CAMPAÑA LIBRES E IGUALES Palabras de apertura del Dr. Roger Rodríguez Santander, Director General de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, con ocasión de la Campaña Libres e Iguales de las Naciones Unidas por la defensa de los derechos humanos y la no discriminación de las personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales No es necesario reiterar cuál es la posición del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos con relación a la protección y promoción de los derechos de los miembros del colectivo LGTBI. Esa posición institucional está claramente planteada en el Informe que tuvo ocasión de presentar dicho Ministerio a la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso de la República con ocasión del “Proyecto de Unión Civil no matrimonial entre personas del mismo sexo”. Quiero sí llamar la atención sobre una problemática que, aunque se encuentra vinculada con la materia tratada en el referido Informe, es todavía más transcendente. En el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos somos conscientes que la raíz de la aludida problemática se encuentra en la mentalidad, en el pensamiento, en la forma de enfocar ideológicamente lo que el espíritu de los derechos humanos representa. Se dice muchas veces en voz baja, pretendo ahora decirlo en público, que hay un problema que tiene que ver con la relación que presentan muchos funcionarios del Estado con ciertas formas de pensamiento que están protegidas por la Constitución, pero que al mismo tiempo la Constitución impide que pretendan incorporarlas al ordenamiento jurídico, pues en razón de la fuerza vinculante que este ostenta, terminarían imponiéndose incluso a los seres humanos que no tienen obligación de compartirlas, objetivándolos y, por consiguiente, afectando su dignidad. Cuando digo esto me refiero fundamentalmente a que, lamentablemente, los funcionarios públicos todavía no caemos en cuenta del todo que el artículo 50° de la Constitución exige separar el pensamiento religioso del pensamiento estatal. Este no es un llamado, por supuesto, a abandonar el pensamiento religioso. La libertad religiosa y la libertad de conciencia están protegidas constitucionalmente. Pero a veces se confunde esa protección con la creencia de que esas libertades fundamentales encierran también el derecho de pretender imponer las creencias religiosas propias a todos los ciudadanos y ciudadanas. Ahí está, me parece, la principal razón de por qué aún continuamos postergando la efectiva vigencia de los derechos de las personas con orientación sexual distinta a la heterosexual. Es bueno recordar que en el año 1789, con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, nos pusimos de acuerdo, entre otras cosas, en que en cuestiones de moral religiosa no nos vamos a poner de acuerdo, y que, consecuentemente, hay una moral que impera, aquella moral pública que señala que mientras uno no afecte derechos humanos de terceros puede construir, individual o comunitariamente, su proyecto de vida. Estos valores de libertad y de autonomía anidan en el principio de dignidad humana, cuyo respeto es fin supremo de la sociedad y del Estado de acuerdo al artículo 1° de la Constitución. Hace muy poco me topaba con una publicación de John Rawls, uno de los pensadores más influyentes en materia de derechos humanos de los últimos tiempos, autor del libro "Teoría de la Justicia" y de otro aún más importante que recomendaría mucho revisar a aquellos que creen que las personas de orientación sexual no heterosexual no tienen los mismos derechos que las personas heterosexuales: El Liberalismo Político. El escrito de Rawls con el que me topé se denomina "Sobre mi religión"1. Yo no sabía, lo confieso, que Rawls era una persona profundamente creyente, pero, a su vez, era una persona que después de la Segunda Guerra Mundial se había convencido firmemente de que si hay dos valores fundamentales que deben respetarse para poder convivir todos verdaderamente libres e iguales en una sociedad, tales valores son la libertad religiosa y la libertad de conciencia. Creo que a buen entendedor, pocas palabras. La problemática descrita requiere que el funcionario público repiense su rol. Que entienda que el libro que preside su acción como tal es la Constitución y no otro, y que eso exige tener que dejar ciertas formas de pensamiento en la casa, para que gobiernen su hogar, pero que no pueden imponerse desde el Estado como una moral que nos gobierne a todos, pues ello afectaría la dignidad de muchos seres humanos. En tales circunstancias, es deber del funcionario público, insisto, dejar ese pensamiento en el hogar y actuar como verdadero funcionario público, es decir, aplicando los valores constitucionales que nos hacen a todos, y no solo a algunos, libres e iguales en dignidad y derechos. Se ha mencionado que ese deber proviene de la ley internacional, y es cierto, pero yo quisiera también enfatizar que es un deber que proviene de la ley nacional y, fundamentalmente, de la Constitución. Si nosotros nos convencemos de eso, tal como algunos pensadores religiosos parecen haberlo entendido ya, creo que tendremos un mejor futuro en la materia que hoy nos convoca. En ese sentido, me permito simplemente para terminar leer una frase que creo que coincide plenamente con lo que acabo de plantear. Dice así: “la religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres. No es posible una injerencia espiritual en la vida personal”. La frase que acabo de leer no está contenida en algún informe del MINJUS. Son palabras del Papa Francisco. Y discúlpenme que siendo un funcionario público traiga a colación ahora palabras del actual máximo representante de la Iglesia Católica. Lo que ocurre es que también soy creyente y me ha sorprendido que el propio Papa sea capaz de plantear tan correctamente un pensamiento que tiene profunda incidencia en la separación entre el pensamiento del Estado y el pensamiento de la Iglesia y que, sin embargo, muchos funcionarios públicos no tengan esa misma capacidad. Espero con sinceridad que singularmente mañana en la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso de la República, cuando menos la mayoría de sus miembros, actúen como funcionarios públicos que entienden que ese es el modo de pensamiento correcto para finalmente dejar de discriminar y dejar de restar libertad a los peruanos y peruanas. Muchas gracias. 1 Cfr. Rawls, John, Consideraciones sobre el significado del pecado y la fe. Sobre mi religión, Paidós, Madrid, 2010, pp. 283 - 293.