Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 REFORMA DEL SISTEMA DE JUBILACIONES Y PENSIONES Y DEL PAMI Por Gustavo Gesualdo I. Resumen Ejecutivo “Fatal es la ilusión en que cae un legislador, cuando pretende que su talento y voluntad, pueden mudar la naturaleza de las cosas, o suplir a ellas sancionando y decretando creaciones” (Juan Bautista Alberdi, “Las Bases” pág.86, citando a Bernardino Rivadavia, primer presidente de Argentina (1826)). Reforma del Sistema de Jubilaciones y Pensiones Los regimenes de Jubilaciones y Pensiones que aplicó la Argentina desde la segunda parte del siglo pasado hasta el presente han fracasado rotundamente. Hasta la década del 90 se aplicó el denominado sistema de reparto por el cual tanto los trabajadores como los empleadores aportaban un porcentaje determinado del salario del trabajador para financiar el sistema. Si bien los trabajadores obtenían un derecho adquirido en proporción a lo aportado, el sistema no se basaba en la estricta capitalización de los aportes individuales, sino que todo lo aportado ingresaba a un gran fondo común del cual se financiaban las jubilaciones a pagar. Originalmente, cuando comenzó a regir el sistema (y los ingresos superaban a las erogaciones), si los fondos aportados se hubieran capitalizado, el sistema podría haber funcionado intertemporalmente, pero como los fondos excedentes se despilfarraron financiando gastos corrientes, no se capitalizó lo suficiente como para hacer frente a las obligaciones emergentes. De esta forma el sistema pasó a depender de lo recaudado en forma corriente para atender a las obligaciones corrientes. Eso en si mismo constituyó un inconveniente, que se vio agravado por el aumento de bienestar de la población, que al aumentar la expectativa de vida, aumentó la carga sobre los trabajadores activos que tenían que financiar con sus aportes las jubilaciones de la “clase pasiva”. Ante la evidencia del fracaso del sistema, hecho evidenciado fundamentalmente durante la década del 80, se abandonó el sistema de reparto pasando a un sistema de capitalización individual administrado por sociedades privadas. Se adujo en su momento que las ventajas del nuevo sistema eran básicamente dos: a) Cada trabajador tendría su propia cuenta individual de aportes y la conservaría, aún cuando quebrara o desapareciera la administradora encargada de manejar sus ahorros, y b) Las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) tendrían que respetar determinados límites para la confección de sus carteras, de modo tal de prevenir conductas irresponsables que pudieran poner en riesgo los ahorros de los trabajadores. El resultado final básicamente no difiere del obtenido con el sistema de reparto, el Estado Nacional ante la necesidad de fondos para financiar los crecientes gastos corrientes y suplantar financiamiento voluntario del mercado de capitales, obligó a las AFJP a comprar bonos del Estado Nacional, los cuales más adelante decidió no pagar, con lo cual los aportantes vieron licuados sus ahorros. El presente trabajo propone la derogación de gran parte de las normas vigentes en materia de Seguridad Social y su reemplazo por un nuevo esquema normativo que respete la individualidad de los ciudadanos al mismo tiempo que limita la intervención del Estado en aquellos aspectos que se consideran necesarios para permitir la instauración del mismo. El nuevo esquema parte de la eliminación de la obligación de los trabajadores de realizar aportes personales en concepto de ahorro previsional. Cada trabajador será el responsable de administrar sus ahorros para el momento en que decida retirarse. De hecho desaparecerá la “jubilación” como un concepto en sí mismo. El Estado Nacional garantizará a todo ciudadano mayor a 65 años, el acceso a un ingreso equivalente a la denominada “línea de pobreza”, financiando dicha cobertura a través de rentas generales. Así, quienes no tengan conducta de ahorro durante su vida laboral (o simplemente no puedan ahorrar), recibirán del Estado Nacional el equivalente a un ingreso que les permita acceder a superar el umbral de pobreza. A todos los actuales jubilados, así como a aquellos que hayan realizado aportes hasta el presente, tanto al sistema de reparto como al de capitalización privada, se les respetarán sus derechos adquiridos, en función de los aportes realizados y el régimen elegido. Cuando el sistema este funcionando se observarán dos avances sustanciales respecto a la situación actual: a) Los ahorros de los trabajadores argentinos no podrán ser despilfarrados en forma directa por el Estado Nacional, FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 1 Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 generándose una corriente genuina de ingresos que podrá destinarse a consumo o ahorro (en función de las preferencias de cada individuo), pero que en ningún caso serán decididas por el Estado, sino por cada trabajador, y b) La exposición del Estado será considerablemente inferior en el nuevo sistema, limitando toda carga financiera futura a la resultante de la documentación estricta de las obligaciones ya asumidas por el Estado en el pasado y a la atención de personas por debajo de la línea de pobreza. En este punto resulta importante aclarar que la reforma previsional que instauró en su momento el sistema de capitalización no detuvo el incremento constante de la deuda contingente del Estado Nacional, ya que permitió la subsistencia de gran cantidad de aportantes al régimen de reparto anterior. Adicionalmente esta propuesta incluye la eliminación todas las pensiones no contributivas otorgadas a mayores de 65 años y de su régimen actual vigente. Reforma del PAMI El PAMI es hoy la Obra Social más importante de la Argentina, sin embargo no sólo es una de las peor administradas (en términos de costos por servicios prestados), sino que comparada con el resto de las prestadoras brinda servicios de baja calidad. De esta forma el sistema actual presenta los siguientes inconvenientes: a) Es caro para el Estado Nacional (para sus contribuyentes, en realidad), b) Los Jubilados y Pensionados no reciben prestaciones acordes con los recursos utilizados, y c) Quienes deberían ser los beneficiarios del PAMI: jubilados y pensionados, no sólo no tienen injerencia en las decisiones de “su” Obra Social, sino que tampoco tienen la posibilidad que sus aportes sean destinados a otra Obra Social, que por las razones que fuera, les brinde mayores seguridades. El sistema propuesto se basa en los siguientes elementos: a) El Directorio del PAMI será elegido por los beneficiarios del sistema (jubilados y pensionados), b) El Estado Nacional se compromete a realizar un aporte “per cápita” por beneficiario al PAMI durante el primer año desde su normalización, c) A partir del segundo año de normalización, cada beneficiario podrá disponer libremente del aporte correspondiente para que sea aplicado a la Obra Social, Sociedad de Medicina Prepaga o a la Institución de Salud de su preferencia. De esta forma se generará competencia entre los potenciales prestadores, y el PAMI subsistirá si y solo si ofrece servicios de nivel comparables con los del resto del mercado, d) se incorporan inmediatamente al PAMI a todos los mayores de 65 años que sean beneficiarios del seguro anteriormente explicado. II. Jubilaciones y Pensiones Análisis conceptual de los distintos regímenes El Sistema de Reparto Sistemas de reparto se denominan a aquellos regímenes en los cuales los aportes (tanto los realizados por el trabajador como por su empleador) se destinan a un Fondo Común, a partir del cual se hacen frente a las obligaciones corrientes del sistema. Bajo este sistema si el Fondo Común recibe más ingresos que egresos, puede “invertir” los excedentes pero los mismos pertenecen al Fondo Común, y no a algún aportante específico. Los beneficiarios del sistema tienen el derecho a percibir al momento de jubilarse, un haber que está en función tanto de los aportes realizados, de los años aportados, y del sueldo percibido en actividad. Habitualmente los sistemas de reparto son administrados por el Estado, pero nada impediría que fueran sociedades privadas las encargadas de administrarlos. Bajo cualquiera de la formas de administración que adopte este sistema, existe un problema estructural insoluble: el propio desarrollo de las sociedades que genera un incremento en la expectativa de vida de la población, termina convirtiendo en explosivo al sistema de reparto. Así, en la medida que la expectativa de vida crece, son más los aportantes activos que se necesitan para financiar a la creciente1 clase pasiva. Como por otra parte, los aportes realizados le brindan a los trabajadores un derecho adquirido al momento de jubilarse, la mayor carga individual actual genera una mayor carga futura que se potencia por el incremento de la expectativa de vida. En parte, por ese motivo, los sistemas de reparto habitualmente no se financian sólo con tributos sobre la nómina salarial, sino que se financian en buena medida de tributos provenientes de rentas generales. Adicionalmente se ha optado por cambiar periódicamente las condiciones necesarias para acceder a la jubilación de reparto (aumento de la FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 2 Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 edad mínima para acceder al beneficio) lo que constituye una modificación unilateral de los derechos y obligaciones de los futuros beneficiarios. Sistema de Reparto Estatal Este sistema es administrado por el Estado, quien se encarga básicamente de: a) Recibir los aportes (y eventualmente tributos) destinados a financiar el sistema, b) Realizar los pagos a los beneficiarios del sistema, c) Realizar todas las tareas administrativas relativas a la administración del sistema, y d) Administrar los excedentes de fondos del sistema. Si el Estado tuviera una conducta responsable, los aportes corrientes los administraría de modo tal de poder hacer frente a las obligaciones que le surgirían al momento de la jubilación de los actuales aportantes. Pero usualmente ese no es el patrón de conducta del Estado, no sólo del argentino sino de cualquier Estado, ya que siempre es mucho más importante cubrir las necesidades de caja corrientes que las futuras. De hecho, el gobernante que toma la decisión de gastar “hoy” los aportes de los jubilados de “mañana” sabe perfectamente que él “mañana” ya no estará en el cargo, y que los futuros gobernantes deberán afrontar el problema. El Estado al administrar los ahorros jubilatorios se enfrenta a un problema de incentivos opuestos, el gobernante actual debe rendir cuentas hoy por su gestión, con lo cual tiene todos los incentivos a gastar hoy (y recoger los beneficios de ese gasto), en lugar de ahorrar hoy y “ceder” los beneficios para gobernantes futuros. Este incentivo es exactamente el contrario al que se necesita para administrar responsablemente un sistema de jubilaciones y pensiones. Estos sistemas se basan justamente en la postergación de gasto presente (es decir se ahorra hoy), para aumentar posibilidad de gasto futuro, cuando se recojan los frutos del ahorro presente más los intereses acumulados. Es realmente gracioso y contradictorio el argumento central de los defensores de los sistemas de reparto administrados por el Estado: como el individuo es “irresponsable” y no va a ahorrar hoy, debemos forzarlo a que lo haga y el Estado debe administrar sus fondos para garantizar su jubilación futura. Sin embargo, eso es exactamente lo que el Estado no hace. El Estado gasta “hoy” el dinero de los trabajadores y lejos de preservar la jubilación futura la pone en riesgo. De esta forma el Estado sigue exactamente la línea de comportamiento que dice querer evitar. Sistema de Reparto Privado Este sistema es administrado por una sociedad privada, quien se encargaría básicamente de: a) Recibir los aportes (o eventualmente tributos) destinados a financiar el sistema, b) Realizar los pagos a los beneficiarios del sistema, c) Realizar todas las tareas administrativas relativas a la administración del sistema, y d) Administrar los excedentes de fondos del sistema. En este caso, si bien no existirían los problemas de incentivos a gastar hoy los aportes de los trabajadores (o de sus empleadores) por parte del administrador privado, subsistirían toda una serie de ineficiencias: Todos los aportes irían a un solo administrador del sistema. Como el sistema de reparto se basa en la creación de un gran fondo común, no podrían subsistir múltiples operadores. Esto traería aparejada pérdidas de eficiencia porque no habría competencia entre varios operadores. Los aportes seguirían siendo obligatorios. Los trabajadores no tendrían la opción de no realizar aportes y el administrador se garantizaría un flujo de aportes, independientemente de su desempeño. No existiría el concepto de cuentas individuales, con lo cual vía sucesivas regulaciones, podría desvirtuar los aportes realizados por determinados trabajadores en beneficio de otros trabajadores. El Estado podría determinar el destino de los fondos excedentes, obligando al administrador privado a financiar gastos corrientes del Estado. De esta forma se perdería la posibilidad de maximizar el retorno de las inversiones para poder minimizar el efecto “vegetativo” antes descripto. En síntesis, esta variante del sistema de reparto, podría aportar la eficiencia de la administración privada, pero no solucionaría ninguno de los problemas de fondo que presentan los sistemas de reparto. El Sistema de Capitalización Los sistemas de capitalización surgieron como respuesta a los problemas fundamentalmente “vegetativos” que presentan los sistemas de reparto. Bajo estos sistemas cada trabajador tiene su cuenta individual a la cual realiza aportes durante su vida activa, y que posteriormente recibe los fondos acumulados al momento de su jubilación. Los problemas que habitualmente presentan estos problemas son los siguientes: FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 3 Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 La solvencia y eficiencia del administrador de los fondos. Si el administrador no logra buenos rendimientos sobre los fondos recibidos, los futuros jubilados verán disminuidas sus posibilidades de consumo futuro. Por su parte si quiebra un administrador de fondos, los aportantes pueden llegar a perder hasta la totalidad de los fondos acumulados. La injerencia estatal en las inversiones de los administradores de los fondos. Habitualmente se imponen reglas para garantizar la responsabilidad en el manejo de los fondos de los trabajadores, pero muchas veces, el Estado cae en la tentación de forzar a los administradores de fondos a financiar gastos corrientes del Estado, poniendo en riesgo el valor de los activos a ser administrados. Sistema de Capitalización Estatal Bajo este esquema el Estado sería el responsable de: a) Recibir los aportes de cada uno de los trabajadores, b) Administrar las cuentas individuales de cada uno de ellos, y c) Afrontar los pagos que resulten al momento de la jubilación de cada aportante. Este esquema si bien le daría a cada trabajador la posibilidad de tener una cuenta individual, presenta los siguientes inconvenientes: Es el Estado quien toma las decisiones de inversión, con lo cual en modo alguno se garantiza la eficiencia en la administración de los fondos aportados. El Estado tiene todos los incentivos para autofinanciarse con los fondos de los aportantes, con lo cual se pone en riesgo no sólo la rentabilidad de los fondos, sino la disponibilidad misma de los mismos al momento de la jubilación. Este sistema se convertiría en una fuente de ahorro compulsivo del Estado, enviando señales económicas que distorsionan el normal funcionamiento del mercado de capitales. El Estado tiene la tendencia a incrementar las estructuras burocráticas necesarias con lo cual, buena parte de los fondos aportados por los trabajadores, no irían a sus cuentas individuales, sino a financiar gastos superfluos de estructura burocrática. Sistema de Capitalización Privada Bajo este esquema el administrador privado sería el responsable de: a) Recibir los aportes de cada uno de los trabajadores, b) Administrar las cuentas individuales de cada uno de ellos, y c) Afrontar los pagos que resulten al momento de la jubilación de cada aportante. Este sistema evitaría los problemas de ineficiencia administrativa del Estado, pero presenta dos problemas fundamentales: Como los aportes son obligatorios, las comisiones que tienen a cobrar los administradores privados son más altas que las que corresponderían a una actividad en competencia. Si bien las administradoras tienden a competir entre sí, esa competencia es limitada, toda vez que el trabajador no tiene la opción de no aportar al sistema. La composición de la cartera de las administradoras de fondos. El Estado tiene una altísima dosis de influencia en los porcentajes mínimos y máximos de la composición de la cartera de inversión de cada administradora. La típica voracidad del Estado para financiar sus gastos corrientes, conspira contra la responsabilidad en la administración de fondos de jubilación, porque habitualmente se obliga a las administradoras a comprar bonos del Estado, cuyo valor de recupero futuro puede ser dudoso. Experiencias Argentinas con ambos regimenes jubilatorios Cuando se creó el sistema de jubilaciones, se crearon las “cajas de jubilación”. Se suponía que las cajas iban a administrar los aportes de los trabajadores, para que cuando llegue el momento de la jubilación, esas mismas cajas tuvieran fondos para pagarles. Las sucesivas administraciones, lejos de proteger el dinero de los futuros jubilados, la despilfarraron utilizándola para financiar gastos corrientes. Los diferentes gobiernos durante décadas pensaron en la “próxima elección” y no en la “próxima generación”. Cuando quedó claro que el sistema de reparto había fracasado, surgió la alternativa del sistema de jubilación privada. Así surgieron las AFJP. La idea básica del sistema es que el stock de los aportes jubilatorios, sean de cada uno de los aportantes, y no del Estado. Las AFJP se encargaban de administrar los fondos de cada aportante, pero cada individuo FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 4 Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 podía moverse de AFJP, trasladando “su” fondo acumulado. Si quiebra una AFJP, quiebra la empresa y no daña los fondos del aportante. Originalmente se habían fijado límites para las carteras de inversión de las AFJP, de modo tal de preservar a los usuarios de conductas “agresivas” de los administradores de los fondos. También se fijaron determinados requisitos, de modo tal que los aportantes a una AFJP con malos rendimientos relativos, no se vieran afectados. La gente que podía optar entre el sistema de reparto y las AFJP, eligió mayoritariamente a las últimas. Prefirieron pagar “comisiones altas”, a tener que depender de la voluntad del Estado en el futuro. Nadie evaluó en ese momento, que la voluntad del Estado, también se impondría sobre las AFJP en el presente. Con el tiempo el Estado fue cambiando la composición de las carteras de las AFJP, obligándolas a comprar títulos de deuda pública, para financiar el déficit fiscal. La cartera de las AFJP pasó a estar basada mayoritariamente en títulos de deuda pública, que el Estado ha decido deshonrar. En la actualidad el 67 % de la cartera está en títulos públicos del Estado (Nacional y provinciales). Esto representa a valores a fin de febrero de 2002 unos 15 mil millones de pesos sobre 22 mil millones totales. El hecho que los aportes a las AFJP estén documentados, y que los bonos estatales que las AFJP tienen en su poder representan una suerte de “certificación” que podría valer en caso que en el futuro la situación mejore y el Estado honre sus compromisos, es una ventaja respecto al sistema de reparto (en el cual los fondos se hubieran malgastado irremediablemente), pero esa ventaja no puede en modo alguno esgrimirse como paliativo por cuanto los aportantes tienen derecho a que sus aportes sean respetados en forma íntegra y no eventual. Se trata ni más ni menos, del respeto al derecho de quienes aportan a tener una jubilación digna en el futuro, sin tener que depender de la mejor o peor voluntad del gobernante de turno para honrar sus compromisos. De esta forma, dos sistemas opuestos (reparto y AFJP) terminaron de la misma manera: licuando los aportes y ahorros de los argentinos. Los dos sistemas terminaron de igual manera, y por causas idénticas: la voracidad del Estado para quedarse con los ahorros de los argentinos y así financiar los crecientes déficit fiscales y la falta de financiamiento voluntario en el mercado de capitales. Quienes proponen volver al sistema de reparto, no están preocupados por la futura jubilación de los aportantes, quieren el dinero de los aportes para gastarla de manera más fácil, sin tener la necesidad de endeudarse y para mostrar un déficit menor. El efecto para los futuros jubilados es el mismo, cuando llegue el momento de la jubilación, los fondos no van a estar. Por otra parte, volver al sistema de reparto, no solucionaría nada, ya que el propio progreso de la sociedad lo condena al fracaso, o al menos, a que ya no sea más de reparto. El propio crecimiento de la expectativa de vida, asociado al progreso de la sociedad, hace que cada vez se necesiten más aportantes activos, para mantener a los jubilados. Teniendo en cuenta la situación actual, caracterizada por: a) alta evasión previsional (o su contraparte, el alto empleo informal), b) apenas el 44% de los mayores de 65 años poseen jubilación (y aportaron de una u otra forma para obtenerla), c) gran proporción de pensiones derivadas (hay 7 pensiones por cada 10 jubilaciones activas), y d) montos jubilatorios muy bajos; si quisiéramos tener un sistema de reparto estricto, los aportes patronales y descuentos jubilatorios deberían elevarse al doble. Entre los dos regimenes analizados, siempre es preferible el de capitalización vía AFJP. Es mejor tener un bono del Estado, con la expectativa de cobrarlo algún día (aunque la probabilidad sea baja), a realizar aportes directos al Estado, para que lo gaste de forma inmediata. Esta claro que esta opción, planteada hoy, es la elección entre dos males. Hay que reformar el sistema de plano, para que los ahorros de los argentinos no vuelvan a ser pulverizados por la irresponsabilidad de los administradores de las finanzas públicas. El nuevo Sistema Propuesto El objetivo es eliminar el actual sistema de jubilaciones y pensiones basado parcialmente en aportes compulsivos (tanto al sistema de AFJP como al de aportes al Estado), para sustituirlo por otro concepto totalmente diferente: “Seguro Universal con ahorro voluntario”, donde se cubra a la totalidad de la población mayor a 65 años. A partir del nuevo esquema, todo argentino mayor a 65 años, tendrá derecho a percibir un seguro universal equivalente a la canasta necesaria para superar la “línea de pobreza” ($ 202 a valores corrientes de abril de 2002 para un adulto equivalente). La población menor a 65 años es de 33,5 millones y la de 65 o más es de 3,5 millones. Los varones mayores a 60 años requieren 0,82 unidades de referencia (en términos del adulto equivalente) y las mujeres 0,64. Estos datos nos permiten FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 5 Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 calcular que el flujo mensual necesario para cubrir a esta población es de unos 385 millones de pesos. Anualizando el mismo se llega a unos 4.620 millones de pesos. Hoy, cerca del 60% de las personas mayores de 65 años no reciben jubilación por parte del Estado. En realidad al tener en cuenta también a las pensiones quedan incluidas entre un 60% y 79%, no resultando posible estimar con exactitud la cobertura hasta tanto no se disponga de información suficiente como para evitar duplicaciones en los beneficiarios. Otra variante de este tipo de cobertura sería: a) que el fondo total estuviera compuesto por la totalidad de mayores de 65 años, multiplicado por el monto en pesos calculado como “línea de pobreza”, y b) Que ese fondo se divida entre el número de mayores de 65 años que pida acceder al Seguro, o cuyos activos físicos y financieros no superen determinado umbral, o con determinado perfil de capacidad contributiva, etc. Bajo este nuevo esquema los trabajadores no estarán obligados a realizar aportes de ningún tipo, y serán los responsables de administrar sus ahorros de cara a su futura jubilación. Quienes puedan o tengan una conducta de ahorro responsable tendrán una jubilación que superará la línea de pobreza, quienes no puedan o no quieran tener una conducta de ahorro durante su vida activa recibirán por parte del Estado la garantía de un haber equivalente a la línea de pobreza. Las principales ventajas de este nuevo sistema pueden resumirse en los siguientes aspectos: Como los trabajadores no estarán obligados a realizar aportes a fondo alguno, quienes pretendan “captar” esos ahorros deberán ganarse la confianza de los ahorristas, ya sea ofreciendo bajas comisiones, adecuados rendimientos a mediano/largo plazo, etc. Los trabajadores no tendrán el riesgo de que el Estado se apropie de sus ahorros. Si el trabajador percibe que quienes administran sus ahorros están financiando al Estado, el trabajador puede optar por otro administrador. Aún cuando los trabajadores decidan gastar buena parte de lo que debería ahorrarse, ello no cambiaría respecto de la situación en cuanto al destino de los fondos, (dado que en definitiva los fondos aportados a las AFJP terminaron financiando gasto corriente), pero si cambiaría la situación por cuanto quienes decidirán ahora donde se gastarán esos fondos son los propios trabajadores y no el Estado en supuesto beneficio de estos mismos trabajadores. ¿Si se lo gasta en beneficio de ellos, por qué no se deja que ellos lo gasten directamente? Obviamente el resultado para la economía de tener a millones de trabajadores decidiendo sobre el destino de su dinero, es muy superior a una situación en la cual la burocracia estatal tiene la facultad de decidir sobre el destino de esa misma masa de recursos. Adicionalmente para el Estado se plantea una situación donde, al tener mayor ingreso disponible, el trabajador termina pagando más por impuesto a las ganancias de lo que abonaría en el caso del ahorro compulsivo. El análisis de la modificación que debería realizarse al impuesto a las ganancias en su tratamiento a los ingresos de las personas físicas queda para más adelante, sin embargo es un tema de gran importancia al realizar el estudio de las fuentes de financiamiento del esquema propuesto. Implementación ideal del sistema propuesto En una situación ideal, sin la existencia de sistemas previsionales anteriores, la puesta en marcha de un sistema de “Seguro Universal con ahorro voluntario” sería realmente muy sencilla y sustentable. Básicamente, cualquier individuo, al comenzar su vida activa debería decidir contratar o no algún tipo de esquema de ahorro voluntario administrado por las diferencies sociedades de ahorro previsional que existan a esa fecha en el mercado. Analicemos los posibles casos extremos que puede enfrentar esta persona. a) Una persona decide ahorrar voluntariamente una parte significativa de su ingreso. En este caso, si su ahorro es canalizado a través de una sociedad de ahorro que le administre sus fondos de manera razonable, al llegar a la edad que él considere oportuna como para retirarse podrá contar con el resultante de sus ahorros. Como la persona ha decidido voluntariamente ahorrar una parte significativa de su ingreso (ahorro voluntario), la misma casi seguramente no requerirá al superar los 65 años ayuda adicional para superar el umbral de la línea de pobreza (Seguro Universal). b) Una persona decide consumir todo su ingreso durante su vida activa. En este caso, puede existir el caso en que la persona al alcanzar los 65 años no tenga ahorros o activos suficientes como para garantizarse a si misma una subsistencia por sobre la línea de pobreza salvo que continúe en actividad. En el caso de continuar trabajando, sus ingresos provenientes de su actividad serían los que sustentarían su consumo. En caso de no hacerlo (ya sea por motivos de impedimento o por su propia voluntad) podrá ejercer el derecho a cobrar el “Seguro Universal” que le permitirá adquirir al menos la canasta de bienes conocida como línea de pobreza2. FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 6 Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 El Estado queda totalmente desvinculado de las relaciones entre los ahorristas voluntarios y sus sociedades de ahorro, quedando únicamente a cargo de la responsabilidad de “asegurar” a toda persona mayor a 65 años un ingreso no menor al de la línea de pobreza. ¿Cómo financiar esta carga adicional para el Estado? El financiamiento de esta obligación estaría dado por el adicional de recaudación resultante de la aplicación del impuesto a las ganancias a las personas. Una persona que destine menos del 10% de su ingreso en sociedades de ahorro posee un ingreso disponible (e imponible) mayor que genera un flujo adicional de recursos para el Estado. Este debería conformar un fondo específico con estos recursos con los que financiaría a los demandantes del seguro a partir de sus 65 años. Transición e implementación del sistema propuesto Desde la entrada en vigencia del nuevo sistema, todos los trabajadores (en relación de dependencia o autónomos), no estarán obligados a realizar aportes jubilatorios. Serán libres de hacer lo que quieran con sus ahorros. El Estado seguiría pagando todas las jubilaciones y pensiones ya otorgadas. Las AFJP o sus accionistas, serían responsables de seguir pagando las jubilaciones o pensiones que ellos ya otorgaron. De esta forma, ninguno de los jubilados o pensionados actuales se vería afectado. Las jubilaciones de privilegio (no las altas, sino simplemente las de privilegio), se mantendrían, para no entrar en el debate de los derechos adquiridos, pero estarían sujetas al pago de mayores tributos. El tributo a pagar por cada jubilación de privilegio, estaría en función inversa a la cantidad de años aportados, y una alternativa es que adquiera simplemente la forma de una alícuota diferencial destinada al financiamiento del sistema. Lo recaudado por este concepto se destina a engrosar el financiamiento del nuevo sistema propuesto. Todos los trabajadores que están en las AFJP recibirán su Fondo Acumulado en especie (bonos públicos o privados, acciones, certificados de depósitos, etc.). Este Fondo el trabajador lo podrá trasladar a la entidad financiera que quiera para que se lo administre. Los trabajadores que están en el sistema de reparto, recibirán un bono del estado por el proporcional de jubilación que les hubiera correspondido en función de sus aportes. Estos bonos que recibe el trabajador, los podrá disponer libremente. Serían bonos cuyos pagos de intereses y capital, se irían secuenciando en función de los pagos de jubilación que iría recibiendo el trabajador. Como la obligación del Estado con el trabajador evoluciona en función de los salarios (la jubilación es un porcentaje del sueldo y los aportes), el “interés” del bono debería ser un índice de la evolución del salario. Nadie podrá quejarse por esto, dado que en verdad el Estado esta haciendo un reconocimiento anticipado de deuda. Quien recibe el bono puede “monetizar” hoy algo que “quizás” recibiría en unos cuantos años, y capitalizar sobre eso los intereses que vaya obteniendo. Los trabajadores, no estarían en una peor situación que hoy, quienes están en el régimen de reparto recibirían un bono por una acreencia que hoy no es cierta, porque para jubilarse se necesitan una determinada cantidad de años de aportes. Por su parte el Estado, lo único que hace es documentar una deuda que hoy ya tiene. Financieramente, los primeros pagos los va a realizar a partir del momento en que el trabajador hubiera podido jubilarse. Por su parte, los aportantes a las AFJP recibirían el Fondo que hoy tienen acumulado (mayormente compuesto por bonos “defaulteados” del Estado Nacional) y podrían disponer libremente de él. Se crearía la figura de Sociedades de Ahorro, que estarían habilitadas para recibir ahorros de los trabajadores. El flujo de ahorros, que ahora serán voluntarios, será deducible de la base imponible de ganancias, en la medida que esos ahorros se vuelquen a inversiones en Argentina. El stock de ahorros acumulados no será computado para el cálculo del impuesto sobre bienes personales. Los trabajadores no estarán obligados a canalizar sus ahorros en estas nuevas sociedades, de hecho ni siquiera estarán obligados a realizar ahorro alguno, serán quienes quieran captar los ahorros potencialmente disponibles, los que deberán incentivar a los trabajadores para que lo hagan en un sociedad determinada y no en otras. Las AFJP actuales podrán voluntariamente reconvertirse en Sociedades de Ahorro. Incluso podría pensarse en darles a las AFJP, algún tipo de ventaja impositiva temporal, para incentivarlas a aceptar y apoyar el cambio de sistema. Habría dos argumentos fuertes para no compensarlas: a) con este cambio se las salva del desprestigio que deben asumir por la pérdida de los ahorros de los futuros jubilados generados por el default del Estado, así como de tener que explicar que a pesar de cobrar comisiones “altas” no pudieron preservar siquiera el valor de lo aportado, y b) El mercado de FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 7 Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 potenciales ahorristas se amplía enormemente, porque si bien los aportantes al sistema de capitalización eran cautivos, dejaría de existir la posibilidad de adhesión al sistema de reparto. Para incentivar al ahorro, deberían cambiarse las alícuotas y escalas de ganancias personales, de modo tal que quienes quieran consumir todo deban pagar más ganancias, y quienes destinen fondos a las Sociedades de Ahorro, puedan pagar menos. Se podrá ahorrar en otro tipo de sociedades, con inversiones en cualquier lado, pero ello no se podrá deducir de la base imponible de ganancias. Se crearía un mecanismo de control (preferentemente de autocontrol por parte de los propios aportantes al sistema), para verificar que las Sociedades de Ahorro efectivamente destinen los fondos al mercado local. Cada trabajador, pactará con cada Entidad una canasta de inversiones o perfil de canasta. La sociedad deberá mantener informado al trabajador respecto a la composición de cada cartera. Si la sociedad no respeta la composición de la cartera, el trabajador puede inmediatamente, girar su fondo a otra sociedad. Las Sociedades de Ahorro deberán dar, al menos, la misma información que una Sociedad Comercial le debe dar a la SEC. El Estado tendrá dos misiones fundamentales: a) Dar publicidad a la información de las Sociedades, y b) Asegurar que las colocaciones o inversiones se realicen en el país. El Estado no podrá obligar a las nuevas sociedades a respetar determinado mix de cartera de activos, y mucho menos a financiar compulsivamente gastos de funcionamiento del Estado. No existirán garantías ni seguros, al menos por parte de Estado, respecto a los rendimientos de los ahorros. Si hay Sociedades que ofrecen garantías o seguros sobre los ahorros, en ese caso podría pensarse en que el Estado solicite requisitos patrimoniales, acordes con las garantías o seguros ofrecidos. Bajo el nuevo esquema, al trabajador se le abren todas las opciones. Los fondos, no sólo siguen siendo suyos (con las AFJP hoy ya lo son), sino que tendrá plena libertad de administrarlos. Si le teme al Estado puede optar por Entidades que en su canasta de inversiones no incluyan activos estatales. Si tampoco cree en las Sociedades de Ahorro, podrá ahorrar como crea conveniente, o directamente no ahorrar, pagando en ambos casos, más impuestos a las ganancias. El Estado garantiza un nivel mínimo de ingresos y una cobertura adecuada de salud, para todos los mayores de 65 años. Todos los trabajadores podrán disponer libremente de sus ahorros, de modo tal de planificar su retiro, a su entera conveniencia. El Estado no tendrá una posibilidad directa de malgastar o afectar los ahorros de la gente, como ya lo hizo repetidamente en, al menos, los últimos 50 años. III. El PAMI El sistema actual El PAMI debería ser administrado por los propios beneficiarios, sin embargo sucesivas intervenciones han desvirtuado esa situación, por lo cual siempre hay un delegado del Poder Ejecutivo Nacional administrando la principal obra social del país. El PAMI presta por sí o terceriza los servicios que ofrece a los beneficiarios. El costo total actual de funcionamiento del PAMI es caro, comparativamente hablando, y los beneficiarios no se muestran conformes con los servicios que reciben. El principal problema del PAMI se basa en que no es administrado por los propios beneficiarios, y que tiene el “monopolio” de la prestación de servicios para los mismos. Ello permite perpetuar ineficiencias, y convierte al PAMI en un apetitoso botín político para las sucesivas administraciones gubernamentales. El sistema propuesto Se propone crear un “Seguro de Salud Universal” compuesto por una cápita de salud, para todos los mayores de 65 años. Teniendo en cuenta el presupuesto actual de PAMI, el gasto por jubilado asciende aproximadamente a 50 pesos por mes. El gasto dedicado a lograr la cobertura implicaría mensualmente unos 180 millones de pesos, y anualizando el mismo llega a unos 2.150 millones. Nuevamente podría establecerse una variante que sería: a) Que el fondo total estuviera compuesto por la totalidad de mayores de 65 años, multiplicado por el monto en pesos calculado capita, y FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 8 Política Pública Nº 18 Diciembre 2002 b) Que ese fondo se divida entre el número de mayores de 65 años que pida tener esta cobertura médica, que no posea otra obra social o prepaga, o cuyos activos físicos y financieros no superen determinado umbral, o con determinado perfil de capacidad contributiva, etc. Con el nuevo esquema propuesto, no sólo sería esperable que aumente la eficiencia del PAMI, sino que el Estado sufriría competencia en su rol de oferente de servicios. Los jubilados seguirían estando protegidos por el Estado Nacional, ya que seguirían recibiendo la cápita del Estado Nacional, aún cuando decidan derivarla hacia otra institución. Para llegar a la nueva situación propuesta para el PAMI debería procederse de la siguiente manera: En el plazo máximo de un año debe normalizarse. Los jubilados deben elegir a sus representantes en el directorio. Durante los primeros dos años, las cápitas de salud, van directamente al PAMI. A partir de ese momento, cada persona mayor a 65 años podrá hacer con “su” cápita de salud lo que quiera, quedándose en el PAMI o trasladándola (total o parcialmente) a otra Obra Social, Medicina Privada, etc. Con el nuevo esquema propuesto, no sólo sería esperable que aumente la eficiencia del PAMI, sino que el Estado sufriría competencia en su rol de oferente de servicios. Los jubilados seguirían estando protegidos por el Estado Nacional, ya que seguirían recibiendo la cápita del Estado Nacional, aún cuando decidan derivarla hacia otra institución. IV. El Financiamiento global Las reformas planteadas generan dos tipos de flujos futuros de gastos por parte del Estado Nacional: a) los resultantes del reconocimiento y documentación de las obligaciones ya asumidas con anterioridad por el Estado, y b) los propios del funcionamiento de nuevo sistema, tanto del “Seguro Universal con ahorro voluntario” como del “Seguro universal de Salud”. Idealmente si resultara posible establecer hoy exclusivamente estos sistemas (el jubilatorio y el de salud), el mismo podría ser financiado en más de un 70% por los recursos tributarios que se están destinando a financiar el sistema actual. El gasto total anual de ambos seguros sería de 6.750 millones. Como los recursos tributarios destinados a financiar el sistema actual son 6.100 millones (promedio de los últimos 4 años). Destinando menos de 1 punto porcentual de la masa salarial total se podría financiar totalmente el remanente. Respecto al flujo de fondos necesario para el financiamiento de la transición entre los sistemas, este trabajo propone la realización de una evaluación exhaustiva de las diferentes alternativas que se plantean durante dicho período. Gustavo Gesualdo es el ganador del tema Reforma del sistema de jubilaciones y pensiones y del PAMI del Concurso “Soluciones de Políticas Públicas” que organizó la Fundación Atlas para una Sociedad Libre. 1 Es creciente dado los avances en la medicina que aumentan el nivel de vida. Aquí podrían surgir ciertos cuestionamientos sobre la justicia o conveniencia de otorgar este tipo de beneficio a quien no ha tenido una conducta previsora, análisis que deberá realizarse al profundizar el presente trabajo. 2 FUNDACION ATLAS PARA UNA SOCIEDAD LIBRE 9