El incesante fuego de la dialéctica

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EL INCESANTE FUEGO DE LA DIALÉCTICA.
Sergio Daniel Gianna1.
“El fin y el método de la ciencia proletaria…
es la totalidad de la sociedad burguesa;
y que el fin de la ciencia es tomar conciencia
de lo que significa para el proletariado en cuanto tarea,
en cuanto acción, la evolución de esa totalidad. Ese conocimiento,
el conocimiento del todo, y del todo como proceso –un conocimiento
que es solo un estadio previo de la acciónlo proporciona sólo el marxismo,
la dialéctica revolucionaria, el materialismo histórico.”
György Lukács.
Resumen: El presente artículo busca profundizar en el estudio de la dialéctica marxista
para recuperar el método adecuado para captar el movimiento de la realidad y a partir de
ello generar estrategias de intervención profesional superadoras que partan de lo
concreto real.
Palabras claves: Dialéctica, mediaciones, marxismo, estrategias de intervención.
Introducción
El presente artículo, tiene por objetivo profundizar en el estudio de la dialéctica
marxista como el método adecuado (Lukács, 2002a) para develar la realidad fetichizada
que presenta el modo de producción capitalista; pudiendo reproducir el movimiento
inherente en él, que es de carácter contradictorio e histórico.
La cuestión del método dialéctico se constituyó a lo largo del tiempo, en uno de
los debates propios del marxismo, así como también con las llamadas “ciencias
sociales”. Hacia adentro del marxismo coexistieron –y coexisten- miradas que rechazan
1
Trabajador social (Universidad Nacional de Córdoba). Maestreando en Trabajo Social en la Facultad de
Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. Miembro de la cátedra Trabajo Social V de la
Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. Becario CONICET.
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la dialéctica, aquellas que la toman como una serie de leyes fijas e inmutables y aquella
que busca recuperar la herencia hegeliana en el pensamiento de Marx. En ese sentido, el
artículo busca asumir una mirada marxista que recupera la herencia hegeliana (Borón,
2006) como parte constitutiva del pensamiento de Marx (Lenin, 1976).
El artículo aborda tres momentos:
El primero –objeto de desarrollo de esta primera parte del artículo- orientado a
recuperar el “núcleo racional” de la dialéctica hegeliana y su resignificación por parte
del pensamiento marxista (Pontes, 1995).
El segundo momento, busca captar el movimiento en espiral del método
dialéctico, que mediante sucesivas mediaciones capta las determinaciones sociohistóricas de los fenómenos sociales y su vinculación con una totalidad concreta que las
contiene.
Finalmente, el tercer momento, desarrolla la mediación entre el trabajo social y
el método dialéctico, colocando a este último como el método que permite el desarrollo
de estrategias profesionales de intervención que partan de captar las determinaciones
socio-históricas presentes, y a partir de ello generar procesos de intervención que
contribuyan a las transformaciones –materiales y espirituales- de los sujetos con los que
se trabaja.
Tanto el segundo como el tercer momento, serán abordados en la segunda parte
de este artículo, que será publicado en el cuarto número de la Revista Plaza Pública.
Este texto, es el resultado fundamentalmente de dos preocupaciones, la primera,
vinculada a como introducir el pensamiento dialéctico en la formación profesional de
estudiantes de grado, que se encuentran cursando su primer año de carrera. La segunda
–en profunda relación con la primera- referida a una cuestión esencialmente política: la
dialéctica no deja indiferente a los hombres; sino que lo obliga a tomar posición, y de
este modo permite derriban mitos falsos acerca de los Estados, de los bonapartismos
políticos, del rol de las Universidades, quedando en claro que el motor de la vida de los
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hombres es dialéctico y en cuanto tal es antagónico; de allí la inexistencia de un bien
común.
Esto implica una contribución al desarrollo de un posicionamiento intelectual
que asume la defensa de un interés de clase, junto a “Ellos, que representan los más
típico/ En la vida interior de las naciones, / Ellos, los vencedores y los vencidos de este
siglo, /Ellos, de quienes se ha charlado tanto, / Ellos, de quienes ya se dijo/ Que no
tenían nada que perder/ A no ser sus cadenas” (Hikmet, 1970: 15-16)
La dialéctica marxista: Crítica y transformación de la realidad.
“En el principio fue la acción”.
Johann Wolfgang von Goethe
Comprender la dialéctica marxista sin caer en una abstracción implica reconocer
que el pensamiento marxista tiene por punto de partida lo que Lenin (1976) llamó tres
fuentes constitutivas del pensamiento marxiano: la economía política inglesa, el
socialismo francés y la filosofía alemana.
La economía política inglesa cobra esplendor con los desarrollos teóricos de
Smith y Ricardo2. Los mismos, fueron los precursores de la teoría del valor como
resultantes del trabajo humano. Marx recupera fundamentalmente el pensamiento de
estos autores –y en general de los economistas de la época-, aunque con una marcada
diferenciación, “Allí donde los economistas burgueses veían una relación entre objetos
(cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió una relación entre personas. El
intercambio de mercancías expresa la relación establecida mediante el mercado entre
distintos productores”. (Lenin, 1976: 8)
El socialismo utópico francés tuvo su origen al dilucidar que el derrocamiento
del feudalismo no traía consigo la “era de las luces” –la libertad, igualdad y
2
Ya en El Capital, Marx distingue los aportes de estos autores de aquellos que llamada de “economistas
vulgares”, que ya no buscan captar la realidad, sino que buscan –fundamentalmente- la construcción de
apariencias ideológicas.
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fraternidad3- sino que se constituía en un sistema de dominación y explotación entre los
hombres. Es así que se erigen doctrinas socialistas que adoptaban un carácter utópico,
ya que “Criticaba y maldecía a la sociedad capitalista, soñaba con su destrucción,
fantaseaba con un régimen mejor, quería convencer a los ricos de que la explotación es
inmoral”. (Lenin, 1976: 9) Es decir, el socialismo utópico proponía una reforma ética,
moral, sin localizar el sujeto histórico capaz de librar a la humanidad de ese sistema de
dominación y explotación.
La filosofía alemana, cuyo principal exponente era Hegel, era la expresión de la
Alemania de la época. Según Marx (1965) Alemania había acompañado los procesos
revolucionarios burgueses en el plano del pensamiento, sin poder llevarlos al plano de la
realidad, es decir, aún no había superado completamente el carácter feudal de su modo
de producción. En ese sentido, el pensamiento hegeliano “…había conducido al
materialismo de Feuerbach. La principal de estas adquisiciones es la dialéctica, o sea,
la doctrina del desarrollo en su forma más completa, más profunda y más exenta de
unilateralidad…” (Lenin, 1976: 6)
Por lo tanto, el pensamiento de Marx se nutrió de aquel pensamiento más
avanzado de la época, constituyéndose en el punto de partida de su pensamiento,
asumiendo una mirada crítica en torno a ellos. Es decir, Marx no investigó ni desarrolló
su pensamiento desde entelequias vacías, sino que su punto de partida fue el punto de
llegada de las tres fuentes anteriormente señaladas.
En ese sentido, mucho ha pasado en tiempo y en significación histórica desde el
Siglo XIX al Siglo XXI. En ese constante devenir histórico, que atravesó por la
experiencia del Socialismo Real y múltiples mutaciones del capital –cuya línea de
continuidad fue la explotación del hombre-, se declaró la muerte de la historia –que no
3
Uno de los acontecimiento más importantes del Siglo XIX como fue la Revolución Francesa (1789);
terminó constituyéndose en una revolución parcial, donde los intereses de la clase dominante, que en un
principio se presentaban como universales terminaron constituyéndose como intereses particulares,
intereses de clase. Esto lo expresa claramente Engels al señalar que “Hoy sabemos ya que ese reino de la
razón no era más que el reino idealizado de la burguesía; que la justicia eterna vino a tomar cuerpo en
la justicia burguesa; que la igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley; que como uno de los
derechos más esenciales del hombre se proclamó la propiedad burguesa…” (1975: 8)
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es más que la eternización del modo de producción capitalista-; la muerte del marxismo;
la muerte de los grandes relatos; es decir, la muerte de todo aquello que pueda provocar
una transformación de la esencia del modo de producción capitalista.
De allí que recuperar el método dialéctico, como una cuestión central para el
desarrollo de un pensamiento crítico, se constituye para otras formas de pensamiento en
un mero anacronismo o un sin sentido. Sin embargo, no es más que la expresión de un
hilo de Ariadna que no se corta desde el Siglo XIX: el lugar relegado de la dialéctica
por parte del pensamiento dominante.
En ese sentido, Marx y Engels brindan elementos para comprender esta
continuidad histórica al señalar que “La moral, la religión, la metafísica y cualquier
otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la
apariencia de su propia sustentatividad. No tienen su propia historia, ni su propio
desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su
intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los
productos de su pensamientos”. (2005: 26)
Es decir, esta ausencia del método de conocimiento y de transformación de la
realidad, puede encontrarse en el surgimiento de las ciencias sociales específicas en
detrimento de la teoría social; movimiento que fue acompañado del
proceso de
consolidación de la burguesía como clase dominante.
Así, este corrimiento del pensamiento dialéctico no puede ser explicado por si
mismo; sino que está mediado por la instauración de una nueva clase dominante, de un
nuevo modo de producción; una nueva división del trabajo que también se traslada a la
ciencias; donde “Ya no se trata de si este o aquel teorema era verdadero, sino de si al
capital le resulta útil o perjudicial, cómodo o incómodo, de si contravenía o no las
ordenanzas policiales”. (Marx, 2002: 14)
Lukács (1958) ha sido uno de los autores que ha retratado el proceso que va de
la creación de teoría social al surgimiento de las ciencias sociales específicas,
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identificando fundamentalmente distintos momentos de este proceso de descomposición
del pensamiento crítico.
El primer período se desarrolla desde fines del primer tercio del Siglo XIX hasta
1848; momento en que se desarrolla la lucha de la burguesía contra el feudalismo. En
palabras del autor: “La filosofía de esta época codifica los principios últimos y la
concepción general del mundo, propias a ese vasto movimiento progresivo y liberador
que reformó tan profundamente la sociedad”. (Lukács, 1958: 23) Es decir, que es un
período histórico donde si bien hay una profunda relación entre la clase ascendente y la
filosofía; es posible aún la crítica, y ella emerge del seno mismo de esta clase.
A partir de 1848, la burguesía comienza a perder su rol de clase ascendente,
producto de que su lucha contra el feudalismo finalizó, sin embargo, la nueva clase
hegemónica (la burguesía) comienza a enfrentarse a una nueva clase que se encuentra
en su etapa de génesis y desarrollo: el proletariado.
En ese sentido, Netto expresa que en 1848 se produce un corte cultural en la
teoría social, ya que hasta el momento, se reconocía que la fuente de riquezas y valores
se encontraba en el trabajo, luego de 1848 “Las bases de una teoría social unitaria y
totalizante desaparecen del horizonte burgués, porque en la base de esta teoría está la
idea de que el trabajo es el vector fundamental de la producción de valores y
riquezas…Se produce la pulverización de lo social. Es necesario sacar del horizonte del
investigador el problema básico de la explotación del trabajo por el capital”. (2005:
33-34)
Es así que las ciencias sociales pierden su carácter crítico de la realidad,
pulverizándola en esferas separadas entre sí, produciéndose la “Renuncia…a la
ambición de poder contestar a las preguntas últimas del espíritu… Sólo tenemos que
preocuparnos de las adquisiciones de las ciencias, especializadas y separadas unas de
otras, que nos proporcionan los conocimientos indispensables desde el punto de vista
de la vida práctica”. (Lukács, 1958: 26)
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Como resultado de ello, se produce la pulverización de la totalidad, mediante la
creación de disciplinas específicas que tienen su propio objeto de estudio, sus métodos y
su propia teoría. Al respecto de la génesis de la sociología, Lukács muestra como se
produce una escisión entre lo social (los problemas sociales) y lo económico. Esto
implicó “…la supuesta independencia de los problemas sociales con respecto a los
económicos es, en efecto, el punto de partida metodológico de la sociología…la
economía vulgar…la llamada economía subjetiva, disciplina profesional de estrecha
especialización y temática muy limitada, que renuncia de antemano a explicar los
fenómenos sociales y se propone como su misión esencial hacer desaparecer del campo
de la economía el problema de la plusvalía, y en el otro polo nace como ciencia del
espíritu al margen de la economía, la sociología”. (Lukács, 1959: 471)
De allí que esta pulverización de la totalidad en sus partes, sin captar las
mediaciones existentes entre ellas han colocado a la dialéctica en un lugar relegado y
olvidado, porque justamente ella parte fundamentalmente de dos cuestiones: reconocer a
la realidad con una totalidad concreta, así como la historicidad de los fenómenos
sociales.
Hegel ha sido sin dudas uno de los pensadores que ha desarrollado en
profundidad el método dialéctico, en detrimento del pensamiento metafísico y el
dualismo kantiano que imperaba en la época, realizando aportes fundamentales al
método dialéctico que será retomado luego por Marx.
Kohan (2003) reconoce en el pensamiento hegeliano un elemento superador,
vinculado a que las categorías no son sólo de carácter lógico, sino también de carácter
ontológico4, es decir lógico-ontológicas. Hegel coloca a la historia y a la realidad como
elementos centrales de la dialéctica, y por tanto las categorías teóricas deben reproducir
en el pensamiento el orden de la realidad.
4
Como señala Lessa, la ontología “es el conjunto de teorías que comparten la tesis, según la cual sólo
podemos conocer la realidad como parte del proceso de nuestra existencia, así el conocimiento, sus
posibilidades y condiciones, debe ser aclarado en tanto proceso a partir de la historia concreta de los
hombres”. (2000a: 205)
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Esas categorías deben ser presentadas según el devenir histórico, Hegel reconoce
que la realidad es el resultado de sus contradicciones, y que a diferencia de la lógica de
identidad es la negatividad lo que genera el movimiento 5.
Otro elemento superador del pensamiento hegeliano se constituye la superación
del dualismo sujeto-objeto, en el cual “No es que por un lado está la realidad y por el
otro el sujeto y luego se juntan y el sujeto avanza…sobre la realidad. No. Para Hegel
desde el inicio el sujeto está inmerso dentro del “ser”…-lo que nosotros llamaríamos
en nuestro lenguaje “la realidad”-…En suma: el sujeto descubre que conocer (el
“afuera”) es conocerse (a sí mismo), que la realidad no es “externa” sino el producto
de su misma actividad”. (Kohan, 2003: 145)
En ese sentido, dentro del pensamiento hegeliano, la verdad (o lo que
comúnmente se conoce como criterio de verdad) se encuentra en la totalidad, es decir, la
verdad no está en los hechos aislados, en los hechos atómicos. Así, la lógica dialéctica
es de carácter relacional, donde la totalidad es una totalidad de relaciones, donde dicha
relación es lo que lo integra a la totalidad y le otorga sentido y significado a los
elementos que los une6. De este modo, la verdad para Hegel “…se da (a) como
totalidad, (b) como realización de un proceso lógico-estructural (sincrónico)-histórico
5
Hegel coloca en la Fenomenología del Espíritu un pasaje que puede ser ilustrador de lo señalado, al
decir que “El capullo desaparece al abrirse la flor, y podría decirse que aquél es refutado por ésta; del
mismo modo que el fruto hace aparece la flor como un falso ser allí de la planta, mostrándose como la
verdad de ésta en vez de aquella. Estas formas no sólo se distinguen entre sí, sino que se eliminan las unas
a las otras como incompatibles. Pero, en su fluir, constituyen al mismo tiempo otros tantos momentos de
una unidad orgánica, en la que, lejos de contradecirse, son todos igualmente necesarios, y esta igual
necesidad es cabalmente la que constituye la vida del todo”. (Hegel, 1966: 8) Es decir la contradicción
niega pero también genera algo nuevo, niega lo existente y hace que lo que existe deje de ser lo que es
ahora para transformarse en una cosa distinta.
6
Así se observa que esta referencia a la lógica relacional y a la totalidad puede ser entendida a partir de
dos ejemplos. El primero, referido a la lógica relacional, puede ser representado a partir de la categoría
capital, donde para Marx no es una categoría de una cosa, sino que fundamentalmente representa la
relación entre dos partes mutuamente relacionadas y que se necesita una a otra: los capitalistas, como
dueños de los medios de producción, y por otro lado los obreros, como aquel sector que sólo tiene su
fuera de trabajo para ser vendida. Sin uno de estos polos, el otro polo no tiene razón de ser; por eso como
señala Marx, la lucha contra el capital y la burguesía es también la lucha por la abolición del trabajo
asalariado. Con respecto a la totalidad, Marx da un ejemplo de como las partes del todo cobran sentido
dentro de la totalidad. El mismo dice: “Un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones se
convierte en esclavo. Una máquina de hilar algodón es una maquina para hilar algodón. Sólo en
determinadas condiciones se convierte en capital, del mismo modo que el oro no es de por sí dinero, ni el
azúcar el precio del azúcar”. (Marx, 1987: 36) Es decir, dentro de una totalidad determinada la persona
de color se convierte en esclavo, la maquina en capital; sólo su significado, puede captarse en la totalidad.
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(diacrónico) que abarca no sólo el discurso ni sólo el sujeto sino que se realiza en las
relaciones prácticas reciprocas entre los sujetos, es decir, (c) en el ámbito de la
intersubjetividad”. (Kohan, 2003: 158)
Pese a este gigantesco avance en el pensamiento dialéctico desarrollado por
Hegel el mismo cae en un error central: confunde el concreto construido del
conocimiento con el concreto real; es decir, asume un pensamiento idealista donde el
demiurgo de lo real era la idea7, como si la idea creara el mundo, las cosas.
De allí que la critica de Marx a la dialéctica hegeliana parte de discutir con el
idealismo, que presenta una inversión, donde lo espiritual precede a lo real; y por otro
lado con el materialismo; principalmente el de Feuerbach, donde se reconoce a la
realidad como mera contemplación, actividad sensorial y no como actividad práctica del
hombre.
La superación marxiana de la dialéctica de Hegel no está en anteponer la materia
a la idea; sino que “…está centrado en la “materialidad” de las relaciones
sociales…Lo que Marx le critica a Hegel es el haber invertido el sujeto y el objeto,
convirtiendo al “concepto” en un sujeto vivo, hipostaseado, metafísico, reduciendo de
este modo su mayor logro –el haber integrado la lógica y la historia- al haber
subordinado la historia a la lógica…La superación de la “mistificación” logicista
hegeliana sólo puede encontrarse “invirtiendo” la relación entre los dos ámbitos que
con gran acierto Hegel vinculó: el de la lógica y el de la historia. La historia, según
Marx, no debe subordinarse a la lógica…” (Kohan, 2003: 171-172)
7
Un ejemplo de ello, lo da Marx en la Sagrada Familia al señalar como el idealismo genera un proceso de
traspolamiento de la realidad real del objeto con su reproducción en el plano del pensamiento. “Cuando
operamos con realidades, manzanas, peras, fresas, almendras, yo me formo la noción general de fruta:
cuando, yendo más lejos, me imagino que mi noción abstracta, sacada de las frutas reales, es decir, la
fruta, es una entidad que existe fuera de mi, y constituya hasta la verdadera entidad de la manzana, de la
pera, yo declaro, en lenguaje especulativo, que la fruta es la sustancia de la pera, de la manzana, de la
almendra, etc. … Lo que es esencial no es su ser real, concreto, que cae bajo los sentidos, sino la entidad
abstracta que he deducido y que les he sustituido, la entidad de mi representación: la fruta”. (Marx y
Engels 1981:72)
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La dialéctica marxista no sólo coloca a la historicidad como elemento central de
la dialéctica, sino que también coloca al hombre –junto a su praxis- como el sujeto
creador del mundo.
La relación del hombre con la naturaleza y de los hombres entre si8 no se da de
forma inmediata; sino que esta se encuentra mediada por el trabajo. El mismo, se
constituye en la praxis primaria del hombre, proceso a partir del cual se transforma la
naturaleza, mediante un trabajo que termina en una objetivación; y al mismo tiempo, el
hombre mismo es transformado. En ese proceso de trabajo, el hombre adquiere nuevos
conocimientos, saberes que anteriormente no tenía; o como señala Lessa (2000a) se
produce un corrimiento entre lo desconocido y lo conocido para el hombre.
Esa interacción del hombre con la naturaleza, que surge en la lucha por la
existencia del hombre, es donde se da la unidad contradictoria de la necesidad y la
libertad; es el pasaje del “ser en si” al “para si”; proceso que supone trascender las
necesidades inmediatas e incorporar la razón y la voluntad; como proceso de
objetivación del ser genérico.
Esto implica un proceso donde “La práctica es, en su esencia y generalidad, la
revelación del secreto del hombre como ser onto-creador, como ser que crea la
realidad (humano-social), y comprende y explica por ello la realidad (humana y no
humana, la realidad en su totalidad). La praxis del hombre no es un actividad práctica
opuesta a la teoría, sino que es la determinación de la existencia humana como
transformación de la realidad”. (Kosik, 1963: 240)
8
Este proceso de trabajo se encuentra atravesado por dos elementos centrales, que mantienen entre si una
relación dialéctica. Estos son las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Las fuerzas
productivas hacen referencia al conjunto de instrumentos tecnológicos, las destrezas laborales y la
relación que establecen los hombres con la naturaleza. Las mismas, se caracterizan por ser trabajo
objetivado pasado (Marx, 1971), siendo resultante de los avances que ha establecido la humanidad en su
esfuerzo por mejorar la producción. Al mismo tiempo que, esa relación del hombre con la naturaleza se
va desarrollando y profundizando; los hombres establecen determinados tipos de relación entre si para
producir y reproducir la vida social y cultural; estas son las relaciones sociales de producción. Marx al
señalar la relación que existen entre estas dos partes señala “Las relaciones sociales están íntimamente
vinculadas a las fuerzas productivas. Al adquirir nuevas fuerzas productivas, los hombres cambian de
modo de producción, y al cambiar el modo de producción, la manera de ganarse la vida, cambian todas
sus relaciones sociales”. (Marx, 1981: 88)
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Es decir, el trabajo va determinando la génesis y surgimiento de la razón. “Al
transformar la naturaleza, como su ambiente natural y social, el hombre adquiere
conocimientos y habilidades, que hacen surgir nuevas necesidades, nuevas preguntas
que responder. En otras palabras, a medida que los hombres satisfacen sus necesidades
inmediatas, que responden a su ambiente, nuevas necesidades son creadas. Ellos
transforman en preguntas sus necesidades y las posibilidades de satisfacerlas, y estas
preguntas (mediaciones intelectivas o de carácter reflexivo) van a enriquecer los modos
que los hombres responderán a sus nuevas necesidades. Dichos conocimientos y
habilidades son útiles para los objetivos inmediatos de los hombres, pero también dan
origen a los varios ámbitos del conocimiento: científico, artístico, filosófico, técnico. El
trabajo engendra nuevos medios y modos…a través de los cuales los hombres
responden a sus necesidades y adquieren conocimientos”. (Guerra, 2007a: 69-70)
Sin embargo, como advierte Lessa (2000a) a partir de que las sociedades se van
desarrollando y volviéndose más complejas aparecen una serie de complejos sociales
(superestructura) que inciden en la previa ideación; así como también en la producción
de conocimiento. Es decir, del trabajo emerge el conocimiento; pero al mismo tiempo,
dicha producción no puede reducirse al proceso de trabajo.
De este modo, el trabajo, en cuanto categoría ontológica permite mostrar como
la razón es producida por la actividad; es decir, mediante el proceso de trabajo el
hombre establece un proceso de ideación previa (o teleología) en su mente acerca del
medio para la obtención de un determinado fin que luego mediante la causalidad lo lleva
a la práctica. De este modo, el proceso de conocimiento surge de las condiciones de
existencia de los hombres que, movidos por necesidades, deseos, fines, desarrollan una
praxis.
Este proceso, que parte de la previa ideación (o teleología) supone un reflejo de
la realidad, donde el hombre se separa del entorno, ya que en el reflejo la reproducción,
como realidad dentro de la conciencia9, nunca alcanza, en término ontológicos a ser
9
Que Marx haya dicho que “no es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el
contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia” (2004a: 66-67); no relega a un segundo
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semejante e idéntico a lo que reproduce (Lukács, 2004). En la misma línea, Infranca
(2005) señala que el reflejo, supone un proceso de reproducción mental de los objetos
existentes en la realidad y no de creación; en la medida que la realidad posee una
objetividad propia que es distinta a la del sujeto. Así, sujeto y objeto existen
independientemente unos de otros; donde el sujeto puedo reflejar al segundo por medio
de la conciencia.
El proceso de trabajo, implica además tres momentos decisivos según Lessa
(1996) la objetivación, la exteriorización y la alienación. En el caso de la primera, la
objetivación supone un conjunto complejo de actos que transforman la previa ideación,
la finalidad construida en la conciencia en un producto objetivo. El segundo, la
exteriorización, supone que el proceso de trabajo produce la exteriorización del sujeto,
mediante el desarrollo de su individualidad histórica. Es decir, al exteriorizar por medio
de la objetivación la ideación previa, el hombre adquiere nuevos conocimientos y
habilidades. Finalmente, en determinadas situaciones históricas, algunos complejos
sociales y mediaciones pueden cumplir el papel inverso al original, deteniendo o
dificultando el desarrollo humano; esto es la alienación.
Lefebvre y Guterman muestran como la alienación del hombre dentro del modo
de producción capitalista, que tiene origen en el trabajo, termina expandiéndose en todas
las relaciones sociales, estableciéndose un proceso de cosificación de las releaciones
que establecen los hombres.“Poco a poco el hombre domina el mundo exterior, lo
desmistifica. La acción y la técnica eliminan de la naturaleza la magia y el misterio.
Pero el productor que domina la naturaleza está dominado por su producto. La
mercancía, y después el dinero y el capital, funcionan como fetiches que envuelven y
enmascaras su origen real: el trabajo vivo, la praxis. El dominio de los productos sobre
los hombres permite y enmascara su acaparamiento por las clases dominantes”. (1964:
140)
plano el tema de la conciencia. Sino que esta cumple un rol fundamental para el hombre: “Cuando se
afirma que la conciencia refleja la realidad, y sobre esa base hace posible intervenir en esa realidad
para modificarla, se quiere decir que la conciencia tiene un real poder en el plano del ser y no…que ella
es carente de fuerza”. (Lukács, 2003: 132)
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De allí el papel fundamental de la dialéctica como método que explica la
realidad; porque el fetichismo de las mercancías; que se presenta como un relación entre
cosas; en realidad tiene por esencia las relaciones sociales que establecen los hombres
para producir.
A continuación, se analizará como el método dialéctico es el único capaz de
superar este aspecto netamente fenoménico, inmediato de los hechos para captar en el su
esencia. Este es el proceso a partir del cual Marx pudo analizar que detrás de las
mercancías (como fenómeno), su esencia estaba determinada por los hombres y por las
relaciones que establecen entre si. De aquí en más, se entrará en el desarrollo del
método dialéctico.
Con todo el desarrollo anterior, se ha intentado demostrar como el proceso de
conocimiento de la realidad y del propio hombre requiere de un método; ese método es
el dialéctico, ya que es el único capaz de superar el formalismo abstracto que cae en las
apariencias.
Aquí hay un primer punto superador del método dialéctico: los otros métodos de
investigación en ciencias sociales son de carácter apriorístico (Montaño, 2000), es decir,
construyen un método común para llevar adelante diferentes procesos de investigación
con distintos objetos de estudio; método que supone atravesar por distintos pasos,
momentos, y en cuyo final se obtienen los resultados investigativos.
A diferencia de estos métodos, que según Montaño (2000) se encuentran
aprisionados dentro de la epistemología, el método dialéctico marxista es de carácter
ontológico, ya “…que estudia el ser, su estructura, fundamentos y movimientos. Así, en
el abordaje ontológico del ser social…si aparecen preocupaciones metodológicas, pero
éstas son determinadas necesariamente a posterior y a partir del objeto concreto
estudiado”. (Montaño, 2000: 21) Es decir, es el objeto concreto de estudio el que
determina la particularidad del método. En palabras de Lessa “…cada objeto requiere
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de un método particular para ser conocido…el descubrimiento de cada objeto
implicará siempre una investigación que jamás será idéntica a ninguna otra…”10
(2000a: 203)
En ese sentido, el carácter distintivo del método dialéctico no es que crea el
objeto de estudio; sino por el contrario que busca reproducirlo en la mente; es decir,
busca reproducir en el plano de la conciencia la realidad y más concretamente su
movimiento.
De ello se desprende lo señalado por Lukács de que el marxismo ortodoxo está
relacionado con una cuestión de método, “Pues suponiendo –pero aunque no
admitiendo- que la investigación reciente hubiera probado indiscutiblemente la
falsedad material de todas las posiciones sueltas de Marx, todo marxista “ortodoxo”
serio podría reconocer sin reservar todos estos nuevos resultados y rechazar sin
excepciones todas las tesis sueltas de Marx sin tener en cambio que abandonar ni por
un minuto su ortodoxia marxista. Así pues, marxismo ortodoxo no significa
reconocimiento acrítico de los resultados de la investigación marxiana, ni “fe” en tal o
cual tesis, ni interpretación de una escritura “sagrada”. En cuestiones de marxismo la
ortodoxia se refiere exclusivamente al método. Esa ortodoxia es la convicción científica
de que en el marxismo dialéctico se ha descubierto el método de investigación
correcto…” (2002a: 51)
De este modo, el autor coloca al método dialéctico como un elemento distintivo
y central en el pensamiento marxista. Esta posición generó discusiones y posturas
encontradas hacia dentro del marxismo; su principal crítica es que difícilmente un
método sea acertado si conduce a un reflejo incorrecto de la realidad (Lessa, 2000a). De
allí, que en el prologo del libro “Historia y conciencia de clase” el autor señale la
existencia de ciertas incongruencias con el desarrollo posterior de su obra, al señalar que
el criterio de verdad no se encuentra en el método, sino en la realidad.
10
Sin embargo, como advierte el autor, como todos los fenómenos pertenecen a una totalidad concreta
que los contiene (cuestión que será desarrollada más adelante); el método comparte algunos elementos
comunes. (Lessa, 2000)
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Ya lo decía Marx en la segunda tesis de Feurbach al decir que “El problema de
si se puede atribuir al pensamiento humano una verdad objetiva, no es un problema
teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que
demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento.
El litigio sobre la realidad o la irrealidad de un pensamiento aislado de la práctica es
un problema puramente escolástico”11. (Marx, 1975: 90)
Esto no supone caer en un mero practicismo o empirismo, sino que “si el
criterio de verdad está en la práctica, esa verdad sólo es descubierta en una relación
teórica con la práctica misma… En esta perspectiva la teoría no está desvinculada de
la acción. La teoría se afirma pues como crítica teórica de las elaboraciones que
explican la dinámica de la sociedad…la teoría se afirma también como teoría de las
posibilidades de acción”. (Iamamoto, 2000: 100-101)
Sin embargo el método no pierdo por ello su centralidad; ya que el mismo
determina cómo proceder para aquello que se presenta a los hombres como algo
desconocido, es decir, como lograr el transito de lo desconocido al campo de lo
conocido por el hombre.
Así, el método dialéctico que parte de una concepción de realidad; cuyas
características son: ser una totalidad concreta; su movimiento es una unidad de
contrarios y tras la apariencia de los fenómenos hay una esencia.
Como bien señala Kosik la categoría de totalidad en el Siglo XX sufre una
profunda mutación, constituyéndose en una cuestión netamente metodológica; como si
la totalidad significara todos los hechos. Sin embargo para el marxismo la totalidad
significa “realidad como un todo estructurado y dialéctico, en el cual puede ser
comprendido racionalmente cualquier hecho (clases de hechos, conjuntos de hechos).
11
Al respecto de esta tesis, Goldmann señala “La segunda Tesis plantea el problema del criterio de la
verdad. Extremadamente sucinta, se limita a formular la posición dialéctica según la cual el criterio de
verdad de un pensamiento reside en la práctica y en la posibilidad de transformar el mundo social y
natural….A este respecto, la diferencia fundamental entre el pensamiento positivista y el pensamiento
dialéctico aparece cuando se plantea en qué medida el pensamiento interviene de manera directa y no
técnica en las transformaciones de la realidad social…” (1975: 137)
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Reunir todos los hechos no significa aún conocer la realidad, y todos los hechos
(juntos) no constituyen aún la totalidad. Los hechos son conocimiento de la realidad si
son comprendidos como hechos de un todo dialéctico, esto es,
si no son átomos
inmutables, indivisibles e inderivables, cuya conjunción constituye la realidad, sino que
son concebidos como partes estructurales del todo…Sin la comprensión de que la
realidad es totalidad concreta que se convierte en estructura significativa para cada
hecho o conjunto de hechos, el conocimiento de la realidad concreta no pasa de ser
algo místico, o la incognoscible cosa en si”. (Kosik, 1963: 56-57)
El marxismo, considera que la realidad es una totalidad abierta (Lefebvre y
Guterman, 1964), en la medida que es una totalidad móvil, atravesada por relaciones
históricas, con conflictos y síntesis.
Esto supone que el significado de los hechos sociales puede ser captado en el
todo, donde la realidad se constituye en una concreción que posee una estructura, que se
va desarrollando y se va creando. Esto implica que los fenómenos sociales son de
carácter histórico y son un elemento de un conjunto que cumple un doble cometido “de
un lado, definirse a sí mismo, y, de otro lado, definir al conjunto; ser simultáneamente
productor y producto; ser determinante, y, a la vez, determinado; ser revelador y, a un
tiempo, descifrarse a sí mismo; adquirir su propio auténtico significado y conferir
sentido a algo distinto. Esta interdependencia y mediación de la parte y del todo
significa al mismo tiempo que los hechos aislados son abstracciones, elementos
artificiosamente separado el conjunto, que únicamente mediante su acoplamiento al
conjunto correspondiente adquieren veracidad y concreción”. (Kosik, 1963: 61)
De este modo –y como se intentó mostrar al indicio de este momento- la ruptura
de la mirada de totalidad por parte de la burguesía como clase dominante, y de la
ciencia burguesa, está ligada al surgimiento de campos abstractos, separados entre sí,
mientras que “El método dialéctico se orienta en Marx al conocimiento de la sociedad
como totalidad. Mientras que la ciencia burguesa atribuye ingenua y realísticamente
una “realidad” o, “críticamente”, una autonomía a las abstracciones…que surgen a
consecuencia del aislamiento temático del objetivo investigado y a consecuencia de la
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división del trabajo y de la especialización científica, el marxismo, por su parte, supera
esas divisiones al levantarlas y rebajarlas a la condición de momentos dialéctico”.
(Lukács, 2002a: 80)
La única manera de poder acceder a una mirada de totalidad, descubriendo la
naturaleza de la realidad social, es mediante la destrucción de la pseudoconcrención, la
apariencia de los fenómenos sociales, y mediante ello, “la realidad social sea conocida
como unidad dialéctica de la base y la superestructura, y el hombre como sujeto
objetivo, histórico-social. La realidad social no puede ser conocida como totalidad
concreta si el hombre, en el ámbito de la totalidad, es considerado únicamente y, sobre
todo, como objeto, y en la práctica histórico-objetiva de la humanidad no se reconoce
su importancia primordial como sujeto”. (Kosik, 1963: 65)
De este modo, el mundo de la pseudoconcrención es el mundo de la vida
cotidiana de los sujetos; ámbito en el cual se producen las meras representaciones de los
fenómenos sociales, de las relaciones sociales. Es el mundo del conocimiento prácticomental12.
El ámbito de la vida cotidiana es insuprimible en cuanto no hay sociedad en la
que no haya vida cotidiana. Es el ámbito donde los hombres particulares desarrollan su
historia, un conjunto de actividades a fin de garantizar su reproducción y con ello,
contribuir a la reproducción social.
De este modo, cada hombre particular concreto se reproduce de un modo distinto
que sus semejantes, aunque en el marco de su inserción en la división social del trabajo,
lo cual hace que dichas actividades (comer, dormir, etc.) sean idénticas sólo en planos
elevadamente abstractos. Consecuentemente, la autorreproducción es un momento de la
reproducción de la sociedad. Cotidianamente, el hombre particular debe apropiarse de
las condiciones sociales concretas que le posibiliten reproducirse, apropiaciones que se
12
El conocimiento práctico-mental es aquel que permite a los sujetos moverse en el ámbito cotidiano de
su vida; pero es un conocimiento que no conoce los movimientos, los funcionamientos y las relaciones.
Así por ejemplo dice Kosik “Los hombres usan el dinero y realizan con él las transacciones más
complicadas sin saber ni estar obligados a saber qué es el dinero”. (1963: 26)
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producen en diferentes ámbitos y esferas, por lo cual debe ser capaz de desarrollar
comportamientos acordes a cada uno. El hombre se objetiva de distintas maneras, y esas
objetivaciones, que hacen su mundo, su entorno inmediato, su cotidiano, lo modifican a
él mismo. En palabras de Agnes Heller, tal aspecto es sintetizado de la siguiente manera
“la Vida Cotidiana es la vida del hombre entero; o sea, el hombre participa en la vida
cotidiana con todos los aspectos de su individualidad, de su personalidad”. (Heller,
1985: 17)
Para Netto (1994), las particularidades de la vida cotidiana se compone de tres
elementos ontológicos fundamentales:
a) la heterogeneidad: donde coexisten distintas actividades en las cuales el
sujeto se objetiva y dirige su atención hacia demandas muy diferentes entre
sí en el intento de resolverlas;
b) la inmediaticidad: ya que ante las diversas demandas se responde con una
relación directa entre pensamiento y acción;
c) la superficialidad extensiva: pues considerando que las demandas del
cotidiano son amplias, difusas e inmediatas, los sujetos responden a ellas de
manera superficial, dado que la prioridad se centra en responder a los
fenómenos por su extensividad.
Por ello, esta línea de pensamiento sostiene que la vida cotidiana es el espacio
donde el individuo y la sociedad mantienen una relación espontánea, pragmática, sin
crítica, por lo que los individuos sólo son capaces de responder a las necesidades sin
“aprehender las mediaciones presentes en ellas; por eso, es característico del modo de
ser cotidiano, el vínculo inmediato entre pensamiento y acción”. (Barroco, 2004: 5463) De esta forma, la reproducción de las relaciones sociales es la reproducción de
determinado modo de vida, del cotidiano, de valores, de prácticas culturales y políticas
y del modo como se producen las ideas en esa sociedad, ideas que acaban por atravesar
toda la trama de relaciones de la sociedad. (Yazbek, 2003)
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Con esto, se quiere mostrar como el ámbito de lo cotidiano, es un ámbito
propicio a que en cada situación histórica se produzcan procesos de fetichización de las
relaciones humanas y la construcción de apariencias y miradas ideológicas. El ámbito
cotidiano es el ámbito de la pseudoconcrención; donde aparecen sólo las capas externas
de los procesos esenciales; donde se produce la praxis fetichizada y de los objetos
inmutables, esto es, de presentar la realidad social como natural. (Kosik, 1963)
De allí que la dialéctica señala la necesidad de superar esta pseudoconcreción, la
mera apariencia de los fenómenos sociales; para descubrir que en ella su estructura
interna, su esencia.
Superar la apariencia para llegar a la esencia supone un doble proceso; por un
lado, superar el fetichismo de la mercancía en la actual sociedad capitalista13, que pone
a las cosas y no al hombre como el ser creador del mundo, y por otro lado, reconocer
que la apariencia, lo que se presenta como algo estático, fijo, en realidad es el resultado
de procesos que son necesario de dilucidar, y que adquieren sentido dentro de la
totalidad concreta que la contiene.
Así Lukács grafica claramente este panorama propio del sistema capitalista al
decir: “Esa función encubridora de la realidad tiene la apariencia fetichista y que
rodea todos los fenómenos sociales de la sociedad capitalista llega empero más allá, o
se limita a ocultar el carácter histórico, transitorio, pasajero de esa sociedad: esa
ocultación es posible sólo porque todas las formas de objetividad en las que
necesariamente se presenta de modo inmediato el mundo circundante al hombre de la
sociedad capitalista, ante todo categorías económicas, ocultan también su esencia en
cuanto formas de objetividad, categorías de las relaciones entre los hombre, y aparecen
en cambio como cosas y relaciones entre cosas. Por eso el método dialéctico, al mismo
tiempo que desgarra el velo de eternidad de las categorías, tiene que disolver también
su solidez cósica, con objeto de despejar el camino al conocimiento de la realidad”.
(Lukács, 2002a: 66)
13
Lefebvre y Guterman lo expresan de esta manera: “Inmovilizada, fetichiza, la apariencia se transforma
en realidad mistificadora”. (1964: 106)
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Con ello, el autor está introduciendo otro elemento central de la dialéctica: la
historicidad. Es decir, la dialéctica muestra como el movimiento de la realidad genera
una historicidad que hace que las cosas nazcan, se desarrollen y perezcan. Como señala
Borón “La dialéctica proclama la inevitable historicidad de todo lo social y, al hacerlo,
condena a las instituciones y prácticas sociales fundamentales de la sociedad burguesa
a su irremediable desaparición…” (Borón, 2006: 45) En ese sentido, si la dialéctica
destaca la historicidad, sin dudas esto está ligado a reconocer que la realidad no es un
ente estático, sino que se encuentra en permanente movimiento.
Siguiendo con los aportes de Borón (2006), la lógica que preside el
movimiento14 de la realidad no es de identidad; sino de contradicción, de unidad de
opuestos. Relación que es conflictiva, de choque, donde los contrarios se producen y se
mantienen en su lucha. Lefebvre y Guterman afirman: “La contradicción está en las
cosas y sólo existe en la conciencia y el pensamiento porque está en las cosas”. (1964:
33) Es contradictorio sólo lo que es idéntico, y no es idéntico más que lo que es
contradictorio. En ese sentido, para Marx, al igual que Hegel es la negatividad el motor
de la vida, del movimiento, salvo que fundamentalmente para Marx y Engels “Toda la
historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de luchas de
clases…opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha
ininterrumpida, veladas unas veces y otras franca y abierta…” (Marx y Engels, 2003:
27)
De este movimiento, de la unidad de contrarios surge una síntesis, una negación
de la negación, donde “para Hegel, el Tercer término (la síntesis) se apoya rígidamente
sobre los dos primeros. Son los tres lados de un triángulo… Para el materialismo
dialéctico el Tercer término es solución, solución práctica, acción que crea y
destruye…El Tercer término capta nuevamente el contenido de la contradicción y lo
14
Este movimiento; que es contradictorio y esencialmente histórico engendra lo que Lukács (2007) llama
la legalidad; que son leyes tendenciales que operan y se instalan en la realidad social. Son “…síntesis, que
la realidad misma hace surgir a partir de los actos práctico-económicos singulares de los individuos,
concientemente realizados, cuyo resultados, que la teoría fija, no obstante, van más allá de las
posibilidades de comprensión y de las posibilidades de decisión práctica de los individuos que ejecutan
tales actos”. (Lukács, 2007: 103)
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eleva; pero lo transforma profundamente. Solamente así hay historia dramática;
acción, unidad y desarrollo”. (Lefebvre y Guterman, 1964: 56-57)
La dialéctica, de esta manera, cumple un rol esencial para la clase social llamada
a generar la emancipación universal: el proletariado. En cuanto el marxismo supera la
relación teoría-práctica mediante la praxis; el método dialéctico es el único capaz de
captar la realidad y su movimiento tal cual es, y al mismo tiempo, permite orientar las
acciones de esta clase social. “La extrañeza de los hechos entendidos se disipa de este
modo en la conexión de la realidad, en la referencia de todos los momentos parciales a
sus internas raíces, antes no aclaradas, en el todo… su conocimiento es precisamente
conocimiento de la dirección que toman (inconscientemente) las tendencias orientadas
al todo; conocimiento de la orientación que, precisamente en el momento dado, ha de
determinar concretamente la actuación correcta desde el punto de vista y en interés del
proceso total de la liberación del proletariado”. (Lukács, 2002a: 76-77)
De allí, que el marxismo asuma un posicionamiento de clase; implica para las
ciencias sociales una clara “orientación ideológica” o un “mero politicismo estéril”. Sin
embargo, Lukács (2002a) muestra como coincide el punto de vista del proletariado con
la totalidad. Es decir, sólo el proletariado es capaz de penetrar en la realidad social y
transformarla en su totalidad15. Esto, porque para el autor, al ser la realidad una
totalidad concreta, sólo la clase trabajadora es la única dispuesta a reconocer dicha
totalidad para que, junto y al mismo tiempo de su conocimiento produzca la
transformación.
15
Ya Marx señalaba lo siguiente: “La teoría logra realizarse en un pueblo sólo en la medida en que es la
realización de sus necesidades” (1965: 34) y más adelante dice “Sólo en nombre de los derechos
universales de la sociedad puede una clase particular reclamar la supremacía universal” (1965: 38-39)
siendo en el capitalismo una clase específica la capaz de lograr esta emancipación universal: el
proletariado, siendo “…una clase con cadenas radicales, de una clase de la sociedad civil que no es una
clase de la sociedad civil, de un estado que es la disolución de todos los estados; de una esfera que posee
carácter universal por sus padecimientos universales y que no reclama un derecho particular porque no
ha sufrido una injusticia particular sino la injusticia misma, que ya no puede apelar a un titulo histórico,
sino simplemente al título humano, que no esté en posición unilateral con las consecuencias, sino en
oposición total con las condiciones de la esencia estatal alemana; de una esfera, finalmente, que no
puede emancipar sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y por eso emanciparlas a
todas ellas; que, en una palabra, es la completa pérdida del hombre y que por lo tanto sólo puede
conquistarse a sí misma al volverse a conquistar de nuevo completamente el hombre. Esta disolución de
la sociedad como clase particular es el proletariado”. (1965. 44-45)
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Por ello la dialéctica contribuye a la lucha contra la desalienación16, de
reconocer al hombre como el creador del mundo. Bien lo expresaba Peña de esta
manera “Alienación quiere decir que el hombre ha proyectado partes de sí mismo, que
parten de sí mismo, las ha transformado en cosas, y que esas cosas dominan al hombre.
Desalienación quiere decir que el hombre ponga bajo su control esas cosas que le
oprimen y que son parte de sí mismo, productos de su trabajo”. (2000: 38-39) Esta
lucha por la desalienación, y por recuperar al hombre como ser onto-creador es lo que
hará que el hombre supere su pre-historia (Marx y Engels, 2003), para llegar finalmente
al terreno de la historia, del mundo de la libertad.
Para finalizar, la dialéctica tiene una similitud con el Fénix, figura mitológica y
fantástica17. Ave que renace de sus cenizas, la dialéctica se le asemeja en mucho, donde
ese renacimiento (o resurgimiento) no lo es en forma absolutamente nueva; sino que
sobre la ruina de lo viejo yacen las construcciones de lo nuevo; y lo nuevo,
irremediablemente representará su caída y derrumbe.
Por ello, la dialéctica es el método adecuado para superar el fatalismo y la
naturalización de la vida social, que colocan al hombre como una mercancía más,
permitiendo la dilucidación y superación de la cosificación de las relaciones sociales y
la subsunción del hombre por el capital. De allí que el hombre, su praxis y la realidad se
encuentran en un permanente devenir, devenir cuya característica principal es la unidad
contradictoria de opuestos: de esa lucha, que hoy es la lucha de clases tiene y debe salir
algo nuevo: Está en el hombre la construcción de un mundo de la libertad donde el
hombre sea su verdadero centro, “…a fin de que se piense, actúe y amolde su realidad
como un hombre sin ilusiones que ha alcanzado la razón, a fin de que se mueva
alrededor de sí mismo y por consiguiente alrededor de su verdadero sol”. (Marx, 1965:
10-11)
16
De allí que el marxismo no se reduce simplemente a un determinismo económico (Borón, 2006) o al
factor económico (Kosik, 1963) sino que el marxismo es un humanismo revolucionario, que coloca al
hombre como el constructor de su mundo, de sus relaciones sociales, que hoy se encuentran reificadas,
alienadas.
17
Jorge Luís Borges y Margarita Guerrero señalan que el Fénix es “…un pájaro inmortal que resurge de
su ceniza, un heredero de sí mismo y un testigo de las edades”. (1998: 31)
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