicional
de recibir la comunión es hacerlo en la boca, y que lo “moderno” es hacerlo en la
mano. Pues bien, es más bien al contrario. La costumbre general en los primeros
ocho siglos era hacerlo en la mano abierta. Al acentuarse durante la Edad Media
la separación entre laicos y clérigos, se reservó a estos últimos –a aquellos cuyas
manos supuestamente estaban “consagradas”—el privilegio de tocar las especies
sagradas. El Concilio Vaticano II al restablecer la práctica de la comunión en la
mano, no hizo sino volver a la forma más “tradicional”.
Pero ninguna de las dos formas de recibir la comunión pertenece a lo llama
la teología “Tradición” –con mayúsculas—. Tradición en teología es aquello
esencial de la fe que se remonta a la época de los apóstoles. El modo de recibir al
comunión no está incluido en el núcleo de la fe.
Cosas semejantes podemos decir de otras prácticas eclesiales tales como la
confesión personal, que se impuso progresivamente durante los últimos siglos del
primer milenio, o del celibato sacerdotal. No pertenecen a la Tradición de la
Iglesia.
En esta conferencia del ciclo “Quaestiones”, como en las demás, la
premura de tiempo nos obliga a fijarnos solamente en algunos aspectos de la
historia de la Iglesia. Voy a hacer un rápido recorrido por los casi veinte siglos
que median entre el primer Pentecostés y año 2002, fijándonos, sobre todo, en el
origen de las distintas iglesias, y en la relación de éstas con el nacimiento de lo
que hoy llamamos Europa.
Los Orígenes
La Iglesia nacida de la experiencia de la resurrección de Jesucristo y de la
efusión del Espíritu Santo en Pentecostés fue un grupo de hombres y mujeres que
descubrieron que Jesús era, efectivamente, el Cristo, Hijo de Dios, y se sintieron
convocados a vivir según sus enseñanzas, mientras aguardaban su vuelta
TEOLOGÍA DEL LAICADO/ Tema 1
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inminente. Además de formar una comunidad que se reunía a rezar, compartían
sus bienes, y asumieron la responsabilidad de extender el mensaje del evangelio.
Ahora bien, estos discípulos de Jesús no tienen conciencia aún de se
miembros de una nueva religión. Todos son judíos y siguen siéndolo después del
bautismo. No construyen un nuevo templo, sino que siguen rezando en el templo
judío de Jerusalén. El libro de los Hechos de los Apóstoles dice sobre la primera
comunidad cristiana en Jerusalén “Día tras día continuaban unánimes en el templo
y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de
corazón” (2,46).
Según el libro de Hechos, la misión cristiana se extendió muy pronto fuera
de los límites de Israel. El “fichaje” de Pablo de Tarso fue crucial a la hora de
extender el mensaje cristiano a lo ancho del mar Mediterráneo, pero también
trabajaron en esta tarea misioneros y misioneras, muchos de cuyos nombres no
han llegado hasta nosotros.
Esta expansión de la Iglesia fuera de los límites étnicos de Israel fue la que
provocó la primera crisis importante de la Iglesia, una crisis ampliamente
documentada en el libro de Hechos (particularmente capítulo 15) y en las cartas
paulinas (sobre todo Gálatas y Romanos).
La mayoría de los cristianos eran entonces judíos y entendían que la
Iglesia era una parte de Israel, de hecho, el verdadero Israel. Aunque Jesús había
relativizado algunas prácticas propias de la religión judía, como el estricto
cumplimiento del sábado, nada había dicho contra otras prácticas, en concreto,
con la circuncisión. Jesús estaba circuncidado, también los estaban los apóstoles,
y todos los primeros cristianos varones.
¿Había que exigir la circuncisión a todos los cristianos como algo deseado
por Dios o se podía “cambiar” esta práctica? Pablo opinaba que a los cristianos
no-judíos no había que exigirles la circuncisión, pero otros muchos creían que sí.
Algunos de estos misioneros “conservadores” llegaron a Galacia (actual
Turquía central) a exigir a los cristianos no-judíos evangelizados por Pablo que
tenían que circuncidarse. La reacción de Pablo fue frontal. En su Carta a los
Gálatas, escribe: “Mirad, yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, Cristo de
nada os aprovechará” (5,2) y unas líneas más abajo: “ojalá los que os molestan se
la cortaran” (5,12). Para evitar que se discriminara a los no-judíos dentro de la
Iglesia, Pablo llega a enfrentarse en público con Pedro (Gal 2,11-21).
Aquella crisis se zanjó con una valiente apertura a los no-judíos (gentiles)
que implicó no exigir a los no-judíos prácticas y costumbres que pertenecían a la
peculiaridad cultural del pueblo judío, pero que no formaban parte del mensaje del
evangelio.
La afluencia de nuevos cristianos provenientes de la gentilidad y la pérdida
de las señas de identidad judía de los cristianos provenientes del judaísmo, hizo
que la Iglesia se desvinculara definitivamente del judaísmo a finales del s. I de
nuestra era.
El siglo primero termina con una Iglesia cristiana con identidad propia,
con un cuerpo propio de Escrituras Sagradas y una cierta organización jerárquica
(en la Carta a Tito, escrita a finales del s. I, se habla de se habla de obispos,
sacerdotes y diáconos, pero las denominaciones “obispo” y “sacerdote” designan
al mismo oficio)
TEOLOGÍA DEL LAICADO/ Tema 1
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La Iglesia en el Imperio Romano
El siglo segundo es un siglo de controversias y de necesarias
clarificaciones. Esta vez la polémica no es contra los judíos, sino contra las
tendencias heterodoxas nacidas del seno del cristianismo, especialmente los
gnósticos. Estos negaban, entre otras cosas, la plena humanidad de Jesucristo o la
bondad del cuerpo humano.
Sabemos relativamente poco de este siglo II, pero sabemos que al final de
este periodo, la Iglesia ha realizado esa mínima clarificación doctrinal sin la cual
no era posible seguir existiendo. Ahora tiene una lista de libros del Nuevo
Testamento (canon), una doctrina más sistematizada y un método para transmitir
sus enseñanzas, basado fundamentalmente en un proceso de iniciación cristiana.
El siglo III es un siglo importante para la Iglesia. Es el siglo en el que se
da una gran expansión y el salto definitivo hacia las capas superiores de la
sociedad. Algunos de los mejores intelectuales de este siglo son cristianos o tienen
una fuerte influencia cristiana.
También es el siglo de las persecuciones. Los cristianos habían sufrido
persecución desde los primeros tiempos, pero esta persecución nunca había sido
sistemática. A mediados del siglo III, se dictan edictos imperiales promulgando la
persecución de los cristianos en toda la extensión del Imperio Romano. Los
mártires se cuentan por miles.
A comienzos del s. IV, exactamente en el año 313, la situación da un
vuelco inesperado. El emperador Constantino promulga el Edicto de Milán,
garantizando a los cristianos “la plena y libre facultad de practicar su religión”.
¿Por qué este giro?
Según la versión oficial, antes de la decisiva batalla del Puente Milvio, el
emperador vio en sueños una cruz y con la inscripción “con esta señal vencerás”.
Agradecido por la victoria a Cristo, legalizó el cristianismo.
Una lectura más crítica de la situación nos presenta a un emperador
enfrascado en una guerra civil, con un imperio en franca decadencia. El
cristianismo, lejos de desaparecer con el martirio, proliferaba. El emperador tenía
todo que ganar y nada que perder atrayendo a su lado a estos cristianos, entre los
cuales había muchas personas de valía. A partir del edicto, algunos clérigos
ganaron gran influencia en los asuntos del estado, y el emperador, en los de la
Iglesia. Fue el emperador, y no el papa, quién convocó el Concilio de Nicea en el
año 325.
El siglo IV es el siglo de la cristianización del Imperio, si exceptuamos el
breve interludio de Juliano el Apóstata (361-363). Al final de este siglo (año 380),
el emperador Teodosio hace del cristianismo la religión oficial del Imperio,
ordenando que “todos los pueblos regidos por nuestra clemencia y templanza
profesen la religión que el divino apóstol Pedro enseñó a los romanos”.
Inmediatamente, quedó prohibido todo culto pagano, se destruyeron numerosos
templos, y se impidió a los paganos el acceso a cargos públicos.
Si el siglo IV es el de la cristianización del Imperio Romano, el siglo V es
el de su derrumbe en Occidente. Los así llamados pueblos bárbaros asumen el
poder en la mitad occidental del Imperio, tanto en Europa como en el norte de
África. Con la pérdida de unidad política, los pueblos del Occidente de Europa
sufren una regresión cultural. En todo ese vasto territorio, el número de las
TEOLOGÍA DEL LAICADO/ Tema 1
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personas capaces de leer y escribir llega a un mínimo, poniendo en peligro la
pervivencia de conocimientos largamente acumulados por la cultura
grecorromana.
La Iglesia, pedagoga de Europa
En este contexto de decadencia cultural y de división política, la única
institución que permanece es la Iglesia. Casi todas las personas capaces de leer y
de escribir son clérigos. La Iglesia se convierte en la pedagoga de Europa.
Especial relevancia tiene en este contexto la obra de los monjes. Los
monasterios se convierten en lugares de referencia espiritual, ética e intelectual,
que ayudan a una sociedad devastada volver a construirse cultural, moral y
políticamente.
En esta situación de desolación, la Iglesia también asume un protagonismo
político. A partir del pontificado de Gregorio Magno (590-604), el Papa dispuso
de un territorio propio entorno a Roma.
Al principio, los papas reconocían la soberanía del emperador de Bizancio,
y eran sus aliados políticos. Pero las cosas cambian con Carlomagno. Este rey
franco lleva adelante un proyecto de unificación política de Europa Occidental, y
pide el apoyo del Papa. Éste le corona como emperador en el año 800,
provocando las iras del de Constantinopla. El desencuentro entre el Este y el
Oeste de Europa no hará sino crecer a partir de entonces, con el papado se
encuadrado políticamente en el lado occidental.
Las disputas entre las iglesias de Occidente y Oriente llevarán a la
consumación del Cisma a través de un intercambio de excomuniones en el año
1054. El motivo oficial de estas excomuniones es la cuestión del filioque. Los
latinos sostienen que el Espíritu Santo proviene del Padre y del Hijo, mientras los
orientales afirman que sólo proviene del Padre. Mutuamente se acusan de herejía.
No es necesario ser muy crítico para descubrir el trasfondo político de la disputa.
La reorganización política y el desarrollo cultural del Occidente europeo
sigue su ritmo lento pero seguro durante toda la Edad Media. Surgen las ciudades
y las universidades, se forjan identidades nacionales y sus lenguas empiezan a ser
apreciadas y escritas. Nace el arte románico primero y el gótico después. Se
desarrolla la música y despegan las matemáticas y las ciencias naturales. La
filosofía y la teología alcanzan una gran sofisticación. Europa está naciendo.
Durante todo este periodo, la Iglesia mantiene su liderazgo no solo
religioso sino también moral y cultural en todos los nuevos reinos occidentales.
Su influencia política es también muy grande, así como su poderío económico,
basado en sus inmensas posesiones. A medida que pasa el tiempo, sin embargo,
los conflictos con el poder político se hacen cada vez más arduos.
El Renacimiento
Durante el s. XV, un cambio cultural de grandes proporciones se avista en
el horizonte. El Renacimiento trae nuevas ideas basadas en la centralidad del ser
humano, su libertad, su inteligencia y creatividad. Es el humanismo. Se proclama
la excelencia de la razón y de la libertad humanas; se prestigia a los científicos y a
los artistas. Al mismo tiempo, los grandes estados nacionales europeos alcanzan
unidad y madurez. Se inventa la imprenta, que permite la rápida difusión de las
TEOLOGÍA DEL LAICADO/ Tema 1
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ideas, otros avances técnicos permitirán, entre otras cosas, la navegación oceánica
y el acceso a nuevos mundos.
Es en este trasfondo histórico en el que se encuadra la segunda gran
ruptura de la cristiandad. Martín Lutero (1486-1546) protesta contra una
religiosidad legalista y sin alma, y denuncia los abusos de la jerarquía eclesiástica,
especialmente la venta de indulgencias. Proclama que el hombre no se salva por
sus obras sino por la sola fe, y reivindica el libre examen de la Biblia. Su mensaje
encuentra eco en el pueblo alemán, pero especialmente en su nobleza, deseosa de
romper los lazos con Roma.
El resultado es que una parte importante de las comunidades alemanas se
alistan a la Reforma propuesta por Lutero, y se alejan de la comunión con Roma.
Más tarde, la Iglesia de Inglaterra se apuntará también a la Reforma, impulsada
por el deseo de su rey Enrique VIII de ganar autonomía con respecto al Papa.
Los papas de la época de Lutero tienen otras prioridades que las pastorales,
la situación se deteriora hasta el punto de no retorno. Cuando el Concilio de
Trento se convoca en 1545 para tratar el problema de la Reforma, ya es
demasiado tarde. Además, debido problemas políticos y eclesiales, el concilio no
terminará hasta 1564. Trento ayudó a la reforma interna de la Iglesia
Católica, pero el endurecimiento de las posturas por ambos bandos hizo la
reconciliación imposible.
(En 1999, la Declaración Oficial conjunta de la Federación mundial
luterana y la Iglesia católica afirma que “entre luteranos y católicos hay un
consenso respecto a los postulados fundamentales de dicha doctrina” [se refiere a
la doctrina de la justificación por la fe, núcleo de la Reforma luterana]. El texto
completo
de
esta
declaración
puede
consultares
en http://www.zenit.org/spanish/archivo/document/luterano-catolica.html)
La modernidad
En el s. XVIII, entra en la escena un nuevo movimiento cultural que
cuestiona la autoridad de las iglesias y de la misma religión, la Ilustración. En
formulación de su gran filósofo, Emmanuel Kant, el lema de la Ilustración es
“atrévete a pensar”. Se insta a Europa a “despertar del sueño dogmático”. Los
filósofos ilustrados eran mentes idealistas que creían en la posibilidad de un
mundo mejor, para lo cual abogaban por el abandono de las supersticiones y el
ensalzamiento de la razón. Voltaire, otro de los próceres de la Ilustración
exclamará: “Écrasez l’infâme” (destruid al infame). Por “infame” se refiere el
filósofo a la coalición entre aristocracia, monarquía e Iglesia en el Ancien Régime,
supuesta responsable de la superstición, la hipocresía, la ignorancia y la tiranía.
La Revolución Francesa (1789) viene a ser la toma del poder político por
parte de la rama más radical de la Ilustración. Una ola de violencia sacudirá
Europa cuando Napoleón trate de exportar a todo el continente los supuestos
beneficios de esta revolución.
El s. XIX es un siglo revolucionario y en gran medida anticlerical. La
Iglesia es atacada ideológica y materialmente. En España, Mendizábal ejecuta la
expropiación de los bienes de la Iglesia en 1834. En Italia, los estados pontificios
son invadidos por Garibaldi. Sintiéndose acosada, la Iglesia asume una postura
defensiva contra la Modernidad. En la bula “Syllabus” el Papa censura la opinión
según la cual el Romano Pontífice debe reconciliarse con el progreso. “Romanus
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Pontifex potest ac debet cum progressu, cum liberalismo et cum recenti civilitate
sese reconciliare et componere” (DS 2980)
En el cambio de siglo del XIX al XX, surgen intelectuales y movimientos
en el seno de la Iglesia católica que proponen una profunda reforma espiritual, así
como una reconciliación tanto con la cultura contemporánea como con las iglesias
separadas. El movimiento litúrgico aboga por una reforma de en la celebración de
los sacramentos para acercarlos al pueblo. El movimiento bíblico reclama una
recuperación de la Biblia por parte de la espiritualidad católica y profundiza en su
estudio a través de los modernos métodos de exégesis. El movimiento ecuménico
trabaja por la reconciliación con los hermanos separados protestantes y ortodoxos.
Numerosos teólogos estudian cómo reconciliar la tradición católica con la cultura
contemporánea. En los años 1950, el teólogo redentorista Bernhard Häring junto a
otros colegas abre vías para sacar la moral católica del casuismo asfixiante en el
que se había confinado.
Estos intelectuales y movimientos se encuentran, la mayor parte de las
veces, con el muro de la inflexibilidad de una jerarquía endurecida por siglos de
encastillamiento en una actitud defensiva. Hasta que todo cambia
inesperadamente.
Pío XII, un Papa prestigioso como pocos, muere en 1958. No hay un
hombre de su talla que pueda sucederle. El cónclave decide elegir un Papa de
transición, con el que ganar tiempo hasta encontrar un digno sucesor. Se elige a
un hombre bueno y anciano, con la previsión de que viva pocos años: Juan XIII.
A los dos años de su elección, el “Papa bueno” convoca un Concilio Ecuménico,
el Vaticano II.
En el aula conciliar del Vaticano II, contra todo pronóstico, encuentran
acogida las ideas más aperturistas del momento: el ecumenismo, la defensa de la
libertad religiosa, el retorno de la iglesia a las fuentes del primer cristianismo, la
vocación universal a la santidad, el protagonismo de los laicos, la liturgia en
lengua vernácula, etc. Juan XXIII propone “abrir las ventanas de la iglesia”; es
el aggiornamento, la puesta al día de la Iglesia católica.
Lo que ha sucedido después del Concilio Vaticano II es, quizás, demasiado
reciente para ser objeto de estudio de la historia. El concilio supuso una
revolución cuyas consecuencias no han terminado de desarrollarse. La iglesia ha
cambiado mucho en las últimas décadas, pero quedan muchas otras reformas por
hacer.
El presente es, sin duda, un tiempo de crisis para la iglesia católica, pero como
toda crisis es, también, un reto.
TEOLOGÍA DEL LAICADO/ Tema 1
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