Introducción En los tiempos modernos, la forma social básica en que...

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Introducción
En los tiempos modernos, la forma social básica en que se apoya el estado es la nación. La nación aparece,
pues, como el centro de la política, de la cultura y de la vida de hombres. Toda nación ha luchado por
constituir un estado; especialmente después de la I Guerra Mundial, el nacionalismo adquirió marcado interés
en ciertos países. El nacionalismo supone el amor a la tierra de nuestro nacimiento y en este sentido se
confunde con el patriotismo, incluso, puede degenerar en odio a lo extranjero, en este caso nos encontramos
ante el chauvinismo.
Diferencia entre nación y estado
En los países anglosajones suelen usarse indistintamente los términos nación y nacionalidad. En los países de
habla hispana se tiende a confundir la nación con el estado.
La diferencia es sencilla: el estado no es otra cosa que la suprema organización política de un grupo humano.
Puede haber estados nacionales, es decir, fundados sobre una nación; puede haberlos fundado sobre porciones
nacionales diferentes; puede haber incluso ciudades−estados; y puede haber estados supranacionales. La
nación es un grupo humano dotado de una personalidad singular, debido a una larga existencia en común, una
lengua característica, un territorio definido, una cultura, una religión y unas tradiciones comunes. Es decir, un
grupo homogéneo. No hace falta reunir todas estas notas comunes, pero sí el mayor número. Nunca una sola,
ni la raza, ni la lengua, ni la religión pueden determinar una nacionalidad. Suiza, por ejemplo, posee varias
lenguas y razas diferentes, sin dejar de ser una nación. Son muy pocas las naciones absolutamente
homogéneas. En realidad, las naciones se van haciendo con el transcurso del tiempo. Un estado asentado
sobre grupos humanos heterogéneos acaba por convertirse en una nación como en Estados Unidos. A veces,
un grupo humano, con el fin de consolidar su nacionalidad tiende a resaltar su idioma autóctono, es el caso de
Irlanda y Noruega.
El territorio es un elemento esencial de la nación, puesto que sin él un grupo humano, por homogéneo que sea,
no pasa de la categoría de pueblo. Por otra parte es el fundidor de la nacionalidad, debido a la influencia
esencial del medio geográfico en el hombre. El territorio, por consiguiente, no puede tener unos límites
arbitrarios, sino que ha de abarcar una porción geográfica definida y suficiente. Por haber logrado esto, haber
superado su anterior fase regional, han sido España, Inglaterra y Francia las primeras naciones modernas en
orden al tiempo (a ello se debe el papel primordial que han desempeñado en la Edad Moderna.
La común tradición tiene evidente importancia para formar una nación, por lo menos, justifica la nacionalidad.
Hoy día, con la uniformidad de costumbres, deja de tener esta circunstancia la trascendencia que tuvo
anteriormente. La religión ha desempeñado un papel singular en ciertos casos, como en la división del
subcontinente indio entre la India y el Pakistán.
Hay, sin embargo, un factor importantísimo que no hemos mencionado: la voluntad de querer vivir juntos y
formar un ente político. Posiblemente sea éste el más fuerte de los factores que puedan determinar una
nacionalidad. Ante este fenómeno consciente de un grupo humano, ningún otro debe prevalecer, Suiza es el
mayor ejemplo.
Antes del nacionalismo
La nación no ha existido siempre; su aparición es moderna. La sociedad se ha agrupado en formas diferentes.
La ciudad−estado, el imperio, los señoríos feudales, etc; en los tiempos más remotos, la sociedad humana se
agrupaba en tribus. La nación se distingue de las anteriores formas sociales de agrupación humana, no
solamente por comprender un mayor número de individuos y una mayor extensión del territorio, sino por
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poseer un mayor grado de conciencia colectiva entre sus masas; por la mayor participación del pueblo en la
vida política y social y, finalmente, por el cambio de los vínculos interpersonales por una relación política de
cada persona con el ente social.
Han sido ciertos sentimientos especiales los que han promovido la idea nacionalista: el amor, el hogar paterno,
el orgullo racial, la conciencia. Estos sentimientos se han desarrollado de formas muy diferentes a lo largo de
la historia. En los más antiguos grupos tribales podemos encontrar ciertos sentimientos semejantes al
nacionalismo; existen indicios nacionalistas entre los egipcios, judíos, griegos y persas. Durante la Edad
Media aparecen ocasionalmente sentimientos nacionales bajo condiciones excepcionales, como en la
Península Ibérica frente al elemento mahometano, o en Francia, durante la Guerra de los Cien Años, frente al
invasor inglés. En aquellos tiempos no existía un idioma propiamente nacional; los clérigos, las clases
educadas y los oficiales empleaban el latín, mientras que la masa utilizaba diferentes dialectos vulgares. La
incultura de ésta hace que sea un simple elemento pasivo en la vida social y política, la sociedad se estructura
en clases, las más bajas quedan en una relación de dependencia con respecto a los reyes y señores.
Origen del nacionalismo
Fueron muchos los factores sociales, políticos, económicos e intelectuales que ocasionaron el nacimiento de la
nación como forma social diferenciada de las anteriores estructuras humanas:
• La invención de la imprenta divulgó la cultura entre las masas.
• La aparición de los idiomas modernos aisló el latín a un segundo plano, recalcando las diferencias de
los grupos.
• La Reforma protestante rompió la unidad del cristianismo.
• Los reyes buscaron el apoyo de la burguesía de las ciudades contra los señores, afianzando la
centralización administrativa y fortaleciendo su autoridad.
• La aparición de una clase media de comerciantes enriquecidos añadió al conjunto un poderoso
elemento, desligado de convencionalismos tradicionales y amante de las libertades tangibles.
• El crecimiento del comercio y del tráfico exigió la expansión territorial y la concentración del poder
para mantener el orden.
• La aparición del capitalismo y del industrialismo suministró las bases para la revolución política.
• La multiplicación de los contactos entre las diversas razas y pueblos abrió nuevos horizontes al
despertar el sentido de la conciencia social y de la solidaridad humana.
• Las nuevas teorías sobre los derechos del pueblo apartaron a un segundo plano las prerrogativas de los
reyes.
• La extensión de la instrucción y educación produjo el despertar de las masas.
• La enseñanza exclusivamente religiosa fue sustituida, en gran parte, por maestros y profesores
seculares, lo que produjo la nacionalización de la misma.
• Los poetas, escritores y eruditos exaltaron las tradiciones culturales de sus pueblos, mejorando el
idioma nacional con fines literarios y dando un gran impulso a la literatura de cada país.
• El rey ya no fue el soberano del estado al triunfar la teoría de la soberanía popular; la nación y el
estado llegan a identificarse, el país se convierte en la patria.
Las primeras naciones surgen en la Europa Occidental. Los Reyes Católicos consiguen realizar la unidad de
España, que así se encontró en condiciones excepcionales para acometer la empresa americana. En Inglaterra,
donde la política centralizadora de sus monarcas había ido mucho más lejos que en ningún lugar de Europa,
surge un fuerte espíritu liberal entre la clase de los agricultores más fuertes y entre la clase media de los
comerciantes; estos grupos logran hacerse oír en el Parlamento y, poco a poco, empiezan a sentir que son ellos
la nación. Este sentimiento encuentra expresión en una serie de pensadores como, Milton, Locke, Burke y
Bolingbroke. En Francia tal movimiento surge en el siglo XVIII, donde Rousseau formula la teoría de la
soberanía nacional. La Revolución Francesa puso en práctica esta teoría, rompiendo con las instituciones del
Antiguo Régimen. El nacionalismo francés, en contraste con el aristocrático nacionalismo inglés, fue
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eminentemente democrático.
Auge del nacionalismo
Fuera de los límites estrictamente europeos, encuentro como fenómeno digno de ser destacado, el despertar
del nacionalismo norteamericano. Los Estados Unidos lograron fijar su nacionalidad con la Revolución
Americana; con anterioridad a la misma no pasaban de ser una colonia. La famosa Declaración de
Independencia y el republicanismo americano ejercieron una profunda influencia por todas partes,
singularmente en la Revolución Francesa. A su vez, ésta sirvió de ejemplo y estímulo a otros movimientos
políticos. (principalmente en lugares que tuvieron contacto con Napoleón)
Durante el siglo XIX, los procesos nacionalistas más notables fueron los de Alemania e Italia, retardadas a
este respecto con relación a las viejas naciones occidentales.
• El nacionalismo alemán comenzó como un movimiento cultural, en una tierra dividida en múltiples
principados. Después de 1820, sin embargo, evolucionó este movimiento hacia un nacionalismo
político unido, en un principio, a sentimientos liberales y democráticos que, inteligentemente
explotados por el canciller Bismarck, contribuyeron a la creación de la unidad alemana en 1870 bajo
la autoridad y hegemonía de Prusia.
• En Italia, que hasta entonces no pasaba de ser una simple expresión geográfica, las guerras de
Napoleón despertaron el sentimiento nacional, que el idealista Mazzini y el estadista Cavour,
juntamente con el rey Víctor Manuel II y el guerrillero Garibaldi, supieron alcanzar la meta deseada.
En 1861 puede decirse que Italia era ya una realidad bajo el mando de la casa Saboya.
• En el sudeste europeo se produce, de otra parte, la explosión del sentimiento nacionalista contra la
opresión turca.
• En el multinacional Impero austro−húngaro comienza la gestación del sentimiento nacionalista entre
sus diversas minorías nacionales. La I Guerra Mundial acabó con tan artificioso Imperio, de cuyos
abusos nacieron, como naciones diferenciadas e independientes: Austria, Hungría y Checoslovaquia
(hoy disuelta); diversas porciones del mismo se integraron en sus todos respectivos: Italia, Polonia,
Rumania y Yugoslavia (también disuelta)
• En Asia también se despierta la conciencia de lo nacional, sobre todo en países como Japón, China y
Turquía, entre otros.
El nacionalismo en nuestros días
Las naciones formadas hace siglos − España, Inglaterra y Francia − mantienen su posición debido al
patriotismo de sus ciudadanos; las naciones nuevas necesitaron pasar por una etapa dolorosa, en lucha con los
obstáculos que se les pusieron al paso. Por ello, el nacionalismo, como tendencia hacia un fin, ha debido ser
revolucionario en muchos casos. En realidad, todo nacionalismo lo es a su manera, porque, si para liberarse de
los dictadores el nacionalismo hubo de vestirse de liberal y democrático, italianos y alemanes se vieron
fatalmente arrastrados hacia la dictadura para vencer la resistencia opuesta a su expansión imperialista por las
potencias democráticas y liberales. El Fascismo italiano y el Nacionalsocialismo alemán son ejemplos típicos.
La invasión nazi tuvo el efecto de robustecer el patriotismo ruso, que ha dejado de ser para los comunistas un
sentimiento burgués. El internacionalismo de los primeros comunistas ha desaparecido; hoy día impulsan el
nacionalismo en todos los lugares de la Tierra. Y es que, el nacionalismo constituye un estado transitorio, un
medio y no un fin. El nacionalismo no puede ser de un color o de otro; el nacionalismo es una palanca con la
que se mueven montañas.
Se hacen conjeturas sobre el futuro del nacionalismo. En realidad, está mal planteado el problema. El
nacionalismo, si es amor a la patria, existirá siempre. Si es deseo de ver a la patria con un color determinado,
también. Pero no es éste el problema, ya que debemos preguntarnos por el futuro de las naciones como forma
de vida en grupo. Y la contestación es clara: la nación ha sido superada en los tiempos modernos; se ha
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quedado pequeña, como la región o la ciudad; el estado se asienta siempre en la forma social básica más
perfecta y hoy la nación no puede servir de plataforma al estado. Por ello, los entes políticos actuales más
importantes han superado la fase de estado nacional; todos ellos son supranacionales: la URSS, Estados
Unidos, la Comunidad Británica, el MEC, la CECA. (En el abuso de las siglas se puede encontrar la
explicación de este fenómeno contemporáneo; hay que incluir un gran número de naciones dentro de un nuevo
ente político y las siglas son el nombre cifrado que permite hacerlo.
Movimientos nacionalistas
Al movimiento nacionalista se le han dado diversos conceptos:
• Como el conjunto de esfuerzos de los grupos étnicos que no se identifican con el Estado para redefinir
las estructuras estatales. (Coakley)
• Es el proceso de movilización sociopolítico por el que una nación preexistente o grupo étnico no
dominante responde a tres déficit: cultural, social y político. (Hroch)
• Es la solidaridad activa de una colectividad humana que comparte una cultura común, o un fondo
común de experiencias e intereses significativos, se define como una nación, y aspira a la unidad
política y el autogobierno. (Symmons−Symonolewicz).
Existe un movimiento nacionalista cuando existen las siguientes condiciones:
• La presencia de una ideología nacionalista que conciba al colectivo humano cuya representación se
acoge como una nación, aunque estratégicamente no se plantee necesariamente la autodeterminación
como objetivo próximo, ni la independencia como objetivo lejano.
• La prolongación de ese objetivo mediante métodos de agitación y propaganda sociopolítica: es decir,
que a través de la acción colectiva aspire a difundir la conciencia nacional que propugna el conjunto
del colectivo que se quiere representar y así conseguir los objetivos políticos y culturales inmediatos
inseparables al reconocimiento de esa nación.
• La concepción, presente o ideal del movimiento nacionalista como movimiento social con aspiración
de globalidad, que en última instancia pretende configurar una comunidad: por lo tanto, ese
movimiento nacionalista no se ceñirá exclusivamente en algún momento de su evolución, a la
dimensión política, sino que se extenderá a otras esferas de la sociedad civil a través de
organizaciones e iniciativas culturales, económicas, de ocio y tiempo libre, etc.
Nacionalismos en España
Podemos distinguir en España cuatro nacionalismos: el catalán, el vasco, el gallego y el español.
El nacionalismo catalán es fundamentalmente económico y lingüístico. Está imbuido de pragmatismo. No
busca tanto la independencia (que sería poco rentable económicamente), como instalarse en una posición de
privilegio con respecto a la España no nacionalista a la que Jordi Pujol denomina despectivamente "la
amalgama". España, según el citado político, no es una nación, sino un estado plurinacional compuesto por
tres naciones (Cataluña, País Vasco y Galicia) y una "amalgama" que carece de personalidad propia y, por lo
tanto, de entidad nacional.
En el "pensamiento" de Jordi Pujol abundan los elementos racistas y xenófobos. En 1976 escribió lo
siguiente:
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"...El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (...) es,
generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un
estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un
sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de
entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Es un hombre destruido y
anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría
Cataluña.
El cionalismo vasco, esencialmente étnico y racial, tiene un carácter místico y visionario sobre un trasfondo
paranoico y victimista. Es un nacionalismo marcado por el "miedo a desaparecer". El vascuence, debido a su
dificultad, sólo es hablado, como mucho, por un 20% de la población y tiene pocas posibilidades de
convertirse en una lengua verdaderamente popular. En la medida en que los nacionalistas vascos vinculan la
identidad de la patria vasca a la lengua, el resultado es dramático, por ello buscan una salida en el elemento
étnico y racial como factor de diferenciación.
Al contrario de lo que se nos trata de hacer creer, en el País Vasco no existe una nacionalismo malo (el de
ETA) y uno bueno y democrático (el del PNV), sino un solo y único nacionalismo que bebe de las mismas
fuentes, comparte los mismos odios e irracionalidades, fabrica los mismos mitos y mentiras, difunde los
mismos tópicos y, a pesar de las apariencias, se apoya y se refuerza mutuamente. Dicho con palabras del
ayatolá Javier Arzallus: "No conozco ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y
otros discutan".
En el nacionalismo gallego, de escasa raíz popular, se entremezclan los elementos culturales y lingüísticos con
las reivindicaciones económicas frente a las imposiciones comunitarias claramente desfavorables y
discriminatorias para Galicia. Es un nacionalismo de elite, sobre todo de lingüistas, intelectuales y profesores
de enseñanza media, con una pequeña pero activa base popular en ciertos sectores del campesinado. Es un
nacionalismo sin norte propio que se deja guiar pasivamente por sus dos hermanos mayores.
El incremento de votos del nacionalismo gallego en las últimas elecciones no se debe tanto a un incremento
del sentir nacionalista del pueblo como a la progresiva decepción con los partidos de ámbito estatal: las
historias de corrupción del PSOE, el despiste ideológico y la práctica cada vez más errática de Izquierda
Unida y la tendencia mal disimulada del PP a las privatizaciones y al neocaciquismo. El voto nacionalista
gallego viene a ser algo así como el último refugio contra el desencanto.
Por último, el nacionalismo español excluyente, que ha llegado a su clímax con Franco y que ha actuado como
detonador y coartada de los nacionalismos periféricos, es hoy un nacionalismo en vías de extinción. Sin
embargo, en la medida en que los nacionalismos victimistas vasco y catalán necesitan justificarse
ideológicamente como respuesta a un supuesto nacionalismo centralista y opresor, lo mantienen muy vivo en
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su memoria y en su peculiar interpretación de la historia, incluyendo dentro de este concepto a todos los que
no comparten sus ideas.
Para los nacionalistas excluyentes quienes nos definimos como no nacionalistas y defendemos una España
solidaria, democrática, plural, multicultural, libre, aceptando tanto nuestro patrimonio común como nuestras
diferencias, somos identificados interesadamente por los nacionalistas excluyentes y manipuladores con ese
franquismo que, sin embargo, hemos combatido con energía, pagándolo algunos con la cárcel y otros con la
vida. Ellos saben que esto no es verdad, que es un producto más de su peculiar ocultismo operador, pero les
conviene creerlo así, porque su ideología trasnochada no se mantiene en pie si no es inventando odios,
marginaciones y opresiones que no existen, o mejor, que sólo están en sus mentes retorcidas y complicadas.
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