occiso

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gentío lo miraba absorto mientras
“ El
las autoridades de la estación en turno
lo llevaban con los paramédicos...
el
occiso
I.
“Amontono mi vida cual si fuesen sus
días papeles de oficina. Un beso por acá,
un fracaso al más allá, otro boleto que
es absorbido como tus dédalos mojados
absorben mis mañas, mi tradición ojeta
y, aun así, tontita, por la mañana me
quieres cuando mañaneamos, prietita
dulce, perita en tacha. “Un viaje”, me
reza el cartoncito de la cinta magnética.
Un viaje. Guaaaau, como quien se mete
una tachita reivera. Es aquí que te me
insertas, piiiinche gordita masiosare: si
te dejaras pescar, putita de mierda...”
-(Cush, cosh, cash, cash). (El papel al
cesto, arrugado). ¡Nel! ¡Nel, ca’ón! ¡Tu
pinche basura cursi no me sirve! Aquí
hacemos periodismo, no cuentitos. Dime
qué chingados tienen que ver los dedos
mojados con...
- Los dédalos
- Güey, qué importa, ¡esa mierda! con...
con... lo que te encargué, pues. Ashh.
Mira, Marquitos, yo te tengo ley, eres
mi ahijado, ca’ón, y quiero un chingo al
Ernesto, güey, pero ps’ se me hace que
no heredaste el oficio de tu jefe, mano.
Así te lo digo, ca’ón... Mira. Te doy un día
más. Me traes una nota, un reporte del
pedo de los ambulantes en la zona, como
Dios manda, y te quedas, ca’ón. Si no...
perdóname m’hijo, pero lo voy a tener que
lamentar.
- Ok, tío. No... no hay pedo. Mañana lo
tienes como... me lo pides. ...
»
Txt: Patricia Peñaloza. [[email protected]] Img: Álvaro Muñoz. [[email protected]]
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el occiso
II.
A ver. Concentración. Hablas con los
pinches ambulantes, luego con los güeyes
que compran chacharitas, y a la verga.
Ta’madre... qué pinche güeva... Todo sea
por llevarte a donde quieres, por tener
con qué merecer tu lunarcito verde,
tus volteretas sicodélicas. Si tan sólo
pudiera asirte, no dejar todos los cabos
sueltos, tantos cables desconectados.
Ya ves que dejo a mi dolor para mañana,
a mi compromiso para antier... A ver,
Chabacano... ¿dirección Pantitlán?
¿Cómo me dijo el Chacho? Que subiera
la escalerita que parece que se regresa
y no te lleva a nada, pero te saca del
otro lado. Que me guiara por el puesto
de waffles, que el olor del maple me
iba a guiar. Qué pendejo, jajaja. Pinche
Chacho... (uuuuuffff... faaaaa). Ahí
está, la escalerita y... Ah, pinche vieja.
A lo mejor estas florecitas de plástico
te llaman la atención. A lo mejor mi
corazón de plástico, con gotitas de
silicona, bello rocío artificial, te extrae
un asomar de dientes. “Señor, algunos
vecinos se quejaron de que bla bla bla
bla bla”. Ta’madre, ¿a quién chingaos
estoy engañando? Me caga hacer esto.
Muñequita, no me mires con tus ojos de
alambre, no te accidentes con mis torpes
pisadas de gigante naranja. Yo sé que
hoy quise tragarte, llevarte a lo largo de
kilómetros por mis entrañas. Pero no me
hagas esto, te juro que es la última. Te
juro que ahora sí te vas a sentir orgullosa
de mí. Voy a tener un trabajo de verdad,
voy a dejar de viajar para dentro, voy a...
A ver, ¿qué pedo? ¿No había ya pasado
yo por los putos waffles? Como que ya
pasé por aquí. Señito, ¿no sabe cuál es
la salida a la calle Miraflores? El tira, el
tira... Mi poli, ¿la salida para..?
III.
A estas alturas ya estarás pensando
en cómo clavarme de nuevo tu daga,
imaginando que una vez más me he
puesto a soñar en alcanzar tu pinche
balcón de azúcar, princesita de cartón
mojado. Yo aquí con mi puto trajecito,
mis zapatos boleados, asqueado de oler
el maple, que en realidad es un olor a
sudor de sobaco con meados y gases de
cola. Para qué le hago, mi tío me va a
mandar más allá de la chingada. ¿Otra
vez la tiendita con el tuerto? Sí, y luego
sigue el puesto de revistas subterráneo,
y más allá vendrán los waffles. Ya ni voy
a respingar si se trata o no de la cuarta
vez que paso por este puto laberinto de
mierda. ¿Para qué buscar la salida, si no
voy a llegar a nada? Si no quiero llegar a
nada. Zapatitos, pa’ qué los quiero.
IV.
...el occiso fue identificado como Marcos
Martínez Sánchez, estudiante de la
UNAM, quien al parecer no respetó la
línea amarilla de la realidad. El gentío lo
miraba absorto mientras las autoridades
de la estación en turno lo llevaban con
los paramédicos... Lo más extraño, dijo
un testigo, fue que al desfallecer sobre
uno de los andenes, sostenía uno de sus
zapatos en la mano izquierda, con un
sobre dentro. Su mirada inerte, perdida,
se dirigía hacia los andamios. No era
una carta de suicidio, y hasta ahora se
desconoce la causa de su deceso, mas se
sospecha de un mal cardiaco. Cardiaco.
Zapato. Carta. Florecitas de poliéster. El
expediente de Martínez fue amontonado
en un escritorio del MP-412 de la PGJDF.
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