Tanto la Ley General Penitenciaria como su reglamento (Artículos 43-4 y 254-4 respectivamente), establecen como regla general que el aislamiento ha de cumplirse en la propia celda; si bien, por excepción puede cumplirse en otra de semejantes características en supuestos de compartir celdas con otros presos, o por la propia seguridad del interno o por el buen orden del establecimiento. Estas excepciones deben razonarse por la Administración lo que significa que debe aportar el dato de hecho que permite afirmar que la celda está compartida o que la permanencia en la misma compromete la seguridad del interno o el buen orden del establecimiento, de suerte que no basta con invocar las causas legales de la excepción sino que es preciso establecer las causas materiales que, en cada caso, permiten afirmar (o negar) la concurrencia de esas causas legales. Exactamente lo contrario es lo que hacen la Administración Penitenciaria y el Juzgado de Vigilancia que da por buenas las razones de aquella; frente al hecho de que el interno ocupa en solitario la celda, la Administración alega que la celda está preparada para ser ocupada por dos internos (lo que por una parte va en contra de la regla general del artículo 19 de la Ley, y de otra, es irrelevante a estos efectos pues lo decisivo no es cuantas personas podrían ocuparla sino cuantos la ocupan). Y en cuanto a la seguridad o el buen régimen del establecimiento las razones que se dan son absolutamente generales tales como que la sanción de aislamiento se impone por hechos que revelan la peligrosidad o violencia por parte del interno o que los módulos están organizados de forma que los internos puedan tener convivencia ordenada y al tiempo recibir todas aquellas prestaciones y servicios reconocidos reglamentariamente. Unas y otras razones no son asumibles pues supondrían por definición no ya convertir la regla en excepción y la excepción regla, sino la pura desaparición de la regla que jamás, ni aún excepcionalmente se aplicaría, pues siempre se entendería que la sanción de aislamiento al ser reveladora de violencia exige la separación y que las prestaciones y servicios recibidos por los internos y previstas reglamentariamente también exigen apartar al sancionado lo que significa que el legislador no sabía lo que decía cuando establecía la compatibilidad de la sanción de aislamiento con la permanencia en la propia celda. Y que este criterio lleva a la desaparición de la regla y a la aplicación sistemática y sin alternativas de la excepción no es sólo una consecuencia teórica a la que llegue el Tribunal a partir de las anteriores premisas sino una práctica generalizada de la Administración Penitenciaria que debe ser corregida, se demuestra porque expresamente así se dice en el informe del 6 de julio de 2001 de la Dirección del Centro, que tras invocar como razones las antes estudiadas rechazadas por este Tribunal termina afirmando que esas son las "razones que justifican la medida tomada en su día con este interno al igual que con el resto de internos que tienen que cumplir sanciones de aislamiento", frase claramente reveladora de que la regla general no se tiene realmente en consideración. En este sentido de que la norma ha de ser de cumplimiento en la propia celda y la excepción el cumplimiento fuera de ella y que esa excepción ha de ser motivada en términos concretos e individualizados para cada caso, lo que en esta ocasión no ha ocurrido, se estimará la queja. Auto 735/02, 15 de marzo de 2002, JVP nº 2, Exp. 187/01