CAPÍTULO 16 7 de enero, 2014. Fragata F-106 Juan de Austria. Estrecho de Gibraltar. 7 de enero de 2014. 00.15 horas. Al capitán de fragata Álvarez de Medina, no le hacía falta oír el ruido de los aviones en el cielo para saber que estaban allí. En las consolas del radar SPY-1D de la fragata, se marcaban con claridad. Los EF-2000 de Morón de la Frontera, los de Torrejón, y los EF-18 del Ala 14, estaban volando y cubriendo el cielo para evitar que la flota española, fuera atacada en el paso del Estrecho, el lugar sin duda que ofrecía más peligrosidad. Lo más seguro, hubiera sido poder colocar el sistema de combate AEGIS en automático y así asegurar la respuesta más rápida ante un ataque de aviones marroquíes. Sin embargo, la mar rizada, fruto de la borrasca que seguía mandando lluvias y vientos a la zona del estrecho y norte de África, hacía que una ola pudiera ser confundida con un avión y por tanto que los misiles SM-2 y ESSM fueran disparados al mar. No había otra forma que estar en permanente alerta. Aunque en verdad, llevar el sistema AEGIS en Automatic Special, lo que podría provocar era que tras un fallo en una identificación IFF, se lanzara un SM-2 contra un amigo. Por eso, prefería llevarlo en Automatic, en Semiautomatic e incluso en Casualty. El helicóptero SH-60 de la fragata había intentado volar en aquel diluvio y hasta que el viento no lo había hecho imposible, y peligroso, había estado en el aire, buscando aviones marroquíes que se aventuraran a ras de agua. Por fortuna, no había ninguno. Mucho más alto, un AWACS E-3 Sentry de la OTAN, con tripulación española, había comenzado esa misma noche a vigilar los movimientos de los aviones marroquíes y a dirigir los ataques de los pilotos españoles. El capitán de fragata Álvarez de Medina pensó mientras bebía un sorbo de café, que se podía considerar que la supremacía aérea, estaba conseguida. El único problema que podía prever en este momento, era que el tráfico marítimo del Estrecho de Gibraltar, que no estaba cerrado ni mucho menos, y aunque este se había visto reducido en bastante más de la mitad, ese mismo día lo habían cruzado casi cincuenta mercantes de distintas nacionalidades. Aunque el estrecho a partir de las 00.00 horas del día siete de enero estaba oficialmente cerrado, ya sabían que al me- nos siete u ocho buques lo iban a pasar arriesgándose a verse metidos en ese fregado. Un ataque de un avión marroquí con un misil antibuque, una respuesta de contramedidas electrónicas o chaffs, que desviaran el misil del objetivo militar, podía terminar impactando en cualquiera de los barcos mercantes con que se había cruzado en su camino la fragata española. Sin embargo, pensado en términos egoístas, también podía significar una defensa indirecta, ya que para que los marroquíes lanzaran un ataque de misiles antibuque, tenían que estar muy seguros de su éxito para no provocar por un fallo un incidente internacional de consecuencias muy difíciles de precisar. De todas formas, el paso del estrecho sería difícil, no ya por los aviones marroquíes, sino por las baterías artilleras que podían estar apostadas en la costa esperando hacer blanco contra los barcos según iban pasando. Una suerte sin duda, era que Marruecos no contaba con armamento de guiado láser, ya que eso podía simplificar las cosas a la hora de plantear un ataque. Miró desde el puente a la noche y se encaminó al CIC para comprobar que todo seguía tranquilo, aunque esto sólo fuera relativo y temporal. Zona de Tetuán. Marruecos. 7 de enero de 2014. 00.56 horas. El capitán Barcias miró de nuevo a su pantalla de radar. Más altos estaban los EF-2000 y más todavía, el E-3 Sentry de la OTAN, que les proporcionaba la información necesaria sobre los movimientos de los aviones marroquíes. En ese momento, con casi plena seguridad, aviones del Ala 14 de los Llanos estaban bombardeando las posiciones artilleras marroquíes que se conocían en las cercanías de Ceuta, así como el aeropuerto de Tánger. Este era el único, junto con el de Tetuán, capaz de albergar aviones militares en aquella zona, desde la que podían atacar casi inmediatamente y por sorpresa, a la Flota Española cuando cruzase el Estrecho de Gibraltar, camino de sus posiciones en aguas de Almadán. Él volvía de nuevo a bombardear el aeropuerto de Tetuán y formaba parte de la segunda oleada. La primera había, en teoría y esperaba que fuera así, inutilizado la poca resistencia, tanto antiaérea como de los Mirages de la base marroquí. Al parecer, y según información de los pilotos de la primera oleada, sólo habían aparecido F-1 en vez de los Mirages 2000, mucho más modernos y me- jor preparados para el combate. Posiblemente, esta noche, habría poca o casi ninguna resistencia. En los pilones de su EF-18 descansaban bombas MK-22 de caída libre. Ellos, los pilotos, las llamaban bombas tontas, ya que no tenían ningún sistema de guiado. Simplemente, la pericia y el entrenamiento del piloto, podían garantizar el éxito de su lanzamiento. El único problema de este tipo de bombas, radicaba en que en los stocks de los arsenales del Ejército del Aire, escaseaban ya los misiles y bombas de guía láser, mucho más seguras que estas, tanto en lo que se refería a su lanzamiento, como al piloto y al aparato, puesto que estas requerían una mayor exposición al enemigo. De todas formas, estaba claro que la resistencia marroquí en el aire, iba cada vez a menos y que las operaciones de bombardeo de los aviones españoles, apenas tenían incidentes desde hacía un par de días. Aquello, sin duda, era una muy buena señal y se debía aprovechar para rematar la supremacía aérea del Ejército del Aire español en la zona. Miró a su pantalla de radar y al resto de indicadores. Todo seguía igual y se acercaban a la posición de bombardeo. Sintió un pequeño cosquilleo que le hizo restregarse ligeramente en el asiento del EF-18. Aeropuerto de Al-Hoceima, sector militar. Marruecos. 7 de enero de 2014. 04.43 horas. El teniente coronel Tahar aterrizó su Mirage 2000 en la pista recién asfaltada. Se había preparado a toda prisa para poder ofrecer al menos, una posibilidad de despegue y aterrizaje a los aviones que pudieran ser usados en la defensa de Al-Madani. Estaba cansado y muy descorazonado. Los continuos bombardeos nocturnos de los españoles habían terminado por socavar la moral de los pilotos marroquíes. Por ahora, ni en Meknes ni, Kenitra, ni en Sidi Slimane, se había dado la orden de reforzar a los cansados pilotos y a los fustigados Mirages de Tetuán y AlHoceima. Los Mirages 2000 retirados a Rabat para cubrir un posible ataque de los EF-18 españoles de la base de Gando, en Canarias, seguían allí a pesar de no haberse detectado por ahora, ningún movimiento de los aparatos españoles allí destinados. Recordó sus dudas de cuando empezó esta guerra y lo poco que había durado la primera euforia cuando invadieron la isla. Ni siquiera el hundimiento de la corbeta española había supuesto una alegría duradera. Cuando bajaba por la escalerilla del avión, se percató que el recibimiento como un héroe en la base de Tetuán tras el hundimiento, se posaba casi lejano y ausente en sus recuerdos. Hoy, tres nuevos pilotos marroquíes habían perdido la vida y eso empezaba a pesar mucho en sus pensamientos. Miró hacia la torre de control y recordó que en apenas dos o tres horas, volverían a intentarlo. Habían interceptado una comunicación de españoles que posiblemente, pudiera abrir una ligera esperanza para, si no detener a la flota española, al menos asestarla un durísimo golpe que pudiera equilibrar un mínimo la balanza. El AWACS de la OTAN prestado a España, acababa de averiarse y eso sin duda había que aprovecharlo. No podían perder el tiempo. Había que darse prisa, porque primero debían ir a Tetuán, y desde allí, intentar la sorpresa a la Flota Española. Él, volvía a ser uno de los elegidos para intentarlo. Buque de mando L-52 Castilla. Estrecho de Gibraltar. 7 de enero de 2014. 07.05 horas. En ese momento la flota española estaba embocando el estrecho de Gibraltar. La noche estaba siendo oscura y ventosa, pero menos inclemente que en días precedentes. El vicealmirante Alejo Barrena, había preferido ver toda la situación desde el puente y el CIC del buque. Alrededor de los buques de la flota que ahora enfilaban las aguas del estrecho, varios helicópteros EH-101 versión AEW, cubrían la ausencia del E3 Sentry, inoportunamente averiado. A unos diez mil pies, dos EF-2000 de la escolta del AWACS, se habían quedado para guardar algo mejor los cielos y servir como CAP. Un P-3M de patrulla marítima, había tomado el relevo hacía unos escasos instantes para actuar como vigilante en las alturas. El controlador de radar del buque, se quedó un momento parado. Luego reaccionó. Estaba escuchando en sus auriculares una comunicación. - Aviones con rumbo Dos Ocho Siete, acercándose en nuestra dirección. Nutria, confirma su condición de bogeys. Ángeles 4.1 – habló hacia su suboficial que seguía atentamente las evoluciones, mientras manipulaba los controles de la consola. El vicealmirante se acercó hacia donde estaba la consola del controlador junto con su jefe de Estado mayor, el capitán de navío Marchena. - Confirmado hostiles. Rumbo Dos Ocho Ocho. Velocidad Seis Cero Cero nudos y altura Cuatro Uno Cero Cero pies y bajando. Nutria comunica que los vuelos Cristal, Espada y Duna ya se dirigen hacia ellos. - ¿Cuántos son? –preguntó el vicealmirante una vez que estuvo cerca de la consola del operador. - No sabemos. Nutria no nos ha confirmado su número. Yo diría que alrededor de ocho o diez –respondió con prontitud. - Sólo están arriba dos EF-2000, supongo que sin mucho combustible. Tienen que esperar a los otros vuelos que se acercan –comentó el capitán de navío Marchena sin apartar la vista de la pantalla–. Habría que comunicar con el Príncipe para que aliste un par de Bravos más por lo menos. - De acuerdo. Comunícalo y que se den prisa –confirmó el vicealmirante Barrena. - Lo malo, son los buques mercantes que no han respetado el cierre del estrecho –comentó de nuevo el capitán de navío de Marchena. - ¿Cuántos hay ahora alrededor de nosotros? –preguntó el vicealmirante con gesto de preocupación en la cara. - Están todos registrados y comprobados. Sólo hay ocho, pero la Guardia Civil no ha podido abordar a todos. Además, hay mala mar. Son mercantes y al menos, han rectificado el rumbo. Dos de ellos han anunciado que se dirigen al puerto de Algeciras, otro al de Gibraltar y los restantes han virado con dirección al de Málaga. En poco tiempo el estrecho estará limpio –contestó con rapidez. Y al momento añadió–. El último informe es de hace diez minutos. - Vuelve a comunicar con ellos y les avisas del ataque que se producirá en minutos. Díselo también a nuestros pilotos para que lo tengan en cuenta. ¿De qué bandera son? - Todos de conveniencia. Dos caribeños, dos griegos, un liberiano y los otros tres de Panamá. Los armadores son un griego, una empresa suiza, dos españolas y las otras domiciliadas en Gibraltar. Vete a saber. - Lo dicho... que todo el mundo esté atento, no vayamos a meter la pata. - Vuelos Espada y Duna a unos tres minutos. Cristal, quizás algo más –habló el operador de radio que mantenía el enlace con el P-3M de patrulla marítima. - Esos dos EF-2000 van a tener que detener a los Mirages. Por lo menos entretenerles un poco mientras llega la caballería. Es- tamos muy justos –comentó con seriedad el vicealmirante, mientras mantenía la mirada de cierta preocupación en la pantalla. Mar Mediterráneo. Estrecho de Gibraltar. 7 de enero de 2014. 07.07 horas. Habían realizado una maniobra de distracción bastante acertada. Cuatro Mirages F-1, sin posibilidad de lanzamiento de misiles antibuque, habían sido capaces de enfocar la atención de los EF2000 que permanentemente volaban dando cobertura a la flota. Una vez que los F-1 las habían captado en sus radares, y arriesgándose a recibir algún misil Meteor, habían puesto de nuevo rumbo hacia la costa marroquí, alejando a los cazas españoles de la zona. Eso les daba alrededor de diez minutos de entrada en rango de disparo de los Exocet y poder tener algo más de posibilidades de éxito en su ataque al grupo del R-11 y del L-61. El teniente coronel Tahar sabía que tendrían muy pocas posibilidades. A pesar de la oportuna avería en los sensores de vuelo del AWACS, que no iluminaría con su información a los pilotos españoles, la misión no iba a ser nada fácil. Estaba la defensa de los buques españoles. El trinomio AEGIS, SM-2 y ESSM, constituía una barrera muy difícil de atravesar. El plan de vuelo era peligroso. Tenían que volar entre montes y colinas de la zona este de Tánger. Habían despegado de Tetuán y se habían dirigido con rumbo nor-noroeste. Allí encadenarían una primera cota de algo más de ochocientos metros, luego volarían hasta las inmediaciones de Melloussa donde montes y colinas con alturas de seiscientos sesenta y cinco metros, les proporcionaría de nuevo sombra para los radares españoles. Desde allí, aprovechado algunas ondulaciones del terreno hasta la costa, hasta Benzú, donde otro grupo de cotas, la más alta de ochocientos cuarenta y dos metros, les daría el último abrigo para realizar el disparo. Cuanto más cerca se hiciera, menor poder de reacción de los españoles y mayores posibilidades de éxito. Allí, justo casi en el momento de salir al mar, tendrían que ascender, encender sus radares, y separarse en dos grupos de seis más los dos Mirages de escolta. El primero engancharía al portaviones y el segundo al L-61, que eran los objetivos principales. Cada avión, soltaría dos Exocet e inmediatamente volverían a la baja altura para intentar evadir los misiles y aviones españoles. Calculaba que necesitarían alrededor de siete u ocho segundos en poder detectar al blanco, ya que presumían que ambos serían los buques españoles situados más a resguardo de posibles ataques. Y posiblemente los más alejados de la costa, para evitar el fuego de artillería. Los misiles de las fragatas españolas clase F-100, tan sólo necesitaban alrededor de cuatro segundos en detectar un blanco, asignarle las coordenadas de tiro y disparar. Si lo hacían de modo automático, serían dos segundos menos. Por lo que no podían ponerse a tiro de sus SM-2. Miró su HUD y las coordenadas de posición. Calculaba que estarían a no más de un minuto y medio de la posibilidad de disparo. Iban en absoluto silencio de radio y con los radares apagados intentando pasar invisibles ante las defensas electrónicas españolas. Estaba oscuro y desde la carlinga no se oía nada. Tan sólo el pequeño reflejo de las pantallas de radar y de vuelo. En el silencio pensó por un momento en los pilotos que le acompañaban. Todos eran jóvenes, comprometidos con su país y hasta cierto punto, seguros de esta guerra. Por un momento, pensó si sus familias, sus mujeres e hijos, el que los tuviera, estarían en la misma sintonía, es decir, en el mismo grado de apoyo a ese Gobierno que les había empujado a una guerra que él estaba convencido, que era imposible ganar. Miró otra vez el HUD y las coordenadas, percatándose que se acercaban al lugar de ascenso para enganchar a los buques españoles con el radar y fijar su posición, para de esta forma poder lanzarles los misiles antibuque. Chasqueó los labios e intentó recuperar la concentración. Mar Mediterráneo. Estrecho de Gibraltar. 7 de enero de 2014. 07.07 horas. Desde esa altura, el capitán Díaz de Alonso podía percibir un sol muy tímido que apenas rasgaba las nubes grises, que se seguían apelmazando en el cielo del Mediterráneo. El AWACS de la OTAN se había averiado en alguno de los sensores de transmisión. Era un contratiempo importante, porque el paraguas de cobertura e información que daba, era tremendo. Él, junto con el teniente Larraínzar, se había quedado de CAP mientras el resto de la escolta del AWACS, volvía a la base de Rota. Ahora era el EVA de Motril y el P-3M de patrulla marítima Cisne 35, de nombre clave Nutria, los que les darían las oportunas indicaciones de posición y vuelo. Si no hubiera sido por esta inoportuna llegada de los marroquíes, ya estarían de vuelta a casa y relevados por otros dos aparatos al menos. Miró de nuevo el nivel de combustible y apretó los dientes. No había mucho. - Aquí Ardilla, Nutria nos confirma contacto bandidos. Vector Dos Cero Tres. Estén preparados –la voz del controlador militar del EVA Ardilla, se oyó clara por los auriculares–. Van con elementos de detección apagados. Comunicamos su posición y la de ellos a Leopardo para que conozca la situación. - Roger Ardilla. Larra, cambiamos de rumbo. Ángeles 10 y a por ellos –el capitán Díaz de Alonso miró otra vez su indicador de combustible. No tenían mucho, pero esperaba que fuera suficiente. Si Leopardo, el nombre en clave del L-52 Castilla, buque de mando de la flota, conocía la situación, seguramente intentaría que los Harrier del R-11 y alguna escuadrilla de EF-2000 ó EF18 les apoyara. Era necesario. - Roger –contestó el teniente– ¿Cuántos son? - No lo sé Larra. Pero si Nutria no nos dice nada en un minuto, pediremos ayuda al R-11, a Morón, a los Llanos o a la Virgen. - Yo preferiría una escuadrilla de cazabombarderos, la verdad –respondió el teniente con algo de sorna–. Lo de la Virgen está bien para las procesiones de Semana Santa. El AWACS de la OTAN, hacía ya unas tres horas que había tomado el rumbo de la base de Rota. Los marroquíes, que seguramente habían interceptado alguna comunicación desde tierra, se habían lanzado a intentar impedir el paso de la flota española por el Estrecho de Gibraltar. Quizás era su única y última oportunidad. - Piedra Uno, aquí Nutria. Los bandidos se han separado en dos grupos. Posiblemente de ocho. Leopardo conoce vuestra situación. Vuelo Espada, Cristal y Duna entrando en rango de ataque en Cero Dos minutos. Diríjanse al grupo que ha tomado rumbo Cero Cuatro Ocho. Descended a ángeles 3 y tomad rumbo Uno Nueve Tres. Estarán en contacto en Cero Un minutos. Por la situación que les ofrecían Nutria y Ardilla, seguramente esos ocho aparatos iban a por el L-61. El otro objetivo, sería razonablemente el R-11, que estaba unas millas más al norte. No había mucho tiempo para interceptar a los seis bandidos, ya que debían estar rozando el rango de disparo de sus Exocet. Si ahora incluso descendían, como les había comunicado Ardilla, era la señal que se querían situar a baja altura para entrar de esta forma, hasta la distancia de lanzamiento de los Exocet sin ser detectados. Ambos EF-2000 picaron hacia abajo para conseguir la altura de tres mil pies y así situarse por encima de los marroquíes. La idea del capitán era relativamente sencilla. Si los marroquíes estaban con los radares apagados, intentaría coger una situación ventajosa para entrar en combate y esperar al vuelo Cristal y a los dos Harrier del portaviones español. Esa situación de ventaja, consistía en colocarse detrás y algo más alto que los enemigos. Para ello tenían que coger la altura indicada y dar un rodeo hasta situarse en su cola. - Piedra Uno, aquí Ardilla. Nutria nos confirma bandidos en diez millas. Rumbo Dos Ocho Tres. Recomiendo search. Nosotros no les tenemos en pantalla. - Negativo Ardilla. Creo que no nos han visto. Vamos a situarnos a sus seis. ¿Cuantos bandidos tenemos? - En total son Cero Ocho Bandidos. Vuelo Cristal está entrando con rumbo Uno Dos Ocho. Estarán allí en menos de dos minutos. Esperen su llegada. Dos Bravos están en camino desde Níquel – bueno, la situación pensó, no era mala. Seis EF-2000 y dos Harrier Plus de Níquel, el nombre clave del portaviones Príncipe de Asturias, contra ocho Mirages 2000. En principio no sonaba mal, pero el efecto tiempo podía jugar en contra. - Roger Ardilla –contestó el capitán español. Ahora ya era seguro que el objetivo era el Juan Carlos I. El Príncipe de Asturias había lanzado a dos de sus AV-8B Plus como cobertura del L-61. Otros dos, y los EF-2000, los vuelos Espada y Duna, serían los que defenderían al portaviones español. En ese caso, serían diez aparatos contra ocho. En el que a él le ocupaba, ocho contra seis, pero con la desventaja del tiempo transcurrido. La intención de los marroquíes estaba clara: llegar hasta la zona de disparo y soltar un ataque de quizá ocho Exocet. A lo sumo doce. Dudaba que pudiera llevar más misiles antibuque, ya que eso sería quizás demasiado peso para defenderse y maniobrar llegado el caso. Además, era seguro que algo de defensa propia aireaire tenían que llevar. No era un ataque de saturación en su sentido estricto, pero tampoco eso era tranquilizador. El capitán Díaz de Alonso intentó recomponer la situación mentalmente. Lo más normal, y según la táctica generalmente usada por los marroquíes, la formación estaría compuesta por seis Mirages 2000 con misiles antibuque y de defensa cercana, y dos de escolta con misiles aire-aire. Si todo seguía el orden normal de las cosas, al llegar los aviones españoles, los Mirages de escolta les harían frente, mientras que los cargados con los misiles antibuque, continuarían su camino. De ser así, la actuación normal de los españoles sería que también se dividieran, aunque en este caso quienes siguieran a los seis con los misiles antibuque, estarían en desventaja. Aquí deberían entrar los AV-8B Plus del portaviones, que serían los primeros en tomar contacto con ellos. Miró el altímetro y las coordenadas de su HUD. Había alcanzado la altura y posición que quería. Sólo quedaba ver si Cristal se retrasaba o por el contrario eran puntuales. De esta forma, atacarían por dos sitios diferentes, con la ventaja añadida de que él y su compañero, todavía no habían sido detectados y ya estaban muy cerca. - Larra, estate preparado para caer a la izquierda picando. Hay que ser rápido y cogerles las seis. - Roger Pepo –contestó el teniente, que también siempre solía llamarle con el mote heredado en la Academia del Aire. - Vamos a esperar un poco para ver si llegan los Bravos y Cristal. Si no, nos lanzamos a volapié. - Joder Pepo... son ocho –contestó el teniente con evidente preocupación. - Sé contar Larra, pero no nos queda otro remedio. Esos están a punto de lanzar los pepinos al Juan Carlos I. - Roger, pero seamos prudentes.