Subir, Señor, hasta Tu cielo

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Subir, Señor, hasta Tu cielo,
ahora que lo puedo a voluntad;
entrar sin que me llames,
sin decreto de muerte penetrar
hasta lo más secreto...
Sentir, oler, mirar
lo que ningún humano pudo
salvo el apóstol de los pueblos.
Señor, ¡Te siento!
con desearlo se hacen realidades mis anhelos:
hay paz, hay calma,
refulge el alba entre azures y blancos
y me siento nervioso, me late el alma, tiemblo;
no sé explicarlo:
no he ido al Cielo y estoy allí.
¿Qué sería, Señor, si yo pudiera hacerlo?,
si consiguiera lo que es solamente quimera de un loco que Te ama
aunque Tú no lo creas;
que muere de dolor porque Te ofende;
que llora sus pecados, y sabe que todo esto es insensatez
que no merezco ni soñar,
que si me atrevo es porque en mi pecho has colocado
este deseo de imposibles:
consciente de mi iniquidad me atrevo
porque eres Tú El que me impulsas a quererlo por ver si así despego
limpio mis alas
y me disparo al Cielo.
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