Bernardo Secchi, “Las condiciones han cambiado”, en rev. Casabella 498-499 1984, pp. 8-13 “Las condiciones han cambiado: proyectar quiere decir hoy afrontar problemas, utilizar métodos, expresar intenciones diferentes a las de un pasado reciente. Quiero describir aquí el cambio: decir donde nace, por qué cosa está determinado. Más difícil es expresarse en relación a sus éxitos. Proyecto es un término extenso: aquí me interesa aquel significado referido al espacio físico; los motivos para interesarse por él no me parecen ligados a una moda cultural, sino a algo que informa las más profundas estructuras sociales y económicas de los países occidentales y tiene un reflejo evidente en la ciudad y el territorio. Es difícil decir de qué está hecho este algo: en su interior se encuentran fenómenos y experiencias diversas como la paralización de los flujos emigratorios, del crecimiento de las grandes ciudades, la ralentización de la edificación en las áreas urbanas y su desplazamiento a lugares dispersos, la dislocación industrial, el progresivo emerger del campo urbanizado, de la industrialización difusa, la extensión del paisaje de la periferia metropolitana. Sobre el fondo está el cambio de las relaciones entre sectores industriales-urbanos y los rurales suministradores de alimento y materias primas: el cambio de los precios relativos de los respectivos productos, de la estructura general de los precios, en fin, de una fase de intensa proletarización de las fuerzas del trabajo, los cambios tecnológicos, la descomposición de los ciclos productivos, el redescubrimiento de un mercado de la "complejidad y la contradicción" en la sociedad, tal vez la apertura de un nuevo ciclo de acumulación. En la superficie están los cambios, en cualquier caso dramático, de la ocupación de suelo: las grandes áreas industriales urbanas abandonadas, los vacíos que de improviso se han venido formando dentro de los tejidos densos y compactos, la formación de periferias internas, la ocupación por parte de la actividad terciaria de vastas áreas residenciales, la incoherencia entre la disposición de los servicios especiales y la de sus clientes, la disolución de la oposición centro-periferia. Inmediatamente bajo la superficie una miríada de vicitudes locales específicas, de identidad de los grupos, de acciones de cambio político, de conflicto de políticas de planes, de proyectos y estrategias individuales y colectivas. Pero sobre el territorio y el tiempo, en las diversas situaciones, esta colección de fenómenos no se dispone como en el espacio y la secuencia de estas páginas escritas. Asociaciones y secuencias, intensidad e importancia han sido de cuando en cuando diferentes. Y es tal vez por esto que se ha tardado en reconocer el desarrollo al que estábamos asistiendo y a comprender las consecuencias para el proyecto de arquitectura y urbanística. (...) I. Pasado La experiencia fundamental a partir de la cual la arquitectura y sobre todo la urbanística moderna se ha constituido, es una experiencia de crecimiento, tal vez la única o principal hipótesis fundadora de la modernidad: el crecimiento de la ciudad, del suelo edificado entorno a ella, de lo nuevo que continuamente se adhiere a lo que preexiste hasta sumergirlo, sustituirlo, transformarlo y eventualmente negarlo. El crecimiento es por largo tiempo concentración: en el espacio físico, en el poder y la justicia, concentración del trabajo en la fábrica, de la población en la ciudad, del dominio de una clase, de las penas y los premios en grupos sociales diferentes. Aparece sobre todo asociado a la manifestación de una nueva estructura de relaciones sociales, determinada con todo detalle, ... Las intenciones proyectuales de la urbanística y la arquitectura moderna se vuelcan por sí sobre todo en el crecimiento: la ciudad de expansión y sus elementos, las Siedlungen, los nuevos asentamientos, los barrios, la expansión de la ciudad en el campo y su transformación, la ciudad-jardín, las nuevas ciudades, los nuevos objetos arquitectónicos destinados a estructurar el espacio. El crecimiento se configura como intento de dominar el devenir, como voluntad de que lo nuevo se adecue a un orden previsto, como visión anticipada de lo que todavía no existe y que puede ser nombrado de otra manera. Urbanística y arquitectura moderna llegan a ser así programa de investigación científica: intento de reelaborar el dato de la experiencia dentro de una estructura teórica y técnica en condiciones de preveer, y por ello dominar, el fluir de los acontecimientos y la estructura de las relaciones que hay entre ellos. El progresivo abstraerse de la urbanística moderna de las propiedades físicas, materiales y formales de los objetos que ocupan su campo de observación, el progresivo desplazamiento del centro de atención de la estructura morfológica y tipológica de la ciudad y el territorio a la estructura económico y social, la transformación de los urbanistas en economistas, sociólogos, historiadores, filósofos, está íntimamente ligada a la experiencia de crecimiento, a esta fundamental experiencia de lo nuevo, del sobrevivir de algo añadido a lo existente que ha definido el mundo occidental en los últimos siglos. La modalidad concreta a través de la cual ello ha sucedido, ha sido el recurso a una concepción holística de la sociedad y de la ciudad, a la afirmación de la irreductibilidad del todo a las partes singulares, del interés general sobre el particular. Ha nacido un método de proyectación en el cual la atención ha sido puesta en argumentos de carácter universal, sobre el descubrimiento de relaciones estables en largos períodos, sobre la definición de tipos, sobre la serie, sobre la repetición. Todo proyecto urbanístico y de arquitectura ha sumido el carácter demostrativo aspirando a unos contenidos de verdad que trascienden la situación singular y la contingencia histórica en la cual se ha producido. Por ello la urbanística se ha hecho discurso recurriendo particularmente a las grandes estructuras narrativas: la historia de la ciudad industrial, epifanía de las estructuras sociales más estables, ha sido narrada como la de un empeoramiento, la de la urbanística como un mejoramiento. Ello ha permitido dar identidad a los sujetos sociales, a los antagonistas y aliados, a los obstáculos, a los procesos de interacción social, de mirar el crecimiento asociado a una contienda, a un juego decisional cuyo éxito debe ser perseguido, proyectado, al no está garantizado. Tal vez sea de incautos avanzar hipótesis así agragadas... pero la idea de crecimiento las ha dominado como vínculo, como referencia negativa ... II. La detención del crecimiento y la concentración urbana es un acontecimiento que viene percibido con alguna lentitud. Probablemente porque se ha producido lentamente... ... al comienzo de los años 60 alcanzamos el paso de una fase de desarrollo extensivo a uno intensivo. De ello se deriva una primera detención de los flujos migratorios, de los desplazamientos de las fuerzas del trabajo de la agricultura a la industria, del campo a la ciudad, del sur al norte, ... Ello dará lugar años después a una drástica modificación de la estructura demográfica de las mayores ciudades. Pero la expansión de las áreas urbanas no se modifica por ello, las condiciones habitacionales son tales que justifican todavía intensos programas de edificación. La administración pública se erige como guía de esta nueva expansión: barrios de viviendas públicas, proyectación de las partes más extensas de la ciudad moderna, son posteriores a este primer paso. Al final de los años 60 se iniciará un intenso fenómeno de descentramiento productivo, de dislocación industrial, de industrialización difusa, de formación de extensos campos urbanizados. Al término de los años 70, un nuevo cambio en las técnicas productivas: que viene presentado con los tonos y el acento de lo maravilloso, pero la realidad es tal vez más maravillosa ... Se cierra una fase en la que la modalidad de la organización tayloristica de la producción implicaba que a dosis sensibles y crecientes de suelo viniera asociada dosis de trabajo, en la cual la lay-out de todo ciclo productivo era pensada en un espacio común y extensible ... y se abre otra, en la cual, contrariamente, la producción se hace fenómeno menos aparente que ocupa espacios más pequeños y por ello se pueden disponer más fácilmente de modo disperso en los intersticios de los tejidos urbanos y rurales existentes. La detención del crecimiento urbano... no puede ser interpretada más que como reducción cíclica de la producción: Aparecen como connotación principal de una nueva era, como resultado de nuevas relaciones entre grupos sociales, de nuevas estrategias. III. Futuro La experiencia fundamental a partir de la cual se construye en los últimos veinte años el problema urbanístico es una experiencia de progresiva detención del crecimiento urbano y de progresiva dispersión: en el espacio físico, en el poder y en la justicia, industrialización difusa, sistemas decisionales descentrados, idea local de la justicia. Ella es en muchos aspectos experiencia contraria a la que encontramos en el origen del programa de investigación de la urbanística y la arquitectura moderna y da lugar a una progresiva desestructuración y deslegitimación de su método de proyectación. En el inicio de las nuevas tematizaciones encontraremos una ciudad hecha de partes que no necesariamente son reconducibles a la totalidad, a lo largo de dos ejes de relación jerárquica y de integración: es la historia, la memoria que la ciudad tiene de si misma la que da unidad a sus varias partes. Las propiedades de los objetos singulares adquieren sentido dentro de un sistema de relaciones que caracterizan las partes singulares de la ciudad: un cierto paisaje urbano, un cierto contenido social, su función. Al final de los años 70 las características sociales de todas las parte de la ciudad no se adhieren más a las funcionales; las relaciones morfológicas no se adhieren a las funcionales y sociales. Si recorro la ciudad recojo informaciones incoherentes, el sentido de los lugares no aparece inmediatamente perceptible: densidad y tipos edificatorios no me hablan ya de ninguna identidad de sus habitantes, de sus posiciones en la división social del trabajo, de aquello que se hace dentro de los edificios. ... la detención del crecimiento ha acorchado, de repente, el horizonte temporal de nuestras previsiones. La concentración llevaba toda cosa dentro de nuestra razón visual. Sosteníamos poder ver, preveer, controlar... La dispersión impulsa el crecimiento fuera del umbral de nuestra mirada, lejos de la ciudad y en dirección imprevista: lo disemina, lo parcializa, lo disuelve en episodios variados. Nos damos cuenta que el tema ya no es la construcción ex-novo de la ciudad moderna; que estos términos no pueden significar más las muchas cosas que a las que aludían los ejemplos demostrativos de la urbanística y la arquitectura moderna... El espacio en cual viviremos los próximos decenios están en gran parte ya construidos. El tema es ahora dar sentido y futuro a través de continuas modificaciones de la ciudad, del territorio, de los materiales existentes y ello implica una modificación de nuestros métodos de proyectar, que consienta recuperar la capacidad de ver, preveer y controlar. En efecto, es en la visión donde debemos comenzar. La complejidad actual de la sociedad y del territorio, la dificultad de ligar todos sus elementos y todos los otros nos debería impulsar a actuar inicialmente seleccionando relaciones simples: por ejemplo, a distinguir realistamente en la ciudad y en el territorio lo duro de lo que es maleable, modificable en sus propiedades, en su orden físico, en sus funciones, en sus relaciones con los otros objetos, en su sentido global, ... El espacio futuro será pues el resultado de los asentamientos nunca elegidos, de las acciones de cambio político por ellas ataridas, de las intenciones que están consolidadas por valores inmobiliarios. Las periferias metropolitanas son cepas de proyectos que han esparcido por el territorio puntos de preguntas y de respuestas no pedidas, el sistema de interacciones sociales es una cepa de vínculos de variables independientes, de temas no negociables. Dejar en los planos y en los discursos que los proyectos puedan proseguir en los mismos términos, en los cuales han sido pensados y con los mismos protagonistas, es al menos elusivo: corresponde a concebir el plan como una aljibe que es necesario rellenar de algún modo para llegar al final. Pero es también evasivo mantener que dentro de la heterogeneidad y la complejidad, dentro de un espacio siempre más connotado por la ausencia o dificultad de unir las partes, toda contaminación sea posible, todo proyecto sea legítimo y llegue a ser demostración de sabiduría privada, juego de acercamientos improbables y sorprendentes, infinitos cambios y permutas de elementos que estaban acostumbrado a incluir dentro de ordenamientos significativos. Modificar quiere decir exactamente la búsqueda de un método proyectual diferente, sólo en algunos aspectos opuesto al del pasado, en el cual la atención se ha puesto primariamente sobre el problema del sentido, de las relaciones; esto es, de cuanto pertenece al contexto, a su factualidad y materialidad, a su historia, a su regla productiva. A un nivel más específico quiere decir construir planos de grano más fino, privado de carácter demostrativo, que no aspira a trascender las situaciones en las que se han producido; que no pretenden legitimarse mediante un uso instrumental y burocrático del aparato discursivo entregado por la tradición, pero que se articulan en el espacio del discurso con unas más limitadas y definidas tematizaciones; planes que pierden en parte su carácter institucional, de norma abstracta e independiente de fines específicos, que selecciona los temas de la proyectación partiendo de la especificidad de los lugares, de su carácter posicional, refiriéndose a una ide ade racionalidad limitada. Más en lo específico, quiere decir abandonar las grandes realizaciones sobre el mapa, los grandes signos arquitectónicos e infraestructurales sobre el territorio, actuar sobre las áreas intermedias, sobre los intersticios, sobre las comisuras entre las partes duras, reinterpretar las partes maleables, de algún modo peinventar unas y otras alcanzando algo que de sentido al conjunto; establecer nuevas ligaduras, formar nuevos coagulo físicos, funcionales y sociales, nuevos puntos de agregación que requieren perspectivas más alejadas, miradas más generales entre las cuales puedan darse proyectos más vastos, discursos más convincente y verdaderos. Quiero buscar de nuevo una regla y una semántica, no necesariamente prosecución o mímesis de aquella histórica, pero justificable con argumentos públicos, no privados. Hoy todo esto quiere decir sobreponerse a una notable dosis de riesgo intelectual, tal vez reencontrar un motivo para un mayor empeño ético-político.”