LOS PROCESOS DE REFINANCIACIÓN DE DEUDA DE EMPRESAS EN DIFICULTADES El más que notable aumento de las declaraciones de concurso ha puesto en evidencia la necesidad de modificar la redacción de la Ley Concursal. El Real Decreto-Ley 3/2009 introdujo un régimen especial destinado a proteger los acuerdos de refinanciación en situaciones de crisis, en caso de concurso del deudor. La modificación introducida permito, si se cumplen determinados requisitos, excluir del régimen establecido en el artículo 71 de la Ley los acuerdos logrados con el fino de hacer reflotar las empresas. A la práctica supone un blindaje para las entidades financieras del refinanciación concedido a las empresas en crisis. Con la aparición en el año 2003 de la vigente Ley Concursal, se perseguía satisfacer una aspiración largamente sentida en el derecho patrimonial tal y como se conocía hasta ese momento. Las severas y más que fundadas críticas que merecía la norma vigente hasta entonces no habían sido seguidas de soluciones legislativas que, pese a su urgencia, se habían ido demorando, provocando una agravación de los defectos que sufría aquella normativa; en particular, arcaísmo, inadecuación a la realidad social y económica y dispersión, entre otras. Por esto, la Ley Concursal abordó la tan esperada, como necesaria, reforma global del derecho concursal español, con una profunda modificación del derecho hasta entonces vigente, que corregía las deficiencias del derecho anterior. A pesar de todo, no tenemos que olvidar que el momento en qué se promulgó la norma era el punto álgido de una época de bonanza económica, lo cual provocó que normativamente no se pudiera prever la situación actual de recesión económica. Y precisamente porque la ley vigente se dictó en aquel momento, en un entorno económico completamente diferente de el actual, no ha sido hasta que la crisis financiera se ha trasladado a las empresas cuando se ha podido comprobar la inadecuación de algunas de sus previsiones. Fruto, pues, de la situación vigente, es la modificación de la Ley Concursal por el Real decretoLey 3/2009, del 27 de marzo, de medidas urgentes en materia tributaria, financiera y concursal ante la evolución de la situación económica, que ha procedido a acometer una serie de reformas pretendiendo facilitar el refinanciamiento de las empresas que puedan atravesar dificultades financieras que no hagan ineludible una situación de insolvencia, así como agilizar los trámites procesales. La situación previa a la modificación de la Ley Concursal por el Real Decreto-Ley 3/2009 se caracterizaba por la falta de previsión con respecto a las operaciones financieras destinadas a favorecer la continuidad de las empresas en situación de crisis, dado que el artículo 71.3 2º de la Ley Concursal establece una presunción de perjuicio patrimonial en la constitución de garantías reales a favor de obligaciones preexistentes o de nuevas obligaciones contraídas en sustitución de aquellas. En atención a este perjuicio patrimonial, y a la previsión del artículo 71.2, sería posible rescindir las garantías a qué hacíamos referencia si estas se hubieran constituido dentro de los dos años anteriores a la fecha de la declaración del concurso. Y esto suponiendo que no hubiera habido ánimo defraudatorio. Teniendo en cuenta esta regulación, en el supuesto que una entidad financiera decidiera conceder a una emprendida financiación destinado a la cancelación de obligaciones preexistentes, garantizando el nuevo crédito con hipoteca, estaría arriesgando a ver afectado el crédito concedido a la reintegración en favor de la masa, prevista a en el artículo 71, rescindiendo la hipoteca, y pasando a ser un acreedor quirográfico, sin ningún tipo de preferencia. Es por ello que el añadido de la Disposición Adicional Cuarta a la Ley Concursal, operado por el Real decreto-Ley 3/2009, se debe acoger como mínimo con satisfacción, dado que viene a dotar de seguridad jurídica las operaciones de refinanciación al reconocer que si estas encajan en la definición legal y responden a un plan de viabilidad que permita la continuidad de la actividad de la empresa deudora, las garantías aportadas por permitir que se lleven a término estas operaciones no quedan sujetos al riesgo de rescisión previsto en el artículo 71.1 de la Ley Concursal, siempre y cuando se atenga a aquello que está previsto a la Ley con respecto al cumplimiento de determinados requisitos. Es el propio Real Decreto-Ley quien se encarga de definir los acuerdos de refinanciación, por lo cual tienen esta consideración los logrados por el deudor en virtud de los cuales se proceda al menos a la ampliación significativa del crédito disponible o la modificación de sus obligaciones, bien mediante la prórroga de su plazo de vencimiento, bien mediante el establecimiento de otras obligaciones contraídas en sustitución de aquellas. Resulta significativo que se haya obviado el establecimiento de límites cuantitativos para la ampliación del crédito o el aplazamiento en qué se materialice le acuerdo de refinanciación. Si bien es verdad que el criterio al cual se ha preferido dar relevancia por encuadrar la operación dentro de la categoría de acuerdos de refinanciación no es tanto el de la cantidad, como el de la necesidad que el acuerdo responda a un plan de viabilidad que permita la continuidad de la actividad del deudor a corto y medio plazo. La nueva Disposición Adicional Cuarta de la Ley Concursal excluye del régimen previsto por el artículo 71.1 de la Ley Concursal los acuerdos de refinanciación logrados siempre y cuando concurran los requisitos legalmente previstos. Así pues, según la nueva redacción legal, el acuerdo de refinanciación queda protegido siempre y cuando concurran tres requisitos. En primer lugar, se exige que esté subscrito por acreedores que representen al menos tres quintos del pasivo del deudor. En segundo lugar, que responda a un plan de viabilidad, «informado» por un experto independiente designado por el registrador mercantil del domicilio del deudor, que permita la continuidad de la actividad del deudor a corto y medio plazo. Finalmente, se exige que el acuerdo de refinanciación se formalice en escritura pública. Si se cumplen los requisitos que acabamos de mencionar, el contenido de los acuerdos logrados, es decir, los pagos y garantías en qué se materialice, no estarán sujetos a la acción de rescisión. y finalmente, se encarga de aclarar la propia disposición que, en caso de declaración de concurso, sólo la administración concursal estaría legitimada por impugnar el acuerdo de refinanciación, excluyente de facto la legitimación activa correspondiente a cualquier acreedor prevista por lo articulado de la Ley Concursal. Algunas consideraciones sobre la nova regulación Hasta aquí la nueva regulación de los acuerdos de refinanciación parece otorgar protección suficiente a las operaciones financieras operadas en su marco. Sin embargo, hace falta hacer una lectura crítica del contenido de la nueva norma, a guisa de consideración conveniente en una próxima enmienda legislativa. En primer lugar, el primero de los requisitos, la aprobación del acuerdo por acreedores, los créditos de los cuales representen al menos tres quintos del pasivo del deudor, todo y ser razonable, no llega a plantear soluciones a los supuestos que algún de los acreedores acepte el acuerdo de refinanciación respeto aparte de los créditos que ostente contra la deudora, pero no del resto. Recordamos que la referencia legal es tres quintos del pasivo, sin que exija la norma que el acreedor incluya en el acuerdo de refinanciación la totalidad del crédito que pueda ostentar contra la deudora. En segundo lugar, se exige que el acuerdo de refinanciación responda a un plan de viabilidad que permita la continuidad del deudor a corto y medio plazo, y que este plan esté «informado» por un experto independiente designado por el registrador mercantil. En ningún caso se establece qué debemos entender por corto y medio plazo, de forma que debemos concluir que nos encontramos en un concepto jurídico indeterminado, porque si el que se pretendía en este caso era una remisión a la normativa contable, bien se podría haber hecho de forma expresa, con lo cual se evitarían futuras y seguras incertidumbres, que seguro que habrán de resolver los Tribunales. Por otro lado, el contenido del informe del experto independiente queda ciertamente huérfano de regulación, lo cual puede afectar negativamente no sólo las partes que están intentando lograr el acuerdo, sino el propio experto, que se puede ver afectado personalmente por vía de la responsabilidad derivada del informe que emita. En este sentido hubiera sido deseable una mayor precisión a la hora de determinar qué debemos entender por proporcionalidad de las garantizabas de acuerdo a las condiciones normales del mercado. Otro golpe, un concepto jurídico indeterminado. y otra cerca un requisito alejado del rigor que haría falta exigir normativamente, y es que no se pueden tomar como referencia las condiciones normales de mercado cuando estamos en presencia de una empresa deudora la solvencia financiera de la cual se pone, como mínimo, en entredicho. Precisamente para lo cual se está tratando de lograr el acuerdo de refinanciación. A pesar de esta lectura crítica, no debemos olvidar que la herramienta que se ha incorporado a la Ley Concursal favorecerá que las entidades financieras puedan acudir, con garantías, en ayuda de empresas con una situación financiera delicada. La herramienta está ahí.