Extensión de las Facultades del Productor Asesor de Seguros El pronunciamiento dictado por la Cámara Nacional en la causa Helmbold Daniel Alberto c/ Orbis Cia. Argentina de Seguros S.A. y otros s/ ordinario, resolvió la controversia generada entre un particular y la compañía de seguros condenada a resarcir los daños sufridos por aquél como consecuencia del robo de su vehículo. Orbis Cia. Argentina de Seguros negó que los agentes que recibían los pagos de las primas y emitían los correspondientes recibos estuvieran facultados para realizar tales actos y, más aún, que realmente fueran integrantes de su staff de productores asesores. En virtud de las pruebas rendidas en la causa, el tribunal llegó a la conclusión de que los pagos efectuados por el asegurado tenían como fin cancelar la obligación de pagar la prima y, asimismo, que los recibos entregados por los productores daban cuenta de la conformidad de la compañía, por lo que la declinación de cobertura careció de justificación. Para arribar al mencionado decisorio, los argumentos fueron los siguientes: Que las denominaciones de “agente no institorio”, “productor” y “productor asesor” son representativas del mismo concepto y que, todos ellos, se diferencian del “agente institorio” respecto de la amplitud de las facultades de las que gozan. Es decir, aquellos son meros intermediarios, mientras que este último se encuentra autorizado para actuar en nombre del asegurador, razón por la cual le son aplicables las reglas del mandato. En efecto, la actividad del productor es esencialmente material, en tanto se limita a promover la celebración del contrato de seguro -sin poder celebrarlo por si mismo- y a servir de vía de comunicación entre la compañía y el asegurado una vez que el contrato ha entrado en vigencia. No obstante, la sentencia puso especial atención en que, en la práctica negocial, las facultades del agente institorio y las del productor no están perfectamente delimitadas, en la medida que muchas veces éste tiene que realizar actividades reservadas a aquel a los fines de responder a las necesidades de agilidad y dinamismo, propios del tráfico mercantil. Las dificultades derivadas de la mencionada confusión se superan mediante la aplicación de los principios del mandato tácito, la teoría de la apariencia y la buena fe. En virtud de los principios del mandato tácito se entiende que las consecuencias de los actos realizados por el productor deben serle imputadas a la compañía, siempre que ésta, pudiendo evitarlos, no haya realizado ninguna diligencia en tal sentido. Mientras que las teorías de la apariencia y la buena fe indican que la existencia y alcance de una relación jurídica se debe juzgar sobre la base de su manifestación exterior, de modo tal que el asegurado pueda haber llegado razonablemente a la conclusión de que mantenía un vínculo regular con la compañía, teniendo en cuenta el contexto general del negocio. Con todo lo expuesto, se llega a la conclusión de que si el asegurado pudo – razonablemente- interpretar que el agente actuó a nombre de la aseguradora, ésta no se pueda eximir de responsabilidad, independientemente de las atribuciones que tenga el productor. En conclusión, basándose en los principios del mandato tácito (artículos 1783 y 1784 del Código Civil), la necesidad de dotar de agilidad y dinamismo al tráfico mercantil y en las teorías de la apariencia y la buena fe negocial, la Cámara Nacional confirmó la condena impuesta a la Aseguradora, obligándola a pagar la indemnización establecida y rechazando el reclamo respecto de los productores codemandados.