la transformación romántica de la arquitectura militar

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LA TRANSFORMACIÓN ROMÁNTICA
DE LA ARQUITECTURA MILITAR
J. RAMÓN SORALUCE BLOND
La recuperación de viejos castillos medievales, en ruina casi todos, es
un fenómeno romántico surgido en el siglo XVIII, que no se frenará hasta
nuestros días. El castillo entendido en el siglo XIX como símbolo de poder,
es una respuesta a la necesidad de prestigio de una burguesía enriquecida
por la pujante industrialización y por el comercio, pero falta de pasado y
tradición. También la afición a restaurar castillos como nuevas residencias
alternativas a las incómodas ciudades industriales fomentará en la nobleza
la inversión de recursos en la recuperación de sus ancestrales predios familiares, caídos en un absoluto abandono, tras la aglomeración de las cortes barrocas en torno a los monarcas absolutistas. El espíritu romántico de
la época, con su añoranza del pasado medieval se verá reflejado en la
restauración de fortificaciones, castillos residenciales y ruinas militares del
pasado. Según Chueca; “El ‘castillismo’ satisfacía también los impulsos de
una burguesía enriquecida, en un momento que Inglaterra, dominadora del
mundo, acumulaba el mayor poder económico de la historia. La burguesía
como clase ascendente había sustituido en su prepotencia a la antigua aristocracia y procuraba imitar sus gustos y asumir sus símbolos caballerescos”1.
La ruina de los castillos medievales se había producido en cada país
por motivos y en épocas diferentes, así, mientras en Francia la Revolución
derribó todo atisbo de feudalismo, empezando por la Bastilla de París, en
Inglaterra la ruina hay que buscarla en la represión, anglicana primero, católica después y puritana más tarde que acabó con las monumentales propiedades de la aristocracia de todo tipo de credo. En España el fin de la era de
los castillos había llegado mucho antes, cuando los Reyes Católicos controlaron el poder nobiliario forzando el derribo de las fortificaciones medievales. Por ello, la segunda “edad de los castillos” hay que situarla en los últimos siglos, cuando el espíritu romántico puso en valor aquellos rescoldos
del poder feudal, como modelos residenciales para una nueva sociedad
257
dominadora, aunque también se consideró una deuda de las naciones con
su pasado histórico, la necesidad de restaurar aquellos impresionantes monumentos. El ejemplo lo dio en Inglaterra el propio monarca Jorge IV, que
mandó reconstruir y decorar considerablemente el castillo de Windsor en
1826. Había nacido “El Castillismo”2. Lo que había empezado como restauración del patrimonio medieval, tuvo, como secuelas, la moda de construir
nuevos castillos, en unos casos con la justificación de aprovechar restos
anteriores, o con proyectos de nueva planta. Los resultados acabaron siendo difícilmente justificables.
LA EXCESIVA RESTAURACIÓN DE CARCASONA
Carcasona está al sudeste de Francia, en la zona de Languedoc-Rousillon. Era uno de los mejores ejemplos de arquitectura medieval francesa,
con terraplenes defensivos, puentes levadizos y torres bien protegidas. Las
partes más antiguas de las murallas datan del Imperio Romano, y otras
posteriores de los visigodos. Los muros más modernos se completaron
entre los siglos VI y XIII. En el siglo IX los francos se asentaron en la ciudad,
hasta que fue asediada y asaltada en el 1209 durante la cruzada contra la
herejía albigense. Carcasona fue conquistada por los anglonormandos y
sus habitantes fueron masacrados por orden de Simón de Monfort. Entre
1228 y 1239 se construyó un segundo recinto de murallas delante del primitivo visigodo, levantando puertas fuertemente protegidas, como la Narbonense, la del Bourg y la de San Nazario. En 1247 pasó a manos del Rey
de Francia Luis IX, restaurándose la iglesia de San Nazario en estilo Gótico. Durante los siglos XVII y XVIII, los estamentos administrativos y religiosos de la ciudad, se trasladaron desde la plaza alta
fortificada al arrabal conocido como la Ciudad Baja,
quedando el recinto antiguo en un segundo plano
fuera del desarrollo urbano y comercial de la nueva Carcasona.
258#258
Vista de Carcasona en 1851. Estado ruinoso de la ciudad medieval. Foto A. Mestral.
258
Durante la Revolución Francesa y luego, en
la primera mitad del siglo
XIX, la fortificación sólo sirvió de arsenal y cuartel,
dejando que sus edificios
se deterioraran, o incluso
La reconstrucción de las fortificaciones de Carcasona, transformaron la imagen de la ciudad
en una pintoresca villa medieval. Foto Moraillón.
favoreciendo su derribo para obtener materiales de construcción3. Se autorizó a los vecinos de la comarca a explotar los muros como si se tratara de
canteras públicas. Para entonces, la ciudad amurallada se encontraba en
avanzada ruina y su interior en condiciones pésimas. En 1807 la torre de
Trésau, obra de la época de Felipe el Atrevido, se adjudicó al Hospital de
Carcasona que la demolió parcialmente para su aprovechamiento material
en la construcción del centro sanitario. Estas y otras actuaciones municipales, fueron denunciadas haciéndose cargo de la villa el Ejército en 1820.
Prospero Merimée, encargado de los Monumentos de Francia, será quien
con sus publicaciones despierte el interés del país hacia aquella ciudad fortificada. Se crearon instituciones locales para promover su recuperación,
especialmente para restaurar la maltrecha iglesia de San Nazario. La vieja
catedral, obra iniciada en el siglo XI y reconstruida en el XIV, conservaba del
periodo románico la portada principal en el costado lateral y el torreón octogonal del brazo del crucero. También eran de entonces las naves y sus bóvedas de cañón apuntado, mientras que el transepto y el presbiterio se reconstruyeron en el periodo gótico.
En 1844 se inició el proceso para restaurar la iglesia de San Nazario de
Carcasona que, inspeccionada por Viollet le Duc, resultó mejor conservada y
estable la parte románica que la ampliación gótica, precisada de una urgente reparación. Deberían sustituirse los rosetones y ventanas con sus tracerías,
así como bóvedas, capillas y contrafuertes. Lo que había empezado por una
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labor de consolidación se convirtió en una restitución casi completa del templo, con todo tipo de aditamentos neogóticos.
Con el respaldo oficial de Merimée, Viollet inicia la restauración de las
murallas. Primero le encargan restaurar la Puerta Narbonense. El informe
de Viollet al respecto de 1849 es contundente, cuando expone la necesidad de eliminar todos los añadidos ajenos a la muralla, especialmente las
casas para dejarla aislada, siendo necesario igualmente que la ciudad dejara de depender del Ejército como Plaza de Armas. El descubrimiento en la
Biblioteca Nacional de París de una reproducción de Carcasona en el año
1462, será determinante en los resultados de la restauración4. Napoleón III
visitó la ciudad en 1852 con Viollet, que le expuso su proyecto, recibido
con escepticismo por el monarca. Hasta 1856 no se acaban las primeras
intervenciones en las murallas correspondientes al frente oeste, el más visible desde la Ciudad Baja. Muros, torres y puertas son reconstruidos en
campañas sucesivas, hasta que la guerra con Prusia interrumpe las obras
entre 1870 y 1871. Se aprovecha todo lo que está en buen estado reconstruyendo de nuevo y mejorando lo destruido, siguiendo proyectos precisos y detallados de restitución medievalista minuciosa. La coronación de
los muros, con almenados perfectos, nuevas puertas y huecos de cantería
labrada, con el remate de las cubiertas cónicas de pizarra, transforman
una ciudad amurallada austera, similar a Ávila, en un pintoresco complejo
de elementos castillistas de romántica imagen lejana y cercano aspecto de
artificial obra nueva.
La mimetización de todos los paramentos, torres y puertas, con diseños neomedievales, unificó la fortificación, en la que el tiempo está reduciendo las diferencias entre lo antiguo original y lo moderno reconstruido. La
unidad de estilo, no se sabe muy bien cual, fue llevada hasta el límite. El
orden de las campañas se inició por la Torre de la Justicia en 1855 y la Torre
Visigoda hasta la puerta “d’Aude”. En 1857 se restauró desde la Torre del
Obispo hasta la puerta Este. La puerta Narbonense se construyó en 1859
siguiendo un proyecto que Viollet había realizado trece años antes, siguiendo la restauración hasta la Torre de Trésau. En 1864 restauró la puerta de
San Nazario y la Torre de San Martín, continuando las obras hasta 1879, año
en que falleció el arquitecto, sucediéndole en los trabajos Paul Boeswillwald,
hasta 1910, que se ocupó del encintado y restauración de las murallas exte260#260
riores y del castillo.
La restauración de Carcasona fue, sin duda, excesiva, fiel exponente
del significado de la restauración para Viollet, como medio para revivir el
pasado en todo su esplendor perdido5. Recuperar el conjunto dotándolo de
unidad de estilo, podía ser un objetivo loable, pero siempre que aquellas
fortificaciones se hubieran construido de una sola vez, y no a lo largo de los
260
siglos, como de hecho ocurrió. También se ha escrito que Viollet no trató de
uniformizar los elementos de la fortificación, cuestión muy dudosa. Pero un
valor innegable hay que atribuir a la restauración de Carcasona, el mérito
creativo del mejor arquitecto ecléctico de Europa, capaz de recuperar el patrimonio para disfrute de los sentidos, cuando el dogmatismo arqueológico
aun no frenaba intervenciones profundas como esta en la arquitectura.
LA RECONSTRUCCIÓN ECLÉCTICA DE PIERREFONDS
Los estudios sobre la obra y las intenciones de Viollet Le Duc, aportan
luz a los resultados de sus intervenciones y, en cierto modo, las explican y
justifican. A. Capitel considera que en Viollet el gótico pierde su naturaleza
real como cuestión histórica, para convertirse en un modelo ideal; “Al restaurar, el estilo perfecto impedía vislumbrar la Historia misma, destruyéndola para
materializar el ideal maltratado, y proponiendo un mito que sustituye la arquitectura perfecta no nacida”6. Restaurar era para los arquitectos eclécticos, la
búsqueda de una arquitectura ideal reñida con la Historia. Para Viollet la
restauración era un encuentro entre la Historia y el presente, con un resultado nuevo, basado en postulados constructivos racionalistas y dotado de un
lenguaje formal actualizado, la unidad de estilo ecléctica. En ninguna otra
intervención de Viollet estos principios se explican más claramente que en la
restauración o reconstrucción de Pierrefonds, donde una ruinosa carcasa
histórica, permitía todo tipo de actuaciones.
Reconstrucción del castillo de Pierrefonds por Viollet Le Duc en 1865. Foto Méderic M.
261
Patio interior del castillo de Pierrefonds, inventado por Viollet le Duc en 1865. Foto
Mediateque France.
El castillo de Pierrefonds, en la región de la Picardía al norte de Francia,
fue reconstruido por Viollet le Duc para Napoleón III. La imposibilidad de
restaurarlo, le permite levantar una nueva obra neomedieval. Esta intervención, será altamente polémica, al eludir la restauración de una situación histórica concreta, creando en su lugar un edificio perfecto, modelo ecléctico
de un nuevo estilo medieval. En Pierrefonds Viollet encuentra la ocasión de
reconstruir un castillo de principio del siglo XV, explayando su personalidad
creadora impregnada de espíritu romántico. En principio, no estaba previsto
más que la restauración del torreón, destinado a servir de residencia ocasional al Emperador. Pero a partir de 1861, probablemente seducido por las
proposiciones del arquitecto, Napoleón III decide edificar sobre las ruinas de
Pierrofonds una residencia fastuosa. Lo más llamativo de las obras llevadas
a cabo es el gran patio interior y su galería abierta con bóvedas y capiteles,
recreando un mundo históricamente híbrido. La inclusión de una pequeña
capilla en el interior del castillo, los portones de acceso, o la ornamentación
de las fachadas con sus esculturas de animales fantásticos, forman un heterogéneo montaje alejado de la autenticidad histórica, y modelo para futuras
262#262
fantasías castillistas7.
El actual castillo de Pierrefonds, fue construido sobre otra fortificación
anterior en 1393, por el duque Luis de Orleáns, a quien se lo había donado el
rey Carlos VI. La estructura respondía al tradicional donjón francés, inaugurado en 1406 con motivo de los esponsales del segundo hijo del rey. Los
enfrentamientos posteriores entre la monarquía y los Orleáns ocasionarán el
262
ataque e incendio del castillo en 1413. Similares conflictos contra la realeza
tendrán a Pierrefonds como escenario durante el siglo XVI, en el que los
mismos españoles llegaron a apoderarse de la fortaleza para Felipe II.
Richelieu sitió en ella a los nobles de la “parti des mécontens” en 1617, siendo tomada tras un fuerte bombardeo.
Luis XIII, cansado de la permanente resistencia a la Corona por
Pierrefonds, ordenó su destrucción, aunque la consistencia de la obra dificultó el derribo completo. El plano de Pierrefonds se compone de un cuadrilátero alargado con 90m de ancho y 110m de largo, con una torre en
cada esquina y otra en medio de cada muralla, en total ocho torres
semicilíndricas, con las construcciones residenciales adosadas interiormente al perímetro. Las obras del cuerpo central del castillo se materializan en
1865 con 300 operarios, dadas las prisas exigidas por Napoleón III. En
1868 se acomete la gran sala para la colección de armas del Emperador.
Interrumpiéndose la empresa en 1870 con la caída del Imperio tras la guerra franco-prusiana.
LAS REFORMAS DE WINDSOR
Uno de los castillos más destacados de la Historia de la Arquitectura,
Windsor, remonta sus orígenes a la llegada de los normandos a Inglaterra
en el siglo XI, cuando Guillermo I lo fundó como un donjón francés, entre
1070 y 1086. Los sucesivos monarcas ampliaron las instalaciones, dándole funciones residenciales. Desde un principio el castillo no ha cesado en
Vista interior del castillo de Windsor a principios del s. XIX, durante el reinado de Jorge IV.
263
su transformación durante los diez siglos que tiene de existencia. El perímetro fortificado con torreones y cortinas se fue consolidando con Enrique II y
Enrique III, al que se debe la construcción de la capilla. En el siglo XIV, Windsor
se transformó en un castillo-palacio gótico, bajo la monarquía de Eduardo
III. Había nacido un nuevo Windsor, que seguiría reformándose durante el
reinado de Eduardo IV. En la Crónica de Holinshed se lee; “Aquel año (1359),
el rey encargó a los obreros bajo su control que derribaran la mayoría de los
viejos edificios del castillo de Windsor e hizo que se erigieran otras bellas y
lujosas obras y se colocaran por el castillo y en su interior, de manera que se
llamó a casi todos los mamposteros y carpinteros que se encontraban en
estas tierras”8. Entre las obras del siglo XIV destaca la cocina, espaciosa
nave abovedada, con grandes aberturas superiores de iluminación y fogones con chimeneas encajadas en los muros de piedra.
La política cortesana de relaciones internacionales de Enrique VIII, permitió que Windsor se transformara en una residencia para grandes eventos
reales, como la estancia del emperador Carlos V en 1522. En la capilla del
castillo se enterró al monarca tudor. Su hija Isabel I volvió a reformar el castillo, que por su extensión y antigüedad requería restauraciones permanentes. La Guerra Civil del siglo XVII, salvó a Windsor de la destrucción, aunque
no pudo evitarse su saqueo por el ejército parlamentario de Cromwell. La
restauración monárquica dio nueva vida a Windsor, transformándose por
orden de Carlos II en un suntuoso palacio barroco, bajo la dirección del
arquitecto Hugh May. Se pintaron al fresco veintitrés techos de estancias,
con pavimentos de mármol, a fin de convertirlo en el Versalles inglés. Aunque Christopher Wrern proyectó varias reformas, no hay huellas de su arquitectura en este recinto real9.
De los monarcas de la Casa de Hannover será Jorge III quien vuelva a
utilizar asiduamente el castillo, a finales del siglo XVIII. Pero la recargada
obra barroca, ajena al gusto clasicista del momento, obligará a una nueva
transformación de los interiores y a la reforma de los exteriores. Como complemento a la base gótica del edificio medieval, el arquitecto James Wayt
inició la transformación neogótica de los alzados de torres y murallas. Pero
quien realmente recuperó la imagen neogótica de la fortificación residencial
fue el nuevo monarca Jorge IV, entre 1820 y 1828. Se recreció el torreón
central, se añadieron nuevas torres y se almenó la muralla, redecorando las
264#264 a anticuarios franceses. La resestancias con nuevo mobiliario comprado
tauración más importante de Windsor se debe a este monarca, que lo reconstruyó y amplió considerablemente bajo la dirección del arquitecto Sir
Jeffry Wyatville. La Reina Victoria asignó a Windsor un papel representativo
del poderío y prosperidad británicos, para recepciones y estancias de grandes dignatarios extranjeros, además de convertirse en residencia asidua de
la familia real.
264
Planta del castillo de Windsor según un grabado de 1670.
El gusto romántico de la reina llenó las estancias de muebles y objetos,
que acabaron dándoles un carácter sombrío al final de su vida, por lo que su
sucesor Eduardo VII inició la modernización del palacio, instalando luz eléctrica, calefacción central y cuartos de baño. La última etapa de reformas y
restauraciones fue provocada por el incendio sufrido el 20 de noviembre de
1992. Cuando milagrosamente el recinto se había salvado de dos guerras
mundiales, un siniestro fortuito se propagó rápidamente destruyendo techumbres y estancias. La restauración provocó un importante debate, al adoptarse
el criterio ecléctico de recuperar los aposentos tal y como los había transformado anteriormente Jorge IV. Este gran castillo-palacio de la monarquía británica, está considerado hoy una obra ecléctica del siglo XIX, más que una
fortificación medieval de la se conservan algunas partes muy restauradas,
después de atravesar todos los periodos artísticos de la Historia.
265
LOS FALSOS CASTILLOS MEDIEVALES INGLESES
La moda de hacerse castillos, lejos de ser una práctica secundaria en
el campo de la arquitectura inglesa a finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX, se convirtió en tema preferido de grandes arquitectos del momento, no sólo proyectando nuevas residencias acastilladas por encargo,
sino como mansión del propio artista. Este es el caso del castillo de East
Cowes en la isla de Wight, que construyó en 1798 John Nash, el arquitecto
del Pabellón Real neo-indú de Brighton, para ser su residencia de descanso. Un romántico ejercicio de compleja planta repleta de torreones y torrecitas neogóticas, con sus salones e iglesia, en cuya torre fue enterrado
Nash, al fallecer en 1835. Allí celebraba fiestas y recepciones para el príncipe regente y otras personalidades de su círculo personal y profesional.
Incluir este castillo en estas páginas, no deja de ser meramente testimonial, porque no se trata de una
obra restaurada, sino un castillo demolido y desaparecido en
los años 60 del siglo XX, del que
sólo queda algún resto.
Castillo neogótico de East Cowes, construido por el arquitecto
neoclásico John Nash en 1798.
266#266
El arquitecto castillista inglés C.A. Busby reconstruyó Gwryck Castle
en 1819, sobre unas escasas ruinas medievales.
266
Otra intervención pintoresca en el campo del castillismo
inglés se debe al arquitecto C.
A. Busby, autor de la delirante
residencia fortaleza de Gwrych
Castle. Existió un primer castillo
en Gwrych, construido por los
normandos en el siglo XII, siendo su señor el príncipe Rhys de
Gales quien reformó la obra inicial de madera por otra de piedra hacia 1170. La construcción
militar llegó hasta el siglo XVII
en que fue derruido por el ejército de Cromwell. Sobre sus ruinas se reconstruyó Gwrych en
1819, con un diseño ajeno a la
fortificación anterior, apoyando
un conglomerado de estructuras
neogóticas contra una ladera
repleta de vegetación. Esta locura pintoresca la encargó un
rico industrial, Lloyd Hesketh,
aunque quién lo disfrutó fue su
hijo Bamford, que adquirió un título nobiliario, dilapidando su fortuna en la
construcción que dominaba un extenso territorio.
El castillo tenía 128 habitaciones, incluyendo las dependencias, veintiocho dormitorios, un pasillo exterior y otro interior, dos cocinas, sala de billar,
sala de dibujo, cuarto de estudio y todo tipo de comodidades. Tenía también
diecinueve torres y una larga fachada, aunque lo más espectacular era la
gran escalera del mármol. La reina Victoria estuvo hospedada en Gwrych, lo
que dio una enorme fama a la construcción. En 1946 el castillo fue vendido y
después tuvo diversos dueños, hasta caer en un estado de total abandono.
Entre 1948 y 1985 el castillo se podía visitar y sirvió para fiestas y otras actividades lúdicas, luego llegó el cierre y el saqueo, desapareciendo, entre
otras cosas, todas las ventanas de hierro fundido y sus valiosas vidrieras. La
situación agreste del edificio y la abundante vegetación ha transformado la
mansión neogótica en una ruina romántica, aparentemente mucho más antigua.
Tampoco el maestro del Neoclasicismo tardío inglés, Robert Smirke, eludió construir un castillo neogótico, el Eastnor Castle. La obra se inició durante
las guerras napoleónicas en 1812, con una intención paisajística, pintoresca
e incluso teatral. Para la obra se aprovecharon unas ruinas cercanas de otro
antiguo castillo, cuyas piedras fueron llevadas a lomo de mulas. La fortificación se complementó con un lago artificial excavado frente al castillo. Dada
Eastnor Castle, proyectado y construido por Robert Smirke en 1812, es utilizado hoy
como falso decorado medieval de bodas y películas de época. Foto Inst. Art Londres.
267
la dificultad de encontrar madera, necesaria para la industria de guerra,
Smirke, utilizó para sujetar la cubierta vigas de hierro fundido. La obra tuvo
intervenciones de destacados maestros en su decoración, como la de George
Gilbert Scott, que diseñó el gran Salón, un enorme espacio en el que se
encuentra la colección de armaduras y objetos militares. Para la Sala de
Dibujo, Augustus Pugin realizó un asombroso artesonado digno de una catedral.
La ambientación de su entorno no puede disimular la frialdad exterior
de una arquitectura ecléctica que difícilmente transmite la emoción del pasado. En la actualidad Eastnor Castle es uno de esos edificios utilizados comercialmente para eventos de cierto prestigio, ya sean corporativos o particulares, como rodaje de películas o bodas de renombre.
LA DUDOSA AUTENTICIDAD DEL CASTILLO DE MALBORK
El Castillo de Malbork o de Mariemburg, fue la residencia de los Grandes Maestres de la Orden de los Caballeros Teutones en la Prusia Oriental,
actual Polonia. Era el símbolo del poderío de esa organización militar y religiosa que dominó amplios territorios del noreste de Europa en la Edad Media. Es una construcción iniciada en 1274, que se prolongó con reformas y
añadidos hasta el siglo XV. La doble función de los caballeros teutones como
frailes y guerreros, se refleja en esta imponente mole fortificada, de las mayores de Europa, que responde igualmente a una estructura conventual. La
orden Teutónica había nacido en Jerusalén durante las Cruzadas, siendo
268#268
El castillo de Malbork, sede de la Orden de los Caballeros Teutones en Polonia,
fue restaurado por Federico Guillermo III de Prusia en 1803.
268
fundada para atender al Hospital de Santa María de los Alemanes. Durante
los siglos XII y XIII sus posesiones se extendieron por Alemania y la actual
Polonia, cubriendo estos territorios de conventos-castillo, tras perder sus
fortalezas en Tierra Santa. La ubicación de la sede de la Orden en 1280 en el
nuevo castillo de Santa María (Mariemburg), se materializó en dos fortificaciones, el convento o Castillo Alto y la fortaleza en el Castillo Medio, obras de
granito y ladrillo de enormes dimensiones.
Ya en el siglo XIV se reforman las primitivas construcciones, adoptando
formas claramente góticas, adquiriendo el aspecto actual hacia 1350. Su
control del tráfico comercial por el río Nogat, monopolizó los mercados polacos de la Liga Hanseática. Esta situación le creó enemistades y sitios como
el de 1410, durante la batalla de Grunwald. Para entonces se había terminado la Torre del Refectorio con el gran salón de recepciones.
La compleja organización y las reformas emprendidas, hacen difícil describir el conjunto en el que destacaba la iglesia conventual. No pudiendo
pagar a las tropas mercenarias checas, perdieron la fortificación, que sería
reconquistada por el rey polaco Casimiro IV en 1466, pasando el castillo a
manos polacas durante unos trescientos años. Durante las guerras de religión del siglo XVII, los suecos reforzaron las fortificaciones que lo rodean.
Con la partición de Polonia en el siglo XVIII, Malbork pasó a depender de
Prusia en 1772, iniciándose profundas reformas para adaptarlo a cuartel y
fábrica de manufacturas con viviendas para los obreros, derribando partes
de la obra teutónica, hasta que en 1803 Federico Guillermo III de Prusia
detuvo el derribo, iniciando una nueva reconstrucción10.
Estado de ruina total del castillo de Malbork al ser bombardeado por la aviación rusa en 1945. En la actualidad está completamente reconstruido.
269
Las restauraciones de esta fortaleza en el siglo XIX, después de
decretarse su condición de Monumento, se prolongaron hasta la Segunda
Guerra Mundial, con la intervención de Federico Gilly, Federico Frick, Federico Rabe, Karl Friedrich Schinkel, Carl August Gersdorff y Ferdinand von Quast,
cuyas intervenciones significaron para Prusia lo que Carcasona o Pierrefonds
para Francia. La intención de convertirlo en un castillo perfecto introdujo en
Malbork el eclecticismo historicista. El último arquitecto restaurador alemán
Bernard Schmidt, vio su obra interrumpida al estallar la Segunda Guerra
Mundial, con el bombardeo y destrucción casi total de la fortificación en
1945 por la aviación rusa. El templo del castillo, restaurado completamente
poco antes de la guerra quedó destruido permaneciendo arruinado desde
entonces. Tras la guerra, la ciudad y el castillo derruido volvieron a la administración polaca. La reconstrucción de Malbork, como tantas obras perdidas de Polonia, ha supuesto un gesto de dignidad nacional, guiándose por
la necesidad de borrar las huellas del desastre, sin plantearse ningún problema de autenticidad con la reconstrucción total de la fortaleza. La obra
nueva ha sido declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, cuando este organismo suele ser tan exigente con los valores originales de los
monumentos declarados.
CASTEL DEL MONTE PRISTINIZADO
Quienes visitan Castel del Monte, cerca de la ciudad italiana de Bari, no
pueden dejar de sorprenderse por el excelente aspecto que ofrece esta singular fortaleza, en la que los altos muros de sillares pétreos mantienen una
limpia y pulida superficie, que a nadie puede engañar sobre su real origen, fruto de una exagerada restauración reciente. La fortaleza de Castel
del Monte es obra de Federico II,
emperador del Sacro Imperio Romano, que la construyó entre 1240 y
1245, con un modelo en nada parecido a los castillos europeos de la
época, una forma regular de planta
octogonal con ocho caras, a las que
270#270
responde un patio interior de igual
geometría. Tiene en las esquinas
ocho torres octogonales, cada una
Planta octogonal de Castel del Monte, proyectado
para el emperador Federico II en 1240.
270
con dos pisos de ocho habitaciones por planta. Según algunas teorías el número ocho era un símbolo
de la corona o de la unión
de Dios y la Humanidad,
mientras que para otros,
estas proporciones reflejaban una configuración astrológica. Lo cierto es que
fue la única fortaleza octogonal entre los cerca de 200
castillos cuadriláteros encargados por Federico de
Estado de deterioro en que se encontraba Castel del Monte (Italia)
Suavia; como el Castel Maprincipios del siglo XX. Foto Inst. Art Londres.
niace de Siracusa, estudiado por F. Maurici. Los interiores, austeros y espaciosos, parecen sugerir que su destino fue simplemente
para pabellón de caza. El arquitecto que aparece asociado documentalmente a la obra es Riccardo de Lentini.
a
El reinado de Federico II, entre 1220 y 1250, estuvo marcado por un
constante enfrentamiento con el papado. Su conocido interés por el esoterismo y las estrechas relaciones que lo unieron a los templarios y los Caballeros Teutones, a los que debía la corona imperial, podrían justificar un destino menos evidente para esta fortificación, auténtico manifiesto arquitectónico
del simbolismo geométrico
y del significado sagrado de
los números. Durante el Renacimiento, Gonzalo de
Córdoba anexionó la fortaleza a sus territorios ducales
a partir de 1552, pasando a
formar parte de la Corona
Española. Se desmanteló
en el siglo XVIII de mármoles y muebles, al quedar
abandonado.
Con la unificación de
Italia en el siglo XIX, el Estado italiano adquirió la fortaleza en 1876, cuando se
encontraba en un estado de
Estado actual de castel del Monte, después de haber sido “pristinizado”
en 1980, hasta perder la autenticidad material de sus fachadas.
271
lamentable ruina y precariedad, sólo salvado por la rigidez de su enorme
mole. Las imágenes de la época lo muestran con los torreones desmochados,
los sillares fuertemente degradados por el efecto de la erosión y los detalles
artísticos de portada y ventanas, góticos y renacentistas, muy deteriorados.
Las primeras restauraciones, iniciadas en 1928, afectaron al interior de
la fortaleza, continuando en diversas campañas una sistemática restauración de todo el edificio. Las más recientes intervenciones son de los años
ochenta del siglo XX, sin duda las restauraciones más discutibles. Las costosas intervenciones duraron casi cien años, con obligados paréntesis, hasta
convertirlo en un importante centro cultural, como el monumento-museo más
visitado de la Apulia, siendo inscrito en 1996 en la lista de Monumentos Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La recuperación para el patrimonio
universal de este bellísimo edificio, no evita que la restauración “sufrida” sea
considerada “lamentable”11.
La solución adoptada para restaurar el deteriorado paramento externo,
formado por bloques de piedra degradados por el efecto del viento, fue una
reposición sistemática de sillares de la misma piedra, pero pulidos, perdiéndose cualquier referencia a las huellas del pasado, en un intento lamentable
de “pristinización”, que ha borrado cualquier referencia de autenticidad, al
forrarlo literalmente con una nueva y lisa piel. Era necesario en este admirable edificio, haber diferenciado y conservado lo auténtico, con las marcas
que el paso del tiempo había dejado en la forma y tonalidad de la piedra.
LA REINVENCIÓN DEL CASTILLO SFORZA DE MILÁN
Si rastreamos los Palacios Ducales de los pequeños Estados de la Italia
medieval, encontraremos dos modelos de edificios, cuya construcción nos
lleva del siglo XIII al XV. El castillo urbano, indisociable de la imagen miliar
del poder aristocrático, herencia feudal y símbolo supremo del poder, tiene
en la arquitectura italiana una respuesta híbrida, entre castillo y mansión
palaciega, que no se resigna a perder los elementos característicos de las
antiguas fortificaciones. Son pocos los casos que responden a otro modelo
menos comprometido con la simbología militar del poder, propio de territorios donde la herencia familiar no se sustenta en la fuerza de un ejercito, o en
la imposición de una potencia protectora mayor, ya sea el Imperio, el Papa272#272
do o los reinos europeos. Este último
caso es patente en el Palacio de los
Dux de Venecia, donde los símbolos de la ciudad están representados por el
arte y la belleza, más que por una arquitectura castrense. Castillos como
residencia de Cortes Ducales los encontramos en Ferrara, Milán, o en Pavía.
Híbridos de fortificación y residencia son el Palacio Ducal de Mántua o la
“Signaría” de Florencia, mientras que el citado ejemplo veneciano responde
a construcciones residenciales sin rastro militar alguno.
272
Dibujo del castillo Sforza de Milan en 1540, realizado por el Ingeniero Militar Francisco de Holanda.
Cuando en el siglo XIX, Italia fue consciente de su pasado perdido, de
la riqueza que supuso para la cultura y para su Historia aquel puzle de pequeñas cortes repletas de artistas, se encontró con un patrimonio prácticamente abandonado, transformado y destruido. Se inició entonces un rastreo
sistemático de deteriorados caserones de familias nobles, como los Sforza,
los Ferrara, los Gonzaga o los Médicis, recuperando sus viejas residencias
con restauraciones de estilo, que hoy confunden por las intervenciones de
acusado neomedievalismo.
El Castillo Sforza de Milán, es un ejemplo de reconstrucción casi total,
tras una azarosa vida militar, que lo redujo a meros restos fortificados, cuando en el siglo XIX se acometió la restitución de la fortaleza medieval, con un
exaltado apoyo popular, que posteriormente sería duramente censurado, para,
finalmente, merecer un sereno juicio. La recuperación de una arquitectura
totalmente desaparecida como la de este palacio fortificado, que tanto
Reconstrucción neomedieval del castillo Sforza de Milán en 1893,
inventándose el arquitecto Luca Beltrami la torre central, recuerdo
de otra anterior renacentista de Filarete.
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protagonismo tuvo en la historia de la ciudad y de Italia, siempre justificaba
intervenciones profundas de recreación medievalista, como es este caso.
Sin embargo, hay que reconocer que la pérdida de monumentos de tales
dimensiones, no puede ser sustituida por reconstrucciones con tan alto grado de invención.
La torre central de la fortificación es un invento del arquitecto restaurador Luca Beltrami en 1893. Para su diseño, con el que se quería recuperar la
torre renacentista de Filarete, destruida en 1521 al volar el polvorín que albergaba en su sótano, se inspiró en un dibujo del tratado del mismo Filarete,
para la Sforzinda, así como en dos torres contemporáneas de la perdida, las
de Cusago y Vigevano, que a su vez habían copiado a la de Milán12.
El Castillo Sforza fue construido en 1358 por Galeazo II Visconti, siendo
transformado en una residencia palaciega por artistas tan afamados como
Filarete, Bramante o Leonardo, mediante varias ampliaciones hasta darle la
forma cuadrada, con las construcciones palaciegas en la mitad posterior del
conjunto. Durante la dominación española, en los siglos XVI y XVII, adoptó
forma abaluartada, convirtiéndose en la ciudadela de Milán. Bajo manos de
los Saboya, franceses y austriacos, sufrió profundos cambios y deterioro,
hasta que Napoleón ordenó su derribo, perdiéndose el complejo de baluartes que lo rodeaba. Entre 1848 y 1880 los austriacos destruyeron sus torreones. En semejante estado de ruina, el espíritu patriótico y románico de la
nueva Italia, inició la restauración total del conjunto, entre 1893 y 1905, rehaciendo las murallas, reconstruyendo los arruinados cubos, levantando de
nuevo los palacios interiores y creando la falsa torre de Filarete en la entrada
del fuerte. En 1933 nuevas restauraciones continuaron con la recuperación
de su antiguo aspecto, siguiendo un proyecto atribuido al arquitecto del
Renacimiento Bernardo de Venecia. No acaba aquí el cúmulo de desastres
que afectaron a este edificio, ya que durante la II Guerra Mundial fue parcialmente destruido por los bombardeos aliados en agosto de 1943, necesitando nuevas obras de restauración al acabar la contienda.
LA RECONSTRUCCIÓN EXAGERADA DE OLITE
El Palacio Real de Olite en Navarra, es una de las secuelas más destacadas del enorme interés que despertó en Europa la restauración de Carca274#274
sona por Viollet le Duc. El mismo estado de ruina, la misma concepción
romántica del conjunto, la misma recreación pintoresca y la falta de criterio
arqueológico en el respeto a los restos conservados, integrados y mimetizados con la obra nueva de forma excesiva. A diferencia del caso francés, en
Olite la intervención fue fruto del resultado de un concurso, lo que da idea
del nivel de imaginación exagerada que debió primar en las propuestas de
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los concursantes. También la fecha, 1923, nos indica que no hay excusas de
tipo teórico sobre los conceptos y las formas de restaurar de la época.
Dice Navascués al respecto; “Cuando los hermanos Yarnoz hacen el
proyecto de restauración del castillo de Olite, no sólo se inspiran formalmente en las experiencias de Pierrefonds y Carcassonne llevadas a cabo por
Viollet le Duc, sino que se muestran como devotos lectores de sus escrito
puesto que ‘conservar lo que del Palacio Real de Olite subsiste en la actualidad, sería muy poco... La restauración supone, en cambio, resucitar lo pretérito, reconstruir la historia para admiración de extraños y estímulo de propios..’. Sin embargo, el resultado, a mi juicio, no tiene la belleza que Viollet le
Duc, en su innegable calidad de artista y creadora, supo imprimir a toda su
obra como restaurador”13.
El 31 de Julio de 1923 la Diputación Foral de Navarra, convocó el
concurso para restaurar las ruinas del palacio de Olite, bajo el título “Reconstrucción y conservación del Palacio Real de Olite”. José Yarnoz Larrosa,
solicitó colaboradores a Modesto López Otero, que le recomendó a dos
alumnos aventajados de la Escuela de Arquitectura, que le hicieron las
acuarelas que debía presentar al concurso con la solución propuesta, junto con su hermano Javier Yarnoz. Estos alumnos fueron Felipe Trigo y Francisco Iñiguez, cuyas ilustraciones ayudaron a los Yarnoz a conseguir el
primer premio.
El castillo-palacio de Olite en Navarra fue incendiado por Espoz y Mina en la Guerra de la
Independencia, quedando completamente arruinado en 1813. Foto Laurent.
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Yarnoz dedicó tanto tiempo a consultar archivos y bibliotecas, como a
viajar por Francia, especialmente visitó Carcasona, Avignón y Pierrefonds.
Íñiguez colaboró con Yarnoz durante años, aprendiendo a rehacer la historia
de los edificios sin demasiados miramientos arqueológicos. Yarnoz, que años
después ingresaría en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando,
parece que cambió de criterio con los años, ya que al contestar en el discurso de ingreso a otro insigne arquitecto “historicista” como Luis Menéndez
Pidal, hace un encendido elogio de la conservación de los añadidos que la
historia acumuló en los monumentos, contra la teoría de recuperar su imagen pristina que él mismo había aplicado en Olite. Esto decía Yarnoz en
1956; “... debemos a esta tendencia de la libre renovación agregados importantes de alta calidad artística, que además de valorar extraordinariamente la belleza del monumento, conducen al conocimiento de su desarrollo en el transcurso de los siglos. Sin esta feliz circunstancia no existirían en
nuestras catedrales sobre todo, tantas preciadas muestras de arte de distintas épocas...”14.
Los orígenes de esta enorme fortaleza-palacio se remontan a unas construcciones romanas, sobre las que se levantó en el siglo XIII un denominado
Palacio Viejo de los Reyes de Navarra. En los primeros años del siglo XV,
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La influencia de las restauraciónes de Carcasona y Pierrefonds, se nota en la reconstrucción pintoresca y
arbitraria de Olite por el arquitecto José Yarnoz en 1923.
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Carlos III construyó el Palacio Nuevo, ampliando considerablemente el conjunto, pasando a primar el carácter residencial sobre el militar, para lo que
incluyó jardines en el recinto amurallado, dentro de un irregular bosque de
torres de todo tipo. Tras un primer incendio acaecido en 1794, Espoz y Mina
mandó incendiarlo en 1813, para evitar que las tropas francesas en retirada
se pudieran refugiar en sus muros, quedando abandonado durante el siglo
XIX, cuando se convirtió, como tantos monumentos españoles, en cantera
de materiales para construcciones vecinas15. Su romántico perfil ruinoso fue
reflejado en cuadros y grabados por los artistas del novecientos. Declarado
Monumento Nacional en 1925, la crítica restauración no se iniciaría hasta
1937, convirtiéndose el Palacio Viejo en parador de turismo.
(Este texto forma parte del libro del autor “Historia de la Arquitectura Restaurada”
en proceso de edición).
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NOTAS
1
Chueca Goitia, Fernando, “Historia de la Arquitectura Occidental: El Eclecticismo” Tomos X.
Pág. 75, Madrid 1989.
2
Chueca Goitia, Fernando, “Historia de la Arquitectura Occidental: El Eclecticismo” Tomos X.
Pág. 74, Madrid 1989.
3
Morel, Pierre, “La Ciudad de Carcasona”. Pág 17, Bellegarde sf. Francia.
4
Lannoy, Fraçois, “La Cité de Carcassonne”. Pág. 19, París 2004.
5
Navascués, Pedro, “La restauración monumental como proceso histórico: El caso español”
en “Curso de Mecánica y Tecnología de los Edificios Antiguos”. Pág. 296, Madrid 1987.
6
Capitel, Antón, “Mertamorfosis de monumentos y teorías de la restauración”. Pág. 19, Madrid 1998.
7
L.G., “Pierrefonds: La restauration du Château “ en “Viollet le Duc” catálogo de Exposición.
Págs. 130 - 139, París 1980.
8
Marsden, J. y Winterbottom, M., “El Castillo de Windsor”. Londres 2006.
9
South, Raymond, “The Book of Windsor”. Londres 1977
10
Jesionowski, Bernard, “El Castillo de Malbork”. Malbork (Polonia) 2004.
11
Ceschi, Carlo, “Teoría e storia del restauro”. Pág. 152, Roma 1970.
12
Ceschi, Carlo, “Teoria e storia del restauro”. Pág. 102, Roma 1970.
13
Navascués, Pedro, “La restauración monumental como proceso histórico: El caso español”
en “Curso de Mecánica y Tecnología de los Edificios Antiguos”. Pág. 296, Madrid 1987.
14
Sánchez de León, Mª de los Ángeles, “El Arte Medieval y la Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando” Tesis Doctoral de la U. Complutense. Pág. 383, Madrid 1995.
15
Quintanilla Martínez, Emilio, “La Comisión de Monumentos Historicos y Artísticos de Navarra”. Pág. 161, Pamplona 1995.
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