Dos mundos, mismo corazón

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Dos mundos, mismo corazón
Escrito por Luz Edwards S. / Nº 166
Martes 29 de Diciembre de 2009 20:00
Los Wagner Salas conocieron hace un año el hogar de niñas Padre Felice Sala. Desde ahí que no pasa una semana sin que las visiten e
inviten a su casa. Es un compromiso que se dio de manera natural y que es alimentado por el cariño mutuo que han forjado.
Si algo retrata a esta familia es la pila de colchones y frazadas que mantienen siempre a la mano, además de la pieza de alojados.
Primos, sobrinos, amigos, abuelos y hermanos, todos saben que cuando quieran ir a ver a los Wagner Salas, a San Vicente de Tagua
Tagua, son más que bienvenidos. Así, la mayoría de los fines de semana tienen visitas y para las vacaciones colegiales siempr e un par
de primos se van a instalar por varios días. Y todos felices con eso. Los papás, Marcela y Jorge, y sus tres hijos, Josefina, Vicente y
Magdalena.
“Nos gusta recibir gente. Se hace un ambiente muy entretenido y la verdad es que no me complico, hacemos un asado con salchic has y
listo”, cuenta Marcela, quien trabaja hasta las 7 de la tarde de lunes a viernes y bien podría usar eso de excusa para tener un fin de
semana más tranquilo.
32 nue vas amigas
Tal vez esta actitud generosa y sencilla fue la que hizo que naturalmente su familia abriera la casa a las 32 niñitas del hogar Padre Felice
Sala,
a
quienes
conocieron
por
una
amiga
de
Marcela
que
lleva
años
visitándolas.
Comenzaron yéndolas a ver una vez a la semana y hoy, un año después, luego de la visita de los sábados parten cuatro o cinco de ellas a
alojar con ellos. ¿Quiénes van? La directora elige de acuerdo a algún criterio justo que no provoque peleas. Por ejemplo, a las que
merecen un premio por sus buenas notas o comportamiento, o a las que reciben menos visitas de sus familiares. Otras veces,
simplemente a las que hace tiempo no van donde los Wagner y les toca disfrutar de ese privilegio.
Marcela y Jorge prefieren que sea así, porque dicen que si pudieran, se las llevarían a todas a la casa. Lo mismo sus hijos, que ya están
encariñados con todas, pero tienen a sus favoritas.
Los frutos del compromiso
“Lo que más me gusta es que cuando la tía Marcela llama para avisar que van a
venir, siempre vienen”, dice Valeska, de 16 años. Comer cosas ricas, ver películas, bañarse en tina, jugar con los perros, también lo
valoran mucho, pero nada de eso se compara con el compromiso de esta familia, que es el mejor regalo. Además, es claramente lo que
marca el tono de la relación; pues si ellas no supieran que pueden contar con los Wagner seguramente tampoco serían tan acogedoras y
cariñosas
con
ellos.
La directora del hogar, Gema Zamorano, dice que esta responsabilidad es el único requisito para ser amigos del hogar. Y no es que
todos tengan que involucrarse de la misma manera, sino que cada uno dé lo que dijo que iba a dar, para así no generar expectativas
desmedidas en las niñas. “Hay personas que vienen de empresas o instituciones a compartir en fechas como la Navidad o el día del
niño. Les traen regalos, juegan un rato y se van. Pero como las niñas saben de antemano que no va a ser más que eso, lo disfrutan
mucho
y
no
les
da
pena
despedirse”,
ejemplifica
Gema.
Las familias que como los Wagner pueden invitar niñitas a su casa, son siempre personas recomendadas por otras que ya son de
confianza en el hogar. Además, antes son entrevistados por la directora, una psicóloga y una trabajadora social. “Son niñas que han
sufrido mucho, entonces tenemos que hacer todo lo posible por evitarles nuevos abandonos”, explica Gema Zamorano.
Una vivencia familiar
Cuando Josefina, de 13 años, planea su fin de semana, muchas veces le pregunta a su mamá qué día van a ir las niñitas a la casa. Por que
son sus amigas y ella quiere estar. Magdalena, de 9 años, no planea demasiado, pero cuando piensa a quién invitar el fin de semana, las
niñitas
del
hogar
son
de
las
principales
candidatas.
Vicente tiene 11 años y, por razones obvias, es el menos compinche de las niñitas, pero le encanta que vayan para su casa. Y, al igual
que sus dos hermanas, rara vez no va con sus papás al hogar. Es que sin proponérselos, esto fue desde el principio una experiencia
familiar.
Sin duda la razón de fondo es el entusiasmo de Marcela y Jorge, en cuyas mentes ya se ganaron un lugar las niñas y sus necesi dades.
Los amigos y parientes de la familia saben que es así, y se han dejado contagiar por este proyecto. Cuando van a San Vicente de Tagua
Tagua llegan con ropa que han juntado entre sus conocidos para las niñitas y llenos de entusiasmo por irlas a ver.
Pablo, un hermano de Marcela, con su señora, Manuela, están especialmente motivados. Ella es instructora de yoga y cuando va, les
hace clases a las niñas. Pablo, está a cargo de una campaña para juntar plata entre sus amigos y familiares para poder darles regalos de
Navidad. ¿Y quién se ofreció para comprarlos? Sonia, la hermana mayor de Marcela.
Dar el primer paso
Gema Zamorano es directora hace sólo un año y medio, pero lleva 13 en el hogar. Quiere y conoce a cada una de las niñas y sabe lo
bien que les hace estar en contacto con personas de afuera. Sobre todo, porque muchas de ellas no pueden ni siquiera recibir visitas de
parientes, ya que en sus mismas familias se encuentra la persona que las agredía. “Los días de semana salen porque van al lic eo. Pero
les hace falta recibir cariño constante y socializar con gente distinta. Ahora que están en paro, por ejemplo, no tienen mucho que hacer”,
cuenta
Gema.
Hoy son sólo tres familias las que participan del hogar y Gema hace un llamado a que se acerquen más. “Entiendo que cueste, p ero la
gente se complica más de la cuenta a veces. Felices que toquen el timbre y conozcan a esta linda familia que tenemos aquí y vean con
qué
quieren
comprometerse.
Todo
es
un
aporte
para
las
niñas”,
dice
la
directora.
Marcela, Jorge y sus tres hijos lo saben. Ponen un pie en el hogar y las 32 niñitas corren a saludarlos. Lo mismo les pasa a ellas cuando
llegan donde los Wagner: se bajan del auto y se sienten como en su propia casa. Ya nadie se acuerda de que los primeros encue ntros
fueron un poco incómodos, como siempre lo es entre personas que no se conocen.
El hogar Padre Felice Sala
Depende de la Fundación Padre Semería y ahí viven 32 niñas entre 8 y 19 años que, por medida de protección de los tribunales, no
pueden vivir con sus familias. La misión del hogar es entregarles cariño, protección, salud y educación con el fin de que puedan algún
día volver a insertarse en la comunidad. Todo esto, en el marco de la fe católica y la certeza del amor de Dios.
Conózcalo en www.padresemeria.cl, teléfono (02) 542 12 65.
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