Un libertino extraviado en la selva peruana: Pantaleón y

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Un libertino extraviado en la selva peruana:
Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa
Por Félix TERRONES*
Université Michel de Montaigne – Bordeaux III
Res um en : Proponemos un análi s i s d e l a t r a y e c t o r i a d e l c a p i t á n P a n t o j a a p a r t i r
de un modelo lite ra rio espe cífico , el d el l i b ert i n o . L i b ert i n o a p al o s , el cap i tán Pantoja inaugura un nuevo o r d e n e r ó t i c o e n u n a s e l v a e x u b e r a n t e , d o n d e
una sexualidad desordenada es l a c a r a c t e r í s t i c a p r e d o m i n a n t e . Ta n t o a n i v e l
ins tituciona l (e l Ejército perua n o ) co m o a n i v el es p aci al (l a s el v a), l as act i v i dades “libertinas” de este pers o n a j e a c a b a n p o r r e v e l a r s e p r o b l e m á t i c a s p o r
su dimensión transgresiva, en c o n f l i c t o c o n l o s p r i n c i p i o s f u n d a d o r e s d e t o d a
s ociedad .
Palabr as c la ve : representación d e e s p a c i o s – l i b e r t i n o s – p a ro d i a – s e x u a l i d a d
– tr ans g resión.
Rés um é: Nous a na lysons la dé m arch e d u cap i t ai n e P an t o j a à p art i r d ’u n m o dèle littéraire spé cifique : le libert i n . L i b ert i n m al g ré l u i , l e cap i t ai n e P an t o j a
inaugur e un nouvel ordre de l’é ro t i s m e d an s u n e fo rêt am azo n i en n e ex u b éran te, dans laquelle la sexualité dér é g l é e e s t l a c a r a c t é r i s t i q u e p r é d o m i n a n t e . Ta n t
au niveau institutionnel (l’Armé e ) q u ’ a u n i v e a u s p a t i a l ( l a f o r ê t ) , l e s a c t i v i t é s
“liber tines” dudit pe rsonna ge fin i s s en t p ar s ’av érer p ro b l ém at i q u es d u fai t d e
leur dimension transgressive, a l l a n t à l ’ e n c o n t r e d e s p r i n c i p e s f o n d a t e u r s d e
toute s oc ié té .
M ots clé s : repré se ntations de s es p a ces – l i b er t i n s – p a ro d i e – s exu a l i t é tr ans gression.
* Félix TERRONES (Lima, 1980): escritor, traductor y docente universitario. Bachiller en Literatura (PUCP, 2003). Master en
estudios iberoamericanos (Bordeaux III, 2005). En la actualidad acaba su doctorado en la universidad Michel de Montaigne
de Burdeos. Asistente de cátedra en la universidad François Rabelais de Tours. Ha publicado las novelas cortas “A media luz”
(PUCP, 2003) y la novela “El silencio de la memoria” (Mundo Ajeno, 2008). También preparó la edición antológica de la obra
de Sebastián Salazar Bondy para la Biblioteca Ayacucho de Venezuela.
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La selva es una de las regiones más recurrentes en la narrativa de Mario Vargas
Llosa. Desde La Casa Verde (1966) hasta El Hablador (1987), pasando por La guerra
del fin del mundo (1981) ella aparece como escenario vital para las acciones de los
personajes, el desarrollo de las intrigas y de los conflictos, así como también la representación de los grandes temas del escritor peruano. Acaso sea en Pantaleón y las
visitadoras (1973) que la selva es representada de la manera más humorística, no sólo
como lugar de placeres y excesos sino también como espacio para una aventura única:
un prostíbulo itinerante cuyas actividades lo lleven a canalizar la energía sexual de
los soldados. Con este objetivo, las actividades de su gestor, administrador y líder, el
capitán EP Pantaleón Pantoja, lo llevarán a actuar de un modo tal que lo acercarán de
un modelo literario que Mario Vargas Llosa, gran lector de la novela francesa, conoce
perfectamente: el libertino. Dicho acercamiento a la figura del libertino no sólo sirve
de parodia literaria sino que también permite problematizar el vértigo y la tensión entre
lo institucional y lo marginal, la ley y su transgresión, la razón y la sexualidad.
I. La selva: región de instintos transgresores
Novela compuesta de diez capítulos, Pantaleón y las visitadoras cuenta la formación, el apogeo y el cadalso de una institución particularísima en el Ejército peruano, el famoso Servicio de Visitadoras para Guardianes Puestos de Fronteras y Afines
(SVGPFA), también conocido bajo la popular denominación de Pantilandia. Dicha institución es creada y dirigida por el protagonista de la novela, Pantaleón Pantoja, quien
es promovido al rango de capitán precisamente por sus dotes de estadista y organizador, así como por su devoción al Ejército. En principio, todas estas cualidades, reunidas
en un solo individuo, parecerían excesivas para una misión; sin embargo, la tarea que
se le encomienda no sólo requiere de todas ellas sino que las precisa de manera urgente.
Al capitán Pantoja se le ha escogido para formar un grupo de prostitutas (“cuerpo de
visitadoras”, según la tecnócrata fórmula militar) que recorra la selva peruana con el
objetivo de darle una solución a los constantes excesos sexuales, traducidos en violaciones y estupros, de los soldados. La experiencia logística del capitán Pantoja será,
por lo tanto, puesta al servicio de esta tarea convertida en misión urgente.
Con este objetivo el capitán Pantoja se desplaza al teatro de operaciones, es
decir la selva peruana, un espacio representado minuciosamente en el texto. Así, la
primera característica de esta región es su alejamiento de la capital 1. En Lima no sólo
se encuentran los jefes militares - como el Tigre Collazos, el General Victoria y el
Coronel López-López – sino que se decide todo lo relativo al resto del país, en particular lo que concierne el trabajo del capitán Pantoja. A lo largo de la novela este último
1 Una conversación entre Pochita y el Capitán Pantoja es clara a este respecto: “—Qué graciosa esta noticia en El Comercio —hace
una mueca Pochita—. En Leticia un tipo se crucificó para anunciar el fin del mundo. Lo metieron al manicomio pero la gente lo sacó
a la fuerza porque creen que es santo. ¿Leticia es la parte colombiana de la selva, no?”. (PYLV, p.15) En los confines patrios, un individuo anuncia el fin del mundo. Ante la pregunta con respecto de la ubicación de Leticia, el Capitán Pantoja responde que « Ahora
es Colombia, antes era Perú, nos la quitaron1» (PYLV, p.16). Se trata de una zona tan cercana de la frontera que puede ser anexada en
cualquier momento a otro territorio nacional (en este caso, Colombia). Al encontrarse la selva alejada del centro civil, los personajes
no solamente desconocen dónde se encuentra ésta sino que también se lamentan de deber vivir en ella: « – ¿A Iquitos? – deja de rociar
la camisa y alza la plancha Pochita –. Uy qué lejos nos mandan, Panta ”. (PYLV, p.21)
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dirige informes, partes y cartas a sus superiores jerárquicos cómodamente instalados
en la ciudad capital desde la cual dirigen el destino de miles de soldados enviados a los
confines del mundo. Poco importa si a lo largo de la novela Lima aparezca como una
fugaz mención o si los únicos espacios capitalinos en la novela sean lugares cerrados,
como habitaciones de hoteles o despachos. Esas escenas son más que suficientes para
mostrar el centralismo de Lima, núcleo irradiador de civilización y, consecuentemente,
el alejamiento de la selva. Esta última será el lugar en el que la modernidad apenas llega, un espacio en los márgenes del progreso, sometido a un atraso general manifestado
sobre todo en una forma particular de anarquía 2.
Dicha anarquía no sólo se manifiesta a nivel social o político, sino sobre todo a
nivel sexual. Este último punto se descubrirá progresivamente en la lectura. Primero,
uno de los jefes militares afirmará que servir en la selva es “bravo” 3, sugiriendo de
este modo una cualidad extraordinaria de este espacio. Después, una vez que la familia
Pantoja ya se encuentra en la selva, sus integrantes constataran el calor insoportable
que se siente en ésta, como lo manifiesta Pochita en la carta que envía a su hermana
Chichi 4. No se trata de una sensación insignificante o intrascendente pues terminará por
provocar una conducta atípica en los personajes masculinos quienes, bajo su influencia, modifican tanto sus deseos como sus conductas sexuales. Y el capitán Pantoja es el
ejemplo más claro de la manera cómo los hombres sucumben a los ardores selváticos.
Apenas llegan a Iquitos, él se precipita sobre su esposa, expresando de este modo los
efectos que se sienten nada más pisar suelo selvático. Pochita será quien se encargará
de reunir los dos componentes de la ecuación (“calor” y “sexualidad”) en la carta que le
envía a su hermana: « Panta dice que es culpa del clima, un general ya lo previno allá
en Lima que la selva vuelve a los hombres unos fosforitos ». Con el tiempo, el capitán,
otrora contenido sexualmente, se transforma de modo tan radical que aquello que en
un inicio era una anécdota termina por convertirse, para su entorno, en una verdadera
inquietud: “ a veces me asusto y pienso si no será una enfermedad ” 5.
La sexualidad desbordante e incontrolable es calificada por la esposa misma del
capitán Pantoja de enfermedad y, de este modo, caracterizada como un elemento perturbador. Sin saberlo, Pochita da en el clavo del problema institucional, es decir, una
sexualidad obsesiva y sin límites que degrada, sin distinción alguna del grado o rango,
a todos los militares (el capitán Pantoja es un ejemplo y no una excepción). Aquellos
que no se convierten en violadores de civiles (ancianas, jóvenes, niñas, mujeres casadas, viudas, esposas de autoridades o aborígenes) terminan convirtiéndose en onanistas, sin contar a aquellos que comienzan una vida sexual con animales (par ejemplo, un
simio que termina siendo rebautizado « Mamadera de la cuadra quinta » 6). La selva es
2 El locutor radial llamado Sinchi es claro a este respecto cuando se refiere, en su estilo engolado, a la Selva: “Aquí me tienen una
vez más en las ondas de Radio Amazonas, la primera emisora del Oriente peruano, para llevar al hombre de la urbe cosmopolita y a la
mujer de la lejana tribu que da sus primeros pasos por las rutas de la civilización, al próspero comerciante y al humilde agricultor de
la solitaria tahuampa, es decir a todos los que luchan por el progreso de nuestra indomable Amazonía, treinta minutos de amistad, de
esparcimiento, de revelaciones confidenciales y de alturados debates, reportajes que causan sensación y noticias que hacen historia,
desde Iquitos, faro de peruanidad engastado en el inmenso verdor de nuestra selva”. (PYLV, p.206)
3 PYLV, p.24: “Servir en la selva es bravo, Pantoja, el problema no es sólo el de las señoras atropelladas”.
4 Algunos ejemplos: “ y ahora al bandido [de Pantaleón] le provoca cada dos, cada tres días y tengo que estarle frenando los ímpetus,
porque tampoco es plan, pues ¿no?, con este calor y esta humedad tan pegajosa” (PYLV, p.81), “Me imagino que con el calor y la humedad de aquí el embarazo debe ser atroz, sobre todo no viviendo en la Villa Militar, sino donde nosotros, los suertudos”. (PYLV,p.83)
y, en fin, “Total que un día, era muy temprano y estábamos todavía acostados, oigo el toquecito en la ventana, “¡lavandera!, ¿tienen
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el lugar en el que los bajos instintos de los militares no sólo emergen sino que toman
el control, distorsionando sus personalidades de modo tal que terminan convirtiéndolos
en todo aquello que ellos combaten y deploran, es decir, individuos ajenos a toda norma
o código, seres delictivos, por su concupiscencia y su falta de moral 7.
La selva antes de la llegada del capitán Pantoja es un espacio en el que campean
los instintos más bajos y envilecedores, en el que los proyectos humanos se encuentran condenados a ser fagocitados por su verdor y exhuberancia. La crítica literaria no
ha dejado pasar por alto esta representación del espacio forestal en Pantaleón y las
Visitadoras. En su ensayo dedicado a los prostíbulos en la literatura latinoamericana,
Rodrigo Cánovas señala que « En Vargas Llosa existe primero una imagen genital (el
sexo), que es recreada en el escenario de Iquitos […] 8 ». Elvire Gómez-Vidal, por su
lado, enfatiza la dimensión social del problema: « Se trata de una sexualidad transgresora presentada como fenómeno colectivo y a la cual es preciso remediar para volver
a lograr un equilibrio social armonioso 9 ». Desde un inicio el SVGPFA o Pantilandia
será planteado como la solución terapéutica a estos excesos sexuales que hunden al
ejército en la ignominia de los instintos, perturbando de este modo, su funcionamiento y, por lo tanto, su existencia misma. Sin embargo, las decisiones y las actividades
de su creador, el capitán Pantaleón Pantoja, acercarán éste, y por lo tanto también
Pantilandia, a un modelo inaudito e inesperado. Me refiero al del libertino, personaje
novelesco propio de la novela francesa del siglo XVII y XVIII.
II. Pantaleón Pantoja o el libertino a palos
Hay tantos tipos de libertino como novelas libertinas existen. Al libertino joven
e impetuoso, lleno de ardor y de ilusiones como Thermidor responde el libertino maduro, seguro de sí, frío en el cálculo y la manipulación, como lo es el famoso Vizconde
de Valmont. Numerosos ejemplos pueden añadirse a una lista casi tan larga como las
fantasías eróticas que pueblan este género de novelas “qu’on lit avec une seule main”
(que se leen con una sola mano). No obstante, es posible encontrar en estas novelas
tanto elementos en común como una estructura dominante que la reúnan a nivel temático y a nivel formal con el objetivo de leer la trayectoria del héroe de Pantaleón y las
visitadoras a través del prisma del género libertino.
A mi juicio, un rasgo inherente a las novelas libertinas es su dimensión formativa, es decir, el hecho de que en ellas encontremos una iniciación en la que el héroe
se compromete de modo tal que termina transformado, de un modo o de otro, en un
individuo distinto al que el lector encuentra nada más comenzar el relato. El ejemplo
ropa?”, y a mí se me había amontonado mucha ropa sucia, porque acá, te digo, con este calor es horrible, transpiras horrores, hay que
cambiarse dos y hasta tres veces al día” (PYLV, p.89).
5 PYLV p.81.
6 PYLV, p.21-22.
7 Uno de los jefes militares es claro en este sentido: “ La humedad tibia, esa exuberancia de la naturaleza […] A mí me sucede siempre:
llegar a la selva y empezar a respirar fuego, sentir que la sangre hierve ”. (PYLV, p.22)
8 CANOVAS Rodrigo, Sexualidad y cultura en la novela hispanoamericana. La alegoría del prostíbulo, Santiago: LOM editores,
2003, p.50.
9 GOMEZ-VIDAL Elvire “La relativa “légèreté ontologique” de Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa” In: Humour et
politique en Amérique latine/Humor y política en América latina, AGUILA Yves (comp.), Bordeaux: Presses Universitaires, 2006,
p. 265.
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típico en este sentido es el del joven inexperto y pudoroso que al final de la novela
termina convertido en un pervertido cuya meta suprema son el goce, la lujuria de los
sentidos y la orgía de los cuerpos. Entre uno y otro momento existe un trayecto vital
pautado por todas y cada una de las experiencias que hacen de él un individuo distinto.
El caso del capitán Pantoja es en este sentido un ejemplo paradigmático de la manera
cómo un eficiente miembro de las Fuerzas Armadas, devoto hijo y fiel marido, termina
sucumbiendo a las delicias que el jardín selvático le propone. Iniciado en el universo
de la prostitución, el diligente capitán Pantoja cambiará de identidad para convertirse,
al final de su trayecto, en Pan-Pan, un apelativo que convoca una multitud de significados, todos vinculados con la sexualidad mercenaria con la cual él no sólo trafica sino
que también dirige desde su centro de operaciones del río Itaya.
Como es evidente, esta iniciación en el libertinaje llevará el héroe novelesco a
descubrir y conocer el universo libertino, antes invisible a sus ojos, convertido de un
momento a otro en la piedra de toque de sus actividades. Así, una vez iniciadas sus
funciones, el capitán Pantoja decidirá penetrar en la noche de Iquitos, conocer sus casas de citas, bares de mala muerte, prostíbulos y antros en los que se comercia con las
fantasías masculinas: el “Mao-Mao”, el “007”, el “Gato Tuerto” y el “Sanjuancito” 10,
son algunos de los nombres de los espacios en los cuales penetra el celoso oficial. La
incursión en este tipo de lugares supone al mismo tiempo frecuentar una sociedad única, vinculada con actividades completamente extrañas pero no por eso menos inquietante a sus ojos. Así, pese a las reticencias iniciales que manifiesta el capitán Pantoja 11,
él mismo buscará establecer el contacto con prostitutas, proxenetas, dueñas de burdeles
y demás elementos del universo nocturno. De este modo, su incursión en la noche, su
visita a los espacios del vicio y su frecuentación de los libertinos selváticos llevan a
ese “Einstein del cache” 12, como uno de sus colegas lo llama, que es el capitán Pantoja
a convertirse lenta pero inexorablemente en un individuo distinto.
Curioso pero pertinente apelativo el de “Einstein del cache” pues con él se expresa muy bien la naturaleza paradójica del capitán del placer mercenario. La selva es un
espacio en el que los ardores sexuales se desatan sin control; no obstante, en la ejecución de su misión el capitán Pantoja mostrará, al menos en un inicio, la sangre fría, el
rigor racional y la voluntad científica que el Ejército exige de él. En su magnífico ensayo consagrado a la literatura libertina, Patrick Wald Lasowski subraya que del mismo
modo que la medicina de los humores asociaba los temperamentos con las materias, las
novelas libertinas “combinan sangre fría de la narración con el ardor de la orgía” 13. En
este punto, el capitán Pantoja es un ejemplo depurado de una transmisión de carácter
objetivo, de tono neutral, completamente indiferente al contenido de sus cartas y un
10 PYLV, p.33.
11 El mismo se encarga de transmitirlas a sus superiores en el primer parte que les envía : “ Que acata estrictamente estas disposiciones, pese a lo triste que le resulta ocultar su condición de oficial de nuestro Ejército, de la que se siente orgulloso, y mantenerse
apartado de sus compañeros de armas, a quienes considera sus hermanos, y pese a la delicada situación familiar que ello le crea, por
cuanto también está obligado a guardar ante su señora madre y su propia esposa la más absoluta reserva sobre la misión, y por tanto
a faltar a la verdad casi todo el tiempo en aras de la armonía familiar y buen éxito del trabajo. Que acepta estos sacrificios, consciente
de lo impostergable de la operación que la superioridad le ha encargado y de los intereses de nuestros soldados que sirven a la Patria
en las comarcas más remotas de la selva […]”. (PYLV, p.44)
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fondo escandaloso, al menos para los espíritus piadosos como el capellán del ejército
Godofredo Beltrán 14, en el que se relatan los encuentros incandescentes entre las tropas
y las meretrices.
Si el libertinaje es un asunto de lenguaje entonces el capitán Pantoja muestra en
sus escritos mejor que cualquier libertino la manera cómo se destituye la sexualidad
salvaje y criminal en favor de un erotismo alternativo, lógico y coherente. Gracias a
la distancia retórica que el capitán Pantoja utiliza para hablar de tema tan abyecto y
escabroso, el lector se encuentra frente a un discurso del placer y su progreso, dictado
por una lógica inflexible, susceptible de anticiparlo todo, de prever hasta el mínimo
detalle. Del mismo modo que los libertinos fueron hijos del Enciclopedismo, la confianza en la razón y el conocimiento, su parodia militar, es decir el capitán Pantoja, es
heredero de otro culto finisecular, el de las ciencias exactas como modo de interpretar
la realidad. Así, por ejemplo todo es susceptible de ser mesurado: el tiempo de permanencia de los convoys en las bases militares, el número de prestaciones mensuales de
cada prostituta e, incluso, la cantidad de minutos que un soldado puede compartir con
alguna de ellas 15. Para el capitán Pantoja nada se escapa a un esquema científico, menos
aún la sexualidad.
Otro elemento que se puede desprender de este contraste entre el objeto (la sexualidad) y la manera que se tiene de abordarlo (una fría racionalidad) es el hecho de que
para nuestro héroe se trata, antes que nada, de placer. Así, pese a que el objetivo es
acelerar el tránsito de los soldados (y de ese modo incrementar el número de usuarios), la manera cómo se busca hacerlo incita de diversas maneras el erotismo. Así,
por ejemplo, las tiendas de campaña convertidas en habitaciones de amor fugaz deben
ser implementadas de luces rojas, pues éstas favorecen el intercambio sexual, propiciando de ese modo una atmósfera propicia a las fantasías masculinas 16. Antes de cada
prestación los soldados pueden tener acceso a publicaciones de tipo pornográfico o a
novelas eróticas como “Dos noches de placer”, y también “Vida, pasión y amores de
María la Tarántula” 17 . El erotismo encuentra en Pantaleón Pantoja un inesperado promotor, aunque inocente y disparatado, que, como los libertinos franceses, transforman
los espacios más inesperados en los teatros de sus deseos, en este caso convierte las
espartanas bases militares en antros del placer.
Es necesario añadir que el capitán Pantoja se transforma en libertino sin perder
un rasgo inherente a su personalidad. No se trata de un libertino cualquiera, sino de un
individuo que a fuerza de la rigidez de su conducta, lo obtuso de su psicología, termina acercándose involuntariamente al modelo del libertino. Si en su fuero personal el
12 PYLV, p.254 : “ —No hay vuelta que darle, Panta—sube a bordo, curiosea el puente de mando, observa la brújula, manipula el
timón el capitán Mendoza—. Eres el Einstein del cache”.
13 LASOWSKI Patrick Wald, Le grand déreglement, Paris : Gallimard, 2008, p.76.
14 PYLV, p.139. No es necesario resaltar el carácter profano del último de los títulos. El placer del libertino también se encuentra en
la transgresión de los códigos religiosos y para eso se sirve de sus ritos y lenguaje con el objetivo de subvertirlos.
15 PYLV, p.169: “5. Establecidos los grupos, se procederá a sortear el orden de ingreso de cada usuario en el emplazamiento y se
instalarán controladores en la puerta de los mismos. El tiempo máximo por prestación es de veinte minutos. Excepcionalmente, en las
unidades donde el número de usuarios no alcance a cubrir la cifra mínima laboral de las visitadoras (diez) se podrá extender el tiempo
de la prestación a treinta minutos pero en ningún caso más”.
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capitán Pantoja realiza lo mejor posible para cumplir con su deber, por lo tanto es
un individuo íntegro en su compromiso profesional, ante los ojos de los demás el
capitán Pantoja es un inmoral sin ningún tipo de barrera que le impida degradar los
soldados en clientes y el territorio nacional en prostíbulo. Entre una y otra perspectiva, penetra la del lector consciente de la inocencia caricaturesca del personaje pero
también de la envergadura problemática de su empresa. Así, pese a ser promovida y
protegida por el mismo Ejército, Pantilandia terminará convirtiéndose en una dependencia susceptible de destruir la institución desde dentro, corromperlo por culpa de esa
sexualidad que se pretende controlar.
III. Libertinaje y buenas conciencias
Hay un elemento de discrepancia aparente entre el libertino convencional y el
capitán Pantoja: el carácter subversivo de las acciones libertinas. El mismo Lasowski
nos recuerda que Pierre Richelet definía « libertinaje » en su « Dictionnaire français
contenant les mots et les choses » (1860) del modo siguiente : « déreglement de vie.
Désordre », o bien « desajuste vital. Desorden » 18 . Una de la característica del libertino es su vocación por introducir socialmente, de modo permanente o transitorio,
el desorden, entendido como transgresión de todas las normas que fundan la vida en
sociedad. De ahí que el libertino sea un individuo perseguido por las fuerzas del orden
y la represión pues él introduce de manera subrepticia, en la corte del rey pero también entre la gente del pueblo, la manzana del pecado original. El Marqués de Sade,
en la realidad, y el Vizconde de Valmont en la ficción conocen en este sentido un
destino similar: el primero pasará una gran parte de su vida en prisión mientras que el
segundo será asesinado en un duelo. Si el libertino afirma el desorden en su trayectoria, la sociedad reaccionará de modo tal que todos sus dispositivos reguladores de un
orden, la moral y el honor, se activarán para castigar el crimen, el atentado espiritual.
Nada más alejado, en principio, de este desorden que Pantilandia. Universo aparte en el que todo está regulado de modo preciso y lo que todavía no existe es susceptible, por acción del cálculo y la reflexión, de ser integrado a su funcionamiento, el
desorden en cualquiera de sus formas se encuentra evacuado de su funcionamiento. ¿De
qué modo acoger el desorden si este no solo impediría la eficiencia sino que también
la proyección de un crecimiento sin límites? En efecto, la existencia de Pantilandia en
la selva exige la realización de una premisa que no es otra que alejarse lo más posible
de cualquier contingencia, azar, accidente o imprevisto. De ahí que un código férreo
rija su funcionamiento y que la violación de éste comporte el castigo del culpable: la
expulsión de la prostituta Maclovia 19, es un ejemplo rotundo de esto.
16 La iniciativa de esta modalidad proviene de la Chuchupe, experimentada gerente de prostíbulos, quien sabe cuál es la modalidad a
tomar para atizar el morbo y la sensualidad masculinos : “Además, por si caía la noche antes de que terminara la operación, la señora
Chuchupe hizo que se recubrieran los mecheros de los emplazamientos con trapos de color rojos, porque, aseguró, la atmósfera colorada es la más conveniente para el acto” (PYLV, p.114).
17 Dicho sea de paso, quien conoce el género de la novela libertina sabrá reconocer aquí un guiño a una modalidad muy popular en
este tipo de novelas. Me refiero a la representación de escenas en las que los personajes consumen a su vez literatura erótica. Se trata
de una “Mise en abyme” de la recepción literaria y al mismo tiempo inserción de los textos en una red de novelas.
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No obstante, sería inexacto separar a Pantilandia de la institución (el Ejército) y
el espacio (la selva) que la acogen. Cuando Pantilandia es vinculada con el Ejército de
manera irrefutable que el desorden penetra en éste último. Mientras el funcionamiento
de Pantilandia se mantiene secreto, requisito para su existencia, tanto ésta como el
Ejército pueden continuar sus existencias. Nada las une, todo las separa. ¿Quién en su
sano juicio podría acusar al Ejército de promover un batallón de prostitutas, asalariadas por él mismo, con el objetivo de que circulen en permanencia por las bases y los
puestos de fronteras? Sin embargo, primero rumores, luego denuncias públicas, finalmente una realidad irrefutable, la relación entre ambas instituciones termina siendo
descubierta durante los funerales de la Brasileña 20. Una vez que se descubre el vínculo
entre Pantilandia y el Ejército peruano, este último se expone a una crisis tal y como lo
expresa el mismo General Scavino cuando el capitán Pantoja justifica el haber expuesto, vistiéndose con su uniforme, su relación con el Ejército durante los funerales: “¿Su
obligación? […] ¿Cubrir de ridículo al Ejército? ¿Hacer el papel de fantoche mayor?
[…] ¿Qué enemigo le paga? Porque eso es puro sabotaje, pura quinta columna 21”. De
este modo, será necesario desactivar y desmantelar Pantilandia si lo que se busca es
mantener el funcionamiento de Ejército, limpiar su imagen, alejarlo de la ignominia
que supone el que la opinión pública sepa que no sólo protegió un prostíbulo sino que
también lo promovió.
El regreso al “orden” que significa desaparecer Pantilandia es, al mismo tiempo,
paradoja sorprendente, el regreso al caos que existía antes de su aparición. Aquella
selva representada como un espacio de excesos y desafueros termina imponiéndose una
vez más a los esfuerzos por regular, de un modo o de otro, la sexualidad sin límites que
campea en ella. Así no resulta una casualidad si la novela se cierra del mismo modo
con el que se inició, es decir con la fórmula de Pochita, “Despierta, Panta” 22. Nada
parece haber cambiado en la selva con las actividades del capitán Pantoja, ya que una
vez desmantelado el servicio de visitadoras todo regresa a la normalidad que se buscó modificar. En este sentido, los soldados acabarán una vez más por sucumbir a sus
pulsiones delictivas mientras que sus jefes militares buscarán otra manera, acaso más
delirante, de regular los excesos sexuales. Mientras tanto, el capitán Pantoja se despertará al lado de su esposa como al comienzo del relato, tras recuperar la vida conyugal y
los proyectos de familia. No obstante, nos queda el relato del apogeo y el ocaso de ese
universo alternativo, donde los Capitanes son proxenetas y las prostitutas miembros del
Ejército, en el espacio selvático.
Como si fuera un negativo fotográfico o la otra cara de la moneda, el orden racional que caracteriza a Pantilandia, una vez que es puesto al servicio de la sexualidad,
18 LASOWSKI, Patrick Wald, op.cit. p. 11.
19 Maclovia es expulsada de ese paraíso llamado Pantilandia por haberse escapado durante el “servicio” con uno de los soldados
con quien terminará casándose: “2. De otro lado, tiene el honor de hacerle saber que la investigación llevada a cabo por el SVGPFA
sobre la fuga y posterior matrimonio de la visitadora Maclovia con el ex sargento primero Teófilo Gualino, coincide matemáticamente
con la versión contenida en el oficio del coronel EP Peter Casahuanqui, alegando sólo la suscrita que el ex sargento Gualino y ella se
apoderaron de un deslizador de la Guarnición en calidad de préstamo, por ser el río el único medio de salir de Borja, y que era su firme
intención devolverlo en la primera oportunidad. La visitadora Maclovia ha sido expulsada del SVGPFA, sin indemnizaciones y sin
carta de recomendación por su irresponsable comportamiento” (PYLV, p.187).
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termina develándose como una poderosa arma subversiva susceptible de corromper la
imagen y el funcionamiento de Ejército. Aunque su funcionamiento lo excluya, el gran
desorden que el libertino no sólo reivindica sino que también promueve es al fin de
cuentas una consecuencia de las operaciones de Pantilandia. Será esta característica
la que agitará las “buenas conciencias” de los jefes militares en el momento en el que
decidan desmantelarla y castigar a su creador. Cuando el capitán Pantoja se despierta
al final del texto no lo hará ni en la capital ni en la selva sino en la fría cordillera peruana a la que será condenado como consecuencia de sus desafueros. Con su traslado
a esa región, las autoridades militares no sólo aseguran su capacidad para castigar y
su monopolio de los medios punitivos sino que destruyen al libertino que, inocente y
espontáneamente, surgió en él durante su servicio en Iquitos.
Conclusiones
En 1755, el Abad Armand-Pierre Jacquin publica Entretiens sur le roman en el que
califica al género novelesco, emergente en ese entonces, de “pecado original de la literatura”. Según el religioso dos tipos de “espíritu” se comparten el mundo, a saber la
“verdad”, representada por la Iglesia, y la ficción, encarnada antes que nada por la novela que hace del mundo un espacio imaginario en el que precisamente por su carácter
imaginativo circula todo tipo de vicios e inmoralidades, el mal gusto, la voluptuosidad
y el crimen. Considero que al Abad Jacquin no le faltó clarividencia para definir, dentro
de la geografía literaria, a la novela de ese modo pues ésta se constituye y consolida
como género de modo directamente proporcional a la manera cómo los grandes dogmas
políticos, religiosos y sociales comienzan a desmoronarse en esa incipiente, balbuceante y aún insospechada modernidad.
Se puede leer la novela Pantaleón y las visitadoras como una nueva formulación,
en clave paródica, de la diada “civilización”-“barbarie” tan propia a nuestras letras latinoamericanas. Así, esa región atrasada y atávica que es la selva acabaría por imponerse a los esfuerzos por modernizarla, por hacerla entrar finalmente, mediante la gestión
científica de su sexualidad, en un movimiento progresista. Considero, sin embargo,
que esta lectura, en su momento oportuna y válida hasta cierto punto, pero esquemática
y simple, no cubre la complejidad que bajo la apariencia de humor inocente, plantea
Pantaleón y las visitadoras. La selva en esta novela de Vargas Llosa es el territorio de
los deseos reprimidos y transgredidos, de las pulsiones que pugnan por liberarse más
allá de cualquier modalidad que las instituciones sociales, en este caso el Ejército,
adoptar para domarla, someterla. Paradojas del deseo, su gestión y represión que de
20 No es una casualidad que en la novela, constituida por una serie abigarrada de documentos de todo tipo, se presente la “revelación”
del vínculo entre Pantilandia y el Ejército bajo forma de artículos periodísticos dirigidos a la opinión pública loretana. Nada más público que las noticias periodísticas que diariamente se dirigen a una comunidad imaginaria de lectores que gracias a ellas encuentran
una cohesión y al mismo tiempo la discusión social de actualidad.
21 PYLV, p.320.
22 PYLV, p.15, PYLV, p.345.
Articulo Nº 01 / Enero 2011
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modo sorprendente se nos plantean a ritmo de marchas militares pero también de cumbias tropicales, Pantaleón y las visitadoras, es una novela en la cual de manera particular se manifiesta una “verdad” literaria que no es consecuencia de un dogma o de un
acto de fe pero sí de un juicio crítico, muchas veces peligroso, siempre liberador.
Bibliografía
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