J!JNTREGA 3.' BOGOTA AGOSTO: 1895 AÑO III ----------_.----.-,--~ PUBLICACION MENSUAL llIRECTORES: MAXIMILIANO GRILLO, RICARDO TIRADO M. ...... ...__... --.. .. ----~-_ _-,..~ _~,----~ -------. LOS EXPLORADORES ALEMANES DE LA. AMÉRICA DEL SUR EN LA. ÉPOOA DE LA OONQUISTA i Qué traducción tan original del título de Oolón Almirante del mar hizo el doctor alemán Jobst lfubchamer en su versión de la obra del italiano Angel Trivigiano Paesi novamente ritrovati (Vicenzia 1507) que plJblicó en Nuremberg en 1508, llamando á Oristóbal Oolón Ot'istotlel Dawber de?' Wttnd81'er des meeres! Sí; el Océano habrá admirado á aquel mágico prodigioso del mar que aspiraba á ser el heraldo de un nuevo cielo y de una nueva tierra y que, considerándose el embajador do Nuestro SeOor, á quien llevaba por los mares, firmaba sus .cartas: S. S. A. S. X.M.1. X po Ferens. (Servidor de Sus Altezas Sacras Jesús María Isabel Cristoferens, según la interpretación del sellor Becher); al hombre tan atrevido como creyente que, confiando en su misión di vina y regocijándose 00n el éxtasis de Moséu J [¡ime Ferre1' que en 1495 dijo á los reyes católicos: "Oreo que la Divina Providencia le tenía por electo por ·su grande misterio y servicio en este negocio," trocó el mar, testigo de sus angustias, en un edén de venturas, realizando esta profecía que se encuentra en la tragedia Medea, de Séneca: Venient annis EOlcu!a seris Quibus Oceanus vincula rerum ©Biblioteca Nacional de Colombia 64 REVISTA. GRIS Laxet et ingens pateat tellus, Typhysque novos detegat orbes, Nec sit terris ultima Thule. Dos hemisferios, nnidos por los vínculos del 011 tnsiasmo po~' una de las figuras más grandiosas de la Historia U niversal, entonarán este a110 un himno :í Colón haciendo snyas las frases casi idénticas que dirigió éste, 0115 de Febrero dc 14D3, desde las Canarias al consejero de los reycs católicos el aragonés Santángel, y el 14 de Marzo del mismo afio al t esorero real Gabriel Sánchez: "Que se hagan procesiones, Que se celebren sagradas fiestas y que sean adornados los templos con ramas verdes. Cristo ha de regocijarse en la tierra como en el cielo al ver salvadas las alma'lhasta entonces perdidas de tantos pueblos." El ilustre antor de las Cm·tas americana8, D. Juan Valera, ha tenido la amabilidad de invitarme á tomar parte en la gloriosa empresa de l('s escritores es panales, portugueses é hispano-americanos que, encac1enándonos por el deleitoso atractivo del bien decir, consagran su talento á pintar en El Centenario la sin par época del descnbrimiento y conqnista del Nuevo Mundo, en la q ne la vista de tantos productos peregrinos de la naturaleza, el encanto romántico de las aventnras más maravillosas, el jú.bilo que scntí!l>n los unos al conquistar preciosos metales y los otros al convertir nnmerosas estirpes al cristianismo, engendraron en los hombres de Espafia una fiebre, una epidemia, una am bicióll sin límites, un afán singular de atravesar los mares y el uesierto, do explorar las regiones incultas, de marIa que al embajador voneciano Andrés Navagiero, que on 1525 vütjaba por Espafia, le parecía Sevilla una ciudad abandonada casi enteramente á las mujeres. Jamás estimaré bastante la honra tan sefíalada que me dispensan la amistad y galantería espafiolas, y á la vez gustoso y agradecido trataré de cumplir mi encargo, porque éste se re.fi~re á lo que ha hecho mi patria, donde ya cuando nifio mo hizo estremecer cl nombre de Colón, siendo los primeros libros que conocía El descubrimiento de América y Robinson el menor, por Joaquín Enrique Campe, que bajo el nombre de Juan retrata en aquellas obras al padre de Fernán Caballero, el sefior B6hl ele Faber. ©Biblioteca Nacional de Colombia J. FASTENRATH-LOS EXPLORADORES ALEMANES 65 ~~~~~~--~~'-------~--~~~~ Al asociarse con toda su alma al Centenario de Colón, celebra Alemania al genio que inauguró una nueva éra y abri6 nuevos horizontes á la humanidad, y celebra su propia colaboración en aquella empresa gigante. Manuscritos de los siglos XI y XII, que se encontraron en los conventos de Islandia, cuentan las correrías de los escandinavos que, con sin igual bizarría, emprendieron la alta aventura de guiar su proa por el Atlántico, en dirección al Occidente, p:lsando Erik el Rojo en 98G desde Islandia á Groelandía, y descubriendo su hijo Leif, á quien Boston erigió un mOllumento en 1887, por los a1'l0s de 1001, la costa norteamericana. Tnvo por compañero á nn alemán, de nombre de Tyrker (Diterico), que halló en las orillas, vides que conocía por su patrio Rbin, y llamó á aquella costa que habrá sido la de Massachusetts, V;inlancl it goda (la bucna, tierra de vino). La nueva de aquel descubrimiento feliz se conservó en Islandia y llegó al sabio canónigo Adán de Bremcn que murió en la ciudad ele Weser en 1076, y á quien se debe la obra importante Ge3trr. Hamrnabu1'gensis ecclesiae POlltifi,curn, cuyo libro IV contiene una descripción de las islas septentrionales. Pero no hablemos más ele aquel elescubrimiento precolombino, ni extendámonos sobre el hijo de Nuremberg, Martín Behaim, el autor del primer globo, sino limitémonos á los alemanes cuyo ánimo llevaba el indomable espíritu de los conquistadores espafioles y que figuran en In. grandiosa empresa del descubrimiento y conquista de América, ese inmenso semillero de acontecimientos aislados que al recogerse formarían una epopeya y darían temas á infinitas generaciones para cantar en todos los tonps la bravura ó la crueldad y la hidalguía 6 la bajeza de los conquistadores ó de los conquistados, Fijémonos en los caudillos de estirpe alemana que dominaron el piélago inclemente como corcel salvaje y que, participando de las ilusiones de los conquistadores espafioles desde que éstos.habÍan alcanzauo tesoros inmensos en los imperios de los Aztecas y de los Incas, buscaban sedientos de oro y ansiosos de aventuras, en los vastísimos llanos que se extienden sobre millares de leguas del laelo oriental de los Andes, á un rey sacerdote, á un ©Biblioteca Nacional de Colombia 66 REVISTA GRIS cacique fabulos'o, El Dorado, el cual, según decía la tradición, doraba su cuerpo desnudo y se banaba en u n lago encantado para quitarse su polvo de oro, consagrando tí. sus dioses, que moraban en el fondo de las aguas, sus joyas, su oro y esmemldas. El primero que buscó al cacique domdo fue Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador del Perú, que en vez uel Dorado descubrió el país de las Canelas en los All<'les de Co16mbia. Al mito uel cacique dorado siguió la leyenda de la mansión dorada del sol y de la ciudad de Manoa. Los espal'loles de Venezuela y Bogotá buscaron el reino de El Dorado en las selvas profllllllas del Orinoco y de~ Río Negro; los colonos de Quito y del Perú septentrional soilaron con la mi.na inagotable y escondida de los Omaguas, mientras los de la ciudad del Cuzco y de Charcas imaginaban que la tierra prometida de El Dorado y los palacios fabricados del prccioso metal se encontraban á orillas de un lago misterioso situado del lado oriental de los Andcs. La leyenda de El Doraqo era como un fuego fatno, un miraje halagüeilo y falaz que engarraba á los aveutureros del siglo XVI, impulsando con encanto irresistible á aquellos hombres tenaces y osados á recorrer selvas vírgenes en que el sol nunca penetró, para atar nuevos seres al carro de la insaciable codicia, á penetrar en las regiones más distantes, en comarcas inmensas que no volvió á hollar ningún hombre blanco desde que los cadáveres de sus hermanos de armas, sucumbidos al calor mortífero del clima y á los miasmas, al hambre y á las flechas en venenndas, y ríos de sangre ue indios regando la virgen América, marcaban sus nefastas huellas de un ooéano al otro, hasta que el fantasma de oro de Manoa se sltmergió para siempre en la. lejana Guayana en el lago soñado de Parima, y hasta que Aleja.ndro de Humboldt desterraba la tierra de oro al reiuo de los mitos. Para alcanzar el oro codiciado, aquellos aventureros que eran caracteres de hierro y tenÍlln brazos de bronce, arrostraron innúmeros peligros y se atrevieron á sin iguales proezas; no los arredraba nillgún obstáculo, sino que cuela derrota aumentaba aún su ardor, su fanatismo, aquella azwi saC7'C;; james de que habla Virgilio. . ©Biblioteca Nacional de Colombia J. FASTENRATH --LOS EXPLOl:tADORES ALEMANES 67 El poeta cubano Francisco SelIén, que publicó en 1891, en Nueva York, su notable poema dramático Hat~tey en honor del que fue en su tiempo cacique de Guajaba y es hoy gloria de Ouba, de Quisqueya y de América, hace arrojar á los indios en las aguas al dios de los extranjeros, al oro, repitiendo todos estos versos que va cantando el sacerdote: Húndete en el profundo Seno del agua inmensa, De dondo tú saliste Sólo á ejercer el mal; Donde quedar debiste, Oro infernal. De las expediciones todas que se hicieron en busca de la tierra dc oro, la más rica en acontecimientos extraon1inarios fue la del joven y simpático caballero navarro Pedro de Ursúa, que con unas tropas reclutadas en el Perú llegó de los Andes al Amazonas y fue muerto á pul'1aladas en la noche fatal del 1. o de Enero de 1561, en un pueblecillo de la provincia de Machijero, por Lope de Agnirre y sus cómplices. El hijo de Guipázcoa Lope de Aguirre, de quien mi amigo venezolano D. Aristides Rojas se ocupa en su brillante artículo El elemento vasco en la historia de Venezuela, y de quien el joven poeta colombiano Oarlos Arturo Torres hizo el protagonista de un drama que tiene mucho sabor de época y que se estrenó en el teatro -de Bogotá en la noche del 19 de Abril de 1891, es el monstruo de la conquista, cuya alma errante no encuentra dicha ni reposo sobre la tierra; pero el móvil grande, si no justo, de sus tropelías es que lanzó el primer grito de independencia en América; si lo lanzó, fue como podría lanzarlo un marinero en noche de borrasca : "á mar revuelto." En el chama que acabo de mencionar, Lope de Aguirre, que encontraba á su ambición estrecho el suelo en que imperaba cual tirano, se caracteriza con estas palabras: • Tú me conoces bien; mi alma altiva Tuvo ti los reyes implac~ble odio: Siempre l1e guardado palpitante y viva Toda la inmensa cólera de Harmodio .• __ • •••• • ••• • •• • • I I l •• • '. 10 •• , • •••• ©Biblioteca Nacional de Colombia 68 REVISTA GRIS y no temblé jamiís; ante la bruma Del abismo sentíme altivo y fiero, Cuando con beso de hervidora espuma Dióme el mar el bautismo del guerrero. Entre los que, movidos" por las relaciones de la poderosa. Guayana y de aquella grande ciudad de oro que los espalloles denominaban El Dorado y los indios Manoa," figura basta uno de los hombres más nobles de la edad de Isabel de Inglaterra, el estadista, soldado, explorador, historiador y poeta inglés Sir Walter Raleigh, que como pirata murió en el cadalso el 29 de Octubre de 1618. A impulsos de mi amigo el eminente geógrafo y catedrático de la Universidad de Bonn, el hispanófilo señor J. Rein, debióse la obra que Fernando Alberto J unker de Langegg publicó en 1888 en Leipzig con el título de El Dorado. Dice aquel autor al final de su libro: " As! como los afanes vanos de los alquimistas por buscar la piedra filosofal causaron notables descubrimientos químicos, las expediciones aventureras en busca de El Dorado contribuyeron más que otL"aS empresas, durante la segunda mitad del siglo XVI y los principios del siglo XVII, á extender y enriquecer nuestros conocimientos geográficos del continente Sur-americano." Ya es la hora de hablar de mis compatriotas, los Guales, si no encontraban el oro soñado, ni el reino legendario de El Dorado, llan de ocupar un puesto distinguido en la falange de los descnbridores que con la mnerte fatal siempre presente cruzaron soledades eternas, fulgurando el indomable espíritu de los Dalfinger, Federmann, Hobermnth y Hutten, deslumbrado por los mirajes coloridos de El Dorado, en la espesura de la hojosa selva. Como último biógrafo de los descubridores alemanes mencionaré la ilustre escritora colombiana D.' Soledau Acosta de Samper, que dio á la estampa en 1883 en Bogotá BUS biogl'afías de hombres ilustres ó notables, relativas á la época del descubrimiento, conquista y colonización de la parte de América denominada actualmente Estados Unidos de Colombia. Para escribir esta obra consultó entre otras la Historia general de los • 7techos de los cast611anos en las t·slas y tie1'1'a firme del mar ©Biblioteca Nacional de Colombia J. FASTENRATH-LOS EXPLORADORES ALEMANES 69 Océano por el historiógrafo de Felipe II Antonio de Herrera (Madrid 1601 á 1615), la Histo1'ia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada por el Obispo ne Santa Marta, nacido á principios del siglo XVII en Santafé de .Bogotá, D. Juan Fernández Lucas ' de Piedrahita, y las Elegías de varones ilustras de Indias, cnya primera parte salió en 1588, y q ut! escribió D. Juan de Castellanos, que tomó parte como soldado ·en la conquista de Nneva Granada, y después se ordenó de sacerdote en TUDja. Sólo una breve noticia referentc á los alemanes se encuen tra en la Historia del Nuevo jIundo que el milanés poco afecto á los espafioles, Jerónimo Bellgoni, publicó en 1565 en Venecia. Es sabido que el joven caballero castellano Alonso de Ojeda, acompallado del sabio piloto Juan de la Cosa, el primer cartógrafo del Nuevo Mundo, y elel florentino América -Ves pucia, cuyo nombre de América presentaba por primera 'vez el docto preceptor alemán Martín de Waldseemüller, natural de Friburgo (Breisgan), en 1507 en la introducción de su Cosmografía como el más á propósi to para el N nevo Contínente, descubrió en Agosto de 1499 el golfo de Venezuela, que bantizó con este nom bre por haber encontrado en la costa oriental mncha gente que habitaba chozas edificadas en las aguas sobre un ene¡tjonado de estacas y piedras, pareciéndose la construcción de aquella alelea ú la de la bella Venecia. Llamaron el sitio Venezuela, nombre que conservó todo aquel litoral, que se convirtió despnés en nna importante colouia espafiola. Es sabido también qne Rodrigo de Bastidas fundó en 1515 una población espaflollt que l lamó Santa Marta (situada en el Estado Magdalena de Oolombia), y que Jnan ele Ampués fundó otra en un sitio que llamó Santa Ana de OOtO y que está próxima al golfo de Maracaibo (Estado Falcón). Apenas tenía un afio de vida la iniciada colonia, cuando el Emperador Carlos V cedió, en pago de sns letras de cambio, á los Rothschild del siglo XVI, los Welser, de Augsburgo, que Herrera llama Belzares, como feudo de la corona todo el territorio de Venezuela, desde el cabo de la Vela hasta Maracapana, ·con derecho á conquistar en la tierra adentro y hacer esclavos á los indios que no se sometiesen, y con la condición de fundar ©Biblioteca Nacional de Colombia 70 REVISTA GRIS dos ciudades y tres fortalezas bajo el mando de un gobernador 6 adelantado, que nombrarían los Welser. El primer adelantado que nombraron éstos se llamaba Ambrosio Dalfiuger ó Alfinger. Herrera le llamaba Enrique d' Alfinger. Los escritores espafíoles dicen que Miser Ambrosio era natural de Alfinger, una ciudad alemana. No hay ninguna población llamada Alfinger, sino Alfingen. " ACuál es esa ciudad de Alemania? pregunta. D.· Soledad Acosta de Samper. .. No hemos podido descubrir ninguna que lleve un nombre que se lo parezca siquiera." Hay dos pueblos llamados Alfingen cerca de Aalen (Wurtemberg), y otro llamado Thalfingen, próximo á Ulm, donde los Besserer, aquellos patricios tan famosos ele la ciudad del Danubio, tienen aúu hoy un castillo. Los escritores alemanes dicen que Dalfinger 6 Alfinger pertenecía á una estirpe de patricios residente en Ulm, la ciudad de los recuerdos que el Emperador Maximiliano llamaba su hija más favorita después de Augsburgo, y de que dijo un proverbio de la Edad Media: "Dominan al mundo: la fuerza. de Venecia., el esplendor de Augsbnrgo, 111. artilleríll. de Strasburgo, lu sal de Nuremberg y el dinero de Ulm."· El que había de desempellar un papel tl1.n importan te en Jn. historia de Venezuela, lel pequ efia Venocia, teníi1., pues, por patria, á la rival de la ciudad de las lagunas. Un amigo mío, el distinguido poeta de Ulm, Adolfo Wechssler, cree quo 01 Miser Ambrosio de las crónioas espanolas, era un Besserer de Thalfingen; pero siguiendo la autoridad de su contemporáneo y paisano Nicolás Fodermann, lo llamaré Ambrosio Dalfinger de Ulm. No es la primera vez que escribo yo sobre Dalfinger, pues le he consagrado un artículo qne publicó El Siglo de Caracas, correspondicnte al 8 de Enero de 1885. Hablando hoy del mismo personaje, tengo delante de mí la introducción que Clemente R. Markham, el cllal pasó cuatro afios en el Perú, escribió lÍ. las lVoticias histol'ialcs, de Fr. Pedro Simón, debiendo yo aquella obra, que pertenece á la Biblioteca de la Universidad' ©Biblioteca Nacional de Colombia J. FASTENRATH-LOS EXPLORADoRES ALEMANES 71 de Bonn, á la bondad elel profesor Rein. (La traducción inglesa de las Noticias Mstoriales, debida al seflor Markham, salió ea Londres en 1861). Habiendo sido acreditado de agente de los Welser en la corte de Espafla, Dalfinger tenía ya experiencia de los trabajos que se pasaban en las tierras del Nuevo Mundo, cuando con tres buques, 400 infantes y 80 de caballería, todos hombres de 'n acimien.to español, salió en 1528 del puerto de Sevilla para Coro. Apenas se hizo cargo el Adelantado del gobierno, cuando se apresuró á recorrer el paíe, <leseoso de no perder tiempo, y en 153'0 empezó S11 famosa expedición en busca del rey de los metales, dejando en Ooro á su segundo Jerónimo SayIler y trayendo una tropa compuesta de 160 espafioles de infantería y 40 de á caballo y una turba de indios cargueros que, para. que no se le huyesen, llevaba ensartados en dos cadenas (como lo hacían en EspalJa para trasladar los galeotes de una parte á otra. Véase el Don Quiy"ote, J, capítnlo XXII), 'y atados de manera qne pudiesen pasar las cabezas por los anillos. En lugar de desatar al desgraciado, á quien el cansancio no permitía caminar, le cortaba la cabeza un criado de Dalfinger, quedando los cuerpos tendidos en los caminos en scfial de la cl'Ueldad de aquellos invasores. Al llegar el Adelantado á las lagunas que forma el río Oesare en su desembocadura en el Magdalena, los indígenas huyeron á las islas por temor á los espafioles J al candillo germano, que era de la madera de los conquistadores; pero los atraía el brillo de sus joyas de oro; los espafioles nadaron con sus caballos por las lagunas y mataron muchos indios. El cacique de TamalamtllJue se sometió, entregalluo á DIllfinger todas sus joyuelas. Entonces resolvió éste descansar algún tiempo en aquel lugar, mientras que enviaba á 001'0 los 60,000 castellanos de oro que llevaba con un oficial seguro, acompallano ele 25 hombres y de los indígenas qne necesitase paJ'¡t cargar todo aquello. Pel:o aquellos desgraciarlos, con excepción de uno solo, no llegaron á 001'0, sino se perdieron en el camino. En vano aguardó Dalfinger en la. confluencia de los ríos Cesare y Margarita el regreso de los que había mandado á CorG para que le compmsen armas y caballos, y por fin continuó Sil ©Biblioteca Nacional de Colombia 72 REVIs'ra GRIS viaje de descubrimiento por las orillas del río Magdalena hltsta el río Lebrija, siendo el único alimento de los pobres aventureros, atormentados por la fiebre y los mosquitos que no les permitían dormir, frutos sal yajes é insectos. Crecía aún su mideria al pasar en pocas horas del clima más ardiente al frío más intenso, al alcan7.ar los riscos y serranías, los helados páramos de lo que hoy día se llama Estado de Santander. Por eso llamó Dalfinger á aquellas frías regiones Valle de Miseria. Sólo una l'educitla tropa regresó de allí á Coro el 3 de Mayo de 1530, mientras que el caudillo salió para Santo Domingo para cul'arse de la fiebre. El 2 de Septiembre emprendió su 8egundo viaje de descubrimiento, penetrar:do en los territorios de los Pocabuyes, á orillas del río Magdalena, y en los de los Alcolohac1os, en las riberas del río Cauca, que habían de entregarle sus rique7.as que equivalían á 21,000 castellanos de oro. En aquella expedición conquistó armaduras y anillos, equivaliendo á la cantidad de 40,000 castellanos de oro. Por fin llegó á la vega fértil de Chinácota, que se encuentra en la provincia de Mérida (Colombia), y que después de la muerte triste de Dalfinger se llama Valle de Ambrosio. En aquella llauura le alcamó su destino; el Adelantado, haciendo u n reconocimiento, fue acometido por una tropa ,le indígenas, los cualos atravesaron con una flecha la garganta de Dalfinger, quien murió al tercer día. Entenáronle debajo de unos árbolcs umbrosos y en la corteza de uno de ellos le pusieron, como dice Castellaoos (Elegías de varones ¡'lttst1'es, Parte II, Elegía 1, Canto IV): En Alfinger fue nacido Una ciudad de Alemania; Tierra bárbara y extraña 'fiene su cuerpo abicondido En medio de esta montaña. Así terminó la primera expedición de los alemanes en solicitud de oro. El rndo é indomable Dalfinger, que se atreíió á los lances más fieros, y sin temor á las fatigas, cruzaba las soledades más horrendas, era un valiente, un héroe como el que mis, cuyo sino era morir combatiendo; adorado de sn's soldados, tenía por compallero al hórrido huracán. yero. el terror de ©Biblioteca Nacional de Colombia J. FASTENRA.TH-LOS EXPLORADORES ALEMANES 73 los indios, para los cuales no tenía piedad, dejando la f~ma de un nuevo Atila. Después de la muerte del primer Adelantado continuaron haciéndose las expediciones, cuya historia, según dice Markham (que para su ya cilada. introc1 ucción aprovechó además de Castellanos, Simótl, Piedrahita y Herrera, la obra titulada Historia de la conqtbi8ta y poblaci6n de la p¡'ovincia de Venezuela, escrita por D. José de Oviedo y Bafios, vecino de la ciudad de Santiago de León de Caracas, primera parte, Madrid, 1723),. parece más una página sacada de los romances del rey Arturo, que una narración sencilla de verdaderos hechos. Surgieron dos varones alemanes cuyos nombres llama con respeto la Historia, siendo el uno Jorge de Spira, á quien los [alemanes llamaron Jorge Hohermllth, y el otro Nicolás Federmann. Este último era lo mismo que Dalfinger, natural de U'lm. Parelie que el genio de la émula de Venec ia, la ciudad de Ulm, que comparte con Colonia la gloria de poseer la Catedral más al ta de la cristiandad, encontraba su csfera de atracción en Venezuela. Hohermuth y Federmann se embarcaron con 400 hombres de armas y bastantes caballos y perros en ell'ío Guadalquivir, para 001'0, donde arribaron en Febrero dc 1534, siendo nombrado aquél por los Welser Gobernador de Venezuela y éste te niente general. En 1536 cmprcndi·) Hohcrmuth su viaje de descubrimiento penetrando en regiones qlle elaban al alma pavura y que no vol vió á hollar ninglm hombre blanco. Verdaderamente mereció su noble apellido, que quiere elecir brío alto. Atravesó las ásperas laeleras de la Eerranía de Carora; en seguida se dirigió á la provincia ele Baraure, y se detuvo durante la cstación lluviosa en las márgenes del río Aricagua. Siguió su camino, siempre pcrseguido por los naturales y alimentándose de palmitos, é internándose por los llanos esguayó los ríos Apure, Sarare y Casan are. Ouando entraba n uevamente la estación lluviosa, hizo alto en las orillas del Upía, escogiendo, para librarse de las inundaciones, el sitio que servía de guarida á los tigres de los contor nos. Continuando su camino en busca de un país que le habían ©Biblioteca Nacional de Colombia 74 REVISTA. GRIS pintado riquísimo y que no existía, hizo una excursión por las orillas del río Ariare y después entró en territorio de los Guayupes y los Choques, los cuale!! salían embriagados Ít los combates, y peleaban con las canillas de sns enemigos á manera de armas. El último río que alcanzó Hohermuth, era el Papameneo De alli puso en ejecución el regreso á Coro, muriendo muchos oficiales, entre los cnales se encontraba Murcia de Rondón, que actuaba de Secretario del rey Francisco 1 durante sn cauti,erio en Madrid. En Mayo de 1538 llegó Hohermnth á Coro, después de haber recorrido más de 1,500 legnas y cruzado soledades eternales en que se escucha tan sólo el hórrido rugido del jaguar, el grito del salvaje y la alta voz de los torrentes. Muri6 en 1540 como Gobernador de Venezuela. No tiene verosimilitnd ninguna la noticia de Benzoni de que aquel capitán en cuya vida no se mira ninguna mancha, fnese muerGO en su lecho por unos espafloles rebeldes que echaron su cadáver en la selva. A Hohermuth se debe el descubrimiento de los Llanos qne hoy se llaman de easanare y de :::lan Martín en Colombia. Después de muerto Jorge Hohermuth fue nombraclo Gobernador de Venezuela el Obispo de Coro, D. Rodrigo de las Bastidas, y teniente general el que había sido compaflero de armaS del difunto, el caballero alemán Felipe de Hutten, á quien Herrera llama Felipe de UHré ó Uré, y otros escritores espafioles de Hutén. El intrépido y honrado Hutteu es sin contrar1icción una de las figuras más simpáticas entre los germanos que afiadieron páginas tan románticaR á la historia del descubrimiento de las Américas elel Sur. Pertenece á la familia de que salió el fogoso caballero Ulrico de Hutten, el campeón más esforzado de In, libertad en la época de la Reforma, que tenía un alma hecha de llama. En Julio de 1541 organizó Felipe una expedídieión en busca de El D01·ado. Seguían Sll estandarte muchos caballeros, entre los cuales mencionaré á los espafloles Sebastián de Amenzúa y Pedro de Aniaga y el joven alemán Bartolomé Welser, un pariente de los Welser de Augsburgo, rivales de los Fúcnres. Dejando á Coro marchaban á Barquisimeto, penetraban en los llanos centrales y pasaban el invierno en el pueblo que Hohermuth había bautizado co~ el nombre de Nuestra Sefíora. ©Biblioteca Nacional de Colombia J. FASTENRATH-LGS EXPLORADORES ALEMANES 75 Después alcanzaron la provincia de Papamene, y por fin llegaron á una ciudad de los Guayupes, donde sabían que los Omaguas tenían mncho oro y plata. Alentado por los cnentos fantásticos de los indígenas, penetró Hutten en las regiones situadas entre el río Guariarc y el Oopura ó C¡tquetá, y atacó la ciudad del cacique de los Omaguas, llamado Guarica, siendo gravemente herido. Le llevaron á la selva vecina, y, gracias al método bárbaro y extrafio de su amigo el cacique dc los Guayupes, le curaron, pues éste hizo .... estir á un anciano esclavo la armadu¡'a del caballero alemán, le sentó á caballo y después le hirió del mismo modo qne los Omaguas habían herido á Hntten. Conclnyó matándole, y así descn brió la dirección y pro· fundidad de la herida del alemán, y curó á éste. Desde los aías de Hutten el país de los Omaguas fue considerado como El Dorado, la tierra de los dorados suefios. Pero ¡qué suerte tan trágica! Después de una campafla de cinco afias, llena de sufrimientos y de lances fieros, halló la mnerte en su regreso. Durante la ausencia del caballeresco Hutten se había apoderado del gobierno de Venezuela un rudo soldado, de nomo bTe Juan de Carvajal, que mató con el machete á Felipe de Hutten y Bartolome Welser en la Semana Santa de 1546, y les robó todas sus riq uezas cuando vol vieron á Coro. Expió su crimen en 1547 mandándole ahorcar elliconciado D. Juan Pérez de Tolosa en la ciudad de Tocuyo, fundada jJor el mismo Jnan de Carvajal. Bartolomé Welser, con quien perecieron tantas esperanzas, murió como el inocente Giselhero en la campafia fatal do los Borgofioncs á la Corte de Atila. De la desgracia y muerte de Felipe de Hutten hablan las cartas de su hermano Mauricio, Obispo de EichsHi.dt r, que erigió un monumento sepulcral á Felipe en la iglesia ele Santa María, cerca de Arnstein. Felipe tenía un comzón de oro, cual genuino caballero alemán. Ocho epístolas son lo úuico que llevaba escrito desde 1535 á 1541. El 31 de Marzo de 1539 escribió á su padre : "DIoa sabe que DO me ha. impulsado la codicia. á hacer este viaje, SiDO un anhelo peregrino que he tenido ya hace mucho tiempo; creo que DO hubiese muerto contento sin haber visto las ©Biblioteca Nacional de Colombia 76 REVISTA GRIS Indias; pero os diré que no he olvidado á. la madre de mi corazón," " Ahora mi ambición está satisfecha y quiero tratar de partir de aqui lo más pronto posible," y presintiendo quizá su muerte prematura, escribió ellO de Marzo de 1541: "Temo la guerra con los cristiauos más que la con los indios," Hace sus elogios la Encilopedia gel/cml de Alemania, que está publicándose en Leipzig por la Academia de Ciencias. ¿ Qué se hizo Nicolás Federmann, el teniente general de Hohermuth? Este le perdió de vista, porque el ambicioso Federmann sólo deseaba obrar por su cuenta, Fue hombre de tan buenos y corteses modales, que refieren los cronistas espafloles que jamás se le oyó proferir palabras descompuestas, y era tan afable, compasivo y misericordioso con sus inferiores, que éstos le idolatraban, Jamás se le tachó de codicioso ni de cruel, y sus enemigos no pudieron nunca mencionar de él una acción sanguinaria ó perversa. Tenía rostro blanco y hermoso y barba roja y poblaaa, Por eso sus soluados le llamaban Oapitán Ea?'ba1"1'oja, Como Muntaner, describió sus expediciones pu blicándos e en 1557 en Hagenau, después de la muerte del autor, bajo los auspicios ele su cuf1ado el ciuda.dano de Ulm Juan Kiffhaber, la obra titulada cn alemán: Indianische Historia. Ein schone ku,¡'zweilige historia Nicolaus Federmanns des fitngeren von mm e¡'ster ¡'aise so el' von Hispania '/tnd A ndalosia auss in Indias des ocean'isclten mórs getltan lutt, und was iltm atleZa ist begegnet bis au! seine Wiederkuntt in Hispanialn atti'S kurzest beschr¿eben, ganz l1tstig Zl¿ lesen, Encuéntrase la obra original en que se mezclan palabras espaflolas á 'las alemanas, dando testimonio de los conocimientos de Federmann, en la Biblioteca ele la Universidad de Tubinga, y fue reprodncida en 1859 por ~I doctor Carlos Klüpfel, formando aquella obra el tomo 47 de las publicaciones del Lz:ttera1"ischen Verein de Stuttga1't á quien tn ve yo la honra de representar en Madrid en el Centenario de Calderón, El tomo 47 está agotado ya, pero la ciudad de Ulm, que lo guarda en su Biblioteca, tuvo la bondad de prestármelo para que hable de él en estc arti· culito. ©Biblioteca Nacional de Colombia J. FASTENR:\.TH-LOS EXPLORADORES ALEMANES 77 Nicolás Federmanl1, el menor de Ulm, estuvo dos veces en las Indias, pero lleva escrito sólo el diario referente á su primer viaje qno emprondió 012 do Octubre de 1529 desde Sanlúcar ele Barrarnoela en el buque de 10s...Welser, para qLl e ayude á Arn brosio Dalfinger de Ulm. Cuando el 8 de :Marzo de 1530 llegó al puerto de Coro, no encontrJ tÍ. Dalfinger, que estaba ausente hacía ya ocho meses; por fiu volvió éste de sus aventuras habiendo clddo eufermo, y fue recibido por Fedormann y el factor, contadol' y tesorero Juan Seissenhofer que habían mandado los Welser, al són de música, y cantándose un Te Den1/!' en un sitio distante me<lia logua de Coro. Federmann no dice nada de las aventuras de Dalfinger (á quien sólo una vez llama Talfinger), pnes no quería contar sino lo q ne él mismo había visto. Mientras Dalfinger estaba en Santo Domingo para curarse de la fiebre, su compatriota ]'eUtrmann hacía voces de Gobernador y Capitán general. Y pam no quedar ocioso emprendió el 12 de Septiembre de 1530 con 110 espafioles do infantoría, 16 de á caballo y 100 indios naturales una expedición hacia 01 Sur. Conoció en aquélla :1 los indios Xideharas, Ayamanes, Cuyones, Xaguas, Caquetios, Cuybas, Guaycarias, eyparicotes, y nos cuenta de un gran río llamado !racny, que tione las dimensiones del Rhin. Dice en su relación alemana que llevaba consigo á un notario público que lo anotaba todo en castellano para Sus Majestades. El 13 de JrIarzo de 1531 regresó á Coro, de donde salió el 9 de Diciembre para San to Domingo, y de allí para Sevilla y para la corte de la Emperatri7., qlle estab,\ por aquel entonces en Medina del Campo, y por fin para Angsburgo. Hoy tengo yo la satisfacción de renovar eu nuestra. queridísima Espafia la momoria del que figum ontre los heraldos de la nueva civilización qne debía destrnír la antigua, derribando los ídolos del gentilismo americano, y ejecutando, en nombre de la cruz, santos hechos heroicos; y doy las gracias á la ciudad de los Dalfinger y Federmann por haberme facilitado el diario de uno de sus más distinguidos hijos. Réstame hablar del segundo viaje de Federmann, cuando éste, en lugar de Gobernador de Vonezuela, lo cual había ambicionado, era teniente general de Hohermuth. Iba ya biell ©Biblioteca Nacional de Colombia 78 REVISTA GRIS entrado el ano de 1537, cuando el joven Federmann empezó á aproximarse ti las márgenes del río Apure, en donde tuvo noticia de que se acercaba Hohermuth, y con el objeto de no encontrarse con éste enderczó rumbo directamente hacia el Sur. Internóse en los Llanos, yen el verano siguiente marchó con dirección al Meta. Sofiando con un segundo Perú, empezó en 1538 á trepar los estribos de las altas sierras con grandísimo ánimo. Después de haber escalado los cerros escarpados de la alta cordillera que cerraba el imperio Muisca, llegó á los helados y yermos páramos ele Sumapaz, y en Abril de 1539 se encontró en las altiplanicies de Santa Fe de Bogotá con los conquistadores Gonzalo Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcázar~ que habían salido de lugares diametralmente opuestos, y cuyas aventuras aún más románticas que las de los Oortés y Pizarro, están esperando todavía su historiador. Los tres caudillos emprendieron juntos viaje á la Oosta, embarcándose en Guataquí y bajando al Magdalena hasta Oartagena. Federmann pasó inmediatamente á Espafia con Quesada, y de allí á Augsburgo, á verse con los Welser, ti quienes inteutaba ped ir la gobernación de Venezuela. Parece que murió profundamente afligido porque no se cumplieron sus deseos. Hubiera mereci~10 mejor suerte el que llevó á cabo un viaje tan peligroso como el que hizo de Venezuela hasta Bogotá, sin que se dijera que hubiese flaqueado una sola vez. En 1554 les quitaron 5. los Welser sus privilegios y su provincia. Así, ti los veinte alios de aventuras tan atrevidas terminó el gobierno de los alemanes en Venezuela. Pero el nombre alemán no ha perdido su prestigio en aquella tierra. Hoy ,iven allí más de mil alemaues, y un consorcio alemán esM construyendo el gran ferrocarril venezolano. La nación alemana que en el día se enorgullece con los exploradores de Africa Ehmin Poscha, Peters, Nachtigall, Wissroann, Gl'avenreuth, Rohlfs, Holl1b y tantos otros, goza de respeto en el mundo de Oolón. Dice Al'istides Rojas: .. Hay países que nacen con un privilegio concedido por Dios; tal es la Alemania, que tiene aptitudes para. todas las necesidades; que introduce su industria y comercio en todos los países del globo; que al civilizar enseña, que explora, difunde, fraterniza con todos los progresos, y se levanta á la altura. de todas laR ten: dencias del sigl~." ©Biblioteca Nacional de Colombia R. TIl't~DO M.-CLA RIN EN EL Tii:ATRO 81 ¡Y es fuerza. que así sea! El hombre es acciden te Que el cíclico proceso no alcanza. á perturb ar; Prosigu en las ideas su marcha eternam ente, Mas en el curso incierto de Sil carrera varia Para que snrjan héroes, la llleha es necesaria, Es fuerza que haya víctima s para qne surja altar. Empero , el gran vencido no duda nnte la prueba, y cnando el odio insano su frente llega á herir, Más limpia ante las sombra s de proscrip ción se eleva; y con la planta. firme, si rob la sandalia , Recorre sonrien te la (lolorosa Ql'dalia y erguido ante los hados, aguarda el porveni r .. OARLOS ARTURO TORilES . Bogo tá, Abril: 1895. CLARI N EN EL TEATR O Oon impacie ncia aguarda ban los aficionados la obra que-Olarín había anuncia do al empresa rio del Teatro E~pañol de Madrid hace ya buenos meses, no por lo extrafio que debían oír tí los persona jes del conocido crítico de Los Lunes, sino por haber sido arreglad a en aqnel gabinet e de Oviedo en donde él trabaja sin descanso, y de donde salen periódi cament e las fllribunda s felpas para los escritores espafiolcs y surame ricanos . Quizás no fuera exagerado decir qne de los contem poráneo s que han escrito en castella no y han logrado levanta r la cabeza por encima de la gente común, no hay uno solo que no haya recio bido ele manos de D. Leopoldo ardiente s é imborra bles palmeta . zos que los ofendidos, cuando toman las cosas á pechos, y son de los de muy irritabl e epiderm is, han oevu,elto con bofetad as y aun con desafíos que más de una vez han llegado tí mayores. IJa intransi gencia que lo caracter iza, y el haberse quedad o, allá muy lejos en donde In. crítica no busca sino los pecadillos contra la augusta majestad de los precept os de Hermos illa, río gidos y estirado s como los maestro s que ensefiaron la gramát ica castella na en latín, antes de que hubiera llegado hasta nosotro s la del famoso Bello, y lo viperino de s\{ lengua en ocasiones, ©Biblioteca Nacional de Colombia 83 REVISTA. GRIS le han trilído I.t l1ntipatí,t, por no poner el odio, de la mayor partc de los que se ocupan en garabaten,r cuar till:ls, obedecicndo á. la necesidad tle saLisfttcer u na inclinación del pro pio temperamento, ó á la otra necesidad, más imperiosa, dc cOllseg nir por .ese mellio los cu artos indispensables para viril' nlla vida modesta en medio ele la gente ele elevado coturno. Ya oigo que fl'l1nciendo el ce110 Cla1'ín conti's tal'Í;L-si estas lí neas alcanzaran la ventura de ser leídas por (.] -que nada le importan los odios recogidos por su pluma, )' quc al olimpo de su desprecio !lO suben los chillidos de los que, heridos por sus dardos, se complacen cuando ven en la frente del tai:mado regaf!ón la tristeza de una derrota de las que no dejan :manera de rehacersc. Pero aquello es un error, por más simpá,tico qqe parezca el desdén en esc modo homéric0. Parn, los que escriben impelidos á ello por una fuerza intcrna in'esistible, y que, desconocidos del gran público, porque no le han visto la cara, á pesar de que juntos y á. solas han hablado mil veces (miste· rio de la prensa que finca su poder en ocultar las firmas), para esos, digo, cuyos nombrcs ignoran los que leen, debe ser lo mismo la carcajada sorda y burlona qnc la placentera sonrisa de los labios que se despegan con íntima frnición; lo mismo el aplauso silencioso de los doctos, que la crítica parlera de los necios con pretensiones de juzgadores. Mas para quien se presenta en las tablas con los manuscritos de su drama, 6 comedia, ó ensayo, bajo el brazo, y espera las palmadas de los concurrentes, y aguarda que al caer el telón del primer acto lo han de llamar {¡, la escena, en fin, para quien va á buscal' aplausos al teatro de los españ olcs, no es indiferente el odio ó el cariflo de los que ocupan las butacas. La suerte de la obm dependerá en gran partc ele los antecedentes del antor; si él ha sido exigente, archisevero cuando en sus munos han caído las producciolles de los otros, si la pasión ó el amor propio no le han cJ ejado ver sino lo imperfecto que llevan si em pre en sí las cosas de los hO'l1bres, !lO habr:í entonces para él inrlnlgencia ni respeto, y 6 ·su ingenio hacH 01 vldar con las bellezas aquellos amortiguados rencores, y se impone, ó lo silban con todo el aparato acostnmbrado. Así le suct'dió á D. Leopoldo Alas. Su talento no ha .sido capaz dc acallar en el teatro las voces dc la mnltitnd, ])01'- ©Biblioteca Nacional de Colombia R. TIRADO M.-CLARIN EN EL TEATRO 83 que téngase presente que SllS enemigos personales contemplaron inmóviles el requiescat in pace que los de las galerías pusieron sobre la frente de Te1'csa en el instante de su llegada al mundo. Tel'esa (cs el nombre del drama) fue silbado solemnemente en la noche del 20 de Marzo, día de San Aniceto, en el Teatro Español de Madrid, y luego en el de Núvedades de la capital de Catalufia cOl'l'ió la misma suerte; pero de tal manera, que la pobrecilla de l'e¡'esa quedó definitivamente 1¿echa cadáver. H~ aquí cómo pasaron las cosas en Madrid, al decir de D. Miguel Eduardo Pardo: Teresa era criada ue una sefior!t bUJ'guesa, y Fernando, el hijo de esta seilora, se enamoró por manera tan platónica de la muchacha, que lo mejor y más florido de su juventud se la pasó cuidando su virginidad (la de TereEa, se entiende); pero luego llegó Roque, un minero más listo ó más práctico que el candoroso seilorito, requirióla de amores y se la llevó tan tranquilo. Entonces vino á .caer Fernando en su simpleza, y muchos ailos después, cuando ya Teresa tenía una hija y andaba toda deslabazada de ropas y de carnes, con un pie en los cuarenta y otro en los cuarenta y cinco, se deci· dió á enamorarla en la misma cara de su marido, que por amor del trabajo y la pobreza se convirtió en borracho empedernido con ribetes de anarquista furioso. y allí en aquel escondrijo de la miseria ocurrieron cosas que movían á risa de puro inverosímiles. Fernando quiso llevarse á Teresa precisamente en el mis- _. mo instante en que vieue Roque, como siempre, borracho. Pero á Roqne se le ha oído desde lejos, allá entre yo no sé qué profundIdades de la mina, por lo cual se comprende cómo el terrible raptor tenía sobrado tiempo para escaparse. Mas, no sefior: se necesitaba un conflicto, y el conflicto se trajo por los cabellos: escondiendo á Fernando uebajo de una escalera, mientras. el otro entraba maldiciendo y vomitando pestes. Esta asquerosa escena del borracho, que al fin cae sobre un jergón de paja sucia, envuelto en sus guillapos indecentes, duró sobre poco más ó menos tres cum-tos de 1¿Qm, y decidiÓ el fracaso. Un espectador de arriba gritó con voz de trneno: _j Sefio1' Clarín, que se acaba la paciencia! ©Biblioteca Nacional de Colombia 84 REVISTA GRIS Otro agregó : -Qne le den amoníaco á rse hom breo -¡ Que salga Gla1'inete! y todo el público de paraíso, haciendo coro á las intelTup'ciones, empezó á reírse, á vocear, y á modular intencionados toques de corneta: ¡tararí! ¡Tararirirí! A poco estalló todo el mundo, y la silba fue estrepitosa, enteramente absoluta y sin vacilaciones. Ola1'Ín salió esa misma noche para Oviedo. Hasta aquí, aunque eu mal romance, el sellor Pal:do. La "l'epreseotaeión eu Barcelona fue más infeliz, si se puede decir; oigamos al crítico D. Francisco Miguel y Badía, que escribió en el Diario de Barcelona uu artículo que comienza así: " Quien estuviese el sábado último en el teatro de Novedades -y nada supiese de misterios de tel6n afuera, creería que Tensa había sIdo un exeitazo. Quien /por frecuentar teatros sepa que hoy se arreglan éxitos como se hacen elecciones, y que la cZaque hace oficios de cacique, verla muy en brave que el público imparcial, el verdadero público, no había abierto la b.:>ca y apenas movido las manos, y que había tcnido que qu ed '1.rsc sin decir oxte ni moxte ante lo!! cstridentes aplausos y lo~ balJ.dros que, como grao '. nizo, veníall de distintos puntos, y sobre todo de las galerías. Eran los pucherazos y los palos y otros advertimientos de las ' elecciones ante los que se retira el elector pllcífiJo, el verdadero elector, y no da su voto. Esto en cua_nto á la realidad del triunfo obtenido por Te res <J. Dfgase lo que se qui era en contra, hubo el .sábado lo que llaman los italianos un piatto mOl¡tato. " AIH no hay dram~ propiamente tal: á lo más, fragmentos de una novela pilesta en diálogo, y esto por sí solo no interesa á . ningún stmado de nu~str(!s días, ni hubiel'd. interesado tampoco tÍ. los de A.ut.año .... En Teresa no hay emo~i6n drumlÍ.tica. aino una retahila de escenas asperamente realista', y en todo una seque· ..dad que dej!l. frio a l oyente en todos los iBstantes." Esta ep, sencilbmcntc, la opinión del seBor Miguel y Badía. Veamos 11\ p¡lrte que tocó á. los artistas á ql1icacs se encomendó la representación del infortunado el/sayo. Así habla El Noticie1'o Unive1'sal: "Todos los artistas estudiarun la obra c?n amore, la desem· peñaron con esmero, y Ii su excelente representaci6n se debe en . gran parte el aparente éxito que obtuvo; y decimos aparente, por· que desde las primeras escenas, numerosa é impaciente cl(lql~e < ©Biblioteca Nacional de Colombia R. TIRADO atronaba el espacio con ofr á los actores." 85 M.--CLAI-tIN EN EL TEA'l'110 SllS importunas palm:ld!l.s, no dejando Tenemos, en síntesis, que en las dos capitales tlel reino el drama de D. Leopoltlo Alas flte \ln cle3gl'aciado momento en su vida de elmmatl1rgo. ¿Y por qué? Aparte de lo dicho, la razón principal es mny cLlm: Gl,Jrín no es ele los ingenios que crean personajes, mucho menos, no tiene la destreza natural para copia. uu tipo. Esto está visio hasta la saciedad: en el ·eampo de la novela La Regenta, según el parecer de los que la han leíd.o hasta el fin, nada dice de profundo al espíritu, y sus páginas frías corren parejas con lHS de los cuentos de P1:¡Já, y de los otros amagos novelescos del mismo autor, que duermen por acá muy largo sue110 en los escaparates de las librerías. Pongamos, pnes, una ernz negra sobre el sepulcro de Te1·esa. Su genitor entristecido se vistió de luto, y cuando las lágrimas derramadas á solas le permitieron ver lo que pamba, se virío sobre El Imparcial con una como defensa de la pobre muerta, en que sostenía que varias veces babía leído á Nú11ez de Arce y {t Campoamor el clramft inédito, y que los dos maestros, dándole sendas palmaditns sobre el hombro, habían dicho al unísono: j I'ebravo ~ Lo que hace r ecordar á ciertos poetastros de los nuestros, que suelen presentarse en las direcciones de los periódicos á solici tal' espacio pa.ra los partos de su flaca musa, y con cara de hipocritones dicen: D. Rafael Pamba y D. Diego Fallan vieron eso, les pareció muy bueno, y me suplicaron que lo trajera á usted pam el próximo número. Clm'ín tnvo la debilida.d ele fundar sn defensa en una frase por el estilo de esta. No bay que dndar de sns relaciones de amistad con los dos príncipes de nuestra lírica moderna, pero l1asta ahora ellos no han sillido ú defender el drama, porqne hay cansas qne no dicen bien de los que abogan por ellas. RrcARDO TIRADO ©Biblioteca Nacional de Colombia M. 86 REVISTA GR S DESALIENTO Á JORGE POMBO En I!lS tardes lJrul110sas del inviel'llo, Cuando el sol taciturno, paso á paso, Va cayendo en las sombras del ocaso Como envuelto en las llamas de un infierno, A bro las mustias alas y me cierno Por la infin'ita bóveda al acaso, Falto de lur. y de vigor escaso, Presa de las nostalgias de lo etcrno. y subo, subo, y cuando el ojo mío Descubre entre los velos de la noche Mi supremo ideal, en el vacío Una mano brutal mis alas cierra. y caigo ...• sin un ¡ay! sin un reproche Sobre el fangal inmundo de la tierra. JULW FLÓREZ. Bogotá, 1895. PENAS ARRIBA (1) Si hEmos de juzgar por lo que dicen críticos de literatura en afamadas revistas europeas, les bancos de la eEcuela natur alista , cuyo maestro indiscutible es Zola, van quedar.do vacíos poco i poco. En su lugar ha venido á sentarse una muche d umbre de iniciados en el arte que no pertenece á ningunn secta literaria determinada, la cual no tiene inconveniente en declarar que ac~pta de los procedimientos ensenados por el au tor de La Novell' Experimenta l, la observaoión como requisito indispensable para que las obr.ls bellas no sean un producto inconscien te, la creación de caracteres reales y el estu(1) Aunque el preseute artícu~o ha sido publicado en La Miscelánea de Medellín, periódico para el cUlIl tuvo la honra de escribirlo su autor, éste lo reproduce aquí para corregirle algunos errores con que aparece: en aquella no table revistn literaria. ©Biblioteca Nacional de Colombia M. GRILLO-PEÑAS ARRIBA 87 dio del medio. Admiten Jos principios genen\les expuestos por el maestro, pero se separan de él en la manera de aplicarlos y en algnna~ consecuencias demasiado amplias deducidas de las teorías de ZoJa. HIL sucedido lo que casi siempre acaece en casos semejantes con los más atrevidos innovadores, quiones van demasiado lejos en sus empe!'ios de rdorma, y á las generaciones siguientes lea t oca volver atrá@, ora porque las sociedades no están preparad as suficientemente para acoger el progreso en que S9 traduce la revolución, ora porque existen en aquéllas elem"ntos que tarde ó tempnmo los h ace n retroceder en su .camine.; ora, en fin, porque los adelantos y conquistas que por tales se tenían, no lo sean realmente. Sucede, y esto es lo grave, que así en las revoluciones literarias como en las políticas y en las e~ouómicas, los encargados de volver las cosas atrás extreman la labo r, y con fanatismo que su pera en ceguedad al entusiasmo de los innovadores destrúyenlo todo, con lo que perece la parte benéfica de las evolnciones progresivas. ó á lo menos queda soterrada mientras pasa la ola qUE', no pudiendo cODEumirla, la levanta luego al puesto quo le corres' ponde en el aprecio de los hombre~. La reacción contra el realismo no ha itlo todavía demasiaao lejos. Zola, continuador de T..,ongus, de Fernando de Rojas, de Cervantefl, de Shakespeare, de Balzac, permanece en piE', convencido de que Sll obra, á pesar de los excesos de naturalismo qua hoy le sellala clítica, subsistirá en cuanto es la expresión dsl estudio concienzudo de la realidad de la vida hecho por un esplritu adm irablemente dotado por la naturaleza. Sin embargo, observaremos aquí, novelistas que h~n logrado m~nos fama que el autor de Nana han usado los procedimientos de éste sin caer en sus extravlos. El ejemplo lo tenemos en los noveladores espa fioles Pérez Galdós, Pereda y Palacio Valdés. El por qué de su alE'jamiento del naturalismo exagerado, sería largo exponerlo; para nosotro! los principales motivos de él se explican por la serena tradición realista de 103 clásicos castellanos, respetada por aquellos autores, y por el acatamiento de laa costumbres nacionales, menos refinadas que laa francesas, y por lo mismo más libre del amor á 10 exótico y extremado. Tanto es esto así, que V1llera en Pepita Jimén6z, ©Biblioteca Nacional de Colombia 88 RRVISTa mus siguiendo la tradici ón c)áüca, hizo una obra escncialmente realista, aunquo mlÍ.R tanlt', en su Arte ele escribir novelas, haya renegado cn cit'rto modo del realismo al tratar de Z:Jla, en lo cual incurrió D. Juan cn Ul1/\ de aquellas contradicciones caractClhticas en su uclicado humorismo. Es yá tiempo de que tratemos del libro cuya lectura noS inspira e.'to artículo, In última producción uo D. José María de PeredR, c-ncomiarla {¡ U lla voz por IOB crÍ ticos ue la Península. No es Peñas a1'1'iba un o. de t'sas novelas de extraordinario interés por las situaciones ,lramRticas y la complicación del enredo, y 01 que pretelldieJ'll buscarlos perdería Sl1 tiempo. Por otras razones interesa la obra de Pereda. Ante todo el autor de Peñas a7'1'iba sedllce par la limpieza y gallardía del estilo, por su abundante soncilloz y por la exactitud con que pinJa l!ls escenas de la n uturaleza braví a, porquo Percda ea un pintor admirable. De su estilo puede afirmarse lo que en la novela se dice del de uno do los person ajes, el hidalgo do la Torre de Pr ovod ,~!1o; "brio~o clstcllano limpio, neto como la sangre que cone por tuS venas "; y en cuanto :í. su modo" de ver y desentir la tierra madre y elo calltal' su hcrmosnl':I, ya se irá usted edernndo cuanuo le,l'Imire en 8118 escritos . . . " El que len novelas sólo por ocupar la imaginación ansiosa de lances teatrales y hl\sta espelmm~llte8; el que halle soberana ddieia leyeI!Jo El Monje neg1'o Ó los proceaos do Gaboriau y otrns obreS de este juez, que no compre el libro do Pereda, si no quiera pa.a:: uu lU:\1 ¡,,\to. El que, p )r el contrario, guste de hl natura.l sellci lit z de 111 ,crd ad; el q l1e deeee encontrar algo de Cervantes en un flutor moderno; el que ansíe cambiar la jerga de las traducciones francesas por c,lste llano de cepa legítima, qua refoci~e su espíritu con la lectura de 10B capítulos de Peñas a1Tiba en que Pereda describe laR montana9 de 108 aledafloB de Tablanca. Nuestro novelista aun no Be ha causado de la natut'alielad ele la nat1waleza, como nos manifiesta un escritor parisiense que lo están las almas modernas, víctimas en algunas populosas capitales de las dolencias del exotismo, que á manera de extrafla fiebre mantiene en perpetua excitación nerviosa el ce· ©Biblioteca Nacional de Colombia M. GRILLO-PEÑAS ARRIBA. 89 rebro de novelista s y poetas de las orillas del SaDe. Pereda Ee encuentra muy bion ante 01 espectáculo común y corriente que preileata la vida en hlB poblaciones de la montal'la, si no del todo r efinadas en civilización, tampoco por demás rústicas y primitivas; l os tipos de sus novelas no son serescomrlicados que encarne n las pasiones do la vida actu al en lo que tienc de resaitallte; se inolina más al es tudio de los aldeanos y montaneo ses ingenuos quo al d e los f,lstuosos magnates do b nri:¡ tocracia ó del dinero, y 'fe le nota la tendencia á huÍr de los salo· nes mullidos de lo. corte; á veces 11;, 8 esboza como sucede en Pedro Sánchez, pero nunca los analiza con el de3parpajo que gasta en Pequeñe~es el P . Coloma. Prefiere pintar detenida· ment.e el ewenario donde Be desenvuelve lo que solemos lla· mar con im propiedad la acción de la novehl, á meterse en muchas hondnras psicológicas; sin que esto qlliera decir qno falte en la obra de Pereda el estudio del alma de los personajes, que por lo dr más JJO exig6u exámenes de conciencia muy profundos y sntilea. Al tratarse de unu novela realista como Pelias a1"1'iba, cuyo gran mérito consiste (; n la ejecnción y no en el onredo, sería impropio rdnrir éste, casi de llÍngún inter( s para los que leyeren. n aE ta decir para quienes saben apreciar UI1& producción novelesca, que los personajes del PeñaH an'iba, D. Sabas, el médico Nelllco, Ohisco, la A{1tje1' ,qr-is, y, sobro touo, D. Celso Rtdz de Bejos con Ell honradez sin dobleces, con su pureza de costumbres, con su ingenuidad de !lino y su energía de hombre para el bien, son tipos tan reales como hermosos. Anofnrla por críticos extranjeros hace tiempo que corre la especie de que v:lriftB de las novelas espallolas de nuestra época son más voluminocus de lo que debieran, porque sus auto. res se extienden más de lo precieo. En ¡>eiias a1'riba Hcaece algo de esto, &unque las galas del estilo de Pereda disimulan la redundancia. L os primeros diez y ocho capítulos del libro están casi exclusivamente consageados á la descripción del paieaje de las montallas de Tublanca. Euaffiorauo Pereda de la majestad solemne é imponente de aquellas empinadas serranías, celebra diariamente BUS nupcias con la naturaleza; y como quien apetece que sea admirado lo que le es querido, nos mues- ©Biblioteca Nacional de Colombia 90 REVISTA GRIS tra, á riesgo de fatigarnos con el peso ideal do las moles, todos los paraje~, las eminencias de3de donde se descubren horizontes maravillosos, todos los fianccs de la estn penda cordillera. Resulta de ello que cada capítulo, considerado separad8mente~ es un cuarlro vívido é interesanto, aunque el conjunto adolezca de cierta monotonía. Los que lwyan vivido en una de esas aldeas colombianas que, como la 'J.'ablanca de Pereda, demoJ'all en estrec hos valles al pie de encumbradas moles, muy má~ altas que la PeRa Sagm y el Pico ele E~wopa, comprenden, por h aberla gustado, la emoción estética que produce la contemplación silenciosa dB un espectáculo semejante al que el cura D. Babas admirabo embelesado desde las montal'!.as de la aldea (1). Qllien haya visto desde las cimas de los Andes, en los rRmales que anudan .el corazón de Antioquia, la Cantabria colombian9, blanquear en el fondo de un gracioso valle el caserío de nn pueblecit() de labradores, mientras el sol asoma por detrás de las cumbre8~ como sorprendido de tanta hermosura, iluminando laR canadas varde oscuras y los picachos cubiertos de nieve, telldrá idea de lo que sintió Marcelo, el sobrino do Don Oelso, joven acostumbrado al paisaje casi artificial de las grandes cindadefr~ al contemplar lo que se refiere en el signiente paso de Peftas an·iba : " Jamás habia visto yo porción tan grande de mundo á mis pies, ni me había hallado tan cerca de su Creador, ni la contemplación de su obra me había causado tan hondas y tan placenteras impresiones. Atribuflae al nuevo punto de vista, y no sin racional y juicioso fundamento. Hasta entonces sólo había observado yo la naturaleza á la sombra de sus moles, en las angosttlras de sus desfiladeros, entre el vaho de sus ca!i.ada3 y en la penumbra de sus bosques; todo lo cual pesaba, hasta el extremo de anonadarle, sobre mi espíritu formado entre la refinada molicie de las grandes capitales, en cuyas maravillas se ve más el ingeni() (1). Recordarnos ahora haber leído en un álbum que existe en una especie de parador del camino que conduce del Magdalena á Bogotá, el concepto siguiente, que da idea de la~ alturas andinas, ewrlto allí por D. J"uis de Llanos, inteligente observador, paisano de Pereda: .. Poned. dice, el Parten6n sobre las Termas de Juliano, y tendréIs noción da San Pedro en Roma; colocad los Alpes sobre los Pirineos, y tendréis nocIón de los Andes." ©Biblioteca Nacional de Colombia M. GRILLO-PEÑAS ARRIBA 91 :y la mano de los hombres que la omnipotencia de Dios; pero en aquel C8S0 podía yo saborear el espectáculo en más vastas proporciones, en plena. luz y sin estorbos; y sin dejar por eso de ~nceptuarme gusano por la fuerza del contraste de mi pequeñez ~on aquellas magnitudes, lo era, al cabo, de las alturas del espa~io, y nó de los suelos censgosos de la tierra. Hasta entonces habla. necesitado 01 contagio de 103 fervores de Don Sabas para leer -algo en el gran libre de la Naturaleza, y en aquella oca~ión le lera yo solo, de corrida y muy á gusto. .. y leyéndole embelesado, llegué á su 'Dirme en un cúmulo de ~eHe!dones que, .e mp . .lmándose por un extrtlmo eo la monótona insulstlz de toda mi vida mundana y embebiéndose en seguida en -el ~spectáculo en que se recreaban mis ojos, se remontaban después eobre las cumbres altísimas que limitaban el horizonte á mi espalo da, y aun seguían elevándose al través del éter purísimo por donde :fiuben las plegarias de los desdichados y los supiros de las almas anbi!losas del Sumo Bien. "Volviendo, al fin, los ojos hacia Don Sabas, de quien me habla. olvidado un buen rato, porque el mismo tiempo hacía que no 80 cuidaba él de mí, le hallé, por las trazas, leyendo el gran libro en la misma página que yo. Estaba en pleno hartazgo de Ntlturaleza, según declaraban BUS ojos resplandecientes, su boca entreabierta y como ávida de aire serrano, y aquella 8U especial inquietud de músculos y hasta de ropa. - " tSe ha visto todo bien1 me preguntó volviendo en sí de I'epente. - " A todo mi sabor, le respondí. -"Pues hácese cuenta de que ya se ha visto algo de las grandes obras de Dios que tenemos por acá. -"¡ Grande es, en efecto, y hermoso y admirable este espec. táculo! repliqué. _" t Grande 1 repitió el cura; y volvió á contemplarle en todas direcciones con los brazos extendidos, como si quisiera dar. me de liquel modo la medida de su magnitud. i< Despu~s se descubrió la cabeza, ouyos cabellos grises flota.lI.'onen el aire; elevó al cielo la mirada y la mano con sombrero y todo, y exclamó con voz solemne y varonil, que vibraba en extraño eón en el silencio imponente de aq ueÚlls ' alturas maj estuosas : ., Excelsus super omnes gentes, Dominus, et supe1' ca;los . ... !/l/Jria ejus. .n '·Sería por el estado excepcional de mi espirítu ó por obra de agente extEorno cnalquieu; pero es lo cierto que á mí me pare- ©Biblioteca Nacional de Colombia 92 REVISTA GRIS ci6 que aquella nota final estampada en el cuadro por el cura de Tablanca, rayaba en lo sublime." H ay en P eñas an·iba capítulos de UIl interés que no cS propiame nto el pi ct órico; la caza de los 0 80S en la m ontfl lla; el relato de ias desventuras de Facia la expedición qu e encabezn el venerable cura en días de horriblo nevascn para ir en busca del imprudente tabluqueuse que Ee ha extraviaao en la montaBa; la agonía y muerte de DonOelso, son cuadros no sólo dignos del pincel do Pereda, Bino también resultado de la fina observación del ps:cólogo que estudia el alma de los persona· jes de su novela con la atención quo so merece. La despedida de Don (Jelso ele sus amigos, que son todos los moradores de Tablancll, y especialmente la escena entre el cura y el moribundo; la traída del viático al través de los senderos cubiertos de nieve, con aquella triste Bolernnidarl de la naturaleza muda, arrebujada en su manto blanquísimo y frío, son de una realidr.d y bellez" tan serenas y grandiosll €, que apenas se hallará u páginas iguales en lengua castellana. Punto que no dejaremos pasar inadvertido es el relativo á la tesis que discretamente defiende en Pe1ias a1·n:ba el ilustre "montaflés santande¡ ino. J.Ja crítica que busca la belleza en las obras de arte sin preocuparse por la moralidad, censura hoy las novela3 y dramas de tesis, en 108 cuales á veces 80 sacrifica la verdad por conseguir nn fin ético determinado; mas esto no le sucedo á Pereda, que sab~ dar á las cosas justaa proporciones. La vida del que huye del mundanal ruido y se refugia en las soledosas regiones de la montalla, alejándose de los vicios, estruendos y frivolidades de los centros populosos, es para nuestro autor la vida por excelencia. Como el ave que nunca dirige el vuelo hacia las grandea ciudades, donde caería en redes, así la felicidad hnmana debe temer la morada de la corte. ¡Qué difereucia entre la poesla que se siente en los valles y serraníae de Tublanca, y la que encierran las ciudades! ¡Cómase halla el alma libre, con libertad magnífica en contacto con la naturaleza abrupta y salvaje! El aire limpio,oxigenado, que regenera la sangre, la sencillez pura y cristiana de laa costumbres de los habitantes de la montafla, la hermosura del espee. J• ©Biblioteca Nacional de Colombia M. GRILLO-PE~AS ARRIBA, 98 táculo que á. tardo y á maflaua regccij f~ la vi sta y el espíritu, todo contribu yo al mejoramiento del hombro, fia ic:l y moralmente. Q IIO sca cierto cuanto insillúa Pereda á estos respec tos, nos nbsteuemos ue af1rmflrlo . SUgemo~ , sí, que el a iro puro, la flitiga propia de las f llonas del campo, coloran In s:lllgre y dan vigor á los mú wulos; y ann más, á nOEOt ros nos h :! parecido en ocas ionoéi, como á Nelu co, que "el o!or de la ti errfl removida es el olor de Ics olores 9gradab~e/' ; pero de eEto ti que Eocio16gicamEllte pueda a¡egnrarse kiem pre que moraliza la montana, que tpdas llls Tablancas y Robacíoil SO Il como los de P e.eda, hay bastan te di stancia. L1 pintura peca por opti mi sta ; Zola le pondría magis tralmen te algunas pinceladas de sombra. Pal'a un hombre educado en los centros cultos, por ejem· plo, el hidalgo de P1'ovedaíio, quien repar te 01 tiem po en un valle de Oampo entre el estudio de la naturalcza, lil s labores campestres y el cultivo de su inteligenc ia, a1imentando sus gustos científicos y literarios, la vida. montanesn lo hace mejor; y esto pasa precisamente á ~[arcelo, el joven madrileflu que ha corrido tanto ml1uao. Don Celso y BUB protegidos de Tabl anca viven vida patriarcal, ea cierto; di~fl'utan de la dulce ignorancia que entre nosotros en salzó en vorso D. R!lfafl Núflez, y últimamente preconiza Anatole Franco en t-l Ja?'din d' Epic1tre, donde llega á deoir que "los sentimientos que nos hacen amable la vida, nacen de una ruen tira y se alimentall de ilusionc~." Mas si se aoepta que tal género de vida sea la suprema felicidad, h ay que convenir e1l el atrofiamiento de generosas y fecuud as facultades del hombre. La tesis de Pereda tiene otra filz: ¿No serán los patriarcas como Don Celso, bondad osos con su pueblo, dechudolJ de virtudes, los que por antipatía á las ideas modcrn as encabezaron en c!\da región de Espal'la las hordas hlláticas de los carlistas, que t an to mal causaron á la patria? Todavía escribiremos unas lí neR s' más en que deseamos decir algo del sentimiento re:igioso que llena gran parte de las páginas Je P eiras arriba, expresado en ellas de una manera IlUgestiva y delicada. Bien so sabe que Pereda es católico de antigua cepa ; pero no se crea que al dejar exhalar en una novela el aroma do BU fo cristiana lo haga como el P . 0010- ©Biblioteca Nacional de Colombia 94 REVISTA GRIS ma (perdónese la comparación), quien deja en Pequefloces trascender una rel igiosidad que huele á sacristía mohosa, y se traduce en sermoneos de cura de almas. El misticismo de Pereda Está impregnado de la majestad risuefla de la naturaleza; €s un misticismo que penetra suavemeute al corazón, y parece aspirado por el aut')r al aire libre, en medio de la cumbre iluminada Je la montalla destle donde se abarca un horizonte de V P g~8 y azules lejanías .... MAXIMILIANO GRILLO. Bogotá, Mayo: 1895. NOTAS SALUDo. -Con positivo gusto anotamos en la lista de nuestros canjes á los cofrades de la capital que recientemente han venido á visitarnos. En pocas palabras, por disponer de estrecho espacio en estil. sección de nuestra REVISTA, les enviamos atento saludo : á Los Hechos, diario que dirigen los POpulares y distinguidos escritores Allez y Gáh-ez; á El Sol, el pulcro y simpático diario, al que deseamos no se presenten jamás á eclipsarlo los brazos negros de la letm K y luzca siempre, lanzando hermosos Chispazos; á El Mosquetero y á El Eco de Bogotá, semanarios en que algunos jó venes eutusiastas se adiestran en las lides de la prensa. En su labor de progreso les auguramos hermosos triunfos; por último (aunque bien pudiera ocupar en este suelto 01 primer lugar) agradecemos la v isita y saludamos á El Hacendado, hebdomadario dedicado á la agrioultura, y que bien merece la acogida que el públioo le dispensa. ©Biblioteca Nacional de Colombia BIBLIOGR~FÍA Publicamos hoy el magistral artículo Los Alem¡¡nes en América, tomado de la obra Christoph Columbus. Studien zu spanischen viel·ten Centenarfeiel' der Entdeckung Amoricas que nos ha remitido el ilustrado profesor alemán señor D. Juan Fa~ tenrath. En la entrega próxima tratará extensamente .le esta obra uno de Directores ; por hoy ~e limita la REVISTA 1\ felicitar alllabio autor del libro y á darle expresivas gracias por el valioso presente que le ha hecho. T d.mbi6n hemos recibido, en hermosa edición hecha en Parre, los Cl'omos del señor D. Abrah am Z López P., y la intereeaute autobiografía Un Pe¡'6gl"iIW, por Juan Coronel. La REVISTA les consQgral'á algunas páginas en otra ocasión. Agradecemos de la m isma manera el envío de los alegatos presentados á la Oorte Suprema por los do::tores Antonio J. Cadavid y Gero.rdo Pnl"e io, el primero como d ef ensor del señor D: Nicolás Osorio, y el segundo del señor Malo O'Les TY. Ambas piezas, especialmente ¡,1 del doctor Cadlwi d, nos h an llamado la atención por la pulcritud y e legancia de la. forma.. Sobre la parte jurídica, ó sea el fondo de los alegatos, no emitimos nuestra. opinión. Viajeros.-Ha partido para P unamá nu.,stro amigo doctor Sa.lomón Ponce A., ex-Direct"or de esta RF.VISTA. Le de~eam08 toda suerte de pr03peridades en 8U nueva residencia. Se encuentra en la c!1pital nuestro distinguido amigo y colaborador Ismael E. ArciniegaR. Lo saludamos cariñosamente. Ecos de la prensa.- Nuestros estimados colegas de la prensa colombiana nos han dirigido expresivos saludos. A todos damos las gracias por su cortesía, así como á los que han reproducido nuestro artículo Nueva jornada. Señor D. Alejo Mal'ía Patido.-Bogotá. Bogotá, Agosto 1.. de 1805. Muy c3timado amigo mío: Cumplo Con el grato deber de manifestarle el mús profuHdo reconocimiento por sus valiosos esfuerzos en la propagación y fama de las Ph•. DORAS TOCOLÓGICAB del doctor Nicanor Bolet, en esta República. Sus esfuerzos, tan bien dirigidos, con tanto ingenio y con tan infatigable constancia en pr) de este humanitario especifico, llEDEN'roR DE LA. :MUJER, han coronado el éxito, poniéndolo á una altura envidiable de tal popularidad, que ya hoyes una necesidad en los hogares. Usted, señor Patiño, en su calidad de AGENTE UNICO EN COLOMBIA. de las píldoras Tocológicas fabricadas en nuestra Casa en Nueva York, HA SALVADO EL ARTICULO, merece bien de su patria y la e3pecial gratitud y protección de la empresa. Sírvase aceptar estas líneas como muestra inequívoca de nuestros sentimientoS. JULIO C. BOLET. ©Biblioteca Nacional de Colombia EL LABERINTO -DE- FAOHO JIMENEZ M· I .; oS '"'" N ~ Ó <5 ~ .; .,... oS '"& "'" .o '8 '" ~'" .; Ol .;..., ~ " ..., "' " " '" ...';¡¡" "''" A ;¡¡..., 2'" " '" ~ '" ." "" e ""'" "... "'"" "..., "'..., ·oZur us tIa S'IllnJ FR AN O 1 S O - - - - - - - .¡:; ~ O O O ?> .Q O Z al RA ·JOIJadns tIO - - N O 1 S OO - :.; " S O - - " ....."" Os tras frescas. - J amones variados. - - - ·tI1Jl A N O 1 S O O J 1 g ualaad en los precios - - - - - - - - ·SllZSIQO OlJ(Up'll o N O 1 S O O' J 1 Mo rtadeJla. - - - - - - - ·SUp'tu. 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Oficina, Administración y expendio de billetes: 5. a CALLE DE FLORIAN, N.o 503 APARTADO N.o 295 Dirección telegráfica: LQTERIA.-BOGOTA El Gerente, J. GABRIEL DUQUE. El Secretario, José J. Gooding. ©Biblioteca Nacional de Colombia EMILIO CUERVO MARQUEZ EMILIO A. LECOULTRE AGENTE Y COMISIONISTA RELOJERO PRACTICO Vende letras sobre el exterior. Com- Bogotá. - Oal"1'e-ra 8.', número 304 pra café. Carrera 7.", número 532. (3.' calle de Florián). I Leontinas Relojes <le todas clases y tamafios. y ChatelRines finas y sencillas. JOSE J. LIEVANO E specialldad en Relojes artí,tieos Y de alta preciSión de GInebra (Suiza). Unieo AGENTE Y COMISIONISTA i mDortador de los relojes Pelouse. Vende permanentemente vinos de todas olases en barriles y en botellas, brandy, etc. Callo 13, número 152. M. C. ISAZ.~ & HERMANO IGtl'oductores y sastres para h omures y señoras. Estudios eu París y ('n Londres. BELLAS ARTES La ESCUELA GARAY esta sitnada en la capa númel'o 107, ca lle 10. 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