R. Descartes

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RENÉ DESCARTES
ÍNDICE:
1.
2.
3.
4.
5.
-
TEXTO______________________________________2.
ESTRUCTURA Y RESÚMENES____________________ 4.
Estructura ___________________________________4.
Resumen por fragmentos ________________________ 4.
CONCEPTOS Y NOCIONES ______________________5.
Duda y certeza ________________________________6.
Alma y cuerpo (res cogitans y res extensa) ___________9.
Pensamiento e ideas ____________________________11.
TEMAS O SÍNTESIS DOCTRINALES______________13.
El cogito y el criterio de verdad ___________________13.
Las demostraciones de la existencia de Dios __________17.
CONTEXTUALIZACIÓN________________________ 20.
Primer marco: Vida y obras.
Y obra del texto: “Discurso del método” _____________ 20.
Segundo marco: La Época Moderna
Y la filosofía moderna __________________________23.
1
TEXTO
R. DESCARTES, Discurso del método, Cuarta Parte.
(Traducción: E. Bello Reguera, Madrid, Ed. Tecnos, 1994, pp. 4452).
(§1) No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones que allí he hecho, pues
son tan metafísicas y tan fuera de lo común que tal vez no sean del gusto de todos. Sin
embargo, con el fin de que se pueda apreciar si los fundamentos que he establecido son
bastante firmes, me veo en cierto modo a hablar de ellas. Desde hace mucho tiempo
había observado que, en lo que se refiere a las costumbres, es a veces necesario seguir
opiniones que tenemos por muy inciertas como si fueran indudables, según se ha dicho
anteriormente; pero, dado que en ese momento sólo pensaba dedicarme a la
investigación de la verdad, pensé que era preciso que hiciera lo contrario y rechazara
como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con
el fin de comprobar si, hecho esto, quedaba en mi creencia algo que será enteramente
indudable. Así, puesto que nuestros sentidos nos engañan algunas veces, quise
suponer que no había cosa alguna que fuera tal como nos la hacen imaginar. Y como
existen hombres que se equivocan al razonar, incluso en las más sencillas cuestiones
de geometría, y cometen paralogismos, juzgando que estaba expuesto a equivocarme
como cualquier otro, rechacé como falsos todos los razonamientos que había tomado
antes por demostraciones. Y, en fin, considerando que los mismos pensamientos que
tenemos estando despiertos pueden venirnos también cuando dormimos, sin que en tal
estado haya alguno que sea verdadero, decidí fingir que todas las cosas que hasta
entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de
mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras quería pensar de ese
modo que todo es falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuera
alguna cosa. Y observando que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan
segura que todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces
de socavarla, juzgué que podía admitirla como el primer principio de la filosofía que
buscaba.
(§2) Al examinar, después, atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no
tenía cuerpo y que no había mundo ni lugar alguno en el que me encontrase, pero que
no podía fingir por ello que yo no existía, sino que, al contrario, del hecho mismo de
pensar en dudar de la verdad de otras cosas se seguían muy evidente y ciertamente que
yo era; mientras que, con sólo haber dejado de pensar, aunque todo lo demás que
alguna vez había imaginado existiera realmente, no tenía ninguna razón para creer que
yo existiese, conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia o naturaleza no es
sino pensar, y que, para existir, no necesita de lugar alguno ni depende de cosa alguna
material. De manera que este yo, es decir, el alma por la cual soy lo que soy, es
enteramente distinta del cuerpo e incluso más fácil de conocer que él y, aunque el
cuerpo no existiese, el alma no dejaría de ser todo lo que es.
(§3) Después de esto, examiné lo que en general se requiere para que una proposición
sea verdadera y cierta; pues, ya que acababa de descubrir una que sabía que lo era,
pensé que debía saber también en qué consiste esa certeza. Y habiendo observado que
no hay absolutamente nada en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a
no ser que veo muy claramente que para pensar es preciso ser, juzgué que podía
admitir esta regla general: las cosas que concebimos muy clara y distintamente son
todas verdaderas; si bien sólo hay alguna dificultad en identificar exactamente cuáles
son las que concebimos distintamente.
2
(§4) Reflexionando, a continuación, sobre el hecho de que yo dudaba y que, por lo
tanto, mi ser no era enteramente perfecto, pues veía con claridad que había mayor
perfección en conocer que en dudar, se me ocurrió indagar de qué modo había llegado a
pensar en algo más perfecto que yo; y conocí con evidencia que debía ser a partir de
alguna naturaleza que, efectivamente, fuese más perfecta. Por lo que se refiere a los
pensamientos que tenía de algunas otras cosas exteriores a mí, como el cielo, la tierra,
la luz, el calor, y otras mil, no me preocupaba tanto por saber de dónde procedían
porque, no observando en tales pensamiento nada que me pareciera hacerlos
superiores a mí, podía pensar que, si eran verdaderos, era por ser dependientes de mi
naturaleza en tanto que dotada de cierta perfección; y si no lo eran, que procedían de la
nada, es decir, que los tenía porque había en mí imperfección. Pero no podía suceder lo
mismo con la idea de un ser más perfecto que el mío; pues, que procediese de la nada
era algo manifiestamente imposible; y puesto que no es menos contradictorio pensar
que lo más perfecto sea consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que
pensar que de la nada provenga algo, tampoco tal idea podía proceder de mí mismo. De
manera que sólo quedaba la posibilidad de que hubiera sido puesta en mí por una
naturaleza que fuera realmente más perfecta que la mía y que poseyera, incluso, todas
las perfecciones de las que yo pudiera tener alguna idea, esto es, para decirlo en una
palabra, que fuera Dios (…)
(§5) Quise buscar, después, otras verdades y, habiéndome propuesto el objeto de los
geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente
extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas partes, que
podían tener diferentes figuras y tamaños, y ser movidas o trasladadas de todas las
maneras posibles, pues los geómetras suponen todo esto en su objeto, repasé algunas
de sus más simples demostraciones. Y habiendo advertido que la gran certeza que todo
el mundo les atribuye sólo está fundada en que se las concibe con evidencia, siguiendo
la regla antes formulada, advertí también que no había en ellas absolutamente nada
que me asegurase la existencia de su objeto. Porque, por ejemplo, veía bien que, si
suponemos un triángulo, sus tres ángulos tienen que ser necesariamente iguales a dos
rectos, pero en tal evidencia no apreciaba nada que me asegurase que haya existido
triángulo alguno en el mundo. Al contrario, volviendo a examinar la idea que tenía de
un ser más perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en ella del
mismo modo que en la de un triángulo está comprendido el que sus tres ángulos son
iguales a dos rectos, o en la de una esfera, el que todas sus partes equidistan de su
centro, e incluso con mayor evidencia; y, en consecuencia, es al menos tan cierto que
Dios, que es ese ser perfecto, es o existe, como puede serlo cualquier demostración de
la geometría.”
3
ESTRUCTURA Y RESÚMENES
ESTRUCTURA:
Su METAFÍSICA, tal y como aparece parcialmente en el texto, pasa por las siguientes
fases:
Duda metódica:
[Parágrafo 1]
1.
De los sentidos.
De las demostraciones racionales.
De la existencia del mundo.
2.
pensante.
Primera verdad: “Pienso, luego existo”
[Parág. 1, 2 y 3]
Certeza intuitiva de la existencia del Yo o Alma como sustancia
3.
5]
Pruebas para la existencia de Dios como sustancia infinita.
[Parág. 4 y
- De la idea de dios a la existencia de Dios como causa y como
esencia.
4.
5.
Dios como garantía de la existencia del Mundo.
También son verdaderas las cualidades matemáticas del mundo,
RESUMEN DEL TEXTO POR FRAGMENTOS:
FRAGMENTO 1:
El texto expresa el inicio de la fase destructiva del pensamiento de Descartes a través de
la duda y el descubrimiento de la primera verdad. Tras avisar de la controversia y
polémica que pueden suscitar sus reflexiones, y a diferencia de lo que sucede respecto a
las costumbres que son tomadas como ciertas por el hecho de creerlas cuando en realidad
son inciertas, Descartes se propone una indagación sobre la verdad y admitir solamente
como cierto lo indudable. Para ello expone a continuación las razones de dudar sobre
determinados ámbitos de nuestro conocimiento tradicional. Duda de los sentidos, pues
nos pueden engañar; duda de las demostraciones, pues podemos cometer errores al
razonar y duda de la realidad de los pensamientos pues podríamos estar soñando. Sin
embargo, el texto concluye con la afirmación, frente a cualquier escepticismo, de una
primera verdad pienso, luego soy, porque al dudar no podemos dudar de que existimos,
mientras pensamos, y esta tesis firme y segura será adoptado como el principio inicial de
su filosofía.
FRAGMENTO 2:
Descartes analiza cómo ese yo que indudablemente existe posee una cualidad esencial
que es pensar, y como tal se entiende independiente del espacio, que como auténtica
sustancia no necesita del cuerpo ni de otra cosa para existir. Es identificada después con
el alma y se concibe como un tipo de realidad independiente del mundo físico, y del
4
cuerpo. El fragmento propone la distinción cartesiana entre la sustancia pensante (res
cogitans) con su propiedad esencia de pensar, y la sustancia extensa (res extensa)
identificando su propiedad con la extensión espacial.
FRAGMENTO 3:
Indagar en la primera verdad y descubrir el criterio de certeza son los temas de este
fragmento. Descartes se propone en este fragmento ampliar los conocimientos a partir
del cógito, como primera verdad, en el aspecto que le llevó a afirmarla como verdad.
Descubre a partir de ella lo que se requiere para afirmar que una proposición sea
verdadera y cierta, concluyendo que tal certeza le permite afirmar una regla general, que
no es otro que el criterio de certeza, y que consiste en que todo cuanto se concibe de un
modo claro y distinto es siempre verdadero, si bien advierte de la dificultad de la
distinción. Esta regla le va a permitir a Descartes analizar todos sus pensamientos para
distinguir los que aparecen con tales cualidades, de los que no.
FRAGMENTO 4:
En el fragmento Descartes nos ofrece una demostración de la existencia de Dios a partir
de la comparación entre dos ideas de su pensamiento: la idea de dudar como procedente
de la imperfección del sujeto que duda, el propio Descartes, frente a la idea de un ser
perfecto (Dios). Estableciendo después un principio de causalidad de las ideas descubre
que de todas las ideas imperfectas (adventicias y facticias) la causa de ellas puede ser el
propio Descartes, debido a la propia imperfección de su naturaleza. Pero que no sucede
lo mismo con la idea de un ser perfecto pues tiene que provenir de un ser tan perfecto
como la idea o aún más, se explica que de esta idea su causa no puedo ser yo ni tampoco
provenir de la nada, pues lo más perfecto no puede venir de lo menos perfecto.
Concluyendo que tal idea procede de una naturaleza más perfecta que yo y poseedora de
todas las perfecciones que pueda pensar, y tal naturaleza no es otra que Dios.
FRAGMENTO 5:
Descartes nos da aquí otra prueba de la existencia de Dios que servirá también para
afirmar la verdad de las demostraciones geométricas. El texto comienza declarando la
intención de buscar otras verdades y procede indagando el objeto de los geómetras como
la continuidad, longitud, anchura, divisibilidad, figuras y tamaños, triángulos y ángulos,
y les atribuye gran certeza, basándose en la evidencia con que se conciben. Sin embargo,
afirma de estas verdades que nada le demuestran que existan realmente fuera de la
mente, es decir, en el mundo. Al analizar después la idea de Dios, de un ser más perfecto,
encontraba en tal idea que la existencia estaba comprendida en ella, por lo que se puede
concluir que Dios existe como ser perfecto, lo que garantiza la verdad de cualquier
demostración geométrica. Podemos aclarar que el texto recae en la célebre demostración
ontológica de la existencia de Dios, y sugiere que por ello podemos considerar
verdaderas de igual modo las demostraciones geométricas por ser claras y distintas.
CONCEPTOS Y NOCIONES
NOTA: Debemos explicar los pares de conceptos haciendo siempre referencia y
citas al TEXTO.
5
NOCIÓN 1ª. DUDA Y CERTEZA
La reacción cartesiana contra el escepticismo, que afirma la imposibilidad de alcanzar algún
conocimiento verdadero, y su interés por la ciencia, dará lugar en Descartes a un fuerte
rechazo del error y a una búsqueda, a veces desesperada , de la verdad. Tanto en la Primera
Meditación, como en la primera parte del Discurso del Método insiste reiteradamente en la
necesidad de rechazar el error, lo que implica inevitablemente la búsqueda de la verdad:
aunque ésta fuese la imposibilidad del conocimiento1. La DUDA se presenta entonces como
un instrumento que va a permitir separar conocimientos vagos y confusos, aquellos en los
que cabe dudar de un modo razonable, de aquellos otros cuya CERTEZA excluya la
posibilidad de dudar, y tal certeza se identificará de modo inmediato con la verdad. La
duda es la actitud crítica de incertidumbre sobre las opiniones y las creencias, mientras
que la certeza es el estado de certidumbre y seguridad que tiene un sujeto ante dichas
opiniones y creencias. Sin embargo ambas están relacionadas en la filosofía cartesiana.
¿Cuál es esta relación? La duda (posteriormente se conocerá como la duda metódica o
duda cartesiana, también como duda hiperbólica -por lo exagerada que resulta-), es el
medio, el camino o el método, por el cual Descartes intenta alcanzar las certezas, que
une vez halladas servirán para establecer un nuevo conocimiento seguro y bien
cimentado.
Lo difícil de tal proyecto será, como veremos poco a poco, el distinguir los conocimientos
dudosos de los ciertos. Por esto, la duda metódica constituye la parte destructiva o crítica
de la metafísica de Descartes, ya que supone destruir los fundamentos racionales de
todos los conocimientos y opiniones aceptados hasta ahora. Pero podemos ver cómo la
duda posee una doble finalidad: el fundamento de la ciencia y el saber, y el fundamento
de método que nos permita extender nuestros conocimientos.
Si analizamos las características de la duda cartesiana nos encontramos con que es:
UNIVERSAL: Hay que dudar de todo, se incluyen todas las opiniones que hasta ahora se
han tenido.
METÓDICA: No es una duda escéptica, no pretende una finalidad demoledora, sino
constructiva. Pretende alcanzar una verdad firme de la que no se pueda dudar. La duda
no es un fin en sí mismo, es provisional, un instrumento con el que se pretende alcanzar
la certeza; es un medio para alcanzar la verdad. (En contraste a la duda escéptica
desarrollada por Montaigne que una duda permanente, la duda metódica es provisional
y se irá eliminando conforme se obtengan certezas).
1
Descartes se muestra, desde su juventud, descontento con sus aprendizajes por considerarlos
vagos y confusos, a excepción de las matemáticas. En el propio Discurso nos confiesa la especial
dedicación que ofrece al estudio de esta ciencia, sorprendido por la capacidad de los matemáticos
para ser capaces de demostrar la validez de sus demostraciones y la certeza de sus conocimientos,
frente a los metafísicos que se pierden en vanas disquisiciones y en disputas escolares. La razón se
ha equivocada en tantas ocasiones, que Descartes considera necesario reconstruir el edificio del
saber sobre bases firmes y seguras, siempre que sea posible, desechando cualquier conocimiento
sin tales cualidades como incierto y dudoso.
6
TEORÉTICA: No debe extenderse al plano de las creencias o comportamientos éticos o
religiosos, sólo debe afectar al plano de las teorías o reflexión filosófica. (Precaución ante
las condenas de la Inquisición).
Analizadas las características de la duda, los ámbitos de aplicación de la duda son:
1) De los sentidos: El argumento que da Descartes es el de la falibilidad de la
experiencia sensitiva. Los sentidos, a veces, nos engañan y nos muestran una realidad
que no es tal. Si el testimonio de los sentidos nos induce a error, no son de fiar y podrían
engañarnos constantemente. Los sentidos, en conclusión, no son ni indudables ni
infalibles, y buena parte del saber tradicional se basa en los sentidos.
2) De la diferencia entre el sueño y la vigilia. El argumento de Descartes es su famoso
argumento del sueño. En los sueños mis pensamientos no se corresponden con nada
real, pero en la vigilia sí, sin embargo en ambos casos los concibo como reales. Dado que
no tenemos un criterio seguro que nos permita discernir el sueño de la vigilia, tampoco
podemos estar completamente seguros de que exista un mundo real con sus objetos,
cosas y acontecimientos. ¿Quién me asegura que toda mi vida no es sino un sueño o una
pesadilla donde el despertar no sea otro que la muerte? Por esta razón puedo dudar
también de mis pensamientos, operaciones intelectuales, y todo lo inteligible, pues todo
conocimiento parece desde este punto de vista muy incierto.
3) De la propia Razón. Podemos engañarnos en las demostraciones que nuestra razón
encuentra claras, como sucede en las demostraciones y también en los principios,
teoremas y axiomas de las matemáticas y la geometría, presuntamente evidentes a
nuestra razón, pues la razón comete errores: paralogismos (sofismas mediante los cuales
se demuestra por confusión algo falso tergiversando aún sin querer el conocimiento
verdadero). Este argumento se refuerza aún más con:
4) la «Hipótesis del genio maligno», una ficción que aparece sólo sugerida al final del
párrafo 4, pero que será tratada más ampliamente en las Meditaciones Metafísicas, según
la cual también puede suceder que exista un "genio engañador" que nos haga creer que el
mundo exterior es real; un espíritu maligno que haya dotado a nuestro entendimiento de
tal naturaleza, que me engañe incluso cuando crea estar en la verdad. El poder de esta
hipótesis es tal, que llevará a Descartes a tener que demostrar la existencia de Dios (tema
2º) y a probar que no es de tal naturaleza, sino que se trata de un Dios bueno y veraz.
Hay en Descartes una preocupación que separa al hombre teórico del hombre práctico.
La duda ha de afectar a los conocimientos del saber teórico, pero no ha de afectar a las
acciones que el hombre ha de seguir manteniendo en su sociedad y respecto a sus
creencias religiosas. Por ello establece una moral provisional, basada en el sentido
común y con simples reglas que someten la voluntad a la razón y evita el dominio de las
pasiones: Obedecer las costumbres y leyes de mi país, acatar la religión vigente. Perseverar en
mis acciones. Habituarme a creer que no hay nada que esté completamente en nuestro poder,
salvo nuestros pensamientos. Cultivar la razón y no la fortuna y avanzar lo más posible en el
conocimiento de la verdad.
7
A partir de la duda, Descartes pretenderá descubrir una verdad que sea creída por sí
misma, independientemente de toda tradición o autoridad, y al margen de toda duda.
Una primera verdad que permita deducir a partir de ella el resto de las verdades.
La certeza buscada por Descartes debe aparecer bajo el criterio de la intuición que es el
elemento básico del conocimiento, y junto a la deducción, operaciones que se aplican en el
modo de conocer de la razón. En la intuición, el hombre no debe equivocarse, pues la
sencillez es su característica, y se asocia en Descartes a la claridad y la distinción con que ha
de presentarse todo conocimiento verdadero. La intuición remite a un contenido simple,
aunque no exento de relaciones, por lo que a partir de ella podemos establecer sus
consecuencias necesarias (deducción), es la operación por la cual comprenderemos todas las
cosas que pueden ser conocidas con certeza.
La primera certeza (el Cogito) eliminará la duda y permitirá, el rechazo del escepticismo
al contar con una verdad indudable; por otro lado, supone el punto de inflexión donde
acaba la fase crítica o negativa y comienza la fase constructiva o positiva de la metafísica
cartesiana, que supondrá extender los conocimientos a partir de esta verdad primera.
Conclusión de la duda: Parece que una vez aplicamos la duda radical y metódica,
podemos dudar de los sentidos y de la razón, podemos dudar de la existencia de los
cuerpos –incluido el propio–, de las otras personas y sus mentes, de las verdades de la
experiencia ordinaria y del sentido común, podemos dudar de las ciencias –incluida las
matemáticas. Pero, de la proposición “pienso, luego existo” no puede dudarse en
absoluto. La existencia de mi propio pensamiento es la primera verdad indudable, y la
encontramos con tal claridad y distinción que nos permite afirmarla como evidente y con
ello cumplir la primera regla del método, y confirmar que el método es válido. Tras
demostrar que Dios existe y que es bueno, que no nos engaña, podremos confiar en
nuestros sentidos y nuestra razón, particularmente en todo aquello que se presente con
claridad y distinción a nuestra mente. Aquí comienza el camino de las certezas en la
búsqueda de ideas claras y distintas que no dejan margen para la más mínima duda, que
será a su vez el camino de una nueva concepción del conocimiento y de la ciencia que
determinará el comienzo del pensamiento moderno.
** Nota **: El tema del cogito, la certeza y evidencia como criterio de verdad se
desarrollará en el Tema 1º.
8
NOCIÓN 2ª: ALMA Y CUERPO (los tipos de sustancia: res cogitans y res
extensa)
El dualismo de espíritu y materia, comenzó con Platón y fue desarrollado, en gran parte
por razones religiosas, por la filosofía cristiana. Descartes lo llevará hasta el último
extremo al identificar ambos términos con dos tipos de sustancias o cosas (res); la
substancia es lo que existe de una manera concreta, lo propio de la substancia es la
existencia, pero no cualquier forma de existencia, sino la existencia completa, pues no
necesita de nada más que de ella misma para existir. Alma y cuerpo son los dos tipos de
substancias que encontramos en el hombre. Pero en Descartes todo requiere ser
rigurosamente demostrado, así pues, ¿cómo se establecen ambos tipos de substancias?
Tras establecer la verdad del Cogito, se alcanza la primera certeza: que existo, es decir, la
existencia del yo, del sujeto. Pero, ¿qué es el yo?, tal y como se plantea en el Cogito, es un
yo pensante, una cosa o substancia que piensa, cosa identificada con el espíritu o alma:
"Yo soy, existo, esto es cierto; pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que ocupe mi
pensar. ...Soy, pues, una cosa verdadera, verdaderamente existente. Más ¿qué
cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa." (Med. Metafís.)
El alma no es sino pensamiento: es una substancia finita cuyo único atributo o esencia es
el pensar (juzgar, razonar, querer, imaginar, sentir; todos ellos actos conscientes, pues
pensamiento y conciencia se identifican (y no hay lugar en el cartesianismo para el
inconsciente). Por eso Descartes llama al alma res cogitans (cosa o substancia pensante).
El tipo de razonamiento empleado por Descartes para demostrar que el pensamiento es
el único atributo del alma es muy curioso y se encuentra ya en Galileo, es la ficción
mental:
“Puedo fingir mentalmente que no tengo cuerpo, y que no dependo del espacio (y
no por ello dejaría de existir), pero no puedo fingir que no pienso; por tanto, lo
que constituye mi esencia es pensar”.
Por tanto, el «yo» no es el cuerpo, que es algo material y como toda cosa material podría
no existir, tal y como quedó suspendido en la duda metódica. En otras palabras, puedo
dudar del cuerpo que tengo, así como podría soñar que tengo un cuerpo que en realidad
no tengo; al igual que he dudado de los sentidos y de todas aquellas cualidades
(cualidades secundarias) que ellos me muestran como engañosas, pues toda percepción
de los sentidos es confusa y engañosa, y lo que percibimos con ellos son los atributos o
cualidades de las cosas, no las cosas mismas.
El sistema cartesiano presenta dos mundos paralelos pero independientes, el del alma y
el del cuerpo (espíritu y materia), cada uno de los cuales puede ser estudiado desde sus
propiedades particulares y sin referencia al otro. El cuerpo (cualquier cuerpo) tiene como
propiedad la extensión, es res extensa, es su único atributo o esencia. En toda teoría del
mundo material Descartes era rígidamente determinista, pues toda sustancia material
(res extensa), ya sea organismo vivo o materia inanimada, eran gobernados por leyes
físicas. Los modos propios del cuerpo que captamos de un modo claro y distinto son
fundamentalmente la figura y el movimiento (y reposo), como sus cualidades
primarias; de este modo, Descartes (como también lo hará Galileo) geometriza el mundo
9
corpóreo pues sus cualidades pueden ser cuantificadas. Este es el mundo de la ciencia
moderna.
Descartes opera como los geómetras al definir la substancia (como se construye la
definición del círculo, por ejemplo), y no considera que tenga que justificarla. Las
sustancias no las percibimos por los sentidos, sino que las cosas o sustancias las captamos
mentalmente por aquello que las define: extensión, pensamiento e infinitud,
respectivamente. Así encontramos las tres sustancias: Cuerpo o res extensa, Alma o res
cogitans, y Dios o res infinita, y esto es una conclusión final de la metafísica cartesiana.
Pero una substancia finita no necesita, para existir, de ninguna otra substancia finita: el
alma, es independiente del cuerpo y su voluntad puede alterar las leyes de la física a las
que se somete el cuerpo. Tal independencia permite a Descartes resolver la dificultad de
la libertad. El gran problema de esta particular concepción cartesiana es el de explicar el
hecho de la interacción entre el alma y el cuerpo. Si son sustancias diferentes, ¿cómo se
relacionan? La relación que mantiene nuestra alma o mente con nuestro propio cuerpo es
una relación peculiar, distinta a la que mantiene con el resto de los cuerpos. Nos dice que
no podemos entender esta relación como la que existe entre un piloto y su nave. Que el
espíritu no mueve al cuerpo, ni el cuerpo al espíritu, más bien se trata de concebirlos
como dos relojes sincronizados y que cuando uno indica “sed” el otro indica “pesar”, por
ejemplo; así que no experimentamos nuestro cuerpo de la misma manera, pues las
modificaciones que éste sufre las sentimos “desde dentro”.
Para algunos cartesianos no fue difícil extender la teoría de que los animales eran
autómatas, y simplificando el sistema haciendo de él un materialismo consecuente, se
pudo decir lo mismo del hombre en el siglo XVIII. Es la propia teoría del conocimiento de
Descartes la que no permite identificar alma y cuerpo como regidos por la misma
mecánica, pues los contenidos dela mente difieren de los del cuerpo, pero tal dificultad se
convirtió en la fuente de dos importantes, aunque divergentes escuelas de filosofía: el
racionalismo y el empirismo.
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NOCIÓN 3ª: PENSAMIENTO E IDEAS
En Descartes pensamiento viene a ser sinónimo de contenido psíquico. De todos estos
contenidos tenemos una percepción inmediata, lo que sería lo mismo que decir que todas
estas vivencias tienen el atributo de la consciencia. El PENSAMIENTO es entendido por
Descartes en un sentido muy amplio como todo acto consciente de la mente, alma o
espíritu, que ocurre dentro de nosotros y que abarca el dudar, sentir, vivir, imaginar,
recordar, negar, afirmar, entender, razonar y querer.
En el pensamiento encontramos ideas confusas y oscuras cuando requieren la
cooperación del cuerpo, las obtenemos a través de los sentidos y las hemos definido
como «cualidades secundarias», este conocimiento lo compartimos con los animales.
Pero también encontramos ideas claras y distintas las cuales tienen su origen en la
razón, donde hallaremos las «cualidades primarias». Un trozo de cera tiene color, olor,
dureza, sabor.., si lo calentamos hasta fundirla, cambian todas sus cualidades, pero sigue
siendo cera, esto no lo reconozco por los sentidos, sino por el entendimiento, sé que es
cera, a pesar de todos las transformaciones que pueda tener, porque capto una cualidad
esencial: su extensión. La extensión no depende de los sentidos, pues puede variar con la
temperatura. Estas nociones claras y distintas constituyen el objeto del conocimiento y se
obtienen por la mente y no por los sentidos.
Antes de continuar, debemos tener claro que Descartes considera el pensamiento desde
un doble aspecto: a) como una actividad, en el propio hecho de pensar, y b) como un
contenido, lo pensado o lo que se piensa.
Encontramos distintos tipos de contenidos en nuestra mente (contenidos mentales):
a) Ideas: imágenes que tenemos de las cosas en la mente, representaciones mentales de
todo tipo.
b) Voluntades y afecciones, y juicios: son algo más que ideas, pues cuando afirmo,
niego, amo, dudo, temo, etc. reconozco que tengo algo más que una pura y simple idea.
Para Descartes el conocimiento recae sobre las ideas, como intermediarios entre el sujeto
y el mundo. La IDEA es, para Descartes, “una representación como contenido inmediato del
pensamiento” o “lo que es conocido por mí, no aquello por lo cual conozco”. Las ideas son, pues,
representaciones, objetos del pensamiento, son contenidos de mi pensamiento a los que
accedo de modo inmediato y fácil; en Descartes el conocimiento recae sobre las ideas,
como intermediarios entre el sujeto y el mundo.
Respecto a las ideas, atendiendo a su lugar de procedencia podemos observar que
hay tres clases de ideas:
1. ADVENTICIAS: Son las que parecen provenir de nuestra experiencia externa, acción
del mundo exterior sobre nuestros sentidos, que dan lugar al conocimiento empírico. Son
las referidas a cosas distintas del yo (ejem. una rana, un árbol, un hombre...)
2. FACTICIAS: Son las construidas por mí mismo, a partir de la imaginación y la
voluntad, y las construye la mente a partir de otras ideas. Por ejemplo, un caballo con
alas (pegaso), un pez con torso de mujer (sirena), etc.
11
3. INNATAS: Son las que encuentro dentro de mí antes de cualquier experiencia del
mundo y descansan en la propia razón. Las que han nacido junto con mi conciencia, que
ni las he captado con la experiencia, ni las he podido construir por mí mismo. Estas son
las ideas innatas y evidentes: claras y distintas (ejem: pienso luego soy, la idea de
existencia o la idea de un ser perfecto e infinito). Si bien Descartes no limitó lo innato a
estas ideas, sino que también consideró que hay principios innatos así como verdades
eternas. Pero las ideas innatas no están en nuestra mente siempre a nuestra disposición.
El niño no tiene el concepto de Dios. Tenemos una potencialidad innata por la cual
conocemos a Dios; la idea de Dios es producida de forma natural por la mente. Este tipo
de ideas son la base y afirmación fundamental del racionalismo y serán objeto de crítica
en el empirismo inglés.
De esta clasificación se sigue que: ni las ideas adventicias, ni las facticias nos van a servir
para demostrar la existencia de la realidad física. Las adventicias, en la medida en que
parecen provenir de los objetos externos, están sometidas a la misma duda que la
existencia de los objetos externos, por lo que no podrán ser utilizadas en el progreso
deductivo del conocimiento; y lo mismo ocurre con las facticias en la medida en que son
construidas por mí, a partir de las adventicias; esto es, a excepción del «cogito» no hay
aún otra certeza que permita afirmar la existencia de algo más, aparte de mí. Respecto de
las ideas innatas, una vez eliminada la posibilidad de que esas ideas puedan haber sido
producidas por mí, Descartes analizará dos de esas ideas, la de infinito y la de perfección,
de ellas argumenta que no pueden haber sido causadas por mí, pues yo soy finito e
imperfecto. Estas ideas serán la base de la demostración de la existencia de Dios (es el
segundo de los temas tratados). El «cogito», la idea de Dios, y las que tienen que ver con
las cualidades primarias de los seres físicos, que son cualidades de carácter físicomatemático como la figura, extensión, la situación, el movimiento, la duración, el
número y la sustancia (frente a las cualidades secundarias como el color, olor y otras que
se captan por los sentidos), serán las distintas clases de ideas innatas que por la claridad
y la distinción con que se conciben, servirán a Descartes para establecer los fundamentos
filosóficos o metafísicos de todo saber.
Todas las ideas son en un sentido semejantes y en otro distintas: la idea de mesa es
semejante y distinta a la idea de color, es semejante en la medida en que ambas son ideas,
pero es distinta porque una representa una mesa, es decir, representa una substancia, y
otra representa el color, es decir, representa un accidente; la realidad objetiva de cada
idea es distinta: podemos hablar de unas ideas más perfectas que otras, perfección que
les viene dada de la perfección que cabe atribuir a lo representado en ellas: así la idea de
ángel es más perfecta que la idea de libro, porque los ángeles son más perfectos que los
libros. Este nuevo camino hará salir a Descartes de su solipsismo (solo existo yo) a través
de la idea innata de un ser perfecto, es decir, Dios, aunque este será el tema de la segunda
noción.
12
TEMAS O SÍNTESIS DOCTRINALES
** NOTA **: Citar y hacer referencia al TEXTO al hilo de la explicación.
EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD
La duda ha dejado en suspenso todo el saber tradicional, todo ha sido puesto en duda,
pero hay una certeza que resiste todos los ataques y de la que es imposible dudar: la
percepción simultánea de mi pensamiento y mi existencia, que Descartes expresa en el
COGITO ERGO SUM (PIENSO LUEGO SOY O EXISTO), (JE PENSE DONC JE SUIS).
Con esta afirmación termina la fase destructiva del pensamiento y comienza la fase
constructiva de su filosofía. Puedo pensar que no existe Dios, el mundo, las cosas y sus
atributos o características..., pero no puedo pensar que yo, que pienso estas cosas, no
existo al mismo tiempo que las pienso. Para dudar hace falta pensar y para pensar hace
falta existir. Por tanto, hay que admitir que yo soy un ser que piensa, es decir, un ser que
existe mientras piensa; pues podría ser que al dejar de pensar, dejara también de existir.
Mi existencia como sujeto que piensa está libre de todo error y toda duda. Esta
proposición supera todos los motivos de duda: incluso la hipótesis de un genio maligno
que haga que siempre me equivoque, pues para equivocarme también tengo que existir.
"...Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan
segura que todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran
capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el
primer principio de la filosofía que yo indagaba". (Disc.)
El cogito es la primera verdad en el orden del conocimiento, y ello en dos sentidos:
a) porque es la primera verdad a la que llegamos cuando hacemos uso de la duda
metódica, y
b) porque a partir de ella podremos fundamentar todas las demás certezas del
conocimiento.
Algunas precisiones respecto a la primera verdad “Pienso, luego existo” para destacar que
se trata de una INTUICIÓN, y Descartes entiende por «intuición», el conocimiento o
captación de un modo directo e inmediato una verdad evidente, y que no deja lugar a
dudas por su "claridad y distinción" (La intuición es pues el elemento básico del
conocimiento, con éste se separa del aristotelismo y de Guillermo de Occam -que la
considera basada en la experiencia-, pues para Descartes se trata de una intuición racional,
un contenido mental, en relación con el conocimiento de los objetos). Estos conocimientos
que se distinguen por su certeza, son los conceptos más simples que podemos poseer,
llamados también naturalezas simples. El cogito es una intuición simple y puramente
racional en el que el YO se nos muestra como PENSANTE y EXISTENTE al mismo
tiempo.
LA CERTEZA se produce cuando nuestra razón concibe una naturaleza
simple con claridad y distinción. La «claridad y distinción» son las cualidades de la
evidencia, en contra de sus opuestos: oscuridad y confusión. Tal claridad y distinción
13
cabe predicarse de los conocimientos intelectuales, así por ejemplo tendremos un
conocimiento confuso si no podemos separar nuestros estados emocionales de nuestros
pensamientos. Entonces, pues:
Una idea es clara cuando es en sí misma inteligible, es decir, cuando manifiesta
plenamente lo que es, o, dicho de otro modo, una idea es clara cuando es
inmediatamente reconocible.
Una idea es distinta cuando está perfectamente separada de las otras ideas, es decir, si se
halla en el pensamiento sin mezcla alguna de otra idea que la enturbie o la confunda;
todas las ideas distintas son claras, pero no todas las ideas claras son distintas.
A estas propiedades en el conocimiento es a lo que Descartes llama la evidencia o
CRITERIO DE CERTEZA.
Pero junto a la intuición, la razón humana desarrolla otro procedimiento con el que
completa el conocimiento: es LA DEDUCCIÓN, mediante ella se extraen consecuencias
necesarias a partir de lo conocido con certeza, se llama también conocimiento discursivo,
que se alcanza a través de una serie de razonamientos, a partir de los cuales estaremos
más expuestos al error si no tomamos precauciones, el fin es llegar al conocimiento de
naturalezas compuestas o complejas. La intuición nos lleva de manera inevitable a la
deducción cuando comienzan a aparecer relaciones que son consecuencias necesarias de
otras. La intuición nos ofrece el conocimiento de los principios, la deducción el de las
consecuencias lejanas. Desde 1618-19 Descartes concibe la idea de un saber o de una
Ciencia Universal, la Mathesis universalis, idea que Descartes nunca abandonó y que
consideraba el fundamento último de todos los saberes y la adquisición plena de la
sabiduría.
Con estos principios del conocimiento Descartes elabora el conocido método cartesiano,
expuesto desde sus primeras obras. Se ofrece como el camino en la construcción del saber
y es, de principio a fin, una aplicación estricta del criterio de certeza o verdad; es un
método seguro (intuición racional) y sigue pasos sólidos (deducciones racionales), de
forma análoga a como procede (mostrado en la física de Galileo) el método matemático y
geométrico2.
"Por método entiendo lo siguiente: unas reglas ciertas y fáciles, gracias a las
cuales todos los que las observan exactamente no tomarán nunca por verdadero
lo que es falso, y alcanzaran - sin fatigarse con esfuerzos inútiles, sino
acrecentando progresivamente su saber- el conocimiento verdadero de todo
aquello que sean capaces" (Reglas, 4).
El método racional propuesto por Descartes permitirá evitar el error, y aumentar los
conocimientos al descubrir nuevas verdades. Logrará una verdadera certeza evitando
largos razonamientos, a base de razonamientos intuitivos y concretos, porque en ellos es
2
la verdad de los conocimientos matemáticos no proviene de una estructura que los haga
inevitablemente verdaderos, sino que depende del método empleado lo que permite conseguir tan
admirables resultados, pretenderá extender tal método al resto de saberes, y sobre todo en la
propia filosofía, entendida ésta como la madre de todas las ciencias particulares y
especializadas y de donde éstas obtienen sus principios. No es que las matemáticas sean para
Descartes un tipo de saber distinto del resto de los saberes, ya que si la razón es única, el saber
también es único, y debe haber por tanto un único método para alcanzar la sabiduría.
14
imposible el error. Debe poseer orden, sencillez y claridad. El método ha de estar basado
en la RAZÓN o entendimiento, pues ella es la facultad de la mente que consiste en
distinguir lo verdadero de lo falso, se trata de una facultad innata y por naturaleza igual
en todos los hombres, pues como dice célebremente nuestro filósofo: “El buen sentido
[razón] es lo mejor repartido en el mundo”. Sin embargo, es fundamental el modo en que
se la dirige, pues, "no basta con tener ingenio, lo importante es aplicarlo bien", porque
la razón puede ser desviada por los prejuicios, por la precipitación, las pasiones del alma,
etc.
Las reglas que ha de seguir en este método son:
1. EVIDENCIA: “No admitir como verdadera cosa alguna, si no supiese con evidencia que lo es;
es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios
más que lo se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu que no hubiese ninguna
posibilidad de ponerlo en duda.”
2. ANÁLISIS: “Dividir cada una de las dificultades que se examinan de un problema en tantas
partes como sea posible y como requiera mejor solución, para resolverlas más fácilmente.”
3. SÍNTESIS: “Conducir por orden los pensamientos, de un modo sencillo y fácil, ascendiendo
poco a poco de lo más simple a lo más complejo”.
4. ENUMERACIÓN; “Revisar todo el proceso para estar seguros de no haber omitido nada”,
como pueden ser los propios de la memoria.
Las dos primeras reglas forman lo que se ha llamado la parte analítica del método, las
dos segundas la parte sintética.
Iniciar una construcción del conocimiento, de acuerdo con el método, similar a otros
métodos diseñados en la época (como el método resolutivo-compositivo de Galileo),
conlleva encontrar principios evidentes, aquellos que encajen con la simplicidad
expresada en la primera regla, sólo a partir de lo cual podremos progresar en nuestro
saber. La búsqueda de un punto de partida absolutamente cierto exige eliminar todos
aquellos conocimientos que no aparezcan dotados de certeza absoluta. Pero la primera
verdad clara y distinta, el cogito, concebida con toda evidencia y a través de intuición,
permite establecer la primera regla o principio general del conocimiento, este es el
CRITERIO DE CERTEZA, DE EVIDENCIA, DE VERDAD: que “las cosas que
concebimos más claras y más distintamente son todas verdaderas”.
La certeza subjetiva como NUEVO CRITERIO DE VERDAD abandona la
concepción de la verdad como la correspondencia o adecuación enunciada por
Aristóteles. La verdad se establece solamente en el pensamiento del sujeto, es decir, en
las ideas (sin correspondencia con el mundo, cuya existencia es problemática), pues si las
ideas tienen determinadas características (a saber, claridad y distinción), entonces serán
verdaderas. Podría decirse que se pasa de una concepción “objetiva” de la verdad basada
en el mundo, a una concepción “subjetiva” de la verdad basada en las ideas. Se ha roto la
relación del sujeto con el mundo, pues ya no conozco las cosas sino mis ideas de ellas.
15
En este sentido, se puede calificar la filosofía de Descartes como IDEALISTA.
Idealismo y subjetivismo son, pues, las marcas distintivas que deja Descartes en la
filosofía y que lo convierten en el padre de la filosofía moderna. Los antecedentes
históricos del Cogito de Descartes están en la tesis de San Agustín que afirmaba: “Si me
engaño, existo” (Si fallor, sum); pero no debemos identificar ambos planteamientos, si bien
ambos rebaten las dudas de los escépticos y ponen sobre la mesa la incuestionabilidad o
indubitabilidad de la existencia, difieren en dos aspectos muy importantes: La existencia
de Agustín es la existencia del ser humano completo vinculado a Dios y orientado hacia
su búsqueda. El cogito ergo sum cartesiano recoge solamente la existencia del
pensamiento, de algo que piensa, de una cosa o sustancia pensante, que es independiente
del cuerpo, convertida ahora en el fundamento, la base y la justificación última del
conocimiento humano y la realidad para la ciencia.
16
LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS
Todo el sistema cartesiano reposa sobre la existencia de una substancia infinita: Dios, que
garantiza la posibilidad de la certeza a través del criterio de evidencia. Se podría dudar
de la propia evidencia, como hacen los escépticos, pero no es así porque las ideas claras y
distintas son verdaderas porque ese Dios, bueno y veraz, no ha podido dotar al hombre
de una facultad de conocimiento que le induzca a error. Para que esto sea así, Descartes
ha de demostrar la existencia de Dios como ser perfecto, rechazando la hipótesis del Dios
engañador. En el momento de la duda metódica, y mientras permanece vigente en sus
ámbitos de aplicación, aún no se sabe si existen cosas distintas al propio pensamiento.
Sólo queda el camino de mirar en el interior del cogito para analizar los distintos niveles
de perfección de las ideas y reflexionar sobre las causas de su aparición en la mente (la
propia de Descartes) de tales ideas. Recordemos que, según hemos visto en la noción 3ª,
las ideas adventicias y facticias, quedan rechazadas por su falta de claridad y distinción;
pues un conocimiento válido sólo será posible si se fundamenta en ideas innatas.
En función del contenido que las ideas representan encontramos: la que me representa a
mí mismo, la que representa al ser infinito (Dios), y las que representan cosas
inanimadas y corporales.
Tras reflexionar que, excepto del cogito, no puede asegurar la verdad de las ideas sobre
las cosas corporales aún cuando sean consideradas muy claras y distintas, y así respecto a
las demás ideas, pues puede encontrar en sí mismo el fundamento y la perfección
adecuada a casi todas ellas. Sólo queda pasar al análisis de la idea de Dios, Substancia
Infinita, por si también pudiera provenir del cogito. Descartes entiende por Dios, la
"substancia infinita, eterna, inmutable, independiente, y por la cual yo mismo y todas
las demás cosas que existen hemos sido creados"; se trata de la idea de un Ser
Sumamente Perfecto, y como las ideas están dotadas de distintos grados de perfección,
encontramos que tal idea de Dios, reúne todas las perfecciones que pueden ser pensadas,
y que no pueden provenir del propio pensamiento por ser éste contrario a todas ellas.
Antes de seguir hablando sobre la existencia de las ideas, debemos aclarar cómo
Descartes distingue entre dos grados de existencia o realidad:
a) Existencia o realidad objetiva: la existencia de la idea en nuestra mente, existencia
como objeto de pensamiento.
b) Existencia o realidad actual o formal: es la existencia de un objeto en tanto que existe
en sí mismo, entendemos por ello, la existencia real de un objeto fuera de la mente.
Descartes quiere responder a la pregunta de si esta idea innata de Dios es solamente
"objetiva", y por ello existente sólo en la mente -como objeto mental-; o si por el contrario
posee una existencia "formal o actual", que existe en sí como objeto extramental. Es decir,
si además de existir en la mente, pues esto es claro que sucede, existe también fuera de
nuestra mente; con lo que tendría una verdadera realidad formal o actual, además de
objetiva. Para demostrar la existencia de Dios, introduce un principio metafísico según
el cual la realidad que se encuentra en el efecto no puede ser superior a la realidad de
17
la causa, sino igual o inferior, y resulta que según este principio Descartes podía
encontrar en sí mismo el fundamento y la perfección adecuadas para ser el causante, y de
este modo dar cuenta, de casi todas las ideas. Pero no sucede así respecto a la idea de
Dios, sobre la cual desarrolla los siguientes argumentos:
1) Debe haber tanta realidad en la causa eficiente como en el efecto. Lo que aplicado a las
ideas, nos llevaría a afirmar que la existencia formal de la causa ha de ser mayor o igual
que la existencia objetiva de la idea. Así pues, el autor de esta idea de Dios, no puedo ser
yo, pues yo no poseo semejantes cualidades, ya que soy imperfecto y limitado (puesto
que dudo); esa idea ha tenido que ser causada por un ser que posea tanta realidad formal
como realidad objetiva posea mi idea, luego sólo puede haber sido puesta en mí por un
ser infinito; este es Dios. Por tanto, tenemos aquí a DIOS demostrado que existe COMO
LA CAUSA DE ESTA IDEA INNATA.
Aún podría objetarse, si la idea de Dios podría ser materialmente falsa, como las
cualidades secundarias, y proceder de la nada o de mi imaginación; pero esto no es
posible pues esta idea es concebida por Descartes con claridad y distinción, encerrando la
máxima realidad objetiva, y como la más verdadera de todas.
2) Si la idea de Ser Infinito y perfecto procediese de mi ¿ no tendría yo que ser al menos
tan perfecto e infinito como la idea, pero nunca menos ?. Aunque es obvio que esto no es
así, pues yo soy limitado y finito. Por tanto, entender a Dios como perfecto, infinito,
inmutable, eterno y creador universal, por contra de lo que yo mismo soy, es recurrir a
otro argumento clásico medieval que se ha denominado «teología negativa» que nos
permite un cierto conocimiento intelectual e intuitivo de Dios, a través de un proceso
riguroso y analítico; lo cual es otro modo de demostración de su existencia: tales
cualidades tienen que provenir de Dios mismo, a quien en última instancia debo mi
propia existencia, siendo Él quien ha puesto en mí su idea “como la marca del artífice en
su obra” en el acto de la creación. DIOS COMO CREADOR DEL MUNDO Y DE MI
MISMO.
3) No se puede tener la idea de Dios sin admitir su existencia (nueva formulación del
"argumento ontológico de San Anselmo").Y si hay ateos no es más que por la costumbre
que tenemos de distinguir entre esencia y existencia, y no entendemos que Dios es el ser
que consiste en existir. Luego, la idea de lo infinito ha sido puesta en mí por una
naturaleza más perfecta que yo, la idea de lo infinito sólo puede proceder del Ser Infinito:
Dios. Por tanto, no cabe ninguna duda, Dios existe, tiene existencia formal o actual,
además de objetiva. DIOS COMO EL SER EN CUYA ESENCIA SE CONTIENE SU
EXISTENCIA.
El célebre argumento ontológico de la existencia de Dios, fue previamente usado por
San Agustín (s. V) y por San Anselmo de Canterbury en el siglo XI, y supone demostrar
la existencia de Dios a partir de las ideas, deducir la existencia del puro pensamiento. Tal
manera de argumentar, afirma que no se puede tener la idea de Dios sin admitir su
existencia. Comúnmente diferenciamos entre esencia y existencia, sin embargo en Dios
su existencia está incluida en su esencia: Dios es el ser que consiste en existir. Dios, por
definición, existe de la misma manera en que un triángulo por definición tiene tres
ángulos. En la esencia del triángulo está el tener tres ángulos y, de forma análoga, en la
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esencia de Dios está el existir.
Este argumento reza así: la idea de Dios es la idea de un ser que posee todas las
perfecciones y puesto que si algo no existe no puede ser perfecto, entonces, Dios existe
realmente, y no solo como idea, ya que existir en la realidad además de en la idea se
considera una mayor perfección que el existir sólo en el pensamiento. Este argumento fue
criticado tanto en la época de San Anselmo, como por Tomás de Aquino en el siglo XIII
por identificar esencia y existencia, pero se responderá que si esta identificación no
sucede en los demás seres, al manos sí lo es en Dios.
En Descartes, si desde el punto de vista gnoseológico la existencia de Dios se deduce del
cógito, pronto se establece que desde un punto de vista ontológico Dios es anterior al
cógito: “¿sería posible que yo conociera que dudo y que deseo, es decir, que algo me falta y que no
soy totalmente perfecto, si no tuviera la idea de un ser más perfecto que yo, con el cual me comparo
y de cuya comparación resultan los defectos de mi naturaleza?”.
La idea innata de Dios cumple con la primera de las reglas del método: es una
verdad evidente, una verdad clara y distinta. Descartes ha llegado a la demostración de
la existencia de otra substancia, de la más importante, la RES INFINITA, que ahora sé
que existe además del cogito, y por tanto no estoy sólo en el mundo.
ALGUNAS CONCLUSIONES IMPORTANTES: Tras demostrar que Dios existe y
que no es engañador destruye la “hipótesis del genio maligno”, hipótesis que mientras
estuviera presente no podría estar nunca seguro de nada. Ahora vemos cómo se
restablece la confianza en la razón y en todo lo que ella concibe de modo claro y distinto:
la realidad del Cógito (como sustancia pensante), la realidad de Dios (como sustancia
infinita), y la realidad de la sustancia extensa (según concibo a través de sus cualidades
primarias). No obstante la concepción de Dios de Descartes, aunque es cristiana, no es
muy ortodoxa, Dios es el constructor del mundo, pero una vez construido el mundo
funciona por sí solo con sus leyes y principios. La imagen mecanicista del universo de
este siglo concibe a Dios como “el relojero que tras construir el mundo dota a éste de los
mecanismos suficientes para que funcione por sí mismo”.
No cabe duda, que Descartes pretende demostrar que Dios existe recurriendo a un
argumento que al fin y al cabo apoya su visión idealista y subjetivista, esto es,
racionalista del pensamiento: SIEMPRE SE DEMUESTRA A DIOS DESDE EL
PROPIO SUJETO. Por lo demás, recurrir a un razonamiento clásico de los grandes
teólogos medievales es un recurso para librarse de persecuciones y de problemas, de
los que Descartes huye permanentemente, y dejar contenta a la tradición filosófica
medieval y al poder religioso. En realidad, el tema de Dios no preocupa a Descartes
más que el problema del desarrollo del saber científico.
¡ AHORA PUEDE COMENZAR LA CIENCIA !
19
CONTEXTUALIZACIÓN
PRIMER MARCO DE REFERENCIA: El texto en la obra a la que
pertenece, otras obras y el pensamiento del autor.
René Descartes nació en La Haye (Turena) en 1596, en el seno de una familia noble.
Pronto fue enviado al colegio jesuita de La Fléche en Anjou (1604-1612), y según escribe
en sus obras, las enseñanzas recibidas le decepcionaron, los saberes presentaban
numerosas lagunas y ausencia de metodología, a excepción de las matemáticas que se
convertirán en Descartes en el modelo de todo saber. La falta de una guía en el
conocimiento y la cantidad de errores contrastaban con el descubrimiento de la nueva
ciencia: nuevos fundamentos científicos y filosóficos pugnaban por salir a la luz. Estudia
Derecho y decide dedicarse a la carrera militar, en 1618 comienza la Guerra de los Treinta
Años, y trabó amistad con Isaac Beeckman que lo estimuló para que estudiase física.
Abandona el ejército y comienza su época de viajes (1620-1628), dedicado a las
relaciones sociales y al estudio. De esta época es su obra “Reglas para la dirección del
espíritu”, una obra inacabada en donde expone lo esencial de su método. En 1628 se
establece finalmente en Holanda, tierra de tolerancia y libertades, donde permanece
hasta 1649. En 1633 tiene escrita su obra “Tratado de física”, dividida en dos partes:
“Tratado del mundo y de la luz” que contiene su física de carácter mecanicista, y “Tratado
del hombre”, que decide no publicar al enterarse de la condena que ese mismo año sufre
Galileo, con quien comparte creencias.
Desde 1633 a 1637 advierte la necesidad de afrontar el problema de la objetividad
de la razón y de la autonomía de la ciencia en relación con Dios. En este período escribe
el “DISCURSO DEL MÉTODO” . En 1641 publica las “Meditaciones sobre la filosofía
primera”, que somete previamente a los grandes espíritus de la época (Mersenne,
Gassendi, Arnauld, Hobbbes,..) y más conocida como “Meditaciones Metafísicas”, obra
comenzada trece años antes, donde demuestra la existencia de Dios y la inmortalidad del
alma, y que servirá de arma contra el ateísmo y de fundamento de la física.
Posteriormente se dedicó a la elaboración de sus “Principios de filosofía”, que no es sino
una exposición resumida y sistemática de su filosofía y de su física. Descartes posee ya
reconocimiento público y también es causa de numerosas disputas. Escribe por último su
“Tratado de las pasiones del alma”, donde profundiza sobre la moral y sobre sus
opiniones políticas. Aún en Holanda se vio sometido a ataques vejatorios de los
protestantes, por consecuencias ateas, y fue prohibido en la universidad.
En 1649 es invitado por la reina Cristina de Suecia. En 1650 cayó enfermo de pulmonía, y
murió al cabo de una semana.
El texto del filósofo francés René Descartes, es el inicio de la Cuarta Parte de su obra
Discurso del método (Discours de la méthode), que es la forma abreviada de Discours de la
méthode pour bien conduire la raison et chercher la vérité dans les sciènces (Discurso del método
para guiar bien la razón y buscar la verdad en las ciencias). Su estilo ensayístico, escrito en
francés, rompiendo la tradición de escribir en latín como lengua culta, es claro y personal
y en pocas páginas explica biográficamente las razones que le llevaron a adoptar sus
20
teorías y concepciones filosóficas; pretendía hacerlas asequibles al mayor número de
gente posible. Con la búsqueda de un buen método intentará una nueva justificación de
la realidad y el saber humano que supondrá el punto de inflexión desde la filosofía
escolástica-medieval hacia la filosofía moderna. Estamos pues ante una obra, que puede
considerarse una de las primeras obras de la filosofía moderna.
El “Discurso del método” consta de seis partes en las cuales se exponen los temas más
importantes del pensamiento cartesiano. Fue una obra publicada en 1637 y concebida
como una introducción a tres obras científicas: la “Dióptrica” (un ensayo sobre la luz), los
“Meteoros” (un ensayo sobre la naturaleza de los cuerpos terrestres) y “Geometría”.
Descartes escribió el “Discurso” como introducción teórica a estas tres obras, en las cuales
se daba la aplicación práctica del método. Por tanto, el “Discurso” es una reflexión teórica
sobre el problema del método en las ciencias. Es una obra breve en la que se adelantan
todos los grandes temas del pensamiento cartesiano que serán desarrollados
posteriormente de forma sistemática en las “Meditaciones metafísicas”. El “Discurso” tiene,
también, un componente autobiográfico, pues en él Descartes va contando de forma
detallada la génesis del nuevo método que propone y el modo como lo concibió, así como
su opinión, más bien negativa, sobre la educación filosófica y científica que había
recibido.
El propio René Descartes divide su Discurso en seis partes:
La primera parte es una autobiografía intelectual en la que Descartes pone en duda todos
los conocimientos aprendidos a lo largo de su educación. Se propone la búsqueda por
necesidad de un nuevo método para llegar a un saber seguro, a la vez que realiza una
rotunda crítica de las ciencias y de la filosofía escolástica (medieval) de su tiempo;
admitiendo que sólo las matemáticas ofrecen un saber seguro.
Al principio la segunda parte nos habla del invierno en el que junto a una estufa dispuso
de la tranquilidad necesaria para elaborar su método. Señala a continuación que las
ciencias de su época no son portadoras de un verdadero saber, aclarando que la reforma
que pretende hacer sólo es aplicable a su propio pensamiento, por lo que toma la
decisión radical de dudar de forma metódica y provisional de todo lo que sabe. Por
último expone las cuatro reglas del método.
En la tercera parte crea una moral provisional, mientras se mantiene en la duda. Esta
moral provisional tiene varias máximas. Sus conclusiones son dedicar toda su vida a
cultivar la razón y a avanzar en el conocimiento mediante el uso de su método. Para
ponerlo en práctica, Descartes decide ponerse a viajar y conversar con los hombres.
La cuarta parte es el capítulo central del Discurso del método. A partir del "Pienso, luego
existo" Descartes establece la existencia de Dios, que nos garantiza la evidencia de
nuestras ideas y la existencia del mundo, puesto que Dios al ser infinitamente bueno y
veraz no puede permitir que nos engañemos; si bien es nuestro deber, y no el de Dios,
liberarnos de las ilusiones y evitar los errores.
En el quinto capítulo explica la formación del mundo. Establece las principales
funciones del ser vivo, y establece las diferencias entre el hombre y los animales por la
posesión de pensamiento o alma racional. Afirma que el organismo de los animales es
una compleja máquina automática, que poseen un alma inferior a la humana que les
impide el uso de la razón, mientras que el alma humana es independiente del cuerpo e
21
inmortal.
En este último capítulo reflexiona sobre el alcance de la investigación científica y sobre la
publicación de sus investigaciones. El progreso de la ciencia necesita la comunicación de
las experiencias y reporta múltiples beneficios. Descartes es reacio a publicar sus
investigaciones, por no mezclarse en controversias teológicas, que lo llevarían a
malgastar su tiempo. Al final de la obra, afirma que va a consagrarse a la medicina y que
él no quiere ser importante en el mundo, para poder así dedicarse al estudio sin
obstáculos y sin distracciones.
Poco después de la publicación del Discurso se iniciaron, a un mismo tiempo, una fuerte
corriente de simpatía por las nuevas ideas y una reacción, que creció en violencia con el
tiempo. La publicación de las Meditaciones metafísicas agravó la situación, pues la
novedad de la concepción filosófica de Descartes aparecía aquí con mayor claridad.
SEGUNDO MARCO DE REFERENCIA: El pensamiento del autor en la
historia y/o en la época moderna.
Según la opinión más extendida, entre la mayoría de filósofos e historiadores de la
filosofía, se tiende a considerar a Descartes, con su filosofía racionalista, como el
iniciador de la filosofía moderna. Pese a que su actividad se desarrolla en un contexto
de innovación y descubrimientos en el que intervienen muchos otros filósofos, y todos
con importantes aportaciones, su afirmación del valor de la razón, anclada en el
descubrimiento de la subjetividad, abrirá el camino a la filosofía moderna.
La Edad Moderna se inicia con el Renacimiento, un amplio movimiento cultural que
comienza en el s. XV y culmina a principios del XIX. Movimiento que coincide con el
nacimiento de las monarquías nacionales absolutistas, la aparición de un incipiente
capitalismo comercial vinculado al descubrimiento de nuevos territorios que
desembocará en el mercantilismo y el surgimiento de una nueva clase social muy
dinámica: la burguesía, que propiciara todos estos cambios, incluida la construcción de
los Estados nacionales. Estos cambios sociopolíticos suponen la superación de la vieja
sociedad feudal del Medievo.
Es, asimismo, una época de profunda crisis de la conciencia europea que significa
la ruptura, más o menos radical, con la Edad Media, profundizando en un lento proceso
que se conoce como “secularización” y que da paso a una perspectiva más antropocéntrica
(centrada en el ser humano), frente al anterior teocentrismo (centrada en Dios).
El humanismo consigue imponer una concepción nueva del hombre, Erasmo,
Tomás Moro y el español Luis Vives difunden estos ideales por toda Europa. El hombre
comienza a comprenderse de una forma “más humilde” como un ser perdido en la
vastedad de un universo del que por vez primera se toma conciencia de su inmensidad e
infinitud.
Por lo que respecta a Descartes es importante destacar el desarrollo de la nueva
concepción de la naturaleza, científicos experimentalistas que conciben la naturaleza
como una realidad dinámica de cuerpos en movimiento organizados según una
estructura matemática, que modificará el panorama intelectual de la Europa de XVII. El
desarrollo del escepticismo de talante humanista representado por Michel de
22
Montaigne culminará en una crítica generalizada a todo saber en referencia al
conocimiento medieval, y de un modo similar el español Francisco Sánchez. Frente a tal
escepticismo Descartes reaccionará con la intención de la elaboración de su método.
La filosofía comienza a hacerse de otro modo, ya no son teólogos y profesores
provenientes de órdenes monacales, ni Galileo, ni Descartes, ni Espinosa, ni Hume, serán
profesores ni académicos oficiales. Con todo, se siguen manteniendo, si bien pocos,
algunos elementos del pensamiento medieval que serán aceptados y asumidos por los
filósofos modernos.
Las relaciones entre razón y fe, que estaban en la base del pensamiento medieval,
concluyen en una separación de ambas que será progresivamente aceptada en toda
Europa como un presupuesto indiscutible. Esta situación de crisis se ahonda con la
Reforma protestante y las consiguientes guerras de religión que asolan Europa durante
más de un siglo, y por la ruina definitiva de la tradición escolástica y de la vieja ciencia
aristotélica.
La revolución científica expresa el fracaso de los métodos medievales y de la física
aristotélica. Desde Copérnico, que presenta su hipótesis heliocéntrica como una hipótesis
matemática, a los copernicanos que ven la importancia de las mediciones astronómicas
para defender su hipótesis. Bacon expresa la idea de la necesidad de un nuevo método
para el estudio de la naturaleza. Galileo considera que el conocimiento de la naturaleza
ha de escribirse en un lenguaje matemático, único camino hacia la búsqueda de la
verdad, pero que debe ser contrastado en la experiencia, lo que se continuará en Newton
y hasta nuestros días.
Las dos grandes corrientes filosóficas de la época Moderna son: el racionalismo y el
empirismo, y ambas escuelas no son dos filosofías totalmente opuestas e inconciliables; hay
diferencias notables, aunque notables son también sus semejanzas. Descartes pertenece a la
corriente filosófica denominada racionalismo, junto a Malebranche, Leibniz o Espinosa.
A) El problema de investigar el conocimiento, y la construcción de la ciencia de la época,
se considera por todos como la primera tarea de la filosofía. Descartes optará por la
solución racionalista, donde la certeza del conocimiento procede de la razón y va
asociada a la afirmación de la existencia de ideas innatas, frente al desvalorado
conocimiento sensible. El empirismo, por el contrario, representado en Locke o en
Hume, hace depender a la razón de la experiencia sensible para adquirir conocimientos
originales; y en lo referente al innatismo de las ideas, la conciencia empirista es una
conciencia vacía (white paper, dark room, empty cabinet, son las metáforas que
empleaba Locke).
B)
Racionalismo y empirismo consideran la intuición (procedente de Guillermo de
Ockham), como un modo directo de concebir la verdad del conocimiento, si bien los
racionalistas hablan de intuición racional, mientras los empiristas hablan de intuición
empírica (senso-perceptual).
C)
Respecto a la función del sujeto, para Descartes está perfectamente determinado
como un «yo pensante» con un poder activo e ilimitado en su poder de conocimiento.
Para el empirismo de Hume, el sujeto se considera pasivo, limitado en sus capacidades y
en proceso de descomposición.
D) Los propios empiristas reconocen sus deudas con los pensadores racionalistas, muy
especialmente con Descartes y Malebranche. Todos, unos y otros, están bajo la influencia
de la revolución de la ciencia moderna: Por un lado, Galileo y su método matemático en
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Descartes; y, por otro lado, Newton y el método experimental en la filosofía de Hume.
Descartes, hizo grandes aportaciones al pensamiento moderno, no sólo a las
matemáticas, pues fue el padre de la Geometría Analítica, sino también al avance
filosófico; en primer lugar por su intento, conseguido o no, de construir tanto la ciencia
como la filosofía dejando a un lado la tradición. En segundo lugar, porque inicia en el
pensamiento occidental un problema fundamental como es el problema del método
(aunque hubiese otros antecedentes), que ha de conducir a la razón, estableciendo sus
posibilidades y sus límites (problema que será retomado por Kant).
En tercer lugar, Descartes pone de relevancia el carácter activo del pensamiento (en
contra del papel activo de la sensibilidad), un punto de vista que va a comenzar aquí y
ahora, pero que seguirá en otros pensadores como Espinosa (donde el pensamiento
discurrirá por la línea del concepto y no de la percepción), destacando el papel activo del
sujeto en el pensar. Línea que va a culminar en el romanticismo alemán con Hegel (17701831), pero que será precisamente Kant (1724-1804) el que destacará en su justa medida
la actividad propia del pensamiento frente a la pasividad del nivel perceptual en el
conocimiento humano, desarrollando una síntesis entre racionalismo y empirismo.
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