CONGRESO ABIERTO 2006 York U.

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CONGRESO ABIERTO 2006
XLII Congreso de la Asociación Canadiense de Hispanistas, 2006
York U._(Toronto, Ontario, Canadá)
Hibridez y exclusión en El naranjo de Carlos Fuentes
María Fernanda Arentsen
Collège Universitaire de Saint-Boniface
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“Desengañémonos de lo que tanto quisimos. Estoy harto del espectáculo de la muerte. No
sé qué significa el nacimiento de un país.” Dice uno de los personajes de Carlos Fuentes
en « Los hijos del conquistador1 » del libro de relatos El naranjo2.
El nacimiento de un estado o el sueño de creación de un espacio utópico,
delimitados por fronteras geopolíticas protectoras de la comunidad que lo habita, han
producido históricamente incalculables cadáveres. Es que el concepto de inclusión que
significa la frontera supone su contrario, la exclusión, noción binaria que corresponde a la
de interior/exterior, lo que está dentro opuesto a lo que está afuera.
En la era del desplazamiento, tendemos a pensar que fronteras y murallas se
derrumban, agrietadas por las travesías. Se piensa también que los discursos literarios,
fuertemente marcados por los fragmentos culturales que aporta el desplazamiento (Homi
Bhabha), representan las fronteras como una zona de movimiento. Sin embargo, la
exclusión que imponen las fronteras de todo tipo sigue siendo un tópico central en el
discurso literario. En este sentido, observamos que la obra de Carlos Fuentes elabora un
1 Carlos Fuentes, « Los hijos del conquistador », El naranjo, México, Alfaguarra
literaturas, 1993, p. 113.
2 Carlos Fuentes, El Naranjo, México, Alfaguara Literaturas, 1993.
1
concepto identitario de lo Mexicano que excluye no solamente a lo definido como la
barbarie anglosajona, sino que además, en su afán de homogeneización, niega las
diferencias internas. Este mecanismo, por el cual se crea un espacio cultural nacional
superador de las diferencias identitarias, se basa en el elogio del mestizaje concebido
como motor de una cultura única. Sin embargo, para establecer esta imagen de la hibridez
del continente como elemento transformador y superador de las diferencias identitarias
internas, Fuentes elabora relatos legitimadores de la tradición nacional por medio de la
traducción e incluso de la distorsión de componentes culturales.
En esta comunicación, proponemos una lectura de El naranjo de Carlos Fuentes,
como obra compleja y contradictoria, que expresa tanto la hibridez que caracteriza a las
culturas americanas como la problemática de la exclusión/inclusión de la frontera3.
Veremos de qué manera el discurso de Carlos Fuentes ficcionaliza la evolución histórica
de las fronteras, tema substancial de su obra literaria.
Las fronteras funcionan como líneas de división que establecen los límites de lo
que se percibe como el exterior. En cada período de la historia, las comunidades humanas
tuvieron un tipo de organización diferente, pero las fronteras tuvieron siempre las mismas
características: proteger a la comunidad del exterior amenazante, lo extranjero, crear
divisiones y garantizar un territorio dentro del cual crear riquezas que aseguraran la vida.
3 Este trabajo se basa fundamentalmente en el marco teórico propuesto por Benedict
Anderson3 y Roy Mellor3 con respecto de la evolución histórica de los estados, las
naciones y, más recientemente, los Estados-naciones. Benedict Anderson, Imagined
Communities, London, New York, Verso, 1991. Roy E. H. Mellor, Nation, State and
Territory. A political Geography. London and New York, Routledge, 1989
2
Debido a las rivalidades miméticas, según lo explica la teoría de René Girard4, las
consecuencias de estas separaciones siempre han sido las mismas: millones de muertos en
sacrificios, guerras, genocidios. Las fronteras humanas y territoriales han sido la mayor
causa de muerte a lo largo de la historia de la humanidad.
Los Estados-naciones americanos copiaron el modelo institucional europeo, sin
embargo, como lo demuestra Benedict Anderson, fueron los estados americanos los que
le dieron su forma acabada al Estado-nación moderno. Las antiguas colonias, para
deshacerse de los vínculos que las unían a las “madres patria” inventaron un discurso
unificador de la comunidad americana estableciendo al mismo tiempo las diferencias con
relación a los Colonizadores. Más tarde, este proceso resultó ser el germen de los
nacionalismos americanos. La historia de la formación de las naciones europeas pone de
manifiesto que los elementos más importantes que determinaron su evolución son la
lengua, la religión y la raza. En las Américas, una vez emprendida la Conquista, se
procedió a la eliminación no sólo de las diferencias, sino también de los diferentes. Así se
garantizó la homogeneidad necesaria para la gobernar a los conquistados. Este
traumatismo se refleja en la obra de Fuentes. He aquí un ejemplo del cuento “Los hijos
del conquistador” que pone de relieve la violencia del mestizaje. Habla el hijo de Cortés y
la Malinche:
México ya no es Tenochtitlan. Pero tampoco es España. México es un
país nuevo, un país distinto … Mi padre lo supo, pero él aún no tenía
4 René Girard, Des choses cachées depuis la fondation du monde, Paris, Livre de Poche,
1978.
3
patria mexicana, aunque la quería. Nosotros sus hijos no solo tenemos
un nuevo país. Somos el nuevo país … – México es un país herido de
nacimiento, amamantado por la leche del rencor, criado con el arrullo
de la sombra.5
Los Estados-naciones se originaron en Europa alrededor del siglo XVIII, a partir
de la decadencia de los sistemas políticos reales y del surgimiento de las burguesías. Roy
Mellor explica que el concepto moderno de nación se cristalizó y desarrolló a partir de
los debates filosóficos de ese siglo. Mellor define la nación como un grupo de personas
que comparten la misma experiencia histórica, un elevado nivel de unidad cultural y
lingüística y que viven en un territorio que perciben como su patria. El concepto de
nación supone que los miles o millones de individuos que la conforman y que
generalmente habitan un territorio determinado por fronteras geográficas, son “el
Mismo”. Esta supuesta igualdad responde a una empresa de construcción del Mismo que
se pone en marcha por medio de la elaboración de signos identitarios. Como resultado de
este procedimiento, los individuos se piensan idénticos. La aparición de la identidad
nacional es el resultado de un largo proceso alrededor del cual se estableció un
simbolismo refinado, utilizando acontecimientos, personalidades, e incluso lugares de un
5 Carlos Fuentes, “Los hijos del conquistador”, El naranjo, México, Alfaguarra, 1993,
página 96.
4
hecho histórico. Estos elementos se transforman en una iconografía nacional que alcanza
a menudo una calidad casi mítica6.
Por otra parte, Anderson define a la nación como una comunidad política
imaginada, limitada y soberana. Es imaginada porque incluso los miembros de la nación
más pequeña no conocerán nunca a la mayoría de los otros miembros, sin embargo, en
sus mentes mantienen la imagen de una vida en común. Es esta imagen lo que le permitió
a Renan afirmar que “la esencia de una nación es que todos los individuos tengan muchas
cosas en común, y también que todos hayan olvidado muchas cosas.” Así pues, los
individuos de una nación comparten “huecos de memoria” que les permiten proseguir con
la construcción cotidiana de su comunidad imaginada. Sin embargo, es necesario destacar
que el olvido, como componente necesario para la construcción de la comunidad, no es
una característica exclusiva de los nacionalismos sino de los crímenes en general7.
Anderson, al explicar las estrategias que ayudan a fundar la fraternidad en algunas
naciones (puesto que ésta no surge naturalmente en una sociedad fracturada por la
violencia racial y las diferencias de clases), destaca que en América Latina, el discurso
nacionalista erotiza ampliamente el mestizaje puesto que la mezcla es una de las
características de estas sociedades, al contrario de la rigidez de la protestante que
prohibió la mezcla de las razas. Por lo tanto, tiende a surgir un discurso lúdico que
permitió olvidar el genocidio de los pueblos aborígenes y la exclusión en la cual viven en
6 La interpretación de esta iconografía pasa de generación en generación por el sistema
educativo que inculca los valores y los hábitos de la nación a sus miembros, pretendiendo
estimular el patriotismo y el orgullo nacional.
7 Ver René Girard, Op. Cit.
5
el presente. En este sentido, en una entrevista reciente, Carlos Fuentes declaraba que en
un futuro inmediato, en México, todos serán mestizos, y que esto será bueno, puesto que
querrá decir que todos fornican alegremente. Esta banalización de las condiciones en las
cuales se produjo el mestizaje revela que Fuentes se coloca en una posición dominante
dentro de una sociedad regulada por un contrato sexual que excluye a las mujeres del
contrato social.
De la misma manera, en su análisis, Anderson, quien destaca la manera en que se
hace pasar inadvertida la violencia ejercida sobre los autóctonos, omite advertir la
violencia ejercida sobre las mujeres. Basta con mencionar los comentarios sexistas del
narrador del relato “Las dos orillas”, en el que las mujeres autóctonas, que son el objeto
del deseo sexual de los españoles, parecen aprovecharse de esta posición “privilegiada”
traicionando al mismo tiempo a los “suyos”. El narrador contradice el discurso de las
feministas mexicanas quienes deconstruyeron el mito que atribuye a la Malinche la
responsabilidad de la derrota azteca. En el discurso patriarcal, una manera de explicar los
infortunios que padecen los mexicanos era culpabilizar a la Malinche de haber
traicionado a su pueblo y de haber engendrado a un mestizo, siendo este mestizaje la
fuente de todas las desdichas. Esta frontera humana corresponde a la oposición mexicana:
la chingada/el chingón. Esta manera de pensar, íntimamente vinculada al mito cristiano
según el cual Eva es la culpable de la pérdida del paraíso, refleja la exclusión a la que se
condenó a las mujeres de los pueblos sometidos, acusadas de traición por relacionarse
con los opresores (sin tener en cuenta que la mayoría de estas mujeres eran violadas
salvajemente y profundamente despreciadas). Desde los años 70, los estudios feministas
insistieron en el hecho de que si los españoles ganaron la guerra contra los aztecas fue
6
gracias a la ayuda proporcionada por los pueblos sometidos que se aliaron a ellos para
liberarse del yugo azteca8. En “Las dos orillas”, sin embargo, a pesar de que el narrador
comenta este hecho, insiste en que fue la “traición” de la Malinche, esclava que traducía
para Cortés, lo que causó la caída de Tenochtitlán. He aquí un ejemplo del discurso del
narrador de “Las dos orillas”:
la hembra diabólica lo estaba traduciendo todo, la tal Marina hideputa y
puta ella misma había aprendido a hablar el español, la malandrina, la
mohatrera, la experta en mamonas, la coima del conquistador … La
Malinche le había arrancado la lengua española al sexo de Cortés, se la
había chupado, se la había castrado sin que él lo supiera, confundiendo la
mutilación con placer…9
Además de que es anacrónico juzgar, con nuestra mentalidad moderna, el
sentimiento de fidelidad nacional del pueblo precolombino, resulta aún más absurdo en
este caso puesto que se trata de juzgar la fidelidad de una esclava. Pero lo más importante
es destacar que aquí se omite que estas mujeres eran objetos, ofrecidas como regalo a los
Conquistadores junto con joyas y otro tipo de presentes.
En la historia de la formación de las naciones americanas, uno de grandes
silencios/olvidos es el de la historia de las mujeres. Como lo indica Mary Louise Pratt,
8 Se puede leer por ejemplo el cuento de « La culpa es de los tlaxcaltecas », de Elena
Garro, en La semana de colores, México, Grijalbo, 1964.
9 Carlos Fuentes, « Las dos orillas », El naranjo, México, Alfaguarra, 1993, página 34.
7
además del contrato social preconizado por Rousseau, que define las relaciones
fraternales entre los hombres y que inspiró a los revolucionarios americanos en sus luchas
por la independencia, existe previamente un contrato sexual que define las relaciones
entre hombres y mujeres, supeditando al mismo tiempo éstas a aquéllos. Bajo este
contrato, las mujeres autorizan a los hombres a servirse de sus capacidades de trabajo, de
reproducción y sexuales y al mismo tiempo, el cuerpo de las mujeres se excluye del
contrato social. Pratt explica que el contrato social derriba el orden vertical (dinástico) y
propone un orden horizontal, fraternal. Pero lejos de eliminar el patriarcado, lo sustituye
por un patriarcado fraternal. Lo que quiere decir que el nuevo orden democrático se
apoyó sobre la subordinación de las mujeres a los hombres. En las Américas, se adoptó
naturalmente el discurso que declara a las mujeres incapaces de ejercer su ciudadanía.
En lo que se refiere al estado, Mellor lo define como una entidad moral soberana,
internacionalmente definida, que tiene la responsabilidad de organizar y de garantiza el
bienestar y la seguridad de sus ciudadanos en su territorio. La ciudad-estado parece haber
sido la forma más antigua. Pero la presión de las poblaciones -o su avaricia- estimuló la
ambición de aumentar su influencia por medio de guerras, de intrigas políticas o por
presión religiosa, absorbiendo así otros territorios. Para administrar el excedente de la
producción de las sociedades sedentarias así como para su intercambio más allá de las
fronteras de la ciudad, se hizo necesario un sistema de administración.10 Los habitantes
10 Al mismo tiempo, la especialización comercial y profesional dio como resultado una
estratificación creciente de la sociedad. Esta complejidad implicó también la necesidad de
formular y aplicar leyes así como la de recaudar impuestos. Los administradores
8
se convirtieron en sujetos absolutos de un gobernador, que a cambio de su obediencia,
organizaba la defensa por medio de un sistema militar y garantizaba el favor de los
dioses.
La etapa siguiente en la historia de los Estados, tal como lo describe Mellor, es
Roma, que comenzó por ser una ciudad-estado, conquistando en primer lugar el territorio
de la Península Itálica y a continuación las otras provincias. Los romanos pasaron a ser
los amos de la dimensión psicológica del poder, utilizando con destreza la presencia
amenazadora de las legiones en posiciones estratégicas y forzando la fidelidad para
garantizar la estructura hegemónica del Imperio. Carlos Fuentes, en El naranjo, explora
las distintas etapas de la formación de Américas, la conquista del continente, la derrota
azteca, los primeros conflictos entre criollos. En este contexto, el relato “Las dos
Numancias” cuenta la historia de Numancia, ciudad de la Península Ibérica conquistada
por el Imperio romano en el siglo II A.C. Numancia, según el relato de Fuentes, era la
ciudad que el Imperio debía dominar para poder garantizar definitivamente la presencia
de Roma sobre la Península Ibérica y así hacer desaparecer la amenaza africana. Es el
joven Escipion quien consigue someter la ciudad. Su estrategia consistió en construir otra
Numancia, con las mismas proporciones que la primera, exactamente enfrente, en un
doble fantasmagórico. Este juego de espejos y la paciente espera de los romanos lograron
triunfar y destruir totalmente la ciudad. Los romanos que conquistaron la Península
Ibérica se unieron con los naturales, produciendo juntos una cultura y una lengua
mezcladas que dieron origen a los españoles. De esta manera, son los descendientes de
formalmente designados controlaron y maximizaron las ventajas del sistema económico y
social en nombre de la clase heredera del reino.
9
los romanos y de los ibéricos los que desembarcaron en el continente americano algunos
siglos más tarde para reproducir lo que sus antepasados romanos habían hecho a sus
antepasados ibéricos: conquistar, destruir sus ciudades, saquear sus bienes y, finalmente,
unirse a ellos para crear una nueva cultura. Es necesario subrayar que uno de los intereses
de este relato reside en que señala que la cultura es un proceso en cuya formación
intervienen al menos dos elementos. La pureza cultural en este sentido, no dura por
mucho tiempo.
Queda claro que tanto para las antiguas ciudades mesopotámicas, como para
Grecia y Roma, el desplazamiento de las fronteras estuvo acompañado por el de los
ejércitos, es decir, por conflictos bélicos. En El naranjo, la extensión territorial del Reino
de España produjo un choque de culturas que dio origen a una nueva cultura, única e
imprevisible, como lo fue el Descubrimiento. En La frontera de cristal El Río Grande es
el estigma que cierra el extremo donde terminó la conquista del territorio mexicano por
los Estados Unidos finalizó, pero también, por un efecto de metonimia, es el espacio en el
que el tiempo se funde: el presente de México y los Estados Unidos se confunde con el
tiempo del violento encuentro entre las civilizaciones precolombinas y Europa. El Río
Grande, eterno como un dios azteca, se convierte en otra frontera, representa otra herida:
la prueba de la conquista y la destrucción de las culturas aborígenes. El Río Grande se
convierte en una frontera temporal en el momento de la conquista. Antes, todo el
continente había sido el continente del movimiento, migraciones y desplazamientos.
Ahora divide dos mundos: el Norte y el Sur.
“La línea de la frontera es inevitablemente una división y una barrera” dice
Mellor, pero su forma dependerá de las relaciones que los países de cada lado mantienen.
10
La línea de la frontera es indicada por marcadores que pueden ser más o menos visibles,
en una gama que va desde los postes hasta las barreras (alambre de púas, zanjas, paredes,
campos de minas, etc...) para impedir el contacto y limitar el movimiento más allá de la
línea. El contraste que separa los dos mundos, el Norte y el Sur, es descrito en el relato
“Apolo y las putas” en el que un actor decadente y deprimido se embarca en búsqueda de
aventuras en un velero llamado “las dos Américas” con las mujeres de un prostíbulo de
Acapulco. Las pobres mujeres representan la miseria del pueblo mexicano y el actor,
hastiado de todo, el vacío generado por la opulencia. La obra de Fuentes abunda en este
contraste maniqueísta entre en Norte rebosante de riquezas y de insensatez y el Sur
sumido en la pobreza.
Finalmente, es importante destacar que en todos los relatos son ponderadas las
culturas precolombinas y el paraíso natural que éstas habitaban. Ahora bien, García
Canclini señala que en el caso de América latina, la celebración de las culturas
aborígenes en museos y otras instituciones nacionales ha servido como herramienta de
ocultamiento de la exclusión real a la que se ha condenado a dichos pueblos. En efecto, la
inscripción simbólica de estas culturas en la cultura nacional disimula el hecho de que
participan sólo en el pasado, no existen como comunidades vitales que habitan el presente
y que interaccionan con la cultura hegemónica. De la misma manera en todos los relatos,
pero más específicamente en el último cuento “Las dos Américas”, el mundo aborigen,
cultural y natural, aparecen como perdidos irremediablemente.
La construcción del estado-nación mexicano tal como la ficcionaliza Fuentes en
El naranjo pone de relieve elementos clave en la evolución histórica del estado-nación.
Como hemos visto, uno de los mecanismos que caracteriza a la comunidad imaginada
11
que es la nación es la negación y el olvido de los crímenes y abusos. Así, el sufrimiento
de las mujeres aborígenes sometidas no solamente es ocultado sino que además es negado
al poner en escena al personaje de la Malinche tal como ha sido tradicionalmente
representado por el discurso patriarcal. El hecho de esclavizar a una persona implica la
negación de su humanidad, lo que se ha omitido en esta obra. De esta manera, se sustenta
el “olvido” necesario para la construcción identitaria de la nación. Sin embargo, la
Malinche también significa el origen del mestizaje y el encuentro de las dos culturas, con
la hibridez que esto conlleva. En “Las dos Numancias” Fuentes enfatiza la carga de dolor
que se encuentra en el origen de la hibridez cultural. Así pues tanto la hibridez como las
exclusiones que fundan al estado-nación moderno suponen una violencia que ha oscilado
entre la discriminación y la muerte. La creación del espacio utópico que soñó Europa
produjo violentas exclusiones e incalculables muertes: “estoy harto del espectáculo de la
muerte11” dice Martín Cortés, hijo de Malinche. Sin embargo, Fuentes, al reivindicar la
homogeneidad de la cultura híbrida, haciendo caso omiso de las grietas culturas e
históricas oculta el sufrimiento de las mujeres en las que tuvo tubo lugar el “pecado
original”.
Sin embargo este dolor produjo una nueva cultura, mezclada, en constante
evolución que forma parte del “vasto sueño” de Colón de regreso a España en un avión.
Sueño en el que:
11 Carlos Fuentes, « Los hijos del conquistador », El naranjo, México, Alfaguarra
literaturas, 1993, p. 113.
12
el tiempo circula como las corrientes y todo lo une y relaciona,
conquistadores de ayer y de hoy, con quistas y contraconquistas,
paraísos sitiados, apogeos y decadencias, llegadas y partidas,
apariciones y desapariciones, utopías del recuerdo y del deseo… la
constante de este trasiego es el movimiento doloroso de los pueblos, la
emigración, la fuga, la esperanza, ayer y hoy.12
12 Carlos Fuentes, « Las dos Américas », El naranjo, México, Alfaguarra literaturas,
1993, p. 253.
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