Arte y revolución: una recopilación parcial

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Arte y revolución: una recopilación parcial
JORDANA MENDELSON
Durante la Segunda República, la prensa tuvo un papel esencial en la transmisión
de las ideas artísticas, sobre todo porque estableció un modo de comunicación
directo entre los artistas, los críticos y sus públicos.1 Parece que, a la hora de
teorizar esa relación, tanto los artistas como los críticos siguieron la lógica de
la prensa –su distribución potencialmente amplia– y la extendieron a las bellas
artes. Eran muchos los que en la prensa de izquierdas consideraban que el arte
tenía una conexión implícita, y a veces problemática, con la política, el gobierno,
las instituciones y la autoridad. Para algunos, las artes tenían el poder de desafiar
a la autoridad y de celebrar la independencia, sobre todo en la prensa anarquista.
Otros, en particular quienes escribían en la prensa pro-comunista, consideraban
que el arte era un compañero necesario de la política y atribuían una gran responsabilidad al papel del artista como educador. Muchos de los libros publicados
sobre el papel social del arte en la España del siglo XX han estudiado esos importantes debates,2 entre los que se incluyen la polémica en torno a La deshumanización del arte, de Ortega y Gasset (1925), y el problema del “arte puro” frente al
“arte social”. De todas las controversias que surgieron durante ese periodo, una
de las que se citan con más frecuencia es el intercambio epistolar entre el artista
gráfico Josep Renau y el pintor Ramón Gaya, que tuvo lugar en la revista Hora de
España, y entre el mismo Renau y Alberto Sánchez, en Nueva Cultura. Renau era
un artista prolífico, y su activismo en la esfera pública se vio ampliado por su uso
de la prensa,3 pero no fue ni mucho menos el único artista que comprendió que
escribir sobre arte era una herramienta tan útil como el propio arte, sobre todo
cuando se trataba de crear un discurso sobre el arte y la política que definiera el
nuevo papel que habían de tener los artistas tras los cambios políticos y sociales
que supuso el advenimiento de la Segunda República.
En esta recopilación me propongo dar a conocer una selección de artículos
que hasta ahora no han aparecido en ninguna antología. Los autores de los mismos son variados y van desde artistas y críticos muy conocidos, como Renau y
Francisco Carreño, hasta otros que publicaban con pseudónimo o incluso anónimamente. La longitud de los textos varía; hay artículos de una sola página y
otros que ocupan bastantes; y todos ellos aparecieron en la prensa popular y de
izquierdas, incluso en revistas como Tierra y Libertad, Tiempos Nuevos y Estudios, que tuvieron una larga vida. Muchas de estas revistas reproducían en sus
portadas obras de artistas. La portada del número de la revista Espartaco que
incluye el artículo “Ensayos sobre un arte proletario” es una ilustración de Mauricio Amster. Los lectores reconocerán en estos artículos muchas de las opiniones
sobre arte y política que se repiten a lo largo de todo el periodo, pero al verlas de
nuevo en su forma original (en reproducción facsímil) se pone de manifiesto la
energía que pretendían transmitir estos textos a sus lectores originales. Idealistas
en sus concepciones y en su tono, resulta difícil no ver el atractivo de ciertas afirmaciones, como la de que “todos los artistas son revolucionarios”, de Aragonés,
o no desear respaldar al autor de “El arte y la autoridad” cuando afirma que el
arte es la medida fundamental de la libertad, porque “es algo fundamentalmente,
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esencialmente inquieto”. La mayoría de los artículos escritos, supuestamente, por
teóricos o críticos reivindican el papel positivo, liberador y pedagógico del arte
en la sociedad. En ellos se entiende invariablemente que el arte es un antídoto
contra la influencia corruptora del poder del Estado y del control institucional.
Los artistas, y la obra que producen, son elevados al papel de agentes del cambio, unos agentes que tienen la capacidad y la creatividad para ejercer un impacto profundo en la vida cotidiana: “La autoridad pasa; el arte permanece”.
Sin embargo, los textos escritos por artistas incluidos en la presente recopilación muestran el lado opuesto de ese optimismo generalizado con respecto a
la capacidad del arte para dejar un impacto positivo en el mundo que caracteriza a los articulistas y críticos de la prensa de izquierdas. Aunque en algunos de
dichos textos se describa el arte como una fuerza de resistencia, revolucionaria
y utópica, en general se observa la ambigüedad, la lucha y el pesimismo que
también acompaña a la práctica artística y los peligros que ésta entraña en
momentos de crisis política. Ángel Lescarboura, “Les”, escribió una crítica feroz
contra los artistas y la influencia negativa de las ilustraciones satíricas y caricaturas utilizadas en la prensa y en la propaganda política durante la I Guerra
Mundial. Ilustrador él mismo, durante la República y la Guerra Civil colaboró
con numerosos dibujos y fotomontajes en varias revistas, y en su crítica acusaba a los ilustradores de formar parte del problema: más que protestar contra
el patriotismo triunfante, sus dibujos contribuían a la violenta retórica de la
guerra. ¿Dónde estaba la crítica social? ¿Dónde estaba la prensa independiente? Pese a señalar las similitudes entre el clima que se había vivido durante la
I Guerra Mundial y la situación de España en ese momento, “Les” observaba
que, en 1933, al menos “los proletarios tienen sus editoriales, sus literatos, sus
artistas…”. Más circunspecto aún se muestra José Gutiérrez Solana en “El arte
y la revolución”, una melancólica reflexión sobre la destrucción de Madrid en la
que el artista reconoce el valor del héroe anónimo y su propia incapacidad para
pintar la guerra, al menos mientras la está sufriendo. Y continúa diciendo que la
pintará más tarde, “cuando estando más lejano el estruendo de la guerra, vea
más claro y con mayor serenidad”.
De todos los artículos escritos por artistas en defensa de un estilo artístico
determinado, el más largo es “Entre la vida y la muerte”, de Renau. Se trata de
un texto posterior a sus escritos más polémicos y deja ver cómo sus ideas, anteriormente expresadas en un tono más estridente, han sufrido el impacto del
Realismo Social soviético y la dureza de la guerra. Publicado en La Vanguardia en
1938, el artículo está ilustrado con obras de los artistas alemanes Ernst Kirchner
y George Grosz y del español Salvador Dalí. En este artículo, Renau defiende
la obra de arte como testimonio y registro de la guerra: “no hay más tremenda
crítica, ni más mordaz denuncia que la fotografía periodística, la imagen literal
de los hechos o su correspondencia en palabras”. Pero, al mismo tiempo, afirma
que lo que necesita el público en un periodo de guerra son imágenes heroicas
y monumentales, que muestren la sensación de hallarse en una intersección
“entre la vida y la muerte”.
La selección de artículos recopilados proporciona diferentes líneas narrativas
para comprender el papel que tuvo la prensa en la forja de un diálogo entre los
artistas y sus públicos, entre el arte y los movimientos políticos de la calle. Cuan-
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do se leen uno detrás de otro, estos artículos se pueden ver a modo de gráfico
que trazara la transformación del lector de crítica de arte de la Segunda República en colaborador potencial de los murales de la Guerra Civil, su transformación
de receptor de ideas sobre las bellas artes en uno de los muchos “productores
anónimos” de cultura visual. Los últimos artículos recopilados tratan todos del
“periódico mural”, que llegó a ser una de las prácticas periodísticas y artísticas
colectivas más populares durante la guerra y sobre la que más se ha escrito. Se
lo consideraba una forma de adoctrinamiento político y una herramienta importante para la alfabetización, así como una demostración de que la autoría colectiva estaba por encima de la personal, aun cuando en las revistas que se distribuían en las trincheras se dieran instrucciones específicas para la realización y
la evaluación de los periódicos murales. Pese a ser un híbrido entre el cartel y la
revista, ciertos críticos, como Francisco Carreño, lo reclamaron como un género
en sí mismo, y ciertos escritores, como E. Fornet, lo vieron como una forma de
comunicación politizada desde un principio y retrotrajeron sus orígenes al “espíritu de Mayakovski”. Aunque la espontaneidad y la novedad eran valores que se
apreciaban en los periódicos murales, también eran documentos elaborados y
planificados en detalle. No es una casualidad que Carreño escribiera al respecto
en el periódico militar Comisario, ni que hubiera exposiciones ambulantes que
llevaran ejemplos tanto al frente como a la retaguardia. Aunque el periódico mural representa, por un lado, el arte en manos del pueblo y, por el otro, la prensa
en manos de los propios lectores, también constituye un ejemplo básico de esa
relación, tensa pero productiva, que se forjó en los años treinta en España, entre
lo popular y lo institucional (aun cuando la institución fuese la guerra) y entre los
artistas y críticos y sus espectadores y lectores.
La prensa intermedió en estas relaciones al exacerbar, instruir, mostrar y censurar el discurso sobre el papel del arte que empieza a cobrar importancia durante la Segunda República. En la heterogeneidad de la prensa durante los años
treinta, desde las revistas políticas y literarias especializadas hasta las revistas
populares ilustradas, se deja oír la voz de los artistas y escritores españoles
que luchaban por desarrollar un discurso que trasladara las particularidades del
contexto local al marco de los debates internacionales de su tiempo, desde los
más banales a los más radicales. Esta recopilación no es sino un rápido repaso
a las complejidades, y la idiosincrasia, de ese discurso, que sigue inspirándonos
hoy igual que hace más de setenta años.
Notas
1. Sobre el papel de las artes visuales en las revistas españolas, véase Arte moderno y revistas españolas 18981936, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía-Ministerio de Educación y Cultura, Madrid, 1997; Revistas y guerra
1936-1939, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía-Ministerio de Cultura, Madrid, 2007; y Jordana Mendelson (ed.),
Revistas, modernidad y guerra, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía-Ministerio de Cultura, Madrid, 2008.
2. Véanse, por ejemplo, el estudio, ya clásico, de Miguel A. Gamonal Torres, Arte y política en la Guerra Civil española. El caso republicano, Diputación Provincial de Granada, 1987; y más recientemente, Arturo Ángel Madrigal Pascual,
Arte y compromiso. España 1917-1936, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid, 2002.
3. Además de Albert Forment, Josep Renau. Història d’un fotomuntador, Afers, Catarrosa-Barcelona, 1997, véase
Josep Renau. Fotomontador, IVAM e Instituto Cervantes, 2006; Miguel Cabañas Bravo, Josep Renau. Arte y propaganda
en guerra, Ministerio de Cultura, Madrid, 2007; Josep Renau, 1907-1982. Compromiso y cultura, Universitat de València
y Museo de Arte Contemporáneo, 2007.
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Documentos
01
Aragonés: “El anarquismo en el Arte”, suplemento de Tierra y
Libertad, Barcelona, Año II, nº 9, abril de 1933, pp. 119-120.
02
Les: “Dibujantes de uniforme”, suplemento de Tierra y Libertad, Barcelona, Año II, nº 13, agosto de 1933, pp. 289-292.
03
Sin autor: “Ensayos sobre un arte proletario”, Espartaco. Órgano de Orientación Marxista, Juventudes Socialistas, Año I,
nº 2, agosto de 1934, pp. 44-48 y portada de Mauricio Amster.
04
Gérard de Lacaze-Duthiers: “El arte y la autoridad”, Estudios,
Valencia, Año XIII, nº 137, enero de 1935, pp. 49-54.
05
Francisco Carreño: “¿Qué es y cómo se hace un periódico mural?”, Comisario, Año I, nº 2, octubre de 1938, pp. 51-54.
06
E. Fornet: “Cultura Popular trae a Valencia los periódicos murales de Madrid”, Ayuda, Año III, nº 99, 31 de julio de 1938, p. 5.
07
José Gutiérrez Solana: “El arte y la revolución”, Tiempos Nuevos, Barcelona, Año IV, nº 1, 1 de enero de 1937, p. 19.
08
José Renau: “Entre la vida y la muerte”, La Vanguardia, suplemento de Arte y Arqueología, Barcelona, 16 de febrero de 1938.
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