Asociación Cultural Atlántida SAMIZDAT Crónica de una vida nueva Dirección: Ana de Haro · Subdirección: Irene Lanzas · Secretaría: Beatriz Serrano · Revisión Editorial: Elena Santa María · Financiación: Juan Borrero · Maquetación: Ignacio Cabello En el interior... “La aventura de descubrir al otro, también en política”, Manifiesto de Comunión y Liberación ante las Elecciones 26-J Quién no ama la vida y desea vivir días felices? ? Esta semana en que miles de jóvenes están haciendo la PAU es un momento privilegiado para pensar de nuevo la universidad. Ante los que llegan nos preguntamos: “¿Por qué somos nosotros universitarios?”, “¿Qué ofrece la universidad?”. Dejar el Bachillerato es un cambio importante y provoca vértigo. Hay que elegir carrera universitaria u optar por un módulo, y todos tenemos miedo a equivocarnos, a elegir mal. Esta dificultad a la hora de decidir esconde el deseo que tenemos de que nuestra vida se cumpla totalmente y alcance la mayor belleza posible. Lo bonito de la universidad es que es un tiempo para descubrir la vocación de cada uno, es decir, descubrir no sólo qué carrera estudiar, sino quiénes somos, cómo queremos servir a la sociedad o en qué lugar podemos entregar la vida con gusto. Con lo primero que uno se encuentra al llegar a la universidad es con los profesores y las clases. Y parece que hay que salir corriendo tanto de unos como de las otras. A menudo vemos la universidad, las clases, el estudio y los exámenes como un peaje que estamos obligados a pagar si queremos tener un futuro asegurado. Preocupados por ese futuro, posponemos la posibilidad de disfrutar al ansiado viernes, las merecidas vacaciones o a terminar la carrera y empezar a trabajar, y con ello nos perdemos el presente, que no siempre es fácil o apetecible. Sin embargo, es en el presente, delante del estudio, los profesores y los exámenes donde podemos empezar a entender hacia dónde queremos ir. Son el punto de partida para descubrir si nuestro deseo inicial halla una 2 samizdat junio respuesta. Es el momento en el que se desafía nuestra libertad para volcarnos en un conocimiento nuevo, en una investigación, en un tema que desconocíamos o en una relación apasionada hacia la verdad. Otro de los grandes miedos que asaltan a cualquiera que dé el paso a la universidad es el cambio de ambiente: dejar un hábitat conocido en el que más o menos sabías desenvolverte para pasar a un mundo desconocido en el que tendrás que arriesgar por nuevas relaciones y confrontarte con gente que piensa distinto a ti. Muchos de los compañeros de clase son muy distintos y a menudo rompen con nuestros esquemas, pero por eso mismo son también una oportunidad y un desafío, pues la riqueza de la relación radica en esa diferencia que nos obliga a saber más de nosotros mismos y a conocer lo que les mueve a ellos. Los que llegáis a la universidad seguramente tengáis miedo a elegir, y nosotros a menudo tenemos miedo de 2016 haber elegido mal, miedos que son síntoma de que tememos perder algo; sin embargo, ante nosotros tenemos muchos elementos para ir descubriendo quiénes somos y cuál es nuestro lugar. La universidad, en todos sus aspectos –el estudio, la relación con los profesores y compañeros, y multitud de iniciativas, asociaciones, clubs, seminarios, conferencias, etc.–, es la etapa de la vida en la que podemos madurar como personas, pasando de la adolescencia a la vida adulta. Si somos leales con lo que se nos pone delante vemos que en cada uno de nosotros el deseo de conocer, de descubrir y de aventurarnos en la vida es más fuerte que el miedo y que la libertad es más fascinante que la resignación. Por eso podemos decir que nos esperan días felices. Editorial Samizdat ShakespearE A genio deL alma humana primera vista, no parece que haga falta dar razones para hablar de Shakespeare, prolífico poeta y dramaturgo, dado que es pilar y mito por excelencia de la cultura anglosajona y en gran parte también de la literatura occidental. Sus ecos se perciben en la literatura más canónica y hasta en el cine; desde Hollywood hasta Japón, desde el cine de Disney con El Rey León que se inspira en Hamlet, hasta en el cine de autor, como en el del japonés Akira Kurosawa. Pero, pese a todo, nosotros queremos preguntarnos quién puede ser Shakespeare para nosotros, sin dar por hecho que merezca la pena adentrarnos en su amplísima obra. Y qué mejor momento que en el año de su 400 aniversario. Por ello, hablamos con la Doctora María Goicoechea de Jorge, profesora de Literatura Inglesa en la facultad de Filología de la Universidad Complutense, para que nos hable de un autor al que ha dedicado estudio y docencia. Isabel Berzal – ¿Por qué leer a Shakespeare hoy? ¿Qué nos puede decir él a nosotros, contemporáneos, tecnológicos, muy adormecidos con algunas de las preguntas que plantea? María Goicoechea – Es muy famosa la frase de Harold Bloom que dice que “Shakespeare inven- ta lo que significa ser humano”. Yo creo que no es que inventara nada que no estuviera ahí, pero sí que consigue dar una profundidad nueva al personaje de un drama teatral. Lo que hace generación de escritores de Shakespeare, no sólo Shakespeare, es salir de esa abstracción, de esos estereotipos y dar al público un fiel reflejo de todos esos matices que configuran el ser humano. A mí lo que me parece muy enriquecedor de Shakespeare es que no te da respuestas obvias ni fáciles a problemas del ser humano que, da igual cuántos siglos pasen, están en nuestro ADN: la envidia, la pasión, la ambición, la solidaridad, la compasión. Shakespeare profundiza tanto en cualquier sentimiento humano que es capaz de mostrarte toda la gama de posibilidades que determinado impulso puede provocar y crear. Intenta no caer nunca en lo simple, ni si quiera cuando trata a sus personajes que podríamos decir que son más www.periodicosamizdat.com 3 samizdat junio idealizados. ¿Y qué nos ofrece leer a hoy en día? No te da respuestas fáciles y eso te obliga a pensar, a profundizar, a no simplificar y a no juzgar al otro de manera categórica. Te está obligando a hacer una introspección y trata todos los problemas actuales del poder, la corrupción, las relaciones personales, familiares, de amor, etc. Ya en sus obras poéticas hace una introspección de lo que es la maldad humana. Te pone los pelos de punta, pero, al mismo tiempo, incluso te acerca a esas personalidades extremas con todos sus pensamientos. Yo creo que Shakespeare, igual que muchos otros grandes escritores, se preocupa por el mal. ¿Cómo explicamos que el hombre sea capaz de ser ese lobo para el hombre, la duplicidad del alma humana, el doble rasero que se utiliza? I.B.– Relacionado con esta variedad de matices, te quería preguntar específicamente por “Hamlet”, su personaje más universal. Cuando yo leía sus soliloquios me daba la sensación de que era un primer personaje moderno: metido en su cabeza, dentro de la sospecha y la duda, razonándose a sí mismo y sin llegar a salir. Un cartesiano que habla consigo mismo pero no saca nada en claro. M.G.– Yo sí que veo que él es una de sus creaciones más modernas y por eso ha sido tan destacada en su obra, porque es una especie de antihéroe. Ahí es donde puedes ver mejor esa idea de un personaje ambivalente, que no es ni bueno ni malo. Hamlet, como personaje, es víctima de una línea. Él es el que sufre la afrenta, pero se convierte en el villano de la historia de Ofelia y Laertes. ¿Qué mejor manera de mostrar esa duplicidad del alma humana? Yo creo que sí que vemos una evolución del personaje y esto me parece que es lo más interesante de esos soliloquios. Primero es el adolescente rebelde sin causa. Luego tiene una causa, pero él la lleva al límite, siendo nada práctico y muy idealista, demostrando todas las pasiones de la juventud, de intentar querer un mundo mejor y de sentir mucho rechazo a lo que no te gusta de tu sociedad. Y finalmente pasa a entender que él también lleva el mal dentro. En todos esos discursos Hamlet es el primero que dice que él es una persona indigna, que él es una persona pecadora, que él es el peor de todos. Ahí se ve cómo ha pasado de rechazar todo lo que era inmoral, poniéndose él un poco como parangón de virtud, a reconocer que dentro del alma humana también tiene el mal, a reconocerse como cobarde, con miedo a la muerte (algo que le paraliza) y a re- 2016 conocer ejemplos alrededor de personajes que han sido capaces de sobreponerse a ese miedo y ya, por último, a aceptarlo. Yo creo que de lo más bonito de Hamlet, es la escena del cementerio, cuando se enfrenta a ese enterrador que es uno de los personajes más memorables de Shakespeare, un hombre que está totalmente familiarizado con la muerte, que habla al príncipe o a un rey como a cualquier otra persona. Es esa persona que no se doblega ante la autoridad, sino que trata a todo el mundo por igual. Hamlet es como si de repente viera un modelo a seguir. Entonces se da cuenta de que la muerte nos iguala a todos y que hay que apechugar y que aceptar que estamos vivos, que tenemos aquí una oportunidad cada día para reaccionar. Cuando por fin es capaz de aceptar su destino se precipita la tragedia, pero por lo menos se precipita también ese conocimiento de que la vida es para vivirla. I.B.– Es especialmente interesante el momento en que Hamlet se plantea qué es mejor si morir presentando batalla o dejarse matar, y toda la pregunta que aparece que no tiene respuesta. M.G.– Fíjate, en cuanto a esa cuestión, Hamlet es un personaje también muy ambivalente porque decide morir matando. Si vemos la evolución del propio autor en cuanto a la legitimidad de esa acción, si nos enfrentamos, por ejemplo, a El rey Lear, vemos que ahí los personajes buenos mueren aceptando. Casi como Jesucristo. Cordelia es como una especie de versión femenina de Cristo, que se sacrifica hasta el final. De alguna manera vemos como Shakespeare reconoce que ante ese sacrificio humano ya no hay posibilidad de decir si fue ambivalente, fue turbio o tuvo duplicidad. Es la entrega total. Yo lo veo también una herencia del catolicismo de la familia de Shakespeare que se puede ver a lo largo de toda la obra. Esa lucha por defender con qué valores me quedo: los del protestantismo y calvinismo, la idea de la predestinación, de que hay unos que van a ser los escogidos y otros no, o la idea de la compasión, del perdón, del sacrificio y de la entrega total. Por eso El Rey Lear es otra de las obras grandes, esenciales. Muy oscura, pero tiene esos momentos de ternura. Es dramática hasta el final, pero los personajes buenos son, digamos, puros. Al final Cordelia es ejemplo de personaje totalmente puro que se entrega hasta el final y de quien es imposible decir que podía haber hecho las cosas mejor. www.periodicosamizdat.com 4 samizdat junio I.B.– Respecto a esta variedad que mencionas, quería preguntarte también cómo se pueden relacionar en un único escritor tragedias tan oscuras como El rey Lear, Macbeth, Hamlet, con el poder absoluto del amor en sus sonetos, con comedias tan divertidas como El sueño de una noche de verano, o con obras que tratan del perdón como La Tempestad o en El Mercader de Venecia. ¿Cómo puede caber todo en la obra de un solo autor y como se relacionan unas con otras? M.G.– Shakespeare es como una especie de catalizador de las necesidades de la sociedad del momento. Muchas de sus tragedias históricas, por ejemplo, responden al auge del patriotismo que se vivía en esos momentos. La necesidad de buscar una identidad nacional que aglutine a pueblos muy diferentes, incluso con lenguas diferentes como puedan ser las personas de Gales, Irlanda, Inglaterra, etc. Luego hay una etapa de mucha actividad en la que es un escritor muy, muy prolífico que intenta combinar la tragedia con la comedia. En clase siempre pongo el ejemplo de El sueño de una noche de verano con Romeo y Julieta. Utilizando los mismos temas, consigue ver la cara oscura y la cara luminosa de lo que en el fondo es una situación similar: el enfrentamiento de la generación más joven contra sus padres, las relaciones de parejas que no son bien vistas por la familia, los obstáculos que tienen que sobrepasar los protagonistas. Luego, por ejemplo, en la época en que Inglaterra está en crisis económica, política y moral, no sólo Shakespeare escribe sus grandes tragedias como Hamlet o El rey Lear; en ese tercer periodo muchos de los otros dramaturgos 2016 de ese periodo tienen esa misma pátina triste, desesperanzada, de una época de depresión, de hambruna. De nuevo llega el respiro y cierta estabilidad con Jacobo I y hay un intento del dramaturgo de conseguir cerrar el círculo. Ahí vemos que la tragicomedia es la mezcla de todas esas estrategias que ha estado ensayando. Las tragicomedias de la última etapa tienen todas algo en común: es la historia de la felicidad perdida que en el último momento se recupera. Es como la idea del ave fénix: después de la muerte y la tragedia existe la posibilidad de la regeneración. I.B.– Entiendo que con una obra tan extensa y profunda es difícil elegir un pasaje sobre los demás. Aun así, me gustaría preguntarte cuáles son las partes que más valoras de Shakespeare y por qué. M.G.– Me gustan los sonetos porque cada pequeño soneto es una especie de puzle que rompe con toda la tradición y te hace plantearte cosas sobre la política, las relaciones personales, el paso del tiempo, cosas que han preocupado siempre a los escritores. También me gusta el momento en el que Hamlet, en sus últimas palabras, le dice a Horacio: “Por favor, cuenta mi historia”. Vemos cómo esa es una preocupación también de todos los escritores. Quieren creer que van a ser eternos, que gracias a su literatura generaciones y generaciones de lectores les van a leer. Eso es algo que a mí me intriga muchísimo porque me imagino que Shakespeare en su pequeño estudio, en la soledad de su escritura, imaginaba escenarios y da pena ver que murió sin tener obviamente la certeza de que eso iba a ser así www.periodicosamizdat.com Isabel Berzal, estudiante de Estudios Ingleses (UCM) 5 samizdat junio 2016 “LA NOCHE QUE VI LAS ESTRELLAS” El hombre siempre ha mirado el cielo, lo ha estudiado y observado incansablemente hasta llegar a conmoverse. Pero, ¿qué es lo que mueve al hombre a seguir obser- vando el cielo estrellado de una noche de verano? ¿De dónde nace el deseo de conocer cada diminuto punto U del firmamento? na noche, ya hace unos meses, iba con unos amigos a coger el metro en la estación de Ópera y, aunque quería llegar a casa lo antes posible, nos paramos un rato delante de la entrada con un hombre que había montado allí un telescopio. Nos explicó que siempre había sido un apasionado de la astronomía y como se había quedado en el paro, ahora conseguía dinero con su telescopio, ya que la gente le daba unos céntimos por mirar a través de él. Tuvimos mucha suerte, a pesar de ser todavía invierno la noche era clara y pudimos ver Júpiter y alguna de sus lunas a pequeña escala. Cuando bajamos al metro, uno de mis amigos comentó, "¿quién de nosotros se ha levantado esta mañana pensado que iba a ver Júpiter?" Y me hizo preguntarme por qué esa imagen minúscula pero preciosa podía hacer de esa noche de verano una memorable. Desde los principios de la historia la humanidad ha observado la bóveda celeste y ha ansiado conocer lo que allí arriba sucedía. El hombre se ha servido del cielo nocturno para orientarse, ha imaginado en las estrellas siluetas como la de un soldado, una serpiente, un león o un toro; les ha puesto nombre y ha inventado historias. En la Antigüedad se las identificaba con dioses e incluso con el alma de los muertos. Independientemente de que el Universo sea finito, su inmensidad no ha dejado de asombrar al hombre a lo largo de los siglos. Antes, mirar al cielo tenía una utilidad práctica y los hombres utilizaban las constelaciones, por ejemplo, para navegar en una dirección determinada. En nuestros días no tienen ninguna finalidad práctica –cada estrella se sitúa en la esfera celeste según unas coordenadas–, pero esto no ha hecho que desaparezcan esos aficionados capaces de identificarlas en el cielo y que nos enseñan al resto a mirarlo. El hombre siempre ha mirado el cielo, lo ha estudiado y observado incansablemente hasta llegar a conmoverse. Pero, ¿qué es lo que mueve al hombre a seguir observando el cielo estrellado de una noche de verano? ¿De dónde nace el deseo de conocer cada diminuto punto del firmamento? También hoy, para el hombre del siglo XXI, el firmamento lo inquieta de la misma forma que a nuestros antepasados, la única diferencia está en la importancia que, en ocasiones, nosotros no le otorgamos. Hay momentos en los que nuestra sociedad se mueve de forma tan acelerada que no tenemos tiempo de pararnos a observar la belleza del cielo o escuchar una melodía, por mucho que queramos. Sin embargo, uno no está igual en la universidad o en el trabajo después de haber reconocido en algún momento del día un pequeño atisbo de belleza, como el amanecer desde el autobús, o cuando nos preguntan cómo estamos y nos sentimos libres para contar todo lo que nos sucede, o cuando realmente disfrutamos de una clase o escuchamos una canción que expresa mejor que uno mismo cómo estamos y quiénes somos. Beatriz Serrano, estudiante de Ingeniería Aeroespacial (UPM) e Irene Madroñal, estudiante de Historia e Historia del Arte (CEU) www.periodicosamizdat.com 6 samizdat junio E 2016 ¡¡TÚ!! scribo sorprendido. Profundamente asombrado, porque lo que escribo se hace nuevo otra vez, ahora, en este instante. Hay un dato fundamental en nuestra vida, que suele ser pasado por alto. Y me interesa mirarlo. Urge entenderlo. Porque me dejo fuera Hope There’s Someone algo esencial de mí si paso por alto Antony and the Johnsons este hecho. Y escribo también con un punto de agradecimiento, porque Hope there’s someone en la sinceridad de Antony, sale a la who’ll take care of me luz el punto en común más sencillo when I die, will I go? y verdadero que nos une a todos los hombres, que nos hace hombres. Hope there’s someone La tímida voz de Antony –acompawho’ll set my heart free, ñada por un discreto y delicado pianice to hold when I’m tired. no, que parece ser su único y frágil sustento– que, con la inocencia de un There’s a ghost on the horizon when I go to bed, niño empieza sin rodeos, suplicando how can I fall asleep at night? «Espero que haya alguien que cuide how will I rest my head? de mí cuando muera. ¿Me iré?», nos invita ya a tomar conciencia de la Oh I’m scared of the middle magnitud y urgencia de la cuestión. place E inevitablemente, si se escucha con between light and nowhere. un mínimo de seriedad, nos obliga I don’t want to be the one left in there, left in there. de alguna manera a tomar posición. Tomar posición: ceder o no, al hecho There’s a man on the horizon, de que en nuestra vida, llena de actiwish that I’d go to bed. vidades, de programaciones, de proIf I fall to his feet tonight, yectos, de pensamientos, de deseos, will allow rest my head? nos acompaña siempre, insistente y testaruda, una profunda soledad. So here’s hoping I will not drown Pues ¿a dónde va la belleza de una or paralyze in light. And godsend I don’t want to go amistad? ¿De qué nos habla una preto the seal’s watershed. ciosa música, unas montañas nevadas, el bello rostro de una preciosa Hope there’s someone mujer? ¿Qué dura para siempre? El who’ll take care of me hombre tiene una necesidad vital de when I die, will I go? belleza, pero ésta, cuando es verdadera, tiene una gran característica, y Hope there’s someone who’ll set my heart free, es que en el instante en que sucede, nice to hold it when I’m tired. ya se nos escapa de las manos, dejando una huella en forma de herida, porque uno ya no puede vivir sin ella. Pero ¿adónde va? www.periodicosamizdat.com Dice el poeta Leopardi «¡Cuán solitaria quedó mi mente desde el momento en que tú la tomaste por morada!». Y entonces, consciente o inconscientemente, todo lo que uno hace es necesitando esta belleza, necesidad de entender cuál es el sustento de todas las cosas que uno hace y tiene. En una gran amistad, en el estudio, en el trabajo, incluso en el momento de tránsito en el autobús, en un bello atardecer, «Espero que haya alguien…». Y es que el hombre se da cuenta de que no es nada, y lo necesita todo. El hombre necesita conocer. No pensar o imaginar, sino conocer. No un fantasma, sino una verdad tan real, tan concreta o más, como el ordenador que tecleo en este instante, como el aire que llena ahora mis pulmones. Solo así puede nuestra cabeza reposar en paz por las noches. Solo se conoce lo que es verdad, y la verdad profunda de las cosas es una. Cuando ésta se deja ver, uno la ama. ¿Cuáles son los rasgos característicos de esta verdad, los rasgos concretos que la hacen única e inconfundible, los que nos hacen decir “eres Tú”? El hombre necesita unos ojos a los que poder mirar fascinado hasta la eternidad, conocer un rostro concreto al que poder abrazar para siempre agradecido y decirle “eres Tú, te quiero”. Solo vivir las cosas con ésta tensión mirando esta necesidad en primera persona, hace de nosotros verdaderos hombres, y hace de la vida, una Vida apasionante. Juan Monsalve, estudiante de Canto (JORCAM) 7 samizdat junio 2016 La mirada S e dice que los seres humanos nos guiamos principalmente por la vista, y es cierto. Sin embargo, en mi humilde opinión creo que a través de nuestra mirada recibimos la misma cantidad de información que enviamos. Nuestros ojos son una carre- tera de doble sentido, actúan como los pulmones del alma, liberándonos necesariamente de aquello que no nos podemos ocultar ni a nosotros mismos. Reflejamos nuestro propio mundo, sin dejar hueco a la imaginación del que nos mira. Recuerdo el día que murieron las palabras. Cayeron al vacío y con ellas todo lo demás. Cayeron las estrellas y las nubes, cayeron los atardeceres y los últimos rayos de sol. Cayeron las ciudades y sus calles con sus balcones, y sus balcones con sus flores. Cayó todo, excepto tú y yo, excepto tus ojos, y mis ojos mirando los tuyos. con pequeñas gotas, perlas de inocencia que jugaban en tu pupila. Se las veía corretear como niños alegres y despreocupados. La mirada del que flota, del que se sorprende cuando sus pies despegan de un suelo que nunca han pisado. El que ve un amanecer encerrado, por cada bombilla encendida, y cuenta las estrellas todas las noches. Entonces ya no quedaba nada, nada que no pudiera ver, hacer, descubrir, nada que no pudiera sentir perdiéndome en tus ojos ¿El reflejo del alma? El espejo del mundo. Pronto las cosas se complican, y el nácar es ahora tan inflamable como el fósforo, siempre listo para arder, buscando mecha en el amor o en el odio. Ojos que tratan de cincelar el corazón Todo empezó de otro. Impacientes, ansiosos, vivos y sedientos, siempre insatisfechos. Capaces de alcanzar la luna en un beso, perderse en el miedo, o hundirse en un vaso. Entonces la oscuridad, apaga el fuego, y en tu interior apenas interrumpe el silencio, un silbido, la caída libre, de tu yo en el vacío. Y en tus ojos sólo veo, un grito mudo, la "O" de tus pupilas, más abierta, más negra. En tu iris ya no hay más color, que el gris de la muralla, que encierra tu alma. En este poema he hablado sobre la mirada como si ésta tuviera identidad propia, dándole su propio ciclo vital: la inocencia pura e infantil con la que nace, la pasión desbocada de la juventud y oscuro descenso hacia la muerte. Sin embargo, esta trayectoria lineal que he marcado no se corresponde con la realidad de nuestro propio ciclo, pues son nuestros sentimientos los que encienden y apagan constantemente nuestra mirada, aportando mil matices que como autor del poema he visto inabarcables. Álvaro del Hierro, estudiante de Derecho y Políticas (UAM) www.periodicosamizdat.com 8 samizdat junio 2016 Ir cada dos viernes a la caritativa, a pasar un rato con los “sin techo” de la Plaza Mayor, es algo que me alucina, algo que me desborda, que no está en mis manos y a la vez es más mío que de nadie. Me acuerdo la primera caritativa que fui y pensé “esto es para mí”. ¡Cómo es aquella sensación, que tu corazón palpita con fuerza, desbordante de felicidad, que corresponde…! L viernes a primera vez que fui éramos unos 20 universitarios, tal vez más, muchos de ellos amigos, dando de cenar a los mendigos. Era una cena caliente preparada por algunos de los universitarios, y se les servía en platos con sus cubiertos y servilletas… veía a cada uno y miraba sus caras, felices, hablando con aquellos desconocidos –para mí lo eran, con el tiempo vas conociéndoles– con una familiaridad que yo envidiaba. No había barreras: de repente ya no eran universitarios y los de la calle un grupo social diferente, separados por su nivel cultural o económico. No, eran amigos, hablando de tú a tú, con bromas, conversaciones serias y gestos cariñosos. Miraba con perspectiva y veía una unión que me fascinaba. Después se pusieron todos en círculo a cantar, con guitarras, caja y maracas. Algunos salían a bailar, otros se quedaban en su sitio cantando y otros simplemente dando palmas, pero todos juntos, y todos experimentando la misma belleza que eran aquellos cantos. Cuando terminó todo aquello, un amigo dijo dirigiéndose a todos los presentes –mendigos, universitarios y personas que pasaban por ahí y se habían unido al oírnos cantar–: «Somos un grupo de jóvenes que venimos cada dos viernes para pasar un tiempo con las personas que viven en la calle. Lo hacemos porque vivimos agradecidos con lo que nos hemos encontrado, y nos hemos encontrado con una persona: Cristo». Recuerdo que salí de ahí feliz y no podía dejar de sonreír de camino a casa. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué vuelvo tan contenta? No lo tenía claro, pero lo que sí sabía era que esto no lo podía disfrutar yo sola… ¡El resto de mis amigos lo tenía que conocer, poder experimentar lo mismo que yo! Necesitaba compartirlo y que ellos también vieran aquello. Así de sencillo. De modo que el lunes siguiente empecé a contarles lo que había visto aquella noche de viernes: la alegría de esa gente, el agradecimiento de ambas partes, la familiaridad que se vivía, la belleza de los cantos… Pero había un punto que no sabía explicar, algo que se me escapaba y por eso les decía “tienes que venir y verlo tú”, hay algo que ni con palabras se puede entender, algo que requiere vivirlo. Así, el viernes siguiente vinieron cuatro amigas, y sólo hacía falta verles la cara para ver que allí pasaba algo fuera de lo normal. Este gesto de acompañar a los necesitados, la caritativa, a mí me cambia. Cambia mi forma de vivir, de entregarme a los demás. Aprendo a escuchar, a mirar al otro y a ver que no somos tan diferentes, que tiene el mismo deseo de felicidad que yo. La caritativa me propone vivir la gratuidad y veo que me corresponde, que quiero vivir así siempre y en todo momento. Me ayuda a ser más yo, a ver más claro mi deseo y seguirlo. Poder compartir esta experiencia con mis amigos me ayuda un montón, porque me planteo mil preguntas. Hay algunos viernes que me cuesta más, otros que voy a mi bola… pero vivir esto con una compañía me ayuda a ver lo que sucede, a ver más allá. Compartir con ellos la misma experiencia y que me cuenten cómo lo viven ellos me abre a la vida y a todos sus retos. en la Plaza Mayor ¡ANÚNCIATE AQUÍ! ¡SI LO ESTÁS LEYENDO ES QUE SIRVE! TU PUBLICIDAD LLEGARÁ A TODOS LOS UNIVERSITARIOS Y ESTARÁ TAMBIÉN EN: w www.periodicosamizdat.com f /periodicosamizdat T @AC_Atlantida 0 [email protected] www.periodicosamizdat.com Nuria Corpas, estudiante de Historia del Arte (UCM)