Cinco Villas: la comarca más extensa de Aragón

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Cinco Villas: la comarca más extensa de Aragón
NURIA ASÍN GARCÍA
COORDINADORA
La comarca de las Cinco Villas es la más grande de Aragón. Unos 3.000 kilómetros
cuadrados de superficie en los que se reparten 31 municipios –más los núcleos
de colonización–, en los que residen algo más de 32.000 habitantes que están
unidos por su pasado histórico y artístico.
Precisamente, son estas dos las señas de identidad que marcan este territorio
que, en su origen (1105), recibió el nombre de las Villas más importantes de
aquel momento: Tauste, Sádaba, Uncastillo, Sos del Rey Católico y Ejea de los
Caballeros. La penúltima de las localidades citadas, donde nació Fernando el Católico, fue la capital hasta que Ejea se convirtió en la plaza más importante. Todavía hoy ejerce su influencia, siendo la cabecera de esta delimitación geográfica y el municipio que aglutina la mayor cantidad de población del entorno.
Y es que las Cinco Villas son una tierra de contrastes. Pequeños y grandes núcleos
se dan la mano a lo largo de un territorio en el que la cambiante orografía y la
naturaleza es otro de los denominadores comunes. Pueblos del alto y del llano,
ya que se encuentra enclavada entre las sierras exteriores del Pirineo, limitando
en su parte más oriental con el río Gállego y por el Occidente con las Bardenas
Reales, que a su vez se fusionan con las planicies atravesadas por el río Arba.
Castillo de Sora, atalaya de las Cinco Villas centrales
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Diferentes paisajes creados por interesantes y peculiares sistemas ecológicos,
desde los frondosos pinares de Castejón de Valdejasa, pasando por los «secarrales» de Las Pedrosas, donde crecen los espartos, las ontinas y todo tipo de matorrales, hasta la exultante riqueza florística de la Bardena, un ecosistema con vida propia. Sin olvidar las especies de setas, que reinan en la Sierra de Santo
Domingo y sus estribaciones, Sierra de Luesia, Montes de Biel y Fuencalderas y
Sierra de Uncastillo, y las familias de animales que pueblan dichos lugares, desde pequeños insectos, peces y grandes piezas de caza, como ciervos y jabalíes.
Un paraíso para los que disfrutan del mundo cinegético.
Junto a estas zonas naturales, los cientos de campos de cultivo, ya que no hay
que olvidar que, excluyendo a las localidades de Ejea y Tauste, donde la actividad industrial es muy relevante, las Cinco Villas han sido siempre agrícolas. Así,
se ganaron el apelativo de «El granero de Aragón» gracias a la importancia de su
producción de cereales, una labor que se desarrolló desde la época romana y
que ha perdurado hasta nuestros días, aunque despegó especialmente hacia
mitad del siglo XX, cuando se crearon los llamados pueblos de colonización, nacidos en torno a las 70.000 hectáreas de regadío que se crearon al amparo del
Canal de las Bardenas, por el que corría el agua del embalse de Yesa.
Este último periodo está enmarcado
en los anales de la historia más moderna de la comarca. Si bien, esta zona es famosa por su peso histórico.
Así, hay huellas arqueológicas datadas
en la Prehistoria, con ejemplos tan representativos como los yacimientos
de la Edad del Bronce de Luesia, Ejea,
Castiliscar, Tauste y Luna, pasando
por los restos de la Edad del Hierro, a
la que pertenece la necrópolis donde
se encontró la famosa estela de la Tiñica del Royo (Luna), hasta la llegar a
los íberos, que fundaron la importante ciudad de Valdetaus (Tauste). Tras
ellos, la romanización, que quedó
plasmada en importantes monumentos como Los Atilios y La Sinagoga de
Sádaba o los impresionantes Bañales
(Uncastillo), donde se conserva un
acueducto que evidencia el esplendor
de tiempos pasados.
Iglesia románica de San Miguel de Las Cheblas,
en el término de El Frago
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Las gentes del Medioevo dejaron su
impronta en cascos urbanos y edificios. Una época convulsa, cargada de
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Castillo de Ballestar, en término de Ardisa
enfrentamientos, ya que tras la entrada de los musulmanes en el siglo VIII, la zona Norte de las Cinco Villas pasó a formar parte del Reino de Pamplona, mientras
que la Sur quedó en manos «infieles» hasta que en el siglo XII (1105), Alfonso I el
Batallador recuperó los municipios y conformó la unidad territorial que hoy se
contempla, incluso dotó de fueros a Ejea, recompensando así los esfuerzos de sus
repobladores. El comienzo de un imperio que trajo consigo la convivencia entre
tres culturas (musulmana, judía y cristiana) que quedó patente en espectaculares
cascos urbanos y construcciones bélicas, como los castillos de Sora y Sádaba –el
mejor de los ejemplos conservados actualmente–, así como las torres de Obano y
Yecra, por citar algunos de los ejemplos.
Además de las construcciones religiosas, todas ellas inspiradas en el estilo Románico, plasmado con maestría en la mayor parte de las iglesias de la comarca, ya
sean de pequeño o gran tamaño. Por citar algunas, las de El Frago, Navardún,
Undúes, Pintano, Biel, Bagüés, Ejea, Uncastillo y Biota. Muros y bóvedas cargados
de historia, que conviven con hermosas fachadas en las que dejaron su huella artistas como el Maestro de Agüero, también llamado de San Juan de la Peña.
El arte Gótico, con monumentos como la parroquial de Sádaba, es otro de los estilos artísticos representados en la comarca. Así como el mudéjar, presente en las
Cinco Villas en la bella torre de la iglesia de Tauste. Del Renacimiento se pueden
destacar las casas palaciegas, como las que se pueden contemplar en la calle Mediavilla de Ejea, o algunas de las fachadas de Sos o Urriés. Una época esplendo-
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rosa que dio paso al Barroco, un estilo que, aunque presente, es menos representativo que sus predecesores, pero que también conserva elementos singulares, en especial muchas piezas de retablística. De época mucho más reciente destaca el ingente patrimonio industrial, diseminado por todos los rincones de la
comarca, el deudor de siglos de mucha actividad, cuando el humo de las locomotoras dibujaba el cielo cincovillés.
Ahora, aunque desaparecidos los raíles, el progreso está presente en los polígonos empresariales de Ejea y Tauste, verdaderos núcleos laborales y económicos
de la zona. Junto a ellos, los municipios turísticos, un sector que se va posicionando como elemento de futuro, en detrimento de la agricultura y la ganadería,
aunque de esta última hay que destacar la diversificación en cuanto a producción, con un claro predominio del porcino en los últimos años.
Signos de modernidad que también se contemplan en la importante actividad
urbanística que se está dando en los municipios más grandes de la zona, al igual
que en las más pequeñas, donde se están recuperando antiguas casas para convertirlas en hospederías, pequeños hoteles con encanto, etc. Un modo de revitalizar una zona que estaba envejeciéndose, debido al fenómeno de la despoblación, pero que ve en el sector del turismo una luz de esperanza. El modo de
devolver parte de la vida a estos núcleos cargados de tradición. Porque es ésta
la que se debe mantener, ya que sigue viva en las Cinco Villas en forma de romerías, fiestas, dances y música. Elementos que dan carácter y dinamismo a este territorio. Signos de un pasado histórico y humano que, junto con su arte, hacen grande esta comarca, que antiguamente fue cuna de reyes y que ahora se
perfila como un importante enclave económico, turístico y monumental.
Ventanal al cielo en
Sierra de los Blancos
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