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Gimbernat, 2012 (*), 57, 309-317
TEXTOS ANTICS
Secció a cura de Josep M. CALBET i CAMARASA
A mitjan segle XIX per a obtener el títol de llicenciat en la nostra Facultat de Medicina era
prescriptiu que l’alumne presentés oralment un tema que se li havia assignat. Servia per
a posar al dia una determinada qüestió combinant l’ensenyament rebut amb la bibliografía
europea, especialmente francesa. En aquest cas es veu clarament la supervivència del
galenisme i la doctrina dels humors, tot i que aliat amb alguns conceptes de Chomel i
Andral.
Josep Dalmau Llaurador és l’autor d’aquest treball. Nascut a Solius –Santa Cristina
d’Aro- (Baix Empordà) el 27 de gener de 1816. Féu estudis al Col·legi Tridentí de Girona
el 1834 i posteriorment a l’Escola de la Junta de Comerç, establerta a Barcelona. Es
llicencià en medicina el 1846.
EXPLÍQUENSE LOS DIFERENTES MODOS COMO PUEDE ENFERMAR LA SANGRE
(1846)
M.Y.S.
La sangre, o sea el sanguis, el crúor de los latinos, es un líquido animal, producto de la
elaboración del quilo, el cual en la función fisiológica ematosis adquiere sus cualidades
vivificantes. Si fuéramos de la opinión de Legallois diríamos empieza esta operación en
el momento que la linfa, el quilo y la sangre venosa se reúnen en las venas subclavias, y
que luego va adelantando, hasta que por último termina en las vesículas bronquiales,
por el contacto del aire. Otros fisiólogos han pretendido que la ematosis empezaba en el
pulmón y terminaba en el curso de la circulación arterial; mas esta opinión presenta tan
poca solidez como la primera, mayormente habiendo probado varios autores que la
sangre arterial es idéntica en toda la estensión del sistema vascular de sangre roja. El
pulmón, es a mi parecer, el único órgano de la hematosis o de la perfecta sanguificación,
debido esta a la absorción del oxígeno del aire en la función que llamamos respiración.
Este líquido que penetra todos los órganos mediante la circulación, distribuye los principios
nutritivos a todos los tejidos orgánicos, conduciendo al propio tiempo el calor animal,
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fuente o manantial de las secreciones, y de las exalaciones. Examinando por medio del
microscopio la sangre de los individuos superiores de la escala animal, vémosla
constantemente compuesta de dos partes distintas, es decir, de un fluido amarillento,
que llamamos suero, y de un sin número de cuerpecitos sólidos regulares, de hermoso
color rojo que nadan en el suero, y que conocemos bajo el nombre de glóbulos de la
sangre.
No me detendré en describir la figura que estos glóbulos presentan en las varias especies
animales, por considerarlo ageno de mi discurso, sólo si diré que la proporción de estos
glóbulos varía según la especie animal y hallarse en cada una en relación con el sexo, la
edad, la fuerza y la nutrición del individuo; así como que en el hombre se encuentran en
mayor número que en la mujer, en los sujetos sanguíneos en mayor que en los linfáticos
de un mismo sexo, y en los adultos mayor que en los viejos.
Sabemos por la química que la sangre lleva las mas de las sustancias que entran en la
composición de los varios órganos del cuerpo al que está confiado nutrir. Sabemos
igualmente que la sangre tiene olor sui-generis, que su peso específico es uno y 49
milésimas, que su temperatura es de 40 grados centígrados, y por último que sometida
al análisis químico da agua, albúmina, fibrina, una sustancia animal coloreada, una
corta cantidad de materia grasa, y de diferentes sales, a saber: hidrocloratos de potasa
y sosa, subfosfatos de cal, carbonatos de sosa, cal y magnesia, óxido de hierro y según
Berzelius de lactato de sosa unido a una materia animal.
Se me dirá acaso que hablo aquí tan sólo de la sangre arterial; no se crea no quiero
apreciar en lo que merece la venosa, pero si observaré que aquella es la sangre por
escelencia, la que mantiene la vida de los órganos y la que suministra cual hemos
indicado los materiales de la nutrición, como dice muy bien el Sr. Montfalcon en el tomo
49 del Diccionario de las ciencias médicas.
Muchos volúmenes pudiera llenar M.Y.S. si intentara considerar la sangre ya en sus
propiedades, ya en su análisis, ya en sus diferencias o variedades, y por decirlo de una
vez, bajo su estenso punto de vista fisiológico; empero habiéndome cabido la suerte de
considerar dicho líquido bajo el punto de vista patológico, según lo demuestra la
preposición que llevo encabezada prescindiré de ello en cuanto pueda y me lo permitan
los reducidos límites de mi discurso.
De todos los fluidos que entran en la composición de los seres organizados dicen los
Señores Andral y Forget, el más importante es sin la menor contradicción la sangre que
como elemento generador de toda organización, es a los animales lo que la savia a los
vegetales.
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No puede negarse es una de las leyes más generales de la economía que los sólidos
encuentran su alimento en los líquidos, y así sucesivamente, y que por lo mismo la
sangre es la espresión de esta ley.
Pero dando todas las funciones fisiológicas, y composición química por esplicadas,
supuesto repito, no nos lo permite los reducidos límites de un discurso, entra el lugar en
que podemos esponer lo que sabemos de la sangre, bajo el punto de vista patológico.
Este líquido puede ser alterado (o si se quiere enfermar) en masa, o sea por lo que hace
a su cantidad.
El curso de esta cantidad constituye lo que los patólogos llaman plétora y el Dr. Andral
desicna con el nombre de Hiperemia (1) que siempre será relativa al estado normal del
individuo, pues sabemos por la fisiología que la masa de la sangre varía en razón de la
edad, sexo, temperamento, constitución, etc.
El citado Dr. Andral divide la hiperemia en local y general, esténica o asténica, mecánica,
etc. Una de las grandes dificultades del diagnóstico es el establecer la línea de
demarcación entre la congestión fisiológica y la patológica, entre esta y la inflamación
propiamente dicha, empero en obsequio a la brevedad debemos también pasar por alto
estas cuestiones. La hiperemia general esténica constituye una de las formas de la
plétora, la cual según el mismo profesor es una verdadera hipertrofia de la sangre. Esta
plétora no puede constituir enfermedad, hasta que determina algunos fenómenos locales,
los cuales pueden a la verdad manifestarse en muchos órganos a la vez, y establecer una
enfermedad general, como una calentura angioténica o inflamatoria, a cuya importa
referir en tanto no exista una localización bien manifiesta, luego las flecmasias (hiperemias
locales) que vienen a completar la hiperemia general de la que dependen las hemorragias
e hidropesías activas, que parecen depender de la trasudación de la sangre, o de uno de
sus elementos, por el hecho de estar sobradamente lleno el sistema vascular, y del
demasiado impulso del corazón.
El modo como puede o suele producir los estados patológicos la plétora, es distendiendo
los vasos, por cuyo motivo no les es posible ejercer su fuerza contractiva, como cuando
no están llenos, y tanto por esta causa, como por el mismo esceso en la masa del citado
líquido, circula con mas lentitud; de ahí viene la suspensión o disminución de las
secreciones, porqué la sangre no penetra en los capilares secretores. La piel se pone
seca y fría, porqué la sangre no puede penetrar en los capilares de la piel. La respiración
es penosa porqué pudiendo pasar la sangre por los capilares se agolpa en el corazón y
pulmón. Siente el enfermo una suma postración, porqué la nutrición se efectúa con
lentitud, y una agitación interior, todo efecto de la falta de círculo capilar, ocasionando
congestiones, inflamaciones, hemorragias, etc.
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A más de la causa mecánica que acabamos de referir, también ocasiona la plétora otras
enfermedades resultantes del esceso de algunas propiedades de vida, que se aumentan
en proporción a la masa de la sangre como hemos dicho, son las calenturas angioténicas
o inflamatorias, hidropesías activas, etc.
La hiperemia asténica la constituye la superabundancia de una sangre desprovista de
plasticidad, de cualidades estimulantes o que se estanque en puntos sumamente difíciles
de hacerse activar en el torrente de la circulación.
La hiperemia asténica general caracteriza ciertas caquexias de naturaleza sumamente
variable. A las hiperemias asténicas locales se refieren un sin número de afecciones
dichas atónicas, congestiones pasivas, inflamaciones crónicas, gangrenas, hemorragias,
hidropesías, flujos pasivos, etc.
Por los obstáculos que la sangre puede encontrar en el círculo puede dar margen a la
hiperemia mecánica, la cual no deja, a pesar de ser siempre local, de determinar síntomas
generales, tales como la cianosis, hemorragias, hidropesías esencialmente pasivas,
empero distintas de las precedentes por la especialidad de su causa. De la hiperemia
mecánica proceden las afecciones serosas, consecuencia de la obliteración de las venas,
el angostamiento de los orificios del corazón y de los vasos mayores, pues que la sangre
encontrándose detenida en las venas, deja de absorver o permite trasude la serosidad.
La disminución en la cantidad de la sangre constituye la anemia. Las causas de esta
enfermedad primitiva o esencial son muy poco conocidas, su síntoma principal consiste
en la descoloración de los tejidos y la desaparición de los vasos sanguíneos subcutáneos.
La palidez de la piel es notable lo mismo que de las conjuntivas y de la membrana
mucosa de la boca, y la cara adquiere un color amarillento análoga al de la cera
envegesida. A veces esta enfermedad va acompañada de una devilidad suma, no siendo
estraño sobrevenga la muerte de un síncope. A la autopsia se encuentra que las venas
en vez de sangre colorada sólo contiene un líquido seroso, no dejándose de presentar
descoloridos el corazón y demás órganos musculares. La plétora directa son las lesiones
de la sangre que combatimos con mayor ventaja, supuesto son las que conocemos
mejor y contra las cuales poseemos remedios específicos, esto es, la sangría y los
alimentos o la dietética. Sobre este punto dice Andral, la certeza de la medicina es ygual
a la de la cirugía, y tiene su completa aplicación el aforismo sublata causa tollitur efectis.
El esceso de cocción o de consistencia en la sangre constituye la impesitud la cual
puede reconocerse por la lentitud con que sale de la vena o por la magnitud del coágulo
que forma en el vaso donde se recoge, y en tal caso se dice que la sangre es rica porqué
en igualdad de circunstancias, la sangre de sujetos robustos, de temperamento sanguíneo
y que disfrutan de salud, suele ser algo espesa; pero cuando la impesitud es mucha y
depende de la acción de causas morbíficas, como de una alimentación demasiado
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nutritiva, de la actividad de la hematosis, de una elaboración particular desconocida que
esperimentan ciertas flecmasias y otras enfermedades asténicas, de la sustracción de
los elementos líquidos como sucede en el cólera morbo oriental, de las exalaciones
serosas, v.g. en las hidropesías, diabetes, etc., entonces ocasiona otras nuebas
afecciones de diferente naturaleza, pero que reconocen por origen la coagulación de la
sangre, su falta de circulación y la ineptitud para efectuar debidamente los fenómenos
de nutrición de cada una de las partes del organismo.
El estado opuesto o de fluidez escesiva toma el nombre de disolución, indica las más de
las veces devilidad y en algunos descomposición de principios: en ciertos casos reconoce
una nutrición viciosa, o una nutrición insuficiente, en otras una perturbación en la crasitud
de los líquidos, como suele notarse en el curso de las enfermedades conocidas bajo el
nombre de pútridas, en ciertas caquexias como las escrófulas, escorbuto, etc., y otras
por la pérdida de los elementos sólidos, tal por ejemplo como la fibrina que si disminuye
notablemente por las hemorragias, y deja una sangre abundante en suero sumamente
fluida y pálida.
La sangre por último sufre alteraciones en su esencia y naturaleza propia y estas se
efectúan o por desproporción en sus principios constitutivos o por contener otros que no
le corresponden o le son eterogéneos.
El otro modo por el cual la sangre se altera en su naturaleza consiste en tener principios
que le son del todo heterogéneos o por lo menos que deben ser estraidos de ella y
espelidos fuera del cuerpo por las secreciones.
Pudiendo varias sustancias pasar de los órganos digestivos a las vías circulatorias como
lo demuestran los experimentos de Gemelin, Magendie, Doutrechet y otros es claro que
por esta vía, y por consiguiente por estas cualidades adquiridas por la sangre pueden
obrar varios venenos sépticos y otros así como una mala alimentación modifican su
crasitud y determinan por ejemplo la caquexia escorbútica. Lo mismo debe entenderse
por lo que hace a la respiración inyección en las venas como ha demostrado con mucho
ingenio el Dr. Roche en su teoría de las fiebres intermitentes por intoxicación de la
sangre, así como los Sres Magendie, Bouillant, Gendesen y otros que han completamente
probado que los miasmas introducidos por una vía cualquiera son la causa formal de las
infecciones pútridas.
A más de los elementos estraños que venimos de indicar pueden también encontrarse
otros en la sangre que correspondan a los diferentes humores de la economía los cuales
convirtiéndose en cuerpo estraño dan margen a varias enfermedades: tal es por ejemplo
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la bilis, la cual se encuentra en la sangre de los hictéricos y se reconoce por la materia
colorante amarilla y azul que imprime dicho color a todas las partes.
Desde la más remota antigüedad creyeron los médicos que muchas enfermedades
dependían de contener la sangre preparados impropios a su naturaleza. Nadie ignora
cuan en boga estriba esta creencia cuando dominaba en el arte médico la doctrina
humorista; cuando Claudio Galeno adoptó enteramente las ideas de Hipócrates relativa
a la predominancia, y a la alteración de los humores asoció además a estas ideas, las
explicaciones sacadas de los cuatro elementos, de calor, frío, sequedad y humedad, los
cuatro humores y las cualidades elementales que les corresponden, han servido de
base a toda la doctrina fisiológica, patológica y terapéutica del médico de Pérgamo.
El humorismo recibió nuevos elementos y adquirió una influencia suma por los trabajos
de los químicos de aquellos tiempos, y en particular del célebre Paracelso. La teoría de
los fermentos y de las efervescencias creó nuevas alteraciones en los humores y explicó
con mucha exactitud la naturaleza de los vicios de los fluidos por medio de la acidez o
alcalidez.
Los humoristas modernos han admitido con Hipócrates y Galeno la superabundancia y la
degeneración de los cuatro humores principales, la sangre, la pituita, la bilis y la atrabilis
como causa de todas las enfermedades; y además han añadido con Baillou la
degeneración serosa o una serosidad acre, serum acre.
Bordeu es de todos los modernos el que ha más multiplicado el número de las afecciones
de los fluidos, los cuales ha conocido bajo el nombre de caquexias humorales. Este
autor establece tantas caquexias como órganos notables existen en el cuerpo humano
igualmente que mesclas o mixtiones principales de humores. El tejido mucoso es por
dicho Autor el asiento de todas esas revoluciones caquéticas. Reconoce por consiguiente
una caquexia sanguínea, mucosa, serosa, biliosa, esplénica, pancreática, seminal,
atrabiliaria, láctea, urinaria, purulenta, gangrenosa, etc.
Nadie ignora el papel importante y casi exclusivo que Stholl hace desempeñar a su
humor biliforme. La teoría que Grant ha establecido de las fiebres es enteramente
humoral. Es la bilis muy líquida y en la condensada, y más o menos degenerada durante
el otoño, es en lo que fija este autor el origen de todas las fiebres y demás enfermedades.
Penetrados los humores, así como las demás partes del cuerpo viviente de una fuerza
difusa en todas las sustancias, las fija esta y detiene en su esfera, en el conjunto de
cualidades que les es propia. Esta fuerza, conocida bajo los diferentes nombres de
facultad digestiva, fuerza plástica, blas alteratiorum, nisus formativus, etc, hállase bajo
el influjo de las lesiones; y estas lesiones, o más bien dicho, sus resultados sensibles
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son las que constituyen las causas materiales de todas las enfermedades según el
parecer de los humoristas. Los vicios de los humores se refieren a su cantidad o a sus
cualidades. La superabundancia de la sangre constituye la afección denominada plétora
sanguínea, como hemos indicado más adelante, igualmente que la disminución en su
cantidad da origen a la anemia.
La plétora sanguínea es el resultado de una disposición en las fuerzas vitales que tiende
a formar una cantidad excesiva de sangre y a convertir en este humor los productos de la
digestión, de la absorción, etc. La anemia supone por el contrario un estado de languidez
de las fuerzas vitales, y más particularmente una disminución a las que presiden a los
actos de la hematosis.
La sangre han dicho también los humoristas, contiene los principios constitutivos de
todos los humores. Los materiales que deben entrar en su composición mesclados con
los de la sangre, bienen a reunirse y a combinarse bajo la acción especial de los órganos
secretorios; y de esas combinaciones toman origen los nuebos productos fluidos,
conocidos bajo los nombres de bilis, mucosidad, serocidad, leche, etc.
Entre los humoristas hay unos que no admiten la influencia de las lesiones de los órganos
secretorios como causa primaria del predominio de los humores, suponiendo que esta
puede tener lugar por la alteración espontánea que anima a los fluidos, y que tiende a
crear una mayor cantidad de los materiales que le son propios. Tal es como ciertos
partidarios del humorismo admiten las diátesis biliosa, serosa, mucosa, etc. Que se
establecen independientemente de toda lesión sobrebenida en los órganos secretorios
según nos dice Grimaud. Pero no faltan otros que acercándose bastante a la opinión de
los solidistas creen que el vicio de los órganos puede concurrir a la formación de las
diátesis, reconociendo al propio tiempo una producción espontánea de los diversos
humores, en cantidad tal que la acción de los órganos secretorios no es bastante a
repararlos según el lenguaje de Bordeu.
Pero sea de ello lo (que) quiera todos admiten tantas causas de enfermedades como
degeneraciones de humores pueden efectuarse. La afecciones sanguínea, biliosa,
pituitosa o mucosa, serosa, etc., valiéndonos de sus espresiones, son el resultado del
predominio de cada uno de los humores del cuerpo.
Los fluidos son además susceptibles de alteraciones procedentes de la lesión de la
fuerza de cocción que une sus moléculas. La sangre y los demás humores, tienen por los
partidarios de esta doctrina, una propiedad particular por lo cual sus moléculas tienden
a apartarse o acercarse, y cuando esta propiedad se encuentra viciosamente aumentada
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o disminuida sobrevienen dos alteraciones notables en su consistencia, esto es el
condensamiento o tendencia a coagularse y la (?) o tendencia a la disolución.
Todos los humores pueden pecar en sus cualidades y en la mezcla química de las partes
que los componen; y es entonces cuando se depravan de diversas maneras. Han
singularmente multiplicado los humoristas el número de estas depravaciones admitiendo
una bilis cruginosa, una bilis porácea, una bilis negra, una pituita mordicante, una
serosidad acre y las acrimonias salinas, ácidas, etc.
Por último los humores hállanse atacados de una alteración especial en los vicios
específicos de la constitución tales como en el sifilítico, herpético, sarnoso, canceroso,
escrofuloso, varioloso, etc.
No puede ponerse la menor duda que los fluidos favorecen ya por su superabundancia,
y por su pobreza, y por su alteración a la producción de las enfermedades. Pero querer
hacer deducir todas ellas de una sola fuente o manantial para crear una patología
enteramente humoral, nos dice el Sr. Caizerges en su tratado de los sistemas en
medicina, y de su influencia en el tratamiento de las enfermedades, es esponerse a
desechar un sin número de otras causas de no menor importancia, y por lo mismo dignas
de llamar la atención del Médico en su tratamiento. La terapéutica de los humoristas, no
atendiendo sino a una indicación fundamental, esto es, la que procede del vicio de los
humores (o vicio humorum) es por consiguiente incompleta.
Tal es lo que ofrece el sistema humorista, por lo que hace a la alteración de los líquidos,
y por lo mismo de la sangre. Si me he detenido un tanto en esponerlo ha sido únicamente
por estar convencido de lo que dice Bichat en sus Indagaciones fisiológicas sobre la vida
y la muerte, de que las alteraciones de los fluidos del cuerpo humano, pueden muy bien
explicarse por la anatomía de los sistemas.
Además de lo dicho en este pequeño discurso, me parece puede deducirse que muchos
desórdenes orgánicos reconocen por causa primaria los diferentes estados o cualidades
de la sangre. En la hiperemia de Andral hemos dicho atribuida este autor a una hipertrofia
de dicho fluido. En la anemia hemos visto una pérdida en los glóbulos o partes colorantes;
en las hidropesías, notamos un aumento de serosidad; en el escorbuto una mayor
cantidad de ácido carbónico; en la ictericia, encontramos los principios colorantes azul
y amarillo en la bilis, así como ha disminuido la globulina, etc., más ¿podemos en estos
casos decir se halla enferma la sangre? Podemos decir mucho menos, que por estos
aumentos, disminuciones, cambios de propiedades físicas y químicas es como enferma
este líquido?
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Por lo que a mi hace no me atrevería a responder categóricamente, o sino veamos lo que
entienden los autores por enfermedad. Chomel la ha definido en estos últimos tiempos,
enfermedad es un desorden notable ya en la disposición material de las partes que
constituyen el cuerpo vivo, ya en el ejercicio de las funciones. Según ella, Chomel admite,
pero en cierto modo como enfermedad en la sangre las alteraciones que venimos de
indicar; y lo declara, si bien con mucha reserva, sino en duda, en otro lugar diciendo: las
lesiones de los fluidos que entran en la composición del cuerpo humano, merecen
colocarse al lado de las lesiones de las partes sólidas. Y faltando estas últimas, deben
aquellas comprenderse a lo menos implícitamente, en la definición de la enfermedad.
Se ve pues que Chomel ha dicho merecen colocarse al lado de las lesiones, y no deben
colocarse entre las lesiones. Otros autores también modernos la han definido:
Enfermedad es una alteración notable y permanente de una o muchas funciones; por lo
tanto, tampoco puede comprenderse en ella la sangre.
Hemos visto igualmente que la misma doctrina humorista admitía la alteración de los
humores como causa de todas las enfermedades, mas no como enfermedades en ellos.
Si en esta incertitud se hallan uno y tantos Chomeles, antiguos y modernos ¿Qué haré yo
M.Y.S. joven que soy y recién salido de las aulas? Por cierto que no me hubiera atrevido
a presentar una cuestión tan difícil ante la sublime penetración de V. S. por mi propia
voluntad. Pero habiéndome cabido por suerte para el acto que me ocupa, me prometo
se dignará disimularme los herrores que en esta dilucidación haya incurrido. He dicho.
Barcelona 13 octubre 1846
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(1) Bajo el nombre de hiperemia indica Andral una superabundancia de sangre en una
parte cualquiera. Este autor descomponiendo en sus elementos el fenómeno complexo
llamado inflamación la considera como el resultado de tres alteraciones diferentes; es
a saber: aflujo insólito de la sangre, lesión de la acción secretora y modificación en el
acto nutritivo. A este aflujo de la sangre, a la presencia de una cantidad insólita de este
líquido, y se halle en circulación, y estancado o derramado en el interior del tejido orgánico
inflamado, es a lo que da Andral el nombre de hiperemia.
(2) Aquest treball està dipositat a l’Arxiu de la Universitat de Barcelona amb la signatura
CAT-UB 01 EA. S’ha respectat la grafia original.
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