Ventaja Competitiva - Centro Nacional de Competitividad

Anuncio
Rubilú Rodriguez
Economista del Centro Nacional de Competitividad
[email protected]
¿Ventaja comparativa y ventaja competitiva: es lo mismo?
En temas relativos a la globalización y la economía, resulta común que se
empleen los términos ventaja comparativa y ventaja competitiva como sinónimos
que en realidad no lo son.
La diferencia no debe ser tomada de forma trivial. Michael Porter, precursor de la
teoría de la ventaja competitiva en 1990, aseguraba que la distinción constituye
la diferencia entre una exitosa política de generación de riqueza, o la causa de
postración económica de muchos países.
Veamos los orígenes de cada término y su evolución. El concepto ventaja
comparativa fue antecedido por el de ventaja absoluta planteado en 1776 por
Adam Smith, el padre de la economía. Según él, si un país era mas eficiente
produciendo un bien A y otro un bien B, cada uno debería especializarse en
aquel donde tenía mayor ventaja, y luego deberían intercambiar esos productos
para elevar el bienestar de ambas naciones. Zapatero a sus zapatos como suele
decirse.
Pero, ¿qué ocurría si un país producía ambos bienes (A y B) con mayor
eficiencia? En 1817 David Ricardo aborda este aparente dilema afirmando que,
aún así, esta nación debe enfocarse en aquel bien que produce con mayor
eficiencia.
Por ejemplo, asumamos que Estados Unidos tiene ventaja sobre otro país en la
producción de té y trigo, pero en términos relativos, es aún mejor en la
producción de trigo. Por ello, debe especializarse en este bien, y el otro país en
la producción del té. Visto así, Estados Unidos tendría una ventaja comparativa
en la producción de trigo, y el otro país ventaja comparativa en la producción de
té.
Hasta allí todo claro, pero ¿qué vinculación tiene esto con la tesis de la ventaja
competitiva? El hecho es que la ventaja comparativa dependía casi
esencialmente de la llamada dotación de factores que incluye la disponibilidad
de mano de obra barata y recursos naturales por ejemplo. Dicho de otro modo,
los países se especializan en exportar sólo bienes y servicios que utilizan de
manera intensiva, recursos que están en relativa abundancia en la localidad
donde se da la producción.
Sin embargo, según Porter, la mano de obra barata por ejemplo constituye un
elemento ubicuo, es decir está presente en muchos contextos, y por ende no
necesariamente conforma en sí una ventaja competitiva.
1
Rubilú Rodriguez
Economista del Centro Nacional de Competitividad
[email protected]
Por lo tanto, el hecho de que las ventajas comparativas se enfocan en la
disponibilidad de recursos, puede conducir a la peligrosa trampa de que países
en desarrollo se concentren sólo en producir bienes que requieren abundancia
de recursos naturales o de mano de obra barata.
En consecuencia, lo fundamental para que un país y sus empresas aumenten de
manera continua su riqueza, radica en su capacidad de generar y aplicar la
tecnología, de innovar, de aumentar la productividad y competitividad. La
productividad incrementa la cantidad de bienes y servicios, eleva los salarios y
mejora las condiciones de vida, pero esto a su vez exige un ambiente de
negocios que se forja mediante adecuadas políticas y leyes que generan
condiciones para que se consolide esa ventaja competitiva.
Esto explicaría por qué un país como Suiza, por ejemplo, que no produce ni un
grano de cacao, se convirtió en el exportador por excelencia del mejor chocolate
del mundo, o por qué Holanda, a pesar de su escasez de tierra, se convirtió en
uno de los mayores exportadores de flores. Lo fundamental fue la habilidad de
esos países en crear u optar por condiciones y políticas públicas para que sus
empresas compitieran y superaran de manera sostenida a sus rivales
comerciales.
2
Descargar