Del derecho de convivencia a la conveniencia

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matrimonio homosexual, familia homoparental
Del derecho de convivencia a la
conveniencia de no reconocerlo.
La izquierda y el movimiento por las sociedades de convivencia
en México
Alejandro Brito
De febrero de 2001 a febrero de 2004 se dio en la ciudad de México un
fuerte movimiento por el reconocimiento legal de las parejas del mismo
sexo y de otras formas de arreglos domésticos agrupados en la iniciativa
de Ley de Sociedades de Convivencia, que buscaba garantizar derechos
mínimos de sucesión, tutela, manutención y arrendamiento para sus integrantes.
Esta iniciativa de ley, impulsada por una red de organizaciones
lésbicas, gays, transexuales y de derechos sexuales, tenía condiciones políticas muy favorables para ser aprobada: se presentaba en el contexto de
un gobierno de izquierda, con una fracción parlamentaria de izquierda
mayoritaria, un importante apoyo de intelectuales, artistas, académicos
y juristas, una opinión pública cada vez más favorable a la iniciativa, y
con una diputada lesbiana encabezando la lucha, que además presidía la
Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa local. ¿Por
qué entonces no se logró su aprobación? ¿Qué fue lo que falló?
Sin duda, en el proceso pueden señalarse algunos errores de táctica y
estrategia cometidos por sus impulsores, pero la responsabilidad de esta
derrota recae principalmente en el partido que representa a la izquierda
mexicana: el Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuyo oportunismo lo lleva a incumplir su compromiso de aprobarla para evitar cargar
con los costos políticos de sancionar una ley tan polémica y dañar la imagen y las relaciones del jefe del ejecutivo con el arzobispado de México en
su carrera hacia la presidencia de la república. Ellos iniciaron la discusión,
la precipitaron, para luego echarse para atrás, dar bandazos y terminar
por bloquearla. Lo más grave del desenlace de esta controversia fue la
concesión que los poderes ejecutivo y legislativo de la ciudad de México
hicieron a la jerarquía católica; terminaron por sucumbir al veto eclesiástico. En esta contienda, la principal fuerza ganadora fue precisamente la
jerarquía de la iglesia católica, cuya influencia política se extiende ahora
dentro de las filas de la izquierda.
Alejandro Brito
Lo que exponemos enseguida es un recuento de los principales hechos y argumentos dados por los protagonistas en este primer combate
por el reconocimiento jurídico de las parejas del mismo sexo en México,
esperando que sea de alguna utilidad en el imprescindible análisis de esta
peculiar experiencia.
Antecedentes: Quítate tú pa’ ponerme yo
Con la llegada de Enoé Uranga a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) en diciembre de 2000 como diputada abiertamente lesbiana,
gracias a una coalición entre la organización feminista Diversa y el Partido
Democracia Social, se abría para el movimiento lésbico-gay la posibilidad
de impulsar leyes o reformas en dirección del reconocimiento de derechos. Como antecedente, habría que apuntar que la legislatura anterior
reformó el Código Penal del Distrito Federal con el objetivo de penalizar
todas las formas de discriminación, incluida la derivada de la orientación
o preferencia sexual. En 1999, el diputado local del PRD, David Sánchez
Camacho, quien posteriormente asumiría de manera pública su identidad
gay, impulsó la reforma del entonces artículo 281 bis de dicho código a
partir de un exitoso foro legislativo sobre diversidad sexual y derechos
humanos. Más tarde, en el 2001, se reformaría el artículo 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para prohibir todo tipo de
discriminación, y en junio de 2003, se promulgó la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación por cualquier motivo, incluidas las preferencias sexuales.
Por otro lado, el triunfo de la izquierda por segundo periodo consecutivo en las elecciones para jefe del gobierno capitalino en el año 2000, y el
arribo de una fracción parlamentaria de izquierda a la Asamblea Legislativa, que aun cuando no ganó la mayoría absoluta sí constituyó la fracción
mayoritaria, creaban un contexto político favorable para impulsar una figura jurídica de reconocimiento legal a las parejas del mismo sexo.
Dentro de ese panorama general, lo que procedía era crear el consenso
necesario, primero entre los grupos lésbico-gays sobre la fórmula jurídica
más factible y sobre la estrategia a seguir para, posteriormente, acudir con
una propuesta bien elaborada a las diferentes diputaciones de la Asamblea
Legislativa. Pero la discusión pública no partió del activismo lésbico-gay,
como era de esperarse. El debate lo abrió de manera inesperada el coordinador de la fracción del PRD y presidente de la mesa directiva de la Asamblea
Legislativa, Armando Quintero, al anunciar en diciembre de 2000 una ini-
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ciativa de reformas y adiciones al Código Civil del DF con el propósito de
introducir la figura jurídica de “uniones solidarias” para dar reconocimiento legal a las parejas del mismo sexo. Según él, su iniciativa contaba con el
respaldo de toda la fracción parlamentaria de su partido y de representantes de más de 100 organizaciones lésbico-gays, además de la Asociación de
Abogados Democráticos, lo que de inmediato fue desmentido. Este anuncio lo hizo sin consultar a nadie y sin siquiera dar aviso a sus propios correligionarios, a quienes agarró por sorpresa. Las reacciones fueron
inmediatas y todas de rechazo por parte, obviamente, de la derecha y de la
jerarquía católica, pero también de la izquierda y de los grupos lésbico-gays.
El periodista Julio Hernández López lo resumió muy bien en su columna “Astillero” del periódico La Jornada, que me permito citar en extenso. Después de calificar de “grave irresponsabilidad política” el anuncio
del diputado Armando Quintero, el articulista continúa:
De hecho, lo que el peculiar diputado Quintero hizo fue un tradicionalísimo madruguete.
Necesitado tal vez de reflectores y cámaras, escogió un tema delicado, sensible, digno
de mejor trato, para lanzarlo a la jauría derechista que, desde luego, ha destrozado la
mencionada pretensión e, inclusive, podría generar una involución social sobre el
tema. Ha sido tal la reacción tan adversa a la ocurrencia de Quintero, que ni siquiera
fue presentada formalmente en la tribuna del recinto legislativo de Donceles […].
Lo más delicado del caso es que se ha manoseado y dañado una idea que hubiera
merecido mejor destino. Las relaciones estables entre personas del mismo sexo han
generado en todo el mundo necesarias adecuaciones del marco jurídico que había
sido diseñado pensando sólo en parejas de distinto sexo […]. Una obligación de la
izquierda es, desde luego, empujar, con inteligencia y con tacto político, iniciativas
como la que ahora se ha denominado de “unión solidaria”.
Sin embargo, en este caso específico, el coordinador de los diputados capitalinos
del PRD no tuvo en cuenta el entorno de enardecida derechización que vive el país, ni
la necesaria construcción de alianzas y pactos que debían arropar tan polémica pretensión. Por el contrario, como mago que sacara un conejo para distraer a la concurrencia, el diputado Quintero hizo aparecer de la nada una iniciativa que, en estricto
sentido, ni siquiera ha ganado formalidad. Fue una simple ocurrencia. Un deseo de
parecer audaz y avanzado. Un acto más de irresponsabilidad política que generará
retroceso a la causa presuntamente impulsada (La Jornada, 15 de diciembre de 2000).
Presentar una iniciativa de este calibre en esas condiciones parecía en
efecto un acto aventurero y provocador destinado al fracaso. La desconfianza de las y los activistas gays ante las verdaderas intenciones del coordinador perredista estaba más que justificada. La diputada Enoé Uranga
así lo advertía “Esa iniciativa se puede perder en este momento y queremos ganar”, debemos generar “el escenario necesario para que salga
exitosa” (México Hoy, 15 de diciembre de 2000). Por su parte, asambleístas
Alejandro Brito
del PRD cuestionaron a su coordinador por haber hecho pública una iniciativa sin haberlos consultado antes, “la hizo a título personal”, adujeron
algunos, y admitieron que no existía consenso sobre una iniciativa que ni
siquiera conocían.
A raíz de la polémica desatada, el periódico Reforma publicó el resultado de un sondeo telefónico entre 395 adultos del DF, que da cuenta del
efecto de este “madruguete”: 54% de los consultados se manifiesta en desacuerdo con legalizar la unión entre personas del mismo sexo, y sólo 32%
lo aprueba. Es decir, sólo un tercio de los capitalinos apoya esa posibilidad, pero 6 de cada 10 la rechazan.
Finalmente, ante la andanada de rechazos, Armando Quintero desiste
de su afán protagónico, pero el daño ya estaba hecho.
De esta manera, la propuesta de reconocer legalmente las uniones del
mismo sexo en México hacía su entrada por la puerta menos apropiada: la
del escándalo.
Presentación en sociedad: por el derecho a la diferencia,
las sociedades de convivencia
El escándalo provocado por el diputado Quintero precipitó la discusión
pública sobre el tema. La andanada derechista desatada contra las “uniones solidarias” colocó a las y los defensores de esa bandera en una incómoda y desventajosa posición defensiva. La confusión creada por la falsa
polémica, pues no se dio a conocer texto alguno de la susodicha iniciativa,
llevó el debate no hacia la cuestión central del derecho al trato igualitario
ante la ley para un sector de la población, sino que impuso la necesidad
del constante deslinde de la figura del matrimonio y de la adopción de
menores, tópicos a los que la derecha trasladó ventajosamente el debate.
Tomando en cuenta esta situación, las y los activistas gays decidieron
apostarle a lo posible y no a lo deseable; es decir, a una iniciativa de ley
que tuviera posibilidades reales de aprobarse, de lograr un consenso social amplio; se decidió también presentarla como una propuesta ciudadana no vinculada con partido político alguno para evitar la politización
extrema de la discusión y lograr el mayor apoyo posible de las fuerzas
políticas representadas en la ALDF. Un elemento fundamental era lograr el
apoyo de aliados “naturales” de la iniciativa, más allá de las organizaciones del movimiento lésbico-gay.
En primer lugar, se buscó un nuevo apelativo distinto al de “uniones
solidarias”, cartucho quemado ya por la torpeza política perredista, y que
tuviera un mayor alcance más allá del reconocimiento de las uniones del
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mismo sexo para abarcar también otras formas de convivencia doméstica
no incluidas en las figuras jurídicas del concubinato y el matrimonio. Una
iniciativa planteada de esta manera dejaría en claro que no se buscaba establecer supuestos privilegios destinados a una minoría o, por el contrario,
una ley ad hoc o especie de apartheid jurídico para homosexuales.
Esta apreciación se basaba en los cambios ocurridos en la composición
de los hogares registrados por el Consejo Nacional de Población (Conapo)
en las últimas décadas. De acuerdo con este registro, sólo poco más de la
mitad de los hogares mexicanos (52 por ciento) responde al modelo de
familia nuclear. La otra mitad está compuesta por una diversidad de arreglos domésticos entre hogares monoparentales, parejas sin hijos, hogares
extendidos y hogares compuestos. Pero de todas estas formas de arreglo
doméstico, lo que más llama la atención es el crecimiento de los hogares
formados por co-residentes sin parentesco alguno (donde se supone estarían ubicadas las parejas del mismo sexo), que pasaron de 4 por ciento en
1982 a 7 por ciento en el 2000, lo que representa un aumento de más del 70
por ciento en menos de veinte años.1 No existen registros sobre los hogares
mexicanos integrados por parejas del mismo sexo, pero de acuerdo con un
cálculo del entonces director general del Conapo, Rodolfo Tuirán, de los
22 millones de hogares mexicanos, el 2 por ciento (más de 400 mil hogares)
responden a esa composición.2 Algunas de estas cifras fueron incluidas en
la exposición de motivos de la iniciativa para dar sustento a la propuesta.
De esta manera, surgió la figura jurídica de “sociedades de convivencia” basada, sobre todo, en el modelo francés del Pacto Civil de Solidaridad
aprobado en noviembre de 1999, pero, a diferencia de este último, la nueva
figura abarcaba, además de las parejas de hecho del mismo o distinto sexo,
otras formas de convivencia, incluso las formadas por más de dos personas,
ya que el vínculo primordial para establecerla se basaba en la voluntad personal de permanencia y apoyo mutuo, y no sólo en el vínculo conyugal.
La propuesta de Ley de Sociedades de Convivencia fue presentada
públicamente en febrero de 2001 por la diputada Enoé Uranga acompañada en rueda de prensa por representantes de diversas organizaciones civiles lésbicas, gays, transexuales, de mujeres y de derechos sexuales, las cuales
formaron una Red Ciudadana con el fin de apoyar las acciones encaminadas a su aprobación.
1
2
El perfil sociodemográfico de los hogares en México, Conapo, 2001.
Letra S, Salud, Sexualidad, Sida, núm. 59, suplemento de La Jornada, junio 7 de 2001.
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Ahí se informa el sentido de la propuesta:
“La sociedad de convivencia constituye un marco jurídico nuevo que
no interfiere con la constitución del matrimonio ni la vulnera. No impide
ni compite con la práctica del concubinato. No modifica normas vigentes
relativas a la adopción”, aclaran de entrada.
Entre el articulado destacan los siguientes:
Artículo 2. La sociedad de convivencia se constituye cuando dos personas físicas, con capacidad jurídica plena, deciden establecer relaciones de convivencia en un hogar común, con voluntad de
permanencia y ayuda mutua.
También podrán formar sociedad de convivencia más de dos personas, que sin constituir una familia nuclear, tuvieran entre sí relaciones de
convivencia y cumplan con los demás requisitos señalados en el párrafo
anterior.
Artículo 3. La Sociedad de Convivencia genera relaciones familiares
entre sus integrantes.
Artículo 4. Sólo podrán constituir Sociedad de Convivencia las personas libres de matrimonio y aquellas que no hayan suscrito otra Sociedad de Convivencia que se encuentre vigente.
Artículo 5. No podrán celebrar entre sí Sociedad de Convivencia los
parientes consanguíneos en línea recta sin límite de grado o colaterales hasta el cuarto grado.
Artículo 10. [...] se generará entre los convivientes el deber recíproco
de darse alimentos, siempre y cuando hayan vivido juntos por un
periodo de dos años a partir de que se haya otorgado la Sociedad de
Convivencia [...].
En caso de terminación de la Sociedad de Convivencia, sus integrantes se proporcionarán alimentos por un periodo igual a la duración de
ésta, contado a partir de su disolución.
Artículo 11. Entre los convivientes se generarán derechos sucesorios,
los cuales estarán vigentes a partir del registro de la Sociedad de Convivencia [...].
Artículo 12. Cuando uno de los integrantes de la Sociedad de Convivencia sea declarado en estado de interdicción, en términos de lo previsto por el Código Civil para el Distrito Federal, los demás integrantes
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serán llamados a desempeñar la tutela siempre que hayan vivido juntos por un periodo inmediato anterior a dos años a partir de que la
Sociedad de Convivencia se haya otorgado.
Artículo 13. En los supuestos de los artículos 9, 10, 11 y 12 de esta ley,
se aplicarán, en lo relativo, las reglas previstas en el Código Civil
para el Distrito Federal en materia de alimentos, sucesión legítima y
tutela legítima.
Artículo 15. La sociedad de convivencia se termina: I. Por la voluntad de
cualquiera de los convivientes. II. Por voluntad de todos los convivientes.
III. Por el abandono del hogar común de uno de los convivientes
por más de tres meses sin que haya causa justificada. IV. Porque
alguno de los convivientes contraiga matrimonio o viva en concubinato.
Artículo 16. Cuando fallezca un conviviente, y éste haya sido titular
del contrato de arrendamiento del inmueble en el que se encuentra
establecido el hogar común, los sobrevivientes quedarán subrogados
en los derechos y obligaciones respecto de dicho contrato.
Artículo 19. El registro a que se refiere la presente ley tendrá verificativo
ante el Archivo General de Notarías.
Artículo 24. La Sociedad de Convivencia a que se refiere el primer
párrafo del artículo segundo de esta ley, se equiparará al concubinato para las consecuencias de derecho previstas en las demás leyes.
En resumen, esta ley pretende dar reconocimiento de derechos mínimos de tutela, arrendamiento, alimentación y sucesión de bienes a compañeros co-residentes, a parientes lejanos y a parejas de diferente o del mismo
sexo que deciden cohabitar sin comprometerse en matrimonio. El equiparar esta novedosa figura de convivencia con el concubinato se hace con la
mira de que surta efectos en cuanto al derecho a la salud. En las discusiones sucesivas con las y los diputados del PRD, esta ley se irá modificando
poco a poco hasta perder su perfil original.
En la rueda de prensa mencionada, también se informa de la organización de un registro simbólico de parejas que se realizaría el 14 de febrero, Día del amor y la amistad, en frente de la explanada del Palacio de
Bellas Artes, lo que provoca gran revuelo y expectativa en los medios. Las
y los organizadores añaden que el evento contará con la presencia y el
apoyo de diversos artistas e intelectuales.
Alejandro Brito
La condena de la jerarquía católica y de los voceros del conservadurismo ultra y de la derecha política es inmediata. “Debemos evitar que la unión
conyugal se trivialice”, reclama el arzobispado de México y califica al acto
del 14 de febrero de evento “propio de un carnaval” (Milenio, 9 de febrero y
La Prensa, 14 de febrero de 2001). Serrano Limón de Provida califica al acto
de “kermesse” y a la iniciativa la tilda de “orgía familiar” (La Jornada y Reforma, 12 de febrero). “Se quiere legalizar lo ilegalizable”, arremete el diputado local panista Ernesto Herrera (Milenio, 9 de febrero). Curiosamente
algunas voces disidentes dentro del activismo lésbico-gay coinciden con
estas apreciaciones, como en lo expresado por la ex diputada lesbiana Patria Jiménez quien vaticinó que el acto sólo sería “parte de un espectáculo,
en lugar de un ejercicio de la ciudadanía” (Milenio, 9 de febrero).
Pero en contra de todos los malos augurios y fatídicos vaticinios, el
primer registro simbólico de parejas resulta todo un éxito y, sorpresivamente, la prensa y los medios electrónicos, con excepciones contadas, responden de manera muy favorable. “Adiós a la hipocresía”, cabecea el
Milenio su crónica del evento; de “hecho histórico”, lo califica El Universal,
y el diario más amarillista, La Prensa, deja ver su desconcierto por la ausencia del “carnaval” esperado:
Los vestidos de canutillo y de lentejuela brillaron por su ausencia. A diferencia de las
marchas que organizan cada año diferentes organizaciones de homosexuales y
lesbianas, donde se ve a todo su esplendor el “glaomur” [sic] de la gente gay del
Distrito Federal, en las bodas simbólicas que se celebraron la tarde de ayer en la explanada del Palacio de Bellas Artes, hubo un “apagón”, la mayoría de la gente acudió
vestida con ropa sport (15 de febrero 2001).
Los cálculos de los medios varían entre los dos mil y cinco mil asistentes y entre 200 y 500 registros de parejas de gays, lesbianas y algunas
heterosexuales. La convocatoria de las y los organizadores fue rebasada y
las cien fichas programadas para el registro se agotaron de inmediato. “La
colorida y solemne explanada del recinto fue testigo de ‘un hecho histórico’
repudiado por los sectores más acres de la sociedad. Fue la unión simbólica
—no una payasada— de parejas de homosexuales y lesbianas”, apunta la
crónica del periódico El Universal (Estela Juárez Aguilar, 15 de febrero).
El evento contó con la presencia y el apoyo de actrices como Angélica
Aragón y María Rojo, la escritora Sara Sefchovich, diputados locales de los
diferentes partidos representados en la ALDF, incluido Armando Quintero,
coordinador de la fracción perredista, y las actas llevaron estampada la
firma de Diana Bracho, Gonzalo Celorio, Rolando Cordera, Elena Ponia-
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towska, Federico Reyes Heroles, Gilberto Rincón Gallardo, Sara Sefchovich,
María Rojo, Angélica Aragón y Jesús Silva Herzog-Márquez.
Finalmente, la iniciativa de sociedades de convivencia se presenta al
pleno de sesiones de la ALDF el 26 de abril de 2001, con el aval de 41 diputados de todos los partidos, salvo del Partido Acción Nacional (PAN). El
aval no significaba un espaldarazo a la iniciativa, sino simplemente el respaldo para que la ALDF diera entrada al trámite de análisis y revisión por
parte de las comisiones correspondientes para su dictamen.
De esta manera, la figura de sociedades de convivencia iniciaría un vía
crucis que duraría casi tres años por el empedrado camino de comisiones,
dictámenes, mociones, quórum y cabildeos de que se compone todo ese
amasijo de jaloneos y golpes bajos que caracteriza a los cuerpos legislativos.
Primer round: Se suspende la función por causas
de repentina moción
Una vez que el pleno de la ALDF dio entrada a la iniciativa de sociedades de
convivencia, el pleito se centra ahora en lograr que las comisiones correspondientes (la de Derechos Humanos y la de Estudios Legislativos y Prácticas Parlamentarias) la dictaminen para que pueda ser discutida y votada
en el pleno de sesiones. Sin embargo, los opositores a la iniciativa recurrirán una y otra vez a la artimaña de hacerle el vacío a través de la falta de
quórum en las reuniones de las comisiones mencionadas convocadas para
dictaminarla.
El 14 de febrero de 2002 se realiza en el Hemiciclo a Juárez el segundo
registro simbólico de parejas al que acuden esta vez las actrices y cantantes Isela Vega, Sasha Sokol, Jesusa Rodríguez, Liliana Felipe, María René
Prudencio y el cineasta Jaime Humberto Hermosillo. La prensa registra entre 3 mil y 5 mil asistentes y 800 las parejas registradas. Las y los impulsores
de la iniciativa informan que ya se concluyó el análisis técnico y jurídico de
la ley por parte de una comisión de asesores, por lo que esperan que esta vez
sí se apruebe en el próximo periodo de sesiones.
Después de varios intentos infructuosos por dictaminar la iniciativa,
el 20 de marzo de 2002 las comisiones mencionadas emiten juntas, por
mayoría absoluta, un dictamen favorable a la propuesta. Sin embargo, diputados locales del PAN y del Partido Revolucionario Institucional (PRI) desconocen el dictamen y acusan a la legisladora Uranga de dar un albazo,
porque según ellos cuando se votó ya no había quórum. De los once diputados necesarios para el dictamen, sólo votaron siete. “Previendo que, como
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ha ocurrido en otras (tres) ocasiones, no llegaran los 11 diputados necesarios para hacer quórum, la estrategia fue permitir que los legisladores sólo
firmaran la lista de asistencia y se retiraran, tal como ocurrió en los casos
de Quintero, Ángeles Moreno y Carmen Pacheco, entre otros”, consigna
en su edición del 22 de marzo el diario La Jornada. Por su parte, el diputado
panista, Ernesto Herrera amenaza con recurrir a la moción suspensiva
contra dicha ley en el pleno, “por los vicios de procedimiento durante la
votación del dictamen” (Reforma, 22 de marzo de 2002).
Las impugnaciones llevan a ratificar el dictamen en una sesión de las
comisiones unidas el 15 de abril para acallar rumores sobre su supuesta
invalidez. De un total de 23 legisladores, 16 asistieron a la reunión y, de
esos, 15 aprobaron el dictamen (Reforma, 17 de abril de 2002).
Ese mismo día, la Red Ciudadana por las Sociedades de Convivencia
(compuesta por alrededor de 300 organizaciones según sus integrantes)
da una conferencia de prensa para expresar su apoyo a la iniciativa. Ahí,
el abogado Rodolfo Millán, uno de los autores de la iniciativa, denuncia la
distorsión que se ha hecho de esa figura jurídica, “producto de una manipulación irresponsable” y una completa falta de información por parte de
sus opositores, quienes insisten en afirmar que dicha ley busca legalizar la
adopción de menores por parte de parejas homosexuales y equipararse al
matrimonio. La propuesta, afirma el asesor jurídico de la Red Ciudadana,
busca brindar protección jurídica a las relaciones de personas del mismo o
distinto sexo que no están contempladas en ninguna otra figura jurídica
del Código Civil, la iniciativa reconoce la asociación familiar, garantiza el
derecho a la pensión alimentaria, los derechos sucesorios y regula la tutela en caso de que alguno de los integrantes de la unión no pueda gobernarse a sí mismo (El Universal y Reforma, 16 de abril de 2002).
Una vez librado el requisito del dictamen, las sociedades de convivencia deberán superar una prueba más antes de pasar al pleno de la Asamblea: lograr que la Comisión de Gobierno de la ALDF, presidida por la priísta
María de los Ángeles Moreno, la incluya en el orden del día antes de que
concluya el periodo ordinario de sesiones. Sin embargo, con el pretexto de
que en sus respectivas fracciones no existía consenso sobre el tema y, por
tanto, necesitaban más tiempo para discutirla, los representantes del PRI y
del PRD en la Comisión de Gobierno decidieron no incluirla como tema a
discutir en el periodo ordinario de sesiones que estaba a punto de concluir.
Por su parte, el grupo de once diputados de diferentes partidos que
apoyan la iniciativa anuncia su determinación de incluirla en el periodo
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extraordinario de sesiones del mes de julio siguiente. En conferencia de
prensa, las diputadas Alicia Téllez, del Partido del Trabajo, Enoé Uranga,
de Democracia Social y los diputados Miguel González Compeán del PRI,
Armando Quintero del PRD, Jaime Guerrero, de Democracia Social, y Arnold Ricalde, del Partido Verde Ecologista Mexicano (PVEM), informan del
compromiso de las diferentes fracciones parlamentarias en la ALDF para
crear mecanismos institucionales a través de los cuales se pueda informar
de los contenidos y las características de la iniciativa y, de esta manera,
contrarrestar las confusiones generadas en torno a ella y elevar el debate
legislativo (Reforma, 30 de abril de 2002).
El periodo extraordinario de sesiones de la ALDF da inicio a principios
de julio y finalmente se agenda el punto de las sociedades de convivencia
para el día 4 de ese mes. En los días previos, las y los legisladores de todas
las fracciones son sometidos por igual a intensos cabildeos por parte de los
promotores y de los opositores a la iniciativa. Justo el día de la discusión,
un grupo numeroso de intelectuales y artistas publica en los principales
diarios de la capital un desplegado en apoyo a las sociedades de convivencia. “La votación, a favor o en contra, decidirá si la intolerancia, los prejuicios y el miedo seguirán prevaleciendo por encima de los derechos
ciudadanos”, advierten.
Por su parte, el PAN convoca a conferencia de prensa apoyado por
Provida, la Red Familias, el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados y la
Asociación Nacional Cívica Femenina. “Esta ley está de más”, exclama Enrique Selvas, asesor jurídico de los diputados locales panistas, puesto que,
según él, en el Código Civil y en la Constitución se contemplan ya todos
los derechos a que hace referencia la iniciativa. Además, se refirió a la figura de sociedad de convivencia como “un contrato de matrimonio con otro
nombre”, y advirtió que después de ser reconocidas legalmente, las parejas del mismo sexo exigirán el derecho a pedir un hijo en adopción. “Y no
vemos cómo dos hombres amamanten a un niño de seis meses”. La dirigente de Provida, Rocío Gálvez, se manifestó en el mismo tenor: “Consideramos que los derechos que reclaman ya están suficientemente
resguardados, pero no se les pueden dar derechos de adopción ni mayores
a los que existen dentro del matrimonio”. Y advirtió a las y los legisladores
favorables a la iniciativa que “la sociedad se los va a reclamar; su voto va a
tener repercusión negativa, no sólo para ese legislador sino para todo su
partido”. En un comunicado de prensa, el grupo parlamentario del PAN en
la Asamblea se pronuncia contra la homofobia y la discriminación de cual-
Alejandro Brito
quier tipo. Por ello, afirman, la solución real de esta diferenciación está
“en la creación de una cultura de respeto y tolerancia”, en el “cambio de
actitudes más que de leyes”. Manifiestan diferir “respetuosamente” de la
iniciativa en cuestión “por razones jurídicas, sociales y de derechos humanos” que darán a conocer en su oportunidad, cosa que nunca sucede.
El PRI reaccionó de manera típica: prometiendo una cosa y haciendo
otra. La coordinadora de esa fracción, María de los Ángeles Moreno, se
comprometió a dejar en libertad a los diputados priístas para expresar su
voto a favor o en contra de acuerdo con las convicciones de cada quien, sin
embargo, en los hechos no dejó de darles línea. Algunos priístas, que en
un principio manifestaron su simpatía por la iniciativa, cambiaron de posición por puro pragmatismo y oportunismo políticos, como fue el caso
del diputado Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, quien no tuvo empacho
en argumentar que “el grupo de homosexuales que apoyan la propuesta
es muy pequeño y la Unión de Padres de Familia que está en contra es
muy grande, opinión —esta última— que sí me importa”.
El día fijado para discutir la iniciativa, la expectación en la Asamblea
Legislativa crecía a medida que se acercaba la hora de abordar el punto
más importante de la orden del día. En las gradas del recinto, decenas de
activistas gays y lesbianas seguían con atención el desarrollo de la plenaria.
Pero llegado el momento de abordar el tema, de manera repentina el inefable diputado panista Francisco Solís Peón (mejor conocido como el Diputable
o Pancho Cachondo por su afán exhibicionista), quien tan sólo el día anterior había manifestado su apoyo a la iniciativa, solicitaba “a título personal” una moción suspensiva para que se regresara la propuesta de ley a
comisiones por considerarla carente aún de fundamentos jurídicos. Dicha
solicitud se fue a votación. En una primera ronda, los promotores de esta
maniobra no alcanzaron los votos suficientes. De los 62 diputados presentes, 31 votaron a favor de la moción, 30 en contra y, de manera sorpresiva,
el viejo diputado panista Hiram Escudero Alvarez, quien además presidía
la sesión, se abstuvo. La confusión se apoderó de la sala. Los panistas pidieron una segunda votación. La coordinadora de esa fracción, Patricia
Garduño, envió un mensaje fulminante al diputado Escudero, quien tuvo
que cambiar la intención de su voto en la segunda votación, enviando la
iniciativa de sociedades de convivencia a la temida congeladora.
La fracción del PAN en la ALDF quería evitar a toda costa que se discutiera el tema en el pleno para evitar exhibirse como intolerante y excluyente.
Sin embargo, lo que el resultado de la votación dejó entrever es que la
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maniobra no fue urdida sólo por la coordinadora del PAN, sino que contó
con el aval de la coordinadora del PRI, María de los Ángeles Moreno, cuya
fracción, ella incluida, votó casi en su totalidad a favor de la moción, y del
coordinador del PRD, Alejandro Sánchez Camacho, quien ordenó a algunos de sus diputados ausentarse a la hora de la votación. Cabe mencionar
que con esos tres votos perredistas, la moción suspensiva en contra de la
iniciativa no hubiera pasado. Resulta vergonzoso para ese partido que los
activistas gays y lesbianas tuvieran que realizar marcaje personal a las y
los diputados perredistas y andarlos arreando de sus oficinas a la sala de
sesiones a la hora de la votación.
A la salida, algunos activistas gays encararon a la diputada María de
los Ángeles Moreno. “Nos falló diputada”, le espetaron. A lo que contestó
sin inmutarse, muy al retorcido estilo priísta, que el voto de su fracción
había sido a favor de la iniciativa de sociedades de convivencia, pues con
la moción suspensiva se ganaba tiempo para presentarla en el siguiente
periodo de sesiones en condiciones más favorables.
Segundo round: Si no es por falta de ganas que no te quiero, sino
por falta de quórum
La derrota sufrida no menguó en nada el ánimo y la fortaleza del movimiento por las sociedades de convivencia. Al año siguiente, en el 2003, la
convocatoria de apoyo a la iniciativa volvió a reunir el 14 de febrero a
miles de personas en el Hemiciclo a Juárez para realizar el tercer registro
simbólico de parejas. “Ha llegado el momento de que las leyes contemplen a las personas que tenemos una forma diferente de vivir nuestros
afectos y que se reconozcan nuestros derechos como al resto de la sociedad”, declaró el dramaturgo y poeta José Ramón Enríquez en la rueda de
prensa realizada días antes para convocar al evento. “Lo que queremos es
que la Asamblea Legislativa discuta de una vez por todas esta iniciativa
ciudadana. El hecho de que evadan el tema no hará que el sector gay de la
población desaparezca, la iniciativa tendrá que discutirse tarde o temprano a pesar de los oscurantismos presentes en la ALDF”, expresó por su parte
el abogado Rodolfo Millán Dena, uno de los artífices de la propuesta.
Esta vez, el acto, al que acudieron más de 5 mil personas y durante el
cual se registraron más de mil parejas de distinto y del mismo sexo, contó
con la presencia destacada del maestro Emilio Alvarez Icaza, presidente
de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Y a diferencia del
ombudsman nacional, José Luis Soberanes, quien dos años atrás había de-
Alejandro Brito
clarado que el reconocimiento jurídico de parejas del mismo sexo no era
un asunto de derechos humanos, el ombudsman capitalino manifestó que
la aprobación de la iniciativa era un acto de “mínima congruencia con los
derechos humanos”. Una de las características de la ciudad de México,
explicó, es la diversidad de formas de vida de sus habitantes, “por lo tanto, se deben respetar y dar derechos iguales a quienes la habitan”, al tiempo que se debe “fomentar la no discriminación hacia los sectores
vulnerables”, enfatizó.
En abril del 2003, se repite el tortuoso intento de llevar al pleno de
sesiones de la ALDF la discusión de la iniciativa de sociedades de convivencia. Al igual que en el proceso anterior, luego de varios intentos infructuosos —por falta de quórum— de dictaminar la propuesta de ley, en su
reunión del 22 de abril de ese año, las comisiones unidas de Derechos
Humanos y de Estudios Legislativos y Prácticas Parlamentarias de la ALDF
aprueban un nuevo dictamen con 13 votos a favor, una abstención y un
voto en contra, lo que abre el camino para su discusión en el pleno.
En el ínter, continúan las expresiones de apoyo. Una de esas voces es
la del magistrado Juan Luis Alcántara y Carrancá, quien califica de novedosa a la propuesta y explica que responde a la realidad familiar que se
está viviendo en la sociedad.
La familia en la actualidad ha cambiado. Ya no podemos asegurar que en todos los
hogares existen familias conformadas por el padre, la madre y los hijos. Pero la propuesta de Ley de Sociedad de Convivencia ha sido satanizada por algunas interpretaciones erróneas y han descuidado su principal aporte, que es el relacionado con las
pensiones alimenticias y con la sucesión de bienes
declaró a la agencia NotieSe. El presidente del Tribunal de Justicia del DF
agregó que “las uniones entre personas del mismo sexo es un fenómeno
social que no se puede ignorar, por lo tanto, si esta iniciativa pretende
reglamentar esas relaciones, es algo que va a servir de mucho en nuestra
sociedad y estará ubicando esas relaciones en el marco del derecho”
(NotieSe, abril 28, 2003).
Se repiten también los intentos de la coordinadora de la fracción panista
para excluirla de la orden del día de las sesiones plenarias, así lo denuncia
en conferencia de prensa del 28 de abril, el grupo plural de once legisladores partidarios de la iniciativa. Finalmente, luego de arduas negociaciones,
logran agendarla para el día 30 de abril, el último día del periodo ordinario
de sesiones.
Llegado ese día, las y los diputados impulsores de la propuesta se encuentran con la novedad de que la Comisión de Gobierno de la ALDF no
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matrimonio homosexual, familia homoparental
incluyó en la agenda el dictamen de la iniciativa de Ley de Sociedad de
Convivencia, por lo que deciden tomar la tribuna de la Asamblea para
forzar su inclusión e interrumpir el desarrollo de la sesión. Luego de dos
horas de deliberaciones entre los coordinadores de las principales fracciones legislativas, se decide incluirlo en el punto 18 de la orden del día, pero
la estrategia para boicotearla ya estaba ideada.
Justo antes de abordar el punto, al término del desahogo del punto 17,
el presidente de la mesa directiva, el panista Tomás López García, se apresuró torpemente y sin guardar las formas para dar por concluida la sesión
por la supuesta “falta de quórum”, prácticamente huyó por la parte trasera del recinto, lo que provocó confusión y gritos. En ese momento sólo
había 33 de los 34 diputados que se necesitan para seguir sesionando. En
estampida también, se escabulleron los demás diputados panistas, con excepción de nuevo del diputado Hiram Escudero.
Como un “golpe de mano” de Acción Nacional que violentó el orden
legal de la sesión calificó el diputado perredista Armando Quintero la jugada, pues el presidente de la mesa directiva estaba obligado por ley a
realizar un segundo llamado a votación y a dar aviso de la falta de quórum:
“ni siquiera clausuró de manera protocolaria los casi tres años de trabajos
de esta II Legislatura”, observó el ex coordinador de la bancada perredista.
Por su parte, Enoé Uranga, principal promotora de la ley, afirmó que se
trataba de un acto de autoritarismo y de censura contra el mismo proceso
parlamentario. “El PAN es un partido que recurre a la ilegalidad para ocultar sus fobias, su conservadurismo y su profunda falta de honestidad para
reconocer que no tiene argumentos válidos para defender su postura”,
declaró.
Los panistas decidieron sacrificar siete iniciativas de ley que aún faltaban por abordar con tal de evitar que el tema tomara la tribuna. El PAN
rehuyó exponer sus argumentos en contra en el pleno de la Asamblea,
pero no así en los medios. El diputado Salvador Abascal, uno de los principales opositores, declaró que su partido se oponía “para proteger a los
niños” de una ley que no se refiere en absoluto a la adopción, como se
explicó hasta el hartazgo.
De esta manera, por segunda ocasión, la coordinadora del PAN, Patricia
Garduño, evitó que se discutiera el tema a pesar de haberse cumplido cabalmente con todos los requisitos reglamentarios. La diputada conservadora contó de nuevo con la anuencia de la coordinadora del PRI, María de
los Ángeles Moreno, que ya tenía preparado a uno de sus correligionarios,
Alejandro Brito
el diputado Edgar R. López Nájera, para recurrir al mismo recurso de la
moción suspensiva utilizado la vez anterior, y del coordinador del PRD,
Alejandro Sánchez Camacho, cuyos miembros de su corriente Izquierda
Democrática [sic] volvieron a ausentarse oportunamente.
Tercer round: Ley que no está bendecida no es bien nacida
La renovación de la legislatura en la Asamblea Legislativa del DF, luego de
las elecciones intermedias del 2003, trae una correlación de fuerzas aún
más favorable para la izquierda, lo que permite a las y los activistas
impulsores de las sociedades de convivencia apostar nuevamente a su
aprobación.
La popularidad del jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López
Obrador, gracias a su buen oficio y desempeño, se tradujo en un mayor
porcentaje de votos para su partido, lo que le valió obtener sin mayores
problemas la mayoría absoluta de escaños en ese cuerpo legislativo al conseguir 37 de las 66 diputaciones que lo componen.
En septiembre de ese año, el nuevo coordinador de la fracción mayoritaria y presidente de la Comisión de Gobierno de la ALDF, René Bejarano,
se compromete públicamente a impulsar la iniciativa de sociedades de
convivencia y declara a los medios su intención de retomar el documento
en los mismos términos en que lo dejó la pasada legislatura: “No queremos modificar el dictamen, porque creemos que ha sido suficientemente
discutido y no queremos entorpecer el proceso”, afirma. Por su parte, el
PRI, en boca de su coordinador de fracción, Manuel Jiménez Guzmán, también anuncia que apoyará la iniciativa y ofrece el voto de sus 6 diputados.
De esta manera, a finales del año 2003, y a pesar de la renovada andanada conservadora en contra, todo parecía indicar que para las sociedades
de convivencia la tercera era la vencida. El dictamen de la iniciativa de ley
se realiza esta vez sin contratiempos. Las comisiones correspondientes lo
aprueban en lo general en su reunión del 5 de diciembre, y su presentación al pleno de sesiones se programa para la siguiente semana.
Pero cuando parecía que el barco de las sociedades de convivencia
llegaría por fin a buen puerto, empezó a hacer agua por todas partes cuando el jefe de gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, que hasta
entonces había guardado silencio en torno al tema, propone repentinamente consultar a la ciudadanía antes de su aprobación: “Yo lo que sostengo es que cuando hay iniciativas muy polémicas lo mejor es preguntarle
a la gente, es decir, lo mejor es la consulta, es lo más democrático, en vez
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matrimonio homosexual, familia homoparental
de caer en descalificaciones de un lado y de otro. Ahora sí que, para no
equivocarnos, lo mejor es preguntar”, declaró a los medios. La citada iniciativa, prosiguió, contiene aspectos de carácter humanitario, como el relacionado con la herencia, que es un derecho fundamental, pero también
puede tener “otras cosas que generen rechazo” (La Jornada, 8 de diciembre
de 2003).
La intervención del ejecutivo local da el golpe definitivo a la iniciativa. El mensaje político de su propuesta, y así lo registraron los medios, era
que él se negaba a cargar con el costo político de la aprobación de una ley
tan controversial dado que, como gobernante, le tocaba ratificarla o vetarla. Costo que seguramente se le cobraría en su carrera hacia la presidencia
de la república.
La propuesta de consultar a la gente dividió de nueva cuenta a la principal fuerza política impulsora de la iniciativa dentro de la Asamblea Legislativa. Su coordinador, René Bejarano, ex secretario particular de López
Obrador, se apresuró a apoyar la ocurrencia de su jefe. Sugirió que la consulta podría realizarse una vez que la ALDF se la enviara al gobernante para
su promulgación. “Entonces el gobierno convocaría a la consulta, y si la
mayoría de la gente está de acuerdo pues entraría en vigor, si no, no” (La
Jornada, 8 de diciembre de 2003). En una reunión de la fracción perredista
para tomar una decisión sobre la consulta propuesta por el jefe de gobierno capitalino, Bejarano advierte a sus compañeros que “no hay que ser
suicidas políticos ni pelearse con Andrés Manuel, que tiene 93% de popularidad”. Incluso hubo quien sugirió “cuidar que las relaciones del jefe de
gobierno con el clero no se vean afectadas” (El Universal, 12 de diciembre
de 2003). No se llegó a ninguna decisión por lo polarizado de las posiciones. El único acuerdo fue aprobar la ley antes de que terminara el periodo
de sesiones de la ALDF. En un comunicado oficial emitido el 11 de diciembre manifiestan: “Ratificamos nuestra decisión” de aprobar la ley, de difundir “el contenido real de la iniciativa”, pero aún se evalúa “la posibilidad
de llevar a cabo una consulta” (Milenio, 12 de diciembre de 2003).
Por el lado de la disidencia a la postura de López Obrador, la legisladora Lorena Villavicencio y el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la ALDF, Julio Moreno, diputados del mismo partido, rechazan la opción
de la consulta y se inclinan porque se siga con la ruta marcada para aprobar
a la brevedad la iniciativa. El jefe de gobierno de la ciudad se equivoca cuando
afirma que se le pretende endosar el costo político de la aprobación de la
ley, sostiene la primera y añade: “que no se preocupe, los diputados asumi-
Alejandro Brito
mos el costo político de nuestras decisiones” (El Economista, 12 de diciembre de 2003). En su turno, Moreno descartó la consulta pues “el derecho de
las minorías no puede estar en juego o ser aprobado por las mayorías” (El
Universal, 9 de diciembre y La Jornada, 10 de diciembre de 2003).
Fuera del recinto de Donceles, la propuesta obradorista generó todo
tipo de reacciones, sobre todo de rechazo. El magistrado José Luis González Alcántara y Carrancá, consideró inadecuado que el gobierno capitalino sometiera a consulta la ley. Es el mismo caso de las leyes fiscales, “si se
sometieran a consenso o referéndum, todos pediríamos no pagar impuestos”, ejemplificó (La Jornada, 10 de diciembre de y El Universal, 10 de diciembre de 2003). Emilio Alvarez Icaza, presidente de la Comisión de
Derechos Humanos del DF, consideró incorrecto someter a consulta la aprobación de la ley: “sería muy delicado que las mayorías tutelen los derechos de las minorías”, expresó en una reunión con los diputados de las
comisiones unidas encargadas del dictamen de la iniciativa (La Jornada, 16
de diciembre de 2003). Por su parte, en entrevista, el escritor Carlos Monsiváis calificó de “desafortunada” la propuesta del gobernante capitalino,
porque la justicia no pertenece a la democracia directa sino a los derechos
impostergables de las personas:
a López Obrador sólo le queda atenerse a los principios de la ley, y éstos dictaminan
defender y acatar, en todo momento, los derechos civiles, y uno hasta ahora olvidado
es el que se integra en la iniciativa de las sociedades de convivencia. Por eso me
parecen desafortunadas las declaraciones del jefe de gobierno sobre la consulta telefónica. Eso no es serio y no corresponde al tamaño del asunto que involucraría, positivamente, a demasiadas personas, la mayoría, insisto, heterosexuales [...]. Garantizar
los derechos de las minorías es una obligación, y desdeñar las campañas de calumnias es otra”.
Y llama “alarmistas morales” a los obispos y políticos de derecha que impulsan la campaña de miedo y de mentiras sobre la ley:
El truco del arzobispado primado, de los ridículos de Próvida y del PAN y compañía es
declarar que se quieren legalizar los matrimonios gay, y alarmarse y movilizarse en
consecuencia. Mienten o exhiben su desapego de la verdad [...]. Si el señor Norberto
Rivera declara que el matrimonio está en peligro pone a funcionar la ecología del miedo ante el derrumbe de la moral, etcétera (El Independiente, 12 de diciembre de 2003).
Por su parte, la Red Ciudadana por las Sociedades de Convivencia
también rechaza la posibilidad de que se someta a consulta ciudadana su
iniciativa, porque los derechos de las personas no pueden someterse a escrutinio público. En boca de su asesor jurídico, Rodolfo Millán Dena, los
representantes de esa organización informan, en una reunión con un gru-
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matrimonio homosexual, familia homoparental
po de asambleístas del PRD, encabezado por Bejarano, que en teoría del
estado hay dos limitantes respecto al plebiscito y al referéndum: “No se
puede acudir a estas figuras cuando se trata de impuestos o de derechos
fundamentales”. Pero si insisten en llevarlo a cabo, “nos daría la oportunidad de acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para discutir en ese órgano si somos seres humanos, personas a las que se les tengan
que reconocer los derechos fundamentales por los que estamos apelando”
(Reforma, 14 de diciembre de 2003).
Una encuesta de Ómnibus Parametría en el DF, revela que la población
joven es la más proclive a respaldar la existencia de las sociedades de convivencia, pues 67% de los capitalinos de entre 18 y 35 años se pronuncia en
ese sentido; aunque 60% del total de los consultados reveló desconocerla.
Por otro lado, 22% piensa que la ley se ha trabado por presiones de la
iglesia católica (El Independiente, 15 de diciembre de 2003). Por otro lado,
María Consuelo Mejía, de Católicas por el Derecho a Decidir, y Roberto
Blancarte, investigador del Colegio de México, dan a conocer los resultados de la Encuesta Opinión Católica, donde se revela, entre otras cosas,
que 82% de las y los católicos mexicanos respaldan la protección jurídica a
homosexuales y lesbianas para evitar la discriminación en su vida política
y privada. Lo anterior contrasta con la posición de rechazo frontal de la
jerarquía católica a todo reconocimiento legal a esas opciones sexuales.
Además, la gran mayoría rechaza la intromisión de la iglesia en cuestiones
políticas y se inclinan a favor del estado laico.
En el ínter, los grupos conservadores y de ultra derecha continúan con
las protestas y las expresiones en contra. Un grupo de evangélicos se instala en las escalinatas del recinto de Donceles para protestar con cantos y
rezos contra la “Ley gay” porque “afectaría la cultura mexicana” y “acabaría con nuestra sociedad” (Ovaciones y la Prensa, 12 de diciembre de 2003).
Por su parte, la Red Familia fija su posición en un desplegado publicado
en varios diarios del país el 11 de diciembre. La Ley de Sociedades de
Convivencia, exponen
tiene como propósito real legalizar la unión de parejas homosexuales para que tengan
un carácter parecido al matrimonio civil o equivalente al concubinato, con el fin de
tener el derecho de adoptar. [...]. Reconocemos los derechos humanos y civiles de los
homosexuales, vivan o no juntos; derechos que ya están garantizados en las leyes
vigentes. Si, por ejemplo, pretenden hacerse copartícipes de sus patrimonios y responsabilidades, existen ya las figuras jurídicas para ello: la renta vitalicia, el fideicomiso, los seguros, la sucesión testamentaria, etc. No se trata de impedirles el ejercicio
de sus derechos, se trata de que ejerzan sus derechos con las leyes que ya existen, sin
necesidad de simular familias para la adopción de niños y niñas...
Alejandro Brito
La Red Familia es una coalición que dice tener más de 300 organizaciones afiliadas en todo el país. El responsable del desplegado es un tal
Juan Esteban Guitérrez Manzano.
La confusión provocada por el desconocimiento de la iniciativa de ley
es el argumento ahora utilizado para posponer por tercera ocasión el dictamen en lo particular de la iniciativa. La razón dada fue que se estaban
escuchando opiniones de diversos sectores sobre el contenido de la misma. Lo que sí acordaron los diputados integrantes de las comisiones encargadas de dar trámite al dictamen de la iniciativa fue seguir la “ruta
crítica” para su aprobación: el 22 de diciembre el dictamen en lo particular
y el 30, su discusión en tribuna. Un nuevo argumento contra la iniciativa
comienza a manejarse. En una reunión plenaria de la fracción perredista
en la Asamblea, realizada el 10 de diciembre, se entrega a los diputados el
documento “¿Qué es la Ley de Sociedad de Convivencia?”, para que conozcan a fondo y en detalle las características y los alcances de esa iniciativa legislativa. En dicho documento, se advierte que dicha ley sí permitiría
la adopción de menores por parte de los convivientes porque la figura
jurídica de sociedad de convivencia se equipara al concubinato. El documento destaca 16 puntos de la ley y señala que en el nuevo ordenamiento
“se establece el derecho a la adopción por parte de los convivientes, pues
al estar equiparada la sociedad de convivencia con el concubinato, y al no
ser restringida la figura jurídica de adopción por la legislación estudiada,
se entiende permitida”. Lo anterior se deduce “en base al principio jurídico de que lo que no está prohibido está permitido y al principio de analogía en materia civil, amén de que cualquier persona tiene el derecho a la
adopción, siempre y cuando cumpla con los requisitos exigidos por el Código Civil para el DF” (Milenio, 15 de diciembre de 2003). Este nuevo argumento aportará mayor confusión a la discusión y retrasará aún más la
aprobación de la ley.
Esta nueva postura es reforzada, y muy posiblemente originada, por
algunos magistrados del Tribunal Superior de Justicia del DF (TSJDF) y especialistas en derecho familiar. Reunidos con René Bejarano el 15 de diciembre manifiestan que la Ley de Sociedad de Convivencia tiene en la
equiparación con el concubinato, uno de sus mayores defectos. El artículo
6 de la referida ley indica que “Para efecto de las demás leyes, la sociedad
de convivencia se regirá en los mismos términos que el concubinato”. Bajo
esa figura, las sociedades de convivencia no estarían impedidas de adoptar infantes, aunque expresamente la ley no las faculta, advirtieron. El
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matrimonio homosexual, familia homoparental
magistrado Antonio Muñozcano Eternod avirtió que el proyecto de ley debe
adecuarse “a las normas y disposiciones vigentes que tenemos en el derecho
civil”, ya que si bien la ley civil, mencionó, permite que un soltero pueda
adoptar a un niño, en materia de convivencia no lo establece, por lo que este
punto, como otros, deben analizarse cuidadosamente “para no violentar el
marco jurídico y sobre todo la propia idiosincrasia de los capitalinos”. Además, también advirtieron sobre una posible controversia constitucional si
dicha ley contraviene las disposiciones legales vigentes en materia de derecho familiar contenidas en el Código Civil, y si no se verifica que la ALDF
tiene facultades constitucionales para legislar sobre esa materia. El especialista Julián Buitrón Fuentevilla hizo hincapié en aspectos de técnica
jurídica que podrían llevar al fracaso la iniciativa mencionada, porque se
le quieren dar efectos semejantes a la familia. Por su parte, la especialista
en derecho familiar Leova Castañeda Rivas cuestionó la facultad de la ALDF
para legislar sobre la materia. “¿El mandato constitucional de la ALDF la
faculta para legislar en materia de sociedades de convivencia? Yo creo que
no hay un mandato constitucional que permita que legislen en esa materia”, concluyó (La Jornada, 16 de diciembre de 2003). También coincidieron
con los argumentos de los grupos de derecha en el sentido de que la regulación de los derechos sucesorios y la obligación de otorgarse alimentos,
está salvada en el Código Civil del DF. El abogado René Irra indicó al respecto que dicho código “permite la unión de esfuerzos de una o varias
personas para crear relaciones de orden patrimonial”, en tanto que la obligatoriedad de los alimentos “no requiere de un estatuto legal específico”
(Milenio, 17 de diciembre de 2003). A la reunión también asistieron los magistrados Lázaro Tenorio Godínez, Rebeca Florentino Pujol Rosas y Adriana
Canales Pérez.
En las discusiones posteriores, el artículo 6 de la iniciativa se convierte
en la manzana de la discordia que pospondrá de nuevo su aprobación y
dividirá aún más a la ya escindida fracción perredista. La polémica se centra ahora en eliminar ese artículo o sólo modificarlo sin cambiar de fondo
el sentido de la iniciativa. Las organizaciones civiles agrupadas en la Red
Ciudadana por las Sociedades de Convivencia aclaran en un documento
que el propósito de ese artículo no es conceder la adopción de menores,
esas acusaciones provienen del “fundamentalismo homofóbico”, acusan,
sino de contar con “la posibilidad de acceder a la salud y a la previsión
social”, y proponen una nueva redacción: las sociedades de convivencia se
equipararán al concubinato “sólo para los efectos jurídicos de los que ha-
Alejandro Brito
bla la ley, así como para lo que hace a la seguridad social, previsión social
y salud”. El documento se hace llegar a los diputados de la Asamblea, y se
da a conocer en conferencia de prensa.
El 22 de diciembre, día señalado para discutir y en su caso aprobar en
lo particular el dictamen de la iniciativa aprobado ya en lo general, el diputado René Bejarano entrega una propuesta con modificaciones a la redacción de la original y la inclusión de términos jurídicos diferentes. La
nueva propuesta o “alterna” como le llamaron, ya no contenía la equiparación con el concubinato y remite a otro articulado la posibilidad de adquirir derechos de seguridad social. Incluso propone cambiarle de nombre
a la ley por el de “Ley que previene la discriminación de parejas y regula
la sociedad en convivencia en el DF”. Esta maniobra enfurece a varios diputados del PRD y del PRI quienes reclaman que se haya presentado un
documento diferente al que originalmente se había dictaminado en lo general. Por esa razón, solicitan decretar un receso para poder analizar esa
nueva propuesta.
Al día siguiente, más de un centenar de integrantes de la Unión Fraterna
de Iglesias Cristianas y Evangélicas se manifiestan en las escalinatas del
recinto legislativo de Donceles y Allende contra la aprobación de la mencionada ley. “Por el honor y por la conservación de la familia normal. NO A
LA LEY GAY”, expresan en pancartas. Por su parte, la Red Ciudadana apremia a la fracción del PRD a cumplir su palabra comprometida de aprobarla
antes de que termine el año. En conferencia de prensa, pidieron que se
retomara la iniciativa y el dictamen original que había sido aprobado en lo
general, y sólo se modificara el artículo sexto en que se equipara a las SC
con el concubinato.
En su calidad de presidente de la Comisión de Gobierno de la ALDF, y
con la facultad que le confiere su cargo, René Bejarano solicita al presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la ALDF, Julio César Moreno
Rivera, aplazar por quinta vez la discusión y aprobación en lo particular
del dictamen de ley, por considerar que no existe consenso suficiente para
subirlo al pleno. Y le pide levantar la sesión permanente de las comisiones
unidas y que se le envíe el dictamen correspondiente para que la instancia
de dirección que encabeza “impulse los consensos necesarios para su posterior dictaminación”, es decir, que ahora el asunto lo atraerá la Comisión
de Gobierno. De esta manera abrupta, se da por terminado el proceso de
análisis y aprobación del dictamen en lo particular. La diputada perredista
Lorena Villavicencio, una de las promotoras de la iniciativa, admite que la
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matrimonio homosexual, familia homoparental
existencia de la división en su bancada pone en riesgo la aprobación de la
ley, por lo que, afirma, debe buscarse un acuerdo interno. Bejarano anuncia que se reunirán el domingo 28 para tomar una postura. “Si se logra el
consenso subirá, si no, no”, afirma (La Jornada, 27 de diciembre de 2003).
Finalmente, en la reunión a puerta cerrada de los asambleístas del PRD,
el dirigente de ese partido en el DF, Agustín Guerrero, y el secretario de gobierno del DF, Alejandro Encinas, se determina sepultar la iniciativa de Ley
de Sociedades de Convivencia al aplazar indefinidamente su presentación al pleno de sesiones de la ALDF; con ello incumplen la palabra empeñada de aprobarla antes de que concluya el año. “No hay condiciones”
para sacarla adelante, expresó Bejarano. Ante sus compañeros explicó que
por cuestiones de “cálculo político” no era conveniente llevar esa iniciativa al pleno de la Asamblea, sino abrir un compás de espera. Por su parte,
Encinas manifestó que en el gobierno capitalino “no vemos adecuado que
se apruebe por el momento esa iniciativa de ley” (La Jornada, 29 de diciembre de 2003). “Fue algo calculado respecto a las implicaciones”, dijo al respecto la diputada Guadalupe Chavira, al ser cuestionada sobre el peso de
los costos políticos (Reforma, 29 de diciembre de 2003).
Derrota en tribuna, victoria en la opinión pública
A pesar de que el jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador
rechazó cualquier injerencia de la iglesia católica en su propuesta de someter a consulta ciudadana la ley sobre las sociedades de convivencia, y
negó tener temor de afectar su relación con los jerarcas de esa iglesia, pues
ello estaría en contradicción con sus principios juaristas (El Universal y La
Jornada, 18 de diciembre de 2003), la percepción general prevaleciente sobre el papel desempeñado por su gobierno y el PRD es que ambos sucumbieron a la Arquidiócesis de México y, en particular, al cardenal Norberto
Rivera, que en suma se trató de una concesión al clero católico. Así lo manifiestan las y los activistas integrantes de la Red Ciudadana impulsora de
la iniciativa en el plantón de protesta que llevan a cabo frente a la sede de
la ALDF: “PRD intolerante, izquierda vergonzante”, “PRD traidor, López Obrador conservador”, y “Aquí no se venera a Juárez, se obedece al Clero”
rezan las mantas que colocan en ese lugar. Pero también es la misma percepción de otras fuerzas como las del PRI. Para el diputado local de ese
partido, Mauricio López, la posición del PRD fue “retardataria”, pues “demuestra que se impuso el punto de vista de los grupos conservadores de la
sociedad” (La Jornada, 31 de diciembre de 2003).
Alejandro Brito
Una posición parecida expresé en un artículo titulado “Pilatos Obrador”, publicado en La Jornada:
En el PRD, el reconocimiento de derechos a homosexuales y lesbianas siempre ha sido
un tema incómodo, asociado al “desprestigio” político. En su esquema de “revolución
democrática”, no termina por encajar esa opción. En parte por la homofobia tan presente aún entre sus filas, pero en parte también por oportunismo político. Por mucho que
promulguen en sus principios dicho precepto, no están dispuestos a jugársela por un
asunto de “dudosa reputación” o, mejor todavía, de dudosa ganancia política, aun cuando se trate de una tímida reforma o iniciativa de ley como la de Sociedades de Convivencia. En el cálculo de legisladores, dirigentes partidarios y gobernadores perredistas,
el partido tiene más que perder que ganar en esta apuesta [...]. Pero lo más peligroso y
lamentable es la concesión que se hace a la jerarquía católica. Por ello, sostengo que en
la aprobación o no de esta ley está en juego algo más que el reconocimiento de derechos
a un sector de la población. Está en juego también la autonomía y el carácter laico de los
poderes públicos (18 de diciembre de 2003).
El escritor Carlos Monsiváis, en carta a La Jornada, sostiene una opinión similar:
En la ALDF el manejo de la iniciativa de la ley de sociedad de convivencia por parte de la
mayoría del PRD (37 de 66) es, por lo menos, triste. Lo que filtra —que se amplía al no
desmentirse y al omitirse cualquier declaración del partido— notifica lo previsible: el
miedo al costo político de promulgar la ley, el centrarse en el “cálculo de la conveniencia en este momento”. De nuevo, todo se subordina al 2006, el Año en que Reanudaremos Nuestra Existencia. La actitud es insostenible y la iniciativa es inobjetable: hay
personas que viven, porque así lo han decidido, una situación legal y legítima.
Esto ya existe o puede darse sin inconveniente alguno. Se trata entonces de reconocerle a esas personas, no sólo parejas según el texto de la iniciativa, los derechos
propios de la sociedad laica. Como advierte cualquiera que revisa la iniciativa, no hay
matrimonios ni adopción de niños ni rituales, sólo el tardío pero necesario reconocimiento de que, al no vivir la ciudad de México bajo una teocracia, los derechos de los
ciudadanos no se apegan a la interpretación cupular de las creencias y los prejuicios
atribuidos a la mayoría religiosa.
La aprobación de la iniciativa de la ley de sociedad de convivencia es importante
por ser en sí misma justa y porque el verdadero costo político de no hacerlo es negar
la secularización a favor de la mentirosa y no muy convincente autarquía confesional
(La Jornada, 30 de diciembre de 2003).
No todo fue pérdida desde luego, en el balance de esta peculiar y azarosa contienda, debemos apuntar un triunfo no menor: si bien se perdió la
pelea legislativa —que en realidad fue una derrota técnica, porque no se
la derrotó con argumentos, sino con argucias leguleyas—, se ganó con creces la discusión pública. El triunfo se obtuvo en el debate que se desarrolló
en la opinión pública, que se inclinó favorablemente por el reconocimiento
de derechos de convivencia y acuerdo mutuo entre dos personas adultas
sin importar sus preferencias sexuales•
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