El interno es preso preventivo. Contra él existen indicios racionales de participar en el diseño financiero de la Organización Terrorista Al Qaeda. Por estas razones se le aplican los artículos 10 de la Ley y 91-3 y 93 del Reglamento Penitenciario. El régimen cerrado se contempla en la ley como excepcional, pues, en efecto, el art. 9-1 de la ley habla de dos tipos de establecimientos: de régimen ordinario y de régimen abierto, y ello "no obstante" el art. 10-1 afirma que existirán también establecimientos de cumplimiento en régimen cerrado. Esta excepción se refuerza absolutamente en el caso de los presos preventivos (excepción dentro de la excepción, conforme al art. 10-2 de la ley) para los preventivos calificados de peligrosidad extrema o claramente inadaptados a su propio régimen de preventivos. El Reglamento por su parte, en su articulo 96-3, establece cuáles serán los criterios que deberán seguirse para considerar esa extrema peligrosidad o inadaptación manifiesta, y al efecto, remite al artículo 102-5 en cuanto que los factores allí contemplados sean aplicables a los internos preventivos. Esos criterios son fácilmente trasladables a los presos preventivos cuando se refieren a la conducta en prisión (Artículo 102, párrafos d, e y f) y, por al contrario, más difícilmente trasladables cuando se refieren a los hechos por los que están en prisión y al historial delictivo, es decir, a la vida en libertad, precisamente por no existir certeza de que se han cometido esos hechos al tratarse de presos preventivos. En el presente caso, el argumento para acordar la aplicación del art. 10 de la ley, y 91-3 y 93 del Reglamento es la de ser el interno "presunto autor de delitos cometidos dentro de la actividad de una organización terrorista de carácter internacional de la que no consta que se haya desvinculado". Ahora bien, por un lado la condición de autor presunto de tales delitos no es sino la otra cara de la presunción de inocencia o presunción de no ser autor de los mismos, de suerte que mal podría desvincularse de una organización si no hubiera estado nunca a ella vinculado, y, por otro lado, supuesta tal vinculación, los actos expresos de apartamiento supondrían un reconocimiento previo de culpabilidad al que no está obligado ningún imputado o procesado, por lo que sus posibilidades de abandonar este régimen serían menores, en ambos casos, que las de los condenados por sentencia firme, lo que no es la pretensión de la ley. En fin, la peligrosidad a la que se refiere la ley es la peligrosidad del interno en concreto y no de la organización en general, peligrosidad que debe entenderse en términos de probabilidad de volver a delinquir en prisión, probabilidad de fuga, auxiliada, en su caso, desde el exterior, probabilidad de seguir colaborando con la Organización, y ello en términos comparativamente muy superiores al resto de los internos. Habida cuenta que lo que se imputa al interno es su colaboración en las actividades financieras y no en las acciones directas de atentado de la organización terrorista y que el riesgo de fuga, y menos con apoyo exterior, no aparece como superior al normal, y la posibilidad de cooperación con la organización puede controlarse por otros medios menos gravosos como la intervención de las comunicaciones, se está en el caso de concluir que no hay razones suficientes para la aplicación del régimen cerrado de los artículos 10 de la Ley y 91 y 93 del reglamento a este interno, y en consecuencia, debe estimarse el recurso. Auto 3336/02, 8 noviembre de 2002, JVP nº1, Exp. 549/02