Parádojicamente nos encontramos en la era de la crisis ética perpetua, donde todo comportamiento se cuestiona, se recela y hasta se teme porque el ser humano ha interiorizado el “mal”. Esa crisis es la peligrosa, la que nos tiene que preocupar y que debemos erradicar porque la sociedad ya ha sufrido guerras, revoluciones, levantamientos y disputas a lo largo de la historia. Si analizamos el ciclo actual, nos damos cuenta que el origen de la crisis económica no es de esa naturaleza, todo comienza con una crisis de valores. El dinero ni se destruye ni desaparece como si fuera algo caduco, simplemente circula. ¿Por qué circula en un solo sentido? Tiene una explicación muy sencilla: el ser humano al socializarse, situándose en un mundo competitivo imitando a “El Leviatan”, se ha visto obligado a desarrollar unos mecanismos de defensa que le lleven a ser el mejor en su especie, donde todo vale y el fin justifica los medios. Según Thomas Hobbes, los seres humanos son iguales por naturaleza en facultades mentales y corporales, produciéndose, también de una forma natural, la compensación entre las deficiencias y las cualidades con las que la naturaleza ha dotado a cada cual. Cada ser humano busca su propia conservación, en primer lugar, lo que da origen a la competición y a la desconfianza entre los seres humanos. En este estado natural no existen distinciones morales objetivas, por lo que dicha competición da lugar a un estado permanente de guerra de todos contra todos, en el que cada cual se guía exclusivamente por la obtención de su propio beneficio y, no existiendo moralidad alguna, no hay más límite para la obtención de nuestros deseos, que la oposición que podamos encontrar en los demás. Tenemos por delante una empresa complicada pero apasionante. Hagamos que esta sociedad forme seres humanos buenos, solidarios y altruistas, sin darnos cuenta es el acto más egoísta que podemos hacer por nosotros mismos. Otra paradoja…curioso. Es recuperar la verdadera naturaleza y esencia del hombre. No caigamos en el error de únicamente criticar a la clase dirigente, puesto que estamos instalados en la cultura de la trampa, no demonicemos al dinero puesto que todos lo necesitamos y todos aspiramos a vivir bien. Gracias a Podemos contamos con el espacio y con los mecanismos para conseguir una sociedad perfecta y recuperar la política como un vehículo al servicio de la ciudadanía. En Podemos cabemos todos, pero sólo los más fuertes en cuanto a preparación, firmeza moral e inteligencia natural y emocional pueden llevar a cabo este proyecto tan sacrificado como ilusionante, porque trataran de devastarnos por muchos frentes. Convenzamos y no solo demos miedo. Seamos rigurosos a la hora de poner el interés público por encima de todo y dotemos de la máxima información a la ciudadanía, actuemos con ellos con transparencia. Eso no significa que a la masa social se la deje de lado, puesto que para eso la dotamos de mecanismos de control al poder y le facilitamos el camino para hacer propuestas activas al gobierno. Se trata de sinergias horizontales pero siempre teniendo una cabeza visible en la que podamos confiar que nos va a sacar de toda esta maraña de maldad aprendida. Ahora que me enfrento a este reto y haciendo análisis de los distintos modelos de Estado y las distintas formas de gobierno que se han consolidado a lo largo de los siglos, veo atisbos de lograr esa sociedad perfecta. Tenemos ante nosotros a la polis griega de Aristóteles, Solón y Clístenes de la era moderna. Sólo hace falta adaptarla al siglo XXI. Para uno de los grandes maestros de la Filosofía (Aristóteles) la comunidad perfecta es la polis que surgió para satisfacer las necesidades vitales del hombre y cuya finalidad es permitirle vivir bien. ¿Qué es la polis o ciudad en griego? Además de ser el centro político, económico, religioso y cultural, es un ideal de vida, la forma más perfecta de sociedad civil. En ella se integran de forma armónica los intereses del individuo con el Estado, gracias a la ley, y con la comunidad, mediante la participación del ciudadano en los asuntos públicos. En definitiva, la ciudad es un elemento distintivo del hombre civilizado. El concepto de ciudad-Estado presenta una diferencia sustancial con la idea moderna de nación: para los griegos la polis no se identifica con un territorio sino con el conjunto de sus ciudadanos, por eso si el cuerpo cívico sobrevivía a la perdida del territorio en alguna contienda, la polis continuaría a salvo. El nacimiento de la polis es fruto de un largo proceso. Durante la Edad Oscura, s. XII a VII a.c. los habitantes de Hélade vivían dispersos en aldeas, organizados en torno a vínculos de sangre. Fue en la época arcaica, a partir del s. VIII a.c. cuando estas localidades se reunieron en agrupaciones urbanas a las que fueron llegando también artesanos y comerciantes dando lugar a la polis. Este fenómeno se conoce con el nombre de sinecismo. Poco a poco las polis se convirtieron en una comunidad política con leyes e instituciones propias en las que sus habitantes ejercían una intensa vida cívica, más importante para el ciudadano que la vida privada, refrendando así la máxima de Aristóteles de que el hombre es un animal político. ¿No nos recuerda el modelo del ágora ateniense por ejemplo a lo que nosotros tratamos en las Asambleas? Pues por aquí empieza todo. Por encima de sus diferencias políticas, las polis griegas establecieron un nuevo marco de relaciones entre los individuos y el Estado basado en la ley, y cuyo objetivo era sustraer las relaciones humanas a la violencia y a la arbitrariedad. Un Estado libre es aquél en el que la soberanía la tiene la ley y no el gobernante. El ideal de vida de los griegos en la polis se correspondía con el sometimiento de los ciudadanos al imperio de la ley. Este respeto reverencial estaba basado en la promulgación de buenas leyes, inspiradas en la sabiduría y que buscaban conseguir la concordia, homonía y la justicia. La importancia que se da a la ley y la necesidad de su cumplimiento exigía que los ciudadanos tuvieran conocimiento de las mismas. Para facilitarlo, las leyes nuevas se escribían en una estela que se colocaba en algún lugar público para ser accesibles a la población. Afortunadamente en la actualidad contamos con infinidad de medios telemáticos y presenciales que permiten a la ciudadanía tener conocimiento de lo que se cuece en el ámbito político cumpliendo el ideal de transparencia. Si leemos entre líneas queda latente la necesidad de una unidad política para que el derecho sea firme y fácilmente reconocible para todos. ¿Dónde nace el concepto y la necesidad de la participación política? Durante la Edad Oscura la vida política de Grecia estuvo dirigida por una minoría de aristócratas terratenientes y por reyezuelos con poderes únicamente religiosos. Las estructuras básicas de estas sociedades primitivas limitaban notablemente la actuación del individuo y su participación en los asuntos colectivos. El propio concepto de individuo fue resultado de la evolución de la evolución histórica y política de estas comunidades. Sin embargo, a partir del s. VII a.c. en la mayoría de las ciudades se produjeron importantes reformas políticas que permitirían la participación, en mayor o menor medida según las polis, de los ciudadanos encuadrados en cuerpos intermedios: fratrías, demos y tribus. Más tarde se sentarían las bases de nuevas formas de gobierno con la creación de instituciones que, aunque con ligeras diferencias aparecen en todas las polis: - Asamblea Consejo Magistraturas, que aseguraban la administración de todos los servicios públicos y ejecutaban las decisiones de la Asamblea y el Consejo. El ideal político ateniense se fundamentó en una vida en común en la que el mayor placer del ciudadano consistía en la participación en la vida pública, en contraste, el término griego idiota designaba la persona privada o particular que solía prestar sólo atención a sus propios asuntos particulares, generalmente una persona de escasa formación o profano en asuntos de la polis. Los principios sobre los que se asentaba la democracia ateniense eran: la libertad, la igualdad de palabra o libertad de expresión y la igualdad ante la ley. Los instrumentos para hacer efectiva esta democracia fueron un conjunto de instituciones caracterizadas por la rotación de los cargos, la designación de los magistrados por sorteo y la ampliación del cuerpo de gobernantes. El objetivo era que todos los ciudadanos participasen en la vida pública sin exclusiones por rango o riqueza. Desde entonces la legitimización del gobierno procedió de la convicción, ya que las decisiones se tomaban después de ser libremente debatidas en las instituciones. En la actualidad las decisiones que se toman primero en el Consejo de Ministros y después se ratifican o se derriban en el Parlamento, van en contra del clamor del pueblo y ni siquiera tienen la oportunidad de establecer una fórmula de consulta o petición a nivel ciudadano-poder ejecutivo. Debemos recuperar el espíritu de la polis griega, pongamos la economía, la educación, la cultura, etc al servicio de la política y no hagamos de ésta una exclava de las anteriores. Sigamos el modelo y démosle nuevos contenidos a medida que la sociedad va desarrollándose, apostemos por su evaluación continua.