Documento 57729

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Napoleón nació el 15 de agosto de 1769 en Ajaccio, capital de la actual Córcega, en una familia numerosa de
ocho hermanos, la familia Bonaparte o, con su apellido italianizado, Bonaparte.
Cinco de ellos eran varones: José, Napoleón, Lucien, Luis y Jerónimo. Las niñas eran Elisa, Paulina y
Carolina. Al amparo de la grandeza de Napoleón −así lo llamaban en su idioma vernáculo−, todos iban a
acumular honores, riqueza, fama y a permitirse asimismo mil locuras. La madre, María Leticia Remolino, era
una mujer de notable personalidad, a la que Stendhal eligió por su carácter firme y ardiente.
Los Bonaparte era una familia de la pequeña nobleza y de modesto pasar. Cuando nace Napoleón la isla acaba
de pasar del dominio de Génova al del rey de Francia. Bonaparte se hizo valer al lado de Francia. Tanto Carlo
como Leticia sabían que la seguridad y el ascenso de la familia eran lo primero. Por ello se unieron a los
franceses en busca de recompensas y honores que no tardarían en llegar. Carlo también era ducho en la intriga
y persuadió a los franceses para que reconociesen su titulo de conde en septiembre de1771. El joven napoleón
se crió en un ambiente seguro, aunque estricto, protegido de las disputas legales acerca de las propiedades y
de la dote de Leticia, en las que Carlo se hallaba a menudo enredado. Carlo consiguió una beca para su
segundo hijo, Napoleón (ya que el primero debería dedicarse a la carrera eclesiástica), una beca en la escuela
militar de Brienne, y desde ésta el joven napoleón pasó a la de París para salir de ella el 28 de octubre de 1785
con el grado de subteniente.
Todo esto proporciono una educación muy amplia al joven Napoleón, aunque se convirtió en un hombre
solitario por no ser hijo de un noble francés y por defender su identidad corsa.
El tiempo que paso en Brienne se llenó de una devoción apasionada por el estudio, de un deseo apremiante de
demostrar su superioridad sobre los demás tanto en los exámenes de fin de curso como en las pruebas físicas.
Finalmente fueron los logros intelectuales, sobre todo en las matemáticas lo que le proporcionaron una beca
en la escuela militar de París, donde ingreso en octubre de 1784.
Siguió una muy buena trayectoria, y en menos de un año consiguió llegar a ser subteniente de la artillería. La
artillería era una sección algo elitista dentro del Ejercito Real. El que Napoleón fuese aceptado en ella fue una
señal de aceptación y de reconocimiento de sus cualidades. La educación social y sexual de napoleón fue
mucho más limitada.
Llegaron así los años de la Gran Revolución. El 6 de julio de 1897, en Valence, donde se encontraba la
guarnición, napoleón juro fidelidad al nuevo régimen. Volvió luego a Córcega como portador de las ideas de
la Revolución y fue, junto con otros personajes, impulsor de la independencia corsa, pensando que podía
coexistir con la revolución. Sin embargo esta causa la abandono pronto para unirse a la causa de la Gran
Patria, Francia. Esta incongruencia, entre la libertad de Córcega y la francesa, le llevaría desde entonces a
clamar su propia libertad, pensando que esta solo la tiene el más poderoso.
Carlo, el padre, murió con 39 años dejando viuda y doce hijos y José se convirtió en el cabeza de familia al
que Napoleón desafió a su vuelta.
Una Juventud Revolucionaria:
Por el fallecimiento de su padre, el joven napoleón se trasladó a Córcega y tuvo que pedir la baja temporal en
el servicio activo. Su agitada etapa juvenil discurrió entre idas y venidas a Francia, nuevos acontecimientos
con la tropa, esta vez en Auxonne, la vorágine de la Revolución, cuyas explosiones violentas conoció durante
una estancia en París, y los conflictos independentistas de Córcega. En el agitado enfrentamiento de las
banderías insulares, Napoleón se creó enemigos irreconciliables, entre ellos el mismo Paoli, al romper éste
con la Convención republicana y decantarse el joven oficial por las facciones afrancesadas. Así, la
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desconfianza en esta nueva rama fue convirtiéndose en animadversión por parte de la familia Bonaparte.
Napoleón consiguio hacer con la jefatura de la milicia y quiso deshacerse de sus enemigos. Pero fracasó y
tuvo que huir con los suyos, para escapar al incendio de su casa y a una muerte casi segura a manos de sus
enfurecidos compatriotas.
Mientras vivía con su familia, su situación económica empeoro mucho a veces incluso llevándole a una
situación de miseria. Sin embargo, como ya demostraron anteriormente, los Bonaparte tenían un gran coraje y
muchos recursos
Todo pareció mejorar cuando un hermano de Robespierre, Agustín, le dio su protección, lo que le permitió
volver a las filas como capitán. Gracias al asedio de Tolon, en 1793 alcanzo gran prestigio, al calmar una
contrarrevolución en la que intervinieron fuerzas inglesas.
Gracias a sus meritos, Napoleón fue ascendido a general de brigada y se le destinó a la comandancia general
de artillería en el ejército de Italia y viajó en misión especial a Génova. Esos contactos con los Robespierre
estuvieron a punto de serle fatales al caer el Terror jacobino, el 9 Termidor, y verse encarcelado por un tiempo
en la fortaleza de Antibes, mientras se dilucidaba su sospechosa filiación. Liberado por mediación de otro
corso, el joven Napoleón, con veinticuatro años y sin oficio ni beneficio, volvió a empezar en París, como si
partiera de cero.
Encontró un hueco en la sección topográfica del Departamento de Operaciones. Además de las tareas
propiamente técnicas, entre mapas, informes y secretos militares, esta oficina posibilitaba el acceso a las altas
autoridades civiles que la supervisaban. Además, napoleón encontró de este modo la forma de acceder a los
salones donde se llevaban a cabo las maquinaciones de muchos de los personajes de la época.
Fue en este momento cuando conoció a la refinada Josefina Tascher de la Pagerie, con una falsa buena
reputación. Mucho más tarde Napoleón, que declaraba no haber sentido un afecto profundo por nada ni por
nadie, confesaría haber amado apasionadamente en su juventud a Josefina, que le llevaba unos cinco años.
Entre sus amantes se contaba Barras, el hombre fuerte del Directorio surgido con la nueva Constitución
republicana de 1795, quien por entonces andaba a la búsqueda de una espada, según su expresión literal, a la
que manejar convenientemente para el repliegue conservador de la república y hurtarlo a las continuas
tentativas de golpe de estado de realistas, jacobinos y radicales igualitarios. La elección de Napoleón fue
precipitada por una de las temibles insurrecciones de las masas populares de París, al finalizar 1795, a la que
se sumaron los monárquicos con sus propios fines desestabilizadores. Encargado de reprimirla, Napoleón
realizó una operación de cerco y aniquilamiento a cañonazos que dejó la capital anegada en sangre. La
Convención se había salvado.
Asegurada la tranquilidad interior por el momento, Barras le encomendó en 1796 dirigir la guerra en uno de
los frentes republicanos más desasistidos el de Italia, contra los austriacos y piamonteses. Unos días antes de
su partida se casó con Josefina en ceremonia civil, pero en su ausencia no pudo.
Su Matrimonio Con Josefina:
Una figura como Napoleón, necesitaba una esposa. Y es mejor si es una mujer introducida en la clase alta del
momento. Josefina Rosa Tasher de la Pagerie, viuda del general Beayharnais, madre de dos muchachos,
Eugenio y Hortensia, reunía todos los requisitos, incluido el de la belleza. Su marido, fue guillotinado. Sea
como fuere, Josefina no tuvo que esforzarse para despertar el amor del general.
Probablemente, la viuda experimentada vio en él la posibilidad de una discreta estabilización después de
tantos sinsabores y aventuras. Y no es improbable que a esos designios contribuyesen los sabios consejos de
su amigo Barras. El 9 de marzo de 1796 se casaron por lo civil. En el acta de edad napoleón se puso 1 año más
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de edad y declaraba haber nacido en París. Fue un acto muy apresurado.
Este matrimonio le trajo a Napoleón muchas satisfacciones sobre todo en el plano militar, pues ascendió
fácilmente.
Sus Primeras Victorias En Italia:
En 1796, Napoleón fue puesto al mando del ejército italiano. Este hecho cambiaria su vida.
Lo primero que hizo, y su primer gran éxito, fue convertir un ejercito desmoralizado y en bancarrota en una
verdadera maquina para la lucha, que trituro el Piamonte en menos de dos semanas y consiguió repeler al
ejercito austriaco.
Sin embargo, algunos son partidarios del lado legendario de esto. Ciertamente, a la llegada de Bonaparte el
ejército de Italia no era precisamente una fuerza militar en buenas condiciones, pero tampoco se encontraba
mucho peor que los otros ejércitos de la revolución. Faltaba el dinero para pagar a los soldados y obtener los
suministros, de tal modo que el abastecimiento de harina por parte de Génova llego a desaparecer. Solo había
abundancia de aceite.
El general Bonaparte no había encontrado gran cosa a su llegada a Italia, pero si algo mas de lo que se decía.
Esto no disminuye en nada el merito de la gran transformación que supo realizar y que puede sintetizarse así:
hallo soldados de la Republica; dejó los que ya empezaban a ser soldados de Napoleón Bonaparte. En esa
etapa es cuando el general empezó a ser llamado por sus hombres el pequeño cabo, designación que tanto
había de contribuir a su popularidad entre las tropas.
Descubrimiento De Las Pirámides
En el verano de 1798 más de treinta mil soldados franceses desembarcaron en Egipto al mando del general
Bonaparte. Su misión oficial era la de liberar al país del Nilo de tres siglos de dominio turco y, de paso,
bloquear la navegación libre de los ingleses con sus colonias orientales. Sin embargo, el joven Napoleón hizo
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algo que ningún otro estratega había hecho jamás: se llevó a más de un centenar de sabios de todas las
disciplinas para que estudiaran, consignaran por escrito y copiaran todo cuanto pudieran de aquel país
maravilloso. Templos, tumbas, momias, túneles, tesoros fastuosos y pirámides se abrieron a su paso,
desvelándoles un mundo nuevo y milenario a la vez.
Bonaparte llegó en el momento más oportuno. Ciertas sectas islámicas, así como los responsables de la iglesia
copta, aguardaban a un líder mitad guerrero mitad místico que les devolviera su pasado esplendor. Sin
embargo, el general de los ejércitos invasores parecía perseguir otro propósito más allá de lo político o lo
religioso: estaba obsesionado con la idea de la inmortalidad y buscaba en Egipto la fórmula que le garantizase
alcanzar la vida eterna.
En Julio de 1798 Napoleón Bonaparte, a la edad de 28 años, llega al puerto de Alejandría a bordo de su buque
insignia el barco del Almirante Francois−Paul Brueys D'Aigalliers .
Sin embargo hay actuaciones de Napoleón durante este periodo que, según muchos autores, no obedecieron a
una motivación estratégica o simplemente militar. De hecho, esa numerosa y potente fuerza militar venía
acompañada de cerca de 1.000 civiles, entre los cuales, además de administradores, economistas, y esposas,
llegaron un total de 167 personas versadas en las más variadas ciencias: botánicos, zoólogos, geólogos,
escultores, pintores, poetas, lingüistas, químicos, matemáticos, astrónomos, arquitectos, dibujantes,
geógrafos...
Estaban personalmente escogidos por Napoleón para extraer bajo las arenas del desierto toda la sabiduría de
aquella antigua civilización. Napoleón libra su "La Batalla de la Pirámides el día 21 de julio de 1798 contra
los mamelucos (esclavos blancos, en árabe) de acento georgiano, que habían gobernado el país, en nombre del
sultán turco, durante los últimos siete siglos. Inmediatamente que Napoleón toma el poder, comienza la
modernización del país.
Napoleón sabe que a los musulmanes se los tiene que ganar, y adelantándose a todas las técnicas de
propaganda que prosperaron el en siglo XX, llena El Cairo de pasquines diciendo que Alá es el más grande y
que viene a liberar al pueblo musulmán.
Y lo cierto es que gracias a aquella estancia de Napoleón en Egipto, Europa recibió una gran influencia de
todo lo investigado por este grupo de sabios.
La pacificación interior de Francia, tras diez años de revolución, es el principal objetivo de napoleón
Bonaparte. Para afianzar su poder promulgara la constitución del año VIII (13 de diciembre de 1799). No es
una constitución porque no fue discutida ni aprobada por ningún órgano popular. La Francia revolucionaria
había hecho un gran consumo de Constituciones. La primera, de 1791, había firmado el nacimiento de la
Monarquía constitucional, muerta al mismo tiempo. La segunda, la del año 1793 o Año I había quedado en
letra muerta. La tercera, la Constitución del Año III (1795) dio origen al Directorio. Wn la práctica todas estas
constituciones no pasaron del papel. Eran afirmaciones de principio, frecuentemente desmentidas por la
realidad. Esta última constitución, afianza el poder ejecutivo, que integran tres cónsules aunque solo uno tiene
poder efectivo. Los otros desempeñan una mera función consultiva. Su mandato dura diez años y puede ser
reelegido. La iniciativa legal reside también en el poder ejecutivo: es decir solo el primer cónsul puede
proponer leyes que las cámaras legislativas se limitan a reformar, aprobar o rechazar los proyectos legislativos
que se les envían.
Además, el trámite para la aprobación de las leyes era tan complejo como la articulación del poder legislativo.
Este reside en el Primer Cónsul y en cuatro asambleas: El Consejo de Estado, el Tribunado, El Cuerpo
Legislativo, y El Senado Conservador. Los jueces serán inamovibles.
Con gran libertad para actuar, Napoleón llevará a cabo una ingente tarea de aplicación de los principios de
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carácter social de la revolución. Se concretarás en sus reformas en el campo de la economía y el derecho. En
1800 se funda en Banco de Francia. Se procura desde el Estado fomentar la industria y el comercio franceses.
Se racionalizan los impuestos.
En el campo de la educación, se reorganiza la enseñanza bajo el control de Estado.
Napoleón concibe la religión como uno de los fundamentos del orden social burgués, que sirve para suavizar
las tensiones que origina la existencia de pobres y ricos. Estas razones le llevan a firmar un concordaron con
el papa Pío VII en 1801. Se reconoce la religión católica como la mayoritaria de los franceses y se autoriza su
culto público. Aunque el Estado se declara laico, el Primer Cónsul se reserva el control del nombramiento de
obispos. La iglesia reconoce la enajenación de sus bienes efectuada durante la revolución, pero en adelante
podrá recibir donaciones para obispos y párrocos.
El poder de napoleón se afianza cada vez más. Primero, en 1802, el Senado le nombra Cónsul Vitalicio. Por
último, en 1804, una nueva constitución−la del Año XII− establece que el gobierno de la República francesa
en confiado a un emperador, Napoleón Bonaparte. Un plebiscito ratifica el nombramiento poco después.
La Coronación De Napoleón
A propuesta del tribuno Curée, el 3 de mayo de 1804, el Tribunato debió votar la aprobación de una triple
moción: concesión al Cónsul Bonaparte del título de Emperador de la República Francesa; concesión de la
heredabilidad del título y del poder que implicaba a su familia; salvaguardia de la libertad, de la igualdad y de
los derechos del pueblo. Sólo Carnot votó contra la moción. El 18 de mayo también el Senado dio su
aprobación. El 22 de mayo los electores inscritos fueron a las urnas. El resultado se publicó sólo seis días
antes de la fecha fijada para la coronación (2 de diciembre de 1804): 3.5772.329 sí, 2.579 no.
Napoleón recurrió a menudo a los plebiscitos. En estos, en efecto, podía reconocerse el presupuesto
fundamental de la Revolución francesa y por lo tanto la soberanía del pueblo. En realidad, Napoleón lo usó
como un instrumento para doblegar al pueblo en su propio favor. Los diplomáticos empezaron a trabajar para
convencer a Pío VII de que fuera a París. Mientras los cardenales austriacos se esforzaban por hacer aparecer
como sacrílega la propuesta, los franceses la presentaban como un acto de sumisión de la Revolución a la
Iglesia católica, del iluminismo a la verdadera fe.
El Papa pensó en sus propios intereses: si consentía, podría pedir la restitución de otra parte de las tierras que
le habían arrebatado los soldados franceses. Su viaje duró del 2 al 25 de noviembre: Napoleón abandonó los
preparativos de la gran fiesta y fue a recibirlo a Fontaineblau.
Cuando encontró al pontífice, Josefina le informó que ella y Napoleón no estaban unidos en matrimonio
religioso. Al hacer esto, la futura emperatriz, ya no segura de los poderes de sus propios encantos, buscaba
una ulterior garantía contra la posibilidad del divorcio. El papa prometió que colmaría esa laguna antes de la
coronación.
El evento movilizó a poetas para escribir, pintores para pintar, sastres y modistas para armar la ceremonia más
importante del siglo. Fueron días de pruebas agotadoras, enervantes: todo se repasó, se repitió, se revisó; todo
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estaba programado, comprobado y previsto. ¡Y luego el gran día!
Una docena de cortejos partieron de distintos puntos de la ciudad para converger en la catedral de
Notre−Dame. Desfilaron durante horas antes de llegar a la iglesia colmada de invitados llegados de todas
partes de Francia. Napoleón estaba vestido de terciopelo púrpura, con bordados de oro y piedras. Josefina
aparentaba veinte años en vez de sus cuarenta y uno. El papa, sentado en un trono a la izquierda del altar, se
levantó mientras la futura pareja imperial ocupaba su lugar según el rígido ceremonial: Napoleón cinco
escalones más arriba que Josefina. El papa subió al altar, ellos se le unieron y él los consagró y bendijo. Luego
bajaron hacia el general Kellerman que tenía una bandeja con las dos coronas. Napoleón, de pie, se coronó a sí
mismo, luego a Josefina arrodillada, con un ceremonial que erróneamente se consideraba la repetición del que
había tendió como protagonista a Carlomagno mil años antes. Un estupor escandalizado recorrió la basílica.
El papa reaccionó abandonando el altar con sus obispos mientras el nuevo emperador juraba defender los
Artículos Orgánicos y la libertad de culto prevista por la Constitución.
Entre la "Sagrada Majestad Imperial" y los "ciudadanos" se había cavado un abismo, mucho más inconcebible
por el hecho de que hasta el día precedente a la coronación, aún la "Sagrada Majestad Imperial" era un
"ciudadano". Napoleón, experto conocedor de los hombres, sabía que la satisfacción de la vanidad
desdramatizaba muchas situaciones. Los "ciudadanos" más íntimos (hermanos y hermanas) se convirtieron en
príncipes y "Vuestra Alteza", vinculados a la sucesión al trono (exceptuando Luciano que había desobedecido
al hermano al casarse con una divorciada); para los otros el Emperador estableció un buen número de
"dignidades imperiales", tanto civiles como militares: "Gran Elector", "Gran Canciller", "Condestable", "Gran
Almirante", "Limosnero", "Gran Chambelán", "Gran Mariscal"... en espera de formar una nueva aristocracia
del Imperio, que comprendía a reyes, duques, condes y barones (desde 1806). La antigua nobleza no fue
reintegrada a sus títulos tradicionales, pero se sintió feliz de aceptar los nuevos cargos de la corte unidos a
magníficos reconocimientos económicos.
La que no participó en la gran fiesta, como siempre, fue la gran masa de la población; para ella, la marginada,
el Imperio significó principalmente el incremento del reclutamiento: a gloria de las clases superiores siempre
ha sido edificada sobre la carne de cañón sin nombre ni título.
Desde hacía dos años, después de la declaración de guerra de Inglaterra, Europa estaba en paz, una paz
dedicada en los dos campos enemigos a laboriosos preparativos que ya podían considerarse concluidos
La lucha entre Francia y Gran Bretaña acabó convirtiéndose en la Tercera Coalición antifrancesa (verano de
1805). Gran Bretaña contó para ello con la ayuda de la propia conducta francesa, que sembró inquietud entre
las potencias continentales: la captura, en territorio extranjero, y posterior asesinato del duque de Enghien
(1804), acusado sin pruebas de la participación en un complot antinapoleónico, fue un síntoma de la
determinación del régimen en no detenerse en medios para acallar la oposición interna; las disposiciones
tomadas en política exterior parecían demostrar similar determinación en la prosecución de una línea
expansionista: conversión de la República de Italia en monarquía hereditaria, de la que se hizo coronar rey
Napoleón (mayo 1805), delegando en Eugenio, hijastro de Napoleón, como virrey; concesión a su cuñado
Felice Baciocchi, casado con su hermana Elisa, de los principados de Piombino (1805) y Lucca (1806);
anexión de Génova al imperio francés (junio 1805).
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Esta prepotencia facilitó que Rusia, Austria y Nápoles se alineasen con Gran Bretaña, como también lo hizo
Suecia, esta última presionada por los británicos y rusos, que le amenazaron con el bloqueo marítimo y la
ocupación de Finlandia. Por el contrario, los estados alemanes del sur, beneficiados en 1803 por su
acercamiento a Francia, se unieron a ésta ante la inminente guerra, mientras Prusia mantuvo una difícil
neutralidad.
La rapidez de movimientos del ejército francés fue decisiva, al impedir la completa unión de las fuerzas
austriacas y rusas, derrotando primero a los austriacos (Ulm, octubre de 1805) y después a las tropas
austrorrusas (Austerlitz, diciembre de 1805). Austria se vio obligada a firmar la paz (Presburgo, diciembre de
1805), con duras condiciones que significaron la desaparición de su influencia en Italia y Alemania: pérdida
de Venecia, Istria y Dalmacia (incorporadas al reino de Italia); concesiones territoriales a los estados alemanes
aliados de Francia. Desde esta más sólida posición, Napoleón estuvo en disposición de efectuar un
reordenamiento del espacio alemán e italiano, que en parte se concretó en el asentamiento de miembros de su
familia en nuevos estados. En Alemania, Prusia se vio forzada a aceptar Hannover (antigua posesión del
monarca británico) a cambio de ceder el ducado de Cléveris, cercano al Rin, que junto con el ducado de Berg
(hasta entonces pertenencia de Baviera) conformaron el nuevo Gran ducado de Berg, concedido a su cuñado
Murat. Poco después (julio de 1806), se creaba la Confederación del Rin (16 estados alemanes confederados,
en alianza militar con Francia), con Napoleón de protector, y con la exclusión de Prusia y Austria. Era el fin
del venerable Sacro Imperio Romano Germánico. En Italia lo más importante fue la expulsión de los
Borbones de Nápoles, reino concedido a su hermano José (1806); junto con la entrega a sus hermanas Elisa y
Paulina de los principados de Piombino y Lucca (1805−1806) y Guastalla (1806) y la elevación de su hijastro
Eugenio a virrey de Italia (1805), Italia quedaba mayoritariamente controlada por miembros del clan familiar.
El acceso al poder de los napoleónidas se completó, en 1806, con la creación del reino de Holanda para el
hermano menor, Luis.
La derrota austriaca había desarticulado la coalición antifrancesa, sin que por ello Gran Bretaña y Rusia
firmasen la paz. Antes al contrario, las hostilidades se reanimaron con la entrada en la alianza de Prusia, al
lado de rusos y británicos (Cuarta Coalición), temerosa de verse casi rodeada por un imperio francés que ya le
había expulsado hacia el este. El ultimátum prusiano para la retirada de Francia al otro lado del Rin
desencadenó una nueva guerra que, en poco más de medio año (entre octubre de 1806 y junio de 1807) y a lo
largo de dos fases, supuso la victoria francesa sobre Prusia y Rusia. La primera fase (octubre de 1806) se
saldó con aplastantes victorias francesas sobre el ejército prusiano (Iena y Auerstaedt). El enfrentamiento
entre Francia y Rusia sobre territorio polaco, más largo e incierto, acabó en triunfo francés primero y en un
acuerdo global después (tratado de Tilsit, julio de 1807), por el que ambos contendientes imponían su
hegemonía sobre el resto de Europa. Los términos del tratado preveían la incorporación de Rusia al bloqueo
continental contra Gran Bretaña, a cambio de compensaciones a costa del Imperio turco (Moldavia y
Valaquia) y de Suecia (Finlandia) y el reconocimiento ruso del nuevo reino de Westfalia (concedido a otro
hermano de Napoleón, Jerónimo), creado sobre territorios de estados alemanes del centro−norte aliados de
Prusia. El estado prusiano, el gran perdedor, subsistía pero a costa de perder la mitad de su población y de su
territorio, parte del cual servía para crear el Gran Ducado de Varsovia, confiado al rey de Sajonia y por ello
ligado a la Confederación del Rin.
La alianza franco−rusa de Tilsit permitió a Napoleón concentrarse en la lucha contra el principal adversario
del imperio, Gran Bretaña. Para derrotarlo el camino a seguir era el de la asfixia a través del bloqueo
comercial (implantado por el decreto de Berlín, en noviembre de 1806), que se suponía que acabaría
provocando una crisis económica generalizada y trastornos revolucionarios. Pero, para su efectividad, el
bloqueo tenía que ser completo, sin resquicios para el contrabando y sin zonas libres de la costa europea
accesibles a la marina británica, lo cual exigía el control del perímetro costero del continente y la persecución
del tráfico ilegal. La búsqueda de un bloqueo bajo tales condiciones dio lugar a resultados indeseados, pues: a)
desarticuló las economías relacionadas con Gran Bretaña (Francia no consiguió sustituir a aquélla como
suministrador y comprador, pero se benefició de la desaparición de un competidor) y propició el sentimiento
antinapoleónico en territorios aliados u ocupados y la negativa a unirse al bloqueo en los países
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independientes; b) para asegurar el cumplimiento bloqueo el Imperio realizó una política de anexiones, que
aumentaron la desconfianza hacia Francia y acabaron conduciendo a nuevas guerras. A la larga, las
consecuencias del bloqueo fueron desastrosas para Francia: no consiguió su propósito de dominar a Gran
Bretaña y resultó en buena medida responsable de las fatales invasiones de España (1808) y Rusia (1812).
La intervención en la península Ibérica se planteó inicialmente como operación destinada a acabar con la
independencia de Portugal, ligado a Gran Bretaña y por tanto no dispuesto a aplicar el bloqueo. De acuerdo
con España (tratado de Fontainebleau, octubre de 1807) las tropas francesas entraron en Portugal y ocuparon
Lisboa (noviembre de 1807). La presencia francesa en la Península ibérica acabó derivando en la ocupación
de España, seducido Napoleón por las aparentes facilidades que la rivalidad entre el monarca Carlos IV y su
hijo Fernando concedían a la empresa. El trono español pasó al hermano mayor de Bonaparte, José, (que a su
vez cedió el trono napolitano a su cuñado Murat) pero el nuevo monarca tuvo que hacer frente a una
insurrección antifrancesa que derivó en una guerra prolongada que fue minando las fuerzas del imperio
napoleónico. De momento, hizo necesario el envío a España de la Grande Armée (noviembre de 180), lo
mejor del ejército imperial, con Napoleón al frente, para acabar con la rebelión y expulsar al ejército inglés
que había desembarcado en la península.
Esta circunstancia la aprovechó Austria, también descontenta con el bloqueo porque le afectaba
negativamente la interrupción del tráfico entre el litoral adriático (Trieste) y Europa central, para entrar en una
nueva guerra contra Francia, en alianza con Gran Bretaña (Quinta Coalición). Napoleón tuvo que abandonar
precipitadamente el territorio español con parte del ejército para enfrentarse a los austriacos, a quienes
consiguió vencer, aunque de forma más difícil y costosa que en la anterior confrontación, en la batalla de
Wagram (julio de 1809), aunque la victoria no aseguró el apaciguamiento, pues el dominio dependía cada vez
más de la presencia militar, como se encargaron de demostrar la insurrección en Tirol y los amagos de
sublevación en Alemania. La paz de Schönbrunn (o tratado de Viena), firmada en octubre de 1809, estableció
condiciones rigurosas para Austria, que perdía cerca de cuatro millones de habitantes (aproximadamente 1/6
de su población) y se veía privada del acceso al mar (cesión del litoral Adriático a Francia), así como de
Salzburgo (a Baviera) y de Galitzia (repartida entre el Gran Ducado de Varsovia y Rusia).
Esta nueva victoria, junto con la estabilización de la guerra en la península Ibérica, permitió a Napoleón
plantearse la consolidación del imperio y su ulterior reorientación. Es en este contexto en el que hay que situar
la sucesión imperial: Bonaparte no tenía hijos de su matrimonio con Josefina, tras más de doce años de
casados, aunque ambos tenían hijos de anteriores relaciones (Josefina, de su anterior matrimonio; Napoleón,
en 1807, de su relación con la noble polaca María Walewsca). La anterior paternidad de Bonaparte parecía
asegurar la posibilidad de tener heredero, siempre que se divorciase de Josefina, cosa que hará en 1809, y
contrajese nuevo matrimonio. En este caso, podría enlazar con alguna familia real. El realismo del ministro
austriaco Metternich, que creía conveniente, aunque de forma provisional, una alianza con Napoleón dada la
debilidad de Austria, facilitó la boda con María Luisa (1810), hija del emperador Francisco I. Un año más
tarde nacía el heredero.
La opción dinástica de Napoleón tuvo notables consecuencias: el enlace imperial −−con la carga simbólica de
ser otra Habsburgo quien venía a sustituir a María Antonieta menos de veinte años después de haber sido
guillotinada por la revolución−− representaba un nuevo alejamiento de Napoleón de los principios
revolucionarios, produjo descontento en el clan familiar, que se veía relegado por inesperados miembros, e
influyó sobre el carácter del imperio. Ya, antes del Imperio, éste se orientaba desde la federación según el
modelo carolingio (un eje París−Frankfurt−Milán, con el emperador como soberano de los reyes europeos,
entre ellos los monarcas de su familia) hacia un carácter unitario (de acuerdo con el modelo del imperio
romano), con centro en París, porque desagradaba a Napoleón la actuación de los miembros de su familia, más
independiente de lo deseado, y deseaba acabar con el nacionalismo emergente en los reinos de Italia,
Westfalia, Holanda y Nápoles. Tras el matrimonio y el nacimiento del heredero, se acentuó el carácter unitario
y dinástico del Imperio: Roma sirvió de referencia histórica (el heredero fue nombrado rey de Roma en 1811)
y las nuevas conquistas napoleónicas se unieron directamente al Imperio.
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Si el matrimonio con la hija del emperador austriaco ayudó a la consolidación del Imperio, el distanciamiento
de Rusia aportó un nuevo factor de inestabilidad. El empeoramiento de las relaciones francorusas obedecía a
factores económicos y políticos. Entre los primeros hay que tener en cuenta el perjuicio que causaba a Rusia
el funcionamiento del bloqueo, pues desarticulaba las relaciones comerciales entre ruso británicas
−−exportaciones rusas de trigo y de suministros navales−−, sin sustituirlas por otras válidas, pues Francia
apenas importaba productos rusos y tampoco exportaba a Rusia manufacturas en cantidad y variedad
suficiente. Entre los factores políticos destaca el descontento ruso por la creciente presencia francesa en el
Gran Ducado de Varsovia, por la negativa francesa a aceptar un incremento paralelo de la influencia rusa en el
Imperio turco y por las anexiones francesas de los Estados Pontificios (ocupados en 1808 e incorporados al
Imperio en 1809), del reino de Holanda (en 1810, tras la abdicación de Luis Bonaparte) y de los territorios
alemanes del mar del Norte (diciembre de 1810), motivadas por el deseo de asegurar una mayor efectividad
del bloqueo.
La Expansión Imperial
La guerra fue, para la Francia revolucionaria y napoleónica, un hecho habitual. Desde 1792 hasta 1815 no
hubo un solo año en el que no estuviese en guerra con alguno o varios de los estados europeos. Inicialmente,
guerra defensiva, frente a Prusia y Austria (1792) y luego (desde 1793), contra la mayoría de potencias
europeas, unidas en la Primera Coalición; guerra que pronto fue victoriosa −−debido a la superioridad de un
ejército nacional, frente a unos ejércitos tradicionales, con tropas no motivadas−−. Como resultado de las
primeras victorias, comenzó la expansión: tratados de paz con Toscana, Prusia, Holanda y España (Basilea,
1795). Razones de interés estratégico (fronteras), económico (mercados para suministrar materias primas y
absorber manufacturas francesas) y financiero (ingresos) explican la guerra de expansión. Pero la ocupación
permanente de nuevos territorios obligó a mantener un ejército numeroso y, para aligerar el coste de esta
manutención, a procurar sostenerlo sobre territorios enemigos, lo que produjo resistencias entre la población
afectada, que obligaron a incrementar la presencia militar, círculo vicioso que un historiador ha calificado
como "ciclo infernal de la guerra". Este capítulo intenta describir los acontecimientos militares y diplomáticos
enmarcados entre el final del siglo XVIII y la caída del régimen napoleónico, con el objetivo de ofrecer unas
referencias espaciales y temporales que ayuden a situar en un contexto preciso el contenido de los siguientes
capítulos.
Las Primeras Conquistas
Tras los tratados de 1795, sólo Gran Bretaña y Austria mantenían hostilidades con Francia. La rivalidad
francobritánica iba a ser una constante a lo largo de casi todo el período, como lo había sido durante el siglo
XVIII, que respondía al conflicto de intereses entre un estado −−el británico−− que intentaba asegurar el
control de los mares para proteger sus colonias y las rutas comerciales y otro estado −−Francia−− con
vocación continental pero también con aspiraciones de potencia colonial y, lo que era más peligroso para Gran
Bretaña, que amenazaba con controlar la costa del mar del Norte, con lo que ello significaba de peligro directo
para la seguridad británica e, indirectamente, a través de un hipotético control de Holanda y de su flota, de
dominio del mar.
Contra Austria, el Directorio proyectó la campaña de 1796: ataque sobre Austria desde Alemania y,
secundariamente, desde Italia. Mientras la campaña de Alemania produjo resultados decepcionantes, en Italia,
en 20 meses, Bonaparte decidió la lucha y, demostrando ambiciones más allá del terreno militar, reestructuró,
con independencia del Directorio, el mapa de Italia. Tras Campoformio, sólo Inglaterra se mantuvo enfrentada
a Francia. Pero la política de expansión territorial del Directorio −−intervención en Suiza, en favor de un
República Helvética (1798); invasión de los Estados Pontificios y proclamación de la República Romana
(1798); ocupación militar del Piamonte (1798)−− y la personal aventura de Napoleón en Egipto (1798−1799),
saldada con un fracaso militar pero con un incremento del prestigio personal, acabaron propiciando una
Segunda Coalición antifrancesa (noviembre de 1798), con Gran Bretaña, Rusia, Austria, Turquía y Nápoles
como participantes. Las hostilidades se iniciaron en Italia y fueron los Borbones napolitanos, tradicionales
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aliados de Gran Bretaña, quienes imprudentemente rompieron el fuego. La fulminante reacción francesa
(ocupación de Nápoles, en enero de 1799, y creación de la República Partenopea) provocó la intervención
austriaca y el repliegue francés en todos los frentes, hasta que el regreso de Napoleón de Egipto y su acceso al
poder como miembro prominente del Consulado (18 Brumario: 9 de noviembre de 1799), junto con la falta de
entendimiento entre austriacos y rusos, dieron un nuevo giro al curso de la guerra: Austria, derrotada en
territorio italiano por Napoleón (Marengo, junio de 1800) y en su propio suelo por Moreau (Hohenlinden,
diciembre de 1800), tuvo que aceptar una paz (Lunéville, febrero de 1801) que mejoraba en favor de Francia
los términos del tratado de Campoformio: control del norte de Italia (excepto parte de Venecia) e influencia
sobre el centro, a través del nuevo reino de Etruria, así como afianzamiento en la totalidad del curso izquierdo
del Rin. Al mismo tiempo, Francia se atrajo a la monarquía española, cuya alianza interesaba para
contrarrestar el poderío naval británico y presionar sobre Portugal, aliado de Gran Bretaña (tratado de
Aranjuez, 1801). La subsiguiente acción contra Portugal (guerra de las Naranjas, 1801), concluida rápida y
victoriosamente (tratado de Badajoz, 1801: cesión de una parte de Guayana a Francia y de la plaza de
Olivenza a España y cierre de los puertos portugueses a Inglaterra), valió a Godoy el título de príncipe de la
Paz.
El aislamiento británico a que dieron lugar estos acontecimientos se reforzó con la formación de una Liga de
neutrales (diciembre de 1800), en la que los países del norte (Rusia, Suecia, Dinamarca y Prusia), a iniciativa
de Rusia, se unieron para contrarrestar la prepotencia de la política de navegación británica, que no aceptaba
el comercio de mercancías con Francia bajo pabellón neutral. El cierre del Báltico y de los ríos alemanes al
comercio británico, decidido por la Liga, produjo la reacción británica (bombardeo de Copenhague, 1801)
que, junto con el asesinato de Pablo I (1801), odiado por la aristocracia rusa por su despotismo sanguinario y
porque la ruptura con Gran Bretaña impedía la exportación del grano y madera de sus propiedades, acabaron
con la Liga de neutrales. A pesar de este éxito, y pese a los logros en el Mediterráneo oriental (ocupación de
Malta, capitulación de los franceses en Egipto), las dificultades internas (carestía y costes de financiación de
la guerra) propiciaron la retirada de Pitt (1801), el más firme partidario de la lucha contra Francia, y abrieron
el camino a la firma con Francia del tratado de Amiens (abril de 1802), sobre la base de la restitución de
Egipto al imperio turco, la evacuación de Malta y la devolución de Nápoles a los Borbones y de las conquistas
coloniales británicas. Pero, a falta de una definición sobre la naturaleza de las relaciones comerciales y a la
vista de las insaciables apetencias territoriales de Francia, la situación de paz en Europa inaugurada en
Amiens tenía un carácter provisional.
Periodo de paz y guerra (1802−1805)
En unos años en que Napoleón iba adquiriendo poder absoluto (cónsul vitalicio en 1802, emperador en 1804),
la política exterior francesa giró −− en torno a su voluntad. Y esta voluntad era ambición de expansión sin
límites. De ahí que ninguna situación fuese estable. Entre 1802 y 1805, la presión francesa rompió el precario
equilibrio de Amiens.
El mantenimiento de la paz en estas condiciones no interesaba a Gran Bretaña, pues, lejos de restablecerse el
equilibrio de poder, Francia acentuaba su hegemonía en el continente y se convertía en una amenaza para la
seguridad de las colonias británicas, dado el fortalecimiento de la marina francesa y la posesión de hecho de la
colonia de El Cabo, gracias al control de la República Bátava. Si a todo ello sumamos las desventajas
comerciales que para Gran Bretaña suponía el mantenimiento del proteccionismo en Francia y su extensión a
los territorios por ella controlados, podemos entender que triunfasen las posiciones favorables a la
reanudación de la guerra.
Pero hasta 1805 la guerra se mantuvo congelada, pues ni Gran Bretaña tenía recursos para imponerse en
solitario a Francia en el continente, ni ésta podía hacerlo sobre su rival sin disponer del dominio del mar. Para
desbloquear esta situación Francia precisaba del control cuando menos temporal del canal de la Mancha, para
facilitar la invasión de la isla; Gran Bretaña, por su parte, necesitaba formar una coalición continental contra
Francia. En tales direcciones se encaminaron los esfuerzos de ambos países. Francia contó desde 1804 con el
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apoyo de la escuadra de España, de nuevo en guerra con los británicos a causa de la captura de buques
españoles por la flota de su rival y del interés de Godoy por asegurarse su propio futuro político con el apoyo
francés. Esta circunstancia le permitió activar el viejo proyecto de desembarco en las costas de la otra orilla
del Canal, pero para su ejecución requería alejar, siquiera momentáneamente, la escuadra británica de la
vigilancia del canal de la Mancha. Para conseguirlo se ideó atraer la atención del adversario con una
expedición a las Antillas que regresase a Europa antes que sus perseguidores y, junto con el resto de la flota,
forzar el paso del canal aprovechándose de las condiciones temporales de superioridad. La indecisión del
almirante francés Villeneuve impidió explotar la sorpresa inicial y la flota conjunta franco española,
bloqueada en las cercanías de Cádiz, fue desmantelada por la escuadra británica a las órdenes de Nelson en la
decisiva batalla de Trafalgar (octubre de 1805), que aseguró a los británicos una superioridad marítima
incontestada a partir de entonces, lo que descartaba cualquier futura victoria francesa por la vía rápida y
obligaba a Francia a replantear una estrategia que, en los siguientes años, se centró en la lenta asfixia
económica del rival mediante el bloqueo de su comercio.
La campaña de Rusia y el hundimiento del imperio napoleónico
Aunque Napoleón entró en París, precedido de un propagandístico "Boletín" de la Grande Armée ("Jamás la
salud del Emperador ha sido mejor"), lo cierto es que el fracaso de la campaña de Rusia dejaba la máquina
militar del Imperio en una situación precaria, pues era necesario reponer las pérdidas sufridas y los nuevos
soldados carecían de experiencia, reducía la confianza hacia el emperador de aliados y súbditos y estimulaba a
sus enemigos. Estas circunstancias, unidas a la negativa de Napoleón a efectuar concesiones, acabaron
propiciando su derrota.
El ejército ruso tampoco estaba en condiciones de continuar la guerra en la Europa Central en solitario, pero
vino en su ayuda Prusia, donde el sentimiento patriótico había prendido desde años atrás y, a su amparo, se
habían realizado reformas en la sociedad y en el ejército, que aumentaron su eficacia militar. Prusia declaró la
guerra a Francia (marzo de 1813), en alianza con Rusia, si bien el llamamiento de ambas potencias a
Alemania no encontró eco en unos estados temerosos de un movimiento a destiempo. Tampoco Austria se
quiso comprometer abiertamente, a la espera de negociar ventajosamente su neutralidad.
La campaña napoleónica contra rusos y prusianos fue brillante (victorias de Lützen y Bautzen, en mayo de
1813), pero la falta de caballería impidió a los franceses obtener ventajas decisivas. En tal situación, el
armisticio propuesto por Austria (Pleiswitz, junio de 1813) fue bien recibido de una y otra parte. Si Napoleón
esperaba ganar tiempo para reforzar su ejército, sus adversarios iban a sacar mayores ventajas. Gran Bretaña,
revitalizada su economía tras el cese del bloqueo y con Castlereagh, seguidor de Pitt, como ministro de
Asuntos Exteriores, se unió a la alianza ruso prusiana, lo que también hicieron Austria y Suecia. Entre tanto,
la situación en la península Ibérica, que ya se iba deteriorando desde 1812, se había hecho insostenible para
los franceses tras la derrota de Vitoria (junio de 1813).
El enfrentamiento entre las tropas napoleónicas y las de la Sexta Coalición tuvo lugar en Alemania (batalla de
Leipzig, octubre de 1813), en condiciones de superioridad numérica para los aliados. La victoria aliada supuso
el derrumbamiento del poder napoleónico en Alemania y la retirada de los restos del ejército francés al otro
lado del Rin. La invasión francesa era sólo cuestión de tiempo si los aliados se mantenían unidos, sin que
fuese de temer una reacción patriótica similar a la de 1793, pues ahora el cansancio de la guerra entre la
población francesa, agotada por las exigencias en dinero y hombres, no hacía previsible una defensa a ultranza
del Imperio.
Ante tropas muy superiores y sin el respaldo unánime de los franceses, la resistencia de Napoleón estaba
condenada al fracaso. Mientras, los aliados, a iniciativa de Castlereagh, llegaron a acuerdo sobre las futuras
fronteras de Francia, reducidas a los límites de 1792. Poco después (marzo de 1814, Chaumont) Gran Bretaña,
Prusia, Rusia y Austria firmaron un tratado de alianza, comprometiéndose a aportar 150.000 hombres cada
uno en la ofensiva final contra Napoleón, a no establecer una paz por separado y a reconocer la validez de los
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cambios que habían surgido de la desintegración del Imperio. Quedaba por resolver la sucesión política en F.
De entre las varias opciones que se barajaron se acabó imponiendo el restablecimiento de los Borbones, que
ofrecía las ventajas de la legitimidad monárquica y de la concordancia entre los nuevos límites territoriales y
los existentes antes de la supresión de la monarquía.
La caída de Napoleón se produjo en las siguientes semanas, acelerada por la defección de gran parte de la élite
imperial, enriquecida y ennoblecida durante el régimen, que no estaba dispuesta a arriesgarlo todo por
fidelidad al Emperador. El 6 de abril 1814 se producía la abdicación de Napoleón, formalizada poco después
(11 de abril) en el tratado de Fontenaibleau. El ex−emperador recibía la isla de Elba, en la costa occidental
italiana, no lejos de su Córcega natal, y Luis XVIII (hermano de Luis XVI) era reconocido como rey de
Francia.
El retorno temporal de Napoleón (los "Cien Días": 1 de marzo de 1815 a 22 de junio de 1815), aprovechando
la facilidad de movimientos de que gozaba en Elba y el tirón popular que tenía entre muchos franceses, no
alteró sustancialmente la situación. La experiencia, clausurada militarmente con la batalla de Waterloo (junio
de 1815), supuso para Napoleón el cambio de la cómoda reclusión en el Mediterráneo italiano por el remoto
confinamiento en la isla atlántica de Santa Helena, muy lejos de la Europa que tanto había convulsionado.
Tras este período, el segundo tratado de París, en setiembre de 1815 (el primero se había celebrado en mayo
de 1814, tras la primera capitulación de Napoleón) impuso a Francia unas condiciones de paz algo más duras,
pero no draconianas: recorte de algunas plazas fronterizas (pérdida de 5.000 km2 y 300.000 hbs);
indemnización de 700 millones de francos (aproximadamente, los ingresos del estado francés durante un año)
y presencia militar aliada en el noreste del país para asegurarse el cumplimiento de la indemnización.
Por entonces, el nuevo orden que se estaba construyendo en Viena ya había asignado a la monárquica Francia
un papel importante en el tablero de la Europa de la Restauración.
Las Batallas de Trafalgar, Ulm y Austerlitz. (1805)
Cuando llegó la noticia del bloqueo de su almirante en Cádiz, Napoleón postergó el proyecto de invasión de
Inglaterra y ordenó inmediatamente al Gran Ejército que efectuara la maniobra de convergencia sobre
Alemania.
La rapidez de la decisión y de su ejecución induce legítimamente a dudar de las reales intenciones de
Napoleón de invadir Inglaterra y hace aparecer el proyecto más bien como una maniobra para mantener en
tensión al enemigo principal y mientras tanto poder preparar un fuerte ejército destinado a otros adversarios,
sin alarmarlos excesivamente por el momento. Con toda probabilidad, el Emperador trató de verdad de
cumplir la invasión de Inglaterra reservándose la posibilidad de elegir, eventualmente, cualquier otra ocasión
más favorable, aunque fuera sacrificado el objetivo principal.
La velocidad de maniobra de su ejército, fue una sorpresa para su enemigo. Su estrategia, también como de
costumbre, fue simple: dividir, atacar separadamente, destruir. El ejército austriaco intentó prevenirlo
invadiendo Baviera, en espera de la llegada de los dos ejércitos rusos. La llegada de Napoleón a Baviera
estaba prevista para comienzos de noviembre. Lo que no se previó es que él, mientras atravesaba Francia,
requisó veinte mil carromatos para acelerar al máximo el traslado. Y tampoco se previeron la abnegación, el
coraje, y el sacrificio del ejército francés del Rhin, que maniobró en condiciones de tiempo prohibitivas con
tal de llegar a tiempo al encuentro.
El resultado fue que los franceses llegaron a Baviera a mediados de octubre, tomando completamente por
sorpresa a los austriacos del general Mack, que en ULM se encontró cercado por tres partes y de espaldas al
Danubio, imposible de vadear. El 17 de octubre el ejército austriaco se rindió. Fue tal vez la batalla más fácil
de la historia.
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Pero para anular la alegría del triunfo le llegó a Napoleón la noticia de la derrota de la flota del almirante
Villeneuve en Trafalgar (21 de octubre de 1805). Obedeciendo a una orden del emperador, por temor a ser
destituido, Villeneuve había abandonado Cádiz, seguido por Nelson, tal vez intentando volver al
Mediterráneo. Nelson le cortó el camino hacia Gibraltar y lo obligó a la batalla frente al cabo de
TRAFALGAR. El plan del almirante inglés preveía el ataque en tres puntos de la alineación francesa. La
maniobra se logró perfectamente. Pero durante la batalla el almirante cayó herido de muerte en el puente de
mando de su Victory. Igual suerte le tocó también al almirante francés.
El plan de Nelson preveía la destrucción total de la flota franco−española, pero no pudo realizarse, por la
muerte del mismo Nelson, que dejó a los ingleses momentáneamente perplejos frente al contraataque francés,
y por una violenta tempestad que permitió a diecinueve naves enemigas salvarse en el momento decisivo,
anulando en parte los efectos de la victoria, que no fue de esta manera tan completa como en Abukir. Los
franceses perdieron trece naves, pero combatieron con valor y voluntad increíbles. Murieron más de seis mil.
Por parte de los ingleses, los caídos en cambio sólo fueron unos dos mil.
La noticia de la muerte de Nelson mitigó mucho, en Inglaterra, la alegría de la victoria, tanto más porque a
breve plazo fue seguida por la del gran triunfo obtenido por Napoleón en AUSTERLITZ.
Después de Ulm, Napoleón había continuado hacia Viena, donde entró el 14 de noviembre, sin encontrar
resistencia alguna.
El 17 fue al encuentro de dos ejércitos rusos que entraron por el sur al mando del general Kutuzov y del zar
Alejandro. En Austerlitz, en Moravia, se produjo el choque. Era el 2 de diciembre de 1805. Fue la más
hermosa victoria de Napoleón.
Se encontraba a más de quinientos kilómetros de Francia; se acercaba el invierno; el enemigo era superior en
número y estaba íntegro; Prusia parecía a punto de entrar en guerra dado que, para llegar a Viena, las tropas
francesas habían violado su territorio. Napoleón había perdido tiempo, buscando una solución negociada al
conflicto: los dos ejércitos enemigos, a los que se unieron tropas austriacas al mando de su emperador,
aprovecharon para acercarse y ahora estaba cercano el encuentro. Con seguridad habría tratado de evitarlo
cortándole el camino hacia Viena.
Napoleón intuyó que el movimiento envolvente de los austro−rusos se iniciaría cerca de Austerlitz. La mejor
posición estratégicamente, del lugar, era una pequeña colina que dominaba la llanura. La dejó de lado a
propósito, y alineó a sus tropas detrás, como si quisiera ponerlas en protección para la retirada; en una palabra,
hizo todo lo posible por inducir al enemigo a colocarse en un frente alargado que le impidiera una eventual
escapatoria.
Durante todo el día del 1 de diciembre, el emperador observó a los ejércitos como tomaban posición según lo
había previsto y tuvo la certidumbre de la victoria. Al alba el enemigo, para atacarlo, bajó de la colina de
Pratzen, dejándola prácticamente desguarnecida. Napoleón ordenó el contraataque. Las fuerzas austro−rusas
quedaron cortadas en dos, la artillería francesa ocupó la colina y desde allí empezó a ametrallar el centro de la
formación del enemigo. Esta se disgregó ofreciéndose al ataque en tenaza de los franceses, ya sin orden y
presa del terror. Los aliados perdieron quince mil hombres; otros veinte mil fueron hechos prisioneros con
toda la artillería.
Alejandro de Rusia y Francisco de Austria apenas lograron reunirse con el resto de las tropas y llegar a
Hungría donde su posible aliado, Federico Guillermo III de Prusia, se apresuró a pedir la paz.
El efecto psicológico de la derrota, en los aliados, fue aun más grave que la derrota misma y los
acontecimientos que siguieron cambiaron la faz del continente. Dos días después de la derrota, Francisco II
pidió ser recibido por Napoleón. Obtuvo un armisticio que preveía el desarme de las tropas rusas en Austria y
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la promesa de la integridad territorial si convencía a su colega ruso de anudar una nueva alianza con Francia
contra Inglaterra.
El zar aceptó la primera propuesta, pero no la segunda. El tratado de Presburgo (26 de diciembre de 1805)
castigó duramente a Austria, que había iniciado las hostilidades. Se le quitó el Véneto, que fue anexado al
reino de Italia, y otros de sus territorios, con un total de tres millones de súbditos, fueron asignados a los
Estados vecinos.
Las Coaliciones:
La Primera Coalición
Durante la guerra de la Primera Coalición (1793−1797), Francia luchó contra la alianza formada por Austria,
Prusia, Gran Bretaña, España, las Provincias Unidas (actuales Países Bajos) y el reino de Cerdeña. El
gobierno francés el Directorio confió a Napoleón la dirección de las operaciones militares contra las tropas
austriacas en el norte de Italia en 1796. En menos de un año, Napoleón había vencido a las fuerzas de Austria,
superiores en número. En 1798, se le asignó el mando de una expedición que tenía como objetivo conquistar
Egipto para cortar la ruta británica a la India. La invasión fracasó tras la batalla del Nilo y Napoleón regresó a
Francia. Aunque ambas campañas se produjeron durante el régimen del Consulado, antes de la asunción del
poder por Bonaparte, suelen ser consideradas como la primera fase de las Guerras Napoleónicas. Fue en ellas
donde el líder francés desplegó por primera vez a gran escala su talento como jefe militar.
La segunda coalición
La victoria de Napoleón en la campaña contra los austriacos en el norte de Italia puso fin a la Primera
Coalición. No obstante, durante su estancia en Egipto se formó la Segunda Coalición (24 de diciembre de
1798) integrada por Rusia, Gran Bretaña, Austria, el reino de Nápoles, Portugal y el Imperio otomano. Las
batallas principales de la guerra de la Segunda Coalición, que se inició a finales de 1798, tuvieron lugar en el
norte de Italia y en Suiza al año siguiente. Los austriacos y los rusos, dirigidos por el general Alexandr
Suvórov, vencieron a los franceses en el norte de Italia en las batallas de Magnano (5 de abril de 1799),
Cassano (27 de abril), el Trebbia (17−19 de junio) y Novi (el 15 de agosto). La Coalición también tomó
Milán; abolió la República Cisalpina, que se había constituido bajo los auspicios del gobierno francés en
1797; ocupó Turín y privó a Francia de sus anteriores conquistas en Italia.
La Tercera Coalición
Napoleón se apresuró a tomar medidas contra la nueva alianza. Había ejercido una gran presión sobre Gran
Bretaña desde 1798 al mantener a un ejército concentrado en Boulogne a orillas del canal de la Mancha, que
hacía pensar a los británicos que se preparaba una invasión de Inglaterra. Bonaparte aumentó
considerablemente el número de fuerzas destacadas en Boulogne cuando comenzaron las disensiones que
hicieron estallar la guerra en 1803. Tras la formación de la Tercera Coalición contra Francia, sus tropas
abandonaron Boulogne para enfrentarse a los austriacos, que habían invadido Baviera con un ejército dirigido
por Fernando III, el gran duque de la Toscana, y el general Karl Mack von Leiberich. Varios estados
alemanes, entre los que se contaban Baviera, Württemberg y Baden, se aliaron con Francia. Napoleón derrotó
a las fuerzas de Austria en Ulm, capturó a 23.000 prisioneros y, a continuación, marchó con sus tropas a lo
largo del Danubio y conquistó Viena.
Los ejércitos rusos, liderados por el general Mijaíl Kutúzov y Alejandro I, emperador de Rusia, respaldaron a
los austriacos, pero Bonaparte venció a las fuerzas austro−rusas en la batalla de Austerlitz, también
denominada de los Tres Emperadores. Austria se rindió nuevamente y firmó el Tratado de Presburgo el 26 de
diciembre de 1805. Una de las cláusulas del acuerdo estipulaba que Austria debía entregar a Francia la zona
del norte de Italia y a Baviera parte del propio territorio austriaco; asimismo, Austria reconoció a los ducados
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de Württemberg y Baden como reinos.
La Confederación del Rin
Dado que las tropas del general Masséna habían derrotado al ejército austriaco mandado por Carlos de
Habsburgo en Italia, Napoleón aprovechó esta situación para nombrar a su hermano, José I, rey de Nápoles en
1806; asimismo, nombró a otro de sus hermanos, Luis I Bonaparte, rey de Holanda (la antigua República
Bátava); el 12 de julio estableció la Confederación del Rin, constituida finalmente por todos los estados
alemanes a excepción de Austria, Prusia, Brunswick y Hesse.
La formación de esta entidad política puso fin al Sacro Imperio Romano Germánico y casi toda Alemania
quedó bajo el control de Bonaparte. No obstante, los éxitos en el continente quedaron contrarrestados en gran
medida por la derrota que el almirante británico Horatio Nelson infligió a la fuerza conjunta de la flota
francesa y española frente a las costas del cabo de Trafalgar el 21 de octubre de 1805. Napoleón implantó en
1806 el denominado Sistema Continental por el que los puertos de toda Europa quedaban cerrados al
comercio británico. La superioridad naval de los británicos dificultó la aplicación del Sistema Continental e
hizo fracasar la política económica europea de Bonaparte.
La Cuarta Coalición
Prusia, ante el incremento de poder de Francia en Alemania, se unió a la Cuarta Coalición compuesta por
Gran Bretaña, Rusia y Suecia en 1806. Bonaparte aplastó a las tropas prusianas en la batalla de Jena el 14 de
octubre de ese mismo año y tomó Berlín. A continuación, derrotó a los rusos en la batalla de Friedland y
obligó a firmar la paz a Alejandro I.
El Nacionalismo antinapoleónico
En 1808, Napoleón dominaba toda Europa, a excepción de Rusia y Gran Bretaña. Las principales razones del
posterior declive fueron el surgimiento del espíritu nacionalista en varias de las naciones europeas derrotadas
y la persistente oposición de Gran Bretaña, que, a salvo ya de una invasión gracias a la superioridad de su
armada, no cesó de organizar y financiar nuevas coaliciones contra Napoleón.
España fue la primera nación en la que Bonaparte tuvo que hacer frente a las insurrecciones nacionalistas que
provocaron su caída. El emperador francés, después de haber destronado al rey Carlos IV de España, nombró
a su hermano José Bonaparte rey de este país en 1808. Los españoles se rebelaron y expulsaron al nuevo
gobernante de Madrid. Se desató la guerra de la Independencia española (1808−1814) entre los franceses, que
intentaban restaurar a José I Bonaparte en el trono, y los españoles, apoyados por las fuerzas británicas
mandadas por Arthur Colley Wellesley, duque de Wellington.
En sus años finales el régimen napoleónico acentuó su carácter conservador y represivo, en tanto que la crisis
económica le restaba apoyo social, pero su caída no se debió a estos factores, sino a la derrota militar, por lo
que Napoleón todavía pudo retomar las riendas del poder y ejercerlo durante cien días hasta su destierro
definitivo a Santa Elena.
La evolución conservadora del Imperio, puesta de relieve con la creación de la nobleza, se manifestó también
en el terreno de la justicia, con un Código Penal (1810) cuya concepción del delito y de la reforma del
delincuente se situaba a medio camino entre el Antiguo Régimen −−en el que dominaba la idea de la
venganza social, con penas arbitrarias, desiguales, extremadamente rigurosas y a menudo corporales−− y el
Código Penal revolucionario de 1791, con penas fijas e iguales, menos rigurosas y no corporales. El nuevo
código aumentó la dureza de las penas (mantenimiento de la condena a muerte y aumento de los supuestos de
aplicación), restableció los castigos corporales (aunque no la tortura) y, en lugar de la pena fija implantada en
1791 y la pena a discreción del magistrado característica de la época prerrevolucionaria, estableció un baremo
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indicativo dentro del cual el juez tenía libertad de decisión.
La policía aumentó su poder, sin por ello llegar a alcanzar cotas de épocas más recientes, dado el menor
desarrollo general del aparato del Estado. La represión policial obró al margen del control judicial, pero fue
selectiva y se situó dentro de unos límites moderados, aunque resultó efectiva en la medida en que aseguró el
control y la vigilancia de los descontentos. La censura también ayudó a esta tarea. Desde el inicio del régimen
la prensa había estado a las órdenes del poder. Napoleón, conocedor de la importancia de la propaganda, se
sirvió de ella: Le Moniteur fue el órgano oficial del gobierno, que asimismo utilizó el Bulletin de la Grande
Armée para difundir los éxitos imperiales. Por esta misma razón, procuró controlar y limitar las publicaciones
independientes: en 1810 se redujo el número de periódicos a uno por departamento y a cuatro en París. El
mismo año la creación de una Dirección General de Imprenta y de censores imperiales supuso el
establecimiento formal de la censura. Por entonces, episodios como el exilio de Madame de Stäel y la
postergación de Chateaubriand, dos de las figuras intelectuales más importantes de la época y ambos críticos
respecto a Napoleón, ya habían mostrado que la libertad de opinión no era tolerada.
La situación económica se agravó bruscamente en 1810, cuando una combinación de falta de mercados para la
producción industrial francesa, debido al encarecimiento de las materias primas como producto del bloqueo, y
de problemas en las finanzas provocados por la especulación, que impidieron atender las necesidades de
crédito de la industria, condujo a una primera crisis. Sin tiempo para superarla, se superpuso en 1811 una
crisis agraria, con sus secuelas de altos precios de las subsistencias y depresión de la actividad industrial. En
1812, cuando una nueva y más abundante cosecha permitía remontar la última crisis, la pérdida del mercado
oriental europeo debido a las hostilidades con Rusia introdujo nuevos inconvenientes a la recuperación
económica.
A estas dificultades económicas se añadieron nuevos factores de inestabilidad en los últimos años del
régimen: el empeoramiento de las relaciones con Pío VII, tras la incorporación de los Estados Pontificios al
Imperio (1809), acabó produciendo un distanciamiento entre la iglesia francesa y el Estado, con repercusiones
entre los fieles; las nuevas exigencias en hombres y en dinero para hacer frente a una nueva guerra tras el
fracaso de la campaña de Rusia suscitaron más resistencias de lo habitual. Pero la falta de una oposición
organizada, inexistente desde los últimos años del Consulado gracias al éxito de la política combinada de
captación y represión, permitió sobrellevar estos momentos sin otros sobresaltos que un disparatado complot
militar (1812) y un perceptible aumento de insumisos y desertores. La caída del régimen, cuando ésta se
produjo, la decidieron los ejércitos aliados, que también fueron los responsables de la restauración en Francia
de la monarquía borbónica.
El año de su matrimonio con María Luisa, 1810, pareció señalar el cenit napoleónico. Los únicos Estados que
todavía quedaban a resguardo eran Rusia y Gran Bretaña, cuya hegemonía marítima había sentado de una vez
por todas Nelson en Trafalgar, arruinando los proyectos mejor concebidos del emperador. Contra esta última
había ensayado el bloqueo continental, cerrando los puertos y rutas europeos a las manufacturas británicas.
Era una guerra comercial perdida de antemano, donde todas las trincheras se mostraban inútiles ante el
activísimo contrabando y el hecho de que la industria europea aún estuviese en mantillas respecto de la
británica y fuera incapaz de surtir la demanda. Colapsada la circulación comercial, Napoleón se perfiló ante
Europa como el gran estorbo económico, sobre todo cuando las mutuas represalias se extendieron a los países
neutrales.
El bloqueo continental también condujo en 1808 a invadir Portugal, el satélite británico, y su llave de paso,
España. Los Borbones españoles fueron desalojados del trono en beneficio de su hermano José, y la dinastía
portuguesa huyó a Brasil. Ambos pueblos se levantaron en armas y comenzaron una doble guerra de
Independencia que los dejaría destrozados para muchas décadas, pero fijaron y diezmaron a una parte de la
Grande Armée en una agotadora lucha de guerrillas que se extendió hasta 1814, doblada en las batallas a
campo abierto por un moderno ejército enviado por Gran Bretaña.
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La otra parte del ejército, en la que había enrolado a contingentes de las diversas nacionalidades vencidas, fue
tragada por las inmensidades rusas. En la campaña de 1812 contra el zar Alejandro I, Napoleón llegó hasta
Moscú, pero en la obligada retirada perecieron casi medio millón de hombres entre el frío y el hielo del
invierno ruso, el hambre y el continuo hostigamiento del enemigo. Toda Europa se levantó entonces contra el
dominio napoleónico, y el sentimiento nacional de los pueblos se rebeló dando soporte al desquite de las
monarquías; hasta en Francia, fatigada de la interminable tensión bélica y de una creciente opresión, la
burguesía resolvió desembarazarse de su amo.
La persistencia de la popularidad de Napoleón entre el ejército y los campesinos y los trabajadores urbanos,
junto a la falta de apoyo social de la monarquía restaurada, que ciertas actitudes revanchistas de sus
partidarios contribuyeron a fomentar, posibilitaron que el militar corso llevase a buen puerto su última
aventura: la que le condujo desde la isla de Elba, lugar de su confinamiento, a ser nuevamente aclamado como
emperador en su paseo triunfal hasta París y a ejercer como tal durante Cien Días, hasta la nueva derrota
(Waterloo) y la definitiva abdicación y destierro a la remota isla de Ascensión, en el Atlántico sur. Pero el
retorno de Napoleón también puso de manifiesto el desapego de los notables y la desafección de algunos de
quienes habían sido sus más cercanos colaboradores. Y es que la conservación de lo adquirido ya no pasaba
por la continuidad del régimen.
Después de una campaña fallida y desastrosa en Rusia en 1812 y una guerra de desgaste durante 1813−14,
Napoleón se vio obligado a abdicar en Abril de 1814. Europa castigó al emperador con el exilio en la isla de
Elba. Sin embargo no fue solo, lo hicieron con una guardia personal de aproximadamente 1000 hombre.
Mientras tanto, la coalición contra Francia apenas duró hasta el final de la guerra. En el congreso de Viena
entre los Aliados empezaron las disputas y peleas sobre bagatelas. Se generaron problemas al intercambian los
Estados de menor relevancia como moneda de cambio en una nueva organización de Europa. Puede culparse
de los principales problemas a Talleyrand, Príncipe de Benevente (adversario político de Napoleón). El quería
que los Aliados mandasen a Napoleón tan lejos de Europa como fuese posible: Santa Helena. Los desordenes
en Francia dieron a Napoleón una pequeña oportunidad para volver, pues gran parte de la población vio en él
a un salvador. Por otra parte, Napoleón sabía que cuanto mayor fuera el desajuste político en Europa, más
fácil sería su regreso.
Napoleón desembarcó en el Sur de Francia el 1 de Marzo de 1815 y empezó a marchar con su guardia de
1.000 hombres. Consiguió muchos seguidores en Europa, y muchos de los ejércitos capturados se unían a él.
De este modo, parecía que la era napoleónica no había terminado.
El 25 de Marzo los Aliados enterraron sus diferencias y declararon la Guerra a Napoleón (no a Francia) y
mandaron a 600.000 hombres para atraparle y desterrarle de Europa de una vez por todas. Sin embargo, la
posición de Napoleón no era segura, ni política ni militarmente. Hubo una rebelión en Vendée, y la Cámara de
Diputados se quedó cautelosa y escéptica por si toda Francia estaba detrás del retorno de Napoleón. Con el
rechazo a sus ofertas de Paz a mediados de Abril, Napoleón tenía la necesaria justificación para emprender su
guerra.
Una victoria sin problemas.
Napoleón necesitaba una victoria rápida para asegurar su posición política, intentar dividir a los Aliados y
destruir la coalición. Con cinco ejércitos movilizándose en contra suya, Napoleón tenía que moverse
rápidamente. El 20 de Mayo sólo los ejércitos de Blücher y Wellington llegaron a desplegarse cerca de
Francia. Napoleón decidió lanzar su ataque sobre Wellington y Blücher, poner una cuña entre ambos,
derrotarlos por turnos, esperando terminar la guerra
Rápidamente Napoleón reunió a 120.000 hombres y marcharon rapidamente a través del Sombre el 15 de
Junio. Esto cogió a Wellington y a Blücher por sorpresa con sus hombres dispersos por los campos. La Armée
du Nord estaba dividida en dos partes. El Mariscal Ney liderando el ala izquierda que se compone del 1er. y
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2º. Cuerpo y algunos destacamentos de la Guardia de Caballería, y Grouchy liderando el ala derecha con el
3er. Cuerpo y Cuerpo de Caballería. Napoleón controlaba el 6º. Cuerpo y su temida Guardia Imperial se
desplegó detrás de las dos alas separadas para poder moverse según la situación.
Napoleón ordenó a Ney avanzar contra el ejército Anglo−Aliado y tomar Quatre−Bras, rodearlos por la
izquierda y atacar a los Prusianos por su retaguardia. Entre tanto, Grouchy y Napoleón librarían una batalla
con los Prusianos en Ligny. Pero Ney tardó en atacar y cuando finalmente se decidió por ello, el ejército
Anglo−Aliado en Quatre−Bras se había reforzado lo bastante para detener a los Franceses.
En Ligny, los Prusianos aguantaron varias horas, pero no pudieron resistir cuando Napoleón mandó la
Guardia a atacar. El fracaso de Ney de tomar rápidamente Quatre−Bras permitió a los Prusianos escapar de
noche. El ejército Anglo−Aliado se retiró en buen estado pero el ejército Prusiano tuvo muchas perdidas.
Grouchy recibió la orden de perseguir los Prusianos e impedir que se pudieran unir al ejército de Wellington,
mientras Napoleón (con el ala izquierda) hostigaba al ejército Anglo−Aliado para poder destruirlo. Esa noche
una fuerte tormenta hizo perder a Grouchy el rastro de los Prusianos y cuando finalmente descubrió dónde
estaban fue demasiado tarde. Ya habían esquivado a los Franceses y se estaban dirigiendo a Wavre. Al llegar a
Wavre, los Prusianos no tendrían ningún problema para unirse al ejército Anglo−Aliado si antes Wellington
no fuera derrotado en Waterloo.
La batalla de Waterloo.
El ejército del Norte fue hostigado por las lluvias, malas carreteras y marchas forzadas. Bajo circunstancias
normales hubiera sido lo mejor dejarles descansar y desalojar a Wellington más tarde. Pero otros ejércitos
estaban apunto de invadir Francia y Napoleón y sus hombres pronto serían necesitados en otros lugares.
Además Blücher llegaría pronto con refuerzos para intentar unirse al ejército Anglo−Aliado. Por eso era
indispensable echar a los Británicos lo antes posible.
El Ejército Anglo−Aliado ocupó una meseta al sur de Mont−Saint−Jean. La pendiente sur de la meseta, como
el patio de armas de un fuerte, ofrecía buenos campos de tiro y una gran vista de los movimientos del ejército
francés. Los Británicos se extendieron detrás de Braine−l'Alleud, y un destacamento del Cuerpo de
Holandeses (15.000 hombres) fue desplazado hasta Halle para cubrir la carretera de Mons a Bruselas. La
posición británica tenía grandes ventajas defensivas, con los pueblos de Braine−l'Alleud y Merbe−Braine
junto con las fortificaciones de Hougoumont, La Haye−Sainte, La Haye y Frichermont actuando como
fortificaciones avanzadas en los flancos que aseguraban toda la línea. En Hougoumont, muy por delante de la
principal línea defensiva, la Guardia Británica más Nassau y tropas Hanoverianas construyeron puestos de tiro
en las paredes del castillo, en los jardines y aseguraron el cerco del parque, convirtiendo el terreno en una
verdadera fortaleza. Detrás del ejército Anglo−Aliado estaba el bosque de Soignies del cual Napoleón
esperaba que pudiera parar la retirada británica, pero Wellington sabía que no era lo suficientemente frondoso
para pararlos. El ejército Anglo−Aliado consistía de 74.000 hombres y alrededor de 160 cañones, mientras el
ejército Prusiano lo componían alrededor de 52.000 hombres y 126 armas de fuego.
Mientras el ejército de Wellington decidió esperar la batalla, Napoleón tuvo que decidir un plan de ataque.
Para atacar por la izquierda para mover el flanco derecho del ejército Anglo−Aliado podría cortar su retirada
en esta parte del bosque, pero separaría a los Franceses de su centro de operaciones y empujaría a Wellington
en dirección de Blücher. También ese ala estaba fuertemente protegida por Hougoumont, Braine−l'Alleud y
Merbe−Braine. Consecuentemente atacar el flanco izquierdo de los Británicos era preferible porque la línea
interior mantenía una unión directa con el Mariscal Grouchy, que estaba al Este. Pero como el terreno era
desfavorable en esa dirección, Napoleón decidió usar el I Cuerpo de Erlon, el cual se extendía al este de La
Belle−Alliance, para entre ambos atacar la izquierda y romper el centro de la línea Anglo−Aliada. El Mariscal
Ney tenía que dirigir tres divisiones del Cuerpo al este de La Haye−Sainte, con la cuarta división (de Durutte)
atacando la izquierda del enemigo en Papelotte. El II Cuerpo de Reille estaba situado al oeste de La
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Belle−Alliance, listo para atacar el castillo−granja de Hougoumont. Finalmente, 24 batallones de la Guardia
Imperial y coraceros del Duque de Valmy formaron la principal reserva presta a atacar en el lugar y momento
decisivo. En total, las fuerzas de Napoleón eran aproximadamente 75.000 hombres y unas 254 armas de
fuego.
Napoleón quería haber empezado el ataque a primeras horas del la mañana, pero el barro de las tormentas de
la noche anterior no permitió a algunos de sus hombres alcanzar sus posiciones a tiempo. El problema era
especialmente grave para la Artillería francesa cuyos cañones no podían moverse hasta que el suelo se secara
lo suficiente. Alrededor de las 11,30 AM el ataque finalmente comenzó con un asalto de distracción a
Hougoumont.
1768: Francia adquiere Córcega de la Republica de Génova.
1769: La familia Bonaparte se instala en Ajaccio, el quince de agosto nace Napoleón.
1770: Carlos y Leticia Bonaparte dejan de apoyar a Paoli y se aproximan a Francia.
1778: Napoleón y sus hermanos llegan a Francia y se establecen en Autun.
1779: Napoleón ingresa en el colegio militar de Brienne, en abril.
1784: Pasa a la Escuela Militar Real en París, en octubre.
1785: se gradúa en la escuela militar real como subteniente, en septiembre; comienza su servicio en el
Régimen La Fère en Valence, en noviembre; allí recibe el cargo de teniente. Carlos Bonaparte fallece y él es
nombrado segundo teniente en un regimiento.
1789: A sus 20 años y viviendo en el cuartel de Auxonne, estalla la Revolución francesa. Reunión de los
Estados Generales en Versalles, el 5 de mayo; Napoleón sale de Auxonne, en septiembre; disfruta un permiso
de 18 meses en Córcega.
1790: De nuevo en Córcega se reclama tan francés como corso.
1791: vuelve al ejercito en Auxonne, en febrero: es ascendido a primer teniente, en abril; Luis XVI acepta la
nueva Constitución monárquica, el 14 de septiembre; los franceses anexionan Aviñon y el Comete Venaissain,
el 14 de septiembre: primera reunión de la asamblea legislativa, el 1 de octubre; Napoleón se hace miembro
de la Guardia Corsa, en octubre.
1792: Es nombrado segundo comandante de una expedición contra Cerdeña; es elegido teniente coronel de la
Guardia Nacional Corsa, el 1 de abril; motín de Ajaccio, del 8 al 12 de abril; Francia declara la guerra a
Austria (y Prusia), el 20 de abril; Primera coalición (Austria y Prusia) contra Francia , el 26 de junio;
destronamiento de Luis XVI, el 10 de agosto; la primera reunión publica de la Convención Nacional proclama
la abolición de la Monarquía y la inauguración de la Republica, el 21 de septiembre; nos franceses anexionan
Saboya, el 27 de noviembre.
1793: Napoleón huye de Córcega con su familia y se reincorpora al Ejército francés.
1794: Es nombrado comandante de artillería y se bate en el frente italiano.
1795: Proclamación de la Constitución republicana del Año III, el 23 de septiembre, los franceses anexionan
Bélgica y Luxemburgo, el 30 de septiembre
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1796: Se une a Josefina Beauharnais y obtiene el mando supremo de Italia;
1797: Firma el Tratado de Campo Formio con Austria y comienza la campaña de Egipto.
1798: Gana la batalla de las Pirámides y fracasa en la expedición de San Juan de Acre.
1799: Es nombrado primer cónsul tras el golpe del 18 Brumario
1800: Napoleón funda el banco de Francia, sufre un atentado y vuelve a Italia.
1801: Tratado de la paz de Luneville con Austria, el 9 de febrero; restablece la iglesia y crea un nuevo código
civil; rendición en Egipto del ejército Francés;
1802: Funda la Legión de Honor y es declarado cónsul vitalicio; ; Napoleón presidente de la República de
Italia, el 26 de enero; la Constitución del Año X;
1803: Planea invadir Inglaterra;
1804: El 18 de marzo lo nombran emperador francés; Constitución del Año XII;
1805: Recibe la corona de Lombardía; Batalla de Trafalgar, el 21 de octubre; tercera coalición (Gran Bretaña,
Austria y Rusia) contra Francia, en agosto; Ulm se rinde, el 20 de octubre
1806: Prusia derrotada en Jena, José rey de Nápoles y Luis rey holandés; creación de la Confederación del
Rhin; cuarta Coalición contra Francia (Gran Bretaña, Prusia, Rusia y algunos pequeños estados)
1807: José es enviado a España como rey, encuentro de Tilsit y el emperador ruso.
1808: Entra en España y disuelve la inquisición. Reanulación de la guerra con Austria; ocupación de los
Estados Pontificios; José Bonaparte rey de España;
1809: los franceses anexionan los Estados Pontificios; Napoleón es excomulgado por Pío VII, el 11 de junio;
Se divorcia de Josefina;
1810: Se une a la archiduquesa María Luisa, hija del emperador de Austria; anexiona Roma al Imperio, el 17
de febrero; anexión de Holanda al Imperio.
1811: Nace su hijo (Rey Romano). Rusia reanuda su alianza con Inglaterra.
1812: Invade Rusia ocupando Moscú, se retira en el invierno con grandes pérdidas, el 19 de diciembre
1813: Vence a los aliados en Leipzig en la Batalla de las Naciones y vuelve a París; Prusia declara la guerra a
Francia, 16 de marzo; Austria se una a la última Gran Alianza y declara la guerra a Francia, el 12 de agosto;
1814: Napoleón intenta suicidarse y es enviado a la isla de Elba.
1815: Deja Elba y se dirige a París, donde retoma el poder y entra en guerra. Comienzan los Cien Días (20
marzo−22 junio); batalla de Waterloo, el 18 de junio; segunda abdicación de Napoleón, el 22 de junio;
segunda Paz de París, el 20 de noviembre.
1817: Enferma de una hepatitis que los médicos franceses se niegan a reconocer
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1818: Con el tratado de Aix−la−Chapelle sus esperanzas se desvanecen
1820: Su enfermedad se agrava
1821: El cinco de mayo fallece con cincuenta y un años de edad.
Grandes De Todos Los Tiempos: Napoleón Editorial Prensa Española
Napoleón Bonaparte Biblioteca ABC, Protagonistas De La Historia (Geoffrey Ellis)
Enciclopedia Encarta 2004
http://es.wikipedia.org/wiki/Napole%C3%B3n_Bonaparte
http://www.biografiasyvidas.com/monografia/napoleon/
http://enciclopedia.us.es/index.php/Napole%F3n_Bonaparte
http://www.portalplanetasedna.com.ar/napoleon.htm
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