Delitos contra la hacienda pública - Actividad Cultural del Banco de

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DELITOS
CONTRA
LA HACIENDA
PUBLICA'
r.rulleres de Edicione4 Colombin.
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MCMttVI
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JORGE
o
TOS
E
CONTRA
LA HACIENDA
TESIS
PARA
Taneres
SAENZOLARTS
PUBLICA
EL DOCTORADO
de Ediciones Colombia.
Bogotá
-
MCMXXVI
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Cole,io Mjy,r de Nuestra Sellor. dol Rosarlo.-Facultad
de Jurla-
prudencla..-AlIo 274 del Colegio.
Rector:
MONSEÑOR RAFAEL
MAItU CARlL\SQUILLA
Vicerrector:
DOCTOR JENAIW
.I1MENEZ
Secretario:
SEÑOR EH:\ESTO
Presidente
lI1EHIZALDE DURAN
de 'l'cRif.:
DOCTOR JOSE ANTO:\IO
MONTALVO
Examinadores:
EL rUESlDENTE
DOCTOR Jl'AN
DI~ TESIS
C. TRUJILLO
AHHOYO
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A
Homenaje
MIS
PADRES
de lIJlDor y gratitud
A MIS HERMANOS
Testimonio
de
afe<:to
".,A
MONSEÑOR
RAFAEL
A quien admiro
MARIA
CARRASQUILLA
por su deuda
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Bogotá. 23 de octubre de 1926
Señor Rector del Colegio Mayor de Nuestra
Rosario-E.
L. c.
Señora del
Ilustrísimo y revetenl1ísimo señor:
Tengo el honor de dar concepto a Vuestra Señoría so~
bre el trabajo que. para teais' de grado. presenta el señor
Jorge Sáenz Olarte, quien ha cumplido ya con todos los
demás deberes reglamentarios y hecho los estudios que
se requieren para obtener el título de doctor en Jurispru~
dencia de nuestro Claustro.
Versa aquel opúsculo sobre el tema de Derecho Pe~
nal de delitos contra la hacienda pública. Contiene unas
nociones preliminares sobre el delito en general y sobre
los bienes de la hacienda pública. también en general; estu·
dia luégo las diferentes formas y los distintos modos de
delitos contra la hacienda pública. en general y a la luz
de la ley penal colombiana; y afronta el problema re fe·
rente a la comprobación técnica de cierta clase de delitos
contra la hacienda pública .
Me place declarar que esta tesis revela en su autor la
preparación suficiente para que se le confiera el título a
que aspira, pues toda ella y en especial la última parte a
que he aludido, demuestra una versación que sería deseable en todos los encargados de administrar justicia.
Estas razones me autorizan para informaros de modo
favorable a la tesis del señor Sáenz.
Del señor Rector respetuoso amigo y muy adicto discípulo,
J. A. Montalvo
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PARn: PRtIMERA
Nociones genel'ales
CAPITULO
I
Nopló"". general del delito
La vida social exige la conservación de un orden ético, de una norma moral a la cual los asociados ajusten el
ejercicio de su actividad, de tal suerte que cada uno ejercite sus derechos sin menoscabo del derecho de los demás.
'Mientras ese orden jurídico se conserve, la vida de la
comunidad marcha sin tropiezo; pero cuando el individuo
penetra en el campo del ajeno derecho. violándolo, trastorna el orden y produce el desequilibrio entre el derecho
y el deber, lo que constituye el delito, según el célebre
concepto de los maestros clásicos: '~EI delito es la negación del derecho."
Todas las escuelas penales han aceptado como verdadero este concepto fundamental; pero cada una ha definido a su manera el delito, inspirándose en los diferentes principios que profesan. Benthan dijo que el delito es
"todo acto productivo de mál o tendiente a producirlo,"
definición que no puede aceptarse porque hay muchos
actos que producen mál. como los de un loco que mata y
roba, que en manera alguna pueden calificarse de delic·
tuosos .
Los que afirman que el delito es el acto contrario a la
moral, tampoco están en lo cierto, porque los pecados son
la negación de la moral. y sin embargo, a nadie se le ha
ocurrido tenerlos per se, como delitos.
Otros han pensado que toda violación de la leyes
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lO
delictuosa, sin pensar en que todos los actos violatorios
de las leyes civiles son ilí<:itos, pero no delictuos08, -por"
que son susceptibles de reparación civil.
No carecen las anteriores
definiciones degn
fondo
de verdad, pero adolecen del defecto de conterfer mú
del definido: es indudable que el delito es un aeto productivo de mál, y no es menos cierto que es <:ontrario al
orden ético; pero no basta eso sólo para _considerarlo como tál. Nadie puede dudar tampoco d~ que el delito sea
ur. acto violatorio de ley positiva, porqut! la leyes la promulgación del derecho, y un derecho no promulgado no
pl.&edeser deredío perfecto. Además, el delito es esencialmente un hecho antisocial, y';o podría la sociedad defenderse contra él si no dispusiela de los medios de conocerlo claramente, conocimiento que sólo puede adquirir cuando encaja el presunto delito en las disposiciones
legales ·preestablecidas.
Sin embargo, no basta que tal hecho se halle prohibido por la ley; es menester, además, que tenga asignada una pena, porque siempre se le ha reconocido al poder 'social la fac~ltad de castigar los hechos que en <:ada
época se han considerado como delictuosos; y si la sociedad ·ha prohibido un hecho
sin sancionarlo con una
una pena, es parque no lo considera como delito.
:Por otra parte, solamente el hombre es el sujeto activo de la transgresión del derecho, y por consiguiente el
delito tiene que ser un hecho del hombre. Entre los actos que el hombre ejecuta se distinguen tres clases: actos
comunes con los brutos, como las funciones fisiológi<:as;
actos llamados de hombl"ey propios del sér humano, pero
que no implican conocimiento y voluntad, como hablar
dormido; y finalmente, actos hwnanos, que son aquellos
que se ejecutan con plena
voluntad y conocimiento del
fin. Sólo estos últimos actos pueden ser delictuosos, porque úni<:amente en ellos obra la personalidad
humana
completa, y se sahe que sólo del hombre, cuando obra como tál, se puede predicar el derecho.
Sentados estos principios, se puede ya definir el delito diciendo que es el "acto de la individualidad humana
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intrínsecamente
con una pena"
ilegítimo y sancionado
por el legislador
(1).
CAPITULO
Nooión general
de
II
HacÍollnda
Pública
En la evolución que al través de los tiempos ha sufrido la vida económica del hombre en relación con sus se·
mejantes, se pueden marcar varias
etapas, según el au·
mento constante de las necesidades.
En los primitivos tiempos. cuando la única manifes·
tadón de la vida social-"era la familia, y las necesidades
de esa pequeña agrupación eran muy limitadas, los gastos
necesarios a la satisfacción de aquéllas se hacían del pa·
trimonio familiar. formado por los esfuerzos individuales
y colocado bajo la suprema autoridad del pater familias.
Los gastos comunes a la familia y aquellos que eran re·
queridos para satisfacer necesidades puramente individuales. se hacían del patrimonio colectiv-o.
Vienen más tarde el Clan y la Tribu. Aparece enton·
ces con una mayor claridad el concepto de la propiedad
privada, las necesidades de cada individuo se satisfacían
con el fruto de su trabajo, y las distintas familias de que
se componía el conglomerado social disponían a sU anta·
jo de los bienes adquiridos por ellas.
Pero en aquel estado
semisalvaje, las guerras eran
muy frecuentes entre unas tribus y otras, y era indispenlla·
ble a cada una de ellas defenderse para no perecer. De
aquí nace la primera y más importante de las necesida·
des colectivas: la defensa. Sin embargo, para la satisfac·
ción de esa necesidad no se disponía de un patrimonio
común, y correspondía a cada individuo cooperar a ella
como soldado mantenido y armado con el producto de
sus bienes privados.
No aparece todavía el patrimonio social destinado a
(l \
Doctor
Jo~~
Antonio
Mont¡¡!\'o.
Confert'uci:ls
de
Derl'cho
Penal.
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eatiafacer necesidades de orden colectivo, y cada vez que
se presenta una de ellas se acude a los bienes individuales.
Más tarde aparece el régimen de los reyes y ~n él un
patrimonio poderoso puesto en manos del soberanb para
a,tender al fallBto de la corte y a la satisfacción de algunas necesidades de la colectividad. iEran, pues, uno solo
el. patrimonio colectivo y el patrimonio "de príncipe. Pero a poco fueron separándose. y más ta~de el rey sólo disponía a su arbitrio de los hiénes reales. en tanto que los
públrcos caían bajo la direcci6n y manejo de cámaras es'
pedales, pero conservando el usuf.ructo y administración
para el soberano. Un poco desi>ués. los dos patrimonios
ae separan por completo. y ,los parlamentos se encargan
del manejo de los caudales públicos.
A medida que fue avanzando la civilización. las neceaidades colectivas aumentaron de manera extraordinaria:
las vías de comunicación. la instrucción pública, el fomento de las industrias. la institución de un ejército permanente y otras nwchas necesidades de diverso orden. hicieron imprescin<lible la formación de un cuantiosopatrimonio común. que ya no quiso dejarse en manos de los
reyes por temor de que sirviera a intereses personales. en
perjuicio del fin trascendental a que. por su naturaleza.
estaba destinado.
Hoy día, todas las naciones civilizadas poseen un patrimonio 'Con el cua,1atienden a la satisfacción de sus necesidades.
Ese patrimonio colectivo, ese conjunto de bienes materiales. es lo que constituye la Hadenda Pública. El doctor Estel;>an Jaramillo. en su tratado de Ciencia Fiscal, la
define así: "Hacienda Pública es el conjunto de bienes
materiales de que disponen los que gobiernan las entidades políticas para atender a la satisfacción de las necesidades colectiva.'
(1).
tI)
Obra citada, p:ígina 3.
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PARTE SEGlJNDA
CAPITULO
Diferentes
formas
de delincuencIa
1
contra
la
Hacienda
Pública
l. El patrimonio público de un Estado puede ser lesionado por los particulares, es decir, por aquellos que.
no siendo empleados de la Nación, atentan contra él. En
este caso la Hacienda Pública se asimila a la propiedad
privada, y quien la lesiona incurre en las sanciones que el
Código Penal establece para los delitos contra la propie·
dad ajena. Bajo este aspecto la Hacienda Nacional o pú·
blica es susceptible de estafa. robo. hurto y todos aque·
1105 delitos que de una manera u otra atacan la propiedad
individual.
El hecho de que 108 bienes estafados, robados o hurtados sean del p8ltrimonio público, no especifica el delito. que seguirá siendo una estafa, un robo, un hurto o un
daño en propiedad ajena. y nada más. Y si el artículo
803 del Código Penal aumenta en una sexta parte la pena para los que cometan tales delitos en caudales públi.
cos, es sólo en consideración al fin importantísimo a que
se destinan. Por otra parte. como el erario nacional es
más atractivo, porque el sujeto
pasivo del perjuicio es
menos aparente e inmediato a los ojos del delincuente. ea
necesario rodearlo de mayores seguridades, intimidando
con una pena mayor a quienes puedan atentar contra él.
De suerte que un particular que roba al erario, no com«;te el delito específico contra la Hacienda Públi<:a.
1I. El patrimonio público puede también ser lesio·
nado por un acto dclictuoso Itometido por un fundonario
público que no tenga el carácter de empleado de manejo. o que, aun ten¡éndolo. no perjudique los caudales o
efectos colocados bajo su custodia, sino otros. En este
caso. como en el anterior. el delito no dejará de ser común. por más que en él concurran dos
circunstancias
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agravantes: la una personal y material la otra. La primera es el hecho de ser empleado público el sujeto aGtivo
del de~to. Esta circunstancia agravante está consignada en
nuestro código penal cuando dice en su artículo 111: "En
todo delito se tendrán por circunstancias agravan\es. además de las que exprese la ley en sus casos respectivos, las
siguientes: " .... 4a. La mayor ilustración y dignidad del
delincuente. y sus mayores o'hligaciones. para con la sociedad o con las personas contra quienes delinquiere."
La segunda circunstancia agravante, es decir, la material, consiste en que el delito tenga por objeto bienes
del erario. El artículo 803 del Código Penal lo consigna
al aumentar en una sexta parte la pena para aquellos delitos cuyo objeto sea el erario.
!Estas dos circunstancias agravantes dan lugar a un
aumento de pena. pero no alcanzan a especificar el delito, el que seguirá siendo un delito común.
¡nI. Finalmente. la Hacienda Pública puede ser perjudicada precisamente por quien está encargado de cuidarla, administrarla o recaudar sus rentas.
Cuando un empleado de manejo perjudica los caudales o ·bienes que está encargado de manejar, ya utilizándolos para sí, ya malversándolos. o de cualquiera otra
manera, comete el delito específico contra la Hacienda
Rública, que nuestro Código Penal castiga con penas distintas de aquellas que asigna a los delitos comunes contra
la propiedad ajena.
¡El Estado entrega los bienes del erario a los funcionarios que han de manejarlo. haciendo plena confianza
en ellos. y cuando, abusando de las funciones que le han
sido asignadas. uno de esos empleados perjudica los bienes a él confiados, traiciona la confianza que el Estado
tuvo al nombrarlo. y merece un castigo especial.
iEste abuso de confianza. cometido por un empleado
público, y la circunstancia de tener por objeto bienes del
patrimonio nacional. son los elementos que especifican el
delito contra la Hacienda !Bública.
Es menester, pues. como ya se dijo, que el acto delictuoso sea cometido por un empleado público de mane-
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jo. y que el objeto del delito sean los bienes na'CÍonales
que dicho funcionario esté encargado de administrar; sin
estas circunstancias no habrá delito contra
la Hacienda
I\íblica. Así. si el Presidente de la República entra una
noche a la Tesorería General con violencia y sustrae un
millón de pesos. cometerá un robo cuantioso y merecerá
la pena correspondiente
a su delito. agravada en conSId'eración a la dignidad de que está investido y al objeto
de su robo; pero en manera alguna será reo del delito específico de peculado. porque su acto criminoso no tiene
por objeto bienes que están bajo su inmediata dependencia y cuidado.
CAPITULO
Diferent.es
clases
de delitos
11
contra
la Hacienda
Pública
Al tenor del título 9.° del libro segundo de nuestro
Código Penal. que trata de los delitos contra la Hacienda Pública. se pueden dividir éstos en cuatro clases:
1) Malversación de caudales públicos;
2) Delito de mala administración;
3) Especulaciones que no implican malversación ni
apropiación fraudulenta. pero que se consideran como ilícitas; y
4) Las culpas.
I. Malversación.
Cometen este delito los empleados
de manejo que
hagan uso de [os c~udales o bienes de la nación en provecho propio. o que empleen dichos fondos para atender
a otros gastos públicos diferentes de aquellos para los cuales estén destinados. o que de una manera u otra faciliten los fraudes contra el erario.
11. Mala administración.
:Los empleados o funcionarios encargados de la administración de la Hacienda Nacional incurren en el delito de mala administración cuando ejecutan actos que.
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sin consistir en malversación, ocasionan perJuIcIOS ados
caudales o hienes de la Nación, ya sean éstos causados
por operaciones indebidas ejecutadas a sabiendas, ya por
descuidos voluntarios. Puede ser también delito de esta
clase la omisión o retardo en el cohro o recaudación de
cualesquiera intereses de la Hacienda Nacional. Asímismo, los empleados de manejo que no lIevaren las cuentas con las formalidades establecidas e~ la ley, o que no
las presenten dentro del término que las leyes les conceden para tal er~to, cometen un delito de ~ala administración .
.---
11I. Especulaciones
ilicitas.
En esta clase de delitos contra la Hacienda Pública
encajan todos aquellos actos con los cuales los empleados públicos, abusando 4e sus funciones, procuran su personal provecho, ya dembrando 108 pagos que tienen obligación de hacer o ret~iendo
los efectos
que debieran
vender al público, ta~hién con el objeto de beneficiarse,
en perjuicio de los dFmás; ya interviniendo con parcialidad en los remates a su cargo, para favorecer a determinados licitadores, etc.
'
'IV••.••• culpas.
Finalmente, contra la Hacienda Pública se pueden
cometer delitos culpas os cuando un empleado de manejo o administración. por negligencia o descuido. causa un
perjuicio a los caudales o bienes que administra o maneja.
'Elementos conatitutivos de estos delitos.
1) Que tengan por objeto hienes o caudales públicos;
2) Que sean cometidos por empleado público de ma-
nejo;
3) Que los bienes objeto del delito estén o hayan estado en manos del funcionario por razón de sus funciones; y
4) Que el delito esté expresamente determinado en
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,7
la ley, porque. de lo contrario. no sería delito. ni se le
podría aplicar la pena asignada a otro delito semejante,
porque en materias penales la interpretación análoga ea
perfeetamente inaceptable.
El Código Penal. al decir
del doctor Luis Rueda Concha (1). es, en cierto modo,
una promesa: la de que el juez no traspasará sus límites.
Sujeto activo del :delito contra 'la HaciendaPúblka.
Como se ha dicho. el sujeto activo de este delito no
puede ser sino un empleado público de manejo, ya per~
tenezca a la administración activa o a la pasiva del T eaoro nacional. El Código Fiscal en su artículo 247 enumera los empleados nacionales encargados del manejo activo del Erario; dice así: ''Son recaudadores encargados de
la inmeq.iata administración activa del Tesoro, bajo la 8U~
prema autoridad del Gobierno:
a) El Tesorero General de la República;
b) Los administradores de aduanas;
c) Los administradores de salinas;
d) Los administradores de correos y telégrafos;
e) Los cónsules; y
f) En general, todos los empleados a cuyo cargo co~
rre la percepción de productos de los expresados genéri~
camente en el artículo 5.9"
Los empleados nacionales en cuyas manos está la administración pasiva del T eaoro, se llaman genéricamente
pagadores ,y son aquellos que, en cada ramo, están encargados de pagar los créditos y obligaciones en contra
del Estado.
Estos son. pues, los empleados públicos que pueden
ser sujetos activos del delito que se estudia. Sin embar~
go, hay, además, algunos casos en Que los particulares
se asimilan a los empleados de manejo
en cuanto a la
responsabilidad en que pueden incurrir por el extravío,
malversación, etc., de efectos o caudales confiados a su
cuidado por el Estado. Nuestro Código Penal acepta esta doctrina y la consagra en el artículo
483, que dice:
(1)
Alp¡.:ato
preRentaUo
ante
In C.)rtp
Suprema
de
J\IIlticia.
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"Para los efectos de este capítulo y ello.,
los comisionados. depositarios o personas particulares responsableá" con
arreglo a dichos capítulos, se 'Consideran como empleados
públicos."
Esta doctrina. a la luz de los principios que informan
el DereCho Penal. es perfectamente inaceptable.
Objeto del delito .contra la H¡acienda Pública.
Uno de los elementos constitutiyos de este delito con·
.iste, como ya se vio, en que tenga por objeto bienes o
caudales pÚblicos. Es necesario. pues, saber cuáles son
estos bienes o caudales.
El Código Fiscal divide la Hacienda Nacional en bie·
nes fiscales y Tesoro Nacional. Los primeros son aque·
Uos que se encuentran enumerados en el artículo 202 de
la Constitución Naciona~ y además. las minas de cobre,
carbón, hierro, azufre. ~petróleo, asfalto. etc .• depósitos
de guano y otros ab,onos (sin perjuicio de los derechos
adquiridos sobre ellos"llor personas naturales y jurídicas) ;
y los demás bienes ..que por cualquier título pertenezcan
al Estado. y los que
éste adquiera conforme
a derecho (1).
El artículo 5.° del mismo Código dice de qué se com·
pone el Tesoro Nacional: "El Tesoro Nacional se campo·
ne del dinero que ingrese a las oficinas nacionales, a cual-quier título. y especialmente del producto de lo siguiente:
a) Los bienes nacionales;
b) Los servicios nacionales, como los de correos y telégrafos;
e) Los impuestos;
d) Los aprovechamientos y reintegros; y
e) Los arbitrios fiscales y las operaciones de crédito ...
Todos estos bienes. tanto
los fiscales como los del
Tesoro Nacional, pueden ser objeto de las distintas da·
ses de delitos contra la Hacienda Pública. Pero hay, además. algunos bienes que, sin ser caudales o fondos públi(1)
Articulo
4,0
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19
cos,
se asimilan
a ellos,
correo y que
malversación,
particulares
por
con su extravío,
digo
Penal
Pública.
considera
Así
correos
que
por
lación
ci6n
cometido
el artículo
del todo
correo,
legal
con
como
lo dice
o parte
nuestro
del
IX del
nuestro
Código
Consagra
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contra
teniendo
por
metidos
fiere
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la Hacienda
por
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El capítulo
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Litro
caso
de
ocupen
que gide
asimi.
en abierta
oposi-
penal.
11 del
Penal
Código
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Penal
Título
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a quienes
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III
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CAPITULO
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Código
los principios
que
contra
473:
retengan,
sufrirán ...
que
los dineros
por tanto pueden
ocasionar
etc., un delito que el Có-
arbitrariamente
o dispongan
ren
como
a los de-
aquellos
públicos,
legalmente
que
son
co-
se les con-
los mismos.
primero
es el mús importante
para
nues-
Como los tres primeros artículos de este capítulo presentan alguna dificultad
para su aplicación
en ciertos casos,
nos
solver
permitimos
un problema
copiarlos
que
íntegramente
antes
se ha presentado
sobre
Artículo
458.
Los tesoreros,
administradores
tadores,
y cualesqUIera
otros empleados
públicos
sionados
modo
que
administren,
recaUUtn
o de
de
re-
ellos:
y cono comi-
cualquiera
otro
manejen
o tengan
en depósito
caudales
de la Hacienda
Nacional,
que hicieren
uso de los caudales
o efectos
objetos
para
cen
para
las atenciones
o repongan
luégo
d~ sus empleos
para
multa
obtener
igual
con
los
privados,
aunque
de la hacienda,
que sean
necesarios;
inhabilitación
mismos
a la octava
caudales
de que hubiere
uno a dos ai'ios.
y otros
parte
hecho
no
y aunque
hagan
1 hasta
empleos;
falta
se reempla-
serán
desde
del valor
o efectos
privados
4 años,
pagarán
una
de los efectos
uso, y serán
anestados
o
por
Este Libro Fue Digitalizado Por la Biblioteca Luis Ángel Arango Del Banco De la República, Colombia
20
Artículo 459. Los funcionarios o empleados _públicos, expresados en el artículo anterior, que hicier~ uso
de, los caudales o efectos de la Hacienda Nacional para
objetos privados, y por semejante extravío hubieren dejado de cumplirse las atenciones de la misma Hacienda;
en el respectivo ramo, si reponen los caudales volunta-'riamente, antes de que la falta llegue a noticia de la autoridad superior, sufrirán, además de la privación del empleo e inhabilitación desde 2 basta 8 años para obtener los mismos u otros empleos, una multa igual a una
quinta parte del valor de los efectos o de la cantidad de
que hubieren hecho uso, y de dos a cuatro años de prisi6n; sin perjuicio de satisfacer 108 daños ocasionados por
no haberse cubierto oportunamente las atenciones públicas.
Artículo 460. ti d,espués de negado el heoho a conocimiento de la autotidad superior, la Hacienda Pública se
cubriere del todo de' la cantidad o efectos malversados.
sufrirán la privación de empleo, multa e inhabilitación.
de que habla el artíeulo anterior, y además, de 2 a 4 años
de reclusión.
Si el reintegro no alcanzare al total, pero sí a las dos
terceras partes, s~ sufrirán la ,destitucián, inhabilitación y
multa expresadaa, y de 3 a 6 años de presidio.
Si el reintegro no alcanzar e a las dos tercera partes,
o no lo hubiere, se sufrirán las penas dichas; pero el presidio será de 4 a 8 años.
El siguiente gráfico facilita el estudio comprensivo de
estos tres artículos:
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Y IV
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22
Se ha presentado la duda de cuál de los artículos 458
o 460 es el aplicll!ble en el caso de un empleado de manejo que haya hecho uso de caudales públicos y reintegre
las dos terceras partes antes de que hayan hecho falta pa- .
ra los servicios de la Hacienda Pública.
El Código Penal en los artículos 456 y 459 establece dos penas diferentes.
fundadas en dos circunstancias
que especifican los casos. En efecto. el artículo 452 castiga con uno a dos años de arresto el uso de los caudales
públicos. cuando no han hecho falta para Iaa atenciones
públicaa; y el artículo
459 impone una pena de 2 a 4
años de prisión por el uso de tales bienes. cuando han
hecho falta para dichas atenciones y se hayan reintegrado antes de que la autoridad superior haya sabido el hecho. De manera qlie lo que determina
la aplicación de
una u otra pena es el hecho de que hagan o nó falta para
las atenciones de la Hacienda. Ahora bien: el artículo
460 es el complemento lógico del 459, puesto que contempla el caso de que el reintegro se haga después del
conocimiento de la autoridad
superior;
luego también
se refiere al caso de que los caudales usados hagan falta
para las atendones de la Hacienda.
Además, el inciso
2.° de este ar~ulo
(460) establece una pena de 3 a 6
años de presidio cuando el reintegro no es total. sino de
las dos terceras partes,
teniendo en cuenta. claro está,
que los caudales hayan hecho falta y el reintegro parciai
se haga después de llegado el hecho a la noticia de la autoridad superior.
En el caso que estudiamos, se supone que los caudales no han hecho falta, y que el reintegro asciende a las
dos terceras partes. El hecho de que el reintegro sea sólo
de dos terceras partes, no implica la impoSIción de la pena establecida por el inciso 2.Q del artí.ulo 460, porque
en él se contempla el caso de que los fondos hayan hecho
falta, y en el presente caso, como se ve, se supone que
no han hecho falta. Por consiguiente, se debe aplicar el
artículo 458.
Por otra parte, el legislador consideró de una muy
especial gravedad la distinción. basada en la circunstan-
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23
cia de no hacer falta los caudales o de haberla hecho,
porque castigó ef"primer caso con t a 2 añO'Sde arresto,
y el segundo con 2 a 4 años de prisión; en cambio, el he·
cho del conocimiento o no conocimiento de la autoridad
sólo lo distinguió para el efecto de cambiar la prisión en
reclusión. Por consiguiente. consideró más grave el primer hecho que el segundo, y por tanto, cuando se presente un caso como el que estudiamos. se debe tener más
en cuenta la primera circunstancia que la segunda, porque
no sería razonable que el juez prestara mayor atención a
una circunstancia que el legislador no ha considerado de
mucha entidad, que a otra consignada en la ley como de
suma importancia.
Cuando el uso de los caudales públicos no se hace
para objetos privados sino para otros servicios públicos
d~stintos de los asignados por la ley, sólo se sufrirá la suspensión del empleo por I a 6 meses, y el empleado que
así haya usado de dichos caudales será responsable de los
perjuicios que sufran la Nación o los particulares (artículo 46 I ) .
Pero si alguno de los delitos de que ya se ha tratado
fuere cometido por un empleado público en virtud de una
orden superior, serán condenados solida,iamente a las penas expresadas, tanto el ordenador como el pagador, y
solamente quedará
libre éste de toda
responsabilidad
cuando hubiere reclamado contra la orden, y el ordenador la reiterase.
El artículo 643 establece una pena de multa de diez
a doscientos pesos para los funcionarios públicos que a
sabiendas perjudiquen el Tesoro con alguna operación indebida, siendo, además,
apercibidos y haciéndose res·
ponsables de los perjuicios causados.
Por el artículo 465 se establece la responsabilidad de
los recaudadores y se les impone la suspensión de sus empleos por 2 a 8 meses y el pago de una multa de la décima parte de lo que debieran haber cobrado, cuando no
hicieren,
dentro de los tres días de cumplido el plazo,
las diligencias necesarias para el cobro; y cuando de esta omisión se siga la pérdida o extravío de dichos bienes.
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la pena será de la privación del empleo y el pago de 10
que se haya dejado de satisfacer.
Cuando un empl.eaao encargado por la ley de ia
aprobación de una fianza, aprobare una que no es legal,
pagará una multa de diez a cincuenta pesos; y si por tal
aprobación quedare en descubierto
la Hacienda Nacional, sufrirá la privación del empleo, inhabilitación por 1
a 4 años y el pago de los perjuicios que la Nación sufra.
Lo mismo le acontecerá si da posesión de algún destino
sin fianza legal requerida, salvo el caso de que el empleado así posesiona-:!o sea interino (artículo 466).
Tratan los Artículos 467 y 468 de los funcionarios
que demoran. en provecho propio, los pagos que están
obligados a hacer; y 4e aquellos que, en busca del mismo provecho, sustrae; efectos destinados a la venta pública o favorecen a ciertos compradores o facilitan el éxito a determinados licitadores en las subastas que están a
cargo de dicho funcionario. Para el primer caso se fija
la pena de privación del empleo y multa de cien a mil pesos; y para el segundo, la misma privación y multa de
doscientos a ochocientoS pesos.
El Código en sus articulos 469 a 472, inclusive, señala las penas que .deben imponerse a los empleados de manejo por las omisiones y defectos en la manera de llevar
las cuentas, por no presentarlas en el plazo fijado para
tal efecto. Asímismo trata de las penas asignadas a aqueUos a quienes corresponde el examen y fenecimiento de
las cuentas.
Termina el capítulo primero de este título con el articulo 473, que dice: "Los empleados de correos que arbitrariamente retengan, malversen u ocupen o dispongan
del todo o parte de las encomiendas que giren por correo, sufrirán l'a pérdida del empleo y presidio por uno a
cinco años; debiendo, además, reintegrar, con los intereses, la cantidad usurpada o el valor de la encomienda retenida o malversada. con sus intereses, en su caBO.
IEn iguales penas incurrirán los mensajeros y conauctores de correos de encomiendas que cometan este delito,
mientras las encomiendas estén a su cargo."
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Este último artículo consagra el princIpIO de la asimilación de los dineros que los particulares giran por correo a fond os públicos, porque siendo un elemento con9titutivo del delito contra la Hacienda PÚblica el hecho de
que los fondos o caudales que le sirvan de objeto sean
públicos, sólo por una asimilación legal se concibe que en
este título, consagrado a los delitos contra la Hacienda Pública, haya el legislador castigado un acto cuyo objeto es
el dinero girado por un particular. Pero esta asimilación legal es en un todo contraria a los principios del Derecho
Penal, porque la interpretación analógica que en asuntos
civiles se justifica plenamente, en materia penal no puede
admitirse.
El doctor José Vicente Concha, al comentar este capítulo en su obra, "Tratado de Derecho Penal y Comentarios al Código Penal colombiano," dice, refiriéndose a,l
artículo 458, que los comisionados de que habla tal artículo no pueden ser personas particulares, sino funcionarios públicos que obran por comisión. Se funda en el carácter mismo de las penas de privación o suspensión del
empleo.
Si el doctor Concha sólo quiso con su comentario explicar el sentido que el citado artículo, en con~ordancia
con los demás, da a la palabra comisionados, es evidente
que no tiene razón, porque la mente del legislador fue la
de referirse a personas particulares cuando usó tal expresión; por eso al creer que había cometido el error de considerar como sujeto de un delito contra la Hacienda Pública a un particular, quiso enmendarlo y dictó el artículo 483, que dice "Para los efectos de este capítulo y el
primero, los comisionados, depositarios o personas particulares, con arreglo a dichos capítulos, se consideran como empleados públicos:'
Pero si el comentarista ha querido explicar el artículo de una manera conforme con los principios pena,les,
haciendo ver que no pueden ser personas particulare3 los
dichos comisionados, porque en manera
alguna puede
hacerse una a,similación legal en estas materias, el comentario es fundado.
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Sin embaro. parece que el doctor Conoha 10 hizo en
el primer sentido. como se ded~e de la razón que trae
para apoyar su acerto: la calidad de la pena de privación
del empleo e inhabilitación para obtenerlo. pena que sólo
puede ser impuesta a un empleado pública. Con todo,
pudo ser que el doctor Concha intentara
explicar el artícu·lo conformemente con 1011. principios. para tratar de
ocultar el error cometido por el código; pero, en todo ca80, no tuvo en cuenta el artículo 483. antes copiado.
En el capítulo segundo de este título se establece que
los empleados encargados-del manejo. custodia o admi·
nistración de las rentas nacionales que favorecieren o encubrieren los fraudes cometidos contra ellas. sufrirán las
penas impuestas a los· autores
principales. y además la
pérdida del empleo e inhabilitación perpetua. Si por negligencia del empleado se comete el fraude, será castigado con la pérdida del destino e inhabilitación por 6 a 12
años.
El artículo 47') considera un hecho que en manera
alguna puede constituír un delito contra la Hacienda Pú'
blica. como lo considera el Código. una vez que lo colo'
ea en este. título, que exclusivamente trata de los delitos
de esta especie • Ya se sabe que uno de los elementos
constitutivos del delito contra la Hacienda PÚblica es el
hecho de que los caudales o efectos públicos que le sirvan
de objeto estén bajo el cuidado. guarda o administración
del empleado que ejecute el acto criminoso, y el artículo
en cuestión castiga como delito de esta clase la protección
o encubrimiento con que un funcionario público favorezca
los fraudes en las rentas, de cuya dirección, manejo o
resguardo no esté encargado.
De suerte que, según este artículo. un empleado de
correos que favorezca un fraude
en la renta de licores.
comete un delito contra la Hacienda Pública. Pero a la
luz de los principios que informan la doctrina sobre esta
clase de delftos. no puede considerarse
como tál. De
suerte que este artículo está fuéra de lugar, y su presencia en el título que estudiamos sólo se explica por el espíritu casuístico con que el legislador. al través de él, fue
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agrupando circunstancias agravantes q~e hUbieran quedado bien en el capítulo dedicado especialmente a ellas.
Trata el capítulo 3 de las personas que estando obligadas, por contrato, a suministrar víveres u otros efectos
para cualquier
establecimiento público, cometan fraude
en el cumplimiento de su obligación. Para ellas establece
~l artículo 476 una mult~ de cien a quienientos pesos y
reclusión de 2 meses a 1 año. En igual pena incurirán los
que, comisionados por el Gobierno para comprar o vender algunos efectos. cometan fraude en el desempeño de
su encargo (artículo 477).
Pero si el fraude fuere cometido por un empleado o
agente del Gobierno, asalariado por él. para hacer
la
provisión o suministro, o para comprar. vender, tomar o
administrar por cuenta del Gobierno. sufrirá, además de
las penas señaladas en el artículo 476, la inhabilitación
perpetua para obtener cargos públicos (artículo 478).
Finalmente. el artículo 479 señala la pena de presidio por 1 a 3 años a las perwnas antedichas que usurparen con perjuicio de la Nación una cantidad que sea o exceda de cien pesos.
El último capítulo de este título está consagrado a los
delitos cometidos sobre bienes departamentales
o municipales, y aquellos que pertenezcan a establecimientos u
obras públicas, o estén en secuestro o depósito,
hechos
por la autoridad competente.
Las penas merecidas por estos delitos son las mismas
que el código asigna a los delitos que tienen por objeto
bienes nacionales.
pero disminuidas en una sexta parte
(artículo 486). La disminución
de pena que establece
este artículo es injustificable a todas luces, porque, como
dice el doctor Concha: "El destino que se da a los caudale; o efedos públicos no cambia su naturaleza y carácter, ni puede influír razonablemente sobre la calidad del
delito ni sobre la pena que se debe imponer.
Los artículos siguientes de este capítulo señalan las
mismas penas a los particulares encargados de caudales
de un Departamento o Distrito que cometan alguno de los
delitos enumerados en los artículos anteriores. Lo mismo
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se entiende de los depositarios o secuestres de bienes embargados o secuestrados por orden de autoridad competente .
El artículo 483, que ya conocemos, es el que asimila
a algunas personas particulares a empleados públicos, para poder considerarlas como sujeto de delitos contra la
Hacienda AúblKa.
PARTE TERCERA
CAPITULO
IlIterdepandencla
del Juicio
I
civil ~"pen.I,
del julo(o administrativo
",'" cuentas
en
leneral,
le Influencia
sobre Julolo 'Penal
Como el examen de las cuentas de un empleado de
manejo suele presentarse en la forma
de un verdadero
juicio administrativo;
como es importante definir la influencia que entre sí 'tengan recíprocamente ese juicio y el
criminal que se siga'por alcance; y como el juicio y el fa·110 administrativos, pueden guardar cierta analogía con el
juicio y la sentencia civiles, pero pueden también discrepar fundamentalmente de ellos, conviene examinar las relaciones qá~ h~y entre el juicio civil y el penal que versen sol:Jietel mismo punto, y estudiar también la influencia recíproca entre el fallo administrativo y el penal.
:La mayor parre de los delitos producen un doble daño: uno individual, en la persona o en los bienes del ofendido, y otro social. que consiste en la perturbación de la
tranquilidad pública. El individuo
busca la reparación
del primero de estos daños mediante el ejercicio de la
acción civil, para hacerse indemnizar por los perjuicios
sufridos a causa del acto eriminoso:
es la defensa que
contra el ofensor dej l! la sociedad a la víctima.
El segundo daño o daño social, tiene su repa'I'8ción
con el ejercicio de la acción penal. La sociedad. para defenderse, previene los delitos. pero, una vez que éstos se
han consumado, busca la reparación
del mál causado,
procurando restablecer el equilibrio ético que el acto delictuoso d~squisiara.
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La aCClOncivil tiene. indudablemente, una esfera más
extensa que la acción penal, porque al paso que ésta sólo
dice relación a la persona del delincuente, aquélla abarca, además, el patrimonio. Por otra parte. la acción penal cobija tan sólo la responsahilidad de quien cometió
el delito, y en cambio, la acción civil se extiende muchaa
veces a personas que. sin haber intervenido en la comisión del acto criminoso, deben, sin embargo, ser responsables de los daños causados por él. Tal sucede en el caso de la reparación de perjuicios exigida al padre de familia por los daños que ha causado un acto delictuoso de
su hijo, o también cuando muere el autor del acto dañoso-único
sujeto de resp~bilidad
penal-y
la acción
civil se sigue contra sus herederos.
El ejercicio de la acción civil que nace del delito, para lograr la reparación del daño individual. está en una
especie de subordinación respecto de la acción pública;
pero sólo en cuanto a su prosecución; y así todas las legislaciones prQcedimentales establec~n que aquélla debe
mantenerse en suspenso mientras
recae sobre ésta una
sentencia definitiva. cuando las dos acciones no han sido
conjuntamente
entabladas
ante el Juez de lo Criminal.
porque en el caso de haberse intentado'"'el mismo juicio.
se decidirán a un mismo tiempo en la sentencia definitiva.
:Esta prejudiciabilidad
de la materia penal en nada
afecta a la acción civil, pues sólo produce una suspensión en su ejercicio. En esto no hay dificultad alguna .
.El problema está en saber si la cosa juzgada en materia (Jenal es suficiente para hacer nugatoria la acción civil por los perjuicios. y al contrario, si la cosa juzgada en
materia civil debe ser respetada
por el Juez de 10 Criminal.
Tres elementos tiene la cosa juzgada tanto en el juicio civil como en el penal: identidad de objeto, identidad
de partes e identidad de causa.
Examinemos si una sentencia definitiva. civil o penal,
reúne la5 condiciones de cosa juzgada respecto de otra
sentencia penal o civil, respectivamente.
La identidad de objeto no existe entre un juicio civil
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y uno penal.
Ya hemos visto que la aeclon pública busca la reparación del mal social. por medio del castigo impuesto al delincuente. Este es el objeto qe la acción pe-
nal.
¡Por su parte, la acción civil busca la reparación de
un daño individual. Los objetos de estos dos juicios son.
pues, diferentes, y por tanto de ellos no se puede predicar la identidad exigida como primer elemento de la cosa juzgada.
Las partes que intervienen en los dos juicios tampoco son las mismas, porque en el penal obra la sociedad
representada por el Ministerio. Búblico. y en el civil la
parte que se pretende perjuqicada en sus intereses. No
puede decirse que la acción' penal abarque también los
perjuicios causados a la pa;te lesionada, porque si bien
es cierto que el Mini$terio Público representa todos los intereses sociales. entre los cuales
está la reparación del
perjudicado. no representa de una manera especial a la
parte civil. hasta el punto de tener calidad para defender sus intereses pecuniariolJ.
Si basta que faIte alguno de los elementos de la cosa juzgada para que no pueda tenerse por tál y carezca
de fuerza para iUlpedir el curso de una nueva acción. con
mayor razón sucederá esto si le faltan dos de dichos elementos. como acontece en el caso que estudiamos.
Pero aun en el hecho del delito.
que es la causa de
las dos acciones. la civil y la penal. y que es el punto común de entrambos juicios. tampoco se encuentra la identidad exigida para la cosa juz.gada. Este hecho delictuoso en que. tanto la sociedad
como el individuo, fundan
sus acciones. es, bajo varios aspectos, diferente en orden
a los dos juicios. En efecto. el juicio criminal lo persigue
como dañoso para la sociedad o como violatorio de una
ley penal, sin tener en cuenta los perjuicios individuales
que haya causado; y si tal hecho no es calificado como
violatorio de una ley penal,
morirá la acción, por más
dañoso y perjudicial que el hecho haya sido para un particular. Se puede. pues, presentar el caso de que una sentencia civil condene al acusado a la reparación de los
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daños causados, en tanto que el juicio criminal lo absuelva por no considerar el hecho como delictuoso.
En el juicio civil se persigue el hecho que ha causado
un daño individual, sin que se tenga en cuenta la circunstancia de que sea más o menos socialmente dañoso o violatorio de una disposición de carácter penal. Y así nada
de extraño tendría el hecho de que el Juez de 10 Crimi~
nal sentenciara al acusado por lo mismo de que fue ab~
suelto en el juicio civil.
Por otra parte, el juicio penal considera de igual mo~
do el sujeto activo del delito que el proceso civil? 0, mejor dicho, la imputabilidad civil es igual a la penan
El juicio civil considera al sentenciado como responsable del acto dañoso, y comó a tái, lo obliga a reparar los
perjuicios causados.
Una vez que se haya
demostrado
que el acusado es el autor del hecho, procede el juez civil a declararlo responsable del perjuicio, y por ello obli~
gado a su reparación.
No sucede lo mismo con el juicio penal: en él no es
suficiente que el hecho exista materialmente y que sea físicamente imputable al acusado, para deducir la respon5a,pilidad, porque ésta en materia penal es muy distinta
de la civil y depende de un cúmulo de circunstancias que
se refieren, ya a la persona del acusado, ya al hecho de
estar condenado el acto por la ley, etc:. (1).
El tratadista de Pruebas Judiciales, Nicolás Framari.
no, dice a este respecto: "La diferencia de fines y de valor de las pruebas en los dos juicios lleva claramente a
afirmar que la presunción juris et de jure de la verdad
de la cosa juzgada civil, no puede tener en lo penal más
fuerza que cualquiera otra presunción civil del mismo género" (2).
(1)
"La
ef(\('to.
sino
mientras
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illllltltahilidlld
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o sern;>jllntes
de
condi-
Callon),
ll:igill:l ::;¡O.
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32
Las diferentes legislaciones se hallan divididas en este
punto, porque al paso que la alemana, la austriaca, la brasileña y otras afirman la completa independencia de los
dos juicios, puesto que desligan el juicio civil de la culpa
y el dolo, otras, como la franCe5a y la italiana, fundan la
responsabilidad civil sobre el dolo y la culpa, y consagran, por tanto, el principio de la dependencia en este
particular.
Nuestro Código sigue esta última teoría, como puede
deducirse claramente del texto de los artículos 2346 y
2352
(1).
Ya hemos visto que la aceión penal debe ser independiente ,de la civil, y que por tanto se puede intentar aquélla por más que ésta haya fracasado en la sentencia que
le puso fin. En parte pued~ dedrse otro tanto del juicio
administrativo de cuentas, porque si bien es cierto que
él constituye precisamente la comprobación del delito, y
que mientras no _ista esa comprobación el juicio penal
,obre nada podrá decidir, también es cierto que, terminado el examen definitivo de las cuentas, desfavorablemente para el empleado de manejo, no se puede decir
que el fallo penal haya de correr la misma suerte: del hecho de lá deducción de un alcance no puede concluirse
necesariamente la existencia de un fraude,
apropiaclon
indebida, destinación ilegal, que es lo que el Código Penal exige para que pueda considerarse el acto como criminoso. De suerte que bien puede existir la comprobación
(1)
Articulo
2346.
no son capacesl!e
ellos
causados
dichos
cometer
serán
menores
menore.s
L()S
delito
di~z
o culpa;
responsables
o dementes,
de
las
alíos
pero
persona~
si a tales
y lOti dementes
de los
a cuyo
personfLS pudiera
daflos
cargo
por
estén
imputárse-
les negligencia.
ArtrculQ
danos
2352.
causados
indemnizadas
La~
per;:¡onllil
obligadall
por las que de ellas
dependen,
sobre
los biene!l
causÓ el daño
lo hizo
diencia,
capaz
., era
de
sin
de éstas.
orden'
de la
cometer
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a
la
reparación
tendrán
si los
derecho
hubiere,
persona
o culpa,
a quien
según
de
a ser
., si el que
debfu
obe-
el articulo
2346.
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33
del hecho del alcance. sin que por esto pueda decirse que
en el juicio penal habrá de condenarse necesal'iamente al
ólcusado. porque en el examen del presunto delito se pueden encontrar circunstancias que hagan desaparecer por
completo la responsabilidad penal. En cuanto se refiere
al juicio administrativo de cuentas en sus rela~iones con
el penal. sería tan difícil sostener la independencia ab~oluta como la completa sujeción de un juicio a otro. En
efecto. hay casos en {¡ue el juicio administrativo no puede
tener influencia alguna en la finalidad del proceso penal.
y otrGS en que la dependencia del segundo respecto del
primero debe respetarse.
i\sí. la finalización del juicio
c.dmínistrativo de cuentas. con la expedición de un finiquito definitivo. no destruye la ,acción
penal que nace
del uso indebido que el empleado de manejo pudo haber hecho de los caudales públicos. tEn cambio. cuando
se trata de un delito de malversación, o apropiación de
fondos. delito que sólo puede existir cuando se deduce
un alcance contra el empleado de manejo. el juicio adm:ni:,trntivo es la base necesaria ·del penal, porque mientras no se haya probado. con el examen de las cuentas.
que hubo tal alcance. el Juez de lo Criminal no tendrá
sobre qué decidir. En este caso el hecho que se considera como punible es el alcance. y mientras él no esté plenamente comprobado.
nn se podrá imponer un' castigo
por él. sin lesionar grnvemente la justicia. Por consiguiente, podemos decir que cuanNn se trate
de un delito de
rr.alversac;ón o apropiación. n. mejor,
cuando el juicio
penal haya de castigar un alcance deducido contra un empleado de manejo. el juicio de cuentas es prejudicial. y
mientras éste no haya concluído. aqut-¡ no podrá terminarse. porque le falta el 'hecho comprobado sobre el cual
debe decidir.
L, que oigamos en el capítulo siguiente se refiere él
este último caso. o sea al delito de malversación o aprop:acié,n indebida.
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34
CAPITULO
Efectos
del juicio
a:lminlstratlvo
11
y del juicio
penal
iDe varias maneras procura la 150ciedad la defensa de
los caudales públicos:
emplea en primer -lugar medios
preventivos. como las cauciones exigidas a los empleados
de manejo para asegurar el pago de posibles alcances. y
las visitas :hechas a ,las oficinas. En segundo lugar, establece el juicio administrativo de cuentas; y por último, el
proceso penal que deduce la responsabi,lidad e impone la
pena.
Las visitas hechas -por los empleados de manejo tienen por objeto prevenir los haudes que puedan cometerse contra el !Fisco. Con ellas la sociedad ejercita uno de
los medios de qué; dispone para defender los caudales púb1icos.
El empleado visitador examina las cuentas, hace (;:'1
arqueo de caja y practica todas las diligencias necesarias
para asegurar ,la ·buena marcha
de]a
oficina visitada o
paraha&r
suspender al empleado que deba responder
de las irr~ularidades
que aparezcan; o también, para poner en: seguridad los saldos que se encuentren en caja.
Pero la diligencia de visita, por más que haga constar hechos que claramente puedan constituír un delito, no
pueden considerarse como prueba plena de él. porque tal
visita no se encuentra en la tarifa legal, con ese carácter.
y porque el examen de las cuentas de una oficina, hecho
aisladamente, sin examinar conjuntamente ~as de las oficinas dependientes y superiores, no puede expresar tel y
exactamente el estado de dichas cuentas, fidelidad y exac'
titud que sólo podría obtenerse por un examen total hecho así en las oficinas superiores, como en las tributarias
con un corte de cuentas, o una suspensión simultánea de
las operaciones en todas ellas.
No se crea. sin embargo, que las visitas fiscales carecen de todo valor respecto a la comprobación del delito.
!E1,laspueden ser apreciadas como indicios más o menos
.
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vehementes
bieran
de un delito
tenerlas
probatorio
ellas:
legal
la
la investi;:;-ación
ducidos
de
por
criminal.
Estos
la responsabilidad
cio pena]
cido
tanto,
con
en una
Debe,
cuentas
por
tanto
bunales
de visita
fallarse
ticia.
Pero
esto
do
el juicio
que
"Si
es ese examen,
a la
penal.
frase
preferible
definitivo
Alguno
apta,
Por
otra
parte,
el examen
tardío,
loría.
como
hoy se hace
Hay
delitos
que
a cualquier
pueden
cesitan
conocimientos
cesitan
ser
comprobados
medios
(1)
./.
A.
~Io!ltal\"i)
•.
que'
juriscon-
dispendioso
por
y
la Contra-
ordinaria
con
medios
ordinarios
que
y otros
delitos
de
manera
que
alcance sino de determinadas
cimientos
especiales
o tienen
{'t)l'lp
tan
especiales;
una
delito
al castigo
el mismo
comprobarse
persona,
del
de un pos:ble
:~
rápida
Comprobación técnica y comprobación
del delito
sibles
de
completamente
convincente,
antes
manera
tri-
y feliz de un conoci-
lo advierte
de una
las
para poder exinugatoria
la jus-
la impunidad
de las cuentas,
de
y pueda
definitivo
y queda
elocuente
sería
dedu-
de nuestro~
al examen
de manejo
sería hacer
la prueba
el jui-
un alcance
se imponga
sin esa prueba,
pues el castigo
inocente
es un crimen social (1).
sulto,
pro-
deducción
comprobado
aguardar8e
es inaceptable
con una
penalista:
ini-
fiscal.
quede
las cuentas
de un empleado
;drle rc::;por.sabilídild
penal,
desvirtuado
de
para
de fallar
de
el examen
el delito
ha dicho
hacer
base
los efectos
la práctica
fundamento
aguardarse
que
de-
penal.
el único
pues,
son
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puedan
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diligencia
para
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pero
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y como
y ajustar
el delito,
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el Fisco,
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probació.n de los primeros se puede llamar ordinaria, y
la de los segundos, técnica. El hecho de ,hallarse el cadáver de un .hombre, puede ser in<licio <le un delito y ser~
virde comprobación de ese mismo indicio el testimonio
<le las personas que lo vieron; pero de ninguna manera
podrá deducirse de ese mero hecho la existencia de un
homicidio, porque para llegar a tal conclusión es necesa~
rio saber que la muerte no ocurri.ó naturalmente ni pro~
'Vino de un accidente cualquiera. Para saber si hubo delito, es menesser apelar a una prueba pericial que venga
a esclarecer las causas que motivaron la muerte, esto es,
una comprobación técnica que necesita hacerse para saber si la muerte provino de un acto punible.
En general, se pue<le decir que todo delito cuya exis~
ten<:ia jurídica depende de un juicio cualquiera, e3 <le
comprobadón técnicá.
La deducción de un alcance hecha por un visitador
fiscal en la diligencia de visita, no basta para que se pue~
d<\ considerar existente el delito de malversación de caudales ptÚblicos: es menester que el examen técnico de las
cuentas ponga en claro tal alcance, y este examen sólo
puede ,haéÍtrse en Ia Contraloría, que es la encargada de
fenecerlas y decidir si hay o nó alcance. ¡Mientras la Contraloríano
haya decidido este punto, no habrá comprobación técnica que pueda darle al alcance la calidad de
verdadero.
Efectos del juicio administrativo de cuentas
El Departamento de Contraloría,
que hoy ejerce las
funciones de la antigua Corte de Cuentas, es la encarga~
da, como se ha visto, del examen general de las cuentas
de todos los empleados nacionales de manejo. ,M¡nucio~
Sflmente examina dichas cuentas, y segÚn los casos, extiende el ,finiquito definitivo o deduce un saldo en contra
del empleado respectivo. Pero las decisiones de la Contraloría son apelables ante el Consejo <le Estado, quien
en última instancia decide el asunto .
.Los efectos que este juicio produce cuando ha Ilega-
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do a su fin son los de definir si el empleado de manejo está a paz y salvo, según sus cuentas, con la Nación, si es
acreedor o deudor de ella, y a cuánto asciende el saldo
favorable o desfavorable, para ordenar el pago en el primer caso o hacer efectivo el cobro en el segundo.
Como ya vimos, este juicio es la comprobación técnica de todo delito que contra la Hacienda Pública pqeda presentarse. Después de él, ya se sabe a ciencia cierta que el alcance es efectivo, y sólo así puede fallarse el
juicio penal que tenga por objeto dicho alcance.
T oca, pues, al juicio administrativo de cuentas la· definición de quién debe a quién y cuánto, para hacer efectivo el saldo y para dar fundamento jurídico al faBa penal que venga a decidir sobre la responsabilidad del funcionario público de manejo contra quien se haya deducido el alcance.
'Efectos de juicio penal
Para declarar la responsabilidad penal e imponer la
pena merecida por un acto perjudicial a la Hacienda PÚblica, viene el fallo del juicio criminal. Luégoo que se ha
comprobado
técnicamente el delito por medio de una
decisión definitiva sobre las cuentas. sobre ese hecho cierto puede ya fallar el poder penal.
El juicio penal viene a declarar si el hecho sometido
a su estudio fue cometido por el aCllsado con dolo crimi.
noso, y si ha de merecer, por consiguiente,
un castigo.
Por tanto, el efecto de ese juicio es el de imponer el castigo merecido por un hecho doloso cuya comprobación
técnica aparece del fallo de cuentas.
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