Trabajo Social y producción de conocimientos: un desafío ético

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Trabajo Social y producción de conocimientos: un desafío ético
Sandra Iturrieta Olivares 1
Eje temático: El nuevo contrato del Trabajo Social con la sociedad; las
dimensiones ético-políticas y ético-técnicas en la formación académica
Palabras clave: producción de conocimiento/ investigación/ tensión teoría-práctica/
formación profesional/ ética social.
Algo de historia sobre la producción de conocimientos en Trabajo Social
De acuerdo a la síntesis histórica de la profesión que hacen distintos autores
latinoamericanos, se evidencia que el Trabajo Social desde sus inicios ha estado
marcado por un claro énfasis empirista, lo que habría dificultado y pareciera seguir
afectando, la posibilidad de producir conocimientos que aporten al desarrollo del
Trabajo S ocial.
Desde el contexto latinoamericano, Ruth Parola (1997) plantea que en los años
’20, correspondientes al momento de la conceptualización del Trabajo Social, “se
acentúa el papel empírico de la profesión orientada más a la ejecución
programática que a la argumentación teórica, colocándola como una consumidora
de teorías, provenientes de otras disciplinas sociales.” (Parola 1997:81) De
acuerdo a esta autora, el origen de la profesión estuvo acentuado por el
empirismo, quedando la función del conocimiento “reducida a la tarea de agregar,
extraer y recopilar datos” (Parola 1997:81).
Posteriormente, entre los años ‘30 al ’40, en el contexto del proceso benéfico
asistencial por el que atraviesa la profesión, “se sigue priorizando la dupla
evidencia / hecho, restando posibilidades a una argumentación teórica a la tarea
profesional, lo que crea un gran vacío. Se explican los hechos por lo que se ve o
por lo que informan.” (Parola 1997:82)
Seguidamente, en los años ’50, momento correspondiente a la consolidación y
oficialización del Trabajo Social con grupos y comunidades, “se continúa
priorizando el papel pragmático de la profesión, el vacío teórico se profundiza.”
(Parola 1997:82). En estos años, en que el contexto latinoamericano estuvo
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Asistente Social. Candidata a Magister en Investigación Educativa. Docente Departamento de
Trabajo Social Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez. [email protected] Chile. XVIII
Seminario Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social. La cuestión Social y la formación
profesional en Trabajo Social en el contexto de las nuevas relaciones de poder y la diversidad
latinoamericana. San José, Costa Rica, 2004.
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marcado por la Alianza para el Progreso, el rol atribuido al conocimiento
correspondía a “proveer información para el desarrollo de Programas de Bienestar
y Desarrollo” (Parola 1997:82)
Como sabemos, en los años ’60 el Trabajo Social en Latinoamérica estuvo
signado por las críticas a la concepción desarrollista con la que se había asumido
la profesión en la década anterior. Se crean los movimientos de
reconceptualización en que se “rechazó el papel asistencial y postuló un servicio
social politizado que respondiera a las ne cesidades del proletariado para revertir el
sistema de explotación dominante.” (Parola 1997:83). En este contexto, la función
atribuida al conocimiento cobra relevancia para la profesión, considerándolo como
un insumo para contribuir a acelerar los procesos de cambio social. De modo que
“se introduce como temática prioritaria la investigación científica de las prácticas
profesionales para eliminar el pragmatismo relativo del Trabajo Social y producir
teoría que fortalezca el desarrollo del conocimiento a partir de su práctica.” (Parola
1997:83) Nos encontramos entonces, frente a una concepción de investigación
vinculada a la intervención del Trabajo Social, desde donde se aspira a producir
conocimientos.
Posteriormente, en 1974 nace el CELATS recogiendo el pensamiento renovador
del núcleo profesional que se había formado en América Latina, con el objetivo de
ser “una instancia donde se desarrollen investigaciones, docencias, programas de
acción, documentación, comunicación, que tiendan a dar una implementación
científica en una línea teórica, metodológica y técnica a las tareas que el Trabajo
Social deba desarrollar en la realidad latinoamericana, para que éste sea
realmente un aporte a la dinámica de transformación” (Lima 1984: 11). Para el
logro de este objetivo, se fija en sus estatutos entre otras funciones, la relativa a
“promover proyectos de investigación y de acción conducentes a impulsar la
producción y divulgación de conocimiento científico de la realidad y su relevancia
en Trabajo Social” (Lima 1984: 12)
En este período el Trabajo Social
latinoamericano se impregna de la idea de producir conocimientos científicos que
aporten al desarrollo de la profesión.
En 1975 el CELATS opera con cuatro áreas: “Área de capacitación continuada, de
investigación, de modelos prácticos o investigación–acción y área de
comunicaciones” (Lima 1984: 12) De este modo se concretiza en el CELATS la
idea de producir conocimientos en Trabajo Social, intentando centrar la producción
teórica, en lo que se consideraba era el rol del Trabajo Social. Al respecto Leila
Lima recuerda que: “los directivos que hemos impulsado el nacimiento del Centro,
teníamos una preocupación central: la de que el CELATS no fuera apenas un
Centro más de investigación en el campo de las ciencias sociales. Teníamos una
intuitiva conciencia del rol eminentemente operativo del Trabajo Social, que le
confiere a la vez un singular potencial político y social, derivado del contacto
directo del profesional con los sectores sociales empobrecidos. Se trataba, por lo
tanto, de crear un Centro que pudiera recuperar, de partida ese potencial y el
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carácter específico de la práctica del trabajador social, proyectándola, acercándola
a nuevos patrones teórico-metodológicos. Y esto implicaba consecuentemente la
tarea de superar, a través de investigaciones “apropiadas”, los parámetros
empíricos y pragmatistas en los que se ha movido siempre nuestra profesión. Se
buscaba desarrollar acciones con ángulos propios, a partir de los cuales las tareas
investigativa y formativa aportasen al colectivo profesional herramientas eficaces
para una intervención especializada.” (Lima 1984: 25) De modo que desde su
creación, el CELATS es definido como un organismo que no está destinado “a ser
un Centro de investigación, de formación de investigadores en el sentido puro y
estricto de la palabra, sino más bien a recuperar e impulsar la tarea investigativa
en vinculación con las características de la acción de intervención de terreno
propia de los Trabajadores Sociales” (Lima 1984: 25) En este sentido otorgado a
la labor del CELATS, se puede advertir, no sólo la intencionalidad de potenciar un
tipo de investigación diferente al que se realiza en las ciencias sociales en general,
por cuanto existiría un tipo de investigadores “puros” y aquellos vinculados con la
intervención, lo que se considera propio del Trabajo Social, sino que además, está
la idea de realizar investigaciones diferenciadoras del Trabajo Social respecto de
las ciencias sociales. Nos encontramos entonces frente a la noción de
especificidad y autonomía del Trabajo Social en el concierto de las profesiones
vinculadas a lo social.
Así, en el CELATS existe la “preocupación de implementar programas de
investigación, de formación, de apoyo a la educación y promoción popular, de
comunicación, que constituyesen una especie de cadena con eslabones teóricos y
prácticos, que entrañaban viejas dicotomías conocidas de la profesión: la unidad
entre lo teórico y lo práctico, lo investigativo y lo promocional, lo particular del
conocimiento y lo específico de la transformación de la realidad, vía acciones
concretas, etc.” (Lima 1984: 25) Vemos entonces, como el CELATS intenta aportar
a resolver la tensión teoría-práctica que ha estado presente en el Trabajo Social a
lo largo de su historia, por ello la investigación se concibe como uno de los ejes
básicos de la programación del Centro.
Del mismo modo, “la organización y sistematización de las experiencias
acumuladas en el Programa de Modelos Prácticos, (programa cuya naturaleza se
ha ido identificando con las líneas de lo que en América Latina se conoce como
Investigación-Acción) posibilitaría establecer el puente entre la investigación de
corte nítidamente teórico y aquella de naturaleza más instrumental. Este programa
permitiría además, mantener un específico nivel de acercamiento a los sectores
populares, buscando lograr su participación en el proceso de conocimiento de su
propia realidad” (Lima 1984: 26) Así, la idea de una investigación ligada a la
intervención del Trabajo Social queda plasmada en el énfasis que durante este
período se otorga a la investigación acción, que se define desde el CELATS como
de naturaleza instrumental. Donde el “desarrollo de estudios e investigaciones que
pudiesen contribuir a recoger sistemáticamente las experiencias del Trabajo
Social, fue por lo tanto, uno de los pilares básicos en la política de esta área. La
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Acción Social, la práctica de terreno, era el punto de partida para la delimitación de
los temas a ser investigados; su desarrollo debería revertir en beneficio de la
intervención profesional y de la dinámica social. A la vez se pretendía que el
conocimiento de la práctica profesional y de los sectores sociales llevasen a la
formulación de modalidades de trabajo en los diferentes campos específicos de
intervención.” (Lima 1984: 26) Como vemos, el CELATS tenía como horizonte, la
producción de conocimientos desde la práctica del Trabajo Social, que potenciaran
la creación de formas de intervención profesional, que finalmente incidieran en el
mejoramiento de las problemáticas que enfrentaban los sectores hacia los cuales
se dirigían tales intervenciones profesionales. Lo anterior, se refleja en los
objetivos del área de investigaciones del CELATS, consistentes en “conocer las
necesidades de los sectores populares, reorientando así la acción del Trabajador
Social, y, analizar el Trabajo Social, su historia, su organización, su desarrollo en
América Latina” (Lima 1984: 27). Por su parte, el área de modelos prácticos
asume la investigación-acción como “una alternativa frente a la clásica
investigación de corte positivista, basada en la producción de un intelectual
desvinculado de las masas” (Lima 1984: 27) Con el desarrollo de investigaciones
de este tipo, se intentó potenciar interpretaciones sobre la realidad que se
apartasen de las generalizaciones de lo social, y producir conocimientos desde la
práctica.
Finalmente, podemos decir que el Trabajo Social de la década de los años ’70, se
caracteriza en Latinoamérica por la revisión de los postulados del movimiento de
reconceptualización, en el contexto del oscurantismo producido por las dictaduras
militares presentes en casi todo el continente en dicho período, que truncan los
procesos de reflexión y de producción teórica que se habían comenzado a gestar
al interior de la profesión. En este contexto “se comienza a poner mayor énfasis en
los estudios de la teoría del valor, la política social y la planificación.” (Parola
1997:85)
Los años ochenta comienzan para el Trabajo Social latinoamericano, con la
búsqueda de “un acercamiento prioritario a la problemática específica del Trabajo
Social: su origen y desarrollo, su función en el ámbito de las políticas sociales. Así
como el estudio de la “Historia del Trabajo Social” han buscado una mejor
comprensión del proceso histórico de desarrollo de la profesión en su articulación
con la evolución de las fuerzas productivas.” (Lima 1984: 27) En este período el
CELATS se caracteriza por el desarrollo de investigaciones sobre las bases que
dieron origen a la profesión, con la finalidad comprender la función social atribuida
a ésta y las motivaciones innovadoras del gremio profesional, a lo largo de la
historia del Trabajo Social latinoamericano.
En este mismo período el CELATS realizó investigaciones sobre el área de
Industrialización, Políticas Sociales y Trabajo Social, en este contexto se realizó
en el año 80 la investigación sobre “la Industrialización, la Política Social de
vivienda y el Trabajo Social” en que Chile participó junto con Brasil, Bolivia,
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Colombia, Ecuador y México. “La investigación buscaba identificar el instrumental
teórico y técnico requerido por la profesión para la intervención en el campo de la
vivienda, referido al proceso de industrialización en América Latina. Esto implicaría
un conocimiento de las diferentes políticas de vivienda vigentes en los Estados
Latinoamericanos y las características de la intervención del Trabajador Social en
este campo.” (Lima 1984: 32) Posteriormente, se realizó una investigación sobre el
“desarrollo de la comunidad”, bajo el supuesto de que “la integración de las
diferentes Políticas Sociales, expresada en los proyectos de desarrollo de la
comunidad, permite comprender cómo el estudio de la comunidad significa, de
hecho, una aproximación real al proceso de desarrollo urbano -rural de América
Latina.” (Lima 1984: 27) Seguidamente, el CELATS impulsó una investigación
consistente en una evaluación de proyectos de intervención social, con la
elaboración de pautas y criterios para contribuir a una mayor eficacia en la
intervención profesional.
Como vemos, el énfasis de las investigaciones
impulsadas por el CELATS en los años 80, estuvo en mejorar el instrumental
técnico con el que operaba la profesión en América Latina, teniendo como base
las Políticas Sociales, por lo ta nto, se profundiza la idea de realizar un tipo de
investigación aplicada y centrada en la especificidad profesional.
En este mismo período el CELATS declara que “debe asumir la producción de
conocimientos relevantes para el Trabajo Social por medio de la labor de
investigación, de tal forma que contribuya decisivamente al avance teórico de la
profesión y, a la vez, a concretar alternativas para los distintos campos donde se
desempeña el Trabajador Social.” (Lima 1984: 60) Es decir, que en este período
se reafirma la necesidad de producir conocimientos teóricos que además permitan
modelar formas de intervención profesional.
Es así, como la reflexión sobre el pasado de la profesión y la intervención
profesional, parecen marcar al Trabajo Social en los años ’80. Según Parola
(1997), este constituye un período de “maduración y consolidación científica, en
donde se hace hincapié en la construcción sólida de la profesión sin modelos
externos.” (Parola 1997:85) Al menos en el contexto del Trabajo Social chileno ,
podríamos rebatir esta afirmación, ya que incluso hoy en día estamos ciertos
respecto a que la profesión no ha alcanzado la “maduración y consolidación
científica” a la que se refiere a la autora, no obstante, se sigue haciendo énfasis en
la necesidad de potenciar la producción de conocimientos desde el Trabajo Social
y en potenciar su autonomía respecto a las otras disciplinas de las ciencias
sociales.
En el contexto de los años ’80, de acuerdo a lo expresado por Parola (1997)
habría habido una “búsqueda de nuevas posibilidades teóricas que respondan a la
creatividad y a la construcción de la identidad y autonomía profesional. Se acentúa
la investigación en Trabajo Social como medio real de producción teórica para el
avance de la profesión. Se reflexiona fundamentalmente sobre los temas: política
social y estado, marcos teóricos sustentadores de la metodología y de los
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objetivos de la profesión.(Parola 1997:85) La idea de la autonomía del Trabajo
Social respecto a otras disciplinas, en el ámbito de la producción de
conocimientos, sigue estando a la base de las investigaciones realizadas por el
Trabajo Social teniendo como insumo la intervención profesional.
Por su parte, en los años ’90 “se enmarca al Trabajo Social en un contexto de
crisis paradigmática, de transformación y de complejización social. En este
contexto, el Trabajo Social, debe ubicar la construcción del Objeto de estudio y de
intervención.” (Parola 1997:85) La función atribuida al conocimiento en estos años
era la de “comprender a los sujetos en su situación, la naturaleza de las relaciones
humanas y de la acción humana, que permita la construcción de una teoría de la
intervención que mejore su calidad y la garantice, la avale y la fundamente.”
(Parola 1997:86) Esta misma autora sostiene que en este período se genera
“preocupación por la producción teórica en la profesión que redunde en su mayor
autonomía.” (Parola 1997:86) y se comienza a “redescubrir la riqueza que posee la
práctica profesional para la producción de conocimiento y el mejoramiento de la
intervención.” (Parola 1997:86) Vemos entonces como en los años 90, se refuerza
la posibilidad generar conocimientos a partir de las prácticas profesionales de
las/los Trabajadores Sociales, surgida en los años ’60, y se potencia la idea
surgida en los años ’70, de lograr una mayor autonomía e identidad profesional.
La discusión actual
Ambas nociones -la de autonomía y de producción de conocimientos desde la
práctica profesional- serán retomadas en el actual contexto del Trabajo Social,
constituyéndose en ejes en torno a los que es posible articular la discusión
presente, que ha cobrado relevancia en Latinoamérica en los últimos años, debido
a la necesidad de alcanzar mayores niveles de rigurosidad del Trabajo Social.
En este contexto, se pone en juego la idea del logro de un mayor grado de
autonomía del Trabajo Social frente a las Ciencias Sociales, versus la idea de la
existencia de límites difusos entre las profesiones de las ciencias sociales hoy, y
por lo tanto la necesidad de generar instancias de diálogo con las otras disciplinas
de las Ciencias Sociales. Ambas posturas que evidencian el consenso actual
respecto a la necesidad del Trabajo Social de producir conocimientos, sostienen
la discusión respecto a cuál debería ser el rol de la investigación en la profesión y
por lo tanto, desde donde deberían producirse conocimientos en Trabajo Social.
En tal sentido, podríamos decir que en la actualidad existen a lo menos dos
concepciones diferentes de lo que debería ser la producción de conocimientos en
Trabajo Social. La primera aboga por la necesidad de potenciar aquello que se
considera propio de la profesión, que correspondería a la intervención social. Por
ello, se propone que el objeto de estudio esté orientado las actuaciones
profesionales, lo que permitiría aportar conocimientos desde la especificidad
profesional, potenciando la distinción del Trabajo Social de las otras profesiones
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de las Ciencias Sociales. En esta concepción inscribiremos aquellas posturas que
sostienen que la relación teoría / práctica “es dialéctica desde el momento en que
planteamos que la práctica profesional es fuente y objeto de conocimiento para
construir un campo teórico específico del Trabajo Social.” (Parola 1997: 22) Del
mismo modo, situaremos en esta corriente aquellas posturas que sostienen que
entre investigación e intervención existe una doble articulación, una en que “la
investigación funda a la práctica de intervención, sin la investigación, la
intervención es indiscriminada: sabemos que es intervención, pero no sabemos si
es hecha desde el campo religioso, ideológico, político o científico. No la podemos
justificar.” (Aquin 1996:72) y la otra articulación que se basa en que “la
intervención determina a la investigación en Trabajo Social, le señala finalidad. En
Trabajo Social investigamos para intervenir. La intervención determina modos
específicos de ver.” (Aquin 1996:72) En esta misma corriente, podríamos inscribir
los planteamientos respecto a que los cambios sociales “se expresan para el
Trabajo Social en la agudización de la relación sujeto-necesidad. La única forma
de explicar estos cambios sólo es posible a través de la investigación social, por
ello se hace necesario sumarse a la producción de conocimiento que aporte al
desarrollo de la intervención.” (Rozas 1996: 59). Como hemos dicho, estas
posturas se sustentan en la idea de que lo que define al Trabajo Social es la
intervención social, conforme a ello, en diferentes niveles, se plantea la necesidad
de imbricar la producción de conocimientos con la actuación profesional.
Esta concepción sobre la producción de conocimientos en Trabajo Social, puede
ser criticada siguiendo los planteamientos de Olga Vélez (2003) quien argumenta
que “seguir vinculando la identidad profesional con la práctica profesional es
ratificar la postura pragmática –que privilegia la supremacía del conocimiento
extraído directamente de ella- situando a la profesión sólo en el terreno de la
acción y sometiéndola al vaivén de las demandas focalistas y eficientistas que
obstruyen la posibilidad de tener puentes y mediaciones que aporten a la
construcción del conocimiento en Trabajo Social.” (Vélez 2003:30) Estos
argumentos nos llevan a la indagar sobre lo que hemos llamado, segunda
concepción sobre la producción de conocimientos en Trabajo Social.
La segunda concepción, aboga por la posibilidad de generar conocimientos tanto
desde las intervenciones profesionales, potenciando una intervención social
fundada, como desde aquellos temas que no se han constituido aún, y que tal vez
no se constituyan nunca, en campos de intervención profesional, generando la
posibilidad de diálogo interno en la profesión, como de proporcionar temas de
discusión y de generación de conocimientos a las Ciencias Sociales. Es decir, que
esta postura apela a potenciar un tipo de Trabajo Social, en que la producción de
conocimientos debería estar sustentada en investigaciones sobre fenómenos
sociales, que permitan alcanzar una comprensión compleja de la realidad social,
que sustenten por una parte, una intervención social fundada, y a la vez, la
discusión de temas emergentes en el contexto de la disciplina. Al interior de esta
postura, podríamos situar aquellos argumentos respecto a las dificultades que
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históricamente ha tenido el Trabajo Social para producir conocimientos, tal
impedimento “lo configura la concepción de que el objeto de estudio es igual al
objeto de intervención. A mi entender, ello implica (entre otras cosas) reducir la
actividad investigativa al proceso de intervención. Si bien ambos procesos
presentan necesariamente espacios de yuxtaposición, tienen sus propias
especificidades, tiempos y objetivos distintos, por lo tanto, corresponden a dos
niveles de análisis diferentes.” (Malacalza 2003: 34) En esta misma concepción
podríamos incluir la idea respecto a que la producción de conocimientos en
Trabajo Social “no sólo es una herramienta en el proceso de intervención, sino que
se inscribe en la posibilidad misma de constituir la práctica profesional. Por eso la
problematización de situaciones que no conducen de manera inmediata a un
diagnóstico para la acción, no sólo no están vedadas al trabajo social, sino que
constituyen una apuesta estratégica en dirección a sustentar una práctica crítica”
(Grassi 1995:42) Del mismo modo, sería posible incluir dentro de esta corriente
aquellas posturas que proponen una reconfiguración de la profesión, donde el
sentido del conocimiento y de la acción, tendría un nuevo valor. En este contexto,
se plantea que “los cambios y transformaciones ocurridos en las sociedades de
hoy, le imponen al Trabajo Social contemporáneo la necesidad de acudir a la
investigación como un camino idóneo para desentrañar la esencia y complejidad
de la realidad y para aportar desde ahí a la producción de conocimiento. La
centralidad del sujeto en lo social se instala como propuesta paradigmática de las
disciplinas sociales, contribuyendo a romper las ataduras impuestas por los
esquemas tradicionales.” (Vélez 2003:130) La misma autora plantea que “los
tránsitos y mutaciones ocurridos en la trayectoria histórica de la profesión y en el
mundo actual, certifican la necesidad de proyectar y reposicionar el conocimiento y
la investigación social como vías para acceder a nuevas recomprensiones de lo
social dotando de pertinencia y legitimidad al Trabajo Social Contemporáneo.”
(Vélez 2003:130) Igualmente, en esta segunda concepción de lo que debería ser
la producción de conocimientos en Trabajo Social, podemos incluir la idea de que
“el desafío central de la producción de conocimientos en Trabajo Social consiste
en adentrarse en las formas de relación mediada existentes en una intervención
social que se piense adentrándose en las dimensiones de una comprensión social
compleja”. (Matus 2001:25) Finalmente, es posible inscribir la postura respecto a
que la investigación para el Trabajo Social, es decir, “aquella emprendida para
estudiar el campo en el que actúa o va a actuar el asistente social” (Juárez
1993:45) como del mismo modo, la investigación sobre Trabajo Social, o sea
aquella “dirigida hacia el propio trabajo del asistente social” (Juárez 1993:45) se
constituyen en una tendencia que “contribuye a hacer un trabajo social cerrado en
sí mismo, poco permeable y poco intercomunicable con otros campos del saber o
de la actividad social.” (Juáre z 1993:46) Como vemos, estas posturas nos
proponen un rol de la producción de conocimientos, y por tanto de la investigación,
que aporte tanto a la comprensión del contexto social, como al diálogo del Trabajo
Social con las Ciencias Sociales.
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Ambas concepciones de lo que debería ser la producción de conocimientos en
Trabajo Social, darían origen a diferenciaciones metodológicas, y por lo tanto
incidirían en los contenidos de los planes de estudio en el ámbito de la
investigación social. De modo que de cuerdo a lo sostenido por Molina (1999),
diremos que cuando “el interés de conocimiento abarca un conjunto de fenómenos
sociales en relación con las cuales nos interesa generalizar, recurrimos a la
investigación social ya conocida. En cambio, cuando el interés de conocimiento
está más directamente ligado a las necesidades de la acción, recurrimos a la
investigación diagnóstica, a la investigación-acción y/o participativa, o
investigación evaluativa. Cuando queremos conocer nuestra práctica y sus
efectos, recurriremos a la evaluación y la sistematización.” (Molina 1999:22)
Siendo necesario relativizar la idea de la investigación social vinculada sólo a la
necesidad de generalizar los conocimientos y reconociendo el valor de la
investigación social realizada desde el paradigma interpretativo, como así mismo,
desde el explicativo, se nos hace necesario adentrarnos en la discusión sobre
cómo estas concepciones de lo que debería ser la producción de conocimientos
en trabajo social, inciden en la formación profesional.
La formación profesional
Hacia fines de los años ’90, Quiroz planteaba que han existido tres tendencias en
la formación de Trabajadores Sociales a nivel Latinoamericano, tales tendencias
configurarían proyectos pedagógicos diferentes, contextualizados en realidades
particulares.
La primera inclinación de la formación de pre-grado, apuntaría a la concepción del
Trabajo Social como disciplina aplicada de las Ciencias Sociales, cuyo ámbito de
intervención es la esfera de las políticas sociales. Según Quiroz (1999) en esta
primera tendencia es posible encontrar dos vertientes: Una que “pretende
desarrollar un conocimiento basado en la ciencia social e intervenir en el ámbito
de las Políticas Sociales” y la otra que “orienta su preocupación por la esfera de
los problemas individuales y familiares; es una forma de intervenir en las políticas
sociales, pero pone el acento en los procesos de la vida cotidiana” (Quiroz
1999:215) Frente a ésta última afirmación, sería necesario ampliar la noción de la
intervención ligada sólo al ámbito de los problemas individuales y familiares, hacia
la intervención del Trabajo Social en problemas más colectivos. Podríamos
vincular esta tendencia con la postura que propone que el objeto de estudio del
Trabajo Social, es té orientado a las actuaciones profesionales, lo que permitiría
aportar conocimientos desde la especificidad profesional, potenciando la distinción
del Trabajo Social de las otras profesiones de las Ciencias Sociales; tal distinción,
estaría dada por la concepción de que el objeto del Trabajo Social es la
intervención en la esfera de los problemas sociales, tanto individuales como
colectivos.
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La segunda tendencia correspondería a la mirada del Trabajo Social como Ciencia
Social, donde se “contempla una orientación teórico-metodológica a las Ciencias
Sociales, con gran énfasis en la producción de conocimientos y en la elaboración
de teorías que permiten entender la realidad, como el ámbito de intervención del
Trabajo Social, se concibe a la investigación y producción teórica como ejes
importantes de la intervención profesional” (Quiroz 1999:214). De modo que
podríamos asociar esta inclinación en la formación de pre-grado, con aquella
postura que propone potenciar un tipo de Trabajo Social, en que la producción de
conocimientos esté sustentada en investigaciones sobre fenómenos sociales, que
permitan alcanzar una comprensión compleja de la realidad social, en pos del
logro de una intervención social fundada, y a la vez poner en discusión temas
emergentes en el contexto de la disciplina.
La tercera de estas tendencias comprende al Trabajo Social como Tecnología
Social, aquí se “concibe la profesión como una respuesta de carácter tecnocrático,
que se desarrolla en el ámbito del bienestar social. Esta tendencia de la formación
de pre-grado pone el acento en la tecnología como praxis social y ésta, como
actividad crítica reflexiva, que utiliza determinados métodos y técnicas para actuar
sobre un objeto.” (Quiroz 1999:214). No sería posible asociar esta inclinación de la
formación profesional, con ninguna de las dos posturas respecto a la producción
de conocimientos en Trabajo Social, ya que el énfasis de tales planes de estudios,
estaría dado por la habilitación profesional para la resolución adecuada de
problemas concretos, utilizando para ello las teorías provenientes desde otras
disciplinas de las Ciencias Sociales, como así mismo, los modelos de actuación
profesional derivados de la homologación de experiencias similares, que se van
transformando en formas de intervención profesional.
Aún cuando como hemos dicho, en el colectivo académico pareciera existir
consenso en la necesidad de producción de conocimientos, en las publicaciones
de los últimos años en el contexto del Trabajo Social chileno, en términos
generales, no se evidencia el rol asignado a la investigación en la formación de
pre-grado. No obstante, a partir de la revisión de los planes de estudio sería
posible inferir que, en términos generales, la formación de pre-grado de
Trabajadores Sociales en Chile, se inscribiría en aquellas tendencias que
consideran importante la producción de conocimientos en Trabajo Social,
intentando alejarse lo más posible de la identificación con aquella tendencia
vinculada a la comprensión del Trabajo Social como tecnología social. Ello se
refleja claramente en los argumentos esgrimidos tanto por el colectivo académico,
como por Colegio de Asistentes Sociales, frente a la disputa generada en Chile, el
año 2003, por la vuelta del rango universitario del Trabajo Social, en que
finalmente se propuso diferenciar el título otorgado por los institutos profesionales
de aquel entregado por las universidades, sobre la base que el primero es
profesional y el segundo es disciplinar. Así, se propone que las universidades
formen Trabajadores Sociales y los institutos profesionales formen Asistentes
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Sociales. En las discusiones generadas al respecto, es posible identificar en el
imaginario, tanto del colectivo académico como gremial, que el Servio Social
estaría vinculado a la tecnología social, mientras que el Trabajo Social, se
identificaría con lo disciplinar.
Por otra parte, los planes de estudios de distintas universidades chilenas,
contienen en proporciones iguales, entre dos y cuatro cursos de metodología de
investigación social, aquellos planes de estudios que contemplan cuatro cursos
sobre la temática, incluyen dos de métodos de investigación social, cualitativos y
cuantitativos y dos de análisis de datos. Así mismo, los planes de estudios
contemplan en términos generales, un curso sobre epistemología y Trabajo Social,
existiendo en igual proporción universidades que no consideran esta materia en
sus planes de estudio. Mientras que en el ámbito de los fundamentos
epistemológicos de las ciencias sociales, la tendencia general es de un curso,
existiendo igualmente entidades universitarias que no lo imparten como asignatura
en el pre-grado. En el plan de estudios de una universidad, es posible identificar
evaluación y sistematización de proyectos de intervención social, como
asignaturas que forman parte del currículo. Igualmente, en la revisión de estos
planes de estudio, es posible identificar que en igual proporción, las universidades
imparten las asignaturas concernientes a los métodos de investigación, antes de
las prácticas profesionales, paralelos a dichas prácticas, e incluso con
posterioridad a ellas y vinculadas al trabajo de titulación.
Lo anterior nos lleva a inferir que en el contexto chileno, la formación de pre-grado
aún mantiene la tensión respecto al rol que debería ser asignado a la producción
de conocimientos en Trabajo Social. Esta afirmación se sustenta, en la idea de
que este proceso debería ser intencionado desde la formación inicial de
trabajadores sociales, de modo de desarrollar en los estud iantes la aptitud y
actitud investigativa, de modo que la producción de conocimientos se constituya
en otro de los roles atribuidos a la profesión, ya que es en la formación de los
estudiantes de pre grado, donde “se estructura más sistemáticamete, el
pensamiento profesional” (Rozas 1996:58), en pos de potenciar “un profesional
capaz de investigar, interpretar e intervenir reflexivamente en el entramado
complejo contradictorio de la realidad social en las distintas dimensiones
estratégico-coyunturales que atraviesan a la sociedad. (Rozas 1996:58), lo que en
definitiva se constituye en un desafío ético para quienes estamos vinculados a la
formación de nuevos profesionales del Trabajo Social.
El desafío ético
Este desafío se constituye en el doble ámbito de la ética social y profesional, por
cuanto como hemos visto, nos enfrentamos no sólo a diversas posturas respecto
al rol de la investigación y por ende de la producción de conocimientos en Trabajo
Social, lo que se traduciría en diferentes tendencias en la formación de pre-grado.
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En ello se cristaliza tanto en la responsabilidad frente a quienes estamos
formando, como frente a la sociedad que requiere de profesionales que enfrenten
su actuación profesional con rigurosidad y criticidad y reflexividad, capaces de una
intervención social fundada y de realizar investigaciones que potencien el
desarrollo del Trabajo Social, y por añadidura, de las Ciencias Sociales.
Por otra parte, nos encontramos con que en el contexto de la educación superior
en Chile, el imaginario social supone elevar las oportunidades sociales a quienes
son poseedores de un título universitario, lo que más allá de las discusiones
ideológicas que pudieran sostenerse, se encuentra en directa relación con el
prestigio social de las profesiones. Ello nos invita a discutir posturas tales como la
de Estela Grassi (1995) quien sostiene que la especificidad del Trabajo Social es
la intervención en los problemas sociales, y nos advierte respecto a que “esta
especificidad es ineludible para plantear la cuestión de la investigación en el
trabajo social, evitando transformar el tema en una moda pasajera, en la búsqueda
de un “nuevo rol” socialmente valorado (como remedio al “malestar” que
acompaña a buena parte del ejercicio profesional) -y entonces- querer transformar
a los trabajadores sociales en investigadores” (Grassi 1995:42). O la de Olga
Vélez (2003), quien sostiene que el reposicionamiento del conocimiento y la
investigación social como vías para acceder a nuevas recomprensiones de lo
social, dotarían de pertinencia y legitimidad al Trabajo Social Contemporáneo. O la
postura de Nidia Aylwin quien sostenía que “somos profesión –no ciencia- y como
todas las profesiones, es la sociedad la que nos asigna un determinado rol y nos
otorga un determinado status para ejercerlo (...) el mayor prestigio social lo
alcanzaremos en la medida en que demostremos más que hasta ahora poseer la
máxima competencia profesional para sumir las importantes tareas que la
sociedad nos asigna, y la capacidad de orientar estas tareas en una perspectiva
de humanización de las personas y de la sociedad” (Aylwin 1995:141)
Compartiendo la idea de que la producción de conocimientos en Trabajo Social no
se circunscribe sólo al ámbito de la intervención profesional, y de que en la
sociedad de la información, el prestigio profesional se solidifica a través de la
producción de nuevos conocimientos, como así mismo de una intervención social
fundada y pertinente, es que finalmente el desafío ético se traduce en identificar
cuales son las tendencias que se encuentran a la base de la formación profesional
de la que estamos siendo partícipes, ello además de potenciar la tan necesaria
rigurosidad profesional, sustentará éticamente nuestro accionar, a lo menos en
este ámbito, frente a nuestros estudiantes y a la sociedad.
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