NUMERO: 21 FECHA: Enero-Febrero 1988 TITULO DE LA REVISTA: Pacto y Reconversión SECCION FIJA: Bibliografía AUTOR: Oscar Betanzos TITULO: Blanca Rubio, Resistencia Campesina y Explotación Rural en México, Edit. Era, México, 1987. TEXTO: Después de 1968 los científicos sociales descubren a los campesinos. Este descubrimiento no sólo fue en su perspectiva empírica sino que con el paso del tiempo se convirtió en una preocupación intelectual, precedida -como luego veremos- por una visión revolucionaria. Los científicos europeos, cargados tal vez de un complejo de culpa por el coloniaje a que habían sometido sus respectivos gobiernos a los pueblos tradicionales, se dan a la tarea, como antes lo hicieron los populistas rusos, de buscar in situ un poco de verdad sobre las revoluciones del futuro y algo más de tranquilidad a sus angustiadas conciencias. Muchos de ellos -en contra de la posición de Althusser y compañía- abandonaron los claustros universitarios y se decidieron por el calor, los moscos, la mala comida, las amibas y un sitio que generosamente les reservaba la historia de las revoluciones campesinas. Luego de una razonable estancia en esos ámbitos empobrecidos surge una abrumadora cantidad de escritos teóricos subsidiarios del marxismo, de la Tercera Internacional y de los más lúcidos populistas pre y posrevolucionarios de la Revolución de Octubre. Unos reviven a Chayanov, otros a Rosa Luxemburgo, quien más quien menos acude a Lenin, y ya en la efervescencia de la discusión, los "orgánicos" encuentran en Gramsci al más insigne de todos ellos. En nuestro país -y en América Latina en general- el esquema descrito fue bastante similar. A partir de 1968 los antropólogos, sociólogos, historiados, economistas y demás, salieron de la ciudad de México a buscar campesinos... Y los encontraron y muchos de estos científicos criollos se enrolaron a procurar vestigios de feudalismo o de capitalismo en las estructuras de relación de las sociedades campesinas con la "sociedad mayor". Debe decirse que en no pocas ocasiones los campesinos observaron a estos mesías con atolondrada curiosidad, con desconfianza,o en los casos más irónicos, con algo de lástima pues los consideraron como personas venidas a menos dado el mal disfraz con que se presentaban. Morral, cuaderno de notas, bolígrafo y los tres tomos de El Capital constituyeron la divisa de estos pretéritos redentores de los campesinos. Pero en 1968 estos científicos sociales no estaban solos en la empresa, pues junto a ellos estuvo siempre un Estado cansado, deslegitimado, contradictoriamente arrogante, y sobre todo complaciente con la euforia sesentayochera. Por ejemplo, a instancias del propio Estado, en algunos lugares del país los niños entonaban el himno nacional y la Internacional en sus escuelas. En otros se hicieron experimentos de comunas chinas. Y en muchas mentes oficiales no dejó de ronronear la peregrina idea de crear kibutz. Cuando las cosas maduraron intelectual y revolucionariamente, surge una guerrilla ideológica entre los intelectuales criollos, a la que no fueron ajenos los extranjeros que intermitentemente los alimentaron con más y más ingeniosos conceptos teóricos. Llegado el momento unos calificaron a otros de "economicistas" por su escasa visión "historicista". Más tarde, todo quedó reducido, a dos bandos casi irreconciliables: "campesinistas" y "descampesinistas". Y así, todos esperando a quien arrojara la primera piedra. El caso de Roger Bartra es ilustrativo, pues siempre fue el ungido para tan ingrata tarea. A este movimiento intelectual correspondió también un ímpetu organizativo. Por lo mismo -y para no hacer menos a Mao- se dieron a crear organizaciones campesinas; las más de ellas con una marcada visión inmediatista. Después de todo este activismo intelectual y político vino un largo y preocupante receso ¿por cansancio? ¿por la denominada crisis del marxismo?- que duró poco más o menos un decenio. Coincide este receso con la presencia, en el mundo capitalista y en el "socialismo real", de la crisis más profunda que se haya observado en los últimos años. Los trabajos sobre el problema campesino, y sobre el marxismo mismo, fueron ostentosamente olvidados. Ahora, cuando ya se ha aceptado oficialmente que la crisis tocó fondo, surgen dos trabajos muy importantes sobre el tema agrario. Uno de Armando Bartra: Los herederos de Zapata; y el otro, que aquí reseñamos, de Blanca Rubio: Resistencia campesina y explotación rural en México. Ambos publicados por editorial Era. La primera virtud del libro de Blanca Rubio es su oportunidad, pues hoy como nunca el problema agrario, al cual se articula indefectiblemente el de la alimentación, y de pasada los de la reconversión industrial, resulta sin lugar a dudas de primer orden en el escenario económico nacional. Y es también oportuno, porque el actual candidato del PRI a la presidencia de la República ha incursionado en dicho tema. El segundo comentario se refiere a lo que consideramos una debilidad muy frecuente en las vanguardias intelectuales que apuestan todo (o casi todo) a favor de los estragos socioeconómicos que acarrea la penetración del capitalismo en la agricultura: augurando por ello un futuro catastrófico de las relaciones sociales de ese modo de producción. En el caso de Blanca Rubio, ella se cuida de advertir que existen otras razones que pueden inhibir cualquier conclusión mecanicista, para lo cual remite al lector a los trabajos de Armando Bartra. En este mismo orden de ideas se encuentra el aspecto referido al carácter del Estado capitalista dependiente, al que a partir de ciertos principios "ortodoxos" se le concibe como un ente subordinado irrestrictamente a los flujos y reflujos del capital en su proceso de reproducción. Este asunto, que ha sido ampliamente tratado por los marxistas italianos, podría enriquecer el análisis del Estado mexicano y su papel en la cuestión agraria nacional. El tercer comentario que haríamos al trabajo de Rubio es la falta de criticidad al material hemerográfico empleado como fuente de información. En este sentido pensamos que el papel des empeñado por la Secretaría de Gobernación en tales asuntos merecería un comentario expreso. En fin, los "gurúes" aztecas tienen en el trabajo de Blanca Rubio una nueva oportunidad para hacer replanteamientos sobre el marxismo y la especificidad de las sociedades rurales mexicanas que aún transitan entre el mito y la etnicidad.