MOVIMIENTOS SOCIALES: EL NACIONALISMO. 1. − INTRODUCCIÓN.

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MOVIMIENTOS SOCIALES: EL NACIONALISMO.
1. − INTRODUCCIÓN.
Desde hace algunos años, en la literatura especializada se viene planteando la necesidad de precisar el
significado de movimiento social para poder aplicarlo correctamente y disponer de auténticas herramientas
conceptuales, en lugar de proceder a partir de simples generalizaciones empíricas. Esto ha generado una
minuciosa investigación de los movimientos sociales contemporáneos.
Los dos principales enfoques para la investigación de los movimientos durante los años ochenta fueron el de
la movilización de recursos y el de los nuevos movimientos sociales, y tuvieron sus ámbitos de influencia en
EE.UU. y Europa, respectivamente. Cada uno siguió una concepción diferente de los movimientos. Para la
teoría de la movilización de los recursos, los movimientos sociales son grupos racionalmente organizados que
persiguen determinados fines y cuyo surgimiento depende de los recursos organizativos de que disponen. Por
el contrario, el enfoque de los nuevos movimientos sociales ha seguido una concepción diferente, se ocupó
especialmente del papel que desempeñan los procesos de construcción de identidades colectivas en su
formación.
Como suele suceder con frecuencia, cada uno de estos enfoques representa una reacción contra el que había
dominado el contexto científico en que surgió. Las teorías de la racionalidad cuestionaron la concepción de
los movimientos propia de la teoría del comportamiento colectivo y su tendencia a destacar el carácter
emocional y desorganizado de los movimientos que prevaleció en Estados Unidos durante los años cincuenta
y sesenta. El enfoque de los nuevos movimientos sociales también cuestiona el enfoque tradicional que había
prevalecido en Europa y su principio de explicación, que se sitúa en la división de las clases sociales. La idea
según la cual estas últimas dan lugar al único conflicto real y estructural en la sociedad choca con la
importancia que adquieren los conflictos basados en el género y la raza, y otras formas de solidaridad que no
pueden interpretarse en estos términos y tienen central importancia en las nuevas formas de acción colectiva.
Algunos sociólogos vieron con malos ojos el pluralismo teórico y metodológico de la sociología porque
pensaban que suscitaba disputas epistemológicas entre distintas escuelas y producía una fraccionalización del
mundo académico y la ruptura de la unidad de criterio que consideraban necesaria para evaluar los
conocimientos científicos en la universidad.
Después de haber leído este libro mi opinión es otra, pienso que el pluralismo teórico enriquece el debate,
permite profundizar en sus aspectos centrales y desarrollar nuestro conocimiento de los hechos.
Esta idea se manifiesta en la evolución de la sociología de los movimientos sociales desde la Segunda Guerra
Mundial, momento a partir del cual el debate entre distintas perspectivas teóricas ha sido particularmente
intenso y ha estimulado un creativo desarrollo.
Otra razón de ese desarrollo conceptual es la interrelación que casi siempre existe entre las teorías
sociológicas y los acontecimientos históricos que influyen en ellas. Las teorías sobre movimientos sociales
guardan relación estrecha con las experiencias de sus analistas y los cambios en el contexto en que surgen esas
teorías.
Por ello, la concepción de los movimientos ha ido cambiando la historia de los países occidentales, lo cual ha
contribuido al desarrollo de esta disciplina como consecuencia de la necesidad de ajustar sus supuestos a los
fenómenos colectivos de que se ocupa.
Los conceptos que aplica el sociólogo a sus objetos de estudio actúan como lentes que amplían o nublan su
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percepción, como faros que iluminan lo que considera necesario analizar y dejan en la sombra lo secundario.
Ante la proliferación de enfoques que se ha producido en este campo GUSFIELD destaca la necesidad de
seguir un principio de relatividad que conduce al pluralismo teórico. Ese principio es congruente con la
naturaleza de las teorías sociológicas en general, que nunca tienen carácter ontológico, sino que son simples
instrumentos para interpretar los hechos.
Sin embargo, nombrar es empezar a conocer y la adopción de un enfoque influye decisivamente en la
selección que hace el sociólogo de su objeto de estudio, de aquello que considera más importante investigar
para interpretar los hechos correctamente, como muestra la evolución de la investigación sobre movimientos
sociales. Y a cada enfoque subyace una concepción más amplia de la sociedad en la que surgen los
movimientos y de las formas de poder institucionalizado en ellas.
Conforme se desarrolla la sociología, mayor es la importancia de identificar las raíces de las teorías que se
aplican, las cuales suelen tener precedentes directos en otras anteriores de las que extraen aquellos supuestos
válidos para aproximarse a los hechos que siguen siendo útiles y rechazan otros que el cambio social ha
dejado obsoletos.
Un principio básico de este libro es que el sentido de una teoría sociológica depende de su utilidad para la
interpretación de los hechos sociales, con los que debe ser contrastada continuamente.
Un aspecto importante de los movimientos sociales contemporáneos se refiere a su discontinuidad en el
tiempo, la cual está íntimamente relacionada con sus efectos y también ha constituido uno de los ejes de la
larga investigación que comienza en la sociología y se plantea en dos sentidos.
La discontinuidad organizativa parece haberse convertido en un rasgo recurrente de los nuevos movimientos
sociales en España y otros países.
2. − CONCEPTO DE MOVIMIENTO SOCIAL.
2.1. − Campo de estudio de los movimientos sociales:
El aumento del interés por los movimientos sociales que surgen en las tres últimas décadas ha reforzado los
intentos de acotar el extenso campo de fenómenos a los que suele designarse mediante la expresión
movimiento social. Es frecuente que se designe como seguidores de un movimiento a los que participan en
una escuela de pintura, a los seguidores de Gurú Majarashi, a los votantes de un partido político o a los que de
diversas formas participan en el llamado movimiento sindical en nuestro país.
L falta de precisión del concepto está relacionada con el pluralismo teórico que caracteriza a este campo de
estudio con la existencia de distintos enfoques que parten de una concepción diferente de su objeto. Otras
razones son tanto de carácter epistemológico como práctico; las primeras hacen referencia a la imagen
moderna de los movimientos que ha prevalecido en nuestras sociedades occidentales; las segundas proceden
de la importancia que ha adquirido su estudio en las ciencias sociales debido a su contribución al análisis de
los grupos, las redes sociales y las identidades colectivas.
Ello confiere especialmente importancia a los esfuerzos por desarrollar el marco teórico desde el que se
estudian los movimientos, para precisar el significado de este concepto y reforzar su utilidad en la
investigación de los que surgen en nuestras sociedades.
Para desarrollar una definición comprensiva del concepto, DIANI propone fundarla en el creciente consenso
entre los analistas de los movimientos sobre una serie de elementos que los integran. Los movimientos son así
definidos como redes de interacción informal, que comparten creencias y solidaridad, y desarrollan formas
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conflictuales de acción que se sitúan fuera de la esfera institucional y los procedimientos rutinarios de la
vida social.
Esta definición se aproxima a la propuesta por Alberto Melucci pero difiere de ella en el énfasis que éste pone
en el carácter de proceso cambiante de los movimientos sociales.
Pese a los esfuerzos de síntesis que han tenido lugar en el campo de los movimientos sociales, sigue
existiendo una línea divisoria entre los enfoques más empleados. Aunque cada uno se centra en una de esas
líneas de investigación, la división no parece responder tanto a la exclusión formal de las demás como a
diferentes concepciones sobre la naturaleza de los movimientos y la forma de explicar su surgimiento. Esa
línea de demarcación suele responder a supuestos previos sobre los modelos de racionalidad que guían el
comportamiento de sus seguidores, y puede estar más próxima o más lejana de la imagen moderna de los
movimientos.
2.2. − Reconstrucción teórica:
Para esta tarea de construcción teórica no es necesario partir de cero, ya que hay una plataforma previa,
formada por aquellas aportaciones de las tradiciones anteriores que conservan su utilidad para la
interpretación de los movimientos contemporáneos. De ahí el empleo de la palabra reconstrucción para
designar esta tarea conceptual y el énfasis de las aportaciones clásicas.
La convergencia teórica entre las perspectivas constructivistas y la interaccionista clásica es fruto de las
siguientes razones:
* La concepción del movimiento social como un proceso sujeto a continuos cambio y como un objeto en sí
mismo, que no puede explicarse simplemente por las condiciones del contexto en que surge.
* El énfasis en los procesos de definición colectiva de los problemas que motivan la participación en el
movimiento.
* La capacidad de los que siguen el enfoque clásico para revisar sus supuestos y adaptarlos a la cambiante
situación de estas formas de acción colectiva y para eludir la tendencia a calificar a los movimientos de
racionales o irracionales en la que se ha centrado la crítica a este enfoque.
Dicha tipología distorsionaba la naturaleza de los movimientos, al diferenciar entre los que tienen lugar en las
instituciones sociales y se consideraban normales y aquellos fenómenos de comportamiento colectivo y
divergente que rompían con las normas sociales.
La convergencia entre los enfoques constructivistas y clásicos está basada en el carácter
complementario de algunos de sus supuestos básicos y en que sus respectivas concepciones de los
movimientos sociales no responden claramente a la imagen moderna de éstos. Sin embargo, en un periodo de
optimismo y apogeo de los supuestos modernistas, su influencia no podía dejar de reflejarse en la teoría inicial
del comportamiento colectivo e informa la distinción entre éste y las formas de comportamiento organizado
que estableció su fundador, ROBERT PARK (1939−1972). En esa dicotomía se fundan las dos acepciones del
concepto, amplia y restringida, y la tendencia a calificar los movimientos de racionales o irracionales.
2.3. − Movimientos sociales y cambio social:
La teoría del comportamiento colectivo define los movimientos sociales como esfuerzos colectivos para
producir cambios en el sistema de normas y relaciones sociales que denominamos orden social.
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La primera característica de un movimiento es su orientación hacia el cambio social, cuya búsqueda es
considerada el elemento distintivo de los movimientos sociales. El cambio propuesto no necesariamente afecta
al conjunto de la sociedad ni a las instituciones que producen los recursos más importantes, sino a algún
aspecto del sistema de normas y relaciones sociales al que los sociólogos suelen denominar orden social. Al
igual que sucede con el concepto de cambio social, el significado del anterior difiere por su amplitud del que
tenía en la literatura sobre los movimientos clásicos y es equivalente al de organización social, en tanto que
síntesis de los elementos estructurales y culturales de una sociedad.
El significado amplio de los conceptos orden, cambio y movimiento sociales también informan la
aproximación de dicha tradición clásica a estos últimos. Pero a diferencia de lo que sucede con las
concepciones modernas de los movimientos, la relación con los procesos de cambio social no presupone que
las reivindicaciones de los movimientos tengan una orientación determinada por el sentido de la historia o la
concepción prevaleciente de lo que es proceso en las sociedades modernas. Los movimientos sociales son
colectividades que actúan con cierta continuidad para promover o resistir un cambio en la sociedad o
en el grupo del que forman parte. (Turner y Killian, 1987:222).
Para el enfoque clásico del comportamiento colectivo, los movimientos sociales son procesos de acción
colectiva sujetos a cambios en sus marcos de acción como consecuencia de los que se producen en los
procesos de definición colectiva de los problemas que motivan (Turner, 1981; Blumer, 1936). Ese supuesto
informa la concepción libre de valoraciones de los movimientos, al igual que la idea según la cual son objetos
de estudio en sí mismos que no pueden ser explicados por las características estructurales del contexto social.
Se trata de una idea central para las perspectivas constructivistas contemporáneas que exige del analista
especial cuidado para no dejarse llevar por sus prenociones y simpatías sobre las metas y formas de acción del
movimiento.
Por eso es más adecuado afirmar que existe una relación entre movimientos sociales y procesos de cambio
social que dar por hecho que los primeros son aquellas formas de acción colectiva destinadas a producir
determinada clase de cambios en la sociedad.
2.4. − Movimientos sociales, asociaciones y grupos de interés:
Otra distinción clásica que sigue siendo útil para delimitar el campo de estudio de los movimientos sociales se
estableció entre estas tres formas de agrupación. Para la teoría del comportamiento colectivo, las asociaciones
profesionales, los sindicatos de trabajadores y las asociaciones patronales no constituyen movimientos
sociales per se si no mantienen una relación con los procesos de transformación social. La tendencia a
identificar los movimientos sociales con las organizaciones que los promueven choca con la existencia de
movimientos que no tienen estructuras organizativas formalizadas ni asociaciones que los impulsen, como el
movimiento contracultura en los años sesenta o el de la Nueva Era en nuestros días. En esos casos no es
posible identificar una estructura del movimiento, que está integrado por una variedad de redes
interpersonales sin visibilidad pública.
Si analizamos las reivindicaciones de los sindicatos de trabajadores en países como el nuestro, la cuestión que
se plantea es hasta qué punto es aplicable un supuesto bastante difundido sobre la ideología corporativa de
estas organizaciones que se manifiesta en una estrategia de exclusividad en la defensa de los intereses de sus
afiliados y las convierte en grupos de interés. En España, ese supuesto podría aplicarse a las huelgas generales
que en los últimos años han organizado los grandes sindicatos contra políticas similares a las que se han
aplicado en otros países para controlar el aumento del desempleo, como la flexibilización del mercado de
trabajo y la introducción de la contratación temporal en las empresas.
En este punto vuelve a surgir el problema de la amplitud de conceptos muy empleados en el análisis de los
movimientos sociales, como estructura de oportunidad, reivindicaciones o recursos: cuanto más amplios son,
menos rigor tienen, pueden interpretarse de distinta forma y aplicarse a una variedad de fenómenos empíricos.
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Para acotar el concepto de movimiento social lo propuesto por ENRIQUE LARAÑA es reconstruir el
concepto con una síntesis de supuestos clásicos y contemporáneos. Los primeros subrayan el carácter
relativista de estas formas de acción colectiva y brindan una distinción entre ideologías y utopías que puede
ser bastante útil para diferenciar los movimientos en función de sus marcos de acción colectiva.
2.5. − Movimientos sociales y comportamiento colectivo:
Llegado este punto se exige una diferenciación de los movimientos sociales de otras manifestaciones de
comportamiento colectivo que tradicionalmente han desempeñado un importante papel en el desarrollo de la
investigación en este campo.
Esos comportamientos se caracterizan por el bloqueo de ciertas funciones cognitivas y suelen producirse en
situaciones de riesgo para la seguridad de los individuos o de alarma social, como cuando cunde el pánico por
un incendio o una catástrofe. A veces también surgen sin que concurra ninguna de estas cosas, sino a
consecuencia de que cunde la voz de alarma en un espacio donde hay muchas personas, como ha sucedido en
recientes tragedias que han tenido lugar en campos de fútbol. Para GUSFIELD estos fenómenos de
comportamiento esporádico y desorganizado se diferencian con claridad de los movimientos sociales, ya que
no tienen relación con procesos de cambio social, y las personas que participan en ellos carecen de conciencia
de pertenecer a un grupo y se mueven como autónomas impulsados por la masa.
Los marcos de injusticia desempeñan un papel clave para movilizar a los potenciales seguidores de un
movimiento en defensa de lo que consideran un derecho, como se expone al tratar las movilizaciones
estudiantiles que surgieron en España contra la política educativa del gobierno. La fuerza que adquieren las
definiciones colectivas de lo que es justo promovidas por asociaciones de afectados se manifiesta en los casos
de catástrofes colectivas. Esas asociaciones actúan en función de unas definiciones sobre las causas de su
situación que promueven entre los afectados, y pueden producir movilizaciones persistentes cuando consiguen
difundir marcos de injusticia sobre esas causas, identificar responsables y suscitar acciones destinadas a
resolver el problema.
En este caso la distinción clásica sigue siendo útil como punto de partida para precisar el significado del
concepto de movimiento social. Por lo general, estas asociaciones suelen limitarse a actuar como grupos de
interés y, como sucede con las modas, los públicos y las tendencias sociales, no hay relación entre sus
reivindicaciones y esfuerzos compartidos para producir cambios en la sociedad o resiste a ellos. Por tanto,
ninguno de estos fenómenos colectivos es un movimiento social.
2.6. − La unidad de los movimientos sociales:
Para la teoría del comportamiento colectivo, los movimientos sociales se caracterizan por su continuidad en el
tiempo y por que presentan una mayor integración de sus seguidores que la mayoría de los grupos sociales.
Ambas cosas diferencian a los movimientos de otros fenómenos colectivos, como migraciones o
movilizaciones, que no pueden conceptualizarse como movimientos por dos razones. En primer lugar, la
continuidad de los movimientos es fruto de su conexión con los procesos de cambio social, y ello los distingue
de aquellas acciones que tienen carácter ocasional y esporádico, como sucede en numerosas huelgas,
manifestaciones y disturbios. Esos fenómenos colectivos se suelen estudiar como movimientos sociales, a
pesar de que su falta de continuidad impide que exista la relación con un proyecto de cambio social en el
sentido amplio antes citado.
La cohesión interna de los movimientos sociales se manifiesta en que sus miembros comparten ideas comunes
y tienen una conciencia colectiva, en sentimientos de pertenencia a un grupo y de solidaridad con sus
miembros. Esos elementos no se dan en otros hechos colectivos que pueden tener cierta continuidad, como las
migraciones masivas y las fiebres del oro. Tampoco puede darse por hecho que la participación de una
persona en una huelga o una manifestación implique compartir una conciencia colectiva con los que también
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lo hacen. En estos casos hay un componente de contagio social y una sensación de colectividad que con
frecuencia está presente en otras formas de acción colectiva, pero en el análisis final el comportamiento sigue
teniendo carácter individual. En congruencia con esta definición del movimiento social, los autores clásicos
establecen como criterio de distinción la naturaleza grupal o individual de los objetivos y planes de acción que
motivan esas conductas.
2.7. − Resonancia cultural y construcción social:
Hay que destacar la relación entre movimientos sociales y procesos de cambio social, que puede ser positiva
(consiste en promoverlos o apoyarlos) o negativa (de resistencia a ellos). Otro criterio central para identificar
un movimiento social responde a la naturaleza de estos fenómenos colectivos como agencias de significación
colectiva y sistemas de acción simbólica, que difunden nuevas ideas en la sociedad y muestran formas
alternativas de participar en ella.
El concepto de movimiento social se refiere a una forma de acción colectiva:
• que apela a la solidaridad para promover o impedir cambios sociales;
• cuya existencia es en sí misma una forma de percibir la realidad, ya que vuelve controvertido un
aspecto de ésta que antes era aceptado como normativo;
• que implica una ruptura de los límites del sistema de normas y relaciones sociales en el que se
desarrolla su acción;
• que tiene capacidad para producir nuevas normas y legitimaciones en la sociedad.
3. − LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES.
3.1. − La edad:
Un problema frecuente en la interpretación de los movimientos sociales consiste en examinar la condición
juvenil desde el supuesto según el cual la pertenencia a ese grupo de edad predispone para la participación en
los movimientos. Los jóvenes se han convertido en objeto de estudio sociológico desde que actúan como
protagonistas de nuevos conflictos que proliferan en las sociedades avanzadas. Sin embargo, sus formas de
acción colectiva no son consideradas en sí mismas, sino sólo como objeto dotado de sentido por los
determinantes estructurales o culturales asociados a so condición social. Lo mismo puede decirse de las
mujeres y la condición femenina como plataforma de algunos de estos conflictos. Como señala MELUCCI, El
problema es que el análisis de la condición juvenil o femenina es un capítulo importante en la descripción de
la estructura social, pero como tales no nos dicen nada sobre la acción colectiva. Al hacer ese tipo de análisis,
habitual en la explicación de los conflictos, estamos asumiendo una línea de causación que con frecuencia
conduce a dificultar el análisis. Son dos objetos diferentes de estudio, que es preciso separar para analizarlos
correctamente.
3.2. − La edad como condición cultural:
La cuestión radica en saber cómo se pasa de la condición a la acción, cómo se forma un movimiento
cuyos actores son los jóvenes
Esta propuesta es razonada por los cambios que se están produciendo en el significado de la edad, como
principal elemento estructural de los movimientos sociales contemporáneos.
Ser joven significa disponer de un recurso cognitivo que es básico para la participación en los movimientos
sociales. Los jóvenes constituyen su base social porque ocupan una posición simbólica en nuestra sociedad,
derivada de su participación en subculturas y estilos de vida que les permiten cuestionar las normas sociales y
reivindicar el derecho a la redefinición de las elecciones vitales.
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La difuminación de los límites tradicionalmente asignados a la condición juvenil parece estar registrándose
también entre los seguidores de los movimientos sociales contemporáneos, y en ese sentido es preciso
entender la relación existente entre la juventud y la participación en ellos. Una forma de aplicar esos supuestos
consiste en incluir en esta categoría social a personas que son jóvenes por sus actitudes y estilos de vida, y no
necesariamente por su edad, lo cual también se manifiesta a través de su participación en nuevos movimientos
sociales. Ese proceso de desdibujamiento de los límites de la edad propios del estatus de joven también se ha
manifestado en movimientos como los de los escolares contra la política educativa del gobierno que surgen en
España durante el curso 1986−87. Con este movimiento los jóvenes tuvieron una prematura iniciación en
movimientos en los que normalmente participan sus hermanos mayores.
3.3. − Identidad y movimientos sociales:
La identidad de sus seguidores es la plataforma fundamental para motivar la participación en los nuevos
movimientos sociales.
Las reivindicaciones de estos movimientos tienden a presentarse asociadas a una serie de símbolos, creencias,
valores y significados colectivos que tienen especial importancia para sus seguidores por dos razones:
1) Están en el origen de los sentimientos de pertenencia a un grupo diferenciado.
2) Están íntimamente relacionados con la imagen que los seguidores de estos movimientos tienen de sí
mismos y con el sentido de su existencia individual.
4. − LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN ESPAÑA.
4.1. − El origen de los nuevos movimientos sociales en España:
Esta cuestión es básica para el estudio de los movimientos sociales que han surgido en España durante las tres
últimas décadas.
El estudio de los nuevos movimientos sociales ha enfatizado la transformación de los escenarios del conflicto
social en los países donde surgen y del movimiento de la clase trabajadora, el cual pierde su papel histórico de
agencia de transformación social, y resulta cada vez más difícil de identificar como un movimiento social
tanto desde la perspectiva clásica del comportamiento colectivo como desde el enfoque de la construcción
social.
Para MELUCCI los cambios en el movimiento obrero están relacionados con la quiebra de su unidad anterior
y su conversión en una serie de organizaciones de intermediación de intereses, que no difieren en lo sustancial
de otros grupos sociales y se desvinculan del proyecto de cambio radical que en otro tiempo impulsara ese
movimiento.
Esto último es de central importancia para el conocimiento de lo que acontece en los movimientos sociales
contemporáneos y sus diferencias con los movimientos clásicos porque plantea una cuestión básica en la
formación y el declive de las primeras manifestaciones de esas formas de acción colectiva. Me refiero a la
cuestión de la agencia del cambio social, a la naturaleza del movimiento destinado a transformar la sociedad
occidental una vez que aquel en que se situaba esa misión histórica emancipatoria ha perdido su potencial para
ello
La importancia de esta cuestión no sólo está asociada a sus implicaciones en la identidad colectiva de estos
movimientos, sino que tiene sus fundamentos en la concepción moderna de los movimientos sociales en
general, que los convierte en una de las instancias básicas del progreso que caracteriza a la sociedad industrial.
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4.2. − Los efectos de los movimientos sociales:
El concepto de movimiento iniciador que propone McAdam puede ilustrar esta interpretación sobre el
potencial de reflexividad de los movimientos estudiantiles que surgen en los años sesenta. La capacidad de
estos movimientos para actuar como agencias que difunden nuevas ideas en la sociedad está relacionada con
sus dimensiones transnacionales.
En España y en Estados Unidos, esos movimientos estudiantiles impulsaron el surgimiento de otros,
ecologistas, pacifistas y feministas, que proliferaron en la siguiente década.
Este fenómeno ha sido considerado como uno de los efectos más importantes de los movimientos sociales,
que es básico para entender sus continuidades. Designado con un verbo, spill over (que significa derramar,
esparcir) el concepto plantea una metáfora que subraya la influencia recíproca entre movimientos y se funda
en la proliferación de efectos que provienen de otros como si fuesen fertilizados por ellos. Las causas de estos
efectos responden a la relación existente entre movimientos sociales y cambio social.
4.3. − Cultura y movilización:
Uno de los primeros movimientos surgidos en España durante la transición política, tuvo su origen bastante
antes de la llegada de la democracia. El movimiento integrado por residentes en barricadas urbanas situadas
en la periferia de las grandes ciudades, entre 1970 y 1979 movilizó a cientos de miles de personas en defensa
de una serie de reivindicaciones en las que las de carácter cultural prevalecían sobre las políticas y que
incluían una gran diversidad de aspectos vinculados a la vida cotidiana de sus seguidores. Entre las primeras,
destaca la conservación del patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad frente a la promoción
inmobiliaria, la remodelación de nuevos barrios a consecuencia de las migraciones de los años 60 y su
equipamiento con infraestructuras sociales y técnicas básicas que abarcaban desde suministro de agua y
electricidad hasta la construcción de escuelas y jardines.
Ese movimiento presentaba algunas de las nuevas formas de acción colectiva. Este movimiento no puede
explicarse como un conflicto de clases, ya que participaron profesionales y clases medias. La democracia
participativa fue una meta explícita del movimiento.
Las relaciones entre partidos y movimientos son muy complejas, como compleja es la tensión que suele
producirse entre la tendencia de los nuevos movimientos hacia una organización autónoma y las pautas de
centralización que prevalecen en los partidos políticos. Este caso también ilustra la dificultad de conectar las
reivindicaciones locales de algunos movimientos con los programas de los partidos políticos. El movimiento
pacifista ilustra esto.
5. − LA PARTICIPACIÓN SOCIAL EN ESPAÑA.
5.1. − La participación en asociaciones voluntarias:
Para estimar el potencial de movilización colectiva de una sociedad, un procedimiento bastante empleado
consiste en examinar los datos que miden las actitudes de la población hacia la participación en asociaciones
voluntarias.
Los índices de pertenencia a una asociación y de prestación de trabajo voluntario muestran que la población
española en 1990 participaba en asociaciones voluntarias bastante menos que al comienzo de la década de los
ochenta; el porcentaje de personas afiliadas a una asociación pasó del 31 al 22 por 100 de la población, y el de
aquellas que prestan trabajo gratuito se redujo del 23 al 12 por 100. Ello significa que el 78 por 100 toda la
población no participaba en ninguna clase de asociación, y que las que atraían a más personas eran las
religiosas a pesar de que experimentaban un fuerte decremento las deportivas y las de tipo educativo, musical
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o cultural.
En síntesis, estos datos sólo proporcionan una información muy general sobre el escenario en el que tienen
lugar los procesos de participación, que es preciso ampliar con el análisis de los de micromovilización. Estos
últimos están basados en el conocimiento de lo que acontece en las organizaciones y redes de los movimientos
sociales, cuya formación no puede explicarse en función de los ciclos de opinión o de cambios en los valores
de la población. El análisis de esos grupos a través de casos concretos adquiere fundamental importancia para
conocer la estructura de la participación social de una sociedad y su potencial de movilización colectiva.
5.2. − Democracia y participación social:
Orto aspecto relacionado con lo anterior hace referencia a una difundida interpretación sobre la relación entre
instauración de la democracia en España y el declive en las tasas de participación en asociaciones durante los
años ochenta que refleja el estudio de Orizo. Éste destaca el contraste existente entre esos datos y la aplicación
de las oportunidades para la participación en España desde la aprobación de la Constitución (1978), que chocó
con las expectativas de los sociólogos sobre el fuerte aumento de la segunda en la democracia.
Sin embargo, la legalización de las asociaciones voluntarias no parece una razón suficiente para motivar la
participación de los ciudadanos en ellas, al igual que la aprobación de una constitución democrática tampoco
implica el surgimiento de la cultura política similar a la que existe en los países que cuentan con una tradición
en ese sentido.
Según ENRIQUE LARAÑA, para conocer las razones por las que los jóvenes no participan en asociaciones
voluntarias desde que tuvieron ocasión de hacerlo, es debido a su percepción de estos grupos y el sentido que
confieren a ese hecho. El primer problema es que ese grupo de edad es demasiado amplio y diversificado para
permitir establecer correlaciones tan ambiciosas como las anteriores. El problema radica en la dificultad de
hacer esa clase de afirmaciones debido a la pluralidad de subgrupos que integran esa categoría de estatus, los
cuales presentan actitudes, valores y estilos de vida muy diferentes. De ahí la pro puesta de ENRIQUE
LARAÑA de abordar desde una lógica de procedimiento diferente las actitudes hacia la participación social, y
situar nuestro foco de atención en los grupos que actúan como principales plataformas para la difusión de
significados entre los jóvenes. Una de las razones del interés sociológico que actualmente tiene el estudio de
los movimientos sociales es que permite contextualizar el análisis en grupos mejor delimitados, que luego es
posible ampliar a cuestiones más generales.
5.3. − La búsqueda de la autonomía:
En España, la afiliación a los sindicatos de trabajadores se ha estimado como una de las más bajas de Europa,
por otro lado, las asociaciones de carácter deportivo, recreativo y cultural son las que mayor interés suscitan
entre la población, las únicas en las que estudios de encuesta y estadísticas oficiales coinciden en señalar que
se han producido incrementos de participación durante los años 80.
Durante los años 90, los datos muestran que se ha producido una inversión de la tendencia hacia el
retraimiento que caracterizó la década anterior. Ese cambio se manifiesta en determinadas organizaciones no
gubernamentales (ONGs) dedicadas tareas de cooperación con países del Tercer Mundo. Los medios de
comunicación destacaron ese cambio de tendencia y cifraron el crecimiento de las primeras ONGs españolas
hasta los 375.000 socios a mitad de los 90, cuyo presupuesto global se estimaba en 55.000 millones en 1995.
En este año 800.000 españoles colaboraron con ellas, de los cuales 6.000 trabajaban como voluntarios.
El cambio de tendencia y el fuerte aumento de la participación en algunas ONGs sería fruto de la difusión de
una nueva identidad pública, que está relacionada con hechos protagonizados por algunas de ellas durante los
últimos años y con la creciente información sobre la crítica situación de algunos países del Tercer Mundo. El
persistente declive de la participación en asociaciones políticas durante el nuevo periodo no cuestiona sino
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que refuerza el cambio de ciclo que se estaría produciendo en la segunda mitad de los años 80, cuyos efectos
visibles en la participación social se manifiestan con claridad a partir de 1993.
6. − LAS NUEVAS IDEOLOGÍAS DE LA PARTICIPACIÓN.
La búsqueda y el esfuerzo para acercar los centros de decisión a los ciudadanos son elementos característicos
de los nuevos movimientos sociales, lo cual ilustra el significado de los cambios ideológicos que suelen
caracterizarlos. El desplazamiento de las metas revolucionarias, que impulsaron a muchos movimientos
clásicos, por reformas institucionales que fortalecen a la sociedad civil parece asociado a objetivos centrados
en la democratización de las instituciones.
En ello se funda el concepto de nuevas ideologías de la participación con que se pueden describir las que
impulsan a la movilización de las personas, cuya recurrencia contrasta con la teoría sobre el agotamiento de
las ideas que desempeñaban esa misión histórica en la sociedad moderna.
Las citadas revueltas de estudiantes en España se inscriben en esta dirección, que en el lenguaje analítico
apunta hacia un cambio en la relación que se establecía entre ideología y movilización desde la teoría del
conflicto más difundida.
En los movimientos de la Nueva Izquierda, la ideología de la liberación colectiva tuvo un contrapunto
esencial en la importancia que atribuyeron a actividades y metas de carácter cultural e individual, expresadas
en el objetivo de la liberación personal. Años después, este elemento cultural, desprovisto de las implicaciones
ideológicas que tuvo en los primeros, desempeñó un papel decisivo en las movilizaciones de los estudiantes
de instituto contra la política educativa en España. Sus reivindicaciones se formulaban con un discurso
diferente del, de sus predecesores universitarios y del de los portavoces del movimiento, que también tenían
esa condición. Una serie de aspiraciones personales relacionadas con cuestiones de identidad individual
conferían el impulso básico para la acción.
Si se amplia el término ideología para designar las ideas de los que participaron en estas movilizaciones, su
significado es distinto del habitual en el lenguaje corriente, el cual está directamente influido por la
concepción marxista del conflicto social como plataforma para la emancipación colectiva. Por una parte,
destaca su orientación pragmática y la prioridad del logro de metas personales a través de reformas
institucionales, lo cual amplía la citada característica de los nuevos movimientos sociales.
Las nuevas ideologías de la acción no persiguen objetivos ambiciosos, se expresan con categorías cada vez
más alejadas de la política y progresivamente enraizadas en cuestiones vinculadas a la vida cotidiana de los
actores, pese a lo cual conservan la capacidad de movilizar a muchas personas. Una de sus primeras
manifestaciones en EE.UU. fue el movimiento de los derechos civiles, que se gestó en los años cincuenta y
tuvo una influencia crucial en los movimientos estudiantiles de la época siguiente. En sus orígenes, estos
movimientos se fundaron en ideales liberales y democráticos, combinados con tácticas radicales de
movilización. Esa mezcla de ideas establecidas y tácticas radicales disruptivas ha caracterizado
movilizaciones posteriores, como las de estudiantes de enseñanza media o las que se han producido contra el
terrorismo de ETA en España, y ello muestra la persistente capacidad de los ideales democráticos para servir
de base a nuevos movimientos que no se plantean metas revolucionarias.
NACIONALISMO ESPAÑOL Y PLURINACIONALIDAD
Es evidente que, junto a los nacionalismos catalán, vasco y gallego existe, y ha existido, un fuerte sentimiento
de nacionalismo español que ha condicionado de manera muy relevante la historia del país. El sentimiento de
identidad que para unos se establece en relación a Cataluña o el País Vasco o Galicia, para otros se establece
con el conjunto de España. Para éstos, la nación española es sólo una y por ello incompatible con el
reconocimiento de la realidad plurinacionalidad.
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El nacionalismo vasco
Todo intento de caracterizar el nacionalismo vasco debe partir de diferenciar dos sectores distintos en sus
marcos sobre la violencia, en sus estrategias y en la relación que cada uno establece entre sus medios y fines.
Estos criterios obligan a distinguir un movimiento violento y otro que no lo es, que suelen designarse con los
términos radical y moderado por científicos sociales y periodistas. Pero la diferencia fundamental reside en
que el llamado radical no reconoce las normas de conducta de las democracias ni los derechos y libertades que
son aceptados por el nacionalismo moderado.
El origen del movimiento ultranacionalista vasco se sitúa en la Universidad de Deusto en la primera mitad de
los años sesenta, como una escisión general del nacionalismo histórico. Su núcleo central es la organización
terrorista que lo dirige desde entonces. Las primeras asambleas de ETA suministraron la infraestructura
organizativa al movimiento independentista radical. Diez meses antes de las elecciones generales de 1979,
surge su principal organización política, Herri Batasuna, una coalición de grupos políticos y sindicales que
obtuvo el 14'7% de los votos y se convirtió en la cuarta fuerza política del País Vasco. Desde entonces Herri
Batasuna se ha erigido en portavoz de los sectores nacionalistas más radicales, de sectores desarraigados de la
sociedad vasca, y en estructura organizativa de algunos movimientos sociales que se han alineado con sus
marcos de acción colectiva.
El papel de vanguardia de ETA es simbolizado por el que desempeña como grupo armado, que se presenta
como alternativa al Estado español ya que cuestiona con sus actos lo que constituye la esencia de esa
institución: el monopolio de la violencia. La capacidad de ETA para seguir cometiendo atentados confirma
para los seguidores del movimiento su papel de vanguardia revolucionaria. Los grupos de jóvenes que con
disciplinada regularidad agreden a manifestantes pacifistas, comenten sabotajes y atentan con cócteles
molotov contra empresas públicas y privadas representan la base social de ese cuerpo, cuya cabeza es la
organización terrorista. Ese liderazgo se legitimado por el grado de violencia que es capaz de desarrollar, lo
cual lo convierte en un ejemplo a seguir por los jóvenes militantes de Jarrai, la organización juvenil de Herri
Batasuna.
Movilizaciones contra el terrorismo
Las movilizaciones que tuvieron lugar en toda España en protesta contra el asesinato del concejal de Ermua
Miguel Angel Blanco en julio de 1997, en las cuales participaron más de seis millones de ciudadanos, nos
muestran la gran participación de los españoles en las movilizaciones contra el terrorismo.
Aquel atentado representaba un atentado contra el derecho a la vida y a la libertad de expresión, y una
amenaza al sistema de libertades de la sociedad moderna similar al que plantearon los movimientos
totalitarios en el pasado.
Para entender esas movilizaciones contra el terrorismo hay dos consideraciones; por una parte, representan el
resurgir de las ideas liberales y humanitarias que impulsaron las revoluciones políticas del siglo XVIII. Sin
embargo, ello no implica el retorno de aquella utopía liberal−humanitaria que triunfó entonces porque hay un
elemento nuevo y decisivo del que depende el sentido de la misma. Las ideas liberales se funden con la nueva
utopía existencial que impulsa a participar en los movimientos sociales de la segunda mitad del siglo XX que
está centrada en la búsqueda y defensa de la identidad personal. La síntesis de esos elementos está en la raíz
de las movilizaciones citadas, las cuales han sido mal conceptualizadas al definirlas como pacifistas, ya que
surgen en defensa de las libertades civiles y en contra de las ideologías totalitarias. Por tanto el alto potencial
movilizador de la nueva utopía existencial proviene de su dimensión pública, de su conexión con los sistemas
de libertades de la sociedad contemporánea occidental, donde éstas se convierten en una plataforma básica
para el desarrollo de la identidad personal.
El espíritu de Ermua
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NO HAY NINGUNA IDEA POLÍTICA QUE PUEDA SER DEFENDIDA CON EL ASESINATO
SANGRIENTO DE UNA VIDA HUMANA
Como ha sucedido en otras movilizaciones colectivas cargadas de intensidad emocional, la masiva
manifestación de Madrid para repudiar el asesinato de Miguel Angel Blanco se caracterizó por una creativa
combinación de lemas que mostraban la fuerza del marco de injusticia que impulsaba su acción.
La alusión a las manos tiene triple significado simbólico:
• Las manos blancas han sido el principal símbolo de estas movilizaciones y de las que se produjeron el
año anterior para repudiar el asesinato de un profesor universitario, F. Tomás y Valiente. El color
blanco − que también es el apellido del concejal asesinado por ETA − es un símbolo de pureza y
limpieza que cumple una función importante en la creación de los campos de identidad de los dos
movimientos implicados en este conflicto. Las organizaciones de los movimientos contra el
terrorismo emplearon este color para promover una definición moral de su identidad que contrasta con
la que atribuían a sus antagonistas, los grupos ultranacionalistas, cuyas manos están manchadas con la
sangre de inocentes.
• El significado de las manos abiertas, con los dedos separados, contrasta con el que tiene el puño
cerrado, que simboliza la unidad en los movimientos clásicos; ese símbolo también señala la
diferencia con ellos y el pluralismo ideológico que caracteriza a los movimientos sociales
contemporáneos. También marca la diferencia entre identidad colectiva de las personas que
participaron en estas movilizaciones contra el terrorismo y la de los que lo apoyan: la mano abierta no
puede empuñar las armas con que los miembros de ETA cometen sus atentados.
• Una mano abierta es también el símbolo empleado por Amnistía Internacional cuando publica en la
prensa sus denuncias sobre casos de atropello de los derechos humanos. El empleo del mismo símbolo
con alguna variante ilustra la conexión entre los marcos de acción colectiva y la denuncia de su
atropello por parte del terrorismo, ya sea de Estado o de un movimiento nacionalista. Esa doble
denuncia fue el objetivo para el que se fundó Gesto por la Paz.
El concejal estaba condenado a muerte desde el momento en que fue secuestrado, ya que la organización sabía
que el acercamiento de los presos en dos días era imposible...
MOVIMIENTOS SOCIALES: EL NACIONALISMO.
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