Las revoluciones hispanoamericanas, T

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Las revoluciones hispanoamericanas, T.H.Donghi
El derrumbe progresivo de la metrópoli
En setiembre de 1808 una Junta Suprema, con sede primero en Aranjuez y luego en Sevilla, se
constituía en depositaria de la soberanía; ardientemente legitimista, su origen era de hecho
revolucionario en cuanto surgía al margen del marco institucional pevio a la crisis : venía, en efecto,
a coronar con una autoridad nacional las de las juntas locales emanadas de las insurrecciones
antifrancesas en ciudades y regiones de la península. Esta tenía el reconocimiento británico y fue
obedecida en todas las indias.
La instalación de la junta suprema, por más que se decidiese considerarla envuelta con el manto de
la legitimidad, no podía ser equiparada a una normal sucesión dinástica, y redefinía la relación entre
el gobierno metropolitano y la administración colonial. Aunque no se hubiese utilizado en el sentido
secesionista, la desaparición del monarca y la instalación de la guerra en españa habían abierto la
crisis del lazo colonial.
Los conflictos en la cima de la administración y la sociedad de las diferentes colonias arrecian entre
1808 y 1810. Las razones son múltiples y varían por áreas, pero en todas influye la transformación
de la relación institucional entre metrópoli y colonia.
El acatamiento a la Junta Suprema erigida en la metrópoli no parece pues, ser incompatible con la
introducción de cambios análogos en las Indias. Por razones demasiado evidentes, tal temperamento
es inaceptable para esa Junta: reemplazaría la relación autoritaria, rutinizada en su funcionamiento,
entre el soberano y sus agentes ultramarinos por una relación nueva, que sería preciso inventar y
definir, entre organismos surgidos de colonias intactas en sus recursos y poderío, y la frágil
autoridad que representa a una metrópoli en lucha desesperada por sobrevivir. Los peligros eran
demasiado grandes para que la Junta pudiese considerar afrontarlos.
De esas crisis, la que surge y se resuelve más rápidamente se da en Nueva España, donde el virrey
Iturrigaray, de escasa popularidad, parecía mostrar una benevolencia sin duda interesada, hacia la
fronda criolla que encontraba algún apoyo en el cabildo capitalino. Ello persuadió a algunos de sus
enemigos de la urgencia de destituirlo. El cuerpo que había ejecutado el golpe – los Voluntarios de
Fernando VII, que agrupaba a los empleados de los mayores almaceneros, se constituyó en sostén
permanente de la nueva política.
En todo caso en la Nueva españa el conflicto que en otras partes va a madurar lentamente entra
pronto en su crisis resolutiva. Los partidarios de la conservación de un pacto colonial ganan la
primera escaramuza y limitan las posibilidades de alineamiento rival.
En el Río de la Plata, un proceso de dirección opuesta transforma también el equilibrio entre los
grupos que comienzan a definirse como rivales a partir de las invasiones inglesas. Estas han dejado
la herencia de una nueva milicia urbana y un par de jefes. Liniers, comandante de armas y virrey
interino, y Martín de Álzaga, comerciante y alcalde de primer voto en el Cabildo de 1807. Liniers se
integra cada vez mejor con la burocracia virreinal y tiende a coincidir con la Audiencia en su
oposición a las pretendiones de terciar en asuntos extramunicipales del Cabildo.
En 1808, la transformación de Francia de aliada en enemiga hace a Liniers, fugitivo de la
Revolución, pero responsable de una carta a Napoleón evocando su victoria contra los ingleses,
vulnerable a los ataques del Cabildo de Buenos Aires, que el 1 de enero de 1809 busca forzar su
dimisión, creyendo contar con el apoyo de los regimientos urbanos surgidos en la Invasiones
inglesas. Pero sólo lo recibe de unos oriundos de españa, en tanto que los cuerpos criollos bajan a la
plaza bajo la dirección de Cornelio Saavedra e imponen a Liniers el retiro de su dimisión.
La victoria es la de la nueva oficialidad criolla y ni Liniers ni los capitulares (los miembros del
cabildo) habían previsto tal desenlace. La situación es sin embargo provisional y debe ser decidida
por la junta Suprema. No todos en el Río de la Plata han renunciado a explorar otras alternativas. La
infanta Carlota reivindica la regencia del trono vacante, y sus agentes buscan reclutar adhesiones en
el río de la Plata.. Pero tanto el príncipe regente como el ministro británico en Río, imponen la
cesación de la empresa, que ha encontrado simpatías entre elementos criollos que no confían en el
arbitraje de la Junta. Sin embargo la Infanta se evade de su compromiso y denuncia como
subversivos a aquellos cuya adhesión había ganado. El carlotismo así destruido en el Río de la Plata
es origen de una convulsión más seria en el Alto Perú, donde un largo enfrentamiento entre el
presidente de la audiencia de Charcas y los restantes oidores, se define con el primero declarando su
adhesión a la Infanta en cuyo nombre se proponía administrar la región. Los oidores lo destituyen,
pero pronto se ven incapaces de controlar el movimiento que se ha generado. En Chuquisaca los
dirigentes criollos instalan una Junta y en La Paz sus dirigentes mestizos también instalan una Junta
y estaban dispuestos a defenderla en forma más enérgica que en Chuquisaca. Por ese camino lleno
de meandros la revolución parecía llegar al Alto Perú, donde cualquier prédica igualitaria parecía
romper el delicado equilibrio entre la mayoría indígena y los distintos grupos – a menudo rivales –
que compartían su explotación.
Esta revolución iba a ser enfrentada por un nuevo virrey: Baltasar Cisneros que llegó a Bs as en
1809 y se aseguró su recepción en la capital mediante un arreglo en el que los responsables de la
intentona del 1 de enero son perdonados sin que ello afectara el predominio militar de sus
vencedores. Gracias a este acuerdo los jefes militares criollos se avinieron a participar en la
represión del movimiento altoperuano, cuya derrota siguió una represión menos mesurada y
selectiva que en el pasado enviando a la horca a prominentes figuras del ubicación social
prominente.
Restaurar el poder central era ahora una tarea que requería una nueva dureza y si bien se esperaba
que esa severidad desalentase la disidencia, pronto las revoluciones emancipadoras iban a
proclamar que para ellas se abrían 2 alternativas: victoria o muerte. ( A.. la mierda!!!!)
La pérdida de la metrópoli ha abolido la dimensión mercantil del pacto colonial, las Indias no
pueden permanecer comercialmente aisladas y Gran Bretaña, expulsada del mercado europeo
continental, no puede sino ver favorablemente cualquier apertura del mercado americano a sus
productos.
Las autoridades permiten mitigar el aislamiento mediante excepciones tramitadas caso por caso y
con ventajas a veces políticas otras veces financieras. Sólo en Bs As una liberalización más general
iba a ser decretada por el virrey. El motivo principal era fiscal, porque las revoluciones altoperuanas
habían entorpecido el flujo de plata al virreinato y era preciso pagar puntualmente a los regimientos,
cuyo peso político era determinante.
Eclipse de la metrópoli y apertura de la guerra revolucionaria
Si en1808 la caída de la dinastía borbónica no había sido capaz de abrir la lucha por la sucesión, en
1810 la crisis del gobierno que dirigía la lucha de la España combatiente contra el avance francés
iba a desencadenarla en Venezuela, Nueva Granada, Chile, el Río de la Plata y – de modo menos
directo- en México. 1808 además les había enseñado que cualquier nueva crisis en la relación con la
metrópoli podía tener consecuencias irrevocables sobre su propia posición en las Indias, razón para
adoptar una actitud menos pasiva frente a la probable crisis.
La pérdida de Andalucía y el encierro en Cádiz de una nueva autoridad suprema de España y sus
Indias, parecían anticipar para el imperio español una situación comparable al portugués.
Quienes se lanzaban a la lucha no podían imaginar entonces que la formidable expansión de la
Francia revolucionaria y Napoleónica estaba alcanzando su cenit antes de un reflujo catastrófico y
vertiginoso. Esto hace aún más notable el curso indeciso del combate emancipador, antes del
inesperado retorno a la escena del restaurado poder metropolitano.
Porque las disputas por la sucesión desembocan pronto en un haz de guerras civiles paralelas y
ocasionalmente entrelazadas, en que los defensores del viejo vínculo comienzan por vencer en casi
todas partes a los voceros de una revolución que sólo excepcionalmente osa decir su nombre y Bs
As es la única en que el regimen no será restaurado.
La Revolución en el Río de la Plata
Que el movimiento que se desencadena en Bs As sobreviva tiene que ver con que sólo allí se
concentra un poder militar de peso en el marco hipanoamericano, y que sólo allí ese poder está
ganado de antemano para la causa revolucionaria.
Los jefes de los regimientos surgidos de la militarización de 1806-7 y vencedores de 1809 , son
quienes gobiernan el ritmo de la crisis final del antiguo régimen.
Divulgada la noticia de la catástrofe andaluza, el virrey abre el debate bajo la presión abierta del
jefe del 1er regimiento criollo, el coronel Saavedra. Los cuarteles se habían constituido en focos y
organizadores de esa agitación. El 22 se reunió un cabildo abierto en el cual, los partidarios del
nuevo orden no eliminaron de la lista de vecinos de representación a quienes suponían hostiles a sus
miras, pero más de uno prefirió, prudentemente, no concurrir.
Muchos de los amigos de Álzaga se ausentaron menos por prudencia que por rencor contra un
virrey que a su juicio afrontaba ahora las consecuencias de no haberse aliado con ellos a tiempo.
Después de resolver el punto de derecho a favor del reconocimiento d ela quiebra del antiguo orden,
se dejaba la creación de la autoridad nueva en manos del Cabildo. Este designó una Junta presididda
por el virrey e integrada por 4 miembros de los cuales solo dos eran partidarios de la ruptura. Hasta
ese momento el proceso se desenvuelve en forma similar a lo que será caracas o santiago. Lo que
imprime un nuevo rumbo es la presión militar. Saavedra comunica al virrey, en tono urgente, que se
ve impotente para detener la protesta popular; el 25 de mayo una muchedumbre en la plaza pide al
Cabildo la designación de una nueva Junta, presidida por Saavedra y dominada por los partidarios
de la ruptura. Algunas listas de firmas presentan signos de haber sido recogidas en los cuarteles.
No toda la dirección revolucionaria proviene de los cuadros de oficiales, y aún algunos de estos se
identifican más con grupos de pensamiento y discusión, que con la masa de sus colegas. El futuro
general Belgrano, parte de esos cuadros de oficiales, se siente más cerca de su primo Castelli así
como del Dr Moreno, que llega al movimiento con una trayectoria muy distinta, que del Coronel
Saavedra, jefe natural del partido militar.
No fue fácil para el nuevo régimen reducir a obediencia al virreinato administrado desde Bs As: la
oposición frontal y luego la disidencia no han de cesar. Días después de instalada la junta parte un
contingente militar para anunciar la instalación de la Junta. Córdoba fue el primer obstáculo, donde
el intendente, el obispo y el cabildo se declaran por el nuevo consejo de regencia gaditano. En
agosto la ciudad es ocupada por las tropas porteñas y los jefes contrarrevolucionarios son
ejecutados, incluido Liniers. Antes de fin de año el ejército expedicionario penetra en el Alto Perú.
Más cerca de Bs As, el avance se revela menos fácil. En el Paraguay, una expedición comandada
por Belgrano es derrotada. En la Banda Oriental, las fuerzas navales españolas imponen al Cabildo
de Montevideo una oposición cerrada al movimiento porteño y se transforma así en centro
irradiante de la resistencia y esgrime la amenaza de su supremacía naval.
En el Alto Perú, el representante político de Bs As, JJ Castelli, innova en la situación de los
indígenas, lo que alarma a las castas privilegiadas antes de ganar a aquellos. Cuando en 1811, el
ejército de Bs As es derrotado por el realista en Huaqui, no encuentra en su retirada la solidaridad
que unos meses antes lo había recibido en triunfo. En la Banda Oriental, el predominio de
Montevideo encuentra creciente oposición entre los rurales, afectados por el reclutamiento y las
nuevas contribuciones destinadas a sostener la causa del antiguo orden. Bs as decide apoyar a
Artigas, dispuesto a volver a la Banda Oriental para encabezar el levantamiento. Ante ello Elío
solicitó auxilio portugués, que le fue concedido, y las tropas lusitanas ocuparon la Banda Oriental.
El desenlace inesperado fue un armisticio entre Montevideo y BsAs, que reconocía al primero el
control de la B.Oriental y el oriente de entre Ríos. Artigas que no había tenido participación en las
negociaciones, decidió retirar sus fuerzas a Entre Ríos, adonde lo siguió el 50% de la campaña
oriental; el episodio lo transformó en el jefe de los orientales y le aseguró un papel decisivo en el
desarrollo posterior del proceso revolucionario de Uruguay. Este avance errático contribuyó a
agravar las crisis políticas internas del movimiento.
En la jefatura había figuras surgidas de la militarización urbana como Saavedra, con orientación
política moderada y otras que basaban su orientación política con ideologías más radicales. La
pérdida de influencia política de los regimientos urbanos hacía esperar un gradual ascenso del
segundo sector en detrimento del primero. Este proceso fue interrumpido a fines de 1810 por la
incorporación a la Junta de Gobierno de los delegados del interior, de tendencias moderadas, lo que
provocó la renuncia de M.Moreno. El gobierno controlado por los moderados impone una estricta
depuración de la vida pública para separar a los exaltados.
La erosión del predominio moderado se acelera después de las nuevas de Huaqui. Cuando Saavedra
parte a enfrentar la emergencia militar, un Cabildo Abierto elige un triunvirato que entra en
conflicto con la Junta y la disuelve.
Los morenistas deploran la “fanática lenidad” del triunvirato frente a la conspiración realista. Esta
es decubierta y al frente se hallaba Álzaga que es ejecutado y su cadáver expuesto en la Plaza
Mayor.
La base militar del nuevo poder sufre una nueva transformación. Oficiales criollos del ejército regio
han arribado de Cádiz vía Londres, entre ellos san Martín y Alvear. Impulsan una reforma de la
organización militar con criterios profesionales. Si sus motivaciones no son las mismas, sus
conclusiones se acercan cada vez más a las de la oposición morenista.
Belgrano elimina l amenaza realista: las victorias de Tucimán y Salta abren el camino del alto Perú,
pero no tiene apuro para aventurarse en ese inseguro territorio con un ejército cuya debilidad
conoce. Ante la retirada realista avanza nuevamente hasta Potosí. Fuerzas realistas bajo el mando de
Pezuela consiguen 2 victorias decisivas pero la caída de Montevideo lo incita a replegarse. Belgrano
es fugazmente reemplazado por San Martín para quien las experiencias acumuladas prueban que el
frente altoperuano no es propicio para ofensivas patriotas. A su juicio deben consagrarsele sólo
modestos recursos para protegerlos de ofensivas realistas, a las que líneas de comunicación
demasiado extensaas privan de vigor. Su sucesor el gral Rondeau emprende una nueva expedición
apoyada por rebeliones indias. Su ejército es una máquina de guerra socavada en su eficacia por la
inacción y falta de disciplina de Rondeau. El resultado es el desastre de Sipe-Sipe. En 1815 las
tropas rioplatenses abandonan el Alto Perú para siempre. Como había previsto San Martín , el
avance realista hasta Salta no da lugar a ninguna contraofensiva de gran envergadura.
El ejército revolucionario dirigido por Alvear toma Montevideo en 1814; Artigas quien participó
del sitio y vio como la Asamblea del año 13 no admitía a sus delegados, domina la campiña.
Quienes administran Montevideo en nombre de Bs As se hacen impopulares por sus medidas y en
febrero del año siguiente se evacúa Montevideo y la Banda Oriental que queda ahora unificada bajo
el mando de Artigas.
San Martín ha trocado la jefatura del ejército del Norte por la posición de gobernador-intendente de
Cuyo. Es espectador del derrumbe de la revolución chilena y acoge en Cuyo a los refugiados
trasandinos. San Martín está lejos de contar con la confianza de Bs as, hasta el punto que han
intentado removerlo de su intendencia.
El círculo gobernante tiende a convertirse en un grupo organizado en torno a Alvear, de devoradora
ambición política y buenos contactos con la elite porteña. En 1815 pasa a ser Director Supremo.
Cuando se instala en el gobierno, el nuevo grupo guarda aún lealtad al radicalismo revolucionario
de Moreno: la Asamblea de 1813 introduce cambios audaces: libertad de vientres, prohibición de
importar esclavos, supresión de tormentos y azotes, abolición de la Inquisición, etc. Sin embargo se
detiene antes de declarar la Independencia pues lo impensable está ocurriendo: el “eterno
cautiverio” de Fernando VII llega a su fin y la Asamblea no se decide al desafío supremo.
Cuando Alvear es llevado a la dirección suprema, le toca presidir una experiencia que juzga en
bancarrota; está dispuesto a negociar su liquidación, mediante el protectorado británico o mediante
el retorno a la obediencia a españa.
La fuerza militar precipita su derrocamiento mientra Artigas avanza sobre Santa Fe y Córdoba. Es
la hora más oscura de la revolución de Bs As.
En Chile: surgimiento y caída de la Patria Vieja
El estancamiento económico hacía imposible que surgieran en Chile grupos tan conscientes de su
poderío y deseosos de usarlo en su beneficio como los plantadores de Venezuela o los ganaderos del
Río de la Plata. Que Chile no ofreciera destinos más atractivos contribuyó también a quitar
intensidad al avance de la burocracia imperial que, en contrapartida , despertaba el no siempre
silenciosos rencor d elas elites locales.
En 1810, cuando luego de la revolución de Bs As, García carrasco buscó consolidar su frente
interno metiendo en prisión a 3 influyentes hombres de Santiago, el Cabildo persuadió a la
Audiencia de que sería oportuno separarlo de su cargo lleno de inoportuno celo y reemplazarlo por
quien ocupaba la más alta jerarquía militar, el criollo Mateo Zambrano. Este debió afrontar la
acción del Cabildo a favor del establecimiento de una Junta, autorizando un cabildo abierto para el
18 de setiembre de 1810. El lenguaje empleado en esa asamblea no tuvo nada de revolucionario y
decidió convocar a un congreso de representantes de distintos pueblos del reino de Chile.
El grupo que buscaba un desenlace revolucionario era neta minoría respecto a ratificar que la
disolución del vínculo con España era definitiva. Los elementos más radicales provenían del sur y
propone innovaciones revolucionarias. No se cuenta entre ellas la apertura de puertos al tráfico
extranjero, decretada en 1811 por razones fiscales, pero sí el avance hacia un sistema
representativo, que culminó con la realización de un congreso nacional en julio de 1811. A esos
representantes del sur les iba a faltar apoyo en el congreso, pues los moderados eran nostálgicos del
antiguo régimen a quien sólo le reprochaban no haberle dado espacio a la élite, defecto corregido
por los acontecimientos de 1810. En santiago emerge un jefe revolucionario que trata de dominar el
congreso y luego lo disuelve, es josé Miguel Carrera quien utilizó su dominio de la escena política
para imponer una línea ideológica revolucionaria, con un sistemático uso de la prensa como
elemento difusor del credo revolucionario. Menos eficaz fue en el aspecto militar y no logró
controlar una expedición enviada por el virrey del Perú que tomó Concepción y el fracaso llevó a su
reemplazo por O´Higgins, distanciado de él políticamente.
Pero O´higgins no fue más afortunado pues una segunda expedición logró tomar Talca y el régimen
chileno no sólo acordó el armisticio, sino la reincorporación a la monarquía española restaurada en
el marco constitucional de Cádiz en 1812. Una reconciliación tardía y superficial entre O´higgins y
Carrera restaura la unidad formal de las fuerzas revolucionarias pero no logran impedir la derrota de
Rancagua en 1814. Era el fin d ela Patria Vieja.
La entrada de las tropas realistas en Santiago fue recibida con júbilo por un público sincero y nada
escaso.
Venezuela, de la patria Boba a la guerra a Muerte
Que Caracas, la capital de venezuela, fuese el primer centro de la América del sur española en
reaccionar al derrumbe metropolitano se debe ante todo a la mayor rapidez de las comunicaciones
oceánicas respecto de los demás focos revolucionarios. Un tumulto urbano, en abril de 1810,
fomentado por el cabildo para establecer una Junta de gobierno en reemplazo del rey cautivo
parecía reemplazar el predominio de la burocracia imperial por el de los personajes de la élite
criolla.
En Venezuela la expansión de las plantaciones ensanchaba la población esclava y parte de los
negros libres participaba en la nueva prosperidad con mayor éxito de lo que hubiera deseado una
élite cada vez más alarmada por sus avances. En 1794 una conspiración de negros centrada en La
Guaira proponía para Venezuela un futuro republicano en que, abolidos la esclavitud y el tributo,
las relaciones entre castas serían finalmente fraternales. Esta conspiración fue descubierta y
despiadadamente deshecha.
La élite criolla, los grandes “cacaos” de Caracas, no había participado de esas aventuras que
condenó con horror sincero. Pero los ricos de Caracas, vivían más que en otras partes la vida de un
imperio en honda transformación bajo inspiraciones ideológicas menos tradicionales que en el
pasado, con una actitud más abierta a la innovación. Es revelador que en 1811 Venezuela
proclamara la Independencia y la República a la vez.
Esa intimidad con la experiencia de la Europa en revolución está encarnada en dos figuras:
Franciasco de Miranda, el Precursor y Simón Bolívar.
El retorno a la patria de Miranda, veterano de demasiados destierros, no fue recibido con
entusiasmo entre los jefes del movimiento, al que su presencia daba un colorido revolucionario
inequívoco. Fue la influencia de Bolívar y de la Sociedad Patriótica, la que logró que se levantara la
prohibición de su vuelta. Esa sociedad compuesta por un círculo de pensadores fue la que impulsó
al congreso de marzo de 1811 (elegido por los propietarios con patrimonio superior a 2000 pesos) a
declarar la independencia de la república de Venezuela en el mes de Julio.
El tráfico de negros fue prohibido, pero la esclavitud permaneció intacta y, aunque se eliminaron las
discriminaciones contra las castas, sólo la exigua minoría que entre pardos y negros había alcanzado
alguna prosperidad veía abierto el acceso a la vida política. Allí descubrirían que esas
discriminaciones no habían cesado al ser borradas de los textos legales
La resistencia realista comenzaba a revelar audacia en los campos del radicalismo político y el
conservadurismo social que contrastaba con la etapa 1808-1810, de estilo más circunspecto y
estaban dispuestos incluso a prohijar las rebeliones de esclavos si les eran útiles. No vacilaban en
emplear el conservadurismo de sus rivales para azuzae el rencor de los sectores marginados.
A comienzos de Julio, Bolívar debió ceder Puerto Cabello a la ofensiva realista y el 15 de ese mes
Miranda capitulaba en nombre de la república. La facción de Bolívar condenó esa acción pero la
primera república había sucumbido a su propia debilidad e incoherencia antes que a la fuerza de los
enemigos, que con unos centenares de soldados tomaron Caracas y que los aventajaban en su
implacable decisión de lograr una victoria a cualquier precio.
Bolívar había vivido en Madrid, París e Italia el momento del triunfo napoleónico, liquidador y
heredero de la revolución; allí conoció ya por experiencia directa las dificultades de la transición a
un orden post-revolucionario. La derrota de la primera república venezolana le impulsó a acentuar
dentro de su sistema de ideas los motivos democráticos y también los autoritarios. Creía que la
revolución requería un poder centralizado y autoritario, dispuesto a abandonar el “sistema tolerante”
y a imponerse a sus enemigos por el terror, y sostenido por un ejército regular y disciplinado en
lugar de las milicias que la Patria Boba había juzgado única organización militar compatible con la
libertad republicana. Su Manifiesto de Cartagena está inspirado en el desengaño acerca de la
vocación revolucionaria de los pueblos hispanoamericanos. Ello no lleva a Bolívar a revisar su
compromiso revolucionario sino a redefinirlo. La tarea de los jefes de la revolución es “hacer por la
fuerza libres a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos”.
He aquí su plan de acción que aplicará en Venezuela en 1813 cuando al frente de menos de mil
hombres reclutados en Nueva Granada y encuadrados bajo la disciplina militar más rigurosa,
emprende una marcha forzada sobre Caracas, sin dar tiempo a la resistencia a concentrar sus
defensas, y entra triunfante a su ciudad nativa.
Bolívar restaura una república muy distinta a la que años antes había sucumbido a sus propias
fallas. El poder estaba firmemente concentrado en manos del ejecutivo y su política era la de guerra
sin cuartel.
La lucha enfrentó a los independentistas con fuerzas enemigas cuyas tropas y muchos de cuyos
jefes eran también venezolanos, y estaban poco dispuestos a escuchar el llamado implícito de la
declaración de guerra a muerte.
Mientras Bolívar fracasaba en su intento de ampliar la base del poder revolucionario hasta incluir
toda la población nativa, sus enemigos tenían más éxito en lanzar a la lucha un elemento hasta
entonces apenas tocado por ella: los llaneros, capitaneados por el peninsular Boves.
Como en 1812, la revolución fue de nuevo menos afortunada que los defensores del antiguo orden
en conseguir apoyo dentro de la sociedad venezolana. Por otra parte, el éxito de Boves se debe
también a la modestia de las fuerzas que, pese al nuevo estilo de poder centralizado favorecido por
Bolívar , la segunda república había sido capaz de movilizar. En julio de 1814, menos de un año
después de entrar a Caracas, Bolívar la abandonaba a Boves y los llaneros; el terror que estos
despertaban, y el recuerdo de la previa restauración y sus durezas, hizo que ahora fuesen más los
caraqueños que prefirireron abandonarla con él.
Nueva Granada: La revolución en guerra contra si misma
En 1809, alzado Quito, el virrey de Nueva Granada llegó a temer un alzamiento en su propia
capital, destinado a reemplazarlo con un triunvirato a cuya cabeza se encontraría Nariño, y que
buscaría el apoyo de esclavos e indios; el precursor conoció entonces de nuevo la prisión.
En mayo de 1810 se iba a dar el paso de la disidencia al alzamiento, no en Bogotá sino en los
remotos llanos del Cassanare; a comienzos de Julio varios cabildos seguían su ejemplo y el 20 el
movimiento llegaba finalmente a Bogotá. Era el único de los sudamericanos que no nacía en la
capital y era la incapacidad de ésta para integar eficazmente bajo su control a las heterogéneas
regiones de Nueva Granada. La centralidad de Bogotá dentro del movimiento iba a ser el núcleo del
conflicto que desgarraría al movimiento neogranadino.
Las querellas de la revolución neogranadina se hicieron agudas en 1811 cuando Cundinamarca
desesperando de imponer su supremacía a los demás centros regionales hizo recesión. Nariño era
jefe de la república de Cundinamarca , frente a la cual la mayor parte de los demás centros se unió
enfederación. El conflicto quedó circunscripto por pocos meses al terreno jurídico institucional;
Nariño buscó resolverlo por la fuerza, pero el jefe de la expedición que envió para reducir a los
disidentes decidió en cambio apoyarlos. Bogotá era ahora el centro disidente, con Nariño
proclamado director vitalicio. La amenaza realista pronto iba, empero, a distraerlo del conflicto
interno. Nariño lo enfrentó primero con inesperado éxito y liberó Popaván, pero en Pasto fracasó
frente a la resistencia de la población local, fuertemente indígena y desconfiada de un movimiento
traído por los criollos del norte, de quienes nunca había recibido nada bueno. En 1814 la ciudad era
tomada por una fuerza militar dirigida por Bolívar, ansioso de encontrar allí el apoyo para una
nueva liberación de su tierra natal. Pero en 1815 Bolívar partía para un nuevo destierro antillano; la
revolución neogranadina había fracasado en parte porque el organismo político que debía sostener
su necesario esfuerzo militar no había alcanzado a adquirir la consistencia necesaria.
La primera revolución mexicana
La conspiración de Querétaro, un movimiento de notables criollos descubierto antes de estallar
donde un párroco ilustrado, Miguel Hidalgo y Costilla tomará a su cargo movilizar a tropas muy
distintas: su llamamiento se dirige a sus fieles, a quienes convoca a la lucha a favor de la Virgen de
Guadalupe, la religión verdadera y el soberano legítimo y cautivo. El movimiento de Hidalgo iba a
ser presentado por sus enemigos como un alzamiento indio, caracterización inexacta, e irrelevante
en el Bajío porque esta zona era dominada por una sociedad mestiza. Está claro que el movimiento
atrae a las masas antes que a las élites locales, frenadas por la prudencia.
Hidalgo realizaba así, en el nuevo contexto revolucionario, el ideal del clérigo secular iluminista,
capaz de traducir las aspiraciones de una cultura y una ideología renovadas al lenguaje tradicional
que era el de sus fieles.
Desde el comienzo el movimiento tuvo un claro sentido antipeninsular y declaraba abolido el
tributo indígena, medida que el virrey creyó portuno iitar para limitar el atractivo de la rebelión.
El episodio de la alhóndiga de Guanajuato consolidó esa línea de separación de la sociedad
novohispana; en ese centro minero el intendente resolvería refugiarse en ese vasto depósito de grano
transformado en fortaleza, junto con los más ricos de la ciudad. La alhóndiga fue tomada y la
matanza de los allí refugiados fue acompañada por un saqueo en regla de la ciudad por las fuerzas
insurgentes y por destrucciones intencionales en algunas minas.
Los seguidores se contaban por decenas de miles pero no lograron expandir el movimiento hacia el
norte, donde Calleja organizó milicias criollas para defender la causa del rey, que ahora era la de las
clases amenazadas. La onda fue detenida en 1811 y aunque no cerraba a Hidalgo el camino de la
capital de Nueva España , pero lo disuadió de afrontar una empresa cuyo éxito temía quizá tanto
como su fracaso. Capturado en Marzo, Hidalgo fue ejecutado en Chihuahua, tras proclamar su
horror por el movimiento que había encabezado. Esta confesión era sin duda sincera cuando rogaba
a sus compatriotas no seguirlo por ese camino hacia la ruina. Su fracaso se había debido a la unidad
que había suscitado en su contra entre todos los privilegiados de México, pero también a que no
había conseguido una solidaridad entre los desposeídos.
José María Morelos, un clérigo mestizo desertó de su parroquia para apoyar el movimiento de
Hidalgo y a diferencia de este su liderazgo es claramente político-militar, optando por fuerzas
reducidas y aguerridas en una táctica que prefería la guerrilla a la batalla.
Más político que Hidalgo, atesoraba la experiencia que el fracaso de se predecesor le ofrecía y
estaba claro cuales reacciones despertaba la revolución en distintos sectores de la comunidad y
como podía modificarlas en su favor.
A los criollos les prometía ese monopolio de las posiciones políticas y administrativas e invitaba a
sus seguidores a que respetaran el prestigio y patrimonio de los españoles americanos que se
sumasen al movimiento. Otro vocabulario y el cuidado extremo de no repetir las escenas
tumultuarias no impiden que el movimiento de Morelos se convierta en una guerra social que busca
una transformación profunda de la situación campesina debilitando a los ricos despojándolos de sus
riquezas. Buscaba que la sociedad dual de la república de españoles y la de naturales fuera
reemplazada por una comunidad única que integrara a todos los criollos, castas, negros e indios
siendo un instrumento de cohesión frente a un enemigo que se define como extranjero. Esta debería
ser la base del nuevo orden en una nación que no será ya la Nueva españa sino la República del
Anáhuac.
Morelos introduce otra ruptura neta con el pasado, el objetivo es ahora la independencia
republicana, no la defensa del buen gobierno monárquico contra los sevidores de la monarquía.
Cuando el congreso de Chilpacingo declara la independencia en 1813, el movimiento se halla ya
claramente a la defensiva ante la acción decidida del nuevo virrey Calleja, que había organizado el
norte contra Hidalgo y ahora reorganiza la restauración del orden absolutista.
El retorno al antiguo orden decepciona a más de un miembro de las élites criollas que han apoyado
al poder virreinal contra Hidalgo y Morelos, sin embargo la guerra entre los que tienen y no tienen,
en que la revolución se se convertido contra el deseo de sus dirigentes, no solo les revela con brutal
claridad cuáles son sus solidaridades básicas dentro del orden social mexicano, sino que atenúa los
motivos de su insatisfacción.
El jefe revolucionario fue finalmente capturado mientras protegía al fugitivo congreso y ejecutado
en la capital en diciembre de 1815 acusado de rebelión y herejía. Contra las rebeliones plebeyas se
había consolidado, pues, un orden monárquico, criollo y absolutista que parecía haber ganado la
partida.
La consitucionalización de la contrarrevolución
La crisis de 1808 no sólo afectaba a las indias, también la metrópoli buscaba tomar una forma nueva
en la exeriencia constitucional inaugurada en Cádiz.
La constitucionalización del sistema de gobierno y administración creaba problemas nuevos.
Acotaba un área de libertades civiles y políticas que limitaba la autoridad de los gobernantes e
imponía una reestructuración profunda de ese sistema modificada en homenaje al nuevo principio
de la separación de poderes; la figura misma del virrey, por otra parte, era cuidadosamente
despojada de su posición eminente, en homenaje a otro principio adoptado por la españa
constitucional: el de unidad de los dominios españoles europeos y de ultramar.
Asambleas municipales y diputaciones provinciales electivas reemplazaban en el primer caso a los
Cabildos y en el segundo creaban una autoridad nueva al lado de la puramente burocrática del
Intendente.
Esta innovación, sumada a la ampliación de las libertades políticas, entre las cuales la de prensa se
revelaba la más significativa, creaba serios problemas a los virreyes de México y Lima, que no
dejaban de hacerlo notar insistentemente. En México las tácticas obstruccionistas del virrey
Venegas ampliaron y consolidaron el frente opositor: entre 28 y 30 mil votantes apoyaron a
candidatos de Morelos para el colegio electoral que designaría al primer cabildo constitucional;
Venegas respondió suspensiendo la libertad de prensa y declarando que, dada la irregularidad de las
elecciones, el cabildo pre-constitucional sería mantenido. Meses después Venegas sería
reemplazado por Calleja, que creía poder confiar más que este en sus posibilidades de manipular el
nuevo marco institucional para sus fines políticos. Calleja reemplazaba la resistencia abierta de su
predecesor por otra más discreta y elástica. El Cabildo constitucional sufrió en es larga prueba de
fuerza: si el virrey y la audiencia no se sentían con fuerzas para desalojarlo, podían trabar de mil
maneras su funcionamiento, y la vida urbana se resintió, por lo que el entusiasmo popular que rodeó
su instalación se enfrió.
En 1813 el virrey se limitará a recibir con “alegría indecible” la noticia de que el soberano vuelto
del cautiverio ha cerrado la experiencia constitucional.
En el Perú el Cabildo constitucional de Lima no llegó a transformarse en el vocero de ningún grupo
opositor y la libertad de prensa reveló, en ese contexto más apacible, potencialidades que el virrey
Abascal consideró alarmantes. Pero él lo solucionó suspendiendo su vigencia.
El soberano restaurado solicitó de quienes habían sido diputados a las abolidas cortes, dictámenes
sobre el curso que debía seguirse para la pacificación de las Indias. Entre los americanos no faltaron
quienes juzgaron negativamente la experiencia en la que habían participado. Le reprochaban la
escasa sinceridad con que se había encarado la integración igualitaria de los dominios en un reino
unificado. La voluntad de asegurar a los metropolitanos el predominio en las cortes del reino
unificado había prevalecido y se había expresado por ejemplo en la resistencia a computar a los
indígenas como habitantes al calcular la base de población para la elección de representantes, si
bien es cierto que los representantes indianos restaban fuerza a asus argumentos con su reticencia
ante la posibilidad de otorgar derechos electorales a los propios indígenas.
Desde 1814 a 1820 la causa española en las Indias se identifica con la Restauración en tanto que la
causa adversaria busca distanciar la secesión, que obstinadamente persigue, de la revolución con la
que había comenzado por identificarse.
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