EL JUEZ NO PUEDE FALLAR EL COBRO DE SALARIOS DE TRAMITACIÓN EN DESPIDOS NULOS Xavier Gil Pecharromán Como consecuencia de esta decisión, los jueces españoles no pueden establecer en sus sentencias el cobro de los salarios de tramitación en el caso de despido nulo, puesto que la normativa española lo reconoce tan solo para los despidos improcedentes. Una sentencia del Tribunal de Justicicia de la Unión Europea (Tjue), de 10-10-2014, establece que la Directiva 2008/94 reconoce a los Estados miembros la facultad de establecer disposiciones más favorables al margen del régimen que ella establece. El Tribunal de Justicia de la unión Europea considera que no puede considerarse comprendida en el ámbito de aplicación de la Directiva 2008/94/CE, una normativa nacional como la española, que concede a los trabajadores asalariados una protección más favorable, pues dicha normativa deriva del ejercicio de la competencia exclusiva de los Estados miembros. Las normas españolas reconocen el derecho al pago de los salarios de tramitación en concepto de indemnización concedida al empresario por el legislador español, cuyo pago sólo puede reclamar el trabajador asalariado en virtud de una subrogación legal. El litigio del que conoce el titular del Juzgado de lo Social nº 1 de Benidorm (Alicante), surgió a raíz de una demanda en impugnación de despidos presentada por varios trabajadores contra sus empleadores. En su sentencia de 2-10-2009, dicho Juzgado declaró la nulidad de esos despidos y la extinción de la relación laboral de los trabajadores con dos de las empresas, debido al cese de las actividades de éstas. Ambas empresas fueron condenadas a pagar a los trabajadores indemnizaciones por despido, así como los salarios de tramitación devengados desde que se produjeron los despidos y durante el procedimiento de impugnación de éstos. El Juzgado condenó al Fondo de Garantía Salarial (Fogasa) a pagar esas cantidades hasta el límite legal, con carácter subsidiario. El Fogasa es la institución que garantiza en España el pago de los créditos salariales garantizados en virtud de la Directiva 2008/94. El 11-6-2010 se declaró a ambas empresas en estado de insolvencia provisional. Los trabajadores intentaron infructuosamente obtener la ejecución de la sentencia del Juzgado de lo Social nº 1 de 2-10-2009, tras lo cual reclamaron al Fogasa el pago de las cantidades fijadas por esa sentencia, hasta el límite legal. Posteriormente reclamaron a la Subdelegación del Gobierno de España en Alicante el pago de la parte correspondiente a los salarios de tramitación, devengados durante el procedimiento por despido, a partir del sexagésimo día hábil siguiente a la presentación de su demanda por despido y hasta la fecha en que se notificase la sentencia en la que se declare la nulidad de los despidos. La Subdelegación desestimó esa reclamación el 9-11-2010, debido a que, según la mencionada sentencia, los despidos no eran improcedentes, sino nulos. En noviembre de 2010 los trabajadores impugnaron la resolución de la Subdelegación ante el Juzgado, solicitando que ésta les abonara la cantidad antes expresada. Dado que la legislación española únicamente prevé el pago por el Estado de los salarios de tramitación cuando el despido sea declarado improcedente, excluyendo los casos de despido nulo, el juez español se pregunta si esa diferencia de trato entre los trabajadores afectados por un despido improcedente y los afectados por un despido nulo debe considerarse contraria a la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE. El juez español expone que, según la jurisprudencia del Tribunal Supremo, el acreedor principal de la obligación del Estado de pagar los salarios de tramitación es el empresario, que no está obligado a soportar las consecuencias de los retrasos judiciales. Los trabajadores sólo pueden reclamar directamente su pago al Estado subrogándose en ese derecho del empresario cuando éste sea insolvente y los salarios no se hayan pagado. Dado que el empresario no puede reclamar al Estado el pago de los salarios abonados en caso de despido nulo, los trabajadores afectados por ese tipo de despido tampoco pueden exigir al Estado el pago de los salarios que no se les hayan pagado. En su sentencia, el Tribunal de Justicia comunitario responde al Juez titular del Juzgado de lo Social nº 1 de Alicante que una normativa nacional como la normativa española no entra en el ámbito de aplicación de la Directiva 2008/94 y no aplica, por tanto, el Derecho de la Unión. El Tribunal de Justicia considera que, por lo tanto, esa normativa nacional no puede examinarse a la luz de garantías de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, concretamente de su artículo 20, relativo a la igualdad ante la ley. El Tribunal de Justicia aclara que la Carta de los Derechos Fundamentales sólo entraría en juego si la normativa española analizada (artículos 57 del Estatuto de los Trabajadores y 116 de la LPL mediante los que se concede el derecho a reclamar al Estado el pago de los salarios de tramitación sólo en caso de despido improcedente, pero no en el de despido nulo), estuviera comprendida dentro del ámbito de aplicación de la Directiva 2008/94, pues sólo se dirige a los Estados miembros cuando éstos aplican el Derecho de la Unión. Tras analizar las características de la normativa española, el Tribunal de Justicia, llega a la conclusión de que ésta persigue un objetivo distinto al de garantizar una protección mínima de los trabajadores asalariados en caso de insolvencia del empresario, previsto por la Directiva 2008/94. Destaca que el objetivo de la normativa española examinada es responsabilizar al Estado por el funcionamiento anormal de la Administración de Justicia (consistente en una duración excesiva de los procedimientos de impugnación de despido superior a 60 días hábiles). Pone de relieve además que la normativa española no tiene por objeto el reconocimiento de un crédito del trabajador frente a su empresario derivado de su relación laboral, al que pudiera aplicarse la Directiva 2008/94, sino el de un derecho de diferente naturaleza: el derecho del empresario a reclamar al Estado la indemnización del perjuicio sufrido a causa de ese funcionamiento anormal de la Administración de Justicia, como reverso de la moneda de la obligación que la normativa nacional impone al empresario de pagar los salarios durante el procedimiento de impugnación del despido.