pdf El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983

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DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA II
Y TEORÍA DE LA LITERATURA
Universidad de Málaga
2007
EL COMPROMISO SOCIAL EN LA
OBRA DE JORDI SIERRA I FABRA
(1983-2003)
Tesis Doctoral presentada por
JOSÉ R. CORTÉS CRIADO
bajo la dirección del
Dr. D. ANTONIO A. GÓMEZ YEBRA
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EL COMPROMISO SOCIAL EN LA
OBRA DE JORDI SIERRA I FABRA
(1983-2003)
3
4
A mi familia.
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AGRADECIMI ENTOS
La elaboración de este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda de
determinadas personas a las que deseo hacer llegar mi agradecim iento:
A Jordi Sierra i Fabra por su inestimable colaboración, por su buena
predisposición, y por darme ánimos en todo momento.
A Antonio Poleo Otero por haberme permitido acceder a su valiosa
biblioteca donde recogí información necesaria para los primeros capítulos de
este trabajo.
Y especialmente al Dr. Don Antonio A Gómez Yebra, que con sus
orientaciones, comentarios, críticas y correcciones me ha facilitado la
realización de la tesis doctoral.
También he de agradecer a la Consejería de Educación y Ciencia de la Junta
de Andalucía el haberme concedido una licencia por estudios para la
realización de este trabajo durante el curso 2004/2005.
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8
Yo abogo por la verdad y la honestidad,
por la lucha de los ideales y la
perseverancia de la esperanza, por la
fuerza de la palabra escrita y la luz que
despierta en el lector.
Jordi Sierra i Fabra
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
EL COMPROMISO SOCIAL EN LA OBRA DE JORDI SIERRA I FAB RA
(1983-2003)
ÍNDICE
CAPÍT ULO 0.
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………..19
CAPÍT ULO 1.
APROXIMAC IÓN A LA S OCIEDAD ES PAÑOLA ENTRE 1983-2003…………… 27
11
José R. Cortés Criado
1. 1.- La sociedad española a partir de 1983…………………………………………. 28
1. 1. 1.- Conocimiento de la sociedad………………………………………………….. 28
1. 1. 1. 1.- La transición democrática…………………………………………………. 28
1. 1. 1. 2.- Los cam bios sociales………………………………………………………... 34
1. 1. 1. 2. 1.- Los cam bios en la familia tradicional……………………………………34
1. 1. 1. 2. 2.- Los cam bios en los servicios sociales……………………………………. 36
1. 1. 1. 2. 3.- Los cam bios en los hábitos sociales……………………………………… 38
1. 1. 1. 2. 4.- Los cam bios en la educación…………………………………………….. 40
1. 1. 1. 2. 5.- Los cam bios en los movimientos migratorios………………………….. 43
1. 1. 1. 2. 6.- Los cam bios en pos de una educación multicultural…………………... 45
1. 1. 1. 2. 7.- Los cam bios en la familia actual………………………………………… 47
1. 1. 1. 2. 8.- Los cam bios en el papel de la mujer……………………………………. 48
1. 1. 1. 2. 9.- Los cam bios en la concepción política en España……………………… 50
1. 1. 1. 2. 10.- Los cambos en la política internacional……………………………….. 52
1. 1. 1. 2. 11.- Los cambios en las creencias………………………………………….... 59
1. 1. 1. 2. 12.- Los cambios en la tecnología…………………………………………… 62
1. 2.- Ser joven en la España democrática…………………………………………….. 66
1. 2. 1.- La sociedad cam bia, los jóvenes cambian……………………………………. 66
1. 2. 2.- La identidad y la entidad de los jóvenes ……………………………………... 70
1. 2. 2. 1.- Los jó venes y los cambios políticos………………………………………… 75
1. 2. 2. 2.- Los jóvenes y el trabajo…………………………………………………….. 78
1. 2. 2. 3.- Los jóvenes frente a la sociedad adulta……………………………………. 80
1. 2. 2. 4.- Los jóvenes y las transgresiones sociales……………………………………82
12
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
1. 2. 2. 5.- Los jó venes y el consumismo……………………………………………….. 85
1. 2. 2. 6.- Los jó venes y los cambios en los valores sociales…………………………. 89
1. 2. 2. 7.- Los jóvenes y los cambios en los valores educativos……………………… 91
1. 2. 2. 8.- Los jó venes y la educación moral…………………………………………. 94
1. 3.- Conclusiones……………………………………………………………………… 99
CAPÍT ULO 2.
MAGN ITUD DE LOS VALORES EDUCATIVOS…………………………..............103
2. 1.- La importancia de los valores éticos en una sociedad democrática…………...104
2. 2.- Marco axiológico………………………………………………………….………106
2. 3.- La importancia de los valores educativos para la convivencia pacífica y
solidaria entre los más jóvenes………………………………………………… 124
2. 4.- Conclusiones……………………………………………….…………………….. 142
CAPÍT ULO 3.LA LIT ERATURA……………………………….…………………..……...………… 145
3. 1.- Introducción……………………………………………………………...……… 145
3. 2.- Los cam bios en la narrativa española durante las dos últimas década............ 146
3. 3.- La Literatura Infantil y Juvenil. (LIJ)………………........................................ 156
3. 4.- Reseña evolutiva de la Literatura Infantil y Juvenil………………………...... 172
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José R. Cortés Criado
3. 5.- La Literatura Infantil y Juvenil de Jordi Sierra i Fabra. Generalidades….... 180
3. 5. 1.- El autor. Apuntes bio-bliográficos (1947-2003)……………………………...180
3. 5. 2.- Aproximación a la obra de Jordi Sierra i Fabra...……………...….….…… 200
3. 6.- Conclusiones……………………………………………….. …………………... 212
CAPÍT ULO 4.EL COMPROMIS O SOCIAL EN LA OBRA DE JORD I SIERRA I FABRA……. 217
4. 1. - Introducción…………………………………………………………………….. 217
4. 2. - El compromiso en la obra de Jordi Sierra i Fabra…………………………… 222
4. 2. 1. - El compromiso con las relaciones familiares…………………………..…... 223
4. 2. 2. - El compromiso con las relaciones afectivas………………………………... 224
4. 2. 3. - El compromiso con la relación del hombre con la máquina……………..... 225
4. 2. 4. - El compromiso con la salud…………………………………………………. 227
4. 2. 5. - El compromiso con las especies en peligro de extinción………………….... 228
4. 2. 6. - El compromiso con otras culturas…………………………………………... 229
4. 2. 7. - El compromiso con la Historia……………………………………………… 229
4. 2. 8. - El compromiso con la solidaridad…………………………………………... 230
4. 2. 9. - El compromiso con los jóvenes…………………………………………….... 232
4. 2. 10. - El compromiso con la música…………………………………….………... 233
4. 2. 11. - El compromiso con el cine……………………………………...................... 234
4. 2. 12. - El compromiso con la televisión……………………………………..…….. 236
4. 2. 13. - El compromiso con el humor………………………………………………. 237
4. 3. - Taxonomía de valores…………………………….……………….……………. 238
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4. 3. 1. - Clasificación de Hessen…………………………………………………….... 240
4. 3. 2. - Clasificación de Lavelle……………………………………………………… 240
4. 3. 3. - Clasificación de S pencer…………,,,………………………………………... 241
4. 3. 4. - Clasificación marxista………………………………………….……………. 242
4. 3. 5. - Sistema de valores de Quintana Cabanas………………………………….. 243
4. 4. - Relación de obras de Jordi S ierra i Fabra analizadas para la elaboración
del presente capítulo………………………………………….…………….,.… 244
4. 4. 1. - Relación de obras siguiendo el orden cronológico de su publicación…….. 245
4. 4. 2. - Relación de obras clasificadas según el público a que se dirigen,
siguiendo el orden cronológico de su publicación………………………..... 248
4. 4. 2. 1. - Obras destinas al público infantil…………………………………...…… 248
4. 4. 2. 2. - Obras destinas al público juvenil……………………...…………….…… 250
4. 4. 2. 3. - Obras destinas al público en general…………………………...………... 252
4. 5.- Catalogación de la obra de Jordi Sierra i Fabra de acuerdo con la
taxonomía de Quintana Cabanas……………………………………………… 253
4. 5. 1.- Valores físico-vitales……………………………………………….…………. 253
4. 5. 1. 1.- La salud en las obras de ciencia ficción…………………………….…….. 254
4. 5. 1. 2.- La salud en las obras realistas……………………………….……………. 261
4. 5. 1. 2. 1.- La salud y la medicina alternativa……………………………………... 262
4. 5. 1. 2. 2.- La anorexia y la bulimia…………………………………….………...... 264
4. 5. 1. 2. 3.- El tabaquismo…………………………………...………….………….... 267
4. 5. 1. 2. 4.- El alcoholismo………………………………….………………………... 269
4. 5. 1. 2. 5.- La cocaína, la heroína, el éxtasis……………………….………………. 271
15
José R. Co rtés Criado
4. 5. 1. 2. 6.- Las drogas y el deporte…………………...………………………….…. 276
4. 5. 1. 2. 7.- El sida…………………………………………………………...…….…. 278
4. 5. 1. 2. 8.- El maltrato…………………………………………………………….… 279
4. 5. 1. 2. 9.- El trasplante de órganos………………………………………………... 285
4. 5. 1. 3. - El espacio vital……………………………………………………...……... 286
4. 5. 1. 3. 1. - El espacio vital en las obras de ciencia ficción………………………... 287
4. 5. 1. 3. 2. - El espacio vital en las obras de corte realista…………………………. 292
4. 5. 1. 3. 2. 1. - Los espacios urbanos………………………………………………… 292
4. 5. 1. 3. 2. 2. - Los espacios no urbanos……………………………………………... 296
4. 5. 1. 3. 2. 3.- El equilibrio ecológico………………………………………………... 298
4. 5. 1. 3. 2. 4.- La extinción de tribus………...………………………………………. 303
4. 5. 2. - Valores afectivo-psicológicos………………………………………………... 305
4. 5. 2. 1. - El compromiso con los sentimientos, las máquinas y otros seres .….... 306
4. 5. 2. 2. - El compromiso con la satisfacción de vivir………………………...……. 308
4. 5. 2. 3. - El compromiso con las relaciones afectivas entre padres e hijos …….... 311
4. 5. 2. 4. - El compromiso con la posibilidad de amar y ser amado……...………... 317
4. 5. 2. 5. - El compromiso con las capacidades psíquicas para hacer frente
a la vida…………………………………………………...……………….. 324
4. 5. 2. 6. - El compromiso con quienes padecen algún síndrome…...................…… 328
4. 5. 2. 7. - El compromiso con las personas que sufren algún daño psicológico…... 331
4. 5. 2. 8. - El compromiso con la autoestima, la amistad y la soledad……………... 339
4. 5. 2. 9. - El compromiso con los sentimientos de rabia ante la vida………...….... 349
4. 5. 3. - Los valores socioculturales………………………………………...……..…. 353
4. 5. 3. 1.- El compromiso con la familia………….…………………..……………… 353
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4. 5. 3. 2. - El compromiso con la convivencia pacífica……………………………… 379
4. 5. 3. 2. 1. - La guerra y la paz………………………………………………………. 380
4. 5. 3. 2. 2. - Los desaparecidos………………………………………………………. 398
4. 5. 3. 2. 3. - El racismo……………………………………………………………….. 402
4. 5. 3. 2. 4. - La violencia urbana…………………………………………………….. 411
4. 5. 4. - Los valores ideo-racionales………………………………………………….. 414
4. 5. 4. 1. - El compromiso con el conocimiento científico…………………………... 415
4. 5. 4. 2. - El compromiso con el conocimiento como base de la instrucción …...… 422
4. 5. 4. 3. - El compromiso con la experiencia como impulsora del conocimiento… 425
4. 5. 4. 4. - El compromiso con la música como expresión creativa…….................... 432
4. 5. 4. 5. - El compromiso con la sabiduría de la raza humana y los libros. ……….437
4. 5. 4. 6. - El compromiso con el escritor como motor para el discernimiento …… 444
4. 5. 4. 7. - El compromiso con el periodismo generador de formación……………. 448
4. 5. 4. 8. - El compromiso con el orden establecido y el progreso…………………. 453
4. 5. 5. - Los valores anímico-espirituales……………………………………....…… 455
4. 5. 5. 1. - El compromiso con la sabiduría como valor anímico-espiritual. …….... 457
4. 5. 5. 2. - Las referencias a diferentes creencias……………….………………….... 461
4. 5. 5. 3. - Las referencias a algunas religiones primitivas………………...…….…. 464
4. 5. 5. 4. - Las referencias a determinados pasajes bíblicos…………...…….…..…. 470
4. 5. 5. 5. - Las referencias a Dios………………………………………………..…… 474
4. 5. 5. 6. - Otras referencias a la religión católica…………………………...…...…. 479
4. 5. 5. 7. - Algunas referencias a otras cuestiones morales…………………….……483
4. 5. 5. 8. - Las creencias en el futuro…………………………………………....…… 489
4.6.- Conclusiones……………………………………………………………...……… 492
17
José R. Cortés Criado
CAPÍT ULO 5.CONCLUS IONES ………………………………………………..………………….… 503
CAPÍT ULO 6.BIB LIOGRAFÍA………………………………………….………………………….... 523
6. 1. - Bibliografía general……………………………………………………..……… 523
6. 2. - Bibliografía de Jordi Sierra i Fabra………………………..….……………… 557
6. 2. 1. - Bibliografía en castellano……………………………………………………. 557
6. 2. 2. - Bibliografía en catalán…………………………...………………………….. 577
6. 2. 3. - Bibliografía en gallego……………………………………………………….. 583
6. 2. 4. - Bibliografía en vasco……………………………………...…………………. 584
6. 2. 5. - Bibliografía en valenciano………………………………………………...…. 586
6. 2. 6. - Bibliografía en bable……………………………………...……....…………. 586
6. 2. 7.- Bibliografía en aragonés……………………………………...…………...… 586
6. 2. 8. - Bibliografía en italiano…………………………………………………….... .586
6. 2. 9. - Bibliografía en francés………………………………..….………………….. 587
6. 2. 10. - Bibliografía en alemán………………………………...……………..…….. 588
6. 2. 11. - Bibliografía en portugués……………………………………………..…..... 588
6. 2. 12. - Bibliografía en inglés……………………………………………..…...……. 589
6. 2. 13. - Bibliografía en holandés………………………………………….……..…. 589
6. 2. 14. - Bibliografía en húngaro……………………………………..…...……….... 589
6. 3. - Bibliografía sobre Jordi S ierra i Fabra……………………………………..… 590
18
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
0.- INTRODUCCIÓN
Siemp re he sentido pasión por la Literatura y desde que comencé mi vid a
profesional, p rimero, como M aestro de Enseñanza Primaria y después, como Profesor de
Enseñanza Secundaria, he estado vinculado a la d enomin ada Literatura Infantil y Juvenil,
fomentando la lectura y la escritura a partir de determinados libros ad ecuados a la ed ad d el
alumnado al que imp arto clases.
Hacer que los alumnos lean no es tarea insustancial y conseguir que adquieran
comp etencias literarias es de suma dificultad dado el escaso interés que una gran parte del
alumnado actual p rofesa p or la literatura; este desinterés es el fiel reflejo del v alor otorgado
por amp lios sectores de la sociedad al libro, en p articular, y a la cultura, en gen eral.
Sin embargo, estos imp edimentos no han hecho mella en mis deseos d e fomentar el
placer de la lectura y formar lectores críticos, qu e sep an ap reciar el v alor d e una obra
19
José R. Co rtés Criado
escrita y , además, muestren interés p or las enseñanzas que cada una de ellas p ueda ap ortar a
su formación co mo p ersona.
Cuando opté p or matricularme en el Programa de Doctorado: “Lírica, narrativa y
teatro: Teoría, Historia y M etodología (Siglos XVI-XX)”, ya había decidido investigar
sobre la Literatura Infantil y Juvenil; por ello me dirigí al Coord inador de dichos cursos, el
Dr. D. Antonio A. Gómez Yebra, exp erto en el tema y escritor de reconocido p restigio, al
que le p edí que me dirigiese la redacción de la tesis doctoral cuando finalizase los dos años
de estudio.
Mi p rimera intención fue la de realizar un trabajo de inv estigación sobre la
evolución de los v alores morales en la Literatura Infantil y Juvenil durante los últimos
veinticinco años del siglo p asado en nuestro p aís.
Cuando lo comenté con mi director de tesis, éste me aconsejó que concretase el
tema y lo acotase, p ues tal como lo p lanteaba sería un trabajo inabarcable y de una enorme
extensión.
También co menté mi intención investigadora con la Dra. Dª Susan a Guerrero
Salazar, que p or aqu el entonces acababa de p ublicar un artículo sobre las brujas en la
Literatura Infantil en la rev ista CLIJ, e imp artía un curso a los futuros doctorandos sobre la
parodia Quevedian a de los mitos y los mecan ismos léxicos utilizados p or este escritor, bajo
el título de Léxico marginal en Francisco d e Quevedo. M e aconsejó elegir un autor sobre el
que no se hubiese elaborado tesis doctoral alguna p ara mi futuro trabajo de investigación.
Desp ués de esta conversación p ensé centrar la tesis doctoral en alguno de los
escritores de Literatura Infantil y Juvenil que conozco y con los que he organizado
encuentros con autor a lo largo d e mi vida p rofesional.
20
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Además rep asé las obras más imp ortantes de estos autores p ara poder centrar la
investigación en el tema de los valores morales y su evolución a lo largo de la p roducción
literaria de cad a uno de ellos.
Me incliné p or el escritor catalán Jordi Sierra i Fabra, al cual me un e cierta amistad
desde hace más de quin ce años, p or ser un escritor muy ap reciado p or el alumnado,
disp oner de una amp lia biblio grafía y reflejar en sus obras un serio compromiso con los
problemas sociales que afectan esp ecialmente a n iños y jóvenes.
Igualmente comenté el tema con la Dra. Dª Isabel Bord a Cresp o, que impartía un
curso de doctorado denominado : Sociedad y Literatura en la segunda mitad del XIX.
Emilia Pardo Bazán, y con la qu e coin cidí como p onente en unos cursos p ara p rofesores
bibliotecarios organizados p or la Delegación Provin cial de Educación. M e animó a
continuar con esa idea por dos razones: p orque la Literatura Infantil y Juvenil necesita que
sea investigada p ara afianzarse como tal, y p orque este autor catalán es de recono cido
prestigio.
Tras haber sup erado íntegramente el Pro grama de Doctorado, volv í a conv ersar con
mi director de tesis y acordamos investigar la evolución de los valores éticos en nuestra
sociedad a través del tratamiento otorgado a los mismos por Jordi Sierra i Fabra en sus
libros a lo largo de veinte años, concretamos su título y p rogramamos el proceso a seguir
hasta su conclusión.
Para la elaboración del presente trabajo p artí de las siguientes hip ótesis:
Las sociedad es camb ian a lo largo del tiemp o y la concep ción moral que las sustenta
se modifica al unísono con aquellas. La sociedad española sufrió grand es cambios durante
los últimos años del siglo p asado que afectaron a la vida p olítica, social, económica,
cultural, y familiar.
21
José R. Co rtés Criado
Estos cambios afectaron esp ecialmente a los jóven es porque comenzaron a educarse
en una nu eva co munidad donde los valores éticos habían cambiado resp ecto a los
prep onderantes en la sociedad de sus may ores.
Conocer la transmutación de esos valores sociales ayuda a cono cer a los jóv enes,
por eso hay que investigar cómo eran los jóvenes en la Esp aña demo crática, cómo les
afectaron los camb ios sociales y qué imp ortancia se le otorgó a los valores educativos
imp artidos, p orque fomentar unos valores solidarios, tolerantes, p rogresistas y democráticos
contribuye a una mejor conv ivencia humana.
Y co mo la Literatura nunca se h a mantenido al margen de las transformaciones
sociales, y suele reflejar los vaiven es de la sociedad, se h a de estudiar el tratamiento que
aquella ha otorgado a los valores éticos imp erantes en nuestra sociedad a finales del XX y
primeros años del XXI.
La Literatura va a disfrutar a lo largo de la d écad a de los ochenta de unos márgenes
de libertad desconocidos durante el régimen de gob ierno dictatorial imp lantado en Esp aña.
Los escritores gozaron de lib ertad p ara tratar cualquier tema por escabroso que fuese y p ara
exp oner sus p ensamientos sin temor a la temida censura imp uesta en los años p recedentes.
Se p rodujo una mezcla de tendencias y de ideas, p uesto que todas las teorías
literarias tenían cabida en esta nueva etapa creativa, y todas las ideolo gías p odían
manifestarse libremente, dando lu gar a un a verdad era eclosión de ideas p rogresistas.
Esta ebullición de id eas nuevas, junto al interés p or leer los libros que habían sido
vedados a los lectores, trajo consigo el afán p or p ublicar todo tip o de obras innovadoras en
cuanto a contenido y a estructura.
Pasada la euforia de la transición democrática esp añola, la cultura en general sufrió
un
22
p eriodo
de
b analización
del
que
la
literatura
no
quedó
al
margen,
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
convirtiéndose cualquier manifestación cultural en un acto social o en un esp ectáculo más
imp ortante que el bagaje intrínseco de la misma.
El estudio de estas transformaciones y su repercusión en los escritores de la ép oca
debe conducir a d ilucidar si es cierto que algunos escritores op taron p or una literatura con
un claro matiz social, intentando ser lo más objetivo posible p ara así p oder distanciarse d el
relato y no interferir en la acción exp uesta, p ara alcanzar un alto nivel de realismo, frente a
los que mezclab an realidad y fantasía en sus obras.
Para la Literatura Infantil y Juvenil también se suelen acuñar términos como
“fantástica”, “realista”, “realismo mágico”, “fantasía p ura”, que señalan un tip o de
narración qu e p uede alud ir a la realidad cercana del lector más joven, a su mundo emp írico,
o al mundo imagin ario que se aleja de la cotidianidad.
Se han d e an alizar todos estos recursos utilizados p or los autores cercanos al p úblico
infantil y juven il, p ara comp robar si estos lectores se sienten identificados con los héro es y
les influyen en la formación de su p ersonalidad.
Igualmente se han d e estudiar cómo los valores sociales resp ecto a la dign idad d e la
persona, a la tolerancia, a la libertad, a la autoestima, a la justicia, al resp eto al medio
ambiente, a la solidaridad, al diálo go, a la conciencia crítica, están p resentes en las obras
literarias e influyen en los lectores.
Así mismo se debe analizar el tratamiento qu e los v alores tienen en la obra de Jordi
Sierra i Fabra durante ese p eríodo d e tiemp o y catalo garlos siguiendo alguna taxonomía de
valores de reconocido prestigio.
La obra de este escritor catalán ha ido evolu cionando h acia p osturas cada vez más
realistas y críticas con la sociedad actual, reflejando en sus novelas un interés p or un mundo
más equitativo, más tolerante, más solidario y más crítico con los comp ortamientos
contrarios a los valores éticos de la sociedad.
23
José R. Co rtés Criado
Para catalo gar sus obras y los valores imp erantes en cada una de ellas, se ha de
localizar una taxonomía adecuada que sirv a de mod elo ideal p ara su clasificación. Dicha
taxonomía ha de reunir un a serie de requ isitos que los jerarquice y evite un relativismo
axioló gico.
El sistema d e valores elegido p ara este trabajo fue el del p rofesor Quintana Cab anas
que catalo ga los valores en cinco categorías diferentes: valores físico-vitales, valores
afectivo-psicológicos, valores socio culturales, valores ideo-racionales y valores anímicoespirituales.
La p resente tesis doctoral está estructurada en seis cap ítulos además de esta
introducción. El p rimero de los cuales, bajo el título: “Ap roximación a la socied ad esp añola
entre 1983-2003”, analiza cómo se transforma nuestra sociedad desde 1983 tanto en los
asp ectos p olíticos como en los sociales, familiares, educativos, laborales, culturales,
religiosos, morales o tecnoló gicos. Además se analizan los cambios asumidos p or los
jóvenes esp añoles y la imp ortancia que otorgan a los valores éticos.
En segundo cap ítulo: “Magnitud de los v alores educativos” aborda la imp ortancia
de los valores éticos en una sociedad democrática, la referencia al marco axioló gico de los
mismos y se relata la imp ortancia de los valores educativos p ara la convivencia p acífica y
solidaria entre los más jóven es.
La tercera p arte, bajo el ep ígrafe “La Literatura”, se o cup a de los cambos habidos
en la narrativa esp añola durante las dos últimas décadas y sobre todo de la Literatura
Infantil y Juvenil y su evolución durante el p eriodo de tiemp o marcado p ara este trabajo de
investigación. Esp ecial relevancia tienen la obra de Jordi Sierra i Fabra y los asp ectos biobiblio gráficos de este escritor.
El cap ítulo cuatro: “El comp romiso social en la obra d e Jordi Sierra i Fabra” es el
de may or extensión, p ues constituy e el núcleo central de esta tesis doctoral. Se analizan
24
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
distintos asp ectos comprometidos en la obra del novelista: las relacion es familiares, las
relaciones afectivas, la relación del ho mbre con la máquina, la salud, las especies en p eligro
de extinción, otras cu lturas, la Historia, la solidaridad, los jóvenes, la música, el cine, la
televisión y el humor.
Sigue un estudio de diferentes taxono mías de valores: la de Hessen, Lav elle
Sp encer, una marxista y la de Quintana Cabanas.
Igualmente se relacion an las ciento ocho obras analizadas de Sierra i Fabra y se
lleva a cabo la catalo gación de las mismas siguiendo la última de taxonomía nombrada,
atendiendo en primer lugar a asp ectos tales como la salud, las dro gas, el maltrato, el
transp lante de órganos y los espacios vitales donde se desarrollan las obras.
Otro segundo asp ecto destacado es el referente a los valores afectivo-p sicológicos,
atendiendo a los sentimientos, a la satisfacción de v ivir, a las relaciones familiares, al amor,
la amistad y la soledad.
También tienen atención p referente en tercer lu gar los valores socioculturales y su
influencia en la familia, la conviven cia p acífica, la tolerancia, la p az, la guerra, el racismo,
la xenofobia y la violen cia.
Los valores ideo-racionales son tratados en otro apartado, p restándose atención
esp ecial al conocimiento científico, al comp romiso con el conocimiento como base de la
instrucción, a la exp eriencia como impulsora de conocimiento, a la música como exp resión
creativa, a la sabiduría d e la raza humana conservada en los libros, así como al pap el del
escritor como motor p ara el discern imiento y el p rogreso.
El último ap artado de este cap ítulo hace referencia a los valores an ímicoesp irituales, centrándose en el an álisis d e las referencias a diferentes creencias, a algunas
religion es p rimitivas, a determinados pasajes bíblicos, a Dios, a la religión católica y a otras
cuestiones morales p resentes en las p áginas de su novelística
25
José R. Co rtés Criado
A p esar de que cada capítulo tiene al final del mismo unas conclusion es p rop ias, el
cap ítulo cinco reco ge de forma gen eralizada las conclusiones de todos ellos y sirve de
colofón al p resente trabajo.
El cap ítulo seis está dedicado a la b iblio grafía; en un p rimer ap artado está
relacionada la biblio grafía general utilizada para este trabajo, le sigue la biblio grafía de
Jordi Sierra i Fabra, sep arada en apartados que refieren las obras p ublicadas en las
diferentes len guas del estado esp añol.
Se señ alan además las obras publicadas en otras len guas no esp añolas: italiano,
francés, alemán, p ortugués, in glés, holandés y hún garo. Para finalizar con la bib lio grafía
publicada sobre Jordi Sierra i Fabra.
Tras numerosas horas dedicadas a la investigación y a la redacción de la presente
tesis doctoral durantes los últimos cinco años, he concluido el trabajo qu e me hab ía
imp uesto.
26
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
CAPÍT ULO 1.- APROXIMACIÓN A LA S OCIEDAD ES PAÑOLA ENTRE 1983 2003.
La concreción cronoló gica 1983-2003 ha venido motivad a p or la adecuación al
proceso creativo de Jordi Sierra i Fabra, y a que en el año 1983 p ublica …en un lugar
llamado Tierra, que es la p rimera p arte de la trilo gía El ciclo d e las Tierras, un auténtico
hito en su p roducción literaria.
Cerrar el trabajo en el año 2003 ha sido p or dos motivos: p rimero, p orque dos
décadas es p eríodo de tiemp o más que suficiente para analizar la obra de un autor; y
segundo, p orque co incid e con otro acontecimiento imp ortante, el de la publicación p or
parte de la ed itorial Bruño de un a nueva co lección literaria destinada al p úblico juvenil con
el título de “La Biblioteca de Jordi Sierra i Fabra”.
27
José R. Co rtés Criado
1.1.- LA S OCIEDAD ES PAÑOLA A PARTIR D E 1983.
No es pretensión de este trabajo realizar un estudio histórico ni un análisis
exh austivo de la sociedad esp añola, p or no ser éstos los temas de esta investigación, aunque
sí lo es mostrar imágenes de nuestro próximo p asado que configurarán la historia reciente
de la sociedad esp añola, en el sentido que Vattimo indica al afirmar:
No existe una historia única, existen im ágenes del pasado propuestas desde diversos puntos
de vista, y es ilusorio pensar que exista un punto de vista supremo, com prehensivo, capaz
de unificar todos los demás (com o sería "la historia " que engloba la historia del arte, de la
literatura, de las guerras, de la sensualidad, etc.).1
1.1.1.- CONOCIMIENTO DE LA SOCIEDAD.
Este cap ítulo no p retende sino reflejar determinados cambios sociales qu e de algun a
manera han influido en la evo lución histórica y social de Esp aña en el p eríodo de tiemp o
que abarca esta investigación, y p or ende, en los escritores y en sus lectores.
1.1.1.1.- LA TRANS ICIÓN DEMOCRÁTICA.
Hablar de transición democrática en Esp aña es tratar el tema fundamental d e la vid a
esp añola de finales del siglo XX. Con el p aso de los años, tanto sus detractores como sus
defensores han co incid ido en alabar los beneficios que aquella trajo a un p aís como Esp aña,
alejado de los p arámetros p olíticos que regían al resto de los princip ales estados europ eos.
1
VATT IMO, Gianni: “Posmodernidad: ¿una sociedad transparente?”, en VAT T IMO, Gianni. et al.: En torno
1
a la posmodernidad, B., Anthropos, 1991 , p. 11.
28
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En los años de la transición democrática esp añola, “cuando y a el régimen autoritario
2
parecía defin itivamente cond enado y la democracia se abría paso” , se volvía a hablar de la
imp osibilidad de que los españoles sup iésemos convivir sin conflagración, y saber
manifestar nuestras disensiones sin llegar a hacer uso de la agresividad ante p lanteamientos
divergentes.
Volvía el fantasma del enfrentamiento p erp etuo entre esp añoles, “una de las dos
3
Esp añas / ha d e helarte el corazón” , y se afirmaba, desde p osturas inmovilistas, que donde
hay dos esp añoles juntos hay dos formas de p ensar irreconciliables, y , p or tanto, era
imp osible gobernarnos en democracia, d ada nuestra idiosincrasia, si no era bajo la tutela de
un padre que nos vigilase, figura que recuerd a al ú ltimo dictador que gob ernó nuestro p aís.
La dialéctica p olítica en aquel entonces se d ebatía entre la continuidad franquista,
postura reivindicada por los vencedores de la guerra civil, y la rup tura democrática,
defendida p or los vencidos. Sectores importantes de ambos bandos d eseaban una
convivencia en p az, y p oder enterrar las armas de la confrontación fratricid a. Había que
olvidar y p erdonar p or p arte de todos, aunque algunos tuvieron que realizar un may or
esfuerzo p ara absolver a sus contrincantes ideoló gicos.
Durante la transición se manifestaron los deseos de alcanzar una reconciliación
nacional entre todos los esp añoles, p reconizada p or algunos p artidos políticos,
esp ecialmente por el PCE, cuyo secretario gen eral entonces era Santiago Carrillo. En un
princip io, p arecía que se trataba d e una p rop uesta imposible de concretar, a p esar que y a en
1956 Sánch ez-Albornoz escribió desde el exilio:
Deseo fervientemente que mañana no haya pájaros en los nidos de antaño y que, curados
de la locura tradicional de la estirpe, hallem os una senda de concordia en libertad4.
2
BERICAT ALAST UEY, Eduardo (Dir.): El conflicto cultural en España. Acuerdos y desacuerdos entre los
españoles, M., Centro de Investigaciones Sociológicas, 2003, p. 1.
3
MACHADO, Antonio: Poesías Completas, M., Espasa Calpe, 19817, p. 229.
4
SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Claudio: España, un enigma histórico, B., Edhasa, 1981, tomo I, p. XI.
29
José R. Co rtés Criado
A p esar de todos los riesgos y obstáculos, se alcanzó la cultura del consenso,
“esp ecial d isp osición de án imo p or la que se otorga may or p rotagonismo a las cosas que
5
nos unen” , acabándose con los p roblemas ancestrales p romovidos p or los sectores ultra
conservadores de Esp aña.
El p unto de acuerdo al que se llegó entre amb as p osturas fue el de reformar las
instituciones p ara mejorar la convivencia y así conseguir la reconciliación nacional de los
esp añoles.
La reforma fue el punto de encuentro que permitió alum brar una democracia con los
defectos que se quiera, pero libre de un defecto in evitable letal: una nueva división entre
vencedores y vencidos. La reforma fue, pues, cauce de reconciliación y el origen de una
dem ocracia nacida sin grandes enem igos, precisam ente porque no hubo grandes
derrotados6 .
Por fin, en el año 1976, se instauró la democracia en Esp aña, y dos años más tarde
se ap robó la actual Constitución, la de más larga v ida en nuestra historia. “Una
Constitución llamada d e consenso, considerada flexible y p lural, cap az de p restar servicio
7
con gobiernos progresistas y conservadores” . Ambos acontecimientos fueron de suma
imp ortancia p ara nuestra convivencia actual.
La Constitución, aprobada el 6 de diciem bre de 1978, proporcionó sostén legal al proceso
de modernización de la sociedad y abordó los más importantes problemas de la España
contemporánea: derechos y libertades; monarquía-república; derecha-izquierda; laicidadconfesionalidad, y centralismo-reconocim iento de la pluralidad territorial8.
Aquella política d e consenso d io p aso a otra de disenso, y durante esta larga
convivencia p acífica en nuestro p aís, casi tres décadas, no exentas de sobresaltos, los
valores sociales han evolucion ado, han camb iado; aquella sociedad falta de libertades, con
5
BERICAT ALAST UEY, Eduardo (Dir.): cit., p. 3.
FERNÁNDEZ MIRANDA, Pilar y Alfonso: Lo que el Rey me ha pedido. Torcuato Fernández-Miranda y la
2
reforma política. B., Plaza y Janés, 1995 , p. 29.
7
GALLEGO-D ÍAZ, Soledad y DE LA CUADRA, Bonifacio: “ Historia de un consenso”, El País, número
extra, 06/12/03, p. 2.
8
GALLEGO-DÍAZ, Soledad y DE LA CUADRA, Boni facio: “La constitución, símbolo del cambio y pilar
del modelo territorial”, El País, 18/10/04, p. 78.
6
30
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
pensamiento único, se abrió a la libertad de opinión, y trajo los cambios en el ámb ito social,
político, económico y cultural, que h an configurado el p aís actual.
La transición política hacia la democracia -realizada de un m odo pacífico-, y la
integración en la Comunidad Europea -aunque sentida en muchas ocasiones en términos de
exclusión e inferioridad-, junto con el desarrollo económ ico, han contribuido a que la
sociedad española de los setenta, los ochenta y también los noventa goce de un nivel de
vida caracterizado por el uso y disfrute dem uchos y m uy diversos bienes9 .
Esa Esp aña que volvía a surgir desp ués de cuarenta años exentos de democracia se
encontró con que la nuev a forma d e gobierno trajo las libertades formales, p rovocando
grand es cambios en las formas de vida de los esp añoles a un ritmo acelerado; era el intento
de recuperar el tiemp o no vivido en demo cracia, la confirmación de los jóvenes en qu erer
quemar etap as, el anhelo de vivir de otra man era, co mo refleja Juan Luis Cebrián:
Una verdadera revolución de las costumbres se produjo, especialm ente entre las nuevas
generaciones, y este país tradicionalm ente m ojigato se decidió a poner en tela de juicio
valores de respetabilidad social inalterables desde hace siglo s y sobre los que el
franquismo había construid o cuarenta años de opresión10 .
Con el p aso de los años en nuestra sociedad, se observan discrep ancias en distintos
ámbitos: socioeconó mico, familiar, político, religioso, científico… que generan conflictos,
porque allí donde “hay necesidades e intereses en juego y diversas posibilidades de
11
solución” , es necesaria la confrontación de ideas p ara así p oder alumbrar alternativas
innovadoras p ara la sociedad.
Desde
entonces seguimos d ebatiendo
sobre
los
múltip les y
diferentes
planteamientos ante la vid a; esto es, sobre la familia tradicional, los ho mosexuales, las
familias monoparentales; el aborto libre, la p ostura antiabortista; la tolerancia, la
intolerancia; el divorcio, el trabajo de la mujer fuera del hogar familiar, la crianza y
educación de los niños, la ecolo gía, el desemp leo, las privatizaciones, la solidaridad
9
PAYÁ SÁNCHEZ, Montserrat: Educación en valores para una sociedad abierta y plural: Aproximación
conceptua, Bilbao, Desclée De Brouwer, Colección Aprend er a ser, 1997, p. 29.
10
2
CEBRIÁN, Juan Luis: La España que bosteza, M., Taurus, M., 1981 , p. 133.
11
GRASA, Rafael: “ Resolución de con flictos”, en MART ÍNEZ, Miquel y PUIG, Josep M. (Coords): La
educación moral. Perspectivas de futuro y técnicas de trabajo, B., ICE y Editorial Grao, 1994, p. 111.
31
José R. Co rtés Criado
internacional, la p obreza, la inmigración, el sistema democrático, el chador y el crucifijo en
las aulas, el uso del p reservativo, el sida, la píldora anticoncep tiva, la salud, la ingeniería
gen ética, la tecnolo gía, el esp acio, los recursos alimenticios, Internet…
La Literatura, en general, también se ha ocupado de p rop alar el p ensamiento de la
sociedad sobre cualqu ier p lanteamiento referente al desarro llo de la vida diaria y a la
confrontación de id eas. Sierra i Fabra trata estos y otros asuntos en muchos de sus libros.
En Frontera p lantea la confrontación de ideas en una joven de origen magreb í qu e se
debate entre mantenerse fiel a las costumbres de sus padres o a las de su p aís de acogida; en
Rabia, la p rotagonista siente la necesidad de romp er determinadas ataduras familiares p ara
realizarse como p ersona d e manera libre y resp onsable, de acuerdo con las normas sociales
actuales; en Noch e de viernes, p resenta cin co familias diferentes: bien aven ida,
desestructurada, rota, conservadora, desp reocup ada…
Corrían los años och enta cuando se d iscutía en Esp aña sobre el divorcio, ley que fue
aprobada en el año 1981. Esta medida, que no agrad aba a sectores de la Iglesia C atólica, ni
a un amplio sector de la sociedad civil d e entonces, encontró numerosas reticen cias a su
aprobación. Hoy , asentada como una ley más que orden a nuestra convivencia, es
cuestionada p or una escasa minoría y “no le quita el sueño a nadie a la hora de casarse” 12,
haciendo uso de ella todos los sectores de la población esp añola indep endientemente de su
credo religioso.
Si en los años ochenta era imp ensable presentar en la deno minad a Literatura Infantil
y Juvenil una p areja divorciada o que hiciesen v ida marital sin estar casados, actualmente
es un modelo más de familia que los lectores conocen en los libros sin sufrir ningún
sobresalto. Sierra i Fabra p resenta matrimonios divorciados, p arejas de hecho o madres
solteras en obras como: Concierto en sol mayor, El rostro de la multitud, o Sin tiempo para
soñar.
12
BAYÓ, Miguel: “ Hasta que el tiempo nos s epare”, El País 20 años. El País Semanal, número extra,
05/05/96, p. 240.
32
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En nuestro p aís, según el censo de 2001 p ublicado p or el Instituto Nacional d e
Estadística (INE), existe un p orcentaje de d ivorciados de 1,3, valor muy similar al más b ajo
de la UE, a p esar de haberse doblado en la última década; este dato confirma que las ley es
se establecen p ara regular la conviv encia entre los ciudadanos y que se hace uso de ellas, de
forma razonable, cuando es necesario.
Si la ley que regula el divorcio fue cuestionada p or ciertos sectores sociales, may or
fue la oposición a la Ley de Desp enalización del Aborto, ap robada en 1985, aunque
desp ués de veinte años de la puesta en marcha d e la misma, el rechazo y la contestación
social se ha ido diluy endo.
Determinados sondeos realizados p or el CIS confirman que la mayor p arte de la
sociedad esp añola tolera el aborto, como recoge el artícu lo publicado en la p ágin a Web de
Agencia Cató lica de In formaciones en América Latina: “Los que se manifiestan
13
rotundamente en contra son una minoría, un 10%” .
Actualmente existen algunos grup os sociales que se op onen a dicha norma, los
cuales organizan campañas en su contra cada vez que el gob ierno de turno intenta
modificarla, mientras otros p retenden que recoja una amp liación de los casos en los que se
permite la interrup ción voluntaria de un embarazo.
Según el diario El Mundo, la tasa en el nú mero de abortos en el año 2005 se situó en
8,94 casos p or cada 1.000 mujeres de entre 15 a 44 años. […] En cuanto a los motivos
aducidos p ara recurrir al aborto, casi siemp re (96,7%) la actuación se b asó en el riesgo de la
14
salud materna, seguido por el riesgo d e malformación fetal (3%) o v iolación (0,02%) .
13
T ORRES, Francisco: La realidad del aborto: la frialdad de los datos,
http://www.aciprensa.com/aborto/datos.htm (06/03/06)
14
http://elmundosalud.elmundo.es/elmundosalud/2005/12/26/mujer/1135605665.html (08/03/06)
33
José R. Co rtés Criado
1.1.1.2.- LOS CAMBIOS SOCIALES.
1.1.1.2.1.- LOS CAMBIOS EN LA FAMILIA T RAD ICIONAL.
Con la llegada de la demo cracia se p romulgaron determinad as ley es, como las
anteriormente citadas, que modificaron los háb itos de las familias tradicionales esp añolas.
También contribuy eron a d ichos cambios el nuevo concep to de p lanificación familiar, -hoy
es una reliquia la p ostura mantenida durante d écadas de “acep tar los hijos que Dios le
diera” 15-, el reconocimiento legal de la iguald ad de los hijos con independencia de su
filiación, y la masiv a incorp oración d e la mujer al mundo laboral:
Pero esta mayor participación de las m ujeres en el m ercado de trabajo no sólo obedece a
un cam bio social y al deseo de realización personal, sino tam bién al hecho de que la
situación económica individual o fam iliar hace que m uchas mujeres decidan buscar un
trabajo sólo con la finalidad de increm entar los ingresos necesarios para sobrevivir16 .
Estos cambios afectaron a la con cep ción de la familia tradicional, no sólo p orque la
mujer se h a in corp orado al mundo laboral fuera de casa y ha descendido el número de hijos
por familia, sino p orque también se ha redu cido el número de miembros que convivían b ajo
el mismo techo, y p orque cada vez son más los jóvenes que inician una v ida en p areja sin
estar casados.
Lo que predom ina en la vid a real son fam ilias con uno o unos pocos hijos, algunas de ellas
reconstruidas a partir de enlaces anteriores. Proliferan también las parejas de hecho, del
mism o o distinto sexo; las constituidas por hom bres o mujeres solos que adoptan a uno o
varios niños; las creadas por m ujeres que prescinden de pareja y optan por la fecundación
asistida... 17
15
DE LORA, CECILIO: Juventud española actual, M., Ediciones y Publicaciones Españolas, 1965, p. 150.
PERELLA, Sonia: “Las políticas familiares”, en ADELANT ADO, José (Coord.): Cambios en el Estado del
Bienestar. Políticas sociales y desigualdades en España, B., Icaria, 2000, p. 441.
17
SERRANO, Sebastián: “Todo un arco iris”, El País Semanal, 30/11/03, p. 9.
16
34
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En los últimos treinta años, el número medio de miembros de la unidad familiar ha
pasado de 3,9 a la cifra d e 2,9 y al menos uno d e cada cin co ho gares familiares está
ocup ado p or un solo miembro, según el censo de 2001 p ublicado p or el Instituto Nacional
18
de Estadística: “casi tres millones d e esp añoles viv en solos, el doble que hace d iez años” .
Por contra, las familias con seis o más miembros se han reducido a la mitad en el mismo
tiemp o.
La p olítica seguida en p ro de definir el nuevo pap el de la mu jer en la sociedad actual
ha modificado comp ortamientos en los roles tradicionales; “la Igu aldad, el Desarrollo y la
19
Paz” , han sido los tres grandes temas sobre los que ha girado el avance de las mu jeres,
favorecido p or unas p olíticas de igualdad no sexistas:
La lógica no sexista se concreta en políticas dirigid as a elim inar los obstáculos legales que
impiden la participación de las mujeres en igualdad de condiciones que los hombres en
cualquier ám bito de la vida20 .
Pero, sobre todo, ha cambiado la forma de p ensar de la familia tradicion al resp ecto a
la idea de unión matrimon ial p ara toda la v ida. Hoy , el amor es materia d e consumo y como
tal tiene su p eríodo de gracia tras el cual caduca y con el “desamor” la familia se romp e e
intenta recomp onerse de nu evo, algunas v eces con el cambio de uno de los miembros de la
pareja y otras, además, con el incremento de h ijos h abidos en relacion es anteriores de
ambos.
Familias con similares características a las descritas en los p árrafos anteriores tien en
cabida en obras de Sierra i Fabra: El último verano miwok, La balada de Siglo XXI, El
joven Lennon, Casting, y Los espejos de la noche.
En El último verano miwok la sep aración d el matrimonio conllevó el alejamiento de
los cónyuges, -ella reside en Esp aña y él en los Estados Unidos-, y la formación de una
nueva p areja p or p arte del p adre. En Casting, la madre de una d e las p rotagonistas es una
18
SÁNCHEZ-MELLADO, Luz: “ Solo en casa”, El País Semanal, 03/04/05, p. 46.
INST ITUT O DE LA M UJER: Plan Para la Igualdad de Oportunidades entr e mujer es y hombres (19972000), M., Ministerio de T rabajo y Asuntos Sociales, 1997, p. 57.
20
VARELLA MART Í, Reyes: “Las políticas igualdad”, en ADELANT ADO, José: cit., p. 451.
19
35
José R. Co rtés Criado
viuda joven que no quiere formalizar ningun a relación estable p ero a quien le ap etece salir
con amigos. En Los espejos de la noche tres parejas deciden cenar juntas y a lo largo de la
velada se v a manifestando la idiosincrasia de cada una d e ellas.
Son muy escasas las familias numerosas en las obras de Sierra i Fabra, siendo
frecuente la p resencia de los padres y uno o dos hijos, en algunos casos tres; y en raras
ocasiones conviven en el ho gar familiar los abuelos, estos p ersonajes están p resentes en
títulos como Las alas del sol, o Kaopi.
1.1.1.2.2.- LOS CAMBIOS EN LOS S ERVICIOS SOCIALES .
Los cambios en las familias surgieron d e las mejoras económicas, qu e tuvieron su
reflejo no sólo en la adquisición de bien es materiales, sino también en la p restación de
mejores serv icios sociales y en la extensión de los mismos. Con ello se redujo el trabajo de
la mu jer, qu e en la familia p atriarcal tradicional solía ser la encargada de cu idar a los
miembros necesitados de la misma, “mientras que una familia de corte moderno, con may or
integración de la mujer en el mercado laboral y may or igualdad de roles entre géneros,
tenderá a buscar recursos externos a la familia p ara atender a sus miembros
21
incap acitados” .
Para descargo de las familias, hoy los ciud adanos con algun a minusvalía recib en d e
la sociedad atención especializada, destacando la asistencia a los inv identes, que “figuran
22
entre los más favorecidos” , ya que la ONCE es considerada como una institución que
presta unos servicios envidiables. Actualmente otros disminu idos están siendo integrados
en esta organ ización.
21
22
SARASA, Sebastián: “La última red de servicios personales”, en ADELANT ADO, José: cit., pp. 370-371.
Id., p. 376.
36
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Si bien los ciegos y cuantos forman p arte de esa organización gozan de unas
prestaciones muy beneficiosas, no ocurre lo mismo con otros miembros de la sociedad que
padecen alguna deficiencia p ues “en el extremo op uesto los enfermos mentales carecen de
una mínima p rotección social pública y tamp oco p rivada” 23.
Nuestro p aís ha sufrido, ad emás, profundos cambios en la p olítica sanitaria,
configurando hoy una sociedad univ ersalmente asistida en servicios que mejoran la calidad
de vida de todos sus residentes. Hay que considerar un gran logro humano que este derecho
abarque a cuantos viven y trabajan en nuestro p aís.
Queda probado que “la p olítica sanitaria de los últimos veinte años se ha
desarrollado a p artir de cuatro p rocesos claves. Durante los ochenta se acomete la
‘descentralización’ hacia las comun idades autónomas, la ‘universalización’ de la asistencia,
mientras que en la d écada de los noventa se asiste a imp ortantes ‘cambios en la gestión’ y a
24
la ‘exp ansión del sector p rivado’” .
La inversión p ública en los servicios sociales ha ido aumentando p aulatinamente
durante las últimas décadas y cada vez son más p alp ables los beneficios que reciben las
familias al p oder contar con mejores servicios sanitarios, educativos, etc., que persiguen
una excelente conviv encia familiar.
Estas mejoras en los serv icios sociales están reflejadas en títulos de Sierra i Fabra
como Mis h ermanos y yo, ¿Qué seré cuando sea mayor?, So y especial para mis amigos, El
dolor invisible, o Tortilla d e aspirinas.
23
Id., p. 377.
PÉREZ GIMÉNEZ, Roser: “ Políticas sanitarias y desigualdad es en Españ a”, en A DELANT ADO, José:
cit., p. 45.
24
37
José R. Co rtés Criado
Por ejemplo, en Soy especial para mis amigos, Pablo se p resenta a sus comp añeros
el p rimer día d e clase y entre otras cosas les comenta que “los miércoles p or la tarde iba a la
25
Fundación Síndrome d e Down p ara encontrarse con sus amigos” .
En El dolor invisible, el p rotagonista está recluido en un hosp ital psiquiátrico y se
siente p lenamente identificado con la joven doctora, quien ap orta ideas innovadoras al
ejercicio de su profesión frente al inmovilismo de sus colegas más veteranos. “Todos eran
médicos, p siquiatras, p ero a veces p arecían olvidarlo. Se convertían en censores, en dioses
26
poseedores de La Verd ad a lo largo y ancho del País del Bien y del Mal” .
1.1.1.2.3.- LOS CAMBIOS EN LOS HÁBITOS SOCIALES .
Un gran cambio en nuestra socied ad ha sido la aparición de nuevos hábitos de
consumo. Hoy las familias españolas son más consumistas que ahorradoras, sin embargo,
hace treinta años se consideraba el consumo como un hecho p ernicioso y el ahorro, una
fuente de riqueza familiar; actualmente consumir en exceso es tenido p or amp lios sectores
sociales co mo señal inequívo ca de b ienestar y modernidad.
Otro de los grandes camb ios se dio en el tip o de relacion es sexu ales. Fue fruto del
eco del movimiento hipp ie que p rop ugnaba el amor libre, y de la tolerancia que trajo la
democracia. Pero si la vida sexual de los españoles cambió con la llegada d e la libertad,
esta alegría duró p oco, pues en la década de los ochenta el virus del sid a hizo su aparición,
dando p or finalizado el p eríodo de libertad sexual que la incorp oración de la p íldora trajo
consigo. Desde ese momento, el p reservativo ocupó un lu gar p reemin ente en nu estra
cultura; pasando de ser un p roducto casi de venta clandestina en mu chos lu gares a objeto de
publicidad hasta en las pantallas del televisor.
25
26
SIERRA I FABRA, Jordi: Soy especial para mis amigos, B., Edebé, 2003, p. 16.
Id., El dolor invisible, B., Diagonal, 2002, p. 184.
38
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En 1990, fue muy famosa la p rimera camp aña publicitaria sobre el uso del
preservativo, organizada p or el M inisterio de San idad y el de Asuntos Sociales en esa
época, con el eslo gan, “Póntelo, p ónselo”, que p retendía acab ar con las enfermedad es de
transmisión sexual, siendo el SIDA la más preocupante, así como con los embarazos no
deseados, esp ecialmente en las adolescentes. Campañas publicitarias p osteriores con la
misma finalid ad no alcanzaron tal grado de alarma en nu estra sociedad.
Los hábitos fumadores también han sufrido un gran cambio. En la décad a de los
ochenta el consumo de tabaco estaba muy extendido, muchas mujeres lo adquirieron como
muestra reivindicativa de su pap el en la sociedad, y los jóvenes como acto de sup uesta
madurez.
Paulatinamente el acto de fumar h a decaído en la p oblación adulta, gracias a la toma
de conciencia de los males que la inh alación de su hu mo p rovoca en el organismo, llegando
a estar mal visto socialmente hacerlo en público y restringiéndose los esp acios p ara
fumadores cad a vez más, como se recoge en la ú ltima ley antitabaco.
Sin emb argo, hoy los jóvenes se inician antes en su consumo de forma comp ulsiva.
Los datos de la quinta encuesta bianu al del Plan Nacional sobre Dro gas (PND), indican que
“los niveles d e tabaquismo, [entre estudiantes] p ese a las camp añas de los últimos años, no
27
mejoran ; es más, la situación es ligeramente p eor que hace o cho años” .
Algunos p rotagonistas jóvenes de Sierra i Fabra fuman tabaco y cannabis, pero son
los menos, y suelen ser p ersonajes “equivocados” o que sufren algunas circunstancias
extraordin arias. En Noche d e viernes, los amigos que buscan d iversión fuman y beben;
semejante actitud man ifiesta el p rotagonista de Retrato de un adolescente manchado. Sin
embargo, la mayoría de los jóvenes descritos por el autor rechazan el consumo d e tabaco y
manifiestan su interés por llevar una vida saludable.
27
ESPINÓS, David: “ Aumenta el consumo de cannabis y co caín a entre es colares d e 14 a 18 años ”, El País,
24/07/03, p. 24.
39
José R. Co rtés Criado
En cuanto a las relaciones de p arejas, Sierra i Fabra, refiere con toda normalidad los
noviazgos, tanto si co mp arten una misma v iviend a como si viv en cada uno con sus p adres,
dep endiendo del p ersonaje en cuestión. Así, en Sin tiempo para soñar, los dos jóvenes
estudiantes de periodismo in ician una relación con trazas de normalidad, mientras que la
joven desap arecid a y su amiga son víctimas de abusos p or p arte de sus resp ectivas parejas.
1.1.1.2.4.- LOS CAMBIOS EN LA EDUCAC IÓN.
Pero si la vida cotidian a sufrió camb ios, mayores son los que se p rodujeron en el
terreno de la educación. En 1983 se ap robó la Ley Orgánica del Derecho a la Educación
(LODE), y en 1990 entró en vigor la Ley de Ordenación Gen eral del Sistema Educativo
(LOGSE). Actualmente asistimos a la p romulgación de nuevas ley es que intentan mejorar
el sistema educativo español, como La Ley Orgánica d e Educación publicada en el BOE el
4 de mayo de 2006.
Los mayores cambios se han llevado a cabo en la educación infantil, p rimaria y
secundaria, extendiéndose la escolarización obligatoria a toda la p oblación.
Sin embargo, algunas voces alertan sobre tal obligatoriedad:
Para no pocos jóvenes, la escuela es un “servicio civil tan obligatorio y tan orientado a la
nada de su futuro personal com o el servicio m ilitar”. Por prim era vez en la historia una
sociedad encierra a la casi totalidad de su juventud. Los jóvenes españoles, son ante todo,
unos intensos consum idores de escuelas28 .
Con todo, gracias a estos cambios, se ha amp liado la educación ob ligatoria hasta los
dieciséis años, está p rácticamente escolarizada toda la p oblación que le corresp onde p or su
28
RUIZ DE OLABUÉNAGA, José I. (Dir.): La juventud liberta: Género y estilos de vida de la juventud
urbana española, Bilbao, Fundación BBV, 1998, p. 14.
40
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
edad, ha descend ido el nú mero d e personas analfabetas, existe un mayor número de
estudiantes universitarios, la oferta de formación profesional es muy amp lia, pero los
resultados del último informe Pisa, son desalentadores p ara nuestro p aís, así como saber
29
que “el 38% de los alumnos de 15 años en Esp aña ha repetido algún curso” , y que el
fracaso escolar en el curso 2005-2006 ha alcanzado al 34% del alumnado.
Y aunque todos los gobiernos han manifestado reiteradas veces que ap uestan p or
una educación de calid ad, los anunciados resultados no se obtienen, las mejoras p rometidas
no llegan y el fenómeno del fracaso escolar continúa ensombreciendo todas las encuestas
realizadas:
Actualm ente la población analfabeta ha descendido al 2,6%, y en la últim a década, ha
aum entado casi seis puntos el núm ero de titulados universitarios. Y, por primera vez, el
porcentaje de mujeres con estudios universitarios es sensiblem ente superior al de
varones30 .
Sierra i Fabra se o cup a de la educación en Las Furias, donde vierte nu merosas
reflexiones sobre la problemática educativa esp añola actual a partir de un brote de
indiscip lina surgido en un instituto; en El asesinato del profesor de Matemáticas alaba la
imp ortancia de esta materia; y en El fabuloso mundo de las letras, la de las p alabras. Estas
dos últimas obras fueron escritas p ara los estudiantes que no aman n i las letras ni los
números.
Pero el may or camb io dado en educación se debe a la influencia de los medios d e
comunicación de masas en la formación de los indiv iduos, esp ecialmente la televisión,
porque ésta “ha p rivilegiado un len guaje aud iovisual qu e va más allá de la escritura,
31
sup erando la cultura lo gocéntrica que desde h ace siglos ha imp erado en Occidente” .
29
MORÁN, Carmen: “ El 38% de los alumnos de 15 años en Españ a ha rep etido algún curso”, El País,
07/01/05, p. 32.
30
Datos obtenidos de los Censos Población y Viviendas de 2001, Instituto Nacional de Estadística,
http://www.ine.es/
31
AGUADED G ÓMEZ, José Ign acio: “ La tele y la escu ela: entre rivalidades y alian zas”, Andalu cía
Educativa, nº 40, octubre, 2003, p. 9.
41
José R. Co rtés Criado
Más crítico con la labor “docente” de este aparato es Cristóbal Halffter, al afirmar
que “mientras no intentemos mejorar la calidad de los contenidos, fracasarán cu alquiera de
los p lanes de Reforma Educativa, p ues en todos los hogares hay un instrumento de p oderes
32
ilimitados que durante 24 horas al día p retende lo contrario” , p or lo cual deb emos asumir
que “el electrodoméstico es tan imp ortante que, como la guerra, no se p uede dejar solo en
manos de los profesionales”
33
y que p or tanto debemos formar para su uso desde una
amp lia persp ectiva educativa:
En la pedagogía de la imagen deberían estar estrechamente relacionados el enseñar a
mirar, el enseñar a ver y el enseñar a hacer imágenes como form as de participación activa
en el proceso de comunicación34 .
En su día, la inven ción de la televisión fu e considerada co mo un fenómeno social d e
innegable valor cultural qu e creó numerosas exp ectativas sobre su bondad en el camp o
educativo, sin sosp echarse entonces que su evolución en el transcurrir del tiemp o traería
información, cu ltura, entretenimiento, banalidad, y … deseduca ción como exp resa Gómez
Yebra al declarar: “La televisión es un arma de doble filo que, p udiendo ser un
imp ortantísimo medio de cultura, se está convirtiendo, en los últimos años, en el principal
35
instrumento de deshumanización” .
Los medios de comunicación de masas tienen una gran influencia en la formación
intelectual del público recep tor e influy en en la educación del individuo en su sentido más
amp lio, llegando in cluso a modificar las escalas de valores p ersonales. Y es que “la
36
educación es hoy -lo mismo que fue antaño- [...] compleja y problemática” .
De la influencia d e la televisión d eja constancia Sierra i Fabra en varias de sus
obras, entre la cuales destacan: Los hombres de las sillas, dond e el autor compara los
32
33
HALFFTER, Cristóbal: “Pensar la tv”, El Cultural de El Mundo, 28/11/02, p. 7.
CASADO SALINAS, Juan María: “ La responsabilidad educativa de la televisión”, en AGUADED
GÓMEZ, José Ignacio (Dir.): La otra mirada a la tele, Sevilla, Consejería de T rabajo e Industria. Dirección
General de Comercio, Consumo y Cooperación Económica, 1997, p. 100.
34
GARCÍA MATILLA, Agustín: “Los medios para la comunicación edu cativa”, en APARICI, Roberto
(Coord.): La revolución de los medios audiovisuales, M., Ediciones de la T orre, 1993, p. 64.
35
GÓMEZ YEBRA, Antonio: “Importancia de la lectura en los niños”, Sur, 18/12/94, p. 60.
36
SORIA ORT EGA, Andrés: “ Proemio” en NUÑEZ RUIZ, Gabriel: Edu cación y Literatura. Nacimiento y
crisis del moderno sistema escolar, Almería, Zéjel, 1994, p. 17.
42
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
televidentes con unos personajes agoreros que aguardan cualquier catástrofe; Un genio en
la tele, en cuy as p áginas se describ e cómo camb ia la vida en un p ueblo tras la irrupción de
la denominada tele basura; El rostro de la multitud refleja la búsqued a desesp erada de la
fama p or p arte de una joven que no duda en d elinqu ir con tal de alcanzarla.
1.1.1.2.5.- LOS CAMBIOS EN LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS.
Esp aña ha dejado de ser un p aís que exporta ciudadanos y se ha transformado en
otro que los importa, señal inequívo ca d e que h a entrado a formar p arte de la lista de
naciones ricas cap aces de ofrecer trabajo y bienestar a cuantas personas atraviesan sus
fronteras con ánimo de formar parte de esta sociedad.
Lejos quedan los tiemp os en que emigraron dos millones trescientos mil españoles a
Europ a, mano de obra sin ap enas formación p rofesional, p rocedente de las regiones más
pobres, p ues el régimen franquista “quiso evitar que se march ara la mano de obra
cualificada p orque la necesitaba p ara la industria p atria”37. En el 1960 España y Alemania
firmaron un conven io que p ermitió emigrar a más d e medio millón de esp añoles hasta
1973.
Y aunqu e en Esp aña hay inmigrantes de diferentes p aíses y cada uno aporta su
formación y sus valores a la sociedad, no todas las p ersonas p rocedentes de otros lugares y
cultura son recibidas de igual forma; ante inmigrantes procedentes de la Unión Europ ea,
Jap ón o Estados Unidos, altamente cualificados, debemos reconocer que “se muestran
actitudes mucho más abiertas y tolerantes, en virtud de su estatus económico y del prestigio
38
político de su p aís de origen” .
37
FLET A, Cecilia: “ El éxodo de los 600.000”, El País, 27/03/05, p. 24.
SALES, Auxiliadora y GARCÍA, Rafaela: Programas de educación intercultural, Bilbao, Desclée de
Brouwer, 1997, p. 14.
38
43
José R. Co rtés Criado
Tan inm igrante es un alem án jubilado que vive de rentas en Mallorca o un japonés
directivo de la filial española de una gran multinacional, como una filipina ocupada
inform almente en el sector dom éstico o un m arroquí empleado con permiso inicial en la
construcción39 .
Por lo que debemos tener en cuenta, cuando se hace referencia al fenómeno
migratorio, que “la emigración es un p roblema d e claras connotaciones culturales, p ero
40
sobre todo de desequilibrio en la distribución de la riqueza” , y a que solemos excluir de
este conjunto a las p ersonas que acudieron a España con un buen nivel d e in gresos
económicos.
Desde numerosas tribunas p úblicas se difunde que el p roblema p roviene del simp le
hecho de ser extranjero, p ero desde otros ángulos se destaca que el rech azo a la p ersona no
nacional es deb ida a la situación d e p enuria econó mica que los obliga a inmigrar:
Hablar de inm igrantes es, ciertamente, hablar de extranjeros, pero también es hablar de
pobreza. El inm igrante es un extranjero pobre. Desde esta definición, hay que afirmar que
el com ponente más im portante de ambos elementos es la pobreza, no la extranjería41 .
Además se debe destacar qu e la p enuria económica suele acarrear escasez cultural, y
que las familias obligadas a emigrar p or falta de recursos económicos suelen carecer de una
sólida formación y sus hijos han tenido una deficiente escolarización, por tanto, estos
movimientos migratorios influyen en todos los estamentos sociales, y a sean económicos,
sanitarios o escolares.
Sierra i Fabra se ocup a en Noche de luna en el estrecho d e la emigración ilegal en el
sur de Esp aña; en Frontera, de la vida de un a familia de in migrantes marroqu íes en
Barcelona; en Las alas del sol, de la sup ervivencia de una familia vietnamita en un camp o
de refugiados ilegales en Hong Kon g; en la trilo gía El tiempo del exilio, de la huida de
39
ALEGRE CANOSA, Miguel Ángel: “Las políticas inmigratorias”, en ADELANT ADO, José: cit., p. 380.
HERRERA FLORES, Joaquín: “ Derechos Humanos, Int erculturalidad y Racionalidad de Resisten cia”, en
MUÑOZ, Francisco A. et al.: Actas del I Congreso Hispanoamericano de educación y cultura de paz,
Granad a, Universidad, 2003, p. 119.
41
SÁNCHEZ FERNÁNDEZ, Rafael: “ La inmigración y el papel de las CIT Es”, en Por una Europa de paz,
multiétnica e intercultural, I Congreso Europeo de Educación para la Paz. T eachers for Peace, Santiago de
Compostela. Comité do I Congreso de Educación para la Paz. T eachers for Peace, 1995, p. 103.
40
44
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Esp aña de numerosos rep ublicanos tras la contiend a civ il; en El último verano miwok, de
un ciudadano español legalmente establecido en EE. UU.
1.1.1.2.6.- LOS CAMBIOS EN PRO DE UNA EDUC ACIÓN MULT ICULT URAL.
He de advertir que utilizo el término multicu ltural p orque “hace referencia a la
convivencia d e varias cu lturas sin esp ecificar cómo es ésta”
42
frente al concep to
intercultural que imp lica una conviven cia en la qu e se han integrado distintas culturas.
Para alcanzar una educación multicu ltural los p rimeros camb ios se deb en efectuar
en el sistema educativo, así qu e, “es necesario revisar y reformar los contenidos atendiendo
a las nuevas necesidades de una escuela y una sociedad hoy día mucho más p lural qu e hace
43
diez años”
p orque la enseñanza actual debe atender una co mp leja diversid ad interna
prop ia de toda sociedad multicultural.
La educación que se imp arta hoy tiene que enriquecer culturalmente a los
ciudadanos, debe ser una educación multicultural relacion ada con la educación moral, p ara
la p az, para la democracia, y p ara el desarrollo. Y si quiere alcanzar sus objetivos debe
basarse en “un modelo educativo que p rop icie el enriquecimiento cultural d e los
ciudadanos, p artiendo del reconocimiento y resp eto a la diversidad, a través del intercambio
y el diálogo, en la p articip ación activa y crítica p ara el desarrollo de una sociedad
44
democrática basada en la igualdad, la tolerancia y la solidaridad” .
Una sociedad que sea verd aderamente demo crática ha de creer además en el valor
de construir una nueva conv ivencia real que no se limite a p romulgar teóricamente su valor.
42
AGUILERA REIJA, Beatriz: “ El conflicto multicultural”, Do cumenta ción Social, nº 97, M., Cáritas
Española, octubre-diciemb re, 1994, p. 35.
43
MART ÍN MUÑOZ, Gema: “ El Islam y la escuela”, Andalucía Educativa, nº 47, febrero, 2005, p. 8.
44
SALES, Auxiliadora y GARCÍA, Rafael a: cit., p. 46.
45
José R. Co rtés Criado
Actualmente las escuelas son muy distintas a las de hace una década, p orque la
llegad a de tres millon es de inmigrantes transforma cualqu ier sociedad, y en especial el
sistema educativo, que debe matricular en los centros a un numeroso alumnado de distinta
procedencia geográfica, idio mática y cultural:
En sólo tres décadas, España ha dejado de ser un país de em igración y se ha convertido en
un país de inm igración: es el prim er receptor de inm igrantes en la Unión Europea, con
600.000 entradas anuales, según el últim o inform e de Eurostar45 .
Por tanto, cualesquiera que sean los cambios educativos, deben ir encaminados a
consegu ir la integración de todo el alumnado en una co munidad multicultural donde todos
los saberes tengan cabida, p orque “el mu lticulturalismo es un bien enriquecedor para una
sociedad, si recíp rocamente saben dialo gar intercu lturalmente, respetando unos valores y
unas normas mínimas de conviven cia, co mo son el resp eto a los derechos humanos y a las
46
ley es constitucionales” .
Asimismo, la educación que se imp arta en este nuevo siglo ha d e entender “que toda
acción edu cativa debe intentar desarrollar p ositivamente todas las cap acidades de los seres
humanos, p ara que sean cap aces de convivir en un inacabado juego d e interacciones de
47
derechos y obligacion es” , si la socied ad desea formar nu evos ciudadanos que conv ivan
resp etuosamente en un mundo tan cambiante como es el actual.
Estas ideas están reflejadas en la obra de Sierra i Fabra, Frontera, donde se p ueden
leer reflexiones sobre conviven cia entre p oblacion es de d istinta cultura exp uesta p or la
protagonista, -una joven de origen marroquí-, su amiga esp añola, la p rofesora de Literatura
de ambas, y el comisario en cargado d e buscar a Amina tras huir de su casa.
45
BÁRBULO, T omás: “ La constitución, símbolo del cambio y pilar del mod elo territorial”, El País,
18/10/04, p. 94.
46
CALVO BUEZAS, T omás: “ Interculturalidad y educación”, en V Curso de Inter culturalidad. El
aprendizaje del castellano en el alumnado de habla tamazhigt, Melilla, UNED, 1983, p. 250.
47
SÁNCHEZ FERNÁNDEZ, Sebastián: “ Interculturalidad, inmigración y educación”, id., p. 13.
46
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
1.1.1.2.7.- LOS CAMBIOS EN LA FAMILIA ACTUAL.
La familia, que “ap arece, p or un lado, co mo el esp acio a p roteger y , p or otro, como
48
la garantía de esa p rotección” , se ha convertido en estas últimas décadas en un espacio de
libertad y p rotección donde los jóvenes permanecen hasta la treintena, p or motivos
laborales, económicos o p or comodidad.
El hogar familiar, del que las gen eraciones anteriores deseaban emancip arse cuanto
antes, se ha transformado en un lugar complaciente, donde los padres no imponen un
horario de regreso, se p ermite pernoctar fuera de casa los fines de seman a, practicar el sexo
con su pareja sin tap ujos, disp oner de un esp acio prop io dentro de la vivienda y unas
comodidad es que h acen más deleitable su estancia en ella, au mentando así sus deseos de
alargar la juv entud, evitando su p aso al mundo adulto.
La con cep ción tradicional de la familia h a cambiado p arte de su p ap el en la
sociedad. “La familia también ha p erdido ran go. De ser la célula suprema de la socied ad se
ha convertido simp lemente en algo p ara estar por casa”49.
Nuestra sociedad, en estas últimas décadas, se ha secularizado, se ha democratizado,
y se ha hecho más p ermisiva en muchos asp ectos de la vida diaria, dándose la p aradoja de
que los hijos de estos padres liberales y p rotectores, se han vueltos más conservadores que
sus p rogenitores, “se declaran pragmáticos, tolerantes y p acifistas. Y, p or encima de todo,
50
‘indep endientes’, algo curioso en un a generación tan dep endiente económicamente” .
El modelo tradicional de familia formado p or p arejas de p ersonas de distinto sexo
que conviven con sus hijos biológicos y mantienen relaciones estrechas con otros
48
MEGÍAS, Eusebio (Dir): Los valores de la sociedad española y su rela ción con las drogas, B., Fundación
la Caixa, 2000, p. 189.
49
VERDÚ, Vicente: “ Nuevos amores, nuevas familias”, El País 20 años. El País Semanal, 05/05/96, p. 202.
50
AZNÁREZ, Malén: “ La generación Peter Pan”, id., p. 240.
47
José R. Co rtés Criado
familiares, esp ecialmente con los ascendientes, es el p redominante actualmente en nu estra
sociedad, p ero ya no es el único.
Quedaron atrás los tiemp os en los que se ocultaba tener hijos adoptados o fuera del
matrimonio, se veía mal qu e dos hombres conv iviesen en una misma vivienda y la mu jer
debía casarse joven si no qu ería formar p arte del “club de las solteronas”.
Durante estos últ imos años la familia esp añola ha sufrido profundos cambios que
han sido acep tados p or el conjunto de los ciudadanos sin grandes sobresaltos.
En casi todas las obras de Sierra i Fabra la familia es un p ilar fundamental p ara los
jóvenes, y en las novelas ambientadas en la actualid ad refleja estos cambios, como se p uede
leer en La estrella de la mañana, Seis h istorias en torno a Mario, Campos de fresa, No che
de viernes, Las Furias, Casting, p or citar algunos títulos.
1.1.1.2.8.- LOS CAMBIOS EN EL PAPEL D E LA MUJ ER.
Todos estos cambios han afectado a la concepción del p ap el de la mujer en nuestra
sociedad, y aunque existen p aíses donde las mujeres no gozan de los mismos derechos que
los hombres, los p rogresos al resp ecto son gigantescos en todo el p laneta, desde aquella
51
primera manifestación escrita por Olimp e de Gouges sobre la igualdad entre los géneros .
Desde la década de los och enta, el avance de la mujer ha sido natural, siendo
emp ujado en su marcha p or el sistema de cuotas que comenzó a imp onerse en los p aíses
nórdicos; estos acuerdos están muy extendidos hoy en nuestro p aís; cuando, a fin ales d e los
ochenta, algunas militantes de p artidos p olíticos comenzaron a p edir el 25% de la cuota de
51
Olimpe de Gouges escribió en 1791 la “ Declaración sobre los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”
como respuesta al lenguaje claramente sexista utilizado en l a Declaración sob re los Derechos d el Hombre y
del Ciudadano.
48
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
poder, no p odían sosp echar que gracias a ese hecho, hoy Esp aña cuenta con un gob ierno
paritario en cuanto al género d e sus comp onentes.
Se defiende la p olítica de cuota p orque se había demostrado que la iguald ad ante la
ley y el mismo o mayor nivel de p rep aración, no fu eron suficientes p ara que la mu jer
ocup ase los esp acios en p lan de igualdad con el hombre.
Actualmente, la socied ad ha comp rendido que la gran cantidad de cambios en la
forma de vida de la mujer “ha generado, co mo el mov imiento continuo de las ondas en el
52
agu a, una transformación en los comportamientos y actitudes de los hombres” , y que la
lucha p or la iguald ad de la mujer es resp onsabilidad de todos, p orque nos dirigimos a un
tip o de sociedad más equilibrada, en la que, “el mundo entero -y no sólo el desarrollado- se
53
cuestiona la legitimid ad de una d emocracia basada en la d esiguald ad de los sexos” .
Como muestra de este interés y p reocup ación p or la incorp oración de la mujer a la
sociedad en igu aldad d e condiciones que el hombre, se h a debatido internacionalmente en
numerosos foros el p apel de la mujer en el mundo actual y se han p rop uesto acciones a
favor de la igu aldad entre géneros. “Como se reconoce en la IV Conferencia M undial sobre
las M ujeres, celebrada en Pekín en 1995: La igu aldad, la colaboración entre mujeres y
hombres y el resp eto de la dignidad humana deben estar p resentes en todos los estadios del
54
proceso de socialización” .
A p esar de ello, la mujer se incorp ora al mundo del trabajo en inferiorid ad de
condiciones respecto al hombre, sigue siendo el pilar que sostiene la familia y tiene
may ores dificultades p ara compaginar la vida laboral y p ersonal.
52
ALBERDI, ALONSO, Cristina: “ Avanzar a golpes”, El País 20 años. El País Semanal, 05/05/96, p. 194.
CAÑAS, Gabriela: “ Avanzar a golpes”, id., p. 196.
54
DÍAZ-AGUAD O, María José: Educación Int ercultural y Aprendizaje Cooperativo, M., Pirámide, 2003, p.
201.
53
49
José R. Co rtés Criado
Son la mitad de la p oblación esp añola, han p rovocado un gran camb io en la
mentalidad d e hombres y mujeres de hoy , y continúan reivindicando sus derechos en p ro de
la igualdad social.
Lejos qued an las ideas de los librep ensadores decimonón icos cu ando demandab an
una educación intelectual p ara las mujeres y declaraban: “La mujer no debe segu ir siendo
una sirvienta ni esp erar a qu e el matrimonio la libre de la p obreza por falta de medios p ara
55
vivir con ind ep endencia” .
Un reflejo de esa may or p resencia femenin a en la socied ad se h a producido en la
obra de Sierra i Fabra, donde las p rotagonistas han ido aumentando p rogresivamente como
se p uede constatar en al menos Sin tiempo para soñar, La canción de Mani Blay, Frontera,
Zonas interiores, El dolor invisible, S ietecolores, Rabia y La voz interior.
1.1.1.2.9.- LOS CAMBIOS EN LA CONCEPCIÓN POLÍT ICA EN ES PAÑA.
Desp ués de cuatro décad as de régimen d ictatorial, la democracia se instauró en
nuestras vidas de forma p acífica, sólo con algún sobresalto, irrump iendo así la p olítica en el
quehacer diario, lo que p rovocó que gran p arte de la p oblación viviese pendiente de los
acontecimientos sociales, siguiese con sumo interés las actividad es de los p artidos políticos,
de los sindicatos, de las fuerzas armad as, de la Iglesia Católica y de toda organización
preocup ada p or el devenir histórico.
Pronto, un sector imp ortante de la sociedad en general y de los jóv enes en p articular
no vio cump lidas las exp ectativas p uestas en los p artidos políticos y en las instit uciones
democráticas. Este hecho originó un distanciamiento de determinados grup os sociales de
55
NUÑEZ RUIZ, Gabriel: cit., p. 133.
50
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
los asuntos p olíticos y una sensación de desen gaño al no ver sus asp iraciones totalmente
cump lidas. Por ello,
la crisis actual de confianza en las instituciones públicas se dirige contra el estilo de
gestión de tales instituciones y no contra la propia legitim idad de las instituciones
dem ocráticas56 .
Esta desconfianza d io lugar al desencanto y al p asotismo, p ara desembocar en otros
nuevos movimientos que en Europ a estaban en boga, como la objeción de conciencia al
servicio militar, el pacifismo, el ecolo gismo, el feminismo, el antirracismo, o el
movimiento de gay s y lesbianas:
La pérdida de confianza en las instituciones tradicionales de la modernidad, tales como el
Estado o los partidos políticos, viene explicada por la irrupción en la escena política de un
público más crítico y m ejo r form ado, que tiene unas demandas bastante más sofisticadas
que las generaciones precedentes57 .
“Hemos ap rendido y a la lección de Albert Camus, cuando adv irtió que en p olítica
58
son los medios los qu e justifican el fin” , aunque muchos p olíticos hay an alterado el orden
de los términos y consideren que el fin justifica los medios, p rovocando un rechazo, en
amp lios sectores sociales, hacia las instituciones gobernad as por aquéllos, dando p aso a una
concep ción distinta de la sociedad.
Si las instancias tradicionales -Iglesia, sindicatos y otras filiaciones- parecen no tener
tanto poder de convocatoria ni gozar de mucho interés, nuevas formas de asociacionism o
-Organizaciones No Gubernam entales, voluntariado, etc.- surgen y demuestran que la
persona es, ante todo, un ser social59 .
Estos movimientos sociales actuales, que se ocup an de la ecolo gía, d el p acifis mo,
del feminismo, o d e la defensa de los derechos humanos, no se han transformado en p artido
político alguno, p ero sus mensajes han calado en la mentalid ad de la p oblación y se
encuentran p resentes en todos o en casi todos los p rogramas de las organ izaciones políticas.
56
JAIME CAST ILLO, Antonio M.: “ La cultura política en España. Entre el materialismo y el
posmaterialismo”, en BERICAT ALAST UEY, Eduardo: cit., p. 208.
57
Id, p. 206.
58
SAVATER, Fernando: El valor de elegir, B., Ariel, 2003, p. 152.
59
PAYÁ SÁNCHEZ, Montserrat: cit., pp. 19-20.
51
José R. Co rtés Criado
Reivindicar el cump limiento de los p rogramas electorales es una obligación de los
ciudadanos, que han de mantenerse críticos con las instituciones democráticas y sus
resp onsables, teniendo claro que
el auténtico problem a de la democracia no consiste en el habitual enfrentam iento entre una
mayoría silenciosa y una minoría reivindicativa o locuaz, sino en el predominio general de
la m area de la ignorancia60 .
Esp aña es hoy un p aís democrático con una sólida estructura social, forma parte de
pleno derecho de nu merosos foros internacionales y ap uesta p or un futuro sin sobresaltos
políticos, sociales o económicos.
Sierra i Fabra refleja en la trilo gía El tiempo del exilio la vida d e unas familias
esp añolas huidas de España tras el fin de la guerra civil y en sus p áginas se pueden observar
los avatares sufridos en la p olítica nacional e internacional durante cuarenta años.
Algunos acontecimientos nacionales imp ortantes reflejados en la trilogía: guerra
civil esp añola, asesinato de Carrero Blanco, mu erte de Francisco Franco, reinstauración de
las libertades demo cráticas y regreso a Esp aña de algunos exiliados esp añoles
sup ervivientes.
1.1.1.2.10.- LOS CAMBIOS EN LA POLÍTICA INTERNAC IONAL.
Los ochenta estuvieron marcados p or la gu erra d e Afganistán. La extinta URSS
llevó a cabo la invasión de Afgan istán en 1979. Más de 100.000 soldados soviéticos
controlaban las ciudades, mientras la guerrilla domin aba las zonas rurales.
60
SAVATER, Fernando: cit., p. 154.
52
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Hacia 1982 unos tres millones de afganos h abían huido a Pakistán, y un millón y
medio lo habían hecho hacia Irán. “La guerrilla, armada eficazmente p or EE.UU. y
reforzada con voluntarios árabes y musulmanes imbuidos de un a ideolo gía intransigente
islamista (entre ellos el saudí Osama Ben Laden), mantuvo en jaque a un ejército soviético
cada vez más desmoralizado” 61.
En 1988, en el marco de la perestroika, la URSS, EE.UU., Pakistán y Afganistán
firmaron un acuerdo p or el que los soviéticos se comp rometían a retirar sus trop as lo antes
posible. Lo que efectivamente hicieron en 1989.
La firma de este acuerdo no trajo la p az p ara este p aís. En 1992 las guerrillas
islamistas asaltaron Kabul e iniciaron un p eríodo de luchas internas que p ermitieron la toma
del p oder p or p arte de los talibanes en 1996.
El 7 d e octubre de 2001 se inició la inv asión de Afgan istán p or p arte de EE.UU.,
que obtuvo el apoy o de la ONU y de la comunid ad internacional, iniciándose una gu erra
contra los taliban es en el p aís más pobre de oriente, aún continúa. Esta ocup ación fue
bautizada p or el ejército norteamericano con el no mbre de Operación Libertad Duradera.
Además, los ochenta trajeron la matanza de estudiantes en la p laza de Tiananmen
que no sup uso una transformación demo crática d e China:
El sangriento fin de la revuelta estudiantil de Tiananmen, en junio de 1989, fue el episodio
más trágico de la determ inación del régimen de asir el poder con puño de hierro62 .
Y la caída del muro de Berlín, el 9 de nov iembre d e 1989, “se trató de un
63
movimiento social que, p or medio de man ifestaciones p opulares” , inició el p roceso de
reunificación d e la República Democrática Alemana y la Rep ública Federal Alemana. Así
como el reencu entro de la Europa cap italista y la comunista.
61
OCAÑA, Juan Carlos, en http://www.historiasiglo20.org/GLOS/afganistan.htm (19/07/06)
HIGUERAS, Georgina: “ La larga marcha china por conquistar el siglo XXI”, El País, 18/10/04, p. 38.
63
GARCÍA FUERTES, Mª Antonia et al.: Ciencias Sociales 4º de ESO. Proyecto Zenit Andalucía, M., SM,
2003, p. 252.
62
53
José R. Co rtés Criado
Los noventa estuvieron marcados p or conflictos internaciones bélicos que han
marcado p rofundamente la conviv encia internacion al desde entonces hasta nuestros días,
como fue la guerra del Golfo en 1991, in iciada cuando Irak invadió Kuwait y este p aís
pidió amp aro a la ONU, llevándose a cabo un enfrentamiento entre Irak y fuerzas militares
internacionales, esp ecialmente norteamerican as.
Chechenia, otra ex rep ública soviética, declaró su indep endencia en 1991 resp ecto
de la URSS. En 1994 Boris Yeltsin env ió trop as p ara restaurar la soberan ía de Moscú, el
conflicto duró hasta 1996. En 1999, Vlad imir Putin, inició una acción antiterrorista que
duró hasta el año 2002. Actualmente no existen indicios de que la p az sea p osible.
Con más de 100.000 víctimas, la may oría civ iles, tras “la desintegración d e la Unió n
Soviética, el conflicto de Chechenia se h a conv ertido en la consecu encia más san grienta de
64
la difícil transición rusa hacia la demo cracia” .
Hoy , la guerra del Golfo es considerada p or numerosos analistas p olíticos como un
ensay o general de la invasión de Irak llevad a a cabo p or EE. UU., con el ap oy o del Reino
Unido y de España, en marzo de 2003, que tenía entre sus princip ales objetivos, según la
prop ia administración norteamerican a, redu cir el terrorismo internacional y aumentar la
segurid ad de los Estados Unidos, además de eliminar a Sadd am Hussein y destruir su
armamento de destrucción masiv a, cuya existencia sigu e sin demostrarse.
Sin emb argo, “desp ués de más de un año del fin oficial de la gu erra, anunciado p or
el p residente Bush el primero d e mayo del 2003, ha h abido más bajas en las filas de las
fuerzas de ocup ación y sobre todo se ha incrementado d e una man era drástica el terrorismo
65
internacional, p recisamente co mo consecu encia a la ocup ación de Irak” .
También ha au mentado imp arablemente el número de víctimas civ iles en d icho p aís,
desde la p roclamación oficial del final d e la guerra por la admin istración norteamericana,
64
HERRANZ, Francisco: “ Claves para entender un drama”,
http://www.elmundo.es/especiales/2002/10/internacional/moscu/claves.html (19/07/06)
65
Véase al respecto, la página web del D epart amento de Hagsh amá de la O rganización Sionista Mundial,
http://www.hagshama.org.il/es/recursos/view.asp?id=1810
54
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
resultando imp osible indicar un número exacto de p ersonas fallecid as hasta la fech a, p ese a
que diariamente se incrementa dicha cantidad. Hoy el p aís se halla al borde una gu erra
civil.
Desde otra p ersp ectiva, la que ofrece La Revista Árabe, se informa de que “la
invasión a Irak produjo el mayor desastre cultural de los últimos ocho siglos en el mundo.
Todavía hoy , soldados estadounidenses o polacos roban tesoros y los venden en las
66
fronteras con Jordania o Kuwait” , y se enumeran actos vandálicos que han emp obrecido
el p atrimonio histórico-cultural d el país y de la humanidad al ser d estruidos museos,
asentamientos arqueoló gicos, manuscritos, etc.
La guerra de Yu goslavia fue un conflicto internacional acaecido en los años noventa
donde, “la eufemísticamente denominada p olítica de limpieza étnica”
67
contribuyó a las
desap ariciones y ejecuciones extrajudiciales.
O conflicto de Bosnia non é o producto da confrontación de tres grupos étnicosmulsum áns, serbios e croatas-, si non o resultado da colisión entre dous proxectos
políticos: o primeiro partidario da convivencia m ultiétnica, e o segundo decidido a
establecer com unidades homoxéneas na súa composición étnica68 .
La gu erra en Yugoslavia fue catalo gada co mo “Una derrota de la Humanidad”
69
en
el número 159 de la revista digital de la Archid iócesis d e M adrid en 1999, cuando
comenzaron los bombardeos de la OTAN sobre dicho p aís, confirmando que el recurso de
la fuerza siemp re es un fracaso de la humanid ad.
El nacionalismo y el segregacionismo étnico tuvieron un a marcada influen cia en
esta confrontación que culminó con la fragmentación de Yugoslav ia, y el surgimiento de
66
http://www.revistaarab e.com.ar/noticias_invasion_irak.asp (11/03/06)
EST EVEZ, Alberto: “ Europa: derecho moral en el campo de los D erechos Humanos”, en Por una Europa
de paz, multiétnica e intercultural, cit., p. 95.
68
T AIBO, Carlos: “Europa Central e oriental: o conflicto perman ente”, en JARES, Xesús R., (Coord.):
Construír a paz. Cultura para a paz. Vigo, Edicións Xerais de Galicia, 1996, p. 64.
69
COLINA, Jesús,
http://www.archimadrid.es/al fayome/menu/pasados/revistas/99/mar99/num159/desdlafe/deslafe3.htm
(12/03/06)
67
55
José R. Co rtés Criado
Croacia, Eslov enia, Bosnia y Macedonia como estados indep endientes; y con una ola de
exterminios masivos y éxodos de p ueblos enteros que conmo cionaron Europa.
La muerte de Slobod an M ilosevic, el primer ex jefe de Estado que ha comparecido
ante un tribunal internacional, ha dejado sin resolver numerosos interrogantes sobre el
conflicto y ugoslavo que tal vez nunca sean aclarados. Fue h allado mu erto en su celda el 11
de marzo de 2006, en el centro de detención del tribunal p enal en Schev eningen, La Hay a.
También “en 1993, en nombre de la sup erioridad de su etnia, los hutus de Burundi
70
masacraron p ueblos enteros de tutsis” , p rovocando la mu erte de más de 300.000 personas
y ciento de miles de desp lazados y refugiados.
Desde hace cin co siglos, este p aís, uno de los más p obres del mundo y
más
densamente p oblado de África, viv e sumergido en conflictos étnicos y económicos entre la
etnia mayoritaria, los hutus, y la minoritaria, los tutsis, además d e verse azotado p or el sida
y tener una esp eranza de vida de cu arenta y cuatro años.
En otro continente el 22 de diciembre de 1997, 45 indígen as tzotziles fueron
masacrados p or la esp alda mientras rezaban en una iglesia de la comunid ad de Acteal, en el
estado mexicano de Chiap as. De las v íctimas, 16 eran niños, n iñas, y adolescentes; 20 eran
mujeres y nueve hombres adultos. Siete de las mujeres estaban embarazadas. Los
resp onsables directos de la masacre fueron grup os p aramilitares op uestos al Ejército
Zap atista de Liberación Nacional (EZLN).
Con ser un acto criminal que sorp rendió al mundo, no es el ún ico caso de
exterminio de indígen as p or grup os p aramilitares en el continente americano.
Por último he de record ar que el inicio del nuevo siglo está marcado p or el
terrorismo islamista, con tres fechas claves, 11-S, 11-M y 7-J.
70
PRACHE, Denys: Todos nacemos racistas, Zaragoza, Edelvives, 1996, p. 43.
56
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El 11 de sep tiembre de 2001 la ciudad d e Nueva York sufrió un duro ataque
terrorista que cambió la forma de p ensar de los norteamericanos y de todos los habitantes
del p laneta resp ecto al terrorismo en general y al islamismo integrista.
Sus efectos han convulsionado a todos los gobiernos del mundo, la may oría de los
cuales han sacrificado planteamientos de tolerancia y libertad en p ro de un may or control
policial sobre sus ciudadanos.
El 11-S no fue el prim er ataque contra objetivos norteamericanos de parte del terrorism o
islám ico, pero sí el que alertó a Estados Unidos sobre su vulnerabilidad y el que provocó el
mayor giro de la política norteam ericana desde la II Guerra Mundial71 .
Esp aña también sufrió los efectos devastadores del terrorismo islamista el día 11 d e
marzo de 2004, fecha qu e quedó marcad a en la memoria d e todos unida a la cifra de 192
personas fallecidas y muchas más afectadas física y psíquicamente.
Aquel am anecer en el que, de repente, la vida se quebró, incapaz de soportar la dim ensión
de una barbarie tan desusada. Sólo recurriendo a Auschwitz, a Hiroshim a o a las guerras
medievales o africanas actuales podemos alcanzar a comprender las circunstancias de esa
matanza72.
Nadie p areció sosp echar que se p udiese p roducir un atentado tan salvaje, a pesar d e
que “España ha sido una base lo gística p ara los grupos relacionados con la red d e Osama
Ben Laden desde 1997, p ero se convirtió en uno de sus objetivos tras el apoy o de Aznar a
73
la guerra de Irak” , como manifiesta Antoni Segura, catedrático d e Historia de la
Universidad de Barcelona, y sus efectos aún perduran.
Londres sufrió dos atentados terroristas con tintes islamistas, el 7 y el 21 d e ju lio d e
2005, si bien no p arece existir conexión entre ambos. El p rimero, según The Observer, fue
perp etrado p or unos jóvenes al margen d e la organización Al Qaeda:
71
CAÑO, Antonio“ La soledad de la superpotencia”, El País, 18/10/04, p. 20.
LLAMAZARES, Julio: “ Regreso a los trenes de la muerte”, El País, 01/03/05, p. 2.
73
SEGURA, Antoni: http://www.elperiodico.com/info/suplementos/11m/index05casC.asp ( 18/03/06)
72
57
José R. Co rtés Criado
La investigación oficial sobre los atentados que el 7 de julio del pasado año dejaron 52
muertos y un centenar de heridos en Londres concluirá que el ataque no tuvo un apoyo
directo de Al Qaeda, sino que fue ejecutado por cuatro jóvenes con poco dinero e
inform ación obtenida en internet, aseguró ayer ‘The Observer’ 74 .
Según las p alabras de uno de los sup uestos autores del atentado llevado a cabo el 21
de julio, este grup o no tiene vinculación alguna con los autores de los actos p erp etrados el
7-J o con la red Al Qaeda, y la fin alid ad p erseguida con la acción terrorista no era otra que
75
asustar a la p oblación londin ense: “No queríamos matar a nadie, sólo sembrar el terror” .
Hay que destacar que el 7-J lond inense coincidió con la p residencia in glesa en la
UE y con el inicio de la reunión d el G-8, el grup o de países más p oderosos de la Tierra, así
como el atentado de M adrid tuvo lugar la v íspera de unas eleccion es generales en Esp aña.
Sierra i Fabra, en la trilogía El tiempo del exilio, refiere la p articip ación de exiliados
esp añoles en la resistencia francesa, la estancia de comp atriotas en los camp os de
exterminios nazis, el bogotazo, los golp es de estado en Argentina y Chile, entre otros
acontecimientos internacionales.
En un lugar llamado guerra relata las v ivencias de un joven p eriodista en un p aís
imagin ario en guerra civil. Se trata de Tudzbestán, una antigua rep ública soviética, situada
entre Rusia y cinco rep úblicas islámicas. Es un p aís muy p obre que desea su indep endencia.
De su lectura se desp rende que se trata de un conflicto similar al de la gu erra de Afgan istán,
donde un corresp onsal de guerra relata el conflicto y sus vivencias con su lazarillo o
niñera, niño superviviente que hace las fun ciones d e guía en medio del conflicto. Este libro
está dedicado a estos niños que viven, sobreviven, o mu eren en gu erra.
Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas fue acabad a de escribir p or Sierra
i Fabra un mes antes de la matanza de Acteal, en Chiap as. La nov ela recrea una matanza de
74
http://www.lavanguardia.es/res/20060410/51243511619.html?urlback=http%3A%2F%2Fwww%2Elavangu
ardia%2E es%2Fweb%2F20060410%2F51243511619%2Ehtml (01/06/06)
75
http://www.elpais.es/articulo/internacional/etiope/detenido/Roma/21J/afi rma/queri an/matar/solo/sembrar/terror/ elpporint/20050730elpepuint_4/T es/ (01/06/06)
58
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
indígenas p erp etrada por un grup o p aramilitar en el ficticio p ueblo de Tres Torres, en la
Selv a Lacandona de Chiap as, México. Esta obra está dedicada a los indígenas masacrados
por ser humildes defensores de sus derechos.
Donde el viento da la vuelta está dedicado a los niños soldados: a quienes
sobrevivieron a la guerra y a quienes no tuvieron esa suerte. Es un alegato en contra d el
reclutamiento de niños, de las matanzas de indígenas y de las minas antip ersonas. Está
ambientada en Guatemala, n arra la vid a de un niño sold ado que subsiste a la guerra y
termina siendo abo gado defensor d e “los niños de la calle” y miembro d e Amnistía
Internacional.
1.1.1.2.11.- LOS CAMBIOS EN LAS CREENCIAS.
Nuestra sociedad, de rancia tradición católica ap ostólica y romana, con la llegada d e
la democracia, y la p romulgación constitucional d e Esp aña como un estado laico, comenzó
a cambiar sus hábitos religiosos. A p esar de ello, el p aís continúa siendo eminentemente
cristiano, aunque otras confesion es minoritarias cuentan con feligreses y esp acios p rop ios
para el culto.
La jerarquía católica goza de gran predicamento en nuestra sociedad y realiza
continuos llamamientos a sus fieles p ara que contribuy an al mantenimiento económico de
la Iglesia, d efiend an las p osturas oficiales de la misma en cu alquier tema civil, como p uede
ser el matrimon io, el sexo, e incluso considera nuevos p ecados no pagar imp uestos, ap oy ar
76
el terrorismo o recurrir a las artes adivinatorias, según el diario El País .
Estos cambios en la situación esp iritual no son exclusivos de Esp aña. En el mundo
occidental, el ord en social de la tecno cracia está totalmente legitimado, y la razón
76
Redacción: “ Más pecadores ”, El País Semanal, extra 20 años, 05/05/96, p. 42.
59
José R. Co rtés Criado
instrumental que p regon a el desarro llo científico y tecnoló gico se d esentiende d e los
asuntos morales o religiosos. Como dice Fernánd ez del Ries go:
Hubo tiempo en que Dios habitaba con norm alidad en la cultura occidental. Hoy Dios es
un ausente. Y lo más llam ativo es que no se nota. No se le echa en falta a este huésped, que
era lo necesario y fundamental para la vida de otros hombres en otras épocas77 .
Por lo que p odemos decir que “la crisis p rincipal de las democracias occidentales se
78
ha convertido en una crisis moral” , que acarrea miedos, frustraciones, inseguridad ; en
suma, una incertidumbre moral qu e conduce fácilmente a cualquier fundamentalismo y que
“las conquistas modernas han puesto la ética contra las cuerd as,”
79
p or lo que toda sociedad
democrática debe construir una moral civil que favorezca la concordia y el entendimiento
entre religion es.
En occidente, “más que militancia atea, lo que abunda es la indiferencia
80
agnóstica” , no así en otros continentes, donde la militancia religiosa cobra más adep tos
diariamente, aunque las razones de su convencimiento no obedecen exclusivamente a
dogmas de fe.
En estos momentos, los millones de pobres del Tercer M undo, que observan con
desesp eración cómo un tercio de la p oblación del p laneta disfruta de la riqu eza, mientras
ellos se ven condenados a rep artirse las migajas, no encuentran otra salida a sus
frustraciones que la ofertada p or falsos p rofetas; p or eso, “frente a 300 Iglesias tradicion ales
establecidas, co mo la católica, existen y a en el mundo unas 100.000 sectas de sosp echoso
81
culto” .
77
FERNÁNDEZ DEL RIESGO, Manuel: “La posmodernidad y la crisis de los valores religiosos”, en
VAT T IMO, Gianni, et al.: cit., p. 77.
78
MART ÍN PAT INO, José María: “ La parroquia global”, El País Semanal, extra 20 años, 05/05/96, p. 160.
79
Id., p.160.
80
FERNÁNDEZ DEL RIESGO, Manuel: cit., p.77.
81
MART ÍN PAT INO, José María: cit., p.160.
60
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En Esp aña, al margen de las grandes religiones, operan más de 300 sectas, que
ofrecen a los jóven es desen gañ ados con la Iglesia oficial una exp eriencia d irecta con el más
allá, p ero much as veces son un callejón sin salid a, antesala d el infierno dantesco.
Llegados a este extremo, las religiones y a no se enfrentan entre sí tanto p or la idea
que cada una tiene de la div inidad, co mo p or la idea que tienen del mundo. Se advierte en
este sentido el avance de la Iglesia d e la C ienciolo gía en la que milita el conocido actor
Tom Cruise.
Estos p lanteamientos facilitan el resurgir d e fan atismos que p onen a Dios co mo
testigo de cualquier tip o de acto, p or muy inmoral que sea; sirva de ejemp lo la afirmación
de Javier Valenzuela: “Las gu erras de Líbano fueron las p rimeras que anunciaron el regreso
82
de Dios como bandera de combate en el tramo final del segundo milen io” , lo que deviene
en justificación moral del asesino que cree ganar el cielo acabando con la vida de qu ienes
considera en emigos religiosos.
Javier Valenzuela exp lica qu e nadie está a salvo d e esta lo cura dond e se mezclan
guerra y religión y que observó tanto en Oriente Próximo como en los Balcan es a hombres
y mujeres de alto nivel cultural y p rofesional, ejemp lares p adres de familia, defensores de la
naturaleza y de los animales, afirmar con serenid ad y firmeza que es necesario exterminar
físicamente a su vecino, y a sea cristiano, musulmán o judío, alegando como argumento:
83
“Usted no lo comp rende p orque no vive con ellos” .
En las obras de Sierra i Fabra el sentido religioso d e la v ida se manifiesta a través de
las reflexion es de sus personajes. La may oría son expresiones de alabanza a Dios, citas de
pasajes bíblicos y referencias a las creencias prop ias; así se pueden leer comentarios como
los de Tatiana, protagonista en Regreso a La Habana, que afirma no creer en nad a; o los de
la religiosa p rotagonista de La voz interior, cuya vida dedica a Dios.
82
83
VALENZUELA, Javier: “Un cuchillo en la boca”, El País Semanal, extra 20 años, cit., p. 164.
Id., p. 166.
61
José R. Co rtés Criado
1.1.1.2.12.- LOS CAMBIOS EN LA T ECNOLOGÍA.
Por último, reseñar que los p rogresos en los medios d e co municación de masas y en
las llamadas nuevas tecnologías, también han ay udado a cambiar la mentalidad de los
esp añoles, p or cuanto han servido p ara acercar más los p ueblos y mejorar las
comunicacion es, y a que “vivimos en una socied ad de la comun icación generalizada, la
84
sociedad de los medios de comunicación (mass media)” .
Hoy han quedado muy lejos los rep roductores p ortátiles de discos comp actos, los
tocadiscos, los radios-casetes, los transistores y los ap aratos de televisión en blanco y
negro, “se ha asistido en dos décadas a una densificación sin precedentes de nu estra
iconosfera debida a la exp losión de los sistemas públicos y p rivados de comunicación
85
audiovisual” .
Actualmente disponemos en casa d e infinidad de canales telev isivos, que llegan a
través de las ondas tanto como p or cable. También p oseemos aparatos recep tores con
pantalla p lana y p anorámica; y rep roductores de vídeo o de DVD, que facilitan una forma
de socialización de las personas que “se realiza fundamentalmente a través de la televisión,
puesto que este medio ofrece comp ortamientos, valores y actitudes que modelan a las
86
personas o son imitados p or éstas” .
Las p erspectivas televisivas son halagüeñas, hoy se recibe en numerosos hogares la
televisión digital terrestre, una nu eva tecnolo gía qu e permite emitir telev isión de una forma
más eficaz con may ores ventajas y más servicios que el actual sistema analógico, así como
recibir en casa may or número de canales. En el año 2010 alcanzará la total cobertura en
Esp aña.
84
VATT IMO, Gianni: “Posmodernidad: ¿una sociedad transparente?”, en VATT IMO, Gianni. et al.: cit., p. 9.
GURBEN, Román: “La galaxia transparente”, El País 20 años. El País Semanal número extra, cit., p. 256.
86
AGUADED GÓMEZ, José Ignacio: cit.: p. 7.
85
62
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
No debemos obviar que “los valores qu e se exp onen a través de los diversos
programas de televisión no resp onden a una traslación equitativa y cabal de la compleja
87
realid ad circundante,” ni que la televisión es un esp ejo que deforma la realidad y presenta
un mundo alejado d e la v ida cotidiana, p otenciando una serie de v alores que muy raramente
coincid en con los que el sistema edu cativo quiere inculcar.
Tal oferta de imágenes y sonidos era imp ensable en décadas anteriores, cuando en
Esp aña de disponía de una sola emisora de televisión y dos canales, que emitían
determinadas horas al día. Hasta el año 1988 no se ap robó la Ley de Televisión Priv ada,
que p ermitió que las nuevas cadenas telev isivas comenzasen a emitir en 1991.
La aflu encia masiv a de mensajes que llegan a los hogares a través del recep tor de
televisión es p reocup ante, no sólo p or la cantidad d e horas d iarias que se p resta atención al
aparato, indep endientemente del lu gar geo gráfico donde se viva, de la edad, del sexo o de la
formación cultural del teleespectador, “sino también p or los valores de los mensajes
88
transmitidos y la uniformidad y unidireccion alid ad de sus p lanteamientos y prop uestas” .
La telev isión se h a convertido en un elemento imp rescindible p ara ocup ar el tiemp o
libre, y en regidor d e much as conductas en los ho gares, donde se p rohíbe hablar mientras se
atiende a la p antalla, e incluso se paralizan los actos creadores de interferencias que
entorp ezcan una p lena recep ción del mensaje, imp idiendo “las conversaciones, los juegos,
las festividades familiares, las discusiones... cuestiones extraordinariamente relev antes p ara
89
el ap rendizaje y formación d el carácter de los niños” .
Posteriormente, la revo lución llegó con los orden adores p ersonales e Internet, que
continúan modificando costumbres y hábitos en niños, jóvenes, adultos y ancianos, p orque
87
ALONSO, M. et al.: Teleniños públicos, teleniños privados, M., Ediciones de la T orre, 1995, p. 114.
AGUADED GÓMEZ, José Ignacio (Dir.): cit., p.16.
89
FANDOS ÍGADO, Manuel: “ Que te(le) aproveche”, en AGUADED GÓMEZ, José Ignacio: cit., p. 37
88
63
José R. Co rtés Criado
“Internet no es solamente ni princip almente una tecnología, sino que es una p roducción
90
cultural” que goza de gran lib ertad y predicamento.
La información que invade los ho gares, bien a través de la rad io, la televisión o
Internet, nos globaliza; une a los p ueblos, los acerca a culturas diferentes, les hace conocer
descubrimientos científicos, cataclismos acaecidos, cambios econó micos, que afectarán a
las economías, a las costumbres y a la vida diaria de todas las p ersonas, habiten en uno u
otro continente, haciéndonos comprender que vivimos en una sociedad mundial
interrelacionada:
No hay ningún país ni grupo que pueda vivir al m argen de los demás. Es decir, las distintas
formas económ icas, culturales y políticas no dejan de entrem ezclarse91 .
Pero al mismo tiemp o, esos medios de comunicación, qu e difunden tal cantidad d e
información, a un ritmo tan vertiginoso y de forma tan fragmentada, sin conexión con otros
referentes que ay uden a comprender y a interp retar ese sentido de la globalidad, “en
esp ecial la telev isión, han p ropiciado que la relación de la p ersona con su historia de vid a o
dimensión bio gráfica sea una relación de consumo” 92.
Hay un hecho relevante que muestra el p oder omnip resente de la televisión, y es que
todas las p ersonas conocen a las estrellas de sus caden as p referidas. Por ello podemos
afirmar que “la existencia d e una telealfab etización cuasi un iversal […] es, p robablemente,
el mejor índice de imp acto de un medio que, en menos de cincuenta años, se ha convertido
93
en hegemón ico en la vida p lanetaria” .
Como los medios aud iovisuales invad en nuestras vidas desde distintos frentes,
habría que educar en su utilización d esde diferentes án gulos, p orque “la enseñanza de los
medios aud iovisuales debería integrarse a través del currículum, d e modo que leer y
90
CAST ELLS, Manuel: “La dimensión cultural de Internet”, Andalucía Educativa, nº 36, abril, 2003, p. 8.
BECK, Ulrich: ¿Qu é es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, B.,
Paidós, 2002, p. 28.
92
PAYÁ SÁNCHEZ, Montserrat: cit., p. 17.
93
PÉREZ T ORNERO, José Manuel: “Educación en T elevisión”, en AGUADED GÓMEZ, José Ignacio
(Dir.): cit., p. 23.
91
64
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
escribir mensajes v isuales fu era un a destreza coh erente, que los estudiantes consid erasen
tan relevante p ara sus vidas como la lectura y escritura del lenguaje verbal”
94
y que las
personas receptoras “comp rendan la imp ortancia de la alfabetización audiovisual e
95
informática d e los med ios audiovisuales y su imp licación en el currículo ” .
La tecnolo gía enmarca la vida del siglo XXI. Hoy es imp osible vivir al margen d e
ella, se ha hecho imp rescindible y ubicua. No n ecesitamos ser exp ertos en su conocimiento
para p oder utilizarla, nos vale con saber descifrar simp lemente sus mensajes p ara obtener
los beneficios que de ella se esperan.
Estos cambios que ha exp erimentado la tecnolo gía no han alcanzado todos los
confines de la Tierra al unísono. Kalil M tube, el joven p rotagonista de la obra de Sierra i
Fabra, La piel de la memoria, se sorp rende al ver p or p rimera vez a fin ales del siglo XX en
la ciud ad de Daloa, unas v entanas de colores, dentro de las cuales unas p ersonas se movían;
y se asombra al escu char música saliendo d e un ap arato en el cu al giraba un a p laca redonda
de color negro.
Y aunqu e los av ances tecno ló gicos están p resentes en la obra de Sierra i Fabra, esos
progresos son más visibles en sus novelas futuristas. Normalmente sirven para facilitar las
condiciones de vida d e las p ersonas y mantenerlas informadas en todo momento, aunque
pueden ser utilizados p ara ejercer un férreo control sobre el ind ividuo.
La clase dirigente en la sociedad del futuro, según o curre en Marte XXIII, controlará
a los ciudad anos a través de un ordenador doméstico, éste se encargará de abrir y cerrar
puertas y ventanas, controlar la desp ensa, mantener la ventilación, ser la agend a p ersonal de
los habitantes de la casa, p ero sobre todo será el controlador de la vida cotidiana de sus
moradores, registrará sus conversaciones, visitas, p referencias… Se ejercerá la vigilancia
de la p oblación por medio d e una máquina cread a p ara facilitar la v ida a las personas.
94
GREENAWAY, Peter: “¿A quién corresponde la enseñanza d e los medios?”, en APARICI, Roberto
(Coord.): La revolución de los medios audiovisuales, M., Ediciones de la T orre, 1993, p. 43.
95
2
APARICI MORENO, Roberto: Tecnología educacional, M., UNED, 1993 , p. 7.
65
José R. Co rtés Criado
1.2.- S ER JOVEN EN LA ESPAÑA D EMOCRÁTIC A.
1.2.1.- LA S OCIEDAD CAMBIA, LOS JÓVEN ES CAMBIAN.
Todos los cambios sufridos p or la sociedad esp añola han influido en el
comp ortamiento de sus miembros, tanto en niños como en jóvenes o en adultos, p orque
todos los acontecimientos se interrelacion an y modifican las condu ctas de las personas
afectadas, como afirma Watzlawick:
Sostenemos básicam ente que los sistem as interpersonales -grupos de desconocidos, parejas
matrimoniales, fam ilias, relaciones psicoterapéuticas o incluso internacionales, etc.pueden entenderse como circuitos de retroalimentación, ya que la conducta de cada
persona afecta la de cada una de la s otras y es, a su vez, afectada por éstas96 .
O como se expresa Rodari, al afirmar que cuando una p iedra cae en las aguas
tranquilas de un estanque, no sólo muev e todo aquello que se en cuentra en la sup erficie d el
agu a, sino tamb ién lo que se encu entre en suspensión en ella y “cuando toca fondo, agita el
lodo, go lp ea los objetos que y acían olvidados, alguno d e los cuales desentierra, otros a su
97
vez son tap ados p or la arena” .
De semejante man era actúan los recu erdos, las exp erien cias, y cualquier otro
acontecimiento que p resenciemos, p orque todo hecho deja huellas en nuestro carácter, nos
modifica determin adas actitudes, y crea conexiones entre las distintas p ercep ciones p ara
mejorar nu estra ap titud.
96
97
WAT ZLAWICK, Paul, et al.: Teoría de la comunicación humana, B., Herder, 19939, p. 32.
RODARI, Gianni: Gramática de la fantasía, B., Ferran Pellisa, 1979, p.10.
66
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Si hubiese de nombrar algunos de los acontecimientos imp ortantes que han
provocado la modificación de conductas en nuestro p aís, emp ezaría p or la elevación del
nivel cultural, la mejora de la economía y la reconversión del p ap el de la mujer en la
sociedad:
La alfabetización universal, el acceso de la mujer al trabajo, el colosal aum ento de la
población universitaria, la industrialización, la dism inución radical de la población rural,
el paralelo aum ento de la població n urbana, la pérdida de vigencia social de la Iglesia, el
paso a una democracia real, el turismo generalizado, el contacto con otras culturas, la
emigración y la inm igración, todos estos elem entos tenían que alterar creencias,
sentim ientos, expectativas, usos y costumbres de nuestra sociedad98 .
Esta suma de acontecimientos ha traído consigo un a modificación de los valores
morales de nu estra sociedad, que afectan a toda la p oblación, esp ecialmente a los jóvenes.
Para comp render la situación actual de la juventud esp añola es necesario p restar
atención a los variados acontecimientos que tuvieron lugar en los ochenta, p orque los
jóvenes que habían batallado por la democracia en la décad a anterior ocup aron los p uestos
políticos y p rofesionales relevantes de aquella socied ad y todavía algunos continúan
ocup ando estos esp acios.
Como llegaron jóv enes a p uestos de resp onsabilidad y con la sensación de haber
perdido su vida p rivada en las lu chas p olíticas, decidieron vivir un a nuev a juv entud,
adueñándose del esp acio p ara el ocio, desplazando a los jóvenes de los ochenta, que,
aunque vivían confortablemente, vieron qu e su lu gar en la sociedad era ocup ado p or la
gen eración p recedente.
Estos jóvenes, nacidos en los sesenta, “suelen esgrimir como autodefensa un
argu mento de regustillo amargo: Nos han robado el esp acio y el p rotagonismo” 99, cuando
se refieren a sus p rogenitores.
98
MARINA, José Antonio: “ Los cambios en la conviven cia”, en IGLESIAS, Carmen (Di r.): Un siglo de
cambios, ABC, M., Diario ABC, 2003, p. 203.
99
AZNÁREZ, Malén: “ La generación Peter Pan”, cit., p. 240.
67
José R. Co rtés Criado
La ocup ación d e los espacios juven iles p or la gen eración adulta, acarreó dificultades
a la generación d e relevo, qu e vio la sociedad de los may ores como la que le impidió su
integración, p ero no p or eso se rebeló, dándose la p aradoja de que
la única generació n de padres desde 1960, que [sic] han conseguido que sus hijos y sus
hijas les crean, y que acepten el m undo de los m ayores, no [sic] han sido capaces de
ofrecerles un proyecto ni un lugar en ese mundo.100
Parece ser qu e la juv entud se va qued ando sin esp acio social y, a p artir de finales d e
la década de los och enta, la sociedad intenta exp licar este fenómeno como resultado de la
irresp onsabilidad de los jóven es, generando desconfianza hacia todo lo relacionado con lo
juvenil.
Algunas veces ese recelo está justificado p or el uso esp urio que determinados
medios de comun icación d e masas hacen de ciertas noticias sobre adolescentes
consumidores de alcohol o sobre la violencia desatada p or p andillas urbanas, p ara lo que
“se selecciona el caso más tenebroso, se destaca el porcentaje decimal más llamativo y se
construye con ellos el tap iz más sombrío p osible”
101
sobre este segmento p oblacion al,
cuando lo más sensato sería acep tar el consejo exp uesto en el informe sobre la juventud
esp añola de 1996:
Hay que amainar el diluvio de prejuicios y de m alentendidos relativos a la juventud, que se
vuelcan en los m edios de com unicación y que convierten a las generaciones juveniles en
chivos expiatorios de las tensiones colectivas102 .
A p esar de los p roblemas laborales, de la imp osibilidad de un a emancip ación
temp rana y del retraso en p oder formar una familia qu e arrastra la juventud actual, entre
otros asuntos, los jóvenes gozan de gran p rotagonismo en esta sociedad en la que nos ha
tocado vivir, donde se exalta, se envidia, se p otencia, y se desea ser joven eternamente,
100
MARTÍN SERRANO, Manuel y VERLADE HERMIDA, Olivia: Informe: Juventud en España 96, M.,
Instituto de la Juventud. Ministerio de T rabajo y Asuntos Sociales, 1996, p. 23.
101
RUIZ DE OLABUÉNAGA, José I. (Dir.): cit., p, 45.
102
MARTÍN SERRANO, Manuel y VERLADE HERMIDA, Olivia: cit., p. 29.
68
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
aunque el conseguirlo no esté al alcance de la mano, p ese a que no falten candidatos a ser
Dorian Gray .
Ser joven se ha convertido en un fin en sí mism o. Hay que ser joven. Incluso por obligación.
Lo mandan todos los anuncios publicitarios. Cualquier marca utiliza sin pudor los cuerpos
más esculturales y m ás jóvenes para vender el producto, sea cual sea: un detergente o una
almohada cervical103 .
Para mantenerse joven, hay que combin ar el cu idado del p rop io cuerp o con el
atuendo adecuado y los afeites p roducidos en laboratorios, junto a los adelantos científicos
para conservar y mejorar la figura, a pesar de las limitaciones que la genética y la biología
imp onen al organismo.
Como “la belleza y el asp ecto físico, la imagen en definitiva, se ha convertido en
una base de nuestra sociedad ”
104
, se pretende retrasar el p aso del tiemp o; y cuando no es
suficiente, se recurre a la cirugía p ara eliminar los deterioros físicos p ropios de la edad
madura, hasta que los biólogos descubran la causa del env ejecimiento y se cump la la
profecía del p rofesor de Investigación d el Centro de Bio logía M olecular (C SIC-UAM ),
Ginés Morata: “El envejecimiento llegará a ser controlado” 105.
En nuestra civilización, el cuerp o se ha convertido en un hermoso objeto de
consumo; y a no es cárcel, sino fach ada, es nuestra seña de identidad, icono de la
publicidad, de la moda, d e la cu ltura p op ular, del culto dietético, higién ico y terap éutico.
Hay que comer sano p ara ser bello, la belleza no es sólo externa, no es únicamente una cap a
de maquillaje y un bonito atuendo, también lo es el con junto de p roductos que ingiere
nuestro organismo. No seguir los dictados de la moda se considera in cultura, atraso, y
sup one exclusión d el grup o de los elegidos, aunque la diferencia la marquen los genes o los
bienes materiales:
103
104
105
ORDAZ, Pedro: “Miedo a crecer”, El País 20 años. El País Semanal número extra, cit., p. 248.
PAYÁ SÁNCHEZ, Montserrat: cit., p. 14.
MORAT A. Ginés: “ Entrevista al profesor Ginés Morat a”, El Cultural de El Mundo, 31/03/05-06/04/05, p.
55.
69
José R. Co rtés Criado
La belleza es un cuerpo bien alim entado prim ero y bien constituido después. [...] La belleza
es también sinónimo de cultura, de form ación, de instrucción. Si una persona está gorda es
porque no sabe alim entarse.106
Esta p reocup ación p or el organismo, al que hay que someter a todo tip o de
sacrificios, “p rueba hoy que el cuerp o, con o sin fundamento freudiano, se h a convertido
en una auténtica motivación ”
107
p ara cualquier p ersona, y ha p asado a ocup ar lugares
prioritarios en las listas de intereses p ersonales, no sólo entre los adolescentes, sino que se
ha extendido entre las personas de cualquier edad p orque se interp reta desde un h edonismo
calcu lado: se h a de cu idar la imagen como futura fuente de p lacer.
El cuerpo es un medio de autoafirm ación y de comunicación de la propia identidad y del
propio referente social y axiológico. Se integran así las funciones interior y exterior: cuidar
del cuerpo, preservar la salud y configurar el m ensaje externo, causar buena impresión en
las relaciones sociales108 .
Si se trata de cuidar el cuerp o, la may oría de los p ersonajes de Sierra i Fabra saben
que deben llevar una dieta equilibrada y acudir a un gimnasio p ara estar en forma. Jóvenes
preocup ados p or su cuerp o aparecen en Casting, Día d e rodaje, El tiempo del olvido o
Donde esté mi corazón.
1.2.2.- LA ID ENTID AD Y LA ENTIDAD DE LOS JÓVENES .
Decir que se considera joven a aqu ella p ersona que ha d ejado d e ser niño p ero no ha
alcanzado la edad adulta es informar bien p oco del con cep to que se tiene p or joven, p orque
el tránsito de una etap a vital a otra no tiene la misma duración en todas las sociedades, ni
cump le las mismas p remisas.
106
REY, Juan: “Retórica y consumo. Una propuesta metodológica”, en REY, Juan, (Ed.): Consumo,
publicidad y cultura, Sevilla, MAECEI Ediciones, 2002, p. 27.
107
ALT ARRIBA, Miquel: “Antropología del consumo y cultura publicitaria. T odo lo que me gusta engorda o
es pecado ”, en REY, Juan (Ed.): cit., p. 67.
108
PAYÁ SÁNCHEZ, Montserrat: cit., p. 13.
70
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
También se p odría decir que la juventud es “un p eríodo de libertad p rovisional que
abarca desde la rup tura de las dep endencias d e la familia de origen hasta el establecimiento
de las ataduras prop ias de la vida adulta”
109
.
Por lo tanto, en primer lugar habría que clarificar el concep to joven, p orque cuando
se habla de n iño o de jov en, es frecuente que se interp reten ambos términos como una
identidad.
Sin emb argo, no todos los jóvenes tienen una misma identidad; ésta la consigu en
cuando el sign ificado que se da a la palabra joven hace referencia únicamente a un grup o
gen eracional, es decir, cuando se enfrenta a las p alabras beb és, niños, adultos o ancianos:
Todas estas identidades basadas sólo en las edades, cum plen una función evaluativa. Son
representaciones colectivas que cada sociedad, en cada tiem po, utiliza para asignar las
posiciones y las funciones que les estén reservadas a cada generación110 .
Cuando se quiera dar entidad al joven, hay que analizar otros asp ectos de su vida, es
decir, saber si está soltero o casado; si trabaja o está en p aro; si estudia o inv estiga; si es
chico o ch ica, a qué familia p ertenece, etc.
La transición de jov en a adu lto en generaciones pretéritas era ráp ida; ahora la
adolescencia se ve p lenamente alargada, y el paso de joven a adulto se contemp la como una
larga etapa de la vid a, porque “la divisoria entre el mundo juvenil y el de los adu ltos y a no
es una línea sino un territorio”
111
.
Existen una serie de elementos que p rolongan la juventud, como son la larga
formación p ara acceder al mundo laboral, la falta d e un emp leo digno, el no disp oner de un
hogar p rop io, entre otros.
109
110
111
GARRIDO, Luis y REQUENA, Miguel: cit., p. 11.
MARTÍN SERRANO, Manuel y VERLADE HERMIDA, Olivia: cit., pp. 16-17.
Id., p. 21.
71
José R. Co rtés Criado
Sin emb argo, determinados analistas consideran que los jóvenes actualmente no
tienen la ansied ad p or abandonar el hogar p aterno, como hace dos décadas, p orque casi la
mitad de los que trabajan no qu iere hacerlo. Este hecho p arece indicar que la inserción
laboral y la ind ep endencia económica no son los elementos que justifiquen p lenamente el
reco gimiento en casa, donde tienen cubiertas sus necesidad es vitales y afectivas, además de
disp oner de una amp lia libertad y no asumir el aumento de resp onsabilidades que acarrea la
formación d e un ho gar.
Este dato refleja una form a de pensar que se está extendiendo entre los jóvenes que
trabajan […] No hay obstáculos para que cada uno haga su vida, ¿para qué complicarse
entonces la existencia? Se practica así una pauta de “emancip ación parcial” que en
definitiva consiste en prolongar durante algún tiempo el mom ento de transición a la vida
adulta112 .
Algunos analistas consideran que la juventud es un segundo nacimiento, otros la
consideran un segundo crecimiento, p orque el p rimero tuvo lugar en la infancia en cuanto a
asp ectos fisiológicos, morales, intelectuales, sociales, de los que la familia y las
instituciones educativas fueron resp onsables:
El segundo crecim iento de la juventud es “externo” y consiste en la adquisición
(construcción, constitución, institucionalización o “conquista”) del espacio social
exterior113 .
Desde esta p erspectiva, la exp eriencia que se adquiere durante la juventud marca el
desarrollo de la vida futura, y se p uede considerar el p aso de joven a adulto como un
nacimiento a la sociedad:
Parece que desde ahora habrá para la mayoría de la población un período de la vida
durante el cual se será medio joven y m edio adulto. O lo que es lo m ismo, ni lo uno ni lo
otro. Esa edad de desconcierto suele iniciarse hacia los veinticinco años, cuando ya no hay
más m oratoria para los estudios114 .
112
DEL VALLE, Irene: “ Vida cotidiana y relaciones personales”, en ELZO, Javier, et al.: Los jóvenes
españoles 94, M., SM, 1994, p. 93.
113
GARRIDO, Luis y REQUENA, Miguel: cit., p. 240.
114
MARTÍN SERRANO, Manuel y VERLADE HERMIDA, Olivia: cit., p. 21.
72
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Ser joven siemp re ha sido un p roceso de ap rendizaje, de maduración, d e formación,
“es además, aquel en que los hombres se muestran más impacientes ante todo freno y más
deseosos de cambio ”
115
, y como todo p roceso de crecimiento, tiene sus conflictos, sus
intereses y sus cambios, según las circunstancias sociales. Esta suma de acontecimientos va
a configurar la p ersonalidad de los ind ividuos que no se obtiene en exclusiva p or la
“armonización del contenido lógico, objetivo o ético de su p ersonalidad. Al contrario, la
contradicción y el conflicto no sólo p receden esta unidad sino que op eran en ella en
cualquier momento de su existencia”
116
.
La interrelación de la p ersona con la sociedad es un p roceso de transacción continuo
que le ayuda en su formación como ser social, “y para el que George Simmel acuñó en
1908 el nombre de p roceso de socialización” 117 p ara indicar que el individuo en desarro llo
bioló gico forma su p ersonalid ad social mientras ap rende a adap tarse a las necesidades de la
sociedad donde vive. Es necesario destacar que “el tránsito más relevante p ara el relevo
gen eracional es el que transforma a los jóven es en adultos”
118
.
Por tanto, las generaciones juveniles necesitan una id entidad que sea reconocid a
socialmente y en la cual p uedan verse reflejados, sabiendo distinguir que la verdad era
identidad no se corresp onde con “las autoimágenes juven iles y las heteroimágenes sobre los
jóvenes, que en lo fundamental son el resultado de la producción co municativa”
119
.
Ocurre con frecuencia qu e la imagen qu e se proy ecta de la juv entud sea
estereotipada y rep leta de p rejuicios, buscando un sensacion alismo que atraiga a la masa de
ciudadanos áv idos de imp resiones fuertes, y nos encontremos con una información que h ará
preguntarse a más de un p adre o madre “cuándo su h ijo o hija fumará un p orro, se acostará
115
DURKHEIM, Émile: La división del trabajo social, II, B., Planeta-Agostini, 1985, p. 347.
SIMMEL, Georges: “ Prólogo” a BERICAT ALASTUEY, Eduardo: cit., p. 15.
117
LÓPEZ JIMÉNEZ, Ángel a: “ Cultura e identidades juv eniles modernas, consecu enci a gen eracional de los
jóvenes españoles ”, en BENEDICT O, Jorge et al.: Aprendiendo a ser ciudadanos. Experiencias sociales y
construcción de la ciudadanía entre los jóvenes, M., Instituto de la Juventud, 2003, p. 19.
118
Id., p. 17.
119
MARTÍN SERRANO, Manuel y VERLADE HERMIDA, Olivia: cit., p.20.
116
73
José R. Co rtés Criado
con el novio o la nov ia sidosa, será apaleado a la salida d e una discoteca p or otra banda de
jóvenes o se estrellará en el coch e de un amigo que conduciría borracho”
120
.
Si a este prototipo se añade otro que refleje el mod elo d e ado lescente insolidario,
pasota, agresivo, consumidor de dro gas, sin formación cu ltural alguna y que h asta p uede
ser p rotagonista en un p rograma, de gran audiencia, de algun a d e las cad enas televisivas
esp añolas, flaco favor se hace a un segmento de población qu e será el heredero d e la
sociedad p resente.
Los p ersonajes de Sierra i Fabra, en su gran may oría, son jóven es, y de sus libros se
desp rende una lección : el futuro es de ellos, la vida les p ertenece, tienen d erecho a
equivocarse y a ser felices. Este mensaje se puede deducir ley endo obras como Rabia, El
tiempo del olvido, La estrella de la mañana, Retrato de un ado lescente manchado o Donde
el viento da la vuelta.
En Rabia, la joven p rotagonista anota en su diario reflexiones p ersonales y frases
que le llaman la atención, como la que oy ó al escritor que acudió a su instituto: “Si vas a
cagarla, mejor mientras seas joven. De viejo es más difícil salir d el apuro”
121
.
Numerosas novelas suy as p ueden catalogarse de ap rendizaje, p ues a lo largo de sus
páginas los jóvenes maduran y dejan de serlo p ara ingresar en el mundo adulto. Así ocurre
en La memoria de los seres perdidos, El último verano miwok, El joven Lennon, Concierto
en sol mayor, El oro de los dioses, entre otras.
120
121
74
Id., p. 20.
SIERRA I FABRA, Jordi: Rabia, M., SM, 2000, p. 80.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
1.2.2.1.- LOS JÓVENES Y LOS CAMBIOS POLÍTICOS.
En Esp aña, la década de los ochenta se inició con una serie de p reocup aciones y
asp iraciones unidas a la nueva forma de gobierno, al deseo de afianzar el sistema
democrático y a la creación d e una estructura administrativa que facilitase la consecu ción
de las aspiraciones de v ida de todos los esp añoles.
Este contexto incide notablem ente en la form ación de las políticas de juventud, que aunque
en esta etapa son aún m uy incipientes, responden a una preocupación fundamental por la
consolidación de lo s valores democráticos122 .
Posteriormente, ese interés decay ó, y los jóvenes, escép ticos y p ragmáticos, qu e
rechazaron la militancia en p artidos p olíticos, mostraron un sentimiento anti-OTAN, el cual
se unió a otro antibelicista de rechazo al servicio militar obligatorio; que el 31 d e diciembre
de 2001 dejó de estar en vigor. Esp aña cuenta desde el 1 de enero de 2002 con un ejército
profesional.
Los jóvenes manifestaron no sólo estar p reocup ados p or la guerra, (“Guerra a la
guerra p or la guerra”
123
), que “es la cara d e todas las des gracias”
125
más visible y llamativa de la v iolen cia directa”
124
, y “la man ifestación
, sino también p or las relaciones norte-sur,
los desequilibrios económicos entre p aíses p obres y ricos, la ecolo gía y el medio ambiente,
entre otros asuntos.
Es el desarrollo tecnocientífico, artístico, económico y político, lo que ha hecho posible el
estallido de las guerras totales, los totalitarism os, la brecha creciente entre la riqueza del
Norte y la pobreza del Sur, el desempleo y la “nueva pobreza”, la deculturación general
con la crisis de la Escuela , es decir, de la transmisión del saber, y el aislam iento de las
vanguardias artísticas (y actualm ente, por un tiempo, el rechazo de ellas)126 .
122
GIMÉNEZ GUAL, Laura, “ Las políticas de juventud: hacia unas políticas emancipatorias”, en
BENEDICT O, Jorge et. al.: cit., p. 170.
123
3
ALBERT I, Rafael: Entre el clavel y la espada, Buenos Aires, Losada, 1976 , p. 24.
124
SALABERT , Juana: “ La guerra, Natalia”, en VV. AA, En pie de paz, Córdoba, Plurabelle, 2003, p. 23.
125
BAST IDA, Ana: “ Desaprend er la guerra”, en Por una Europa de paz, multiétnica e intercultural, cit., p.
65.
126
6
LYOT ARD, Jean-François: La posmodernidad (explicada a los niños), B., Gedisa, 1999 , p. 98.
75
José R. Co rtés Criado
Actualmente existen grup os juveniles que cuestionan la tala indiscriminad a d e
árboles en determin adas zonas p obres del p laneta, cuy a única fin alidad es fabricar
mobiliario d e jardín para disfrute en las terrazas d e p aíses ricos, cultivar soja en la
Amazonia, o crear zonas de p asto en América C entral tras una masiv a deforestación, que
acarreará una redu cción del p otencial biótico de la zona, y que afectará a la agricultura en
todo el continente, al romp erse el equ ilibrio eco ló gico existente, p orque los vecinos ricos de
Norte América “cuando van al sup ermercado, quieren encontrar la mejor carne al p recio
más bajo p osible”
127
.
También debemos añadir que d eterminados jóven es p articip an actualmente en
actividades a favor de las libertades en cualquier lu gar de nuestro p laneta, en las que
promueven la donación d e 0’7 por ciento del PIB a los p aíses del Tercer M undo, en las que
piden la paz, o se manifiestan contra la intoleran cia.
Una gran p arte de la juventud es consciente de la imp ortancia de un co mp ortamiento
tolerante p ara una mejor convivencia y de que muchas veces afloran sentimientos
intolerantes en el ind ividuo cu ando no está formado p ara vivir en contacto con otras
culturas. Una actitud no tolerante “no suele p roducirse de forma gratuita, sino que puede ser
utilizada p ara responder a funciones p sicológicas y sociales cuando no se d ispone de
recursos p ositivos p ara ello”
128
.
Además, hoy se entiende que “el concep to de p az es muy subjetivo y con variedad
129
de significados”
, y que está estrechamente un ido al resp eto a los derechos y libertades
fundamentales de la p ersona, por lo que su significado es tan sumamente amp lio que no se
puede vincular únicamente a la ausencia de guerras:
127
GRASA, Rafael y REIG, Dolors: El restaurante d el mundo, B., Cuadernos Linguap ax. UNESCO.
Ediciones P.A.U., 1998, p. 50.
128
DÍAZ AGUADO, Mª José: Programas de educación para la tolerancia y prevención de la violencia en los
jóvenes. Volumen I. Fundamentación Psicopedagógi ca, M., Ministerio de T rabajo y Asuntos Sociales, 1999,
p. 43.
129
CARRERAS, Llorenç, et al.: Cómo educar en valores. Materiales, textos, recursos y técnicas. M., Narcea,
3
1996 , p. 165.
76
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Sabem os que la verdadera paz va indisolublemente unida al impulso para erradicar las
situaciones de injusticia, desigualdad, explotación, insolidaridad. Se comprende, pues, que
el profesor Johan Galtung pueda afirm ar que: llam ar paz a una situación en la que
imperan la pobreza, la represión y la alienación, es una parodia del concepto de paz130 .
Al margen de las organizaciones tradicion ales p olíticas, sindicales y de la Iglesia,
los jóvenes, seres sociales, han en contrando otros esp acios desde donde manifestar su
descontento y deseos de p articip ar en la vida social, como son las organ izaciones no
gubern amentales y el voluntariado, “se trata de una concep ción mucho más humanista, en
131
el sentido del cono cimiento mutuo comp artido, y de cuidado y ay uda”
.
Actualm ente la solidaridad mueve a m illones de jóvenes en todo el m undo; existen un sinfín
de ONGs dispuestas a viajar al infierno para echar una m ano a los necesitados, son los
voluntarios sin fronteras, hombres y mujeres dispuestos a cooperar desinteresadam ente.
Hay m iles de causas para solidarizarse con los demás y para com prom eterse132 .
Determinados protagonistas retratados p or Sierra i Fabra son demócratas
comp rometidos con causas nobles, que reflejan su desencanto con la p olítica, como refleja
la resp uesta dada p or un p adre a su hijo que desea saber qué es la p olítica:
El arte de m entir con una sonrisa, y de matar con la ley de su parte, y de encubrirlo a los
ojos de los dem ás133 .
O la negativa del ex p olítico a cump lir lo que le p ide su mujer:
¿Por qué no dices la verdad, que estás cansado de los políticos, los pactos, las
com ponendas, las campañas descalificadoras, del sentimiento que tiene mucha gente de
que, quien quiere el poder, es para ejercerlo en su propio bien?134
También, muchos de los jóvenes p rotagonistas se declaran eco lo gistas, solidarios
pacifistas y p ertenecen a algunas ONGs. Las más nombradas son M édicos Sin frontera,
Amnistía Internacional, y Greenp eace.
130
MARTÍNEZ LÓPEZ, Cándida: Prólogo a MUÑ OZ, Francis co A, et al.: Actas del I Congreso
Hispanoamericano de educación y cultura de paz, Granada, Universidad, 2003, p. 7.
131
PAYÁ SÁNCHEZ, Montserrat: cit., p. 20.
132
ALT OZANO, Manuel: “Lecciones de generosidad ”, El País Especial Día de Andalucía, 28/02/04, p. 26.
133
SIERRA I FABRA, Jordi: Donde el viento da la vuelta, B., Edebé, Periscopio, 2001, pp. 29-30.
134
Id., Retrato de un adolescente manchado, M., Bruño, Paralelo cero, 1998, p. 14.
77
José R. Co rtés Criado
Gloria, personaje de Donde esté mi corazón “era socia de Greenp eace, de Amnistía
Internacional, de M édicos sin Fronteras y , p or sup uesto, un día, ella y varias amigas de su
clase se hicieron don antes de órganos”
135
.
1.2.2.2.- LOS JÓVEN ES Y EL T RABAJO.
En otras ocasiones el recelo hacia los jóvenes surge p orque los adultos ven un
comp etidor laboral en ellos, que p ueden reemp lazarlos p ues suelen estar mejor p rep arados
y sus salarios ser más bajos.
Los jóvenes actuales han disfrutado de una vid a cómod a, han tenido acceso a
escuelas y universid ades, han perfeccion ado estudios en p aíses extranjeros, han v iajado p or
otros continentes, son usuarios de las nuevas tecnologías, etc., y son, según el decir de los
exp ertos, los jóvenes mejor p rep arados de toda nuestra historia, y los que tienen may ores
dificultades a la hora d e encontrar un puesto de trabajo:
Su cruz es haber sido, sin quererlo, los protagonistas de una crisis económica mundial que,
junto con las nuevas tecnologías, ha potenciado un cam bio brutal en el sistema de
producción. Y les ha cogido de pleno. Es cuando tienen que enfrentarse al prim er trabajo
cuando la perm isiva, complaciente y divertida sociedad en la que han crecido se vuelve
adversa y cruda136 .
Creer que alargar la formación acad émica de los jóven es p uede asegurarles un
excelente p uesto de trabajo y una mejor fuente de in gresos en el futuro es crear falsas
exp ectativas y a que, en la may oría de los casos, no hay una relación directa entre la
formación académica recibida y el nivel de excelencia p rofesional consegu ido;
135
136
78
Id., Donde esté mi corazón, B., Edebé, Periscopio, 19982, p. 197.
AZNÁREZ, Malén: cit., p. 240.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
gen eralmente, el salario cobrado no les p ermite emancip arse y asumir las resp onsabilidades
prop ias de un adulto.
Los ingresos que reciben no son ni tan menguados como para reducirse a los gastos de
bolsillo, ni tan cuantiosos com o para perm itir la definitiva autonom ía. Son, si se nos
perm ite la expresión, no sólo trabajadores discontinuos, sino adem ás “em ancipados
discontinuos”137 .
Si acceder a la vida adulta se ralentiza p ara los jóvenes y no se les da libertad p ara
asumir obligaciones, tamp oco p odrá la sociedad p edirles resp onsabilidades p orque, como
dice Émile Durkheim: “no somos responsables más que en razón de la libertad que nos es
dada” 138.
Además, al alargarse en el tiemp o la asunción de responsabilidades por p arte de los
jóvenes, éstos p erciben que tienen derechos, de los cuales h acen p erfecto uso y quieren que
les sean resp etados, p ero no reparan en los deberes que dichos derechos con llev an:
Son niños mucho tiem po y debem os buscar la m anera de darles responsabilidades para que
maduren com o personas139 .
Los jóvenes p rotagonistas en las novelas de Sierra i Fabra p ueden tener trabajo,
como le ocurre a Jonatan Boix M ontornés, p eriodista que trabaja en la revista Zonas
Interiores y es uno de los p rincip ales p ersonajes en Las chicas de alambre y Tiempo
muerto. También son periodistas Eudaldo Cruz, p ersonaje de El rostro de la multitud;
Alberto Serradell, en La música del viento; Alicia Cod erch, Donde el viento da la vuelta,
por citar sólo tres ejemplos más.
También existen p ersonajes que trabajan como mensajeros o mecánicos, en Noch e
de viernes y Sin tiempo para soñar. Otros carecen de oficio y se ganan la vida limp iando
parabrisas de los coches p arados en los semáforos como la joven okupa de Nunca seremos
137
138
139
MARTÍN SERRANO, Manuel y VERLADE HERMIDA, Olivia: cit., p. 21.
DURKHEIM, Émile: La educación moral, M., T rotta, Clásicos de la cultura, 2002, p. 84.
SUBIRAT S I MART ORI, Marina: Entrevista, Andalucía educativa nº 33, Sevilla, octubre 2002, p. 38.
79
José R. Co rtés Criado
estrellas del rock, y hay quienes se dedican a traficar con drogas en Campos de fresas, o El
mensajero del miedo.
Por lo general, los p ersonajes que tienen un oficio digno, acaban felizmente sus
historias y p ueden ser tenidos como modelos a seguir; los que se “dedican al trap icheo”
suelen rep resentar la antítesis de los p rimeros.
1.2.2.3.- LOS JÓVENES FRENT E A LA S OCIEDAD ADULTA.
Al margen de estereotipos, p odemos afirmar que la juv entud esp añola “no es un a
juventud desesperada, ni revolucion aria, ni corro mp ida, ni n arcisista, ni p erdida, p ero
tamp oco es una juventud eufórica, ideo ló gicamente ap oy ada, ni p ersonalmente libre o
socialmente autónoma”
140
.
No es una juventud que manifieste en bloque una manera de p ensar; cada jov en
rep resenta, en solitario, un fragmento de esa id eolo gía que manifiesta libremente, p ues se
considera legitimado p ara ello, sin ataduras al resto de sus congén eres.
Los jóvenes esp añoles no siguen, en nuestros días, los p asos de sus may ores, como
acontecía en tiemp os p asados; hoy , ser joven es ser trasgresor, máxime cu ando se p ertenece
a la gen eración de una sociedad nu eva con ideas viejas.
Les ha tocado vivir en un mundo donde los adultos se han convertido en d efensores
de la socied ad de tecnolo gía avanzada, que es altamente comp etitiva, y a que se asienta en
criterios exclusivos de productividad, y les recrimina el no defender y asumir unos valores
tradicionales, p ero a la vez les muestra un doble len guaje moral.
140
80
RUIZ DE OLABUÉNAGA, José I. (Dir.): cit., p. 306.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Reciben llamadas a la solidarid ad, que en el p lano laboral se traducen en la
acep tación de un trabajo de muchas horas p or p oco dinero, “p or p arte de los dirigentes de
una generación en la que se sigu e p racticando el arte de hacerse rico p or esp eculación e
ingenio y que se p resta a consumir aceleradamente lo que la generación anterior está
disfrutando con logros prolongados a lo largo de un p eríodo vital sumamente extenso” 141.
Estos p lanteamientos llevan a la juventud actual a ser p erfectamente consciente d e
que su peso específico se d iluye en una sociedad gob ernada p or personas maduras y aun
ancian as, haciéndoles sentirse como seres extraños, en una sociedad que no los necesita en
absoluto, y donde la victoria de la tecnociencia cap italista no ha traído consigo la
realización de los sueños juven iles:
La dom inación por parte del sujeto sobre los objetos obtenidos por las ciencia s y las
tecnologías contemporáneas no viene acompañada de una mayor libertad, com o tam poco
trae aparejado m ás educación pública o un caudal de riqueza m ayor y mejor distribuida142 .
Sierra i Fabra refleja la p roblemática laboral juvenil a través de sus p ersonajes: los
que no finalizaron estudio alguno trabajan de mecán icos, repartidores, o dep endientes. Los
que finalizaron sus carreras, d esemp eñan un trabajo cualificado y los que aún estudian o
buscan su p rimer emp leo sop esan determinadas ofertas laborales.
Mario, protagonista de Seis historias en torno a Mario, es un antihéroe. No estudia,
no cumple las exp ectativas laborales esp eradas p or el cabeza de familia, y se siente
incómodo en el puesto de trabajo que le otorgó su p adre en la emp resa familiar. El narrador
comenta al resp ecto:
Algunos días son insoportables, un conjunto de horas vacías, una prolongación de la rutina
que llega a ahogarle sum ergiéndole en un tedio catatónico143 .
141
LÓPEZ JIMÉNEZ, Áng ela: Cultura e identidades juveniles modernas, cons ecuen cia gen eracional de los
jóvenes españoles, en BENEDICT O, Jorge et. al.: cit., p. 34.
142
LYOT ARD, Jean-François (1999): cit., p. 30.
143
6
SIERRA I FABRA, Jordi: Seis historias en torno a Mario, M., Espasa Juvenil, 1999 , p. 146.
81
José R. Co rtés Criado
Otro p rotagonista juvenil, mecán ico de motos, siente la necesidad de mostrar su
sup erioridad ante alguno d e sus clientes, sobre todo si es un joven triunfador qu e p osee una
buena moto y no sabe nada de mecánica, como le ocurre al prop ietario “de una imp onente
Kawasaki 500, carenada y reluciente”
144
que acude al taller un viernes a última hora de la
tarde con un insignificante p roblema. El joven mecánico le hace creer que la reparación
llevará mu cho tiemp o y se ofrece a solucion ar el p roblema. El p rop ietario le agradece el
gesto y le p romete una buena prop ina. Cuando el mecán ico se qued a solo comenta:
Panda pijeras de mierda. Se com pran unas burras que no saben ni para qué sirven. Tuviera
yo una m oto así, ¡joder! Por lo m enos que afloje la mosca, hom bre145 .
1.2.2.4.- LOS JÓVENES Y LAS TRANS GRES IONES SOCIALES .
Es en este contexto donde la noch e cobra sentido para el joven, como señ al d e
trasgresión de las normas sociales imp uestas, saliendo a la calle a altas horas p ara no
coincid ir con el resto de los ciudadanos. Las noches son en exclusividad p ara los jóv enes y
las calles y p lazas, las nuevas ágoras de nuestra sociedad, a las que se les ha transferido la
función de casinos, b ares y tabernas, donde el consumo de b ebidas es habitual, siendo la
litrona la b ebida p or excelencia y el botellón, la mejor fiesta p ara la p andilla cualqu ier
noche de fin d e seman a.
Según el CIS, estudio 2302, de sep tiembre de 1998, sobre el consumo de alcoho l,
“en el espacio de tiempo que va de viernes a sábado, el 83% de los entrevistados afirma
consumir en may or medid a dicha sustancia etílica. Por lo tanto cabría conclu ir que las
salidas de los fines de seman a estarían muy asociad as al consumo d e alcohol”
144
146
.
Id., Noche de viernes, M., Alfaguara, 1993, p. 14.
Id., p. 16.
146
DEL PINO ARTACHO, F. et al.: Prácticas de ocio, cambio cultural y nuevas tecnologías en la juventud
española de fin de siglo, M., Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), 2001, p. 28.
145
82
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El av ance de la última En cuesta Escolar del Plan Nacion al sobre Drogas, indica qu e
uno de los datos más imp actantes es que la edad de inicio en el consumo de alcohol ha
bajado de los 15 años en 2002 a los 13, en 2004, y que se consume tanto en discotecas y
bares como en la calle:
Lo que confirma el fracaso de políticas represivas con “la ley antibotellón” de varias
com unidades que prohíbe el consumo de alcohol en la calle147 .
Los deseos de la juv entud p or convertir su estilo de vida en la imagen cóncava d e la
manera de viv ir de los adultos los ha llevado a cambiar los hábitos sociales de generaciones
anteriores, y no sólo en cuanto al consumo de alcohol.
Si en la década de los ochenta fu mar era un hábito cotidiano plenamente acep tado y
el consumo del denominado porro era p ermisivo, p ronto la juventud esp añola conoció los
efectos devastadores de la co caín a y de la heroín a.
El Observatorio Europ eo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT) sitúa a Esp aña
“en los puestos de cabeza de la UE en consumo d e co caín a y cannabis” 148, observándose
que el consumo de cocaína duplica la media europ ea.
Hoy , “los escolares esp añoles de entre 14 y 18 años tienen menos miedo al efecto de
las drogas y saben dónde adquirirlas mejor que hace 10 años”
149
, también p iensan que es
más p eligroso beb er alcohol que fu mar p orros.
En p alabras de la ministra de sanidad, Elena Salgado, “las camp añas dirigidas a los
jóvenes han fracasado” p orque “a los jóvenes se les prop orciona información, p ero no se la
147
DE BENIT O, Emilio: “ El 27% de los adolescentes admite que s e emborrachó en el último mes”, El País,
29/09/04, p. 30.
148
CAÑAS, Gabriela: “ España ocupa los primeros puestos en consumo de cocaína y hachís en la UE”, El
País, 26/11/04, p. 30.
149
DE BENIT O, Emilio: “El consumo de cocaína entre escolares se multiplica por cuatro en 10 años”, El
País, 03/12/04, p. 30.
83
José R. Co rtés Criado
creen”
150
, como demu estra el hecho de qu e los escolares han comenzado a fu mar a los 13
años, a pesar de las camp añas y de la ley es en contra.
Últimamente, a las drogas clásicas se les han unido las de diseño, que se consumen
preferentemente durante los fines de semana o en mo mentos festivos, tanto en las
macrodiscotecas de ciudad como en las de p ueblos o en las llamadas rutas bakaladeras que
todavía siguen existiendo, aunque con menor auge que en la décad a p asada. Según el
último informe de la OEDT, la juv entud esp añola es la segunda may or consumidora
europ ea de éxtasis, después de la Rep ública Checa.
Si en 1994, el 60% de los adolescentes esp añoles p ercibía los riesgos que
conllev aba el consumo d el cannab is, y el 78% veía el p eligro en la cocaína, “veinte años
desp ués, en 2004, los dos p orcentajes caen hasta el 36,9% en el caso del cannab is y hasta el
151
70,6% en el caso de la cocaína”
.
En las obras de Sierra i Fabra a los jóven es p rotagonistas les gusta salir los fines d e
semana por la noche y regresar a casa al d ía siguiente, acudir a conciertos de sus músicos
preferidos y p asarlo bien con sus amigos. Los “héroes” de sus novelas están en contra del
consumo de cu alquier dro ga, ya sea tabaco o cocaína, y los “antihéroes” suelen consumir
cualquier p roducto p rohibido.
El alcohol, el cannabis, la co caín a, la hero ína y las drogas de d iseño están presentes
en numerosas obras de Sierra i Fabra. Siemp re su consumo provoca algún percance, desde
una simple borrach era en El tiempo del olvido, hasta la muerte p or sobredosis de heroína en
Seis historias en torno a Mario, p asando p or la lucha entre la vida y la muerte d e una joven
consumidora de una p astilla de éxtasis en Campos de fresa; o el consumo de alcohol y
cannabis en Retrato de un adolescente manchado.
150
151
84
Id., p. 30.
A. DE C.: “ El ‘camello’ del colegio”, El País, 21/07/06, p. 36.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Algunos p ersonajes se rebelan contra las normas sociales impuestas p or los adultos
y buscan forjarse su p rop ia p ersonalidad sin tener la necesidad de consu mir dro gas como
hace la protagonista de Rabia:
Hay algo que no soporto: las drogas. […] Se me hace un nudo en la garganta, en el
estómago, en m itad del cerebro, cuando veo en cine o televisión a alguien que se pincha o
esnifa o algo parecido. […] Condenaría a los traficantes a las máximas penas. Para m í,
traficar, vender cualquier tipo de droga, es, después del asesinato, el secuestro y la
violación, lo más grave152 .
Otros se niegan a actuar resp onsablemente, co mo Coque, p ersonaje en Seis historias
en torno a Mario. Él se refiere a los adultos como p ersonas p reocup adas p or los bienes
materiales y los ingresos económicos. Piensa que será igual que su padre en un futuro, p or
eso se siente en la ob ligación de disfrutar al máximo durante su juventud, de trans gredir las
normas sociales y de aplazar las p reocup aciones:
A los diecisiete, dieciocho o diecinueve, no. A esa edad hay que divertirse, hacerlo todo,
cam inar por el filo de la navaja y por el lado salvaje de la vida153 .
1.2.2.5.- LOS JÓVEN ES Y EL CONS UMISMO.
El consumo afecta a todas las esferas sociales y a una gran cantidad de aspectos de
la vida d iaria, p roduciendo en las p ersonas una serie de efectos p lacenteros:
Consumir puede llegar a ser, para muchos, en el mundo desarrollado, un modo de
vida, un sistema por el cual la gente, más allá de adquirir productos, encuen tra
154
satisfaccion es sicológicas, persigue idea les y acepta estilos de ser y comportarse .
152
SIERRA I FABRA, Jordi: Rabia, cit., pp. 80-81.
Id., Seis historias en…, cit., p. 116.
154
SANAGUST ÍN, Pilar, et al.: La formación crítica del consumidor. El sueño consumista, Sevilla,
Consejería de Gobern ación. Dirección Gen eral de Consumo, 2000, p. 9.
153
85
José R. Co rtés Criado
Los jóvenes actuales han cambiado sus hábitos en cuanto al consumo en gen eral;
hoy son mucho más consumistas, tienen may or p oder adquisitivo y se decantan p or un tip o
de rop a informal, urb ana, dep ortiva, de marca d e recono cida fama, y p or el cuidado y mimo
del cu erpo; todas estas posturas están muy alejadas d e la imagen de melenudos y barbudos,
con vaqueros y rop a descuidada de sus p adres; o d e la estética reivindicativa y feminista de
las jóvenes de los ochenta.
La moda actual iguala a las distintas clases sociales, que han adoptado la
indumentaria d e las tribus urbanas en su forma de v estir, distinguiéndose entre heavies, skin
heads, pijos, b.boys, grunges, etc.
La marca, que ha sido un distintivo para vender un p roducto, la encontramos p or
todas p artes. Los p ublicistas suelen decir que las marcas tienen fuerza p orque “la p ublicidad
gen érica p uede ser racional, p ero la de marca deb e ap elar a la emoción ”
155
, o, como d ijo
Semp rini, “la marca construy e alrededor del p roducto (tangible) un mar de significados,
diferenciando y enriqueciendo el p roducto, haciéndolo ún ico e irrep etible”
156
, indicándonos
que la p ublicid ad lo que p ersigue, en términos generales, es seducir.
Esta simbolo gía que encierra la marca es el sign ificante del consumo, es su v alor, y
como recuerda Quintana Cabanas, “no son los valores los que p onen al hombre, sino que el
hombre pone los v alores”
157
, y éstos son los que busca el portador de la misma pues “la
marca y a no solamente cualifica el p roducto sino a su consumidor”
158
.
Consumir llega a ser p ara muchas p ersonas un acto comp ulsivo, un modo de vida,
una forma de adqu irir, además de p roductos, satisfacciones sicoló gicas y un estilo de vida
acorde con el mundo desarro llado, acuñando un nuevo aforismo: compro, luego existo. En
esta situación, los p roductos adquieren el significado de signos y emblemas: “Unas veces
155
5
BASSAT, Luís: El libro rojo de la publicidad, B., Ediciones Folio, 1994 , p. 40.
RUIZ DE OLABUÉNAGA, José I. (Dir.): cit., p. 145.
157
QUINTANA CABANAS, José María: La axiología como fundamentación de la Filosofía, M., UNED,
2000, p. 120.
158
ALT ARRIBA, Miquel: cit., p. 70.
156
86
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
marcan la clase social del ind ividuo qu e los utiliza. Otras, su p ersonalidad. Las más, una
clave d e distinción”
159
:
Los productos además son creados para un consumo rápido e inm ediato, m ás allá de la
duración de su funcionalidad. Se vuelven obsoletos aunque todavía funcionen bien. Es una
fuga de los objetos al servicio del sistema y una subordinación de sujeto hum ano a su
ritm o160 .
El tóp ico “hoy todo se comp ra y todo se vende” es cierto, p ues como escribe Sierra i
Fabra en Cuentos imposibles: “es p osible, muy p osible, que si p udo existir un vendedor de
cosas inútiles y un fabricante de cosas inútiles, también existiera un comprador de cosas
inútiles” 161.
Otra moda es el consumo de p roductos electrónicos. Los jóvenes de hoy necesitan
disp oner de teléfono móvil, reproductor de música mp 3, Ipod, ordenador con conexión a
Internet, equip os multimedia para oír la música que se descargan de la red, equip os de
home cinema, y una larga lista de aparatos que han sido plenamente acep tados p or los
sectores de menos edad de la p oblación.
Esta fascinación p or los servicios que p restan las nuevas tecnologías, ha hecho
pensar también en una nueva forma de p articipación ciudadana en la vida p ública:
El punto de partida suele ser una cierta idealización sobre las grandes potencialidades de
las NTIC (Nuevas Tecnolo gías de la Comunicación y la Inform ación) para revitalizar el
cam po de la participación social y política162 .
Las actitudes de los jóven es ante las nuevas tecnolo gías son positivas; ellos
configuran el grup o que ap enas p ercibe conflictividad entre el camb io tecno económico
producido en el mundo actual y otros valores sociales. “Este cambio está teniendo
159
SANAGUST ÍN, Pilar, et al.: cit., p. 25.
FERNÁNDEZ DEL RIESGO, Manuel: “ La posmodernidad y la crisis…, cit., pp. 85-86.
161
SIERRA I FABRA, Jordi: Cuentos imposibles, Santiago de Chile, Arrayán, 2002, p. 68.
162
DÍEZ RODRÍGUEZ, Ángeles, “ Ciudadanía cibern ética, la nueva utopía tecnológica de la demo cracia”, en
BENEDICT O, Jorge et. al.: cit., p. 193.
160
87
José R. Co rtés Criado
consecuencias en la v ida social, h asta el p unto de que algunos sociólo gos han h ablado de la
sociedad de la información”
163
.
Vivimos tan inmersos en la tecno lo gía, que gran p arte de las actividades recreativas
se ejecutan ap retando un simp le botón, lo que ha ocasionado que “el sop orte p antalla (tele,
videojuegos, ordenador, v ideoconsolas...) sea en la actualidad la p rimera actividad de o cio
de los escolares en p rácticamente todas las clases sociales” 164.
La may or p arte de la información que recib en los jóv enes les llega a través del
ordenador y , en may or medida, d el televisor, que junto con los demás med ios de
comunicación de masas, completamente interrelacionados, han conseguido transformar el
mundo en una gran p laza, universalista y globalizada, “donde se mueven gentes de todas las
razas y culturas, y en un gran mercado en el que libremente transitan capital, tecnolo gía,
165
recursos, emp resas y p roductos” .
No p or estar mejor informados, los ciudad anos son más cultos, p orque el recib ir
unidireccionalmente una noticia sin p osibilidad de contrastar su verosimilitud o discutir su
idoneidad, no genera conocimiento; teóricamente nos harán conocer, en tiempo real,
cualquier información del p laneta, haciendo coincid ir un acontecimiento histórico en todas
las conciencias de todos los habitantes del mundo al mismo tiemp o.
La sociedad de los m edios de comunicación, precisamente por estas razones, es lo m ás
opuesto a una sociedad más ilustrada, más “educada” (en el sentido de Lessing, o de
Hegel, e incluso de Com te y de Marx)166 .
Los p ersonajes creados p or Sierra i Fabra no suelen ser consumistas en exceso. El
autor retrata a cada uno d e ellos con la indu mentaria adecuada a su forma de ser: p odrán
163
DEL PINO ARTACHO, et al.: p. 82.
FANDOS ÍGADO, Manuel: “ Que te(le) aproveche”, cit., p. 39.
165
CALVO BUEZAS, T omás: Juventud e Interculturalidad: los jóvenes españoles ante otros pueblos y
culturas, Sevilla, Fundación Centro de Estudios Andaluces (centrA), Consejería de Relaciones Institucionales,
2002, p. 1.
166
VATT IMO, Gianni: cit., p. 14.
164
88
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
llevar camisetas y zapatillas dep ortivas; cazadoras bombers, minifaldas y suéteres muy
ajustados, p antalones vaqueros…
En La música del viento se comenta la avidez de comprar durante todos los días del
año y esp ecialmente en Navidad es, donde si no se consume p arece qu e no se es feliz. El
narrador co menta este consumo desmedido, que se desata en noviembre, “en cuanto los
grand es almacenes, las marcas de cav a y , sobre todo, las de ju guetes, invaden las
167
televisiones con sus ‘mensajes’ de p az” .
1.2.2.6.- LOS JÓVEN ES Y LOS CAMBIOS EN LOS VALORES SOCIALES .
Siguiendo el informe Los jóvenes españoles 94, se lee que “los jóvenes se ven y
168
creen ser vistos en p rimer lu gar como reb eldes y en segundo lu gar como consumistas”
, y,
que el 50% de ellos considera imp ortante tener éxito en el trabajo, y en segundo lu gar
formar una familia; que los tres p roblemas que más les p reocup an son el p aro, las dro gas y
el sida o que se sienten plenamente identificados con la eco logía y los Derechos Humanos.
Actualmente, la p oblación juvenil se siente más libre que la de sus progenitores, no
le p reocup a la presión social o familiar, sino que ésta le p roporciona estabilidad emocion al
y afectiva; cree estar bien informada, qu e p osee un buen nivel d e educación, que es
tolerante, y nada sexista.
Los adultos p arecen más p reocup ados que los jóvenes p or los p roblemas derivados
de la droga, la vio lencia, la delincuen cia, el desemp leo, el alcoholismo, y p or la situación
económica de los ancianos, así como por las enfermedad es derivad as del tabaco.
167
168
SIERRA I FABRA, Jordi: La música del viento, B., Ediciones Bronce, 20003 , p. 15.
GONZÁLEZ BLASCO, Pedro: “ Los jóvenes y sus identidades”, en ELZO, Javier, et al.: cit., p. 29.
89
José R. Co rtés Criado
Los jóvenes, en cam bio, se preocupan más que los adultos por el sida, la pobreza en los
países del Tercer Mundo, la contam inación, la falta de perspectivas para los jóvenes
(obviam ente) la creciente pobreza de parte de la población del país, el racismo y el riesgo
de una catástrofe nuclear169 .
Se da entre los jóven es una may or tolerancia en cu estiones de moral sexual que en
sus p rogenitores; p uede que se deba al hecho de haber recibido más información al
resp ecto, lo que también los hace más p recoces en el in icio de este tip o de relaciones, que
se consideran una p ráctica generalizada.
Estos cambios en cuanto a las relaciones sexuales han consegu ido que las mujeres
tomen conciencia de que su rol no debe ser pasivo, pero esto no ha evitado los numerosos
embarazos no deseados de adolescentes, y a que el uso de los métodos anticonceptivos no
está totalmente establecido, a pesar de que la may oría de la juventud p rocura ser precavida
en este tema, para no ver truncados sus p lanes de futuro. Incluso, “también tienen que
posp oner la maternidad la may oría de las jóvenes qu e inician su p ropia familia, p or
imp erativos económicos y laborales” 170.
Al iniciar una v ida en común, un número mayor de parejas op ta, en la actualid ad,
por llevar a cabo una unión de hecho, pero la may oría de los jóv enes desea un a convivencia
legalizada con su p areja, -hacia la que se tiene una lealtad más generalizada que en
gen eraciones anteriores-, p referentemente p or el vínculo de la Iglesia, sean o no crey entes.
Las bodas están de moda y los jóvenes las valoran en su dimensión estética y funcional:
Casarse es una manera de form alizar la relación de pareja, un acto social que viabiliza en
la cultura del consum o en la que nos vem os inmersos, el reforzam iento de una de las
funciones latentes en el rito m atrim onial: la ayuda económ ica de la red de familiares y
amigos y vecinos a los novios en el inicio de su vida en común171 .
Los jóvenes creados p or Sierra i Fabra desean viv ir en p areja sin formalizar su
unión. Así la joven p rotagonista de La memoria de los seres perdidos decide abandonar el
169
170
171
90
ORIZO, Fco. Andrés: “ Integración en la sociedad”, en ELZO, Javier, et al.: cit., p. 186.
MARTÍN SERRANO, Manuel y VERLADE HERMIDA, Olivia: cit., p. 20.
DEL VALLE, Irene: “ Vida cotidiana y relaciones personales ”, en ELZO, Javier, et al.: cit., p. 113.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
hogar familiar y se instala en casa de su novio; el joven p eriodista de En un lugar llamado
guerra decide vivir con su novia y abandonar su corresp onsalía de guerra.
Una p areja curiosa es la formada p or Zen un ser dotado de inteligencia artificial qu e
desea formalizar su relación con una mujer humana, hecho qu e no está bien visto en la
sociedad del siglo XXI, según relata Sierra i Fabra en Las voces del futuro.
1.2.2.7.- LOS JÓVENES Y LOS CAMBIOS EN LOS VALORES EDUCATIVOS .
Los cambios sociales trajeron camb ios en los valores educativos y morales que
cuestionaron la edu cación tradicional, tan marcad a con el cariz religioso que imp eraba en
Esp aña hasta la restauración de la democracia.
El sistema educativo comenzó a cambiar en 1982; durante tres años se p otenció el
acceso un iversal a la educación en iguald ad de op ortunidades; hasta el año 1992 se
modificaron los currícu los no universitarios, p osteriormente se revisaron los logros
alcanzados, se modificaron las ley es que regían las universidad es, y actualmente continúa
ese p roceso de mejora de la calidad de la enseñanza.
Tradicionalmente la escuela se ha en cargado de asp ectos importantes en cuanto a la
socialización de los alumnos, buscando la integración de niños y jóvenes en la sociedad de
acuerdo con las pautas que la econo mía d el mercado imp onía en cada mo mento, llevándose
a cabo las reformas educativas necesarias p ara tal fin, hasta que en el siglo XX ha sido
criticada “la p edago gía entendida como una adap tación a la sociedad cap italista-industrial;
[pues] se insiste sobre la necesidad de que la pedago gía forme una p ersonalidad autónoma y
crítica, y no sólo comp etente y hábil”
172
172
.
GARCÍA ROCA, Joaquín: “Educación y exclusión social”, en CAMPS, Victoria, et. al.: cit., p. 33.
91
José R. Co rtés Criado
Actualmente la educación ha adquirido una dimensión que va más allá del
adiestramiento; y a no se presta may or atención a los aspectos cuantitativos y
administrativos del ap rendizaje, p orque “la educación está interesada p or los asp ectos
cualitativos del ap rendizaje, el sentido solidario, la cooperación entre los p ueblos, la
construcción del mundo como ho gar” 173.
La edu cación y a no es el camino, sino el destino. Hoy se busca educar p ara la
virtud, ya no es suficiente p roporcionar a los alumnos una enorme cantidad de concep tos, si
no llevan ad juntos unos p rocedimientos y si no se les instruye como p ersonas que forman
parte de una sociedad cambiante, cuy a identidad más civ ilizada, es la hu mana como exp lica
Fernando Sav ater:
Y nuestra hum anidad la descubrimos precisam ente en el otro, en el que necesita nuestro
abrazo y nuestra bienvenida. Lo que nos hace humanos es el trato humano que ofrecemos
al que llega de lejos174 .
Por todo lo exp uesto, es p reciso formar al hombre virtuoso según la idea aristotélica
reco gida en el libro o ctavo de la Politeia, qu e nos indica que el hombre libre debe actuar
según unos hábitos virtuosos que formen su p ersonalidad de forma tolerante y solidaria
porque “no hay acción buena ni d el hombre de ni d e la p olis sin virtud y sin p rudencia”
175
.
También Victoria Camps se basa en Aristóteles cuando recu erda qu e el hombre
libre es aquel que “conforma su vida a unas actitudes, hábitos y maneras de ser que
acabarán constituy endo su p ersonalidad, [hasta que llegue] el mo mento en que la tolerancia,
la conv ivencia, la p articip ación p olítica o las buen as man eras no serán una obligación, sino
una costumbre”
176
.
La educación toma su sentido p leno cuando los adultos p rocuran inculcar en sus
descendientes unos determin ados valores e ideales. “Es una técnica social d estinada a forjar
173
Id., p. 32.
SAVATER, Fernando: Prólogo a BEN JELLOUN, Tahar: cit., p.7.
175
ARISTÓT ELES DE EST AGIRIA: Politeia (La política). Prólogo, versión directa del original griego y
notas de BRICEÑO JÁUREGUI, Manuel, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1989, p. 579.
176
CAMPS, Victoria: cit., p, 15.
174
92
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
el ciudadano ideal; es un medio de control social. Adap ta a los jóvenes a las normas
vigentes, p ero a la vez p osibilita el desarrollo social. La educación no forma al hombre en
abstracto, sino para una sociedad concreta”
177
.
O como dice el p rofesor Quintana Cabanas: “Educar es hacer que el educando
ponga los valores en su vid a: que los conozca, los estime, los sirva y los realice”
178
.
De los p roblemas actuales de la educación, indiscip lina, infravaloración de la labor
docente, desap ego de los niños y adolescentes p or el p roceso de ap rendizaje, falta de
resp eto social al do cente, se ocup a Sierra i Fabra en Las Furias.
Contrariamente, Kalil, el joven africano p rotagonista de La piel de la memoria,
siente gran respeto p or el p rofesor que le enseñó a leer y escrib ir, lo considera una
excelente p ersona, gracias a él sup o que vivía en 1995 y p udo acceder a la cultura:
Aquellos libros me abrieron el corazón y me expandieron la m ente. Supe que aprender era
la auténtica libertad, y que saber leer y escribir era la llave para llegar al fu turo.
Jam ás sentí tanta pena y tanta alegría mezcladas como aquel día.
Pena por ver lo que era. Alegría por saber que tenía tiempo de aprender y, tal vez, una
oportunidad179 .
La enseñ anza es considerad a p or Sierra i Fabra en sus libros como una de las tareas
más nobles que p uede realizar una p ersona, y la p rofesión docente como una de las tres
mejores; las otras dos son médico y p eriodista.
En Sin tiempo para soñar se hace referencia a un p rofesor de la Facultad d e
Periodismo que es muy admirado p or sus alumnos; en Frontera, se alaba la función docente
de la tutora de Amina, y se refiere que la edu cación es la base de la formación d e la p ersona
y la única man era de superar costumbres arcaicas y p osturas intransigentes.
177
MARÍN IBÁÑEZ, Ricardo y PÉREZ SERRANO, Gloria: Pedagogía Social y Sociología de la Educación,
3
M. UNED, 1985 , p. 34.
178
QUINTANA CABANAS: José María: La edu cación en valores y otras cu estiones pedagógicas, B., PPU,
2005, p. 31.
179
SIERRA I FABRA, Jordi: La piel de la memoria, Zaragoza, Edelvives, Alandar, 2002, p. 133.
93
José R. Co rtés Criado
Antonio, p equeño traficante de dro gas, en El mensajero del miedo guarda los
beneficios de este “negocio” p ara que su h ermano p equeño estudie y viva en otro ambiente
distinto al suy o.
Víctor Jara acude al colegio p or exp reso deseo de su madre, que valora la cultura en
sus justos términos. Su padre piensa al resp ecto:
La escuela sólo sirve para llenarte la cabeza de fantasías y de cosas inútiles. Te pueblan
las ideas de sueño. A la tierra le da igual que sepas leer y escribir. La tierra quiere que
sepas leerla a ella, y para eso te bastan las manos180 .
En un ambiente social totalmente op uesto, el protagonista de Seis h istorias en torno
a Mario no quiere saber n ada de educación y manifiesta:
¡Cualquier cosa es m ejor que ese campo de concentración para subnormales que es el
colegio! Trabajar tiene sentido, estudiar tonterías que no te van a servir para nada con
amargados y fracasados, no181 .
1.2.2.8.- LOS JÓVEN ES Y LA EDUCAC IÓN MORAL.
La sociedad d emocrática deb e p restar esp ecial atención p ara clarificar las virtudes
que deben manifestar los ciudadanos, “porque sólo las normas sociales fundadas
racionalmente por referencia a un consenso entre los miembros de la sociedad p ueden ser
tenidas por legítimas”
182
. Además, han de ofrecer un a edu cación moral, no identificada con
una op ción p olítica o religiosa, que suponga un p roceso que lleve “a la p ersona a construir
183
racional y autónomamente sus valores”
180
.
Id., Víctor Jara. Reventando los silencios, M., SM, 1999, p. 18.
Id., Seis historias en…, cit., p. 61.
182
MARDONES, José María: “ El neo-conservadurismo de los posmodernos”, en V AT T IMO, Gianni. et al.:
cit., p. 35.
183
BUXARRAIS, Mª Rosa: La formación del Profesorado en Educación en Valores, Bilbao, Desclée de
2
Brouwer, 2000 , p, 84.
181
94
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Asimismo, se deben fomentar valores que mejoren la conv ivencia, como la
tolerancia, el resp eto, la justicia, la solid aridad, y la igu aldad, p ara erradicar sentimientos
insolidarios, racistas, agresivos, intolerantes, que denigran la razón de ser de la p ersona.
En todos los entornos sociales se observ an discrepancias en d istintos ámbitos:
socioeconómico, familiar, p olítico, religioso, científico, etc., que p ueden generar conflictos
a la hora de p lantear las diferencias. Del modo en que nos enfrentemos a esos conflictos, y
en cómo sup eremos las diferencias, dependerá el tip o de conviven cia.
Toda sociedad qu e se precie de demo crática deberá in culcar a los ciudadanos un a
educación moral que p romueva el respeto a todos los “valores que vienen exp licitados en
nuestra Constitución”184, p orque ellos deben ser la base d e una educación moral qu e evite
tanto el autoritarismo como el relativismo:
No hay educación cívica que no fomente la tolerancia democrática, pero no es educación
cívica la que tolera cualquier idea o conducta, es decir, la que no distingue entre tolerancia
e indiferencia suicida185 .
Entendiéndose esa ind iferencia suicida co mo resultado de la acep tación del falso
planteamiento que defiende la resp etabilidad de todas las ideas, y a que no todas deben ser
resp etadas p or igual si no acatan el ordenamiento constitucional, la Declaración d e los
Derechos Humanos o el respeto a la p ersona sin distinción de nin gún tip o. “En las
186
democracias todas las personas son igualmente resp etables, pero no todas las op iniones”
.
Por tanto, se debe imp artir una edu cación moral de la p ersona, en su más amp lio
ámbito concep tual, que abarque una educación en valores morales, religiosos, cívicos,
científicos, estéticos, jurídicos, etc., que refu ercen p referentemente diez p rincip ios:
“dignidad de la persona, tolerancia, libertad, autoestima, conciencia crítica, justicia, resp eto
al med io amb iente, solidaridad, diálo go y amor-amistad”187:
184
CARRERAS, Llorenç, et al.: cit., p. 21.
SAVATER, Fernando: cit., p. 158.
186
Id., pp. 159-160.
187
GIL MART ÍNEZ, Ramón: Diez valores en el aula y la tutoría: una experi encia, en CAMPS, Victoria; et
al.: cit., p. 39.
185
95
José R. Co rtés Criado
El interés por el hombre, por la persona, se ha abierto paso m ás allá de los sistem as de
planificación educativa y de las técnicas para el aprendizaje de conceptos y habilidades. La
cuestión del "sentido", del "para qué” -estrecham ente vinculada a la realización de
valores- se ha dejado sentir como necesidad aprem iante en los pueblos y culturas más
diversos188 .
Reitero que la educación en valores deb e ser concebida como un p roceso d e
clarificación que contribuy a a la formación del carácter moral, basado en la tradición
aristotélica, p orque, como dice M ontserrat Payá, no es suficiente que la p ersona conozca los
valores morales y su bondad; el saber, intelectualmente, lo qu e es bueno o malo, no
consigu e que el ser humano aprehenda la idea del bien. Debe ser una educación en valores
concebida como p roy ecto de vida, la que ay ude a formar la conciencia moral:
Se necesita que la persona sea capaz de “obrar” conforme a esa idea de bien o de
justicia. Y para ello, debemos recurrir a la práctica, a la formación d e hábitos en
189
ese sentido, es decir, de “hábitos virtuosos” .
Con este fin, hay que “favorecer la aceptación de uno mismo y de los demás a p artir
del desarrollo de sentimientos de autoestima y del reconocimiento y acep tación de la
diversidad”
190
que destierren de la convivencia las discrimin acion es motivadas p or razones
étnicas, culturales, de orientación sexu al o discap acidad.
El camino no es fácil, p orque “el valor y los sistemas de valores son siemp re
191
dinámicos y p lurales”
al igual que el hombre, son entendidos co mo id eales que
determinan una forma de vivir, como ser ind ividual y ser gregario. En términos generales,
debemos entender los valores como “criterios o juicios a través de los cuales, en una
sociedad con creta, se establece aquello que es deseable o no”
192
, que van a servir d e base
para la convivencia.
188
PASCUAL MARINA, Antonia V: Clarificación de valores y desarrollo humano, M., Narcea, 1995, p. 15.
PAYÁ SÁNCHEZ, Montserrat : cit., p. 174.
190
VILLALBA MART ÍNEZ, F. et al.: El derecho a la diferencia. Materiales de apoyo para la educación en
valores, M., Ministerio de Educación y Cultura, 1996, p. 13.
191
GIL MART ÍNEZ, Ramón: cit., p. 38.
192
MEGÍAS, Eusebio (Dir): cit., p. 10.
189
96
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Esto confirma que “los valores no son ficciones, […] son realidad es enraizadas en
193
nuestra cultura” , que nos guían a la hora d e decidir, de actuar, o de pensar, dándo le
coherencia a nu estra vida.
La vida que nos es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros,
cada uno la suya. […] Antes de hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y
riesgo, lo que va a hacer. Pero esta decisión es im posible si el hombre no posee algunas
convicciones sobre lo que son las cosas en su derredor, lo s otros hombres, él m ismo.Sólo
en vista de ellas puede preferir una acción a otra, puede, en sum a, vivir194 .
No se debe olvidar que la p ersona es un animal gregario por naturaleza y que la
relación entre iguales coady uva en la configuración de la p ersonalidad de cad a uno de sus
miembros, p orque “nadie llega a convertirse en humano si está solo: nos h acemos humanos
los unos a los otros”195. Por tanto, se debe impartir una educación en v alores que p ersiga la
formación d el carácter moral, es decir, que el ser humano actúe siempre en consonancia con
su formación moral.
La may oría de los p ersonajes creados por Sierra i Fabra desean vivir en comunid ad
y aceptan las normas sociales. Se sienten miembros de un a socied ad que los necesita y de la
que ellos se sienten necesitados. También hacen acto de p resencia algun as personas
contrarias a las normas de conviv encia.
Taziz, p rotagonista de El hombre que perdió su imagen, considera la honradez y la
justicia como elementos básicos de su formación. Manifiesta ser una p ersona p acifista y
196
considera que “todo hombre ha de comenzar por resp etarse a sí mismo”
.
El ama de llaves de Vania, una de Las chicas de alambre, cuenta que cuando la
modelo no se sintió bien consigo misma, d ecid ió ay udar a los necesitados a través de una
docena de Organizaciones No Gubernamentales: M édicos Sin Fronteras, Ayuda en Acción,
Aldeas Infantiles, Amnistía Internacional, Greenp eace, etc.
193
GIL MART ÍNEZ, Ramón: cit., p. 37.
ORT EGA Y GASSET, José: “Historia como sistema”, en Obras Completas, M., Revista de Occidente.
7
Vol. VI, 1973 , p. 13.
195
SAVATER, Ferrando: Las preguntas de la vida, B., Ariel, 19993, p. 193.
196
SIERRA I FABRA, Jordi: El hombre que perdió su imagen, M., Anaya, El duende verde, 1997, p. 109.
194
97
José R. Co rtés Criado
Miguel, el niño protagonista de El espejo d el fu turo, se enfadó y romp ió el esp ejo
que le p redecía el p orvenir. Cu ando comp ró otro, el vendedor le p idió qu e hiciese uso de la
razón y le advirtió: “Me temo que te dejaste llevar p or la ira, y la ira no es bu ena
consejera” 197.
Teodoro, p ersonaje de Retrato de un adolescen te manchado, es un abogado d e
prestigio que v ivió dedicado a la p olítica durante unos años, del que se d ice: “Siemp re
había tenido p or norma, y más desde que se metió en p olítica, que la honradez era la clave
198
de todo, de su p rop ia vida, de su trabajo, de la sup ervivencia”
.
Estos p ersonajes y muchos otros son de una moral intachable, se sienten solid arios
con los demás, anhelan viv ir en p az, conviven con p ersonas de otras culturas o están
siemp re disp uestos a p restar ay uda desinteresada a cualquier necesitado.
Pero no todos los p ersonajes son id ílicos. Sierra i Fabra también describe otras
personas rep resentantes de los antivalores. En Noche de viernes y en Frontera, los
denominados “cab ezas rap adas” y algún que otro jov en sin adscrip ción p olítica manifiestan
su desp recio p or los inmigrantes en nuestro p aís.
En La música del viento los fabricantes de alfombras no sienten ningún respeto p or
los niños indios que trabajan en condicion es p rop ias de una socied ad esclavista; en Un
hombre con un tenedor en una tierra d e sopas no se ap recia la vida de los ind ígenas
centroamericanos p or parte de los grup os p aramilitares; en Donde el viento da la vuelta
carece de valor la vida de los niños soldados; y en La piel de la memoria se comp ran niños
esclavos a muy bajo p recio.
197
198
98
Id., El espejo del futuro, B., Edebé, T ucán, 1992, p. 74.
Id., Retrato de un…, p. 24.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
1.3.- CONCLUS IONES .
La sociedad esp añola camb ió enormemente entre los años 1983 y 2003.
Políticamente, en la actualid ad la demo cracia está asentada y queda lejos la imagen de la
Esp aña de los años ochenta cuando se llevaron a cabo intentos desestabilizadores p ara
acabar con la libertad.
Hoy , el p eso que nuestro p aís tiene en la p olítica internacional es el que le
corresp onde p or su situación geo estratégica, siendo muy diferente al que p oseía en la
década de los ochenta cuando tímid amente avanzaba p or la senda democrática y solicitaba
formar parte de la élite europ ea.
En 1983 Esp aña era un p aís con una democracia en ciern es que siete años antes
inició su andadura demo crática de forma titubeante, siempre tutelada p or los llamados
“poderes fácticos” y amenazada de frecuentes p eligros de involución. El más p eligroso fue
el p erp etrado el 23 de febrero d e 1981 p or un grup o de militares y gu ardias civiles, cuy o
efecto más esp ectacular fu e la entrada del teniente coronel Antonio Tejero junto con
doscientos guardias civiles armados en el Congreso de los Dip utados cuando en el Pleno se
llevab a a cabo la votación de inv estidura del cand idato a la p residencia del gobierno de la
nación, Leop oldo Calvo Sotelo.
Tras este hecho, el Partido Socialista Obrero Esp añol obtuvo en las urnas un número
suficiente de sufragios que le permitió formar gob ierno después de p asar gran p arte de su
historia relegado d e la vida p olítica española.
Este nuevo giro p olítico en España sirvió p ara afianzar las libertades, que se vieron
fuertemente p otenciadas tras la firma del tratado de adhesión a la Comunidad Económica
Europ ea en el año 1986. Esta adscrip ción sirvió d e espaldarazo a la estabilidad d emocrática
de nuestro p aís y marcó el inicio d e unos cambios p olíticos y económicos que trajeron un
99
José R. Co rtés Criado
gran bienestar social. Hoy Esp aña es un p aís de p leno derecho de la UE qu e tiene una gran
presencia en el mundo y nadie cuestiona su forma d e gobierno.
Los cambios socio económicos ap ortaron la modificación de la mentalidad d e
muchos ciudad anos, por tanto los valores y las creencias han sufrido importantes
transformaciones durante estas dos décadas motivo de estudio, p orque la sociedad esp añola,
incardin ada en la socied ad glob al d el siglo XXI, sufre los efectos de cualquier cambio
efectuado en el planeta.
Esp aña no es una comunidad aislada que viv e de lo que p roduce y se transforma p or
sus p ropios medios. La llamad a globalización hace que tanto ideas como capitales o
personas fluy an sin cesar y con suma facilidad, entre p aíses y continentes, transformando
las sociedad es actuales.
Formamos p arte de una socied ad cambiante, donde p rima el valor material y útil d e
las p ersonas y las cosas, p or lo que estamos necesitados de un rearme moral, donde todos
particip emos en el debate clarificador de ideas y p odamos adoptar una taxonomía de
valores morales que den identidad a nuestro p aís, como sociedad de hombres y mujeres
cap aces de diferenciar lo ben eficioso de lo p erjudicial, y obrar en consecu encia:
El valor cubre el cam po de todo cuanto el hombre anhela o aborrece: el honor y la
deshonra, la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la dicha y la desgracia, el lujo y la
miseria, el bien y el m al, la justicia y la injusticia199 .
Todos estos cambios sociales e h istóricos llev ados a cabo tanto en nu estro p aís
como en el resto del mundo, han contribuido a modificar las actitudes y comp ortamientos
de la sociedad, esp ecialmente en los jóven es, y han traído una mejora en las cond icion es de
vida actual, aunque, co mo decía Ortega, “no quiero decir con lo dicho que la vida humana
sea hoy mejor que en otros tiemp os”200.
199
QUINTANA CABAN AS, José María: Teoría d e la Edu cación. Concepción antinómica de la educa ción,
M., Dykinson, 1988, p. 271.
200
ORT EGA Y GASSET , José: La rebelión de las masas, M., El País, Clásicos del siglo XXI, 2002, p. 81.
100
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Son mu chas las diferen cias qu e se ap recian en la familia, la educación, la sanidad, o
en la tecnología, p or ejemp lo, si se comp ara la sociedad actual con la existente en los años
ochenta.
Queda lejos la imagen del ama de casa sumisa y comp laciente que aguarda el
regreso a casa d e su marido e hijos mientras atiend e las necesid ades del ho gar y cuida a los
familiares may ores o imp edidos, y la de los hijos obedientes que acep tan los p receptos de
los p adres sin p rotestar.
En el terreno educativo las transformaciones h an sido enormes; ha cambiado el
currículo escolar, los p lanes de estudios, el p eríodo d e esco larización obligatorio, etc., p ero
sobre todo, lo ha hecho la p oblación escolarizada. Actualmente somos un país recep tor de
inmigrantes en el cual la p resencia de escolares de diferentes razas y procedencias es
patente en todas las aulas, y además se ha escolarizado al cien p or cien de la p oblación
entre los seis y los dieciséis años.
La extensión de los servicios sociales a la comunid ad, como p uede ser la atención
sanitaria dirigida a toda la p oblación, ha traído consigo una mejor calidad d e vid a que se ve
reflejada en las atenciones médico-sanitarias que reciben hoy todas las p ersonas residentes
en Esp aña.
El mundo de la tecnolo gía es el que mayor avance ha efectuado y continúa
efectuando en la sociedad. Hoy es inimaginab le una sociedad sin las máquinas que facilitan
las tareas d iarias tanto en el trabajo fuera de casa como en las tareas domésticas. Parece
olvidada la ép oca en la que tener una cocina rep leta de electrodomésticos era un lujo
similar al de disp oner de un ap arato de recep tor de televisión; una ép oca en que era
inimaginable disp oner de ordenadores p ersonales en el hogar o ap aratos de telefonía móvil
para cada miembro de la familia, co mo ocurre actualmente.
La tecnolo gía h a inv adido la vida cotidian a; es muy raro en contrar un lugar d e
trabajo donde no se d isponga de ap aratos que faciliten las labores, tanto si son ord enadores
101
José R. Co rtés Criado
personales o lectores ópticos de códigos de barra como si son medidores de los niveles de
contaminación atmosférica. También resulta imp osible localizar una viv ienda qu e carezca
de ap aratos receptores de radio y de televisión o de electrodomésticos.
El consumismo se ha convertido en una de las grandes p reocupaciones de la
sociedad actual; así encontramos p ersonas que co mp ran compulsivamente junto a otras que
no disp onen de p oder adquis itivo p ara ello. La famosa frase d e Descartes “p ienso, luego
existo” bien p uede ser sustituida p or “comp ro, luego existo”, que utilizó Guadalup e Loaeza
para titular su libro a modo de resumen d el contenido d el mismo
201
.
Todos estos cambios sociales, que h an afectado a nuestra sociedad en general y a los
jóvenes en p articular, se reflejan en la obra de Sierra i Fabra y se analizan en el cap ítulo 4
de este trabajo: “El comp romiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra”.
201
LOAEZA, Guadalupe: Compro, luego existo, México, Nueva Imagen, 1992.
102
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
CAPÍT ULO 2.- MAGNIT UD DE LOS VALORES EDUCATIVOS .
En este cap ítulo p retendo llevar a cabo un acercamiento a las d eclaraciones
internacionales que resaltan la imp ortancia de los valores en nuestra socied ad, y a las ley es
nacionales o autonómicas que se ocupan del mismo asunto, a modo de ap roximación a un
marco legislativo que regu la la imp ortancia de tales premisas en lo referente a la formación
del ser humano como p ersona moral.
En segundo lu gar p retendo crear un marco axio ló gico qu e sirva d e referencia p ara
comp render la imp ortancia del v alor en nuestra sociedad y su especial incid encia en la
población juvenil, p orque “los valores son lo más imp ortante de la vida. Simp lemente,
porque todo lo que es imp ortante lo es p or encerrar un valor
202
202
.
SAVATER, Ferrando: Las preguntas de…, cit., p. 271.
103
José R. Co rtés Criado
2.1.-
LA IMPORT ANCIA D E LOS VALORES ÉT ICOS EN UNA S OCIEDAD
DEMOCRÁT ICA.
En el artículo 26, ap artado 2 de la Declaración de los Derechos Humanos se
advierte:
La educación tendrá por objetivo el pleno desarrollo de la personalidad humana y el
fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales;
favorecerá la comprensión, la tolerancia y la am istad entre todas las naciones y todos los
grupos étnicos o religiosos; y prom overá el desarrollo de las actividades de la Naciones
Unidas para el mantenim iento de la paz203.
También está reco gido el esp íritu de esta cita en el p rincip io 10 de la Declaración d e
los Derechos del Niño:
El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación
racial, religiosa o de cualquier otra índole. Debe ser educado en un espíritu de
com prensión, tolerancia, am istad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con
plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus
sem ejantes204 .
El tratado p or el que se establece una Constitución p ara Europa reco ge en la Parte I,
Título I, Artículo I-2 los valores de la Unión:
La Unión se fundam enta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad,
dem ocracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los
derechos de las personas pertenecientes a m inorías. Estos valores son com unes a los
Estados miem bros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación,
la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre m ujeres y hom bres205 .
Además en la p arte II de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión, se
detallan los derechos, libertades y p rincip ios que se reconocen, los cuales se ocup an de
princip ios tales como la dignidad, la libertad, la igu aldad, la solid aridad, la ciudadan ía y la
justicia.
203
DIPUTACIÓN PROVINCIAL: Derechos Humanos. Guión Didáctico, Almería, 1987, p. 6.
CONSEJERÍA DE ASUNT OS SOCIALES Los derechos de niños y niñas. Sevilla, 1989, p. 18.
205
MINIST ERIOS DE ASUNT OS EXT ERIORES Y DE COOPERACIÓN, DEL INTERIOR Y DE LA
PRESIDENCIA: Tratado por el que se establece una Constitución para Europa, M., 2004, p. 15.
204
104
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En el mismo sentido, la Constitución Esp añola en el ap artado 2º d e su artículo 27
reco ge:
La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad hum ana en el
respeto a los principios dem ocráticos de convivencia y a los derechos y libertades
fundam entales206 .
Los Estatutos de Autonomía de las d istintas Comunidades que configuran nu estro
país hacen referencia a la formación del individuo; el artículo 21, apartado 8, del Estatuto
de Autonomía de Andalucía señala:
Los planes educativos de Andalucía incorporarán los valores de la igualdad entre hombres
y mujeres y la diversidad cultural en todos los ámbitos de la vida política y social207 .
En el segundo p árrafo del p reámbulo de la Ley de Ordenación General del Sistema
Educativo se indica:
El objetivo prim ero y fundam ental de la educación es el de proporcionar a los niños y a las
niñas, a los jóvenes de uno y otro sexo, una formación plena que les permita conformar su
propia y esencial identidad, así como construir una concepción de la realidad que integre a
la vez el conocim iento y la valoración ética y moral de la misma. Tal formación plena ha de
ir dirigida al desarrollo de su capacidad para ejercer, de manera crítica y en una sociedad
axiológicam ente plural, la libertad, la tolerancia y la solidaridad208 .
Sierra i Fabra no trata en sus libros la normativa v igente en cuanto a la educación en
valores, ni su marco axioló gico, p ero sí se p reocup a de la formación del ind ividuo como
persona en el sentido pleno que encierra esta p alabra y sabe calibrar la magnitud de los
valores educativos y su imp ortancia para p oder convivir democráticamente en la sociedad
actual.
206
CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN: Constitución Española, Sevilla, 1985, p. 20.
CONSEJERÍA DE GOBERNACIÓN: Estatuto de Autonomía para Andalucía, Sevilla, 2007, p. 13.
208
DELEGACIÓN PROVINCIAL DE EDUCACIÓN Y CIENCIA: Ley de Ord enación General del Sistema
Educativo, Málaga, 1990, p. 13.
207
105
José R. Co rtés Criado
En algunas de sus obras se p reocup a directamente de la p roblemática edu cativa y
deja constancia de ello p or medio de las manifestaciones de sus p rotagonistas, p or las
reflexiones del narrador y p or la inclusión de algunos datos extraídos de la p rensa diaria.
Por ejemp lo, en Las Furias se p ueden encontrar los comentarios que realiza el
profesorado respecto a su labor docente, y la mejor manera de atajar los p roblemas de
convivencia en las au las, insistiendo en que han de educar, y no limitarse únicamente a
enseñar.
Las p alabras de la Jefa de Estudios del instituto son determinantes: “no nos
engañemos. Ya hemos cerrado bastante los ojos. Todos p ensamos que los elementos
perturbadores acabarán y éndose, y hasta los ap robamos p ara que no rep itan curso. Nos los
quitamos de encima. Pero cada año llegan relevos, y siemp re es la misma can ción. No
209
sabemos y a cómo atajarlos. Y no sólo nosotros”
.
En la misma obra se cita un extenso artícu lo periodístico qu e refleja el p roblema d e
la violencia escolar en los centros educativos, donde se exp one: “y a no es un hecho aislado,
sino una realid ad con la que hay que convivir y a la que hay que enfrentarse p ronto y con
medios”, p orque “ cualquier jov en es hoy víctima y verdu go en muchos centros de
210
Esp aña” .
Igualmente se informa de qu e no se trata de un fenómeno exclusivo d e familias
desestructuradas ni de barrios marginales, y de que la ejercen tanto chicos como chicas,
concluy endo que “hoy en día ya no hay referentes familiares, y ese hueco lo ha llenado la
pandilla o la tribu urbana de turno, ayudada p or la televisión -un ado lescente qu e ve tres
horas de televisión al día acab a sus estudios con cientos de miles de actos violentos en la
memoria- y p or imanes en ap ariencia legales como el fútbol y su entorno, auténtico motor
del odio actual entre ciud ades y comunidades esp añolas”
209
210
211
211
.
SIERRA I FABRA, Jordi: Las Furias, M., Alfaguara, 2000, pp. 32-33.
Id., p. 162.
Id., pp. 162-163.
106
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La trama central de Las Furias versa sobre la violencia estudiantil, y a lo largo d e su
desarrollo ap arecen otros elementos que configuran el entramado de una radio grafía
realizada a la sociedad actual, mostrando distintos ángulos de un a realidad que, de tan
cercan a, no nos parece anormal.
La historia co mienza con un brote de vio lencia en un momento, en unas
circunstancias y en un lugar concreto: un aula. Gracias a la investigación de una p eriodista
se conocen sus ramificacion es en la calle, reflejadas en el acoso al p rofesor, que, tras
sentirse fracasado p rofesionalmente y horrorizado ante los acontecimientos, intenta
suicidarse; y en un caso anterior, más hiriente, más doloroso si cabe, el que p adeció otra
profesora del instituto con ganas de enseñar y ánimos p ara vivir, convirtiéndola en un ser
triste, apocado y asustadizo, que nunca más volvería a llevar una v ida normal ni p odría salir
de casa sin temor a ser asaltada p or unos desconocidos que la humillen, la asusten e incluso
la violen.
El generador de estos dos actos es un alumno del instituto, de los llamados
disruptivos, otra víctima de la sociedad; es un ser con un p erfil agresivo, que muestra una
actitud antisistema en todo momento, y un odio inusual a las p ersonas distintas,
esp ecialmente a los homosexuales.
Sierra i Fabra muestra al p rotagonista, Ezequiel, como un a p ersona muy conflictiva,
con grand es caren cias en educación, cariño, co mp rensión, y una escala de antivalores
morales muy desarrollada, p ero en todo momento responsable de sus actos.
El escritor no disculp a al autor de tales actos, sino que viene a mostrar cómo detrás
de cualquier conducta disrup tiva se ocultan otros p roblemas que es p reciso no descu idar,
porque los conflictos no surgen de la noche a la mañana.
La novela no intenta enju iciar ab iertamente un as conductas, sino que mu estra una
serie de problemas sociales, intentando hacer ver al lector que la solución a esos conflictos
no p uede venir desde un a sola dirección, sino que deb e ser un compromiso serio y
107
José R. Co rtés Criado
resp onsable de todos los sectores sociales: p rofesores, alumnos, familias, medios de
comunicación, instituciones públicas, etc., si verdaderamente se quieren erradicar los
problemas.
2.2.- MARCO AXIOLÓGICO.
El simp le hecho de estar recogidos estos p rincip ios ideológicos en determinados
documentos fundamentales de los qu e emanan nuestra forma d e gobierno y nuestro sistema
educativo no p resup one que constituy an p arte de la forma de p ensar y de actuar de toda la
ciudadanía, p orque los actos cívicos, éticos o morales no se p roducen p or influencia
ambiental n i p or estar reflejados en normas legales.
Para que los individuos p ercib an la imp ortancia que en una sociedad democrática
tiene el hecho de asumir unos valores p ersonales, es necesario llevar a cabo un p roceso de
aprendizaje concreto, por medio del cual cad a persona interiorice las creencias que
favorezcan la convivencia entre iguales. “Nadie, p ues, tiene derecho a imp oner sus
creencias y valoracion es a los demás”
212
.
Los valores han de ser entendidos “como una creencia básica a través de la cual
interp retamos el mundo, damos significado a los acontecimientos y a nuestra p rop ia
existencia”
213
; asimismo, dichos valores deben facilitar la p articip ación crítica y voluntaria
en todos los asp ectos de la vida diaria.
En particular, el alumno necesita conocer las estructuras sociales, los m arcos jurídicos que
las posibilitan y las instituciones históricas que las realizan. […] La enseñanza de este
asunto constituye el núcleo central de una m ateria de educación ético-cívica214 .
212
FERNÁNDEZ DEL RIESGO, Manuel: “ La posmodernidad y la crisis…”, cit., p. 84.
GIL MART ÍNEZ, Ramón: “ Diez valores en el aula y la tutorí a: una experienci a”, en CAMPS, Victoria et
al.: cit., p. 38.
214
SERNA, J.: “ El proyecto CIVES”, Cuadernos de Pedagogía, nº 186, noviembre, 1990, p. 20.
213
108
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Determinados sistemas educativos, incluido el esp añol, continúan siendo sometidos
en este nuevo siglo a reformas curriculares, que si bien analizan y tratan de adaptar las
enseñanzas a las características de los ciudadanos a quienes se dirigen, así como modificar
las formas de promoción y /o acceso a determinados tramos educativos, no cuestionan la
educación en v alores o educación moral y cív ica qu e han d e recibir los educandos, sino que
se p otencia una formación crítica y racion al de la misma.
La Educación Moral supone un proceso que lleva a la persona a construir racional y
autónomam ente sus valores. Media nte este proceso la persona no únicamente se adapta a
las normas establecidas sino que, a través de la razón y el diálogo, trata con aquellos
temas que percibe com o problem áticos, temas que conllevan un conflicto de valores215 .
Todo conflicto de valores debe conducir a la clarificación de los mismos y a
convenir su utilid ad para la formación de nuestra p ersonalidad d esde una op ción
resp onsable y libre que nos capacite como seres hu manos, p orque “una educación centrada
en los valores es una educación centrada en el hombre, p ues el hombre está, p or su mismo
ser, llamado a la realización d e valores” 216.
Pascual Marina advierte que tanto la instrucción co mo la reflexión p rop orcionan a
las p ersonas determinados sistemas de valores que modificarán su conducta si p reviamente
han p asado a formar p arte de la p ersonalidad del individuo, y añade:
El carácter objetivo-subjetivo del valor hace que sea necesario el contacto de la persona
con su propia experiencia para darse cuenta de sus verdaderos sentim ientos respecto de los
valores y de sus opciones valorales217 .
El interés en qu e las p ersonas reciban este tip o de educación viene d ado
precisamente p or la falta que de ella se ap recia en la socied ad actual, deb ido a una anomia,
-entendida en el sentido que Durkheim introdujo este nuevo con cepto en su obra titulada
División del Trabajo Social-, provocada al p arecer p or el tipo de desarrollo y evolución de
la humanid ad en este tramo de nuestra historia que nos ha tocado vivir y , p orque quizás “a
215
216
217
BUXARRAIS, Mª Rosa: cit., p. 84.
PASCUAL MARINA, Antonia V.: cit., p. 21.
Id., p. 16.
109
José R. Co rtés Criado
los seres humanos nunca nos resulta fácil p onernos en el lu gar de los otros, ni siquiera
218
cuando se trata de p ersonas de nuestro entorno” .
Esta falta de valores éticos p rovoca rechazos en la cohesión social y no favorece el
bienestar común ni la convivencia p acífica, solidaria y benevolente a que debemos asp irar
como p ersonas “que deseamos ser humanas” en el sentido de estas p alabras de Fernando
Savater:
Nacemos humanos pero eso no basta: tenemos también que llegar a serlo. ¡Y se da por
supuesto que podem os fracasar en el intento o rechazar la ocasión m ism a de intentarlo! 219
La p reocup ación p or estos valores en el ámbito internacional quedó p lasmada en el
Informe de la Comisión In ternacional de Educa ción para la UNESCO qu e coordinó
Jacques Delors. Este informe concretó las bases en que deb ía ap oy arse la educación p ara el
siglo XXI: ap render a ser, ap render a conocer, ap render a hacer y ap render a vivir juntos.
Los tres p rimeros se ocup an de la formación del hombre y de la mujer desde una
persp ectiva p ersonal, atendiendo a los asp ectos cognitivos y p rácticos; mientras que el
cuarto hace referencia al asp ecto social, al gregarismo d el ser humano.
Actualmente el ser humano no limita su socialización a su ald ea o región dond e
habita, sino que vivimos inmersos en una sociedad globalizada, lo que quiere decir que los
estados nacionales, aun siendo soberanos en sus respectivos territorios, p ierden p arte de su
autonomía en acuerdos transnacionales, y sus p rogresos o recesos económicos, ecoló gicos,
culturales o p olíticos, afectan al desarrollo del p laneta, entrelazándose culturas, p olíticas y
economías distintas.
La globalidad significa lo siguiente: hace ya bastante tiempo que vivimos en una sociedad
mundial, de m anera que la tesis de los espacios cerrados es ficticia. No hay ningún país ni
grupo que pueda vivir al margen de los demás220 .
218
VILLANUEV A, Rafael: “Ponerse en el lugar del otro”, Trabajadores de la Enseñanza, nº 273, M.,
noviembre 2002, p.15.
219
SAVATER, F.: El valor de educar, B., Círculo de Lectores, 1997, pp. 25-26.
220
BECK, Ulrico: cit., p. 28.
110
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Este sentido de glob alización no deb e hacer pensar en la uniformación ideoló gica,
cultural y social de todos los hab itantes del p laneta Tierra. En nuestros días es fundamental
aprehender que “glob alización y diversidad cu ltural son realidades con las que hay que
convivir y entre las que hay que buscar un equilibrio para lo grar una convivencia p acífica y
el crecimiento y enriquecimiento del niño en una sociedad p lural” 221.
Si en ép ocas anteriores la p reocup ación educativa de la sociedad ha ido encaminad a
a formar al ho mbre en su inteligencia p ráctica, p ara qu e fuera apto en el campo de la
investigación, del estudio, de la p roducción económica, d e la inv estigación, etc.; hoy se
tiende a formar al individuo en un human ismo que contemp le al hombre y a la mu jer como
entes a los cuales hay que educar globalmente tanto en sus asp ectos cognitivos y técnicos
como en sus aspectos filosóficos, humanistas, emocionales y sociales.
No debe olvidarse el imp acto en el mundo educativo y en amp lios sectores de la
población gen eral del libro Inteligen cia emociona l de Daniel Goleman, que p reconiza la
negación d el coeficiente intelectual como eje p rincip al del éxito entre el ser hu mano, y
proclama la existencia d e otros factores -la conviv encia, el op timismo, la emp atía o el
autocontrol-, considerados como los verdad eros resp onsables del éxito económico, social o
sentimental entre las p ersonas:
A diario, los periódicos nos acosan con noticias que hablan del aum ento de la inseguridad
y de la degradación de la vida ciudadana, fruto de la irrupción descontrolada de los
impulsos222 .
Para Goleman, la emp atía, el autocontrol, la motivación, el op timismo, etc., p ueden
configurar un ciud adano con may or resp onsabilidad, asertividad, co mprensión de los
demás, sentido de la democracia, habilidad en la resolución de conflictos, etc., justificando
así la necesidad de un a edu cación global que abarque la formación del individuo en cu anto
a saber vivir con los demás en el siglo XXI.
221
VALERO GARCÉS, Carmen: “ Globalización y diversidad cultural”, en FERNÁN DEZ V ÁZQUEZ, José
Santiago, et al.: Realismo social y mundos imaginarios: una convivencia para el siglo XXI, Alcal á de
Henares, Universidad, 2003, p. 720.
222
GOLEMAN, Daniel.: Inteligencia emocional, B., Círculo de Lectores, 1997, p. 11.
111
José R. Co rtés Criado
De esta preocup ación p or la construcción de un mundo donde imp ere la conviv encia
pacífica y la distribución de riquezas alcan ce a todos sus habitantes, ha germinado la
publicación conjunta por p arte del Banco Mundial, la OCDE, la ONU y el FM I, del
documento ¿Un mundo mejor para todos?, citado por Vicens Fisas, titular de la cátedra
UNESCO sobre la Paz y Derechos Humanos de la UAB, donde se recetan los siete
objetivos básicos que debe cump lir la sociedad internacional en quince años, p ara mejorar
nuestra coexistencia:
Reducir a la m itad el número de personas que viven con un dólar o menos al día,
garantizar que todos los niños y niñas del m undo estarán escolarizados en enseñanza
primaria, invertir más en educación para que la tasa de escolarización en prim aria y
secundaria sea igual para niños y niñas, reducir la tasa de mortalidad infa ntil a un tercio,
rebajar a la cuarta parte la m ortalidad ligada al parto, garantizar el pleno acceso a los
sistem as de control de natalidad, desarrollar estrategias de crecim iento sostenible y
asegurar que las políticas económ icas estarán diseñadas para recuperar los recursos
naturales destruidos en los últim os años223.
Actualmente existe una situación de desigualdad estructural mundial que es “el
caldo d e cultivo d e otros muchos males sociales, co mo la corrup ción y el surgimiento de
elementos mafiosos, el autoritarismo, el racismo y la xenofobia, la in comp rensión y la
intolerancia p ersonal y cultural, las guerras y el terrorismo, la marginación social de los
pobres, el machismo y el maltrato psicológico y físico de niños y mujeres”
224
.
Por todo ello, habrá que h ablar de Derechos Humanos, también desde un p lano
diferente, p orque las circunstancias actuales no son idénticas a las de 1948, cuando se
proclamaron universalmente, y p orque hoy se investiga el desarrollo humano d esde una
postura ecológica, tal como p reconiza Bronfenbrenn er:
La perspectiva es nueva en cuanto a su concepción de la persona en desarrollo, del
ambiente y, especia lm ente, de la interacción que se desenvuelve entre ambos225 .
223
FISAS, Vicens: “ Los desafíos del mundo contemporán eo y la p az”, en MUÑOZ, Fran cisco A. et al.: cit.,
pp. 30-31.
224
Id., pp. 111-112.
225
BRONFENBRENNER, Urie: La ecología del desarrollo humano, B., Paidós, 1987, p. 24.
112
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Es p reciso recordar que ese nuevo enfoque de la sociolo gía en laza con los
planteamientos clásicos del siglo XIX y p rincip ios del XX, en el análisis de las relaciones
entre la edad de los individuos y las estructuras sociales, si bien cada ép oca se atiene a sus
características histórico-sociales.
Como apunta Lóp ez Jiménez, la relación entre los estados de desarrollo social y los
niveles progresivos de cono cimiento los analizó Comte; el impacto potencial de la
industrialización en el significado de la edad fu e observado p or Marx y Engels; de las
conexiones entre la edad y la integración social, se ocup ó Durkheim; y , a comienzos del
siglo XX los ecólo gos urbanos de la ciudad moderna exp loraron los efectos de la
desorganización social en los jóvenes urbanos:
Mannheim da un giro im portante a las investigaciones al fijar su atención en el papel de
las generaciones como agentes de cambio social, línea de interpretación de la cultura que
ha tenido buenos analistas entre los filósofos españoles de la época (Unamuno, Ortega,
Laín Entralgo y Aranguren por cita r algunos de los más relevantes)226 .
Por ello hoy se d eben analizar los efectos de las gen eraciones actuales en la
formación d el carácter desde la p ersp ectiva ofertada p or el denominado Estado del
Bienestar, en el que vivimos gracias a los p olíticos key nesianos, p recursores de la p olítica
cap italista basada en la inclusión, la cual d esembocó en el d enomin ado neo liberalismo, que
más p arece estar cimentado en una p olítica de exclusión, al desregular los mercados, los
flujos financieros, y erosionar los p ilares del Estado, como recuerd a Herrera Flores:
Vivimos, pues, en la época d e la exclusión g eneralizada. Un mundo en el que los
4/5 de los habitantes que lo componen sobreviven en el umbral de la miseria; y en
el que, según el in forme del Banco Mundial de 1998, la pobreza aumen ta en 400
227
millones de personas al año .
A todos estos p roblemas hay que añadir los d erivados d e la in adap tación social, d e
la falta de p erspectivas entre los jóvenes, de la injusticia manifiesta entre p aíses ricos y
226
LÓPEZ JIMÉNEZ, Ángel a: “ Cultura e identidades juv eniles modernas, consecu enci a gen eracional de los
jóvenes españoles”, en BENEDICT O, Jorge et al.: cit., p. 23.
227
HERRERA FLORES, Joaquín: “ Derechos Humanos, Interculturalidad y Racionalidad de Resisten cia”, en
MUÑOZ, Francisco A. et al.: cit., p. 118.
113
José R. Co rtés Criado
pobres, de los actos terroristas, de las consecu encias mundiales del atentado de Nueva York
el 11 de septiembre de 2001, el del 11 de marzo de 2004, en M adrid, y el del 7 de julio de
2005, en Londres; así como del p oder de las armas de destrucción masiva en nuestros días y
de la creen cia en las viejas tradiciones belicistas, como advierte Vicens Fisas, que p odrán
consegu ir que los p aíses ricos sean países poseedores de grandes armamentos, p ero no
“países más seguros, sino p aíses más amenazantes, más insolidarios, más arrogantes y más
vulnerables” 228, y a que los nuevos retos sociales no son d e índo le material, sino de otra
naturaleza.
El terrorism o es uno de ellos, pero no el único. La pobreza, la degradación
medioam biental, la corrupción, la falta de gobernabilidad, la violencia urbana, la
exclusión política y social, la ausencia de derechos humanos y tantos otros aspectos que
están en la base de los conflictos contem poráneos, no son cuestiones resolubles mediante
armam ento s sofisticados ni se pueden abordar m ediante ataques aéreos rutinarios229 .
Por eso, no es balad í intentar formar al ser humano desde un a persp ectiva más
humana y más humanizadora que nos p ermita vivir juntos en este planeta, es decir, incidir
en el cu arto p ilar del informe Delors:
Este pilar [vivir juntos], centrado en el ámbito social del aprendiz, pone énfasis en la
necesidad de comprender a los dem ás y su historia, las tradiciones y los valores
espirituales, y sobre esta base, crear un nuevo espíritu que, guiado por el reconocim iento
de nuestra creciente interdependencia y por el análisis de los riesgos y retos del futuro,
inducirá a las personas a desarrollar proyectos comunes o m anejar los inevitables
conflictos de una fo rma inteligente y pacífica230 .
La sociedad, a escala mundial, reconoce que la democracia es el modelo d e
gobierno actual que goza de may or anuencia y legitimid ad; por lo tanto, aclarar y ap reciar
en su justa valía los valores éticos que mantienen una sociedad democrática debe ser tarea
de todos sus miembros, esp ecialmente de los profesionales del campo de la educación, que
deberemos esforzarnos p or educar democráticamente en clave human ista desde una ética
universalista, entendida “como baluarte p ara la defensa de los derechos de todo hombre,
228
FISAS, Vicens: cit., p. 27.
Id., p. 28.
230
YUS RAMOS, R.: “T emas transversales y educación en valores: la educación del siglo XXI”, Aula de
innovación educativa, nº 105, octubre, 2001, p. 74.
229
114
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
más allá o más acá de las diferen cias cu lturales”
231
, teniendo p resente la afirmación de
Durkheim: “En cierta man era somos universalistas en ideas más que en actos. Pensamos
232
para la humanid ad más, quizá, que actuamos para ella”
.
Si bien, ante el comp rometido interrogante de Victoria Camps, “¿dónde se ap rende
a ser ciudadano?”, ella misma resp onde: “No sólo nadie se hace cargo de ello, sino que
incluso parece mal en cargárselo a alguien” 233. Fundamenta dich a afirmación argumentando
que las declaraciones oficiales en pro de una formación d e la p ersonalidad humana,
reco gidas en declaraciones, constituciones y ley es, son hermosas p alabras que p ermanecen
casi ignorad as, y añade:
Hoy podemos hablar con fundam ento de una cierta abdicación de la educación por parte
de todos: fam ilia, escuela, política, m edios de comunicación. Unos han abdicado porque se
han tecnificado en exceso, otros por m iedo a parecer dogmáticos o impositivos, otros,
porque nunca se han sentido responsables de la educación ciudadana234 .
En el sistema social se observan conductas que no crean armonía entre los deseos
de la p oblación y la realidad a la que se enfrenta. Por una p arte existen organismos que se
gobiernan democráticamente y son avalados p or sus votantes, conviviendo con otras
instituciones no elegidas p or sufragio universal, que influy en en la vida de los ciudadanos
tanto o más que los gobiernos, co mo exp licita Ly otard:
La clase dirigente es y será cada vez m ás la de los “decididores”. Deja de estar constituida
por la clase política tradicional, para pasar a ser una base formada por jefes de empresas,
altos funcionarios, dirigentes de los grandes organismos profesionales, sindicales,
políticos, confesionales235 .
Dentro del segundo grupo, se pueden citar los medios de comunicación de masas y
el poder económico, cuy a influencia es evid ente en todo el orbe, homogeneizándolo
cultural y económicamente, sin atender las diferencias que sep aran a unos individuos de
231
PÉREZ T APIAS, J. A.: Claves humanistas para una educación d emocrática : De los valores humanos al
hombre como valor, M., Alauda/Anaya, 1996, p. 42.
232
DURKHEIM, Émile: cit., p. 288.
233
CAMPS, Victoria: “ Educar en valores: un reto educativo actual”, cit., p. 18.
234
Id., p, 20.
235
LYOT ARD, Jean François: La condición postmoderna, M., Cátedra, 1989, pp. 35-36.
115
José R. Co rtés Criado
otros o transmitiendo determinados valores consumistas, desp ilfarradores, insolid arios. Lo
que p rima es la eficacia, la co mp etitividad y el enriquecimiento urgente, sin imp ortar
demasiado los procedimientos segu idos p ara tal fin.
Una muestra de violencia estructural resp ecto a la información viene dada p or el
sesgo que imp onen a determinad as noticias las agencias resp onsables de su distribución.
Otro indicador esp ecialmente man ifiesto es la creación de una oficina d e
desinformación norteamericana, con la finalidad de d ifundir noticias que beneficien los
intereses del p aís más p oderoso del planeta. Las informaciones p ueden ser verdaderas o
falsas y afectar a p aíses amigos o enemigos, su único interés es qu e sirvan p ara crear
ambientes favorab les a las op eraciones b élicas estadounidenses, co mo p ublicó El País el 20
de febrero de 2002 y reco ge Pérez Blanes:
La Oficina de Influ encia Estratégica (OIE), discretam ente creada tras el 11 de septiem bre,
tiene entre sus objetivos el de colocar noticias favorables a los intereses de EEUU en
medios inform ativos internacionales236 .
Igualmente se observ a có mo llegan d eterminados mensajes con una man ifiesta
preocup ación por el equilibrio eco lógico, al mismo tiempo que otros informan de los
niveles de contamin ación qu e p roducen las industrias, sin que ap arentemente se observe
que se tomen medidas proteccionistas del medio ambiente; y como dice Wan gari Maathai,
237
la p remio Nóbel de la Paz en 2004, “degradación ambiental y p obreza van juntas” .
Otras veces la p oblación se siente confundida al ser recep tora de mensajes
contradictorios emitidos sobre un mismo asunto, según sea remitido por una u otra
institución, como es el caso de la LRU, o al intentar analizar el p orqué de los datos
exp uestos en el informe d e la ONU de 1998, que recoge Calvo Buezas:
Los 225 personajes m ás ricos acum ulan una riqueza equivalente a la que tienen los 2.500
millones de habitantes más pobres (47% de la población). [...] el 20% de la población
236
PÉREZ BLANES, Joaquín: “¿Es pacífica la realidad in fo rmativa?”, en MUÑOZ, Fran cisco A. et al.: cit.,
p. 221.
237
“ Entrevista”, El País, 10/12/04, p. 34.
116
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
controla el 86% de la riqueza mundial. 1.300 m illones de pobres viven con ingresos
inferiores a un dólar diario238 .
Valgan como muestras de la dicotomía en la que se mueve la ciud adanía los casos
anotados anteriormente y sirvan d e reflexión, p orque de lo que se trata es de conseguir que
las p ersonas “aprecien, exp erimenten, conozcan, valoren críticamente, elijan e integren en
su p ersonalidad un sistema de valores básicos p ara la vida y para la convivencia; un sistema
de valores qu e favorezca, en ellos y en ellas, la construcción de su p rop ia identidad y que, a
la vez, les sirva, como comp onente esencial, en la elaboración de sus p rop ios p royectos de
vida”
239
.
La democracia, tanto en su vertiente social como p olítica, debe alcanzar los niveles
anhelados p or los ciudadanos sin dev aluar las exp ectativas dep ositadas en ella, p ara lo cu al
debemos ahondar en sus valores tanto en su dimensión indiv idual como co lectiva.
Una anomia social crea en los indiv iduos frustraciones, desencanto, rech azo de las
instituciones y menosp recio del d iálo go y del uso de la razón p ara la solu ción de conflictos.
Si queremos evitar la alteración de la conviv encia democrática, debemos reflexionar y
hacer reflexionar a las nuevas gen eraciones sobre el esfuerzo p ersonal necesario de cada
uno p ara elaborar criterios éticos y morales, democráticos y solidarios.
Lucini consid era que la edu cación moral ha de p otenciar la cap acid ad de orientarse
con autonomía, racionalidad y coop eración en toda situación en la cual surja un conflicto de
valores. Y afirma:
[La educación moral] no es, pues una práctica social reproductora, no puede asociarse
con prácticas inculcadoras de determ inados valores, sino que debe entenderse como un
espacio de cambio y transformación personal y colectiva, com o un lugar de emancip ación y
autodeterminación240 .
238
239
240
CALVO BUEZAS, T omás: cit., p. 3.
GONZÁLEZ LUCINI, Fernando: Temas transversales y educación en valores, M., Anaya, 1994, p. 26.
MARTÍNEZ MART ÍN, M.: “El estado de la cuestión”, Cuadernos de Pedagogía, nº 201, 1992, p. 8.
117
José R. Co rtés Criado
Valorizar la formación moral y ética del indiv iduo, p ermitirá a éste analizar
críticamente y en sus justos términos la realidad que lo rodea; también le facilitará la
convivencia con los demás el hecho de comp rometerse con la socied ad y respetar las
normas que faciliten la conv ivencia p acífica y democrática. Se trata de v ivir de acuerdo con
unas normas morales, como recuerda Freinet, “la moral no se enseña, se viv e” 241.
La educación moral se incluiría dentro de la educación en valores, por considerar que ésta
trata de un ám bito conceptual más amplio al abarcar también, adem ás de los valores
morales, los valores estéticos, religiosos, cívicos, vitales, científicos o jurídicos242 .
De nada sirve imp artir unas magníficas lecciones teóricas de moralidad, si no se v en
refrendadas en la p ráctica cotidiana; no hay que ap render unos concep tos sino
aprehenderlos, hay que alcanzar una praxis perfecta. De nada serv iría conocer los riesgos
que conllev a una p rolongad a sequía en el camp o, si nos dedicamos a encend er fogatas sin
ningun a precaución :
La m oral es como la gramática. Podemos conocer perfectam ente las reglas pero ser
incapaces de aplicarlas en la vida diaria243 .
Por todo lo dicho hasta ahora, hay que p rofundizar en los conceptos que designan
valores co mo acep tación de las d iferencias tanto p olíticas co mo p síquicas, o en función d el
sexo, de la edad, de la cultura, de la p rocedencia, de la tenden cia sexual, del estado de
salud, de las creen cias y op iniones, entendiendo “que el camino educativo ante la diferencia
no p uede ser aquel que trate de ocultarla, minimizarla o ignorarla”
244
, y que de la
confrontación de id eas surgen princip ios formativos.
Antonio Bolívar Botía manifiesta a este resp ecto:
Hay unos valores m ínimos de una vid a digna (paz, libertad, igualdad, justicia y
solidaridad) y unos princip ios de una vida en común (responsabilidad, tolerancia, diálogo,
241
242
243
244
3
FREINET, Celestine: La educación moral y cívica, B., Laia, 1979 , p. 17.
PAYÁ SÁNCHEZ, Montserrat : cit., p. 164.
FREINET, Celestine: cit., p. 15.
VILLALBA MART ÍNEZ, F. et al.: cit., p. 14.
118
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
honestidad, cinismo, etc.), de los que se derivan normas, hábitos y actitudes que no
plantean especial conflicto245 .
Joan Doménech i Fran cesh consid era que la edu cación en valores sigue comp lejos
itinerarios en toda p ersona que con frecuencia se escap an al control de los educadores, p or
lo que su transmisión “se p roduce a p artir del p ropio ejercicio de éstos: a través de las
relaciones p ersonales, [...] de las formas organ izativas educativas, de las actitudes en el
trabajo, de los modelos de conducta, de los medios de comunicación e información, de las
relaciones sociales, del entorno social, familiar, cu ltural...
246
Habrá que incidir en los términos justicia, libertad, solidaridad, multiculturalid ad,
interculturalidad, diálogo, confrontación de id eas, justicia..., y conocer los Derechos
Humanos, la Constitución, los Estatutos de Autonomía, p ues ello va a p ermitir recono cer,
asimilar y construir normas de convivencia p ara el siglo XXI, p orque “la verdadera
pluralidad no radica en dejar a cad a cual con sus p rop ias ideas, creencias, culturas o
intereses, sino en p oner las condicion es de ausencia de autoritarismo y p rejuicio”
247
.
La educación intercultural debe formar ciud adanos resp etuosos con
la
multiculturalid ad de la sociedad tan d iversa e interdep endiente en qu e viv imos, e intentar
paliar los brotes xenófobos y racistas que reap arecen en p eríodos de crisis económica o
social. Deb e, asimismo, sup erar la p remisa etnocéntrica, co mo recuerdan Sales y García en
sus Programas de educación intercultural, p orque la cultura recep tora no es sup erior a las
demás, ni es suficiente con integrar las culturas diferentes en la may oritaria, aunque sí h a de
haber una reflexión sobre los valores que se op ongan a los derechos de la p ersona, p ara
intentar su erradicación.
Ambas autoras afirman qu e el interculturalismo trata de comp ensar los efectos del
asimilacion ismo y el p luralismo cultural, tendiendo a crear un a cultura, din ámica y
cambiante que permita el enriquecimiento mutuo entre grup os culturales diversos:
245
BOLIVAR BOT ÍA, Antonio: Educar en valores. Una educación de la ciudadanía, Sevilla, Junta de
Andalucía, 1998, p. 69.
246
DOMÉNECH I FRANCESH, Joan.: “Educar en valores”, Cuadernos de Pedagogía, nº 205, 1992, p. 56.
247
MOUGÁN RIVERO, J. Carlos: “El significado educativo de la democracia”, Andalucía Educativa, nº 44,
2004, p. 8.
119
José R. Co rtés Criado
[El interculturalismo] No considera a nin guna cultura superior a otra y con derecho a
dom inarla, pero tampoco comparte con los relativistas que todas las culturas valgan
igual248 .
Reitero que a todo lo exp uesto se debe agregar que la ética, entendid a como en la
Grecia Antigua, es d ecir, como la formación del carácter d e las p ersonas, debe inducirnos a
un p roceso de socialización fundamental e imp rescindible para consegu ir un mundo más
civilizado y crítico con el p resente a fin d e conformar una sociedad más solidaria, tolerante
y democrática.
O en p alabras de Victoria Camps:
Los tiempos nunca son buenos para la ética, porque la ética exige, ante todo, autodom inio,
y el autodom inio es costoso y nos pide sacrificio. Nos pide fortaleza de ánimo, "templanza",
una virtud tan ignorada que la palabra que la nombra hay que entrecom illarla pues ya ha
dejado de formar parte de nuestro vocabula rio249 .
Para recap itular las ideas exp uestas, debería recordarse que el crecimiento personal
conllev a una serie de conflictos internos, y que la vida es una continua elección entre
distintas op ciones y que cada vez que se opta p or una de ellas se desecha otra, con lo cual,
si se y erra en la selección, hay que saber rectificar a tiemp o, antes de que la senda
emp rendida conduzca al ser humano hasta actitudes no deseadas o en d esacuerdo con los
princip ios éticos o morales:
A lo largo de la vida a uno le toca superar frustraciones y duelos, renunciar, acabar sin
dependencias y apegos, evitar conflictos de celos o rivalidades, crear un sentimiento de
responsabilidad moral, cultivar la autoestima, construir una identidad... Y en cada
encrucijada, en cada etapa crítica, los cuentos pueden ayudarle250 .
Es necesario sopesar las alternativas que se ofrecen, aunque con frecuen cia resulta
difícil discernir entre varias op ciones cuál es la más correcta, y a que a veces las dos
248
SALES, Auxiliadora y GARCÍA, Rafael a: cit., p. 20.
CAMPS. Victoria: Los valores de la educación, M., Anaya, 2000, p. 14.
250
ROVIRA, Alex y T RIAS DE BES, Fernando: “ La mejor receta, un cuento”, El País Semanal, 03/04/2005,
p. 96.
249
120
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
presentan actitudes contrarias a la forma d e pensar del hombre o de la mujer, o bien nos
encontramos con que lo malo tien e ap ariencia de bu eno o viceversa.
Fernando Savater se cuestiona si es mejor decir a un enfermo incurable de cáncer la
verdad sobre su estado de salud o en gañarlo p ara que sus últimos días sean menos
angustiosos, comentando sobre el acto de mentir:
La m entira es algo en general m alo, porque destruye la confianza en la palabra -y todos
necesitamos hablar para vivir en sociedad- y enemista a las personas; pero a veces parece
que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alg una ventajilla. O incluso para
hacerle un favor a alguien251 .
Para no andar a ciegas ni dejarse arrastrar p or los demás, cualquier p ersona debe
esforzarse en adquirir unos valores éticos que la humanicen, le faciliten la toma de
decisiones en determinados momentos y le permitan vivir en armonía con su forma de
pensar, porque “el hombre da un sentido a su vida y al mundo, de un modo más o menos
imp lícito, cuando afirma v alores, esto es, cuando realiza el acto moral” 252.
Del grado d e interiorización de los valores resultará la formación de la p ersona; en
dicho p roceso influy e la educación recib ida y las exp eriencias que se hay an tenido con
dichos valores, así como la intencion alid ad formativa del educador, porque son muchos los
problemas que conlleva una educación ética p or su p rop ia naturaleza.
El valor es algo que se nos muestra y nos atrae desde la objetividad de los seres pero que
reclama a la vez la captación y la interiorización por parte del hom bre quien, en últim o
térm ino es el lugar de los valores253 .
Los valores no son ficciones, ni deseos imaginarios, “son realidad es enraizadas en
nuestra cultura. Desde ellos p ensamos, actuamos, d ecid imos y damos exp licación y
coherencia a nu estra vida real”
251
252
253
254
254
. Otorgando un amp lio significado al concep to real:
SAVATER, Fernando: Ética para Amador, B., Círculo de Lectores, 1992, pp. 23-24.
QUINTANA CABANAS, José María: La axiología como fundamentación…, cit., p. 119.
PASCUAL MARINA, Antonia V.: cit., pp. 15-16.
GIL MART ÍNEZ, Ramón: cit., p.37.
121
José R. Co rtés Criado
Real no es sólo lo empíricamente observable, m edible o cuantificable. Hay otras
realidades, las que Popper sitúa en el tercer m undo, que sin ser materiales no dejan de ser
reales y existentes. Así la cultura, las ideas, el amor y el odio, la solidaridad, la justicia e
injusticia.. .255
Sup erar las diferencias y acceder a una formación en valores respetuosos con la
persona no es una ilusión. Desde la convivencia entre iguales se p uede alcanzar, y en caso
de ser consid erada un a quimera, debemos sopesar lo que d ice Galeano, en su v entana sobre
la utop ía, p orque, al fin y al cabo p ermitirá avanzar en el lo gro de nu estros objetivos.
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Cam ino diez pasos y el horizonte se corre
diez pasos m ás allá. Por m ucho que yo cam ine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la
utopía? Para eso sirve: para cam inar256 .
Las obras de Sierra i Fabra hacen reflexion ar a los lectores resp ecto a muchos de los
valores éticos necesarios p ara vivir dignamente, como ocurre en Retrato de un adolescen te
manchado, El rostro de la multitud, Nun ca seremos estrellas del rock, Sin tiempo para
soñar, Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, etc., donde se o cup a de
problemas afectivos, familiares y sociales.
Retrato de un adolescente manchado es una nov ela interesante cuy a trama comienza
en un ambiente festivo, agrad able, y se complica cada v ez más h asta p arecer una novela
negra. El final es sorp resivo, como es normal en Sierra i Fabra, y , gracias a la h abilidad de
los diálo gos y de la acción, ha evitado crear un culebrón p ropio de telenovelas.
La historia arranca con la vuelta a la abo gacía d e un señor que ded icó sus últimos
años a la p olítica y una noticia: “adolescente acusado de asesinar a su madre”. Al abo gado
le p iden por medio de una carta que asuma su defensa y le ofrecen una cantidad exorb itante
de dinero p ara ello.
A lo largo de su lectura se descubre que la señora qu e remitió la carta es una antigu a
novia del abo gado y madre bio ló gica del chico y que el abo gado es el p adre del mismo.
255
256
Id., p. 37.
2
GALEANO, Eduardo: Las palabras andantes, M., Siglo Veintiuno de España Editores, 1993 , p. 310.
122
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Se trata de salvar la vida d el hijo en contrado al cabo de d ieciséis años, cuy a
existencia era desconocid a p ara el p adre bioló gico. La madre eligió un a vida cómoda y
segura económicamente antes de reconocer su maternidad fuera del matrimon io y, aun a
sabiendas de las circunstancias adv ersas p or las que atraviesa su hijo no reconocido, se
niega a revelar su id entidad, p refiriendo mantener las ap ariencias sociales junto a su marido
y sus dos hijas, antes que dar su ap ellido a un hijo que camina p or el filo de la navaja y ha
entrado en el mundo d e la p equeña d elin cuencia.
Finaliza la h istoria cuando el abo gado resuelve el caso, demuestra la ino cencia del
joven y le p lantea a su mujer reconocerlo como h ijo para darle la op ortunidad de disfrutar la
vida juntos.
La habilidad del escritor ha conseguido no cargar las tintas en la sensibilidad, ni en
los rasgos más fácilmente criticables de la burguesía, su estatus, su ambiente cerrado y
aparentemente ideal; ni en el extremo op uesto de la escala social, ni en el b arrio marginal, o
el amb iente hostil donde se desenvuelve la vida d el joven.
El novelista ha sabido aunar las distintas historias, trenzar las urdimbres de la
misma y dejar al lector envuelto en unas reflexiones sobre lo sucedido, donde sean
cuestionados los valores morales resp ecto a la familia y a la socied ad.
Otro ejemp lo a mostrar a los jóvenes está en El rostro de la multitud, dond e se
refleja la situación en la que crece y vive la p rotagonista, una jov en solitaria, necesitada de
fama p ara sentirse imp ortante. Es un asunto que, aunque p arezca exagerado, p uede ser real
como es el caso de “El Dioni”, o d e otras muchas p ersonas que ap arecen en las p antallas de
la telev isión diariamente desp ués de llev ar a cabo cualqu ier disp arate, que ráp idamente será
sup erado p or otro más inverosímil, porque las cadenas de televisión han d e ofrecer a la
audiencia un escándalo tras otro.
123
José R. Co rtés Criado
Es una crítica a la imp ortancia que nuestra sociedad otorga a la fama como tal, p ues
la p rotagonista no desea más que ser conocida y p oder llevar a cabo su sueño: convertirse
en una actriz. Para ello asalta una sucursal ban caria, retiene a emp leados y clientes, graba
con una cámara de víd eo lo sucedido en el interior y agu arda que su abo gado firme unos
contratos con la p rensa, la televisión y la industria cinemato gráfica p ara liberar a los
rehenes y finalizar el secuestro ante las cámaras.
Uno de los p ersonajes reflexiona sobre lo sucedido, tras oír al comisario decir qu e
había que acabar p ronto con este acto delictivo, p orque si la joven conseguía su prop ósito
no iban a p oder enfrentarse a una ola de atracos p erp etrados por adolescentes ap rendices de
famosas:
El día m enos pensado pagarían a alguien para que cometiera un atraco y así poderlo
film ar. Cuando la CNN dio en directo la Guerra del Golfo, se convirtió en una leyenda de
la información. Todo el mundo la m iraba para ver caer los m isiles contra Sadam Husein en
vivo y en directo a la hora de cenar. Luego, los índices bajaron tanto que llegaron a
aceptar que o había otra guerra o tendrían problemas. Antes las contiendas las provocaban
los servicios de inteligencia, si había petróleo allí o diamantes allá, si había que cam biar
un régim en o poner a un dictador afín. Ahora eran las grandes corporaciones televisivas257.
2.3.-
LA IMPORTANCIA DE LOS VALORES EDUCATIVOS PARA LA
CONVIVENCIA PACÍFICA Y S OLIDARIA ENTRE LOS MÁS JÓVENES .
El ser humano alcanza su p lenitud en sociedad. Los robinsones, los lobos solitarios
no son sino excep ciones, casi siemp re fortuitas, a esta regla. Como ya señaló Aristóteles, el
hombre es un animal p olítico en may or grado que cualquier animal gregario; su existencia
no p uede darse eficientemente si no es en sociedad ; por tanto, todo proceso educativo d ebe
partir del desarrollo de los valores humanos:
257
Id., El rostro de la multitud, M., SM, 2001, pp. 31-32.
124
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La naturaleza, en efecto, según decim os, no hace nada sin un fin determ inado; y el hombre
es el único entre los animales que posee el don del lenguaje [...] el lenguaje tiene el fin de
indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que
es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los dem ás animales, el ser único
que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto y de las demás
cualidades m orales258 .
El len gu aje humaniza al ho mbre y lo dota de una identidad clara en el ecosistema,
pero el acto de hablar no es lo único que lo forma como persona, p orque “las palabras,
como sonidos vibrantes, no tienen de suy o ningún efecto de comunicación sin una p ersona
inteligente que las p erciba” 259. Por tanto, dialogar, co mprender, rebatir, razonar, son
funciones necesarias p ara la formación de la p ersonalidad hu mana. “Por la p alabra nos
hacemos libres, libres del mo mento, de la circunstancia asediante e instantánea”
260
.
De los p roblemas que se p lanteen a la p ersona, de la confrontación de ideas, de los
análisis qu e le p ermitan vislu mbrar soluciones a los conflictos de p ensamientos, entre otros
elementos, se va a nutrir la mente humana:
El mundo ofrece al hombre una m ultiplicidad de relaciones, que se presentan com o
problemáticas, que constituyen para él un desafío en busca de una respuesta, y en esa
multiplicidad de respuestas que él m ism o da se va construyendo261 .
Y como recuerda Ibáñez M artín, el hombre siemp re fue considerado, desde
Aristóteles hasta M ariana, como el animal viv iente que más desvalido n ace, pero “la
naturaleza había dotado al hombre de un instrumento p oderoso: la razón, mediante la cual,
aquel ser, qu e p arecía iba a morir a manos de los elementos, se transformaría en el rey de la
262
creación”
.
La razón es la base sobre la que se sustenta el saber que se inculca a los miembros
263
más jóvenes de la raza
humana, gracias a ella, “el niño construy e p or sí mismo su
258
ARISTÓT ELES: Política. M., Aguilar, 1973, p. 1413.
SAN AGUST ÍN: Obras, edición bilingüe, III Obras filosóficas, introducción y not as de Victorino
5
Capanaga, M., La Editorial Católica, 1982 , p. 582.
260
ZAMBRANO, María: El sueño creador, Málaga, Diputación Provincial, 2000, p. 12.
261
2
ECHEVERRÍA, J. Javier: Escuela y concientización, M., Zero, Lee y discute, 1976 , p. 10.
262
3
IBAÑEZ MARTÍN, José A.: Hacia una formación humanística, B., Herder, 1981 , p. 25.
263
He empleado el término raza humana en el sentido que lo hace Calvo Buezas. (véase nota 265)
259
125
José R. Co rtés Criado
personalidad con nuestra ay uda”
264
, p or lo que d ebemos actualizar los objetivos educativos
que se pretenden alcanzar en los centros escolares p ara una mejor conviv encia entre
igu ales.
Según Calvo Buezas:
La única raza existente, la raza humana, mosaico de diferentes colores, lenguas, religiones,
etnias y nacionalid ades, pero iguales en dignidad humana, en necesidades y aspiraciones,
en deseos y sueños, en ansias de justicia, paz y libertad265 .
Aunque Ben Jelloun difiere del término y emp lea el d e género humano, p ues
considera qu e existen razas an imales y que se ha utilizado el concepto de raza humana p ara
exagerar las ap ariencias físicas entre las p ersonas sin tener base científica que lo av ale.
Existe un género hum ano en el que están com prendidos los hombres y las m ujeres; unas
personas de color, altas o bajas, con aptitudes diferentes y variables. Y, lu ego, hay varias
razas animales266 .
Al margen de si es correcta o no la terminología emp leada, lo verd aderamente
imp ortante es la formación de los n iños y jóvenes en una escala de v alores, donde ser y
actuar como p ersona deba ser la base de su formación, p uesto que “el hombre no está en lo
que p iensa, sino en lo que decide y en lo que hace. El p ensamiento no es más qu e un medio
para decidir y p ara hacer” 267.
Janer M anila se ap oy a en La escuela o la guerra civil, d e Philip p e M eireu y M ar
Guiraud, p ara asegurar qu e “o bien volvemos a definir los objetivos y el funcionamiento de
la escuela (una nueva escuela basada en la educación cívica y la demo cracia, contra la
comp etitividad que p rovoca la selección abusiv a, el apartheid, el analfabetismo y el
264
265
266
267
4
FREINET, Celestine: Por una escuela del pueblo, B., Laia, 1975 , p. 24.
CALVO BUEZAS, T omás: Juventud e Interculturalidad: los jóvenes españoles…, cit., p. 34.
BEN JELLOUN, T ahar: ¿Papá, ¿qué es el racismo?, M., Alfaguara, Colección Impar, 1998, pp. 28-29.
QUINTANA CABANAS, José María: La axiología como…, cit., p. 122.
126
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
fracaso), o p odemos llegar a construir una sociedad de mafiosos y sectaria, dirigid a a la
confrontación civil”
268
.
Llegados a este p unto y dado que los valores morales se enseñan, a convivir se
puede enseñar, p ues está demostrado que las p ersonas se adhieren a opiniones
discriminatorias o sienten temor del extranjero cuando ignoran su cultura, atribuyéndole,
con frecuencia, características negativas, a p artir de estereotip os sociales que p retenden “la
deshumanización d el otro”
269
:
Detrás de la intolerancia se esconden a m enudo los propios m iedos. Las personas
inseguras consideran una am enaza todo aquello que no conocen270.
O, como argumenta la filósofa veleñ a María Zambrano:
El hom bre frente a su ig ual se llena de terror y de recelo. El hom bre abandonado,
desam parado, se llena de m iedo, se hace presa del pánico. Y lo peor del m iedo es que da
miedo; entre hombres mutuam ente aterrorizados la catástrofe es inevita ble, según con
tanta evidencia estam os viendo. La guerra actual es el producto del mutuo terror, del
miedo de unos, que dio m iedo a los otros. La angustia, el terror de todos271.
Para acabar con recelos vanos, debemos ser educados p ara saber vivir con los demás
seres vivos y con la naturaleza que nos rodea, p orque al igual que cuando nacemos n in guna
persona sabe leer, ni escrib ir, ni tamp oco distingu e el bien del mal, ni sab e de convivencia,
somos conscientes de que todo conocimiento p uede ser ap rendido, y de manera similar a
como se enseña/ap rende a usar el teléfono o a sumar, se p uede enseñ ar/ap render a ser
resp etuoso con el entorno y con los demás seres:
La identidad humana no es algo dado de una vez por todas, es siempre procesal e
inacabada y, por tanto, sometida a continua evolución; evolución que también se produce
en el ámbito de los valores. Para el ser hum ano es valor no sólo aquello que es o que
268
JANER MANILA, Gabriel: Infancias soñadas y otros ensayos, M., Fundación Germán Sánchez Ruipérez,
2002, p. 90.
269
BAST IDA, Ana: “ Desaprender l a guerra”, en Por una Europa d e paz, multiétnica e intercultural, I
Congreso Europeo de Educación para la Paz, cit., p. 68.
270
PIGHIN, G.: Transmitir valores a los niños, B., RBA Práctica, 1999, p. 78.
271
ZAMBRANO, María: cit., p. 145.
127
José R. Co rtés Criado
proyecta en el presente, sino lo que le falta, lo que le queda por hacer o lo que puede llegar
a sentir, a necesitar o a descubrir en el futuro272 .
Tradicionalmente se ha considerado al maestro o p rofesor, al mismo tiemp o que
transmisor de conocimientos científicos, como edu cador en valores; se p ensaba que la
formación d e la p ersona era un v alor imp lícito en la labor docente d iaria y no p recisaba una
dedicación esp ecial.
Hoy se ha comprobado que la vida en el aula es más rica d e lo ap reciado a simp le
vista, y que no es suficiente transmitir sabiduría p ara educar moralmente. Además, se d eben
estudiar las relaciones que no afloran a la superficie de la clase p ara conocer con exactitud
las relaciones v itales p revalecientes en el grupo de alumnos y su incidencia en la formación
de la p ersonalidad individu al de cada uno d e ellos.
La comunicación que se establece en el aula (entre el profesor y los alumnos, entre unos
alum nos y otros, entre diversas concepciones del nosotros..., entre las cosas y las personas)
tiene una extraordinaria complejidad. […] La vida subterránea del aula, y la de cada
individuo, ofrece la imagen de un iceberg navegando en un m ovido y a veces agita do mar
de relaciones273 .
Por tanto, si nos p reocup a la educación moral, es necesario p restar una atención
concreta a las interrelacion es del alumnado y entre éste y el profesorado, dado que cada v ez
son más los individuos sociales que muestran una caren cia d e normas y unas conductas
contrarias a la convivencia responsable en las aulas de nuestros centros educativos:
La profunda crisis que afecta a la sociedad occidental ha venido a desengañarnos y a
hacernos caer en la cuenta de que es preciso proponernos intencionalm ente la educación
en valores si deseamos lograr objetivos específicos en este cam po. Sin ello, lo que se logra
-lo que se ha logrado - es confusión y desconcierto274 .
272
GONZÁLE Z LUCIN I, Fernando: Edu cación en valores y diseño curricular, M., Alhambra Longm an,
1992, p. 16.
273
SANTOS GUERRA, Miguel Ángel: “ Disciplina escolar y ambiente de aprendizaje”, en MART ÍNMORENO CERRILLO, Quintina: Organizaciones educativas, M., UNED, 1992, p. 293.
274
PASCUAL MARINA, Antonia V.: cit., p. 15.
128
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Es irrefutable que “cualquier proy ecto educativo se ve limitado p or las exigencias
de la socied ad”
275
y que “el hombre es un ser condicionado. Por el mundo, por la sociedad.
Pero los condicionamientos no son sólo limitaciones, son también desafíos a su
creatividad ”
276
.
Según Pascu al Marina, “es p reciso reconocer que en la escuela actual, p or efecto d e
teorías educativas amp liamente divulgad as, ha imp erado la indetermin ación,
confusionismo y la evasión frente a los valores como fines de la educación,”
277
el
y que cada
día se habla más de ciudadanos in adap tados, de alumnos disruptivos en las aulas, de
individuos que no conviven con normalidad en la sociedad, e in cluso de integrar en los
centros educativos al “minusválido social”, como indica García Roca, al igual que se hace
con el “minusválido físico o p síquico”.
Mientras los primeros (débiles en razón de la discapacidad o del retraso escolar) han
entrado en el universo de la reforma educativa, los segundos (infractores, transgresores,
inadaptados o desviados, que de todas form as se les identifica) quedan expulsados del
marco escolar y excluidos de sus prestaciones278 .
Al mismo tiempo que formamos moralmente e integramos a los inadap tados en las
aulas, se deben marcar las p autas adecuadas p ara una mejor coexistencia en este mundo
donde nos ha tocado vivir, porque actualmente los seres humanos nos enfrentamos a
problemas intensos de diferente índole:
Algunos de ellos son globales, motivados por el increm ento tecnológico, la movilidad de
capitales financieros, la fluidez de transporte, el universo de Internet; otros son locales,
com o las contiendas entre em igrantes y lugareños en El Ejido...279
No se debe o lvidar que conv ivir, v ivir con, es un a materia de las más d ifíciles d e
aprender/enseñar y , aunque se pueda vivir de cu alquier man era, viv ir bien y en comp añía es
275
SCHWART Z, Bertrand: Hacia otra escuela, M., Narcea, 1979, p. 17.
ECHEVERRÍA, J. Javier: cit., p. 11.
277
PASCUAL MARINA, Antonia V.: cit., p. 21.
278
GARCÍA ROCA, Joaquín: cit., p. 27.
279
CORT INA, Adela. (Coord.): La educación en valores. M., Biblioteca Nueva, 2000, p. 9.
276
129
José R. Co rtés Criado
tarea de gran importancia, p or lo qu e “enseñar a viv ir juntos desde niño y para toda la v ida
constituye y a una tarea esencial de nu estro sistema de enseñanza”
280
.
Si entendemos que “la educación no es una fórmula de escuela sino una obra de
vida,” 281 y que “la moralidad es algo eminentemente humano, p orque, al incitar al hombre a
sup erarse a sí mismo no hace sino incitarlo a realizar su naturaleza de hombre,”
282
la
sociedad deb erá edu car p ara la acep tación de las diferen cias:
Es un grave error hacer de cualquier aspecto diferencial (etnia, cultura, sexo, procedencia,
opinión, etc.) el rasgo más im portante, y por tanto el rasgo definitorio de la persona. Por
encim a de cualquiera de estos rasgos diferenciales sobresale el único que podemos
considerar com o verdaderam ente definitorio de la personalidad: su dignidad como ser
humano283 .
Ap render a vivir juntos, educar p ara la tolerancia, formar en valores morales,
conocer otras formas de vida, otras costumbres, p ersonas distintas, con diferente forma de
pensar, saber acep tar, resp etar, etc., se han de ver como ideas que d eben ser imp rescindibles
en la formación imp artida a los jóvenes, si se anh ela formar ciudadanos solidarios justos, y
honrados p ara la sociedad d el presente siglo :
El razonam iento moral es la capacidad para analizar y juzgar situacio nes en las que
existan conflictos de índole m oral y proponer formas de comportam iento que tiendan a
producir los mayores niveles de justicia alcanzables en esa situación284 .
José Luis Aranguren manifestaba que el may or p roblema con el que se enfrenta la
sociedad actual no es el otrora tan cacareado desencanto, al qu e se debería añadir hoy el tan
socorrido estar achicharrado, sino la desmoralización de gran p arte de la sociedad debida a
esa falta de sentido de la existencia.
Ese no saber qué h acer en nuestra vid a, el carecer de referentes utópicos que inciten
a vivir, o esa falta de creencias que generan una crisis de valores sociales, hacen
280
281
282
283
284
Id., p. 82.
FREINET, Celestine: Parábolas para una pedagogía popular, B., Laia, 1973, p. 17.
DURKHEIM, Émile: cit., p. 163.
VILLALBA MART ÍNEZ, F. et al.: cit., p. 15.
3
PANIEGO GARCÍA, José A.: Cómo podemos educar en valores, M., CCS, 2000 , p. 83.
130
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
desembocar a los jóv enes en un conformismo social, o en un a búsqueda de p araísos
ficticios p or medio del consumo d e dro gas, y a asimilar v alores sociales economicistas,
basados en el valor material de todo lo que les rodea, sin rep arar en el valor humano, ni
siquiera durante el p eríodo de tiemp o dedicado al ocio.
El ocio moderno adopta, a través de las presiones del sistem a económ ico basado en el
consumo, pero también a través de los deseos de los ciudadanos/consum idores, la forma de
un gran mercado de actividades285.
Por tanto, urge buscar un p royecto común humanizador que dé sentido al presente
que se viva y sirva de guía de nuestra existencia y “dado que no contamos con un modelo
de p ersona ideal, ni tampoco con un mod elo p erfecto de socied ad o de escuela, recurrimos a
un conjunto de valores fundamentales mínimos y comunes, aqu ellos qu e constituy en el
común denominador”
286
de una convivencia en p az y libertad, “insep arable del resp eto, el
fomento y la p ráctica de los derechos y libertades fundamentales de la p ersona” 287.
En nuestro tiempo urge analizar los modelos culturales que la socied ad a través de
sus medios de comunicación ofrece a los jóv enes tal como d ice Henry A. Giroux:
Una reflexión que se impone a padres, educadores y otros es la de cóm o la cultura,
especialmente la cultura mediática, se ha convertido en un instrumento fundam ental, si no
el principal, en la regulación de lo s contenidos, valores y preferencias de las norm as que
fijan y legitim an determ inadas concepciones personales288 .
Las concep ciones p ersonales imp erantes en el mundo o ccid ental desp lazan la
cultura social por la cultura comercial. El consumismo, el corp orativismo, el progreso
tecnológico, h an desplazado la cultura d emocrática al serv icio de la colectividad,
considerando a los jóv enes en términos mercantiles, atendiendo a su cap acidad co mo grup o
con p oder adquisitivo suficiente p ara crear una industria al serv icio d e sus necesidades
consumistas, sin atender el p rincip io básico de una cultura democrática que ha d e invertir
en educación social hacia la p oblación escolar. Co mo sentencia Giroux:
285
DEL PINO ARTACHO, Julio, et al.: cit., p. 10.
GIL MART ÍNEZ, Ramón: cit., p. 40.
287
MARTÍNEZ LÓPEZ, Cándida: cit., p. 7.
288
GIROUX, H. A.: El ratoncito feroz. Disney o el fin de la inocen cia. M., Fundación Germán Sánch ez
Ruipérez, 2001, pp. 14 -15.
286
131
José R. Co rtés Criado
Una cultura dem ocrática proporciona los recursos institucionales y sim bólicos necesarios
para que la juventud desarrolle sus capacidades para comprom eterse con un pensam iento
crítico, participar en las relaciones de poder y en las decisiones políticas que afectan a sus
vidas, y transformar las desigualdades raciales, sociales y económicas que entorpecen las
relaciones sociales dem ocráticas289 .
Ese p royecto común debe basarse en la solidarid ad como aglutinador de otros
valores que ay uden a crear esp acios colectivos comunes donde el ser humano tenga ilusión
por vivir. Como he dicho en otra ocasión:
Creo que hace falta un debate permanente sobre el tema, porque las costumbres, la moral y
la sociedad cambian y porque los enseñantes som os muchos, muy variados y con ideologías
diversas, [...] hay que buscar los puntos que nos unan y sobre todo hay que clarificar qué
valores son los que defendemos290 .
Y como toda institución defiende directamente unos valores oficiales y p úblicos al
mismo tiemp o que insinúa otros, hay que p restar esp ecial atención a esos mensajes o cultos,
porque la simbiosis de ambos va a configurar el ideario de dicho organismo.
Según Díaz Aguado, Jackson fue el p rimero en utilizar la observación metodoló gica
en el aula, gracias a la cu al se d etectaron la existencia y la influencia de los dos tip os de
currículum, el oficial y el “otro, no tan exp lícito, que el alumno deb e ap render de forma
291
más sutil”
y a que algunas veces p resenta p equeñas contradiccion es con el primero.
Ángeles Calatrava, que fue responsable del Dep artamento de Educación en Valores
de la Consejería de Educación y Ciencia d e la Junta de Andalucía, también abo ga p or una
discusión y clarificación d e los valores que deben ser transmitidos en el aula:
Queram os o no, los centros educativos transm iten valores, es necesario ser consciente de
ello para clarificar qué valores debemos transm itir y vivenciarlos, revisando para ello, si
fuera necesario, el clima del centro, los m odelos de relación que se establecen...292
289
Id., p. 109.
CORT ÉS CRIADO, José. R.: “ Me gustaría educar en valores”, M., Trabajadores de la Enseñanza, n º 179,
1997, p. 43.
291
DÍAZ AGUADO, Mª José: cit., p. 150.
292
CALATRAVA GONZALEZ, Mª A: “ Educación en valores”, Andalucía Educativa, Suplemento 16, 1999,
p. 4.
290
132
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La educación en valores va a ofrecer a los jóvenes las bases p ara una educación
plena p ara la v ida y p ara la conviven cia, p orque la educación deb e ser global e integradora,
a la p ar que instrumento p ara el p leno d esarrollo de la p ersonalidad; no hay que obviar que
la p ráctica educativa no es una activid ad neutral, -“el p oder no es n eutro: oprime o
libera”
293
- sino que está basada en una concepción ética, y que la edu cación debe ser una
tarea humanizadora que armonice el ap render a ap render con el ap render a vivir, es decir,
debe sintetizar el desarrollo moral e intelectual del ser hu mano.
Ann Powers, en este sentido, manifiesta:
La juventud ha sido considerada, en casi todas partes, como un conjunto de problemas que
la sociedad debe gestionar: delincuencia juvenil, embarazo adolescente, consum o de
drogas.[...] Esta concepción ha llegado a enraizar tan profundamente que ha invadido el
ánim o de diversas instituciones, y la visión alternativa que considera a la juventu d com o
activo social, como grupo social con su propia visión del m undo que se com porta con
norm alidad, es escasa294 .
La imp ortancia que tiene la formación de las nuevas generaciones se adelanta en el
siguiente texto extraído del Documento elaborado p or la Dirección General de Ev aluación
Educativa y Formación del Profesorado:
Se pretende desarrollar un modelo educativo que contribuya activam ente a la formación de
personas capaces de integrarse de forma responsable y eficaz en una sociedad plural, libre,
multicultural, tolerante y solidaria, ejerciendo sus derechos, asum iendo sus deberes y
participando de forma positiva en la consolidación y profundización de los valores
dem ocráticos295 .
Además, hay que tener en cuenta que nu estra sociedad es ideoló gicamente variada y
por tanto educar p ara convivir es una tarea más compleja que la que se p ueda llevar a cabo
en una sociedad totalitaria de p ensamiento único, porque el p luralismo, tanto ideológico
como moral, así co mo la con cien cia de crisis de v alores y la falta d e un consenso acerca de
los valores que se deb en transmitir, hacen qu e esta labor resulte altamente comp leja.
293
PASCUAL MARINA, Antonia V.: cit., p. 23.
POWERS, A.: Who are these people, anyway? New York Times, 29/04/1998, p. E1, 8. T omo a través de
GIROUX, H.: cit., p. 16.
295
Andalucía Educativa, Suplemento 16, septiembre 1999, p. 5.
294
133
José R. Co rtés Criado
Se trata de formar en p rincip ios básicos de convivencia qu e además de ser
constitucionales deben ser inherentes a toda la sociedad human a, sin soslayar que se trata
de educar p ara la tolerancia en una sociedad donde la doctrina moral no es comp artida con
la anu encia de todos sus miembros. Por tanto “debemos formar a los jóvenes en unos
valores básicos p ara la vid a y la conviven cia; es decir, una educación insp irada en un
sistema de valores mínimos acep tables p or todos”296.
Tal formación debe incu lcar a los ciudad anos una formación que los haga más
resp onsables de sus actos:
Es responsable aquel que responde. El ser hum ano, a diferencia de cualquier otro, puede
hablar, explicar y justificar los actos que ha realizado con libertad; puede dar razón de
ellos. El ser humano es responsable porque es libre y, a su vez, la libertad hum ana se
fundam enta en la responsabilidad moral, es decir, en la capacid ad de la persona para
conocer el bien, los valores y, además, poderlos vivir y practicar297.
Los valores que se trasmitan deb en favorecer la conv ivencia democrática, la
acep tación de las diferen cias y el respeto a toda p ersona que discrepe de nuestra forma de
pensar, op ción p olítica, religiosa, sexu al o cultural, junto a la acep tación de que la
diversidad y el pluralismo enriquecen nu estras vidas. Por lo que debe darse una educación
“fundamentada en una base moral común que favorezca la conv ivencia d emocrática, y a la
que nadie p odríamos o d eberíamos renun ciar sin renun ciar con ello a nu estra p rop ia
humanidad ”
298
.
Por tanto, la Ética p ersonal de cada ser humano va a estar configurada p or distintos
factores: la enseñanza de valores, el p roceso de socialización qu e facilita nuestra formación,
la influencia d e los medios de comunicación y la presencia, no siemp re visible, de las
normas que comp artimos con nuestros semejantes.
296
GONZÁLEZ LUCINI, Fernando: “ Educación ética y transversalidad”, Cuaderno de Pedagogía, nº 227,
julio-agosto 1994, p. 10.
297
NOGUERA ARROM, J. en ROMERO, E. (Coord.): Valores para vivir, M., CCS, 1997, pp. 127-128.
298
GONZÁLEZ LUCINI, Fernando: cit., p. 10.
134
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Esta ética no se ap rende en nin gún manu al o curso concreto, p ero su imp ortancia se
hace p atente en el p roceder diario, en la toma de d ecision es que d eberían conducir a una
vida satisfactoria donde el ser humano comp arta valores comun es.
Para crear un clima de tolerancia, hace falta eliminar factores que ponen en peligro la paz
y la democracia, a saber: la violencia, el racismo, la xenofobia, el nacionalismo agresivo,
las violaciones de los derechos hum anos, la intolerancia religiosa, el terrorism o y la
brecha creciente entre países ricos y pobres. Estos factores constituyen una m uestra de
antivalores de la to lerancia299 .
Si los valores no están presentes en la actuación del hombre y de la mujer, o están
en op osición a sus ideas, p roducen incertidumbre y desconcierto en el qu ehacer diario,
siendo entonces p erentorio buscar valores cap aces d e ser comp artidos p or toda la sociedad,
basados en los derechos humanos, en la sup eración de discriminaciones, en la convivencia
con otras culturas y formas de pensar, y en la resolución de conflictos de forma p acífica.
Los valores son com o el aire o el agua, somos conscientes de su existencia cuando
escasean o entran en contradicción o sentim os que los hem os de hacer visibles de alguna
forma para poder conseguir niveles de coherencia y equilibrio personal o grupal300.
Cuando se habla de tolerancia no se debe entender como la obligación de tolerar
cualquier op ción vital, hecho que desembocaría en un relativismo dudoso que conduciría a
un escepticismo social, p or lo que hay que tener en cuenta la distinción que hace Victoria
Camp s:
Sin duda hay que distinguir entre una tolerancia positiva y la tolerancia negativa
consistente en instalarse en la ausencia de principios, ideas y opinio nes por comodidad301 .
Si la sociedad desea formar hombres y mujeres buenos en el sentido machadiano d e
la p alabra bu eno, debe ser consciente de que no disp one de un mod elo de ser humano ideal,
porque la sociedad es plural, pero sí cuenta “con un conjunto de valores universalmente
299
MARTÍ SOLER, M. en ROMERO, E.: cit., p. 270.
T OMÉ GARCÍA, Amparo.: “ Los valores para el siglo XX I en el contexto edu cativo”, Andalucía
Educativa, nº 27, octubre 2001, p. 9.
301
CAMPS, Victoria: Los valores de…, cit., p. 99.
300
135
José R. Co rtés Criado
consensuables, un sistema valorativo que sirve de marco y de criterio p ara controlar hasta
dónde llegan nuestras exigencias éticas ind ividual y colectivamente”
302
.
Estos valores son el resultado de muchos siglos de civilización y p ensamiento que
han fraguado un crisol de id eas, que se han dado en llamar d erechos fundamentales, que
regu lan declaraciones de p rincip ios, constituciones y demás formas de gobierno de los
hombres.
La actitud tolerante no es, por tanto, una reacción pasiva de indiferencia, sino una
voluntad activa de comprender otras formas de actuar, sentir y pensar [...] Esa voluntad de
respeto y aceptació n nace del convencim iento de que la vida de todas las personas tiene el
mism o valo r303 .
Se ha d e considerar la moral co mo el conjunto de normas may oritariamente
imp lícitas que una sociedad considera adecu adas p ara vivir en comunidad, y la ética como
justificadora o rep robadora de los co mportamientos morales según las razones
prop orcionadas desde una p ersp ectiva descriptiva o normativa, según se limite a describir
los hechos morales o a enseñar cómo hay que actuar con un a moral cív icamente correcta.
La educación cívica p retende desarrollar ante todo actitudes y normas consideradas
válidas para la conv ivencia, tanto en el ámbito educativo co mo en la v ida privada, p orque
“la educación es un sistema muy complejo en el que la escuela tiene solo una p arte y creo
que no es la más imp ortante. No es dentro de la escuela donde se ponen los cimientos de
una p ersona; se ponen antes de la escuela y fuera de la escu ela” 304.
Bolívar Botía afirma al resp ecto:
En la edad escolar la primera educación m oral com ienza con el civismo. La formación de
una ciudadanía se convierte en el objetivo prioritario de la educación, sabiendo que con
ello estamos form ando a personas con un mayor desarrollo moral305 .
302
Id., p. 15.
LUQUE LOZANO, Alfonso et al.: Educar la tolerancia, Sevilla, Díada, 2000, p. 9.
304
T ONUCCI, Francesco: Entrevista, Andalucía Educativa, nº 46, 2004, p. 37.
305
BOLÍVAR BOTÍA, A.: Educar en valores. Una educación de la ciudadanía, Sevilla, Junta de Andalucía,
1998, p. 25.
303
136
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Educar para la convivencia es el p rincip al objetivo de la edu cación. Con ello se
pretende establecer lazos sociales basados en el diálogo, la coop eración, la solidaridad, el
resp eto, que p ermitan construir actitudes morales autónomas en el ciudad ano. Por eso
Rafael Yus exp one:
Estoy convencido de que la educación que necesita no sólo nuestra sociedad, sino también
todo el planeta, es una educación integral u holística, que no se quede en las habilidades
mentales, sino que incluya las artísticas, corporales y espirituales306 .
Además hay que tener en cuenta qu e la sociedad actual es contradictoria, p ues se
asienta en distintas bases: la igu aldad, la justicia, el confort, el consumismo, el
desarrollismo, p roduciendo, p or lo tanto, desigualdades sociales.
[Nuestra sociedad] proclama la libertad y condena la violencia, pero m anipula la
inform ación y viola la intim idad personal. En la actualidad la problemática es más ética
que técnica. El desafío radica en la definición y ejercicio de unos valores personales que
nos hagan m ás responsables307 .
Ante esta situación se debería formar a los jóvenes para crear una socied ad nuev a
que no reaccione sólo cuando los p roblemas afloran al conjunto de la sociedad y se deje
llevar p or el devenir de los acontecimientos, sino que se creen actitudes p roactivas p rop ias
de sociedad es creadoras:
Sociedades que intentan “hacer” su vida en vez de “dejar que se la hagan”, que no quieren
ser sujetos pacientes, [...] Las sociedades “creativas” son justam ente las que intentan
anticipar el futuro, las que se pertrechan de un bagaje lo suficientemente sólido com o para
generar respuestas “proactivas”, las que se niegan a dejarse sorprender308.
De nuestra labor educativa va a dep ender, en parte, el que vivamos en una socied ad
cap az de detectar con p rontit ud cualquier ano mia moral y diagnosticar las medidas
correctoras ap rop iadas, p uesto que “tal vez las familias estén confiando en la influencia de
306
307
308
YUS, R.: “ Entrevista”, Cuadernos de Pedagogía, nº 300, marzo 2001, p. 45.
MARÍN GRACIA, Mª A., en ROMERO, E.: cit., p. 13.
CORT INA, Adela: cit., p. 11.
137
José R. Co rtés Criado
la escuela como contrapeso de los medios audiovisuales, a la hora de in culcarles los v alores
309
sociales”
.
Y los medios audiovisuales no han de ser menosp reciados, sino que debemos p restar
una esp ecial atención a los camb ios en la tecnolo gía d igital, p orque su revolu ción está
iniciándose en nuestros días, y tales medios van a modificar los hábitos sociales. Como
alerta Lyotard, al analizar la informatización de las sociedades, p ueden “convertirse en el
instrumento soñado de control y de regulación del sistema de mercado, extendido hasta el
310
prop io saber”
.
Similar preocup ación manifiesta Juan Luis Cebrián cuando afirma:
La sociedad digital puede ser un fabuloso instrumento de igualitarismo sin necesidad de
aniquilar la pluralidad de opciones y propuestas. Pero puede convertirse, tam bién, en una
forma añadida de dom inación. He aquí la más sublim e y aterradora de las paradojas de
nuestra moderna existencia. El hombre, inventor y dueño de la tecnología, contempla hoy
la am enaza de convertirse en su esclavo311.
El ser humano presenta siempre lo mejor y lo p eor de la esp ecie, tan p ronto se
muestra solidario co mo intolerante, siente deseos de construir o de arrasar, y en el camp o
tecnológico muestra una vez más su ambivalen cia: puede elaborar un p roducto eficaz p ara
la vida y otro que extermine todas las esp ecies vivas del p laneta; y en cuanto a la sociedad
de la información ocurrirá igual; desde una p ersp ectiva universal, todos tendremos los
mismos derechos y dispondremos de una gran cap acidad para comunicarnos, p ero desde
otra más restrictiva y oculta, se nos controlará y se nos coartarán las libertades individu ales
y colectivas.
Sierra i Fabra en Frontera no hab la sólo d e fronteras políticas o geo gráficas, sino d e
las fronteras que p onen la cultura, la religión, las costumbres ancestrales y los deseos
autoritarios de las familias p atriarcales.
309
310
311
MARTÍN SERRANO, Manuel y VERLADE HERMIDA, Olivia: cit., p. 26.
LYOT ARD, Jean François: cit., p. 118.
CEBRIÁN, Juan Luis: La red, B., Círculo de Lectores, 1998, p. 247.
138
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Muestra resp eto hacia la familia marroquí afincada en Barcelon a que p rotagoniza la
historia, p ero critica su conducta cuando no se aviene a la normativa legal esp añola: no
permitir que su hija acuda a las clases de educación física, u obligarla a casarse con un
viudo de cin cuenta y siete años en M arruecos.
A lo largo d el relato los p ersonajes intercambian información sobre el p apel de la
mujer en determinados p aíses donde su voluntad no se tiene en cuenta, ni sus derechos
como p ersona son reconocidos. Se manifiestan en contra de la facilid ad con la qu e un
marido hindú p uede divorciarse p ara volverse a casar y conseguir otra dote de su nueva
esp osa, de la ablación del clítoris a miles de niñ as musulmanas, del p ap el de la mujer en
Afganistán tras la caíd a de régimen de los taliban es, y de la obediencia ciega a los deseos
del p adre de familia, entre otros temas.
Es un relato que refleja los p roblemas de integración de las familias procedentes del
tercer mundo que traen consigo costumbres muy diferentes a las nuestras, en muchos casos
contrarias a nu estra cultura y a nu estro ordenamiento legal; y la confrontación entre
ciudadanos esp añoles e in migrantes cargada de tintes racistas y xenófobos.
De su lectura se p uede ap render a respetar los derechos fundamentales de la mujer,
y de cualquier otra p ersona indep endientemente de su origen, siempre que sus creencias y
costumbres se atengan a las leyes de nuestro país.
A lo largo d el relato, la p rofesora de Amina, la joven marroqu í, recuerd a que la
educación es la base de la formación de la p ersona y la única manera d e superar costumbres
arcaicas y p osturas intransigentes.
En La asombrosa historia del Viajero d e las Estrellas, Sierra i Fabra deja
constancia de trascendencia que otorga a la edu cación como base n ecesaria p ara la
formación de la p ersona en el diálo go qu e mantienen el juez y el reo, dos de los p ersonajes
del cuento:
139
José R. Co rtés Criado
-
¿Le tem éis al miedo?
Le temo a la ignorancia.
Yo temo más a la estupidez humana.
La estupidez hum ana es producto de su ignorancia, recordadlo312 .
Y en La biblioteca de los libros vacíos, cuando un sabio acude a un p ueblo p ara
estudiar el fenómeno por el cual las letras se desp rendieron de los libros de la biblioteca
municip al, regaña a todos los habitantes p or no leer y p or no saber que la cultura nos
diferencia de los animales y nos hace progresar, alegando a favor de los libros:
Los libros son las form as de arte más vivas de la historia de la hum anidad. Los libros los
han escrito seres humanos que consagraron su existencia a ellos, para hacer que las
nuestras fueran un poco mejor. Los libros son la verdad, y los sueños, y la realidad, y la
fantasía, y el conocim iento, y el entretenimiento, y la paz y la vida. Sí, la vida, porque los
libros están vivos, tienen alma, corazón, sentim ientos313 .
Por último, Sierra i Fabra in cluye entre sus p ersonajes una serie d e personas adultas
que darán siempre los consejos adecuados p ara un a educación en valores a cu alquier joven
que lo solicite. El tratamiento que reciben estos p ersonajes, por p arte de los p rotagonistas y
del narrador, es de resp eto y cariño.
Ahmed Luwani es un anciano ven erable que ap arece en Noche d e luna en el
Estrecho; del cual se dice: “Ahmed no mentía jamás, p orque siemp re hablaba con la
inteligencia d e su ed ad, y p orque, de todo el p ueblo, él era el único que de verd ad hab ía
recorrido el mundo, una bu ena parte de él, y conocía a los seres humanos”
314
.
En Querido hijo: estás despedido, el niño p rotagonista es exp ulsado de su casa p or
mala conducta y recib e su p rimer consejo de un anciano con qu ien se encu entra en el
parque: “Tú no pareces tonto. Sabes lo que está bien y lo que está mal. Una cosa es ser un
niño y meter la p ata, y otra muy distinta es hacer lo que te da la gana p asando de todo. ¿Y
315
el resp eto? Lo único que has hecho es demostrar que no querías demasiado a tus p adres”
312
313
314
315
.
SIERRA I FABRA, Jordi: La asombrosa historia del Viajero de las Estrellas, Bogotá, Norma, 2002, p. 91.
Id., La biblioteca de los libros vacíos, Quito, Libresa, 2001, p. 43.
Id., Noche de luna en el estrecho, B., Grijalbo/Mondadori, 1996, p. 21.
Id., Querido hijo: estás despedido, M., Alfaguara, 2000, p. 72.
140
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Y el segundo le llega del abo gado que le escribe la carta de readmisión familiar, el
cual es descrito así: “El señor José era un hombre de unos sesenta y algunos años, con cara
316
de buena p ersona, gafas, calvo y asp ecto feliz” .
Cuando la p rotagonista de La memoria de los seres perdidos d esea conocer los
sucesos acaecidos en Argentina bajo el mando del general Vid ela, acud e a un rep resentante
de una ONG, Acción d e Ayuda Directa, un adulto que no es exp erto en el tema y al que ella
dice: “Pero lo viviste, aunqu e fuese desde aquí y siendo un n iño, y lo sabes casi todo de
todos los p aíses y más. ¿A quién querías que acudiese, a una hemeroteca?”
317
En Las alas del sol el viejo Tui d a consejos al jov en Yu, el protagonista; En Kaop i,
el joven guerrero nezai los recib e de su badai (abuelo); David, joven p rotagonista en El
último verano miwok, de Tortuga veloz, chamán chupador; Patricia, en Rabia, recib e muy
buenos consejos d el escritor que acud ió a su instituto; Vania, la ún ica sup erviviente de Las
chicas de alambre, de su ay a Moraima; etc.
Por último, no es de menor imp ortancia que otra de las p ersonas venerables p ara
Sierra i Fabra es el p adre, del cual ha dejado constancia en bastantes libros, señalando las
diferentes p ercepciones que la p ersona tiene de su p adre a lo largo de su existencia como
refleja la sigu iente cita:
Un niño pequeño, a los cuatro o cinco años, cree que su padre lo puede todo. A los ocho o
nueve años descubre que su padre no lo puede todo, aunque sí casi todo. A los dieciséis o
diecisiete años piensa que su padre es un imbécil. A los veinticinco se da cuenta de que su
padre no es imbécil, sino alguien que hace lo que puede y le dejan, com o casi todo el
mundo. Así hasta que, otro día, cuando ese niño ya tiene cuarenta años, en lo único que
piensa es en que... ojalá estuviera su padre vivo para preguntarle algo318 .
316
317
318
Id., p. 93.
Id., La memoria de los seres perdidos, M., SM, 1998, p. 89.
Id., El dolor invisible, cit., p. 39.
141
José R. Co rtés Criado
2.4.- CONCLUS IONES .
De la importancia de los valores éticos en una sociedad democrática da testimonio
la amp lia biblio grafía dedicada a ellos que han elaborado exp ertos nacionales e
internacionales y el hecho de estar recogidos en documentos tales como la Declaración de
los Derechos Humanos, la Declaración de los Derechos del Niño, el p royecto de
Constitución Europ ea, la Constitución Esp añola, los distintos Estatutos de Autonomía
esp añoles, y en todas las leyes educativas p romulgadas hasta hoy como la Ley de
Ordenación General del Sistema Educativo o Ley Orgánica de Educación.
Y de la necesidad d e su imp lantación en la sociedad dan fe las declaracion es de
educadores, filósofos y p ensadores que inciden en la urgencia de asumir determinados
valores morales como h ábitos de vid a cotidiana, y a que las buenas intenciones p ueden
convertirse en p alabrería si no son asumidas como p rincip ios básicos de conducta social, ni
configuran el carácter moral de la p ersona en el sentido aristotélico del término.
Ante tamaño emp eño, la sociedad debe asumir la educación moral como un factor
decisivo en la formación de los ciudadanos y las ciudadanas d el futuro, p orque de ello va a
dep ender el p rogreso humano. Esta preocup ación p or la educación moral es fruto de los
cambios en el p ensamiento y forma de actuar de la p oblación actual.
La sociedad ha de frenar el d esinterés de determinados sectores de p oblación p or los
asuntos públicos, p ues este hecho p uede convertir la convivencia en algo comp lejo, difícil y
comp etitivo; además de au mentar el individu alismo, d isminuir la solid aridad, y aunque se
viva en una socied ad con may or p rogreso económico, no será una sociedad qu e haga felices
a sus miembros o solucion e los males del p laneta.
Pero no sólo se h a de educar, se ha de conseguir que los v alores sean deseados y
valorados socialmente p ara p oder ser considerados p unto de p artida y resultado de un
142
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
proceso interp retativo de la realidad, han de ser “las p remisas inspiradoras, los polos de
referencia unificadores de la conducta madura a la que tiende la educación ”
319
.
De los esfuerzos de todos, p rofesionales de la educación, estudiosos del
comp ortamiento humano, p olíticos y gestores va a dep ender el éxito o fracaso del emp eño
en formar una ciudad anía libre y democrática que sea moralmente acep table.
No se p uede delegar en los centros educativos toda la resp onsabilidad resp ecto a la
educación moral; se ha demostrado que los co legios e institutos ejercen un a influencia
relativa sobre determinados alumnos.
Como anota Durkheim, la edu cación moral en la familia durante los p rimeros años
ha de ser una p rop edéutica general, unas ideas sen cillas y elementales, p ero recuerda que
“si las bases de la moral no están constituidas desde la segunda infancia, es decir, desde la
edad escolar, entonces ya nunca lo estarán”
320
, y conllevará may or dificultad intelectualizar
la educación moral e interiorizarla.
También hay que asumir que el sistema educativo ha p riorizado en los ú ltimos
tiemp os la instrucción frente a la formación human ística del alu mnado y los enseñantes han
dejado de lado su labor educativa, b ien p orque en su prep aración como docentes se primó la
formación científica o p orque las etap as de experimentacion es p edagó gicas crearon
desconcierto en ellos.
Por tanto, la sociedad en su conjunto ha de p reocup arse en formar ciudadanos con
una buena educación moral, no sólo por el bien que rep ercute individualmente en el ser
humano, tanto por su forma de actuar como d e vivir conforme a la razón, si no p or el
bienestar que sup one para el conjunto de la sociedad una conviven cia moralmente sana
entre sus miembros.
319
GIL MART ÍNEZ, Ramón: “Diez valores en el aula y la tutoría: una exp erien cia”, en CAMPS, Victoria et.
al.: cit., p. 39
320
DURKHEIM, Émile: La educación moral, cit., p. 80.
143
José R. Co rtés Criado
Como todo p roceso educativo, la formación moral de los ciudadanos h a de in iciarse
en los miembros más jóvenes, de ahí la imp ortancia de imp artir una educación en camina a
dicho fin en los colegios e institutos, pues si el alumnado adquiere valores que le ay uden a
convivir p acífica y solidariamente, la sociedad futura avanzará moralmente y las personas
disfrutarán de una mejor calidad d e vida.
Además ha de resaltarse que la sociedad española ha sufrido grandes
transformaciones desde el año 1983. Entonces eras un p aís con un bajo nivel económico y
muchos de sus ciudadanos habían emigrado a otros p aíses europ eos; actualmente la
economía ha mejorado y se ha convertido en un p aís recep tor de p ersonas de p aíses
subdesarrollados con el consiguiente imp acto en nuestras conductas.
Hoy se ha de convivir con p ersonas llegadas de otras naciones muy diferentes a la
nuestra en cuanto a ideas p olíticas, religiosas, morales, econó micas, familiares… Esta
cohabitación no está exenta de fricciones y desencuentros entre comun idades, p or lo qu e se
hace más p erentoria la necesidad de educar en valores morales a toda la p oblación.
Los valores éticos, que fund amentan la b ase de una sociedad moralmente acep table,
han estado y están p resentes en la Literatura Universal y p or ende, en la d enomin ada
Literatura Infantil y Literatura Juvenil.
El análisis p ormenorizado de la p resencia de estos valores morales en las obras de
autor investigado se llev a a cabo en el cap ítulo 4 de este trabajo, esp ecíficamente en el
apartado 4.2.- El comp romiso en la obra de Jordi Sierra i Fabra, y en el 4.5.- Catalogación
de la obra d e Jordi Sierra i Fabra de acuerdo con la taxonomía de Quintana Cabanas.
144
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
CAPIT ULO 3.- LA LIT ERAT URA.
3.1.- INTRODUCCIÓN.
En este cap ítulo p retendo realizar un acercamiento a los cambios de tendencias
literarias que se han sucedido en la narrativa en las dos últimas décadas, haciendo esp ecial
hincap ié en la Literatura Infantil y Juvenil.
No se trata de efectuar un análisis exhaustivo, sino d e llevar a cabo un recorrido p or
las ideas p rincipales respecto a la Literatura Infantil y Juvenil, siguiendo las inv estigaciones
y reflexion es de los investigadores que con may or autoridad tratan el tema actualmente.
145
José R. Co rtés Criado
3.2.-
LOS CAMBIOS EN LA N ARRATIVA ESPAÑOLA DURANTE LAS DOS
ÚLTIMAS DÉCADAS.
Los cambios acontecidos en la mentalidad contemp oránea se h an visto reflejados en
toda manifestación artística, cultural, científica o técnica, y esp ecialmente en las obras
literarias, tanto en la literatura destinada a un lector adu lto como en la dirigida al p úblico
infantil y juvenil.
De los géneros literarios, la narrativa es la más difundida y la que goza d e may or
acep tación entre los lectores; la p oesía está menos divu lgada, y el teatro suele ser el género
olvidado p or la may oría de los editores, p arece existir casi con temor a p rop agar sus
virtudes. Por tanto, al hablar de literatura, solemos referirnos a la narrativa, porque es la que
goza de may or predicamento.
Esta reflexión es ap licable a todo tip o de literatura, tanto la que se escrib e p ara el
público en general co mo la d irigid a a niños y jóv enes. La p oesía y el teatro son géneros en
los que las ed itoriales no confían, d e ahí su escasa repercusión en el mercado editorial y su
casi total ausencia d e las bib liotecas esco lares.
Resp ecto a la p oesía, declara Antonio A. Gómez Yebra, director de la colección de
poesía infantil y juvenil Caracol: “Que las grandes editoriales no se interesen p or la edición
de p oesía infantil significa que los niños apenas encuentran la poesía adecuada a sus
321
intereses estéticos y afectivos y ap enas acceden a ella”
.
La narrativa en Esp aña siemp re ha gozado d e una bu ena aceptación y ha seguido un
desarrollo acorde con las circunstancias h istóricas; hasta el final d e la década de los setenta,
momento en el que “se p roduce un estancamiento en nu estra narrativa, la cual refleja un
cierto ‘desnortamiento’. Ha d esap arecido la narrativa social y ha retrocedido la
exp erimental y se imp one buscar una nueva salida”
321
322
.
GÓMEZ YEBRA, Antonio: “La edición de poesía infantil”, CLIJ, nº 157, febrero, 2003, p. 61.
SANZ VILLANUEVA, Santos: “El siglo XX. Literatura actual”, en RICO, Francisco (Dir.): Historia de la
Literatura española, B., Ariel, tomo 6/2, 1991, p. 200.
322
146
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El giro que se imp one recup era la imaginación y favorece el surgir de las novelas
de aventuras, p olicíacas, n egra, etc., vinculad as a la realidad social, porque “nadie es cap az
de p oner en funcionamiento la imagin ación al margen de la historia que le ha tocado
vivir” 323, ni p uede ignorar que “el p eríodo en que las obras salen a la luz influye en los
324
contenidos que reflejan”
:
Hoy, a principios del siglo XXI, [...] el clim a social muestra otra cara, y por ello los
novelistas piensan, novelan m enos la colectividad y se dedican m ás a atender lo personal.
Soplan, al m enos por Europa, los aires de la reivindicación social, las quejas sobre las
diferencias entre ricos y pobres325 .
Pero con esta revitalización de la novela “no quiere decir que se haya p roducido un
retorno generalizado a la nov ela más convencional. La de los nuevos escritores p lantea
agudos problemas de identidad, ajustes y desajustes de cuentas con la memoria, crisis de
relaciones sociales (y fundamentalmente de pareja) e indagaciones que a menudo eligen
como vía d e resolución la forma p olicíaca” 326.
La amp lia p roducción editorial de los años noventa ha generado una narrativa “rica
tanto en la forma co mo en los temas que se entretejen a p esar de la ap arente disp aridad”
327
.
Esta riqueza viene d ada p or la subjetividad n arrativa y p or la diversidad de voces
narradoras.
También hay que asentir con Germán Gullón, cu ando escrib e que la literatura actual
se mueve entre “el comercialismo y la multipolaridad”
328
, y a que la mejora en la situación
323
JANER MANILA, Gabriel: Infancias soñadas y…, p. 19.
GILABERT JUAN, Jesús: “ La huella del contexto de producción en la nov ela in fantil y juvenil”, en
CANO VELA, Ángel G. y PÉREZ VALVERDE, Cristina (Coords.): Canon, literatura infantil y juvenil y
otras literaturas, Cuenca, Ediciones de la Universidad d e Castilla-La M anch a, colección estudios; 90, 2003,
p. 424.
325
GULLÓN, Germán: “ La novela esp añola: 1980-2003”, en OREJUDO, Antonio (Coord.): En cuar entena:
nuevos narradores y críticos a principios del siglo XXI, Murcia, Universidad, 2004, p. 16.
326
ALVAR, Carlos, et al: Breve historia de literatura española, M., Alianza, 1997, p. 666.
327
RODRÍGUEZ FERNÁNDE Z, Mª del Carmen, Prólogo, a ÁLVAREZ L ÓPEZ, Esther y RODRÍGUEZ
FERNÁNDEZ, Mª del Carmen, Tramos postmodernos: voces literarias para una década (1990-2000),
Oviedo, Universidad, 2002, p. 20.
328
GULLÓN, Germán:, cit., p. 25.
324
147
José R. Co rtés Criado
económica de nu estra sociedad ha op timizado la educación, aumentando los niv eles
culturales, así como el nú mero de lectores: hoy se lee más, esp ecialmente, novelas.
Aunque hay que tener en cu enta la afirmación de Gómez Yebra cuando arguy e: “Lo
cierto es que la lectura interesa cad a día menos a la may oría, aunque, eso sí, cada día más a
la minoría. Es decir: los lectores son cada día más lectores, hasta alcanzar el grado de
auténticos ilustrados; y los no lectores son cada día menos lectores, hasta descender al de
analfab etos p rácticos”
329
.
Las mejoras económicas y el aumento del número de lectores han p rovocado qu e
algunas editoriales transformen el libro en un p roducto exclusivamente comercial, al
margen de su valor literario. Por ello muchas veces se está más p reocup ado p or la inversión
económica que por el talento del escritor o escritora.
Así, los lectores son tratados desde dos p untos de vista p rincipales: “a) como
elementos ideoló gicos, filosóficamente transformables, capaces, dúctiles, maleables; b)
como elementos económicos, cap aces de adquirir las p ublicacion es y de hacerlas adqu irir
330
por otros” .
Hoy , no sólo hay que saber escribir b ien, hay que saber comercializar el p roducto en
un mercado muy saturado, donde abundan todo tipo de obras, muchas, sin ap enas rigor
literario. Por ello “los editores, los libreros, los bibliotecarios, también los escritores y los
ilustradores, tienen que in gen iárselas e incluso echar mano de las p iruetas más
inverosímiles p ara hacerse p resentes en un mundo cada v ez mejor comunicado p ero cada
vez con menos contenidos interesantes que comunicar”
329
331
.
GÓMEZ YEBRA, Antonio A.: “Literatura Juv enil: estado d e la cuestión”, en La aventura d e leer y
escribir. Actas de las Jornadas sobre las lecturas, organizada por el Centro de Profesores de Málag a, Junta de
Andalucía, 1999, p. 30.
330
4
GRAMSCI, Antonio: Cultura y Literatura, B., Ediciones Península, 1997 , pp. 86-87.
331
NEIRA CRUZ, Xosé A.: “ Algo más que una marea de p remios”, en Anuario sobre el libro infantil y
juvenil 2004, M., SM, 2004, p. 54.
148
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Ahora bien, debemos tener p resente que “el éxito comercial no d evalú a
invariab lemente una obra, p ero su margin alid ad en el mercado tamp oco aumenta su
valor”
332
, así como que todo libro p remiado no es obligatoriamente el de may or calidad,
pero normalmente se le ap roxima.
El libro tiende a convertirse en un objeto industrial com o cualquier otro, que se difunde no
sólo en las librerías sino tam bién en las grandes superficies. Por esta razón entra en el
sistem a general de la distribución de bienes culturales y comparte el destino de todos los
“productos” de consumo de m asas333 .
Y como ha insistido desp ués Pablo Barrena en relación a la labor desarrollada p or
los editores, “lo grave de la situación en los noventa es que el p oder no está en manos de los
editores, que debería decidir su línea editorial, sino en manos de los mercaderes. Los
mercad eres ap arentan un esp acio absoluto de libertad, p ero alred edor de sus espejismos
sup erp onen una malla tup ida de conservadurismo, hacen creer que en la ed ición todo es
334
posible” .
En los tiemp os actuales, autores de calidad contribuy en a configurar el presente
moral con sus ap ortaciones literarias, p orque como dice Mateo Díez, “todos somos una
parte sustancial de lo que hacemos, de lo qu e creamos y , p or mucho que queramos
disimularlo, los fabuladores somos sin remisión una parte sustancial de lo que se refleja en
335
el esp ejo de nuestras ficcion es, inclu ido el rostro menos material de nu estros p ersonajes”
.
La vida, en su sentido más amplio, se ve reflejada en una gran cantidad de libros,
así, numerosos escritores han reflejado p arte de la suy a p rop ia en sus escritos a p esar de que
“sabemos que nuestras vidas no son los libros, aunque en los libros nos hay amos ido
332
GRACIA, Jordi: “Literatura y democracia o a vueltas con los viejos recelos”, en OREJUDO, Antonio, cit.,
p. 193.
333
PERROT , Jean: “ La edición juvenil: un arte-n egocio”, en PARMEGIANI, Claude-Anne: Lecturas, libros
y bibliotecas para niños, M., Fundación Germán Sánchez Ruipérez, El árbol de la memoria, 1997, p. 71.
334
BARRENA, Pablo: “ La literatura in fantil y juvenil de los años novent a ante el futuro”, en VV. AA.:
Literatura para cambiar el siglo, Salamanca, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1999, p. 53.
335
MAT EO DÍEZ, Luis: “ Imaginación, memoria, palabra”, Ib., p.15.
149
José R. Co rtés Criado
dejando buen a p arte de las mismas, tanto nosotros, lectores, como quienes los han
336
escrito” .
De igual forma, los escritores se han sentido comp rometidos con los lectores y han
intentado formar una conciencia cívica. Algunos como Juan Goy tisolo, defendiendo que el
intelectual “debe mantener su prop ia indep endencia y ejercitar su p osibilidad de crítica”
337
;
otros, como François Mauriac, aseverando cu ál es su pap el como escritor en su ép oca:
Diré que en m is relaciones con el m undo m e ha sostenido siempre la necesidad de dar
testim onio... es decir m e ha sostenido siempre la necesidad de testificar338 .
Hay que tener en cuenta que “la cultura en general y la literatura en p articular son
herramientas del p ensamiento, esp acios de ideas, oficios en los que la reflexión tiene un
valor esen cial” 339; sin ella el ser hu mano no avanza en conocimientos ni mejora sus
condiciones de vida.
También se debe tener p resente “que las interacciones sociales p romueven el
desarrollo si se sitúan más allá del nivel de comp etencia d el niño, de modo que no serán
efectivas p ara el ap rendizaje aquellas interacciones que no sup ongan ningún reto p ara el
340
niño y se limiten a llevar a cabo actividades y a dominad as p or él”
.
Y que “cada n iño que accede a un buen libro lo con cluy e siemp re algo más sabio,
algo más desp ierto, algo más imagin ativo: ha ascendido un p equeño escalón en su
evolución como ser humano”
336
341
.
GÓMEZ YEBRA, Antonio A.: “Didáctica de la lengu a literaria” en IV Jornadas de Literatura Infantil y
Juvenil, Andujar, Centro de Profesores, 1995, p. 48.
337
GOYTISOLO, Juan, en MAURO, Walter y CLEMENT ELLI, Elena: Los escritores frente al poder. B.,
Luis de Caralt Editor, 1975, p. 106.
338
MAURIAC, François en MAURO, Walter y CLEMENT ELLI, Elena : cit., p. 120.
339
REINA, Manuel Francisco (Editor): La paz y la palabra. Letras contra la guerra, M., Odisea Editorial,
2003, p. 36.
340
CORT ÉS CRIADO, José R.: “La imagen y el cuento. Estrategias para crear cuentos a partir de imágenes ”,
en ESCAÑO QUERO, Mª Dolores (Coord.): VI Encuentro Comarcal de Educación Infantil. Comunicaciones,
Málaga, CEP de la Axarquía, 1997, p. 20.
341
GÓMEZ YEBRA, Antonio A.: “Importancia de la lectura en los niños”, Sur, Málaga, 18/12/94, p. 60
150
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Además, el escritor habrá conseguido un triunfo importante si el libro p erturba al
lector y lo obliga a reflexion ar sobre la historia narrada, porque “el libro que realmente
cuenta, que marca, es el que, una v ez cerrado, no p ermite el olvido”
342
.
También insiste en la imp ortancia de la lectura Luis M ateo Díez cuando pone en
boca de uno de sus p ersonajes la sigu iente afirmación: “leer es siemp re una opción de
sabiduría, jamás se lee en v ano, nunca se lee en bald e”343.
Como la literatura se nutre del len guaje, hay que anotar que éste tiene co mo función
describir y exp licar el mundo con ay uda de la p alabra; gracias a ésta el ser humano elabora
exp licacion es científicas muy razonadas p ara esclarecer su relación con lo que le rodea, p or
lo cual “cada joven debe en contrar p alabras -lo gos y mitos- que le d en consistencia: que
digan lo que cree qu e es ahora mismo, lo que ha sido (rememoración) y lo que será
(anticip ación)”
344
.
Debo insistir en que uno d e los fundamentos de la activid ad literaria es “el placer d e
imagin ar, crear ficciones o recordar exp eriencias viv idas, junto al p lacer del sonido, el
ritmo y la evocación de la p alabra”
345
, y que el verbo moldea la p ersonalidad del ser
humano; así como fomenta la cultura de la libertad, p or tanto, la Literatura tiene un p ap el
primordial en nuestras vidas y como indica Juan Farias, “no va a morir, no sabría cómo
hacerlo ”
346
.
En un sentido semejante manifiesta Fernando Savater: “el cuento no p uede morir
mientras queden hombres”
347
. Y si llegase el caso que “la escritura y la lectura -dos caras
342
DE VILLENA, Luis Antonio: “Libros: la formación de un universo”, en RIGAUD FELICES, Eufrasio,
NUÑEZ RUIZ, Gabriel, MARÍN GRANADOS, María José (Coords.): De Educación Lingüística y
Literatura, Almería, CSI*CSIF/Universidad de Almería, 2000, p. 24.
343
MAT EO DIEZ, Luís: Lunas del Caribe, M., Anaya, Sopa de libros, 2000, p. 20.
344
BALLAZ ZABALZA, Jesús: “ Aprender a vivir”, en Trabajadores de la Enseñanza, nº 204, 1999, p. 14.
345
SOT OMAYOR, Mª Victoria: “ Literatura en serie”, en CERRILLO, Pedro C y GARCÍA PADRIN O,
Jaime (Coords): La literatura infantil en el siglo XXI, Cuenca, Universidad d e Castilla - La M ancha,
Colección Estudios; 81, 2001, p. 41.
346
FARIAS, Juan: “En voz alta”, en ALBANELL, Pep et al.: Hablemos de leer, M., Anaya, La sombra de la
palabra, 2002, p. 72.
347
10
SAVATER, Fernando: La infancia recuperada, M., T aurus, Pensamiento, 2002 , p. 228.
151
José R. Co rtés Criado
de una misma lun a- dejaran de existir, al minuto sigu iente renacerían en distintos lugares de
348
la Tierra”
, dada la trascendencia de su existencia p ara los seres humanos.
Además, vivimos en una sociedad mu ltip olar, donde el p úblico se identifica con la
multiculturalid ad, la inmigración, el sexo, y el escritor trata un asunto u otro con gran
libertad, desmitificando los temas considerados tabúes en épocas anteriores. Se trata de un
tip o de novela postmoderna que busca el camb io y la innov ación, sin emitir juicios de
valores.
La Literatura, ya lo d ecía Aristóteles, es una mímesis, un a ficción que imita la
realid ad; la narración siemp re ha p rocurado reflejar lo que sucede en la sociedad, -“el deseo
de conocer las exp erien cias personales del p rójimo es un deseo muy humano y muy
natural”-
349
.
También el p rofesor Gómez Yebra insiste en que “la Literatura debe transmitir
valores y no ser un mero reflejo de la realidad. [...] La Literatura es, en todos los sentidos,
algo más que una mera rép lica de la realid ad”
350
, e insiste que si el lector busca en una
novela el reflejo real de la sociedad, lo que deb e hacer es salir a la calle y observar lo que
sucede a su alrededor sin más.
Hoy la novela es cultivada p or muchos autores jóvenes que p resentan una temática
muy acorde con la sociedad actual, dando fin a la idea de qu e la novela es un género
aprop iado p ara la madurez del escritor, en la que busca recrear sus exp eriencias con
ponderación y cordura.
Luis M ateo Díez considera el surgimiento de la novela co mo fruto de una idea que
se transforma y evoluciona autónomamente desde la mente del novelista que la p rop icia y
mima hasta alcanzar su p lenitud, “p orque toda historia tiene un sentido y un destino, y ese
348
349
350
GISBERT , Joan Manuel: “Visiones y metáforas de la lectura”, en ALBANELL, Pep et al.: cit., p. 98.
BRYANT, Sara C.: El arte de contar cuentos, B., Biblària, 199513 , p. 14.
GÓMEZ YEBRA, Antonio A.: Entrevista, La Opinión de Málaga, 03/06/2001, p. 4.
152
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
sentido y destino le p ertenecen a ella, están irradiados desde la fuente de la misma, qu e no
es otra que la idea o imagen p oética que la p reside”
351
.
Toda obra literaria está imbricada en las ideas, los sentimientos, los conocimientos,
los deseos y en cualquier otro asp ecto constitutivo de la personalidad d el escritor, “no
existe literatura exenta de contenido ideoló gico, aunque dejaría de ser literatura si
abandonara la exigen cia estética” 352, y p or otra p arte, una obra es mejor entendida si se
contextualiza con su ép oca histórica: “las narraciones sólo se comp renden mediante el
análisis de la vida social”
353
.
Decir que una obra de ficción se p arece a la vida, es elo giarla, p ues demuestra que
su autor p osee un conocimiento p rofundo de la naturaleza humana. “Por la misma razón se
suele decir con frecu encia que las novelas nos informan mejor d e la naturaleza hu mana que
muchos tratados de psicología”
354
.
Por tanto, el escritor debe estar al día y conocer directamente la realidad circundante
para p oder enfrentarse a la sociedad con su mejor arma: la p alabra, la fantasía p oética.
Hay m omentos en que bajar a las calles y plazas se convierte en problema de conciencia al
que no se puede renunciar, y el artista continuamente se som ete a él, sin que se quiebre
nada en el interior de su propia creación, en virtud de una fuerza motriz que le empuja
automáticam ente hacia una lucha que se convierte en cierta form a de rescate y reconquista
del bien perdido, es decir, la libertad de reanudar su propio diálogo fa ntástico con el
mundo355 .
“Leemos, p ues, para conocer el mundo. Para hacernos sabios”
356
. Y p orque además
nos ay udará a “entender el mundo y a entendernos a nosotros mismos. A enraizarnos en el
351
MAT EO DIEZ, Luis: “ Imaginación, memoria, palabra”, en VV. AA.: Literatura para cambiar el siglo,
cit., p.17.
352
JANER MANILA, Gabriel: Infancias soñadas y …, cit., p. 163.
353
4
PROPP, Vladimir: Las raíces históricas del cuento, M., Fundamentos, 1984 , p. 529.
354
BAQUERO GOYANES, Mariano: Qué es la novela. Qué es el cuento, Murci a, Universidad, Cáted ra
Mariano Baquero, 1988, p. 46.
355
MAURO, Walter y CLEMENT ELLI, Elena: cit., p. 39.
356
DOCAMPO, Xavier: “ Leer ¿para qué?”, en ALBANELL, Pep et al. cit.: p. 49.
153
José R. Co rtés Criado
país en que v ivimos y a abrirnos al v ariado mosaico d e las cu lturas. Nos ay uda a ser
personas más tolerantes y solidarias. Y también más críticas, más auténticas, más libres”
357
.
El p roceso lector será imp ortante y revolucionario si “no sólo es considerado como
el p roceso descifrador de los mensajes que las letras ocultan, sino como un p roceso de
comp rensión, valoración y análisis de lo leído”
358
; sólo desde esta p erspectiva se p odrá
considerar la lectura como un elemento imp ortante en la educación del ser humano, “habida
cuenta de que un niño que lee -un hombre que lee- es cada día más reflexivo, más abierto,
más dispuesto a comp render al otro, más hombre, en defin itiva”
359
.
Si no existiese la Literatura, habría que inventarla co mo terap ia social. B ertolt
Brecht dice al resp ecto: “la postura de un hombre frente al mundo debería ser lo más
360
literaria posible”
, y Rosa Regás reafirma: “la lectura nos convierte en creadores y se
ponen en marcha la memoria, exp eriencia, e imaginación”
361
, que, si bien no van a eliminar
los conflictos humanos, al menos nos ay udarán a resolverlos de manera p acífica y a
interp retar nuestro p aso p or la vida de una manera razonable:
Comprender el valor y la relevancia de la palabra como constituyente humano es una
exigencia primordial para comprender diferentes m atices complem entarios de la acción
humana362 .
Alonso Zamora recu erda qu e “la literatura es parte de la vid a, no estéril
divagación”
363
, y Andrés Amorós insiste en que “la literatura debe dar placer: ésa es su
primera y fundamental justificación. [...] La lectura nos deb e servir d e eficaz vacun a y
antídoto contra la manip ulación que por todas p artes nos amenaza; es d ecir, ay udarnos a
364
pensar críticamente, p or nosotros mismos”
357
.
FERNÁNDEZ PAZ, Agustín: “Como quien bebe agua”, Id., p. 86.
CORT ÉS CRIADO, José R.: “Leer, leer, leer”, El Telegrama de Melilla, 28/07/98, p. 2.
359
GÓMEZ YEBRA, Antonio A.: “Importancia de la lectura en los niños”, Sur, Málaga, 18/12/94, p. 60.
360
2
BRECHT, Bertolt: El compromiso en literatura y arte, B., Ediciones Península, 1984 , p. 28.
361
REGÁS, Rosa: “Entrevista”, Andalucía Educativa, nº 45, octubre 2004, p. 39.
362
LÓPEZ HERRERÍAS, José Ángel: Poesía y educación, B., Herder, 2003, p. 79.
363
ALONSO ZAMORA, Vicente: “Textos comentados”, Alacena, nº 23, 1995, p.4.
364
AMORÓS, Andrés: “¿Para qué leer?”, Alacena, nº 25, 1996, p. 33.
358
154
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Los jóvenes actuales disp onen de numerosas y variadas ofertas p ara cubrir su
tiemp o de ocio, y “no están en la lectura y p or la lectura. La evasión hacia un mundo
imagin ativo infantil se la da la telev isión”
acto que nace d e la vo luntad de cad a uno”
365
366
, a p esar de que “leer es la afirmación d e un
.
Aun sabiendo que “leer es ju gar a viv ir”
367
, que la Literatura nos ayuda a modelar
nuestra forma de ser, y que la lectura necesita de una quietud; en la sociedad en que
vivimos, record aba Lázaro Carreter que “es mucho más difícil lo grar esa tranquilidad y
sosiego para la lectura”
368
, que en tiempos p retéritos.
Desde hace años he constatado que leer no es una actividad may oritaria en la
sociedad actual, donde se d isp one de una amp lia gama de actividades lúdicas diferentes a la
lectura: “Es difícil leer cuando la socied ad en la que nos ha tocado vivir ofrece otras
alternativas recreativas tecnoló gicamente muy elaborad as, que están muy p otenciadas y son
369
aclamadas co mo distintivo de progreso, modernid ad y juventud”
.
Aunque los lectores no dudan en elegir el p lacer de la lectura ante un abanico d e
op ciones que se le ofrezcan. Josefina Aldecoa se decanta en p rimer lu gar por la lectura en
el caso hip otético de tener que elegir entre leer o escribir.
La lectura es un vicio arraigado en m í desde niña. Si por alguna razón tuviera que elegir,
[entre lectura y escritura] m e quedaría con la lectura. Es un alim ento de prim era
necesidad370 .
Y es que el valor d e un libro es incalculable, como reitera Ruiz Zafón:
Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el tem a de
quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos,
365
366
367
368
369
370
LAÍN ENT RALGO, Pedro: “ Entrevista”, Alacena, nº 26, 1997, p. 12.
MORENO, Víctor: “¿Por qué merece la pena leer?”, Alacena, nº 22, 1995, p. 37.
DEL BURGO GONZÁLEZ, Miguela: “Leer es jugar a vivir”, Alacena, nº 16, 1984, p. 10.
LÁZARO CARRET ER, Fernando: “ Entrevista”, Alacena, nº 25, 1996, p. 21.
CORT ÉS CRIADO, José R.: “La lectura, un arma cargad a de futuro ”, CLIJ, nº 135, febrero, 2001, p. 25.
ALDECOA, Josefina: “ Entrevista”, Sur, 31/03/04, p. 64.
155
José R. Co rtés Criado
cada vez que alguien desliza la m irada por sus páginas, su espíritu crece y se hace
fuerte371 .
Debemos recordar que y a Don Quijote nos enseñó la importancia que tiene la
lectura para las personas cuando le dijo a Sancho Panza: “el que lee mucho y anda mucho,
ve mucho y sabe mucho” 372.
3.3.- LA LIT ERATURA INFANTIL Y J UVEN IL. (LIJ)
El sistema educativo, que ha sufrido algunos grand es cambios en las dos últimas
décadas, ha conseguido, entre otras mejoras, la escolarización de todos los niños y niñas del
país, ha alargado el p eríodo d e estudios, ha redu cido drásticamente el an alfabetismo y ha
potenciado la Literatura p ara todas las edades, p or lo que el niño nada más nacer entra en
contacto con la literatura, a p esar de no saber leer.
Actualmente se venden libros almoh adas, libros galletas, libros de goma espuma, de
tela o de p lásticos ideales p ara el baño y p ara que el beb é los manosee o mu erda con sus
encías desdentadas, entrando de lleno en el mundo de los libros antes de iniciarse en el
conocimiento de la p alabra escrita.
Y como los libros de lectura buscan cada vez destinatarios más jóvenes, la imagen
cobra may or p rotagonismo en la edición actual, p orque lo que se pretende es p oner a los
pequeños en contacto con los libros desde el mo mento de su nacimiento p ara forjar un
vínculo entre ellos y la literatura.
Además, el len guaje icono gráfico y el escrito se comp lementan en todo acto
comunicativo, siendo más fácil que los beb és asocien la imagen d el ob jeto rep resentado con
371
372
RUIZ ZAFÓN, Carlos: La sombra del viento, B., Planeta, 200424, p. 10.
CERVANT ES, Miguel: Don Quijote de la Mancha, M., Alfaguara, 2004, p. 747.
156
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
determinados elementos que les sean familiares e ignoren la simbo lo gía que encierran las
letras.
Sin embargo, hay que destacar que tanto la p alabra como la imagen son elementos
fundamentales para la comunicación humana, y ap arecen frecu entemente asociados, como
recuerdan Susana Guerrero y Emilio Núñez cuando afirman: “En esta nueva era digital, el
texto y la imagen se han un ido para comunicar id eas, informacion es y p ensamientos”373.
Por ello, en el mercado se encuentran libros p ara ser manip ulados p or los más
pequeños rep letos de imágen es y casi carentes de texto, imp resos sobre sop ortes distintos al
pap el, e incluso con muñecos-personajes que se d esprenden del libro y /o marion etas que
facilitan la narración del cuento al adulto, así como con artilugios rep roductores de
diferentes sonidos.
Las variedad d e libros para p rimeros lectores es muy amp lia, entre ellos podemos
contemplar “libros con imágenes fijas o móviles, con sup erficie de distinta rugosidad, p ara
desarrollar el sentido del tacto; d e diferentes olores, p ara trabajar el olfato; con sonido
incorp orado, con p ágin as p artidas que p ermiten cambiar la mitad de la escena d ibujad a y
enriquecer la lectura, p ero todos ellos con un desarrollo lógico del cuento que hace p osible
su lectura sin la ay uda de la p alabra escrita”
374
.
Es un hecho generalm ente aceptado que los niños no vienen a este m undo con un lib ro bajo
el brazo. Pero tan cierto es que los niños no nacen lectores como que ninguno nace no
lector375 .
También es cierto que el ser hu mano n ace ágrafo, y que “la literatura, a fin d e
376
cuentas, existió antes de que naciera el texto escrito”
, como lo prueba la longevidad de
la literatura de tradición oral en todas las civilizaciones y su subsistencia, puesto que “con
373
GUERRERO SALAZAR, Susana, NÚÑEZ CABEZAS, Emilio: Medios de comunica ción y español
actual, Málaga, Aljibe, 2002, p. 16.
374
CORT ÉS CRIADO, José R.: “La imagen y el cuento…”, cit., p. 20.
375
EQUIPO PEONZA: El rumor de la lectura, M., Anaya, La sombra de la palabra, 2001, p. 43.
376
GARRALÓN, Ana: Historia portátil de la literatura infantil, M., Anaya, La sombra de la palabra, 2001, p.
11.
157
José R. Co rtés Criado
muy p ocas excep ciones, los niños p refieren la narración de un cuento a su lectura”
377
,
porque un relato contado es mucho más esp ontáneo y enriquecedor que uno leído.
Rodrígu ez Almodóvar conced e un gran valor a los cuentos maravillosos, p or cuanto
ayudan a configurar el imaginario común que une a las distintas civilizaciones, cuando
afirma que las narraciones orales “constituy en el p royecto cultural más ambicioso de qu e ha
sido cap az la fantasía colectiva, p ara dotarse de una cultura comp artida, capaz de integrar a
378
los numerosos pueblos” .
Es indudable la imp ortancia que la tradición oral tien e en la formación lectores,
porque la p alabra viene cargada de imágenes en mov imiento. El cuento, las fábulas, las
rimas, los romances…, conectan al niño con una cu ltura creada colectivamente a lo largo de
los tiempos y los hace partícip es de la misma, p orque “el cu ento p opular como mito, con el
que se relaciona históricamente, tiene un valor ejemp lar, que p ermite que sea utilizado y
379
comp rendido más allá del contenido inmed iato de la fábula”
y p orque “la tradición oral
es imp ortantísima desde el p unto de vista de la cultura d e los p ueblos, p orque transmite sus
380
pensamientos, ideas, accion es y p reocup aciones”
.
Los p equeños que escuchan, “leen con otro código distinto al de la lectura de
grafías, porque son capaces de leer el color que la entonación p uede dar a las p alabras, los
sentimientos que nos transmiten, la emoción de las p ausas, el ritmo del relato, los gestos del
rostro, de las manos, de todo el cuerp o y además diferencian entre el relato de la acción y
el diálo go de los p ersonajes”
381
.
A p esar de que la literatura de tradición oral no fue conceb ida para un p úblico
infantil, cu ando se registró en forma escrita se hizo casi siemp re p ensando en ese segmento
377
378
BRYANT, Sara C. : cit., p. 13.
RODRÍGUEZ ALMODÓVAR, Antonio: El bosque de los sueños, M., Anaya, 2004, p. 6.
379
MARTOS NÚNEZ, Eloy: La poética del patetismo (Análisis de los cuentos populares extremeños),
Mérida, Editorial Regional de Extremadura, 1998, p. 203.
380
MOROT E MAGÁN, Pascuala: “ Imagen y mujer en la literatura de tradición oral. Su proyección didáctica
en la Educación Primaria”.
http://www.alonsoquijano.org/cursos2004/animateca/recursos/Biblioteca%20virtual/C1.%20T radiciones%20y
%20Literatura%20In fantil/20.%20Pascuala%20Mo rote.pd f
381
CORT ÉS CRIADO, José R.: “El cuento como tradición oral”, cit., p. 12.
158
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
de la p oblación. Este p ase de la oralidad a la escritura efectuada p ara los más jóv enes, ha
permitido que los cuentos tradicionales sigan p resentes en las mentes de todos, y se p ueda
afirmar qu e: “el folk lore co mo forma literaria viva radica esencialmente en la literatura
infantil y forma p arte de la descrip ción de ese fenómeno
382
.
Gracias a esta esp ecie de transmigración, “el relato maravilloso ha conservado las
huellas de numerosísimos ritos y costumbres”383 hasta nuestros días, confirmando que
“todos los cuentos son coetáneos, todos ocup an el mismo p lano en el tiemp o, esto es, fuera
384
del tiempo”
, y que en el fondo, como toda historia fantástica, “los cuentos de hadas son
una celebración de la vida. Encantan y fortalecen, y son hoy tan intemporales como lo
fueron hace cientos de años”
385
, o como señala Bruno Bettelheim:
Todo cuento de hadas es un espejo m ágico que refleja algunos aspectos de nuestro mundo
interno y de las etapas necesarias para pasar de la inm adurez a la madurez total386.
Vlad imir Propp sentó las bases de un estructuralismo narrativo, a p artir de la
historia y las tradiciones orales y su contribución al mito y a la literatura culta. Su
influencia fue considerable en el campo de la crítica formal y en la categorización detallada
de los personajes claves del cu ento tradicional, a saber: el malvado, el donante, el
mandatario, el héro e, el falso héroe y la p rincesa, así como el elemento que funciona como
auxiliar mágico ; todos ellos son considerados como comp onentes del imaginario colectivo,
que cumplen, según unas p autas p reestablecidas, el p ap el p ara el que fueron creados: “cada
personaje p osee su manera específica de entrar en escena, y a cada tip o corresp onden los
procedimientos particulares que esos personajes utilizan p ara entrar en la intriga”
387
.
Los p ersonajes, su forma de actuar y las p erip ecias que han de cu lminar, ay udarán al
niño en su formación, en la tarea de ayudarlo a encontrar sentido a la v ida, porque “el niño
382
COLOMER, T eresa: La formación del lector literario, M., Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1998, p.
49.
383
384
385
386
387
PROPP, Vladimir: Las raíces históricas.., cit., p. 24.
SAVATER, Fernando: La infancia recuperada, cit., p. 229.
CASHDAN, Sheldon: La bruja debe morir, M., Debate, 2000, p. 251.
BETT ELHEIM, Bruno: Psicoanálisis de los cuentos de hadas, B., Crítica/Grijalbo, 19868 , p. 432.
PROPP, Vladimir: Morfología del cuento, M., AKAL, 1985, p. 111.
159
José R. Co rtés Criado
necesita que se le dé la op ortunidad de comprenderse a sí mismo en este mundo comp lejo
con el que tiene que aprender a enfrentarse, p recisamente, p orque su vida, a menudo, le
desconcierta”
388
.
Cuando recurrimos a los cu entos maravillosos de hadas, de brujas, d e
encantamientos, de magia, buscamos alimentar la imaginación de los más p equeños y los
invitamos a viajar con gnomos, trasgos, a p aíses de nunca jamás, a los bosques infestados
de p erversos lobos o al mundo de la alquimia, dond e el bino mio espacio-tiemp o sonoro, no
solamente p ermite construir imágen es, sino que p rop orciona las claves de un len guaje
simbólico, dond e vida y literatura se entrelazan.
La literatura oral es una literatura viva, en constante evolución. Sus numerosos
transmisores aportan originalidad al relato cuando cambian algún detalle del mismo o la
simp le entonación; p or ello, el niño y la niña deben recibir los cuentos de tradición oral
para convertirse en un nuevo eslabón-trasmisor de historias y engrosar el grup o de autores
anónimos, al incorp orar su toque p ersonal a la narración oída.
Es la mejor forma d e que los cuentos p op ulares p erduren en el tiemp o, y a la vez
estén en continuo cambio, pues todo aquel qu e relata una historia transmite sus
sentimientos, sus anhelos, sus temores, reduciendo o amp liando determinadas p artes del
relato, hecho que confiere a los cu entos p op ulares el carácter de texto abierto.
Baquero Goy anes advierte qu e etimoló gicamente la p alabra cuento se derivó d e
computum (cálculo, có mp uto), teniendo como p rimitivo significado el de enumerar ob jetos.
“Del enumerar objetos se p asó, traslaticiamente, al enumerar hechos, al hacer recuentos de
los mismos” 389.
388
389
BETT ELHEIM, Bruno: cit., p. 12.
BAQUERO GOYANES, Mariano: cit., p. 99.
160
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Actualmente se diferencia la novela del cu ento “teniendo en cuenta el distinto
manejo que en uno y otro género afecta a elementos ap arentemente comunes:
390
caracterización de p ersonajes, diálo gos, descripciones de p aisajes y ambientes, etc.”
De la importancia del cuento dejan constancia las p alabras de Gardaz-De Lind e qu e
lo considera como un gén ero serio, aunque su forma sea hartamente hu morística en
numerosos casos.
Debe ese rasgo de seriedad a la extraordinaria delicadeza d e lo que tien e qu e
transmitir en un lenguaje siempre reinventado. Por esta misma razón, y porque
articula de forma magistral lenguaje y vida, es -en el campo de la literatura
infantil- el género que con mayor precisión inicia a la literatura (y a las literaturas)
definida como espacio simbólico de expresión de la persona y de explotación de la
391
condición humana a través del tiempo .
En esta labor formativa del cuento, -“el cu ento se ha justificado siemp re p or su
utilidad moral”
392
-, juega un pap el primordial la p resencia de p ersonajes y uxtap uestos.
Éstos no tienen como finalidad p rovocar un a conducta adecu ada en el recep tor del mensaje,
como p uedan pretender los cuentos con moraleja; lo que buscan es hacer comp render al
niño más fácilmente la d iferen cia entre ambos, cosa qu e no p odría realizar si dichos
personajes rep resentaran fielmente la realidad:
El cuento presenta el mundo más com o posible, que como positivo, pero es que afianzar
sólo lo positivo sería apoyar sin ambages la ley de la selva, la ley del más fuerte, de lo
ganancioso y no estoy de acuerdo ni con esto ni con cualquier otro fundam entalism o
basado en una única razón393 .
Para los niños, un cuento es literatura de anticip ación, p orque tienen toda una vida
por delante y porque “el mundo del que les habla cualquier cu ento no es el mundo que
390
Id., p. 61.
GARDAZ-DE LINDE N, Élisabeth: “ El cuento en la literatura in fantil: un espacio simbólico y para lo
simbólico”, en PARMEGIANI, Claude-Anne: cit., p. 52.
392
DE AMO SÁNCHEZ -FORT ÚN, José Manuel: Literatura Infantil: Claves para la formación de la
competen cia literaria, Málaga, Aljibe, 2003, p. 113.
393
DURÁN, T eresa: “ Un valor en alza”, en Trabajadores de la Enseñanza, nº 204, 1999, p. 12.
391
161
José R. Co rtés Criado
existió, sino el mundo que van a en contrar en el futuro, cuando crezcan”
394
, y los ayudará a
sup erar las dificultades que la vida inevitablemente les irá p lanteando.
Algunos de los cuentos que se editan actualmente para los más jóvenes lectores
eliminan de sus p áginas p roblemas existenciales tan necesarios p ara la formación de la
personalidad infantil como p uede ser la vejez o la muerte, a p esar de ser decisivas p ara
todos. En este sentido, afirma Bruno Bettelheim:
El niño necesita más que nadie que se le den sugerencias, en forma simbólica, de cóm o
debe tratar con dichas historias y avanzar sin peligro hacia la madurez. Las historias
“seguras” no mencionan ni la m uerte ni el envejecim iento, lím ites de nuestra existencia, ni
el deseo de la vida eterna395 .
Y como reitera Ruiz Camp os:
Los textos literarios para niños favorecen extraordinariamente la adecuada maduración de
las capacidades y potencial intelectual de los niños, desde los aspectos relacionados con su
personalidad y con la imagen que estos se forman de sí m ismo, hasta las habilidades
com prensivas y expresivas de todo tipo396 .
Estas amputaciones de la vida real en el cuento infantil p ueden ser debid as a un afán
proteccionista de la infan cia como reducto sagrado a mantener incólume y al hecho de
haber sido analizada la Literatura Infantil y Juvenil desde p osturas p edagógicas y
sicoló gicas, como recuerda Teresa Co lomer:
Los estudios teóricos sobre literatura infantil y juvenil se han desarrollado durante muchos
años a caballo entre la perspectiva histórico-bibliográfica y otras más específica -literaria,
psicológica, pedagógica o sociocultural- que aparecían mezcladas de forma bastante
confusa en las distintas aportaciones397 .
Actualmente, gracias a la contribución d el p sicoanálisis, se han alejado los
planteamientos didácticos de la lectura y se ha p roducido un gran camb io en los estudios
394
MOURE, Gonzalo: “El escritor y la mente del niño”, Contraportada, nº 7, febrero, 1996, p. 9.
BETT ELHEIM, Bruno: cit., p. 15.
396
RUIZ CAMPOS, Alberto Manuel: Literatura infantil. Introducción a su teoría y práctica, Sevilla,
Guadalmena, 2000, p. 10.
397
COLOMER, T eresa: cit., p. 66.
395
162
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
sobre Literatura Infantil y Juvenil, consistente en “la adop ción de una nueva base teórica
que fusiona de forma consciente y deliberada el interés específicamente literario con las
persp ectivas p sicop edagógicas y socioculturales”
398
.
Hoy , la LIJ debe enfrentarse a la n ecesid ad de cu mp lir unos objetivos escolares
precisos, que no deb en p rimar respecto a ella, ya que “una p edago gía, en exceso
racionalista, ha anu lado en buena p arte ese sentido de lo maravilloso, de lo fantástico, de lo
399
fabuloso”
que entraña la lectura.
Es pedagógica y no literatura infantil cuando la instrum entalizamos al servicio de la
enseñanza de la lengua o de la cultura y no la ponemos en su verdadero lugar de base,
para lo que algunos denominan “la adquisición de la competencia literaria”400 .
Relacionar literatura y lectura con la institución esco lar es consecuencia d e la
prop ensión social de transferir toda comp etencia educativa a aquélla en exclusivid ad, lo
cual “p or un lado, exp resa el desconocimiento de las ricas posibilidades de diversión que
trae consigo la recep ción literaria, [...] p or otro, da cuenta de la existencia de estrechos
límites en la comun icación satisfactoria a través del uso de la p alabra”
401
.
La Literatura Infantil, sobre todo en relación con el ám bito escolar, ha tenido que soportar
una excesiva dependencia de la pedagogía e, incluso, del adoctrinam iento moral, lo que
provocó un empobrecimiento literario de los textos que se escribían para niños y
adolescentes402 .
Mendoza Fillola considera que la Literatura Infantil y Juvenil es un conjunto de
producciones de carácter artístico literario a las que se tien e acceso en etap as tempranas de
formación lin güística y cultural.
Las obras de la Literatura Infantil y Juvenil tienen valo r y entidad en sí m ismas, son
entidades sem ióticas estéticas y su funcionalidad no es necesariamente la de servir de vía
secundaria de acceso a la "gran literatura"; m ás bien hay que destacar y m atizar que
398
Id., p. 67.
T EIXIDOR, Emili: “ Las imágenes de mi museo particular”, Alacena, nº 33, 1999, p. 12.
400
MORENO VERDULLA, Antonio, en FERNÁNDEZ VÁZQUEZ, José Santiago et al.: cit., p.722.
401
ARIZALET A, Luis: La lectura, ¿afición o hábito?, M., Anaya, La sombra de la palabra, 2003, p. 105.
402
CERRILLO, Pedro C.: “La literatura in fantil en la universidad ” en Trabajadores de la Enseñanza, nº 204,
1999, p. 18.
399
163
José R. Co rtés Criado
sirven para formar al individuo como lector, en todo su valor, precisamente porque en
estas obras las cualidades sem ióticas de la (gran) literatura ya están en ellas403 .
Gloria García R ivera, por su parte, señala que “el tema d e la Literatura Infantil y
Juvenil es objeto de una amp lia controversia en los últimos años hasta el p unto de que
algunos críticos h an puesto en duda su existencia” 404, coin cidiendo con Isabel Borda
cuando ésta afirma: “p ocas veces un área o d iscip lina se h a visto tan rodeada de
interrogantes como la Literatura Infantil y Juvenil. Se cuestiona su definición, sus límites,
sus relaciones con otros campos de la creación y el saber, e incluso, su existencia y
legitimidad”
405
.
Ana Pelegrín cita a los historiadores de la literatura infantil Bravo Villasante y
García Padrino, p ara reafirmar el concep to acuñado en los años treinta, en el ideario de la
Institución Libre de Enseñanza y en Las Aulas de la Escuela Nueva: “la literatura infantil y
juvenil se nutre de varias tradiciones culturales: a) la tradición oral; b) las obras escritas y
destinadas p ara niños; c) los textos de autores p uestos al alcance de los niños en ediciones
infantiles y juveniles”
406
.
Otros investigadores alegan que “la Literatura Infantil y Juvenil no es más qu e
aquella que el autor dedicó expresamente a un p úblico infantil y juvenil; en segundo lu gar
también es aqu ella que este p úblico lector hizo suy a a través del tiemp o sin la mediación
del marketing editorial, p ero con el ap oy o de los editores, p adres y maestros; en tercer lu gar
es aquella que se d istingue p or el tratamiento esp ecial que el autor da al texto
indep endientemente de su tema”
403
407
.
MENDOZA FILLOLA, Antonio: “ Función de la Literatura In fantil y Juvenil en la fo rmación de la
competenci a literaria”, en CERRILLO, Pedro C. y GARCÍA PADRINO, Jaime: Literatura infantil y su
didáctica, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla - La Mancha, Colección Estudios; 53, 1999, p. 12.
404
GARCÍA RIVERA, Gloria: Didáctica de la Literatura para la Enseñanza Primaria y Secundaria, M.,
Akal, 1995, p. 262.
405
BORDA CRESPO, Isabel: Literatura Infantil y Juvenil. Teoría y Didáctica, G ranada, Grupo Editorial
Universitario, 2002, p. 13.
406
PELEGRÍN, Ana (Coord.): Catálogo de Literatura Iberoamericana Infantil y Juvenil, M., Acción
Educativa, 1999, p. 6.
407
MORENO VERDULLA, Antonio: cit., pp. 723-724.
164
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Pedro Cerrillo se lamenta d e que “las creaciones literarias infantiles han s ido
ignoradas p or críticos y filólo gos; y , lo que todavía es p eor, cuando han sido valoradas y
408
enjuiciadas, lo han sido con criterios p edagó gicos o morales y no literarios” , mostrándose
como un tip o de literatura con características diferentes, y ajenas al conjunto de la
Literatura, o como una labor subalterna, cuando en realidad no es tarea fácil escribir p ara
niños y jóvenes, como exp lica Juan Farias: “p arece ser que esto es un género menor. Yo,
por mi parte, lo considero de una ambición desmedida. Sin ella no habría futuro”409.
Victoria Fernández d efiend e tajantemente que en la LIJ “no hay fórmulas, pese a lo
que p ueden creer autores y editores. [...] En la creación literaria intervien e el factor talento,
que no admite fórmulas: o lo hay o no lo h ay . Y sin talento no hay literatura”
410
. Por tanto,
los escritores deben ser conscientes de la necesaria lucidez a la hora de escrib ir y no crear
un p roducto menor, sino exigirse un n ivel de excelencia literaria riguroso, y como dice
411
Sierra i Fabra: “Nuestra obligación de escritores es ser honestos con nosotros mismos”
.
Además hay que reflexionar sobre lo exp uesto p or Emilio Pascual para comp render
el valor de la Literatura Infantil y Juvenil, cuando declara: “Un escritor no aprende a
escribir para niños p or contenerse dentro de los límites p recisos de unas teóricas fronteras:
sabrá que ha acertado cuando el lector niño se sumerja gozoso en sus p áginas, aunqu e p ara
consegu irlo haya transgredido todas las fronteras visibles e invisibles, reales o
imagin arias”
412
.
Y sobre lo escrito p or Gloria García Rivera: “El escritor p ara niños no lo es tanto
por tratar una temática determin ada o p or escribir intencionadamente p ara ellos, como p or
conectar con ciertas expectativas e intereses del niño co mo lector singular”
413
.
408
CERRILLO, Pedro C.: “Lo literario y lo in fantil: con cepto y caracteri zación de l a literatura infantil”, en
CERRILLO, Pedro C y GARCÍA PADRINO, Jaime (Coords): La literatura infantil en el siglo XXI, Cuenca,
Universidad de Castilla - La Mancha, Colección Estudios; 81, 2001, p. 79.
409
FARIAS, Juan: “Notas para una charla de invierno”, Alacena, nº 21, 1994/1995, p. 5.
410
FERNÁNDEZ, Victoria: “Panorama a grand es rasgos”, en Trabajadores de la Enseñanza, nº 204, 1999, p.
37.
411
SIERRA I FABRA, Jordi: “ Declaraciones ”, Alacena, nº 17, 1993, p. 35.
412
PASCUAL, Emilio: “Frontera entre literatura para niños y para adultos”, Alacena, 1993, nº 15, p. 9.
413
GARCÍA RIVERA, Gloria: Didáctica de la Literatura…, cit., p. 264.
165
José R. Co rtés Criado
También hay que meditar sobre el contenido que guard an las p alabras de García
Puelles, publicadas en la rev ista El Cultural d e El Mundo:
Dedicarse al género infantil es como irse de vacaciones en el tiem po, y volver a la infancia.
En el juvenil, el atractivo consiste en la dificultad: cómo escribir una novela que interese a
los jóvenes, sin hacer concesiones ni que suene a cosa sabid a414 .
Y sobre lo afirmado p or Gómez Yebra: “En la actualid ad la literatura infantil está
encasillada, a p esar de que goza de muy buena salud, y a que hay demasiados escritores y
editoriales que se d edican a ésta”
415
.
Lo exp uesto hasta aquí viene a in cidir en la existencia de una p roducción literaria
destinada a niños y a jóven es, que no es ajena a la Literatura en gen eral, sino que p or su
origen oral, p or haber sido escrita p ensando en destinatarios muy jóvenes, p or la temática
tratada o p or la edad de los p rotagonistas, ha sido ideada p ara un p úblico infantil y juvenil.
La Literatura Infantil que “va asociada a la felicid ad en la p rimera infan cia”
416
, goza
de un reconocimiento ind iscutible: “La Literatura Infantil existe, y aunque p ueda ser
considerada como hecho social, h istórico y p edagó gico o p sicoló gico, es también un h echo
417
literario artístico y estético” , p ero la denominad a Juvenil es p uesta en tela de juicio,
como lo fu e aqu ella anteriormente, porque carece de un estatus diferenciado, y a que
Literatura Infantil y Juvenil, son términos que se han emp leado siemp re unidos, como si
formasen un único significado, o como elementos sinónimos, cuya finalidad es nombrar
una literatura dirigida al p úblico de menor edad o menor de edad.
Creo que el d ebate no debe ser ahora sobre la existencia o no de la Literatura Juvenil
(LJ), sino de su diferenciación resp ecto a la Literatura Infantil (LI), “p uesto que
414
MUÑOZ PUELLES, Vicente: “ Entrevista”, El Cultural de El Mundo, 26/05/05–01/06/05, pp. 8-9.
GÓMEZ YEBRA, Antonio A.: “ Declaraciones ”, Sur, 15/02/95, p. 50.
416
T ORRECILLA JAREÑO, Mª Teresa y MOROTE MAGÁ N, Pascual a: “Homenaje a Ju an Cerv era.
Memoria y Literatura In fantil”,
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveOb ras/crvr/01361697533460403978802/p0000001.htm#I_4
417
LÓPEZ VALERO, Amando: “La Literatura en Educación In fantil y Primaria”, en CERRILLO, Pedro y
GARCÍA PADRINO, Jaime, (Coords.): Literatura infantil y enseñanza de la literatura, Cuenca, Universidad
de Castilla La Mancha, Colección de Estudios, 1992, p. 59.
415
166
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
entendemos que la LJ debe buscar su identidad en el distanciamiento de la que hasta ahora
se ha considerado literatura infantil y juvenil indiscrimin adamente”
418
.
Esta Literatura, la Infantil y la Juvenil, ay uda a sus destinatarios a realizar un a
introsp ección general y les facilita el desarrollo de la con ciencia individu al, constantemente
en construcción y en eterno cambio, p ues “la narrativa infantil y juvenil, al consolidarse
como literatura escrita, ha asumido elementos de la ficción p sicoló gica y técnicas narrativas
419
de la literatura para adultos”
.
En menoscabo de la Literatura Juvenil se han esgrimido, entre otros argumentos, el
hecho de adecuarse a su receptor y que este fenómeno rebaja su calid ad literaria o es de
baja intensidad, sin ap reciar que se puede tratar una temática adecu ada a adolescentes y
jóvenes desde una p osición literaria de calid ad, co mo su giere M iguel Delib es: “y o creo que
para escribir p ara niños no hay que escrib ir co mo un tonto, remedando la voz la
420
abuelita”
.
O con p alabras de Conch a López Narváez, cuando exp resa que quien escrib e p ara
niños o jóvenes raramente p iensa en el recep tor de su obra: “lo que de verdad hace es
vivirla a la manera de sus seis, siete, nueve o doce años; p ero, si no tiene un sexto sentido
que le h aga escuchar, gozosamente, los p asos inquietos de los otros niños a su alrededor, es
muy p robable que, una vez terminada, su historia, aunque técnicamente correcta, no
421
consiga transmitir vida, que, en defin itiva, es lo que imp orta” .
Existe una idea gen eralizada de que la Literatura Infantil y Juvenil es un gén ero
menor. “Afortunadamente, del tóp ico se está saliendo p oco a p oco p orque hay muchos
418
DUEÑAS LORENT E, Domingo yT ABERNERO SALA, Rosa: “ La narrativa juvenil en los últimos veinte
años: entre luces y sombras”, en Aspectos Didácticos de Lengua y Literatura, 13, Zaragoza, ICE, 2004, p.
231.
419
COLOMER, T eresa: cit., p. 215.
420
DELIBES, Miguel: “Entrevista”, Alacena, nº 26, 1999, p. 12.
421
LÓPEZ NARVÁEZ, Concha: “ La Literatura In fantil en relación con la evolución psicológica del niño”, en
GARCÍA SURRALLÉS, Carmen y MORENO V ERDULLA, Antonio (Coords): Actas de las 1as. jornadas
de Didáctica de la Lengua y la Literatura: Literatura Infantil y Juvenil, Cádiz, Universidad, 1997, p. 29.
167
José R. Co rtés Criado
libros de literatura infantil francamente fantásticos y muchos autores de literatura p ara
adultos que están escribiendo también para niños”
422
, como afirma Gómez Yebra.
May or debería ser la preocupación por la temp oralidad de cierta literatura que
sop orta mal el p aso del tiemp o a p esar de contener cierta calidad literaria y haber d isfrutado
de un éxito momentáneo, dada la temática tratada, las alusion es a ciertas modas o el
len guaje emp leado, que suele transformar en efímero cu alquier relato, porque “el argot
evoluciona, en la medida en que quienes lo utilizan lo van sustituy endo cuando otros se
hacen con él”
423
.
Incluso en las novelas m ejores se dan rasgos formales que, pudiendo contribuir al éxito
circunstancial, las hacen difícilm ente perdurables, como son: el recurso expresivo al argot,
la frecuentísima introducción de canciones con las que identificar los m ensajes del libro,
las referencias explícitas a program as de televisión, películas actuales y famosos de
moda424 .
García Padrino cita en Así pasaron muchos años…, a Enzo Petrini, que en los años
sesenta publicó Estudio crítico de la literatura juvenil, libro que se ocup aba de una
literatura que abarcaba desde los álbumes ilustrados, hasta las obras de divulgación
científica o de v iajes; Petrini consid eraba la literatura juven il como literatura educativa, que
gracias a los p rofesionales de la enseñanza estaba viva. García Padrino considera que la
Literatura Juvenil es educativa en la misma medida que la Literatura General:
La Literatura Juvenil es la consecuencia de dos factores básicos. Uno, el deseo de los
docentes por desarrollar o m antener unos auténticos hábitos lectores contando para ello
con creaciones más adapta das a los intereses y conocim ientos de la realidad propios de la
edad juvenil. Y el segundo, unos planteamientos editoriales que buscan la adapta ción de
sus productos a los condicionam ientos específicos de los jóvenes, com o sector de m ercado
con posibilidades hasta ahora no suficientemente atendidas425 .
En la misma línea insisten estudiosos de la Literatura cuando afirman que el
reconocimiento de la Literatura Infantil y Juvenil existe y que se debe, especialmente, “al
422
GÓMEZ YEBRA, Antonio: “Entrevista”, Málaga Variaciones, nº 40, septiembre 2000, p. 33.
MADRID, Juan: “El argot de los jóvenes”, Alacena, nº 17, otoño 93, p. 33.
424
GONZÁLEZ, Luis Daniel: Tesoros para la memoria, M., CIE Dossat Ediciones, 2002, p. 142.
425
GARCÍA PADRINO, Jaime: Así pasaron muchos años... (En torno a la Literatura Infantil Española),
Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla- La Mancha, Colección Arcadia; 5, 2001, p. 217.
423
168
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
emp eño de un sector de profesionales vinculados con la edu cación y con los estudios
literarios, que h an sabido aunar fines, objetivos y criterios coherentes con la esp ecifidad d el
ámbito educativo y p ersonal en que se desenvuelv en los lectores de LIJ”
426
.
La tenacidad de numerosos maestros y maestras ha originado el fomento de la
lectura desde edad es muy tempranas, animando al lector a sentirse motivado p ara ingresar
en el mundo de las letras, tras serle inculcado el p lacer de leer p orque “mucho nos tememos
que la literatura sea un complejo fenómeno cultural y estético que ni el niño n i un
adolescente p ueden captar a la manera en que se exp onen las no ciones en un manu al de
teoría literaria”
427
; de ahí que se deba resaltar la imp ortancia de la labor del personal
docente en las aulas.
Hay que destacar que un niño p odrá considerar un juego sus p rimeras lecturas y
disfrutará de ellas “si los adultos nos acercamos a los n iños p ara enseñarles a manejar
libros, a pasar hojas, a observar y comentar las ilustraciones y a leer con ellos”
428
.
Y no olvid ar que “la lectura es el p rincip al instrumento de ap rendizaje y el núcleo
429
central de trabajo y p unto de p artida de la mayoría de las actividad es escolares”
.
No existe un único modo de formar lectores, es en el quehacer diario de p rofesores
y p adres donde se p uede encontrar una fórmula que permita el p aso del niño o adolescente
no lector al camp o de los lectores. “No p odemos dar una solución uniforme p ara todos los
430
alumnos, ni un mod elo rígido a imitar”
.
La Literatura Juvenil d emuestra su razón de existir cuando los p rofesionales d e la
enseñanza se enfrentan a un alumnado adolescente, al que d esean introducir en el terreno de
426
MENDOZA, Antonio: “Sobre la reorientación de la crítica de literatura in fantil y juvenil”, en CERRILLO,
Pedro C. y GARCÍA PADRINO, Jaime (Coords): La literatura infantil…, cit., p. 32.
427
MARTOS NÚNEZ, Eloy (Director): Métodos y diseños de investigación en Didáctica de la Literatura,
M., MEC, 1988, p. 87.
428
GONZÁL EZ ÁL VAREZ, Cristóbal: Enseñanza y aprendizaje d e la Lengua en la escu ela infantil,
Granad a, Grupo Editorial Universitario, 2003, p. 169.
429
ALLER GARCÍA, Carlos y NÚÑEZ RUIZ, Gabriel: Animación a la lectura I. Motivaciones y juegos para
antes de leer, Sevilla, Quercus, 1998, p. 23.
430
CORT ÉS CRIADO, José R.: “ Animación a la lectura”, CLIJ, nº 73, junio, 1995, p. 57.
169
José R. Co rtés Criado
la literatura, como disfrute y formación de su personalidad, durante la d enomin ada
Educación Secundaria Obligatoria y se encuentran con qu e “la ausen cia d e la literatura
juvenil del canon literario escolar está colocando a los docentes y a la institución escolar en
gen eral en la necesidad d e replantearse la elección de los textos literarios con los que
pretenden enseñar literatura” 431.
Dentro de la LIJ tienen cabida cancion es, nanas, libros ilustrados, adaptaciones
clásicas, álbumes de cualquier gén ero, con la cond ición d e ser ap reciados p or los niños y
jóvenes, y , “asegurar ante todo el carácter indep endiente de la creación literaria y , al mismo
tiemp o, evitar la burda o la agob iante manip ulación de la libre reacción al n iño como
recep tor del mensaje literario, invocando p ara ello la justificación de la discutible primacía
de unos determinados valores” 432.
Se utilizan los mismos argu mentos a favor y en contra de la LJ, co mo anteriormente
se hizo con la LI, cuando lo verdaderamente imp ortante debe ser que dicha literatura
resp onda a los intereses de ado lescentes y jóvenes. Así lo considera Emili Teixidor, cuando
afirma que la imp ortancia de los libros juven iles rad ica “en el h echo de que a través de esas
lecturas los jóven es p ueden desarrollar y afirmar su id entidad y escoger su lu gar en el
mundo camb iante y ambivalente que se p resenta ante sus expectativas”433.
Hay que considerar que “no es literatura juvenil la qu e simp lemente maneja
personajes juveniles o temas de p resunto interés p ara los adolescentes”
434
, o de manera más
tajante, aquella que se ed ita en colecciones destinadas a los jóv enes; sino que se h a de
valorar que “la Literatura Infantil y la Juvenil, como p arte de la Literatura general,
435
constituyen un reflejo artístico de la v ida, la historia y la realidad en general”
431
.
BORDA CRESPO, Isabel: “Presencia de la literatura in fantil y juvenil en el canon literario escolar”, en
CANO VELA, Ángel G. y PÉREZ VALVERDE, Cristina (Coords): cit., p. 380.
432
GARCÍA PADRINO, Jaime: “ Literatura In fantil y Edu cación”, en CERRILLO, Pedro y GARCÍA
PADRINO, Jaime, (Coords): Literatura infantil y enseñanza…, cit., p. 13.
433
BORDA CRESPO, Isabel: Literatura infantil y…, cit., p. 24.
434
MARTOS NUÑEZ, Eloy: “ La Literatura en la Educación Secund aria”, en CERRILLO, Pedro y GARCÍA
PADRINO, Jaime, (Coords): Literatura infantil y enseñanza…, cit., p. 97.
435
LUCIANO LÓPEZ, Margarita y GRIMALDI SILIÉ, Eleanor: Literatura Infantil y D esarrollo Creativo,
Santiago de Compostela, Griallibros, 1998, p. 57.
170
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Y que todo autor intenta conseguir una comunicación con su lector implícito a
través de su obra que “además de p rop oner un entretenimiento artístico al lector, busca a
menudo crear una co mp etencia lin güística, narrativa, literaria o ideo ló gica”
436
, y como
recuerda la p rofesora Morote M agán, “tenemos que distin guir entre el cono cimiento de
diferentes reglas gramaticales y la cap acidad de utilizar esas reglas de forma eficaz y
aprop iada en la comunicación”
437
.
Por otra parte, es fundamental asumir qu e la valoración d e toda obra de Literatura
Infantil y Juvenil suele proceder de p ersonas adultas: profesores, p adres, bibliotecarios, etc.,
que son los auténticos med iadores entre los libros y sus destinatarios; p or lo que el escritor
o escritora es consciente de que su obra h a de sup erar dos obstáculos: el b enep lácito de los
adultos y la aquiescen cia d e los jóvenes, p ara los que cada libro debe resultar “una p uerta
abierta a la recreación, al disfrute imagin ativo que la carga moralizante ha enturbiado
438
durante tanto tiemp o” .
Conseguir que una p ersona disfrute con la lectura de un texto literario es tarea ardu a
de lo grar, p orque “escribir un a historia, construir un edificio hecho sólo d e p alabras, y
convencer a otro -un lector- de que lo habite con confianza es, en el fondo, un acto de
ilusionismo” 439, y a que “sólo se convierte en placer cuando es activa, creativa y habitual; y
para llegar a ello hay que recorrer un largo camino en el que son necesarios el rigor, la
soledad, la disciplina y la constancia”
440
. Hay que tener muy p resente que “la actividad de
leer textos literarios es un p lacer intelectual y , como la may oría de los p laceres d el
intelecto, exige un ap rendizaje costoso que se consigue con los años y con el esfuerzo”
441
.
436
LLUCH, Gemma: Análisis de narrativas infantiles y juveniles, Cuenca, Ediciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha, Colección Arcadia, 7, 2003, p. 9.
437
MOROT E MAGÁN, Pascuala y LABRADOR PIQUER, María José: “El marco de referenci a europea y la
enseñan za comunicativa de segund as lenguas”, Glosas Didácticas. Revista Electrónica Internacional, nº 12,
otoño, 2004, p. 11.
438
QUILES CABRERA, Mª del Carmen: “ Literatura Infantil y Juvenil: estado de la cuestión”, en RUZICKA
KENFEL, Veljka, et al. (Edits.): Literatura infantil y juvenil: tenden cias actuales en investigación, Vigo,
Universidad, Colección Congresos, 28, 2000, p. 411.
439
MONTES, Graciela: “ Publicar lejos de casa”, Alacena, nº 18, invierno 93-94, p. 25.
440
CERRILLO T ORREMOCHA, Pedro C. y YUBERO JIMÉNEZ, Santiago: “ Literatura y educación: la
creación de hábitos lectores”, en RUZICKA KENFEL, Veljka, et al. (Edits.): cit. pp. 267-268.
441
LLUCH, Gemma: Análisis de narrativas infantiles…, cit., p. 10.
171
José R. Co rtés Criado
O en p alabras de Isabel Borda Cresp o, “la práctica, libre y guiada, de la lectura
construye la comp etencia literaria p or fases recurrentes que incluyen, en primer lugar, el
deseo de entrar en el juego ; en segundo lu gar, la adquisición gradual de las actividades
interp retativas del texto literario […] y en tercer lu gar, la explicación de las reglas seguidas,
de los mecanismos que se han utilizado p ara construir la interpretación…442
Cuando se trata de forjar lectores, se deben llevar a cabo actividades qu e favorezcan
el acercamiento a los textos literarios; una de ellas p uede ser la p resentación de un libro al
alumnado, cuy a “finalidad no es más que la de interesar al futuro lector p or la historia que
443
guard a el libro y crearle la ilusión p or algo desconocido y atray ente a la vez”
.
Y si se trata de animar a la lectura, lo mejor es p artir de la p remisa de que leer deb e
ser divertido y que hay que facilitar el acercamiento a los libros desde los p rimeros meses
de vida del individuo, iniciando el proceso con un p rimer contacto p or medio de los
sentidos hasta conseguir que nuestro raciocinio sea cap az de percibir la belleza que encierra
la letra imp resa.
3.4.- RES EÑA EVO LUT IVA D E LA LIT ERATURA INFANTIL Y J UVEN IL.
En la segunda mitad del siglo XX, los autores que escrib ían p ara los más jóv enes
decidieron denostar el autoritarismo, las falsas conv encion es sociales, los p rejuicios
absurdos, e impregnar sus libros d e realismo e ideas renovadoras, así como de fantasía y
ciencia-ficción o narracion es históricas, tratando los temas que fueron d esap robados p ara
evitar alterar el desarrollo de la infan cia inocente:
442
BORDA CRESPO, Isabel: “ El lector modelo en la narrativa infantil metaficcional ”, en AGRELO
COST AS et al. (Coords): Narrativa e promoción da lectura no mundo dos novas tecnoloxías, Santiago de
Compostela, Xunta de Galicia, 2002, p. 115.
443
CORTÉS CRIADO, José R.: “ Una estrategia de animación a la lectura”, Andalucía Edu cativa, nº 19,
Febrero, 2000, p. 26.
172
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Los autores se atrevieron a escribir sobre asuntos que nunca antes habían aparecido tan
explícitamente, com o la muerte, el sexo, la defensa de las minorías y la crisis de valores en
la sociedad contemporánea444 .
Con la llegada a Esp aña de la d emocracia, y la desap arición de la censura, los
escritores se manifestaron con absoluta libertad; ya no debían escribir elud iendo las
restrictivas normas de los censores ni habían de someterse a las estrictas normas de los
educadores; se quebrantaban las reglas de urbanid ad, se defendía la tolerancia, se buscaba
una nueva identidad acorde a la manera de ser de cada uno y surgió “una literatura
progresista y militante que,
antiautoritaria”
445
en algunos casos, se identificó
como literatura
.
En la décad a de los setenta, “lo milagroso desciende muy significativamente en las
obras del p eríodo d emocrático, en favor del p redominio de lo imaginario”
446
, y como
recuerda Teresa Colo mer, se p asó a reivindicar la fantasía, los conflictos y relaciones
personales, y el p oder de la literatura de calidad en el terreno educativo, y así, “los libros
infantiles se llenarán de humor y de imaginación, d e personajes ociosos, tiernos y
disp aratados, enfrentados también a la ambigüedad d e los sentimientos, a la co mp lejidad de
447
los conflictos, a los cambios de p ersp ectivas” .
Durante esos años la p roducción literaria p ara niños y jóvenes se nutría
princip almente de autores extranjeros, y gracias a los n iveles d e libertad alcanzados en
nuestra sociedad, se p udieron d ifundir obras cuy os p ersonajes eran transgresores de las
normas sociales establecidas y se mostraban rebeldes ante una sociedad autoritaria, como
Pippi Calzaslargas, de Astrid Lindgren.
Una década d espués, a los grandes autores como Ende, Dahl, Grip e, Nöstlinger, etc.,
se unieron autores esp añoles como M erino, Millás, Atxaga, Gisbert, Sierra i Fabra, Alonso,
444
GARRALÓN, Ana: Historia portátil de..., cit., p. 131.
COLOMER, T eresa: Introducción a la literatura infantil y juvenil, M., Síntesis, 1999, p. 111.
446
GILABERT JUAN, Jesús: “ La huella del contexto de producción en la nov ela in fantil y juvenil”, en
CANO VELA, Ángel G. y PÉREZ VALVERDE, Cristina (Coords): cit., p. 424.
447
COLOMER, T eresa: Introducción a la literatura…, cit., p. 109.
445
173
José R. Co rtés Criado
Concha Lóp ez, Gómez Cerdá, etc., a los y a establecidos como Ana María Matute o M iguel
Delibes. Posteriormente llegaron Casald errey , Lindo, Docampo, Ruiz Zafón, etc.
Hoy los lectores p refieren leer novelas de autores esp añoles, en las cuales se
abordan con claridad p roblemas cotidianos, siendo este terreno donde mejor se
desenvuelven los nuevos escritores, dentro del mercado editorial, en el que los gustos
evolucionan “alentados p or maestros y bibliotecarios, que organizan con frecuencia
encuentros con autores en sus camp añas de animación a la lectura”
448
.
La p resencia de escritores en las aulas “suele remover las ganas de leer, p ero
dep ende del gancho que ten gan los autores, y a veces resulta comp licado hacer que los
usuarios lean p reviamente sus obras: el efecto suele ser a p osteriori”449.
Debido a qu e en los años sesenta y setenta las sociedades o ccidentales
exp erimentaron grandes camb ios, se mod ificaron determinados valores ideoló gicos y el
tip o de educación que se imp artía a los menores, y a no se trataba de preservar la infancia en
su cáp sula de inocencia co mo se venía haciendo. Había que educar desde la lib ertad, la
tolerancia y el resp eto mutuo; en este contexto, “a p artir de los setenta emp iezan a proliferar
en la LIJ los relatos sobre chicos con dificultades” 450.
En los años setenta se hab ía visto nacer una literatura militante en lo referente a la
liberación de las costumbres: por fin se tenía derecho a hablar de todo a los
451
adolescentes .
Llegando la décad a de los ochenta, cuando la Literatura Infantil y Juvenil parece la
encargada de d ejar testimonio de todo cuanto acontece en nuestra sociedad, se tratarán
temas relacionados con el p oder autoritario, la burocracia, la delincuen cia, la vida en los
448
BERMEJO, Amalia: La Literatura Infantil en España, M., Asociación Española d e Amigos del Libro
Infantil y Juvenil, 1999, p. 31.
449
BARÓ, Mónica, MAÑÀ, T eresa y VELLOSILLO, Inmaculada: Bibliotecas escolar es, ¿para qué?, M.,
Anaya, La sombra de la palabra, 2001, p. 147.
450
GONZÁLEZ, Luis Daniel: cit., p. 25.
451
DIAMENT , Nec: “ La novela para niños en la actualidad”, en PARMEGIANI, Claude-Anne: cit., p. 84.
174
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
arrabales, los p roblemas de dro gadicción, el abandono social de d eterminados segmentos de
población, el sexo, la muerte, etc., transgrediendo las normas y conductas sociales:
[La trasgresión] de las normas de orden y conducta, obedece a una flexibilización de estas
reglas en la concepción social actual y a una decidida voluntad de la narrativa actual de
incorporar el reflejo de los sentim ientos antisociales de los niños y niñas, actitud
prom ocionada, en parte, por las corrientes psicoanalíticas que defendieron la no negación
de las fantasías y pulsiones del individuo452 .
Esta mayor relativización de los v alores morales trajo consigo un camb io en las
líneas editoriales p ara jóvenes. “En consecuencia, las obras realistas de temas sociales o
psicológicos evolucion aron hacia un a simp le constatación de la realidad escrita, lo cu al
provocó un gran aumento de la dureza con que se refleja el conflicto”
453
, quedando
desp rotegida la infancia ante el desconsuelo que le produce una realidad demasiado dura,
avivándose “una vieja polémica: la fantasía contra la realid ad, y , p or tanto, quién decide lo
que más les conviene a los niños”
454
.
La p olémica es tan estéril como la que se crea cuando se ve la necesidad de marcar
los libros p or edades, b ien p or los contenidos qu e trate la obra o p or la competencia lectora
del receptor, p orque existen niños con un nivel lector sup erior a muchos adultos; y p orque
se ha de considerar a los niños como seres humanos comp letos, a los que se debe contar la
455
verdad y no sólo lo p olíticamente correcto, “ni p uerilidades, ni mentiras, ni en gaños”
.
En los años noventa ap arecieron nuevos p roy ectos editoriales, con escaso éxito en la
parte dura de cada un a de estas nuevas o renovad as colecciones:
La sociedad no estaba preparada para sacar partido de su calidad, porque las narraciones
y formas literarias correspondían a sociedades más cultas y avanzadas, como lo viene a
dem ostrar -de form a paradójica y regresiva-,nuestra realidad actual, con m asivas
publicaciones de menor nivel literario que en los ochenta, junto a pequeñas porciones de
altas calidades456 .
452
453
454
455
456
COLOMER, T eresa: La formación del lector…¸ cit., p. 211.
COLOMER, T eresa: Introducción a la literatura…, cit., p. 112.
GARRALÓN, Ana: Historia portátil de…, cit., p. 141.
GONZÁLEZ, Luis Daniel: cit., p. 31.
BARRENA, Pablo: cit., p. 49.
175
José R. Co rtés Criado
Además de los cambios en el nivel literario, se acentúa la p roliferación de obras
llamadas p sicológicas o de transición, en consonan cia con los temas transversales p rop ios
de la educación secundaria, y los deseos de contar la realid ad habitual:
Se podría decir que los subgéneros narrativos clásicos de la literatura juvenil -el policiaco,
el relato de aventuras, la novela histórica, etc.- han perdido en los últim os años una parte
de sus rasgos tradicionales para incorporar una carga importante de realism o, de atención
a la actualidad, de indagación psicológica, de tratam iento de los cotidianos en la línea de
las tendencias de la denominada postm odernidad cultural457 .
Barrena insiste en que actualmente se presta una esp ecial atención a los p aratextos,
y que existen unas fórmulas ausp iciad as p or el mercado qu e pretenden una literatura de usar
y tirar, muy bien p romocionada, donde no p rima la calid ad, sino el ofrecer una p ersp ectiva
didáctica que agrada a los mediadores y p ermite a los jóv enes acercarse a temas formativos
en cuanto a valores morales.
También insiste en que hoy los cambios ideológicos imp onen casi por completo un
único modo de hacer las cosas, que imp ulsa “las temáticas ab iertas pero p lanas, las
construcciones menos co mp lejas y más sencillas, las mod as en co lecciones y estilos, y se
acentúa el dominio d e lo educativo y del entretenimiento, no de alentar la inteligencia, y
hay rep etición y sup erficialid ad al lado de fu gaces o semip erdidos libros de calidad ”458.
Con todo, “actualmente los libros p ara niños gozan de un estatus p rivilegiado. Son
una p oderosa industria que, dentro del p anorama cultural, reporta buenos beneficios aunque
esto no les hay a p ermitido sup erar la barrera de la literatura sin adjetivos y permanezcan en
el p erp etuo olvido mediático y cultural”
459
.
A p esar de ser un negocio que muev e, ap roximadamente, un tercio del volumen d e
facturación anual de la literatura esp añola, apenas tiene esp acio en la p rensa diaria, lo que
confirma la p ercep ción que d e ella se p osee. “La literatura infantil es la Cen icienta de la
457
458
459
DUEÑAS LORENT E, Domingo y T ABERNERO SALA, Rosa: cit., p. 264.
BARRENA, Pablo: cit., p. 51.
GARRALÓN, Ana: “ La crítica es bella…”, cit., p. 35.
176
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
460
familia literaria”
, a p esar d e que “casi la mitad d e la literatura que se p roduce en Esp aña
está dirigida al mercado infantil y juvenil, el 19 % de la p oblación”
461
.
La crítica literaria infantil no vende, no ayuda a vender periódicos, lo cual confirm a la
percepción que se tiene de la literatura infantil como género m enor o subgénero462 .
Para algunos, la LIJ es “una literatura de tránsito hacia la literatura digamos
gen eral”
463
; p ara otros investigadores es “una literatura de frontera, es decir, un tip o de
textos que toman asiento en la frontera literaria o en la p eriferia d el sistema”
464
, p ero ha de
tenerse en cuenta que es Literatura, al margen de la edad de sus p rotagonistas, del p úblico
al cu al se dirige o de la carga edu cativa qu e conten ga; p orque no o lvidemos que “no p uede
haber una obra no ideoló gica, que no transmita ninguna ideolo gía”
465
, en cualquier tip o de
literatura, si es que p odemos utilizar el término tip o.
Y que “en el camp o del juego literario el ún ico indicador que se suele utilizar p ara
establecer jerarquías en el aquí y ahora es el éxito”
466
, aunque sea efímero, p or lo tanto se
debe analizar la Literatura p restando atención a diversos asp ectos, y esp ecialmente al
enfrentamiento del lector con el len guaje literario, que debe ay udar a co mp render nuevas
situaciones comunicativas, “enriqueciendo la imaginación, amp liando las posibilidad es de
la len gua y sirviendo de detonante para la exteriorización de los recursos exp resivos y
467
creativos p rop ios”
.
460
BLANCH DOMÉNECH, Xavier: “ Libros de un dios menor”, en CERRILLO, Pedro C y GARCÍA
PADRINO, Jaime: Presente y futuro de la literatura infantil, Cuenca, Ediciones de la Universidad d e
Castilla-La Mancha, 2000, p. 97.
461
MARCHAMALO, Jesús: “ El mapa del tesoro”, en Anuario sobre el libro infantil y juvenil 2004, M., SM,
2004, p. 31.
462
BORDA CRESPO, Isabel: “Presencia de la literatura in fantil…”, cit., p. 379.
463
MARTOS NUÑEZ, Eloy: “ La Literatura en la Educación Secund aria”, en CERRILLO, Pedro y GARCÍA
PADRINO, Jaime: (Cords): Literatura infantil y…, cit., p. 97.
464
LLUCH, Gemma: Análisis de narrativas…, cit., p. 9.
465
Id., p. 34.
466
BECERRA, Eduardo: “ Visita al territorio de La Mancha”, en OREJU DO, Antonio (Coord.): En
cuarentena: nuevos narradores y críticos a principios del siglo XXI, Murcia, Universidad, 2004, p. 163.
467
CERRILLO, Pedro: “ Creación de hábitos lectores: el comentario de textos literarios”, en CERRILLO,
Pedro y GARCÍA PADRINO, Jaime: (Coords): Literatura infantil y…, cit., p. 122.
177
José R. Co rtés Criado
Porque tanto “la Literatura Infantil, como la Literatura Universal, constituy e una
forma artística de exp resar la vida a través de la p alabra”
prop ia y esp ecífica de la Cultura y el Arte”
469
468
; y es además “una p arcela
, que ha p rocurado crear historias que los
adultos puedan acep tar como convenientes y que a los niños sup ongan “un diálo go entre la
sociedad y las nuevas generaciones” 470, y a que “un libro que no ay ude en algún sentido es
471
un libro muerto”
.
Toda obra narrativa deb e reflejar aspectos vivenciales que ay uden a formar la
personalidad de los pequeños lectores, teniendo en cuenta que “los textos literarios
infantiles son la llave que abre las p uertas a la cultura literaria y , por tanto, componen la
base sobre la que el niño construy e su comp etencia lecto-literaria”
472
.
Una labor p rimordial de los adultos, como educadores, ha d e ser conseguir qu e
niños, adolescentes y jóvenes sean “buenos lectores, cap aces de esco ger libros que les
interesen y que les parezcan atractivos, para que este interés les lleve a continuar
473
ley endo” . Hay que inducirlos a descubrir el gusto de la lectura en libertad, p orque
aquella es “el agu a de la vida”
474
que los condu cirá a descubrir sus prop ias lecturas
autónomas e indep endientes del mediador adulto y se haga realid ad que el hecho de “leer
debe ser un fin en sí mismo ” 475, y que “los libros no muestran el camino de la felicidad. Los
libros son la felicidad”
476
, aunque sigamos p lanteándonos eternamente la siguiente
pregunta: “¿En qué momento se convierte uno en lector?”
477
Nos convertimos en lectores desde el instante en que escu chamos el primer relato en
nuestra infancia. Ese momento en el que op tamos p or leer los sonidos que llegan a nuestros
468
LUCIANO LÓPEZ, Margarita y GRIMALDI SILIÉ, Eleanor: cit., p. 19.
GARCÍA PADRINO, Jaime: “ Literatura Infantil y Educación”, cit., p. 24.
470
COLOMER, T eresa: “ Narrativa infantil actual”, Alacena, nº 34, 1999, p. 31.
471
ROVIRA, Alex y T RIAS DE BES, Fernando: cit., p. 96.
472
DE AMO SÁNCHEZ-FORT ÚN, José Manuel: cit., p. 153.
473
ESCARDÓ I BAS, Mercè: La biblioteca, un espacio de convivencia, M., Anaya, La sombra de la palabra,
2003, p. 78.
474
FERNÁNDEZ PAZ, Agustín: “ Como quien bebe agua”, en ALBANELL, Pep et al.: Hablemos de leer,
M., Anaya, La sombra de la palabra, 2002, p. 82.
475
EQUIPO PEONZA: El rumor de la lectura, cit., p. 17.
476
ALBANELL, Pep: “Contagiar”, en ALBANELL, Pep et al.: cit., p. 19.
477
ARIZALET A, Luis: cit., p. 9.
469
178
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
oídos es el que nos introduce en el mundo de la lectura, lo que ocurre es que es otra forma
de leer, más có moda y p lacentera, que no condu ce irremisiblemente al mundo de la letra
imp resa a todos los seres hu manos, muchos se p ierden en el tránsito de un tip o de lectura a
otra.
Del esfuerzo que realice la socied ad para fomentar la lectura p lacentera entre las
personas van a dep ender los resultados que se obtengan en este campo.
Llevar a cabo animaciones a la lectura esp orádicamente entre la p oblación, ya sea en
los centros educativos o en las bibliotecas p úblicas puede influir en determinadas personas
a la hora de elegir ser lectores o no, pero difícilmente se observarán camb ios de conducta
entre los asistentes a tales actividad es si no son sistemáticas, p erfectamente reglad as y
tendentes a conseguir los objetivos p rop uestos.
Conseguir qu e los alu mnos de un centro se interesen p or la lectura literaria es un a
tarea titánica p lagada de obstáculos y cortap isas p ero muy grata de exp erimentar. Al fin al
de un largo p eríodo de actividades alred edor de los libros seleccionados se puede conseguir
un amp lio grup o de lectores activos que disfruten con los libros, p ero no todos los nuevos
lectores mantienen ese hábito si el ambiente escolar no lo p rop icia continuamente.
Formar lectores es una meta muy ambiciosa que debería constituirse en uno de los
lemas de toda institución escolar, sobrep asando los tóp icos típ icos que a modo de mensaje
rep etitivo quieren inculcar en los alumnos frases como : “la lectura nos hace libres”, “el
buen lector ap rueba siemp re” o “lee que eso es bueno p ara ti”, todo ello, sin olvidar las
afirmaciones de los lib erales d el siglo XIX, los cu ales p ensaban que no deb ía construirse un
estado moderno “en torno a una juventud y un p ueblo ignorantes y analfabetos” 478.
Por último, insistir que no surgirán lectores si nos limitamos a dar teorías brillantes
y consejos a unos n iños o jóvenes qu e d esean conocer los p orqués de la vida y disfrutar de
478
NÚÑEZ RUIZ, Gab riel et. al.: “Ideas educativas y estéticas de nuestros creadores decimonónicos”, en
RIGAUD FELICES, Eufrasio, NÚÑEZ RUIZ, Gab riel, MARÍN GRANADOS, Mª Josefa (Coords ): De
Educación Lingüística y…, cit., p. 476.
179
José R. Co rtés Criado
ella activamente. Habría qu e imp licarlo en la compresión y análisis de textos de forma
placentera y guiarlos en la selección de libros adecuados a sus intereses y gustos en ese
dédalo al que llega a convertirse la biblioteca.
3.5.- LA LIT ERATURA INFANTIL Y JUVEN IL DE JORD I S IERRA I FABRA.
GEN ERALIDAD ES .
3.5.1. - EL AUTOR. APUNTES BIO-BLIOGRÁFICOS (1947-2003).
Nació en Barcelona, el 26 de julio de 1947. A los ocho años sufrió un accidente
grav e; romp ió una p uerta de cristal, fracturándose la n ariz y los tendones del brazo
izquierdo. Su ele contar Jordi Sierra i Fabra qu e durante la convalecencia realizó sus
primeras incursiones literarias al descubrir qu e escrib iendo no tartamudeaba, y será en 1959
cuando escriba su p rimera novela larga, 500 p áginas, demostrando con ello su firme
vocación d e escritor:
Verás, cuando tenía 8 años decidí ser escritor. Quería vivir como vivo, viajando,
conociendo gentes, siendo dueño de m i destino, contando historias... Pero era de fam ilia
hum ilde, y m uy tartamudo. Nadie creía en m í, nadie pensaba que lo lograría, todos decían
que no sería escritor, y que si lo era, me moriría de hambre479 .
Con el tiemp o, no sólo sup eró la tartamudez sino qu e llegó a ser crítico musical y a
tener un p rograma en la radio, ad emás vio cump lido su deseo de editar libros. Le gusta
decir que a p esar de la cantidad de obras que h a escrito, aún conserva ideas p ara estar
escribiendo durante años sin p arar.
479
http://www.cuatrogatos.org/6entrevista.html. abril-junio, 2001, pp.8-9.
180
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Más tarde, cuando acabó el bachillerato superior en 1964, comenzó a estudiar
Ingen iería Técnica en horario nocturno, mientras trabajaba de día en un a empresa de
construcción p ara así costearse los estudios.
Pronto descubrió que su v erdadera p asión era la música. Se convirtió en el fan
número uno d e The Beatles y él, que es hijo único, adopta como hermano may or a John
Lennon:
Trabajaba de día y de noche estudiaba y lo que ganaba lo daba a m is padres para com er;
yo estaba siempre sin dinero. Me iba a pie a trabajar y a la escuela para ahorrarm e el
dinero del autobús y el metro, con esto me iba cada sábado por la tarde a comprar un
disco480 .
En 1968 inició su carrera p rofesional en el camp o de la música. Desde muy joven
fue miembro fundador y colaborador de El Gran Musical (Cadena SER, M adrid) y
colaborador en Radio Barcelona. También p ublicó artículos y colaboraciones en La Prensa
de Barcelona y Nuevo Diario de M adrid, llegando a ser, al año siguiente, corresp onsal en
Barcelona de El Gran Musical.
Abandonó los estudios en 1970 sin haber finalizado la carrera, y trabajó como
comentarista musical, llegando a ser d irector en Barcelon a del semanario Disco Express.
Con veintidós años era el director de una revista de m úsica, sin carrera, sin estudio, sin
nada… sólo por haber leído un libro al día cuando era niño. Mi cultura es una cultura
lectora. No recuerdo nada de lo que estudié pero de lo que he leído todo lo recuerdo481 .
A p artir de este momento comenzó a viajar p or todo el mundo junto a los grandes d e
la música, sin descuid ar su interés p or la lectura, ni dejar de escribir:
¡Mis am igos son músicos! En España son Mecano, El últim o de la fila, Serrat y fuera de
España, son Bruce Springteen o Madonna, pues siempre he estado m etido en ese
ambiente482 .
480
33.
481
482
CAST RILLÓN, Silvia.: Entrevista a Jordi Sierra i Fabra, Cincuenta libros Sincuenta, nº 3. Bogotá, 1998, p
Id., p. 34.
Ib., id.
181
José R. Co rtés Criado
Publicó en 1972 su p rimer libro, 1962-72 Historia de la Música Pop, la p rimera
obra en su género ed itada en Esp aña y gran éxito de ventas. Además llegó a ser consejero
de redacción, colaborador, redactor y fundador de diversas revistas musicales, entre ellas,
Top Magazine, Extra, Popular 1, siendo, esta última, una revista mensual de rock, p ionera
en su estilo.
Su p adre no confió nunca en que su hijo triunfase como comentarista musical n i
como escritor, para él era más p rovechoso tener un trabajo en un banco o en cualqu ier
emp resa que le p agase p untualmente cada mes, a p esar de que su hijo había obtenido
grand es éxitos en su carrera como crítico musical y había p ublicado un libro, como el
prop io Sierra i Fabra recu erda:
Mi padre siem pre me veía com o un bicho raro. Un día m e dijo: “Hijo m ío te he visto hacer
radio, te he visto publicar un libro, si ganas un prem io literario, un prem io, será la prueba
de que tú en la vida lo vas a hacer todo”483 .
Quedó finalista del Premio Literario Ciud ad de Murcia en el año 1974; al año
siguiente, 1975, ganó el Premio Literario Villa d e Bilbao de nov ela, qu e marca el fin d e una
época dedicad a a la música y el inicio de su vocación literaria.
El p adre de Jordi Sierra i Fabra murió quince días antes de que su hijo se hiciese co n
el p rimer p remio literario de su carrera; este luctuoso suceso fue entendido p or el autor
como una p remonición:
Cuando el m édico m e dijo. “Tu padre ha muerto”, yo dije en voz alta: “Ahora gano en
Bilbao, ya he pagado el precio”. Me salió del alma, la gente no supo de qué hablaba pero
lo dije en voz alta, y a los quince días m e llamaron: que había ganado en Bilbao484 .
Inició en 1976 la red acción de una colección de libros de historia de la música y de
biografías de p ersonajes famosos bajo el título Música de Nu estro Tiempo, en la que escribe
y p ublica dos docenas de obras en los sigu ientes años.
483
484
Id., p. 36.
Ib., id.
182
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Al año siguiente, 1977, fue miembro fundador de la revista dedicad a a la música
joven Súper Pop, la cual, a los pocos meses de iniciar su p ublicación en España, llegó a ser
la número uno en su género.
Emp rendió esta nuev a av entura ed itora aun a sab iendas de qu e p ronto dejaría sus
actividades en el mundo de la música para d edicarse exclusivamente a la escritura, pues esa
era su meta.
Entre 1976 y 1978 lo dejé todo, la radio, las dos revistas musicales que dirigía, y me
enfrenté a la vida escribiendo novelas485 .
Cuando alcanzó la fama como comentarista musical, llegó a ser una p ersona tan
conocida que incluso firmaba autógrafos junto a los grandes intérp retes de rock, y asistía a
los conciertos de música p op más imp ortantes que se celebrab an en cu alquier lugar d el
mundo. A p esar de ello, consideró que y a había cu mplido una p arte de su proy ecto de vida
y decidió dedicarse exclusivamente a la escritura:
Me m etí en la música un poco para hacerme un nombre y para poder publicar m is novelas,
porque lo único que yo quería en la vida era escribir libros486 .
Siguió escrib iendo y particip ando en p remios literarios, quedando finalista del
Premio Planeta de novela en 1978, al año siguiente consigu ió el Premio Ateneo de Sevilla
de novela, y en 1981 ganó el Premio Gran An gular de literatura juvenil con su novela El
cazador.
Llegué a la literatura juvenil porque gané un premio juvenil con un libro adulto. Luego vi
que ahí había un público que se entusiasm aba con mis novelas, y los editores las
publicaron en colecciones juveniles487 .
485
SIERRA I FABRA, Jordi.: “Entrevista”, Diario Atlántico, Vigo, 03/03/96.
CAST RILLÓN, Silvia.: cit., p. 34.
487
BILBAO, Patti: “ Entrevista”, París, verano 1998, http://www.sierrai fabra.com/declaraciones.html,.
(08/04/03)
486
183
José R. Co rtés Criado
Ese mismo año inició la p ublicación de la Historia de la Música Rock, trabajo que
abarcó 100 fascículos distribuidos en 6 volúmenes. Se p ublicó con notable éxito durante
dos años.
Es un lujo tener en España a uno de los m ejores historiadores de música de nuestro tiempo.
Sus enciclopedias son auténticos record Guinness488 .
A p artir de 1982 tienen lugar los p rimeros ciclos de conferencias y encuentros con
los lectores p or toda España, en co legios e institutos ante el au ge d e la Literatura Infantil y
Juvenil:
Nadie vino nunca a m i colegio a decirm e nada, y siempre pensé que si podía, m e gustaría
hacerlo yo, para que el público m ás joven viera que el escritor es un tipo de carne y hueso.
Desde hace quince años cumplo con este com etido que me impuse a m í mismo, y lo hago
con toda energía489 .
Actualmente continúa visitando centros educativos tanto en Esp aña como en los
países sudamericanos, auque no con el p romedio de ép ocas anteriores, cuando celebraba
entre cien y ciento cincuenta encuentros anuales:
Me planteé dar charlas en los colegios allá por 1982, cuando aún no se estilaba, y me
siento de los pioneros. Lo he hecho siempre por placer, […] me encanta dar charlas,
conozco a m ucha gente interesante, m e enrollo m ucho con los chicos y las chicas incluso al
acabar la charla, porque a veces me voy a cenar con alguna pandilla, y es genial490 .
Por segunda v ez ganó el Premio Gran An gular de Literatura Juvenil en 1982 con su
novela …en un lugar llamado Tierra, que si b ien p uede leerse p or sep arado, forma parte de
una trilogía, comp lementándose con Regreso a un lugar llamado Tierra y Testamento de
un lugar llamado Tierra.
Mi trilogía “El ciclo de las Tierras” la pensé de entrada como una trilogía, no escribí la
segunda y la tercera parte debido al éxito de la primera. Cualquiera que me conozca sabe
cuál es mi posicionam iento ético en este sentido. Escribo por placer. Vendo libros y gano
488
489
490
MARTÍNEZ CRIADO, R.: El Noticiero Universal, B., Octubre, 1981, p. 47.
SIERRA I FABRA, Jordi.: “Entrevista”, Vapor, nº 3, abril, 1997, p. 6.
Id.,”Entrevista”, Revista Platero, nº 84, febrero-marzo, 1996, p. 4.
184
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
dinero, perfecto, pero si escribiera por el dinero sería un mercenario, y eso, para un hippy
com o yo, es im posible491 .
Dos años más tarde, en 1984, nació su p ersonaje literario Daniel Ros, p rotagonista
de seis volú menes de novela negra p ara adultos y de una p elícula p ara TVE, La sombra del
delator. Esta serie fue concebida co mo un homen aje a sus héroes, entre ellos, Philip
Marlowe, y le sirve p ara ejercer la crítica social a través de algunos casos detectivescos.
La segunda entrega d e la trilo gía, El ciclo de las Tierras, se editó bajo el título de
Regreso a un lugar llamado Tierra en abril d e 1986, y la tercera, El testamento de un lugar
llamado Tierra, lo hizo en diciembre d el mismo año.
Son obras donde “hay esp eranza en que las máquinas y los hombres se entiendan,
hay esp eranza en que siemp re p redomine, desp ués de todo, la cap acidad de amor d el
492
individuo, hay esp eranza de que los humanos ap rendan a viv ir en p az”
.
En 1987 escribió la serie Ya es de oro para la Caden a SER.
Los p ersonajes Zuk-1 y Sam Numit comenzaron sus andaduras en el año 1988. El
primero de ellos es un científico muy esp ecial que sirve al autor p ara indagar sobre las
relaciones del hombre con las máquinas inteligentes, y es descrito por Anabel Sáiz Rip oll
como “una máquin a que quiere ap render a sonreír. Es una máqu ina ‘científico’ qu e v ive
varias aventuras a causa de su oficio”
493
.
El segundo de estos p ersonajes, Sam Numit, p rotagoniza una serie en la qu e el autor
aúna el rock con la novela p olicíaca; el p rotagonista es un d etective roquero insp irado en la
figura de Bruce Sp rin gsteen, amigo d el autor.
491
Id., p. 3.
SÁIZ RIPOLL, Anabel: http://www.islabahia.com/autores/anabel/000marco_g eneral_textos.htm ,
(08/04/03)
493
http://www.cuatrogatos.org/8ripoll.html, (08/04/03).
492
185
José R. Co rtés Criado
Publicó ese mismo año El joven Lennon, que ocup ó durante once meses un p uesto
en la lista de best-sellers de Literatura Juvenil, y comenzaron las p rimeras traducciones de
sus obras a otras len gu as: italiano, alemán, francés, griego, búlgaro, p ortugués, eslov aco,
holandés, in glés, jap onés, etc. Hecho que continúa aún con sus últimas obras.
El joven Lennon es una novela escrita desde la p asión y admiración que p rofesa
Sierra i Fabra al músico, un a p ersona de tal imp ortancia p ara él como p ara llegar a
considerarlo su hermano. Se p uede decir que se trata de una novela de ap rendizaje, p ues el
protagonista va fragu ando su personalidad mientras germin a el grupo musical The Bea tles,
“la novela nos cuenta la adolescencia del mu chacho, su rebeldía y la relación familiar que
tanto le marcó”
494
.
Víctor, su p ersonaje literario p referido, nació en 1989. Aunque el autor se considera
satisfecho de todos y cada unos de sus “hijos literarios”, siente p redilección p or éste, p ues
“es el niño qu e yo quise ser y no p ude ser, y a la vez es mi homenaje a mi héroe Guillermo
495
Brown” . Es un bu en ch ico qu e p retende ayudar a todos e intenta llevar a cabo buenas
accion es, p ero rara vez consigue sus p rop ósitos.
Un año más tarde, 1990, fue un p eríodo fructífero p ara su obra literaria, p uesto que
ganó el Premio Vaixell de Vapor de Literatura Infantil p or su obra Un llibre monstruòs; se
inició la p ublicación d e la colección Sam Numit en la editorial Timun M as -que p erduró
hasta el año 1992 y alcanzó un total de seis títulos-, y además creó el juego Trivial sobre
música rock.
Música y literatura caminan un idas en la v ida y en la obra de Jordi Sierra i Fabra, él
mismo se defin e de la siguiente manera:
Cuando empecé era un rockero que hacía novelas, luego fui un novelista que vivía el
mundo de las estrellas del rock, y ahora soy un autor infantil y juvenil al que muchos
descubren com o aficionado a la música y que “también escribe para adultos”496 .
494
495
496
SÁIZ RIPOLL, Anabel: “La pasión por la escritura”, CLIJ, nº 114, B., abril, 2000, p. 11.
SIERRA I FABRA, Jordi.: “Entrevista”, Revista Platero, nº 84, cit., p. 3.
Id., “ Entrevista”, CLIJ, nº 93, abril, 1997, p. 54.
186
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En 1992 ganó el Premio Gran Angu lar d e Literatura Juvenil, p or tercera vez en d iez
años, con El último set. Ese mismo año el autor declaró que le encantaban los p remios
literarios y sobre todo participar en ellos, y a que gracias a los p remios conseguidos en su
juventud p udo publicar sus p rimeras obras con may or facilid ad:
Fue una manera de abrir puertas por la vía directa . Ganar el Ateneo de Sevilla con treinta
años fue decisivo, y este año, ganar por tercera vez el premio Gran Angular, ha sido uno de
esos retos dulces para quien, como yo, gusta del riesgo. El sentido de la em oción que
supone enviar una obra a un concurso es casi afrodisíaco497 .
La p rotagonista de El último set, es un a mujer adolescente, ganadora del trofeo
Roland Garros, que atraviesa un momento difícil en su vida tanto p ersonal como
profesionalmente. Es otra novela de aprendizaje qu e surgió de una conversación del autor
con Arantxa Sánchez Vicario. “Es un libro qu e habla sobre el triunfar muy joven o el
498
triunfar muy tarde”
. Esta obra recibió en 1992 el Premio de la CC EI al mejor libro
juvenil de 1991.
Publicó, ese mismo año, el Diccionario de los Bea tles, p rimer libro editado en el
mundo con este título y con esta idea. Sierra i Fabra h a expresado reiteradamente que los
Beatles camb iaron su vida y que la música le da energía.
En 1993 se inició la p ublicación en Italia d e la enciclop edia Los grandes del Rock
de la A a la Z (titulada allí Los mitos d el rock en vivo), en cien fascícu los, reco gidos en
cinco volú menes, y recibió el Premio Colu mna Jove de Literatura Juvenil p or El temps de l’
oblit.
Obtuvo en 1994 el Premio Edebé de Literatura Infantil con su libro Aydin. A p esar
de que obtener un p remio es un motivo de júb ilo p ara el autor, éste piensa que lo imp ortante
es la obra bien hech a:
497
498
Id., “ Entrevista”, CLIJ, nº 27, abril, 1991, p. 39.
CAST RILLÓN, Silvia.: cit., p. 35.
187
José R. Co rtés Criado
Por suerte, con o sin premios, lo que sigue contando al final es el libro, el amor que hayas
puesto en él y el am or con que lo recibe el lector. Que los libros estén vivos es nuestro
mejor premio499 .
Otros tres acontecimientos tuvieron lu gar en su vid a ese año: TVE estrenó la
película La sombra del delator, con Mario Gas y Manuel Aleixandre co mo p rotagonistas;
se inició la p ublicación en España de la enciclop edia Los grandes del Rock de la A a la Z,
una densa obra con 2.000 bio grafías princip ales y más d e mil secundarias; y comenzó la
publicación en Esp aña, a cargo de Ediciones SM , de la colección Los libros de Víctor y
Compañía, que constituyen una colección con un total de quince obras.
En 1995 se editó el Diario de los Beatles, fue la p rimera obra mundial en su género.
Asegura que los Beatles le cam biaron la vida. “Vi que eran gente com o yo, que pensaban
com o yo, que sentían como yo, y que vivían com o yo quería vivir y nadie m e dejaba.
Entonces empecé a luchar. Me hice hippy”500 .
También fue seleccionado ese mismo año p or el IBBY (Organización Internacional
para el Libro Juven il, por las siglas inglesas d e International Board on Books for Youn g
Peop le) para formar p arte, junto a otros diez autores de los cin co continentes, del p rimer
libro editado p or la organización, p osteriormente traducido a varias len guas.
Durante el año 1996 v iajó a Alemania inv itado p or el M inisterio de Cultura para dar
charlas en distintos lugares del p aís. En esa fecha M archa Films comp ró los derechos p ara
llevar a la p antalla la novela El regreso de Johnny Pickup, y el director de cine Imanol
Uribe realizó la misma transacción p ara p oder rodar un a p elícula basada en la novela El
tiempo del olvido. También creó el p ersonaje literario Zack Galaxy, ilustrado p or el
dibujante de comics Alfonso Azp iri, y editado p or Alfaguara; cerró el año con el Premio
Joaquim Ruy ra de Literatura Juvenil p or Concert en Sol Major.
499
SIERRA I FABRA, Jordi: “ Entrevista”, CLIJ, nº 27, cit., p. 39.
Id., “ Entrevista”, Diario Atlántico,
http://www.sierraifabra.com/ant/secciones/Sala_p rensa/Entrevistas.php (10/06/06)
500
188
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En 1997 la novela El joven Lennon recibió el “Libro de Oro” p or sus ventas en
Edicion es SM . También escribió el guión p ara la serie de TV3 Bajo el signo de...; fue
invitado p or el Consejo Nacional p ara la Cultura y las Artes de México para p ronunciar
conferencias e imp artir seminarios en el p aís, y se cumplieron veinticinco años de la
aparición de su primer libro, p or lo que fue ho menajeado en Barcelona, su ciudad natal.
En 1972, edita su prim era obra, y hasta hoy, 25 años después, su producción alcanza los
dos centenares de títulos en todos los ámbitos literarios, desde la narrativa para adultos,
hasta la dirigida a un público infantil y juvenil, la poesía, o los libros sobrem úsica rock501 .
Se estrenó en M adrid la versión teatral de El niño qu e vivía en las estrellas en 1998.
Este mismo año, p or segund a vez, obtuvo el Premio Colu mna Jove de Literatura Juven il
por su libro L'or dels déus. Igualmente, p or segunda vez, recibió el Premio Vaixell de
Vap or de Literatura Infantil.
En 1999 fue doblemente p remiado; le otorgaron p or segunda vez el Premio d e la
CCEI (Comisión Católica Esp añola p ara la Infancia) al mejor libro ed itado en 1998 p or su
obra Donde esté mi corazón; y p or p rimera vez, el p remio “A la Orilla del Viento”,
otorgado p or el Fondo de Cultura Económica de M éxico a Historias de medio mundo.
Este mismo año cantó, p or primera vez en p úblico, junto a todos los artistas
invitados, Te recuerdo Amanda, canción de Víctor Jara, en el festival, en memoria d el
cantante, celebrado en Barcelona. Unió su voz al coro p ara record ar a uno de los p ersonajes
claves de la cultura p op ular chilena, el cual forma p arte de la obra literaria d e Sierra i
Fabra, p rotagonizando la novela Víctor Jara. Reventando los silencios.
Llegó el año 2000 cargado de nov edades p ara el autor: la Televisión d e Cataluny a
emitió la p elícula El día del Lleó, dentro de la serie Sota el signe de..., con Lorenzo
Santamaría como p rotagonista, que incluy e la canción del mismo título comp uesta p or él y
Jordi Sierra i Fabra.
501
Id., “ Entrevista”, CLIJ, nº 93, cit., p. 53.
189
José R. Co rtés Criado
Celebró la p rimera v ideoconferencia en Esp aña, entre el autor y los alumnos de
diversos colegios de Zaragoza y Teruel.
También fue invitado p or la Cámara Chilena del Libro, creada en 1950 p or
emp resas editoriales, distribuidoras de libros y librerías, p ara dar conferencias y presentar
su obra en el p aís.
Su libro ...en un lugar llamado Tierra también recibió el “Libro de oro” p or sus
ventas en Edicion es SM.
Fue invitado al 27º Con greso del IBBY celebrado en Cartagena de Indias,
Colombia, donde p ronunció una conferencia sobre el comp romiso en la literatura infantil y
juvenil con el título Una palabra llamada compromiso y p articip ó en diferentes coloquios y
conferencias.
En esa conferencia se defin ió como escritor esp eranzado en conseguir un mundo
mejor y co mo “un viajero imp enitente, un devorador de imágen es y p alabras, un vision ario
perp lejo, asustado, alegre, en amorado, y ante todo solidario con cuanto he visto. También
soy un iluso, un niño asombrado que no renuncia a los sueños, la utop ía y la p asión de
502
imagin ar que en un libro está todo, absolutamente todo”
.
Se conv irtió en el p rimer autor esp añol en “colgar” un libro en la Red : El misterio
del Goya robado, novela interactiva que además sirvió de concurso para jóvenes lectores en
todo el mundo de habla hisp ana.
Recibió el Premio Vo ces Eléctricas de Narrativa M usical.
Mi País, sup lemento semanal infantil del d iario El País, in ició la p ublicación d e las
tiras cómicas del p ersonaje Jorge... y el resto del mundo, con guiones de Sierra i Fabra y
dibujos de Quico Rovira.
502
http://www.sierrai fab ra.com/ant/secciones/Sala_prensa/Articulos.php (10/06/06)
190
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Noche de viernes recibió el “Libro de Platino” p or sus ventas en la editorial
Alfagu ara.
La colección de Libro-Discos Un país de música, editada p or el p eriódico El Pa ís,
vendió un millón y medio de ejemp lares.
Se p ublicó simultáneamente en castellano, catalán, gallego y eusquera p or Editores
Asociados, Dormido sobre los espejos.
El asesinato d el profesor de matemáticas es publicado p or la editorial Anay a p ara
conmemorar el Año Internacional d e las M atemáticas.
La editorial SM p ublicó Las historias perdidas, versión en castellano de Les
històries perdudes, libro con el que ganó el Premio Vaixell d e Vap or en 1998.
Els homes de les cadires ap areció en catalán en la Editorial Cruïlla distinguido co n
el nº 100 d e la serie roja de El Vaixell de Vap or.
La editorial Alfaguara editó la primera novela de terror p sicológico sin vamp iros ni
fantasmas llamada Querido hijo: estás despedido.
El oro de los d ioses, una novela sobre el dop aje en el dep orte, que ganó en 1998 el
premio Columna Jove en catalán, es p ublicada en castellano por Ediciones del Bronce.
La editorial SM p ublicó El fabuloso Mundo de las Letras, “libro p ensado p ara los
niños y niñas que odian leer”, en p alabras de su autor.
Rabia, obra basada en hechos reales y exp eriencias p ersonales del autor, se editó
simultáneamente en castellano y catalán en Edicion es SM y Cruïlla, resp ectivamente.
191
José R. Co rtés Criado
Durante el año 2000 Sierra i Fabra declara que un p remio literario lo anima a
escribir y lo reafirma en su condición de escritor, aunque siemp re le trae el recu erdo de su
padre:
Para m í, un prem io es una palm ada de ánimo, un orgullo, hace que m e sienta bien conm igo
mism o y feliz de hacer algo tan hermoso como es haber cumplido el sueño de m i vida. Ser
escritor. Pero también hay otros com ponentes, por ejemplo, la mem oria de mi padre,
muerto dos semanas antes de que yo ganara m i prim er prem io literario en 1975. Siempre
deseó verme ganar un premio y se fue sólo un poquito antes503 .
Entre esta declaración sobre los p remios literarios y la reco gida en p ágin as
anteriores de este trabajo, se puede observ ar una cierta serenid ad en el ánimo de Sierra i
Fabra, seguramente se deba a la gran cantidad de p remios recibidos y al p aso de veinticinco
años entre una y otra. En las dos el autor se alegra de ser galardon ado, si b ien en la p rimera
alaba el p remio como triunfo y compensación del esfuerzo p ersonal, y en la segunda se
hace p atente otro comp onente más emotivo, al recordar la figura d e su p adre.
Creo que el autor se siente en deuda con su p rogenitor p orque se ha referido a él en
distintas entrevistas y conversaciones; la figura del p adre suele aparecer reflejada en sus
libros como el ap oy o que necesita el joven p ara madurar p ersonalmente o como la p ersona
ausente por vivir lejos o haber fallecido, y cuyo recuerdo p ermanece intacto en el chico.
Además el p adre de su p ersonaje p referido, Víctor, trabaja en un banco, sup ongo
que es un gu iño a su p rogenitor, y no es el único adu lto emp leado de ban ca en sus novelas.
Las madres también son figuras claves en sus obras, suelen ser muy cariñosas, están
cuando las n ecesitan los hijos, p ueden vivir atormentadas p or una relación matrimonial
fallid a, o ser luchadoras inagotables p or sacar a su familia adelante; p ero nunca he oído ni
he leído a Sierra i Fabra declaración alguna acerca de su madre
504
. En cambio ha realizado
declaracion es sobre su padre como las que se reseñ an a continuación:
503
504
SIERRA I FABRA, J.: “Entrevista”, CLIJ, nº 126, abril, 2000, pp. 24-25.
Sin embargo, no le gusta ser citado como Jordi Sierra, prefi ere que se le nombre con sus dos apellidos.
192
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Yo no conocí a m is abuelos. Cuando tenía cuarenta años supe que tenía un abuelo, tres tíos
y ocho primos. Mi padre había sido hijo ilegítimo […]. Mi padre hizo la guerra civil
española y la perdió como buen republicano. Le mataron su juventud, estuvo en la guerra a
los 17 años. Se casó m ayor, él sí conocía a su verdadero padre pero sufrió su rechazo… Mi
padre m urió joven y triste, nunca supe por qué estaba tan triste. […]
Lo supe después: fue su fam ilia. Tenía hermanos y herm anastros y un padre que no quería
verle. Pero en relación conm igo, ten en cuenta que él quería que su hijo tuviera una
carrera, unos estudios, siempre m e decía que estudiara para ser alg uien en la vida. […] Yo
no creía en estudiar para ser alguien, creía en ser alguien siendo tú. […]
Mi padre tenía un hijo que quería ser escritor y se avergonzaba de m í, de que yo fuera un
tío raro, un estudiante de lo m ás discreto.[…] Y cuando decía que quería ser escritor mi
padre decía que estaba loco, que con eso no com ería, que nunca sería nada en la vida, que
tenía que estudiar505 .
El año 2001 es otro año cargado de actividades p ara el autor.
Nacieron los p ersonajes literarios de la Patrulla Galáctica 752, editados p or Bruño, y
se p ublicaron los cuatro p rimeros volúmenes titulados: Aventura en la Tierra, Misión en
Marte, Por los anillos de Sa turno y Salvar la Luna.
Por p rimera vez libros originales e in éditos suyos fueron p ublicados directamente en
editoriales latinoamerican as de Colombia, Chile, M éxico y Ecuador.
Viajó a Colo mbia p ara pronunciar conferen cias e impartir clases en el p aís. Ha sid o
el p rimer autor no latinoamericano invitado al Juego Literario de M edellín.
Además, la novela interactiva El misterio del Goya robado, que fu e leída por más
de un millón y med io de p ersonas (1.509.932) en todo el mundo a través de Internet en seis
meses, es editada en forma de libro.
Asimismo divulgó su segunda obra en la red, El misterio del sello millonario.
Recibió la Placa de Plata de Ediciones SM p or su libro La fábrica de nubes.
505
CAST RILLÓN, Silvia: cit., pp. 35-36.
193
José R. Co rtés Criado
Por tercera vez, fue agraciado con el Premio de la CCEI al mejor libro del año 200 0
por Chicas de alambre.
Su libro Camps de maduixes, obtuvo la Placa de Plata de Ed itorial Cruïlla.
Edicion es Bronce p ublicó Regreso a La Habana, la historia de una mujer que acab a
siendo una jin etera y sirve p ara reflejar la sociedad cubana del momento.
Este mismo año vieron la luz títulos como Los hombres de las sillas y El rostro de
la multitud p ublicados p or Ediciones SM ; Una (simple) historia de amor, editada p or
Esp asa; 97 formas de decir te quiero, imp resa p or Bruño en Paralelo Cero ; y Donde el
viento da la vuelta, bajo el sello de Edebé, colección Periscopio.
Mis salvajes rockeros, obra ganadora del II Premio Literario Voces Eléctricas de
Narrativa M usical, es publicada p or La M áscara. El autor es el protagonista y describe
irónicamente diez fines de semana p asados con otros tantos roqueros famosos.
Publicó su p rimer libros p ara lectores entre 0 y 6 años, ¡Ellos son diferentes!, en la
Editorial Edeb é, con ilustraciones de Antonia Cortijos. Se trata de una reflexión acerca de
cómo nos verían los extraterrestres si ap arecieran p or la Tierra.
En el año 2002 recib ió el Premio Abril de narrativa p or la nov ela En un lugar
llamado guerra, p ublicado en todas las lenguas del Estado. Sierra i Fabra p ronunció un
discurso el 28 de may o de 2002 con motivo de la p resentación de esta novela, que no era
sino un alegato contra las guerras que actualmente enfrentan a distintos p ueblos, contra los
niños soldados y contra las p ateras cargadas de desesp eración que arriban de continuo a
nuestras costas.
Calificó en dicha p resentación su literatura como comp rometida, y a veces dura,
pero la considera necesaria en nuestros días dada la trivialidad de las diversiones que se
ofertan a los jóvenes. Además añadió :
194
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El arte, la cultura, siguen siendo nuestras únicas defensas contra la barbarie, bien a través
de un cuadro, una película o un libro. Abogo por una literatura acorde con estos tiem pos,
una literatura de combate, una literatura decida y de com prom iso506 .
Con Campos de fresas recibió el “Libro d e Oro” p or las ventas en Edicion es SM .
Se estrenó en B ay ona, Francia, la versión teatral de la novela qu e lleva p or título
Nunca seremos estrellas del rock.
La trilogía reco gida bajo el título El tiempo del exilio fue difundid a
internacionalmente.
Mi primer gran libro de Ópera y su versión catalana, El meu primer llibre d'Òpera
son p ublicados p or la Ed itorial Diagonal/Emp uries. En él se p resentan diez magníficas
op eras como si fu esen diez cuentos infantiles, ilustradas cada una p or un p restigioso artista
plástico, además se p resentan diez fachad as de otros tantos grandes teatros de la óp era
realizadas p or un arquitecto.
Para Sierra i Fabra este libro es un homenaje a su amor p or la ópera, p asión que
surgió en él con ocho o nueve años gracias a las audiciones en directo que retransmitía
Radio Nacional de Esp aña. Considera la p ublicación de este libro como la consecución del
sueño de un niño qu e amó la óp era, y de un “escritor que trata de hacérsela amar a otros
507
niños” .
Llegó al mercado La piel de la memoria, editada por Edelviv es en castellano y
eusquera, es el número uno d e su nuev a colección Alandar. Su temática se centra en los
niños esclavos del África negra.
506
507
http://www.sierrai fab ra.com/ant/secciones/Sala_prensa/Articulos.php (09/06/06)
SIERRA I FABRA, Jordi: Mi primer libro de Ópera, B., Diagonal, 2002, p. 9.
195
José R. Co rtés Criado
La ed itorial Destino p uso a la venta Zonas interiores. En ella un grup o de chicas
rememoran sus vidas mientras p ermanecen aisladas, deb ido a una gran nevad a, en la
vivienda qu e tiene una de ellas en la sierra.
Salv at-Megatrix editó La locura de las palabras. En esta obra las palabras deciden
buscar las más bellas de entre ellas y, p ara tal fin, realizan un concurso p arodiando los
certámenes de b elleza.
Casting fue p ublicada p or la editorial SM , y como su nombre indica, narra las
perip ecias de dos ch icas y un chico que deciden p resentarse a una p rueba que les abrirá las
puertas del mundo de la televisión. Aunque la trama recu erda al famoso p rograma
Operación Triunfo, según el autor esta obra fue escrita cuatro meses antes de que se
emitiese el p rimer p rograma.
El dolor invisible, p ublicad a p or Diagon al y Emp uries narra los p roblemas de un a
chica, angustiada p or un terrible secreto, que p ermanece encerrada en un man icomio. El
desenlace es totalmente sorp rendente.
27. Edad maldita es p ublicad a p or la editorial Alfaguara. Con esta obra Sierra i
Fabra vuelve a sus orígen es roqueros. Comienza el relato con la desap arición de un joven
cantante de veintisiete años, -edad mítica y temida- creando una enorme alarma entre sus
amigos más cercanos, p ues todos ellos saben que con dicha edad han d esaparecido
numerosas estrellas del ro ck.
Edicion es del Bronce publicó El peso del silencio, obra en la que el p eriodista
Daniel Ros viaja a Ch ile p ara encontrar la tumba d e un ciud adano esp añol desap arecido en
aquel p aís andino tras el golp e de estado de Augusto Pinochet.
En este mismo año 2002, el Ministerio de Educación, Cu ltura y Deporte p ublicó el
508
listado de los diez autores más leídos en los centros escolares de Esp aña . Sierra i Fabra
508
http://www.sierrai fab ra.com/ant/secciones/Biografia/, (09/06/06)
196
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
es el único de la actual generación de autores esp añoles ded icados a la Literatura Infantil y
Juvenil que ap arece en dicha relación:
1)
Gustavo Adolfo Bécquer (53,35%)
2)
M iguel Delibes (41,84%)
3)
Benito Pérez Galdós (41,13%)
4)
Federico García Lorca (28,37%)
5)
Pío Baroja (28,37%)
6)
Eduardo M endoza (27,66%)
7)
Gabriel García M árquez (25,55%)
8)
Jordi Sierra i Fabra
9)
Camilo José Cela (17,73%)
10)
Leop oldo Alas Clarín (16,31%)
509
(21,28%)
Comenzó el año 2003 publicándose bajo el título Los años de la espera, la segund a
parte de la trilo gía El tiempo d el exilio. La p rimera p arte, Los años oscuros, resultó elegida
por los lectores de La Vanguardia entre las mejores novelas del año 2002.
En febrero ap areció un a marav illosa fábula sobre la soledad y el valor titulada Los
moais de Pascua, p ublicada p or la Editorial Edeb é.
La Ed itorial Barcanova publicó en marzo la novela juvenil llamada Buscant en Bob,
un homenaje a Bob Dylan que la Editorial Anay a editará en castellano en el año 2005 con
el título Buscando a Bob.
Además, Sierra i Fabra fu e inv itado a p ronunciar la conferencia inau gural del
Primer Encu entro Nacional de Animación a la Lectura organ izado p or el M inisterio de
Cultura, Educación y Dep ortes en M urcia durante el mes de marzo.
509
Las negritas son mías.
197
José R. Co rtés Criado
Bajo el título “¿Cómo leer en el siglo XXI?” exp uso sus ideas p ara animar a la
lectura a n iños y a jóvenes, y volvió a definirse co mo hijo de la lectura más que d el estudio,
ya que todos sus conocimientos los obtuvo en p rimer lu gar d e sus lecturas y p osteriormente
de sus viajes.
Finalizó su exp osición resumiéndola en un decálo go
510
basado en el resp eto, la
esp eranza y la honestidad, factores que fundamentan su código ético:
1.
El libro, lo mismo qu e el arte en general, ha de estar p resente de forma
natural y habitual en la vid a de los jóv enes.
2.
El libro no es un p atrimonio exclusivamente cultural, sino un elemento más
de entretenimiento en un mundo abierto cad a día a más op ciones de ocio global.
3.
Un libro es como un disco, un a p elícula, un vídeo o un juego: p ura evasión.
4.
La bib lioteca es el may or salón de juegos (gratuito) del mundo, y hay
siemp re una más o menos cerca d e ti.
5.
Leer nos hace ind ep endientes, nos da p ersonalidad, p oder, fuerza, ideas
prop ias, nos diferencia de los demás.
6.
Leer es la p rincipal llav e de esa p uerta llamada libertad.
7.
Leer es la única dro ga que de verdad nos abre la mente, nos da luz y nos
cambia.
8.
Al leer, al sentir, recordamos que estamos vivos, y que esto es un p rivilegio.
9.
Cuando el mundo intenta darnos alcance y asquearnos, leer es lo único que
nos devuelve a nu estra condición hu mana.
10.
Leer es como hacer el amor: estás tú y el libro, solos, comp artiéndolo todo.
En este mismo año, la editorial Bruño inició la edición de La Bib lioteca de Jord i
Sierra i Fabra, una colección de novelas inéd itas de marcada visualización
cinematográfica. Los cuatro p rimeros títulos ap arecieron en p rimavera: El mensajero del
miedo, Día de rodaje, La canción de Mani Blay, S in tiempo para soñar.
510
SIERRA I FABRA, Jordi: “¿Cómo leer en el siglo XXI?”, CLIJ, nº 160, mayo, 2003, p. 28.
198
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Asimismo Campos de fresas se conv irtió en p elícula para la telev isión co n
producción de Fausto Producciones (La Fura dels Baus) y diversos canales autonómicos y
nacionales.
El Premio Liburu Gaztea al mejor libro ed itado durante el año 2002 en el País
Vasco fue otorgado a su obra Dormido sobre los espejos.
Su novela A l'altra banda del mirall, comp rometida novela sobre el mundo de gay s
y lesbianas en la ado lescen cia, recib ió el Premio Ramón M untaner del año 2003.
Su libro de h istoria de la música La Era Rock, 1953-2003 fue p ublicado p or la
editorial Esp asa p ara conmemorar los cin cuenta años del n acimiento del ro ck.
Durante el mes de may o vio la luz la tercera p arte de la trilo gía El tiempo del exilio,
con el título Los años rojos, que finaliza con el regreso a España, tras la muerte de Franco,
de algunos de los p rotagonistas.
También p ublicó, basada en un hecho real, Frontera. Aborda en ella el intento, p or
parte de unos padres marroquíes, de casar a su hija, en contra d e su voluntad, con un
hombre may or, en M arruecos.
La editorial Esp asa Calpe editó Un ratón de biblioteca dentro de la colección Lee
con Disney, siendo la primera vez que el famoso p ersonaje Mickey Mouse, buque insignia
de la marca Disney , ap arece co mo p rotagonista de una obra no estadounidense.
Fue p ublicado por la editorial Destino, en castellano y en catalán, El soldado y la
niña, con magníficas ilustraciones d e M abel Piéro la. Este libro fu e con cebido en 1998, a
partir de una viñeta, como indica Sierra i Fabra en la p ágina tres del libro: “Esta historia
199
José R. Co rtés Criado
está basada en una idea nacid a de unas imágen es de El Roto. M i gratitud hacia él.” Y está
dedicado “A todos los soldados que han muerto en todas las guerras de la humanid ad”
511
.
La editorial Baula p ublicó La pell de la memoria, versión catalana, y otra en
eusquera, de La piel d e la memoria, que y a llevaba tres ediciones castellanas en un año, en
la editorial Edelvives.
3.5.2.- APROXIMAC IÓN A LA OBRA DE JORDI S IERRA I FABRA
Resulta difícil calificar a Jordi Sierra i Fabra p orque, como a él le gusta decir, es
intuitivo, visceral, p olifacético. Escribe nov ela negra, cien cia ficción, b io grafías, h istoria de
la música, relatos fantásticos, poesía, teatro, cómic, guiones p ara el cine y la televisión…,
no hay gén ero que se le resista; ha escrito más d e trescientas obras y ha vend ido más de
siete millon es de ejemp lares en todo el mundo.
Soy anticonvencional, francotirador, inclasificable, inetiq uetable e individualista, y me
gusta. No he hecho otra cosa que escribir y no espero ni cielos ni infiernos por ello. Sólo la
paz del trabajo bien hecho. Libros, cóm ics, canciones, teatro, televisión, radio, cin e. Odio
los encasillam ientos, por eso m e desm arco siem pre de todo y digo que no soy más que un
contador de historias. Tam bién m ilito en algunas ONG. Las palabras que definen mi
código ético son: paz, amor, respeto, honradez y esperanza512 .
De Sierra i Fabra d ijo Anab el Sáiz: “es un escritor camaleónico que se caracteriza
por la p asión con que se enfrenta a las historias que nos cuenta, que se ilusiona con cada
513
proy ecto” .
La p asión es una constante en sus p rotagonistas; sin ella serían p ersonas fracasadas
que nunca alcanzarían sus sueños. Sierra i Fabra sabe la imp ortancia que tiene p ara el
511
Id., El soldado y la niña, B., Destino, 2003, p. 3.
Id., “ Entrevista”, CLIJ, nº 126, abril, 2000, p. 24.
513
SÁIZ RIPOLL, Anabel: “Un mundo literario particular”,
http://www.islabahia.com/autores/anabel/000marco_general_textos.htm (15/05/05)
512
200
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
individuo sentirse cap az de alcanzar una meta, y la necesidad de marcarse unos objetivos en
la vida d iaria p ara p oder triunfar, y así dibuja los p rotagonistas de sus novelas.
Él se p ropuso sup erar su p roblema de tartamudez, -lo marcó mu cho en su infan cia y
adolescencia-, reitero que llegó a ser co mentarista musical en la rad io y a imp artir
conferencias.
También se p ropuso ser escritor con ocho años y su p rofesora le dijo que tenía
demasiada fantasía y que no conseguiría p ublicar n in gún relato. Su padre tamp oco crey ó en
su cap acidad p ara ganarse la vida como escritor.
Escribir es lo que más ama Sierra i Fabra y suele hacerlo a diario, -según dice, lo
necesita p ara viv ir-, p ero no imp rovisa ante el folio en blanco; si el autor comienza a
escribir una obra es p orque y a ha fin alizado la p lanificación de la misma y en su mente está
registrada toda la trama, desde la p rimera h asta la última frase.
Y cuando al autor se le pregunta p or qué escribe, resp onde automáticamente que es a
es su razón de ser, p orque es lo que más le p lace, p orque escribir es lo único que sabe hacer
y que le gustaría vivir mil años p ara poder escribir todo lo que almacena en su interior. Se
considera un trabajador honesto e infatigable.
El p eriodista Jordi Puntí, que le p reguntó de dónd e sacaba tanto material para sus
libros, afirma que “p ara responder, el autor cita unas palabras de su admirado Ray
Bradbury, según el cual, las id eas flotan en el aire y el escritor, cuando pasan ante sí, tiene
que estar atento para cogerlas. Sierra i Fabra es un gran reco lector, y un gran estratega,
como demu estra un rep aso a sus últimos libros p ublicados” 514.
Sierra i Fabra espera p asar a la historia co mo uno d e los escritores más p rolíficos d e
nuestra literatura, cuenta que escribe de un tirón una vez que ha madurado sus ideas, a
veces ese p roceso dura años, y que no corrige lo escrito, enviando el original a la ed itorial
514
PUNT Í, J.: “Recolector y estratega”, El País. Babelia, 14/10/00, p. 10.
201
José R. Co rtés Criado
una vez que ha fin alizado la escritura sin modificar ni una co ma; suele d ecir qu e es ráp ido a
la hora de escribir, p ero lento a la hora de p ensar y que no cree en la p erfección, sino en el
instinto.
Las estructuras de sus novelas suelen ser muy elaboradas, no deja nada al azar y
utiliza distintos recursos p ara p resentar la trama: una p artida de ajedrez en Campos de
fresa; un diario en Frontera; la numeración inversa, -del cap ítulo 84 al cero-, en Seis
historias en torno a Mario; nombrar los capítulos como si se tratase de un Informativo:
Primera ed ición, Segunda ed ición, Tercera ed ición, Última hora, en Un hombre con un
tenedor en una tierra de sopas; o de un p artido de tenis a seis juegos, en El último set, o el
ciclo lunar en La memoria de los seres perdidos.
Una estructura original es la de El último verano miwok. La obra es como un a
sinfonía, la de la vida, co mienza con el p rograma de mano, que nos sitúa en el vértice d el
relato, sigu e con la intro, el intermedio, los ocho movimientos, el último mov imiento y
finaliza con la conclusión. El narrador es omnisciente en todo el relato salvo en la intro y la
conclusión, que es narrador p rotagonista.
El tiempo del olvido está estructurado en 47 cap ítulos divididos en tres p artes y un
epílogo, además de una intro y una coda. El autor, que se siente un rockero y considera la
música como parte fundamental de su vida, coloca en el relato una intro y una coda,
términos musicales que señalan la p arte inicial de una comp osición y la rep etición o adición
de una pieza musical al final de una obra resp ectivamente. En este libro ambas p artes
incluy en fragmentos de canciones de Led Zepp elin, Satirway to heaven y The rover, cuy as
letras abren y cierran el relato y lo sitúan en el mundo de las relaciones afectivas y
personales, dejando la coda la mano tendid a a la amistad.
Sabe utilizar con destreza el tempo-lento, el flash-back, el perspectivism o, el m onólogo, el
soliloquio y otra serie de procedimientos que, sin em bargo, no le impiden echar mano del
narrador omnisciente515 .
515
SAÍZ RIPOLL, Anabel: “Jordi Sierra i Fabra, la pasión por la escritura”, CLIJ, nº 114, 2000, p.13.
202
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Con frecuencia se encuentra un cap ítulo extra en los libros de Sierra i Fabra que
suele llamar “notas del autor”, “agradecimientos y recuerdos”, “p untos susp ensivos p ara
desp ués de una novela” o simp lemente carece de título, donde se amp lía la información
exp uesta en la obra, recuerda las fuentes documentales dond e se insp iró, agradece
información facilitada sobre el tema o refleja alguna an écdota al respecto.
En Donde el viento da la vuelta informa del nú mero de niños muertos en los
conflictos bélicos, de las víctimas civiles en las gu erras, de los niños soldados, y de las
matanzas de indígen as. De éste asunto también se o cup a en las últimas p ágin as de Un
hombre con un tenedor en una tierra de sopas.
De los diecisiete millones de niños que en todo el mundo viv en en condiciones d e
esclavitud, informa al final d e La piel de la memoria.
Y de la mu erte de la joven británica Leah Betts, después de p ermanecer cinco días
en coma p or consumir una p astilla de éxtasis, en Campos de fresas.
En La reina de los cielos relata: “Una vez, en Indonesia, en una ciud ad llamad a
Bukittinggi, en la isla de Sumatra, había visto un hermoso orangután de p iel roja, enorme,
casi tanto como su jau la en la que ni p odía moverse, con una mirad a tan infin itamente triste
y la mano extendida p or entre las rejas p idiendo comida a los turistas, que ante su presencia
516
se había p uesto a llorar”
. En los agradecimientos de las últimas p áginas certifica la
autenticidad de lo relatado y confirma ser él, Sierra i Fabra, la p ersona que lloró ante el
simio enjaulado.
Como su obra es muy extensa y muy variada, este autor analizado es consciente de
que todo lo que escribe no p uede tener la misma calidad, aunque él piensa que “cantidad es
igu al a calidad”. Es el escritor vivo español con más obra p ublicad a y esp era p oder alcanzar
los cien años con suficiente lucid ez, como Francisco Ay ala, p ara así p oder contar todo lo
que almacen a en su mente.
516
SIERRA I FABRA. Jordi: La reina de los cielos, León. Everest, 2000, p. 101.
203
José R. Co rtés Criado
Afirma escribir visceralmente porque se siente comp rometido con los p roblemas de
la humanidad: cambio climático, extinción de tribus, equilibrio eco ló gico, esclav itud
infantil, niños soldados, consumo de dro gas, guerras, etc.
Y co mo un a de sus pasiones es viajar, de sus andanzas p or los lu gares más
inverosímiles del p laneta obtiene información de p rimera mano p ara crear la trama d e sus
novelas.
Mis novelas en un gran tanto por ciento tratan en la actualidad de Realismo Crítico.
Denuncio lo que me preocupa, soy m iem bro de Greenpace, de Amnistía Internacional, de
Médicos sin Fronteras, me preocupa m ucho el mundo, la gente, el entorno. Mis novelas
reflejan lo que soy y lo que siento, lo que me preocupa517 .
El mismo autor diferen cia su obra teniendo en cu enta el tiempo en que fue escrita y
la temática tratada:
Lo que escribía en los 70 no tiene nada que ver con lo que escribía en los 80, y estos a su
vez nada con lo de los 90. Mi primera etapa va de 1972 a 1979, libros de música y novelas
políticas. La segunda va de 1979 a 1984, en la que me planteo los cambios fundamentales
en m i vida. La tercera va de 1984 a 1990, que es cuando dejo la música del todo, empiezo a
viajar por el otro mundo que no conozco y nace en m í la necesidad de contar lo que veo
por duro que sea. Así llegam os a la cuarta etapa, de 1990 a hoy. Aún sigo en esa etapa 518 .
Sierra i Fabra se enfrenta al siglo XXI con una cap acidad creativa sin p recedentes,
publicando un gran número de obras en un corto p eriodo de tiemp o y dando un giro a su
producción literaria, afrontando nuevos retos y cambios una vez sup erados los cincuenta
años, p udiéndosele ap licar las palabras de M anuel Alberca y Cristóbal González dirigid as a
Valle-Inclán: “Esta capacidad de desafiarse a sí mismo como escritor es más sorp rendente
porque la emp rendió cuando ya estaba en la cincuentena, es decir, a la edad en que la
519
may oría de los escritores comienzan a dar evidentes síntomas de agotamiento”
517
.
BILBAO, Patti: “Entrevista”, París, verano 1998, http://www.sierrai fabra.com/declaraciones.html,
(09/06/04)
518
http://www.cuatrogatos.org/6entrevista.html. abril-junio, 2001, p.7.
519
ALBERCA, Manuel y GONZÁL EZ, Cristóbal: Valle-Inclán. La fiebre del estilo, M., Espasa, Biografías,
2002, pp. 178-179.
204
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
De cada una de sus etap as él destaca alguna obra fundamental en su trayectoria
literaria, así p or ejemp lo, de su p rimera ép oca resalta En Canarias se ha puesto el sol; de la
segunda, ...en un lugar llamado Tierra; de la tercera, El joven Lennon; de la cuarta, Noche
de viernes; Campos de fresas, El tiempo del olvido, Nun ca seremos estrellas del rock,
Banda sonora, La memoria de los seres perdidos, Víctor Jara, El fabu loso Mundo de las
Letras, y un largo etcétera.
Se trata de un autor comp rometido con la realidad de su tiemp o, al que p reocup an
los p roblemas a los que se enfrenta la sociedad actual. Por este motivo, algunos críticos lo
llaman op ortunista, y a que sus libros tratan temas de gran actualid ad, sin pararse a p ensar
que se trata de una p ersona muy trabajadora, que no imp rovisa y que p osee la virtud de
adelantarse a los acontecimientos sociales. De ahí la buena aco gida d e sus libros entre los
jóvenes, al margen d e su estilo como escritor.
Bien es verdad que ambientó su obra En un lugar llamado guerra en una inventad a
rep ública islámica que lucha p or su indep endencia tras la d esintegración de la URSS y que
la trama refleja un conflicto similar al de Afganistán, p ero fue escrita antes del inicio de la
guerra en ese p aís.
Y que cuando p ublicó Casting co menzó la famosa Operación Triunfo en la p rimera
cadena de la Televisión Esp añola; qu e ap areció La guerra de mi hermano y a continuación
tuvo lugar la invasión de Irak; que la matanza de Acteal en Chiapas tuvo lugar un mes
desp ués de escribir Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, donde se relata la
matanza de campesinos e indígenas en la Selva Lacandona.
Su novela, En Canarias se ha puesto el sol, con la cual obtuvo el Premio Ateneo d e
Sevilla en el año 1979, p redijo el intento de golp e de estado del año 1981, la llegad a al
poder de los socialistas en el año 1982, con Felip e González a la cabeza, y el atentado
sufrido por el líder independentista canario Antonio Cubillos.
205
José R. Co rtés Criado
Y como dice Sierra i Fabra, él inventó la telebasura en su libro Un genio en la tele,
puesto que en el año 1996, cu ando se ed itó, nadie había introducido un a cámara de
televisión en casa del vecino, ni h abían p roliferado los p rogramas basados en la grabación
de la vid a cotidian a de un grup o de p ersonas. No p or ello es un defensor de tales actos, p ues
como dice en el p rólogo d el libro, “no deja de ser una crítica contra los que se creen que
nos chupamos el dedo y nos cargan con p rogramas que merecerían quedarse a oscuras el
día de la emisión” 520.
Se p odrían seguir citando títulos y recordando acontecimientos históricos acaecidos
simultáneamente a su publicación. Para sus detractores es p uro op ortunismo; p ara el resto
de los lectores es una persona que intuy e los p roblemas y es cap az de p redecir, en cierto
modo, algunos de los acontecimientos ven ideros, quizás fruto de la casualidad o tal v ez del
estudio y conocimiento de la sociedad en la que v ive.
Es un lector de la p rensa diaria, suele leer v arios p eriódicos y contrastar opiniones,
presta también esp ecial atención a noticias que no suelen ocup ar los grandes titulares, se
ocup an de los problemas de las p ersonas, indep endientemente de la región del p laneta que
ocup en o de la cultura en la que se d esenvuelv an. De estas lecturas extrae ideas para sus
proy ectos.
Si a esa cap acidad de observ ación y de cap tación de acontecimientos interesantes
para dar consistencia a una historia que p osee Sierra i Fabra, se une la facilidad con la que
inventa cualquier relato, nos encontramos ante un autor no sólo p rolífico sino de gran
cap acidad creativa.
Cierto día le p reguntaron en un acto público de dónde extraía tantas ideas para sus
libros, su resp uesta fue sencilla, d ijo que las conseguía d e las p ersonas que estaban cerca de
él, como en aquel momento.
520
SIERRA I FABRA: Jordi: Un genio en la tele, M., Anaya, 1996, p. 4.
206
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Para Sierra i Fabra -co mo señalé antes- las ideas están en el aire y él está muy atento
para p oder cap tarlas; unas veces las reco ge de las preguntas de los asistentes; otras, las
cap ta de alguna conv ersación. Y siemp re observa rostros, gestos, exp resiones que p ueden
servirle para crear la ap ariencia física de sus p ersonajes. Se autocalificó d e garrapata
electrónica y antena parabólica con patas, cap az de absorber las ideas de las personas
presentes p ara enriquecer su imaginación.
Además de la lectura y la escritura, Sierra i Fabra tiene otra p asión: el cin e. Su ele
acudir a las salas d e p roy ección diariamente cu ando está en su ciud ad natal. M ás de una
idea le surgió en la oscuridad del p atio de butaca y sup o anotarla en uno de los múltip les
521
pap elillos que p ara tal fin utiliza
.
Como un p equeño gu iño al mundo del cine, he d e co mentar que el nombre d e
científico Hal Yakzuby, p ersonaje de …en un lugar llamado Tierra, está sacado d e la
película/libro de Stanley Kubrick/Arthur C. Clarke, 2001 Odisea en el espacio.
Algunos estudiosos de su obra han calificado su manera de escrib ir como
cinematográfica p or las frecuentes citas de p elículas famosas, p or la utilización de frases
cortas, párrafos breves, escasas div agaciones y gran contenido temático en sus textos. Es
decir, utilizando un símil tomado del cine, muchos planos cortos constituyen una escena,
varias escen as breves un p lano narrativo, y la suma de todo ello, un a película/libro.
Dos de sus obras, Noche d e viernes y Los espejos de la noch e, tienen un a estructura
semejante a cualquier docu mental televisivo. En ambas, los p ersonajes cuentan en p rimera
persona las exp eriencias vivid as, limitándose el narrador a presentar los hechos de forma
objetiva, como si la trama le fuese ajena, llegándose al final del relato con una conclusión
que p resenta otro p ersonaje sin inculp ar a ninguno de los autores de la tragedia, dejando al
lector solo ante el desenlace p ara que extraiga sus p rop ias conclusiones.
521
Así me contó que le surgió el título de una de sus obras - Las alas del sol- mientras observaba un pavoroso
incendio en la pantalla.
207
José R. Co rtés Criado
Por tanto, Sierra i Fabra p uede consid erarse como un “hijo del celuloide”, p ues de él
obtiene no p oca información para el argumento de sus obras y para crear la estructura
narrativa. Y p or sup uesto, sabe que la telev isión forma p arte de la vida diaria de un niño, un
adolescente o un jov en.
Viendo la p elícula de 1982, Blade Runne, basad a en la novela escrita p or Philip K.
Dick, Do Androids Dreams of Electric Sheep?, p ublicada en 1968, en contramos ciertas
semejanzas con la obra de Sierra i Fabra Las voces del futuro, p ublicada en 1998. En ambas
existen seres creados por el hombre que p oseen inteligen cia artificial, -en la p rimera se
llaman Rep licantes, en la segunda, VAIs- y desean controlar su futuro incierto y breve, ya
que envejecen a un ritmo más ráp ido que los seres humanos.
Quizás por su forma de narrar, p or la temática que trata o p or la suma de ambos
factores, Jordi Sierra i Fabra ha sabido conectar con los lectores jóvenes qu e “devoran” sus
libros sin ap enas descanso en su lectura, atraídos p or una sucesión de acontecimientos que
los tienen p reocup ados por el desenlace, incierto e imprevisible h asta la última p ágina.
Esos lectores, que se p reocup an p or los p roblemas de su tiemp o, a quienes les gusta
leer h istorias cuya temática les resulte familiar, ap recian el h echo d e que el autor se dirija a
ellos con un lenguaje casi común, ofreciéndo les una información ráp ida, sin rodeos ni
divagaciones, -las descrip ciones en sus novelas suelen ser brev es o inexistentes-, p or medio
de diálo gos con cisos y directos.
Según los lectores, algunas claves del éxito de sus novelas radican en el h echo de n o
ser muy extensas, en el emp leo de oraciones cortas tanto en las partes narrativas como
dialo gad as, en el léxico de fácil co mprensión y afín a los jóvenes, junto a una temática
cargada de interés, donde suelen v erse reflejados con sus dudas, ansiedad es, emociones y
desencuentros.
Estas historias suelen retratar con acierto el desen canto juven il y esa especie d e
huida hacia nin gún sitio que emp renden d eterminados adolescentes co gidos d e la mano d el
208
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
consumismo o de las dro gas, p lanteando siemp re al final de sus novelas una alternativa
mejor a la p ostura mantenida p or cualquier p rotagonista que viva sorteando los límites de la
ley .
Otro asp ecto a destacar en este autor es su gran cap acidad p ara comun icarse con u n
auditorio juvenil al qu e envía mensajes p ositivos p ara su futuro, que p ueden resumirse en
frases como sé tú mismo, lucha p or conseguir tus deseos, vive sanamente, lee y si eres
cap az de escribir, hazlo p orque p uedes llegar a ser un buen escritor.
Reitero que la may oría de sus lectores son jóvenes y los temas que escoge para sus
novelas les gustan p orque son próximos a ellos. Sierra i Fabra afirma:
Se siguen asombrando de que yo sepa tanto como para m eterm e en la piel de los
adolescentes. Pero es que los sentim ientos son los m ismos que cuando yo tenía 15 años. Lo
único que ha cambiado es que ahora ellos tienen móviles, MP3, consolas de videojuegos…
Soy ligero, rápido. Mi estilo es lo que me diferencia522 .
El autor es consciente d e que sus libros p ara el p úblico infantil y juvenil sirven p ara
poner al lector en contacto con la sociedad en la que ha de v ivir, y , por tanto, mostrarán un
modelo de conducta adecu ado a los valores sociales que deben imp erar en una sociedad
democrática y tolerante.
Sus p ersonajes pueden ser de cualquier clase social. Así se encuentran en
Sin
tiempo para soñar, a unas jóv enes de clase baja, ambiente familiar desestructurado y barrio
dep rimente, junto a otra de clase alta, la joven estudiante de periodismo; y al joven de clase
media, comp añero de estudios de esta última.
No suele tener p redilección p or jóvenes de determin ados estatus sociales; la may oría
suelen ser de clase media, media alta, p ero según la trama argumental, los p ersonajes
pueden pertenecer a cualquier otro nivel socioeconómico. Sí hay de destacar que en sus
522
SIERRA I FABRA, Jordi: en DE COMINGES, Clara: “Para todos los públicos”, Qué leer, nº 103, octubre,
2005, p. 37.
209
José R. Co rtés Criado
primeras obras los p rotagonistas eran casi exclusiv amente mascu linos y que actualmente
los p ersonajes femeninos rep resentan la may oría de los p ap eles estelares en sus novelas.
La temática de Sierra i Fabra coin cide con lo exp uesto p or Gemma Lluch : “En la
actualidad, la ideolo gía de los autores resp onde a los rasgos sigu ientes: p acifista, resp eto
523
con la diversidad, len guaje p olíticamente correcto, condena del abuso del alcohol…”
Y con la op inión de Teresa Colo mer, que considera los valores morales en la
narrativa infantil y juven il actual d e nuestro p aís como los p rop ios de una sociedad
industrializada, que se hallan englobados en la deno minad a pedagogía invisible.
Así considera los valores “como forma de transmisión de las normas de conducta y
que implicarían un a prop uesta moral basada en la verbalización d e los p roblemas, la
nego ciación de los conflictos, la ad ap tación p ersonal a los camb ios externos, la jerarquía no
posicional, la autoridad consensuada, la imaginación creativa o la anulación de
524
determinadas fronteras entre el mundo infantil y el adulto”
.
Sierra i Fabra enfrenta al lector con una serie de p roblemas que le preocupan, y si
bien es cierto que no suele dar una lección de moralina en sus p áginas, de la lectura de las
mismas se extrae alguna lección o consejo para que el niño o el joven se enfrenten a la
realid ad social.
Por ejemplo, en Nunca seremos estrellas del rock, como en otras muchas novelas,
del autor, el final queda abierto; p or ello, el lector ha de idear cómo se desarrollará la vida
del jov en p rotagonista en el futuro después de haber cono cido las malas relaciones paternofiliales y habrá ap rendido más de una lección sobre el co mp ortamiento humano desp ués de
su lectura.
523
524
LLUCH, Gemma: Análisis de narrativas…, cit., p. 34.
COLOMER, T eresa: La formación del lector…, cit., pp. 146-147.
210
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En La música del viento, tras leer las últimas p áginas recogidas bajo el título: A
quien pueda interesar…, el lector comp renderá qu e la narración está basada en un h echo
real y los escalofriantes datos sobre los niños esclavos le harán comp render y valorar la
imp ortancia de nacer en uno u otro continente.
Además, la trama de sus obras suele seguir un ritmo muy ráp ido; algunas veces,
vertiginoso, y suele desacelerar el relato con la ay uda de breves descrip ciones. El ritmo de
la narración aumenta cuando algún p ersonaje o el prop io narrador resumen d eterminados
acontecimientos, p rovocando un avance sustancial de la trama; otras veces, utiliza a los
personajes o al narrador p ara hacer retroceder el argu mento y cubrir lagun as informativas.
Los jóvenes p rotagonistas p ueden cometer errores que siemp re son salvables y , a
pesar de sus desaciertos, se muestran como p ersonas resp onsables y formales que saben
cuando han d e cambiar el sentido de sus vid as y op tar p or la solución más correcta a sus
problemas.
Tanto en las obras ambientadas en la sociedad esp añola p resente como en la que se
vivirá en el futuro o en p aíses en vías de desarrollo, los p rotagonistas suelen acertar en sus
decisiones p orque antep onen a cualquier interés material el asp ecto más hu mano d e la
persona.
Por lo cual hay que destacar sobre todo el gran humanismo en Sierra i Fabra, tanto
en sus obras con un claro matiz solidario y reivindicativo como en las de cien cia ficción, tal
y como él lo expresó:
El humanismo es la clave en todo m om ento, en todo tiem po y en cualquier lugar, de cuanto
se haga pensando en, por y para el ser humano y en su proyección en el futuro525 .
Además, demuestra en muchas de sus obras que es un ser gregario. Algunos de sus
personajes p ueden vivir en soled ad, pero añoran h acerlo en comunid ad, como le ocurre a
525
SIERRA I FABRA, Jordi: “Ciencia ficción, la magia d e lo fantástico o l a realidad literaria d e un futuro ”,
M., Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, 1990, p. 39.
211
José R. Co rtés Criado
los p rotagonistas de La nave fantástica y Los moais de Pascua, y a la joven p rotagonista de
El último set, la cual manifiesta: “El tenis es un juego tremend amente ind ividual, p ero y o
526
he necesitado contar con los demás p ara ju gar esta p artida” .
Y es amigo de vivir en armonía con los demás. Se p uede leer en Los eleg idos có mo
el androide Adán comprende que la situación de enfrentamiento entre los cient-t’icos y los
klonos p erjudica a ambos grup os, e incluso a los perdidos, -que no forman parte de ningún
bando-, e intenta hacerles comprender que viviendo en comunid ad y ap ortando cada grup o
sus conocimientos formarían una sociedad p rósp era.
Sus libros está rep letos de solidaridad, eco lo gía, p acifismo, progreso, salud,
amistad, etc., p ero sobre todo rebosan ternura, la que el autor p one en todas y cada una de
sus obras.
3.6.- CONCLUS IONES .
A lo largo de las dos décadas marcadas p ara este trabajo la Literatura se ha ido
transformando al ritmo que marcó la socied ad. Desp ués de la desaparición de la Dictadura
surgieron enormes deseos de conocer las obras p rohibidas p or el régimen, dando lu gar,
durante la década de los ochenta, a una p ródiga edición de libros de escritores p roscritos y
de estudios sobre la forma de v ida durante los cu arenta años anteriores.
Gracias a este afán p or conocer el p asado reciente, fu e p osible leer las obras
comp letas de los autores de la generación del 27, acced er a la nueva literatura
hisp anoamericana, leer la exp eriencia vivid a por los denominados “top os” del franquismo,
etc., y numerosos autores esp añoles comenzaron a p ublicar sin temor a la censura.
526
5
Id., El último set, M., SM, Gran Angular, 1996 , p. 229.
212
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La lib ertad p olítica trajo la libertad de creación y de exp erimentación en todo tip o de
obras literarias. Se p ublicab a todo cuanto se consideraba d e interés para el nuevo modelo de
lector ávido de nov edades literarias y con deseos de recup erar el p asado reciente.
Actualmente en Esp aña se editan unos setenta mil libros al año, la may oría de ellos
son novelas, la tirada media de cada uno de ellos es p equeña, p ero may or que la de las
edicion es de p oesía y teatro.
Del florecimiento de la Literatura en len gua castellana entre 1983 y 2003 dan
testimonio las concesiones del Premio Nóbel de Literatura a Gabriel García M árquez, en
1982; a Camilo José Cela, en 1989; y a Octavio Paz, en 1990.
La Literatura Infantil y la Juvenil, qu e co mo parte de la Literatura general, refleja la
historia, la v ida y la realid ad de la socied ad, también sufrieron grandes camb ios en estas
dos décadas, aunque y a en los años setenta se comenzó a escribir una nueva literatura que
intentaba liberar las costumbres y erradicar la literatura moralizante y conservadora que
pretendía educar a n iños y a jóvenes con normas sociales obsoletas, acordes con las
costumbres de otra ép oca.
Si cambia la socied ad, irremediablemente deben hacerlo la literatura y los lectores,
como afirma Teresa Colomer: “los cambios p roducidos durante las ú ltimas décadas en
nuestra cultura a n ivel social, axioló gico, edu cativo y literario, tenían que traducirse en una
nueva caracterización d el destinatario de la narrativa infantil y juvenil”
527
.
Durante la década de los setenta la sociedad sufrió importantes cambios que
afectaron a la con cep ción que se tenía sobre la infancia y la juventud. Este hecho p rovocó
que los autores que escribían p ara los más jóvenes olvid asen el sentido de p rotección y
aislamiento al que se sometía a la infancia y comenzaron a escribir sobre p roblemas de
autoritarismo, libertad, tolerancia, ecología, etc.
527
COLOMER, T eresa: La formación del lector…, cit., p. 300.
213
José R. Co rtés Criado
El humor o cup ará una parte importante de los libros infantiles y juveniles, junto a la
imagin ación y los conflictos familiares, entre otros, marcando una nueva persp ectiva a la
hora de man ifestar los sentimientos, oponiéndose a los deseos educativos que
predominaban en la literatura dirigida a los menores durante las décadas anteriores.
Al inicio de los ochenta la Literatura Infantil y la Literatura Juvenil mantenían un a
vieja p olémica. Se enfrentaban fantasía y realidad. Esta dicotomía prop ició que se mirasen
con recelo los libros de fantasía, p ues se p ensaba que eran una forma de escamotear la
realid ad y de p rivar al niño de su formación autónoma p ara la vida.
Los temas p referidos en esta década siguieron la misma línea marcada en la anterior,
es decir, gran p resencia de temas sociales: resp eto, vida p lacentera, ecolo gía, a los que se
unieron algunas trasgresiones del orden establecido, la forma de vida en suburbios, la falta
de ap oy o social a determinados sectores juveniles, la delin cuencia, etc.
Todos los temas que tradicionalmente han sido vedados a los niños p or los adultos
tienen cabid a en esta nueva etap a literaria: los p ersonajes romp en las reglas de urban idad,
buscan su identidad, se enfrentan a p roblemas de salud e in cluso a la mu erte, y defienden la
convivencia y la solidaridad entre otros valores morales.
Estos cambios literarios trajeron consigo nuevos proy ectos editoriales p ara el
público infantil y juvenil con coleccion es de SM , Anay a, Esp asa, Alfaguara, Edelvives,
entre otras, que se unieron a las y a establecidas de No guer, Molino, Miñón, Escuela
Esp añola, Labor…
Las nuevas colecciones dirigidas a los lectores más jóven es p rovocaron una eclos ión
de escritores españoles dedicados a la Literatura Infantil y Juvenil, amp liándose la relación
de autores esp añoles en todas las colecciones. Si en la década de los setenta los autores
extranjeros p redominaban en los catálogos, en la de los och enta se invirtió esa tendencia.
214
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Una mayor p ermisividad social trajo consigo qu e los narradores expusieran en sus
obras la realidad de forma cruda sin marcar diferencias n ítidas entre el b ien y el mal, ni
desp ejar dudas sobre la amb igüedad en el comp ortamiento del ser humano.
Paralelamente, se mostraba cómo superar los p roblemas gracias al humor y a la
imagin ación, se destacaban las d iferencias individuales en cuanto al género, raza, deseos,
asp ecto físico, etc., junto a ideas p acifistas, solidarias y ecológicas. También el p apel de la
mujer trabajadora tuvo su esp acio en la Literatura Infantil y Juvenil.
La década de los noventa av anzó sobre los mismos temas, p ero además se ocup ó de
la inmigración, de las familias monop arentales, de la vio lencia doméstica, del consumo de
drogas, de las nuevas enfermed ades, así co mo de los conflictos p sicológicos.
Desap arecieron los objetos animados en los libros infantiles y juven iles y
aparecieron abu elos con ganas de disfrutar de la vid a junto a sus nietos, así co mo mascotas,
ya sean muñecos o animales y la multiculturalidad ocup ó un lugar p reemin ente en la
literatura debido al masivo flujo de inmigrantes llegados a nuestro p aís.
El nuevo siglo trajo nu evos aires al mercado ed itorial, el libro se afianzó como un
producto más de consumo y como tal es tratado desde las editoriales que buscan lectores
cap aces de id entificarse con una d eterminada marca, no en vano casi la mitad de la
producción literaria española está dirigida a los más jóvenes, qu e representan un veinte p or
ciento de la sociedad.
Los libros que se ed itan p ara niños y jóvenes procuran reunir una serie d e
características que los hagan atractivos p ara los lectores, abordando todo tipo de temas sin
olvidar los asuntos más crudos de la vid a, aunque no se intenten analizar las causas y las
consecuencias de d eterminad as acciones que simp lemente son relatadas co mo un fenó meno
ajeno, con un estilo cinematográfico.
215
José R. Co rtés Criado
Esta forma de p resentar las acciones soslay ando que las infidelidad es de hoy p ueden
convertirse en injusticias futuras o que las dificultades p ara llevar una conducta moral
éticamente aceptable son muchas en d eterminados ambientes sociocu lturales está muy
extendid a.
Comp arto la idea d e Luis Dan iel González cu ando expone que en la literatura actual
escrita p ara el p úblico infantil y juven il “no se hab la de las consecuencias, seguramente p or
temor a ser tachados de cen izos, no se incita al esfuerzo p ersonal p ara no incomodar”
528
.
Se escribe p ara un p úblico infantil y juvenil, según las p autas indicadas, p orque esos
temas y esa manera de afrontarlos son los que interesan a n iños y a jóvenes, entre los cu ales
se halla el may or p orcentaje de lectores. Este índice desciende cu ando los lectores dejan de
asistir a los centros escolares, aunque una buena p arte de ellos se afianzan co mo adultos
amantes de la lectura.
Los temas tratados en la Literatura Infantil y Juvenil en el inicio del siglo XXI
siguen siendo los mismos que en la décad a anterior, aunqu e ocup an más espacio los
conflictos bélicos, los ataques o accidentes eco ló gicos y los relacionados con las
conmemoracion es culturales de gran calado.
Sierra i Fabra no es ajeno a estos cambios y su literatura más reciente refleja un a
gran p reocup ación p or los p roblemas derivados de las guerras, las injusticias sociales, el
cambio climático, la conservación de la flora y fauna terrestre, la exp lotación infantil, etc.,
como se p uede observar en el cap ítulo 4 de este trabajo.
528
GONZÁLEZ, Luis Daniel: cit., p. 143.
216
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
CAPÍT ULO 4.- EL COMPROMIS O SOCIAL EN LA OBRA DE JORDI S IERRA I
FAB RA.
4.1.- INTRODUCCIÓN.
A Jordi Sierra i Fabra le gusta record ar que cuando Gunther Grass recib ió el Premio
Príncip e de Asturias, manifestó que siemp re quiso contar historias p ara hacer feliz a la
gente, p ero que en su camino se le atravesó Hitler y la Alemania nazi, y que él, el p rop io
Sierra i Fabra, puede “decir lo mismo, sólo qu e en mi camino se me ha atravesado el
mundo entero. No p uedo evitar viajar de aqu í p ara allá, y no p uedo evitar contar lo que veo
o lo que siento. Es mi lucha”
529
.
Esta lucha no se trasluce en intentar imp oner sus ideas d esde las págin as escritas,
sino en narrar historias donde se reflejan las d esiguald ades sociales, los p roblemas d el
tercer mundo, la necesidad de afectividad, el deseo d e ser acep tado, la exp lotación infantil o
529
SIERRA I FABRA, Jordi: “Compromiso y censura en la LIJ actual,” Primeras Noticias. Revista de
Literatura, nº 207, 2004, p. 19.
217
José R. Co rtés Criado
la destrucción del p laneta Tierra, entre otros temas, con una única finalidad: ob ligar a sus
lectores a reflexionar sobre lo exp uesto.
Tamp oco se p uede considerar este hecho como un fenó meno nu evo, y a que, en
may or o menor grado, siemp re ha existido un comp romiso del escritor con la sociedad en la
que vive, p udiendo incluso llegar a ser considerado un referente moral. Eduardo Mendoza
declaró, en el Forum Barcelona 2004, que el escritor “es un referente moral y literario
530
porque no creo que exista una diferencia entre moral y literatura”
.
Aunque debe tenerse presente que los escritores pueden devenir en referentes
morales siemp re que así lo honren los lectores; en caso contrario, al sentirse p oseedores de
un p rototip o de valor moral, p ueden erigirse en p redicadores de verdades absolutas,
consagrándose entonces al adoctrinamiento.
Preguntado Jordi Sierra i Fabra p or los atributos morales que él creía que debía
aportar un buen libro infantil, su resp uesta fue tajante: “Ninguno. En cu anto se p retende dar
un atributo moral a algo... deja de ser un libro, se convierte en un mensaje encub ierto, en un
panegírico, un vehículo tan o más castrante que la televisión. El arte es libertad”
531
.
Por su parte, Felip e Benítez Rey es es p artidario de desmitificar la figura del
intelectual como alguien que p rofiere v erdades incontestables, y afirma qu e “el
comp romiso surge siemp re a través de una serie de conv icciones id eoló gicas; un
comp romiso con unos ideales, con esas id eas que siemp re cuestan un p oco de trabajo llevar
a la p ráctica”
532
.
En este sentido, la escritora Elfriede Jelinek, p remio Nóbel de Literatura 2004,
manifestó en referencia a su comp romiso con los p roblemas que afectan al mal trato
530
MENDOZA, Eduardo: “ La diversidad es la literatura”,
http://www.barcelona2004.org/esp/actualidad/noticias/htm/ (16/09/2005)
531
SIERRA I FABRA, Jordi: http://www.sierraifabra.com/ant/seccion es/Sala_prensa/Entrevistas.php
(08-10-2005)
532
BENÍTEZ REYES, Felipe: “Las razones del compromiso”,
http://www.ugt.es/Revista_Union/numero196/pag12.pdf (06/10/2005)
218
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
infrin gido a las mujeres y otros asuntos sociales, que “de n in guna manera me gustaría tener
533
más autoridad que la de cu alquier otro ciudadano qu e exp resa su op inión” .
Además, los escritores deben man ifestar su forma de p ensar y manifestar sus
posturas, en lo referido a valores desde su absoluta libertad, p orque “p oseen un arma de
defensa a la cual no deben renunciar a nin gún p recio; es algo que les vuelve
sorp rendentemente duros e inflexibles, y es la literatura, la fantasía poética, en una p alabra,
el rescate de la imagin ación ”
534
.
Esa libertad de exp resión junto al dominio de la imaginación llevaron a M aría
Zambrano a afirmar que “el escritor busca la gloria, la gloria de una reconciliación con las
palabras”535, y Sierra i Fabra, p or med io de David, el joven p rotagonista de su novela
titulada El ú ltimo verano miwok, que sueña en convertirse en un gran escritor, reflexiona
sobre la soledad del creador y aclara que “únicamente los escritores tienen ese don, esa
facultad de co municarse íntimamente con cada ser hu mano, en privado, letra a letra y
536
página a p ágina”
.
Por su parte, José Saramago ind ica, sin nin guna p retensión de rigor, en sus
Cuadernos de Lanzarote, que él escribe con “una conciencia muy clara, y no raramente
dolorosa, de la resp onsabilidad d e cada ser humano ante sí mismo y ante la sociedad,
tomada ésta no como una abstracción cómoda, sino en su realidad concreta de conjunto de
537
individuos y p ersonas” .
He de recordar, además, las p alabras de Juan Goy tisolo: “mi op inión p ersonal es que
el escritor no debe asociarse al p oder, en modo alguno, ni aunque sintiese simp atía p or tal
poder: p or lo menos no p onerse incondicion almente de su p arte”538.
533
JELINEK, Elfried e:
http://www.estrelladigital.es/articulo_especial_04.asp?sec=cul&fech=01/01/2005&name=esp_nobel
(06/10/2005)
534
MAURO, Walter y CLEMENT ELLI, Elena: Los escritores frente…, cit., p. 38.
535
ZAMBRANO, María: Hacia un saber sobre el alma, M., Alianza Editorial, 2000, p. 37.
536
13
SIERRA I FABRA, Jordi: El último verano miwok, M., SM, Gran Angular, 1998 , p. 157.
537
3
SARAMAGO, José: Cuadernos de Lanzarote (1993-1995), M., Alfaguara, 1998 , p. 311.
538
GOYTISOLO, Juan: en MAURO, Walter y CLEMENT ELLI, Elena, cit., p. 105.
219
José R. Co rtés Criado
Manuel Vázquez M ontalbán sí busca el p oder, p ero con un a con cep ción distinta del
mismo; no se refiere al p oder político cuando afirma que “el escritor p ersigue el poder. El
escritor p ersigue la seducción a través de la p alabra, y ese es un tip o de p oder. Para
emp ezar, trata de conseguir la seducción mediante sus p ersonajes y los movimientos de sus
539
personajes”
.
De la consecución de ese p oder que emana d el verbo, del nivel de emp atía
alcanzado entre autor y recep tor, y del comp romiso con el lector, con la sociedad y consigo
mismo, dep enderá el éxito de toda p ersona que se dedique a escribir, a la que difícilmente
podremos encasillar cuando sus “obras no se limitan a temas sociales o murmullos
familiares, sino que in corp oran ambas cosas a la vez, p ues son narrativamente ambiciosas
540
pero también intimistas”
, como se ha indicado en referencia a la p rosa de Ana M aría
Matute, aunque también se p odría extender a la de otros muchos representantes del mundo
literario.
La sociedad siemp re ha asumido que “los intelectuales constituy en una categoría
social d e difícil p recisión”
541
, al igual que se acep ta el Affaire Dreyfus co mo el punto de
partida del comp romiso de los intelectuales con la v ida pública, en cabezados ellos p or
Emilio Zola, firmante del M anifiesto de Intelectuales de 1898, dond e se d efendía la
inocencia de oficial francés Drey fus frente a la razón de Estado.
Sabemos que, a lo largo de la historia de la hu manidad, los escritores y escritoras
han tomado partido frente a p roblemas sociales; de h echo, la denominación de
determinadas corrientes literarias va comp lementada con el adjetivo social: novela social,
poesía social o teatro social, cuando se recrean los problemas de la comunid ad en la que
vive el autor.
539
VÁZQUEZ MONT ALBÁN, Manuel: El poder, M., Espasa Selección, 1996, p. 346.
REDONDO GOICOECHEZ, Alicia: Ana María Matute: Historias de la Artámila, B., Destino, Clásicos
Contemporáneos Comentados, 1997, p. x.
541
SÁNCHEZ GÓMEZ, Gonzalo: “ El compromiso social y político d e los intel ectuales ”, en
www.mamacoca.org/sach ez_intelectuales.htm, p. 1. (04/09/03)
540
220
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En las dos últimas décadas, la p resencia de literatos en determin ados actos
organ izados p ara defender la democracia, las libertades, o cualqu ier otro tema que afecte a
la p ersona, ha sido y continúa siendo constante, como colectivo que se expresa, no sólo a
través de la escritura en soled ad, sino también p or medio d e man ifiestos colectivos donde
plasman su compromiso ante los graves p roblemas que afectan a la sociedad actual.
Hablar de compromiso social es hablar de una doble responsabilidad con el ser
humano: la p rimera, con los p rincip ios que lo ennoblecen como p ersona, es decir, con los
valores que la sociedad ha aceptado como encomiab les, de man era objetiva, -“los valores
son objetivos porque los p one la razón humana”
542
-, y la segunda, con esos mismos
princip ios que quiere p erp etuar p ara su desarrollo y progreso e in culcarlos en los miembros
de ese segmento de p oblación que se halla en proceso de formación por ser comp onentes de
la colectividad y futuros dirigentes de la misma.
Ap oy ándose en el p ragmatismo americano rep resentado p or Dewey, quien
considera qu e la educación es la p articip ación del ind ividuo en la conciencia social de la
esp ecie, M arín Ibáñez y Pérez Serrano afirman que “la escuela es parte de la comun idad,
que la ha creado p ara su continuidad, d esarrollo y p rosp eridad. Por eso no p uede
desconocer los problemas sociales. M ás que prep aración p ara la vida, la escuela debe ser la
vida misma y p oner en ejercicio todos los comp ortamientos de una sociedad
democrática”
543
.
Ese intento de fraguar al ciud adano p erfecto es el que rige la educación, p orque ésta
no busca formar un ser abstracto, sino la p ersona concreta, enmarcada en una sociedad
determinada, en la que “vive continuamente conflictos de valor tanto a nivel personal
-tenemos una escala de valores y tomamos decisiones en fun ción de ella- como
interp ersonal -discrep ar con los demás p orque tenemos distintas escalas de valores-”
544
,y
en la que, simultáneamente, van modificándose los v alores aceptados, ap arecen otros
nuevos, e incluso desap arecen parte de los p reestablecidos.
542
543
544
QUINTANA CABANAS, José María: La axiología como fundamentación…cit., p. 120.
MARÍN IBÁÑEZ, Ricardo y PÉREZ SERRANO, Gloria: Pedagogía Social y…, cit., p. 30.
BUXARRAIS, Mª Rosa: La formación del Profesorado…cit., p. 77.
221
José R. Co rtés Criado
Para resaltar la imp ortancia de los valores, sólo hemos de observar que todo lo que
es imp ortante lo es p orque p osee un valor; p or tanto desde cualquier foro educativo se h a de
potenciar la validez de los comp ortamientos que los realcen, en la sociedad tan cambiante
en que nos ha tocado vivir.
La sociedad actual evoluciona a un ritm o sin precedentes, de forma m ás acentuada en el
área científico-técnica, pero también en su cultura, en sus norm as y valores, en su
econom ía, en las fórmulas organizativas que configuran sus instituciones... advirtiéndose la
necesidad de preparar a los individuos que la constituyen para vivir y desarrollarse en un
mundo en constante cam bio545 .
Es necesario tener p resente que entre el ser humano y los valores se man ifiesta un
proceso crítico y dialógico, enmarcado dentro de una cu ltura determinad a, en la cual la
relación entre la p ersona, los valores y la cultura es constante, habida cuenta de que la
cultura, inconfundib le labor humana, id ea unos valores determinados p ara una sociedad
concreta, y que es el ser humano quien los critica, gracias a los mecanismos culturales que
le facilitan los cono cimientos necesarios p ara, en definitiva, acep tarlos o rechazarlos.
4.2.- EL COMPROMIS O EN LA OBRA DE JORDI S IERRA I FABRA.
Jordi Sierra i Fabra ha man ifestado: “Corrientemente se habla de mí como un autor
duro, un escritor que aborda temas p olémicos y los exp one sin tap ujos, en sus novelas. No
rehuy o la risa, el p lacer de un a historia d ivertida, la fantasía, p ero sí es cierto que p or lo
gen eral trato de contar aquello que veo y siento, tanto en Esp aña como en mis viajes p or
todo el mundo. Creo que un escritor ha de comp rometerse con su tiemp o y su sociedad”.
545
546
MARTÍN-MORENO CERRILLO, Quintina: “ El centro educativo versátil: la demanda de un nuevo tipo de
centro educativo”, en MARTÍN-MORENO CERRILLO, Quintina (Coord.): Organizaciones educativas, cit.,
p. 43.
546
SIERRA I FABRA, Jordi: “Compromiso y censura en la LIJ actual,” cit., p. 13.
222
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El co mp romiso de Jordi Sierra i Fabra con los valores morales se man ifiesta en casi
todas sus obras y se p odría elaborar una relación de los mismos atendiendo a asp ectos tan
diversos como las relacion es familiares, las afectivas, la conviv encia del hombre con las
máquinas, la salud, las esp ecies en p eligro de extinción, el comp romiso con otras culturas,
con la historia, la solidaridad, los jóven es, la música, el cine, la telev isión y el humor, p or
citar algunos aspectos.
4.2.1.- EL COMPROMIS O CON LAS RELACIONES FAMILIARES .
Las relacion es familiares están p resentes en todas las obras an alizadas, desde el
maltrato de un padre a un hijo, en Nunca seremos estrellas del rock y en El niño que vivía
en las estrellas, o d el comp añero sentimental a la madre del joven p rotagonista en La
estrella de la mañana, p asando p or el maltrato infringido p or un alumno, de los
denominados disrup tivos, a dos p rofesores de un instituto, en Las Furias.
Pero no sólo de relaciones vio lentas se ocup a Jordi Sierra. Existen relaciones
familiares qu e podríamos clasificar de normales en casi todas su obras, en La estrella de la
mañana, la p rotagonista recibe el ap oyo de su familia; en Mis hermanos y yo, Pablo es el
centro de atención de sus p adres y hermanos; en Zonas interiores, las jóven es reunidas
hablan de sus relaciones con los miembros de sus respectivas familias con naturalid ad, cada
una se refiere a éstas con la may or normalidad y sin reflejar p roblemas graves de
convivencia.
En clav e de humor, se analizan las relacion es familiares con Víctor en obras como
Los mayores están locos, locos, No ticias frescas, o ¡Sálvese quien pueda!; aunqu e tamb ién
han sido creados otros p ersonajes en la misma línea como los reco gidos en el libro
¡¡¡Lamberto!!!, y en El espejo del fu turo o en Querido hijo: estás despedido.
223
José R. Co rtés Criado
Miguel, el p rotagonista de esta última obra citada, se enfrenta a una carta de desp ido
remitida p or su madre. Ella está cansada del mal comp ortamiento de su hijo, de su falta de
colaboración en las tareas del hogar, de su desorden y de su desinterés por los estudios,
entre otros asuntos, por lo que no encuentra más solu ción que dejar de ser madre de M igu el
si quiere viv ir con tranquilidad.
Si fuese factible remitir cartas de desp ido a los hijos, tamb ién otros personajes como
Lamberto y Víctor p odrían acabar en mitad de la calle y borrados del Libro de Familia.
4.2.2.- EL COMPROMIS O CON LAS RELACIONES AFECTIVAS .
El amor es una constante en las obras de Sierra i Fabra. Por él los p ersonajes se
convierten en p ersonas mejores y se sienten imp ulsados a llevar a cabo gestas importantes.
Generalmente se trata de relaciones entre hombres y mujeres. Es el tema central en títulos
como La estrella d e la mañana, Donde esté mi corazón, 97 formas de decir te quiero o Una
(simple) historia d e amor. También el amor está presente en la may oría de las óp eras
contadas p ara niños en Mi primer libro de Ópera.
La estrella de la mañana refiere la relación entre dos jóvenes de clases sociales
diferentes. La familia de la ch ica no acep ta ese noviazgo a p esar de la sincera relación de la
pareja. Al cabo de los años vuelven a reen contrarse y reinician su relación.
Donde esté mi corazón relata las p erip ecias de un joven en amorado de una chica a la
que han trasp lantado el corazón de su antigua novia. 97 formas de decir te quiero son las
diferentes man eras de d eclararse que utiliza una chica frente a su enamorado y Una
(simple) historia de amor es la que viven Alba y Rubén, dos jóvenes en busca de su
identidad sin renunciar a sus sueños ni a su libertad.
224
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El amor no corresp ondido, el desamor y el desen cuentro entre hombres y mujeres
también tienen cabid a en títulos como Zonas interiores, Las Furias, Los moais de Pascua o
Regreso a La Habana.
Regreso a La Habana es la historia de una mujer cubana víctima de la sociedad en
la que le tocó vivir, fue una rebelde, como muchos de sus comp atriotas, ella rep resenta la
realid ad cuban a, las ansias de abandonar su país y la in genuidad de creer a tres hombres,
tres esp añoles que le p rometen volver a p or ella p ara reiniciar un a nueva v ida en España.
La obra se estructura sobre tres momentos de la vida de la p rotagonista: p rimero en
el de la adolescente, año 1994; luego en la joven necesitada de ay uda material y sobre todo
afectiva, año 1997 ; p ara finalizar en la jinetera d e 1999. Hasta el fin al mantuvo la esp eranza
de que el amor la llevara a un nuevo destino, corría el año 2000.
El tema de la homosexualidad no está tratado directamente en las obras analizadas,
aunque se en cuentran referencias en diferentes novelas, co mo Noche de viernes, donde el
hermano de uno de los jóvenes p rotagonistas es homosexual; en 27 Edad maldita vuelve a
reflejarse el tema al ap arecer dos p ersonajes masculinos que conviven juntos, y en La piel
de la memoria, donde es exp lícita la orientación homosexual de un joven esclavo de la
plantación de cacao.
4.2.3.-
EL COMPROMIS O CON LA RELACIÓN DEL HOMBRE CON LA
MÁQUINA.
El comp romiso del autor abarca obras ded icadas a exp licar la relación del hombre
con la máquin a en un futuro, como se lee en su trilogía El ciclo de las Tierras, que consta
de tres obras: … en un lugar llamado Tierra, Regreso a un lugar llamado Tierra, El
testamento de un lugar llamado Tierra. A través de estas p áginas se asiste a la evo lución de
225
José R. Co rtés Criado
la relación de igualdad manifiesta en la constitución que rige el p laneta Tierra 2 h asta la
ruptura de la misma.
La convivencia hombre-máquina se altera tras siglos de armonía cuando regresa al
planeta una nave con su capitán-máquin a mu erto, siendo sosp echoso de asesin ato su
ayudante, un ser humano. El juicio que sigue a la detención de éste inició el cisma que
acabó con la conv ivencia entre los seres humanos y las máquinas.
Durante ese p roceso las máquinas quisieron demostrar su supremacía resp ecto a sus
creadores, esp ecialmente en lo referente al orden ló gico de sus actuaciones frente al
comp ortamiento ilógico de los humanos, los cuales se dejan conducir p or imp ulsos
emocion ales carentes de la ecuanimidad p ropia de la razón, en op inión de los dirigentesmáquinas.
En títulos p osteriores, como Marte XXIII, El guardián de la luna, Las voces del
futuro o Los elegidos, no sólo vamos a saber sobre las relaciones d el hombre con las
máquinas, sino que descubriremos cómo estas últimas se p erfeccionan a través de un
proceso de humanización, e incluso conoceremos los p roblemas derivados de un
desequilibrio entre máquinas y hombres que afectará al háb itat de ambos.
Además, en el futuro diseñ ado por Sierra i Fabra, el ser hu mano será cap az de crear
seres con inteligen cia artificial a imagen y semejanza de él, p or lo que la sociedad d el
futuro deberá elaborar ley es que regulen la vida entre las p ersonas, seres nacidos p or
rep roducción natural y las nuevas criaturas engendradas en laboratorio, así como marcar los
límites éticos p ara llevar a cabo la clonación se seres humanos y la creación de replicantes
con vida artificial inteligente.
226
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.2.4.- EL COMPROMIS O CON LA S ALUD
El tema de la salud p odemos hallarlo, entre otras, en obras que tratan de p roblemas
psicológicos, es el caso de El dolor invisible; de la automed icación, en Tortilla de
aspirinas; de la anorexia, en Chicas de alambre; del síndrome de Moebius en La niña que
no podía sonreír; del síndrome de Down en Soy especial para mis amigos; del maltrato
físico en Las Furias o El mensajero del miedo; de las drogas sintéticas en Campos de
fresas; de las dro gas duras en Seis historias en torno a Mario; de las dro gas en el mundo
del dep orte, en El oro de los dioses, y de la op eración a vida o muerte que efectúa una
doctora humana a un d irigente máquina en Regreso a un lugar llamado Tierra.
También se refleja en algunas obras el consumo d e beb idas alcohólicas p or parte de
protagonistas jóvenes, al que se considera como un a forma de d iversión durante el fin de
semana o un a manera de aclimatarse al ambiente discotequero o al de un concierto en
directo de alguna estrella del rock. Asimismo se encu entran casos de alcoho lismo en la
población adulta, como el p adre d e José Luis en Noche de viernes, o el de Esteban y
Antonio en El mensajero del miedo.
El tabaco merece una mención esp ecial p orque suele ser una fijación en el escritor:
cada vez que alguien enciende un cigarrillo surgen voces de desap robación, esp ecialmente
de los jóven es protagonistas, como es el caso d e Esperanza, en Casting, cuando dice: “A
veces se asombraba de que las chicas fumasen más que los chicos, y cada vez más
jóvenes”
547
. O de un adulto, como el profesor de matemáticas, que p one a sus alumnos un
problema sobre un fumador y como co letilla añade: “Fumar es malo, así que no os aconsejo
resolver el p roblema haciéndolo, ¿OK?”
547
548
548
SIERRA I FABRA, Jordi: Casting, M., SM, Gran Angular, Alerta Roja, 2002, p. 30.
Id., El asesinato del profesor de Matemáticas, M., Anaya, El duende verde, 2000, p.77.
227
José R. Co rtés Criado
4.2.5.- EL COMPROMIS O CON LAS ES PECIES EN PELIGRO DE EXT INCIÓN.
También se p reocup a el autor catalán por la desap arición d e seres vivos en la Tierra.
Por un lado están las obras que se o cup an del extermin io de esp ecies animales y la
consigu iente alteración del equilibrio ecoló gico, como escribe en Los tigres del valle, o de
la sup ervivencia d e esp ecies p rotegidas, como recrea en La reina de los cielos.
La p rimera historia relata cómo los habitantes de un p oblado, asustados p or la
presencia de tigres en su territorio, deciden exterminarlos, ignorando las advertencias de la
persona más ancian a del lu gar: “... del hambre y del miedo h ablará una generación, p ero no
la siguiente”
549
. Una vez extin guidos los tigres, los monos se adueñaron de la zona,
provocando tantos o más p roblemas que la p resencia d e los felinos. Al final, los hombres
debieron ab andonar el valle.
En la segunda, el p rotagonista es un águila imp erial arrojado del nido, n ada más
nacer, p or su hermana may or, y recogido de la nieve p or un biólogo que lo cría en su casa
con la ayuda de su hijo.
Por otro lado, se p reocup a de la matanza de indígenas en América del Sur en Un
hombre con un tenedor en una tierra de sopas, y de la aniquilación de algunos grup os
humanos que p oblaban determinados confin es de nuestro p laneta. Es el caso de El ú ltimo
verano miwok, donde analiza la extinción d e las tribus de ind ios norteamericanos, o de
Kaopi, que se refiere a la desaparición de las tribus que p oblaban las zonas bañadas p or el
río Amazonas, algo que, p or cierto, y a estudió M ario Vargas Llosa en El hab lador, y
recientemente, Isabel Allende en La ciudad de las bestias.
549
6
Id., Los tigres del valle, B., Edebé, T ucán, 2001 , p. 60.
228
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.2.6.- EL COMPROMIS O CON OTRAS CULT URAS .
Si an alizamos el comp romiso con p ersonas de un entorno más alejado del nu estro,
podemos leer en Las alas del sol cómo es la vida en un camp o de refugiados en HongKong; también conoceremos las necesid ades que imp ulsan a un joven p ara querer
abandonar su p aís de nacimiento en una p atera, y las p enalidades que afronta en la nación
de aco gida en Noch e de luna en el Estrecho; y , además, nos acercaremos a la realidad
cubana actual, es decir, a los balseros y a las jineteras, con títulos como Cuba. La noche de
la jinetera o Regreso a La Habana.
Podremos sentir el latido de la Selv a Lacandona d e Chiap as, M éjico, el eco de las
matanzas de la población indígena y las andanzas de los niños soldados en las p áginas de
Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, o en Donde el viento da la vuelta. De
cómo sobreviven los niños en medio de las guerras da testimonio la obra que lleva p or
título En un lugar llamado guerra.
Además podemos sentir la desesp eración de las familias que actualmente buscan el
paradero de sus seres queridos en Argentina gracias a La memoria de los seres p erdidos; o
las consecuen cias d el golp e de estado en Chile en 1973 en Víctor Jara o El peso d el
silencio. Para cerrar este recorrido internacional, citar p or último La piel de la memoria,
que indaga acerca de los niños esclavos en lo que hoy denominamos África Subsahariana.
4.2.7.- EL COMPROMIS O CON LA HIS TORIA.
Sierra i Fabra ha escrito una serie de libros basados en determinados h echos
históricos, entre los seleccionados se puede citar Camarada Orlov, que está ambientado en
los últimos días de la guerra civil española, donde se hace referencia al famoso “oro de
Moscú” y ap arecen junto a los p rotagonistas ideados por el escritor determinados
229
José R. Co rtés Criado
personajes que entraron en la historia real, tal es el caso de Francisco Franco Bahamonde,
Francisco Largo C aballero y Juan Negrín Lóp ez.
El p rotagonista de Cuba. La noch e de la jinetera tiene la p osibilidad de ser testigo y
protagonista de la h istoria reciente del citado p aís y de estrechar la mano a Fidel Castro,
mientras su comp añera evita la muerte d el general en un atentado p laneado para acabar con
su vida mientras p asea por una de las calles de La Habana.
Otra obra cuy a trama se desarrolla también en Cuba se titula Regreso a la Habana;
en ella se narra la historia de una mu jer, víctima de la sociedad en que le tocó vivir. A lo
largo de la nov ela, se sup erp one la realid ad cub ana a la vida de la p rotagonista, reflejada en
la llamada crisis de los balseros, en el caso del n iño Elián, en la visita del Papa, en el
regreso de los restos del Che Guevara y en la celebración de la cumbre de La Habana.
Augusto Pinochet, los jueces Guzmán y Garzón son personajes en novelas como El
peso del silencio, donde desde una p ersp ectiva actual se rememoran el go lpe de estado de
1973 en Chile, la muerte, tortura y desap arición de ciud adanos chilenos, así como la
promulgación de la orden de detención dictada p or el juez Garzón contra el citado general
cuando se encontraba en Londres, y la solicitud de desafuero del ex p residente de Chile
para ser juzgado p or la denominada “Caravan a de la Muerte”.
En la trilo gía sobre el exilio, p or ejemp lo, se cita a Lázaro Cárdenas, que fue
presidente de México en El tiempo del exilio I. Los años oscuros. Ernesto Ché Guevara y
Víctor Jara son p ersonajes en El tiempo del exilio II. Los años de la espera. En las tres
obras que constituy en esta trilogía se rememora el fin de la guerra civil española, el exilio
de los primeros ciudadanos esp añoles a M éxico, el reh acer de tantas vidas en el p aís de
aco gida, y p or fin el regreso a Esp aña de algunos sup ervivientes una vez fallecido el
gen eral Fran co y reinstauradas las libertades en nu estro p aís.
Asimismo, en Siete noches de una vida, la protagonista del relato cuenta que su
padre, militante del Partido Comunista, se p asó la vida luchando por unos ideales que no
230
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
vio cumplidos, y temió p erder la lib ertad cuando Antonio Tejero intentó dar un golp e de
estado. “Por eso cuando el Tejerazo se asustó tanto. Se le hund ió el mundo. Fue una no che
muy amarga”
550
.
4.2.8.- EL COMPROMIS O CON LA S OLIDARIDAD.
Toda la obra de Sierra i Fabra mu estra un talante solidario con las p ersonas más
débiles; abarcando desde una niña diferente al resto de sus congéneres en La niña que no
podía reír, hasta los refu giados de cualqu ier p arte del mundo, co mo p uede leerse en Las
alas del sol, p asando p or una ballena cautiva en Aydin.
Unas veces el tema es tratado con suma seriedad, como es el caso en Víctor Jara.
Reventando los silencios o La piel d e la memoria; otras, en cave d e humor como sucede en
Sietecolores o Cabello blanco en cabeza peluda.
Frecuentemente ap arecen jóvenes solidarios en la obra d e Sierra i Fabra que no
dudan en p restar su ayuda desinteresada a cualqu ier ser vivo que la necesite. Cati, una
magnífica estudiante de veterinaria y una de las p rotagonistas de Malas tierras, no duda en
atender a un p erro que ha sido atrop ellado en la vía pública; Octavio Sorriba, p ersonaje de
cierto p eso en La reina d e los cielos, alimenta a un agu ilucho que h a sido exp ulsado del
nido p or su hermana may or; la p rotagonista de Frontera, Estefanía, atiende y acoge a su
comp añera de clase, Amina, cuando ésta tiene necesidad de sentirse comp rendida y
protegida p or alguien.
La solid aridad incluso ab arca a las ONGs. Numerosos p ersonajes, al igual que su
creador, p ertenecen a Amnistía Internacional, Greenp eace o M édicos Sin Frontera; otros
alcanzan tal nivel d e comp romiso o entrega hacia los demás que son donantes de órganos,
550
Id., Siete noches de una vida, B., Ediciones del Bronce, 2000, p. 42.
231
José R. Co rtés Criado
como una d e las p rotagonistas de Malas tierras. En dich a obra y en Donde esté mi corazón,
se p lantea el tema de los trasp lantes.
4.2.9.- EL COMPROMIS O CON LOS JÓVENES .
Sierra i Fabra tiende a retratar jóvenes con ganas de superarse y conseguir lo que se
prop onen, así encontramos en El último set a un a joven tenista que en un momento de su
trep idante carrera hacia el éxito se detiene y reflexiona sobre su futuro antes de tomar una
decisión trascendental para su vida, antep oniendo su necesidad p ersonal a la p rofesional; y
en La estrella d e la mañana a un joven d e clase social baja enamorado de una joven de
clase alta, el cual no dud a en ap lazar su noviazgo cin co años hasta conseguir su meta:
acabar los estudios de arte y tener trabajo como dibu jante.
Una mayoría de los p rotagonistas juveniles de sus obras son, como en cierta ocas ión
exp resó Carmen M artín Gaite, náufragos p erdidos en el mar de la vid a que buscan dónde
agarrarse p ara salir a flote, adolescentes errantes en su desarrollo evolutivo que andan a la
búsqueda de su esp acio en la sociedad adulta. Así les ocurre a los protagonistas de Retrato
de un ado lescente manchado, La voz interior, o Rabia, p or citar tres novelas, en las que
afortunadamente los p ersonajes alcanzan a lo largo del relato suficiente madurez p ara
solucionar sus p roblemas e iniciar un a nueva etap a vital; son obras que p odríamos
denominar d e aprendizaje.
Pero p or sus obras también desfilan jóv enes desencantados de la v ida que camin an
sobre el filo de la nav aja; algunos decid en cambiar y retomar las ganas de vivir, como le
ocurre a Vero, la jov en anoréxica p rotagonista en Casting, o a Luciana, p ersonaje clave en
Campos de fresa, que consigue ganar la p artida de ajedrez a la mu erte. M ario, p rotagonista
de Seis historias en torno a Mario es ven cido por la heroín a en el tramo final de su vida.
232
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Otros como Nino, niño soldado en Donde el viento da la vuelta, decide p oner fin a
su actividad militar y convertirse en un defensor de los derechos humanos, al igu al que el
joven esclavo, Kalil M tube, p rotagonista en La piel d e la memoria.
4.2.10.- EL COMPROMIS O CON LA MÚSICA.
En los libros de Sierra i Fabra son constantes las referencias a la imp ortancia de la
música en la formación d e la p ersona, y se acerca a ella desde d iferentes p ersp ectivas.
En algunas obras nos conduce al mundo de la música rock p ara mostrar su cara
oculta, ésa en que las flaquezas humanas se manifiestan, dejando al descubierto las
envidias, los intereses econó micos, el consumo de dro gas, el fetichismo o la locura de los
seguidores; son los casos reflejados en libros como La balada de Siglo XXI, 27 Edad
maldita, o La canción d e Mani Blay.
Jordi Sierra i Fabra en algunas obras se recrea con la música co mo placer humano y
muestra de formación cultural y sensibilidad de la p ersona. Se ocup a de la música que suele
catalo garse de clásica o seria, co mo ocurre en Concierto en sol mayor, donde un niño,
joven virtuoso del vio lín, deambula por su ciudad natal, Barcelona, ante la abrumadora
resp onsabilidad de ofrecer su primer concierto en el Palau de la Música. Y en Mi primer
libro de ópera, la obra más cu idada tanto en su elaboración como en su publicación, que
nos acerca, con su maestría y genialidad, al drama musical; es una obra esp ecialmente
dirigida a los más p equeños, con magn íficas ilustraciones.
Pero casi siempre la música, esp ecialmente la música rock, está presente en las
obras de Jordi Sierra i Fabra. En algunas de ellas co mo referente musical del momento en
que sucede el tiemp o narrativo, bien porque cita una canción o un ídolo musical; en otras,
se trata de un simp le comentario qu e permite conocer los gustos de los p rotagonistas, como
233
José R. Co rtés Criado
es el caso del grup o de amigos que, en la obra Malas tierras, decide acud ir al concierto que
Bruce Springsteen ofrece en la ciud ad de Barcelona, o d e la p areja p rotagonista de Siete
noches de una vida qu e asiste a los siete conciertos que el Boss ha ofrecido en la ciudad
condal.
En otras ocasiones los sonidos hacen acto de p resencia p ara reflejar las ansias de
sup eración de algunos personajes que intentan imitar los ritmos de otros maestros, como es
el caso del joven Lennon y sus amigos en la obra d el mismo título
551
.
También en muchas de ellas la música forma parte de la trama, y la cita de algunos
fragmentos de sus letras forma p arte de la urdimbre de la historia, como es el caso de Víctor
Jara y El tiempo del olvido. En otras, las canciones y los cantantes marcan la p ersonalidad
del p rotagonista, como sucede en Nunca seremos estrellas de rock.
Además, en sus libros se en cuentran citas musicales h istóricas, así en La guitarra de
John Lennon se p uede leer: “El veintinuev e de agosto de mil nov ecientos sesenta y seis los
Beatles dieron su último con cierto en vivo en el Clandestick Park de San Francisco”
552
,y
en Siete noches de una vida, además de referencias a los siete con ciertos ofrecidos p or
Bruce Springsteen en Barcelona, se incluy e en cada cap ítulo la imagen de las entradas a
dichos conciertos.
4.2.11.- EL COMPROMIS O CON EL C INE.
La literatura ha dotado al cin e de miles de argu mentos que han servido p ara crear
obras maestras del celu loide, y al mismo tiemp o, el cin emató grafo h a enseñado a la
551
552
Id., El joven Lennon, M., SM, Gran Angular, 199310.
Id., La guitarra de John Lennon, B, T imun Mas, 1990, pp. 34-35.
234
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
literatura métodos narrativos más ágiles que en nuestros días son utilizados p or casi todas
las p ersonas dedicadas a escribir historias.
Jordi Sierra i Fabra es una de ellas; en su obra se ap recia una clara influ encia
cinematográfica tanto en la estructura de las historias creadas, que parecen escenas de una
película, como en las constantes referencias a títulos de filmes famosos y a estrellas del
celulo ide.
Son muy escasas sus obras sin una frase d edicada al llamado sép timo arte, el cual
ocup a el tercer lugar en las p referencias de Jordi Sierra i Fabra, después de la literatura y de
la música.
Como homenaje al cine se p ueden encontrar citas de títulos de p elículas o de actores
y actrices en La memoria de los seres perdidos, Nunca seremos estrellas del rock, Día de
rodaje, El rostro de la multitud,
El do lor invisible, El asesina to del profesor de
matemáticas, ¡¡¡ Lamberto !!!, Relatos galácticos, El mensajero del miedo, Sin tiempo
para soñar, La música del viento, El oro d e los d ioses, Malas tierras y Dormidos sobre los
espejos, como ejemp lo de un listado p rácticamente interminable.
En Días de rodaje la trama gira en torno a la grabación de una serie televisiva. En
ella se mu estra, además de las relaciones p ersonales de los jóvenes p rotagonistas, el p ap el
desemp eñado p or los demás comp onentes del equipo técnico que hace p osible el rodaje:
desde la maquilladora hasta el director de la obra.
A modo de ejemp lo, anoto que sólo en Nun ca seremos estrellas del rock se citan
actores y actrices como Paul Newman, Robert R eford, Arnold Schwartzenegger, Bru ce
Willis, Hump hrey Bogart, Sp encer Tracy , Clark Gable, Carole Lombard, Gen e Tierney,
Jean Simmons, Dustin Hoffman, Jack Nicholson, Sigourney Weaver, Tom Hanks, M eg
Ry an, Woody Allen, Diane Keaton, M arily n Monroe y Orson Welles.
235
José R. Co rtés Criado
Y títulos de filmes conocidos co mo Blade Runn er, Lo que el vien to se llevó, Wets
Side Story, 2001, Alien, el o ctavo pasajero, Annie-Hall, La jungla d el asfa lto, Américan
Graffiti, Ciudadano Kane, Casablanca, Grupo salvaje y Thelma y Louise.
Por último, señalar que Lo que el viento se llevó es la p elícula más nombrada en el
conjunto de su obra.
4.2.12.- EL COMPROMIS O CON LA T ELEVIS IÓN.
La telev isión, aparato omnip resente en todos lo ho gares d el mundo, también h a
recibido la atención p or p arte de Sierra i Fabra y desde diferentes focalizaciones. En la obra
¡Ellos son diferen tes!, el extraterrestre informa a su planeta que “muchas casas tien en un
trasmisor de imágenes. Debe ser algo muy imp ortante, p orque todas las familias p asan
553
horas mirándolo, todos muy atentos” .
Así en Un genio en la tele, conocemos a un joven que transforma las costumbres de
los habitantes de Pampelum al realizar p rogramas televisivos hasta entonces desconocidos
que afectan a la conv ivencia d iaria entre los vecinos. “Si todos cometemos errores, el señor
Tutsi cometió uno y grave: creerse con d erecho a cualqu ier cosa, pasando p or encima de
554
cualquier límite”
.
La joven y hermosa Son ia, p rotagonista en El rostro de la multitud, no duda en
atracar un banco con tal de salir en televisión y alcanzar la tan ansiada fama. “La atracadora
se haría famosa. Su h istoria saldría en los p eriódicos y en todas las televisiones”
553
554
555
Id., ¡ Ellos son diferentes! B., Edebé, 2001, pp. 18-19.
Id., Un genio en la tele, cit., p. 75.
Id., El rostro de la …, cit., p. 162.
236
555
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En Los hombres de las sillas, unos p ersonajes singulares, siete hombrecillos
vestidos de negro qu e forman parte de un cuadro llamado Los televidentes, salen del lienzo
para p resenciar en p rimera fila cualquier des gracia, creando un a metáfora entre estos
personajes gráficos y las p ersonas que en casa se p restan a ser testigos de toda catástrofe,
ocurra donde o curra, sentados frente al telev isor. “Los siete hombres de negro que salían
del museo, del cuadro, para segu ir siendo testigos de las des gracias human as, fieles al genio
y la idea de su creador” 556.
Igualmente la televisión está p resente en otras muchas obras: en Malas tierras, es la
que informa d e la necesid ad que tiene una jov en de recibir un corazón nuevo; tamb ién
juega un p ap el imp ortante a la hora de informar sobre el estado de salud de la estrella de la
música pop en Mani Blay, e incluso es comentada su p resencia en aldeas p erdidas de
Sudamérica, como en Donde el viento da la vuelta, donde los niños soldados desean saber
cómo se desarrolla el mundial de fútbol.
4.2.13.- EL COMPROMIS O CON EL HUMOR.
En clave d e humor también Sierra i Fabra h a creado d eterminados p ersonajes qu e
queriendo ay udar a todas las p ersonas que los rodean terminan por p rovocar el efecto
contrario, son los casos de Lamberto, en la obra homónima, de Víctor en cualquiera de los
quince libros de la co lección Los libros de Víctor y Cía y de Zack “Galaxy ” Cosmo, el p eor
policía del Sistema, tamb ién p rotagonista de una co lección que llev a su nombre.
Lamberto no lo gra hacer nada que satisfaga a los may ores, todas sus acciones son
consideradas catastróficas p or los demás; caso similar es el de Víctor, p ersonaje qu e, p or
más que lo intenta, casi nunca consigu e llevar a cabo una hazaña digna de enco mio.
Únicamente consigu ió alabanzas en Noche d e paz… o casi.
556
Id., Los hombres de las sillas, M., SM, El navegante, 2001, p. 120.
237
José R. Co rtés Criado
También contiene buen as dosis de humor Cuando los g enios andan sueltos, sino no
se comprenden esos magn íficos inventos consistentes el fabricar el silencio más
maravilloso, el ruido más estruendoso o el sueño más mágico.
Y no sólo humor, sino felicidad, es lo que contagia a sus vecinos El extraordinario
Félix Feliz, p ersonaje que capta la irritabilidad y las desavenencias de los vecinos de
cualquier in mueble simplemente tocando la fach ada del edificio, y tras un corto p eriodo de
convivencia con ellos logra que la armon ía reine en el entorno y todas las p ersonas sean
felicísimas:
A su paso, las personas que se cruzaban con él, sin darse cuenta, se sentían m ejor,
estupendamente bien, felices557 .
Para concluir este ap artado, ha de recordarse que en Cabello blanco en cabeza
peluda se refleja con hu mor la conv ivencia de la primera cana que ap arece en el cuero
cabelludo de un a p ersona con el resto de la comun idad p ilosa, la cu al no acep ta al elemento
distinto. La obra es una divertida reflexión sobre el grave p roblema qu e sup one la
intransigen cia y la no acep tación de seres distintos p or el resto de sus congéneres.
4.3.- TAXONOMÍAS DE VALORES.
Los valores son componentes básicos de cualquier cultura, y afloran en toda
actividad social, tanto literaria como educativa. Se p uede decir que nacen, se rep roducen y
mueren en toda cultura, lo qu e imp lica que también lo hacen en el individuo, p orque éste es
el resp onsable de la creación y transmisión de la misma, así como de la crítica d e los
valores establecidos, puesto que p osee las herramientas necesarias p ara ello, tanto las
afectivas como las co gnitivas.
557
Id., El extraordinario Félix Feliz, México, Alfaguara In fantil, 2002, p. 67.
238
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Cuando se analiza cualquier valor debemos tener presente que éste siemp re va
acomp añado p or un contravalor, el cu al realza la imp ortancia del mismo, (es decir, se p uede
hablar de bondad si conocemos la maldad), y que es el p rimero el que debe ser estimado y
rechazado el segundo.
Además, los valores son id eales que raramente se cu mp len de forma plena, son fines
que adoptamos como modelos en nuestra formación p ersonal, p or eso camb ian a lo largo
del tiempo y se pueden considerar infinitos.
También se h a de reseñ ar que no todos los valores tienen la misma trascendencia n i
son p erdurables en el tiemp o, y a que algunos varían en importancia, p or lo que se suelen
presentar en estructuras jerárquicas, que muestran ciertas diferen cias según la ideolo gía
imp erante en nuestra sociedad en un momento histórico concreto o la idiosincrasia de la
persona que la elabora.
Por ende, si se ha de in cardin ar la novelística de Jordi Sierra i Fabra atendiendo a su
comp romiso con los valores sociales, debería hacerse sobre la b ase de una escala axioló gica
que los jerarquice según su excelencia objetiva, sin obviar, como recu erda el profesor
Quintana Cabanas, que toda clasificación se realiza de acu erdo con un criterio:
Esas jerarquizaciones de valores presentan tantos problemas como se quiera. Y dado que
obedecen a determ inadas filosofías o concepciones del m undo, hay que entenderlas,
justificarlas y criticarlas en relación con tales filosofías558 .
A modo de ejemp lo, citaré dos jerarquías en ord en ascendente
559
. La p rimera
pertenece a Hessen, autor que desde un a p ostura metafísica sitúa los valores econó micos,
como el din ero, p or encima de los valores vitales, como es la salud, y en la p arte sup erior
de la tabla ap arecen los valores éticos y religiosos.
558
559
QUINTANA CABANAS, José María: Teoría de la Educación… cit., p. 276.
Ibídem, p. 275.
239
José R. Co rtés Criado
4.3.1.- CLAS IFICACIÓN DE S ERGEI HESS EN.
Hessen elabora una taxonomía divid iendo los valores en dos grandes bloques: el
primero atiende los que se refieren a los elementos vitales p ara la subsistencia y a los
económicos; el segundo agrup a los valores relacionados con el espíritu, es decir, los que
atañen a asp ectos intelectuales, estéticos, éticos y religiosos. Se trata de una escala
elaborad a con un criterio esp iritualista p ues estos valores son los que ocup an la cima de la
misma.
A) Valores “sensibles”:
1. Vitales.
2. Económicos.
B) Valores “esp irituales”:
3. Intelectuales.
4. Estéticos.
5. Éticos.
6. Religiosos.
4.3.2.- CLAS IFICACIÓN DE LOUIS LAVELLE.
Según Lav elle todo ser humano tiene ideado un p roy ecto vital que realizará a p artir
de los asp ectos que considere relev antes. La escala de valores elaborad a p or él obedece
también a un criterio espiritualista; coloca estos ideales en la cúsp ide de la clasificación y,
en su base, los valores materiales.
240
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
A) El hombre es un ser “arraigado en el mundo” y , p or ende, sujeto a unas
necesidades materiales que dan p ie a unos valores:
1. Económicos.
2. Afectivos (p lacer, dolor).
B) Pero en ese mundo el hombre p uede, además, “contemp larlo”, y entonces p oner
en juego unos valores:
3. Intelectuales (con los cu ales exp lica el mundo).
4. Estéticos (con los cuales goza del mundo).
C) Y, más aún, el hombre p uede “sup erar” el mundo por medio d e los valores:
5. M orales (que llevan al resp eto de la persona humana, tanto la p ropia como
la ajena).
6. Religiosos (o trascendentes).
4.3.3.- CLAS IFICACIÓN DE HERBERT SPENCER
560
.
Si se buscase una clasificación de signo materialista, saldrán lo mismos valores
enumerados p or Hessen y Lavelle p ero en orden invertido, p udiendo incluso no ap arecer los
más espiritualistas, como sucede en la clasificación del evo lucion ista Sp encer, que la
establece del siguiente modo :
1.- Actividad que concurre directamente a la conservación del indiv iduo.
2.- Actividad qu e, p rovey endo las necesidad es de la existencia, contribuy e
indirectamente a su conservación.
560
SPENCER, Herbert: Ensayos sobre Pedagogía, M., Akal, 1983, p. 37.
241
José R. Co rtés Criado
3.- Actividad emp leada en educar y discip linar a la familia.
4.- Actividad que asegura el mantenimiento del orden social y de las relaciones
p olíticas.
5.- Actividad de div ersas clases emp leada en llenar los momentos de ocio d e la
existencia (satisfacción de los gustos y de los sentimientos).
4.3.4.- CLAS IFICACIÓN MARXIS TA.
Del mismo modo, la escala de valores “marxista” seguramente p odría constituirse
así, también en ord en decreciente, según Quintana C abanas
561
.
1.- El trabajo.
2.- Una humanidad sin exp lotación.
3.- Una sociedad sin clases.
4.- Una sociedad exenta de alienaciones.
5.- La luch a contra el capitalismo.
6.- El Partido Comunista como medio para esta lucha.
7.- La moral, o ideal de lucha y de fidelidad a la causa socialista.
8.- El colectivo social en el que uno ha d e encuadrarse.
9.- La satisfacción d e las necesidad es individu ales y familiares.
10.- Los comp lementos de la vida (deporte, arte, ciencia).
Por último, cabe citar la categoría de valores que p rop one Quintana Cabanas en su
obra Pedagog ía axio lógica. La educación ante los valores, por ser la más comp leta, y a mi
parecer, la más acertada p ara clasificar las obras literarias analizadas p ara este trabajo.
Reco ge en cin co categorías los diferentes aspectos que p odemos observar en la p ersona en
relación con el cuerp o, los sentimientos, la vida social, lo racional y lo esp iritual.
561
QUINTANA CABANAS, José María: Teoría de la educación…, cit., p. 276.
242
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.3.5.- SIS TEMA D E VALORES DE QUINTAN A CAB ANAS 562.
1.- Valores físico-vitales: un buen medio-ambiente, la salud, los recursos vitales, el
sustento, la atención sanitaria, el esp acio vital, la vivienda, la p rotección contra las
calamidad es naturales, etc.
2.- Valores afectivo-psicológ icos: la seguridad, la satisfacción de las tendencias
básicas, la p osibilidad de amar y ser amado, la autoestima, la ad ap tación social, el gozar de
consideración social, el equ ilibrio y paz interiores, las capacidades p síquicas requ eridas
para hacer frente a la vida, salud mental, etc.
3.- Valores socioculturales: la posesión de los bienes convenientes, la p rosp eridad,
la p az, la confraternidad, el buen gobierno, la igu aldad d e oportunidades, la sup eración de
las desigu aldad es humanas, la sup resión de la marginación human a y social, la buena
convivencia, la solidaridad, la amistad, el respeto, la cultura pop ular, la p articip ación social,
el asociacionismo, el voluntariado, el sentido de resp onsabilidad, la cortesía, las tradiciones
pop ulares, la familia, la amistad, la educación, la enseñanza, la libertad, la p romoción
personal y social, el trabajo, el emp leo, la seguridad social, etc.
4.- Valores id eo-racionales: el conocimiento, la ciencia, la v erdad, la instrucción, la
exp erien cia, la creatividad, la p revisión, la funcion alid ad, el ord en, el discernimiento, la
información, etc.
5.- Valores anímico-espirituales: la sab iduría, la orientación cosmovisional, la p az
interior, el gozo o p lenitud existencial, el amor, la felicidad, el bien, la moralidad, la
562
Id., Pedagogía axiológica. La educación ante los valores, M., Dykinson, 1998, pp. 158-159.
243
José R. Co rtés Criado
dign idad, la belleza, el sentido de la trascendencia, la religiosid ad, la fe, la experiencia
mística, etc.
Una vez analizadas la distintas taxonomías he llegado a la conclusión de que no se
puede catalogar cada obra de Jordi Sierra i Fabra en uno solo de los ap artados de la
clasificación esco gida, porque el autor p resenta más de un valor en cada libro, p or lo tanto,
habrá títulos que ap arezcan en más de una categoría.
4.4.- RELAC IÓN DE OBRAS DE JORDI S IERRA I FABRA AN ALIZADAS PARA
LA ELABORACIÓN DEL PRES ENTE C APÍTULO.
Parta la elaboración de este capítulo he an alizado ciento ocho obras de Jordi Sierra i
Fabra p ublicadas entre el año 1983 y el 2003. Entre los títulos se mencionan obras escritas
para un público infantil, juvenil y adulto.
La p rimera relación enu mera los títulos atendiendo a la fech a de las primeras
edicion es e indica la editorial que los publicó.
La segunda, incluy e la misma relación, p ero atendiendo a la edad d el p úblico p ara el
que fueron editadas.
244
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.4.1.- RELACIÓN DE OBRAS S IGUIENDO EL ORD EN CRONOLÓGICO DE S U
PUB LICACIÓN.
15
1. … en un lugar llamado Tierra, M ., SM , 1997 .
2. Regreso a un lugar llamado Tierra, M ., SM, 19947.
7
3. El testamen to de un lugar llamado Tierra, M ., SM, 1994 .
4. El último verano miwok, M ., SM , 199813.
10
5. El joven Lennon, M ., SM , 1993 .
9
6. La balada de Siglo XXI, M ., SM , 1995 .
3
7. Benezén el pescador, M ., SM, 1992 .
7
8. La nave fantástica, M., Anaya, 2000 .
9. Kaopi, M ., Alfaguara, 1990.
10. Historias asombrosas, Zaragoza, Edelvives, 1989.
11. Relatos galá cticos, M., Anay a, 1990.
12. La guitarra de John Lennon, B., Timun M as, 1990.
5
13. El último set, M ., SM, 1996 .
10
14. El espejo d el fu turo, B., Edebé, 1992 .
2
15. El hombre que perdió su imagen, M., Anaya, 1992 .
16. La fábrica de nubes, M ., SM, 200319.
17. Las fans, M ., Esp asa Calp e, 1993.
5
18. Noche de viernes, M., Alfaguara, 1995 .
19. Malas tierras, M ., SM, 1994.
6
20. Los tigres del valle, B., Edebé, 2001 .
6
21. Aydin, B., Edebé, 1998 .
22. Las alas del sol, M ., SM , 1994.
23. Cuando los genios andan sueltos, B., Ediciones Junior, 1994.
24. El guardián de la luna, M ., Anay a, 1994.
25. ¡Sálvese quien pueda!, M ., SM , 1994.
26. Nunca seremos estrellas del rock, M., Alfaguara, 1995.
4
27. El asesino del Sg t. Pepp er’s, B., Edebé, 2000 .
6
28. Seis historias en torno a Mario, M ., Esp asa, 1999 .
245
José R. Co rtés Criado
29. El tiempo del olvido, B., Alba, 1995.
4
30. ¡¡¡Lamberto!!!, M ., Anay a, 1995 .
31. Noche de paz… o casi, M ., SM , 1995.
32. Jamalají-jamala já, M., SM , 1995.
33. La estrella de la mañana, M., SM , 19995.
34. Noche de luna en el Estrecho, B., Grijalbo, 1996.
35. Un genio en la tele, M., Anay a, 1996.
3
36. El niño que vivía en las estrellas, M., Alfaguara, 1998 .
6
37. Campos de fresa, M., SM , 1999 .
3
38. Retrato de un ado lescen te manchado, M ., Bruño, 1998 .
6
39. La voz interior, M ., SM , 1999 .
40. Cambio de cerebro en Dedos en la nu ca, M., SM , 19992.
41. La puerta del Más Allá, M ., Esp asa, 1997.
42. El gran dragón, M ., Anay a, 1997.
3
43. Sólo un día más, B., Edebé, 2003 .
44. Cuba. La noche de la jinetera, B., Ediciones del Bron ce, 1997.
45. Concierto en sol mayor, B., Círculo de lectores, 1998.
2
46. Donde esté mi corazón, B., Edebé, 1998 .
47. La música del viento, B., Ediciones del Bronce, 20003.
2
48. Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, M ., Bruño, 2000 .
49. La memoria de los seres perdidos, M., SM, 1998.
50. Zack Galaxy: Misión secreta, M ., Alfaguara, 1998.
51. Las voces del fututo, M ., SM, 1998.
52. Los elegidos, B., Edebé, 1998.
53. Camarada Orlov, B., Ediciones del Bron ce, 1998.
54. Cabello blanco en cab eza peluda, M., Bruño, 1998.
55. Las chicas de alambre, M ., Alfaguara, 1999.
56. Víctor Jara. Reventando los silen cios, M ., SM , 1999.
57. Los espejos de la noche, B., Ed iciones del Bronce, 1999.
58. Rabia, M ., SM, 2000.
59. El oro de los dioses, B., Ediciones del Bronce, 2000.
246
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
60. Siete no ches de una vida, B., Ediciones del Bronce, 2000.
61. Dormido sobre los espejos, B., Editores Asociados, 2000.
62. Las historias perdidas, M ., SM , 2000.
63. La niña que no podía reír, B., Ediciones STJ, 2000.
64. Tres (historias de terror), M., Esp asa Juvenil, 2000.
65. La reina de los cielos, León, Ev erest, 2000.
66. El fabuloso mundo de las letras, M., SM , 2000.
67. El asesinato del profesor de matemáticas, M., Anay a, 2000.
68. Querido hijo: estás despedido, M ., Alfagu ara, 2000.
69. Me llamo Gandhi, B., Ediciones STJ, 2000.
70. Una pizza parra A. F. Mac, detective privado, B., M ontena, 2000.
71. Las Furias, M., Alfaguara, 2000.
72. Marte XXIII, Bo gotá, Norma, 2001.
73. Donde el viento da la vuelta, B., Edeb é, 2001.
74. 97 formas de decir “te quiero”, M ., Bruño, 2001.
75. El rostro de la multitud, M ., SM , 2001.
76. La biblioteca de los libros vacíos, Quito, Libresa, 2001.
77. ¡Ellos son diferentes!, B., Edebé, 2001.
78. Regreso a La Habana, B., Ediciones del Bronce, 2001.
79. Los hombres de las sillas, M., SM , 2001.
80. Sietecolores, Santiago de Chile, Array án, 2001.
81. Una (simple) historia de amor, M ., Esp asa Juvenil, 2001.
82. Casting, M ., SM , 2002.
83. El peso del silencio, B., Ediciones del Bronce, 2002.
84. El dolor invisible. B., Diagonal, 2002.
85. En un lugar llamado guerra, B., Editores Asociados, 2002.
86. La piel de la memoria, Zaragoza, Edelvives, 2002.
87. El extraordinario Félix Feliz, M éxico, Santillan a, 2002.
88. El tiempo del exilio I. Los años oscuros, B., Planeta, 2002.
89. El tiempo del exilio II. Los años de la espera, B., Planeta, 2002.
90. 27 Edad maldita, M ., Alfaguara, 2002.
247
José R. Co rtés Criado
91. Zonas interiores, B., Planeta/Oxford, 2002.
92. Tiempo del exilio III. Los años rojos, B., Planeta, 2002.
93. Mi primer libro de Ópera, B., Diagonal, 2002.
94. La asombrosa historia del Viajero de las Estrellas, Bogotá, Norma, 2002.
95. Cuentos imposibles, Santiago de Chile, Array án, 2002
96. Frontera, M ., SM , 2003.
97. El mensajero del miedo, M ., Bruño, 2003.
98. Día de rodaje, M ., Bruño, 2003.
99. La canción de Mani Blay, M., Bruño, 2003.
100.
Sin tiempo para soñar, M., Bruño, 2003.
101.
Los moais de Pascua, B., Edebé, 2003.
102.
Soy especia l para mis amigos, B., Edebé, 2003.
103.
¿Qué seré cuando sea mayor?, B., Edebé, 2003.
104.
Mis hermanos y yo, B., Edebé, 2003.
105.
Tortilla de aspirinas en Una dosis de salud, M., SM , 2003.
106.
El soldado y la niña, B., Destino, 2003.
107.
John Lennon, B., ABC, 2003.
108.
Tiempo muerto, M ., Espasa, 2003.
4.4.2.- RELACIÓN DE OBRAS CLAS IFICAD AS S EGÚN EL PÚB LICO A QUE S E
DIRIGEN, S IGUIENDO EL ORD EN CRONOLÓGICO DE S U PUB LICACIÓN.
4.4.2.1.- OBRAS DESTINAS AL PÚB LICO INFANTIL.
4
1. ¡¡¡Lamberto!!!, M ., Anay a, 1995 .
248
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
3
2. Benezén el pescador, M ., SM, 1992 .
7
3. La nave fantástica, M., Anaya, 2000 .
4. Historias asombrosas, Zaragoza, Edelvives, 1989.
5. Relatos galá cticos, M., Anay a, 1990.
6. La fábrica de nubes, M ., SM, 200319.
2
7. El hombre que perdió su imagen, M., Anaya, 1992 .
8. El espejo d el fu turo, B., Edebé, 199210.
6
9. Los tigres del valle, B., Edebé, 2001 .
6
10. Aydin, B., Edebé, 1998 .
11. Las alas del sol, M ., SM , 1994.
12. Cuando los genios andan sueltos, B., Ediciones Junior, 1994.
13. ¡Sálvese quien pueda!, M ., SM , 1994.
14. El guardián de la luna. M ., Anay a, 1994.
15. Noche de paz… o casi, M ., SM , 1995.
16. Jamalají-jamala já, M., SM , 1995.
17. Un genio en la tele, M., Anay a, 1996.
3
18. El niño que vivía en las estrellas, M., Alfaguara, 1998 .
2
19. Cambio de cerebro en Dedos en la nu ca, M., SM , 1999 .
20. El gran dragón, M ., Anay a, 1997.
3
21. Sólo un día más. B., Edebé, 2003 .
22. Zack Galaxy: Misión secreta, M ., Alfaguara, 1998.
23. Cabello blanco en cab eza peluda, M., Bruño, 1998.
24. Las historias perdidas, M ., SM , 2000.
25. La niña que no podía reír, B., Ediciones STJ, 2000.
26. Tres (historias de terror), M., Esp asa, 2000.
27. La reina de los cielos, León, Ev erest, 2000.
28. El fabuloso mundo de las letras, M., SM , 2000.
29. El asesinato del profesor de matemáticas, M., Anay a, 2000.
30. Querido hijo: estás despedido, M ., Alfagu ara, 2000.
31. Me llamo Gandhi, B., Ediciones STJ, 2000.
32. La biblioteca de los libros vacíos, Quito, Libresa, 2001.
249
José R. Co rtés Criado
33. ¡Ellos son diferentes!, B., Edebé, 2001.
34. Los hombres de las sillas, M., SM , 2001.
35. Sietecolores, Santiago de Chile, Array án, 2001.
36. La asombrosa historia del Viajero de las Estrellas, Bogotá, Norma, 2002.
37. El extraordinario Félix Feliz, M éxico, Santillan a, 2002.
38. Mi primer libro de Ópera, B., Diagonal, 2002.
39. Cuentos imposibles, Santiago de Chile, Array án, 2002.
40. Los moais de Pascua, B., Edebé, 2003.
41. Soy especia l para mis amigos, B., Edebé, 2003.
42. ¿Qué seré cuando sea mayor?, B., Edebé, 2003.
43. Mis hermanos y yo, B., Edebé, 2003.
44. Tortilla de aspirinas en Una dosis de salud, M ., SM, 2003.
45. El soldado y la n iña, B., Destino, 2003.
4.4.2.2.- OBRAS DESTINAS AL PÚB LICO JUVENIL.
15
1. … en un lugar llamado Tierra, M ., SM , 1997 .
7
2. Regreso a un lugar llamado Tierra, M ., SM, 1994 .
7
3. El testamen to de un lugar llamado Tierra, M ., SM, 1994 .
13
4. El último verano miwok, M., SM , 1998 .
10
5. El joven Lennon, M ., SM , 1993 .
9
6. La balada de Siglo XXI, M ., SM , 1995 .
7. Kaopi, M ., Alfaguara, 1990.
8. La guitarra de John Lennon, B., Timun M as, 1990.
5
9. El último set, M ., SM, 1996 .
10. Las fans, M ., Esp asa Calp e, 1993.
5
11. Noche de viernes, M., Alfaguara, 1995 .
12. Malas tierras, M ., SM , 1994.
250
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
13. Nunca seremos estrellas del rock, M., Alfaguara, 1995.
4
14. El asesino del Sg t. Pepp er’s, B., Edebé, 2000 .
6
15. Seis historias en torno a Mario, M ., Esp asa, 1999 .
16. El tiempo del olvido, B., Alba, 1995.
17. La estrella de la mañana, M., SM , 19995.
18. Noche de luna en el Estrecho, B., Grijalbo, 1996.
19. La puerta del Más Allá, M ., Esp asa, 1997.
6
20. Campos de fresa, M., SM , 1999 .
3
21. Retrato de un ado lescen te manchado, M ., Bruño, 1998 .
6
22. La voz interior, M ., SM , 1999 .
23. Concierto en sol mayor, B., Círculo de lectores, 1998.
24. Donde esté mi corazón, B., Edebé, 19982.
3
25. La música del viento, B., Ediciones del Bronce, 2000 .
2
26. Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, M ., Bruño, 2000 .
27. La memoria de los seres perdidos, M., SM, 1998.
28. Las voces del fututo, M ., SM, 1998.
29. Los elegidos, B., Edebé, 1998.
30. Las chicas de alambre, M ., Alfaguara, 1999.
31. Víctor Jara. Reventando los silen cios, M ., SM , 1999.
32. Rabia, M . SM, 2000
33. El oro de los dioses, B., Ediciones del Bronce, 2000.
34. Dormido sobre los espejos, B., Editores asociados, 2000
35. Una pizza parra A. F. Mac, detective privado, B., M ontena, 2000.
36. Las Furias, M., Alfaguara, 2000.
37. Marte XXIII, Bo gotá, Norma, 2001.
38. Donde el viento da la vuelta, B., Edeb é, 2001.
39. 97 formas de decir “te quiero”, M ., Bruño, 2001.
40. El rostro de la multitud, M ., SM , 2001.
41. Una (simple) historia de amor, M ., Esp asa, 2001.
42. Casting, M ., SM , 2002.
43. El dolor invisible. B., Diagonal, 2002.
251
José R. Co rtés Criado
44. En un lugar llamado guerra, B., Editores asociados, 2002.
45. La piel de la memoria, Zaragoza, Edelvives, 2002.
46. 27 Edad maldita, M., Alfaguara, 2002.
47. Zonas interiores, B., Planeta/Oxford, 2002.
48. Frontera, M., SM , 2003.
49. El mensajero del miedo, M ., Bruño, 2003.
50. Día de rodaje, M ., Bruño, 2003.
51. La canción de Mani Blay, M., Bruño, 2003.
52. Sin tiempo para soñar, M ., Bruño, 2003.
53. Tiempo muerto, M ., Esp asa, 2003.
4.4.2.3.- OBRAS DESTINAS AL PÚB LICO EN GENERAL.
1. Cuba. La noche de la jinetera, B., Ediciones del Bron ce, 1997.
2. Camarada Orlov, B., Ediciones del Bron ce, 1998.
3. Los espejos de la noche, B., Ed iciones del Bronce, 1999.
4. Siete no ches de una vida, B., Ediciones del Bronce, 2000.
5. Regreso a La Habana, B., Ediciones del Bronce, 2001.
6. El peso del silencio, B., Ediciones del Bronce, 2002.
7. El tiempo del exilio I. Los años oscuros, B., Planeta, 2002.
8. El tiempo del exilio II. Los años de la espera, B., Planeta, 2002.
9. Tiempo del exilio III. Los años rojos, B., Planeta, 2002.
10. John Lennon, B., ABC, 2003.
252
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.-
CATALOGACIÓN DE LA OBRA D E JORDI S IERRA I FABRA D E
ACUERDO CON LA TAXONOMÍA D E QUINTANA C ABAN AS .
4.5.1.- VALORES FÍSICO-VITALES .
Los valores físico-vitales se ocup an p rincipalmente d e todo lo concerniente al
cuerp o humano. Por tanto, habrá que analizar todos los asp ectos que afectan directa o
indirectamente al bienestar de las p ersonas, comenzando por los que atañen
primordialmente a la salud, p uesto que es el valor fundamental para vivir en el sentido
pleno de dicha palabra; sin salud, la calid ad de vida se deteriora enormemente, motivo p or
el cual habrá que examinar todo lo concerniente a los hábitos saludables así como a la
atención sanitaria, al sustento y a la p rotección ante las calamid ades.
Junto a los valores saludables que afectan al cu erp o se habrá de p restar atención al
esp acio vital. Es indudable que una vivienda digna en un barrio decoroso influy e
favorablemente en el bien estar físico de cualquier ser humano, al igual que el equilibrio
ecoló gico afectará a todos los seres vivos que habitamos el p laneta.
Por todo ello, el p rimer valor a resaltar en las obras seleccionad as de Sierra i Fabra
es su comp romiso con los asp ectos que afectan directa o indirectamente a la salud de las
personas y a su bienestar.
Como en las obras futuristas del autor, el ser humano conv ive con otros entes,
máquinas que p iensan y razonan, seres clonados o híbridos de nueva generación, he creído
conveniente diferenciar la salud en las historias de ciencia ficción de las de corte realista.
253
José R. Co rtés Criado
4.5.1.1.- LA S ALUD EN LAS OBRAS DE CIENCIA FICCIÓN.
La salud es un tema muy p resente en las obras de ciencia ficción. Algunas veces el
narrador nos enfrenta directamente a un p roblema que afecte a nuestro estado físico; otras,
determinados p ersonajes aluden a valores saludables y en ocasiones se muestran conductas
negativas resp ecto a dicho valor.
En la obra titulada …en un lugar llamado Tierra, con la que el escritor obtuvo el
premio Gran Angular en 1982, p resente una sociedad donde el hombre y las máquinas
conviven en p az y armonía, la Constitución de la Unid ad de Co munidad es lo concreta en
estos términos: “El hombre y la máqu ina son iguales” 563.
En esta comunidad los seres humanos han alcanzado un nivel de vida que les
permite vivir durante cien años, y p uesto que la edad laboral termina a los cincuenta,
desp ués se dedican a d isfrutar de la vida, a investigar y a llevar un a existencia muy p lácida
hasta su fallecimiento.
Las máquinas viven una eternid ad, y en cualquier momento se les p ueden añadir
nuevos p rocesadores gracias a
los p rogresos científicos qu e
las p erfeccionan
constantemente, aumentando su rendimiento. Cuando fallecen, sus memorias, que
almacenan millon es de datos, se conservan para p oder ser consultadas p or las máquinas
jóvenes ansiosas de conocimiento.
Las máquinas no son emotivas, ap lican la ló gica a todas sus funciones y análisis, no
cometen errores y son las encargadas de gobernar la nueva sociedad, y a que p oseen los
conocimientos indisp ensables p ara realizar todas las tareas necesarias en ese mundo,
incluso pueden detener el envejecimiento del ser humano cuando v iaja en las cáp sulas del
sueño letárgico.
563
15
Id., …en un lugar llamado Tierra, M., SM, Gran Angular, 1997 , p. 15.
254
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Para no infrav alorar la cap acid ad mental de los humanos ni erosionar su autoestima,
las máquin as comp arten con ellos determinadas funciones en el gobierno de la sociedad y
siemp re p articipan en las misiones exploratorias a través del esp acio, aunque las máquinas
son las únicas que p oseen los conocimientos necesarios p ara efectuar los desp lazamientos.
El ser humano nav ega en la cáp sula del sueño letárgico y la máquina lo desp ierta
para que colabore en las tareas de aterrizaje y desp egue, como le ocurrió a Eda, personaje
de El guardián de la luna, que al regresar a la Tierra y desp ertar joven y hermosa, preguntó
qué le había suced ido y simp lemente le dijeron: “Has estado hibernada casi dos siglos”
564
.
Máquinas y hombres intentan convivir p acíficamente. Las primeras p retenden ser
justas al tomar decisiones y evitar otro Gran Holocausto como el que ob ligó a marcharse
del p laneta Tierra a unos y otros. Los humanos se reconocen en deuda con las máquinas
porque gracias a ellas se llevó a cabo el éxodo galáctico, ev itándose la extinción de la
esp ecie, y ellas tien en asumido qu e su origen está en el ser humano; estos dos asp ectos son
los que equilibran la balanza de la coexistencia.
Tanto las máquinas como los hombres han llevado a cabo tales transformaciones
que difícilmente p odría decirse cuáles favorecen el progreso d e unas y otros. En p alabras
del ju ez máquina Orion 1-27, los conocimientos tecnoló gicos son los p rovocadores d e la
evolución d el ser humano. “Se dijo en su día qu e la evolución natural se d etenía en el
hombre, y que la tecnolo gía sería un retraso; sin embargo, la tecnolo gía ha constituido el
siguiente p aso natural en esa evolución humana”
565
.
Los p rogresos tecnológicos y evolutivos así como la gran cantidad de conocimientos
almacenados han hecho p rogresar la cien cia médica hasta límites sorp rendes. Los doctores
máquinas efectúan cualquier intervención quirúrgica, tanto p ara solucionar p roblemas
físicos, como psíquicos, o d e conducta. “No había cárceles; p ero los desviados eran
sometidos a rigurosos exámenes p siquiátricos en los centros de rehabilitación”
564
565
566
566
.
Id., El guardián de la luna, M., Anaya, El duende verde, 1994, p. 72.
Id., …en un lugar llamado Tierra, cit., p. 131.
Id., p. 21.
255
José R. Co rtés Criado
Además, p ueden imp lantar p rótesis imp ulsadas p or energía cerebral en los seres
humanos. “Hay máquinas con cerebros humanos, y hombres con co mp onentes metálicos en
sus cuerpos, ciegos que v en con cerebros electrónicos visuales, p ersonas que tienen p or
corazón un ordenador, selectores de estímulos que dan habla a los mudos... El hombre y la
máquina se h an fundido y son uno, como reza la Constitución”
567
.
Pero esta convivencia pacífica se altera cuando una nav e regresa a Tierra con su
cap itán máquina mu erto y su ay udante humano vivo. Las máquin as sosp echan que se ha
cometido el p rimer asesinato perp etrado p or un hombre contra una máquina, alterando con
ello la conviv encia fraguad a durante miles de años.
Los humanos no lo creen así y su defensor llega a demostrar que lo acaecido fue el
primer suicidio de un a máqu ina, hecho que confirma la humanización qu e emp iezan a sufrir
las máquinas en su p roceso evolutivo.
Este suceso es la muestra del may or antivalor
referido a la salud qu e se p uede encontrar en el futuro diseñado p or Sierra i Fabra.
En su segunda obra de la trilogía, Regreso a un lugar llamado Tierra, los humanos
se han rebelado contra la ló gica, la exactitud y la frialdad d e las máquinas, p orque
pretenden gobernar la comun idad, p ero las máquin as recelan de sus imp ulsos irracionales y
no quieren ceder el p oder, aunque tampoco atacan a los humanos, y a que fueron concebidas
como seres p acíficos; su defensa consiste en p arap etarse de las balas de agua, el ún ico
comp onente natural que las destruy e.
Los médicos-máqu inas en esta segunda obra sueñ an con que “un día lograremos el
comp onente p erfecto, la energía sublime, y seremos eternas”568 y un dirigente máqu ina,
Balhissay 1-15, es op erado a corazón abierto por una doctora humana que consigue llegar a
su ordenador central y rep ararlo. “Una retícula de enlaces luminosos la cruzaba en todas
567
568
Id., p. 131.
7
Id., Regreso a un lugar llamado Tierra, M., SM, Gran Angular, 1994 , p. 46.
256
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
direcciones, entrando y saliendo de miles de diminutas ventanitas. Al fondo de ella p odía
569
verse un microsistema qu e flotaba p or susp ensión de ray os láser”
.
Si en la p rimera de las novelas de esta trilogía, El ciclo de las Tierras, los
personajes anhelab an conseguir una conexión cerebro-máquina p ara así med ir con total
precisión el grado d e cap acidad de las p ersonas; la tercera, El testamento de un lugar
llamado Tierra, recuerda el caos que fue la creación de mestizos, y que afortunadamente los
híbridos mitad hombre mitad máquina se extin guieron. “Se intentó fabricar máquin as con
comp onentes humanos, y cuando los humanos no se contentaron con trasp lantes de
miembros, sino que acop laron ordenadores a sus cerebros p ara ser más que nosotras, a sus
corazones p ara ser eternos, a sus brazos p ara ser más fuertes…”
570
, se p rodujo un conflicto
social sin p recedentes.
En La nave fantástica se intenta explicar cómo surgieron los p obladores de la
sup erficie exterior de nu estro p laneta, que no son sino el resultado de un exp erimento
efectuado p or los Hues, un p ueblo que v iaja a través del esp acio en su n ave llamada Tierra,
al intimar con las esp ecies hab itables en el espacio exterior de la sup erficie terrestre.
Estos seres, los Hues, se rigen p or la razón, gozan de una envidiable salud, p ues ni
enferman n i mueren, pero deben v ivir en el interior de nu estro p laneta si no quieren
extin guirse.
Rehúy en cualquier contacto con los habitantes de la sup erficie p lanetaria, a los que
llaman la escoria, p orque hace miles de años intentaron fusionarse con los pobladores de la
sup erficie exterior: “experimentamos con las esp ecies sup eriores y la mutación de nuestros
cuerp os, unida a la de los p rimates, generó la p rimera malformación ” 571, surgiendo unos
nuevos seres que han lograron adap tarse y sobrevivir hasta ahora, aunque según los Hues
mejoraron p oco su inteligen cia.
569
570
571
Id., p. 120
Id., El testamento de un lugar llamado Tierra, M., SM, Gran Angular, 19947 , pp. 19-20.
7
Id., La nave fantástica, M., Anaya, El duende verde, 2000 , p. 60.
257
José R. Co rtés Criado
En el futuro diseñado las máquinas conced en tanta imp ortancia a la vida qu e no
pueden menos que sorp renderse ante situaciones insólitas que en p leno siglo XXI se
producen en nuestro mundo: crímenes, asesinatos…, demostrando el escaso valor qu e una
parte de la p oblación conced e actualmente a la vida d e un ser humano.
El hecho o curre cuando Stein ein, uno de los p ersonajes d e la ú ltima novela de la
trilogía citada, visita nuestro planeta en la época actual después de efectuar un salto en el
esp acio y en el tiemp o.
Steinein, que considera al ser humano como origen de todo progreso y civilización,
no comprende la reacción de las p ersonas p resentes en un bar frente al telev isor. “Volvió su
atención a la p antalla videofónica. En ella vio una escena dantesca: no menos de medio
centenar de p ersonas muertas, y otras, con armas esp ectaculares, de pie entre ellas,
572
sonriendo. Ninguno de los p resentes se movió”
. Esta anécdota refleja el talante pacifista
del autor que recurre a una escena futurista p ara demostrar la barbarie del ser hu mano
actual.
También en el pasado encontramos acontecimientos insólitos efectuados por seres
de otras galaxias con may or inteligencia qu e nosotros y con otras capacidades p ara resolver
problemas de difícil o imp osible solución en nuestros días, como resucitar a un difunto.
Si fuese real el suceso reco gido en el relato Cero a. J. C. que forma p arte del libro
La puerta del Más Allá, no se p roducirían más fallecimientos p rovocados p or un infarto,
porque ese ser extraño, una luz, que llegó a la Tierra proveniente del esp acio se introdujo en
el interior d el cuerp o de una mujer fallecid a, “viajó p or su interior. Llegó al cerebro y lo
investigó. Se trasladó al corazón y lo examinó. Al momento halló la razón de su muerte:
una obstrucción de un pequeño condu cto que llevab a el líquido v ital de su cuerp o hasta ese
corazón”
573
, eliminó el trombo qu e afectaba el normal fun cionamiento del ap arato
circulatorio y devolvió la vid a a la finada.
572
573
Id., El testamento de…, p. 126.
Id., La puerta del Más Allá, M., Espasa Calpe Juvenil, 1997, p. 83.
258
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Curar enfermos, co locar p rótesis en los seres humanos y crear seres mestizos de
hombre y máquina serán tareas corrientes en el futuro descrito p or Sierra i Fabra, donde
nadie se extrañará de escuchar p reguntas como la formulad a al p eor p olicía del Sistema en
Zack Galaxy: misión secreta: “¿Es usted un p roducto genético o un robot de ú ltima
gen eración?”
574
.
Los diferentes tip os de entes vivos creados por Sierra i Fabra que en un futuro
coexistirán con las p ersonas, y que se describen a continuación, presentan un estado de
salud envidiab le. La ciencia evolucionó tanto que la salud dejó de ser un p roblema p ara
estos seres.
Así p odremos encontrar seres humanos clonados, como el caso del científico
Phidias Klowalsky , quien no se conformó con crear un ser a su imagen y semejanza en el
relato titulado El doble que forma parte del libro La puerta del Más Allá, “p orque lo
imp ortante no era rep roducir un ser vivo p artiendo de otro, y crear así un duplicado, un clon
perfecto. Lo importante era su cerebro. M ejor dicho : la cara ocu lta de su cerebro”
575
, con la
pretensión de p oder utilizar las nueve p artes de la mente que las personas, al p arecer, no
utilizamos normalmente, y crear su otro y o nueve veces más inteligente que él, lo cu al
conllev a el conocimiento del lado oscuro de la mente humana.
Igual anhelo p ersigu e el robot Van-Ham, p rotagonista del relato El robot que quer ía
ser humano del libro Relatos galácticos, que tenía p ensado adjuntar a su cerebro el de un
sabio p rofesor con la ayuda del transmisor de materia, p retendiendo así transformarse en un
ser p erfecto, y a que p odría utilizar al 100% su cap acidad intelectual y no al 10 % como
hacemos los humanos. “Una máquina casi p erfecta con un cerebro hu mano -consideró el
profesor lentamente-. El sueño de cualquier creador”
574
575
576
576
.
Id., Zack Galaxy: misión secreta, M., Alfagu ara, Al faGu ay, 1998, p. 70.
Id., La puerta del…, p. 121.
Id., Relatos galácticos, M., Anaya, El Duende Verde, 1990, p. 106.
259
José R. Co rtés Criado
Otro caso referente a un ser extraordinario tiene lu gar en la ciudad d e Barcelon a del
siglo XXI reflejad a en Las voces del fu turo, donde encontramos a Zen Es-3-725.903, un
vai-3 (Vid a Artificial Inteligente-3) que “era un sintético fabricado con neuronas humanas,
casi, casi, con una con cien cia y un alma verdadera.
Un ser vivo cap az, incluso, de rep roducirse a sí mismo” 577.
En Los elegidos se muestra la génesis de Adán, un ser creado p or los cien-t’icos en
la nav e esp acial Unap iedra durante su viaje hacia el p laneta Galileo: es el p rimero d e su
esp ecie.
-Eres un androide -le informó una m ujer-. Una máquina. Pero con capacid ad para pensar
por ti m ismo, habla r, actuar… Nosotros te hemos creado 578 .
La lectura de Marte XXIII rev ela qu e Arkady es “un ente cibernético
maravillosamente humano ”
579
, cubierto de carne y piel sintética, que ha sido creado p ara
estudiar el comp ortamiento de una p ersona en situaciones extremas. Cuando Arkady
pregunta si es una máquina, una de sus creadoras, Feraia, le dice: “Eres un ser vivo -le
rectificó ella-. Tienes sentimientos, p rogramas p erfectos de síntesis, p ensamientos e ideas
580
prop ias...”
Si aterrador fue para Arkady descubrir qu e no era un ser hu mano, más escalofriante
es p ara Tomás, un adolescente, descubrir que tanto sus p adres como su hermana, e incluso
él mismo, son máquin as inteligentes con asp ecto y sentimientos humanos como le confirma
su madre: “somos entes vivos, pero no animales, sino de última generación sintética”
581
, los
cuales viven y exp erimentan sensaciones como si fu esen humanos.
Igualmente en la sociedad del futuro habrá diferentes maneras de con cebir un
descendiente. Según el relato ¡Vamos a tener un hijo!, que forma p arte del libro La puerta
del Más Allá, se p odrá elegir entre un sistema externo y otro interno resp ecto al cuerp o de
577
578
579
580
581
Id., Las voces del futuro, M., SM, El Navegante, 1998, p. 27.
Id., Los elegidos, B.,Edebé, Periscopio,1998, p. 15.
Id., Marte XXIII, Bogotá, Norma, Zona Libre, 2001, p. 220.
Id., p. 221.
Id., Tres (historias de terror), M., Espasa, 2000, p. 142.
260
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
la mu jer, en el primero se p uede efectuar la fecund ación con un óvulo femenino con gelado
o sin congelar, el cual se p uede reimp lantar en el cuerp o de la madre o alquilar el cuerp o de
una mujer p ara que lo geste, también se p uede fecundar el óvulo de la madre con el semen
del p adre y después reimp lantarlo en el cu erp o de la futura mamá.
Además, p ara tener descend encia se han de cump lir las ley es dictadas al resp ecto,
proceder según las p autas marcadas y atenerse a los plazos indicados p ara ese menester. Si
el cup o de bebés no se ha cubierto, se p odrá solicitar ser p adres, diseñar el asp ecto físico
del vástago y p redeterminar que su cerebro reciba alimentación musical, literaria, dep ortiva
o cualquier otra que se considere más conv eniente.
Aunque también los futuros p rogenitores son informados p or p arte del p lanificador
familiar de otra forma de rep roducirse, una que necesita contacto físico íntimo y relación
sexual, es decir, la forma tradicional, que es más b arata p orque corre a cargo de los fondos
de Salud Pública, Conservación y Raza de la Seguridad Social. “Sólo p uedo decirle que
582
como método, viejo y primitivo, se sigue p racticando y con buenos resultados”
.
4.5.1.2.- LA S ALUD EN LAS OBRAS REALIS TAS .
El cuidado de la salud es una de las p reocup aciones de Sierra i Fabra en casi todas
sus obras de corte realista. En ocasiones trata el tema de manera esp ecífica, en otras, se
introduce en el relato algun a información que afecta al cuid ado de la p ersona de mano del
narrador, o es p uesta en boca de algún personaje.
Para organ izar este ap artado he decidido iniciar el estudio p or los valores presentes
en cuanto a la salud en general, emp ezando por analizar los que afectan directamente a la
salud de los ind ividuos, desp ués he centrado el trabajo en los efectos de las dro gas: tabaco,
582
Id., La puerta del…, cit., p. 162.
261
José R. Co rtés Criado
alcohol, co caín a, heroína, anfetaminas…, para continuar con el maltrato físico, los
transp lantes de órganos y el acercamiento a diferentes síndromes.
4.5.1.2.1.- LA SALUD Y LA MEDICINA ALT ERNATIVA.
En este ap artado voy a referir los casos en que la salud toma p rotagonismo
procurando seguir el orden crono ló gico d e la edición princeps de los libros seleccionados.
La p rimera de las obras en que se p uede localizar un alegato a favor de métodos
naturales ancestrales utilizados p or determinados p ueblos fue p ublicada en 1987, se titula
El último verano miwok , y en ella lo realmente destacable en cuanto a la salud es la
función desemp eñada por uno de sus p ersonajes más entrañables, Tortuga Veloz, que con
unas hierbas y un p oco de saliva curó una herida en una pierna a una chica, ad emás de
detectarle un quiste maligno al posar sus manos sobre la misma.
Este indio miwok p ertenece a la categoría máxima d e doctor esp iritual, es un
chamán chup ador con un p oder casi absoluto. “Los chamanes chup adores miwok han
curado durante siglos a los suyos chupándoles la zona bajo la cual está la enfermedad. [...]
583
¡Sólo tienen sus manos, su cultura de cinco mil años, sus trances espirituales!”
Kaopi, joven d e una tribu amazónica y p rotagonista de la obra con igu al título,
también se cura sus herid as de bala con un emp lasto fabricado a b ase de p lantas del bosque
como ha sido la forma tradicional d e curar las heridas de todos sus antepasados antes de
disp oner de esos mismos productos en las farmacias. Él es consciente de “que
pertenecemos al mundo del que somos p arte, y que debemos ser fieles a él”
583
584
Id., El último verano…, cit., pp. 57-58.
Id., Kaopi, M., Alfaguara, Juvenil, 1990, p. 71.
262
584
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Yu, p rotagonista de Las alas del sol, no sabe p reparar ungü entos con diferentes
matas, pero es testigo del mayor acto saludable d e todo ser vivo, el de la p rocreación,
cuando acude al centro médico del camp o de refugiados donde está retenido con la
intención de p edir una cita p ara su hermana p orque ella tiene un hon go en un p ie.
El niño no sabe que se trata de un p arto, únicamente escucha gritos y una voz que
ordena emp ujar, desp ués el narrador hace saber que “hubo un alarido, esp eluznante, que le
puso los cabellos de p unta y , tras él… un sorprendente silencio […] Hasta que el llanto de
un niño hendió el aire y con él renació la activid ad”
585
.
Peores que los dolores de un p arto p arecen ser los qu e p rovoca el gusano d e Guinea
en el interior del cuerpo donde anida durante seis meses entre la p iel y la carne. Así se
refiere en La piel de la memoria: “te muerde mu cho, sin p arar, p or dentro. […] Y crece
586
hasta convertirse en una serp iente que muerde más y más” , hasta que decide abandonar
el cuerp o del individuo donde creció.
Los p ersonajes de esta obra no conocen medicin a alguna que elimine este parásito,
sólo les qued a resistir los dolores y aguard ar hasta que abandon e comp letamente el cu erp o;
si quedase en el interior del mismo un fragmento del gusano, éste volvería a iniciar su ciclo
vital.
De los casos tratados por el autor sobre la salud, d estaca un p ersonaje sin gu lar en
Tortilla de aspirinas, es la señora Pep a, un p rototip o de anciana hip ocondríaca que se
automedica y sigue todos los consejos médicos de cualquier p ersona. “Cuando no se creía
tener un cán cer, estaba segura de haber p illado un virus mortal y , cuando no sentía cómo el
hígado se le deshacía en p lan helado al sol, había jurado que tenía todos los síntomas de
Alzheimer o el Park inson”
585
586
587
587
.
Id., Las alas del sol, M., SM, El Barco de Vapor, 1994, p. 30.
Id., La piel de la memoria, cit., p. 75.
Id., Tortilla de aspirinas, en Una dosis de salud, M., SM, El Barco de Vapor, Saber, 2003, p. 27.
263
José R. Co rtés Criado
Pero si de la salud del cuerp o hablamos, no h ay may or contrasentido y sinrazón p ara
un médico co mo Salv ador, uno de los p ersonajes de Los espejos de la noch e, que p or la
mañana se enfrenta a un niño de ocho años seropositivo en el que “el virus del sida
emp ezaba y a a manifestarse de forma imp arable”
588
con la esp eranza de mejorar su estado
de salud y termina la noche clavándo le accidentalmente un cuchillo a un joven drogadicto.
Se siente p rofesional y p ersonalmente acab ado cu ando miró sus manos: “eran las mismas
manos, y también era él, cuando p ensó que un día sanarían vidas, y que sería un héroe” 589.
4.5.1.2.2.- LA ANOREXIA Y LA B ULIMIA.
La bulimia es tema sign ificativo en Campos de fresas, donde se p ormenoriza el afán
desmedido por comer incontroladamente p ara vomitar desp ués al sentirse culp able y
temiendo los p roblemas de la obesidad ; se exp licita hasta extremos h ip erbólicos como el
siguiente, p ara que el lector sea consciente de los p roblemas que tal enfermedad p lantea:
Miró sus dedos. De tanto introducírselos en la boca, para vomitar, los tenía sin uñas,
doblados, convertidos en dos garfios, atacados por los ácidos del estómago. Miró sus
dientes, con las encías descarnadas, colgando com o racimos de uva seca de una vid
agotada, tam bién destrozados por los ácidos estomacales que subían con la com ida al
vom itar. Miró sus pies…590
El mundo de la anorexia y de la bulimia, la lan gu idez mortífera de las modelos, el
consumo de drogas p ara dar esa sensación de fragilid ad enfermiza, el submundo de
glamour y riqueza, los mitos, los éxitos y los fracasos junto con los deseos de algunas
adolescentes de triunfar sin imp ortarles el precio que han de p agar p or conseguirlo es
reflejado en Las chicas de a lambre.
588
589
590
Id., Los espejos de la noche, B., Bronce, 1999, p. 34.
Id., p. 251.
6
Id., Campos de fresas, M., SM, Gran Angula, Alerta Roja, 1999 , p. 53.
264
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La obra narra la historia d e tres jóvenes: Cy rille, bulímica d e origen somalí, a la qu e
le p racticaron la ablación del clítoris y fue vendida p or sus p adres a unos traficantes de
camellos; Jess, norteamericana, de familia ultra conservadora en materia religiosa; y una
tercera, esp añola, Vania, hu érfana d e madre, que descono ce la identidad de su p adre.
Triunfan las tres sobre la p asarela p ero no consiguen ser felices y dos de ellas
mueren prematuramente. La p rimera, se suicid a al sab erse portadora del virus del sida, la
segunda, a los pocos meses de abortar muere de una sobredosis, y la tercera, simplemente
desap arece.
Alcanzaron la fama p ero debieron p agar un alto p recio p or ella. Sus vidas privadas
no fueron nada gratificantes, p ues p ara dar la imagen “en aquel tiemp o casi todas las
modelos sup erdelgadas estaban en manos de la h eroína. La consumían p recisamente p ara
potenciar no y a su delgadez, sino su estilo y su estética. Aún existen secuelas del Heroin
591
chic look. Caras lán guidas, asp ectos enfermizos, cuerpos esqueléticos...”
Las tres modelos se p reocup aron de que sus cuerp os diesen la imagen que de ellos
se esp eraba p ero descuidaron su salud. Los dictados de la moda no les p ermitieron
aumentar de p eso, p ero no son las únicas. “El mismo contrato de Miss Universo estip ula
que si la ganadora del certamen en gorda un 5% de su p eso durante el año d e reinado,
perderá la corona”
592
.
En aquellos días el culto al esqueleto m ás que a la form a fem enina se hizo religión oficial.
Los modistos las querían sin nada, sin pecho, si caderas, casi sin rostro, aunque parezca un
contrasentido, andróginas, para poder moldearlas a su antojo con cada colección y cada
pase593 .
También hace acto de presencia la anorexia en la novela llamada Casting. La jov en
Verónica desea triunfar en el mundo del esp ectáculo, p ara ello se p resenta a cuantas
pruebas se celebran con la finalidad de seleccion ar jóven es p ara cualquier activid ad, se
591
592
593
2
Id., Las chicas de alambre, M., Alfaguara, Serie Roja, 1999 , p. 68.
Id., p. 85.
Id., p. 32.
265
José R. Co rtés Criado
esfuerza p or estar en forma y mantenerse delgada, p uesto que a p esar de su escualidez se ve
gorda en el esp ejo. No hace caso de los consejos maternos ni de los amigos.
Cierto día que Verón ica acude a un p roceso de selección d e actores siente un a
punzada en su estómago, recuerda que lleva dos meses sin menstruación, y p iensa que
“probablemente todo se deb iera a los kilos d e más. Tantos días sin comer apenas, beb iendo
agu a, y tenía barriga. ¡Barriga! ¡Qué absurdo!”594
Otro caso de anorexia se da en Lid ia, una chica lesbiana en Una (simple) historia d e
amor. No acepta las p alabras de una amiga cuando le dice que no está como una foca sino
en los huesos, ni cuando afirma taxativamente: “Eres anoréxica, y la p rueba de que estás
enferma es que no lo acep tas y sigues crey endo que estás gorda” 595.
Sierra i Fabra insiste en este asunto en la novela En un lugar llamado guerra cu ando
Mahler, el corresp onsal de guerra habla de Jivara, su guía en la zona del conflicto, y
comenta que “en Esp aña la h abrían encerrado en un hosp ital p or anoréxica. [...] Hace un
año que no le viene el período, le duele el estómago de un a forma atroz, tiene p roblemas de
riñones, de hígado... C ada vez está p eor, la p obre”
596
.
El tema de la anorexia es habitual en los p ersonajes femeninos de Sierra i Fabra
como muestra en Zonas in teriores, obra dirigida al p úblico juv enil donde refleja las
vivencias de cu atro chicas que pasan much as horas juntas en una casa d e la sierra por culp a
de una nevada y terminan reflexion ando en voz alta sobre sus vidas como nunca pensaron
que p udiese ocurrir, vertiendo detalles sobre la familia, el sexo, los estudios, los chicos…
Se encuentra en sus p áginas una reflexión de Alejandra sobre su actitud ante la
comida en tiempos p retéritos. “Cielos, ni siquiera sé cómo realmente no caí víctima de la
anorexia, p orque estaba muy delgada y y o en cambio me veía gorda, excesiva… ”
594
595
596
597
Id., Casting, cit., p. 28
Id., Una (simple) historia de amor, M., Espasa Juvenil, 2001, p. 126.
Id., En un lugar llamado guerra, B., Editores Asociados, 2002, p. 89.
Id., Zonas interiores, B., Planeta Oxford, Nautilus, 2002, p 22.
266
597
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.1.2.3.- EL TABAQUIS MO.
La ad ición al tabaco está p resente en un número considerable de obras de Sierra i
Fabra; en sus p áginas se p ueden conocer algunos de los p roblemas de salud que acarrea a
sus consumidores y recibir mensajes en contra de este hábito pernicioso.
En El último verano miwok su p rotagonista, un adolescente, recu erda a su p adre
unido al olor del tabaco a p esar de los diez años que han vivido separados; esta imagen es
una señal inequívo ca d el fin disp uesto p ara el p rogenitor, cuy a existencia fin aliza cuando
los p ulmones dejan de funcionarle.
La llamada de atención sobre el h ábito p oco saludable de fumar al p rincipio de la
novela es muy significativa y marca desde su inicio la p ostura que defiende Sierra i Fabra
en cuanto al tabaco en casi todas sus obras amb ientadas en la sociedad actual, se sup one
que en el futuro y a habrá desap arecido su consumo o al menos así lo considera el autor
porque no hay referencia al tema en sus escritos futuristas.
Para despejar dudas al resp ecto, uno de los p rotagonistas en El asesino d el Sg t.
Pepper’s, que curiosamente se llama Jordi Sierra i Fabra, dice: “Además de no beber (lo
cual me convierte en un b icho raro en situaciones así), no fumo (lo cual me hace odioso
para los fumadores, casi tanto como ellos me resultan odiosos a mí)”
598
.
Virgin ia Paz, joven tenista y p rotagonista de El último set, libro que obtuvo el
Premio Gran Angular en 1990, no soporta el humo del tabaco y afirma que además de ser
ecolo gista está en contra del tabaco, del alcoho l, y que “eran más las chicas que fumaban
598
4
Id., El asesino del Sgt. Pepper’s, B., Edebé, Periscopio, 1994 , p. 30.
267
José R. Co rtés Criado
que los chicos. En todo el mundo el número d e fumadores decrecía, y en Esp aña daba la
imp resión de aumentar”
599
.
Daniel, joven v irtuoso del vio lín, también se manifiesta resp ecto al háb ito de fumar,
ya que “cada vez odiaba más el tabaco y la p estilencia de su p roximid ad”
600
, en Concierto
en sol mayor.
Patricia, la p rotagonista de Rabia dice que “la llamaban rara p orque ni fumab a ni
bebía. Ella p ensaba, a su vez, que sus comp añeras estaban locas p or llenarse los p ulmones
de p orquerías tan temprano. Allí las chicas, mucho más que los chicos, fumaban y a con
doce años. Demencial”
601
, y en otro momento del relato es taxativa al afirmar: “Hay algo
que no sop orto: las drogas” 602.
De la insistencia de los p ersonajes que rep udian el tabaco es otra muestra una
exp resión de Sergio, p rotagonista de Los hombres de las sillas cuando su madre le pregunta
si fuma cosas…raras, él resp onde: “¡Pero si odio el tabaco y el humo!”
603
A la que se
pueden unir otras muchas como la de Esp eranza, una de las jóvenes protagonistas de
Casting, que califica a sus con gén eres de lo cas p orque fumaban más que los chicos.
Resp ecto al tabaquismo, no falta ironía en el texto siguiente donde se refleja el
momento en el que una d e las protagonistas de Frontera acude al aseo d el instituto desp ués
de la segund a clase: “Se marchó p orque a todas les daba p or fumar allí y la atmósfera se
hacía irresp irable, sobre todo para ella, que no fumaba y lo consideraba una gilip ollez. Sus
comp añeras llevaban el móv il en una mano y el p aquete de cigarrillos en la otra. Pronto
necesitarían un a mano más”
599
600
601
602
603
604
604
.
5
Id., El último set, M., SM, Gran Angular, 1996 , p. 199.
Id., Concierto en sol mayor, B., Círculo de Lectores, 1998, p. 15.
Id., Rabia, M., SM, Gran Angular, 1998, p. 30.
Id., p. 80.
Id., Los hombres de…, cit., p. 54.
Id., Frontera, M., SM, Gran Angular, Alerta Roja, 2003, p. 22.
268
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Incluso en la obra titulada El asesinato d el profesor de matemáticas, que se ocup a
del mundo de los nú meros, Sierra i Fabra inserta un mensaje en contra del háb ito de fu mar
cuando el p rofesor p lantea un problema de un señor que desea dejar de hacerlo, como fue
comentado anteriormente.
4.5.1.2.4.- EL ALCOHOLIS MO.
Sierra i Fabra, que declara p úblicamente qu e ni b ebe n i fuma, trata el tema del
alcohol como un factor determinante en la condu cta de determin ados p ersonajes de sus
libros.
El alcohol hace su p resencia en La balada de Siglo XXI cuando la joven cantante
solista Lorma Allen acud e a su vieja casa, y encuentra que “su madre estaba todavía en la
cama. La última botella vacía del camino se hallaba a su lado, y la mano caía en su
dirección, p arecía un reclamo inútil, un testigo o lvidado de la noche anterior. Tamp oco
aquello había camb iado” 605.
Lorma, personaje que recu erda a Janis Jop lin, no podrá sup erar sus traumas d e
infancia ni la vorágine en que se transforma su vida al formar p arte de un grup o revelación
de música rock, llegando a conv ertirse en una adicta al alcohol hasta que lo recono ce e
inicia, con veintitrés años, aunque ap arenta cuarenta, una cura de desinto xicación.
Achaca su declive co mo p ersona al haber formado parte de un gran grup o y a las
innumerab les giras p romocionales, reconociendo que fue lo mejor qu e p udo ocurrirle. “Es
como el que p rueba la dro ga p or p rimera vez y está convencido de no caer en la ad ición, de
605
9
Id., La balada de Siglo XXI, M., SM, Gran Angular, 1989 , p. 67.
269
José R. Co rtés Criado
poder dejarlo cuando quiera. Muchos p refieren un minuto de gloria a una vida entera de
anonimato y vacío”
606
.
El jov en Kaop i también p robó por p rimera vez el alcohol una noche en medio de la
selva y bailó, cantó, gritó, lloró y vagó con la cabeza llena de imágenes hasta que se
durmió, pero al día siguiente le dolía la cab eza, tenía la garganta seca y vomitó. “El agua de
fuego, agradable y buena al comienzo, era la p uerta del mal y la p erdición”607. Siemp re lo
tendría muy p resente p orque “¿cómo olvidar el día terrible en que el kento, el mal interior,
salió más allá de sí mismo p ara mostrarle su p oder, arrastrándole a la locura y el
608
tormento?”
Gary , roquero de veintisiete años que ap arece en El último set, se ha retirado del
mundo del esp ectáculo debido a su adicción a las drogas, vive en un p ueblecito catalán
mientras su mujer y su hija sigu en esperando que regrese con ellas y vuelva a comp oner.
Un día su amiga Virginia se lo encuentra borracho, él hace resp onsable de su drogadicción
a los alucinó genos, a la vid a frenética que co mo artista le corresp ondió vivir, a su
manager
609
(sic)…, p ero ella le dice que él debe acabar con su adicción y se muestra tajante
cuando afirma: “Odio las dro gas, siempre las he odiado ”
610
.
José Luis, uno de los p rotagonistas de Noche d e viernes vuelve a encontrarse a su
padre borracho en el suelo al llegar a casa, ha de lavarlo y acostarlo mientras recuerda las
palizas que le atizaba con el cinturón, y se siente mal al comp robar que “y a no era un
hombre, sino un desp ojo, y eso me p rodujo un malestar sup erior al anterior”
611
.
A p esar de saber que su p adre es un borracho a quien rara vez ve sobrio, y a p esar de
sentir desp recio hacia su p ersona, considera normal salir cualquier viern es por la noche con
606
Id., pp. 163-164.
Id., Kaopi, cit., p. 81.
608
Id., p. 80.
609
“ El DRAE01 ha dado carta de natural eza a este anglicismo, pero adaptando su grafía, que queda establecida
como mánager”. GUERRERO SALAZAR, Susana: Voces comentadas del español actual, Málaga, Sarriá,
2001, p. 111.
610
Id., El último set, cit., p. 180.
611
Id., Noche de viernes, cit., p. 127.
607
270
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
sus colegas y beber litronas, consumir anfetamin as o fumar p orros. Y no pone rep aros al
consumo de cualqu ier dro ga cuando hab la d e su amigo Lázaro, e in cluso avala su consumo
con la p regunta que finaliza un diálo go: “Claro que le gustan las anfetas, fumar hierb a, y
612
por sup uesto que lo ha probado todo, ¿p or qué no?”
Lamberto es el no mbre d e un personaje y el título de un libro que está escrito en
clave d e humor y cuando en la obra la esp osa dice al marido: “Acabarás alcohó lico, si no lo
613
estás y a”
p orque bebe un vaso de güisqui, su hijo cree que es una de los dos millones de
personas alcoholizadas que según ha oído en televisión existen en Esp aña y p ide auxilio a
las Damas de Acción Directa; al final todo el p ueblo p iensa que su p adre es una p ersona
que necesita ay uda p ara dejar la beb ida.
En Retrato de un ado lescen te manchado, Fernando es un joven p roblemático al qu e
sus vecinas no consideran mal chico aunque cuando beb ía y se drogaba era conflictivo. En
esta ocasión las dro gas sirv en para catalo gar socialmente a un joven con p roblemas, aunque
su consumo no lo hace un ser desp reciable a pesar de que la novia de su hermano lo aluda
al decir: “cuando uno se mete p orquerías en el cuerp o, el día menos pensado ap arece
muerto en una alcantarilla”
614
.
4.5.1.2.5.- LA COCAÍNA, LA HEROÍNA, EL ÉXTAS IS …
Jordi Sierra ha comentado en más de un a ocasión que asistió a fiestas, cuando era
crítico musical, donde la cocaín a se servía en band eja de p lata y que nunca sintió la
tentación de esnifarla, porque su manera de ser y entender la vida lo lleva a resp etar su
cuerp o hasta tal extremo que no p ermite que nin gún elemento extraño altere su normal
funcionamiento.
612
613
614
Id., p. 29.
Id., ¡¡¡LAMBERTO!!!, M., Anaya, El Duende Verde, 19954 , p. 59.
Id., Retrato de un…, cit., p. 60.
271
José R. Co rtés Criado
Las drogas están p resentes en obras realistas de nuestro autor, p ues ellas forman
parte de la realidad actual, y sus p ersonajes se manifiestan a favor o en contra de su
consumo dep endiendo del p ap el que les ha sido otorgado.
En La balada de Siglo XXI otro p ersonaje, Brian Feynmann, voz y guitarra solista,
esnifa cocaína para sobrellevar el ritmo de trabajo y el de las fiestas multitudinarias que le
gusta organizar, y termina iny ectándose heroína. Su adicción le acarrea p roblemas tanto en
las giras p romocion ales como en su vida d iaria, llegando a ser recluido numerosas v eces
para p rocurar su desintoxicación.
Yu, el niño que protagoniza Las alas del sol, no consume drogas, pero sí conoce el
tráfico de las mismas en el camp o de refu giados donde p ermanece, e informa a su nuevo
amigo de lo que allí ocurre: “El tráfico es muy fuerte en el camp o, y a lo verás. M ucha gente
no sop ortaría estar aquí sin drogarse, y eso lo saben quienes nego cian con ello, incluso los
guard ias que hacen la vista gorda y están metidos en el asunto. La mafia del camp o es
poderosa, y lo imp ortante es intentar estar al margen, aunque eso es casi imposible”
615
.
En Nunca seremos estrellas del rock asistimos a la conversación de dos amigos.
Uno se queja p orque en su trabajo le quieren pagar el sueldo base; otro cuenta lo b ien que le
va en las after hour de la carretera de Valencia v endiendo coca y p astillas, aunque se
lamenta de los niñatos porque como el d inero no les llega, “emp iezan a trap ichear, co mp ran
y venden, p ara que les quede una p astilla gratis”
616
.
Coque, un p ersonaje clave en Seis historias en torno a Mario, p iensa que se deb e
vivir el presente sin p reocup arse del futuro, p orque según su tercera teoría esencial p ara la
vida “mientras el cuerpo agu ante, hay que vivir, tío, ¡que son dos días y encima uno está
nublado!”
617
, e indu ce a su amigo Mario al consumo de drogas con argu mentos como el
siguiente: “¡De la Coca-Cola a la Coca-ína! [...] ¿Qué p asa? ¿Te crees qu e soy un dro gata?
615
616
617
Id., Las alas del…, cit., p. 104.
Id., Nunca seremos estrellas del rock, M., Alfagu ara, 1995, p. 118.
Id., Seis historias en …, cit., p. 129.
272
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Esto es sólo p ara animar la cosa cu ando conviene, co mo ahora. ¡Vas a ver esta noche!
618
¡Como motos nos vamos a p oner!”
Mario es el benjamín de la familia, llegó al hogar con bastantes años de diferencia
resp ecto a sus dos hermanos may ores y se convirtió automáticamente en el ju guete de su
madre. Siemp re consiguió cuanto se prop uso, y se dejó llevar p or su amigo al consumo de
cervezas y p orros, más tarde ingresó en el mundo de la cocaína y desembocó en la hero ína.
“Y ni si quiera sabe có mo ha llegado hasta esto, hasta lo más p rofundo. La primera vez sólo
esnifó un p oco de cocaína. Hace un millón de años”
619
.
Aunque él es consciente, en su desp edida de este mundo, de lo sucedido cuando
afirma:
No hay culpables. No busquéis ni señaléis con el dedo. No los hay. Tampoco se trata de
eso. De igual forma, nadie es inocente. [...]
Yo m e sentía como yendo en un tren de alta velocidad. No podía parar. Veía pasar el
mundo a am bos lados sin alcanzar a definir sus formas, sin darm e cuenta de nada. Ni
siquiera podía retener las imágenes, y mucho m enos detenerm e yo, aunque el que corría
era el tren. […]
No quería m orir. Quería salvarm e. Quería vivir. Pero el m aldito caballo era pura
sangre620 .
Otra trama relacion ada con el consumo de dro gas se encuentra en Campos de fresas.
Se trata de una historia muy simp le: todo emp ieza la noche en que una muchacha sale de
marcha con sus amigos, toma una p astilla de éxtasis y entra en coma. Las p erip ecias qu e se
suceden hasta encontrar otra p astilla igual p ara elaborar su antídoto así como la p artida de
ajedrez que juega la p rotagonista con la muerte son la excusa que utiliza el autor p ara
escribir un alegato contra su consumo.
También están presentes las drogas sintéticas en El mensajero del miedo, donde se
relatan las aventuras de una joven que p retende atrap ar al vendedor de la p astilla de éxtasis
618
619
620
Id., p. 136.
Id., p. 189.
Id., p. 214.
273
José R. Co rtés Criado
que p rovocó la muerte a su hermano. Para consegu ir alcanzar su objetivo entabla amistad
con un muchacho, Esteban, hermano menor d el “camello ” buscado.
Este traficante, Antonio, siente remordimiento p or su “trabajo”, p ero la venta de
drogas es la mejor manera que encontró de gan ar dinero p ara p oder costear los estudios de
su hermano pequeño con un único fin, escap ar del amb iente sociofamiliar marcado p or el
alcoholismo del p adre y la muerte accidental de la madre. Por ello se alía con su hermano y
su novia en contra de su jefe.
Antonio, a p esar de dedicarse a la venta d e p astillas de éxtasis, manifiesta a lo largo
de la novela su od io hacia las dro gas y su desprecio hacia los consumidores de las mismas,
como reflejan sus p alabras: “los que la toman no son más que enfermos, débiles, estúp idos
que se reirían de algu ien qu e cruzara una autop ista de lado a lado con los ojos cerrados,
pero se toman un éxtasis tranquilamente sin tener ni idea d e lo que h ay dentro”
621
.
Cuba. La noche de la jinetera es una novela negra que relata la muerte p or
sobredosis de un p eriodista. En esta obra la dro ga es utilizada co mo arma criminal y así
queda reflejado: “Lo encontraron muerto en su habitación, con una jerin guilla al lado y un
golp e en la cab eza que se dio al caer al suelo”622. La investigación de su colega Daniel Ros
Martí, heterónimo de Jordi Sierra i Fabra, concluye al descubrir que fue un asesinato,
siendo este asunto la excusa para hablar de la situación que viv e actualmente la sociedad
cubana.
El consumo de drogas también se hace p atente en 27 Edad maldita, y no p odría ser
de otro modo si la trama gira alred edor de un grup o de música rock, porque el amb iente p or
excelencia suele constar de “los managers, (sic) los agentes, los jefes de p rensa, los
623
discográficos, las modelos dispuestas a todo, las drogas caras, la bebid a, los excesos…”
621
622
623
Id., El mensajero del miedo, M., Bruño, Biblioteca JSiF, 2003, p. 51.
Id., Cuba. La noche de la jinetera, B., Bronce, 1997, p. 19.
SIERRA I FABRA, Jordi: 27 Edad maldita, B., Alfaguara, Serie roja, 2002, p. 116.
274
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Pero que la música ro ck se asocie a sexo y a dro gas no quiere decir que todos los
músicos sean drogadictos. En La canción de Mani Blay, su p rotagonista sufre un atentado
semejante al que costó la vida a John Lennon, y mientras se debate entre la vid a y la muerte
el méd ico que lo atiend e dice: “Si ese tip o sobrevive, nunca agradecerá lo bastante no haber
fumado y estar limp io” 624.
Es habitual o ír de boca d e determinados p ersonajes de Jordi Sierra i Fabra
exp resiones como “y o controlo” o “p uedo dejarlo cuando quiera” referidas al consumo de
cualquier tip o de droga, las mismas que p ronuncian diariamente miles de p ersonas que sólo
pretenden engañarse resp ecto a su adicción. En la novela Día d e rodaje, el proveedor d e un
ex to xicómano es el que lo anima a adquirir la mercan cía con estas p alabras: “No seas
tonto. Tú no estabas enganchado, tú controlabas. ¿Qué tiene de malo un subidón de vez en
cuando?”
625
Sin tiempo para soñar relata lo que se oculta tras la noticia aparecid a en un
periódico del asesinato de una adolescente. Este p unto de p artida p ermite al autor describir
determinados ambientes marginales que investigan dos estudiantes de p eriodismo donde el
consumo de dro gas forma p arte de algunos hábitos sociales.
El med io en qu e se desenvolv ía la vida de la fallecida era lo suficientemente duro
como p ara abocarla a la cárcel o a p adecer humillaciones que le socavasen su voluntad, y
terminase en un círcu lo domin ado p or las drogas. “...así que un día d e debilidad, cansada de
luchar, debió de tomarse una dosis, un chute, o lo que fuera, y cuando vio que de esa forma
se evadía..., cay ó. [...] ¿Cómo se p aga esa droga? La caden a siemp re es la misma: primero,
consumo; desp ués, venta. Y quedó atrap ada en el círculo vicioso”
624
625
626
626
.
Id., La canción de Mani Blay, M., Bruño, Biblioteca JSiF, 2003, p. 67.
Id., Día de rodaje, M., Bruño, Biblioteca JSiF, 2003, p. 41.
Id., Sin tiempo para soñar, M., Bruño, Biblioteca JSiF, 2003, p. 77.
275
José R. Co rtés Criado
4.5.1.2.6.- LAS DROGAS Y EL D EPORT E.
Existen otras drogas que se disp ensan en farmacias bajo receta médica p ara
combatir enfermedades, aunque a veces se utilizan p ara forzar el cuerp o humano a realizar
sobreesfuerzos, como ocurre des graciadamente en el mundo del dep orte cuando sus
protagonistas caen en manos de p ersonas desaprensivas y sin escrúp ulos morales.
Desde antaño el ser humano ha utilizado determinados p roductos naturales para que
favoreciesen su actividad diaria, inclu ido el dep orte, y cada día se descubren nuevas
sustancias que favorecen el rendimiento de los dep ortistas o el aumento de masa muscular,
y algunas veces son consumidas sin conocerse sus efectos secundarios o, incluso
sabiéndose, son tomadas indiscrimin adamente p or indicación de entrenadores o p or exp reso
deseo de los p rop ios deportistas.
En otras ocasiones h an sometido los cuerpos de jóv enes atletas a ejercicios
agotadores y a p rácticas sobrehumanas con consecuencias funestas p ara su posterior
desarrollo. Tal es el caso de Tracy Austin, niña p rodigio del tenis, la número uno d el
rankin g de la ATP más joven de su tiemp o, que hace acto de p resencia en El último set de
boca de Virginia, la joven p romesa del tenis esp añol que durante unos d ías decide hacer un
alto en su carrera p rofesional p ara reflexionar sobre su futuro en vez de dedicarse a entrenar
duramente, como qu edó reflejado anteriormente.
La dep ortista esp añola no quiere v erse sometida a un des gaste físico excesivo y
recuerda qu e la norteamerican a viv e como una an ciana con la columna vertebral estrop eada
porque “alteraron su desarrollo físico en la etap a de crecimiento con entrenamientos
exh austivos, una p rep aración forzada… [...] Sí, ganó muchos p remios y estuvo en la élite
durante tres o cuatro años; p ero al llegar a los veinte, su colu mna vertebral no lo resistió.
627
Fue su fin”
627
.
Id., El último set, cit., p. 23.
276
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Del consumo de estup efacientes p or parte de algunos dep ortistas, de la influencia
que ejerce un padre sobre su hijo y de la frustración co mo dep ortista de aquél p or no
consegu ir triunfar en el mundo del atletismo, se ocup a el argumento de El oro de los dioses.
El jov en Mac siente adoración por su padre y es cap az de luchar p or su p rogenitor a
los diecisiete años, edad en la qu e los adolescentes han destronado a sus procreadores p or
considerarlos personas caducas, inservibles y desconocedoras de la realidad actual;
manifestando abiertamente: “Pero y o quiero a mi p adre”
628
, a p esar de todo.
Además, hace caso a su entrenador cuando le dice: “Nada de tabaco, nada d e
alcohol, nada de chicas”
629
, mientras la may oría d e sus coetáneos comienzan a coquetear
con esos tres elementos.
Junto a las relaciones paterno-filiales, en la novela d estaca la deportividad, y se
critica el dop aje en el dep orte a partir de las noticias ap arecidas en los medios de
comunicación sobre el uso de medicamentos prohibidos en la extinta RDA.
Como consecu encia d e esta práctica se d enuncia el caso de mujeres qu e h an
cambiado de sexo, de an cianos p rematuros, de adultos con problemas cardiacos o
circulatorios y se informa d e los efectos negativos que p ara el cuerp o humano p rovocan las
distintas sustancias p rohibidas, ap ortando ejemp los como éste: “Seis ciclistas holandeses
habían muerto en 1990 p osiblemente a causa de ese método (el dopaje de la san gre) o del
uso de la EPO, su equivalente”
630
.
El autor pone al día a sus lectores acerca del dop aje en san gre, un tema candente qu e
ha traído no p ocos p roblemas al ciclismo : “el cuerp o fabrica más glóbulos ro jos y nadie,
ningún control, detecta nada anó malo. Pero con el tiemp o, la sangre, más esp esa, acaba
631
siendo difícil de bo mbear p or el corazón”
628
629
630
631
.
Id., El oro de los dioses, B., Bronce, Jóvenes del Bronce, 2000, p. 84.
Id., p. 10.
Id., p. 82.
Id., p. 82.
277
José R. Co rtés Criado
También cita titulares de p rensa alusivos a este tema: “Una nadadora de la ex RDA
decide renunciar a todas sus medallas”. “Salen a la luz los efectos de las dro gas
anabolizantes en los atletas de la Alemania del Este”. “Piernas amp utadas, envejecimientos
prematuros, cambio de sexo en las mujeres, p roblemas cardíacos, renales, físicos…”632
El hecho de cono cer esta faceta oculta del dep orte, y saber que el ganador de la
medalla de oro en la prueba olímp ica d e 400 metros vallas celebrada en M unich el año
1972 p articip ó bajo los efectos de anabo lizantes, anima al joven p rotagonista de esta novela
a reivindicar la figura de su p adre, que quedó segundo en d icha carrera.
La madre, mu jer realista, p iensa que h ay que p asar esa p ágina d e la vida d e su
marido y p lantearse un nu evo futuro sin o lvidar que siemp re habrá dro gas nuevas “cap aces
de hacer que un saltador salte un metro más o que un corredor se ahorre med io segundo en
una carrera”
633
.
4.5.1.2.7.- EL SIDA.
El sida, enfermedad que tan ligada está a la promiscuidad y al consumo de dro gas
por vía intravenosa es tratada en diferentes obras sin profundizar en sus consecuen cias o en
los p roblemas que conlleva su contagio.
Está p resente en Zonas interiores. Alicia, una de las p rotagonistas, cuenta a sus
amigas que se hizo la prueba para saber si era p ortadora del AIDS porque un amigo con el
632
633
Id., p. 104
Id., p. 69.
278
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
que mantuvo una relación sexu al la llamó p ara comunicarle que era serop ositivo. No
dramatiza la confesión pero sí manifiesta que tuvo muy malos p resagios mientras esp eraba
los resultados de los análisis.
Una p areja de gays en 27 Edad maldita acaba d e enterarse de que uno d e ellos es
portador del temido virus; la persona no infectada intenta dar ánimos a su compañero a
pesar de haber visto morir varios amigos de dicha enfermed ad. Le da aliento en un
momento tan delicado para la convivencia en pareja cuando le manifiesta que “p uede que la
enfermedad no se manifieste, o que lo haga dentro de cinco, o de 10 años. Es toda una vida.
634
Tenemos tiemp o”
.
4.5.1.2.8.- EL MALT RATO.
El maltrato físico p adecido p or algunos p rotagonistas o ejercido por otros es una
muestra de abuso sobre la integridad de la p ersona y un gran atentado a la salud física y
psíquica de la misma. Sierra i Fabra lo enfoca como un p roblema familiar de p rimer orden
que desestabiliza toda conviv encia y acarrea consecu encias funestas p ara la estabilidad
emocion al de sus ejecutantes.
José Luis, en Noche de viernes, recuerda con amargura que cierta vez la p rofesora
de gimnasia v io las marcas dejadas en su espalda p or la hebilla del cinturón de su p adre y
denunció el caso; ella creía b eneficiar al chico, p ero las consecu encias fueron muy distintas
a las esp eradas. El cabeza de familia volv ió a rep etir la p aliza con más encono.
De aquellos aciagos días p untualiza: “Siempre le recu erdo con el cinturón en la
mano, aquella cara de exasp eración, la rabia inundándole los ojos, la boca deformad a p or
634
Id., 27 Edad maldita, cit., p. 30.
279
José R. Co rtés Criado
una mueca que trataba de ser una sonrisa. Y siemp re le oiré insultándome, llamándo me de
todo.
Y mi madre llorando...”
635
Emily , personaje de 27 Edad maldita, cu enta cómo les cambió la vida familiar al
comenzar su p adre el declive humano a causa del alcohol. “La v ida de nuestro p adre no fue
fácil. Acabó alcohólico, y su encanto se esfumó. […] Comenzaron las p alizas, las
636
vejaciones y las humillacion es”
.
Ventura, en Nunca seremos estrellas del rock, lleva a cabo una atrocid ad: mata a su
padre, hacia el que siente un gran odio. No se conformó con elimin arlo metafóricamente
como tantos adolescentes, ni mostró arrep entimiento por ello cuando exp uso sus
sentimientos: “Nunca me dolieron los go lp es, me dolía tu intransigen cia, tu corazón, tu
manera de decir “no” y de gritar y de desp reciar. Sí, el desp recio era lo p eor, y estaba en tus
637
ojos, en tu actitud, en tu sup erioridad” .
Incluso puede recordar y enumerar todos los reproches afrontados durante su
existencia, “cada golp e, cad a puñalada. Podía in cluso contarlas. Una p or cada grito que le
dio. Y una p or cad a año, p or cada p aliza, p or cada p elea, p or cad a incomp rensión, por cada
duda, p or cada rabia mal d igerida, p or cada insatisfacción acumulad a, p or cada...”
638
Tivi, Natividad, otro de los p ersonajes de Nunca seremos estrellas del rock, sufre
los malos tratos y abusos sexuales de su p rop io p adre y así confiesa a Ventura que las
primeras veces la go lp eaba, p ero “luego ap rendí que abriéndome de p iernas y dejándole
hacer, todo era más sencillo y mucho más ráp ido. Se corría y adiós”
639
.
Joma, en La estrella de la mañana, es testigo directo del maltrato físico que su
madre recib e de manos de su comp añero sentimental. Ella sigue p ensando que cambiará su
635
636
637
638
639
Id., Noche de viernes, cit., p. 30.
Id., 27 Edad maldita, cit., p. 95.
Id., Nunca seremos estrellas…, cit., p. 125.
Id., p. 144.
Id., p. 108.
280
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
relación, y justifica esa actitud p orque a p esar de las p alizas aguantadas “no es malo, es
640
sólo... Bueno, la ed ad, los p roblemas. Lleva una mala temp orada, eso es todo”
.
Su hijo le insiste en que no será así y que ella se merece otra forma de vida p orque
“¡Va a ser p eor cad a día, y lo malo es que lo sab es! ¿Por qué todas las mujeres maltratadas
calláis y calláis, aguantando lo qu e os echen ? ¿Por qué no decís “basta”?”
641
El desenlace de
esta horrenda historia es el tristemente célebre asesin ato.
Otras maltratadas, que acep tan su estado con normalidad, hablan de sus p referencias
en cuanto a amantes en la novela Camarada Orlov y así se sabe que “Elena p refería a un
pedazo de bestia, un extremeño que a veces le p egaba tales p alizas que la enviaba al
hosp ital” 642.
En Las chicas de alambre se denun cia una situación de maltrato infantil qu e aunqu e
los que la p ractican alegan a su favor el p eso de la tradición y de la religión, es in admisib le
en una socied ad demo crática. Así lo cuenta el protagonista de la novela:
Si hay una práctica ancestral que m e parece aberrante, brutal, odio sa y dram ática, es la de
la ablación de clítoris en algunos países africanos o de religión islám ica. Cada año, en
diciem bre, m ientras una parte del m undo celebra la Navidad; en otra parte, a m iles de
niñas se les am puta el clítoris para anularles el deseo, para que no sientan el placer sexual,
para convertirlas tan solo en m áquinas reproductoras643 .
La ab lación del clítoris también está p lasmada en Frontera. El joven Eduardo habla
con sus padres del maltrato que recib e la mujer en determinadas socied ades y argu menta:
“¿Quieres más prueba que lo de la ablación del clítoris? ¡Por Dios mamá, qu e con siete u
ocho años, y en vivo, con una cu chilla d e afeitar, les reb anan el clítoris p ara que no ten gan
placer y con ello eliminen las malas ideas y no les pongan los cu ernos al marido! ¡Es el
644
método de fidelidad cony ugal más bestial del mundo!”
640
641
642
643
644
5
Id., La estrella de la mañana, M., SM, Gran Angular, Alerta Roja, 1999 , p. 37.
Id., p. 37.
Id., Camarada Orlov, B., Bronce, 1998, pp. 207-208.
Id., Las chicas de…, cit., p. 90.
Id., Frontera, cit., p. 37.
281
José R. Co rtés Criado
En el transcurso de esa conversación, Estefanía y Eduardo hablan con sus p adres de
los matrimonios con certados entre familias, sin imp ortarles la op inión de los cónyuges al
resp ecto y de la violen cia que se ejerce en la Ind ia sobre algunas mu jeres, las cuales, siendo
muy jóvenes, se marchan d e su casa con su esp oso, que es un desconocido para ellas, y son
llevad as al p ueblo de él, y cuando el marido desea casarse con otra joven para obtener una
nueva dote, quema en un accidente casero a su primera mujer. “Los hombres p ueden
matarlas, ech arlas d e casa, decir que la suy a es mala p ara que los tribunales de honor les
645
den la razón… En cambio, ellas no, a callar siemp re. En muchas p artes ni votan” .
En Rabia, la p rotagonista se refiere al p adre d e su amigo Gabriel co mo un ser
abominable qu e no le merece nin gun a consideración. “Cuando su padre llega borracho a
casa y la emp rende a golp es con su madre, y a veces, todavía, con él, siento lo más parecido
al horror que p ueda imaginar. Esos gritos y esos golpes me horrorizan. Ese hombre es una
bestia, y las bestias no deberían viv ir entre seres humanos, ni deb erían casarse o tener hijos.
Me cuesta verle como a una p ersona normal, que un día enamoró a la madre de Gabriel, y
con la que tuvo el fruto de ese amor”
646
.
La vio lencia p rovoca los acontecimientos acaecidos en un instituto de un barrio
obrero de la ciudad de Barcelon a, según se puede leer en Las Furias647. En esta obra se
suceden una serie de p ercances que alteran la vid a diaria del centro en muy poco tiemp o.
Un p rofesor harto de sentirse ninguneado p or p arte de determinados alu mnos llega
al límite de su agu ante en clase y le prop ina una bofetada a uno de ellos. Acto seguido se
marcha a casa comp letamente arrep entido p orque “acababa de hundir todos sus p rincip ios,
648
sep ultándolos en lo más p rofundo de una sima”
645
.
Id., p. 37.
Id., Rabia, cit., p. 24.
647
Las Furias son tres (Alecto, T isífone y Mégera), divinidades infernal es que se ocup aban de vengar los
crímenes, ejecutando los castigos con antorchas y látigos. […] Cu ando se apoderaban de un a víctima, la
enloquecían y l a torturab an de mil man eras con sus ayud antes las Arpí as. GUERRERO SALAZAR, Susana:
La parodia Quevediana de los mitos. Mecanismos léxicos, Málaga, Universidad, 2002, p. 416.
648
SIERRA I FABRA, Jordi: Las Furias, cit., p. 13.
646
282
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Esta circunstancia es ap rovechada por el alumno más conflictivo, Zequi, que
ráp idamente capitanea una revuelta en el au la e imp one sus criterios p or la fuerza,
obligando a sus comp añeros a p ermanecer encerrados en el au la hasta que el p rofesor sea
exp ulsado. Antes de este suceso narrado, el p rofesor había recibido anónimos, le hab ían
arañado el coche, e incluso ap arecieron p intadas difamatorias contra su p ersona en la
fachada de su viviend a.
Anteriormente, otra p rofesora del centro fue agredid a p or unos jóvenes cuando se
dirigía una noche a su casa, ella sosp echaba que p retendían violarla: “Yo estaba tirad a en el
suelo, desnuda desp ués de que me arrancaran la rop a y me p egaran...”
649
, p ara ellos fue una
gamberrad a más, p ero la p rofesora vivía recluida en su casa, abrumada p or un p ermanente
estado dep resivo.
En ambos casos había particip ado Zequi, el dirigente de la p rotesta estudiantil, p ues
como dice una de sus comp añeras: “Zequi odia a medio mundo. […] Odia a los negros, a
650
los gitanos, a los gay , a las lesbianas, a los débiles, a los inmigrantes, a los pobres...”
Lo
que ella no manifiesta es que el ch ico en mascara con su comp ortamiento violento el odio
que siente contra los adultos que lo violaron.
Sus compinches también sufren malos tratos en sus casas. “Dos de los cinco tenían
padres que se sacaban el cinturón con suma facilid ad. Uno ya estaba marcado de por vida
con la cicatriz deformando su ojo derecho”
651
, y al conocer el p asado ocu lto de Zequi dejan
de segu irlo en sus trop elías.
La trama organizada p or los alumnos amotinados se desmonta cuando una jov en
periodista no se limita a p resentar los acontecimientos como una falta de libertad y un
abuso de p oder p or p arte de los p rofesores con la finalidad de alterar los ánimos, sino que
investiga los orígen es del p roblema; lo hace porque su hermano de catorce años no p udo
soportar las burlas de algunos comp añeros de instituto y terminó suicidándose.
649
650
651
Id., p. 152.
Id., p. 157.
Id., p. 52.
283
José R. Co rtés Criado
Hasta ahora las citas hacen referencia a la violen cia ejercid a en el seno de las
familias o en un centro educativo, p ero ¿qué may or violencia se p uede ejercer sobre unos
niños que alistarlos a un ejército y obligarlos a luchar? Esa es la trama de Donde el viento
da la vuelta.
Los niños son casi tan altos como sus ametralladoras y quizás con algo menos d e
peso, p ero su sargento los motiva con arengas como la siguiente: “Esos cabrones son el
enemigo, n ada más. Ellos matan indígen as y camp esinos por orden de sus jefes. Ahora
lleváis el un iforme d e la guerrilla. Y sois tan soldados co mo ellos, o más, p orque lucháis
por la verdad y la libertad”
652
.
Este libro es un crudo alegato contra la guerra, p ero ante todo es un grito a favor d e
la infan cia; p retende hacer tomar conciencia al lector de que los niños deb en seguir su
desarrollo evolutivo en p az, con sus familias, y no morir a los diez o do ce años víctimas de
una ráfaga o un a min a antip ersona.
Además, en sus p áginas, el lector encontrará información histórica de Guatemala y
sabrá que actualmente, a p esar de los acuerdos firmados, siguen muriendo niños
acribillados en las calles de Brasil, Colomb ia o Guatemala. “Sólo en la décad a de los años
noventa, dos millon es de niños han muerto víctima de conflictos armados, y al menos 10
653
millon es han sido testigos directos de atrocid ades”
, y que el 90% de las pérdidas
humanas de las gu erras actuales son civiles y de ese porcentaje, el 40% son niños.
652
653
Id., Donde el viento…, cit., p. 15.
Id., p. 198.
284
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.1.2.9.- EL TRAS PLANT E DE ÓRGANOS .
El trasp lante de órganos es en la actualidad un asunto frecuente, p uesto que cada vez
más p ersonas toman conciencia de su trascendencia. En 1994 Sierra i Fabra p ublicó una
primera novela qu e se ocup aba de este tema.
Cati, p rotagonista de Malas tierras, es un a joven p ara la que “vivir era maravilloso,
pero sentir la vida lo era aún más”
654
, además es consciente de que “con los órganos de un
solo ser humano se p uede p roveer de corazón, riñones, hígado, córneas y otras muchas
655
cosas a buen número d e enfermos cuy a vida cambia con el transp lante”
, pero no sabe que
la noche qu e decidió acudir al con cierto del Boss en el Palau Sant Jordi sería cu ando donase
sus órganos tras ser arrollado su vehículo p or otro conducido p or un conductor ebrio.
Paralelamente, a muchos kiló metros del lu gar del suceso, en M adrid, una madre
desesp erada realiza unas declaraciones p or televisión: “Sólo les p ido la… la vida de mi
hija. […] ese corazón que quizá vayan a enterrar mañ ana p odría salv ar hoy la vida de
nuestra hija”
656
.
Son dos familias que sin conocerse acaban en lazadas por un corazón. El sufrimiento
de una es la alegría de la otra. Todo ha sido cuestión del azar y en ningún momento el autor
carga las tintas en ningun a de ellas, simp lemente cuenta un a historia amb ivalente y refuerza
la trascendencia y la generosid ad que tiene el acto de donar nuestros órganos.
Donde esté mi corazón relata la sup ervivencia de una joven qu e vive gracias a un
transp lante de dicho órgano y es consciente de ello mientras se observa la enorme marca
que le atraviesa el tronco y medita que “rep resentaba la p uerta de su esp eranza, la clave de
su nueva vida. La cicatriz no era más que la huella v isible, el vestigio de lo sucedido”
654
655
656
657
657
.
Id., Malas tierras, M., SM, Gran Angular, 1994, p. 124.
Id., p. 98.
Id., p. 8.
Id., Donde esté mi…, cit., p. 22.
285
José R. Co rtés Criado
La p rotagonista, M ontse, sabe que continúa con vida gracias a la muerte de otra
persona. Este acontecimiento la ha hecho valorar la existencia de forma especial. “La vida
es muy extraña, p ero sólo cu ando se está a p unto de perderla tomamos con cien cia de lo que
vale y de que lo es todo, p orque no tenemos nada más”
658
.
Y a pesar de todo si he cam biado, para bien o para m al, es porque m e vi m uerta, y eso da
qué pensar, ¿entiendes? Ahora las cosas más sencillas me parecen las más importantes, y
viceversa, porque las im portantes se m e antojan idiotas. Aquellos días, cuando creí que m e
iba de este m undo, m e decía a m í misma que era injusto. ¿Por qué yo? Ahora estoy viva y...
aún m e hago la mism a pregunta. Pienso en esa otra persona que murió para que yo...659
Sierra i Fabra p lantea en Donde esté mi corazón el tema de la donación de órganos
junto a una historia de amor, pues el novio de la joven fallecida termin a enamorándose de
la p ersona receptora al seguir al p ie de la letra la frase que su antigua p rometida le dijo
antes de fallecer. “Si me quieres, seguiré viva p ara ti, porque estaré donde esté mi
660
corazón” .
También están presentes los p roblemas derivados d e dicha op eración en el núcleo
familiar. “De hecho, la que estaba ahora enferma, de los nervios, era su madre, y no
mejorab a. Vivía al límite, p ero lo peor era que parecía esp erar una fatalidad a cada
momento. Unos días antes su padre había hab lado de llev arla a un p siquiatra”661.
4.5.1.3.- EL COMPROMIS O CON EL ES PACIO VIT AL.
El esp acio vital donde se desenvuelven las obras de Jordi Sierra i Fabra es muy
variado pero, sobre todo, difiere mucho el d escrito en las obras de corte realista del referido
en las de ciencia ficción.
658
659
660
661
Id., p. 23.
Id., p. 103.
Id., p. 197.
Id., pp. 47-48.
286
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.1.3.1.- EL ES PACIO VITAL EN LAS OBRAS DE CIENCIA FICCIÓN.
La p reocup ación p or el d esarrollo sostenido y el mantenimiento del equ ilibrio
ecoló gico es constante en la p roducción literaria del autor. En las obras de ciencia ficción el
ambiente suele ser artificial, creado a semejanza de la Tierra, p orque ésta ha sido destruida
por la insensatez humana o convertida en un lugar inhósp ito donde es imp osible subsistir.
Esa es la p rimera lección que ofrece su p roducción literaria de ciencia ficción : si no
queremos viv ir en n aves esp aciales o viajar hasta otras galaxias en busca de un lu gar donde
habitar, cuidemos nuestro p laneta.
La trama de las obras de la trilogía El ciclo d e las Tierras se desarrolla en un p laneta
denominado Tierra. A lo largo del relato todo hace pensar que se trata del p laneta donde
vivimos, p ero al fin al de la p rimera entrega se exp licita qu e se trata de Tierra 2, un astro
donde se instalaron los hombres y las máquinas tras atravesar un agujero n egro situado a un
millón de años luz cuando huían del Gran Holo causto que arrasó la Tierra. La tercera
entrega comp arte el marco entre este planeta y la p rimitiva Tierra.
El nuevo p laneta está organ izado en d iecisiete co munidades distribuidas en el
hemisferio sur y nueve en el norte, con la p articularidad de qu e cada uno de los nombres
con los que son denominadas comienza con una letra diferente del abecedario, siendo la
primera Acequian y la última Za.
Asimismo, en este p laneta existen mares, p ero las ciudades están p rotegidas d e ellos
por unos muros de ondas electromagnéticas ya que las máquin as se estrop ean al entrar en
contacto con el agua.
287
José R. Co rtés Criado
También las ciudades están protegidas p or una cúpula que consigue regu lar la
temp eratura ambiental, que se mantiene siempre constante, lo cu al permite a sus h abitantes
vivir en una eterna p rimavera.
Y gracias a los av ances científicos se ha creado una flora esp ecial en el p laneta
siguiendo los manuales antiguos p ara rep roducir formas, o lores, colores…, que reciben la
humedad en cap sulada para evitar accidentes con el agua.
La Botánica consiguió crear algunas esp ecies de p lantas, pero flores maravillosas
como los escaramujos ún icamente se conservan en la memoria de las máquinas que
conocieron la verdad era Tierra y es el ún ico recuerdo que trajo de su paso p or ella el
cap itán Ludoz 7-521.
El gobierno de la Comunid ad está en manos d e las máqu inas, p orque “El hombre
había demostrado no p oder gobernarse p or sí mismo. Ya había arrasado una vez el
mundo”
662
, aunque todos, hombre y máqu inas, añoran el recu erdo de ese paraíso p erdido
llamado Tierra, como lo demu estra la letra de una canción que un ser humano recuerda de
su adolescen cia, además de saber qu e “no podemos volver a cometer errores”
663
como
antaño.
“Padre, el universo está ardiendo. / Ya no habrá más luces ni p rimaveras. / Alguien
correrá la cortina y dirá “adiós”. / Nos enfrentaremos al vacío del comienzo. / ¡Ni flores, ni
cielos, n i muerte, ni vida! / Si sólo p udieras decirme que es mentira, / entonces cerraría los
ojos y esp eraría / hasta que el tiemp o pudiera desp ertarme”
664
.
Con el temor a que se rep ita la historia tras haber estallado un enfrentamiento entre
hombres y máquinas y estar ellos cerca de conseguir de nuevo energía nu clear para ser
utilizada como arma, se recu erda en el segundo vo lumen de la trilogía: “El hombre tuvo
que huir de la Tierra a causa de la salv aje autodestrucción a que la sometió con la catástrofe
662
663
664
Id., …en un lugar llamado Tierra, cit., p. 20.
Id., p. 52.
Id., p. 169.
288
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
nuclear. Hombres y máquinas buscaron un nu evo mundo y lo encontraron en este planeta al
que llamamos Tierra 2 ”
665
.
A esa p reocup ación se debe añadir la intranquilidad que sienten las máquinas al no
poder controlar el equilibrio del ecosistema creado para conv ivir en el espacio ellas y los
hombres. Estos no sólo alteraron el medio amb iente deb ido a p roblemas derivados d el
conflicto bélico, sino que al reproducirse de forma descontrolada el aumento de p oblación
modificó todos los p lanes de consumo.
El relato de la tercera entrega de la trilogía refiere que en el año 10150 las máqu inas
se enfrentan a su sup ervivencia ante los exorbitantes efectos desestabilizadores cada vez
más p atentes en Tierra 2 desde qu e los hombres abandon aron el p laneta, en el año 9985.
Puede ser el decliv e de ese modo de civilización tras ser alterado el equilibrio entre
hombres y máquinas.
Si en la trilo gía sobre la Tierra se novela la destrucción de nuestro p laneta como
consecuencia de un afán d esmedido p or fabricar armas nucleares, en el relato El guardián
de la luna, el M ando de la Comisión Mundial d el Espacio co munica al encargado de vigilar
la sup erficie lunar que la Tierra será abandonad a dado su alto grado de desertización,
confirmando que no qued ará en ella nin gún ser humano y que “hemos salvado las últimas
esp ecies, llevado árboles, creado vida e inteligencia artificiales...”
666
, en otro p laneta
habitable, p ues nuestra vieja Tierra está seca.
La p reocup ación p or la destrucción d el p laneta es constante en la literatura
fantástica de Sierra i Fabra y así uno de sus personajes del cuento El ser, que forma p arte
del libro llamado Relatos ga lácticos rep rocha a la raza humana el haber “acabado con
numerosas esp ecies animales”
665
666
667
667
.
Id., El testamento de…, cit., p. 17.
Id., El guardián de…, cit., p. 34.
Id., Relatos galácticos, cit., p. 51.
289
José R. Co rtés Criado
De esa inquietud nace con aire de ep opey a Los elegidos, cuy a trama sustenta uno de
esos viajes hacia p lanetas hab itables donde conserv ar la sup ervivencia d e la raza humana y
de todas las esp ecies animales y vegetales de la Tierra.
En este texto se relatan los enfrentamientos entre los cient’icos y los klonos,
habitantes de una nav e que lleva doscientos setenta y siete años, cinco meses y catorce días
navegando lentamente debido al imp acto sufrido contra un asteroide. “Nadie sabía y a de
ellos. Nadie les esp eraba p or detrás, ni p or delante. El p asado había muerto. El p resente era
668
cuanto tenían... y la esperanza del futuro”
.
Otros seres vivos no huy en del p laneta Tierra, sino que habitan en su interior
manifestando: “Esto que ustedes llaman casa, y que creen que es un p laneta, como los
restantes de su Sistema y otros, no es más que una nave, señor Jan Roc. La Tierra es una
nave, una n ave qu e forma p arte de una flota, y una flota qu e cubre lo qu e ustedes creen que
es… el Universo”
669
.
Y otros viven engañados, co mo algunos de los p rotagonistas de Marte XXIII, p orque
les dan la sigu iente información: “La Tierra que cono ciste y a no es más que un p laneta
muerto”670. Ahora habitas en un lugar nu evo. “Los científicos habían d iseñado una ciudad
671
sin caer en los viejos errores de antaño, sin desigu aldad es ni diferencias sociales”
, que
estaba p rotegida del exterior por una cúp ula de p lástico endurecido. Sus habitantes saben
que debieron abandonar la Tierra y que gracias a las esp ecies animales y vegetales traídas
desde ella, existen cultivos en su nuevo esp acio vital ahora en suelo marciano.
ARK-1, la ciudad id eal construida en la sup erficie del p laneta M arte p ara
sup ervivencia de los terrícolas “es una gran mentira, una gigantesca estructura circu lar,
672
abovedada, d el mismo color amarillento que la tierra d el desierto”
, al igu al que la
condición human a de sus habitantes, p ues son rép licas construidas en laboratorios p ara
668
669
670
671
672
Id., Los elegidos, cit., p. 156.
Id., La nave fantástica, cit., p. 28.
Id., Marte XXIII, cit., p. 253.
Id., p. 10.
Id, p. 207.
290
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
estudiar el comportamiento humano en situaciones extremas que p odrían darse en caso de
tener que abandonar nu estro p laneta y buscar otro de acogid a.
Las dudas p lanteadas resp ecto al p rogreso hu mano se reco gen también en Las voces
del fu turo donde se alerta de que “una parte del mundo segu ía corriendo desbocad a hacia el
progreso constante, buscando el más allá de los avances científicos en todas las materias,
mientras otra p arte p onía freno a cualquier d escubrimiento. Una p arte desafiaba los viejos
órdenes, la naturaleza, llegando cada vez más lejos, mientras los legisladores inventaban
términos con los que defin ir las metas alcanzadas”
673
.
En estas novelas el autor nos señala los asp ectos referentes al hábitat del ser humano
y al de las máquinas, y reseña algunos de los av ances qu e las viv iendas d isp ondrán en el
futuro: en p rimer lu gar, estarán totalmente tecnificadas, las máquinas con cap acidad de
pensar nos ay udarán en las tareas domésticas y nos facilitarán las labores cotidianas.
Toda vivienda disp ondrá de un ordenador central que regulará la intensidad de la luz
según las horas del día y la transp arencia u op acidad de las p aredes, además controlará el
estado de nuestra desp ensa, y será de una eficacia máxima para organ izar nuestra agenda,
pues p rogramará actividad es para el ocup ar el tiemp o libre y animará a p articip ar en
concursos intergalácticos a través de las p antallas holográficas, entre otras muchas
actividades.
El gran p eligro que se corre con tal d ep endencia de las máquinas es que no
podremos vivir sin ellas y en casos extremos contaremos con “un orden ador central en cada
casa. Un o jo asomado a la vid a de todo ser humano in cluso en lo más p rivado d e su
intimidad. Un acceso a todos los rincones” 674, que ejercerá un exhaustivo control sobre
cada una de las p ersonas, conociendo sus háb itos, sus actividades e incluso sus
pensamientos si consiguen inv entar un ordenador cap az de leer la mente human a.
673
674
Id., Las voces del…, cit., p. 28.
Id., Marte XXIII, cit., p. 185.
291
José R. Co rtés Criado
4.5.1.3.2. - EL ES PACIO VITAL EN LAS OBRAS DE CORTE REALISTA.
La may oría de las obras d e Jordi Sierra i Fabra son urbanas, y no abund an las
descrip ciones de p aisajes salvo en las o casiones qu e son necesarias p ara remarcar el
carácter de d eterminados p ersonajes.
4.5.1.3.2.1.- LOS ES PACIOS URBANOS .
De la influ encia del entorno en las personas deja constancia el sigu iente p árrafo
entresacado de la novela llamada El joven Lennon: “El b arco d e no mbre Quijote del Mar y
bandera esp añola dejaba atrás el Albert Dock, también conocido como muelle del Túnel
675
porque casi en su subsuelo el ferrocarril atravesaba el río M ersey ” , con la id ea de resaltar
desde el p rincip io la soled ad que siente el p rotagonista al criarse sin p adre. El autor arran ca
la historia desde el lu gar dond e el n iño Lennon, a los cin co años, se desp idió de su p adre
antes de que éste p artiese hacia Nueva Zeland a y no regresase jamás a casa.
La may oría de las novelas urbanas de Sierra i Fabara se d esarrollan en Barcelon a, su
ciudad natal, y en algun as de ellas realiza una p ormenorizada enumeración de calles y
plazas para orientar al lector. Sirvan de ejemp lo las sigu ientes muestras extraídas de las
obras tituladas La canción de Mani Blay y Concierto el sol mayor.
La aglomeración urbana se iniciaba casi después de la plaza Francesc Marcià y, poco a
poco, pasado Ganduxer y avenida de Sarriá, se hacía m ás y más densa, cerrada. Entre las
calles de Numancia y la Gran Vía de Carlos III, frente al hospital, el colapso ya era
manifiesto676 .
675
676
Id., El joven Lennon, cit., p. 13.
Id., La canción de…, cit., p. 160.
292
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Llegó hasta una avenida m uy ancha que reconoció. Un rótulo le dio además la
identificación final: el paseo de Gracia. Hacia la izquierda ascendía en dirección al
Tibidabo. Hacia la derecha descendía rumbo al mar. La plaza de Catalunya no quedaba
lejos677 .
Suele hacer tamb ién uso de su conocimiento de las autop istas o carreteras
nacionales co mo lo d emuestra en Donde esté mi corazón. “Había dos caminos. Uno era p or
la N-340 en dirección al p uerto de Ordal, p ara coger la autop ista p asado Vilafranca d el
Penedés, a mitad de camino de Tarragona. El otro, p or la misma N-340 pero en sentido
contrario, diez kilómetros hasta M olins y allí enlazar con la misma autop ista casi desde el
comienzo: noventa kilómetros hasta Tarragona” 678.
También cita carreteras norteamericanas, así leemos en El ú ltimo verano miwok: “El
automóvil rodaba al límite, ochenta kilómetros p or hora, p or la Bay shore Freeway , en
dirección al sur. El p uente de San Mateo se dibujaba sobre la bahía, todavía lejano a la
izquierda, y al otro lado…” 679
Otras veces detalla ed ificios o p lazas p ara que el lector se haga un a idea del
ambiente donde crecen, viven y maduran algunos p rotagonistas.
Así el p ersonaje que investiga el origen del p roblema de Juan, El niño que vivía en
las estrellas, describe el marco dond e se desenvolv ieron los p rimeros años d e la v ida de
éste: “Y p or allí no h abía aven idas arboladas, calles, ed ificios, casas normales, sino los aún
evidentes vestigios de los d esequilibrios sociales […] C erca d e la enorme torre de alta
tensión, había una especie de casa o chabola o como p udiera llamarse, construida con
ladrillo, adob e y restos de otros materiales, con un techo de metal, brillante, constituido p or
varias p lanchas sup erp uestas”
677
678
679
680
680
.
Id., Concierto en sol…, cit., p. 28.
Id., Donde esté mi…, cit., p. 132.
Id., El último verano…, cit., p. 19.
3
Id., El niño que vivía en las estrellas, M., Alfaguara Juvenil, 1998 , pp. 88-89.
293
José R. Co rtés Criado
Similar es el espacio relatado en Noche de viernes: “La chabola de M ohamed era
una simple construcción de tablas y cartones, p lacas de uralita y p lásticos, aunque la base
era de obra, como si el árab e la hubiese levantado sobre los restos de una vieja
edificación ”
681
.
Las dos descrip ciones anteriores contrastan con la d e la mansión de M argarita d e
Rocasblancas en Los hombres de las sillas: “No quedaba ni un hueco libre p ara colocar
nada más. Y al pasar delante de un p ar de salas, enormes, la sensación fue la misma. En una
vio un piano, butacas solemnes, sillas egregias, ap aradores rep letos de p iezas y objetos de
arte, cerámicas, esculturas… En otra vio nu evos ap aradores con vajillas decoradas,
cristalería fina, una mesa p ara una docena o más de comensales, co lumnas de mármol…”
682
Esta otra descripción, en Retrato de un adolescen te manchado, desvela la viviend a
de un joven sospechoso de p arricidio. “Desp ués cruzó la calle mirando hacia el ú ltimo p iso
del ed ificio, una casa fea, vulgar, sin nada qu e la hiciera destacar no sólo en sí misma, sino
en el barrio, tan feo y tan vulgar co mo ella”
683
.
El ambiente de un barrio donde la conviven cia está degrad ada se refleja con unos
trazos en la obra titulada Sin tiempo para soñar. “Pasaron por delante del bar Bartolo, el
callejón, y luego llegaron a los límites de la montaña. Entre unas ruin as vieron
684
preservativos p or el suelo y también jerin guillas. Territorio de y onquis”
.
El jov en p eriodista que p rotagoniza Tiempo muerto describ e la viv ienda del ído lo
musical que debe entrevistar. Con su somera exp osición el lector adqu iere noción del niv el
económico del prop ietario y del entorno donde vive. “Era, y sigue siendo, una p reciosa villa
de generoso jardín situada a la altura de la p enúltima gran curv a a la derecha, colgada sobre
685
Barcelona y oculta p or la frondosidad de unos bellos árboles”
681
682
683
684
685
Id., Noche de viernes, cit., p. 142.
Id., Los hombres de…, cit., p. 104.
Id., Retrato de un…, cit., p. 48.
Id., Sin tiempo para…, cit., p. 55.
Id., Tiempo muerto, M., Espasa Juvenil, 2003, p. 13.
294
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Diego, el p rotagonista de Dormido sobre los espejos se enamora de Cuba y de la
forma de entender la vida sus habitantes, p ero se sobreco ge al observar La Habana. “No
había dinero p ara arreglar una ciudad que se resquebraja tras cuarenta años de resistencia
solitaria. […] La Hab ana era un monumento a la historia lo mismo que las Pirámid es de
Egip to o Petra o M achu Picchu. Pero un monumento lleno de gente que seguía allí, que
aunque lo quería, no tenía donde ir”
686
.
Si la ciudad de La Haban a marcó a su visitante, no menos lo hizo Almería a Hab ib,
protagonista de Noche de luna en el Estrecho, cuando llegó a ella tras atravesar el
Mediterráneo en p atera. No p odía creer que estuviese en una ciudad esp añola con edificios
altos, coches, restaurantes. Al llegar a la costa almeriense el zumbido de los motores de los
coches le “sonaba a sinfon ía de Nuevo M undo, a fanfarria de recep ción” 687.
No hay duda de qu e el marco dond e desarrolla su actividad un a p ersona imp rime
carácter, y así cuando el rep artidor de pizzas lleva el encargo al detective Mac en Una pizza
para A. F. Mac, detective privado, queda encandilado p or el esp acio: “Le gustó. Era un
viejo ed ificio que se caía a p edazos. Perfecto. Un buen detective que se p reciara no p odía
tener un desp acho lujoso en el centro”
688
.
Si el lu gar de trabajo marca el carácter de las p ersonas, más lo hace aún si es el
lugar donde son exp lotadas laboralmente. En La música del viento, los niños tejedores de
alfombras en la India trabajan sentados en el suelo de un cuarto iluminado p or la luz
artificial y ventilado p or un p equeño ventanuco, “así qu e allí el calor se manifestaba con
notable poder. No había rastros de un simp le refresco p ara matar la sed n i de nada parecido
a una revista, un ventilador o…”
686
687
688
689
689
Id., Dormido sobre los espejos, B., Editores Asociados, Abril, 2000, p. 112.
Id., Noche de luna…, cit., p. 127.
Id., Una pizza para A. F. Mac, detective privado, B., Montena, 2000, p. 9.
Id., La música del viento, cit., p. 88.
295
José R. Co rtés Criado
Además “los nueve niños y niñas dormían en el án gulo más alejado, juntos, en un
revuelto montón y , p or sup uesto, en el suelo ”
690
; p or tanto, no hay duda de que las vid as de
esos infelices están marcad as por el lugar donde p ermanecen las veinticuatro horas del d ía.
La descrip ción del p aisaje marca el comp ortamiento y da p ersonalidad a sus
habitantes. En Las Furias es p osible hacerse una idea d el tip o de v ida qu e disfruta el joven
protagonista del conflicto escolar al imaginar su entorno desp ués de leer: “M iró la basura
cubriendo solares, las esquinas y las calles como un manto de perp etua identidad; las
pintadas en las p aredes, unas ofensivas, otras p olíticas, otras sentimentales, las más
insultando a equip os de fútbol o a otras comunidades esp añolas; la p resencia de
preservativos o jeringuillas en mitad de ninguna p arte. M iró los rasgos de la miseria cara a
cara” 691.
Igualmente el lector p uede imaginarse el carácter d e la p ersona que habita en este
otro lugar, totalmente diferente, tras leer: “En el centro de la p laza había una glorieta que
conoció tiemp os mejores. Tal vez aún tocasen música desde ella. La rodeaban algunos
parterres de flores, una fuente y una estatua. Los edificios que rodeaban el esp acio eran
692
muy bonitos, especialmente…”
4.5.1.3.2.2.- LOS ES PACIO NO URBANOS.
En las obras analizadas en el ap artado anterior, el ambiente urbano juega un p ap el
imp ortante p orque influy e en la p ersonalidad de sus habitantes, p ero mayor importancia
adquiere el amb iente en las que se ocup an de esp acios naturales, p orque toda actividad que
contamine el aire que resp iramos, ensucie los ríos o los mares, destruy a los bosques y altere
690
691
692
Id., p. 97.
Id., Las Furias, cit., p. 159.
Id., Dormido sobre los…, cit., p. 259.
296
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
las condicion es de vidas de los seres vivos, tanto animales como v egetales, redundarán en
perjuicio de todos los entes con vida p rop ia habitantes de la Tierra.
Para resaltar el valor que el med io natural tiene p ara el ser humano, Sierra i Fabra
recurre, en el libro infantil ¡Ellos son diferentes!, a un ser extraterrestre llamado Tarulirú
57, que llegó al planeta Tierra y tras observar su sup erficie no p udo menos que exclamar:
¡Qué bonito! El nuevo m undo tiene inm ensas zonas de agua en las que viven m illones de
anim ales acuáticos.
¡Qué m aravilloso! El nuevo m undo tiene grandes montañas y bosques con árboles
altísimos693 .
También realza el mundo natural en El hombre que perdió su imagen, donde se lee
que su protagonista, Taziz, vive solo en un valle idílico al que faltaba una laguna p ara
resultar comp leto, p ero cierto día, d esp ués de una gran tormenta, descubrió que se hab ía
formado una maravillosa p resa natural. “Un bello, ap acible, tranquilo y sereno lago de
apenas cien metros de diámetro” 694.
El agu a también sirve a Sierra i Fabra en la historia titulada La música d el vien to
para rememorar idílicamente el p aisaje natural, cu ando escribe: “Finalmente, me atrajo el
murmullo del agua […] el agu a circulab a y p roducía ese suav e murmullo que suele
atrap arte. No era un riachuelo ni tamp oco una cloaca al aire libre. Proced ía de un a acequia.
Me senté junto a ella, me quité las sandalias que calzaba y sumergí mis p ies en el
agu a” 695.
De la capacidad que tien e el ser hu mano p ara ap rehender todo lo qu e le rodea d a
cuenta este fragmento: “Toda la magia, la fu erza, la p lenitud y la exuberancia de aquella
tierra emp ezó a metérsele p or los ojos, p or los p oros de la p iel, atravesando su sensibilidad.
Las casas de b arro y p aja de Huixtán, construidas en las laderas de la montaña, siguiendo la
696
tradición tzotzil…”
693
694
695
696
De esta manera el p rotagonista de la novela titulada Un hombre con
Id., Ellos son diferentes, cit., pp. 6-7.
Id., El hombre que…, cit., p. 26.
Id., La música del…, cit., p. 107.
Id., Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, M., Bruño, Paralelo Cero, 1998, p. 129.
297
José R. Co rtés Criado
un tenedor en una tierra de sopas se identifica con los indios mexicanos y sus ancestrales
costumbres
697
.
4.5.1.3.2.3.- EL EQUILIB RIO ECOLÓGICO
La p roducción literaria de Sierra i Fabra sobre este tema reúne una variada muestra
de referencias desde una óp tica d ivertida e in genua, como la dedicatoria que ap arece en La
fábrica de nubes. “A todas las fábricas del mundo, para que p inten sus humos de colores.
O, mejor aún, qu e no tengan tantos humos y no nos los h agan resp irar a nosotros,
¿vale?”
698
, hasta p lanteamientos más rigurosos como los exp uestos en La música del viento
o La reina de los cielos.
Sierra i Fabra hace suy a la máxima ecolo gista de actuar en cualquier lu gar donde te
encuentres en p ro de una mejor conserv ación del entorno físico. Así, se p uede leer en La
música del viento: “Piensa globalmente. Actúa lo calmente. No ech ar una colilla al retrete
no ay uda a la ecolo gía de Filip inas, pero sí a la nuestra, y es un p aso. Sin embargo, la
ecolo gía filip ina debe imp ortarme también, porque cuando uno de sus volcanes se p one
chulo y llena el aire de cenizas, p uede cambiar el clima de la región donde vivo.
Viajamos en un a nave llamada Tierra, y muchos aún no lo saben”.
La rup tura del equilibrio ecológico es el tema central de Los tigres del valle. Los
habitantes de un p recioso v alle v ivían armón icamente en aqu el lugar p aradisíaco; cada
habitante comía de lo que su tierra y su gan ado p roducía, n adie era más rico qu e su vecino,
no se conocía ni la codicia, ni el miedo, n i el hambre, ni el recelo, p ero el día en qu e un
viejo tigre quiso saciar su hambre y no tuvo la suficiente agilidad p ara cazar un simio y
decidió acercarse al p ueblo en busca de su sustento, la vida en el idílico v alle cambió.
697
La casuística es p rácticamente interminable, y no s e incluyen m ás ejemplos para no alarg ar
innecesariamente este ap artado.
698
19
Id., La fábrica de nubes, M., SM, El Barco de Vapor, 2003 , p. 5.
298
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Este incidente desató el p ánico en la p oblación a la que no se le ocurrió mejor
arreglo para acabar con el p roblema que exterminar los tigres. Só lo se op uso a esta decisión
el hombre de más edad del p ueblo, que a la sazón contaba con 110 años y nadie le hacía
caso p orque decían que estaba loco cu ando gritaba: “¡No matéis a los tigres de valle!” 699
Al desaparecer los tigres, los simios ocup aron todo el territorio, se rep rodujeron
infinitamente y , como morían lon gevos, asolaron las cosech as de los camp os, atacaron a los
humanos y terminaron adueñ ándose de todos los pueblos de la comarca al culminar el
éxodo d e sus habitantes.
De su lectura se desp rende una lección: romp ieron el equ ilibrio ecoló gico, p agaron
las consecu encias y los sup ervivientes contarán a sus descendientes “la historia de un lu gar
700
paradisíaco del cual la misma naturaleza les había expulsado”
.
Aunque el libro acaba con unas p alabras de aliento: “Quizá esos hijos y nietos
aprendieran entonces que h ay dos p alabras cruciales cap aces de sellar el destino de los
humanos en la Tierra: demasiado tarde.
701
Pero también hay otra palabra, tan dulce como h ermosa: esp eranza” .
Otra novela, Kaopi, relata que un joven guerrero vive en la selva amazónica y
observa cómo el hombre blan co corta ind iscriminadamente los árboles con la ayuda de
grand es máquin as que aceleran el p roceso y se sorp rende de que lo haga p orque él sabe que
la tierra resp ira por los árboles y las p lantas “y si la tierra moría, moría la vida”
702
.
En El último verano miwok se lleva a cabo una defensa a u ltranza del med io
ambiente y de las tribus indígenas que constantemente están extin guiéndose, así se p uede
699
700
701
702
Id., Los tigres del…, B., cit., p. 38.
Id., p. 101.
Id., p. 101.
Id., Kaopi, cit., p. 99.
299
José R. Co rtés Criado
leer que David, el joven p rotagonista y el anciano ind io “hablan un mismo len guaje
universal, el len guaje de la hu manid ad, el len gu aje de todos los que viv imos en este p laneta
y tenemos nuestras esperanzas dep ositadas en él, p or encima de creencias y razas, y en un
orden sup erior que forma el equilibrio de todas las cosas, vivas o simp lemente...
naturales” 703.
David p iensa que destruir el cementerio indio es atentar contra los derechos a vivir
en un mundo de justicia y respeto, y rememora: “Ríos muertos, mares contaminados como
el M editerráneo; el fin de los últimos reductos vírgenes en África; d esap arición d e esp ecies;
el p ie del ho mbre mancillando las estrellas, y nombres p ropios: la Amazonia, los grandes
bosques y a extingu idos de Estados Unidos o Canadá, p equeños remansos de vida que
servían de p uente entre los mundos como Doñana y los muchos que no conocía, pero que
existían en los cin co continentes”
704
.
También una cita eco ló gica ap arece en la obra Nunca seremos estrellas del rock al
recordar una frase p ronunciada p or Ernesto Sábato. “Tal como está el mundo ahora, todo, la
humanidad morirá p or asfixia en el 2030 y la única solución es la reb elión p acífica de la
gente joven”
705
.
En La reina de los cielos se p uede leer cómo un ser humano salv a de la muerte a un
agu ilucho arrojado d el nido p or su herman a que llevaba tres días en el n idal cuando él nació
y como era mu cho más fu erte lo exp ulsó p ara no tener que comp artir la comida con nadie y
así alimentarse mejor: “M is padres no me defendían. Eso no entra en el código d e un
águ ila. El que no sab e defend erse p or sí mismo muere. Así es el ap rendizaje”
703
704
705
706
Id., El último verano…, cit., p. 9.
Id., p. 165.
Id., Nunca seremos estrellas…, cit., p. 119.
Id., La reina de…, cit., p. 10.
300
706
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La mujer de Telmo, el hombre que llevó a su casa el aguilucho p ara criarlo, le
recriminó a su marido esa acción y le recordó: “Tu misión es filmar y no interferir en la
vida animal, n i alterar el equ ilibrio ecoló gico. Sólo ser testigo”
707
.
En otro momento del relato, cuando Telmo y su mujer visualizan un rep ortaje en el
que un águila caza un cerv atillo, ella se ap iada del animal cazado y él le recuerda: “No veas
sólo la muerte del ciervo […] Mira también el equilibrio ecológico” 708.
Octavio, el hijo d e Telmo y Alma desea d ar la libertad al águila, no qu iere qu e
termine en un zoológico p orque “a mí los zoos nunca me han gustado. Cumplen una
función social, de p reservación, d e defensa de esp ecies en peligro de extinción… p ero no
son más que cárceles. ¿Has v isto la cara de un gorila encerrado en una jaula? ¿Has v isto la
pereza de un león o un tigre que no tiene donde ir p or muy grande que sea su esp acio? ¡Ni
siquiera pueden cazar, se les da la comid a gratis!”
709
En esta misma obra se hace referen cia a la conocid a carta del jefe indio Sealth de los
Suwamish qu e reco ge reflexiones co mo la siguiente: “Cuando hay áis env enenado el último
río, talado el último árbol y asesinado el ú ltimo an imal, os daréis cu enta de que el din ero no
se come”710.
Que los mares son esquilmados es una realidad, y de ella se o cup a Sierra i Fabra
cuando, en Ben ezén, el pescador, narra que el mar de Hip arión terminó p or agotarse, y que
sus habitantes no quisieron analizar el quid de tal fenómeno ni mirar el tiemp o pretérito
puesto que “en el p asado se hallan las causas de nuestros males: la esp eculación, la p esca
indiscriminada durante generaciones”
711
.
Un solo p escador, M ayankay e, p ensaba en rep oblar la b ahía p ara devolv er su
identidad p esquera al p ueblo, sus “ideas no eran malas, p ero resultaban difíciles p onerlas en
707
708
709
710
711
Id., p. 21.
Id., p. 41.
Id., p. 88.
Id., p. 96.
3
Id., Benezén, el pescador, M., SM, Catamarán, 1996 , p. 20.
301
José R. Co rtés Criado
práctica. Para repoblar la bahía se necesitaban años, y los p escadores de Basay a no darían
tiemp o a que los alev ines se desarrollaran. Se ech arían a la mar como antaño, y la bah ía
volvería a agotarse”
712
.
Sus intentos p or restituir la p esca como actividad laboral fueron inútiles hasta que su
hijo Benezén p escó un pez de gran tamaño y descubrió que los p eces se reproducían en un
nuevo emp lazamiento marino. Nadie creía sus p alabras ni qu e su familia se hubiese co mido
un p ez, pero “cuando el p escador les mostró la esp ina, renacieron en aqu ellos hombres y
713
mujeres mú ltip les recuerdos y nostalgias. Los p eces ya no eran una simp le ley enda”
.
Del derecho a d isfrutar de una vida dign a y en libertad se ocup a Aydin, donde un a
ballen a belu ga macho de 500 kilo gramos se escap ó de un laboratorio ucran iano d el M ar del
Norte tras una tormenta en febrero de 1992.
El mamífero buscó refugio en el p uerto turco de Gerze, donde fue alimentado p or
los p escadores locales, y decidió quedarse a vivir h asta que las autoridades ucranian as lo
reclamaron y hubo de volver con ellos.
Turquía se op uso a su devolución al considerar que el animal había esco gido
libremente esta zona p ara vivir y estaba en su derecho de hacerlo. “Ninguna cadena p uede
imp edir la voluntad de ser libre ni la libertad del corazón, los sentimientos y el amor p or la
vida”
714
.
El Reino Unido se sumó a la petición de tutela de Aydin p or p arte de un grup o de
ecolo gistas que estaban disp uestos a liberarla en el mar d e Liberia, a tres mil kilómetros de
Gerze, donde las aguas no estaban contaminadas.
Por segunda vez la ballena consiguió escap ar en la p rimavera de 1993 y volver a la
costa turca donde la conocen con el no mbre d e Aydin que significa claridad. El joven
712
713
714
Id., p. 57.
Id., p. 118.
6
Id., Aydin, B., Edebé, T ucán, 1998 , p. 136.
302
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
pescador llamado Godar y amigo de la ballena cautiva, reflexion a sobre la vida que esp era
al cetáceo y el aviso dado con su actitud ante la intransigencia human a: “Animales
aniquilados p or el egoísmo, bosques calcinados p or la ignorancia, n aturaleza muerta en aras
del p rogreso, guerras levantadas p or la intolerancia”
715
.
4.5.1.3.2.4.- LA EXT INCIÓN DE TRIB US .
No solamente la extinción d e esp ecies animales p reocup a al autor; tamb ién defiend e
la existencia de las tribus p rimitivas que actualmente intentan sobreviv ir conservando sus
costumbres y creencias en nuestro p laneta.
Así se puede leer en Kaop i: “Constantemente oímos hablar en los medios d e
comunicación de la extinción de las ballenas, los elefantes y otras muchas esp ecies
716
animales (tres esp ecies desap arecen cada día)”
.
Y advierte además que ése no es el único cataclismo eco lógico ; se p roduce otro
quebranto may or del que no se suele h acer referen cia pública.
Raram ente se habla ya en esos medios de comunicación, quizá por propia vergüenza, de
otra extinción mucho m ás dram ática y sobrecogedora: la de centenares de tribus, razas,
etnias poderosas en otro tiempo, y que a lo largo del siglo XX han sido condenadas a la
desaparición, preferentemente por culpa del empuje y la expansión industrial.
Hace 150 años, la m itad del planeta Tierra estaba habitado por esas etnias. Entre finales
del siglo XVIII y la prim era m itad del XX, alrededor de 50 m illones de indígenas de los
cinco continentes han muerto exterm inados por la mano del hom bre, consciente o
inconscientem ente. La historia de la barbarie humana suele ocultarse, ignorarse, olvidarse,
y no es justo717 .
La historia d e Kaop i es un reflejo de esa realidad, es una novela que se ocupa de un
715
716
717
Id., p. 113.
Id., Kaopi, cit., p. 11.
Id., p. 11.
303
José R. Co rtés Criado
suceso que está ocurriendo hoy mismo en el mundo. Toda la obra es un canto al equilibrio
del hombre con la n aturaleza, que resume el abuelo del p rotagonista cuando le manifiesta
“que p ertenecemos al mundo del qu e somos p arte, y que debemos ser fieles a él”
718
.
Un ejemplo de esa estabilidad ecoló gica se muestra cuando se recuerda que la caza
es una actividad n atural de subsistencia en la que además el cazador p ide p erdón a su p resa
por matarla.
Por desgracia, la desertización y la contaminación también llegaron al entorno de
este indígen a y emp ezaron a notarse los efectos en los ríos cercanos a las zonas más
desarrollad as. “Durante la mañana atravesó dos riachu elos. Le extrañó qu e en ellos no
hubiera peces y que las aguas no fueran transparentes”719.
Kaop i era p arte integrante de su hábitat, de la selva. “Se sentía como si fuese p arte
de la tierra y los árboles. Se sentía unido a los an imales, p or p equeños que fuesen o p or
temibles que resultasen. Se sentía d ía a d ía más fuerte, más firme, más hábil en todos los
sentidos”720.
En la obra denominada Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas podemos
leer la siguiente información sobre las tribus aborígenes: “Tres millones de indígen as se
aferraban a sus tradiciones, ignorados y no pocas veces sometidos a p esar de su orgu llo.
Tres millones de p ersonas frente a la evolución, el mundo, el p rogreso y la tecnología. Era
como si no tuviera lu gar en el mundo, co mo todos los restos indígenas del p laneta”
721
.
Igualmente se o cup a Sierra i Fabra de la existencia de las tribus americanas en su
obra titulada Donde el viento da la vuelta. En ella se puede leer el consejo que recibe Nino,
su joven p rotagonista, de una anciana camp esina sobre su futuro como p ersona y el de su
país como nación: “Un solo ser humano es un p aís. Un puñado, su fuerza. M uchos, su
718
719
720
721
Id., p. 71.
Id., p. 92.
Id., p. 158.
Id., Un hombre con…, cit., p. 130.
304
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
orgullo. Hace cientos de años, cuando esto no se llamaba Guatemala, y a existíamos. No
imp orta el nombre que ten ga una tierra, imp orta la tierra -le pasó la mano p or la mejilla y se
722
la acarició-. Importas tú” .
4.5.2.- VALORES AFECTIVO-PS ICOLÓGICOS .
Los valores afectivo-p sicológicos se ocup an p rincip almente de todos los asp ectos
concernientes a los sentimientos, p or tanto habrá que analizar esp ecialmente los que afecten
a la seguridad y a la satisfacción p ersonal, así como a la p osibilid ad de amar y de ser
amado.
Unido a los sentimientos, hacen acto de p resencia en el ser humano otros factores
que configuran su p ersonalidad, como son la autoestima, la adap tación social y la
consideración social, por tanto habrá que analizar textos que hagan referencia a estos
asp ectos que configuran la p ersonalidad humana.
Además, se deb e p restar atención al equilibrio y p az interiores, como aglutinantes
de todos los valores afectivos-psicológicos del ind ividuo, p or cuanto todo ello redunda en la
salud mental de la p ersona.
Ap artado esp ecial deben o cup ar los libros que ded iquen su atención a las
cap acidades p síquicas requeridas p ara hacer frente a la v ida.
722
Id., Donde el viento…, cit., pp. 128-129.
305
José R. Co rtés Criado
4.5.2.1.- EL COMPROMISO CON LOS S ENTIMIENTOS , LAS MÁQUINAS Y
OTROS S ERES.
Las máquinas y otros seres no humanos desconocen los sentimientos y así lo
confirma Hu - Tan en La nave fan tástica cuando d ice a Jan Ro c: “Eso que llamáis
sentimientos son una tara engañosa. Nosotros funcionamos en base a la lógica y
fundamentamos todo cuanto hacemos en la razón” 723.
Hu - Tan, miembro del p ueblo Hues que vive en las entrañas de la Tierra, se
sorp rende al saber qu e el humano Jan Ro c desea volv er a la sup erficie terrestre y éste le
aclara: “Nunca se acaba de conocer a nin gún ser humano. Nosotros tenemos esa esp ecie
de... tara física que se llama sentimientos. Los sentimientos nos hacen imp revisibles.
Somos fascinantemente imp erfectos, aunque no estamos nada mal p ara ser unos
724
parásitos” . Los Hues consideran a todos los seres vivos qu e hab itan en la sup erficie de la
corteza terrestre unos p arásitos, como se comentó en el ap artado anterior.
Otra muestra de carencia de sentimientos en las máquinas se p one de manifiesto en
El ciclo de las Tierras, así Hal, p ersonaje de …en un lugar llamado Tierra, está conven cido
de que las máquinas difícilmente comp renden la sin gu larid ad del ser humano cuando
exp one: “Puede que ésta siga siendo la may or diferen cia entre hombre y máquinas -d ijo-.
Nosotros todavía somos imp revisibles, y nos gusta comp licarnos la vid a, esp ecialmente
cuando todo p arece muy fácil”
725
.
Hal también sosp echa que la evolución de las máqu inas está acercándolas a su
creador, el hombre, con lo cual se están humanizando, y lo manifiesta de la siguiente
manera: “A veces creo que las máquinas tienen cada día algo más de humanidad de lo que
pretenden hacer creer o de lo que nosotros pensamos. Hace siglos hubiera sido absurdo
pensar en que una máquina p udiera mentir. No era lógico. Hoy , en camb io, lo lógico es que
723
724
725
Id., La nave fantástica, cit., p. 80.
Id., p. 132.
Id., …en un lugar llamado Tierra, cit., p. 60.
306
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
puedan hacerlo p ara p reservarse a sí mismas de p eligros o p ara preservar al hombre, al
mismo Sistema.
[...]
A fin de cuentas... no se p uede ser dirigente sin mentir de cuando en cu ando. Algo
hemos heredado d e la antigü edad” 726.
Una muestra del acercamiento de los p ensamientos de las máquinas al de los
hombres se p roduce cuando una de ellas se suicida, y entre sus objetos p ersonales se
encuentra una cajita qu e llevaba siempre en una cavidad de su cu erp o que contenía “objetos
tales como una pequeña fotografía p lana d el Centro de Control donde fue creado, una cop ia
727
en miniatura de la p rimera nave interp lanetaria que p ilotó…, todo muy p ersonal”
.
Se p uede afirmar qu e su p rop ietario era un nostálgico que gu ardaba los recuerdos d e
su p asado como hacen los humanos, entre ellos in cluso se encontraba una rosa seca, lo que
demuestra que tenía un co mp ortamiento p oco lógico en un a máqu ina.
Otra demostración de la influencia p alp able en el p ensamiento de las máquinas p or
parte del hombre se observa en el dirigente máqu ina B alhissay , al que se acusa d e ser
individualista, fenómeno considerado como una de las p eores lacras sociales, y de la que él
se defiend e alegando : “Considero el indiv idualismo co mo un rasgo muy humano, uno de
los mejores y de los que más los diferen cian entre sí. Si este tribunal me consid era
individualista, me con gratulo de ello. Si lo soy, no me arrep iento de serlo”
728
.
En Marte XXIII, Kal, el orden ador doméstico de Arkady sabe qu e “el amor es un
729
asp ecto fisiológico muy curioso en el ser humano”
y algo ajeno a él. Sin embargo,
Arkady es una máquin a tan p erfecta que se sorp rende al descubrir que no es humano y está
enamorado d e Iliana, que tamb ién descono ce su condición de androide.
726
727
728
729
Id., pp. 117-118.
Id., p, 184.
Id., Regreso a un lugar…, cit., p. 26.
Id., Marte XXIII, cit., p. 78.
307
José R. Co rtés Criado
Otra máquina quiere transformarse en humano y manifiesta sentimientos de temor.
Sosp echa que el hombre qu iere destruirla y se convierte en un tirano que desconfía de todas
las demás máquinas que él mismo llegó a crear, como se lee en el relato El robot que
quería ser humano. “Se había convertido en un dictador, ni más ni menos. Las medidas de
protección que rodeab an al Gran Cen it y a su p ersona eran la resp uesta. Sólo los dictadores
tenían miedo ”
730
.
Según Sierra i Fabra el niv el de p erfección que se alcanzará en el futuro p ermitirá la
creación de máquin as por p arte del hombre mediante un comp lejo sistema de activación
neuronal, dond e la madre es sustituida p or un secuenciador nucleico. Estos nuevos entes se
considerarán seres humanos, tendrán inteligencia artificial y albergarán sentimientos
elevados, como asevera Zen: “Soy humano salvo p or esto -se tocó la p iel de su brazo-.
Puedo amar, tener relaciones íntimas, tener hijos por medio de fertilización
731
esp ermatozoidal…”
4.5.2.2.- EL COMPROMIS O CON LA S ATIS FACCIÓN DE VIVIR.
La defensa de la vid a es otro factor destacado en la nov elística del autor y no sólo la
manifiestan las personas, sino también los animales, e in cluso las máquin as y seres de otras
galaxias.
Hasta Adriana K, una vai, ser creado en un laboratorio, en Las voces del futuro,
defiende sus ganas d e disfrutar de la vida, p ues es consciente d e qu e ésta es lo más v alioso
que p osee, cuando exp one: “La vida es hermosa, señor Pons. Lo único que sé es que estoy
viva, que me siento viva, y que no quiero volver atrás, ni perder esto. Tengo mucho por
delante y quiero conocerlo”
730
731
732
732
.
Id., Relatos galácticos, cit., pp. 104-105.
Id., Las voces del…, cit., p. 32.
Id., p. 73.
308
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Héctor, el joven abo gado defensor, es rep rendido p or sus semejantes al defender a
un ser no humano, a lo cu al él resp onde: “Amo la vida, toda clase d e vida. Y p ienso que
cualquier forma inteligente o no de existencia merece una oportunidad. Ningún racista me
hará camb iar eso” 733. Conforme avanza en la resolución d el caso se afianza más en sus
convicciones y vuelve a insistir en que “no se trata de religión, sino de resp eto, amor,
paz...”734
El águ ila real, personaje de La reina de los cielos, sab e que su h erman a lo quiere
echar d el nido familiar p ara sobreviv ir, p orque los progenitores no p ueden alimentar dos
crías. “Sup e que iba a caer. Y a morir. M orir cuando todavía no había co menzado a
vivir” 735, p ero su regocijo es grande cuando se sabe a salvo, cuidad a p or animales
desconocidos p ara ella, que se ocup an de su sustento.
También me alim entan.
Todos me cuidan.
Esto es bueno.
Vivir es bueno736 .
Montse, la joven que ha recib ido un corazón trasp lantado es quien may or alegría
manifiesta p or la vida en la obra Donde esté mi corazón, y así lo confirma cuando comenta:
“La vida es muy extraña, p ero sólo cu ando se está a punto de p erderla tomamos conciencia
de lo que vale y de que lo es todo, p orque no tenemos nada más”
737
.
Su p asión p or vivir la llev a a afirmar: “Y a p esar de todo si he camb iado, p ara bien o
para mal, es p orque me vi mu erta, y eso da qué p ensar, ¿entiend es? Ahora las cosas más
sencillas me p arecen las más imp ortantes, y viceversa, porque las importantes se me
antojan idiotas. Aquellos días, cuando creí qu e me iba de este mundo, me decía a mí misma
733
734
735
736
737
Id., Las voces del..., cit., p. 98.
Id., p. 180.
Id., La reina de…, cit., p. 11.
Id., p. 28.
Id., Donde esté mi…, cit., p. 23.
309
José R. Co rtés Criado
que era injusto. ¿Por qué y o? Ahora estoy viva y ... aún me hago la misma pregunta. Pienso
738
en esa otra p ersona que murió para que y o... ”
Las madres, depositarias de la cap acidad de rep roducción de la esp ecie, son las que
mejor valoran la vida, sobre todo si la que está en juego es la de uno de sus vástagos. Así,
en Malas tierras, una madre no dud a en p edir ante las cámaras de televisión un corazón
para su hija enferma, apelando a los sentimientos que son comunes en toda p ersona y a las
gan as de vivir de la joven, fin alizando su p arlamento de la siguiente manera: “No la
conocen, p ero sí cono cen a sus hijos, o a otros hijos, y no hace falta que les diga que ella es
739
toda nuestra vida”
.
No hay may or estímulo p ara vivir que la fuerza del amor, de eso es consciente la
periodista que visita a Nino, el niño guerrillero, cuando está convaleciente en el hosp ital y
le recu erda qu e Neli, su novia gu errillera sigu e viv a, en Donde el viento da la vuelta: “Vive
-le dijo Alicia-. No mu eras inútilmente y vive. En cuentra a Neli, lucha p or la p az, ap rende,
lee, y tal vez el futuro sea un p oco mejor”
740
.
Se p odían reseñar múltip les citas que hacen referencia a la alegría de viv ir
resumidas en frases brev es, como la que p ronuncia la p rofesora del internado religioso de
chicas en La voz interior: “Amo la vid a, y la vida está llena de gente, ¿me sigu es?”
741
Disfrutar de nuestra existencia es un a constante en las obras analizadas. Así Tobías,
músico callejero que sobrev ive tocando el violín en la Rambla de B arcelona asevera que
“La vida es un concierto en sol may or, una obra ún ica p ara cada cual, irrep etible, y también
742
una sinfonía in acab ada”
738
739
740
741
742
.
Id., p. 103.
Id., Malas tierras, cit., p. 8.
Id., Donde el viento…, cit., p. 182.
Id., La voz interior, M., SM, Gran Angular, 19996 , p. 31.
Id., Concierto en sol…, cit., p. 112.
310
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.2.3.-
EL COMPROMISO CON LAS RELAC IONES AFECTIVAS ENTRE
PADRES E HIJOS .
Las relaciones afectivas entre padre e h ijo ap arecen desde la p rimera p ágina en El
último verano miwok. A lo largo d el texto la comunicación entre un padre y un hijo que han
vivido sep arados durante largo tiemp o va haciéndose más íntima, sirv iendo al joven p ara
madurar, p orque reconoce que “mamá era la vid a, p ero p ap á era el Sol, que brillaba siemp re
más allá de las nubes que lo envolvían”
743
, y porque comp rende que “la vida no transcurre
alrededor de uno, ni siquiera con uno: transcurre dentro de uno. Él me lo dijo aquel día, el
último día”
744
.
Como toda relación human a es bidireccion al, los efectos de la misma también
afectan al p adre, quien no duda en confesar a su h ijo que pensó abandon ar su carrera de
escritor por no querer sep ararse de él y que “p ase lo que pase, antes de que te vay as, o
desp ués de hacerlo, deseo que sep as que te quiero, que eres mi mejor obra, aquello p or lo
que estuve a p unto de renunciar”
745
, sintiéndose más calmado en los últimos días de su v ida
tras esa confesión.
Otro joven, John Lennon, no tuvo una infancia feliz, la ausencia de la figura p aterna
y las escasas visitas esp orádicas de su madre dejaron huella en su carácter. Nunca
comp rendió que su p adre lo abandonase a los cinco años ni soportaba que su madre
únicamente lo viese algunos días al año. Su tía era cariñosa con él, p ero también era
consciente de las carencias con las que se criab a su sobrino y sosp echaba lo que ib a a
suceder cu ando adv irtió a su herman a: “Yo misma estoy asustada. Johnny ha tomado las
riendas de su vida. No tardará en volar”746.
743
744
745
746
Id., El último verano…, cit., p.12.
Id., p. 12.
Id., p. 177.
Id., El joven Lennon, cit., p. 103.
311
José R. Co rtés Criado
Cuando John sup o que uno de sus amigos quedó huérfano y debía vivir en un
orfanato, su p ensamiento fue el siguiente: “Era la soledad total. Perder a su p adre y p erder
747
la libertad. Cu alquiera p odía enloquecer con menos motivos”
. Lo que confirma la
sensación de amp aro que tiene con su tía y lo que valora sentirse libre.
John suple sus carencias afectivas y sus frustraciones con la música, ella es su
refugio: “La música creaba el entorno, y era la vieja carretera amarilla, la misma que
conducía a Oz, la que se abría p aso hasta los confines de su ser y desde allí a todas
direcciones”
748
.
Los sentimientos suelen jugar malas pasadas en las relaciones familiares. En Seis
historias en torno a Mario encontramos a este jov en inmaduro que necesita sentirse querido
y p rotegido; su falta de autoestima le hace refugiarse en su amigo Coque, un viv idor que lo
introdujo en el consumo de drogas, iniciando así su declive humano y físico, que concluy e
con la muerte.
A p esar de que su madre cree “que lo único que le suced ía es que se sentía
749
perdido” , su hermana Alejandra veía que “Mario era cuanto y o había deseado ser, y p or
ello siemp re me enfrenté a él. Era como un esp ejo en el que me veía reflejada, o más bien
como si en ese esp ejo, a un lado estuviese y o, tal y como era, tal y como he sido siemp re, y
al otro lado se encontrase mi otro y o, el deseado... el temido ”
750
.
Esa envidia la condu ce a su autodestrucción p ersonal, y a que no se enfrenta a su
familia ni afronta su vida con la may or dignidad p osible sino que se odia a sí misma, según
se desp rende de sus p ropias p alabras: “Escogí el falso camino d e la dignidad. Y me convertí
en una amargada y una solterona mucho antes de que los años vistieran de ocre mis
recuerdos y me emp ujaran hacia un futuro gris y vacío”
747
748
749
750
751
Id., p. 39.
Id., p. 157.
Id., Seis historias en…, cit., p. 155.
Id., p. 91.
Id., p. 91.
312
751
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La memoria de los seres perdidos mu estra en determin ados fragmentos la
comp licidad entre la protagonista y su hermana, recordando al lector el valor de la
fraternidad; así la p equeña p ide a la may or que justifique ante su p adre el poder regresar a
la una de la madru ga el p róximo viernes y ante las dudas de ésta p rop one la siguiente
pregunta: “¿Y qué? ¿Vas d e hermana may or rep elente o hermana may or, buen a amiga y
colega?”
752
, antes de consegu ir la resp uesta afirmativa.
En esta misma obra, en ocasiones es la relación familiar entre p adres e hijos la que
se refleja, aunque a v eces h ay sombras de dud as cuando se hace algún comentario sobre
huelgas o reiv indicaciones sociales. En esos mo mentos la madre intenta zanjar las
discusiones diciendo: “Somos un a familia. Ni id eolo gías distintas ni n ada. Una familia. No
lo olvidéis. […] Y tus hijas tienen su prop ia personalidad, y mientras sean buenas personas,
me da lo mismo que se ap unten a un movimiento p acifista […] o se casen con un n egro, un
chino o un gitano. El mundo es así. El mundo d e ahora mismo, no el de ay er o el de
753
anteay er. El de hoy . Y hoy es hoy ”
.
La madre asume en todo momento un p ap el conciliador cuando au menta la tensión
en las relaciones familiares, como suele ser frecuente en la vida real y en la literatura. Por
ejemp lo, se p uede en contrar en la Mamá de la obra d e M iguel Delibes, El príncipe
destronado, que en determinados pasajes p uede “adoptar una postura in termedia,
pacificadora, restañadora de viejas heridas”
754
.
Otras chicas no tienen la misma facilid ad para comun icarse con sus padres o
carecen de un a figura materna qu e las proteja, tal es el caso de Narayan p ersonaje femenino
de La música del viento que cuenta cómo sus p adres la vendieron junto con otra hermana,
porque una mujer sup one un gasto p ara la familia al tener que ap ortar una dote sustancial al
755
matrimonio. “Mi p adre quería hijos, no hijas. Hijas cuestan dote”
752
753
754
47.
755
.
Id., La memoria de…, cit., p. 40.
Id., p. 54.
GÓMEZ YEBRA, A. A.: “ Introducción” a Miguel D elibes. El príncipe destronado, M., Espasa, 2007, p.
SIERRA I FABRA, Jordi: La música del…, cit., p.135.
313
José R. Co rtés Criado
En el relato El oro de los dioses se mezclan v arios temas en su trama: el deporte, las
relaciones p aterno-filiales y el dop aje en las competiciones olímpicas. Recuerdo que a
partir de unas noticias ap arecidas en los medios d e co municación en la que se narran los
métodos usados p or los médicos dep ortivos de la extinta RDA, se recrea esta historia en la
que si se demuestra que el corredor alemán gan ador de la prueba de 400 metros valla en
Munich 72 estaba bajo los efectos de algún p roducto p rohibido, el corredor esp añol que
llegó en segundo lu gar sería el verdadero campeón.
La noticia es la excusa p ara inventar esta historia, dond e tiene cab ida un p adre
obsesionado con una derrota no asumida, culpando a otros de su fracaso, -es muy humano
echar las cu lp as a los demás-; p ero no reconocer su error lo llevó a co meter otros, como
emborrach arse, tener un accidente de coche y quedar lisiado de una p ierna; además
proy ecta sus frustraciones en su hijo, pues quiere que éste alcance sus sueños, obligándo lo a
correr p or él, a ganar una medalla olímp ica p or él, a vivir p or él, hasta que acep ta su error,
su amargura y decid e liberar al hijo de esa carga emocional. Desde ese mo mento el chav al
corre mejor y mejora sus tiempos en los entrenamientos.
El adolescente recu erda las p alabras de su madre cu ando le decía que él era quien
gan aba la carrera, no su p adre y le daba ánimos indicándole que debía ser, ante todo, feliz.
“Tamp oco creo que tener una carrera te haga mejor. No creo ni en los estudios. M i padre, tu
abuelo, ha sido la p ersona más inteligente que h e cono cido jamás, y era porque leía. Un
libro al día”
756
.
Tamp oco p uede olvidar las de su p adre que lo liberaron de un gran lastre emotivo:
“El día que te pedí que ganaras una med alla olímp ica p or mí tenía que haberme cortado la
len gua, y el día qu e me dijiste que gan arías p or mí tenía que haberte dado dos bofetadas” 757.
756
757
Id., El oro de…, cit., p. 98.
Id., p. 124.
314
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En los libros p ara los p equeños lectores surgen también las relaciones familiares en
clave de hu mor. Como muestra valga recordar los casos de los personajes Lamberto y
Víctor, de ¡¡¡Lamberto!!!, y de la colección Los libros de Víctor y cía.
Lamberto es un niño que busca la autoestima y el cariño de los demás, intenta hacer
el bien pero p ara su des gracia todo le sale mal, él oy e, interp reta y actúa, p ero nunca
resultan los hechos como él desea a p esar de que siemp re p rocura ay udar a todas las
personas desinteresadamente, pero el problema es otro: “La culp a era de ellos, que nunca se
758
exp licaban bien. Estaban todos locos” .
Es imp osible que en un sólo día le ocurran tantas cosas: lee, se transforma en un a
mezcla de Robin Hood, San Francisco y boy scout, quiere hacer deporte y termina
ensuciando la fachada de su casa y romp iendo un cristal del vecino; quiere ay udar a su
hermana, y la enfad a con su mejor amiga; pretende que su hermano ju egue la final d el
camp eonato de fútbol, y consigue que lo elimin en del equip o titular; a su padre lo p one en
manos de unas viejas chalad as, como si fuese alcohó lico ; a un ratero le facilita la entrada en
su casa y le da rop a nueva d e toda la familia; se qued a al cuid ado de su hermana d e seis
meses y la cambia p or otro bebé sin darse cu enta, en fin, qu e p ara ser el p rimer d ía de
vacaciones de Navid ad realiza mil acciones desastrosas.
Víctor es otro p ersonaje del mismo estilo que Lamberto, aunqu e éste es el preferido
de Sierra i Fabra, es el niño qu e a él le hubiese gustado ser, y también intenta hacer buenas
accion es y ay udar a los demás, p ero los resultados de sus acciones no suelen ser lo
gratificantes que él p resume y suele tener algún que otro roce con sus p rogenitores y
hermanos. Así en Jamala jí-jamala já termin a creando un conflicto may úsculo p or querer
consegu ir el autógrafo de su ídolo, Bruce Sp ringsteen y piensa: “¡Había que ver cómo
podían comp licarse las cosas! Y siemp re a él. ¿Y si además de atraer la sucied ad, como
decía su madre, atraía los p roblemas?”
758
759
759
Id., ¡¡¡Lamberto!!!, cit., p. 132.
Id., Jamalají-jamalajá, M., SM, Los libros de Víctor y cía, 1995, p. 130.
315
José R. Co rtés Criado
En contra de lo previsto, las acciones perp etradas p or Víctor en Noche de paz…, o
casi tienen un fin al feliz. Consigu e el reconocimiento de sus p adres e incluso de las tías
solteronas que los invitan a cenar en su casa en Noch ebuena, desenmascarando las malas
intenciones de sus p rimos y afirmando de su familia: “Lo que p asa es que somos legales.
Mi p adre es un tío estup endo, de lo más honrado y muy buena p ersona; mi madre es
maravillosa y un p edazo de pan; mi hermano es genial y muy listo; y mi h ermana es
fantástica y muy guap a” 760.
Un caso insólito de familia desesp erada ante la condu cta de su vástago se p uede
encontrar en Querido hijo: estás despedido. Como su título ind ica se trata del desp ido
formal de un hijo p or parte de sus p adres; la madre le entregó un sobre con el despido y lo
obligó a firmar el acuse de recibo mientras le decía: “Esto me cuesta más a mí que a ti, p ero
como no quiero p onerme enferma, ni que se me caiga el p elo, ni p arecer una mo mia d e cien
años a los cuarenta, hay que ser egoísta. Dicen que la felicidad b ien entendida empieza p or
uno mismo”
761
.
Miguel, que así se llama el p ersonaje, es un much achito cap richoso que no colabora
en casa, que dice p asar de todo, qu e es d esp edido como hijo cuando la madre h a alcanzado
un alto nivel de desesp eración y afirma: “mis derechos han sido vulnerados rep etidamente,
mientras mis deberes han sido cump lidos con creces. Los d e Amnistía Internacion al incluso
762
dirían que h e sido torturada”
.
Al final, el chico p ide consejo a su vecino, un anciano que ejerció de abo gado
durante muchos años y p resentó un p liego de d escargo donde entre otras cosas se
comp rometía a “no ensuciar ni tirar cosas ni creerme el Rey de Roma n i pasarme un p elo
por mi condición de niño, ni p ensar que tengo licencia p ara hacer lo qu e me d é la gan a” 763,
y fue readmitido en su casa.
760
761
762
763
Id., Noche de paz…, o casi, M., SM, Los libros de Víctor y cía, 1995, p. 114.
Id., Querido hijo: estás…, cit., p. 16.
Id., p. 18.
Id., p. 105.
316
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.2.4. – EL COMPROMIS O CON LA POS IBILID AD DE AMAR Y SER AMADO.
El amor y la amistad son p reocup aciones de adolescentes y jóvenes en su p roceso de
madurez; lo necesitan para sentirse seguros y acep tados en la sociedad, y cualquier actitud
vejatoria de alguno de sus igu ales hacia un sentimiento p ropio es una enorme contrariedad
en sus vidas, p oco estables emocionalmente a esa edad.
Así, en Noche de viernes, Ismael se lamenta de su marcha a la mili y de que su
novia haya decidido ro mp er con él, pero su amigo le dice qu e deje de lamentarse, que el
problema de todo es de “la p asta. Si tuvieras pasta habrías sobornado a alguien p ara que te
librara de la mili, te habrías buscado la vida, y encima tendrías a tu nena en la p alma de la
mano”
764
. No tiene reparos en ridiculizar a su amigo e intentar influir en su modelo de
conducta.
Ismael acep ta esa verdad qu e le masacra las entrañas, sigue pensando en su amada y
piensa que “el amor no se sup lica” 765. Se reafirma en esa id ea cu ando su amigo José Luis le
dice “que a una tía no se le sup lica nunca”
766
y le aconseja que le dé “dos hostias”. Se
debate entre la op osición de sus ideas y las de su amigo.
La violencia sexista de este p ersonaje marca su carácter. Para él la vida se reduce a
poseer dinero y dominar a las mu jeres, p or las qu e no siente nin gún resp eto, sin llegar a
sop esar lo que es el amor; así afirma sin rubor que “a mí me la trae al fresco que mi
hermana sea una zorra. Es su vida. […] No sé si se le puede llamar novia a Noelia. Ella dice
que sí lo es. En cualquier caso la tengo muy en su sitio, y no se me p asa un p elo. […] Los
764
765
766
Id., Noche de viernes, cit., p. 104.
Id., p. 104.
Id., p. 105.
317
José R. Co rtés Criado
viernes por la noche son p ara los amigos. Te lo p uedes montar con una tía en cualquier
767
rato”
.
Además de ser Ismael motivo de burlas de sus amigos p or añorar a la joven que ha
decidido ro mp er la relación sentimental que ambos mantenían, también lo es p or tener un
hermano ho mosexual, ya que para alguno de sus amigos eso es signo de inferioridad. “Para
él, [Lázaro] un homosexual es un homosexu al, y no hay más que h ablar. Los tíos como él o
José Luis desp recian todo tip o de debilidad, porque van siemp re de duros, alardeando de
machos”
768
.
Los que no alardean de macho, tamb ién tien en sus reparos sobre el tema, así Serafín
dice: “Tener un hermano homosexual, y que todo el mundo lo sep a, ha de resultar
demencial. Primero eres el hermano del marica, y luego acabas siendo ob jeto de sosp echa,
porque la gente p iensa que si has dormido con él toda la vida, comp artiendo habitación,
algo habrá pasado”
769
.
Quizás Ismael se encuentra en una encrucijad a vital, por un lado d ebe enfrentarse al
servicio militar, p or otro es rechazado por su novia, y además debe demostrar claramente su
conducta sexual, aunque Lázaro le dice: “No te vas a volver maricón como tu hermano,
tranqui, que eso se nace”
770
. Está convencido de que su amigo p iensa que él busca una
novia p ara no ser confundido con su hermano.
Otra p ersona que busca amor es Neli, un personaje de Malas tierras, que tien e
necesidad de sentirse querida: “Para mí, el amor es co mo el aire qu e resp iro cada d ía
771
-susurró Neli-. Lo necesito”
. Solamente una p ersona insensible no se daría cu enta de su
carencia afectiva. “Parecía estar sola, muy sola, más de lo que la d istancia de su casa daba a
entender. Cati la abrazó con ternura durante unos segundos”
767
768
769
770
771
772
Id., pp. 30-31.
Id., p. 88.
Id., p. 26.
Id., p. 87.
Id., Malas tierras, cit., p. 117.
Id., p. 117.
318
772
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
José M aría, p rotagonista de La estrella de la mañana, finalmente ha conseguido con
gran esfuerzo sup erar las adversid ades de su entorno social para mejorar económica, social
y moralmente; ha merecido la p ena, y todo gracias al amor, co mo reconoce en la carta
enviada a la p ersona deseada: “Conocerte fue lo mejor d e mi vida. Amarte fue lo más
hermoso que jamás habré tenido. Pase lo que p ase, te quiero y te querré siemp re, siemp re,
siemp re”773.
Estos dos p ersonajes enamorados en p lena adolescencia h an mantenido su amor
durante cinco años, él intentando sup erarse y acabar sus estudios; ella, recordando los días
pasados junto a él, p ensando que jamás se volv ería a enamorar y sin saber qu é fue de la
existencia d e Joma h asta que reap areció en su v ida con un título universitario b ajo el brazo,
un trabajo de creativo en una emp resa de publicidad y ver sus cómics e ilustraciones
imp resos en más de una revista y algún libro.
Sierra i Fabra ensalza el amor en los p rimeros años de la adolescencia. Los
personajes que a esa ed ad se enamoran en sus libros suelen tener las ideas muy claras y los
sentimientos a flor de piel. Defiend e que “el amor a los d ieciséis, diecisiete, o d ieciocho
años es casi siemp re lo más fuerte y fundamental. Incluso a los quince, co mo su p rima
Asun, o a los catorce, como M iriam, la del colegio, que d esp ués de cuatro años seguía igu al
de enamorada de su novio ”
774
.
Montse, la p rotagonista de Donde esté mi corazón, charla con un amigo sobre la
vida en pareja y la dificultad de conocer a las p ersonas, y formula la siguiente pregunta:
“¿Es que alguien conoce a alguien alguna vez?”
775
Esta duda que le asalta en lo que p arece ser el inicio de una relación sentimental con
el joven es corriente cuando dos p ersonas comienzan a conocerse, pero en este caso tiene
773
774
775
Id., La estrella de…, cit., pp. 171-172.
Id., Donde esté mi…, cit., pp. 154 -155.
Id., p. 141.
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José R. Co rtés Criado
may or razón de ser p orque el chico entabló amistad con ella cu ando la sup o dep ositaria del
corazón de su antigua nov ia.
Montse sosp echa que Sergio está enamorado del latido de un corazón y resume la
situación creada d e la siguiente manera: “p ersigue el corazón del ser que ama y se enamora
776
de nuevo de su dueña”
. Las sosp echas de M ontserrat son ciertas; su comp añero llegó
hasta ella siguiendo el rastro de una p ulsación.
Caridad Molina, p rostituta, p ersonaje de Camarada Orlov, es otro de los p ersonajes
solitarios que buscan el amor desesp eradamente. “Su necesidad de cariño le v enía imp uesta
por su trabajo y p or sus raíces. Necesitaba amar a un ho mbre p ara olvid ar los cientos a los
que fin gía amar p or unos minutos, y necesitaba ser amad a p ara sentirse p rotegida, querid a y
menos sola. Lo estuvo de niña, al no tener p adre, y lo sigu ió estando en la adolescencia y en
su iniciación en el negocio de la p rostitución. Después, a lo largo de su existencia, sólo
777
había tenido chulos y macarras”
.
En Rabia el amor no corresp ondido hace su ap arición en primer lu gar. La jov en
protagonista sabe qu e su v ecino y amigo está p erdidamente enamorado de ella, p ero ella es
consciente de que él no es la p ersona que ocupará su corazón más allá d e una sana amistad
y sabe el daño que le causa involuntariamente.
Es muy duro amar a alguien sin esperanzas.
Y aún m ás duro tenerlo cerca, tan cerca, com o m e tiene Gabriel a mí778 .
Posteriormente comp rende qué es el amor, y se p regunta “¿Dónde leí la frase: "El
amor es la más injusta de las emociones. No te deja vivir, p ero al mismo tiemp o te imp ide
morir"? ¿Dónde? Eso sí es de una mente lúcida”
776
777
778
779
Id., p. 207.
Id., Camarada Orlov, cit., p. 207.
Id., Rabia, cit., p. 22.
Id., p. 104.
320
779
. Y en su proceso de maduración
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
confiesa: “Y sí, sí h abía ap rendido algo esencial: que el chico d e tus sueños nunca es el
chico de tu corazón”
780
.
Aunque siemp re sup o que “sólo aceptándonos como somos p odremos sacarnos el
mejor p artido. Cada cu al tien e algo. Hay que potenciarlo. El mundo se entiende a través de
nuestra prop ia percep ción, y ésta debe ser libre, descontaminada”
781
, p orque “nadie p uede
op erarse p or dentro p ara ser "guap a" de corazón” 782.
“Un día te dije que cuando no p udiera escribir un poema, es que estaría muerto.
783
Mátame p ara que p ueda vivir, aunque nunca sea libre de ti”
. Así se manifiesta una
persona enamorada que vive a miles de kilómetros de su amor en Dormido sobre los
espejos. Los azares del destino sep araron a la p areja. Esta en igmática esquela no tiene
sentido sin conocer la h istoria ocurrida con anteriorid ad.
Ella p asó su adolescencia y juventud sirviendo en casa de un militar adicto al
régimen franquista tras la guerra civil, donde fue sometida a abusos constantes p or p arte de
él hasta que logró huir. Se casó y más tarde, estando embarazada, fue localizada p or su
antiguo señor que p retendió reanud ar su relación con ella.
Su esp oso no estaba disp uesto a consentirlo y terminó asesinando al héroe de la
contienda civ il, p or lo que tuvo de huir de España, aunque oficialmente se dijo que
desap areció cu ando fue a p escar y ella se convirtió en una viuda. Al cabo d el tiemp o un
nieto descubrió la v erdad y viajó a Cuba p ara reencontrarse con su abu elo.
Al abuelo del p rotagonista, el amor que siente h acia su mu jer no le imp idió tener
otras comp añeras en Cuba p ero su corazón seguía preso de su p rimer amor, p or eso sus
780
781
782
783
Id., p. 115.
Id., p. 44.
Id., p. 46.
Id., Dormido sobre los…, cit., p. 24.
321
José R. Co rtés Criado
misivas “eran algo más que cartas de distancia y adiós, de soledad y tristeza. Y eran algo
784
más que p oemas de amor, [...] Eran cartas de desesp eración. Y eran poemas de vid a”
.
El abuelo cu mp le la sentencia de Ernesto Che Guevara que el autor de la novela
incluy e en la misma: “Hay que ser duro p ero no p erder nunca la ternura” 785.
En 97 formas de decir "te quiero" se narra una historia d e amor extraña. Dan iela,
una chica desconocid a para Cristóbal, le revela que ambos murieron veinte años atrás con
la p romesa d e reencarnarse. “Moriste injustamente, y y o lo hice unas horas d espués, p or
786
ti.”
787
. “Yo me suicid é al d ía siguiente de morir tú. Por amor”
.
Todo lo narrado p arece una locura que sólo puede hacer una p ersona enamorada:
“Una loca no hace todo lo que y o he hecho. Una p ersona enamorada, sí. Una vez leí que
por amor se hacen las cosas más estúp idas, p ero también las más grandes y
maravillosas”
788
.
El joven investiga la historia contada p or la chica y comprueba que es cierta la
muerte del joven y el p osterior suicidio de ella. Sorp rendido p or lo av eriguado, decide
visitar ambas familias e intenta sentir algo esp ecial en p resencia de esos seres que al
parecer formaron p arte de su vida anterior.
Su amigo sosp echa que es una op ortunidad única de ligar, su hermana se sorp rende
de tal modo que cree que esa chica deb e quererlo mucho cuando ha arriesgado tanto y la
joven reencarnada le deja la solución del dilema a él: “Sabíamos que nuestro amor esa
789
sup erior a todo, y ésta es la p rueba. Ahora todo dep ende de ti” .
784
785
786
787
788
789
Id., p. 51.
Id., p. 277.
Id., 97 formas de decir “te quiero”, M., Bruño, Paralelo Cero, 2001, p. 26.
Id., p. 24.
Id., p. 139.
Id., p. 26.
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Para afianzar su historia, la jov en le manifiesta muy serenamente qu e sabe que él es
su amado p orque ambos han acudido a la cita que concertaron en sus anteriores vidas, y lo
acep ta porque su unión es espiritual, sin importarle su asp ecto externo. “Yo no quiero tu
físico, sino tu esencia. Te quiero p orque sé que eres tú, p orque sé que el alma de Andrés
está en ti. M e daría igual que fueras feo” 790.
Al final, Cristóbal rompe con su novia, entabla una relación formal con Daniela y
envía un as flores a la madre de Andrés, su presunto reencarnado anterior, p ara mitigar el
dolor causado con su visita al remover los recuerdos. El ramo llevaba una dedicatoria
791
anónima: “Andrés siempre estará con nosotros” .
La madre de Andrés, al recoger el ramo y leer la nota ad junta, vuelve a sus
recuerdos y comenta a la sirv ienta el parecido de aquel muchacho que la visitó con su hijo:
“Se p arecía tanto a mi Andrés... [...] Eran... sus ojos, su mirad a, algo que trascendía más
allá, no sé si me co mp rende [...] Y tenía su misma ed ad”
792
.
En Camarada Orlov se aborda el amor y su caren cia. Así se p uede leer una historia
de amor entre dos jóvenes que d eciden huir de España en p lena guerra civ il, antes que
permanecer en ella y no p oder comp artir su vida p or culp a de la intransigencia del padre de
la joven.
Cuando consiguieron subir a la embarcación que los conduciría a África, “se
besaron mecidos p or el bamboleo de la barca. El motor, rugiendo en su libertad marin era,
les cubrió los últimos pensamientos y los convirtió en p uñado de sentimientos fugaces que
el viento diseminó p or el M editerráneo”
793
. Partían felices hacia un nu evo e incierto destino
donde el amor sería el centro de sus vidas.
790
791
792
793
Id., p. 27.
Id., p. 170.
Id., p. 171.
Id., Camarada Orlov, cit., p. 362.
323
José R. Co rtés Criado
En la misma obra, Caridad M olina, una p rostituta, siente no poder disfrutar del amor
ni confía en alcanzarlo dad as sus circunstancias personales: soledad, falsos amores, y
ausencia d e afectividad verd adera.
Hasta el águila real en La reina de los cielos siente lo qu e es el amor, o al menos así
lo manifiesta el autor p or medio de los p ensamientos del av e rap az.
¿Sois m is carceleros o m is padres adoptivos?[...]
No sé de qué especie sois, pero os respeto.
No os entiendo, pero os valoro.
No soy como vosotros, pero en vuestra horrible fealdad sois hermosos.
El amor siempre lo es794 .
4.5.2.5.-
EL COMPROMISO CON LAS CAPACIDAD ES PS ÍQUICAS PARA
HAC ER FRENT E A LA VIDA.
Los sentimientos forman un a p arte sustancial del ind ividuo y un desequ ilibrio
afectivo p uede acarrear graves p roblemas de condu cta. Sierra i Fabra ha cap tado distintas
actuaciones rep resentativas de conductas encamin adas a afectar p sicoló gicamente a algunos
protagonistas de sus obras, además de los comp ortamientos p rop ios de la adolescencia y
primera juventud que afectan tanto a la vida sentimental como al desarrollo físico.
En La balada de Siglo XXI Sierra i Fabra refiere el modo de actuar de la industria
discográfica p ara crear un grup o musical d e gran éxito entre los jóvenes con una única
finalid ad: consumir.
Y co mo unos emp resarios han inv ertido gran cantidad d e din ero en el conjunto
musical, d ecid en desarrollar una campaña agresiv a sobre su futura grab ación p ara gen erar
“la sensación d e que quien no ten ga vuestro disco no existe, no está a la última. Eso es una
794
Id., La reina de…, cit., p. 98.
324
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
camp aña hyp e: crear una ansiedad. Brian Epstein la h izo en el sesenta y cuatro. ‘¡Que
vienen los B eatles!’ Y llegaron, casi co mo extraterrestres, arrasándolo todo, p orque
millon es de chicos y chicas los esp eraban, los necesitaban. ¿Te das cuenta? Ansiedad,
necesidad”
795
.
Los jóvenes que habían sido seleccionados p ara constituir la citada banda lo fueron
en función de su cap acid ad p ara la música pero no en la de su madurez emo cional; no
estaban prep arados p ara asumir la responsabilidad d e su nuev a forma de vivir, lo que les
provoca una alteración de sus vidas cotidianas, y sucumben a la vorágine d el éxito y toda la
parafernalia que lo envuelve; solamente el músico más maduro p sicoló gicamente sobrev ive
a los envites del tóp ico sexo, drogas y rock and roll.
Así, la joven Lorn a, la estrella absoluta d el grup o, sigue compulsivamente los p asos
de su progenitora hacia el alcoholismo, mientras busca afecto y comp rensión; el
desequilibrado e imp revisible Brian, esnifa cocaína habitualmente con sus múltip les amigos
surgidos al amp aro del din ero, mientras busca la verdad era amistad. Los actos de estos dos
comp onentes p onen en p eligro la celebración de algunos conciertos, e incluso la de este
último p rovoca la exp ulsión del con junto de algunos países por llevar con él cierta cantidad
de droga.
El tercer comp onente de la banda, Álex, tiene la música como estimulante cerebral.
Vive p or y p ara ella. Su destino es similar al del mítico Jimi Hendrix. “Un día Jimi Hendrix
descubrió que y a no p odía extraer nad a más de su gu itarra, que h abía llegado al límite. Dos
semanas desp ués fallecía a causa de un vómito p roducido p or una sobredosis mientras
dormía. ¿Suicidio o accid ente? En realidad h abía muerto y a aquel primer día decisivo”
796
,
dándose la salvedad de que el personaje de la novela decid e acabar con su vida, al no p oder
crear una nu eva melodía, ahorcándose en el salón de su casa.
795
796
Id., La balada de…, cit., p. 74.
Id., p. 151.
325
José R. Co rtés Criado
Solamente Ian Camp bell, el músico mentalmente más fuerte, sale ind emne d e la
aventura musical en la obra La balada de Siglo XXI, regresando a sus orígenes, es decir, a
su barrio y a convivir con sus amigos de siempre, encerrando en un paréntesis la etap a de su
vida con los demás comp onentes del grup o Siglo XXI.
Otro p ersonaje, Nilo, en Donde el viento da la vuelta, es un niño guerrillero que
alcanza la madurez física y p sicológica lejos de las armas, gracias a la ay uda recibid a p ara
estudiar p or p arte de una joven p eriodista. Una vez licenciado en Derecho se ocup a de
salvar a los niños de la calle que p ululan por las aceras de Guatemala y colabora con
Amnistía Internacional porque cono ce p or p rop ia experien cia el horror qu e han de sop ortar
los niños que p articip an activamente como soldados en una guerra sin cuartel; sabe que el
hecho de arrep entirse no es suficiente para expiar sus desgarros anímicos.
Porque “al terminar la guerra y crecer es cuando esos niños que han tomado las
armas se dan cuenta de lo que han hecho y lo que ha sido de sus existencias, y tienen
entonces graves p roblemas p síquicos. Están marcados. Lo que han vivido (la muerte
dramática de los suy os), tanto como lo que han hecho (matar, a veces a sangre fría), se les
presenta como un continuo horror que les impide ser personas normales. Es muy difícil que
se reintegren a la sociedad con esa normalidad que h an p erdido” 797.
El joven p rotagonista de En un lugar llamado guerra sobrevive al conflicto bélico
que vive su p aís, ay uda económicamente a su familia realizando funciones de guía a
periodistas extranjeros y es consciente de que su lugar está junto a los suy os, tanto en
tiemp os de guerra co mo en tiemp os de p az. Un p ersonaje de esta novela, p eriodista alemán
llamado Mahle, es consciente de qu e si algún día fin alizase la guerra en su país, al jovencito
le haría falta mucha ayuda física y psicológica p ara desarrollar una v ida medianamente
normal.
Ya sabes por qué. La guerra, su situación, su escaso futuro... Van y vienen. Adem ás son
siem pre las primeras víctimas. Lo quieras o no, tu conciencia occidental empezará a
molestarte, [...] Le pagarás, le darás propinas, le proporcionarás com ida, [...] siem pre te
797
Id., Donde el viento…, cit., p. 181.
326
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
parecerá poco, porque tú tienes un pasaporte, dinero y un billete para irte cuando quieras,
mientras que él está condenado a vivir y a m orir. Esto es duro, lo sé por experiencia798 .
Kalil M tube, el niño esclavo p rotagonista de La piel de la memoria, tuvo un final
agradable a p esar de los av atares de su vida, se siente agraciado p orque p udo volver a su
casa y reunirse con casi toda su familia, p ero es muy consciente de que “sigu e hab iendo
exp lotación, p aíses que exp ortan niños y p aíses que los imp ortan, esclavitud, p ersonas que
se benefician de ello y p ersonas cap aces de matar a un niño a sangre fría, guerras co mo la
de Sierra Leona y naciones ricas que construy en su economía sobre la sangre de los más
débiles...”
799
El odio que sintió el niño Kalil M tube ha desap arecido, siendo sustituido p or sus
deseos de colaboración y de ayuda a los niños necesitados de p rotección ante la barbarie y
la esclavitud, así co mo el afán de denunciar todo tip o de in justicia cometida contra
cualquier ser humano.
Similar metamorfosis transforma el odio mantenido durante muchos años p or
Carlos, uno de los p rotagonistas de El tiempo del olvido. Tanto él co mo Tetxu, son
conscientes de ese cambio y de que necesitarán acep tar su sit uación familiar y esp erar que
el transcurso de los d ías ap laque sus sentimientos de rabia y frustración, a pesar de qu e uno
de ellos afirma: “No importa el tiemp o que p ase, tú lo dijiste. El odio qu eda. El odio te hace
800
fuerte” .
Toda p ersona que sufra un fuerte imp acto emocional necesita un tiempo p ara
normalizar sus relacion es y sobre todo debe ser fuerte p sicológicamente p ara enfrentarse a
las situaciones nuevas que un cambio de conducta acarrea. Aunque bien es cierto que unas
personas se sobrep onen antes que otras a los infortunios.
798
799
800
Id., En un lugar llamado guerra, cit., p. 59
Id., La piel de…, cit., p. 190.
Id., El tiempo del olvido, B., Alba, 1995, p. 160.
327
José R. Co rtés Criado
El much acho falsamente acusado p or su hermano del ho micidio de su madre en
Retrato de un adolescente manchado deberá sup erar el trauma causado p or la mentira
urdida p or su hermano may or, p ero será este último quien necesite más ay uda p siquiátrica
para afrontar su nueva vida, p ues no sólo es el verdadero asesino de su p rop ia madre, sino
que ha transformado su imagen de hijo mod élico en la de criminal, hecho que revela hasta
qué p unto tiene una mente atormentada p or los celos, la rabia y la desesp eración frente a su
hermano p equeño.
También necesitarán ay uda psicológica p ara vivir con normalidad el jov en
protagonista de Nunca seremos estrellas de rock desp ués de asesinar a su p adre; la única
modelo sobreviviente en Las chicas de alambre; la joven que sufre un trastorno psíquico y
atenta contra su ídolo musical en La canción de Mani Blay; Juan, El niño que vivía en las
estrellas, etc.
4.5.2.6.- EL COMPROMIS O CON QUIENES PADEC EN ALGÚN S ÍNDROME.
El co mp romiso social con los más d ébiles lo manifiesta Sierra i Fabra en algunas
obras p ara p equeños lectores donde p retende acercar al con junto de la socied ad la vid a de
niños y niñas con alguna deficiencia p síquica y /o física. Son relatos con un marcado fin
didáctico que intentan fomentar la integración social de las p ersonas que p adecen algún
síndrome.
La p rimera obra que reúne las características enumerad as anteriormente es La niña
que no podía reír. La protagonista p adece el síndrome de Moebius y cuenta sus p roblemas
con los comp añeros de colegio qu e se burlan de ella p or mostrar siemp re un semblante
triste, así como los avatares familiares hasta que es op erada y consigue reír. Su caso no le
afecta al cerebro, sólo carece de un p equeño músculo facial que la invita a consid erar: “No
328
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
soy rara. Hay p ersonas a las que les falta una p ierna y no son raras, y un ciego tamp oco es
raro. Simp lemente tienen un defecto”
801
.
Se trata de una obra testimonial que reco ge la p rimera op eración efectuada p ara
corregir esa malformación facial y , como dice el autor en el p refacio : “Este relato es una
libre adaptación de la historia de Chelsea Thomas y está dedicado a ella y a todos los niños
y niñas del mundo que no p ueden reír” 802.
Tres libros editados conjuntamente p or Edeb é, la Fundació Catalana Síndrome d e
Down y el M inisterio de Trabajo y Asuntos Sociales refieren hechos cotidianos de Pablo,
un niño especial, que se sabe distinto de los otros. En Mis hermanos y yo sus padres le
cuentan que “había nacido con un p alito más en una cosa minúscula llamad a cro mosoma
21, y eso le había h echo d iferente. Tenía dos ojos, dos manos, una v ida, pero su cerebro
803
siemp re andaría un p aso p or detrás de los demás”
.
El relato titulado Mis hermanos y yo sirve p ara resaltar algunos p roblemas
planteados en la conviv encia diaria del p rotagonista con sus hermanos, donde se comenta la
forma de tratar a Pablo, el p roblema de los celos o la condescendencia que deb e mostrarse
con él. La madre intenta atajar los p roblemas fraternales dirigiéndose a su hijo mayor p ara
aclararle que “los hijos nacen del amor de p apá y mamá y no se cambian. Se acep tan como
804
son. Y se quieren igual”
.
Los p adres intentan en todo momento convencer a los demás miembros de la unid ad
familiar d e la imp ortancia que conlleva el realizar un esfuerzo extra para lo grar una
convivencia armónica en la casa, p rocurando que Pab lo no se sienta ni sup erp rotegido ni
infravalorado, sino p lenamente acep tado.
801
802
803
804
Id., La niña que no podía reír, B., TSJ, T estimonios, 2000, p. 29.
Id., p. 5.
Id., Mis hermanos y yo, B., Edebé, 2003, p. 6.
Id., p. 14.
329
José R. Co rtés Criado
Si el empuje familiar es imp ortante p ara la conviven cia, may or ha de ser el esfuerzo
en el centro escolar y sobre todo el que debe realizar p sicológicamente Pablo, el niño con
síndrome Down p rotagonista del cuento Soy especial para mis amigos, cuando acud e p or
primera vez a su colegio y desea p articip ar en todos los juegos y actividades que presencia
por p rimera vez.
Durante el transcurso de su p rimera sesión de recreo en el co legio p articipa en el
equip o de fútbol, en el de baloncesto, e intenta subirse en un skateboard. No destaca en
ningun a de las actividades y termina fuera del terreno de ju ego con otros comp añeros que
por ser bajos o p oco atléticos no son elegidos p ara formar p arte de ningún equipo, p ero
conoce a otros alumnos en cantadores que le enseñan adivin anzas y juegos de in gen io.
Pablo hace balance de su p rimer d ía de colegio y relata cómo los demás niños no
querían qu e ju gase con ellos porque decían que no sabía h acerlo; él qu ería ap render y
particip ar en todos los juegos; al fin al co mp rende que cad a comp añero elige un a actividad y
no p articip a en todas, y que “lo mejor cuando no sabes h acer algo es tener amigos, muchos
amigos que sep an hacer otras cosas”
805
.
Este joven, como es consciente de sus limitacion es, se p resentó ante sus comp añeros
diciendo que era un p oco distinto si se comp araba con los d emás alumnos de la clase y que
los miérco les p or la tarde iba a la Fundación Síndrome Down p ara encontrarse con sus
amigos, y alega en su favor que “tener una discap acidad no significa que no seas cap az,
806
sino que tus capacidades son distintas” .
Conocedor de sus limitaciones, Pab lo es cap az de comp render a su comp añera d e
clase que llora p or no saber p atinar. “Siemp re hay algo que nos gustaría hacer y no
807
podemos, p or más que lo intentemos -reflexionó-. A mí también me cu esta mucho todo”
805
806
807
Id., Soy especial para mis amigos, cit., p. 30.
Id., p. 16.
Id., p. 26.
330
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Es p alp able la petición que lanza a través d e sus p alabras cuando dice a su amiga
que no siente rabia de ser d iferente, aunque p referiría que lo tratasen co mo a los d emás,
porque a veces se siente mal, cuando no lo tratan como al resto de los niños de su edad o no
puede hacer lo mismo qu e otros chiquillos, “o que me d ejen hacer todo aunque esté mal,
porque entonces no ap rendo... Pero más rabia me da qu e sientan p ena” 808.
¿Qué seré cuando sea mayor? recoge unas reflexiones muy sencillas sobre las
actividades laborales que p uede realizar una p ersona con síndrome Down y muestra las
preocup aciones del p rotagonista que lo llevan a recap acitar sobre los trabajos que p uede
desarrollar, h aciendo comp render que hay ocupaciones p ara personas con cierta deficiencia,
sólo es cuestión de encontrar el men ester más adecuado p ara cad a una de ellas,
concluy endo que no sabe qué labor realizará en un futuro, p ero convencido de que realizará
una buena elección p orque “haga lo que haga, de mayor quiero ser útil”
809
.
A través de las páginas de estos libros Pablo envía un mensaje nítido: quiere que la
sociedad lo acepte como es, que no lo trate condescendientemente ni lo considere enfermo
o lo infrav alore, sino que ten ga en cu enta su valía p ersonal a la hora de trabajar y de viv ir y
aunque no sabe có mo se desenvo lverá en la v ida, sí tiene los ánimos suficientes p ara formar
parte de la sociedad y realizar cualqu ier labor de manera gratificante y eficaz dentro de sus
limitaciones.
4.5.2.7.- EL COMPROMIS O CON LAS PERS ONAS QUE S UFREN ALGÚN DAÑO
PS ICOLÓGICO.
¿Puede haber may or daño p sicológico p ara un niño que ser testigo del asesinato de
su p adre? Eso le ocurrió a Carlos en El tiempo del olvido un domingo que p aseaba con su
progenitor y un etarra lo confundió con un militar. “Se le acercó p or detrás y le disp aró un
808
809
Id., p. 28.
Id., ¿Qué seré cuando sea mayor? B., Edebé, 2003, p. 30.
331
José R. Co rtés Criado
tiro en la nuca. Cuando el hombre cay ó al suelo lo remató con un asegundo d isp aro, a
bocajarro, d elante del niño”
810
.
Carlos dejó de h ablar durante mu cho tiemp o tras p resenciar el asesinato de su p adre
y mirar al terrorista a los ojos. Su v ida cambió radicalmente desde ese momento. Creció
odiando y p laneando su venganza. M ientras, el asesino, Latun, vivía solo, oculto, sep arado
de su familia, penando su culpa sin poder olvidar los ojos de ese niño n i a su verd adero
hijo.
El daño p sicológico es sufrido tanto p or el ejecutor de la barbarie como p or el
testigo de la misma. Ambas familias viven b ajo los efectos desgarradores de la violencia.
Otro caso de necesidad afectiva lo rep resenta Juan, El niño que vivía en las
estrellas, un p rotagonista que ha crecido sin recibir afecto de sus progenitores, confunde
realid ad con ficción, no h a recibido enseñ anza alguna, y sólo muestra habilidad p ara utilizar
la p istola de un juego electrónico. Su infan cia trascurrió en un sucio y oscuro habitáculo; su
única actividad consistía en luch ar contra unos extraterrestres virtuales gracias a un juego
electrónico qu e le regaló su p adre.
Ha crecido sin amor, no conoció a su madre y su p adre no sup o darle la afectivid ad
necesaria, ni la máqu ina pudo ofrecérsela a p esar de p asar muchas horas jugando con una,
porque “ninguna realidad v irtual p odrá sup erar la verdadera caricia de un a mano, ni el calor
de un contacto humano, ni la ternura de un beso, ni el aroma de una p iel, ni la sensibilidad
de una p alabra”
811
.
David Rojas, p siquiatra en esta obra, afirma que “hay muchas p ersonas que tienen
males en la cabeza que no les du elen y que no se p ueden curar con asp irinas. Hay males tan
interiores, tan esp eciales, que en la may oría de las ocasiones ese ser humano es ajeno a su
enfermedad”
810
811
812
812
.
Id., El tiempo del olvido, cit., p. 110.
Id., El niño que…, cit., p. 105.
Id., p. 12.
332
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La cita anterior v iene a co lación p orque dicha obra relata el maltrato físico y
psicológico que recib e un niño p or p arte de su p adre, un demente que la sociedad arrin cona
pero al que no ay uda a resolver sus p roblemas. Es un ser marginal en su más amp lio
sentido, no está dado de alta en la Seguridad Social, no consta en n in gún lugar su
existencia, vive en un a chabola aislad a con su hijo, al que educa como mejor sabe hacerlo
una p ersona de su cap acidad mental, gritándole p ara que coma y encerrándolo en su casa
con un juego electrónico qu e recrea una realidad virtual.
El p siquiatra y su ay udante se extrañan de las reacciones tan esp eciales del niño,
pues toca las cosas cerciorándose d e que tienen tres dimensiones, se defiende d isp arando
con las manos si siente que alguien se acerca, observa atentamente, apenas mueve el
cuerp o, pronuncia p alabras incon exas, co me cuando le gritan, y si le p reguntan p or su
padre, siemp re señala hacia arriba.
Y cuando el méd ico le entrega su único juguete, comprende la actitud del
muchacho : “Juan se abalanzó sobre el casco con las manos extendidas, los ojos como
platos, una exp resión de absoluta demencia [...] se lo llevó a la cab eza, se lo encasquetó en
ella, lo con ectó, introdujo sus dedos en las dos guanteletas de metal y, al instante, como p or
arte de magia todo cesó.
813
De nuevo en su mundo”
.
Juan no sufrió daño físico, ni mutilaciones..., pero sí está desnutrido y sufre un claro
daño p síquico de p rimer orden, p ues no sabe qué es el amor ni el afecto materno. Este
personaje es una muestra exagerada d e lo que p uede suceder si los niños son imbuidos en
un mundo virtual sin referentes p recisos que le hagan comprender la realidad social en la
que han de desenvo lverse.
Si el caso anterior es de una crud eza enorme, el trastorno p síquico p adecido p or
Juan M anuel, en Retrato de un adolescente manchado, lo es may or aún. Esta novela relata
813
Id., p. 100.
333
José R. Co rtés Criado
la insatisfacción de un joven qu e se siente d esp lazado en su hogar desde la llegada de su
hermano p equeño, y surge en él un sentimiento de odio sin límites hacia el ben jamín de la
casa al saber que no es hijo natural d e sus p adres, un sentimiento que conllevará dramáticas
consecuencias.
Es el hermano may or, serio, resp onsable, trabajador, que se siente relegado en el
corazón de su progenitora, p ues se cree en la necesidad de ser quien reciba las may ores
atenciones maternas, hasta que un día su av ersión lo llev a a asesinar a su madre y culp ar de
ello a su hermano.
Tanto el daño físico como p síquico están patentes en La memoria de los seres
perdidos. Esta memoria no es otra que la información almacen ada en el Banco Nacional de
Datos Genéticos de Argentina, creado en 1987, donde todas las familias con desaparecidos
donan san gre p ara obtener su ADN y así cualquier joven p uede acudir a co mp robar si tiene
parentesco con alguno de los desap arecidos. Es la única p osibilid ad que les queda a
numerosas p ersonas de conocer su verdadera identidad.
Esta novela, La memoria de los seres perdidos, refleja una de las may ores torturas
psicológicas que se p ueda infrin gir a un ser humano: p rivarlo de su identidad como
persona, unido a la desesp eración de familias enteras que desconocen el destino de sus
seres queridos y de sus descendientes, esos treinta mil a los que eufemísticamente se ha
dado en denominar “desap arecidos”.
La obra citada es una de las más meditadas del autor. Para escribir esta historia,
cubrió las p aredes de su d espacho con las foto grafías de las p ersonas desap arecidas,
sintiendo sobre él la mirada y la fu erza de todos los que no p odían romp er sus silencios
porque “cada historia es un grito, y los vivos hacemos que esos gritos no mueran en
814
silencio ”
814
.
Id., La memoria de los…, cit., p. 144.
334
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Sierra i Fabra emp ezó a recopilar información sobre el tema a mitad de los años
ochenta y no quiso escribir hasta finales de los noventa p ara que su p rotagonista alcanzase
la madurez suficiente y así p oder asimilar un camb io de identidad y conocer la verdad: “Tu
padre hizo algo más que adop tarte, Estela. M ató a tu madre y te robó tu identidad. Él era el
milico que la estuvo interrogando y torturando a lo largo de aqu ellos dos meses” 815.
Actualmente, algunos hijos d e d esaparecidos se niegan a asumir su v erdadera
identidad a p esar de la evid encia de las pruebas, otros alegan que “aunque sep amos
nuestros nombres y los de nuestros p adres, la identidad es una cuestión esencial p ara
816
nosotros. Nos robaron nuestra historia y estamos juntos p ara intentar reconstruirla” .
Un caso muy conocido de recup eración de la verdadera identidad es el encuentro
por p arte del p oeta argentino Juan Gelman de su nieta en Uruguay , veintitrés años desp ués
de su nacimiento. Su hijo y su nuera fueron secu estrados en 1976. Los restos mortales de él
fueron encontrados en 1990, ella sigue “desap arecid a”.
En la trilogía El tiempo del exilio en contramos una rama de la familia esp añola que
hubo de exiliarse a M éxico tras la guerra civil esp añola, establecida en Argentina. En su
seno sufren el zarp azo de la barb arie. Uno de sus miembros fue v íctima de los d esmanes
acaecidos bajo la dictadura militar, qued ando reflejado en El tiempo d el exilio III. Los años
rojos. Se trata de la desap arición de una esp añola que estaba emb arazada y de la su marido;
nunca se sup o de ellos: en grosaron las listas de los treinta mil desap arecidos.
La hija de ambos es encontrada, gracias a la persistencia de su abu ela materna, en
Barcelona. La señora may or, en p rincip io una auténtica desconocida, le desvela su
verdadera identidad y le exp lica: “¿Sabes qué edad tengo? -susp iró Natalia. Y continuó sin
esp erar una respuesta que no llegó-. Setenta y uno. Y llevo diecisiete buscándote”
817
, dando
así p or cerrado el p aréntesis de dolor y búsqueda.
815
816
817
Id., p. 81.
Id., p. 133.
Id., El tiempo del exilio III. Los años rojos, B., Planeta, 2002, pp. 326-327.
335
José R. Co rtés Criado
Este mismo tema es tratado en El p eso del silencio. En p alabras de Sierra i Fabra,
“un p residente, un cantante y un escritor resumen la tragedia de aquel Ch ile violentado p or
las armas”
818
, y recurre a la ironía del general golp ista p ara describir la friald ad con la que
el p oder imp uesto se refiere al dolor y la desesp eración de las personas que reclaman
conocer el d estino de sus familiares y amigos al escribir: “Cuando a Pinochet se le hablaba
de desaparecidos sonreía y decía que si h abían desaparecido era p orque estaban hartos de
sus viejas y se habían ido de casa” 819.
Cualquier maltrato, tanto mental como físico, es inhu mano p orque cercena una p arte
de la vida o de la salud de las personas y como tal debe considerarse la esclav itud, p orque
el hombre o la mu jer que la sufre carece de todas y cada un a de las prerrogativas de las que
disp onemos p ara disfrutar nuestras vidas.
La piel d e la memoria, co mo se advirtió anteriormente, se o cup a de la esclavitud d e
un niño negro que es vendido p or su p adre, tras un largo período de sequía, p ara p oder
consegu ir algún din ero que le ay udase a sobrevivir junto a sus otros hijos. Esta historia se
ocup a de sus vicisitudes durante años, de los diferentes amos qu e cono ce, de sus escap adas
y reclusiones, de la ay uda que recibe y de como salvó su vida antes de ser arrojado al mar
por unos negreros que hu ían de la justicia internacional, hasta convertirse en defensor de
los derechos humanos cuando alcanza el estado adulto.
Paralelamente a su esclav itud, el p ersonaje cu enta casos de p alizas p rop inadas a
niños, asunto de una atrocidad tal que no debería p roducirse jamás según el joven
protagonista; “En una calle, una mujer azotaba a una niñ a p equeña, de unos cinco años, con
una vara muy flexib le. La n iña llorab a y se debatía entre llantos, mientras la mu jer
imp lacable, descargaba su ira sobre su trasero. [...] Me p regunté qué habíamos hecho los
820
niños p ara que todo el mundo nos odiase tanto”
818
819
820
Id., El peso del silencio, B., Bronce, 2002, p. 29.
Id., p. 45.
Id., p. 126.
336
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
También refiere el ab andono junto a una estación d e ferrocarril d e aqu ellos n iños
que p or ser demasiado p equeños no los quiere comprar nin gún traficante al intermediario
entre éste y la familia de origen. Allí se unen a otros que “vestían harap os o iban d esnudos,
estaban delgados y en sus caras no había nada que recordase qu e eran niños. Sólo dolor y
odio” 821.
Y del dolor interior o dolor invisible se informa también en La piel de la memoria
cuando el p rotagonista recuerda: “M e sentí tan solo, de p ronto, que temí que mi mente se
volviera del revés como le h abía sucedido al viejo Ngoro, al que todos reverenciaban como
santo p orque vivía en el lado oculto de su cerebro”
822
, o al relatarle su co mp añero de
infortunio las atrocidades que cometió en Sierra Leona:
Cuando coges a uno, le rom pes los huesos m ientras chilla, y ves el m iedo en sus ojos.
Cuanto más m iedo tiene él, m ás fuerte eres tú. El Morabito de mi pueblo m e dijo una vez
que somos la suma de los m iedos de los demás, y que nuestro valor es la suma de todas las
energías que les quitamos. Por esa razón yo soy grande. Me llam an Big Ngu823 .
Otro p ersonaje de la nov ela El tiempo del exilio I. Los años oscuros, Teresa,
también siente ese dolor invisible cu ando viaja en el barco Sina ia hacia M éxico durante la
primavera de 1939, y se refiere a él como “el dolor del alma y del corazón, de la mente y de
824
los sentimientos” , y es el qu e siente al abandonar Esp aña tras sufrir las consecu encias de
la derrota de sus ideales y la muerte de algunos de sus seres queridos durante la guerra civ il
esp añola.
También este mal afecta a su h ijo Ismael, quien no lo gra conciliar el sueño en
muchos años p orque siemp re le asalta la p esadilla que ha sido su vida, sobre todo durante
su existencia en la Aleman ia nazi y el odio acumulado contra su antiguo sargento en
Esp aña por haberlo traicionado a él y a sus comp añeros de reclusión.
821
822
823
824
Id., p. 40.
Id., p. 22.
Id., p. 154.
Id., El tiempo del exilio I. Los años oscuros, B., Planeta, 2002, p. 51.
337
José R. Co rtés Criado
Este militar delató a los seis soldados que le confiaron su p lan de fu ga del camp o de
concentración nazi. El sargento salvó su vida, p ero no así cinco d e los evasores, que fueron
acribillados; también permaneció con vida el más jov en de todos, al que conmutaron la
muerte por la in grata labor de enterrador, tal como relata en la novela titulada El tiempo d el
exilio II. Los años de la espera: “A mí me tocó enterrarlos, y sobrevivir. Sup ongo que
825
pensaron que moriría igualmente, con el tiempo, p ero mi odio me ayudó a vencerlos”
,y
manifiesta sus deseos de volver a Esp aña para vengar el asesinato de sus co mpañeros.
Nunca llevó un a vida tranquila desp ués de una juventud tan atroz.
Difícilmente p uede una p ersona llevar una vida normal cu ando desde muy joven se
ha visto envuelto en la barb arie y en la sinrazón de la guerra, como le o curre a Ismael Puig,
que fue combatiente en la guerra civil esp añola, interno en el camp o de refu giados de
Argelès una vez que logró atravesar la frontera española, miembro de la Comp agnie de
Travailleurs Étran gers, recluso en M authausen y exiliado en México.
Igualmente se podría catalo gar d e daño p sicológico el que p adece Jorge, n iño
protagonista del relato Cambio de cerebro, publicado en la obra colectiva que lleva p or
título Dedos en la nuca. Este joven cito no p uede dormir p orque cuando lo hace, cientos,
miles de p equeños hombres que habitan en su cabeza lo despojan de sus sueños y recorren
todos los órganos de su cuerpo obligándolo a permanecer en vela hasta que acude a la
consulta de un médico exp erto en hip nosis y los hombrecillos desalo jan su cerebro.
Al día sigu iente de hab er acudido a la consulta p siquiátrica el p equeño se desp ertó
tras un largo sueño, p or p rimera v ez p udo dormir tras numerosas noches d e v igilia, y se
preguntó dónde estarían los b aitianos, sus horrip ilantes huéspedes, mientras “el doctor Puig
entró en el cuarto de baño tambaleándose. […]Era él, p ero ap enas se reconocía. Ojos
826
vidriosos, el horror p intado en ellos, la convulsión y el miedo. Y era sólo una no che”
825
826
Id., El tiempo del exilio II. Los años de la espera, B., Planeta, 2003, p. 37.
2
Id., Dedos en la nuca, M., SM, 1999 , pp. 235-236.
338
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Este relato aúna el daño p sicoló gico que puede sufrir una p ersona incap az de
conciliar el sueño y el desasosiego que crea en el lector el hecho de comp robar que los
endemoniados hombrecillos han camb iado de cerebro gracias a la h ipnosis.
4.5.2.8.-
EL COMPROMISO CON LA AUTOES TIMA, LA AMIS TAD Y LA
SOLEDAD.
A Jordi Sierra i Fabra le p reocup a la verdad era amistad que mejora la autoestima d e
las p ersonas, favorece nuestro equilibrio emo cional y prima el p oder gozar de la
consideración social, p or lo que este asunto está p resente en numerosos obras, unas veces
mostrando su lado más favorable y desinteresado; otras, su antagonismo, palp able en una
frialdad ante los sentimientos y un man ifiesto interés material en determinadas actitudes,
algunas veces no exentas de maldad.
El mundillo de la música que refleja Sierra i Fabra en sus libros no es únicamente
un esp acio donde imp ere la amistad. Así, en La balada de Siglo XXI, el narrador recu erda
que las estrellas tienen amigos cuando triunfan. “Nadie está a tu lado en el momento de la
caída”
827
, y que los productores están más p reocupados del triunfo comercial que el
bienestar de los músicos, como lo confirma el narrador al decir que la labor del p roductor
828
es “crear un éxito, p ero no fabricar p ersonas” .
Otro p ersonaje, p rotagonista de la h istoria titulada Benezén el pescador, se creía
sobradamente rico y apreciado p or sus múltiples amigos, sin p ercatarse de que “comp ró su
829
amistad, p ero no su resp eto” . M ientras disp uso de la reserva de p erlas dejadas p or su
827
828
829
Id., La balada de…, cit., p. 34.
Id., p. 56.
Id., Benezén el pescador…, cit., p. 76.
339
José R. Co rtés Criado
padre se sintió admirado p or sus numerosos conocidos, hasta que la riqueza d esap areció.
“El tiempo había terminado p or atrap arlo. El tiemp o vence siemp re”
830
.
La codicia y el ap arentar p oseer mayor riqueza que la disp onible trajo consigo
ráp idamente la prodigalidad, ante la cual la cohorte de aduladores aumentó alrededor de
Benezén con la misma rap idez que se esfumó cuando la ap arente fortuna mermó,
quedándole ún icamente tiemp o p ara comp render la valía de las p ersonas.
En Nunca seremos estrellas del rock, Ventura, el p ersonaje p rincip al, insiste
paranoicamente en la idealización de los años 60, en los malditos del rock, en el mensaje
típ ico de vivir a top e y morir joven p ara ser un cadáver hermoso, que no es otra cosa que
frustración y amargura de quien se siente solo y sin ataduras a nada ni a nadie. Por eso el
protagonista, enfermizamente influenciado por su padre, asp ira a cambiar su forma de
pensar, quiere vivir su p rop ia vida, no continuar la de su p rogenitor, y busca ay uda
desesp eradamente p ero no la h alla; termina asesinando a su p adre. “No quiero estar
831
solo”
. Éste es su grito reiterado de manera desesp erada a lo largo del relato.
Se siente desorientado desde que comp rendió que el desprecio y la actitud de
sup erioridad de su p adre no son sino ind icativos de debilidad, y lo invoca durante su huid a:
“Por p rimera vez te estoy gritando que te necesito”
832
.
En ese intento de huida de sí mismo hacia ninguna parte también se cerciora de su
vacío emocion al, se siente co mo si le hub iesen robado su vida. “Somos la generación Sin
Nombre, nietos de los idealistas de los 60, e hijos de los materialistas de los 80. Es como
833
ser un híbrido de Peter Pan y Madonna”
.
El p ersonaje alcanza tal grado d e desesp eración y se encuentra tan p erdido en un a
sociedad en la que no se siente integrado que no sabe a quién acudir en busca de ayuda, p or
830
831
832
833
Id., p. 85.
Id., Nunca seremos estrellas…, cit., p. 106.
Id., p. 125.
Id., p. 139.
340
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
lo que invoca a su ídolo Kurt Cobain, también fallecido, p ara pedirle consejo. “¿Qué
834
quieres que haga y o?”
Demostrando una falta de sensatez necesaria p ara afrontar los
problemas de madurez que con llev a el tránsito del mundo infantil al adulto.
Ventura está solo y teme el futuro, p or lo que busca ayuda en el p asado, en personas
fallecidas y en viven cias qu e le son ajen as, sin comp render que él d ebe tomar las riend as de
su vida y llenarla con sus recuerdos e ilusiones, p ara así mo ldear su personalidad además de
olvidarse d e su p adre, como le reco miend a una chica que limp ia los p arabrisas de los
coches que p aran en los semáforos, al co mp robar que el joven sólo relata las exp erien cias
de su ascendiente y ninguna suy a. Ella es categórica cu ando le manifiesta: “Y desde luego
estás solo -convino ella-. El tío más solo del mundo”
835
.
Como colofón a su desesp eración, Ventura asume que “nunca tienes lo que deseas,
836
sino lo que no consigues ev itar”
, y se dirige al lector en estos términos:
¿Quién dijo que había que matar al padre para ser libres? Yo lo he hecho, ¡joder, lo he
hecho! y no soy libre. No me siento libre. No m e siento nada.
Aunque un buen abogado quizá m e utilice com o símbolo.
¡Un símbolo! ¿De qué? ¡Mierda con los 90, y qué coñazo fueron los ochenta que los
prepararon, y los 70 de la crisis, y los 60 de los sueños, y los 50 de la posguerra! Si no
fuera por el rock...
Por el rock y las buenas películas837 .
Sus últimas p alabras llevan un hálito de esp eranza, ha asesinado a su p adre, carece
de p ersonalidad p rop ia, se siente margin ado por la sociedad y sin futuro, pero le queda el
rock y las buenas p elículas p ara iniciar una nu eva and adura p or la vida.
Otro joven p erdido en este mundo es Mario, protagonista de Seis historias en torno
a Mario. Ni él mismo sab e lo que quiere aparte de drogarse; siemp re necesitó amor, y
cuando se lo d ieron lo rechazó. Estaba tan acostumbrado a esco ger cuanto quisiera en cada
momento que no sop esó la trascendencia del cariño ofrecido p or su p areja hasta que la
834
835
836
837
Id., p. 139.
Id., p. 51.
Id., p. 106.
Id., p. 148.
341
José R. Co rtés Criado
perdió. Ese fue el último cabo que lo sujetaba al noray de la vida. Desde la ruptura con su
novia Carmen se hizo más adicto a la cocaína y fue consciente de una cosa trascend ental:
“nunca como hasta en ese mo mento se ha sentido más solo”
838
.
Fernando, p ersonaje en Retrato de un adolescente manchado no ap arenta tener
dieciséis años, sino dos o tres años más y muestra unos ojos asustados, según el narrador.
Su vida no ha sido afortunada; siendo niño quedó hu érfano d e p adre y su hermano may or le
desveló, justo cuando más falta le hacía la figura paterna, que era un hijo adop tado. La
adolescencia la sobrellev aba entre litronas y porros hasta que fue acusado del asesinato de
su madre.
Él no lo había cometido p ero las circunstancias y su hermano lo incriminab an, co mo
se anotó anteriormente, p or lo que p erdió todas las ilusiones ante este cambio brusco en su
vida. El abo gado qu e le ofreció ay uda observó qu e tenía “ojos de quien mira sin ver,
839
sabiendo que no h ay nada al otro lado. Los ojos d e quien ap enas gu arda un a esp eranza” .
Al final de la obra su defensor le brindará la op ortunidad de cambiar, terminarán las
mentiras urdidas hasta entonces, y renacerá una esp eranza que acabará con la soledad y el
desamp aro.
No existe otro remedio p ara mejorar la autoestima que ser resp onsable de los actos
que cada uno lleva a cabo, y no hay nada mejor p ara cualquier p ersona que ser honesta
consigo mismo, como le gusta exp oner Sierra i Fabra en los encu entros que mantiene con
sus lectores. Esa máxima suele p onerla en bo ca d e algunos de sus p ersonajes o en las
reflexiones del narrador de sus obras.
De integridad y honestidad con uno mismo se ocup a en Un hombre con un tenedor
en una tierra de sopas. Este largo título de uno de sus libros p arece un galimatías y le sirve
de base p ara justificar el valor que tiene el p undonor, p orque según Sierra i Fabra, “un
hombre con un tenedor en una tierra de sopas bebe y come con las manos, p orque el
838
839
Id., Seis historias en..., cit., p. 153.
Id., Retrato de un…, cit., p. 41.
342
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
tenedor no va a servirle p ara nad a, ni va a servirle jamás. Y esas manos son todo lo que
tiene, de la misma forma que el ser humano en la vid a sólo tiene su honestidad p ara vivirla.
Hay muchas tierras llenas de sop as, cargad as de olores, reclamándote con cantos de sirenas,
op ortunidades, éxito, lujos... pero la única cuchara para apurar la existencia está en uno
mismo. Manos y corazón”840.
El dolor ante la p érdida de un ser querido marca un p eríodo de soledad p ara
cualquier p ersona, como le ocurre a Víctor Jara cu ando recibe la noticia de qu e su madre ha
muerto. No p uede dar crédito a lo que sus oídos cap tan, como suele ocurrirnos a todos
cuando escu chamos una noticia tan imp actante referid a a uno de nuestros seres más
queridos. Él, que estaba muy unido a su madre, una cantora que supo enraizar el amor p or
la música p op ular chilena en su hijo y darle sentido a su existencia, haciéndo le ver que las
cosas imp ortantes son la honrad ez, la justicia, el amor, la alegría, acab a de fallecer y no
termina de acep tarlo.
Su amargura es grande cuando percib e su soledad, se siente huérfano y así lo refiere
el narrador. “Las p alabras p enetraron desp acio en su mente. Una a una. Carecían de música.
Eran una p rosa abstracta y sin forma. Y sin embargo, su dimensión era infin ita. Abría un
abismo en su corazón, en su alma. El ab ismo sin fin del que ya nadie regresa qu e se abre al
morir un p adre o una madre, p orque te deja allí, p erdido y solo, enfrentado al nuevo
841
futuro” .
Igual de solo se siente el p ersonaje clave d e El oro de los dioses. Orio l M asferrer se
lamentó toda su vida p or haber p erdido la carrera de sus sueños en las olimp iadas
celebradas en Munich. Su soledad se acentuó cu ando vio la foto de la llegada a meta d e los
corredores, en ella el ganador Manfred Kohler, refleja en su cara la satisfacción de saberse
triunfador antes de conocer el veredicto de los jueces, “con el rostro surcado p or la última
tensión y la p rimera alegría, una mezcla de dolor y pasión, de vida y éxtasis, con los ojos
842
apuntando a lo alto y el cuerp o al límite cuando la en ergía d evien e en relajamiento” .
840
841
842
Id., Un hombre con…, cit., p. 167.
Id., Víctor Jara…, cit., pp. 30-31.
Id., El oro de los…, cit., p. 28.
343
José R. Co rtés Criado
La cara del corredor esp añol refleja el fracaso antes de tiemp o, sabía que había
perdido la p rueba antes de fin alizarla. “El rostro también surcado por la cerrad a descarga
del esfuerzo final, p ero con el do lor acentuado, la muerte de un sueño en contraste con la
vida y la certeza de la d errota en sus ojos, mirando al vencedor con el sabor del fracaso” 843.
El efecto contrario se p rodujo en el ánimo de Salvador, uno de los protagonistas en
Los espejos de la noche al recordar que su vida adqu irió sentido en un a de las revueltas
estudiantiles, y que nunca vo lverá sentir otro momento tan trascendental p ara su ego, como
él mismo evoca:
Fue m i mom ento de gloria, de borrachera personal [...] Si pudiera volver a sentir una vez
aquella adrenalina, m ientras gritaba las consignas con m is com pañeros, m ientras
subíamos la escalera de la universidad como un turba enloquecida pero fuerte, m ientras
echábamos el m aldito busto de Franco por la ventana, mientras quitábamos la bandera
nacional y poníamos la roja con la hoz y el m artillo...
Aquel día yo era el Che, y Fidel, y Kubala, y Kennedy, y Dylan, y Lennon, y todos los
dioses de mi juventud844 .
La autoestima de Chelsea la niña con el síndrome d e M oebius no puede estar más
minada cuando tres comp añeros del colegio la cogen y con los dedos le mueven la
comisura d e los labios p ara que ría, mientras le esp etan expresiones co mo las siguientes:
“Deberías trabajar en un circo”
845
. “¡Vamos, pequeña estúp ida! ¿Qué te p asa? ¡Ríete!”
“Tiene una cara que invita a darle bofetadas, ¿verdad?”
846
,o
847
Su sufrimiento es may or si cabe p orque ella es consciente d e que su p roblema no es
cerebral, sino que carece de un p equeño músculo facial que le imp ide reír, como se reflejó
más arriba, p or eso “No p odía entender su carencia, p ero menos entendía la cru eldad y la
estup idez humana”
848
, aunque asume que “nadie quiere a una n iña que no se ríe”
reír es la forma que tenemos los seres humanos de dar gracias a la v ida.
843
844
845
846
847
848
Id., p. 28.
Id., Los espejos de…, cit., p. 66.
Id., La niña que…, cit., p. 32.
Id., p. 33.
Id., p. 34.
Id., p. 34.
344
849
, p orque
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El p rofesor que agredió a un alumno en Las Furias perdió toda su autoestima, sabe
que y a no volverán a desarrollarse las clases con la normalid ad habitual, y que no será la
misma persona ni p odrá ejercer su labor docente, p or lo que decide abandonar la docencia,
no se siente maestro tras abofetear a un adolescente, p iensa que d ebe dedicarse a otro
menester, p orque no ha sabido contenerse y porque el resp eto a la persona es fundamental
en el p roceso de enseñanza-ap rendizaje.
Y cu ando intentan an imarlo diciéndo le qu e los alumnos lo esp eran, él co mp rende el
porqué lo dicen sus comp añeros p ero es consciente de que “Nadie me esp era -dijo con
amarga resignación el profesor- Ellos van y vienen, entran, estudian, crecen y se van. Y
nosotros p asamos igual, p ero envejeciendo” 850.
La p rofesora del centro, y a referid a en otro ap artado, sufrió tales vejacion es p or
parte de dos alumnos del instituto que la tienen sumida en una eterna dep resión sin ganas de
enfrentarse a la vid a, p ero cierto día en que dos antiguos alumnos fueron a visitarla, rev ivió
su p esadilla y se atrevió a relatar lo suced ido. A pesar de ello no consiguió elevar su
autoestima ni sup erar las barreras invisib les que le impiden realizar sus quehaceres
cotidianos con normalidad.
May or p roblema de autoestima p adece el cabecilla de la revuelta organizada en el
instituto contra el p rofesor, como aclara un a p eriodista ante las cámaras:
E. C. M., el adolescente responsable e inductor de esta historia, no es m ás que un producto
de la violencia latente en una sociedad que, más que probablem ente lo convirtió también a
él en víctim a tanto como en agresor. A fin de cuentas, la historia se resum e en dos
palabras; venganza e intolerancia851 .
Producto de esa intolerancia y de la falta de resp eto hacia los demás es el alu mno
conflictivo qu e ocu lta su p asado tras la careta de la intransigen cia mientras busca sólo
849
850
851
Id., p. 59.
Id., Las Furias, cit., pp. 201-202.
Id., p. 195.
345
José R. Co rtés Criado
protagonismo y p ublicidad con el conflicto organizado en el instituto. Cuando las
intenciones del cabecilla de la revu elta son conocid as su actitud cambia.
Jadeaba.
Y en sus ojos todos vieron algo nuevo y desconocido. Miedo. [...]
Podían respirarlo, verlo, tocarlo. Era un m iedo profundo, denso, un m iedo real que
afloraba in cesantem ente.
Un m iedo sin m áscaras852.
Otro de los p ersonajes de esta novela, un alumno d el instituto, reflexiona sobre el
comp ortamiento violento de alguno de sus comp añeros que al no saber cómo saciar sus
necesidades afectivas recurren a la v iolen cia: “La mayoría forma p arte de tribus urbanas, de
grup os y clanes, y busca entre los amigos o las amigas el calor que no tiene en casa o que
cree qu e le falta a su vida. En mi caso es justo lo contrario: yo no quiero p ertenecer a n ada,
ni diluirme en un todo que me quite mi p ersonalidad. Soy un individualista, y me gusta
serlo”
853
.
Un último p roblema a lo largo de este relato lo ap orta la p eriodista, que educad a en
otro ambiente y viviendo en otro lugar bien distinto, arrostra el suicidio de su hermano,
joven de catorce años, tímido, gago, que no sop ortó los abusos de sus comp añeros y se
suicidó.
Era tartamudo. En su colegio y desde pequeño, todos se reían de él, y los m ayores le
golpeaban a diario. A los catorce años el fu turo parece m uy lejano. Sólo cuenta el presente.
Un día ya no pudo más, tiró la toalla. Estaba cansado y no tuvo a nadie, ni creía en nada.
Así que lo hizo, se rindió, sin fuerzas para luchar, y m urió por eso m ismo, por nada. Murió
porque un Ezequiel Castro de turno y otros Ezequieles Castro la tomaron con él, cruel,
despiadada y sistem áticamente. Por eso quiero contar yo la verdad de lo que ha pasado
aquí hoy854 .
Este acto de crueldad hacia un alumno d istinto no es nuevo en la socied ad dond e
vivimos, y recuerda tristísimos hechos sucedidos en diferentes centros educativos de
nuestro país, siendo el más extremo el caso de alumno d e catorce años, Jokin que se suicidó
852
853
854
Id., p. 197.
Id., p. 127.
Id., p. 182.
346
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
el 21 de sep tiembre de 2004 en Hondarrib ia (Guip úzcoa), desp ués de p adecer durante un
año el maltrato físico y psicológico de sus comp añeros.
De la importancia del hecho y de lo extendido que está el maltrato entre iguales en
los centros educativos deja constancia esta nota encontrada junto a las velas d ep ositadas en
el lu gar d el suicidio del jov en vasco según informa el diario El Mundo: “Jokin, no te
conocía pero y o también he p asado p or lo mismo. Mi dolor sigue ocu lto, el tuy o y a no y
855
servirá para hacer cambiar las cosas. Ahora descansa en p az. Un beso”
.
A veces la crueldad de algunos niños molesta a otros, en el relato Sieteco lores una
niña siente el desp recio de sus comp añeros el p rimer día de clase por ser diferente. Esta
historia transcurre en el p aís del Arco Iris dond e existen siete tip os de habitantes diferentes
en cuanto al color de su p iel, así existen rojos, naranjas, amarillos, verdes, azules, añiles y
violetas y todos conviven en armon ía.
La convivencia entre ellos se altera el día qu e nació una niña con los siete co lores
del Arco Iris en su cuerp o. Al p rincip io fue una sorp resa y una alegría, p ero p ronto
comp rendió la pequeña lo difícil que resulta convivir con los demás siendo diferente. Para
evitar las burlas se cubrió de cen izas porque pensó que era la mejor manera de dejar de ser
el blanco de las p uy as de los otros. “Nadie mira algo gris, el co lor de la indiferencia”
856
.
“Era gris. Nadie se metía y a con ella. Era gris. Exactamente igu al qu e si no existiese.
Entonces, p or p rimera vez, p ensó en algo más. Y muy desconcertante.
-¿Qué es p eor, que no te acep ten y se burlen de ti o la indiferencia?”
857
Esa reflexión condujo a la niñ a hacia otra: si nad ie rep araba en ella era lo mis mo
que si no existiese, y eso no p udo resistirlo. Acabó comp rendiendo que debía mostrarse tal
cual era y p ersuadir a los demás de que ser distinta no es malo y aceptar las p alabras de su
855
856
857
http://www.el-mundo.es/cronica/2004/468/1096881793.html (01/ 03/ 06)
SIERRA I FABRA, Jordi: Sietecolores, Santiago de Chile, Arrayán, Infantil y Juvenil, 2001, p. 61.
Id., p. 62.
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José R. Co rtés Criado
madre cuando intenta hacerle co mp render que no existe ningún p roblema con su colorido:
858
“No, cariño. Eres normal como cu alquier otra, aunque tu p iel sea distinta” .
La madre le aclara los motivos p or los que algunos de sus comp añeros la
discriminan: “Eso es falta d e cultura, hija. Sólo ap rendiendo, ley endo, es como se descubre
lo más simp le: que todos somos iguales. Únicamente de la ignorancia p ueden salir ideas tan
absurdas como que alguien p ueda ser esp ecial. Lo bonito es que todos somos iguales en el
fondo, p ero diferentes uno a uno. Eso hace qu e la vida y las personas sean fascinantes”
859
,y
como dice la p rotagonista de El soldado y la niña: “La ignoran cia nunca es mejor que la
verdad”
860
.
Finaliza la historia con una reflexión de la p rotagonista: “Así p ues, un día, mi
primer día de escuela, hice algo esp antoso, lo único que jamás debe hacer un ser humano,
porque es atentar contra sí mismo: me convertí en una p ersona gris. Tan gris que ni mis
padres me reconocieron. Esta es la historia de aquella niñ a”
861
.
Este cuento infantil refleja el maltrato p sicológico a que es sometida una alumna el
primer día d e clase p or ser diferente al resto, y aunque tiene un final feliz y los sucesos son
de escasa trascend encia en la vid a del personaje, no deja de ser una señ al de aviso que sirve
para hacer reflexion ar a los más p equeños sobre el valor de la amistad y sobre la
imp ortancia que tiene el hecho de aceptarnos como somos.
Cabello blanco en cabeza peluda refiere la v ida d el p rotagonista, la primera cana d e
un señor que surge en un a cabeza humana formada por cabellos oscuros, siendo
discriminada p or ser distinta y p orque ninguno de los demás cab ellos qu iere verse reflejado
en el cabello blanco, ni desea tener trato con un extraño y , al igual que Sietecolores, añoró
858
859
860
861
Id., p. 27.
Id., p. 74.
Id., El soldado y…, cit., p. 50.
Id., Sietecolores¸ cit., p.106
348
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
con todas sus ganas dejar de ser él mismo y ser un calco de sus semejantes, “el cabello
862
blanco un día llegó a desear ser negro co mo los demás p ara no sentirse despreciado” .
Cuando el ser humano sup ere el miedo ante una p ersona extraña o distinta y acepte
a todo hombre o mu jer como lo que son, -seres a imagen y semejanza nuestra-, la
humanidad h abrá p rogresado enormemente en conv ivencia y solidaridad.
4.5.2.9.- EL COMPROMIS O CON LOS S ENTIMIENTOS DE RABIA ANTE LA
VID A.
Esp eranza, un p ersonaje de Malas tierras se siente frustrada al creerse una mujer y
ser realmente una niñ a de quince años que se rebela contra la inseguridad provocada p or la
adolescencia. “Esp eranza estaba sujeta a la tiranía inmisirecord e de su edad. Demasiada
mujer atrap ada en aquel cuerp o de niña qu e se abría a la v ida, y demasiada n iña para que
sus p adres confiaran en ella como mujer. Tierra d e nad ie. La mald ita adolescencia era
esp antosa […] aunque sus p adres se emp eñaran en decirle que un día la record aría como lo
mejor de su vid a”
863
.
Enfrentarse a la vida no es tarea fácil, n i todas las p ersonas saben hacerlo; algunos
piensan que la máxima horaciana, carpe diem, es h acer lo que les p lazca en cada momento
sin sop esar las consecuencias de sus actos, y para otros “el estado natural del ser humano es
la felicidad”
864
, como escrib e Sierra i Fabra.
Joma, p rotagonista en La estrella de la mañana, alcanza la felicidad cu ando sup era
todas las condicion es que el p adre de su novia le p one p ara ser digno co mp añero de ella. Su
autoestima ha aumentado al sentir que goza de una buen a consideración social. “Ahora he
862
863
864
Id., Cabello blanco en cabeza peluda, M., Bruño, 1998, p. 118.
Id., Malas tierras, cit., p. 22.
Id., La estrella de…, cit., p. 101.
349
José R. Co rtés Criado
gan ado mi p equeña guerra p ersonal, con madurez, con voluntad y firmeza, y tengo un
trabajo y una base que comp artir. Como p uedes imaginarte, no h a sido fácil, p ero comen cé
por estudiar, p or dejarme las p estañas, los riñones, el corazón y las uñas dibujo a dibu jo”
865
.
Ahora es cap az de enfrentarse a las vicisitudes diarias y a su futuro p ersonal sin
temor al fracaso y sin miedo a iniciar una nuev a vida; ha asumido un comp romiso y ha
hecho frente a las adversid ades que la sociedad le imp uso y ha superado todas las trabas
que halló en su camino.
Pocos adolescentes atraviesan la adolescencia sin sufrir muchos traumas, y es que
sup erar esta etap a evolutiva no es tarea trivial, como confirma la p rotagonista de Rabia
cuando dice:
Y m e siento sola, rabiosa, encendida.
¿Qué me está pasando, eh? ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
Mierda de adolescencia, tú866 .
Para ella “se trata de vivir, y de soñar, y del derecho que tengo a equivocarme, y de
que nadie, nadie, p uede matar la esperanza de que mis anhelos se hagan realidad. No
persigo la luna. Quiero sentirla”
867
. Además le gusta ser diferente, verse diferente, sentirse
diferente. No quiere que la anulen, ni formar p arte de la masa: “Quiero ser y o, p orque y o
soy todo lo que tengo. He de vivir conmigo misma toda la vida” 868.
La joven p rotagonista refiere sus sentimientos en la siguiente reflexión: “El ser
humano se alimenta de lo qu e sueña, lo que vive, lo qu e esp era, lo que intuye, lo que ve, lo
que anhela. Nunca llega a estar lleno, nunca se rinde, nunca renuncia. Sólo la muerte le
detiene. Es un animal en tránsito constante, que se renuev a perp etuamente en la ignorancia,
candidato clandestino al o lvido y a la búsqueda infru ctuosa de su dimensión. El ser hu mano
vive p ara intentar, no p ara consumar, p ara esforzarse en co mp render, no p ara sab er el
origen de ese esfuerzo.
865
866
867
868
Id., p. 171.
Id., Rabia, cit., p. 11.
Id., pp. 23-24.
Id., pp. 31-32.
350
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
869
El ser humano se alimenta de esp eranzas”
.
También sintió rabia Kaop i, el ú ltimo guerrero nazai, cuando co mp robó que los
otros guerreros de antigu as tribus como la suy a se sometían a los d ictados del ho mbre
blanco.
Su compañero de cautiverio, M togo, le contó de qué tribu eran los demás
trabajadores del aserradero y cómo fueron dejando de ser guerreros p ara convertirse en
sup ervivientes. A modo de ejemp lo le d ijo: “Los untos eran guerreros, muy guerreros.
Lucharon contra los p rimeros blancos que llegaron aquí. […] Los blancos les dieron cosas
870
y ellos les d ejaron sus tierras”
. Pronto dejaron d e ser cazadores y se transformaron en
agricultores hasta que llegó la sequía y les faltó la comid a, desde entonces viv en de la
beneficencia del ho mbre blanco.
La rabia enfurecía al mismo Kaop i p orque “el hombre b lanco se agiganta a sus ojos,
convirtiéndose en el brujo de los brujos, el más p oderoso. Dominaba a Jil (Señor d el Día) y
era cap az de encerrarlo en burbu jas de agua endurecida. Construir monstruos de metal a los
que hacía trabajar p ara él. Y lo más imp ortante, se servía del negro p ara matar al
mundo” 871.
T ‘ung-tien, camarero del C lub de la Prensa Extranjera en Pequín, tamb ién siente
rabia ante lo que op inan de su país varios p eriodistas y recurre a un cuento titulado Lección
de historia y bu en provecho, reco gido en el libro El gran dragón, p ara dar una lección a sus
contertulios.
Señala a los comensales que han cometido dos equivocaciones, la p rimera qu e
China no es como un Gran Dragón dormido, sino qu e es un Gran Dragón y la segunda, que
no está dormido, sino desp ierto y vigilante, y comenzó a contar có mo unos señores
poderosos de naciones imp ortantes cenaban en Ch ina, y disfrutaban de los cuentos
869
870
871
Id., p. 33.
Id., Kaopi, cit., p. 115.
Id., p. 101.
351
José R. Co rtés Criado
tradicionales del p aís, p ero erraron al reírse de sus anfitriones, y creerse superiores,
desconociendo su milenaria historia y olvidando el resp eto que ha de tenerse tanto a los
asuntos conocidos como a los desconocidos.
El cuento finaliza informando que el Gran Dragón voló del M undo Inmaterial al
Mundo Real para cenarse a los rep resentantes europ eos. Este final ofendió a los
comensales, salvo al español, pero antes de que p udiesen manifestar su enojo a T'ung-tien,
éste se convirtió en estatua de alabastro, “y comp letó su transformación, para dejar de ser
por unos instantes un ser vivo, en el momento en el que el Gran Dragón rugió de nuevo y
872
entró p or la ventana”
.
Algunos p ersonajes ocultan sus frustraciones y sus temores tras una frenética
actividad física y tras unas ganas de hablar p or hablar como le sucede a Heli, p ersonaje de
Malas tierras, que no cesa de moverse n i de contar anécdotas de su trabajo, n i de fumar, ni
de hablar de libertad. Sus nuevos amigos se sorp renden de su vitalidad y desp arp ajo,
comp rendiendo Cati que “El afán de libertad de Neli sólo era en el fondo otra forma de
escap e, ni mejor n i p eor que la suy a: moverse constantemente p ara no p ararse a pensar, o
pensar sin dejar traslucir nada al exterior, p ara p rotegerse con una coraza, p ara ocultar la
debilid ad” 873.
Estos sentimientos de frustración recop ilados de distintos libros de Sierra i Fabra
nos confirman que la rabia, entendida co mo el ansia de sup eración, es la que mueve el
mundo, la qu e transmite energía a los hombres y mujeres para llevar a cabo sus sueños e
ilusiones.
872
873
Id., El gran dragón, M., Anaya, El duende verde, 1997, p. 131.
Id., Malas tierras, cit., p. 94.
352
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.3.- LOS VALORES SOCIOCULT URALES
Los valores socioculturales hacen referencia a una amp lia gama de factores que
abarcan la p osesión de los bienes convenientes, la p rosp eridad, la p az, la confraternid ad, el
buen gobierno, la igualdad de op ortunidades, la sup eración de las desigu aldad es humanas,
la sup resión de la marginación social, la buena convivencia, la solid aridad, la amistad, el
resp eto, la cultura p op ular, la p articipación social, el asociacionismo, el voluntariado, el
sentido de resp onsabilidad, la cortesía, las tradiciones p op ulares, la familia, la amistad, la
educación, la enseñanza, la libertad, la p romoción p ersonal y social, el trabajo, el emp leo, la
segurid ad social, etc.
Por lo tanto en este ap artado se destacará la imp ortancia d e las relacion es familiares
en la vida de las p ersonas, así como el valor de la convivencia p acífica y solidaria frente a
situaciones violentas que marginan socialmente a una p arte de la p oblación.
4.5.3.1.- EL COMPROMIS O CON LA FAMILIA.
A Sierra i Fabra le p reocup a la familia y p or ello se convierte en un factor muy
presente en casi todas sus obras; en algunas, p ara mostrar que la convivencia entre sus
miembros es fundamental en el p roceso de madurez p sicológica d e los más p equeños; en
otras, p ara retratar las diferen cias insalvab les entre los integrantes de la unid ad familiar y
los múltip les conflictos entre ellos.
El sentimiento familiar está tan asumido que hasta los seres no humanos desean
formar una familia, como les ocurre a la p areja de androides p rotagonistas en Marte XXIII¸
Arkady e Iliana. Él desea tener un h ijo con su p areja, y p ara ello deben d e seguir las normas
sociales establecid as: “Una p etición paternidad-maternid ad con junta seguía unos cauces
normales, era estudiada p or los correspondientes dep artamentos. Los p ermisos se otorgaban
353
José R. Co rtés Criado
desp acio y se regulaban los nacimientos p ara que fueran sincronizados. La esp era oscilaba
874
entre uno y tres años” .
Asimismo Zen Es-3-725.903, un vai-3, (ser con vida artificial inteligente),
protagonista de Las voces del futuro, tamb ién desea formar una familia con su nov ia qu e es
un ser humano, a p esar de que los matrimon ios mixtos están mal considerados socialmente,
pero como dice él enco giéndose de ho mbros: “Nos enamoramos” 875.
También la institución familiar es consid erada básica para el desarrollo armón ico d e
la p ersonalidad en el centro p siquiátrico donde se desarro lla El do lor invisible. Allí intentan
que la joven p rotagonista sup ere el trauma que la tiene ensimismada desde que murió toda
su familia menos ella en un accidente de tráfico.
De la importancia otorgada a la familia hace referencia una anécdota ocurrida en el
centro de internamiento cierto día qu e Belén Cuadrado, la enferma que veía ho mbrecillos
verdes por todas p artes, tenía sujeta a Elisa Fernández, la p ersona que era maníaca
dep resiva y la amenazaba con dego llarla, hasta que medió en el conflicto M ercedes, la
joven p rotagonista, consigu iendo que desistiese de ello tras hablarle de sus hijos.
La agresora justificab a su actuación debido a su soledad ; era consciente de que sus
dos hijas, avergonzadas p or su estado de salud mental, no la visitaban. Mercedes intentó
disuadirla d iciéndole: “No imp orta lo que tus hijas hagan p or ti. Imp orta lo que tú hagas p or
ellas”
876
, y continuó arguy endo: “Los hijos no saben nada, por eso necesitan a los p adres.
877
Los p adres sí lo saben todo”
.
De este modo, rememorando vivencias familiares, la enferma agresora distrajo su
atención centrada en el cuello de su p resa, dejándola libre. La protagonista consiguió
calmar a su comp añera de sanatorio recordándole que tiene una familia a pesar de todo, y
874
875
876
877
Id., Marte XXIII, cit., p. 106.
Id., Las voces del…, cit., p. 33.
Id., El dolor…, cit., p. 131.
Id., p. 132.
354
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
ella, qu e sabe dond e reside la suy a, resp onde que cuando consiga salir del centro lo p rimero
que hará será v isitarla: “Ir al cementerio, a ver a mi familia”
878
.
En El último verano miwok se refleja el encuentro de un p adre con un hijo tras diez
años de sep aración en un momento crucial p ara ambos; p ara el jov en p orque le ayudará a
asumir su comp romiso con la vid a y a madurar p sicológicamente; resp ecto al may or p orque
se encuentra al final de su existencia y desea escrib ir una gran obra ded icad a a su hijo a
modo de testamento. “Fue el último verano de mi padre, de mi adolescencia, d e muchas
879
cosas, razones y emociones”
.
Pablo Lafarga, escritor de p restigio en Estados Unidos, cuyos libros son grandes
éxitos de venta y son llev ados al cine con frecuen cia, renunció a seguir v iviendo en Esp aña
junto a su mujer y su hijo p or la literatura. Su esp osa nunca le p erdonó haber tomado esa
decisión y su hijo no sup o sop esar lo mu cho que su padre lo quería hasta que convivió con
él durante un verano y llegó a valorarlo mejor co mo p ersona que como escritor diez años
más tarde de aquel p eríodo de conviv encia que tanto marcó su forma d e ser.
La ausen cia d e su p adre y la p resencia intermitente de su madre marcaron la v ida d e
John Lennon que nunca disfrutó de una familia y siemp re crey ó que su p adre regresaría a
convivir con su madre, a la que se siente muy unido. La muerte accid ental de ella, cuando
por fin decide instalarse en Liverp ool con su hijo, sume a John en la desesp eración y la
soledad a p esar de la p resencia y el cuidado p erman ente de su tía M imi.
En El joven Lennon éste asume que todo en la v ida tien e un precio y se lo dice a su
amigo Paul M cCartney que también p erdió a su madre. “¿Y tu madre? Tuvo que morir p ara
que te integraras de verdad en el conjunto. […] ¡Los dos hemos p erdido a nuestra madre,
880
maldita sea, y ahora nos toca vivir a nosotros! ¡La vida sigue!”
878
879
880
Id., p. 144.
Id., El último verano…, cit., pp. 193-194.
Id., El joven Lennon, cit., p. 150.
355
José R. Co rtés Criado
Y refuerza sus ideas cuando repite: “Mi madre murió p or algo. [...] Necesito creer
que fue así, ¿no lo entiendes? Es p arte de la situación, la clav e. Toda la vida la necesité, y
no la tuve. Ahora, sin embargo, se acabó, y a no hay madre, y a no existe. He dejado de
necesitar y de dep ender. Sé que ése es el p recio, y yo lo he p agado con creces. ¿Qué otro
sentido tendría si no?” 881
Puede ser autobiográfico este argu mento, p ues Sierra i Fabra consideró qu e el p recio
para triunfar en la Literatura fue la muerte de su p adre, acaecid a días antes de gan ar su
primer premio literario.
En John Lennon se constata que John fue abandonado p or su p adre a los cinco años
y él rep itió el hecho con su p rop io hijo. “Tamp oco y o fui un buen p adre p ara mi p rimer
hijo, Julian. En cierta forma, también Julian se qu edó huérfano a los cinco años”
882
.
Para Kaop i, p rotagonista de la h istoria que llev a su nombre, la familia es un
elemento fundamental en la tribu; p rueba d e ello es que está imp aciente por formar una,
pero debe esp erar dos o tres estaciones p ara qu e Xura se conv ierta en mujer y así p oder
engendrar nuevos gu erreros nazais. Nunca llegó a cump lirse ese sueño p orque su tribu fue
aniquilada, p ero desp ués de buscar el lugar sagrado, Paraíso, encontró a una joven de otra
tribu en quien “la ternura d e la vid a brillab a en sus ojos y a través de su edad”
883
y con ella
se emp arejó.
En Benezén el pescador las relaciones familiares giran en torno al modo de
consegu ir el sustento familiar, es decir, sobre la pesca; por eso M ay ankay e, padre del
protagonista, recu erda las p alabras p ronunciadas p or su abuelo cuando lo instruía: “La caña
de p escar es como nuestra alma: flexible y , a la vez, firme y segura” 884, las dich as p or su
padre: “La red es un manto, [...] Es el cuenco con que llenas el camino de la vid a. [...] La
881
882
883
884
Id., p. 157.
Id., John Lennon, M., ABC, 2003, p. 17.
Id., Kaopi, cit., p. 163.
Id., Benezén el pescador, cit., p. 27.
356
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
red es tu mano”
885
, y las vertidas p or su madre: “No hay más casa que la barca. [...] Ten una
barca y siemp re serás un hombre”
886
.
Benezén no p udo seguir la tradición familiar porque el mar dejó de contener p eces.
A p esar de ello, d iariamente salía con su barca a p escar aunque no cap turaba ni una sola
pieza, y se ap enaba al pensar que su h ijo “no sería p escador, y no p orque no hubiera peces,
sino p orque había crecido sin conocer su raíz, sus orígenes. La sangre de tantas
gen eraciones”
887
, p or eso compró una vieja embarcación y “salió a la mar p ara buscar en
ella sus raíces de p escador”
888
y como sus vecinos se rieron de él, Benezén lloró al sentirse
incomp rendido y solo ante la falta de sus señas de identidad.
La historia de Benezén tiene un final feliz, y de su lectura se desp rende un
aprendizaje. Un joven que no sigue los consejos de su p adre se arruina, y cuando no tiene
nada ni nad ie que lo adule, recap acita y descubre que su p adre tenía razón. Su moraleja es:
no olvides tus orígen es ni te dejes llevar p or la cod icia.
El p adre del p rotagonista jamás dejó de sentirse p escador a p esar de estar la costa
esquilmad a y no cap turar una pieza durante años, ni siquiera cuando descubrió una cu eva
submarina rep leta de ostras con sus resp ectivas p erlas. Nunca lo tentó la codicia, p or lo que
vendía una p erla cada año p ara subsistir. No así a su hijo, que dilapidó la fortuna en muy
poco tiemp o y una vez arruinado regresó al mar en busca d e p eces, encontrando un nuevo
calad ero donde todo el pueblo pudo faenar.
Desde entonces, ni quiso ser alcalde n i en contrar más p erlas: descubrió que la mejor
riqueza está en la p esca, en recup erar su p rofesión y en alcanzar la felicidad con su familia.
Así se lo enseñó a su hijo y a su nieto.
885
886
887
888
Id., p. 28.
Id., p. 28.
Id., p. 83.
Id., p. 90.
357
José R. Co rtés Criado
La familia es una institución igualmente imp ortante p ara Virgin ia, la p rotagonista de
El último set; ella es consciente de que si no hubiera contado con el amp aro de su madre y
de su abuela materna, quizás no hubiese encontrado tiemp o p ara reflexionar sobre su vida
futura. En la obra es fundamental el pap el de la segunda, que en nin gún mo mento intenta
influir en la vid a de su nieta a pesar de que ésta recurre a ella y se refugia en su casa:
Entró en aquel mundo de silencio y al instante supo, con m ayor certeza aún, que su
decisión era justa, que únicam ente allí lograría la verdad.
Vio la portada de La Vanguardia de hacía cuarenta años, m ostrando a su abuela, "Carm en
Sala, primera dama del tenis español", había sido una heroína.
Actualm ente, todo era distinto.
Ni siquiera existía el fair play.
Lo único importante era ser el m ejo r y ganar, ganar, ganar889 .
De la importancia que la joven concede a la relación con su familia y amigos d an
muestra sus p alabras cuando ha tomado la decisión de acudir al torneo de Wimbledon: “El
tenis es un ju ego tremend amente individu al, p ero y o he necesitado contar con los d emás
para jugar esta partida. Me siento viva. En la hora del tie break decisivo sé que la esp eranza
final está de mi lado ”
890
.
Vivir sin familia no debe ser muy gratificante p ara Taziz, el joven h éroe d e El
hombre que perdió su imagen, que vivía solo en la montaña, cuidando sus rebaños tras el
fallecimiento de sus p adres, a p esar de que le aconsejaron qu e fuese a la ciudad a buscar
esp osa.
Cierto día descend ió de la sierra en busca de su imagen y conoció, entre otras
personas, a Circa, una anciana ciega que le dio de comer y le p alp ó la cara p ara conocerlo,
él sintió algo especial en su contacto, era añoranza familiar.
Había algo en ella [Circa] que le recordaba vagamente a su m adre.
O sería que todas las m adres tienen algo en común, un punto en el que el amor se hace
identidad, naturaleza propia891 .
889
890
891
Id., El último set, cit., p. 17.
Id., p. 229.
Id., El hombre que perdió…, cit., p. 71.
358
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Diferentes tip os de familias se muestran en el relato llamado No che d e viernes.
Cada una con sus p roblemas cotidianos intentando formar a sus hijos de la mejor man era
posible, con sus limitaciones y sus frustraciones, unas p or el desamor y desap ego entre sus
miembros, otras por la amargura y desazón a las que la vida las conduce sin p oderlo
remediar. Son cinco retratos que ay udan a comp render la p ersonalidad de otros tantos
jóvenes urbanos que salen a divertirse una noche y acab an la velad a en tragedia.
La familia de José Luis, joven que trabaja de mensajero, está comp uesta p or una
madre que trabaja todas las noches en un restaurante hasta bien avanzada la madrugada,
además de llevar la casa y sop ortar la mala v ida qu e le da su marido entre bron cas y
borracheras; un p adre que p asa la mayor p arte del tiemp o en el bar, aunque su madre dice
que está buscando trabajo; una hermana qu e él considera un p endón, que sale con hombres
casados; y el p rop io José Luis, que tiene un concep to muy machista de las relacion es de
pareja, abandonando a su novia los viernes p or la noche, p orque lo que realmente le ap etece
es salir a div ertirse hasta el día sigu iente con sus colegas.
Otro p rotagonista, M ariano, es hijo único del director de una empresa de
exp ortaciones, y vive con su madre p orque la p areja se divorció. “De noche aún me
desp ierto crey éndoles oír, p eleándose, lanzándose sap os y culebras el uno al otro. El
psiquiatra que trató a mamá me dijo que lo sup eraría, aunque matizó que ese era un mal
trago p ara un adolescente. ¡Jesús!, el que no lo h a p asado ni se lo imagina”
892
. El p adre vive
con una mujer joven que p ronto tendrá un hijo, p or lo que ahora Mariano está p reocup ado
con la futura llegada d e un hermanito.
Su madre p retende que Mariano odie a su p adre, p ero éste lo acep ta bien y se siente
más a gusto con él, “y no lo digo p orque me dé más libertad que mi madre y me suelte la
893
pasta que le p ido”
, sino p orque es difícil conviv ir con una madre, que se niega a acep tar
la nuev a situación familiar y muestra una imagen de señora desequilibrada que se quiere
tirar p or la ventana de casa atiborrad a de p astillas.
892
893
Id., Noche de viernes, cit., p. 24.
Id., p. 25.
359
José R. Co rtés Criado
Ismael es otro protagonista de la misma novela que vive con sus p adres, siendo el
único hijo que perman ece en la viv ienda familiar. Su hermana se casó y su hermano gay
hubo de abandonar la casa. Son los suyos unos p adres de p rofundas convicciones religiosas
que todos los días bendicen la mesa y piden a Dios p or los dos hijos ausentes. La hija acude
al domicilio familiar en días señalados, p ero Isidro, su otro hijo ausente, no lo hace nunca.
“Cuando Ágata, su marido y las niñas estaban en casa, la alegría solía ser imp arable. Aún
así, la quinta silla, la d e Isidro, continuaba siendo un testigo mudo de su dolor, el mismo
dolor que, cad a día, a la hora de co mer y a la de cenar, inundaba los ojos de su madre”
894
.
Lázaro, cuarto personaje de Noch e de viernes, viv e con su madre y su herman a
pequeña. El p adre murió en un accidente laboral; la madre trabaja en un taller de los
denominados de econo mía sumergida, y rellena sobres de tarjetas de felicitación en su casa;
él trabaja en un taller de motos. Éstas son la pasión de su vida y su frustración, p ues el día
que un ojeador estaba en la p ista observando su entrenamiento tuvo una caída y se jugó su
futuro p rofesional como corredor.
El último p ersonaje, Serafín, cree que odia a su hermano muerto p orque su
fallecimiento quitó las ganas de viv ir a los p adres y amargó la existencia a él y a sus dos
hermanas. Fue un lamentable accid ente, el n iño se le escap ó de las manos al abuelo y un
taxi lo arrolló: “Y el p obre abuelo se murió siete meses d esp ués, de tristeza. Desde
entonces… A veces no sé que es p eor, si el constante silencio d e p apá, eternamente callado,
gris, triste, sabiendo que el d estino le destrozó la vida, o la contenida locura d e mamá,
pensando cosas como Jaime habría cumplido diez años hoy o…”
895
Otra obra, Malas tierras, p resenta dos familias situadas en dos p untos lejanos en el
esp acio y en la felicid ad. Una reside en M adrid y espera un corazón p ara salvar la vida de
su hija, p or lo que efectúa un llamamiento a través d e la televisión solicitando una
donación. La otra, en Barcelona, queda imp resionada p or la noticia mientras aguarda la
llegad a de su hija p ara almorzar. Así arranca la historia, desde el p rincipio dos familias
894
895
Id., pp. 34-35.
Id., p. 44.
360
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
preocup adas p or sus hijos, una esp erando un milagro, otra p reocup ada p or el p rovenir de su
hija sin saber que amb as terminaran unidas p or un órgano tan vital como es el corazón.
La familia de Yu en Las alas del sol aguard a en un camp o de refugiados de Hon g
Kong p oder emigrar a Australia, son vietnamitas y en el viaje p erdieron a una hija y al
abuelo, la madre sabe que deben ser fuertes p ara sobrevivir y se convierte en el eje familiar.
Una noche, cuando sus hijos du ermen y sale del barracón a descansar junto a su marido,
dos lágrimas caen p or sus mejillas, él le p regunta qué h aría si la viesen llorar los n iños, ella
sup one que p erdería su rep utación: “Hu Dong la ad miró. Tan fuerte. Tan débil. Tan
humana. ¿Diferente? No. Sólo cap az de resistir, p or todos ellos. Alguien tenía que hacerlo.
Su esp osa era Vietnam, la tierra y su sangre”
896
.
Cierto día, Yu conoce a Tiam, un nuevo refugiado que le cuenta cómo pudieron
desembarcar. Según el n iño, la p atrullera militar no les p ermitía acercarse a la costa e
incluso quisieron alejarlos de la tierra. Cuando p arecía que iban a volv er a alta mar, su
madre dijo a los uniformados que no había llegado hasta allí p ara luego volverse y que
estaba disp uesta a arrojar a sus hijos al agua con tal de no retroceder, p refería verlos
ahogados.
En un p rincip io no la crey eron cap az de cumplir su amenaza hasta que cogió a una
de sus hijas y la lanzó al mar, cuando se hundió intentó arrojar a otra, pero no lo hizo
porque un soldado rescató a la primera y los dejó desemb arcar.
Tiam recuerda aqu el acto como el más duro de todos los vividos durante el v iaje,
incluso lo consid era p eor que el hecho d e haberse qu edado sin agu a p otable durante la
travesía. No recuerda haber visto nunca antes la expresión de la cara de su madre aquel
trascendental día, y rememora que su p adre permaneció con la cara o culta tras sus manos
sin querer p resenciar la acción materna.
896
Id., Las alas del…, cit., pp. 169-170.
361
José R. Co rtés Criado
El niño no comprendió el coraje de su p rogenitora en defender el p orvenir de su
familia, ni se dio cuenta de que su madre tenía las manos ensan grentadas porque “desp ués
de echar al agua a Shalin, [su hija] hundió las uñas de tal manera en la madera del b arco
897
que se las destrozó. Tuvo que dolerle mucho, aunqu e ella ni lo notó” .
No p ueden catalogarse d e armónicas las relacion es familiares en Nunca seremos
estrellas del rock, sino de traumáticas. Ventura vive con su p adre tras la sep aración del
matrimonio y dice qu e no sop orta los consejos de los p adres p orque tienen enfermedades
ocultas como “úlcera de ideas o cáncer de esp eranzas o el sida instalado en el vacío del
898
futuro” . De la inco mp rensión y el desap ego de la figura paterna así co mo de los malos
tratos recibidos surge el conflicto que acarrea la muerte del p adre a manos de su hijo.
El joven p rotagonista de Seis historias en torno a Mario llega al mundo en un a
familia social y económicamente aco modada cu ando sus dos hermanos son y a may ores,
desp lazando a ambos del círculo materno; el pequeño es el centro del ho gar y se le permiten
todos los cap richos que estuvieron p rohibidos a los otros dos; co mo resultado, los dos hijos
may ores son inseguros y dóciles, mientras que el p equeño es díscolo, cap richoso y a p esar
de su buena estrella termina trágicamente su vida, en p lena juventud, víctima de la soledad,
la inco mprensión, el desamp aro y la ansiedad qu e se ocultan bajo la sobredosis de heroína.
La madre justifica la educación dad a a su hijo Mario cuando alega: “No era más qu e
su esposa. Pertenezco a una generación que no tuvo demasiadas op ortunidades. Crecí en un
tiemp o en el que, p ara una chica, ser esp osa y madre lo era todo. […] M ario fue mi última
op ortunidad, consciente o inconsciente, y me vo lqué en él. Todo lo que no hice con Gabriel
y Alejandra lo hice con su hermano.
Cambié. Era tanto el sentimiento que me unía a él que n i y o misma sé lo qu e
899
pasó” .
897
898
899
Id., pp. 66-67.
Id., Nunca seremos estrellas…, cit., p. 19.
Id., Seis historias en…, cit., pp. 12-13.
362
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Estos cambios en la v ida familiar p rovocaron otros en los p lanteamientos educativos
resp ecto al benjamín de la familia, el cual recibió continuos mimos y consentimientos que
terminaron p or arruinar su vida y la de sus seres más queridos.
Dos familias rotas p or un mismo incid ente se reflejan en El tiempo del o lvido: la d e
Tetxu y la de Carlos. Para el p rimero, su p adre es un asesino que amargó la existencia a su
madre y a él cu ando realizó la primera misión que le en cargó ETA: acabar con la vida de un
militar. No consiguió su objetivo, sino matar a un señor que p aseaba con su hijo un
domin go p or la mañan a. Confiesa a Carlos qu e desde entonces su existencia “ha sido un
infierno, tío, un verd adero infierno, y es algo con lo qu e vamos a tener que v ivir toda
nuestra vida según p arece”
900
.
Carlos también es hijo ún ico y huérfano y recuerd a así a su p adre. “Para mí era muy
esp ecial. Siemp re estaba a mi lado, contándome cosas, cuentos, historias. Jugaba con migo
me enseñab a a leer, a contar. Era may or, ¿sabes? La gente creía que se trataba de mi abu elo
más que de mi padre. Me p arece que fui lo mejor de su vida. Él también p erdió a sus p adres
901
siendo joven, a los veintitantos...”
Tetxu además relata có mo la madre sufrió las consecu encias terribles del atentado
en su p ersona, pues fue interrogada y golp eada p or las fuerzas de seguridad y coaccion ada
permanentemente p or los etarras, además d e continuar siendo marginada socialmente p or la
relación de su marido con la banda armad a.
Carlos recuerd a a su madre, fallecida dos años desp ués de su marido, consumida p or
la tristeza, y oculta a Tetxu que él es el n iño que vio morir a su p adre y que aún conserva en
su memoria la visión de los ojos de su asesino al que desea encontrar p ara cerrar un
cap ítulo de su vida.
900
901
Id., El tiempo del olvido…, cit., p. 111.
Id., p. 47.
363
José R. Co rtés Criado
Son dos historias que se cruzan p orque el segundo p rotagonista así lo quiso e intentó
vengar la muerte de su p adre, aunque al final no p udo llevarla a cabo. La amistad vuelve a
ocup ar un lugar destacado al final de la historia, una vez que los dos amigos decid ieron
darse un p eriodo de tiemp o p ara olvidar el odio, el ren cor y las ansias d e ven ganza y así
poder rehacer sus vidas, manteniendo el siguiente diálogo en el momento de la despedida:
-¿Volveremos a vernos?
Por prim era vez, Carlos sonrió lleno de valor.
-Sí -acepto -, dentro de un tiem po.
-El tiem po del olvido - desgranó Tetxu despacio.
-No creo que podam os olvidar.
-¿Estás seguro?
[…]
-Sigues siendo m im ejor amigo - afirm ó Tetxu.
-Tú también902 .
La estrella d e la mañana p resenta dos ambientes familiares distintos, p or un lado el
de Beatriz, hija de una familia de clase med ia que ha ascendido socialmente al acceder su
partido a las esferas de poder y ocup ar el cabeza de familia un p uesto de relev ancia p olítica
y económica; p or otro, la de Joma.
La familia de Beatriz es la institución donde acudir cuando alguno de sus
componentes tiene necesidad de algo, ya sea dinero, comida o descanso; las relaciones son
cordiales y cada miembro realiza sus quehaceres al margen de los demás. Es el p rototip o de
familia actual que quedó reflejado en el p rimer cap ítulo de este trabajo.
Para conocer la vida familiar se p uede recordar que, una mañana, la madre de la
joven p rotagonista p regunta a ésta si va a subir a Navacerrada a esquiar el fin de semana,
como le resp onde que no lo hará p orque debe estudiar, le aclara: “Te vas a quedar sola,
¿sabes? Sonia se marcha con Ricardo y sus p adres, y o me voy a Laredo a v er có mo van las
reformas de la casa y controlar un p oco que no se haga nin guna barb aridad, y tu p adre
estará en el País Vasco con no sé qu ién de la mu ltinacion al de no sé dond e”
902
903
Id., pp. 166-167.
Id., La estrella de…, cit., pp. 18-19.
364
903
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La familia de Joma es diferente, su p adre, que lo abandonó siendo niño, está en la
cárcel de Caraban chel. El chico vive con su madre y el compañero sentimental de ésta. La
convivencia en el ho gar está enrarecid a p or el alcohol y los malos tratos que recibe la
madre p or p arte de su comp añero. La vivienda ni siquiera es el esp acio de p rotección donde
recalar tras un día de trabajo.
Las relaciones no son amab les ni p ara el jov en ni p ara la p areja. El sigu iente p árrafo
es ilustrativo del ambiente en que se mueve Joma, y refleja la imp resión que el chico tiene
del compañero de su madre cuando lo observa un d ía cu alquiera al llegar a casa: “Fortunato
estaba a un metro escaso de ella, en camiseta, con la barriga co lgándole p or encima del
pantalón caído. Tenía el rostro encendido, rojo, y no p recisamente a causa de la ira. El
brillo de los ojos destilaba cada gota de alcohol ingerida. A p esar de todo no estaba
borracho, al menos no tanto como otras veces. No se tambaleab a”
904
.
La familia d e Beatriz no acep ta la relación d e ésta con el chico y le p rohíbe seguir
viéndolo. Los dos jóvenes se fugan, pero al no disp oner de dinero ni encontrar trabajo, él
roba en un sup ermercado p ara poder comp rarle un as med icinas a ella. La Guard ia Civil los
detiene, la joven sale ind emne del suceso aunque él deb e p asar a manos de la justicia. El
padre de la muchacha interviene a favor del chico, le ofrece su ay uda si deja libre a B eatriz
para que sea ella la que decida su futuro, y así sucede. Se reencuentran al cabo de cinco
años.
Campos de fresas p resenta unas familias que son auténticos p ilares en las vidas de
las jóvenes p rotagonistas, así los p adres y la hermana de Luciana, la joven que p ermanece
en coma tras in gerir una p astilla de éxtasis, viven p endientes de ella.
Esther Salas no conseguía apartar los ojo s de su hija y del complejo sistema de tubos y
aparatos que la envolvía.
[…]
El doctor Pons y las enferm eras le habían dicho que, sobre todo, tratase a su hija com o si
ella realmente pudiera oírla, y que le hablase.
904
Id., p. 36.
365
José R. Co rtés Criado
Lo habría hecho igualm ente905 .
En la misma obra, los p adres de Loreto, una adolescente bulímica, v igilan
continuamente la actitud de ésta, sobre todo cad a vez que se dirige al cuarto de baño
desp ués de ingerir cualquier alimento. La madre “de algún lu gar de sí misma buscó las
fuerzas que le permitieran seguir. Ella tamb ién estaba co mo su h ija: en los hu esos de su
resistencia. Pero los médicos, los psiquiatras sobre todo, no dejaban d e repetirle y
recordarle que tenía qu e ser fuerte, muy fuerte.
Si ella flaqueaba, Loreto estaría p erdida” 906.
Un modelo de familia anormal ap arece en El niño que vivía en las estrellas. Como
se ley ó anteriormente, el ch ico viv e recluido en un a chabo la con un juguete electrónico y no
mantiene contacto alguno con otras p ersonas, salvo con su p adre.
El día qu e su p adre murió de un infarto, el niño lo gró escap ar de su vivienda, siendo
encontrado cerca de una autovía mostrando un extraño comp ortamiento dada la mala
educación recibid a: creció sin cariño familiar, sin una alimentación equilibrada y sin una
mínima edu cación física y mental. Se trata de “un simp le caso de crueldad, malos tratos,
violencia infantil”
907
.
En Retrato de un ado lescen te manchado se delata cómo el hecho de n acer en un a
determinada familia marca el carácter d e las p ersonas. Las familias retratadas son muy
diferentes entre sí: p or un lado, la del ex p olítico, una p areja sin hijos, él dedicado a tareas
de gobierno desde una honradez intachable; y ella, excelente compañera a lo largo de la
vida; p or otro, la formada p or una antigua novia del anterior con un miembro de la
burguesía catalan a que vive felizmente siendo la señora de un señor resp etable,
dedicándose al cu idado de sí misma y de sus niñas; y , frente a ambas, una familia humilde.
905
906
907
Id., Campos de fresas, cit., p. 66.
Id., pp. 36-37.
Id., El niño que…, cit., p. 98.
366
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Las dos familias, ap arentemente id ílicas, contrastan con otra situada en el extremo
op uesto de la sociedad, formada p or una mujer, viuda de un obrero manual, con dos hijos;
el p rimero, fruto de su matrimonio, y el segundo, adoptado. Se trata de una familia que
acaba d e romp erse al ser ella asesinada p or uno de sus hijos.
El p resunto p arricida es “uno de tantos jóvenes clásicos en la may oría de los p aíses
occidentales, aislados, marginados, p roductos de una sociedad imp lacable, comp etitiva, sin
demasiados recursos ni p osibilidades para muchos. Jóvenes que p arecían nacer en el gu eto
para vivir y morir en él, dejando una existencia gris y vulgar, en la qu e mu chos de ellos
908
jamás llegarían a tener la menor op ortunidad” .
Se trata de una familia de clase social baja residente en un barrio obrero. El hijo
may or trabaja en un taller mientras que el p equeño se limita a salir y beber con los amigos.
El desencuentro entre ambos hermanos es muy grande, sobre todo p or los celos del hijo
bioló gico, que se sintió infravalorado por su prop ia madre y desp lazado de su corazón p or
un advenedizo.
La madre, sabiendo la v erdadera identidad d e su hijo adop tivo, siempre lo quiso y lo
protegió en exceso, ella sabía que Fernando pudo haber tenido una buena educación, v ivir
mucho mejor, disfrutar de una p osición económica que ella no podía darle, “pero fue
exp ulsado de su mundo y acabó en el vuestro, así que él se llevó las caricias de una madre
que p robablemente le v io siempre como un a víctima”
909
.
Otra relación familiar es la del p equeño Daniel, quien busca ay uda para superar sus
problemas p ersonales y conseguir vivir p ara la música en Concierto en sol mayor. Se trata
de “un niño asustado, con p roblemas, que echa d e menos a su p adre y que no se atreve a
910
enfrentarse a su madre” , mujer de fuerte carácter que controla todos los detalles de la
formación musical de su hijo, tarea a la cual se ha dedicado comp letamente, dejando a un
lado su vida p rivada e incluso sacrificando su matrimonio.
908
909
910
Id., Retrato de un…, cit., pp. 29-30.
Id., p. 164.
Id., Concierto en sol…, cit., p. 101
367
José R. Co rtés Criado
En Donde esté mi corazón toda la familia viv e p endiente de la chica a la que
trasp lantaron un corazón, p ero la madre es la que p eor sop orta la situación, dado su carácter
pesimista. Continuamente p regunta a su hija cómo se encuentra, ésta, harta de su
persistencia, le resp onde: “Yo diría que estoy un p oquito mejor que hace un rato, antes de
irme, y también mejor que ayer, sólo un p oquito, pero mucho mejor, much ísimo mejor
estaré mañana, y no digamos pasado mañana, aunque d entro de un año seguro que estaré
mejor que hoy , teniendo en cu enta que estaba fatal hace...”
911
La joven no soporta el rígido control materno aunque co mp rende que sus padres y
su hermano estén p reocup ados p or su estado de salud; ella quiere ser ella y vivir su vida
intentando olvidar que le p restaron un corazón p ara p oder seguir viva.
Otra novela es La memoria de los seres perdidos; en ella se p resentan dos tip os de
familias antagónicas, la de los desap arecidos argentinos a quienes p rivaron de sus seres
queridos, y la de los usurp adores que arrebataron sus hijos y nietos a aquellos.
La familia Lav alle es argentina y vive en Barcelona. El p adre fue militar en su p aís
de nacimiento, actualmente regenta una p equeña empresa; la madre es ama de casa, nacida
en Esp aña, que intenta salvaguard ar a su familia de todo contratiemp o y olvidar su vida
anterior, hasta tal p unto que oculta a sus hijas su pasado. Pero cuando la may or, Estela,
descubre su verdadera identidad, no tiene más remedio qu e admitir que fue llevada a casa
por su p adre, al igual que otro hermanito que murió a los p ocos días de ser acogido, y que
su hermana p equeña.
Para la madre, aqu ellas criaturas eran regalos divinos, p uesto que ella no p odía
procrear y se sintió muy feliz al p oder cuidar de esas niñ itas que habían p erdido a sus
resp ectivas mamás.
911
Id., Donde esté mi…, cit., p. 17.
368
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Estela se asombró enormemente al saber que su madre no quiso sab er nada, ni se
interesó por el origen de los bebés, y ni tan siquiera se sorp rendió del h echo d e disponer de
ellos con tanta facilid ad, deduciendo de ello que se refu giaba en la ignorancia p ara buscar
algún consuelo. “M iró a su madre con estup efacción. Había cerrado los ojos a la realidad.
Así de simp le. Ninguna p regunta. Dones del cielo. Y si algo sabía, o intuía, había callado,
912
entonces y durante los años siguientes” .
La enorme tristeza que la joven sintió al saber que fue tratada como un objeto nada
más nacer y sospechar el maltrato p adecido p or su madre casi la hacen en loquecer. A p artir
de ese momento siente que ella ocup a el otro p lato de la balanza, donde se encuentra la
familia destrozada p or los militares argentinos cuando secuestraron, torturaron y mataron a
sus p adres, como a tantos otros miles de ciud adanos.
Frente a la ignomin ia de los militares y p aramilitares argentinos contra los
op ositores al régimen dictatorial, al temor, al odio y a la d esesp eración, las madres de los
desap arecidos reaccionaron como sólo p ueden reaccionar las personas que tienen la
cap acidad de p rocrear y p erp etuar la esp ecie: hicieron frente a la barbarie y bailando solas,
como canta Sting, lo graron encontrar el paradero de algunos de sus miembros no
asesinados, sobre todo a los hijos de las desaparecidas que estaban embarazadas. Gracias a
ello un a mu jer pudo acercarse a Estela y contarle la historia de su verd adero nacimiento, al
cabo de diecio cho años, en una calle de B arcelona.
En El peso del silencio, el tema d e las familias desmembradas por la dictadura
militar vuelve a h acer acto de p resencia; en esta ocasión se centra la trama en la
desap arición de un ciudadano esp añol. El p rotagonista, Daniel Ros, recibe el en cargo de
localizar la tumba del hijo de un magnate de la p rensa española que desap areció bajo la
dictadura de Augusto Pinochet en Chile, p orque “quiere volver a reun ir a la familia aquí,
aunque sea en una tumba”
912
913
913
.
Id., La memoria de los…, cit., p. 168.
Id., El peso del…, cit., p. 38.
369
José R. Co rtés Criado
Sierra i Fabra p one en boca del p rotagonista de esta novela el significado del título
de la obra. “El p eso del silencio era el p eso de todos los desap arecidos en Chile, y en
Argentina, y en Guatemala, y en Colombia, y en tantas guerras olvidad as con su eterna
multitud de muertos a cuestas. Un p eso infrahumano. El p eor de todos. El de no saber. El
de no entender” 914.
Víctor Jara se sintió siemp re muy unido a su familia, mantuvo una relación muy
esp ecial con su madre, la p ersona que le trasmitió su amor p or la vida y p or la música,
como se adv ierte en Víctor Jara. Reventando los silencios. “Si no fuera p or su madre, n ada
915
tendría sentido” , p ero no p uede decir lo mismo de su p rogenitor, p ues siemp re deseó
“que su p adre, alguna vez, le diera una p almad a en el hombro, un beso, una caricia, un
elo gio” 916 y no verlo “caminando p or la calle princip al, oscilando a derecha e izquierda con
paso errático, borracho...”
917
Cuando Víctor Jara formó su prop ia familia, vivió p endiente de su mujer y de sus
hijas. En cierta ocasión qu e hubo de p ermanecer tres meses p erfeccionándose co mo director
teatral en Londres confesó a su esp osa que iba a sentirse muy solo y a echar de menos a ella
y, sobre todo, a las niñas.
Normalmente la conv ivencia familiar influy e en todos sus miembros. En el caso de
Marc, el joven dep ortista de El oro d e los d ioses, se siente resp onsable del fracaso de su
padre como corredor y desea emular su hazaña e in cluso superarla y conseguir un a medalla
olímp ica de oro en la carrera de 400 metros vallas p ara devolver la alegría a su p rogenitor,
pues, como el joven afirma, siemp re tuvo el semblante entristecido. “He crecido sin ver reír
a mi p adre”
918
.
La madre, conocedora del carácter de ambos, quiere qu e su marido o lvide la
sensación de frustración p or quedar el segundo en la p rueba olímp ica de Munich en 1972,
914
915
916
917
918
Id., p. 294.
Id., Víctor Jara…, cit., p. 30.
Id., p. 14.
Id., p. 20.
Id., El oro de los…, cit., p. 84.
370
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
que olvide su rep etitiva frase: “El p rimero gana, el segundo p ierde, los demás comp iten.
Esa es la diferencia”
919
, y que deje a su hijo decidir su futuro dep ortivo con total libertad,
porque cada vez que gane o p ierda en un a comp etición, es el hijo la persona resp onsable del
éxito o fracaso y p orque “lo único imp ortante en la vida era tratar de ser feliz”
920
,
preocup ación que su marido había olvidado.
En este mismo sentido, el entrenador aconseja al muchacho: “Si corres p or él, p uede
que creas que ganas p or él, p ero si p ierdes, p erderás tú, así que hazme caso, M arc, corre p or
ti. Es tu vida la que está en juego ”
921
.
También influy e la familia en la p ersonalidad de Sonia, la joven p rotagonista de El
rostro de la multitud. La actitud de su padre y, sobre todo, la de su madre, marcó su futuro.
Se trataba de una mujer que siemp re asp iró a ser más que una simp le ama de casa en la v ida
y que no quiso pasar el resto de su existencia con su marido y sus hijos.
La madre d ecidió iniciar una nuev a conviven cia con un hombre adinerado y
abandonar a sus p equeños, de siete y ocho años, y al padre de ambos. Quería viv ir la vida a
su manera y no sentirse atada a resp onsabilidades familiares.
El ex novio de Sonia describe del siguiente modo la personalidad de la p rogenitora
cuando cuenta:
Su madre fue la que rom pió la baraja y les com plicó la vida -decía-. Era una pájara. […]
Es una historia de lo m ás clásica: Mujer de bandera, guapa, con la cabeza llena de ideas
locas, de ésas que siempre quiere m ás, que piensa que puede tener algo m ejor, que está
segura de que en la siguiente esquina encontrará el puchero del arco iris, o sea, el hombre
de sus sueños...922
919
920
921
922
Id., p. 24.
Id., p. 98.
Id., p. 37.
Id., El rostro de…, cit., pp. 121-122.
371
José R. Co rtés Criado
Además, añade resp ecto a la hija: “Sonia tamb ién es bastante peliculera y romántica,
923
soñadora y culo inquieto como su madre, con gan as de comerse el mundo, y ráp ido” .
En la misma obra destacan las reflexiones d e una anciana que p erman ece entre el
grup o de p ersonas secuestradas p or Sonia en el interior del banco. La mu jer imagin a cuál es
el ambiente familiar d e la atracadora y no y erra mucho al sosp echar que se trata de “una
familia rota, seguro. Como la de su vecina, la señora Teresa. El p adre p or un lado, ella p or
otra, y los hijos golfeando. Carne de p residio”
924
.
Desp ués de realizar esta elucubración la mujer p rolon ga sus cavilacion es hasta su
familia: “Asunción Verdagu er susp iró. Se sentía muy cansada p or la rigidez, el miedo,
aquella tensa esp era. Y nadie la echaría en falta. Nadie. Aunque Antonio [su hijo] le
telefonease a mediod ía, p ensaría que no estaba en casa y y a está. Ni la menor p reocup ación.
Un día se caería al suelo estando sola en casa, se rompería una cad era, y su hijo no iría a ver
si le había sucedido algo hasta dos o tres días desp ués, cuando se extrañase realmente de
que no cogiera el teléfono. Para entonces y a estaría muerta. Eso si no iba su nuera y la
remataba”
925
.
Estas p alabras de la anciana reflejan la soled ad en la que v ive y el desap ego
familiar; es una breve reseñ a sobre la situación en la que se encuentran miles de personas
en la tercera ed ad y que el autor hace ap arecer en la novela a modo de señal de alarma en
una historia d irigid a al p úblico juvenil con el fin de gen erar alguna reflexión sobre el
asunto.
La ado lescente protagonista d e Rab ia sufre tantos cambios físicos y mentales qu e
también siente rabia contra su familia p orque siempre está aconsejándole qué deb e o no
debe hacer, qu é es mejor o p eor p ara ella, p reguntándole qu é hace o deja d e hacer, y … ella
923
924
925
Id., p. 122.
Id., p. 19.
Id., p. 43.
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
siente que su p adre es uno “más que perdía el p oder, y que no p odía dirigir un a vid a que
creía suya y se le escap aba de entre los dedos de las manos”
926
.
Pero el verdad ero valor de la familia lo matiza el p adre cu ando dice a su h ija: “Hay
algo más, y sólo te lo diré una vez, así que no lo olvides nunca -siguió Jonás Estap é-. No
olvides jamás que, p ara bien o para mal, somos tus p adres. Estamos aquí p ara algo más que
para gritar u ordenar cosas que os p arecen absurdas. Si crees que eres lo suficiente madura
para algo como esto, adelante, p ero esp ero que también lo seas p ara contarnos tus cosas si
tienes un p roblema un día, del tip o que sea. Confianza p or confianza, ¿estamos?”
927
Dormido sobre los espejos es una novela dedicad a a la familia. En ella un joven
descubre in esp eradamente la parte oculta de su historia familiar. Siemp re crey ó que su
abuelo p aterno murió antes del p arto múltip le de su abuela, y que p or lo tanto su p adre y su
tío eran huérfanos, p ero p or azar encontró una colección de cartas firmadas por aquél, todas
provenían de Cuba, y estaban dirigidas a su abuela.
La anciana nunca recono ció que su marido vivía, y, cuando fue descubierto su
engaño, refirió a su nieto: “Sólo estuve con tu abuelo tres años. Antes mi vida no existió. Y
desp ués... todo fue luchar p ara sacar adelante a mis hijos. [...] Aquellos tres años p asaron
928
tan ráp ido, tanto. Un soplo. Pero fueron toda mi vida”
.
El jov en v iajó a Cub a y encontró a su abu elo, que llegó a ser miembro del
movimiento revolucionario y hombre d e confianza de Fid el C astro. Además, conoció a
otros tíos y p rimos nacidos de las relacion es mantenidas p or el abuelo con diferentes
mujeres. Constituy en la rama cuban a de su familia, que es muy distinta a la esp añola.
El abu elo reh izo su vida en Cuba, dond e recaló desp ués de huir de España p or
defender la honra d e su esp osa. Hasta allí llegó huy endo de la Esp aña franquista y al
sentirse bien acogido, decid ió permanecer en la isla y no regresar a su p aís, p ues a pesar de
926
927
928
Id., Rabia, cit., p. 64.
Id., p. 133.
Id., Dormido sobre los…, cit., p. 36.
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José R. Co rtés Criado
haber p rescrito su delito y de continuar enamorado de su p rimera mujer, sabía que su vida
no p odía volver atrás.
También se p uede leer en La niña que no podía reír la imp ortancia que Sierra i
Fabra otorga a la familia, p orque sin el ap oy o de sus padres, la p equeña Chelsea Thomas no
habría superado todos los p roblemas derivados de su imp osibilidad de reír.
El amor maternal está presente en el relato desde su inicio, cuando la madre revela
sus sentimientos al dar a luz a la p equeña:
Nunca recuerdo haber sentido nada parecido en la vida. [...] Cuando tú llegaste, fue...
maravilloso, único. Ese mom ento es el mejor de la vida para una mujer, ya lo verás. La
sensación de las sensaciones. Es un estado de paz, bienestar, dulzura... […]
Nunca había sentido tanto dolor y al m ismo tiem po tanto placer y am or929 .
Otras tipologías familiares con características esp eciales se p ueden hallar en las
familias de los alumnos conflictivos retratadas en Las Furias. Sobre la familia de Ezequiel
informa una v ecin a al d ecir d e la madre d el ch ico:
-A esta hora acaba de trabajar en el centro, él [su marido] anda en el bar de la esquina, la
chica ya ni viene a dormir y el chico...-se encogió de hombros. […]
-Friega suelos, ¿qué va a hacer? Y mientras, él en el paro y gastándose el dinero en el bar.
[…]
-Antes su padre le atizaba las palizas [a Ezequiel], pero ahora es Zequi quien se las da al
930
cabrón ese” .
Una familia p eculiar es la del niño soldado Saturnino. Está constituida p or sus
comp añeros de la gu errilla; aunque anteriormente tuvo dos familias, las mismas que p erdió.
La p rimera p érdida tuvo lu gar cu ando los soldados arrasaron su aldea y mataron a todos
salvo a él, que estaba limp iando el p ozo; más tarde caminó hasta el p ueblo de la prima de
su madre dond e encontró a todos los hab itantes enterrados, p or último llegó a un p ueblo
desconocido donde lo adop tó la familia Gursindo.
929
930
Id., La niña que…, cit., p. 12.
Id., Las Furias, cit., p. 160.
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Allí se encontró con “nuevos p adres, hermanos y hermanas. Alguien a quien
intentar querer y p or quien intentar ser querido”
931
, p ero esta exp eriencia solo duró seis
meses, al cabo de los cuales el ejército hizo acto de presencia en el p ueblo y acabó con la
vida de todos sus habitantes, Nino perdió su segunda familia y marchó de nuevo a la
montaña, donde se en contró con el comand ante José y el resto de los guerrilleros con los
que convive.
En La piel de la memoria se exp one otro problema familiar más grav e: el del
sustento. La falta de dinero p ara p oder subsistir marca el destino de un niño nacido en una
aldea de M ali. La fatalidad quiso qu e su madre muriese en el p arto del noveno hijo, y la
sequía, que su familia no tuviese nada para co mer.
Kalil M tube, el joven protagonista no sabe que su p adre lo vendió a un tratante de
esclavos hasta que sintió sobre sus esp aldas la vara de su amo, entonces comp rendió su
nueva situación y sup uso cuál sería la que se v iviría en su casa tras recordar que “Anake
Musampa desapareció un día del p ueblo, y sus p adres no dijeron nada a n adie. Pero muchos
vieron llorar a su madre. Y a los p ocos días, tenían una vaca que alimentó a toda la familia.
Mi p adre también soñaba con una vaca”
932
. Envuelto en su soled ad recordó a su amigo y el
hambre que h abían p asado el ú ltimo año tras una mala cosecha.
La trilo gía El tiempo del exilio no es sino el recu erdo familiar de un grup o de
personas que hubieron de abandon ar Esp aña tras la victoria de los militares sublevados
contra la Rep ública. Son p ersonas que convivieron en el Sinaia, el barco puesto a
disp osición de los exiliados españoles en Francia p or p arte del gob ierno mexicano, y narran
sus avatares en Sudamérica y el regreso de algunos de ellos a Esp aña una vez restaurada la
democracia en nuestro país.
Una de las familias más estables en esta trilo gía es la del p eriodista Valeriano Pu ig,
-persona consciente de que el fin d e la Rep ública acarrearía un largo p eríodo de exilio-, que
931
932
Id., Donde el viento…, cit., p. 32.
Id., La piel de…, cit., p. 16.
375
José R. Co rtés Criado
estaba formada p or su esp osa Teresa Prades, su hija Natalia, con diecisiete años, y Ana
Soler, viuda de su hijo Juan, muerto en la guerra, que viaja embarazada de ocho meses. Su
nieto Juan nacerá en el barco. Los aco mp añan los recuerdos de C armen, su otra hija muerta
durante la contiend a; los d e su hijo Ismael, desap arecido en medio de la conflagración ; y
los de Jofre, hermano gemelo de Valeriano, que no quiso abandon ar Barcelona.
Otra de las familias viajeras es la constituida por Ramón Alcaraz, que se siente en la
obligación de mantener la moral siempre en alto, p orque cree que volv erán pronto a Esp aña
y considera a Valeriano Puig un qu intacolumnista. Lo acompañan su hijo Ernesto, joven de
veintidós años que estando en el frente no dudó en disp ararse en una pierna para ser
evacuado y así salvar su vida; su hijo Elías, que se en amora de Natalia, h ija del señor Puig,
nada más verla en la cubierta del b arco cu ando zarp aba, y su mujer, Amp aro García.
Esta familia es la qu e más cambios ideoló gicos sufre. M ientras la p rimera mantien e
unos p rincip ios de integridad y honradez intachables, la segund a p ronto olvida sus
convicciones de justicia y moralidad. El p adre y el hijo may or forman p arte de una trama de
corrup ción a gran escala ap rovechando las nuev as obras en la capital mexican a. El h ijo
pequeño termina rep udiado p or emp arentarse con la familia Puig, y la madre cambia sus
ideas comunistas p or un interés desmedido hacia los asuntos religiosos hasta que pierde la
razón.
Junto a ellos v iajan dos p ersonas más que, desp ués de mu chas vicisitudes, termin an
viviendo juntos. Son Lorenzo Vilá y Berta Soler; así como un abuelo y un nieto, formando
el entramado d e esta trilogía sobre los perdedores de la guerra.
Si el p eso de la familia en los jóv enes es evid ente en nuestra civilización, más aún lo
es en otras culturas donde el p atriarcado sigue manteniendo gran influencia. Es el caso de la
familia marroquí residente en Cataluña que desea casar a su hija ado lescente con una
persona de cincuenta y un años: “M is padres han concertado mi matrimonio con un ho mbre
933
de nuestro p ueblo”
933
.
Id., Frontera, cit., p. 15.
376
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Ante esta situación, la hija huy e de casa p orque se niega a contraer ese matrimon io.
No quiere denunciar a los p adres p orque considera que ellos quieren lo mejor p ara su hija
aunque sigan apegados a sus tradiciones, sólo esp era que ellos reflexionen y acepten que
ella es quien debe decidir sobre su futuro.
Una familia p eculiar es la formada p or Antonio, el mejor v endedor d e p astillas en
las discotecas, constituida p or “un p adre borracho, la madre mu erta y un hermano
934
adolescente estudiando”
, en El mensajero del miedo.
Cuando Esteban, hermano del personaje antes citado, relata a su amiga M arta que su
madre murió atrop ellada p or un coche, ella sosp echa que un conductor borracho la arrolló,
pero él le aclara: “El borracho era mi p adre [...] M i madre trataba de llevarlo a casa. El
coche ib a demasiado rápido, sí, p ero se los encontró encima, en mitad de la calle, p orque mi
padre se emp eñó en p asar p or allí y no p or otro lugar. Mi madre sólo tuvo tiemp o de
emp ujarle a él”
935
.
También la familia de M arta era normal hasta que su hijo tomó una p astilla d e
éxtasis y falleció. “M i madre... se ha vuelto loca [...] Mi p adre se siente culpable y yo... Una
familia destrozada p or una simple p astilla”
936
.
Una p ersona singular es M arani-Kae, el más infeliz de los infelices en Los moais de
937
Pascua desde que n ació, era rake rake
. Fue un bebé p rematuro y estuvo a punto de
morir, p ero como no fue así, su p adre salió de la cabaña y escupió a la luna llen a. “Se
arrep intió al momento de su ira y le pidió p erdón a la luna. Pero la luna se ocultó tras una
nube y no vio ni escu chó su p erdón” 938, p orque desde ese instante su hijo fue mald ito, ni el
padre ni sus cuatro hermanas lo querían, ni los hab itantes del p ueblo, que lo rehuían.
934
935
936
937
938
Id., El mensajero del…, cit., p. 16.
Id., p. 25.
Id., p. 118.
Feo.
Id., Los moais de Pascua, B., Edebé, T ucán, 2003, p. 9.
377
José R. Co rtés Criado
Durante toda su vida quiso ser útil a la comun idad, incluso ganó la carrera del
Hombre Pájaro, p ero nunca fue acep tado. Para mitigar su soledad talló una figura gigante
de p iedra que fue envidiad a p or todos y desde entonces los habitantes de la isla de Pascua
se dedicaron a construir mo ais p orque los consideraban p rotectores de sus viviendas y de
sus familias.
La familia también es tratada en clave d e humor en obras como ¡¡¡Lamberto!!!,
Sólo un día más, ¡Sálvese quien pueda! o Querido hijo: estás despedido.
Lamberto tiene una familia normal que, según él, se mantiene unida gracias a su
buen hacer, p orque su hermana sólo piensa en los chicos; su hermano en jugar la final d el
camp eonato de fútbol aficionado; su madre es un a p erfecta ama d e casa, y su p adre necesita
ayuda p ara dejar de beber.
Reitero que como consecuen cia de sus accion es, la herman a no consigu e ser
corresp ondida a p esar de la p oesía que Lamberto escribió en su nombre al ch ico deseado;
su hermano no jugará el en cuentro p ara el que en un princip io estaba seleccionado gracias a
la actuación de su hermano p equeño; el p adre ve p eligrar su p uesto de trabajo en el banco
tras la gestión de su h ijo ante las Damas de Acción Directa; y p or último, la madre observa
aterrorizada que el beb é que cuida Lamb erto en casa no es su hija, p orque la cambió en una
salida que efectuó a la calle mientras la custodiaba.
Personaje an álo go es Víctor, de la colección Los libros de Víctor y Cía. También
quedó aclarado que ún icamente p retende hacer feliz a su familia p ero los resultados de sus
actos no son los que él desea, y así intenta consolarse en ¡Sálvese quién pu eda! desp ués de
comp robar que todos los miembros de su familia lo buscan con la intención de rep renderle.
“Desp ués de todo, era bien cierto aquello de que no hay mal que cien años dure, aunqu e sus
males p odían llegar a ser casi, casi, eternos, vistas las circunstancias y oídos los alaridos de
939
su p adre” .
939
Id., ¡ Sálvese quién pueda!, M., SM, Los libros de Víctor y Cía, 1994, p. 122.
378
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Una reivindicación p intoresca es la de los p adres de Miguel en Querido hijo: estás
despedido. Como quedó anotado anteriormente, el p rotagonista es un niño egoísta y
descuidado que abusa de la p aciencia de sus p rogenitores hasta llegar al extremo de ser
exp ulsado de casa p or esa falta de respeto y cariño hacia sus ascendientes y no surtir efecto
los castigos imp uestos hasta la fecha.
Cuando Miguel quiere argumentar a su favor, la madre se muestra tajante, ella
prefiere salir d e comp ras, ir al gimnasio, tomar café con sus amigas… a estar todo el d ía
reco giendo las cosas que su hijo deja esp arcidas p or la viviend a; y el p adre le exp lica que
su caso no es único : “Hace p oco un hijo llevó a sus p adres a los tribunales p ara dejar de
serlo, p orque no le trataban como a tal. Y ganó. Lo declararon ind ependiente. Bueno, p ues
es lo mismo p ero al rev és” 940.
4.5.3.2.- EL COMPROMIS O CON UNA CONVIVENCIA PACÍFICA.
La conv ivencia p acífica no debe ser entendida únicamente como v ivir sin sufrir
ningún conflicto bélico, sino que ha de abarcar las relacion es p ersonales, familiares,
laborales, escolares, etc., dentro de un ord en establecido d emocráticamente p or todos los
ciudadanos sin menoscabar la lib ertad y los derechos fundamentales d e cada ser que habita
en este p laneta, atendiendo a los valores morales que debe tener cualqu ier persona,
cualquier institución y cualqu ier actuación qu e quiera llamarse hu mana, en el p leno sentido
de la p alabra.
Como recu erda Adela Cortina, si no resp etamos las normas d e conv ivencia y
masacramos los valores que la sustentan, “nuestro mundo puede convertirse en un mundo
sin hogar, en el que las gentes estemos p ero no nos encontremos como en casa, al que le
940
Id., Querido hijo: estás…, cit., pp. 26-27.
379
José R. Co rtés Criado
falten ventanas, al que le falte confort y al que le falte habitabilidad ”
941
, puesto que esos
valores son cualidades tanto de las cosas, como de las acciones, y de las p ersonas, que nos
ayudan a hacer un mundo mejor y más habitable.
De convivencia también habla Benaimed, hombre sabio de Las historias perdidas.
Es consciente de la imp ortancia de la vid a en sociedad y del ap oy o mutuo entre las personas
sin imp ortar ni dónde ni cómo viv an. “Lo que haga un hu mano repercute en otro, aunque
esté al otro lado del mundo. Ésa es la fuerza de la vida, de la naturaleza. ¡Tú mismo lo
acabas de d ecir hace un instante! ¡Tu acción ha sido generosa, hu mana, n atural!” 942
5.5.3.2.1.- LA GUERRA Y LA PAZ.
Convivir p acíficamente y en armonía ha sido una constante p reocupación en el ser
humano, y según Sierra i Fabra segu irá siéndolo en un futuro, p ues en Marte XXIII, “La
Ley Fundamental habla de futuro, de crear las bases de una perfecta sociedad en armonía
y para siempre, y de sentar los fundamentos para que el ser humano deje de odiarse a sí
mismo y crea firmemente en su eternidad”.
Los p rotagonistas de este relato se consideran seres humanos sup ervivientes de la
esp ecie que no pueden p ermitirse ningún exceso que altere la p az y p rovoque una nueva
hecatombe, d e ah í que vivan en un a sociedad muy vigilad a, co mo manifiesta Feraia, una
dirigente del sistema. “Estaremos en disp osición de modificar el co mp ortamiento de los
núcleos sociales, d irigir conductas, establecer las bases d el p rogreso. Vamos a crear el
941
CORT INA, Adela: “ El vigor de los valores morales para la convivencia”,
http://www.mec.es/cesces/adela.html (22- 12- 05)
942
SIERRA I FABRA, Jordi: Las historias perdidas, M., SM, El Barco de Vapor, 2000, p. 33.
380
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
sistema perfecto, el modelo a segu ir en el Nuevo Orden Cósmico. ¡Llegaremos al mismo
943
origen de la voluntad human a, Arkady !”
Esta nueva sociedad desembo ca en un sistema totalitario que no p ermite a ninguno
de sus miembros tomar iniciativas contrarias a las normas de organ ización y
funcionamiento, sino que deb e marcarse un as metas claras y p recisas de manera ob jetiva,
así que “las emociones, como los sentimientos, aquello que antaño nos distinguió de las
944
bestias” , debe evitarse, p orque son un lastre p ara la civilización.
La falta de libertades ind ividuales es tal que incluso se llega a considerar a un a
comunidad de v egetarianos como una amen aza p ara el sistema, p ues alteran el consumo de
carne p revisto para la colectivid ad, con lo cual los resp onsables del gobierno h an de
reeducar a tales elementos, considerados co mo subversivos.
Pero como no hay may or alteración de la conviven cia p acífica que la p rovocada p or
cualquier guerra, en este cap ítulo se encuadrarán las referencias a los conflictos bélicos que
están p resentes en numerosas obras de Sierra i Fabra.
Investigar el suicid io de su hermano, p restigioso fotógrafo de p rensa, llevará al
joven p rotagonista de Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas a cono cer la
realid ad de los pueblos indígen as en el continente americano.
Su hermano había concertado una entrevista con el comand ante de un movimiento
guerrillero, p ero como eso no es noticia d e p ortada de los grandes p eriódicos, p asó la
información al ejército con la intención de fotografiar su detención, p ero los militares
perp etraron una masacre, acabando con todas las p ersonas presentes en la aldea:
guerrilleros, camp esinos, mujeres, niños. Chema fotografió la barb arie, ocultó los carretes,
e hizo p úblico el horror. Ganó el famoso p remio WPP p or una foto de la matanza, desp ués
se suicidó p orque su ambición lo había traicionado.
943
944
Id., Marte XXIII, cit., p. 114.
Id., p. 135.
381
José R. Co rtés Criado
Chema Soler fotografió el horror, una mujer abatida por los disp aros que “acababa
de ver morir degollado a su marido, huía con sus hijos, y estaba embarazada de p ocos
945
meses…”
, y algunos testigos afirman: “Pudieron haberlos cogido vivos, pero no
interesaba. Los guerrilleros vivos p ueden escap ar o ser indultados, o cump lir sus condenas
y volver. Así que disp araron sin dar un solo av iso, contra todos, contra ellos y contra los
habitantes del p ueblo que le daban cobijo” 946.
Cuando el joven p rotagonista visitó la zona donde tuvo lugar la masacre y sintió la
exub erancia d e aquella tierra y la amabilidad de sus gentes no p ensaba que estuviese en un
lugar donde hubiese hostilidades, “p ero también comprendió, v iendo la p obreza de p ueblos
y casas, que la revolución fuese necesaria y que no terminara nunca” 947.
Toda la obra es un alegato a la honradez que d ebe p residir cualqu ier actuación
humana, y una defensa de la vida de los indígen as que constantemente son elimin ados, y de
la p az tan necesaria p ara p oder vivir en comunidad, como reza en su dedicatoria:
Este libro está dedicado a todos los que han muerto impunem ente por la violencia de las
armas, debido a su condición indígena y hum ilde y en defensa de sus derechos, y a los
miles que yacen en fosas com unes sin identidad y olvidados por la ignorancia o la
com odidad del mundo.
Y a los periodistas honrados que cuentan la verdad948 .
La historia reco gida en Donde el viento da la vuelta refleja la realidad de los niños
soldados en Guatemala, siendo ad emás un alegato en favor de la p az y de la población
indígena. Tamb ién defiende la v ida de los niños que p ululan p or las calles de las grandes
ciudades sudamericanas y son víctimas de los sicarios.
Mientras los niños están alistados viven cad a día como si fuese el último d e su
existencia, p ara ellos carece de sentido el concep to de familia, amistad, amor… Cuando
945
946
947
948
Id., Un hombre con…, cit., p. 139.
Id., p. 139.
Id., p. 130.
Id., p. 171.
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Nino, el niño guerrillero, p regunta a su compañera Neli si se enamoró algun a vez, ella le
949
resp ondió con otra p regunta: “¿De qué sirve enamorarse en un a guerra?”
, dando p or
sentado que el amor ún icamente deb e existir en tiempos de paz, p ero el niño soldado sigue
teniendo p reguntas sin resp uestas, entre ellas la siguiente: “¿Quién tiene la culp a de las
guerras?”950
Se siente tan desesp erado en med io de la contienda y tan solo que se p romete no
hacer más amigos en la guerrilla p ara no tener que llorarlos, tal como le ocurre desde la
muerte de Zacarías.
En esta obra incluso se hace un alegato contra las minas antipersonas, de modo qu e
cuando los jóvenes gu errilleros atraviesan un camp o minado se señ ala:
Decían que una mina valía apenas unos pocos dólares, tres la más barata. Decían que
desarm arla costaba varios m iles. Decían.
A un soldado inválido había que alim entarlo, no servía para nada, y constituía un recuerdo
vivo de la derrota. A un soldado muerto se le enterraba y se le llamaba héroe. Lo malo era
que novecientas noventa y nueve de cada m il minas estallaban a los pies de niños o
cam pesinos que sólo querían sobrevivir con el fruto de sus tierras951 .
Igualmente informa d e que a med iados de los años 90 existían 110 millones d e
minas disp ersas p or 64 países, de las cuales 30 millones estaban esparcidas en 18 países de
África, donde han qu edado activadas para desgracia de los habitantes de esas regiones, p ues
se sabe que actualmente el 95 % de las v íctimas de las minas antip ersonas son civ iles. Hoy
es casi imp osible su eliminación d e la sup erficie terrestre, p ues “p ara desactivar las y a
existentes, se necesitan 33 millon es de dólares y más de 1.000 años de trabajo”
952
.
Sierra i Fabra denuncia en la misma obra qu e los p aíses industrializados, entre ellos
Esp aña, fabrican y venden este tip o de minas a p esar de las camp añas contra su fabricación
y su utilización en los conflictos bélicos d esde diferentes ONGs, que están consigu iendo
concien ciar d e su p eligro a la p oblación mundial.
949
950
951
952
Id., Donde el viento…, cit., p. 125.
Id., p. 124.
Id., p. 146.
Id., p. 200.
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Al final de la novela se reco ge información real, como la siguiente:
Sólo en la década de los años noventa, dos m illones de niños han m uerto víctim a de
conflictos arm ados, y al menos 10 m illones han sido testigos directos de atrocidades. [...]
El 90% de las pérdidas hum anas de las guerras actuales son civiles. De ese porcentaje, el
40% son niños. [...]
En la segunda m itad de los noventa, 14 millones de niños vivían refugiados. Un núm ero
difícil de calcular, pero cercano al medio m illón, combatían en conflictos arm ados. Con
siete años ya se es soldado. […]
Los grupos paramilitares o la mism a policía se dedican a matar niños en países com o
Guatemala, Colombia y Brasil953 .
Además añade información sobre los más de 40 años de gu erra civil encubierta en
Guatemala, d el exterminio de 200.000 ind ígenas, d e cómo “Estados Unidos, en 1999, ha
reconocido su participación directa en esa guerra, entonando el mea culpa p or haber
apoy ado a las fuerzas consideradas más retrógradas del continente americano. Como
siemp re, ese mea cu lpa llega cuando y a todo ha suced ido. Dentro de otros 40 años se
entonarán los actuales” 954.
En las p áginas de este mismo libro se advierte que los niños son los encargados de
las misiones más arries gad as p orque no tienen la noción del miedo y p orque además existen
muchos para reemp lazarlos en caso d e baja y que hay “cinco razones p ara alistarse en la
guerrilla siendo n iño o adolescente: ven ganza, p obreza, necesidad de sentirse p rotegido y
pertenecer a algo, desamp aro y p ersp ectiva de una vida mejor cuando se ha p erdido todo y
no se tiene nada”955.
Resulta demoledor encontrar en las p áginas finales de la obra datos reales resp ecto a
determinados conflictos armados que p arecen no haber sucedido, o lo hicieron hace
muchísimo tiemp o, p orque la realidad actual nos ha familiarizado con otras guerras más
cercan as en el tiemp o y el esp acio. Las notas finales sirven de ald abonazo a las concien cias
de los lectores.
953
954
955
Id., pp. 198-199.
Id., p. 200.
Id., p. 180.
384
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El tema central de En un lugar llamado guerra es, como su título indica, la guerra,
acontecimiento siemp re único p orque su fin es el mismo : acabar con v idas humanas y
destruir todo cuanto el hombre o la n aturaleza han ido construy endo día a día durante un
esp acio dilatado de tiemp o.
Así lo siente el último indio miwok cuando advierte que su hijo murió en la guerra y
le da igual que sea la de Corea o la de Vietnam, porque para él sigue siendo una misma
guerra la que se desarrolla en el tiemp o de la narración y la que acabó con la v ida de su h ijo
años antes.
También Elías Alcaraz, sup erviviente de la guerra civil esp añola, en El tiempo del
exilio III. Los años rojos, considera que la guerra es única y rep etitiva, como reflejan las
palabras dirigidas a su hijo a raíz de la ola de desap ariciones en Argentina: “Yo pasé una
guerra, Óscar -dijo Elías-. Y no me digas que fue h ace cu arenta años, p orque siempre es la
misma guerra”
956
.
El p rotagonista de En un lugar llamado guerra es un joven p eriodista enviado al
frente de una de las numerosas guerras que se desarrollan en la actualidad en el mundo.
Narra en p rimera p ersona su exp eriencia en una ciudad sitiad a p or un ejército poderoso
donde los rebeldes intentan hacerle frente y sobreviven algunos civiles, entre ellos su guía,
un rap azuelo de unos doce años, un sup erviviente nato que “p robablemente no recordase
sus p rimeros cuatro o cinco años, cuando en su casa existían cosas tan normales como luz
eléctrica, agua en el grifo y comida en la nev era, cines en la calle y un colegio al que ir”
957
.
Se desarro lla este conflicto en una antigu a república de la extinta Unión Soviética
donde se han encontrado y acimientos p etrolíferos. Es un pequeño p aís pobre, casi todo
montañoso, de clima desértico, p oco poblado, cuy os habitantes p rofesan may oritariamente
la religión musulmana y desean independizarse de Rusia, “el p aís era una suerte de Beirut
956
957
Id., Los años rojos, cit., p. 205.
Id., En un lugar llamado guerra, cit., p. 42.
385
José R. Co rtés Criado
de los 80 en versión ruso-asiática. Si en el Líbano, la Su iza de Oriente Próximo, todas las
faccion es en lucha h abían conseguido arrasar la ciudad a lo largo de su imp lacable gu erra
fanática, en Sezerkand a las cosas no hab ían ido mejor. Todo eran ru inas”
958
.
El jov en p eriodista reflexiona sobre otros conflictos armados mientras sobrevive a
los bombardeos de la ciud ad donde se halla, y así recuerd a que “Chechen ia hab ía sido un
baño de sangre, p ero los chechenos resistieron y los rusos todavía no habían lo grado el
pleno control. Las guerrillas eran como hormigas. Imposibles de matar un a a un a”
959
, y que
“en la primera Guerra M undial, los alemanes y los aliados se p asaron meses en las
trincheras, avanzaban cien metros unos, cien metros los otros. Pelearse en una ciud ad deb ía
ser lo mismo”
960
.
Milo, el lazarillo del p eriodista esp añol, llamado también niñera o guía, le mostrará
el escenario del conflicto, lo informará de las zonas que ocup an cada una de las facciones
961
en lucha, y le recordará lo más imp ortante, que la guerra es de “nosotros contra nosotros”
y organizará p ara el p eriodista tres encuentros con p ersonas vinculadas al conflicto.
El p eriódico p ide a su corresponsal que entreviste a alguno de los jefes rebeldes,
Milo sabe que “Occidente quiere saber lo que quiere saber” 962 y p or ello los dos primeros
encuentros del rep ortero con la guerrilla en realidad lo son con el abu elo y el tío del gu ía,
que se limitan a n arrar ley endas, mientras Milo habla del petróleo, de la indiferencia d el
mundo resp ecto a lo que sucede en su p aís, del p oder de las p otencias militares…,
demostrando ser muy avisp ado, p ues cada encuentro sup one unos ingresos extras p ara
todos ellos, y un acto de p rop aganda p ara la causa p olítica que d efiend e.
Como el joven fotógrafo es novato, recibe nu merosos consejos d e otro veterano qu e
ha cubierto varias guerras; el p rimero es que nunca d ebe de abandon ar su cámara b ajo
ningún concep to; el segundo, que debe foto grafiar todo cuanto acontezca a su alrededor sin
958
959
960
961
962
Id., p. 17.
Id., p. 63.
Id., p. 69.
Id., p. 46.
Id., p. 126.
386
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pérdida de tiempo p orque es la única manera de que llegu e a los p olíticos la brutalidad de la
guerra y que “para nosotros no hay nada más imp ortante que la v erdad, no tenemos otra
cosa. Está lo que p asa y estamos nosotros, y en medio no hay más que un objeto: la cámara.
No p odemos mentir, nosotros no, o todo se acabará yendo a la mierda aún más rápido. Eso
es lo que nos diferen cia d el resto” 963.
En la novela se hace referencia a p osturas p acifistas, como las reflexion es del jov en
sobre las march as y los estandartes.
Nunca m e habían gustado los him nos ni las banderas. Todos los himnos pertenecen a
pasados en los que la vida era muy distinta y el m undo era un acuartelamiento de
sentim ientos nacionales. Más o m enos como ahora pero sin Internet ni globalización. Lo de
las banderas es peor. Para m í, la única bandera posible es la de la dignidad humana. En
veinte siglos el ser humano ha matado siem pre por banderas y credos, fragm entando un
planeta en parcelas de colores964 .
Igualmente el p rotagonista reflexiona sobre las denominad as víctimas razonables
del conflicto que p resencia, y la inutilidad d e enviar jóvenes a morir p ara conseguir
cualquier objetivo militar aunque no fuese de vital imp ortancia, y termina p ensando: “El
cinismo salía de los desp achos y las reuniones y las mesas p ara la p az convertido en
patriotismo barato y mensajes edulcorados. Los muertos de cada día eran un simp le p eaje.
Las guerras seguían siendo el gran nego cio de la p az. Armas, mercado n egro, geno cidios
consentidos p ara equilibrar tal o cu al zona o país... El p recio era b arato: carne human a” 965.
También se citan los denominados eufemísticamente daños colaterales, así como la
frialdad con la que se mand a a miles de jóv enes a morir en una gu erra inútil, y los negocios
que siemp re hacen los poderosos, al tener que reconstruir un p aís destrozado p reviamente
por ellos. “Cuando acabase la guerra habría que reconstruir Sezerkand a, y el resto de
963
964
965
Id., p. 135.
Id., p. 82.
Id., p. 106
387
José R. Co rtés Criado
Tudzbestán, y los mismos p aíses que se habían hecho ricos d arían p réstamos p ara que la
rueda siguiese girando”
966
.
La sinrazón está p resente en La piel de la memoria, primero como alteración de la
vida diaria d e un niño que es vend ido por su padre y los conflictos psicológicos que acarrea
este hecho al p rotagonista y a sus compañeros de cautiverio, así co mo el dolor que provoca
el daño físico que lo acomp aña durante buena p arte de su v ida. “A lo largo de mi
exp erien cia y desp ués de ella, y o conocí p rimero el dolor, la soledad, la injusticia, p ero
967
desp ués, finalmente, hallé la p az y la bondad” .
En segundo lu gar, es tratada como conflicto armado entre bandos op uestos cuando
el p rotagonista de la obra es ap resado con un ex co mbatiente en Sierra Leona y recuerda las
palabras de uno de sus comp añeros. “M asa Bissou me había hablado de su gu erra,
fratricida, terrible. Llevaban años. En Costa de Marfil hab ía cacao. En Sierra Leona
968
diamantes. Los diamantes no se comían p ero eran más valiosos que el cacao”
.
Su compañero de infortunio le comenta las desp iadadas matanzas en las que
particip ó y justifica sus actos diciendo que h ay que matar p ara que no te maten, no
considerando grave el hacerlo ni p reocup arse de saber que “siempre habrá otro enemigo
más”
969
, y p or ende, siemp re habrá guerras, odio y matanzas entre seres humanos.
El jov en ex combatiente refiere qu e hay p ersonas interesadas p or las condiciones d e
vida de los esclavos, y que él vio sobre todo a hombres blancos p reocup ados p or la guerra
que llegaron a decir que Europa no comp raría más diamantes. “En Sierra Leon a he visto
gestos de p ersonas que no tenían nada que ver con la guerra sacrificándose p or
desconocidos, ayudando; méd icos, coop erantes, sacerdotes...”970
966
967
968
969
970
Id., p. 106.
Id., La piel de…, cit., p. 10.
Id., p. 152.
Id., p. 154.
Id., p. 174.
388
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La esclavitud en p leno siglo XX p arece imp robable en el llamado mundo o ccid ental,
pero es un hecho real en p aíses africanos, donde algunos de sus habitantes se han
convertido en esclav istas de sus compatriotas como relata uno de los p ersonajes de esta
obra. “Hace cientos de años nos llevab an a América para ser esclavos. Hoy somos nosotros
los que lo hacemos. Puede que sea cierto que, mientras seamos mano de obra barata, el
971
mundo blanco segu irá aprovechándose, p ero ahora nos matamos entre nosotros mismos”
.
Ambos muchachos esclav izados p resintieron que su fin se acercaba en aqu el barco
donde los transportaban en p eores condiciones que si fuesen animales, p uesto que ellos eran
una simple mercancía barata a merced d e sus amos, quienes no manifestaban co mp asión
alguna por los numerosos jóvenes ap resados p ara ser vendidos a exp lotadores sin
escrúp ulos. Kalil M tube era consciente d e la realidad cuando reflexionaba: “Y es triste que
para el hombre otro hombre no sea igual, sino un a bestia, alguien p rescindible. Nosotros no
éramos nada p ara ellos. Bueno, sí. Dinero ”
972
.
La realidad descrita en el p árrafo anterior p or un p ersonaje de ficción es tan real
como los d atos que ofrece la p ágina web Guía del Mundo 2005/2006, actualizada gracias a
IEPALA (Instituto de Estudios Políticos p ara América Latina y África) y a la Consejería de
Bienestar So cial de la Junta de Extremadura: unos 27 millones de personas viven
actualmente en situación de esclavitud en el planeta Tierra, aunque esta cifra es catalogada
como insuficiente p or muchos.
Igualmente asevera: “Hasta hace p oco, el fenómeno era may oritariamente p ercib ido
como exclusivo de sociedad es como las de Angola, Sudán, So malia o Chad -dond e incluso
niñas de 10 años eran siervas y concubinas en bases militares reb eldes-. Pero ahora, incluso
en las regiones relativamente pacíficas, el tráfico está creciendo. Si bien de forma oficial
sus gobiernos se op onen al tráfico, los p aíses en que se d a en mayor empuje son B enín,
973
Burkina Faso, Camerún, Côte d'Ivoire, Gabón, Nigeria y Togo”
971
972
973
.
Id., p. 174.
Id., p. 175.
http://www.guiadelmundo.org.uy/cd/themes/la_costa_de_los_esclavos_.html (12/07/06)
389
José R. Co rtés Criado
Una reflexión sobre la esclavitud que en el p asado azotó África y p obló
Norteamérica la realiza el jov en p rotagonista de El ú ltimo verano miwok, cuando observa a
Woodrow, sirviente negro en casa de su padre, que lleva el mismo nombre qu e el
presidente norteamericano que declaró la guerra a Alemania en 1914: “Posiblemente
Woodrow fuera la octava o noven a generación de un mu chacho negro esclav izado p or los
negreros, que, sin saberlo, estaban generando con su acción uno de los más asombrosos
cambios étnicos en la historia del mundo. En América del Norte ap enas si quedaban indios,
y en cambio los negros eran un gran poder, todavía soterrado, p ero p resente y
numeroso”
974
.
Kaop i, p ersonaje que da título a otra novela, es un ser libre que vive en la selva y
desconoce la civilización “del ho mbre blan co”, p or eso se sorp rende al saber qu e éste
domina monstruos que cortan árboles y a los negros que en otro tiemp o fueron orgullosos
guerreros; tamp oco logra comprender p or qué el hombre b lanco lo ap resa y golp ea con el
cilindro metálico que disp ara fuego mientras los demás se ríen de él. Desconoce la
esclavitud: “Era un guerrero n ezai, un lu chador. Nin gún ser humano con dignidad y orgu llo
podía someterse a otro contra su voluntad. Nin gún hombre humillaría a un enemigo
derrotado o p risionero. Aquello no tenía sentido”
975
.
Y así M togo, p ortador en su esp alda de la marca de los oartas, gu erreros enemigos
de la tribu nezai, intenta hacerle co mprender la realidad en qu e vive, al avisarlo: “Vamos
chico, desp ierta. Cuanto antes te enfrentes a la realidad antes emp ezarás a sobrevivir. Esto
no es la selva, ni tu mundo: éste es el único mundo que existe, el de los blancos. ¡Olvídate
de Paraíso! ¡Olvídate de todo..., salvo de segu ir vivo cada día!”
976
Otra guerra, la perp etrada entre esp añoles, es el telón de fondo de la trilo gía El
tiempo del exilio, co mo se ha comentado en ap artados anteriores. En su p rimer tomo, Los
años oscuros, todos los p rotagonistas embarcados en el Sinaia llevan en su memoria alguna
anécdota digna de ser record ada: “Nosotros dimos mucha rop a a los soldados que p asaron
974
975
976
SIERRA I FABRA, Jordi: El último verano…, cit., p. 90.
Id., Kaopi, cit., p. 97.
Id., p. 108.
390
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
por Barcelona escap ando del avan ce fascista.-El tono de Natalia se hizo op aco-. Era de mis
hermanos, ¿sabes? Os veíamos tirar las armas a las cloacas. Un vecino ocultó a dos chicos
antes de que...”
977
La madre d e Natalia, Teresa, lleva asociada la gu erra a la falta de alimentos, como
exp lica el n arrador:
Tanta hambre.
Tanta soledad y tanto m iedo bajo las
Se habría vendido por un pedazo de pan978.
bom bas y
la am enaza del futuro.
Otro de los p ersonajes, Ramón Alcaraz, quiere organ izar desde el exilio la
resistencia antifranquista p ara p oder regresar p ronto a Esp aña; p iensa que las sociedades
occidentales, e incluso la desparecida URSS, ap oyarán la causa rep ublican a, aunqu e la
realid ad le mu estra las verd aderas intenciones d el resto de p aíses resp ecto a Esp aña cuando
dejaron de llegar exiliados a México, porque “del mar y a no llegaba nad a, salvo el eco de
los fusilamientos de Franco y la hip ocresía del mundo que hablaba más de la próxima
guerra que de la última y decisiva confrontación entre el fascismo y el comunismo”
979
.
Los exiliados esp añoles en México han de unir a la p ena p rovocada p or las
ausencias de los seres queridos, bien p orque fallecieron en la contienda o p orque aún
permanecen en Esp aña, la incertidumbre qu e origina la falta de información de los
familiares que batallaban en el frente, como se lee en El tiempo del exilio I. Los años
oscuros: “Las voces de los muertos p esan, p ero las de los desap arecidos nos están
980
ensordeciendo el án imo”
.
En este primer volumen también se h ace referencia a la p érdida de las esp eranzas de
retornar ráp idamente a Esp aña por p arte de los exiliados, cuando se inicia la segunda gu erra
mundial: “Para los exiliados fue un duro golpe. Seguían aferrados a la idea de un p ronto
regreso, de una segura caíd a de Fran co. […] La guerra cercenó de cuajo todas esas
977
978
979
980
Id., Los años oscuros, cit., p. 40.
Id., p. 46.
Id., p. 140.
Id., p. 190.
391
José R. Co rtés Criado
esp eranzas. El que menos comp rendió lo esencial: que el fascismo, lejos de men guar,
981
extendía sus redes p or Europ a” .
La historia de la saga continúa en el segundo tomo, Los años de la espera, donde los
personajes han organizado sus vidas en el p aís de acogid a, p ero añoran el regreso a Esp aña,
lo cual sup ondría el fin de la gu erra fratricida. La llegad a a M éxico de un miembro de la
familia Puig, que tras comb atir en España lo hizo en Fran cia contra los alemanes hasta caer
preso, remueve los recuerdos de la conflagración.
Ismael Puig, recién exiliado en M éxico, no p uede conciliar el sueño p orque su
mente está alterad a tras su estancia en el camp o de concentración de M authausen, donde
“no sólo vio morir a sus amigos y comp añeros, sino que cono ció lo p eor de la condición
humana. Y eso es algo qu e te marca y te cambia p ara siemp re”
982
.
Otro de los p ersonajes de la trilogía sobre el exilio, Lorenzo Vilá, revivió sus
ingratas exp eriencias en la gu erra civil esp añola cuando hubo de abandonar M éxico y fue a
recalar en Bo gotá. Allí estaba el 9 d e abril d e 1948 cuando fue asesinado el caudillo liberal
Jorge Eliécer Gaitán, “todo el p aís vivía la convulsión del ‘bogotazo’. Persecución de
líderes sind icales, estudiantes acusados de comunistas, recelo d e cualquier emigrante con
983
asp ecto sosp echoso…”
La barbarie vo lvía a manifestarse entre personas que conviv ían
armónicamente hasta que un determinado acontecimiento cambió el ru mbo de los
acontecimientos.
También a él y a su esp osa Berta les afectarán esp ecialmente las revueltas
estudiantiles en Ciudad de M éxico, que tuvieron lu gar en el año 1968. La novela reco ge los
luctuosos sucesos acaecidos el día 2 de o ctubre, a diez días del inicio de las o limp iadas,
cuando se p erp etró la matanza de estudiantes en la p laza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.
Una de las p ersonas fallecidas fue su hija adoptiva.
981
982
983
Id., p. 201.
Id., pp. 23-24.
Id., Los años de espera, cit., p. 43.
392
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Juan Puig Soler, joven nacido durante la travesía del buque Sin aia de Francia a
México, es otro p ersonaje de la trilogía que p articipará en determinados acontecimientos
históricos del conteniente americano : formará p arte de los sesenta y nueve exp edicionarios
que junto a Fidel Castro, Raúl Castro y Ernesto Che Guevara p artirán del puerto mexicano
de Tuxp an en la emb arcación llamada Granma rumbo a Cub a p ara iniciar la revo lución que
hubo lugar en ese p aís.
El joven deseaba ferv ientemente transformar el mundo desde una p ersp ectiva
socialista y no duda en particip ar activamente en la contiend a organ izada p or Fidel Castro y
Ernesto Che Guevara. Se d espidió de sus p adres p or medio de una carta donde refleja sus
ideales de la siguiente man era: “Hoy es mi turno. Por fin ha emp ezado la lu cha. Primero
será Cuba, después muchos otros p aíses de Centroamérica y Sudamérica, tamb ién África
984
algún día. Y p or sup uesto Esp aña”
.
Sus p alabras, a modo de p rolep sis, reflejan sus andanzas por el mundo con los
ideales revolu cionarios como bandera. No consigu ió llevar la insurrección a otros p aíses,
aunque sí lo intentó. Conoció a Víctor Jara y a Salvador Allende en Chile, donde se
encontraba el día 11 de sep tiembre d e 1973, cu ando fue d errocado p or las armas el
gobierno elegido democráticamente.
Los medios de comun icación acercaron a los p rotagonistas otro conflicto bélico, el
de Vietnam: “otra guerra, manifestaciones p acifistas, aquella nuev a juv entud, la generación
del amor, los hipp ies con las caras p intadas de colores y flores en el pelo”
985
.
Además sigu ieron con interés los sucesos ocurridos en París en 1968, y los
movimientos estudiantiles de Barcelona d el año siguiente, el go lp e de estado en Chile, la
vuelta de Perón a Argentina, el asesinato del delfín del general Franco, Carrero Blanco,
perp etrado p or ETA, la muerte de Puig Antich en 1974, la muerte de Franco, y el golp e de
estado en Argentina en 1976.
984
985
Id., p. 204.
Id., p. 336.
393
José R. Co rtés Criado
Todos estos acontecimientos afectaron a los p ersonajes de la trilo gía p orque
cualquier conflicto altera las normas de convivencia, p ero además p orque determinados
sucesos modificaban la historia esp añola, e incluso alguno de ellos fue testigo excep cional
de los mismos; así Juan Puig presenció el golp e de estado chileno; y la rama d e los Puig
instalada en Argentina sufrió la rep resión de los militares go lp istas, pues su hija Lucía y su
marido Tedesio en grosaron la lista de los desap arecidos, y la hija d e ambos, la de los niños
rep artidos entre los torturadores.
Fueron años aciagos p ara la convivencia argentina los transcurridos entre 1976 y
1978 como relata el narrador de Los años rojos: “En el 78, mientras Argentina cantaba los
goles de su mundial, en las cárceles seguían aho gándose los gritos de los torturados y
986
silenciándose las huellas de los desap arecidos”
.
La barbarie se ocup ó de dirigir el p aís borrando todo atisbo de justicia y derechos
democráticos, aniquilando los valores morales que la sociedad argentina se había dado p ara
convivir y masacrando los derechos civiles: “Lucía y Tedesio no fueron detenidos. Han
desap arecido. Y eso no lo admite nin guna ley , ningún estado de derecho, sólo la brutalidad,
la rep resión y una dictadura capaz de todo con sus gentes”987.
El rep aso de las grandes matanzas de la historia recordadas en la trilo gía continúa
con lo exp resado p or uno de sus p ersonajes: “En Camboy a, los jemeres ro jos masacraron a
tres millones, y no hablemos de la guerra genocid a de la extinta Yugoslavia en los años
noventa, las matanzas de tutsis y hutus en África, el odio entre Palestina e Israel, o la
venganza estadounidense en Afganistán”
988
. Hecho que demuestra que el odio y la sinrazón
azotan las mentes humanas en cualquier continente y civilización.
Pero el alegato más enternecedor contra la guerra lo ha escrito Jordi Sierra i Fabra
en su obra El soldado y la niña, insp irado en una viñeta de “El Roto” p ublicad a en El País,
986
987
988
Id., Los años rojos, cit., p. 186.
Id., p. 205.
Id., p. 239.
394
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
donde un recluta ve la bala que va a matarlo y mientras esp era el impacto que le arrebate la
vida, la muerte se le aparece en forma de niña con un ramo de flores. El sold ado no cree
que ella sea la parca p orque si lo fuese sería “oscura, negra, una calav era cub ierta p or un
manto opaco. Un esqueleto de grandes ojos vacíos y sonrisa hueca. Y además, no lleva
flores en las manos, sino una larga guadañ a con la que reco ge su macabra cosecha” 989.
La niñ a sonrió al soldado con un p oco más de ternura y le dijo que lo habían
engañado en mu chas cosas y una de ellas era en la imagen de la muerte. Para
demostrárselo, le enseña el camp o de batalla, donde vio al soldado que le disp aró llorando
por haberlo hecho, y los cuerpos de otros soldados enemigos que murieron p orque él les
arrojó una granad a. No comp rendió la actitud del soldado enemigo p orque le “dijeron que
el enemigo era perverso, ruin, hombres sin p iedad, crueles, ávidos de san gre, cargados de
odio”
990
, y este relato no encajaba con lo qu e el sold ado estaba observando.
Esta cita recu erda cualquier diálo go telefón ico sobre la guerra escenificado p or el
humorista M iguel Gila, y la sigu iente conversación mantenida entre los soldados enemigos
Zep o y Zap o en Pic-nic, obra de Francisco Arrabal:
ZAPO.- Pues nos ha dicho [el gen eral] que los enemigos son muy malos, muy
malos, muy malos…[…]
ZEPO.-… Además le diré que a nosotros nuestro general nos ha dicho lo mismo de
991
ustedes .
A continuación la n iña lo trasladó al p uesto de mando, donde descubrió qu e los
señores que dirigían la guerra hab laban d e la inutilidad del co mbate y del tanto p or ciento
de bajas humanas que habrá en el mismo. Le hace ver qu e p erdió su vida en vano :
-Pero la batalla decisiva se está librando en otra parte, lejos. A nadie le importa ya lo que
suceda aquí.
-Eso no lo saben nuestros hombres. No podemos decírselo. Aquí han m uerto sus
cam aradas. ¡No podemos retroceder! ¡Ellos quieren conquistar la gloria, ganar su batalla!
-¿Qué podemos hacer?
989
990
991
Id., El soldado y…, cit., p. 12.
Id., p. 18.
ARRABAL, Fernando: Teatro Completo I, M., Espasa Calpe, 1997, pp. 133-134.
395
José R. Co rtés Criado
-Conquistar la colina. Un ataque total.
-Será un suicidio.
-Pero levantará la moral de nuestro glorioso Ejército. Tanto si lo logran como si no.
-¿Cuantos caerán?
-Entre un 70 y un 80% de todos ellos.
-Es un precio razonable992.
Más tarde se introdujeron en la reunión de los p olíticos que tranquilamente decidían
los límites fronterizos de los dos p aíses en guerra, sin p reocuparse de las bajas humanas que
no cesaban de producirse, y p or último, llegaron a la sede de los banqu eros donde hacían
sus cuentas sobre los beneficios que obtendrían con la guerra y la posterior reconstrucción
de los p aíses.
Al final, la muerte dijo al soldado que lo habían en gañado, y éste se sintió
desconcertado, pues le dijeron que luchab a por el honor, por Dios, p or la p atria, p or la
libertad, p or sus hijos, por la demo cracia… contra un enemigo monstruoso, a lo que la n iña
resp ondió: “El único monstruo es la estup idez, soldado. Y sus aliados, la intolerancia, la
incomp rensión, el ego ísmo, la sup erioridad d el más fuerte” 993.
Tras este mensaje demoledor, el sold ado decidió ab andonar el frente al comp robar
que no murió en ese momento p orque en el último instante saltó y la bala rebotó en una
hebilla. Pasados los años se volvió a encontrar con la niña-muerte con 92 años, tras dedicar
su vida a la p az, y esta vez sí se marchó con ella.
Otro p ersonaje, Taziz, protagonista de El hombre que perdió su imagen, a pesar de
haber vivido siemp re en la montaña, también oy ó hablar de la guerra y de la tiranía y ley ó
al resp ecto, como se reco ge en el sigu iente fragmento: “En sus libros se decía que la gu erra
era el p eor mal de la hu manid ad”
994
, y sabe también que “es evid ente que la guerra es mala,
terrible y que es una p ena que cientos, tal vez miles de ho mbres jóv enes, deban morir p or la
992
993
994
SIERRA I FABRA, Jordi: El soldado y…, cit., p. 28.
Id., p. 45.
Id., El hombre que…, cit., p. 66.
396
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
estup idez de uno solo. [...] La guerra es mala, sí, p ero la cobard ía y la sumisión a un tirano
995
son aún peores” .
Deseo que tales citas resp ecto a infamia d e la guerra no oculten que el mal de las
guerras no son ún icamente las vid as human as que cobra y la destrucción d e todo cu anto
pacientemente el ser humano ha construido. Si así fuese, se p odría considerar que sería un
mal menor siempre que la causa sea justa. “Pero lo bien cierto es que existe otro mal de la
guerra, de todas las guerras, que p one en entredicho que alguna p ueda ser justa. El mal de
toda guerra es que aumenta el error con el que los humanos se juzgan a sí mismo y a los
996
demás, lo que no p uede sino avivar las causas de la violencia”
.
Si no fuesen suficientes las numerosas referencias a la guerra como negación d e
todos los valores morales, y las manifestaciones p acifistas vertidas por Jordi Sierra i Fabra
en sus novelas, además escribió una biografía de Mohandas Karamchand Gandhi, con el
título: Me llamo Gandhi.
Nadie como Gandhi sup o ver que la p az no es el fin sino el camino, y que su
concep to encierra un contenido may or que la ausencia de guerra, y así con motivo d e la
fiesta de in au guración de la univ ersidad d e Ben arés p roclamó : “Cuando ven ía hacia aquí
para estar p resente en estos actos, me he visto asaltado p or decenas d e mendigos que me
han hecho enrojecer de vergü enza. He visto la miseria en las calles, la basura amontonada,
la p obreza y el hambre”
997
, advirtiendo con sus p alabras que la paz en su sentido más
amp lio se establecerá cu ando el ser humano viva en condiciones dignas tanto en lo
referente al sustento como a sus libertades.
995
996
997
Id., p. 75.
LARRURI-MAX, Maite: La guerra según Simone Weil, Valencia, T andem Ediciones, 2002, p. 76.
SIERRA I FABRA, Jordi: Me llamo Gandhi, B., STJ, 2000, p. 26.
397
José R. Co rtés Criado
4.5.3.2.2.- LOS DES APARECIDOS
Otra forma de violencia que altera la conv ivencia pacífica es la desap arición d e
personas sin dejar rastro y la falta de lib ertades civiles en toda sociedad que se consid ere
civilizada.
Si la muerte es cru el y dolorosa p ara los familiares de la p ersona fallecida, más aún
lo es, si cab e, el no saber cuál ha sido el destino final de tus seres queridos y quedar o cultos
la muerte o el encarcelamiento de los mismos bajo el eufemismo “desap arecido”. Este tip o
de tortura psicológica se co metió con total impunidad en el caso de las dictaduras argentina
y chilena a fin ales del siglo p asado.
Jordi Sierra i Fabra refleja la an gustia de una joven cu ando descubre su v erdadera
identidad en la obra La memoria de los seres perdidos, que se p uede catalo gar co mo novela
de ap rendizaje. Estela, la p rotagonista, como Jim, el joven personaje de La isla del tesoro
de Stevenson, madurará al fin al d e esta historia. Ap rende a vivir y pasa al mundo adulto en
el transcurso de unos p ocos días cargados de nov edades.
Antes de iniciar una nu eva etapa de su existencia con su novio M iguel, se entrevista
con su p adre, que niega hab er torturado a su madre, a lo qu e ella le resp onde: “La matasteis
todos, ¿sabes? -desgranó sin perder su calma Estela-. Todos. Unos dando órdenes, otros
cump liéndolas, otros mirando, otros callando…”
998
Si h ay que destacar un valor constante en esta novela, ése es el d e la conv ivencia en
paz que se tiñe de amargura al conocerse la muerte d e los p adres de Estela, su nacimiento y
la imp unidad con que actuaron las fuerzas del orden. “Por lo que se ha p odido saber a
Claudio y Roberto [su padre y su tío materno] les arrojaron aún vivos y maniatados desde
un avión en alta mar, junto a otros cientos de hombres y mujeres. […] Dio a luz [Graciela]
998
Id., La memoria de…, cit., pp. 173-174.
398
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
a una niña en la misma Escuela de M ecánica de la Armad a, esp osada. Y esa misma noche
999
se la arran caron de las manos. […] M urió a los p ocos días víctima de aqu ellas torturas .
Es escalofriante p ara cualqu ier joven cono cer có mo se daban en adop ción los hijos
de las torturadas, no p or el dramatismo que imp rime el escritor al texto, sino p or el hecho
de saber que eso sucedió realmente y p or el p oco valor que se da a la vida human a en
determinados momentos.
Pudo ver cómo un com isario asesinaba a sangre fría a un ciudadano español, cóm o
fusilaban a personas simulando enfrentam ientos armados, cómo sus compañeros
masacraban a dos m atrim onios, y cómo los integrantes de las fuerzas especiales se
disputaban los bebés que sobrevivían a las matanzas com o si fueran televisores…1000
También en Los años rojos, novela integrante de la trilogía El tiempo del exilio, se
relata cómo la rep resión del general Videla y sus comp añeros de armas afectó a una
ciudadana argentina, descendiente d e esp añoles exiliados tras la contienda civil esp añola,
detenida junto a su marido sin dejar rastro, al igual que otras treinta mil p ersonas, como se
comentó anteriormente.
Dando muestras de una ironía desp iadada, los representantes del nu evo ord en
establecido en la Rep ública negaban la desaparición de cualquier ser humano. “Ninguna
comisaría dab a razón. Nin gún cu artel. Nin gún establecimiento. En Argentina no
desap arecía nad ie. ¿Có mo iba alguien a hacerlo?”
1001
La madre de Lucía, joven d esaparecida, fue una d e las iniciadoras de las marchas,
pidiendo la ap arición de sus hijos y de sus nietos frente a la Casa Rosada, donde el
ejecutivo argentino tiene su sede. Comenzaron siendo un a pocas personas “p ara algunos,
esp ectros, sólo mujeres, iguales unas a otras, moviéndose en silen cio p ara h acer llegar el
grito de sus corazones a la sordera de aqu ellos que les daban la esp alda. Para otros, el
999
Id., pp. 75-76.
Id., p. 92.
1001
Id., Los años rojos, cit., p. 189.
1000
399
José R. Co rtés Criado
primer símbolo, la p rimera voz que en Argentina se elev aba por encima del miedo,
1002
hermanas a través de los p añuelos blancos de la cab eza y los escap ularios en el p echo”
.
Ni los golp es ni las detencion es, ni las humillacion es hicieron d ecaer el ánimo d e
estas madres que con su p ersistencia consiguieron recup erar a algunos de sus seres queridos
o conocieron su destino final, como le ocurrió a la abuela p rotagonista de este relato, que
tras diecisiete años de búsqueda p udo decir a una joven: “Lucía Alcaraz era tu madre… y tú
eres aquella niñ a. Soy tu abuela Natalia”
1003
.
Las madres y las abuelas de la Plaza de M ayo afirman que mientras hay a una sola
persona con la identidad robada y falseada tendrá sentido su labor, pues ese hecho afecta a
todos y a cada uno de los desaparecidos y a sus hijos.
Documentales como Botín de gu erra, de David Blaustein, Nietos. Identidad y
memoria, de Benjamín Ávila y p elículas de ficción como Los pasos perdidos, de M anane
Rodrígu ez, -p or citar p roducciones recientes-, han indagado en esa monstruosidad histórica
que fue el rap to de niños recién nacidos durante la larga noche que se cernió sobre el p aís
suramericano entre 1976 y 1983.
La rep resión brutal e inhumana contra las personas de ideolo gía op uesta a los
militares go lp istas, y el tema d e los d esap arecidos, también están reflejados en Víctor Jara.
Reventando los silen cios, que nov ela la vid a del cantante y director escénico, al que debe su
título, hasta el 16 de septiembre de 1973:
El fin del mundo aconteció en Chile un 11 de septiem bre de 1973.
Una esperanza de libertad cayó derribada por el odio entre hermanos un 11 de septiembre
de 1973.
Pero las canciones de Víctor Jara siguieron sonando1004 .
1002
1003
1004
400
Id., p. 300.
Id., 327.
Id., Víctor Jara, cit., p. 177.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La barbarie desatada con el go lp e de estado hace mella en Víctor Jara, que es
torturado hasta su muerte, y en los más de cinco mil comp atriotas que p ermanecen p resos
en el Estadio Chile. “Se llevab an a cu atro hombres temblorosos, llorando, y en p resencia de
los demás los colocab an en una p ared. Uno se orin aba encima, otro defecab a, un tercero
caía de rodillas, el cuarto miraba al p elotón de ejecución” 1005, mientras simulaban
fusilamientos entre bromas y burlas p or p arte de los cap tores.
El narrador informa d e la atrocidad acontecida en el estadio:
Vio a un hombre preso de un ataque de locura, reducido a golpes y matado allí m ism o.
Vio a un hombre golpeándose la cabeza contra la pared para acabar cuanto antes.
Y vio a otro, encaramado a la parte alta, que se lanzaba al vacío, a la pista, para escapar
de una vez de aquel horror1006 .
En El peso del silencio se vuelve a relatar el asunto de los desap arecidos, en esta
ocasión ese es el motivo p or el que el p eriodista Daniel Ros inició una investigación en
Chile, p ues recibió el encargo del magnate de la p rensa p ara el que trabaja de encontrar la
tumba de su único hijo, d esap arecido en aquel p aís, como y a se comentó.
Con la información ap ortada p or los documentos descalificados p or la CIA, desp ués
de veintiséis años, referentes a la d esaparición del joven esp añol, el periodista citado llegó a
Chile cuando el general Augusto Pinochet Ugarte, desaforado y desp oseído de su
inmunidad, se enfrentó a la acusación de homicidio por su implicación en la Caravana de
la Muerte que asoló el país andino en el mes de octubre de 1973. El p eriodista se encontró
un p aís dividido ideoló gicamente y se sintió cada vez más involucrado en la defensa de la
justicia y en contra del horror humano.
El enviado revive los sucesos acaecidos en 1973 con la p asión y el dolor que le
produjeron en su juventud y reconoce ante una colega que es un defensor de las causas
justas cuando afirma: “me fío más de una p ersona honrada que del resto de la human idad.
Odio la estup idez humana, la violencia, la injusticia, la intoleran cia. Y odio a todos los
1005
1006
Id., p. 166.
Id., p. 169.
401
José R. Co rtés Criado
dictadores que han imp edido la p az de sus p ueblos p or la vía de las armas. Aún soy incap az
de de ver un uniforme sin echarme a temblar”
1007
.
A lo largo de la inv estigación el p eriodista deja constancia d e sus sentimientos
contra los regímen es dictatoriales y las atrocidades que b ajo su amp aro se p roducen en
cualquier rincón d el planeta, llegando a afirmar: “Todos somos chilenos, bosnios,
chechen ios…” 1008
De los sentimientos antip inochetistas del p eriodista da idea esta cita: “Pero tengo
esas imágenes grabad as en mi memoria, el bombard eo, Allende en esa p uerta, su voz
desp idiéndose, la de Pinochet diciendo que le dejen salir p ero que luego derriben el avión.
Las he visto y oído mil veces y aún me siguen doliendo. Desp ués fue lo de Jara, y lo de
1009
Neruda. Y siempre quedaba Pinoch et feliz, años y años desp ués, sin justicia”
.
4.4.3.2.3.- EL RAC IS MO.
Las p rimeras manifestaciones que hacen referen cia al racismo en la obra d e Sierra i
Fabra se encu entran en sus obras futuristas. En la obra titulada …en un lugar llamado
Tierra, observa que en el pasado se vivieron situaciones ominosas, y a sup eradas
afortunadamente, en las cuales se valoraba a las p ersonas según su raza, como reco ge el
siguiente comentario: “¿Has olvidado las leyendas sobre las d iferencias de razas, el odio
1010
entre blancos y negros?”
En Noche de viernes algunos p ersonajes vierten comentarios racistas sobre el
comp ortamiento de los magrebíes. Las manifestacion es de algunos de ellos resultan un
1007
1008
1009
1010
402
Id., El peso del…, cit., p. 79.
Id., p. 201.
Id., p. 201.
Id., …en un lugar llamado Tierra, cit., p. 15.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
poco tópicas cuando reflejan la falta de comprensión h acia el extranjero, en este caso de
origen marroqu í, y el desconocimiento de la realidad que envu elve a los necesitados.
Siemp re la incu ltura y el desconocimiento p rovoca recelos hacia cualqu ier p ersona extraña.
Así, Serafín p iensa: “No era más que un moro qu e no tenía nad a ni donde caerse
1011
muerto”
; otro p ersonaje, Lázaro, dice que el marroquí p uede venderles drogas “p orque
es un moro mierda d e las narices. Todos son traficantes, y si no lo son, conocen al que se lo
1012
monta”
; igu almente ante la extrañeza que siente José Luis al v er la chabo la sin luz ni
agu a donde vive, Lázaro le resp onde que lo h acen “porque no son p ersonas, son
1013
animales”
y de la rep ulsión que p rovoca su contacto físico, como si de un ap estado se
tratase, dejan constancia estas palabras p ronunciadas p or Lázaro resp ecto a la chica con la
que estaba M ohamed: “¿Crees qu e la tocaría desp ués de haber estado con ese moromierd a?
Ni aunque me lo p idiera de rod illas”
1014
.
En Nunca seremos estrellas del rock su p rotagonista trop ieza con un negro a la
1015
salida de un bar y le grita: “¡Coño, negro, mira p or donde vas!”
No es consciente de lo
que dijo ni p or qué lo dijo, p idió discu lp as a su interlocutor pero éste sup rimió la sonrisa de
su cara y lo miró con ojos fríos, Ventura se retiró recordando qu e en el colegio lo llamaban
Tarzán porque siemp re defendía a un co mp añero guineano que era motivo de burlas y al
que llamaban B atusy Mobutu.
Ventura ab andonó sus pensamientos cuando volvió a ver a la p ersona que le gritó
unos segundos antes y aunque reiteró sus disculp as, éste no acep tó las excusas, alegando
que también tiene un mal día y que “y o estoy cansado de ser un negro bu eno, y te ha tocado
a ti. Así son las cosas a veces”
1011
1012
1013
1014
1015
1016
1016
, dicho todo esto antes de p rop inarle una p aliza.
Id., Noche de viernes, cit., p. 74.
Id., p. 107.
Id., p. 142.
Id., p. 139.
Id., Nunca seremos estrellas…, cit., p. 121.
Id., p. 122.
403
José R. Co rtés Criado
En La estrella de la mañana Joma es discrimin ado por ser de clase inferior a la d e
Beatriz, sus amigos recriminan a la chica que salga con él, alegando que son una extraña
pareja, que él es un hortera, un qu inqui, un salvaje, e in cluso dicen a la joven que les
recuerda los gustos estrafalarios de una amiga que “llegó a salir con un negro”
1017
. Los
comp onentes de esta p andilla a p esar de todo se consideran jóvenes tolerantes y sociables,
pero de otra raza, confunden clase social con racismo y alguno no dud a en decir:
“Y cuando te digo que los p obres son más racistas que nadie lo digo con
conocimiento de causa. Tuvimos una criada en casa, Matilde, ¿la recuerd as? Estuvo catorce
años con nosotros y todo iba perfectamente. Decía que nos quería con locura, que nuestro
hogar era su hogar que daría la v ida y su sangre p or mi madre…”
1018
, hasta que la señora
heredó unas tierras y unos millones y se despidió de la familia d iciendo lo qu e realmente
pensaba de todos ellos.
En Noche de luna en el Estrecho p odemos leer los consejos que un anciano del
pueblo ofrece al joven Hab ib antes de emigrar cland estinamente a Esp aña. Son leccion es de
una p ersona exp erimentada que sabe qu e los emigrantes legales o ilegales deb en ser
extremadamente resp etuosos y educados p ara ganarse la simpatía de las p ersonas naturales
del p aís en que se halle, y p ara ello le aconseja:
-No debes m irar a los ojos, y si lo haces, que no sea mucho rato, sino en breves momentos.
Déjales siem pre que crean que son superiores, porque están en su país y, lo quieran o no,
ya que las personas son tan distintas com o las estrellas del cielo aunque parezcan iguales,
ellos nos ven inferiores por nuestra condición de em igrantes, como ha sido siempre en
todos los pueblos a lo largo de la historia. No m ires a sus mujeres, y m enos a sus hijas1019 .
Además, le recomienda que sonría siemp re, y que en las tiendas ceda su turno a los
imp acientes y no p roteste si le cristianizan el nombre y lo llaman Pep e o Manuel o cosas
peores, mojama, moro, y que evite ir en grup o con otros comp añeros, porque si ven a
muchos se asustan, y sobre todo le aconseja no acud ir a bares o p or la calle cu ando y a ha
oscurecido y evitar las peleas.
1017
1018
1019
404
Id., La estrella de…, cit., p. 89.
Id., p. 96.
Id., Noche de luna…, cit., p. 55.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Estos consejos, más otros referentes a las relaciones con las p ersonas que se
encontrará en su vida los seguirá Hab ib durante su estancia en Esp aña, p aís de ensueño p ara
tantos africanos que se torna en p esadilla p ara los que fallecen en el intento de atravesar el
Estrecho o en el interior de la p enínsula víctimas de accid entes mientras son conducidos
ilegalmente p or suelo esp añol.
Los más afortunados sobreviven ilegalmente en condiciones infrahumanas, sufren
humillacion es tanto laborales co mo p ersonales, y son conscientes de que la p alabra d e un
nativo siemp re valdrá más que la suy a, a p esar de que “los esp añoles dicen no ser racistas,
pero toda la humanid ad es racista, con sus vecinos, con las gentes del p ueblo vecino, con el
país fronterizo, con cualquiera que p iense y sea distinto”1020.
Habib nació en un p ueblo p equeño, no conocía el mar, p ero quería atravesarlo p ara
llegar a Esp aña y vivir como los esp añoles. Al tercer intento lo gró su p rop ósito, aunque fue
dejando jirones de su vida p or el camino. Tras varios años sep arado de su mujer y de sus
hijos comp rendió que su sitio estaba en su p aís junto a los suy os, y que era p referible ser
pobre en M arruecos que ciudadano de tercera en Esp aña.
Cuando atravesó la frontera entre Melilla y Nador, “sin mirar atrás, emp ezó a
camin ar rumbo a su casa”
1021
, recordando las p alabras que le dirigió su padre cuando de
joven amb icion aba marchar a Esp aña: “Es un mundo que no nos quiere, aunque nos
necesita [...] Nosotros hacemos lo que ellos no quieren hacer, y nos p agan lo que ellos no
quieren cobrar. Por esa razón, mientras seamos sus esclavos, no nos resp etarán y se sentirán
1022
sup eriores, humillándonos desde su estado de poder”
.
De esa sup erioridad qu e sienten los europ eos sobre las p ersonas de otros
continentes, que algunas veces se manifiestan en actitudes xenófobas o racistas, también
1020
1021
1022
Id., pp. 55-56.
Id., p. 152.
Id., p. 64.
405
José R. Co rtés Criado
deja constancia Sierra i Fabra en las obras ambientadas en p aíses tercermundistas donde los
indígenas son observados p or determinados p ersonajes como seres inferiores.
El tema del racismo es tratado con imaginación y fantasía en Cabello blanco en
cabeza peluda. El autor adelanta en el prólo go el contenido del mismo:
¿Y por qué un cabello blanco preocupa tanto a los cabellos negros? ¿A que es una
tontería? Pues lo m ismo debería pasar en un m undo -el nuestro- en el que hay blancos,
negros, amarillos, rojos y -el día m enos pensado - hasta verdes. Todo es cuestión de que
lleguen los extraterrestres.
He querido contarte una historia sobre la tolerancia, y m e ha salido esto, que incluso hace
reír un poco1023 .
Los cabellos están p ersonificados en este cuento y actúan como los hombres y
mujeres de nuestra sociedad. La conviven cia en la cabeza del señor elegido es armónica
hasta que nace un cabello blan co, alterándose la uniformidad de toda la comun idad pilosa,
surgiendo p roblemas que hasta entonces no se d ieron y escuch ándose p alabras como
“horror”, “¿qué haces tú aquí?”, “¿de dónde h as salido?”
Al cabello blanco no le h ablaba nad ie a p esar de los intentos fallidos p or su p arte
para conseguir ser acep tado y querido como vecino: “ap rendió el valor de la p alabra
paciencia. Y el de otras, más difíciles de asimilar, como soled ad, desprecio e incluso
miedo” 1024.
Con el paso de los días “Se sintió perdido. Nunca le aceptarían. Nunca tendría
amigos. Viv iría cond enado a la soledad más absoluta. Estaba claro que ser diferente en un
mundo donde todos los demás son igu ales era lo más horrible”
1025
.
Llegó in cluso a envidiar los cab ellos n egros y a sentir vergüenza de ser blan co,
hasta que un día asumió su id entidad y se reveló contra sus vanidosos y racistas vecinos.
1023
1024
1025
406
Id., Cabello blanco en…, cit., p. 7.
Id., p. 33.
Id., p. 53.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
“Se sentía finalmente a gusto consigo mismo, y y a no quería cambiarse por nada ni p or
nadie”
1026
.
Como todo cuento tiene un final feliz, el cabello blan co recrimina a sus vecinos
intolerantes su comp ortamiento y p ronuncia un alegato a favor de las p ersonas diferentes.
“Una amistad nace, crece, y se hace fuerte con el tiemp o -dijo el cabello blan co- [...] lo
único que te p ido es resp eto, y que entiendas que somos iguales a excep ción del co lor, y
que lo que te p ase a ti me afecta a mí porque estamos juntos en esta cabeza y viceversa. Los
dos comp artimos un esp acio común y nos necesitamos. Si nos hacemos amigos, mejor,
1027
pero p or ahora me bastará con eso, con un p oco de resp eto”
.
Sierra i Fabra insiste en este relato en que lo imp ortante de las p ersonas no es el
color de su p iel sino lo qu e atesoran en su interior, y se lamenta de que “solo los tontos
desp recian algo p or ser diferente a ellos. [...] Aunque a veces hay a muchos tontos,
1028
demasiados, y en todas p artes”
.
En Frontera, una joven de origen marroquí res idente en un p ueblo catalán deb e
enfrentarse a distintas fronteras, las que le imp one la sociedad de aco gida y las que le
imp onen sus costumbres y creencias. En la obra ap arecen manifestaciones racistas por p arte
de algunos de sus p ersonajes, p ero la trama gira en torno a la ad ap tación que deben
acometer las familias de p aíses con hábitos muy diferentes a los nu estros en cuanto al
resp eto que se deben a las ley es y p recep tos básicos para una conviven cia demo crática y la
gen erosidad qu e deb en hacer gala los habitantes de las ciud ades de aco gida con sus nuevos
vecinos.
La p rotagonista marroquí siente vivir entre dos culturas. “Lo malo es que ahora
puede que tenga dos casas y no sep a a cuál p ertenezco, p orque una cosa es el corazón y otra
1026
1027
1028
Id., p. 72.
Id., p. 89.
Id., p. 139.
407
José R. Co rtés Criado
1029
la mente”
, p ero sus p adres se aferran a sus convicciones más profundas y siemp re se
considerarán marroquíes en un p aís extranjero.
Amina p ide respeto p ara su p adre p ues lo p asó muy mal cuando emigró a Esp aña y
desp ués de muchos años de sacrificio p udo reagrup ar a su familia. y afirma: “Ahora
estamos bien, hemos prosp erado, p ero tú le has visto algun a vez. Sigu e siendo lo que
siemp re fue. Nunca será esp añol. Él es marroquí, como todos nosotros”1030.
Este convencimiento la lleva a acep tar normas sociales de su p aís de origen y a
contravenir otras co mo la no asistencia a clase de educación física por exp reso deseo d e su
padre. Algunas de sus comp añeras no están de acuerdo con esos p lanteamientos y se
alegran de n acer en España como alega Berta al decir: “Entre las que queman en la Ind ia,
las que no dejan n acer en China p orque todo quisqui quiere niños, las que lapidan en
África, las que llev an velos o esa cosa que les tap a la cara y el cuerp o...”
1031
Además, algunas comp añeras comp arten las ideas de esta última en cu anto al tema
de las tradicion es. “¡Qué casualidad que todas sean machistas! ¡La religión es lo que las
tiene ap lastadas! M ira, en serio, ni racismo ni lech es, p ero a mí todo ese rollo de Alá y el
Corán... ¡Es que me suena a co mida d e coco d e la Edad M edia!” 1032
La vid a de Amina cambió drásticamente cu ando decidió escapar de casa p ara no ser
enviada a M arruecos y tener que convertirse en la esp osa de un anciano viudo, p orque sus
padres habían concertado el enlace a sus esp aldas.
Durante su ausencia p ensó en su familia y en lo que estarían sufriendo, incluso
sop esó la idea de volv er a casa, viajar a M arruecos y casarse como su hermana, a los quin ce
años, p ero se rebeló contra esa idea, porque ella v ive en España, y su forma de vida, y su
1029
1030
1031
1032
408
Id., Frontera, cit., p. 33.
Id., p. 17.
Id., p. 24.
Id., p. 25.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
educación son muy diferentes a las establecidas en su p aís de origen y no está disp uesta a
renunciar a ello por comp lacer a sus p adres.
Tras estas reflexiones decide conv ertirse en escritora p ara p oder acabar con ciertas
tradiciones que considera obsoletas y así evitar que otras jóvenes se vean obligadas a sufrir
como ella.
Mientras tanto, la convivencia se altera en el p ueblo cuando co mienzan a surgir
manifestacion es de magrebíes que recu erdan las de años anteriores, con heridos, casas
quemadas, barricadas, y contramanifestacion es de españoles con tintes racistas que corean
frases como: “¡Moros fuera!, ¡La legión, la legión y el moro al p aredón!”
1033
Las op iniones de los habitantes del p ueblo estaban div ididas, d esde la p ostura del
vendedor de p eriódicos que op ina: “Esto está mal p orque está lleno de moracos, qué quiere
1034
que le d iga -le soltó el hombre-. Si se qued aran en sus casas y nos dejaran en p az”
, hasta
la del p adre de Estefanía, que co menta: “Querrán viviend as más dignas, un mejor trato,
sanidad, p ap eles, más dinero... Lo ló gico, p obres. Yo no sé como aguantan lo que aguantan.
1035
Mal deben de estar en su p aís para que se ven gan aqu í a tragar lo qu e tragan”
.
El insp ector de p olicía que investiga la desap arición de la jov en p iensa que la
situación “irá a peor mientras no comprendamos qu e esto no es un problema sin solución o
que nos ha caído sin más, [...] M ientras no les demos una vida digna a los inmigrantes,
legalicemos los p ap eles de los que están aquí, hagamos casas y no pensemos que tienen la
culp a de todo lo malo que p asa...”
1036
Más alarmante es p ara la p rofesora de la chica desaparecida el comp robar que un
tercio de sus alumnos manifiestan actitudes racistas. Siente que es una alarma social, moral
y humana p orque “bastaba con que apareciera un Hitler, o un M ussolini, o un Pol Pot, un
1033
1034
1035
1036
Id., p. 124.
Id., p. 103.
Id., p. 94.
Id., p. 134.
409
José R. Co rtés Criado
Milosevic, o un Bin Laden loco, cualqu ier iluminado cap az de aglutinar a los descontentos
y ap rovechar la in cultura p ara conv ertir a las masas en los instrumentos de su odio, p ara
que la historia se rep itiera y almacen ara nuev as p áginas negras. Seis millones de judíos, tres
millon es de camboy anos, hutus, tutsis, kurdos, bosnios... Siemp re era lo mismo”
1037
.
Ella era consciente de que “El amor, la tolerancia, la compasión, la iguald ad, el
resp eto, la integración, la cooperación, la solidaridad... acababan siendo p alabras hermosas
pero ajenas”
1038
, a numerosos miembros d e la sociedad y , como op ina otro joven en la
novela, “Todas las religion es hablan d e amor, pero ninguna lo p ractica”
1039
.
El autor incluy e en el libro citas extraídas de diferentes p eriódicos para argumentar
sobre el tema. De La Vanguardia: “La nu la integración d e much as familias marroquíes
dificulta la esco larid ad de sus hijas”, o El Pa ís “La inmigración no sólo comienza a p oner a
prueba la tolerancia d e los esp añoles frente a lo d iferente, sino tamb ién la adap tación de los
inmigrantes a los p rincipios y valores en los que se asienta la demo cracia esp añola. No hay
que olvidar que la exigencia estricta de los deberes legales y constitucionales a los
extranjeros residentes en Esp aña debe tener, como contrap artida, la de no desp ojarlos de los
derechos básicos de la persona ni tratarlos como ciud adanos de segunda”
1040
.
En otros p asajes se recuerda la imp ortancia que tiene un a fatwa o ed icto religioso
del wahabismo islámico que pueden aren gar contra la integración de los crey entes en el
seno de otras civilizaciones, indicando incluso que se debe rehuir el contacto con los
infieles, negarles los buenos días y las más radicales imp onen que “el musulmán que se v ea
obligado a residir en tierra extranjera, debe albergar odio hacia los infieles”
1041
.
Cualquier estratagema es válida p ara personas que quieren evitar todo contacto con
la cultura y con la educación de determin ada comun idad con ideas progresistas, alejada de
los p lanteamientos integristas reacios a camb ios en su concepción de la vid a.
1037
1038
1039
1040
1041
410
Id., p. 115.
Id., p. 115.
Id., p. 145.
Id., pp. 46-47.
Id., p. 149.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El autor p one en bo ca d e sus p ersonajes expresiones como la siguiente: “Vien e
gente que no sabe n ada de nosotros, y reconozco que muchos ni se esfuerzan en saber. Pero
1042
nosotros, en nuestro castillo, tamp oco hacemos el menor esfuerzo por entenderlos”
, al
mismo tiemp o que recuerda con insistencia la obligación de resp etar las leyes que rigen en
nuestro país y la imp osibilidad de llevar a cabo accion es contrarias a nuestro estado de
derecho porque sean cotidian as en sus p aíses de origen.
4.5.3.2.4.- LA VIOLENCIA URB ANA.
La violencia en la ciudad está p resente en determinadas obras, como Noche de
viernes. Ese fatídico día de la seman a que decidieron salir a div ertirse un grup o de chicos
jóvenes acabó en traged ia. C ada uno de los comp onentes del grup o quería olvidar sus
problemas familiares, laborales, amorosos, y cambiar sus monótonas vidas. El alcoho l, las
drogas sintéticas y la violen cia desatada inesp eradamente causaron la muerte de un
inmigrante marroquí que malv ivía en una ch abola d el extrarrad io de la ciud ad.
Es la máxima expresión de violencia urban a, el asesinato. Todos los amigos estaban
acorralando al magrebí que esgrimió un cu chillo, pero sólo uno, Serafín, se hizo con el
arma y la emp uñó: “Apenas si encontró resistencia. La hoja penetró en la p iel, se hundió en
1043
la carn e, buscó el ú ltimo latido del corazón agonizante bajo ella, lo atravesó”
.
Previa a este desenlace se p roduce otra escena de violencia física. Serafín trop ezó
con unos jóvenes agresivos. “Llev aban sus uniformes, sus señas de identidad, las cazadoras
Bomber y Harrin gton, las botas Doc Martens con las p unteras reforzadas p ara hacer más
daño al dar p untap iés, y p or sup uesto las cabezas rap adas”
1042
1043
1044
1044
, que lo acorralaron e
Id., p. 150.
Id., Noche de viernes, cit., p. 152.
Id., p. 116.
411
José R. Co rtés Criado
intentaron maltratarlo, él se revolv ió y cuando sus amigos acudieron a socorrerle
mantuvieron una p elea contra ellos antes de huir.
Posteriormente cuando acuden a casa de José Luis, p ara curarse las heridas, se
encuentran al p adre d e éste tirado en el suelo del p ortal, p orque el alcohol consumido le
impidió llegar a su vivienda. El jov en sintió tanta vergüenza que p ensó no reco gerlo, fue su
amigo Lázaro el que decid ió hacerlo p orque “y o sólo p ensé que, bueno o malo, era un
hombre acorralado”
1045
, y que siemp re es mejor reco ger a un p adre borracho que no tenerlo
como le sucede a él. La situación crisp a los nervios del hijo que sufre este otro tip o de
violencia.
En Los espejos de la noche un p ersonaje reflexiona sobre la falta de ética en los
años noventa y el aumento de la violencia, defin iendo la cu ltura de esta ép oca como la del
imp erio de la ley del más fuerte y de la imp iedad: “comenzando p or los p olíticos y
acabando p or la gente de la calle, cada cual no sólo va a lo suy o, sino a joder al de enfrente,
por si acaso. Antes p egabas si te p egaban, p or un mecanis mo de defensa. Ahora p egas antes
de que te p eguen, sin siquiera sab er si el qu e v iene de cara va a hacerlo o te d ará la
mano”
1046
.
La violencia hace su aparición en Malas tierras cuando cuatro jóvenes atropellaron
a un p erro sin ni siquiera detenerse p ara comprobar qué había sucedido. Los p rotagonistas
de la novela han sido testigos del hecho y descienden de su vehículo p ara asistir al animal.
Cati lo atiende p orque “Ellos [los animales] no conocen la causa del dolor. Nosotros sí.
Notan que les duele, p ero no saben p or qué. Y eso tiene que ser terrible. No entender lo que
1047
te está p asando, ni p or qué, tiene que ser…”
Esta escena, a modo de p rolepsis, adelanta
lo que va a su suced er posteriormente.
Paralelamente otro p ersonaje, Leon ardo, que no acep ta su nueva situación de recién
divorciado, p retende visitar a su ex esposa, y al no consegu irlo intenta localizar a alguna de
1045
1046
1047
412
Id., p. 128.
Id., Los espejos de…, cit., p. 180.
Id., Malas tierras, cit., p. 84.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
sus amigas. No lo gra su objetivo y recurre al tóp ico de aho gar sus p enas con alcohol.
Conducía un gran coche de mu cha cilindrada de p otencia y p ara “soltar el lastre de su
imp otencia, olvidar el fracaso de la no che, el fracaso de su vida”
1048
, aceleró el v ehícu lo, no
resp etó una señal de ced a el p aso, p erdió el control del co che y se estampó contra el que
conducía C ati, provocándole la muerte.
Este acto de irresp onsabilidad sesgó la vid a de una joven responsable y solidaria qu e
no p robó ni una gota de alcohol p ara p oder conducir el vehículo. Es una mu estra más de
violencia ejercida p or quien no sabe can alizar sus energías hacia otros derroteros que no
sean el alcohol o la agresividad al frente de un vo lante.
Si la v iolen cia hace acto de p resencia en la socied ad siemp re ap arecen d etractores y
justificadores de la misma. En Las Furias, cu ando el conflicto del instituto llega a oídos de
los vecinos d el barrio, hay quienes comentan qu e los profesores llegan al barrio, dan clases
a los alumnos y se van, sin p reocup arse de los estudiantes ni de sus p roblemas familiares;
así una señora exp lica su versión de los hechos, p ara ella “esto se veía venir, ¿sabe usted?
Porque a ver, ¿esos chicos qué op ortunidades tienen? Les meten en el cole p ero nadie les
1049
dice nad a de la vida. ¡Hala, a estudiar, a estudiar! ¿Y para qué? Salen y se van al p aro”
.
Unos vecinos piensan que del instituto los alumnos deben salir convertidos en
personas antes que en buenos matemáticos o dibujantes, otros manifiestan sus pareceres
con el siguiente argumento:
Supongo que todo el m undo tiene problemas, pero a los chicos se les obliga a dejarlos en la
puerta, y eso es imposible. No en un barrio com o éste. […]
¡A m í m e daban de bofetadas en el colegio, pero eran otros tiem pos! ¡Ahora esto es
intolerable! ¡Que m e echen a m í ese cabrón de profesor a la cara y verá! ¿Pero qué se ha
creído? […]
Mi hijo está ahí dentro, y está cansado de que todo se lo impongan1050 .
1048
1049
1050
Id., p. 137.
Id., Las Furias, cit., p. 68.
Id., p. 69.
413
José R. Co rtés Criado
Sobre la vio lencia en el fútbol también op ina uno de los alumnos d el centro en
conflicto. Éste comenta que si el p endenciero fu ese un verdad ero aficionado, “le gustara,
iría a v er ju gar. Pero lo que h ace es p onerse un p asamontañas, agitar banderas, insultar a los
del otro equip o, a su ciudad, a su comun idad, y buscar p elea amp arado en los que son como
él. Eso es como buscar la impunidad” 1051, porque individualmente no existen, necesitan
tener seguidores que les acomp añen sin cuestionar su autoridad.
La violencia co mo comp añera diaria a lo largo de una vida se ve reflejada en El
tiempo del olvido; en ella se recuerda en casi todas sus p áginas la violen cia soterrada en la
que viven envueltos Tetxu y su madre, p orque “p ara unos soy el hijo de un gudari, p ara
otros soy el hijo de un asesino. Pero he crecido al lado de una madre que nunca ha dejado
de recordarme que mi p adre era esto último, mientras luch aba p or recup erar nu estra
1052
dign idad en un a tierra en la que es difícil quedar al margen d e todo esto
.
Paralelamente a esta vida marcad a p or un hecho brutal que deshizo la vida familiar
de sus miembros, se desarrolla la de otro joven que sufrió las consecuen cias de ese h echo
violento, p ues su p adre fue la víctima del atentado, y vive con la esperanza de encontrar al
asesino de su p adre y p oder vengar su muerte ap licando la ley del talión.
Afortunadamente este último p ersonaje no lleva a cabo su deseo, acabando un ciclo
de violencia qu e marcaba a unas p ersonas como asesinos y a otras como asesinados.
4.5.4.- LOS VALORES IDEO-RACIONALES .
Los valores ideo-racionales son los que hacen referencia al conocimiento, a la
ciencia co mo instrumento p ara demostrar la verdad, a la instrucción, a la exp eriencia, a la
1051
1052
414
Id., p. 127.
Id., El tiempo del…, cit., pp. 110-111.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
creatividad, a la p revisión, a la funcionalid ad, al orden y discernimiento, a la información,
etc.
Por ello h abrá qu e analizar las obras d e Sierra i Fabra intentando localizar
fragmentos donde el conocimiento sea la base p ara afrontar los desafíos de nuestra
civilización y sirvan para demostrar la verdad de todos los fenómenos que suceden a
nuestro alrededor, teniendo presente que “nada hay más fuerte que el p oder de la
mente”
1053
.
De la necesid ad que tiene el ser humano de saber p ara avanzar, de la cap acidad d e
creación p ara enfrentarse a los nuevos desafíos de la socied ad contemp oránea, de la
imp ortancia que tiene saber d iscernir las informaciones p ertinentes de las que no lo son y
de p rever el orden que se ha de establecer p ara avanzar en los p rincip ios ideo-racion ales
tratarán los argumentos siguientes y las citas extraíd as de algunos libros analizados.
4.5.4.1.- EL COMPROMIS O CON EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO.
De la lectura de la obra de Sierra i Fabra se d educe que la ciencia es la base sobre la
que se sustenta el p rogreso humano y que éste es el único camino que p ermitirá av anzar en
pro de la verdad de nuestro origen y evolución, ad emás de que ay udará a configurar el
futuro exp erimentando nuevos caminos de p rogreso p ara así p oder discernir una
funcionalidad y un orden que mejore la calid ad de vida de la esp ecie hu mana y , p or ende, la
del conjunto de seres que forman p arte del p laneta Tierra.
Según nuestro autor, el hombre no p uede p ermanecer in activo, ni física ni
mentalmente, p ues no hay mayor mal p ara él que el aburrimiento. Cuando no cultiva su
mente y está ocioso, el ser humano se dedica a construir nuevos artilugios o a destruir los
1053
6
Id., Historias asombrosas, Zaragoza, Edelvives, 1997 , p. 54.
415
José R. Co rtés Criado
ya existentes p ara luego volv er a crearlos de nuevo, p uesto que es un ser de hábitos cíclicos.
Por tanto, deberá mantener su mente en activo p ara p oder continuar avanzando en sus
conocimientos y p oder exp erimentar nuevos progresos gracias a la ay uda facilitada p or “el
ordenador más perfecto que existe en el Universo: su cerebro, ilimitado y al mismo tiemp o
siemp re vacío” 1054.
Además, afirma el autor que, en nu estro p laneta, el ser capaz de generar
conocimiento es el humano, o al menos así ha sido desde que el primer primate decidió
inventar algunas herramientas que le facilitasen su adap tación al entorno.
Por p rimera vez se p udo observar el 9 de octubre de 2004 en el bosque M beli Bai d e
la Rep ública del Con go que un gorila hembra arrancó una rama de un árbol y “con ella en
la mano p areció p robar la p rofundidad del agua o la estabilidad d el fondo. La metió con
energía verticalmente en el agua varias veces y luego emp ezó a cruzar la laguna
1055
apoy ándose en la rama como en un bastón”
. Esta acción efectuada por un gorila en
libertad demuestra su inteligencia y su cap acid ad de ap rendizaje social; se p revé que ese
hecho ayudará a cono cer la evolu ción de nu estra esp ecie.
En las obras de Sierra i Fabra se reitera que la cap acidad p ara crear nuevos
conocimientos está en el hombre, esp ecialmente, en las de ciencia ficción, donde se señala
que las máquinas almacen an la may or cantidad d e datos p osibles y están prep aradas p ara
emp lear la ló gica en el desarrollo d e los p roblemas p lanteados, p ero su evolución se d etiene
cuando el ho mbre no introduce en ellas nuevos d atos que conduzcan a p lanteamientos
alternativos o hallen soluciones a interrogantes nuevos.
Por ejemplo, en la sociedad idead a en la Trilogía El ciclo d e las Tierras se cuenta
que hubo un tiemp o en el cual los humanos no p udieron conducir n aves intergalácticas
porque no tenían la formación científica necesaria para llevar a cabo esta función, ni su
período de vida les p ermitía viajar durante un elevado nú mero de años, p or lo tanto eran las
1054
1055
416
Id., Regreso a un lugar…, cit., p. 164.
RUIZ DE ELVIRA, Malen: “Inteligencia de gorila”, El País, 30-09-05, p. 80.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
máquinas las encargad as de esta actividad. En un princip io los hombres acep taron con
normalidad este acuerdo p ero al cabo de un tiemp o comenzaron a reivindicar su derecho a
poder tripularlas.
Una de las p rimeras reivind icaciones d e los humanos frente a las máqu inas fue la d e
poder adquirir los conocimientos suficientes que les permitiesen p ilotar las naves y acabar
con su p ap el de ay udantes en las op eraciones de aterrizaje y desp egue de las mismas, h echo
que causaba frustración en los hombres.
Cuando los dirigentes máquinas d efendían su sup remacía al disp oner de una enorme
cantidad de datos que difícilmente el cerebro humano p uede almacenar, el ser humano Hal
Yakzuby alegaba no ser muy distinto a las máquinas: “Tengo un corazón y una mente
racional y analítica. En mis células se gu ardan todos los conocimientos y toda la historia del
hombre, de la misma forma que en sus circuitos se almacena toda la ciencia del mundo
relativa a su esp ecialidad”
1056
.
También sostenía la sup erioridad el hombre sobre la máquin a p orque “el hombre
1057
posee la síntesis de la vida y de la mu erte. Eso lo coloca p or encima de todo”
.
Las máquinas aducían en su contra que “su mente [la del ser humano] es el recinto
más extraordinario del Cosmos y sin embargo… ap enas si sabían utilizar una p equeña p arte
de la misma”
1058
, y que siempre el hombre (o la mujer) anhelaba un sueño, y cuando lo
alcanzaba p erseguía otro, p orque el ser humano jamás está satisfecho con nada.
Como Hal Yakzuby no tiene argumentos p ara rebatir el análisis exp uesto p or la
máquina, arguy e que éstas cada vez son más humanas y se asemejan a su creador, p ues
fueron hech as a imagen y semejanza del hombre, aunqu e al evo lucion ar en su cap acidad de
raciocinio y necesitar may ores p rocesadores de datos, decidieron abandonar su imagen de
1056
1057
1058
SIERRA I FABRA, Jordi: Regreso a un lugar…, cit., p. 26.
Id., p. 198.
Id., p. 29.
417
José R. Co rtés Criado
androide y transformarse en grandes cubos en forma de ap aradores, p ero su forma de
pensar es similar a la nuestra.
Si en este futuro diseñado p or el autor la discusión entre hombres y máquinas surge
para dilucidar quiénes hacen mejor uso de la lógica y de las emocion es, en la actualid ad hay
seres humanos que p iensan que nu estros comp ortamientos tienen algún co mp onente no
humano; así p odemos leer en Concierto en sol mayor que “la may oría de las cosas son muy
sencillas, p ero a nosotros nos gusta comp licarlas. Forma p arte de nuestra naturaleza animal,
1059
que no humana”
.
Pero no sólo la condu cción de naves intergalácticas estaba vetada al ser humano; en
la sociedad d el futuro id eada por Sierra i Fabra, la justicia tamb ién era imp artida p or los
dirigentes máquin as exclusiv amente, ya que ellas eran las únicas cap aces de h acer un uso
racional de las ley es, y ap licarlas con absoluta objetividad, qu edando relegado el pap el de
abogado al ser humano, nunca el de ju ez, p ues la subjetividad es una de las debilidades
humanas y un juez debe ser estricto ejecutante de las ley es, con absoluta imparcialidad.
Sin embargo h ay que reiterar que el cono cimiento de las máquin as p roviene de su
creador, del hombre, p or tanto, hasta que éste no genere un cono cimiento, la máquin a no
puede p oseerlo, con lo cual el p rogreso en el saber está supeditado al ser humano. Así lo
considera el p rocesador científico e investigador más p op ular de Tierra 2, Steinein, cuando
afirma que el día en que los seres humanos se rebelaron y decidieron no introducir nin gún
dato nuevo en las máquinas, comenzó el declive de éstas, pues a pesar de tener miles de
resp uestas a millones de p reguntas, carecían de algo fundamental que p osee el ser humano:
la cap acidad p ara sup erarse continuamente.
De la relación d e p reguntas retóricas que formula Steinein se desp rende lo exp uesto
anteriormente: “¿Y la imaginación p ara formular nu evas p reguntas? ¿Y la imaginación p ara
1059
418
Id., Concierto en sol…, cit., p. 110.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
inventar, idear y… crear? ¿Y esa ch ispa, que no es eléctrica, ni está constituida p or átomos,
cap az de dar un simp le nuevo paso hacia delante?”
1060
La acep tación de que es necesario investigar p ara avanzar es un p ensamiento
humano que todas las máqu inas no están disp uestas a acep tar, p orque desconfían del
comp ortamiento del hombre por caprichoso e inconstante, alegan que “siemp re que la
humanidad ha olv idado su p asado, se ha visto sumida en el caos d e su futuro”1061, y que las
máquinas “gracias al Sistema hemos sup erado sus marcas [de los humanos] y hemos
evolucionado… como ha evo lucion ado la vida d esde su ap arición en el universo. […] La
tecnología ha constituido el siguiente paso natural en esa evolu ción”
1062
.
El anciano p rofesor Marzho siemp re crey ó que las máquinas soñaron desde el
primer día de su creación con ser human as, y que una de sus asp iraciones es p oder concebir
y fecundar, él no sabe qu é será p rimero, p ero está seguro de que ambos fenómenos serán
una realidad y alega que “la esp ecie humana…, o la esp ecie viva en gen eral, llegará a una
nueva era sin fronteras. ¿Qué será el primer recién nacido? ¿Hombre o máquina?... Puede
que tengamos que encontrar un nombre y ése será el comienzo. Un nombre. Ese nuevo ser
1063
alcanzará la dimensión del más allá, y rebasará todo lo in imaginable”
.
Tanto las máquinas como los seres no humanos se sienten orgullosos de su
razonamiento lógico y frío al margen de las reacciones temperamentales de los hombres y
mujeres de la Tierra. Opinan que los sentimientos son un gran defecto.
Otra tara de los humanos es su curiosidad. En El misterio del asteroide d e hierro,
incluido dentro de Relatos galácticos, se descubre que el p rofesor Antal no sentía miedo
cuando su nave fue atraída p or un asteroide, “porque por encima de todo era un científico y
1060
1061
1062
1063
Id., El testamento de…, cit., p. 16.
Id., … en un lugar llamado Tierra, cit., p. 25.
Id., p. 131.
Id., pp. 151-152.
419
José R. Co rtés Criado
cualquier misterio le atraía. Más allá del p eligro siemp re existía la más poderosa de las
razones humanas: la curiosidad”
1064
.
Como el cerebro humano es una máquina excep cional, en Las voces del futuro se
cuenta que en el siglo XXI, al fallecer personas de una inteligen cia sup erior, sus cerebros se
transp lantan a unos sup erordenadores móviles a fin de conservar toda su cap acidad
intelectual y p oder disp oner de may ores conocimientos p ara las generacion es futuras.
Y como todos los grandes descubrimientos p ueden ser utilizados tanto p ara
construir una sociedad mejor como para arrasar la existente, en Las voces del futuro se
advierte que gracias a los nuevos descubrimientos científicos, las dos sup erpotencias
“Estados Unidos y China reforzadas tras la v ictoria contra el integrismo islámico del 2025,
alertaron de los p eligros de que la industria bélica utilizara los descubrimientos de Pau
Querantin [científico] mientras buscaban la forma de ponerse al d ía o imitarle. Se emp ezó a
hablar d e aviones con inteligencia humana, de tanques o bo mbas mentales, dirigidas a
1065
distancia, de concep tos inimaginables hasta el momento”
.
En Los eleg idos, uno de los personajes es un androide que, a p esar de p oseer
cap acidad p ara pensar por sí mismo, hab lar y actuar, se sorp rende al comprobar que “los
niños y niñas humanos estaban ávidos de saber, preguntaban p or naturaleza, insistían,
1066
nunca se cansaban. Querían aprender y eran curiosos, muy curiosos”
, demostrando que
las máquin as carecen d e la suficiente imaginación y curiosidad p ara avanzar en la
adquisición d e conocimientos.
Igualmente le llama la atención que los dos grup os may oritarios de seres humanos
que viajan juntos en la inmensa nav e esp acial se enfrenten entre ellos en lugar de conv ivir
en p az; la lógica que p osee el android e le impide comp render que los seres humanos sean
cap aces de atacarse mutuamente y matarse p or unos ideales o por una disp aridad de
criterios.
1064
1065
1066
420
Id., Relatos galácticos, cit., p. 90.
Id., Las voces del…, cit., p. 40.
Id., p. 163.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En la nave co existen dos grup os de seres humanos que co mp arten un mismo esp acio
sep arado en dos p artes, ocup ando cada uno de los territorios un grup o de p ersonas que
detesta al otro, unos p or considerarse sup eriores a sus co mp añeros de v iaje, y otros p or ver
en los cien-t’icos una forma d e vid a que no les agrad a ni alcanzan a comprender; es una
situación similar a la que se p uede p roducir si conviven en un mismo territorio ciudadanos
del llamado p rimer mundo con los habitantes de una de las tribus amazónicas que v ive
aferrada a sus costumbres ancestrales.
Una p arte de la citada nave está ocup ada p or los seres humanos que p oseen may or
formación y conocimientos científicos, son los cien-t’icos, y en defensa d e sus tesis alegan:
“rep resentamos todo lo que un día fue y es aún en esen cia el ser humano. Somos la cultura,
la inteligencia, el racio cinio, la fu erza, la universalidad y el p aradigma de nu estra raza. Y
no es una p resunción, sino un hecho, una realidad. La ún ica esp eranza de futuro, frente a la
1067
barbarie y la vuelta a las cavernas del pasado”
.
La otra zona la habitan los klonos, op uestos a los cien-t’icos, son burdos,
miserables, vulgares, carentes de esp íritu, p rimitivos y p or tanto salvajes: “Comen carnes
animales, frutos que nacen d e la tierra fertilizada con el estiércol de esos mismos animales,
y viven y crecen sin límites, p orque su única ley es la d el egoísmo. No entienden que
1068
habitamos un mundo p recario, limitado, sin recursos”
.
A lo largo de la obra futurista de Sierra i Fabra se observa cómo el autor considera
que p oseer may or conocimiento científico hará que la raza humana viva d e forma diferente
a la actual y sea una sociedad donde el ho mbre d isp onga de más tiemp o libre, viva muchos
años, y sea feliz si sabe conservar el med io donde hab ita; si no es así, sobrev endrá un
cataclismo fruto de intransigen cias y ansias belicistas que hará desap arecer el p laneta.
1067
1068
Id., Los elegidos, cit., p. 39.
Id., p. 39.
421
José R. Co rtés Criado
4.5.4.2.- EL COMPROMIS O CON EL CONOCIMIENTO COMO BAS E DE LA
INS TRUCCIÓN.
En cuanto a la cien cia como fuente de conocimiento para llev ar a cabo la instrucción
de los jóvenes ciudad anos, es curiosa la p rop uesta de Sierra i Fabra p ara el futuro, aunque
no novedosa, pues ha sido el sueño de muchas personas consegu ir una máquina que
introduzca el conocimiento en la mente del hombre sin n ingún esfuerzo, ni tamp oco es
nueva la imp resión que considera imprescindib le la p resencia de un maestro p ara que el
proceso de enseñanza y ap rendizaje alcance los objetivos p revistos.
Y así el autor considera que las máquin as poseen una gran ventaja respecto al
gén ero humano al ser cap aces de almacen ar una may or cantidad de registros y p oder
procesar miles de d atos en fraccion es muy p equeñas de tiempo p ara obtener una resp uesta a
cualquier p regunta o solventar una duda; p ero a p esar de todo ello, considera que carecen
de la capacidad ló gica del ser humano p ara añadir a un dato objetivo cualquier explicación
o comentario p ersonal.
En la obra …en un lugar llamado Tierra, se señala qu e p ara conocer el desarrollo
mental de los niños, “se hablaba y a incluso de conexión directa cerebro-máquina para que
ésta dictaminara el grado de cap acid ad del niño. Avances de la técnica. Sin emb argo, nada
había p odido sustituir la p rimitiva imagen del profesor, p reguntando y surgiendo como un
obstáculo que el niño, el estudiante, p udiera vencer”
1069
.
La figura del p rofesor como educador es insustituible p ara Sierra i Fabra, él es la
persona cap az de motivar a los alumnos y animarlos a ap render, y no sólo hace acto de
presencia en los libros de ciencia ficción, también en El asesina to del profesor de
matemáticas hace referencia a esta figura cu ando relata que al fin al d e un día de trabajo
esp ecial fuera del horario de clase con tres alu mnos que tienen p roblemas con el
1069
422
Id., …en un lugar llamado Tierra, cit., p. 17.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
aprendizaje de las matemáticas, el profesor recibió el agradecimiento de ellos y fue
1070
catalo gado de tío legal. “Era lo máximo que uno p odía decir de un adulto”
, dicho con
las p alabras de un jovencito que desconfía de la sabiduría de los mayores.
En Las Furias, la figura d el p rofesor co mp rometido con la educación d e sus
alumnos está p resente en algunos p ersonajes adultos.
Unas veces sintiéndose resp onsables del deterioro que la vida escolar sufre en el
instituto. Así, la may oría de los p rofesores del centro, preocup ados, aunque no muy
sorp rendidos, se lamentan de la falta de d iscip lina y resp eto en el centro; otros se sienten
culp ables del d eterioro de la conv ivencia p or no haber tomado medid as más en érgicas en
los casos de indiscip lina o no h aber sabido encontrar soluciones a los p roblemas cotidianos.
Otras, reflexionando sobre la imp ortancia que tiene elegir ser p rofesor: “A nosotros
nos dan un barro esencial, un barro que no p odemos dejar que se moldee solo, ni tamp oco
manip ular. Es un barro al que hemos de ay udar a crecer p orque de él saldrán esos chicos y
chicas, y más tarde esos hombres y mujeres. ¿Cuántos p rofesores han hundido qu eriendo o
sin querer los sueños de un alumno? ¿Cuántos han influido de forma p oderosa logrando
todo lo contrario?” 1071
Kalil, p rotagonista de La p iel de la memoria, conoce a una ch ica que lo lleva p or
primera vez a una escuela cuando contaba once años; p ara él “los libros de Masa Bissau [el
profesor] fueron mi auténtica luz, la ventana p or la que me asomé al mundo entero […]
Sup e que ap render era la auténtica libertad, y que saber leer y escribir era la llave p ara
llegar al futuro. Jamás sentí tanta p ena y tanta alegría mezclad as como aquel día. Pena p or
ver lo que era. Alegría p or saber que tenía tiemp o de ap render y, tal vez, una
1072
op ortunidad”
1070
1071
1072
.
Id., El asesinato del…, cit., p. 166.
Id., Las Furias, cit., p. 201.
Id., La piel de la…, cit., p. 133.
423
José R. Co rtés Criado
Este niño considera la formación personal como factor imp rescindible p ara
consegu ir un futuro mejor, sintiéndose agradecido a ese p rofesor que consigu ió d esasnarlo,
y no duda en afirmar: “Pensé que si alguien se ded ica a enseñar a los demás lo que él sab ía,
era p orque, en efecto, era un a buena p ersona”
1073
.
El hecho d e considerar que los libros son ventanas p or las que asomarse al mundo es
similar a lo exp uesto p or García M árquez en el p rólogo del diccion ario Clave, donde cuenta
que siendo muy niño su abuelo, el coron el, le enseñó un enorme diccion ario, el ún ico
volumen qu e p oseía, al mismo tiemp o que le decía qu e era el libro que no sólo lo sab ía
todo, sino que nunca se equivocaba. Para él ese día “fue como asomarme al mundo entero
1074
por p rimera vez”
.
Si los dos ejemplos anteriores reflejan los p lanteamientos del autor resp ecto a la
formación de niños en el p eríodo de escolaridad obligatoria, el siguiente refleja sus ideas
resp ecto a la formación univ ersitaria, en la novela Sin tiempo para soñar, donde dos
jóvenes, por encargo d e un p rofesor de la facultad de Period ismo, investigan a p artir de una
noticia aparecid a en un diario.
Benigno M assagué que es ap odado el sorpresas p or algunos y p or otros como el
loco, se ha ganado el resp eto de todo el alumn ado de segundo de carrera p orque “con
mucho, era el mejor de los p rofesores de la Facultad. El más directo y p rofesional, p orque
1075
no les p rep ara p ara ser unos curritos de redacción, sino v erdaderos p eriodistas”
.
Pero en las obras de Sierra i Fabra los profesores no son los únicos encargados d e la
formación de los niños, adolescentes y jóvenes; también ocupan un papel primordial los
escritores, tanto en los primeros años de educación como en etap as posteriores.
1073
Id., p. 132.
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel: Prólogo del Diccionario de Uso del español actual “Clave”, M., SM,
1997, p. vii
1075
SIERRA I FABRA, Jordi: Sin tiempo para…, cit., p. 6.
1074
424
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En El fabu loso mundo de las letras la figura del escritor aconsejando a Virgilio qu e
lea El Libro es clave p ara que el chico se inicie en el mundo de la lectura, que no es otro
que el del cono cimiento. Sus p alabras son concluy entes p ara la formación futura del jov en:
“El Libro es decisivo. No se trata de que sea bueno o malo. Es algo más. Si al terminarlo no
estás motivado p ara seguir leyendo el resto de tus días… es que eres un caso perdido.
Tamp oco se trata de algo mágico, o desternillante, o emocionante o maravilloso. Es sólo un
libro, El Libro. Y según p arece, tú estás en el momento op ortuno p ara cercarte a él” 1076.
La joven p rotagonista de Rabia desea fervientemente cono cer al escritor que v isitará
próximamente su instituto después de leer en su libro un p árrafo, -en el cual alega que el
ser humano se esfuerza constantemente p or comp render su razón de ser-, que la emocionó
como p ocas veces solía ocurrirle y de cuy o contenido edu cativo se siente p oseída. Resp ecto
al libro leído, ella anotó en su diario: “Es una novela de gente real, que sucede en tiemp o
real, y que aborda p roblemas reales dando soluciones reales”
1077
.
4.5.4.3.- EL COMPROMIS O CON LA EXPERIENCIA COMO IMPULS ORA DEL
CONOCIMIENTO.
Para Jordi Sierra i Fabra las p ersonas may ores son los p oseedores de la experiencia
y p or ende de la sabiduría qu e da la vid a, siendo los mejores consejeros para sus jóvenes
personajes, ansiosos por vivir y que creen saber todo lo necesario p ara afrontar su
existencia.
En casi todas sus obras una persona may or aconseja, orienta o da ejemplo a los
protagonistas juveniles cuando h an de enfrentarse a un p roblema de cualqu ier tipo desde
una p ostura alejad a de los clásicos p lanteamientos moralistas.
1076
1077
Id., El fabuloso mundo de las letras, M., SM, Barco de Vapor, 2000, p. 14.
Id., Rabia, cit., p. 33.
425
José R. Co rtés Criado
De sentimientos encontrados se ocup a Sierra i Fabra en El último set. La jov en
tenista encuentra ap oy o en su abuela que intenta hacerle ver qu e el carácter d e las personas
se fragua en la vida p rivada así co mo en la p rofesión, y que a veces las p autas de conducta
de ambas causan alguna fricción, y se lo recuerd a cuando le dice: “M e imagino que te
habrán enseñado a odiar a tu rival, a quien tengas enfrente en la p ista. A eso lo llaman
prep aración p sicológica, ¿no? Pero ten en cuenta que fuera de la p ista la gente es toda
igu al”
1078
.
Además la abuela le p rop orciona otros consejos op ortunos que la ay udarán a buscar
su equilibrio mental en un momento de desconcierto vital. Le p ide que sea humilde y
gen erosa. “El que está arriba siemp re tiene la resp onsabilidad ante los demás de p arecer
normal además de serlo”
1079
, y le recuerd a que “p ara vivir se necesita amor, y eso no lo
obtienes de ti mismo, te lo dan los demás”
1080
.
Esos consejos que recibe de su abuela son los más certeros para su vida p rofesional
y p rivada, como este otro: “No p ermitas que te influy an hasta el p unto de no dejarte p ensar
1081
por ti misma. Olvídate de lo que quieren los demás y concéntrate en lo que quieres tú”
.
Pero lo más importante es ser feliz y hacer lo que consideremos más conven iente
con nuestras vidas, así lo reconoce la p rotagonista cuando afirma que no hay nada más
bello que v ivir aunque sea a base de sufrimiento, y lo anuncia su nuevo entrenador: “Hay
que ap render a sufrir, para después p ensar en jugar y en ganar. Y eso vale p ara todo en la
vida”
1082
.
La may oría de las p ersonas may ores suele orientar a los jóven es sobre los asuntos
que consideran esen ciales, como es el caso del anciano p ersonaje d e Las alas del sol, qu ien
1078
1079
1080
1081
1082
426
Id. El último set, cit., p. 33.
Id., p. 53.
Id., p. 185.
Id., p. 139.
Id., p. 190.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
aconseja al n iño vietnamita Yu que conozca su p asado p ues considera necesario que toda
persona conozca sus orígenes para p oder integrarse mejor en la sociedad, p or eso le dice:
Somos un pueblo guerrero, combativo, duro e inquebrantable. Nadie nos ha vencido jamás.
Pertenecemos a la estirpe del dragón y estem os donde estem os, sobrevivirem os. Tal vez tú,
o tus hijos, o los hijos de tus hijos, regresen un día a casa, y allí seguirán los que se
quedaron, o sus hijos, o los hijos de sus hijos, poblando una tierra que ni el hambre, ni el
color de ningún gobierno, logrará destruir jam ás. Ésa es nuestra identidad1083 .
A p esar de los mú ltip les consejos y de los desvelos p aternos p or educar de la mejor
manera posible a los hijos, a todos los progenitores les asaltan determinadas dudas, como se
puede leer en la máxima ap arecida en Campos de fresa: “Cuando son p equeños sufrimos
porque son p equeños y p arecen indefensos, y cuando son may ores sufrimos p orque son
may ores y se creen que lo sab en todo”1084.
El jov en Eloy , en la misma obra, recuerda un a reflexión de su p rogenitor: “Su p adre
decía qu e la adolescencia era la p arte de la v ida más imp ortante, p orque es aquella en la que
las p ersonas se abren a todo, se tocan, descubren que están vivas, se sienten, aprenden,
sufren la p rimera realidad de la existencia, aman y buscan ser amadas. El estallido de las
emocion es”
1085
.
Daniel, el niño p rotagonista de Concierto en sol mayor, refiere alguno de los
consejos p rocedentes de su tutor que le han servido p ara mold ear su carácter. De ellos
destacan dos, el p rimero referente a la imp ortancia que tiene el p oder hacer las cosas bien
cuando estamos convencidos de lo p ositivo que conlleva su ejecu ción, y el segundo p or el
paralelismo que realiza entre bandera y lengua p or un lado, y orgullo y dignid ad por otro:
“Jaime Fritzwaller le d ecía siemp re que hiciera lo que hiciera, lo hiciera seguro, sin v acilar.
Era mejor equivocarse actuando que p erder una op ortunidad p or no hacerlo”1086, y “un p aís
tenía su bandera y su lengu a, y el ser humano su orgullo y su dign idad”
1083
1084
1085
1086
1087
1087
.
Id., Las alas del…, cit., pp. 155-156.
Id., campos de fresas, cit., p. 119.
Id., p. 58.
Id., Concierto en sol…, cit., p. 22.
Id., p. 44.
427
José R. Co rtés Criado
Además, el mismo niño recib e otra recomendación de un músico callejero que le
resume lo que él consid era resp ecto a la amistad: “Pues esto es lo que hace un amigo:
cantarte las cuarenta, decirte la verdad siemp re, caiga qu ien caiga, y no dejarse impresionar
1088
porque seas un gran músico n i hacerte la p elota p ara mimarte”
.
Pero no a todos los jovencitos les caen bien los adultos, así en el libro 3L
4S3S1N4T0 D3L PROF3SOR D3 M AT3M 4T1C4S (El asesinato del profesor de
matemáticas) a Nico lo que más le p reocup a es convertirse en un adulto serio y resp etable,
porque “todo el mundo dice qu e cu ando crezcamos y seamos may ores y maduremos y todo
1089
ese rollo... seremos como ellos”
.
Sin embargo, la p rotagonista de Rabia, p or lo que escribe en su cuaderno al
resp ecto, discrepa con el anterior p ersonaje tal vez p or su madurez personal, la cual le hace
valorar en sus justos términos una buena observación: “Todos necesitamos que alguien más
alto, más sabio, más viejo, nos diga qu e a fin de cuentas no estamos locos”
1090
.
Para reforzar la imp ortancia de los consejos que suelen dar los adultos, el autor
recurre con frecu encia a exp resiones tóp icas como la siguiente: “La diferencia que hay
entre una p ersona adulta y un joven es que el adulto sabe y a lo que es ser joven, mientras
1091
que el joven no sabe todavía lo que es ser adu lto”
.
En Noche de luna en el Estrecho, ap arece “el viejo Ahmed que sabía p alabras en
francés, italiano, esp añol...”
1092
1093
, “era un hombre viejo, p ero también lúcido ”
y es el que
1094
advierte al joven Habib : “el hombre que p ierde su dignidad, lo ha p erdido todo”
.
Al igual que el anciano vietnamita que ap arece en Las alas del sol ensalzando el
pasado de su p ueblo, Habib considera de gran valor conservar sus señas de identidad, sabe
1088
1089
1090
1091
1092
1093
1094
428
Id., p. 100.
Id., El asesinato del…, cit., p. 18.
Id., Rabia, cit., p. 128.
Id., El oro de.., cit., p. 70
Id., Noche de luna…, cit., p. 21.
Id., p. 52.
Id., p. 120.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
que “un hombre sin recuerdos es un hombre sin identidad. Las huellas de sus p ies las
borrarían el tiemp o, el viento, la lluvia y las olas. Las huellas de los recuerdos estaban
imp resas en la piel, en los o jos, en su alma. Manteniendo viva la memoria, mantendría vivo
el orgullo d e ser quien era, y abierto el camino d el regreso, un día”
1095
.
Este adagio es rep etido por más de un personaje en diferentes obras de Jordi Sierra i
Fabra y constituy e la mejor enseñanza p ara la dign idad human a, es un p rincip io que nos
hará ser mejores p ersonas y convivir armónicamente con nuestro entorno.
Habib es un jov en que madura a lo largo de su estancia en nu estro p aís, y llega a
comp render que su sitio está en su tierra, junto a los suy os; p refiere ser p obre en su país que
ciudadano d e ínfima categoría en Esp aña, después de haber sido p resa de “los traficantes de
carne a través del Estrecho”
1096
.
Nino, el niño guerrillero p rotagonista en Donde el viento da la vuelta, siente una
rabia feroz al sentirse enamorado d e Neli y ésta estar unida sentimentalmente al sargento
Toribio, p ero una anciana, conocedora d e su desazón, acaricia el p elo de Nino y le
aconseja: “No odies, hijo -musitó en voz muy baja la señora Amalia-. El od io no es más
que imp otencia, inseguridad, fragilidad... ¡Tantas y tantas cosas que no valen la pena! El
amor es lo único que nos hace fuertes y libres. Sobre todo, libres”
1097
.
También un p ersonaje adulto, Natalia, mujer de cuarenta años, casada y con una
hija, confiesa en Los espejos de la noche su ap recio por los consejos maternos: “Recuerdo
que mi madre me dijo una vez, siendo y o adolescente, que lo p eor que puede tener una
persona es el orgu llo. No la entendí. Para mí, el orgullo era un signo de id entidad, una señ al
de casta. [...] M e dijo que los flexibles llegan al fin d e sus días colmados, hab iendo ganado
más que p erdido, mientras que los orgullosos, ¡ay , de ellos!, lo p erdían todo en el
camino ”
1095
1096
1097
1098
1098
.
Id., p. 24.
Id., p. 19.
Id., Donde el ciento…, cit., p. 130.
Id., Los espejos de…, cit., p. 32.
429
José R. Co rtés Criado
Chelsea, la niña que no p odía reír, ante los insultos y las burlas de sus compañeros,
se refu gia en su p rogenitor, quien la orienta con estas p alabras: “El mundo a veces no es
justo -le aseguró su p adre- . Hay guerras, y niños con hambre, y gente mala, p ero existe el
amor, y te aseguro que la may oría de las p ersonas lo tienen, lo sienten, lo dan. ¿Acaso no
1099
quieres tu a Dais? [su muñeca]”
.
La niña que no podía reír muestra el p roblema de una p equeña que hubo de afrontar
las burlas de sus compañeros p or nacer diferente. “Chelsea tiene un defecto con gén ito
apenas conocido, y desde luego uno de los p roblemas más desconcertantemente crueles de
la medicina actual, p orque es tan inusual como extraño. Actualmente en Estados Unidos el
número de niños y niñas que lo p adecen no llega a los mil. Y en todo el mundo p uede que
no existan más de diez mil casos, aunque d esconocemos cifras exactas de p aíses asiáticos o
africanos”
1100
.
Veríd ica es esta bella y emotiva h istoria dedicada a Ch elsea Thomas y a todos los
niños que p adecen este síndrome al que hoy se ha encontrado, afortunadamente, solu ción
quirúrgica.
Toni, el niño p rotagonista de Só lo un d ía de más, siemp re acude al colegio en su
bicicleta crey éndose el único conductor y sin rep arar en las situaciones p eligrosas que
provoca, hasta que una mañana, cu ando está a p unto de ser atrop ellado, gira el manillar y
cae sobre unos matorrales del sendero, donde “una anciana le estaba observando mitad
curiosa, mitad perp leja y mitad enfadada”
1101
. Ella le recrimin a el pánico que ha creado en
el conductor del camión, en el del tren y en el resp onsable del p aso a nivel y hasta en ella
misma, por lo que le d ice: “Hay formas mejores de matarse, ¿lo sabes? Y menos
comp licadas, p orque no involucras a los demás”
1099
1100
1101
1102
430
Id., La niña que…, cit., p. 59.
Id., p. 22.
Id., Sólo un día más, B., Edebé, Tucán, 20033, p. 26
Id., p. 26.
1102
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Al día siguiente, cuando Toni se dirige a su colegio y coincide con el tren y con el
camión en su camino, recu erda el consejo de la an cian a, y comp rende que lo sucedido fue
un sueño, desistiendo de atravesar la calle y de este modo salvar su vid a, co mo le d ijo la
señora.
La abuela de Sergio, el niño p rotagonista de Los hombres de las sillas, aclara a su
nieto la imp ortancia que tiene la sabiduría adquirida con los años al exp oner: “Siemp re he
dicho que los ancianos somos p rivilegiados de la historia, y que cuando morimos no solo
dejamos d e existir nosotros, sino también p arte de esa h istoria. Estamos llenos de
recuerdos”
1103
. Recuerdos que deb en p asar a los descendientes p ara aumentar su sabiduría.
En Frontera, Amina no dialo ga con nin gún an ciano, p ero sí lee las cartas que el
abuelo de su amiga envió a la que fu e su esposa cuando eran novios, y su contenido es el
que la hace madurar y tomar una p ostura clara ante sus p roblemas familiares: “Esas cartas
me han enseñ ado cosas. Ha sido como si... me gritasen. Ahora sé que, p ase lo qu e pase, no
1104
voy a casarme con ese ho mbre”
.
Se p odría continuar citando obras de Jordi Sierra i Fabra con p ersonas may ores que
dan sabios consejos a quienes se lo solicitan sin menoscabar la autoestima d e los
demandantes ni sentirse superiores, sino simp lemente p oseedores de exp erien cias
acumuladas a lo largo de su existencia. A modo d e ejemp lo citaré las p alabras del profesor
protagonista en Las Furias, donde se reco ge la indicación que le d io su p adre p ara
enfrentarse a la sociedad: “Sé siemp re tú. El día que dejes de serlo te p erderás y no volverás
1105
a encontrarte en la v ida”
1103
1104
1105
.
Id., Los hombres de…, cit., p. 118.
Id., Frontera, cit., p. 101.
Id., Las Furias, cit., p. 202.
431
José R. Co rtés Criado
4.5.4.4.- EL COMPROMIS O CON LA MÚS ICA COMO EXPRES IÓN CREAT IVA.
En este ap artado se incluy e la música co mo creativid ad human a dentro de los
valores racionales que hacen del ser humano una p ersona dotada de inteligencia y sabiduría,
cap az de combinar armónicamente sonidos y silencios p ara deleite de los oídos y gozo de la
mente.
Una ley enda acerca d e la creación d e la música tiene cabida en La música del
viento: “Cuando se creó la Tierra, hubo un gran estruendo cósmico. Ese estruendo fue el
sonido. Desp ués, al p oblar el hombre la tierra, nació la música. En un comienzo la música
era el recitado rítmico de las sagradas escrituras. El viento es como un gran p entagrama
armónico. Uno p uede escu char mu chas clases de armonías, la de su corazón, la de sus
sentidos, la de sus manos, la de su mente, p ero sólo hay una música cap az de contenerlas
todas. La música del viento, que nos une y nos hermana”
1106
.
La desp edida de Jordi Sierra i Fabra en la carta de p resentación de la obra Mi primer
libro de Ópera refleja la trascenden cia qu e el autor otorga a este arte. “Que la música nun ca
1107
nos falte p ara alimentar el espíritu”
. Igualmente hace una defensa d e su amor p or la
óp era y de Ígor Stravinsky , p ues se sintió atrap ado por La consagración de la primavera
cuando contaba con o cho o nueve años “de tal forma que el tiemp o ya no p udo borrar jamás
1108
esos sentimientos ni ese p oderoso influjo”
.
Sierra i Fabra, roquero y ex director de revistas musicales, considera que la música
junto a la literatura y el cine son actividad es creativas p rop ias de la mente humana, cap aces
de reflejar sentimientos y emociones de una forma tan bella qu e nad ie p uede p ermanecer
indiferente ante ellas.
La música es un elemento omnip resente en sus obras. Unas veces simp lemente se
cita una canción famosa, otras se recuerd a una an écdota de cualquier músico o crítico
1106
1107
1108
432
Id., La música del…, cit., p. 111.
Id., Mi primer libro…, cit., p. 10.
Id., p. 9.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
musical, y en otras se trata co mo actividad idead a por el raciocin io humano o s irve p ara
marcar el hilo narrativo de un a novela.
En La balada de Siglo XXI se narra la creación de un grup o de música rock desde un
desp acho. Para lograr los may ores éxitos comerciales, p reviamente se realizó un trabajo de
camp o: procesar la historia de la música rock p ara p oder p redecir con un 97,5 % de
probabilidades de éxito qué características deben reunir cada uno de los integrantes del
nuevo grup o; y en la segunda fase, se analizaron todos los discos que alcanzaron el nú mero
uno de ventas en Inglaterra y EE. UU. desde 1954, p ara saber qué música habían de tocar; y
por último se indagó cuáles son los mejores comp ositores, arreglistas, letristas del momento
que se ajustaban a la necesidades del grup o.
La novela constituy e una crítica a una realidad, p orque mu chos fueron los grup os
que surgieron p revio estudio de las cualid ades de cad a uno de sus co mp onentes y de los
gustos musicales del mo mento; así se p uede leer que Sig lo XXI “más b ien es la máxima
creación de la historia de la música, el más brillante p roy ecto jamás conceb ido en el rock
desde que Brian Ep stein convirtió a cuatro gamb erros de Liverp ool en el espejo de toda una
gen eración”
1109
.
En esta cita se recuerda al creador de los míticos The Beatles que sirv en co mo
modelo de referencia, pues con ellos se inició no sólo una nueva forma de hacer música
sino de crear un p rototip o que hasta la fecha h a servido de modelo. Ellos crearon una
estética prop ia que marcó a todos sus seguidores con su original corte d e p elo ideado p or la
alemana Astrid Krischner, con su forma de vestir y , sobre todo, con su forma de presentar
sus discos.
Un músico callejero, p ersonaje de Concierto en sol mayor afirma que siempre amó
la música y que continúa disfrutando de ella cuando interp reta una p artitura con su violín,
pero es consciente de qu e se puede tocar marav illosamente una p ieza clásica sin alma, si
sólo se busca la p erfección técnica, p ero entonces se produce una melodía fría, sin
1109
Id., La balada de…, cit., p. 41.
433
José R. Co rtés Criado
sentimiento. Él p refiere una interp retación imp erfecta p or culp a de la p asión, aunque no
puede definir qué siente al tocar.
Considera que tocar el violín es una faceta muy difícil de explicar y se ap oy a en la
tarea de otros artistas para esclarecer sus emociones. “El escritor que lo gra h ilvan ar las
ideas y los sentimientos que brotan de su cabeza, el pintor que consigue llev ar los colores
de su mente a un lienzo, el músico que extrae la mejor de las bellezas de su
instrumento…Daniel, Daniel, son sensaciones únicas, imp osibles de describ ir”
1110
.
Todo el texto es un alegato a favor de la creatividad y de la p asión p or las
actividades artísticas. Tobías es el músico may or que intenta hacer comprender al joven
virtuoso del violín que la maestría que p osee es única, y que aunque a veces p ueda ser una
carga, siemp re será lo más hermoso que el destino le dio porque “el arte es lo que nos
ayuda a vivir, […] sin el arte estaríamos muertos”
1111
.
Tobías sabe que él rep resenta el p asado y Daniel, el futuro. Lo anima a v ivir p or y
para la música cuando le dice qu e la v ida es una sinfonía inacabada: “Se termina con el
último susp iro y en ese momento se acaba, p ero y a no se p uede volver atrás p ara
interp retarla. Ése es el gran contrasentido” 1112.
Aunque también aconseja al joven que sea honrado consigo mismo y afronte los
problemas que se le p lanteen con valentía y afán de superación. Entre otras
recomendacion es le d ice: “No es bueno engañar a los demás, pero aún lo es menos
engañarte a ti mismo ”
1113
.
John Lennon alega a favor de la creatividad y la originalidad en la música cuando se
dirige a sus comp añeros del grup o musical en la obra El joven Lennon y apremia a
1110
1111
1112
1113
434
Id., Concierto en sol…, cit., p. 64.
Id., p. 111.
Id., p. 112.
Id., p. 71.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
reaccionar ante la realidad. “¿No veis que el mundo está cambiando a nu estro alrededor? La
1114
música es el vehículo. ¡No p odemos dejar p asar esta op ortunidad!”
En otro momento de la nov ela el joven Paul McCartney reflexiona tras la reciente
muerte de su madre sobre su futuro y concluy e que “la música es algo p or lo que vale la
pena arriesgarse. […] La verdad es que no sé dónde p odemos llegar, p ero sí sé que vale la
pena intentarlo”1115.
Víctor Jara resp ira y bebe música después de oír Carmina Burana y haber p asado
por la orden de los Redentoristas de San Bernardo, donde ap rendió a valorar la música
1116
sacra. Para él, “la música es el fenó meno más imp ortante”
. Sin ella no tiene sentido su
existencia.
Prueba de su amor p or la música son sus trabajos de recop ilación del fo lclore
pop ular de Chile, mu estra de una cultura ancestral que deb e servir para edu car a las nuevas
gen eraciones de chilenos. Además de can ciones tradicionales, cantaba canciones p olíticas o
de p rotesta que utilizaba como vehículo de comunicación frente a la canción comercial de
su ép oca, p orque él era consciente del p oder de “la música como vehículo p ara hermanar,
comunicar, integrar” 1117, a p ersonas de distintas religion es, ideolo gías o razas.
Además, cuando Víctor Jara se encuentra en Inglaterra, reconoce que Londres es
una fiesta p op , que el influjo d e los Beatles era p alp able y que la música p op “ha cambiado
el mundo”
1118
.
Sierra i Fabra se siente roquero y p or ello es muy crítico con la música o con lo qu e
en su nombre se h ace. Considera que las estrellas del rock o d el p op son una raza esp ecial,
y así hace h ablar a sus p ersonajes de la locura de algunos cantantes, de la coheren cia de
otros, de la fugacidad de algunas estrellas que p retenden ap rovechar su buena racha sin
1114
1115
1116
1117
1118
Id., El joven Lennon, cit., p. 52.
Id., pp. 84-85.
Id., Víctor Jara, cit., p. 89.
Id., p. 114.
Id., p. 94.
435
José R. Co rtés Criado
preocup arse de la calidad d e su trabajo, y del grup o de niñatos adolescentes que quieren
comerse el mundo y son una simp le cop ia del anterior con junto de joven citos que pretendió
lo mismo.
Jonatan Boix, Jon p ara los amigos, p eriodista que tamb ién p rotagonizó Chicas d e
alambre, op ina en Tiempo muerto que “desde que en 1954 nació el ro ck and roll, todo ha
sido como un a larga cadena de la qu e se escapan ap enas unos cien artistas, los gen ios natos
que han tirado del carro”
1119
. Ellos son quienes forman p arte de la ley enda p orque
revolucion aron la forma de crear música; otros, en camb io, fueron d evorados p or el sistema
ráp idamente p ues cada año surgen nuevos grup os que sobresalen p or encima de los
anteriores.
Sierra i Fabra transmite a sus lectores el p lacer que siente al escu char unos buenos
acordes tanto si salen de un bajo co mo de un violín, p orque p or encima d e los estilos
musicales sobresale la b elleza, el arte, y afirma: “Con dieciséis años los Beatles me
cambiaron la vida, p ero ni ser roquero ni dirigir rev istas de música me hizo olv idar el amor
que siemp re sentí p or la música clásica”
1120
.
El narrador en Concierto en sol mayor relata cómo el joven v iolinista tocaba La
consagración de la primavera: “Daniel, d e p ie, con los ojos cerrados, con centrado y
tocando como si todas las armonías convergieran en él y fluy eran de él convertidas en la
irresistible fuerza de una p asión sin límite”
1121
.
Los dos personajes de El tiempo del olvido asisten a un concierto de U2 y cuando
están en el viejo estadio de San M amés sienten que aquello es “una caldera en ebullición,
un p ulso latiendo al comp ás de los miles d e esp ectadores abigarrados en sus gradas y en su
cubierto césp ed, sacudidos p or la catarsis imp lacable de la música y aplastados p or la
desbordante imagin ería v isual del gran esp ectáculo del rock”
1119
1120
1121
1122
436
Id., Tiempo muerto, cit., p. 12.
Id., Mi primer libro…, cit., p. 9.
Id., Concierto en sol…, cit., p. 89.
Id., El tiempo del olvido…, cit., p. 97.
1122
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Y en Malas tierras, título extraído de un a canción de Bru ce Sp ringsteen, se p uede
seguir el concierto del Boss en Barcelona y sentir cómo “los más de diecisiete mil
esp ectadores liberaron la en ergía contenida en sus pulmones gritando con una sola voz,
mientras treinta y cuatro mil manos se disp araban hacia las alturas”1123.
De la importancia de la música y de los músicos deja constancia el sufrimiento d e
cualquier fan de un grupo musical de moda, pues lo único que le imp orta es idolatrar a sus
comp onentes. En Las fans se puede leer la confesión de una de ellas: “Yo lloraba con sólo
oírles cantar, y no digamos si les veía en directo. ¿Sabes que siemp re llev aba media docena
1124
de braguitas en el bo lso p or si acaso? ¡Me hacía p ip í encima de tanto gritar!”
Y si imp ortante son los sonidos, tanto o más lo son los silencios en el mundo de la
música. En Cuando los genios andan sueltos, se p resentan cuatro extravagantes sabios, de
ellos, uno es Yabai de Zondra, fabricante d e ruidos; muy útil p ara entretener a las personas
o ahuy entar p erros como le ocurrió con el siguiente inv ento: “Un horroroso, esp eluznante y
enloquecedor mau llido múltiple de gatos se escuchó p or todas p artes, y los p erros,
1125
enloquecidos, salieron disp arados”
; otro es Gabelor de Bulu m, el fabricante de silencios,
cuy os ingeniosos inventos son muy útiles p ara que el p rimero p ueda obtener la tranquilidad
necesaria p ara probar nuevos ruidos.
4.5.4.5.- EL COMPROMIS O CON LA SABID URÍA DE LA RAZA HUMANA Y
LOS LIBROS .
Haciendo uso del tóp ico “lo que sabemos todos no lo sabe nadie”, Sierra i Fabra
recuerda a sus lectores constantemente que los libros son los grandes custodios de todo el
1123
1124
1125
Id., Malas tierras, cit., p. 50.
Id., Las fans, B., Espasa Calpe, 1993, p. 59
Id., Cuando los genios andan sueltos, B, Ediciones Junior, 1994, p.90.
437
José R. Co rtés Criado
saber humano, siendo los únicos que conocen lo que sabemos todas las personas
conjuntamente.
En El fabuloso mundo de las letras, Sierra i Fabra confiesa lo que en numerosas
ocasiones ha d icho en público a los jóvenes lectores con los qu e habitualmente conv ersa:
“A mí me salvó la vid a leer, p orque y o nací p obre, tartamudo y según todo el mundo era un
inútil. No recuerdo n ada d e lo que he estudiado, p ero sí recuerdo todo lo que he leído. Y si
lees cad a día, es como hacer tres carreras. Además, leer es mágico”
1126
.
Igualmente suele aconsejar a sus seguidores que n egarse a leer es de seres hu manos
muy alejados del p rototip o de p ersona y que con el p aso del tiempo irán en grosando las
filas de los hombres y mujeres menos capaces de enfrentarse a la v ida con afán de
sup eración y espíritu solidario, p ero sobre todo formarán la legión de los analfabetos con
poca capacidad p ara adaptarse a los cambios sociales, p ues “el único aceite que conocía
1127
para engrasar la mente era leer”
.
La historia de este cuento es la d e Virgilio, un niño a qu ien no le gustaba leer, y
cierto día se dirigió a la bib lioteca de su p ueblo a p edir El Libro p or recomendación de un
escritor. El chico creía que formulando d e ese modo su p etición sería imp osible que la
señora bibliotecaria supiese qué debía leer, p ero su sorp resa fue may úscula cuando le
entregó el ejemp lar, y le comunicó qu e su préstamo conllevab a una sola condición, la
obligatoriedad de leerse en la biblioteca p ública.
Nada más abrir sus p áginas, Virgilio se trasladó a otra d imensión dond e las palabras
parecían tener vida o al menos formas divertidas y preciosas. Así conoció al alcalde de las
palabras, que lo invitó a conocer su mundo, y algunas de sus sorp rendentes
particularidades. Por ejemplo, lo sucedido cuando el n iño decidió escribir guerra en el
monumento a las p alabras: las letras de desvan ecieron p resurosamente; y cuando volvió a
intentarlo con la p alabra música, ésta fue acep tada de inmediato.
1126
1127
438
Id., El fabuloso mundo…, cit., p. 12.
Id., p. 13.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
El Alcalde, al mismo tiemp o que enseñaba la ciudad a su invitado, le dab a consejos
y regañinas cada vez que éste intentaba disimular lo p oco que leía:
-¡Menos mal que cada día hay m ás gente que lee y, por lo tanto, menos burros sueltos, con
perdón de los burros! -m iró hacia el zoo cauteloso.
-Yo no leo mucho y no soy ningún burro -se creyó en la necesidad de defenderse él.
-Ya sé que no lees mucho, o no estarías aquí -frunció el ceño puntilloso aunque irónico el
alcalde-. De todas form as, todo es cuestión de tiempo, amigo. Tú ahora, como si nada, a lo
tuyo, tranquilo, porque ni lo notas, pero a los treinta… ¡esto, seco! -le puso un dedo en la
frente1128 .
Toda la obra es un comp endio de consejos similares al citado, está escrita en un
len guaje muy claro y directo con la finalid ad de animar a leer a los niños que no lo hacen, y
constantemente surgen ejemp los de actitudes de p ersonas lectoras y no lectoras. Algunas
veces, con p lanteamientos un p oco exagerados, p ero siempre con el mismo objetivo: la
necesidad d e leer p ara poseer una buena formación cultural.
Así, de forma simp lista, el señor alcalde resume el tip o de p ersona lectora y no
lectora, porque para él todo se reduce a tener o no tener cu ltura: “Dame un lector y te tendré
a una buen a p ersona. Sólo el que no lee ech a colillas por la ventanilla cap aces de desatar un
incendio en la montaña, o p lásticos que van a p arar a un río, y al mar, y matan p eces que
luego no p ueden d esovar a miles de kilómetros de distancia y a causa d e lo cual mu eren
niños en África o en Asia. Es así de simp le”
1129
.
Las recomendaciones que recibe Virgilio son las mismas que p rofesores, p adres,
educadores, bibliotecarios, etc., ofrecen d iariamente a los jóvenes, y tienen un escaso
número de receptores. Se p uede encontrar que la lectura es una de las p ocas cosas que nos
diferencia de los an imales, y a “que leer te hace mejor, y que además te obliga a pensar, a
crecer, a madurar. Los asp ectos más terribles del mundo, como la violencia, la intolerancia,
el racismo… sólo hay una cosa que p ueda vencerlos: la cultura”
1128
1129
1130
1130
.
Id., p. 68.
Id., p. 73.
Id., p. 74.
439
José R. Co rtés Criado
Una vez que el chico conoce infinidad de tip os de letras, p articip a en distintos
juegos de in genio con las p alabras como p rotagonistas y recibe numerosos consejos, se
marcha a casa con un incip iente háb ito lector mientras en su cerebro resuena la explicación
siguiente. “Cuando lees un libro, lo que sientes es tuy o, p ersonal, intransferible. Ésa es la
esencia del arte, p ero también rep resenta uno de los máximos placeres de la v ida: la
1131
individualidad del sentimiento prop io”
.
Las letras vuelven a ser p rotagonistas en La biblioteca de los libros vacíos, libro
dirigido a los más p equeños, finalista en el Concurso Internacional de Literatura Infantil
Julio C. Coba Libresa. El autor aclara cuál es el contenido d el mismo: “Esta es una obra
que nos habla del amor p or la literatura, el p lacer d e leer, el cariño que despiertan los libros
con sus mil historias, pero que también nos dice que escribir es la más p rodigiosa de las
fantasías. Nunca habrá libros vacíos mientras existan mentes llenas de ilusión co mo las de
1132
sus lectores”
.
Esta increíble historia es la de una biblioteca olvid ada p or todos donde los libros
habían ido p erdiendo poco a poco sus letras, creándose cierta alarma el día que algu ien
descubrió much as de ellas p or la calle.
Como ninguna persona leía en la localidad, nadie v isitaba la bib lioteca ni tocaba un
libro, p or lo qu e las letras fueron d esp egándose del p ap el, unas tras otras, hasta formar una
gran montaña de grafías de distintos tipos y tamaños.
Todos los habitantes del p ueblo intentaron buscar una exp licación a semejante
fenómeno, p ero n in gún adu lto ni el ministro de turno lo graron arreglar el p roblema; fueron
los niños y niñas lo que dieron con la fórmula p ara solucionarlo.
Solamente una persona sabia sup o cuál era el p roblema, los libros se habían secado
porque nadie los leía, habían muerto y era el p reludio de la d esap arición del p ueblo p ues
1131
1132
440
Id., p. 147.
Id., La biblioteca de…, cit., p. 8.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
cuando desap arece la cultura, desap arece la civilización. “Vuestros libros se han muerto, de
tristeza, de soledad, ab andonados a su suerte. Y se han muerto todos. Se h an secado. La
muerte human a es real, el alma se v a y el cuerp o se pudre. La de los libros es tan fantástica
1133
como lo son ellos. Se sep aran su alma y su cuerp o, y por sep arado y a no son nada”
.
En esta obra tamb ién se dan múltip les exp licaciones sobre los asp ectos beneficiosos
de la lectura; así el señor sabio concibe que “los libros son la verdad, y los sueños, y la
realid ad, y la fantasía, y el conocimiento, y el entretenimiento, y la paz y la vida. Sí, la v ida,
porque los libros están vivos, tienen alma, corazón, sentimientos”
1134
, y se sorp rende de que
en el p ueblo nadie se diese cuenta de que su p roblema es el p rovocado p or la ausencia de
lectores a los que dice: “Dos mil años de civilización y aún no sab emos que sin libros y sin
cultura no somos más que animales irracionales. Así nos va”1135.
Margarita, una niña, fue la p rimera en intentar remed iar el p roblema, comp rendió
que los may ores estaban locos p or haber p ermitido tal situación anómala y que desde la
aparición del inv ento de Gutemberg, “en quinientos años, la cultura del mundo hab ía
avanzado más que en quinientos millones. Y todo gracias a los libros y a la facilidad de que
todo el mundo tuviera acceso a ellos”
1136
.
Los niños y las niñ as del p ueblo acudieron cada noche a la b iblioteca cu ando sus
padres los creían dormidos y reescribieron los libros, dejando una p arte de sus vidas en
ellos. Seguramente coincidirán con el autor en que “hay tres p alabras que definen mucho
1137
mi Libro d e la Vid a: honrad ez, resp eto y esp eranza”
.
En el título Donde el vien to da la vuelta ad emás d e la v ida d e los niños gu errilleros
se cuenta otra historia paralela, la d e Simón M orgado qu e vivía en el bosque aislado d el
resto de los humanos y leía un libro que le dejó su madre al morir. “Es mágico. Tiene
poderes. Pero debe ser leído p or almas p uras. De lo contrario, sus letras caen, sus historias
1133
1134
1135
1136
1137
Id., pp. 43-44.
Id., p. 43.
Id., p. 49.
Id., p. 110.
Id., p. 6.
441
José R. Co rtés Criado
son negras, sus finales tristes y amargos. Debes velar p or él, Simón. Es más que un libro,
¿entiendes? Es la felicidad contada... ¡Nunca debe caer en manos extrañas! Léelo cad a d ía,
y en él hallarás cuanto desees y tendrás cuanto necesites. Amor, paz, alegría, equilibrio,
humanidad...”
1138
.
Simón descubre un día que alguien le ha arrebatado el libro y se ha adueñado de las
palabras. Comienza entonces su búsqueda, p ara lo cual atravesará p ueblos, ciudades,
camp os y se enfrentará a p ersonas que desconocen la existencia d e las letras p ero él, p orque
se considera el guard ián del libro, no cejará h asta conseguir que las letras sean libres y
alcan cen la mente de todas las personas.
Toda esta historia es un mensaje resp ecto al valor de la p alabra. Cuando el
protagonista, en su búsqueda de las letras, trop ieza con un soldado que decide matarlo
porque piensa, en su ignoran cia, que esos signos son malignos, el joven le resp onde con
una p regunta: “¿M atas todo aquello que no comp rendes en lu gar d e tratar de
entenderlo?”
1139
, alegando que eso es debido a su incultura y que si sup iese leer sabría que
los libros le enseñan a decidir por él mismo y a que las letras sirven “p ara dar forma visual a
los sentimientos, las emocion es, las sensacion es”
1140
.
Al final del relato, Simón alcanza a liberar las letras, y con ello consigu e que todas
las p ersonas sepan leer y escribir y p uedan acceder a la cultura. “El libro es bondad, p az,
armonía, belleza, legado, tradición. [...] Esto es el may or tesoro del mundo. En las p áginas
de este libro se encierra lo mejor de la esen cia del hombre, la armonía suprema, las mil y
una historias que son cap aces de fluir por ellas”
1141
.
Nino, el niño guerrillero p oseedor de ese libro al qu e faltan algunos cap ítulos, lo lee
con ahínco cad a vez que disp one de algún momento de descanso, y es considerado como
1138
1139
1140
1141
442
Id., Donde el viento…, cit., p. 24.
Id., p. 86.
Id., p. 88.
Id., p. 170.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
una p ersona rara p or sus compañeros, dado su hábito lector. Se id entifica con Simón y le
gusta tanto el libro que anh ela acab arlo al mismo tiemp o que desea prolongar su fin al.
La historia de Nino y la de Simón se entrecruzan; el p rimero tien e en el libro la llav e
de la historia y la p osibilidad de d evolver la cu ltura a su p ueblo p ara que sea libre. El
segundo busca la libertad de su p aís, que trata de recup erar su legado h istórico. Se aferra al
libro p orque lo considera un a razón suficiente p ara vivir.
Neli, una joven guerrillera, comenta a Nino que su abuela considera los libros
contadores de mentiras, de historias imp osibles..., el joven la llama ignorante y le dice que
la cultura es necesaria p ara evolucionar, que son un p ueblo ignorante y que nadie sabrá
nunca de las matanzas de camp esinos e ind ígenas p orque nadie sabrá escribirlo. “La
1142
historia la hacen los que sí saben h acerlo, y así la p asa a sus hijos, y a sus nietos”
.
De libros también se ocup a el cuento titulado El hombre que p erdió su imagen, y
guard a cierta similitud con el libro anterior. Su p rotagonista se llama Taziz y vive solo en el
bosque desde que murieron sus p adres. A los diecinuev e años creyó p erder su imagen al
verla reflejada en el agua d el lago, y decid e seguir el curso d el río en p os de ella. A lo largo
de su p erip lo el jov en evoluciona y alcanza su madurez: es una metáfora de la búsqueda de
la p rop ia identidad.
Este joven p osee los conocimientos que le trasmitieron sus p adres y los que le
aportaron los nueve libros que comp onen la biblioteca familiar. Siemp re pensó que nunca
saldría d el bosque ni disfrutaría d e av enturas como las narradas en ellos; tamp oco en contró
en los volúmenes la fórmu la de p oder recuperar su imagen, y comp rendió que su p adre
tenía razón cuando le d ecía: “La vid a es el mejor d e los libros” 1143.
Sus libros están rep letos de máximas que le sirven de mod elo d e condu cta y
constantemente recurre a ellas p ara saber cómo co mp ortarse. Entre ellas se p ueden citar:
1142
1143
Id., p. 79.
Id., El hombre que…, cit., p. 32.
443
José R. Co rtés Criado
“El que persevera, obtiene”
1144
. “No te atormentes p or p roblemas que aún no han llegado,
aunque no los ignores ni los desp recies”. “Para hacerlo bien, tómatelo con calma”. “En la
1145
vida, todo sirve para algo, lo bueno y lo malo”
.
Pero su may or sorp resa fue ver un carromato lleno de libros que la gente comp raba.
“Jamás hubiera p ensado que pudiera haber tal cantidad de libros juntos. No se atrevió a
tocarlos, aunque los dedos le p icaban de las ganas que tenía. Ley ó los títulos. Todos
parecían interesantes”
1146
.
Cuando este sabio p ersonaje llegó a ser no mbrado rey lo p rimero que hizo fue crear
una biblioteca en su real sitio. Dicen que supo gobern ar con equ idad y “que reunió en su
palacio infinidad d e libros y ni un solo día de su vida dejó de sumergirse en ellos, se
convirtió en un hombre justo y lleno de sabiduría, lo mismo que un p ozo colmado con los
1147
años”
.
4.5.4.6.- EL COMPROMISO CON EL ES CRITOR COMO MOTOR PARA EL
DIS CERNIMIENTO.
Para Sierra i Fabra un escritor es una persona de mucha valía, y así suele ser tratada
su figura en numerosos libros; muchos de ellos reflejan asp ectos autobiográficos, y en todos
suelen ser retratados como p ersonas honradas, trabajadoras, que no dudan en ay udar a
incipientes novelistas, ni ahorran consejos p ara que los jóvenes consigan una mejor
formación qu e les ay ude a viv ir en p az con ellos mismos y con la sociedad en general.
1144
1145
1146
1147
444
Id., p. 49.
Id., p. 52.
Id., p. 59.
Id., p. 124.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En sus libros el autor va dejando un rastro que hace p ensar a los lectores que lo
leído son notas autobiográficas, aunque él no suele ap arecer con mucha frecuen cia en sus
numerosas obras. Sí hay constancia en Rabia de un escritor llamado Jordi Vilá i Muntané,
que acude a entrevistarse con los alumnos de un instituto. No es otro que Jordi Sierra i
Fabra, oculto bajo los segundos ap ellidos de su p adre y de su madre resp ectivamente, y se
presenta con su verdadera identidad como p rotagonista de El asesinato del Sgt. Pepper’s y
Mis salvajes roqueros.
La imp ortancia que otorga al escritor como p ersona cap az de influir en los lectores y
de ay udar en la formación d e jóvenes con ganas de ap render, influye en la abund ancia de
novelas en las que un escritor es p rotagonista.
En El último verano miwok, el p adre del jov en protagonista es un escritor de
reconocido p restigio afin cado en Estados Unidos que siente la necesidad de escribir
constantemente a p esar de su estado de salud, como refiere su compañera: “Escribir es una
lucha, David, y casi siemp re cruel p ara el único que la viv e: el escritor. […] Sus obras no
1148
suelen ser p erfectas, p ero están llenas de p asión”
.
De esa obligación de escrib ir que se imp one Pablo Lafarga, aunqu e le p rovoca un
desgaste físico enorme, hace referencia su hijo al comentar que el deseo paterno de crear
era al mismo tiemp o señal d e vida y muerte: “Cuando no escribía, creo que estaba como
muerto, y cuando lo hacía, vivía tanto que se consumía tan velozmente como una
cerilla”
1149
, y además sab e qu e el escritor se sentía el ser más solitario y más individu al d el
universo.
A p esar de todo ello, David confirma a su p adre que desea ser escritor, éste se siente
halagado y a p esar de no gustarle d ar consejos, p ide a su hijo que destaque en su p rofesión,
que no se conforme con ser uno más de los muchos escritores sin reno mbre cuando afirma:
“la modestia es la coraza d e los imp otentes. Si estás convencido de algo, orgulloso d e ti
1148
1149
Id., El ultimo verano…, cit., p. 42.
Id., p. 51.
445
José R. Co rtés Criado
mismo, no te minusvalores nunca. Sé van idoso si quieres ser artista, p ero trata siemp re de
demostrar esa vanidad ”
1150
.
En la misma obra se p uede leer cómo su amigo el indio chamán también anima a
escribir al joven David cuando op ina que es bueno “contar viejas y nuevas historias en
1151
pap el, y pap el dar vida a gente. Ser bu eno, Woky . Escritor igual a médico de esp íritu”
.
Con esos consejos y sabiendo que nunca debe temer a la verd ad, el joven Dav id
decide escribir cuando pasen unos años la historia de ese verano en el que conoció la valía
de su p adre, supo de la existencia d e los miwok, se involucró en la defensa d e los lu gares
sagrados de un a de las tribus indias norteamericanas más p oderosas en el p asado y comenzó
una nueva etap a en su vida dejando atrás la adolescencia.
El valor de la literatura hace su ap arición también en El ú ltimo set; en esta novela se
hace referencia al abuelo materno de la p rotagonista, un lector emp edernido y a fallecido y
por otro a un señor mayor, Ernesto Sanmartín, que vive en una tranquila casa cerca de la
abuela de la chica, y es escritor. Gracias al contacto con este último, la joven Virgin ia
afianza sus deseos de convertirse en escritora una v ez que abandone el mundo de la
comp etición tenística.
A este escritor, al igual que a Sierra i Fabra, le co mp lace ay udar a las p ersonas que
tienen necesidad d e escrib ir e inventar historias y en cuanto lee unos folios escritos p or la
chica p rotagonista del relato, le aconseja que siga p erseverando p orque tiene talento, y le
recuerda que “un libro era, p rimero, con cep to; desp ués, p ap el; se convertía luego en p ap el
imp reso, y volvía a ser concep to cuando el lector lo asimilaba”
1152
.
En Rabia la p resencia d el escritor es constante: su p rotagonista, Patricia, es un a
joven adolescente que desea triunfar en la música y en la literatura. Quiere vivir y tener el
derecho a equivocarse sin que nadie le arreb ate la esperanza de ser ella misma, y recuerda
1150
1151
1152
446
Id., p. 28.
Id., p. 112.
Id., El ultimo set, cit., p. 54.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
lo dicho p or Oscar Wilde resp ecto a la experiencia. “No tiene valor ético alguno. La
1153
exp erien cia es simp lemente el no mbre que d amos a nuestros errores”
.
A lo largo de las p áginas de esta novela Sierra i Fabra vierte muchas de sus ideas y
de sus vivencias con jóvenes lectores. Sirva a modo de ejemp lo el pasaje donde la
protagonista reflexiona sobre las p alabras pronunciadas por el escritor referentes a su
infancia y juventud, a sus p asiones p or la música, la literatura, el cin e, los viajes…, en el
transcurso del encuentro celebrado con los estudiantes en el centro escolar:
Siem pre quise ser escritor, desde niño. Y es lo que he sido, contra viento y marea. Nadie
creía en mí, nadie m e apoyó jamás. Nadie, hasta que conocí a mi mujer. Quería escribir
porque me parecía lo m ás hermoso del mundo, lo más fantástico. A m í me salvó la vida
leer. Yo nací pobre, sin hermanos, sin posibilidad de estudiar una carrera. Pero leía,
devoraba libros. Quería viajar, ver el mundo, hacer algo con mi vida, y en los libros
encontré todo eso antes de que pudiese hacerlo por m í m ismo. Ser escritor me abrió,
además, la posibilidad de algo que pocos seres humanos tienen a su alcance: la posibilidad
de ser libre, independiente y feliz1154 .
También recuerda otros consejos que hacen referencia a la honestidad de las
personas como identidad necesaria en todo ser humano que se p recie de serlo, a la
necesidad del arte p ara humanizarnos y ay udarnos a vivir y a no temer equivocarnos, p ues
la vid a no es más que una suma d e aciertos y errores que nos ay udan a madurar y a
comp render nuestra existencia, a p esar de que el mismo escritor recomendó a la
protagonista de esta novela: “No te fíes de las p ersonas que dan consejos. Son las que
menos los sigu en”
1155
.
En la trilo gía El tiempo d el exilio, la segunda esp osa de Valeriano Puig se revela
como una gran escritora con una novela titulada Crónica del tiempo muerto, insp irada en
las vivencias del hijo de su marido en el campo de exterminio nazi de M authausen, al que
sigue El cielo rojo, insp irada en los exiliados esp añoles aco gidos en México.
1153
1154
1155
Id., Rabia, cit., p. 52.
Id., pp. 50-51.
Id., p. 51.
447
José R. Co rtés Criado
La confesión p or p arte de Ismael a Sara de los rencores almacenados desde qu e
comenzó la guerra civil esp añola, sirvió al p rimero de catarsis, y a la segunda p ara relatar la
barbarie y el rencor que p ueden almacen ar los seres humanos. El p adre del joven sabe que
su hijo oculta en su corazón mucho odio y que “el odio es un cáncer que te va devorando
hasta destruirte. Siemp re gan a” 1156.
Sara se consolida como una gran escritora a lo largo de los tres tomos, y su fama se
extiend e hasta Esp aña, a donde regresa con su marido desp ués de la mu erte de Franco p ara
dar a cono cer su obra, convirtiéndose en un referente literario y cultural aunando el esp añol
hablado en ambas orillas del océano y en una p ersona capaz de generar las esperanzas
necesarias p ara vivir en una sociedad más justa y tolerante.
4.5.4.7 -
EL COMPROMIS O CON EL PERIODIS MO GENERADOR DE
FORMAC IÓN.
En la obra de Sierra i Fabra los p eriodistas también destacan como p rofesionales
encomiables, dignos de ser imitados p or generar conocimiento. Los periodistas, los médicos
y los maestros son los tres grupos p rofesionales más alabados p or determinados p ersonajes,
esp ecialmente p or p adres y abuelos, como quedó aclarado anteriormente.
Valga como ejemp lo la cita del p rotagonista de Tiempo muerto: “M i p adre decía qu e
hay tres profesiones sagradas por sus connotaciones sociales. Una es la de méd ico, otra la
de p rofesor y la tercera la de p eriodista” 1157, o la reco gida en Las Furias: “Mi p adre me dijo
una vez, siendo niño, que hab ía tres profesiones sagradas en la v ida: médico, p eriodista y
maestro. Según él, un méd ico salva vidas, no p uede equ ivocarse, es el resp onsable de
cientos, miles de historias con nombres y ap ellidos. Un p eriodista ha de contar la v erdad,
1156
1157
448
Id., Los años de…, cit., p. 25.
Id., Tiempo muerto, cit., p. 73.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
por encima de todo, p orque lo que él escrib e lo leen miles de p ersonas, [...] que no merecen
1158
ser mentidas o engañad as. Y finalmente, p rofesor
.
También Sierra i Fabra se ap oy a en algunas citas de autoridad p ara reafirmar sus
ideas, p or ejemplo en Tiempo muerto cita a Gabriel García Márquez, que dijo: “La ética no
es una condición ocasional, sino que deb e aco mp añar al p eriodista como el zumbido al
moscardón” 1159.
A lo largo de su tray ectoria co mo escritor, Sierra i Fabra h a creado unos p ersonajes
cuy o oficio es el p eriodismo, como es el caso de Jonatan Boix M ontornés, hijo de
auténticos p eriodistas y digno continuador de la estirpe, y el de Daniel Ros, “p eriodista que
publica sus novelas con el seudón imo de Jordi Sierra i Fabra”1160. También Sierra i Fabra es
el p eriodista que narra la historia en La balada de S iglo XXI.
Modelo de p eriodista honrado es Jonatan, el p ersonaje p rincip al d e Las chicas d e
alambre. Se trata de un joven p eriodista de casta que descubre el p aradero de la tercera
chica de alambre después de p asar diez años desap arecida, y demuestra su honrad ez
intachable al no utilizar su descubrimiento para p rovocar un escándalo o v enderlo a la
prensa amarilla; él trabaja en una emp resa p eriodística seria que investiga e informa de sus
hallaz gos sin más, es “la única revista sin el morbo del sensacionalismo”
1161
.
En La música del viento, el protagonista es un p eriodista comp rometido con la
justicia social que no duda en arries gar su vida con tal de salv ar de la esclavitud a la que
estaban sumidos un grupo de niños indios. A lo largo del relato, el p rotagonista narra lo que
ve y lo que siente en la India, y no duda en dar consejos sobre ecolo gía, solidaridad y
convivencia.
1158
1159
1160
1161
Id., Las Furias, cit., pp. 200-201.
Id., Tiempo muerto, cit., p. 106.
Id., La balada de…, cit., p. 78.
Id., Las chicas de…, cit., p. 31.
449
José R. Co rtés Criado
Alberto Serrad ell, el n arrador p rotagonista de la obra, usa un len guaje directo y
sencillo cuando quiere denunciar cu alquier situación anó mala: “Siemp re que hay niños de
por medio, suelen hab er mu chos trap os sucios, gente sin escrúp ulos, mafias y p ersonas que
no se andan p or las ramas”
1162
. “Hay miles de n egocios, legales o sucios, desde minas h asta
recolección de camp os, desde p rostitución a trabajos contaminantes, y millones de niños
que son exp lotados en ellos”
1163
, o “En algunos p aíses de Sudamérica los niños
desaparecen p ara serles extirp ados un riñón, una córnea… ” 1164
Incluso denuncia en esta obra la p obreza de los cinturones de Ciudad de México,
Caracas o las favelas de Río de Jan eiro, y la diferencia cada vez may or y más difícil de
eliminar entre los p aíses ricos y los llamados del Tercer M undo.
En Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, el p rotagonista es un chico
que investiga el suicidio d e su hermano, prestigioso fotógrafo de p rensa, tras haber
consegu ido un gran p remio p or su labor.
Se trata de una historia ded icada a la honradez p rofesional donde se denuncian las
matanzas de indígen as americanos, y se muestra un claro comp romiso con otras culturas y
con la defensa de la vida frente a un ejército masacrador de vidas, lib ertades y pueblos,
como quedó reflejado anteriormente.
Junto a la ética p eriodística están p resentes en este texto la solidaridad con los
demás y las esp eranzas de fraguar una socied ad más equitativa y fraterna. De este modo, el
narrador recu erda qu e existen tres millones de indígen as aferrados a sus tradiciones, unas
veces ignorados, otras sometidos, que viven frente a la evolución, el p rogreso y la
tecnología del mundo como si no tuviesen cab ida en éste.
También el joven p rotagonista de En un lugar llamado guerra es un p eriodista
novato que ha de cubrir la información de un conflicto bélico en una rep ública
1162
1163
1164
450
Id., La música del…, cit., p. 66.
Id., p. 100.
Id., p. 102.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
indep endiente surgida tras la descomposición de la URSS, como se vio. Al final de esta
traumática exp eriencia se reafirma en su odio a la gu erra y en su p acifismo, porque como se
advierte en el p enúltimo p árrafo del libro, “en los conflictos, los sentimientos son siemp re
1165
más fuertes que en la p az”
.
Este novel p eriodista se d efine ideo lógicamente cuando escribe nada más tomar
contacto con la realidad d el p aís donde se encuentra destinado: “Soy p acifista, no creo en
los ejércitos ni en las armas. Odio la guerra”
1166
, y maldice encontrarse en el fin del mundo
en medio de un conflicto y reniega de esta su p rimera exp eriencia bélica. Al finalizar el
relato afirma: “Vivo con Lula, soy feliz. Y no quiero volv er a nin guna guerra”
1167
.
Otro ejemp lo de p eriodista íntegro es Valeriano Puig, p ersonaje de la trilo gía El
tiempo del exilio, exiliado tras el final de la gu erra civil española; se trata de una p ersona
honrada, trabajadora, que inv estiga y no teme enfrentarse a los p oderes fácticos de México,
país que lo acogió en su huida de la cárcel o de la muerte en Esp aña, ni se amilana ante el
temor de p osibles rep resalias contra él o su familia.
No ceja en su emp eño de desenmascarar a los protagonistas de una trama corrup ta, y
no se detiene ante el gobierno ni ante los d elincuentes inmorales qu e forjan la esp eculación
urbanística sin p reocuparles las consecuencias p olíticas, sociales o morales del hecho:
“Todos los indicios llevan a la misma conclusión: se trata de una op eración de grandes
1168
vuelos, pero también de un contubernio sin escrúp ulos”
, op ina al resp ecto de la trama
investigad a.
Valeriano Puig es considerado un loco soñador que no es consciente de la realid ad
social en la qu e vive, n i renuncia a seguir inv estigando los casos de corrup ción que salp ican
hasta el prop io gobierno de la nación a p esar de ser go lp eado y estar a p unto de perder su
vida.
1165
1166
1167
1168
Id., En un lugar llamado guerra, cit., p. 190.
Id., p. 31.
Id., p. 188.
Id., Los años oscuros, cit., p. 330.
451
José R. Co rtés Criado
El director de su p eriódico, preocupado p or su sup ervivencia y estilo de vida,
renuncia a d enunciar temas qu e p uedan acarrearles p roblemas y le p rohíbe continuar
investigando esa trama in mobiliaria: “Si quiere seguir escrib iendo en El Indep endien te,
tendrá que olvidar esa historia. […] Si está tan loco, si realmente quiere ju garse la vid a y la
1169
de su familia, el día qu e obtenga esa tan deseada p rueba p ublíquela en su revista”
.
De la v alía de los p rincipios morales de Valeriano Puig qu eda constancia en todas y
cada una de sus actuaciones como p ersona y como profesional del periodismo, dejando su
imp ronta en sus descendientes. Su nieto Juan Puig recu erda a un amigo : “Los p rincip ios no
mueren nunca, por Dios. Sin ellos estamos acabados, no tenemos nada”
1170
.
Para concluir este ap artado, citaré el caso d e Kalil, el n iño esclavo que gracias a los
periodistas consiguió no sólo su libertad, sino también salvarse de morir aho gado en
altamar.
Cabe recordar asimismo que de la larga historia de Kalil se da cuenta en La piel de
la memoria: su venta por p arte de su p adre a un negrero, su p aso p or una p lantación de
cacao, sus fugas, su viaje en un barco lleno de jóven es esclavos y el fin de su pesadilla
gracias a los p eriodistas, gracias a su labor informativa su caso fue conocido en oriente y en
occidente. “M e salvaron, se desató el escándalo, fui el único sup erviviente de aquel b arco…
De eso ya hablaron los periódicos, todo el mundo lo cono ce”
1169
1170
1171
452
Id., p. 395.
Id., Los años rojos, cit., p. 24.
Id., La piel de…, cit., p. 190.
1171
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.4.8.- EL COMPROMIS O CON EL ORDEN ESTABLECIDO Y EL PROGRES O.
Sierra i Fabra trata en sus libros de armonizar el orden natural, cultural, económico
y p olítico con la finalidad d e aunar esfuerzos para un futuro mejor en todos los asp ectos que
afecten a la calidad d e vida d el p laneta Tierra.
Para él, vivimos en una ép oca en la cual existen enfrentamientos entre p rogreso y
deterioro de los ecosistemas, conviven p ueblos muy desarrollados con otros en perp etuo
atraso, y se lleva a cabo “una gu erra ab ierta entre tecnolo gía y los que la defienden y los
que la temen y atacan, como se ha atacado siemp re todo aquello que, aunque desconocido,
podía conducir al p rogreso y al futuro, p recisamente un futuro que, p or incontrolado,
creemos que nos controlará a nosotros”1172.
Fruto de ese desconocimiento son las sup ersticiones, la cuales sólo sirven p ara
frenar la imaginación y el p rogreso, como si fuese p osible detener el destino del ser
humano: “Un destino que p asa p or su constante inquietud, sus ansias d e saber y la
1173
necesidad d e responder p reguntas”
.
Crear es una facu ltad que la esp ecie hu mana h a ido fraguando a lo largo d e su
existencia. Para crear necesita p oseer el conocimiento y la razón de ser de todo cuanto la
rodea, sin ellos no p rogresa.
La id ea de qu e deb emos p ensar en la globalidad de nuestro p laneta y actuar cad a
cual en su entorno más cercano p ara mantener el equilibrio mund ial está p resente en
muchos de los libros analizados p ara este trabajo de investigación. Por ejemp lo, en Las
historias perdidas se descubre cómo uno d e sus p rotagonistas manifiesta que toda actividad
humana rep ercute en el con junto de la humanidad, tanto p ara bien como para mal, p orque
todos dependemos de todos.
1172
1173
Id., Regreso a un lugar…, cit., p. 156.
Id., p. 158.
453
José R. Co rtés Criado
Cuando el ser humano olv ida la interdep endencia en la que se halla inmerso, actúa
libremente y no calcula las consecu encias de sus actos, p uede acarrear la destrucción o
desmembración de una sociedad co mo cuenta Zion a su hijo en El guardián de la luna:
Llegaron a la luna rep resentantes de numerosos p aíses del p laneta Tierra, marcaron sus
territorios, izaron sus banderas, instalaron sus fronteras y se rep artieron el suelo lunar.
“Quienes decían que la Luna d ebía mantenerse tal cu al, sin ser rep artida, no fueron
escuchados. Ellos sabían que la amb ición acaba siempre de una sola forma. La guerra” 1174,
como finalmente suced ió.
Desp ués de la guerra p or el reparto de la Luna, el ser humano co mp rendió que su
tarea había sido inútil: un despilfarro de vidas y de dinero. Cuando se firmó la paz y la
Luna volvió a ser considerad a un satélite de la Tierra, tuvieron que elimin ar los restos
materiales y desechos que dejaron las distintas exp ediciones env iadas a ella.
Es difícil garantizar que el hombre actúe conforme a su naturaleza y en beneficio d e
la co lectivid ad, y a que, co mo recu erda Sierra i Fabra en Seis historias en torno a Mario,
“cada ser humano nace con unos estigmas, unas huellas indelebles e indivisib les que lo
conforman”
1175
,
p ero
a
base
de
“comunicación,
coordinación,
concentración,
1176
comp romiso”
, como reitera en sus enseñanzas Yehudi M enuhin, los seres humanos
podemos llegar a ser guardianes del planeta y motores del p rogreso y del saber, aunque
algunos piensen adquirir conocimientos p ara dominar a los demás, o con fines antagónicos
1177
a sus coetáneos, p ues como dijo Sartre, “nadie es como otro. Ni mejor n i p eor. Es otro”
.
Asimismo, se advierte en Marte XXIII cómo un grup o de p ersonas desean crear un a
sociedad regid a p or ellos hasta en los detalles más nimios, y se sienten tan seguros de sus
conocimientos y cap acidades p ara gobernar, que no dud an en afirmar qu e crearán un
sistema p erfecto modificando las conductas de los seres humanos p ara así dominar la
1174
1175
1176
1177
454
Id., El guardián de.., cit., p. 20.
Id., Seis historias en…, cit., p. 41.
Id., Concierto en sol…, cit., p. 7.
Id., Nunca seremos estrellas…, cit., p. 25.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
esp ecie y p oder crear “la auténtica raza humana que un día no muy lejano domine el
1178
universo”
.
Para que los conocimientos puedan crear un futuro mejor y la vida no resulte
peligrosa, todas las p ersonas deberemos esforzarnos en ev itar hacer el mal, pero sobre todo
en no p ermanecer imp asibles ante el progreso de nuestra sociedad ni ante la edu cación en
valores morales, y record ar que “si el colegio no lo gra inculcar los princip ios más sagrados
de la ética -el honor, el co mp añerismo, la conv ivencia…- ¿quién lo haría?”
1179
, si en la
actualidad la ética no está de moda n i es modelo de virtud.
Es deseable p oder alcanzar los sueños que nos p resentan un mundo mejor, más
justo, más sabio, más perfecto, más tolerante, más solidario,… sin olvidar “que los sueños
son hermosos hasta que se hacen realidad ”
1180
.
4.5.5.- LOS VALORES ANÍMICO-ES PIRIT UALES .
Los valores anímico-esp irituales se preocupan p or la sabiduría, la orientació n
cosmovisional, la p az interior, la moralidad, la dignid ad, la belleza, el sentido de la
trascendencia, la religiosid ad, la fe, la exp eriencia mística, etc.
La obra de Jordi Sierra i Fabra está rep leta de referencias a la moralidad, a la p az
interior, al sentido de trascendencia, e incluso al sentimiento religioso, si se tienen en
cuenta las veces que se nombra a Dios, las citas a p asajes bíblicos, los consejos p ara llevar
una vida dign a y solidaria, las men ciones de diversas religiones, p ero no encontraremos en
sus obras adoctrinamiento ni defensa d e nin guna religión concreta.
1178
1179
1180
Id., Marte XXIII, cit., p. 114.
Id., La voz interior, cit., p. 18.
Id., El ultimo set, cit., p. 227.
455
José R. Co rtés Criado
En sus novelas de ciencia ficción son escasas las referencias a cualquier religión, y
cuando ap arecen son p ara rememorar el p asado, p ues en la socied ad futurista imaginada p or
él las religion es no tienen cab ida.
Según el autor, el conocimiento nos hará libres, y el hecho de sentirnos en libertad
nos llevará a gozar d e una p az interior que junto a la moralid ad y dign idad hu manas nos
hará alcanzar una p erfección digna d e cualquier exp eriencia religiosa.
Por ello insiste en la imp ortancia que tiene la educación para formar al hombre
cap az de alcanzar nobles ideales y vivir en p az con todos: “Si no tenemos claro qu e edu car
es la p rimera resp onsabilidad, por encima del simp le hecho de enseñar, estaremos creando
en masa ciudadanos disminuidos, irresponsables moral, cívica y p enalmente”1181.
No suele ser muy exp lícito respecto a estos temas en sus obras, p ero sus p ersonajes,
sobre todos los jóvenes que viven p reocup ados p or conseguir la estabilidad emocion al que
les p roporcionará la madurez necesaria p ara acceder al mundo adulto, se mueven p or
ideales que los ennoblecen y a veces se enfrentan a personajes que p resentan una catadura
moral opuesta.
De esa preocup ación p or la justicia y p or la honradez de las p ersonas surgen unos
personajes engrand ecidos hu manamente y los que rep resentan los “antivalores” en
numerosas ocasion es dejan entrever qu e no son tan negativos como aparentan en un
princip io y que pueden modificar sus conductas en un sentido p ositivo.
Si todas las p ersonas fuésemos resp etuosas con las ideas y creencias de los demás,
la sociedad sería un modelo d e convivencia, pero cuando tememos a lo descono cido y no
hacemos el esfuerzo de comprender al otro, surge la p arte menos racional de la mente
humana, como recu erda la cita introductoria de Frontera, de Carlos Fuentes: “Todos los
horrores del mundo vienen de la in cap acidad para imagin ar a los demás”
1181
1182
456
Id., Las Furias, cit., pp. 164-165.
Id., Frontera, cit., p. 5.
1182
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.5.1.- EL COMPROMISO CON LA SABIDURÍA COMO VALOR ANÍMICO
ES PIRIT UAL.
En todos los libros de Jordi Sierra i Fabra se p ueden encontrar referencias a la
sabiduría co mo la mejor forma p ara alcanzar la felicid ad y vivir en sociedad. Llega en
algunas citas a considerar a la persona ignorante como la causante de determin ados males,
afirmando en un artículo p ublicado en la revista CLIJ: “Veo la incu ltura forzada de la
pobreza, la rep resión, la maldad y la ignorancia allá dond e voy . La veo y me duele. […]
Cultura es vivir y absorber la vida, ser una esp onja, mantener la curiosidad hasta el fin,
vivir en al esperanza p erp etua frente a la nada constante y al vacío aterrador d el
1183
silencio ”
.
Hay p ersonas que p oseen una sabiduría que no se adquiere en los libros y que les
ayuda a vivir en p az consigo mismo y con los demás. Así se p uede leer en Los cinco
elementos, el p rimer cu ento de los cinco insp irados en la tradición china que constituy en el
libro titulado El gran dragón, la h istoria de una familia formad a p or cinco hijos nacidos de
un p arto múltip le.
El día que el anciano p adre quiso elegir p rimogénito se encontró con que los cinco
hijos lo eran y deseó qu e ellos mismos p rop usiesen su sustituto al frente de la un idad
familiar; co mo cada uno eligió a uno distinto, el sabio hombre ideó un p lan. Cada
descendiente se id entificaría con uno de los cinco elementos en los que basa el mundo
chino: la mad era, el fu ego, la tierra, el metal o el agu a; d esp ués el p adre elegiría al más
idóneo.
1183
Id., “ A mí me salvó leer”, CLIJ, nº 169, 2004, p. 82.
457
José R. Co rtés Criado
Como era de esperar, cada uno eligió un elemento distinto, decidiendo el p rogenitor
elegir como cabeza de familia al que esco gió la tierra, p orque “la tierra queda, p ermanece, y
ella es lo que nos mantiene desde el pasado, nos alimenta en el p resente, y nos conduce al
1184
futuro”
, dando muestra de gran sabiduría y de suficiente talento.
Esos cinco p ersonajes rep resentan los cinco elementos claves en la cultura china.
“Son la mad era, el fuego, la tierra, el metal y el agua. Ellos forman la base de todo lo que es
y lo que no es. En las viejas dinastías su imp ortancia llegó a ser cap ital, y cada nueva
dinastía nacía bajo el ausp icio de uno de ellos”
1185
. Del equilibrio de estos elementos surge
el del mundo y el de la vida.
Otro p ersonaje que atesora sabiduría suficiente p ara ay udar a los demás a ser
mejores personas se encuentra en La música del viento. En él se p uede leer que cierta noche
el p rotagonista deambulab a por las calles de Bo mbay imp regnándose de la sabiduría
pop ular de sus habitantes; cuando se sintió cansado, se sentó junto a una acequia donde
conoció a un sadhu, un santón a imagen y semejanza de M ahatma Gandhi, que le ley ó su
aura y lo que llevaba imp reso en sus ojos: su mujer y sus hijos, como bien adivinó el
desconocido. Además le aconsejó qu e dejase de lu char contra el silencio y que disfrutase de
la música cósmica que produce el viento, p orque ella será la encargada de conducirlo p or el
camino de la p az interior.
La antítesis de estos p ersonajes sabios y p acientes la rep resenta otro p ersonaje más
preocup ado p or los bienes materiales, es el caso de Pau Quentin, el prop ietario de Sistemas
PQ, empresa líder y pionera de la Comunidad Europ ea en la creación, desarrollo y
programación de entes vivos. Corría el año 2049 y se crey ó un dios terrenal, co mo recono ce
el gerente de la emp resa cuando dice en Las voces del futuro: “Hemos jugado a ser dioses,
y ha funcionado. Y muy ráp idamente. Las máquin as y a forman p arte de nuestra sociedad,
tanto las p asivas como las activas”
1184
1185
1186
458
Id., El gran dragón, cit., p. 23.
Id., p. 8.
Id., Las voces del…, cit., p. 45.
1186
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Este p ersonaje se sintió tan imp ortante que antep uso sus deseos de p oder y de
riqueza al resp eto, al amor, a la convivencia…, con cediendo a los valores materiales may or
trascendencia que a los esp irituales o religiosos; únicamente le interesab a clonar seres y
disp oner de un imp erio económico muy p oderoso: “Sistemas PQ es el mayor fabricante de
vida artificial d el p laneta, y Pau Quentin era el Bill Gates de hoy ”1187.
De sabiduría y de interés p or cono cer nu estro origen se p ueden catalogar las
palabras p uestas p or el autor en boca del joven Jules Verne en Viaje al futuro que forma
parte del conjunto de relatos La puerta del Más Allá, cu ando observa un a nav e esp acial que
le confirma sus conjeturas: “No estamos solos. Hay otras razas en el infinito. Algún día
lograremos co municarnos con ellas”
1188
.
En La puerta del Más Allá, que d a título al libro que reco ge otros nueve cuentos
breves, conocemos que Cy rus Nager se sintió mareado desp ués de la d eshibernación, y
cuando salió al esp acio exterior y comp robó que el objeto que tenía delante era una p uerta
que no conducía a nin gún sitio, le hizo gemir: “Dios mío… tengo miedo”
1189
.
Cada vez que atravesaba el marco de la p uerta veía a algunos de sus seres queridos
que habían fallecido, llegando a sentirse p erdido gracias a la p uerta abierta sobre el M ás
Allá.
Y mientras iniciaba el largo descenso al Más Allá, o a ninguna parte, o a todas
partes dentro de la oscuridad, supo que había llegado a la Eternidad.
Al infinito.
1190
Para siempre .
De la trascend encia y el sentido de la vida tienen una noción esp ecial los p ersonajes
de Las historias perdidas, tal vez p or ser habitantes del desierto y conocedores de la
soledad del ser humano ante la in mensidad del universo. Uno de sus p rotagonistas,
Benaimed, decidió marcharse al Gran Desierto p ara buscar resp uestas a sus inquietudes
1187
1188
1189
1190
Id., p. 45.
Id., La puerta del…, cit., p. 48.
Id., p. 27.
Id., p. 38.
459
José R. Co rtés Criado
existenciales, y sufrió un accidente que estuvo a p unto de costarle la vida. Fue salvado p or
un ermitaño, Ashmay d, que dudó entre socorrerlo o dejarlo morir.
Al decidir lo p rimero se sintió resp onsable de la existencia d e ese otro hombre,
hecho que le creó p roblemas de conciencia, pues desconocía si su acción fue la correcta y
no deseaba viv ir con la resp onsabilidad contraída con lo bueno o lo malo qu e B enaimed
hiciese en la vida, a p esar de que éste afirma que todas las p ersonas estamos relacionadas, y
que ningún hecho es fortuito, sino que todos tienen una razón de ser aunque la
desconozcamos.
En otro cap ítulo, Benaimed cuenta la historia de un cazador que creyó las p romesas
de un p ájaro p ara ser liberado, y que cuando lo apresó p or segunda vez volvió a darle
nuevas razones para segu ir con v ida. Ante esta nueva situación el hombre no sup o discernir
en qué caso d ijo el p ájaro la verd ad, a lo que el ave le resp ondió: “Deberás averiguarlo p or
ti mismo, p orque diga lo que diga, y a no me creerás. Pero ten p resente algo: el destino de
cada cu al está muy p or encima de todo, y más aún de lo que diga un pájaro que hab le”
1191
.
Pero a pesar de todo, Ashmayd consideró que salvando la vida al viajero, éste
viviría libremente, mientras que él se había condenado, y p or ello debería sufrir durante su
existencia. Este tormento lo acomp añó continuamente a p esar de conocer a otro personaje
singular que le indicó : “el destino nunca es imp revisible, sino que muev e sus fichas de
1192
manera precisa aunque a nosotros nos parezca absurdo”
.
Al final del relato, este p ersonaje que vive atormentado p or haber salvado la vida a
dos p ersonas y sentirse resp onsable de los actos de aquellos, comp rueba que son dos
personas justas, rectas y honradas; y aprendió una lección: “Todos dep endemos de todos, y
1193
nos necesitamos. Sólo un idos seremos auténticamente felices”
1191
1192
1193
460
Id., Las historias perdidas, cit., p. 44.
Id., pp. 99-100.
Id., p. 116.
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En Benezén el pescador el p rotagonista recuerda el día en que su padre lo condujo
por p rimera vez a la cueva donde se encontraban las p erlas y surgió en él la codicia que lo
conduciría a la ruina.
También resuen an en su mente las p alabras d e aqu él recordándo le que debe guardar
el secreto, p ues el sustento de la familia dep ende de ese criad ero de perlas.
Y con may or nitidez llega a su mente el consejo p aterno instándolo a p erman ece
fiel a los p rincipios morales que rigen su forma de vid a, y a no modificarlos tras mejorar
económicamente, p orque de esa manera, la moralidad y la dign idad seguirán formando
parte de la p ersonalidad del joven p escador.
Convencido de la imp ortancia de sus consejos recuerda al hijo que si las p erlas son
imp ortantes, más lo son las creencias y le hace saber que “si p or ellas [las perlas] vamos a
perder las conviccion es, las raíces y las esp eranzas, p refiero destruirlas. [...] Si algún d ía
abandonas Basaya y tu condición de p escador, p ara irte a Joi o p ara buscar otros horizontes,
1194
que sea por convicción, no p or un azar”
.
4.5.5.2.- LAS REFERENCIAS A DIFERENT ES CREENCIAS .
Otro relato de El gran dragón se titula El decap itado vivo, donde se aborda la
costumbre extendida en la antigua Chin a de enterrar, junto al emp erador o p ersona
imp ortante, a sus fieles y esp osas que le habían sido leales en la vida p ara que lo
acomp añasen en el tránsito a los esp acios sup eriores, p or eso se han encontrado tumbas con
esqueletos de cientos de cadáveres humanos, de caballos, así como carros, joy as, restos de
comida…
1194
Id., Benezén el pescador, cit., p. 64.
461
José R. Co rtés Criado
Se basa en las creen cias de la socied ad china, y a que “según la religión Shan g, los
esp íritus de los antep asados se convertían en dioses y vivían de nu evo más allá d e la muerte
terrena”
1195
.
En este mismo volu men se encuentra el relato titulado El tigre. Es un ho menaje a
dicho felino p orque “de entre los animales más resp etados y venerados, el tigre es el
rey ”1196. No sólo es reverenciado p or los chinos, también lo es p or los occid entales y p or
personas como Jordi Sierra i Fabra, que en el año 1980 ganó p or p rimera vez el Premio
Gran Angular otorgado por la editorial SM con su novela titulada El cazador, cuy o
protagonista es un viejo y astuto tigre.
Además, este relato une a la astucia y valentía del tigre el p ap el singular qu e
desemp eñan los magos en la sociedad d e la antigua Ch ina. De dicha fusión surge esta
historia asombrosa donde se refleja el nivel de sup erstición del p ueblo chino, qu e consid era
hechos fantásticos como creíb les y reales.
El relato Las 33 patas, refiere la imp ortancia que conllev a el nú mero de p atas que
han de tener los muebles integrantes del ajuar d e unos recién casados según una costumbre
china. “Esta cifra alud ía el nú mero total de las p atas de los mu ebles que el marido deb ía
presentar a la esp osa para p oder obtener su consentimiento de boda, rep artidas entre una
1197
mesa, varias sillas, una cama, un armario rop ero y otros”
.
Una historia asombrosa qu e se p uede catalo gar de p aranormal es la que reco ge el
relato titulado La muchacha de la curva peligrosa. Se trata de una joven que ap arece
haciendo autostop , vestida con rop a veraniega tanto en v erano como en invierno y al ser
reco gida avisa al condu ctor del veh ículo de la p roximidad d e una curva muy p eligrosa en la
que más de una persona falleció al salirse de la calzada su vehículo.
1195
1196
1197
462
Id., El gran dragón, cit., p. 26.
Id., p. 52.
Id., p. 68.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Cuando unos jóvenes salvan la vida gracias a su ap arición, y al rep onerse del susto
desean agrad ecer su información, co mp rueban que la mujer no se encu entra en el interior
del veh ículo n i en los alrededores. Alarmados, cu entan su exp eriencia en el p ueblo y son
informados de que se trata de una jov en que cinco años antes fue recogid a por un conductor
que se desp eñó en la curva y falleció a consecuencia del accidente.
Regreso a La Habana recoge una referencia vaga a la santería cubana en el
siguiente p árrafo: “La santera fumab a un enorme p uro, era de p iel negra y vestía unas rop as
de finales del siglo XIX o comienzos del XX. […] La mesita con las cartas se hallaba al
1198
frente, a la esp era del p rimer turista que quisiera conocer su futuro”
. Esta señora no
llamaba a sus p osibles clientes, simp lemente esp eraba y sonreía, aunque si se la contrariaba
lanzaba una mirada cap az de helar la san gre a cualqu iera en aquel p aís trop ical.
En Los años oscuros, una exiliada española en M éxico recuperó la fe en la religió n
católica desp ués de haber p erdido, junto a la esp eranza de regresar a Esp aña, sus ideales
comunistas. Encontró en la Iglesia la fuerza necesaria p ara justificar su razón de ser.
Cierto día su hijo la sigu ió p ara descubrir cuál era su secreto, entrando tras ella en
una iglesia católica p or primera vez en su vid a. El chico contó que “las iglesias desde fu era,
le p roducían estremecimiento. Tanto fanatismo, tanta p érdida de tiemp o, tanta energía
convertida en nada, en la falsa esp eranza de mundos mejores tras la muerte. Pero en su
1199
interior se sintió aún más inquieto”
.
Llevar una v ida no sometida al p atrón clásico de comp ortamiento social h ace
exp resar al p adre del joven músico p rotagonista de Tiempo muerto, cu ando éste fallece, que
nunca estuvo orgulloso de la música d e su hijo p orque no entendía n ada de todo eso, p orque
esa clase de música no le p arece más que ru ido. “Y la forma en que v iven todos los que
están a su alrededor… Es den igrante. Dro gas, alcohol, sexo… Dios no nos hizo p ara los
1198
1199
Id., Regreso a La Habana, B, Bronce, 2001, p. 27.
Id., Los años oscuros, cit., p. 251.
463
José R. Co rtés Criado
excesos, sino p ara amar y ser amados, viv ir y dejar vivir, h acer algo bueno y congratularnos
1200
con ello ”
.
De curiosas se pueden catalogar las elucubracion es de dos animales humanizados
por el autor. El primero de ellos p rotagoniza La reina de los cielos; se trata, como y a se vio,
de un águila criado en cautividad p or los humanos, que además de reflexionar sobre la v ida,
se interroga sobre qué ocurrirá tras la muerte, cuando se interroga: “¿Existe una Gran
Águila que nos lleva en el mo mento de la muerte a los cielos infinitos de la eternid ad?”
1201
El segundo es p rotagonista en Los tigres del valle: el anciano tigre, quien también
hace gala d e sus creen cias cu ando p iensa que “a la Luna, la d evoraban, le d aban
dentelladas, casi la consumían, p ero ella volvía a crecer, plena, diáfan a. M ucha hambre
1202
debían de p asar los cazadores del cielo”
.
Para concluir este ap artado, es necesario recordar que en una obra como Los moais
de Pascua se trata de un canto de amor y sensatez en que los ideales anímicos espirituales
están p resentes a lo largo de todas sus p áginas. Su p rotagonista, M arani-Kae, anhela
sentirse amado por la comunidad y tener comp añía; para mitigar su soledad talló el p rimer
moai de la isla, y aunque todos se rieron, él “le hablaba de muchas cosas, de Pitui-Nea [su
1203
madre], de sus ansied ades, de sus sueños. Le hablaba de Tahen ga- Ti [su amada]… ”
4.5.5.3.- LAS REFERENCIAS A ALGUNAS RELIGIONES PRIMIT IVAS .
En El último verano miwok tienen cabida las creen cias de un a de las tribus más
antiguas d el conteniente americano, dond e el coy ote, el cóndor y el halcón de la p radera
1200
1201
1202
1203
464
Id., Tiempo muerto, cit., pp. 110-111.
Id., La reina de…, cit., p. 25.
Id., Los tigres del…, cit., p. 12.
Id., Los moais de…, cit., pp. 37-38.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
son divinidades cap aces de d evolver el agu a a su antiguo cauce y defender los lu gares
sagrados de su tribu. Así el indio Tortuga Veloz exp lica: “Coy ote es animal sagrado
-anunció solemne-. Coyote es padre de Cóndor, y Cóndor es p adre de Halcón de la Prad era.
Halcón de la Pradera es nieto de Coyote. Ellos vencieron los p rimitivos monstruos p ara
vivir en ella” 1204.
Tortuga Veloz cuenta la siguiente ley enda: “Hace mucho tiemp o, cuando Tierra ser
de p ueblo miwok, y mucho antes, Ulutamne ser p arte del mar, p ero no agua salada, sino
buena agu a p ara beber. Lu gar esp ecial. Entonces dioses p reservar Ulutamne, Coy ote llamar
hijo suy o, Cóndor, y Cóndor hijo suyo, Halcón de la Pradera. Ellos llevarse agua en sus
1205
alas, y convertir Ulutamne en recinto sagrado ”
.
Igualmente está convencido de que si se rompe el tabú que p esa sobre
sus tierras, esos dioses velarán p ara que el mar vuelva a cubrirlas antes de p ermitir que se
violen los recintos sagrados.
La zona dond e se h alla el cementerio ind io va a ser recalificada urb anísticamente
para edificar v iviend as de lujo; a la inmob iliaria no le p reocup a que se trate de un lu gar
sagrado para la tribu miwok, y defiende su ansia constructora diciendo: “Manhattan es hoy
en día una de las glorias d el sistema americano, un signo de identidad de nuestro progreso,
nuestra evolución y nuestra cultura, y nadie recuerda y a que se asienta sobre una isla que
antes fue territorio indio”
1206
.
Algunos sectores sociales no comp arten la id ea de salvaguard ar los esp acios
naturales, ni los p lanteamientos de las p ersonas involucradas en la p rotección de lu gares
esp eciales. Ante estos hechos no dudan en considerar a quien los defiende “un idealista, y,
como todo idealista, p eligroso. Los idealistas son tan nocivos p ara la sociedad como los
1207
inadap tados”
1204
1205
1206
1207
. Así opina el constructor que p ensaba edificar sobre el cementerio indio.
Id., El último verano…, cit., p. 64.
Id., p. 109.
Id., p. 139.
Id., p. 140.
465
José R. Co rtés Criado
David, el joven esp añol que p asa sus vacaciones en EE. UU. y conoce la ancestral
conducta de los aborígen es de las p raderas, reflexiona acerca de la ley enda que cuenta
Tortuga Veloz y exclama: “Dios. ¡Oh, gran Dios! He pensado tantas veces en aquello, en lo
que vieron mis ojos y p ercibieron mis sentidos... Habitamos un mundo del que n ada
sabemos, y moramos sobre él co mo la escoria que se p ega como un a realidad d egradante a
todo cuanto es hermoso. Y hay tanto que ignoramos, tanto que no comp rendemos, tanto que
olvidamos...”
1208
La ded icatoria de la novela Kaopi en cierra en sí misma un mensaje relacion ado co n
los valores anímicos-espirituales: “A Jaume Comas, que cree en la lu cha p or la vida, la
sup ervivencia y el p oder de la naturaleza. Por la eternidad”.
Kaop i, gran cazador, es consciente de que su tribu está al borde de la extinción, p ues
sólo quedan trece de sus miembros, y agu arda, co mo se advirtió en su momento, que su
futura comp añera tenga su p rimera menstruación, señal de madurez, p ara emp arejarse, y así
evitar la desap arición de su tribu. Envuelto en sus creencias y en las historias contadas p or
su abuelo decide buscar la solu ción dirigiéndose a Paraíso, donde Tau el Inmaterial, el Gran
Señor, lo recib irá.
El abu elo educa a Kaop i en sus costumbres y creen cias, p or eso le cuenta la h istoria
del tiempo encerrado en su memoria y le exp lica p or qué “nosotros les quitamos los ojos a
los muertos, como dice la ley , y los dejamos libres para que p udieran encontrar el camino
de regreso a Paraíso”
1209
. Para un nezai ser incin erado con sus ojos es ser condenado a
vagar erráticamente p or la eternidad imp osibilitado p ara encontrar el camino que lo
conduzca al Paraíso.
1208
1209
466
Id., p. 169.
Id., Kaopi, cit., pp. 16-17.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Kaop i recuerda que su padre fue devorado p or una fiera, y no p udieron extraerle sus
ojos, p or lo que no p odrá llegar jamás a Paraíso, p ues son ellos, dejados a la intemp erie en
el suelo, los que conducen durante la noch e el alma hasta el Gran Señor.
Los habitantes de esta tribu creen que los difuntos se dirigen a Paraíso y allí sus
almas se reencarnan en los futuros bebés y vuelven a la tribu en nuevos cu erpos, p ero
sosp echan que debe existir algún p roblema cuando han p asado muchas lunas y no nacen
nuevos nezais, por lo cual Kaopi se siente en la n ecesid ad de p artir en busca del Gran Señor
para rogarle que p ermita nacer nuevos d escendientes en la aldea p ara que no se p roduzca su
extinción.
De la importancia d e los o jos desp ués del fallecimiento sirve la anécdota contad a
por su badai [abuelo], referida al compatriota que se atrevió a cruzar el río que delimita su
territorio y “regresó sin razón, con la mente vacía y poblada de extraños fantasmas. M urió
1210
con los ojos desorbitados y arrastró con ello a muchos nezais”
.
Entre los consejos que el abuelo da a su nieto se pueden destacar los siguientes:
“Nadie escoge su muerte. Es la muerte la que nos escoge a nosotros. Sólo queda p or
determinar el tiemp o. Puede ser mucho o p oco, p ero así será. […] Los vivos no lloran p or
los muertos, sino p or ellos mismos, ¿lo sabías? Es el miedo a la soledad ”
1211
.
Y p ara reafirmar su certeza en la equidad y buen hacer de las p ersonas, insiste ante
su nieto en qu e “no siemp re se vence lu chando con las manos. Só lo el instinto imp orta. No
lo olvides nun ca”
1212
. Así p artió Kaop i en busca del Gran Señor: quería su ap oy o p ara
devolver a la tribu su antiguo esp lendor.
Kaop i, fiel a sus p rimitivas creencias, estaba conven cido d e qu e un hombre sin olo r
carecía de identidad, p or lo que se sorprendió mucho al descubrir que los hombres blancos
1210
1211
1212
Id., p. 27.
Id., p. 31.
Id., p. 34.
467
José R. Co rtés Criado
desp rendían diversos olores y que los hombres negros que vivían con ellos carecían de su
olor característico.
Cierto día fue herido p or arma blanca en una pierna, y mientras deliraba a causa de
la fiebre “Vio juntos a su ba y a su badai [su padre y su abuelo], vio a Xura [su p rometida],
dando a luz... a un niño de p iel blanca; vio al Gran Señor, y también sintió como su mano
se introducía en su cu erp o y le helaba el corazón. Escuchó voces, un caos de atronadores
estímulos que le hicieron gemir. El dedo de Tau el Inmaterial subió p or su p echo hasta
apoy arse en su frente, ¿Qué significab a? Por primera vez sintió miedo”
1213
.
Ese miedo fue la p remonición de que su tribu acababa de ser exterminad a. Una vez
confirmado el fallecimiento de doce de sus miembros, Kaop i llevó a cabo los ritos
funerarios p ertinentes, p ara ello p reparó doce p iras, sacó los p ares de ojos a los doce
cadáveres y los colo có sobre unas hojas verdes junto a las p iras, desp ués dep ositó las
cenizas en do ce vasijas y éstas en la selva con sus p ares de ojos encima, al día siguiente, al
no encontrar los globos o culares sup uso que los fallecidos encontraron el camino a Paraíso,
por eso esp arció sus cenizas y se marchó p ensando que siempre recordará a su madre y que
su p rometida tal vez lo esp ere en Paraíso.
Kaop i arrojó los o jos del hombre blanco y de los dos ho mbres n egros que muriero n
al enfrentarse con su tribu a una sima p ara que las fieras se los comieran y así no pudiesen
llegar a Paraíso, p ues temió que las almas de los blancos y de los nezais se p eleasen en el
recinto sagrado.
El jov en guerrero llegó a una ciudad después de muchas vicis itudes, donde
convivían ho mbres blan cos y hombres negros. Como tenía asociada la música a la
felicidad, al p asar junto a una discoteca creyó encontrarse en Paraíso, y al v er descender
desde la p arte más elev ada d e la misma al p inchadiscos, sospechó que era el Gran Señor en
persona que salió a recibirlo. No dudó de la id entidad p orque el Gran Señor era negro como
1213
468
Id., p. 61.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
él y se preguntó en voz alta “¿Por qué había llegado a temer, en el fondo, que p udiera ser
1214
blanco?”
No había salido de su asombro cu ando la música descendió de volumen; aprovechó
ese momento p ara p edir a su Dios que d ejarse marchar las almas de los gu erreros nezais
para así p oder volver a ser una gran tribu, el disc jockey lo miró al mismo tiemp o que
sonreía y lo señalaba mientras ascendía; la música se volv ió fren ética de nuevo. Para él fue
la señal de que su p etición sería cu mp lida.
La piel de la memoria narra, como quedó anotado anteriormente, las av enturas de
un niño vendido p or su p adre que relata su existencia y recuerda las costumbres de su
familia. Echa de menos a su madre, fallecid a al nacer su último h ermano, y cree que si ella
viviera no h abría p ermitido que su hijo p rimogénito fuera vend ido a un negrero.
El ch ico piensa en su familia y añora la figura materna que “debía v agar p or el p aís
de las estrellas, libre de los p esares de la tierra. M ay ele K, que p ara algo, insisto, era el
hombre sabio de mi p ueblo, me había dicho que hay una vida mejor más allá de la razón y
que viajamos hacia ella cuando nuestro cuerp o se enfría. Lo llamaba Paz Eterna”
1215
.
Asimismo se narra cómo Ieob á B. fue la segund a p ersona en morir a consecuen cia
del gusano de Guinea. Cuando llegó el momento de dejar este mundo, se aferró a la mano
de Kalil y le p idió qu e no lo olv idara, porque él sabía que “sigues viviendo siempre que
alguien te lleva en la mente y el corazón. Mueres cuando ya nadie se acuerda de ti. Por
favor, Kalil M tube, llévame contigo”
1216
.
El p ersonaje reflexiona sobre los dioses y las religiones cuando comenta: “¿Existen
muchos dioses que te cuidan si eres grato a sus ojos o un solo Dios cristiano que te escoge
entre todos los demás? Mi vida h a sido un tránsito. Puede qu e la razón de la existencia siga
siendo no detenerse jamás, y ap render siemp re, hasta el último día. Desp ués de todo,
1214
1215
1216
Id., p. 148.
Id., La piel de…, cit., p. 20.
Id., p. 111.
469
José R. Co rtés Criado
tenemos esta vida p ara buscar resp uestas, y mientras demos con ellas un instante antes del
1217
último susp iro...”
4.5.5.4.- LAS REFERENCIAS A DET ERMIN ADOS PASAJES BÍBLICOS .
Las obras analizadas para este trabajo reco gen numerosas referencias a p asajes
bíblicos p uestas en boca de determin ados p ersonajes, que nos ay udan a conocer la
personalidad de los mismos.
En …en un lugar llamada Tierra se puede leer que el p ersonaje Hal Yakzuby está
preocup ado p or el p asado que asoló la Tierra cuando las grandes superp otencias p rovocaron
el Gran Holocausto, y comp ara lo acaecido con un pasaje bíblico al afirmar: “Al igu al que
Adán y Eva p erdieron su Paraíso, los gigantes del pasado, y sus malditos líd eres, hab ían
perdido de nuevo el Paraíso de la Tierra”
1218
. Confirmando así su conocimiento de la
historia sagrada del mundo judeo cristiano, y advierte no olvidar los errores cometidos p ara
evitar en lo p osible su rep etición.
Hal Yakzuby se dirigió a su casa ab atido después de haber p lanteado sus
conclusiones finales en el juicio contra el ser humano acusado de asesinar a su capitán. En
ella reflexionó sobre los ú ltimos hechos acontecidos y recuerda la Biblia al rememorar el
pasaje en que la mujer de Lot quedó convertida en una estatua de sal al vo lver la vista hacia
las ciudad es de Sodoma y Gomorra cuando huía de ellas. Ambas localidades p ara unos
“fueron arrasadas p or la mano del Creador. Para otros, una exp losión atómica destruy ó
ambas p lazas. Ahora la forma era lo d e menos. La p regunta con el p aso de los siglos segu ía
siendo la misma: ¿Qué vio la mujer de Lot?”
1217
1218
1219
470
Id., p. 134.
Id., …en un lugar llamado Tierra, cit., p. 52.
Id., p. 171.
1219
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En el segundo tomo de esta trilogía sobre la Tierra se hace alusión a la religió n
católica al reflexionar Balhissay : “¿Luchaba el ho mbre contra la p erfección? ¿No mataron
ellos mismos, en su Historia Antigua, a alguien llamado Jesucristo? Sí, posiblemente el
hombre, en su constante afán de d estruirse a sí mismo, temiera más a lo d esconocido que a
la verdad” 1220.
Otro p ersonaje, Steinein, de v isita en el p laneta Tierra reflexiona sobre su p resencia
en suelo terrícola y p iensa que si los humanos creen que se trata de una invasión, lo
considerarán un nu evo Armagedón, en clara alusión a Apo calipsis 16,16.
En Un hombre con un ten edor en una tierra de sopas, se alude a la mu jer d e Lot en
el p asaje que cuenta cómo el joven p rotagonista acude al hotel donde se suicidó su hermano
y tras recoger sus p ertenencias decidió abandon arlo sin dormir, n i volv er la vista atrás. “No
quiso mirar al hotel p or si se convertía en estatua de sal”
1221
.
Otra obra, Los eleg idos, muestra unos personajes cuyos nombres p resentan diversas
connotaciones, así los humanos que p oseen amp lios conocimientos, se alimentan de
cáp sulas, dominan la ciencia y son cap aces de crear un robot se denominan cien-t’icos, y
los ignorantes que viven de forma más p rimitiva se llaman klonos. Ambos grupos están
enfrentados entre sí. También coexisten otros seres humanos que han olvidado p arte de su
vocabulario y no se relacion an con ninguno de los grupos citados anteriormente, son los
perdidos.
Los cien-t’icos desean controlar la nave en la que viajan en busca de otro mund o
donde vivir, p ara ello necesitan dominar a los klonos. Co mo necesitan información de lo
que ocurre más allá de las alambradas que los p rotegen, d eciden crear un robot cap az de
atravesar las líneas enemigas y regresar con todos los datos necesarios para dominar la
situación.
1220
1221
Id., p. 30.
Id., Un hombre con…, cit., p. 95.
471
José R. Co rtés Criado
Es el p rimer ser que crean en sus laboratorios, y le ponen como nombre Adán, en
clara consonancia con el judaísmo y el cristianismo; ad emás un niño al verlo lo llamó
salvador sobrenombre que también recibió Jesucristo.
Adán conoció a una niña del grup o de los p erdidos llamad a Deia. Ésta lo condujo
hasta la parte sup erior de la nave p ara divisar lo qu e ella llamaba M undo Vacío, un a cúp ula
transp arente, que p ermite “p resenciar el esp ectáculo más impresionante de la Creación. Un
mirador desde el cu al se divisaba el más allá permitía acercarse hasta el límite p osible tras
el cual se extendía el espacio exterior”
1222
.
Esta referencia al esp ectáculo de la Creación tien e que v er con el origen del cosmos.
Sierra i Fabra habla del infinito, de constelaciones, de estrellas, de la inmensidad, desp ués
de citar a Adán, p rimer ser humano según la Biblia, y llamarlo salvador, p or lo que
fácilmente se dedu ce una referencia a los p rincip ios religiosos cristianos. Además, la
misión enco mendad a a la nave se no mina Génesis, es decir, origen o p rincipio.
Adán forja el desen lace de la historia al d escender desde los cielos imp ulsado p or
unos cohetes, envuelto en un haz de luz y p idiendo el cese d e hostilidades entre los bandos.
Se p resenta como un ser sup erior que utiliza los avances científicos p ara amedrentar a los
humanos y recordarles que forman p arte de una misma sociedad y que por un accidente
fortuito vivieron sep arados durante muchos años, los suficientes p ara olvidarse los unos de
los otros.
Esta rep resentación recuerda el descenso del Esp íritu Santo de los cielos, hech o
rememorado p or un científico mientras afirmaba que los dioses quedaron atrás, a lo que
Adán resp ondió que si él p odía volar, sobrevivir a los disp aros de sus armas y en tan p ocos
días de vida h aber ap rendido tanto, es por ser el elegido p ara conducir la nave a su destino y
crear un nuevo mundo.
1222
472
Id., Los elegidos, cit., p. 133.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Por todo ello, Adán afirma a sus creadores: “Me p rogramasteis p ara un fin, y eso no
es dar v ida, sino utilizarla. Yo fui creado en la lejan a Tierra, y mis programas p ertenecen a
1223
los hombres y mujeres que allí los diseñaron p ara un nuevo mundo, p ara la p az”
. Su
intervención tiene aire mesián ico, no sólo se siente más inteligente y más p rep arado, sino
que se considera la p ersona idónea p ara conducir la nave hasta su destino y regir la nu eva
sociedad fruto de la un ión de los tres grup os en discordia.
Otra alusión bíblica se localiza en un p asaje de Camarada Orlov, donde Carmen
Cazorla siente la tentación d e desobed ecer una orden de su novio p ara comp robar qué
oculta en el sótano de su vivienda; mientras se debate entre atravesar la p uerta o abandonar
su idea, vu elve a su mente un retazo de la historia sagrada judeocristiana: “Diez años atrás,
cuando iba a la escuela, recordab a haber meditado mu cho sobre un p asaje de su libro de
religión : el de Adán y Eva. Eran los dueños de todo un p araíso y lo p erdieron p or tentar la
suerte, por desear lo único que no les p ertenecía, la fruta d el árbo l p rohibido. Siemp re se
1224
dijo que Adán y Eva habían sido unos estúp idos”
.
El texto es una p remonición, pues ella desobedece la consigna de su novio y las
consecuencias que le acarrea este hecho son nefastas.
Se p uede comp robar otra alusión recogida en Casting que h ace referencia a la
historia sagrada del p ueblo judío. Uno de sus p rotagonistas, además de actuar, escribe
versos. Un día lo hace delante de dos comp añeras que se sorp renden de la rap idez con que
escribe, utilizando el n arrador un símil de origen bíb lico p ara definir el hecho d e garabatear
unas cuartillas en blanco: “El bolígrafo dejab a un sesgo azulado, una ola continuadiscontinua que abría aquella b lancura igual que M oisés las agu as del mar Rojo”
1225
.
También recurre Sierra i Fabra al mismo p asaje bíb lico en La can ción d e Mani Bla y
cuando refiere: “Luego atravesó la marea humana que cercaba el hosp ital y, lo mismo que
1223
1224
1225
Id., p. 187.
Id., Camarada Orlov, cit., p. 168.
Id., Casting, cit., p. 121.
473
José R. Co rtés Criado
las agu as del Mar Rojo ante M oisés, la gente se abrió a su p aso y lo devoró en sus
1226
entrañas”
.
Por último, el joven p acifista que p rotagoniza En un lugar llamado guerra no cree
ni en los ejércitos ni en las armas, y a p esar de ello, debe enviar diariamente una crónica a
su p eriódico p ara informar de lo qu e sucede en el frente desde Tudzbestán, p orque, como
argu menta irónicamente, en la sociedad en la que viv imos “el p etróleo era el Santo Grial de
la esp eranza humana. Tubzbestán se había convertido en la nuev a Tierra Prometida d el
1227
Mundo Civilizado. M oisés Shell ib a a por ella”
.
4.5.5.5.- LAS REFERENCIAS A DIOS
En Malas tierras los p adres de la joven cuy a vida dep ende de la donación de un
corazón acuden a la cap illa del hospital Gregorio Marañón, que “p arecía ser al mismo
tiemp o lugar de llegad a y de desp edida, de súp lica y de acción de gracias, de esp eranza y
resign ación, d e aflicciones y gozos”1228.
El lu gar de oración estaba p residido p or un crucifijo que invitaba al reco gimiento y
hacia él se dirigió Paulino, el padre de la enferma. “No era crey ente, aunque lo había sido.
O tal vez lo era sin saberlo. Sin n in guna razón concreta había p erdido la fe muchos años
antes, o la había o lvidado. Nunca se hab ía preguntado cu ándo, ni p or qué, ni có mo, ni
siquiera dónde”
1229
.
La incertidumbre que crea al p ersonaje el hecho de estar en el interior de la cap illa
mientras le asaltan dudas sobre sus creen cias lo confunde mentalmente, también el malestar
1226
1227
1228
1229
474
Id., La canción de…, cit., p. 39.
Id., En un lugar llamado guerra, cit., p. 16.
Id., Malas tierras, cit., p. 113.
Id., p. 113.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
que en un p rincip io sentía en su estómago ahora lo tiene extendido p or todo su cuerp o.
Todos estos factores unidos a la p reocup ación p or la sup ervivencia de su hija lo obligan a
salir del recinto religioso y dirigirse hasta la hab itación de la jov en.
En cambio, su mujer sí era creyente, lo había sido siemp re y algun as veces también
practicante, nunca se cuestionó su fe ni trató de asuntos religiosos con su marido.
Finaliza el relato cuando un médico anuncia a la madre de la joven enferma que han
consegu ido un corazón comp atible con su hija. En el rostro de la mujer solamente se
movieron sus párp ados mientras “murmuró con un susp iro de alivio: Gracias… gracias,
Dios mío”
1230
.
En Seis historias en torno a Mario, el p ersonaje central se desp ide de sus seres
queridos ante la llegada de la muerte. Lamenta ver a sus padres deshechos de dolor, se
arrep iente de no haber hablado más con ellos, y dep lora el mal rumbo que tomó su vida. En
esas circunstancias exclama más p or indignación que p or creencia: “¡Dios, Dios!... ¿Por
qué?
1231
” También se lamenta p or no ser incinerado, alegando que deberá llevarse su
cuerp o al M ás Allá, donde hay tanta p az y de que sin su novia “la eternidad será muy
densa” 1232.
Otro p ersonaje de Camarada Orlov, Luciano Artea, católico p racticante que no
duda en robar y engañar con tal de hacerse con un cap ital que le garantizase una buena
situación económica, h izo caso de la máxima referida a la exculp ación de castigo a qu ien
roba a un ladrón, p ero sus p lanes se torcieron cuando fue h erido mortalmente p or la p ersona
robada. Cuando p resintió la cercanía de la mu erte, temió no ser bien acogido en el M ás
Allá: “Iba a rendir cuentas… ¿a Dios? Él era crey ente. Necesitaba prep ararse, p ero ¿cómo
hacerlo cuando moría p or lo más ruin, por un puñado de metal?”
1230
1231
1232
1233
1233
Id., p. 143.
Id., Seis historias en…, cit., p. 214.
Id., p. 215.
Id., Camarada Orlov, cit., p. 346.
475
José R. Co rtés Criado
La familia d e Jess Hunt, una de Las chicas de a lambre, natural de Toledo, en Ohio ,
es de p rofundas creencias religiosas y cree que la belleza es un atributo divino, p or lo que
dijo a la joven modelo: “Dios te hizo hermosa p ara algo ; de lo contrario te habría h echo
como a cu alquier otra mujer. Haz, p ues, que el Señor se sienta orgulloso de ti”
1234
.
El p adre de esta p rotagonista era un fanático religioso que no p udo acep tar que su
hija abortarse ni que sucu mbiese al consumo de dro gas; in genuamente creyó que la belleza
era un legado de Dios, y que su hija seguiría sus p ensamientos mesiánicos: “Estaba
orgulloso del éxito de su hija, pero creía qu e ese éxito y su fama la acercarían a Dios, no al
diablo”
1235
.
La joven p rotagonista de Rabia reflexion a a lo largo de la obra sobre numerosos
asp ectos que configurarán su personalidad, y en esa búsqueda de su esp acio en la sociedad
anota todo lo que oy e o lee y la emociona, co mo la cita que le hace p ensar en la
trascendencia del sentido religioso y le sirve de autoafirmación de sus creen cias: “Hay
alguien, en alguna parte, que está haciendo algo, no se sabe muy bien qué. Es p ura
1236
filosofía. Es la mejor defin ición d e much as cosas que jamás he oído. Es Dios”
.
Su p reocup ación p or la figura de Dios se refleja también en otro p asaje donde
medita sobre el sida, la mala suerte, el amor, el ébola y otros acontecimientos que enturbian
la vida diaria a much as p ersonas de la sociedad actual, relacion ando sus p reocupaciones
humanitarias con el mo mento histórico que le tocó vivir.
Deja constancia de sus convicciones en su diario con la sigu iente nota: “A pesar de
lo cual es mi tiemp o, y sé que y o p uedo hacer que valga la p ena. No tendré otra
op ortunidad. Si Dios es el que rep arte las cartas, a mí me h a tocado jugar con las que ten go.
1237
El Póker de la Vida. ¿Cuántos descartes p odré hacer?”
1234
1235
1236
1237
476
Id., Las chicas de…, cit., p. 17.
Id., p. 183.
Id., Rabia, cit., p. 32.
Id., p. 119.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La misma p reocup ación la asalta al conocer a un joven que aguard a en la puerta de
un hosp ital que su novia, enferma de sida, fallezca, p ara iniciar un p erip lo p or todos los
lugares del mundo donde p ensaron ir y así ahogar su pena. Mauricio recuerda los ojos de su
amada en su último trance, dice qu e son duros y dulces al mismo tiemp o, y que ad emás
“esp eran que haya algo, qu e exista un Dios, que no todo sea una broma p esada, y con cada
latido final les exp lota en el alma la misma p regunta, una y cien v eces: ¿ Ya está? ¿Ya está?
¿Ya está?” 1238
En Dormido sobre los espejos el p rotagonista conoce por boca de un tío de su madre
la historia de su abuelo, éste le cu enta que mató a una p ersona que le hizo la vida imp osible
a su abuela durante muchos años y justifica lo acaecido alegando que no p uede ser juz gado
por los hombres, sino p or Dios. “Alejandro mató a ese hijo de puta, sí, p ero sólo hizo
justicia, Diego. Fue la mano d e una ley no escrita, que ún icamente Dios p uede juzgar, p ero
que no deja d e ser human a”
1239
.
Otra referencia al Creador co mo responsable de la belleza humana se hace en la
misma obra cuando el joven p rotagonista p asea p or el M alecón de La Habana y observa las
jineteras que acuden con las primeras luces de la noche. En este caso no se recurre a la
justicia divin a sino a su p erfección al crear a las mujeres cuban as: “Eran jóven es, hermosas,
sensuales, blancas o negras, pero p referentemente mulatas, de cuerp os esculp idos p or un
Dios exótico y perfecto, un Dios que había jugado a los dados con la Fortuna de su lado.
Miguel Ángel en Ro ma. Allí la n aturaleza”
1240
.
En el mundo de la música ro ck la figura del rep resentante musical es considerad o
Dios, como se refleja en 27 Edad maldita. Uno de los p ersonajes demuestra saber quién es
imp ortante en el mundo de la música cuando afirma: “Cualquier músico sabe que su
manager [sic] es Dios. Más que p adre y madre juntos. No se puede dar un p aso sin que Dios
lo sepa. No se puede resp irar sin que Dios te dé p ermiso. No se p uede ir a nin gun a parte sin
1238
1239
1240
Id., p. 142.
Id., Dormido sobre los…, cit., p.
Id., p. 114.
477
José R. Co rtés Criado
que Dios sep a dónde estás y de qué forma localizarte”
1241
. En otro cap ítulo se hace
referencia a Jesús cuando se formula la p regunta: “¿Quién dijo que si Jesucristo viviera
ahora hubiera p redicado con una guitarra eléctrica?”
1242
En el cuento titulado El soldado y la niña se relata, como se observó, un hech o
insólito: un sold ado vio la bala qu e iba a acabar con su vida, era un dardo de p lata dirigido
hacia su frente, intentó ev itarla p ero ven ía muy ráp ido. En ese momento pretendió rezar.
“Quiso agach arse, p ero y a no p udo. Quiso ap artarse, pero sus músculos y a no le
obedecieron. Quiso rezar, p ero sup o que no tenía tiemp o. Quiso llorar, y comp rendió que
1243
era tarde. Quiso gritar, y estaba mudo”
.
Como suele ocurrir a tantos seres humanos, en ese momento se acordó de Dios, de
que le dijeron que estaba de su p arte y que debía luchar p or él, p or la p atria, p or el honor…
Ese p ensamiento era el mismo que tenía su enemigo. Ambos p idieron ay uda div ina cuando
su vida corría p eligro.
El niño guerrillero, Nino, p rotagonista de Donde el viento da la vuelta, se enfrenta a
la ardua tarea de sacar a su amigo h erido de un camp o min ado, sin recibir ningun a ay uda de
nadie, todos tienen miedo a saltar por los aires reventados y Nino da ánimos a su
comp añero con estas palabras que indican cómo las p ersonas, sean o no crey entes, en
momentos de p ánico o desesp eración p iden ay uda a los dioses: “Dios no va a bajar de las
alturas para echarnos una mano, p ero a lo mejor mira p ara acá y nos ay uda a volver con los
demás”
1244
.
Desp ués de esta hazaña, la comp añera guerrillera Nesild a, Neli, d ijo a Nino qu e
Dios los ay udó, el chico le respondió que únicamente tuvo suerte y a la p regunta de si era
crey ente, su resp uesta fue que no lo sabía, asociando a Dios y a la Iglesia con los
1241
1242
1243
1244
478
Id., 27 edad maldita, cit., p. 35.
Id., p. 142.
Id., El soldado y…, cit., p. 7.
Id., Donde el viento…, cit., p. 97.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
rep resentantes del p oder. “Iglesia y p oder, en teoría extremos de una larga cuerda, a veces
demasiado un idos”
1245
.
Una nueva referen cia a Dios se h ace en el libro En un lugar llamado guerra cuand o
el joven p eriodista es llamado p or el director del diario donde trabaja p ara ir a cubrir la
información de una guerra que se d esarrolla en una antigua rep ública soviética, como se
comentó. Cree que no ha p odido tener p eor suerte, y exclama: “el destino, al contrario que
Dios con el Universo, sí juega a los dados con la gente”
1246
.
4.5.5.6.- OTRAS REFERENCIAS A LA RELIGIÓN CATÓLICA.
La voz interior está dedicad a “a la hermana Ninfa Watt, que me inspiró el p ersonaje
de la p rotagonista de este libro”
1247
. Al ser la p rotagonista una monja, todo el relato está
imp regnado de creencias religiosas y así advierte cómo la hermana María insiste en
encontrar la joven d elatora de otra comp añera “p orque su pecado es mucho más grav e, y
tendrá que cargar con él durante toda la v ida si antes no lo confiesa y se libra d e su
1248
peso”
.
La hermana sup eriora de la comunid ad se en comienda a Dios p ara cualqu iera de sus
menesteres y exp resa, al h ablar de la h ermana M aría: “-Sea como sea, échale una mano,
1249
Señor -susp iró”
.
La mon ja p rotagonista es h ija de auténticos hipp ies, se p asó los p rimeros años de su
vida y endo y viniendo por el mundo cambiante y vertiginoso, y como suele p rovocar más
de un entuerto debe confesarse con frecu encia y casi siemp re p or motivos similares: “Padre
1245
1246
1247
1248
1249
Id., p. 106.
Id., En un lugar llamado guerra, cit., p. 7.
Id., La voz interior, cit., p. 5.
Id., p. 49.
Id., p. 50.
479
José R. Co rtés Criado
-dijo- he sido imp rudente, temeraria, orgullosa, atrevida, p recip itada en mis actos y en mis
palabras,
indiscip linada.
1250
presuntuosa...”
He
mentido.
He
sido
irreflexiv a,
ligera,
arro gante,
. Incluso se acusa de soberbia cuando se lo recu erda el sacerdote.
Además, esta monja tiene conocimientos de signos astrales, de conviv encia, y tuvo
muy claro a los diecio cho años cu ál sería su futuro p ersonal y así se lo contó a sus alumnas:
“Algunas p ersonas lo llaman instinto, otras, intuición, otras sexto sentido. Pero la vocación
es mucho más qu e eso: es una insp iración, una inclinación, un llamamiento ético. Veréis:
estamos hechos de energía, y hay miles de formas de darle salida y encauzarlas. Yo
comp rendí que éste era mi camino”
1251
.
En otro pasaje del libro la monja insiste en la forma que su destino la condujo al
convento sin ella p rop onérselo, y así afirma: “-Conocí a much a gente y ap rendí mucho de
todos los p aíses y de todas las p ersonas, especialmente en materia esp iritual, aunque no
1252
sabía que mi futuro iba a ser éste -tocó su hábito”
.
La historia que contiene Noch e de paz… o casi se d esarrolla durante la Nochebuena.
Además de las anécdotas familiares, deja constancia de la imp ortancia social y religiosa de
esa noche tan esp ecial, como se refleja en la siguiente cita: “Noche de paz y de amor.
1253
Noche de villancicos y alegría. Noch e de bondad y felicidad ”
.
Los sentimientos religiosos también están presentes en Camarada Orlov desde
diferentes p erspectivas. Una de ellas hace referen cia al hecho de resultar ilesa en los
bombardeos de las tropas nacionales la iglesia de la Virgen de la Caridad, situada junto al
cerro San José: “Había sido el único temp lo no incendiado, saqueado o arrasado con las
primeras luchas. El amor p or la virgencita de los cartageneros fue una de las escasas miras
1250
1251
1252
1253
480
Id., p. 66.
Id., p. 95.
Id., p. 106.
Id., Noche de paz…, cit., p. 5.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
resp etadas en la locura inicial. La iglesia contrastaba con las ruinas de la catedral de la
1254
Asunción de M aría”
.
En Regreso a La Habana se p uede leer un diálo go entre la p rotagonista y un turista
esp añol que refleja las ideas de aquélla resp ecto a la religión y a la inminente visita del
Pap a a la isla.
-¿Eres católica?
-No creo en nada. ¿Por qué? ¿Es im portante para ti?
-No, en absoluto. Es que com o va a venir el Papa dentro de tres m eses…
-Otra m entira. El Papa y Castro. ¿Hay mayor aberración que eso? Si ese hom bre supiera
lo que va a desencadenar en su visita de enero no vendría1255 .
La joven considera que con motivo de la visita p ap al se cerrarán determinados
locales, se detendrá a cualquier sosp echoso y no dejarán que las jineteras salgan a la calle;
por contra, ap arecerán numerosos crucifijos para dar la sensación de ser un p aís católico,
pero todo será pura hip ocresía y sólo servirá para que el régimen se afiance en su p oder; p or
eso los ciudadanos no apreciarán ben eficio alguno.
Otras dos referencias a la iglesia y a la religión católica se pueden leer en El p eso
del silencio. La p rimera describe a una mujer de ideolo gía ultra-conservadora agred iendo
con un crucifijo, símbolo cristiano p or excelencia, al p rotagonista de la novela cuando éste
sale de la Corte Suprema de Justicia de Santiago de Chile y debe atravesar dos
manifestacion es, una, formada p or los p artidarios de juzgar al gen eral Pinoch et que ap oya
la actuación del juez Guzmán, y otra, constituida p or un grup o de seguidores del dictador
que reclaman su ino cencia y desap rueban la actuación judicial.
En med io d el tumulto, el p rotagonista y su aco mp añante se en contraron de frente
con “una energúmena que llevaba un santo crucifijo en una mano y una fotografía
1254
1255
Id., Camarada Orlov, cit., p. 56.
Id., Regreso a la…, cit., p. 194.
481
José R. Co rtés Criado
enmarcada de su dios Pinochet en la otra, comenzó a golp earnos con el crucifijo”
1256
,
debiendo p rotegerse de estos golp es y de los de otros manifestantes.
La segunda cita se refiere al momento en que el p rotagonista localiza al ciudadan o
esp añol dado por desap arecido después del golp e de estado chileno de 1973; es un
sup erviviente de las torturas que no recuerda su origen ni p uede hablar, es una p iltrafa
humana que fue dejada en la p uerta de un convento de monjas donde lo acogieron y
cuidaron: “Estaba sordo, mudo, no tenía manos, ni razón… [...] Le p usimos Jesús, p orque
él también resucitó de entre los muertos”
1257
.
En el relato titulado Cero a. J.C. un extraño viajero llegó a nuestra galaxia tras
sufrir su nave una p érdida de energía que p rovocó su acercamiento a la Tierra. Recu erda la
política que rige su forma de actuar, que p uede ser catalo gada como modelo d e convivencia
y sabiduría p or su simpleza, aunque únicamente se basaba en la no injerencia en los temas
de otras galaxias: “Lo esen cial, según su Carta de Conv ivencia Cósmica, era el resp eto
hacia cualquier forma de vid a universal. […] Además, en la Carta de Convivencia Cósmica
se decía muy claramente que todo, en la dimensión conocida d e lo d esconocido, tien e un
sentido. Y así era: nad a sucedía p orque sí. Cada detalle, cada cosa, p or insignificante que
pareciera, servía p ara algo” 1258. Gracias a ese equilibrio se mantenía el orden en el Cosmos.
Al contactar la nave averiada con la atmósfera terrestre comenzó a desintegrarse, y
su ocup ante hubo de abandonarla, conociéndose en ese mo mento su asp ecto físico: no era
más que una simp le luz dotada de inteligencia y sabiduría.
Como p rimera medida de sup ervivencia analizó las características de los habitantes
del p laneta y se introdujo en el interior d e algunos cuerp os, comp robando que existían
diferentes tip os de seres y llegó incluso a dotar de v ida el cuerp o de una mujer fallecida en
el que se hab ía introducido, asunto y a comentado en páginas anteriores.
1256
1257
1258
482
Id., El peso del…, cit., p. 98.
Id., pp. 282-283.
Id., La puerta del…, cit., pp. 74-75.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Ráp idamente fue asimilando la información necesaria p ara sobrevivir y conoció la
existencia de lu gares llamados Galilea, Nazaret, Roma; la forma de vid a de sus habitantes,
las diferen cias entre hombres y mujeres, lo que son los días y las noches, etc.
Cierto día, la figura lumínica fue p erseguid a por seres humanos maravillados de la
existencia de esa luz que tanto se introducía en algunos cuerpos como avanzaba p or calles y
plazas. En su huida se sintió p erdida, porque le qued aba muy p oca energía. Presintiendo su
final buscó el cuerp o de una mujer, p ues sabía que ellas son las generadoras de vida, y la
luz era consciente de que deb ería nacer del v ientre de una mu jer p ara ser y vivir como un
humano en este su nuevo mundo. Al límite de su total agotamiento llegó a una carpintería,
y se introdujo en M aría, la mujer del carp intero. Decidió ser un varón.
Más tarde M aría se acercó a su esp oso, José, le p asó su mano alred edor de sus
hombros y le p reguntó cómo se encontraba, p ermaneciendo ambos inmóv iles con la quietud
de su amor, hasta que ella co menzó a hablar:
-José - musitó.
-¿Qué?
-¿Recuerdas aquella luz de la que te hab lé?
-Sí.
-Está en mí.
-Por supuesto -dijo él-. Es tu hijo.
-Es algo más que eso: la siento en mí.
-Vas a ser madre -la besó en la frente al decir esta ú ltima palabra-. Aquella luz fu e
1259
la señal .
4.5.5.7.- ALGUNAS REFERENCIAS A OTRAS CUES TIONES MORALES .
En La música del viento, el p eriodista occidental cuenta que sintió la esp iritualidad
que imp regna la vid a de los hindú es durante su viaje por la India, e in cluso recuerda el olor
1259
Id., p. 94.
483
José R. Co rtés Criado
del templo de Meenakshi en la ciudad de M adurai: una mezcla del incienso quemado y de
los restos de excrementos de los murciélagos p egados al suelo. Pero lo que más evoca de
aquel d édalo de p asadizos, estatuas de dioses, altares y bestias fantásticas, es “la ceremon ia
nocturna de llevar el dios Sh iva a visitar la cámara de su d iosa, Parvati, realizada con
sencilla pomp a, y la curiosa estatua de Kali cubierta de manteca” 1260.
Además de v isitar lu gares típ icos de la India y acercarse a la esp iritualidad del p aís,
el p rotagonista de La música del viento manifiesta su sentido d e la justicia, como quedó
exp resado anteriormente, que lo lleva a lib erar a un grup o de niños esclavos y conducirlos
hasta una organización que recib e ay uda de Esp aña y es dirigida p or un barcelonés llamado
Ventura M asferrer, en clara referencia a Vicens Ferrer, que dirige el Rural Develop ment
Truts en la ciudad d e Anantap ur.
Ventura Masferrer es un p ersonaje solidario y comp rometido que lucha contra las
injusticias, y reflexiona sobre la sociedad en la qu e v ivimos. Dicho pensamiento trasciende
la solidaridad y la religiosidad p ara convertirse en una referencia plena de dignidad ante
nuestra resp onsabilidad como seres humanos, p ues compartimos este mundo con sus
riquezas y miserias.
Masferrer se dirige al p rotagonista de la sigu iente manera:
¿Se ha preguntado por qué hay ta ntas Organizaciones No Gubernamentales actualm ente
en el mundo? ¿Y por qué hay tantas causas por las que luchar? Unas se dedican a velar
por los hombres, otras por los animales, otras por la tierra y el entorno. Hay m iles de ellas,
en defensa de las tortugas, de las focas, de los indios aborígenes, de los elefantes, de los
rinocerontes, de las selvas… Las naciones están en bancarrota, humana y moral tanto
com o económ ica, y los gobiernos están atados de pies y m anos, víctim as de sus propias
trampas1261 .
El p ensamiento de M ohandas Karamchand Gandhi, más conocido co mo Mahatma
Gandhi, se reco ge en Me llamo Gandhi, y en él se hace referencia a la multitud de len guas y
dialectos así como a la p luralidad religiosa: h induismo, islamismo, p rotestantismo,
1260
1261
484
Id., La música del…, cit., p. 42.
Id., pp. 145-146.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
catolicismo, budismo, shikismo, etc. La p rimera es la p redominante y “sus características
más llamativas son, quizá, su tolerancia y su creencia en la reencarn ación ”
1262
.
Gandhi, más volcado en lo religioso que en lo político, decidió fund ar ashrams en la
India, estas fundaciones son comunid ades destinadas “al cu lto religioso, a la esp iritualidad,
a la meditación, al diálo go y a la enseñ anza de las virtudes de la ahimsa, la no
violencia” 1263. Formaban p arte del ashrams hombres y mujeres qu e se autoabastecían de lo
que cultivaban, e in cluso fabricaban sus rop as y calzados; en estos grup os forjó Gandhi el
esp íritu de lucha p or la indep endencia a través de la resistencia no violenta.
De la reencarn ación, filosofía muy extendid a en la India, se ocup a la obra 97 formas
de decir “te qu iero”. Es la historia inventada por Daniela, una joven enamorada, p ara atraer
al chico deseado, donde se mezclan realidad y fantasía unidas a la teoría hinduista de la
reencarn ación.
La jov en afirma recordar todas las exp eriencias d e su vid a anterior, e incluso el día,
la hora y el lugar donde deberían encontrarse los dos antiguos amantes. El chico decide
informarse sobre el mito de la reencarn ación, y se dirige a la bib lioteca de su Facultad,
donde encu entra la siguiente información: “p ara un budista, el alma se reen carna de cuerp o
en cuerpo sucesivamente, hasta conseguir la perfección absoluta, siendo el tránsito p or la
vida de los cu erpos en los que habita una absoluta búsqueda de...”
1264
Continúa ley endo sobre Bud a y la Rued a del Karma, es decir, el continuo
reencarn amiento del alma en sucesivos cuerp os, hasta conseguir el estado de gracia o
perfección absoluta que conlleva el Nirvan a: “El alma p uede p asar p or dos docenas de
cuerp os sup erando los caminos óctup los de los tres anhelos: sabiduría, p lacer y vida, hasta
sentirse libre p ara integrarse en el Nirvana, el estado comp leto”
1262
1263
1264
1265
1265
.
Id., Me llamo Gandhi, cit., p. 9.
Id., p. 23.
Id., 97 formas de…, cit., p. 42.
Id., p. 43.
485
José R. Co rtés Criado
La información reco gid a en las enciclop edias crea al jov en un estado de
incertidumbre aún mayor frente a los acontecimientos que vive durante esos días, p or lo
cual se dirigió a uno d e sus p rofesores p ara p reguntarle si creía en la reen carnación, a lo que
éste responde:
Mira, Ramis, todas las grandes respuestas a las grandes pregun tas llegan tras la
muerte. El “adónde voy, quién soy, d e dónde vengo” es algo para el presen te, la
eterna filosofía. Pero la gran verdad, lo qu e todos qu isiéramos saber, es qué ha y
después. ¿Somos un accidente cósmico, o realmente existe un Dios, se llame como
se llame, que mueve los hilos del universo? La reencarnación es una de las
respuestas humanas para ese “después”. Lo malo es que no se puede documentar
con testimonios directos. Y siendo así, solo nos quedan las interpretaciones, lo que
digan los estudiosos, o la fascinación que producen los casos de quienes aseguran
1266
recordar su vida o sus vidas pasadas .
Asimismo le comunica, qu izás p ara desmitificar la reencarnación o simplemente
para quitar trascendencia a sus p alabras anteriores, que las personas que vivieron una vida
anterior suelen relatar que fueron p ersonas imp ortantes, y tuvieron una vida p lacentera,
pero p ocos informan de una vid a anterior atormentada o su exp eriencia como animal o
planta, pero a p esar de estas dudas le cu enta que existe el p ueblo tibetano fundamentado en
esas creencias.
Daniela, la jov en enamorada sí es una d efensora de la reen carnación, y así lo
reconoce como una forma de dar sentido a su v ida cuando man ifiesta: “Yo sí creo en la
reencarn ación. Creo firmemente en ella. Me niego a p ensar que cuando y o muera
desap areceré. Me niego a creer que lo que soy es p roducto de la casualidad” 1267.
Esta obra está dirigid a a un p úblico ado lescente muy sensibilizado con el tema del
más allá, en conflicto permanente con su y o y el mundo que lo rodea, que juz ga las cosas
más simples como las más comp licadas y que p uede considerar todo lo que le sucede como
una irrealidad idealizada, h asta el extremo de desear la mu erte p ara volver a reencarnarse
en otro ser.
1266
1267
486
Id., p. 85.
Id., p. 130.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Otra obra, Frontera, se ocup a de la convivencia entre españoles e inmigrantes,
centrada en la comunidad d e magreb íes, como se comentó en p áginas anteriores, y en ella
se hacen referencias a las costumbres y creencias de los forasteros, p udiendo leerse la
siguiente reflexión del p adre de la joven p rotagonista, Estefanía, a prop ósito de la
conversación que mantienen sobre el comp ortamiento de los marroquíes en Esp aña: “Las
costumbres y las religiones separan más que la p rop ia naturaleza de las p ersonas, hija”
1268
.
El p adre de Estefanía argumenta asombrado: “Que media humanid ad ande co n
robots o enviando nav es a M arte no significa qu e la otra media sea pobre, se muera de sida
o esté anclada en el p asado. Y Dios me libre de juzgar a nadie. Para ellos, los que estamos
locos somos nosotros, por nuestra forma materialista y egocéntrica d e vivir”
1269
.
Igualmente se hace referencia a la ab lación del clítoris y afirma taxativamente qu e
son las abuelas las que lo hacen. El p adre de Estefanía también cuenta, que en Irán, fueron
las mujeres las que se man ifestaron exigiendo qu e las viejas costumbres no d esap arecieran;
en Afganistán, cuando cay eron los talibanes, no desap arecieron los burkas, hay mujeres
que, en ese sentido, no quieren ser liberadas, aunque la civilización occidental no lo
comp renda.
Este mismo tema se trata en Las chicas de a lambre, y Sierra i Fabra arremete contra
el hábito de amputar el clítoris a las niñ as p ara quitarles el deseo sexu al y convertirlas en
seres dedicados a la rep roducción de la esp ecie. C alifica tal acto de ab errante, brutal y
odioso.
Otra referencia a las p rácticas religiosas está p atente en Frontera, donde la joven
esp añola quiere dar co mida a su compañera musulman a p ero no sabe qué es lo que p uede
comer según su religión, y en su confusión intenta recordar las costumbres de su amiga
Amina. Así “recordó que los embutidos p rocedían del cerdo y que los árabes no p odía
1270
comer cerdo. ¿O sí? ¿O era determin ados días? ¿O… o qué?”
1268
1269
1270
Id., Frontera, cit., p. 13.
Id., p. 36.
Id., p. 20.
487
José R. Co rtés Criado
El p olicía encargado de localizar a Amina cuenta: “No es fácil estar en medio
cuando se trata de cuestiones religiosas, morales, familiares, tradiciones, costumbres... Pero
esto es Esp aña y y a estamos en el siglo XXI”
1271
. Y, mientras observa los titulares del
diario, “-Dale hambre a una p ersona y te devolverá violencia”, “Dale alas a un racista y te
1272
construirá un Auschwitz”
-, agradece a la p rofesora de la jov en que aún qued en personas
como ella.
Sierra i Fabra introduce en el libro información obtenida d e la p rensa diaria referid a
a las fatwas, edictos religiosos del wahabismo islámico, qu e tanto p uede incitar a la
violencia, como aren gar al p ueblo sobre cu alquier asunto: no saludar a los infieles, no
desearles ser felices e in cluso rehuirles. Son p arte del actual aislamiento religioso del
mundo islámico. “Ellos tienen miedo a la contaminación, sobre todo a la cultural, es decir,
la educativa. ¿Opción? El b loqueo total”
1273
.
Además, los recortes de p rensa sirven al autor p ara recordar que en Esp aña ap enas
se conocen las fatwas, ni la rama wahabí saudí. “Lo único que sí les suena es lo de la gu erra
santa, y lo de los p alestinos suicidas o lo del 11 de Sep tiembre. Para los estadounidenses,
antes, los malos eran los comunistas; ahora es el mundo árabe en general” 1274, aunque este
planteamiento no sea así de simp le.
Los p eriódicos citados por el autor afirman que deb emos defender nuestras señas de
identidad y además arguy en razones como: “No sabemos qué cultura p revalecerá o
dominará d entro de cien años, pero no vamos a imp edir la evolución, es imposible”
1271
1272
1273
1274
1275
488
Id., pp. 142-143.
Id., p. 148.
Id., p. 149.
Id., p. 149.
Id., p. 149.
1275
.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
4.5.5.8.- LAS CREENCIAS EN EL FUTURO
Según Sierra i Fabra, dentro de ocho mil años los seres humanos seguirán
preguntándose por su origen y destino en la Tierra. Habrán evolucionado hacia posturas
científicas p ero esp iritualmente los asaltarán las dudas sobre el más allá y la v ida tras la
muerte, aunque en el futuro las religiones se habrán extin guido.
Continuará siendo eterno el d ebate sobre el origen d ivino de nu estra existencia, y las
personas p ersistirán en la elaboración de elegías qu e reflejen qu e “nuestras vidas son los
ríos / que van a dar en la mar / qu e es el morir”
1276
, mientras se p reocup an por la existencia
de vida más allá de la muerte.
En la p rimera novela de la trilogía El ciclo de las Tierras, que tituló …en un lugar
llamado Tierra, el ser hu mano Hal Yakzuby lee una reflexión de un androide clase 4 sobre
los sentimientos, éste aduce que se ha alcanzado la p erfección absoluta en todo lo
concerniente a cerebros electrónicos, ordenadores, comp utadoras… en cu anto a la ló gica, y
que las máquinas han llegado a tener sentimientos, y se p regunta: “¿qué es un sentimiento
enfrentado a la lógica? En otros tiempos y a se discutió todo esto, y no sirvió más que p ara
crear el caos. Había cosas como…, y a sabe, el alma y todo eso. Me p arece bien para los
humanos; p ero ¿de qué le serviría a una máquina tener alma, al menos co mo la entienden
los humanos?”
1277
A p artir de esta lectura, Yakzuby inicia un as cavilacion es sobre el origen humano o
divino del ho mbre, y el p rotagonista recuerd a: “En la antigüedad, el hombre se había roto la
cabeza buscando resp uestas que no existían, sobre el infinito, sobre Dios; sobre la vid a y la
muerte” 1278, y sosp echa que esos p lanteamientos lo van a conducir a reflexionar y a
plantearse motivos de duda p rop ios de siglos pasados, p orque en su ép oca esos argumentos
ya no se arguy en, ni el hombre se cuestiona el origen divino de su existencia.
1276
MANRIQUE, Jorge: Coplas a la muerte de su padre, en LÁZARO, Fernando y T USÓN, Vicente:
Antología, M., Anaya, 1998, p. 70.
1277
SIERRA I FABRA, Jordi: …en un lugar llamado Tierra, cit., p. 13.
1278
Id., p. 13.
489
José R. Co rtés Criado
Yakzuby resume su credo cuando responde a un dirigente máquina: “Creo en mí
mismo, Zebal -dijo el hombre-. Creo en mis manos y en mi voluntad, en mi cap acidad y en
mi debilidad, en lo que veo y en lo que toco... y siemp re partiendo de mí mismo, p orque
soy todo cuanto tengo” 1279.
Preocup ado p or su existencia humana, su origen y su destino, Hal Yakzuby
comentaba a su interlocutor, una máquin a cap az de razonar y ap licar la ló gica a sus
funciones vitales, que en la Antigüed ad se considerab a la mu erte como un fin que
justificaba la v ida d el ho mbre, a lo que el ser no humano resp ondía que la muerte era la
negación, p orque, a p esar de haber alargado su existencia, el ser humano no era eterno.
Yakzuby sabe que vivimos en el esp acio donde todo se renueva y modifica
permanentemente: “Nada era eterno, ni el bien ni el mal, n i Djub [cap itán máqu ina
fallecido] ni él, ni las máqu inas, ni siquiera el Sistema. Aquel era el princip io básico, el eje,
la síntesis de la evo lución ”
1280
.
Esta p reocup ación p or saber qué h ay desp ués de la muerte h a inquietado siemp re al
ser humano y en los p róximos siglos seguirá siendo tema d e reflexión según Sierra i Fabra,
pues esa es la zozobra que rodea a Hal Yakzuby al manifestar: “Y cuando intento razonar la
muerte, como fenómeno no sólo humano sino afín al mundo de las máquinas, me es difícil
entenderla y , más todavía, aceptarla. La mu erte significa la nad a, y la nada es el vacío...,
1281
pero el vacío, p or lógica, no existe. Hay un espacio, y un orden matemático”
.
Y es que desde que el ser humano tiene uso de razón se cuestiona toda la
información existente sobre su origen y destino desp ués de transitar por este mundo
terrenal. En el segundo vo lumen d e esta trilogía, una máquina d emuestra su p reocup ación
al saberse p oseedora de un nivel de razonamiento casi humano y asemejarse tanto a su
creador co mo p ara formularse la sigu iente cuestión: “Los hombres suelen preguntarse qué
1279
1280
1281
490
Id., p. 27.
Id., p. 178.
Id., p. 32.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
hay más allá de la v ida, qué les esp era tras la muerte. No lo saben, y tienen miedo. Quizá
1282
sea hora de p reguntárnoslo nosotras”
.
Un dirigente máquina, Balhissay , es consciente d e su semejanza con el ser humano,
de que “el Universo entero es una lógica matemática” 1283 y de que las máquinas están
alcanzando tal nivel de p erfección que según sus p alabras “p arecemos humanos”
1284
,
confirmando un acercamiento a su creador.
Tanto en esta obra co mo en otras de ciencia ficción, las máquinas suelen tener
forma human a, rep itiéndose la id ea de qu e fueron creadas a imagen y semejanza de su
creador, símil de la creación del ser hu mano según el Génesis.
En la tercera entrega d e la trilo gía sobre la Tierra, nu estra civilización v ive en el añ o
10150, y los hombres abandonaron Tierra 2 p ara regresar al planeta origin ario de la esp ecie
humana, p or lo que las máquin as son los únicos hab itantes de ese p laneta. A pesar de
asemejarse al hombre, de ser casi p erfectas, de que ap rendieron a mentir, de que p ueden
perder sus ideales p acifistas, lo que verdaderamente preocupa a los dirigentes es que si se
llega a formular una dud a y las máquin as no p ueden resp onderla por miedo será señal de
que se acercan al límite de su existencia.
Steinein, el científico máqu ina más p restigioso de aquella sociedad, afirmaba que n o
hay libertad, sino que se trata de “la más h ermosa de las quimeras inventadas p or el hombre
y asimiladas p or nosotras. Siemp re formamos p arte de algo, cada vez may or y más
incomp rensible. Y no hay límites p ara lo incierto, así como tamp oco los hay p ara lo cierto.
La libertad es sólo un a idea”
1285
, un pensamiento que an ima tanto a los hombres co mo a las
máquinas a sentirse libres cuanto más saben, porque el conocimiento nos hace sentirnos sin
ataduras.
1282
1283
1284
1285
Id., Regreso a un…, cit., p. 32.
Id., p. 163.
Id., p. 166.
Id., El testamento de…, cit., p. 105.
491
José R. Co rtés Criado
Además las máqu inas han alcanzado un niv el tal de perfección que ren iegan d e su
creador, el hombre, cuando manifiestan: “No existe el creador [...] Nunca ha existido.
Hablamos de la esp ecie humana, como si se tratase de un todo, p ero no es más que una
1286
masa, un hormigueo de p asiones, sentimientos, controversias”
. Es la ap ostasía, la
negación de su origen, la eliminación de la figura p aterna, es en suma, la may oría de edad
de las máqu inas.
4.6.- CONCLUS IONES .
En este cap ítulo se analizan ciento ocho obras escritas p or Jordi Sierra y Fabra entre
los años 1983 y 2003.
Un p rimer acercamiento a los valores éticos que encierran las distintas obras
estudiadas resalta aquellos valores que se p ueden considerar relevantes p ara las relaciones
del hombre con sus semejantes, con otros seres vivos, con los elementos creados p or la
mente humana y con todo aquello qu e constituy e el corolario de nu estra civilización.
Se atienden los asp ectos más relevantes en cuanto a la familia, las relaciones
afectivas, la importancia d e las máquinas en nuestras vidas, la salud, las especies en p eligro
de extinción, las distintas culturas, la Historia, la solidarid ad, los jóv enes, la música, el cine,
la televisión y el humor.
Llevado a cabo este p rimer acercamiento a determinados valores morales destacados
por el autor en sus libros, decidí ajustar esta clasificación a cualquiera de las creadas p or
personas de reconocido p restigio como Hessen, Lavelle, Sp encer o Cab anas, concluy endo
que el sistema de valores de éste último es el qu e mejor comp endia los valores morales,
estructurando el análisis d e las ciento ocho obras siguiendo este modelo, qu e clasifica los
1286
492
Id., p. 104.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
valores en físico-viales, afectivo-p sicoló gicos, socioculturales, ideo-racionales y anímicoesp irituales.
Resp ecto a los valores físico-vitales, el p rimer asp ecto resaltado hace referencia a la
salud. El autor es un defensor a ultranza de una forma de vida que mejore las condiciones
saludables de todos los seres vivos.
En sus obras de anticip ación y ciencia ficción, tanto los p ersonajes máquinas como
los humanos se p reocupan de la salud, p ues es un tema de suma imp ortancia y , según el
autor vaticina, en el futuro habrán d esap arecido enfermed ades consideradas hoy sin
curación p osible y vicios que azotan la sociedad actual: tabaco, alcoho l y demás drogas.
Ante la ausencia de factores de riesgos p ara la salud, la vida será más p lacentera y
saludable, con el consiguiente peligro de transformarla en otra más monótona y aburrida si
el ser humano d eja en manos de las máqu inas su cuidado físico y p síquico.
En las obras de corte realista, más actuales, aparecen multitud de situaciones donde
la salud ocup a un p lano p rincip al, bien p orque se padezcan determinad as enfermedades
congénitas o p orque se consuman p roductos antinaturales que afectan al normal desarro llo
del ser humano.
Así, en sus libros hay referen cias al consumo de tabaco, alcoho l, cocaín a, éxtasis,
etc., y sus rep ercusiones en el organismo humano ; también tienen cabid a los trasp lantes de
órganos, la bulimia y la anorexia.
La salud y los hábitos correctos p ara alcanzar una mejor calidad de vida están
presentes en todas las obras, bien p resentando un p ersonaje que defiende una sociedad libre
de humos como en La fábrica de nubes, o unos jóv enes que aborrecen fumar en Rab ia y
Casting, hasta otros que rechazan el consumo de dro gas sintéticas en Campos de fresas y El
mensajero del miedo, sin olv idar la señora hip ocondríaca, en Tortilla de aspirinas.
493
José R. Co rtés Criado
El alcohol co mo causante de la degradación física y moral de la p ersona está
presente en obras de su p rimera ép oca como Noche de viernes y otras más recientes como
Retrato de un ado lescente manchado y El mensajero del miedo.
Se o cup a de la donación de órganos en un a de sus primeras obras, Malas tierras,
donde una joven salva su vid a gracias a un trasp lante de corazón y vuelve a insistir en el
mismo tema años más tarde en Donde esté mi corazón.
Resp eto al espacio vital, aunque este autor no concede en sus obras gran
protagonismo a las descrip ciones, sí sabe resaltar el marco donde se desarrolla la trama con
breves anotaciones respecto a la vivienda, espacios comunes o lu gares de d iversión que van
a marcar la actitud de sus p ersonajes.
Y como el conjunto de su obra refleja ambientes muy distintos, el esp acio vital
donde se desenvu elven sus p ersonajes es variado: lu gares céntricos de las ciudades, barrios
elegantes y burgu eses, barriadas margin ales, zonas de chabolas, arrabales, una selva, una
isla, o una ciudad artificial. Estos escenarios p ueden estar en España, EE.UU., México,
Cuba, la selv a amazónica, la isla d e Pascua, o en el espacio sideral.
El maltrato en familia es analizado en más de una obra. Éste se refiere tanto al que
ejercen determinados progenitores contra sus descendientes, como al d el hombre sobre la
mujer. Tiene rep ercusión en Noche de viernes, Nunca seremos estrellas del rock, Las
Furias, y La estrella de la mañana.
Sobre los valores afectivo-p sicológicos, se puede leer como los sentimientos de
frustración ante la v ida van a condicionar la conducta de determin ados p ersonajes; pues del
modo cómo afronte un adolescente el tránsito a la vida adulta va a dep ender su posición
ante los hechos que conformarán su existencia.
Jordi Sierra i Fabra sabe que la vid a no es un camino de rosas y que éstas, además,
tienen esp inas, por lo que la vida idílica p ermanente no existe en sus obras. Los niños, los
494
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
jóvenes y los adultos deben enfrentarse a sinsabores y momentos p lacenteros en el
transcurso de su existencia; la suma de todas estas exp eriencias configura la p ersonalidad
de los p rotagonistas.
El p ersonaje p rincip al en ¡Ellos son diferentes!, un extraterrestre, se muestra feliz en
todo momento, aunque no es normal hallar protagonistas tan exultantes como éste, p ues
Sierra i Fabra siemp re intenta mostrar unos protagonistas con grand es visos de realidad,
reflejando sus momentos de alegría y tristeza como corresp onde a la existencia de cualqu ier
persona.
La afectividad, la emoción, los sentimientos, están p resentes en todas sus obras,
aunque en distinto grado d e intensidad; p or ello es imp ortante resaltar có mo algunos seresmáquinas d el futuro imaginado p or el autor tienen sentimientos casi humanos, aunqu e otros
renieguen de los mismos. La may oría son máquinas que carecen de emotividad y
consideran que los sentimientos son factores incontrolados de las p ersonas, y p or tanto,
carentes de toda ló gica.
Lo que sí co mp arten las máquinas con los hombres es la satisfacción d e vivir; Sierra
i Fabra resalta el valor de la vida h asta tales extremos que todos los seres dotados de vida se
sienten felices y contentos de vivir. En sus obras se p ueden conocer p ersonas, animales y
máquinas inteligentes que saben ap reciar el v alor de la vid a.
Quienes más la valoran son las p ersonas que más cerca estuvieron d e perderla,
como es el caso d e la protagonista de Donde esté mi corazón, y su familia más cercana,
como ocurre en Malas tierras.
Si el amor p or la vida está p resente en numerosas obras, las relaciones afectivas
entre p adres e hijos también son constantes en sus obras; en nu merosas ocasiones son
relaciones que pueden ser catalogadas como normales y en algunos, la conviven cia es
negativa, reflejando casos de violencia física y psíquica entre p adres e hijos.
495
José R. Co rtés Criado
Y el amor, motor de la vid a, es tratado p or este autor desde distintas p erspectivas.
En las novelas juven iles cuando está p resente es p ara resaltar su importancia en la
formación d e la p ersonalid ad de adolescentes y jóvenes, como ocurre en La estrella d e la
mañana, Dormido sobre los espejos o Una (simple) historia de amor.
Como contravalor se manifiesta cuando el jov en no entiende las relaciones de p areja
si no es sometiendo a la chica a sus dictados (Noche de viernes), o cuando, p or diferentes
motivos, el desamor, el rech azo o la violencia ocup an su espacio entre los miembros de la
pareja: Regreso a La Habana o Sin tiempo para soñar.
Mucho amor y comp rensión piden los p ersonajes de Sierra i Fabra mermados de
algunas facultades físicas o mentales, co mo ocurre a Chelsea Thomas en La niña qu e no
podía reír o a Pablo, p rotagonista de Mis hermanos y yo.
También las p ersonas que sufren algún daño p sicológico deben reorgan izar sus
vidas, p ara lo cual necesitan un nuevo patrón que les ay ude a sup erar los inconven ientes y a
adap tarse a su nueva realid ad, como refleja El dolor invisible.
Una buena autoestima, así como la amistad y las buenas co mp añías van a favorecer
la vida emocional de las p ersonas y Sierra i Fabra, consciente de ello, mu estra en algunas
obras su imp ortancia p ara sup erar diferentes problemas en Seis historias en torno a Mario,
Campos de fresas, El niño que vivía en las estrellas, La música del viento…Los p ersonajes
que carecen de una buena autoestima y no cu entan con el ap oy o afectivo necesario
sucumben ante problemas que alteran su mente.
Los valores socioculturales hacen referencia a factores tan disp ares como la familia,
la guerra, la p az, el racismo y toda manifestación de v iolencia que afecta a las personas,
animales o cosas.
Sierra i Fabra trata la familia como un factor fundamental en la formación del
individuo, es decir, co mo el p ilar básico en la v ida d e la p ersona y para él está tan asumido
496
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
el p ap el a desemp eñar p or aquella y su trascendencia, que hasta los seres creados p or el
hombre con inteligencia artificial desean constituir la suy a prop ia, como ocurre en Martes
XXIII, Las voces del futuro o Tres (historias de terror).
Este hecho no indica que las familias descritas en sus libros sean idílicas ni sean
tenidas siemp re como modelos sociales. Para resaltar el valor de la familia como p iedra
angu lar en la construcción de la p ersonalidad de niños y jóvenes, el autor presenta familias
que favorecen y p otencian los valores p ositivos, junto a otras que rep resentan su valor
op uesto, es decir, modelos de familias desestructuradas o inexistentes en El último set,
Retrato de un ado lescente manchado o El rostro de la multitud.
Y siemp re ap uesta p or una forma de vida en p az con todos y con todo, es decir,
sentirse y formar p arte de una sociedad solidaria con los más débiles, que resp ete las
normas democráticas establecidas, las ley es que rigen el sistema de gob ierno, el medio
ambiente, la flora y la faun a, en suma, resp etuosa con la Naturaleza.
Además, se muestra sumamente crítico con los comp ortamientos que alteran la
normal conviv encia, p orque sus p rotagonistas anhelan disfrutar p lenamente de la vid a. Por
eso critica abiertamente la guerra y las circunstancias tan funestas que acarrean a la
población que las p adece, la utilización de armas devastadoras como las minas
antip ersonas, el alistamiento de niños en ejércitos regulares o de los grup os p aramilitares, y
la p ersecución de cualquier p ersona p or sus ideales. En obras co mo El soldado y la niña,
Donde el viento da la vuelta o Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas.
Tamp oco deja de manifestarse contra la esclavitud, la exp lotación infantil, el
maltrato a p ersonas y animales, la insolidarid ad, etc., en títulos como La p iel de la
memoria, La música del viento o Aydin. Al igual que se ocupa de las consecuen cias de un
acto terrorista en El tiempo del olvido, o de los denominados “desparecidos” argentinos y
chilenos en las págin as de La memoria de los seres perdidos, El peso del silencio o Víctor
Jara.
497
José R. Co rtés Criado
Igualmente trata el tema del racismo en otras obras, en cuy as p áginas tienen cabid a
personajes venidos del norte d e África que sufren y p adecen al atravesar el Estrecho en una
patera y desembarcar en un p aís extraño donde d eben cumplir una serie de normas que a
veces no les son favorables o no las quieren acep tar, como se refleja en Frontera y Noche
de luna en el Estrecho; o recurre al humor p ara tratar la d iscriminación de las p ersonas que
son distintas, en obras como Cabello blanco en cabeza peluda.
También refleja la violencia urbana en numerosas obras ambientadas en ciud ades
actuales como No che de viernes, Los espejos de la no che o Sin tiempo para soñar.
Resp ecto a los valores ideo-racionales, se ha de resaltar en que la razón es el motor
de la vida del ser humano, y en ella basa Sierra i Fabra sus obras, p ues, sin el raciocinio, la
humanidad no progresa, p ero no p or ello obvia la imp ortancia de la imp rovisación y de la
no racionalid ad del ser hu mano en determin ados momentos de su vida, y su imp ortancia en
el deven ir de la human idad.
Para nuestro escritor, si el ser humano únicamente p ensase de forma racional sería
semejante a cualqu ier máquin a dotada d e inteligen cia artificial, p ero afortunadamente las
personas disp onemos de una chisp a de energía no racional que marca las diferen cias entre
nosotros.
Se llega a esta afirmación d esp ués de demostrar que las máquinas inteligentes
creadas por el hombre no p rogresan en conocimientos si el hombre no introduce en sus
programas los datos p ertinentes, p ues son incap aces de p lantear una solución novedosa a
una cuestión no reco gida en sus arch ivos, como qued a reflejado en la trilo gía El ciclo de las
Tierras.
No hay duda de que el conocimiento es la base de toda instrucción, y que sin él no
es p osible el p rogreso de la human idad, p ero además el autor da gran imp ortancia a la
exp erien cia como generadora de sabiduría y al afán por adquirir conocimientos nuevos que
mitigu en la atracción p or lo desconocido de las p ersonas.
498
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
La curiosidad es la base de todo p rogreso, sin ella el ser humano no se platearía
nuevos retos ni nuevas metas a conseguir, sería igual que las máqu inas o los animales
carentes de interés p or descubrir nuevos camp os del saber. Muestra de ello se en cuentran en
La nave fantástica, Relatos galácticos o Los eleg idos.
Aunque no siemp re el ser humano busca la verdad o nuevos conocimientos p ara el
bien de la hu manid ad; hay veces en que utiliza sus descubrimientos en beneficio prop io o
para destruir a sus enemigos sin imp ortarle el p roblema creado al conjunto de la socied ad;
tales casos se reflejan en Marte XXIII o Las voces del futuro.
Pero el conocimiento no h a de serv ir únicamente p ara crear máquinas inteligentes
que ay uden al ser humano en sus tareas, sino p ara formar a todo aquel ser vivo que se
considere p ersona, p uesto que sin conocimiento no hay instrucción p osible, y sin esfuerzo
tamp oco hay formación.
Sierra i Fabra considera imp rescindib le la figura d el profesor, tanto por su sabiduría
como p or su experiencia, en toda sociedad que p retenda educar a sus miembros jóv enes;
por ello, el p rofesor, maestro o p ersona may or con una excelente formación cultural están
presentes en El asesinato d el profesor de matemáticas, Rab ia, Las Furias, La b iblioteca de
los libros vacíos, entre otros títulos.
También el escritor es un p ersonaje clave en sus obras; normalmente es una persona
amable, culta, que no duda en ay udar a los jóven es que desean dedicarse a la literatura
creativa. Se p uede comprobar en las páginas de El fabuloso mundo de las letras, El último
verano miwok, Rabia, El hombre que perdió su imagen y Donde el viento da la vuelta,
entre otros títulos.
Junto al escritor está p resente en numerosas obras el p eriodista, p ersona que
antep one los intereses p rofesionales a los p ersonales, ded icándose al p eriodismo de
investigación y desdeñando el sensacionalismo de la p rensa denominada amarilla en Las
499
José R. Co rtés Criado
chicas de a lambre, Tiempo muerto, Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas o En
un lugar llamado guerra.
Pero no sólo de razonamiento y educación se constituy e la mente humana, también
los sentimientos creativos ay udan a formar una mente equilibrada, y uno de ellos, la
música, es fundamental al respecto. La música es elemento destacado en obras como Mi
primer libro de Ópera, La balada de Siglo XXI, Concierto en sol mayor, o El joven Lennon;
en clav e de humor, también lo es en Cuando los genios andan sueltos.
Los valores anímicos- esp irituales no están desarrollados en n in gún libro concreto de
los analizados como lo están el tema d e la gu erra o las dro gas, p ero sí están p resentes en las
actitudes y manifestaciones verbales de algunos p ersonajes.
Sierra i Fabra ap uesta p or una sociedad futura donde los diferentes dioses y la
multitud de confesiones existentes actualmente han d esap arecido. En sus obras ambientadas
en los p róximos siglos, n in gún p ersonaje manifiesta creencias en dioses n i está adscrito a
iglesia alguna.
Cuando cualqu ier p ersonaje se refiere a determinadas cu estiones religiosas, éstas
son consideradas como un fenómeno del p asado, como algo curioso que esa sociedad
basada en la razón, ni estima ni n ecesita.
Aunque nuestro autor no dedica esp ecial atención al tema religioso, ni manifiesta un
interés esp ecial p or ningún grup o de crey entes, de la lectura de sus obras trasciende su
formación judeocristiana.
En Los elegidos se vislumbran ciertas similitudes, -nombres, orígen es-, entre
personajes de la Historia Sagrada d el Cristianismo y algunos p ersonajes. Por ejemp lo, el
primer ser creado en la nav e espacial se llama Adán.
500
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Jesucristo, Adán y Eva, Sodoma y Gomorra, Armagedón, son p ersonas y lugares
citados ...en un lugar llamado Tierra, p rimera p arte de la trilo gía titulada El ciclo d e las
Tierras. Y en El dolor invisible se reco ge que Jesucristo era del signo zodiacal Escorp io.
Asimismo, la p alabra Dios es utilizada frecuentemente como exclamación p uesta en
boca de numerosos p ersonajes, aunque muchos otros la pronuncian p ara invocarlo en
trances difíciles de sus vidas como en Malas tierras.
Es necesario destacar que una de sus protagonistas es monja, -La voz interior-, se
trata de la p rofesora de un internado p ara señoritas.
Este p ersonaje tiene características p eculiares que la diferencian del resto de sus
hermanas, p ues no suele silenciar sus discrepancias con la hermana sup eriora, es hija de
hipp ies y llegó al celibato p or voluntad p rop ia desp ués de tener un amp lio conocimiento del
ser humano, de sus virtudes y de sus defectos.
En Kaopi, en El último verano miwok y en La piel de la memoria se hacen
referencias a creencias primitivas y a formas de p ensar que hoy se consideran arcaicas.
Kaop i tiene como dioses el Gran Señor, el Señor del Día, la Señora de la Noch e y
sus p rincip ios religiosos son muy p rimarios. Tortuga Veloz, en la segunda obra anotada,
cita como animales sagrados al Coy ote, al Cóndor y al Halcón de la Pradera; el p rimero es
padre del segundo, y éste del tercero. En la tercera nov ela, M ay ele cuenta que su madre
vaga p or las estrellas, más allá de la razón, p or la Paz Eterna.
Cuando el autor enmarca su obra en la India, p or ejemp lo, refiere determin adas
celebracion es religiosas como la llevada a cabo en el temp lo de M eenakshi, en la ciudad de
Madurai, referidas al d ios Shiv a y a las diosas Parvati y Kali.
Si hace referen cia al Islam, comenta las creen cias de sus seguidores y nombra
algunos de los p receptos religiosos p or los que se rigen, o critica los asp ectos más
501
José R. Co rtés Criado
intransigentes de los crey entes musulmanes, esp ecialmente aqu ellos que afectan a la
convivencia democrática, o atentan contra la libertad de la mujer -ablación del clítoris-,
como se refleja en Frontera.
La p reocup ación p or el más allá, p or nuestro origen y las dudas sobre la existencia o
no de otra vida distinta a la terrenal, es decir, las dudas que h an invadido al ho mbre desde la
noche de los tiemp os, las reflejan diferentes protagonistas, incluso el águila, en La reina de
los cielos, y el tigre en Los tigres del valle: ambos p iensan en la otra vida y en el cielo.
Por último, se ha de resaltar que en toda su obra se manifiestan sentimientos de
solidaridad, fraternid ad, amistad, etc., los cuales trasciend en las relaciones p ersonales p ara
transformarse en un ideal de v ida qu e favorece la conv ivencia entre los seres humanos y la
de éstos con el resto de los seres que p ueblan el p laneta, otorgando a las p ersonas la
dign idad suficiente p ara sentirse en p az consigo mismo y con los demás.
Sierra i Fabra insiste en sus relatos que la Tierra está viva, qu e los seres vivos somos
unos p arásitos dep redadores, y que si no ponemos coto a nuestros desmanes p ronto
habremos de llorar p or ella y p or nuestra existencia.
502
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
5.- CONCLUS IONES.
El estudio ap roximativo a la sociedad esp añola entre 1983 y 2003, realizado en el
primer cap ítulo de este trabajo, refleja el p roceso de transición qu e llevó a cabo la sociedad
esp añola desp ués de concluir el régimen franqu ista, tanto en el ámbito p úblico como en el
privado.
Se in icia este trabajo en el año 1983, con un a buena noticia cultural para los
esp añoles: p or primera vez la industria de Hollywood concedió un Oscar a una p elícula
esp añola: Volver a empezar, dirigida p or José Luis Garci.
La fecha qu e marca el fin d e este trabajo, año 2003, coin cidió con un a noticia d e
enorme rep ercusión en la vida española y en la del resto de p aíses del p laneta: una co alición
de p aíses liderados p or los Estados Unidos invade Irak y derroca a su p residente Saddan
Hussein.
503
José R. Co rtés Criado
Otros hechos imp ortantes modificaron la sociedad esp añola durante ese espacio de
veinte años: se asienta la d emocracia en Esp aña a p esar de los atentados terroristas y de los
temores a una involución p olítica, además el p aís pasa a formar parte de la Comunidad
Económica Europ ea y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Y se celebraron dos grandes eventos de alcances mundiales en el p aís: la Exposición
Universal, en Sevilla, y las Olimp iadas, en B arcelona. Corría el año 1992.
En las dos décadas analizadas ocurrió también que el Partido Socialista Obrero
Esp añol, gobernante desde 1982, cedió el p oder al Partido Pop ular tras su triunfo en las
elecciones de 1996.
Los dos p rimeros cap ítulos de este trabajo sirvieron p ara an alizar la socied ad
esp añola de finales del siglo XX , p restando esp ecial interés a las transformaciones más
llamativas: la transición d emocrática y el establecimiento de la las libertades, y los cambios
que estos acontecimientos p rovocaron resp ecto a: la estructura familiar, los servicios
sociales, los hábitos de los esp añoles, la educación, los movimientos migratorios, la
convivencia multicultural, el pap el desemp eñado p or la mujer en la sociedad actual, las
modificacion es en la forma de p ensar de los ciudadanos esp añoles de hoy , las creencias
religiosas y los progresos en las tecnología.
Actualmente estas rep ercusiones entre sectores sociales h an saltado las fronteras
nacionales e influy en en cualquier otro p aís, gracias a lo que se ha dado en llamar
glob alización. “La revolución tecnológica. El ab aratamiento de las comunicaciones. La
comp rensión de la d istancia. Son elementos de la mundialización”
1287
que han cambiado la
vida a millon es de seres humanos.
Gracias a la globalización se han in corporado más de 3.000 millones d e p roductores
y consumidores al mercado mund ial, permitiendo que algunos p aíses salgan d e la miseria
-sudeste asiático-, mientras otros están condenados a la misma.
1287
504
ORT EGA, Andrés: “ Un mundo global”, El País Especial 30 años, 04/05/06, p. 294.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Al igual que la guerra fría fue un gran reto p ara el mundo, hoy lo es la
glob alización. Su desafío es garantizar que cada vez se beneficien más p ersonas y no
queden bolsas de desfavorecidos en el planeta.
Como las alteraciones en el ámbito de trabajo repercuten en el conjunto de la
ciudadanía, también se ded ica una p arte de esta investigación a la imp ortancia que tuvo la
incorp oración de la mujer al mundo laboral y a la llegada de numerosos inmigrantes a
Esp aña, dada la trascenden cia qu e ambos factores han tenido en nuestra sociedad.
La incorporación d e la mujer al trabajo fu era del ho gar fue una revolución que alteró
la vida familiar, los háb itos de consumo, las relaciones familiares, la conviv encia entre
distintas generaciones, y, p or sup uesto, la vida d e los niños y jóvenes, amén de p rovocar un
descenso notable del índice de natalidad, e indu jo la necesidad de disp oner de servicios
sociales ad ecuados a las nuevas circunstancias.
Estas transformaciones afectaron a todos los segmentos de la sociedad española y
esp ecialmente a los jóvenes, que v ivieron en un a sociedad muy distinta a la de sus
progenitores.
Los cambios sociales sufridos en nuestro p aís sirvieron p ara mejorar la calidad d e
vida de sus hab itantes; esas mejoras alcanzaron un alto niv el, d esconocido p or las
gen eraciones anteriores.
Esp aña pasó de ser un p aís de emigrantes a otro que recib e continuamente
inmigrantes, de estar constituida p or familias numerosas de tradición patriarcal donde
conviven varias generacion es familiares a otras donde la familia se redu ce a tres o cu atro
miembros, abundando las p ersonas que viven solas o las constituidas p or un adulto y un
hijo o p or varios adultos que comp arten hijos de anteriores uniones sentimentales.
505
José R. Co rtés Criado
Y, desde luego, en ese período se notaron grand es transformacion es en la economía,
hecho que lleva emp arejado el acceso al mundo del consumo, p ues vivimos en un p aís
cap italista donde p rima el desp ilfarro y la pasión por comp rar, considerándose hoy un
triunfador a quien lo gra cuantiosos in gresos económicos.
Uno de los cambios a tener en cuenta en este esp acio de tiemp o es el hecho d e
alargar el número de años de las diferentes etap as marcadas p or la psicología evo lutiva en
el desarrollo del ser hu mano.
En la década de los ochenta la adolescencia y la juventud eran p eríodos de tiemp o
breves en comparación con la duración actual, p ues si antes se consideraba adulto al
hombre cuando acab a el serv icio militar, y se indep endizaba de su familia p ara constituir un
nuevo hogar, hoy se es joven pasados los treinta años y cada vez es más raro que antes de
esta edad se abandone el ho gar p aterno y se cree una nueva familia.
Actualmente la familia ha d ejado de ser la célula p rincip al d e nu estra sociedad p ara
convertirse en el refu gio donde recalar p ara descansar y rep oner fuerzas. Como la familia es
mucho más p ermisiva, fiel reflejo de la sociedad en general, los jóvenes no necesitan
casarse para tener libertad d e mov imientos, disp oner de un esp acio p ropio en el ho gar
familiar o mantener relacion es sexu ales.
Todos los cambios p olíticos han afectado al comp ortamiento de los jóv enes, aunqu e
la may oría de ellos no se sienten identificados con la clase p olítica y se desentienden d e los
problemas de esta índole; suelen sentirse indiferentes a las convocatorias electorales y si
optan p or militar en alguna organización, p refieren hacerlo en una ONG antes que en un
partido político tradicional.
Incluso socialmente se considera que por el hecho de ser jóvenes, son transgresores
de las normas imp uestas p or los adultos en cuanto a formas de vestir, hábitos de diversión,
consumo de alcoho l, tabaco y demás dro gas; pero al mismo tiemp o son respetuosos con las
normas sociales imp uestas en cuanto al acceso al mundo laboral, aun sabiendo que la feliz y
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
comp laciente sociedad donde viv en no les facilita el acced er a un puesto de trabajo digno
en excelentes condiciones laborales.
Los jóvenes si consigu en un puesto de trabajo a tiemp o parcial o un subemp leo
perciben un salario tal que no les p ermite indep endizarse de sus familias y crear un nuevo
hogar aunque sí disp onen de los in gresos suficientes para cubrir sus gastos diarios, pero los
de manutención sigu en corriendo a costa de sus p adres.
Igualmente se observa que los ado lescentes y los jóvenes son grandes consumidores
de ocio, gracias al p oder económico de sus progen itores; p or eso son objeto de camp añas
publicitarias incitándolos a en grosar las filas de los que d esconocen cualqu ier forma de
divertirse si no es p agando p or ese servicio.
Todos estos cambios han modificado el comportamiento de adolescentes y jóvenes
que se sienten inco mp rendidos, faltos de exp ectativas laborales, a p esar de ser considerados
la gen eración mejor p rep arada de nuestra sociedad, culp ando de ello a la sociedad en su
conjunto.
Ante ello, la sociedad actual necesita p ersonas formadas moralmente p ara que su
conducta gen ere una convivencia p acífica y solidaria, y es p reciso educar a los niños,
adolescentes y jóvenes, p uesto que el acto de v alorar es racional y p rivativo del ser
humano, éste p uede “atribuir un valor a lo que no lo tien e, o preferir un valor inferior a otro
sup erior, y así hacer malas valoracion es”
1288
.
Los valores que p romulgaba la socied ad española al inicio de la década de los
ochenta no son los mismos que se prop ugnan al inicio del siglo XXI, p orque todos los
acontecimientos sociales y p olíticos coady uvaron a la formación de unos nu evos modelos
sociales y p or consiguiente, una nuev a escala de v alores.
1288
QUINT ANA CABANAS, José María: Teoría de la Educación…, cit., p. 274.
507
José R. Co rtés Criado
Por otra parte, gracias al p rogreso habido en el campo científico, la calidad de vid a
en Esp aña y los servicios médico-san itarios han mejorado consid erablemente el estado de
salud de toda la población, p or citar dos ejemplos.
La vida de los hombres ha cambiado considerablemente gracias a los avan ces
esp ectaculares llevados a cabo en el cono cimiento del genoma de muchos seres, incluido el
humano: “las mejoras en higiene y medicina h an alargado la vida en los p aíses
desarrollados hasta los 80 años. Y y a se habla de qu e los actuales bebés p uede que cump lan
1289
los 100”
.
Del mismo modo, la revo lución consumada en el camp o de las telecomunicaciones
ha modificado la conducta de los españoles, p ues se ha p asado de disp oner de una sola
cadena de televisión y un número reducido de emisoras de radio a recibir en casa
innumerab les canales, tanto televisivos como radiofón icos, los cuales emiten las
veinticuatro horas del día ininterrump idamente y en cualquier idioma.
Para Vattimo, “el intensificarse d e los fenómenos comun icativos, el acentuarse de la
circulación informativa hasta llegar a la simultaneid ad de la crónica televisiva en d irecto (y
a la "aldea global" de M cluhan) no rep resenta sólo un asp ecto entre otros de la
1290
modernización, sino, d e algún modo, el centro y el sentido mismo de este p roceso”
.
Nuestra sociedad v ive actualmente cambios de un a enorme magn itud, p ropios del
fin de una ép oca e inicio d e otra, y a pesar d e la eliminación d e barreras en el terreno d e la
comunicación, se enfrenta a un a realid ad objetiva muy p reocup ante, “la dificultad p ara
comp render lo que sucede frente a la gran cantidad de información disp onible”
1291
.
May or transformación es la p erp etrada en la comunicación entre p ersonas debido al
avance en la telefonía. Los jóvenes de la década d e los ochenta no p udieron comunicarse
1289
1290
1291
508
SAMPEDRO, Javier: La batalla por alargar la vida”, El País Especial 30 años, cit., p. 266.
VATTIMO, Gianni: La sociedad transparente, B., Paidos, 1990, p. 93.
DÍAZ-AGU ADO, María José: Educación intercultural y…cit., p. 20.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
telefónicamente entre sí desde cu alquier lu gar, p orque ni existían ap aratos de telefon ía
móvil, ni era p osible disp oner de un aparato telefónico p or cable en todos los hogares
Nadie p odía sospechar hace treinta años, cuando se instaló el p rimer teléfono en un
automóvil, que ese invento iba a revolucionar el mundo. “En los ochenta mod eló la estamp a
del “y upp i” y en los noventa llegó a todos los bolsillos. Hoy la revolu ción viaja en
mensajes cortos y las p equeñas cámaras asaltan la intimid ad. Nadie desconecta” 1292.
Hoy todo p asa por el móvil: el ocio, el n egocio, el bien, el mal. Sirve p ara convocar
“botellones”, manifestaciones, recibir las notas de los exámenes, las citas médicas, ap oy ar
causas solidarias, grabar acontecimientos, etc., p ero sobe todo ha servido p ara estar
permanentemente localizado, y p ara que los p rofesionales no distingan entre trabajo y ocio.
Si revolucionario ha sido el avan ce en la telefonía móv il, aún lo es may or el uso de
Internet en nuestra socied ad. Para numerosos p rofesionales de la educación, “Internet es,
posiblemente, el recurso edu cativo más formidable de la historia de la Humanid ad”
1293
.
Los cambios de la tecnolo gía continúan siendo vertiginosos en todos los camp os, no
sólo en el de las comunicaciones. El progreso ha ido unido a los avances tecnoló gicos, así
como a la cultura de emp leo de esa tecno lo gía. “El futuro consiste en lo grar mejores medios
1294
y una cultura p ara saber ap rovecharlos”
.
Se h a d emostrado que la carencia d e equ ip amientos de tecno lo gía digital es un
factor p rimordial de retraso en determinadas sociedades, p ero también lo es el no poseer la
formación cu ltural que facilite el uso de aquella, p orque el p rogreso no está sólo en los
aparatos.
1292
1293
1294
DE QUEROL, Ricardo: “ No sin mi móvil”, El País Especial 30 años, cit., p. 251.
DELL SEGURA, Jordi: Entrevista, Andalucía Educativa, nº 36, 2003, p. 37.
DELCÓS, T omás: “El imperio de la tecnología”, El País Especial 30 años, cit., p. 246.
509
José R. Co rtés Criado
Todas estas transformaciones sociales afectaron al conjunto de la ciud adanía y
esp ecialmente a los jóven es. Los hábitos de éstos se vieron alterados resp ecto a los de sus
may ores, p ero ni ellos pudieron atisbar los grandes cambios que se iban a d ar entre aqu ellos
y los jóvenes españoles actuales.
Hoy la juventud es un segmento de la p oblación muy tenido en cuenta y hasta
envidiado p or su vitalidad, lozanía y empuje. Está de moda ser joven p ara vivir
intensamente, disfrutar, gozar y ser libre; así intentan hacerlo creer las grand es marcas de
consumo de rop a, alimentos o comp lementos.
Ante los grand es cambios sociales la p oblación debe de adap tarse. Normalmente las
relaciones se normalizan sin traumas, p ero a veces se p roducen fricciones que p ueden
solventarse fácilmente, o colisiones de may or calado que dificultan la conv ivencia entre
igu ales.
El mundo ofrece al hombre una m ultiplicidad de relaciones, que se presentan como
problemáticas, que constituyen para él un desafío en busca de una respuesta, y en esa
multiplicidad de respuestas que él m ism o da se va construyendo1295.
La educación ha de ser entendida como la formación de los elementos más jóvenes
de la sociedad en cuanto a conocimientos de cultura general y a valores éticos,
imp rescindibles p ara una conviven cia demo crática. Para evitar d esarreglos sociales toda
comunidad se dota de unos recursos que favorezcan la reducción de enfrentamientos
insalvables entre sus miembros y nada mejor para consegu irlo que educar a la p oblación.
Resp ecto a la educación se ha d e record ar que desp ués de dos décadas de mejoras
escolares, en el año 2003 d esap areció p rácticamente el an alfab etismo y las univ ersidades
vieron aumentar continuamente la demanda de nu evas p lazas.
1295
510
2
ECHEVARRÍA, J. Javier: Escuela y concientización, M., Zero, 1976 , p. 10.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Como recuerd a el filósofo Emilio Lledó: “la edu cación es la b ase de una socied ad
igu alitaria, sin este ideal no es p osible la democracia. No p odemos renunciar a esa
lucha”
1296
.
La suma d e todos estos acontecimientos comentados ha transformado Esp aña, que
es hoy el p araíso p rometido p ara numerosos inmigrantes tanto de América como de África
y de la denominad a Europ a del Este.
Prep arar a la ciudad anía p ara viv ir armón icamente en este nuevo con glo merado en
que se han constituido las sociedad es actuales es una tarea p rimordial. Si se fracasa al
construir un espacio común, dond e todas las personas se sientan p arte integrante d el mismo
y comp artan tanto resp onsabilidades como derechos, no habrá conv ivencia.
Los cambios llevados acabo en el camp o educativo han sido de cantidad y de
calid ad. Se h a mejorado la red de centros, la dotación material, económica y humana d e los
mismos, las ay udas a las familias necesitadas, el currículo esco lar, entre otros asp ectos.
Por otro lado, la imp ortancia de los valores éticos o morales ha ocupado gran p arte
de las discusiones resp ecto a la educación en nuestro p aís, prueba de ello son los llamados
temas transversales que se han imp artido y se siguen imp artiendo en las aulas esp añolas.
De esta preocupación por formar al ciudadano de finales del XX y p rincipios del
XXI en la nueva sociedad, que los poderes p olíticos y , sobre todo, los económicos han
configurado, se ha o cup ado también Literatura Infantil y Juvenil qu e se sintió en la
necesidad de colaborar con el proy ecto educativo nacional y sup o ver un camp o de nuevos
lectores en los centros educativos.
Al eco de los temas transversales, determin ados autores dedicaron su afán creativo a
potenciar una literatura cargada d e tintes didácticos, a v eces más p reocup ada p or transmitir
determinadas id eas educativas que p or la creación literaria.
1296
LLEDÓ, Emilio: Entrevista, El País Especial 30 años, cit., p. 406.
511
José R. Co rtés Criado
Otros autores continuaron en su línea creadora y p rofundizaron en sus ideales
resp ecto a una sociedad democrática, d ejándose impregnar p or el rep unte de los valores
éticos y de los p roblemas que la evolución psicológica p lantea en niños, adolescentes y
jóvenes.
Los cambios sufridos p or la Literatura en general, y esp ecialmente en la
denominad a Infantil y Juvenil, se advierten especialmente en la obra de Jordi Sierra i Fabra
Durante la década de los och enta se relativizaron los valores en la Literatura Infantil
y Juvenil, y las novelas de corte realista se limitaron a constatar la realid ad.
El tratamiento de los valores sufrió ciertos cambios resp ecto a décadas anteriores,
aquellos afectaron a la d efensa del sentido de la vida, al derecho a ser diferentes, al
pacifismo, y a la manera de resolv er los conflictos sin rep resión.
Nuevos y viejos temas acap araron los textos infantiles y juveniles: los camb ios en la
familia, la exp lotación de la sociedad industrial, la democracia, todos ellos condujeron al
lector hacia un indiv idualismo menos co mbativo que en la década anterior.
Los años noventa llegaron rep letos de multiculturalidad, memoria histórica, y
conflictos p sicológicos, buscando siemp re una gran verosimilitud de las historias; p ara
poder conseguirlo, los autores recurrieron con frecu encia a la narración en primera persona,
cediendo la voz a los p rotagonistas en un intento de emb aucar al lector con la h istoria a fin
de conseguir una p lena id entificación con el texto y así “cazar al lector para introducirlo
dentro de la obra sin que h ay a reflexión sobre aquello que lee” 1297.
En esta década, las novelas juveniles se organizaron sobre la base de cap ítulos
cortos que finalizaban con alguna interro gación o sembraban la incertidumbre en el lector
1297
LLUCH, Gemma: “Los noventa, ¿nuevos discursos narrativos?”, en VV. AA.: Literatura para cambiar el
siglo, cit., p. 65.
512
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
para incitarlo a continuar la lectura. Se trata de textos claramente cinematográficos: los
autores saben que su p úblico nació y se educó con la televisión, el cine y los videojuegos.
Los escritores comenzaron a p rescindir de largas descrip ciones o párrafos
narrativos; p refirieron incluir abundantes diálo gos a b ase de frases cortas y expresiones
coloquiales -a imitación de la len gua oral-, p ara conseguir una id entificación lectorprotagonista.
Según Gemma Llu ch, la estructura narrativa p rototípica en la LIJ de esta décad a
suele tener finales abiertos, los tiempos verbales más utilizados p or el narrador están en
pasado, la historia p rogresa linealmente con discursos directos, viéndose alterad a p or
alguna anacronía p arcial.
Jordi Sierra i Fabra no es ajeno a estos cambios, y en sus libros encontramos
multitud de temas transversales o valores morales, que si bien nunca ap arecen como
moraleja o imp osición al lector, el mensaje llega de forma clara a sus lectores, la may oría
de las veces p or boca de alguno de sus jóvenes p rotagonistas, otras, p or simp le deducción
de lo leído.
En su biblio grafía se localiza una multitud de temas dirigidos a n iños, ado lescentes,
jóvenes o adultos, siemp re escritos desde la honradez p rofesional que avala su quehacer
literario.
Buena p arte de su p roducción presenta la literatura como imitación d e la vida, y a
los jóvenes co mo seres cap aces de atravesar una serie de etap as que les ay udarán a
conocerse a sí mismos; esta novela de formación tiene como tema “el desarrollo de la vida
de un individuo y su autorrealización ”
1298
.
Sus p rimeras obras están saturadas de música, ese es el marco donde mejor se
desenvuelve un antiguo crítico musical como fue él; p osteriormente sus p áginas mostraron
1298
SCHWANIT Z, Dietrich: La cultura. Todo lo que hay que saber, B., Suma de Letras, 2005, p. 18.
513
José R. Co rtés Criado
chicos jóvenes, semejantes a sus lectores, con p roblemas de identidad o de adaptación; p or
último son las chicas las que p rotagonizan la may oría de las historias actuales.
De su época de p rotagonistas masculinos se p ueden destacar títulos como Nunca
seremos estrellas del rock, Viernes noch e, Seis h istorias en torno a Mario, Benezén el
pescador, Las alas del sol, Dormido sobre los espejos.
Son p rotagonistas femeninas las qu e hacen acto de presencia en: Sin tiempo para
soñar, Frontera, Sietecolores, El rostro de la multitud, La niña que no podía reír, Las
chicas de alambre.
Ambas listas serían demasiado extensas si se anotasen todos los títulos afectados,
dada la amp lia producción literaria d e este creador.
Los p roblemas abordados en el conjunto de su obra se refieren a temas sociales, el
consumo de dro gas y alcohol, la conv ivencia familiar, la adopción, la ecología, la
solidaridad, el comp añerismo, la amistad, el amor, abarcando incluso al futuro, reflejando
cómo p uede ser la vid a de la especie humana cu ando transcurran varios siglos.
Al mismo tiempo, las tramas de sus historias comienzan a desarrollarse en p aíses y
continentes distintos al nuestro, ocup ándose de temas candentes como la explotación
infantil, los n iños soldados, los gob iernos dictatoriales, los huidos d e sus p aíses de origen o
las matanzas de indígen as sudamericanos.
De la importancia de su obra da fiel testimonio el h echo d e haber vendido hasta hoy
casi ocho millones de ejemp lares. De la p reocup ación p or la ética, su interés en denunciar
todo aquello que atenta contra la p ersona y su dignidad, contra la naturaleza y el medio
ambiente, contra la p az, la amistad, la convivencia, la justicia, la solid aria, y el resp eto a
todo ser vivo y al p laneta Tierra.
514
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
En sus novelas también se refiere al futuro del hombre y las máqu inas, a la
convivencia entre ambos y a la relación del hombre con su dimensión esp acio-temp oral.
Igualmente p ropone un alegato a favor del legado de las extinguid as tribus indias d e
Estados Unidos como se ocup a d el escritor y del niño que qu iere serlo, de la v ida d e un
águ ila o un a ballena, d e las relaciones familiares, de las rivalidades entre hermanos, de la
violencia urbana, de las drogas sintéticas -su tráfico y adicción-, de los okupas, de la
amistad, entre otros múltip les temas.
Incluso se ocupa de los desap arecidos bajo las dictaduras militares chilen a y
argentina, de los refugiados del mundo -esos seres desp lazados por las guerras-, de la
llegad a de inmigrantes en p ateras a nuestras costas, del llamado Tercer M undo, de los niños
esclavos, del racismo, d e intoleran cia, y de la libertad.
Muestra también su p reocup ación p or los p eligros que traen consigo el mal uso de
las nuevas tecnolo gías, la vida de los genios infantiles y de las tops models,
la salud, las especies en p eligro de extinción, y , sobre todo, el resp eto que siente p or la
Historia, otras culturas, los jóvenes, la música, el cine, la televisión y el humor.
Jordi Sierra i Fabra p resta una esp ecial atención a los n iños, posiblemente p or ser el
eslabón más débil d e la caden a humana, y son p rotagonistas en muchas de sus historias,
cobrando esp ecial relevancia su p resencia en una obra editada con posterioridad al p eríodo
que me ocup a: Material sensible. Cuentos crueles 1299 .
Resp ecto a la técnica narrativa emp leada p or Sierra i Fabra se ha de reiterar que es
un autor difícilmente catalo gable p or la variedad de registros que utiliza en sus obras, p ero
sí se p uede anotar que suele escribir en tercera p ersona, p orque el narrador omnisciente le
permite gobernar p lenamente a los p ersonajes.
1299
SIERRA I FABRA: Jordi: Material sensible. Cuentos crueles, M., SM, 2005.
515
José R. Co rtés Criado
Nuestro autor se sabe p oseedor de la clav e en todas sus obras, p ues es el creador d e
un mundo p oblado p or seres vivos, en unos esp acios ideados por él, y además, cada
personaje reacciona -actúa, habla, p iensa- conforme su mente lo p laneó.
El hecho de ser el creador del p ersonaje no lo obliga a p resentarlo íntegramente
desde el co mienzo de la trama, ni a facilitar al lector más información de la necesaria;
pretende que la p ersona que lee se identifique con el p rotagonista y lo descubra p oco a
poco, conforme avanzan los hechos.
Mis personajes están m uy bien diseñados en m i cabeza, pero al lector le doy el m ínim o
exigible, para que los vea por sí mism o y se sienta aún m ás identificado con ellos1300 .
Sierra i Fabra ha manifestado en más de una ocasión qu e ser escritor le p ermite
conocer a los p ersonajes íntimamente, p orque tiene acceso a su alma y a su mente, cosa que
no es p osible en la vida real, donde es imp osible conocer qué p iensan las p ersonas que
conviven en nu estro entorno.
Los p rotagonistas siempre buscan algo en toda obra, para ello d iscurren p or la trama
intentando encontrar un amor, una esperanza o el fin de una p esadilla. A veces se mueven
por esp acios bien delimitados, como es el caso de Nunca seremos estrellas del rock, o no
necesitan un marco con referencias reales, como en El rostro de la multitud.
Si los p ersonajes p rincip ales están muy cuidados en sus obras, no p one menor
esmero en los secundarios, debido a la breved ad de su p apel y a la necesidad de marcar
desde un p rincipio sus cualidades. Éstos son, con frecuencia, el mejor amigo o la mejor
amiga d e los p rotagonistas, como se p uede comp robar en Rabia.
Todo su proceso creativo tiene una finalidad calculada d esde el p rincip io: consegu ir
que el lector se convierta en un aliado con el cual se pueda comp artir un secreto, y ése no es
otro que la historia escrita.
1300
516
Id., La página escrita, M., SM, 2006, p. 115.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
Juega con los lectores cuando les ofrece ciertos argumentos que excitan su
imagin ación, al mismo tiemp o que les escatima la información, ofreciéndola en pequeñas
dosis p ara acrecentar el interés en el desarrollo de la trama. Es muy conciso, intenta
desp ertar emociones en los lectores con muy pocas p alabras.
Piensa que una novela ha de ser muy ágil, no p erderse en divagaciones estériles, ni
en descrip ciones innecesarias, y avanzar cada vez más dep risa co mo si se deslizase p or una
pendiente muy inclinada, de tal forma, que el lector quede atrap ado p or la lectura y se
precip ite hacia el fin al sin p oder detenerse.
Ese final, tan ansiado por el lector ávido, suele ser in esp erado e inevitable, es un
arma secreta qu e se guarda el escritor hasta el último cap ítulo, donde se desvela en toda su
dimensión, creando sorpresa e inquietud en el lector.
La may oría d e sus finales son abiertos, p or lo que siemp re p uede surgir una segund a
o tercera p arte de cada historia, aunque no sea esa su intención, p ues cuando escrib ió una
trilogía la tenía p laneada d esde el mismo momento en el que creó su guión, p oniendo su
interés en que cad a lector recapacite sobre el final d e la h istoria leída y la recree.
Resp ecto al diálogo en sus obras, Sierra i Fabra h a dicho que “en una novela d ebería
ser suficiente el diálo go p ara conducirnos a través de su trama”
1301
. Para él, lo que digan los
personajes ha de ser ágil, breve, y servir p ara hacer avanzar el relato sin necesidad de la
intervención del narrador. No quiere en sus libros extensas p arrafadas que distraigan al
lector, ni conversacion es enrevesadas donde sea difícil distinguir quién es el autor de cada
parlamento.
Sabe qu e nin gún lector abandona la lectura mientras sigue las vicisitudes de la trama
por medio del diálo go entre los p rotagonistas, y utiliza esta arma con p rofusión, sobre todo
para cerrar los cap ítulos.
1301
Id., p. 253.
517
José R. Co rtés Criado
Otra de las p eculiarid ades manifiestas en sus obras es su p referencia p or las obras
corales, dond e numerosos p ersonajes ap ortan una gran agilidad al relato hasta que confluy e
en su desenlace, y asimismo presenta los temas desde diferentes p ersp ectivas p ara que el
lector saque sus conclusiones y p ueda manifestar una op inión p ersonal al resp ecto.
Para Sierra i Fabra, “una novela no es un p roblema que solucionar, sino un misterio
por descubrir”1302, p or tanto se dedicará a crear la estructura y el guión que sostengan la
trama desde el princip io hasta el final, donde esp era que cada una de las partes de la obra
resp onda a las exp ectativas depositadas en ella y su lectura sea igual a una sinfonía donde
no desafine nin guno d e sus comp onentes.
Nuestro autor considera muy imp ortante diseñar cada una de las escenas de la
novela que v ay a a escribir, considerando que ellas deben contener todos los in gredientes
necesarios p ara el go ce d el recep tor del mensaje, es decir, ha de estar esco gido el marco
adecuado p ara su desarrollo, la ambientación idónea, el ritmo p reciso, y la intensidad
adecuad a, debiendo crecer progresivamente hasta alcanzar un desenlace p leno de
emotividad.
Cuida mucho el p roceso creativo, no deja nada al azar, p ara ello elabora un gu ión
tremendamente detallado de la historia qu e va a contar, teniendo muy p resente todos los
detalles por nimios que p arezcan y sabiendo, desde antes de sentarse a escribir la novela,
qué contar y cómo contarlo.
Así p uede tardar cuatro años en reco ger información e inv estigar sobre las dro gas
llamadas de d iseño p ara luego escribir la obra en unos días, como o currió con Campo de
fresas.
La estructura de la obra es otro factor muy cuidado. Algunas están escritas
siguiendo el orden lineal, numerando los capítulos del p rimero al último, aunque tamb ién
1302
518
Id., p. 36.
El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
puede ser a la inversa, comenzar p or el cap ítulo ochenta y ocho y finalizar con el cero,
como ocurre en Seis historias en torno a Mario.
Malas tierras p resenta una estructura a tres bandas. Dos de esas historias han de
converger p ara que la tercera ten ga un final feliz. Donde el viento da la vuelta refleja, p or
un lado, un a historia de muerte y destrucción, co mo es la v ida d e la gu errilla gu atemalteca;
por otro, la imagen de un joven que busca un libro p erdido. Frontera, se p uede resumir
diciendo qu e se trata de una historia dentro de otra historia.
Como si de un arquitecto se tratase, Sierra i Fabra diseñ a cada uno d e sus libros con
gran p recisión, en él se p ueden encontrar capítulos trep idantes junto a otros que relajan la
tensión, bien p orque el p rotagonista no ap arece en él, porque reflexiona sobre algún
acontecimiento acaecido, o se vive una h istoria divertida dentro de la trama.
Muchas veces se ay uda de la organ ización de los capítulos para imprimir un ritmo
may or a la narración. Puede escribir cap ítulos muy breves, intercalando las dos o tres
historias que se desarrollan en paralelo, o marcar las secu encias de tal manera que el lector
siente esa inmediatez y angustia p or finalizar.
En El rostro de la multitud, cuando se acerca el desenlace d e la trama, los cap ítulos
se marcan con la hora y minuto en que se desarrollan los hechos, son muy breves, y a
veces, hasta cuatro de ellos tienen la misma hora, ind icando al lector que la historia se
sup erp one sin necesidad de dar exp licaciones.
Algunas de sus novelas p resentan un cuerp o de letra distinto p ara cada p ersonaje e
indican con el nombre de ellos cada cap ítulo donde son p rotagonistas, así se p uede leer en
Noche de viernes; recurre a los latidos p ara sep arar las diferentes partes en Donde esté mi
corazón; o a los términos p eriodísticos: p rimera edición, segund a edición, etc., en Un
hombre con un tenedor en una tierra de sopas.
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José R. Co rtés Criado
Otro factor importante p ara Sierra i Fabra es el título. En su amplia p roducción
literaria los hay de todo tip o, como ha dejado constancia en su obra La página escrita:
breves, Frontera; extensos, Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas; con el
nombre del p rotagonista, Ayd in; sin relación aparente para p rovocar la curiosid ad del lector,
Dormido sobre los espejos; lo suficientemente descriptivos como p ara centrar la trama, El
asesinato del profesor de matemáticas; p ueden contener motivos geográficos, Regreso a La
Habana; ser títulos definitorios, Donde esté mi corazón; ir cargados d e fantasía y magia, El
fabuloso Mundo de las Letras; ap ortar una dosis de romanticismo, 97 formas de d ecir te
quiero; ser secos y contundentes, Rabia; divertidos, Cuando los genios andan sueltos;
misteriosos: La puerta del Más Allá; p oéticos, Concierto en sol mayor; o inquietantes,
Retrato de un ado lescente manchado.
Puede escribir novelas de humor y aprovecharse de éste para realizar una crítica
social, así sucede en Cabello blanco en cabeza peluda; aunque la mejor muestra de humor
no se localiza en sus historias escritas, sino en las tiras cómicas p ublicad as semanalmente
por el diario El País -Pequeño País-, con el título Jorge…y el resto del mundo. El texto es
de Sierra i Fabra y las ilustraciones, de Rovira.
Si cu enta historias de terror es consciente de la dificultad que tiene a la hora d e
transmitirlo, p ues se trata de intuir el pánico más qu e de mostrarlo claramente, como o curre
en Tres (historias de terror).
Cuando crea nov elas románticas, sabe que no ha d e mostrar una felicid ad
permanente p orque aburriría a sus jóvenes lectores, p or eso la relación p uede sufrir
altibajos, aunque siempre sus finales muestran a la p areja logrando su prop ósito: vivir
juntos una nueva etap a de sus vidas, como se descubre en La estrella de la mañana o Una
(simple) historia de amor.
Al hacer uso de la fantasía p ueden surgir historias increíbles como la del señor que
pinta las nubes, o aquel otro que hace felices a sus vecinos con su sola p resencia, tales son
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
los casos de La fábrica de nubes o El extraordinario Félix Feliz. En otras ocasiones le
surgen narraciones futuristas, similares a las reco gidas en Relatos galácticos.
Para redactar novelas bio gráficas, el personaje h a de atraerle intensamente, y a que
suele p ergeñar historias cargadas de emocion es, como ha sido el caso de El joven Lennon,
Me llamo Gandhi, o Víctor Jara. Reventando los silencios.
En la actual etapa creadora de Sierra i Fabra predomina la novela realista. Según él,
debe ser escrita con un len guaje común y corriente similar al escuchado en la calle y
mostrar la realidad tal como la p ercibimos en la vida d iaria, p orque su finalidad es la
remover las concien cias dormidas e incitar al lector a tomar p artido ante las in justicias o
hechos deleznables.
Sierra i Fabra se considera un pacifista que luch a contra las injusticias p or medio d e
la escritura; sueña con un mundo sin fronteras donde la p alabra libertad no sea una mentira
piadosa.
A la p regunta de si cree en la revolución, formulad a p or dos lectores mexicanos,
resp onde afirmativamente: “Siemp re hay algo p or lo que luchar, p orque p or desgracia este
mundo es muy imp erfecto. Y no imp orta la edad, aunque la revolución p arezca cosas de
jóvenes. […] Soy p acifista. Y se p uede ser revolu cionario sin tener que emplear v iolen cias,
para eso están las p alabras, la cultura, los libros…”
1303
Indudablemente Jordi Sierra i Fabra ha ido progresando en su estilo literario, h a
mejorado sus cualid ades narratorias, y ha ido centrando su interés en contar historias que
obliguen a los lectores a recap acitar sobre determin ados asuntos candentes.
Ha manifestado continuamente, a través de su textos, un comp romiso con los más
débiles, proy ectando nítidamente su interés en crear una sociedad que valore en sus justos
términos todos los factores que v an a facilitar un a mejor convivencia en nuestro p laneta,
1303
Id., http://sierrai fabra.com/ant/seccion es/Sala_prensa/Curiosidades.php. (17/05/07)
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José R. Co rtés Criado
donde el resp eto, la libertad, la amistad, la solidaridad, la justicia, la fraternidad, en suma, la
vida, sea v erdaderamente mejor p ara todos y cada uno de los h abitantes de este mundo y no
simp le palabrería.
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El compromiso social en la obra de Jordi Sierra i Fabra (1983-2003)
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