Blog 2 Políticas educativas y desarrollo integral de la persona

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Políticas educativas y desarrollo integral de la persona
Jorge Capella Riera
Los estudiosos de la educación están prácticamente de acuerdo en considerar que las
políticas educativas tienen, entre otras, tres funciones básicas: fomentar la formación
integral de la persona humana, asegurar, mediante la socialización política, la lealtad
básica hacia los valores nacionales y garantizar en buena medida el reclutamiento de la
élite política.
En esta intervención mi intención es abordar muy brevemente la primera de estas
funciones, vale decir la formación integral de la persona humana base de las dos
restantes.
El esquema que voy a emplear
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en la exposición es éste:
Sentido de la política educativa.
Carácter del desarrollo integral
El desarrollo biopsíquico de la persona.
1. Sentido de la política educativa.
La política educativa es un aspecto de la política general y se integra con otras
perspectivas que conforman la política global de una sociedad determinada (Díez
Hochleitner, 1976). En este sentido, la política educativa se nos presenta como
subsistema de la política y como tal es fruto de acciones políticas previas, al mismo
tiempo que pretende en el futuro incidir sobre la realidad que entiende (la educación) para
asumir logros que se consideran pertinentes, siguiendo en ello el sentido moral que sobre
el bien común se tenga.
Siendo más preciso, podemos decir que la Política Educativa es una ciencia positiva que
analiza las manifestaciones políticas del proceso educativo, las que son, no las que
debieran ser. Como tal ciencia positiva se encuentra en la necesidad de rehuir dos
tentaciones extremas, las que representan el ideologismo y el hiperfactualismo.
La naturaleza secuencial de las políticas afecta los factores políticos que vienen a explicar
cualquier política posterior, tanto si se examinan decisiones, como órdenes del día, como
ideologías. Las políticas precedentes condicionan tanto a las políticas como a la
construcción de políticas al crear nuevas limitaciones, nuevos agentes, o nuevas
expectativas, o al alterar el valor de los recursos.
Como he señalado solo me ocuparé de la variable que ya he señalado y que paso a
sintetizar:
2. Carácter del desarrollo integral
En los últimos años se ha generalizado la toma de conciencia sobre una mayor
vinculación de la educación con la vida, asegurando a aquélla una mayor funcionalidad
con respecto a las necesidades de los individuos y a los requerimientos del desarrollo
socioeconómico nacional (transformación productiva con equidad).
El trabajo, entendido como fuente de humanidad y de sociedad, debe constituir sustento
explícito de todo principio educativo. Se educa y debe educarse siempre en el trabajo, por
el trabajo y para el trabajo. Pero se trata del trabajo libre y liberador, y no de un trabajo
alienado, mercantilizado y en consecuencia instrumento de la sujeción del hombre.
(Salazar Bondy, 1976)
Sin embargo, como bien dice De Puelles (1996), hay que insistir en que la educación es
condición indispensable pero no suficiente para el desarrollo económico y social. A veces
se pone demasiado énfasis en la indiscutible conexión que existe entre la educación y el
desarrollo del capital humano, la productividad y la ampliación del mercado de trabajo.
La educación no debe ligarse solamente al progreso económico. La justicia social y el
respeto por la pertinencia de las culturas son también partes importantes del programa
educacional.
Para Fukuyama (1995), con quien coincido en este punto, el éxito económico depende del
trabajo y del capital pero muy especialmente del "capital social" concepto, que según él,
tiene que ver con otros igualmente difíciles de captar en su verdadera dimensión como
"civismo", "espíritu comunitario" y "solidaridad".
Hay que atender a la protección del medio ambiente y a la política demográfica pero
también a la educación, a la integración social, al papel de la mujer en la sociedad y, en
resumen, a la flexibilidad social.
3. El desarrollo biopsíquico de la persona.
Cuanto se ha dicho hasta aquí no debe estudiarse, y menos practicarse, al margen de la
personalidad del ser humano que se halla en permanente proceso de aprendizaje en el
contexto de una educación integral.
En efecto, la educación es primero un fenómeno personal en las perspectivas social,
histórica e ideológica. Y es también un proceso de emancipación; el mundo es el lugar
donde los seres humanos se hacen hombres por su acción liberadora. Y esta acción es
posible porque el hombre es una conciencia orientada al mundo, reflexiva y trascendente.
Ahora bien entrando en el meollo de la conformación y desarrollo de la personalidad su
estudio debe estar vinculado a los progresos de la anatomía, la neurología y la fisiología.
Un punto de vista opuesto considera que las ciencias biológicas no pueden decirnos lo
suficiente sobre el complejo funcionamiento psicológico para que puedan sernos de
utilidad. Es preferible circunscribirse a examinar la conducta (behavior) sin intentar
interpretarla en términos de fenómenos ocultos y frecuentemente especulativos del tejido
nervioso o del funcionamiento psicológico o de ambos a la vez.
No obstante el respecto y aprecio que nos merece el trabajo de lo autores que se han
ocupado de la infraestructura de la personalidad, somos partidarios de la integración
psicofísica y por lo tanto nos interesan los hallazgos que la investigaciones en el área de
la neuroendocrinología han aportado. Es por ello que vamos a referirnos tan sólo al
sistema caracterológico de Heymans-Le Senne (1995), en el que hace un tiempo
basamos nuestros estudios en este campo.
Mucchielli (1984) al explorar el basamento neuroendocrino de las tres disposiciones
constitutivas del carácter señala que:
 La emotividad está relacionada con un equilibrio neuroendocrino, no perfectamente
definido, pero en el que la tiroides parece tener un papel muy importante. Es sabido,
en efecto, que la acción de la tiroides provoca una excitabilidad psíquica de amplio
componente emotivo.
En las secreciones hormonales, y en íntima interdependencia, actúa el sistema nervioso
vegetativo. La secreción abundante de la tiroides provoca un fácil desencadenamiento de
la simpaticotonía en tanto que las secreciones hipotiroideas logran la acción del sistema
antagónico, la vagatonía, derivándose así la tendencia hacia la emotividad o falta de la
misma.
En el orden genético esta función caracterológica está íntimamente vinculada con el
desarrollo ectoendodérmico del sistema blastodérmico del estado fetal.
Podemos distinguir con facilidad la emotividad por las siguientes características:
Fragilidad nerviosa; afloramiento fácil del ahogo emocional, perturbador de la
personalidad; capacidad de autoexcitación que puede aumentar la intensidad de la
reacción; frecuencia e intensidad de los estados de tensión nerviosa.
 La actividad está ligada al equilibrio neuroendocrino
corticosuprarrenales, genitales y del páncreas.
de
las
glándulas
Las secreciones de adrenalina confieren, en efecto, al organismo una capacidad de
acción vigorosa y tan sostenida como fuere la dotación recibida por el torrente sanguíneo.
En la vida adulta, la dotación de hormonas suprarrenales se encuentra en íntima
interdependencia con las secreciones de las gónadas, lo que nos hace ver la influencia en
la capacidad para la acción que, por otro lado, no será un mecanismo ciego, ya que se
halla en íntima conexión con el desarrollo educativo de la voluntad.
Las principales expresiones de la actividad son: reserva permanente de fuerzas orgánicas
no supeditadas a la excitación emocional; facilidad para el esfuerzo que arrebata y
produce poca fatiga nerviosa; facilidad de recuperación de las energías después del
cansancio; estimula a emprender y realizar, engendra optimismo y predispone a la
decisión; incrementa también el desarrollo de la inteligencia.
 La resonancia (Primariedad y Secundariedad) está basada en el funcionamiento de
las células nerviosas ante los estímulos externos. Lo que Gross llama la función
primaria del cerebro, es el ejercicio propio e inicial de la célula nerviosa, a saber, la
producción de su efecto psíquico, es decir, de una representación. Dicho ejercicio está
acompañado por una transformación energética que es la resolución de una atención
química por lo tanto de una caída energética de carácter químico.
La función secundaria es la reconstitución, el restablecimiento del estado anterior de la
cédula. Según la intensidad energética de la primera función, esta segunda será
reconstruida más o menos rápidamente. Pero en el intervalo la célula nerviosa no está
más en el mismo estado que antes del ejercicio de la función primaria. Ha sido
sensibilizada tanto más profundamente cuanto más fuerte haya sido la primera acción.
De allí extrae Gross la distinción de dos tipos humanos; según que la función secundaria
sea de corta o larga duración, condicionando en el primer caso la disponibilidad
ininterrumpida del tejido nervioso y en el segundo una reactividad retardada.
De todo ello se deriva la pérdida de energía constante en todos los primarios, lo que a su
vez condiciona la emotividad y actividad caracterológicas.
Toman como base el carácter el ser humano desarrolla su idiosincrasia y a partir de ella la
personalidad que será tanto más equilibrada cuanto más tenga en cuenta la jerarquía de
valores de la sociedad en que vive y la escala de valores propia.
Las políticas educativas que tienen que ver con el currículo y la orientación del mismo si
quieren ser integrales e integrantes deben hacer referencia directa y expresa a la
formación de la personalidad.
Bibliografía
CAPELLA, J.
1977 Educación y política, Planeta, Barcelona.
DE PUELLES, M.
1985 Política y administración educativas. Madrid: Universidad Nacional de
Educación a Distancia, UNED.
DÍEZ HOCHLEITNER, R.
1996 Aprender para el futuro mejor: Educación y desarrollo. Documentos de un
debate. X Semana Monográfica. Fundación Santillana. Madrid.
FUKUYAMA, F.
1995 Trust: Social Virtues and the Creation of Prosperity. New York. Free Press.
LE SENNE, R.
1995 Traité de Caraterologie. Pais, Le Seuil.
MUCHIELLI, R.
1984 L´homme et ses potentialités. Paris. PUF.
SALAZAR BONDY, A.
1976 Educación y Cultura. Lima.
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